Acercamiento a la escuela privada en el Perú[1]

Approach to private school in Peru

Abordagem para a escola privada no Peru

César Hildebrando Delgado Herencia[2]

Recibido: 14-03-2014 Aprobado: 01-04-2014

 

El mito de la escuela privada

Entre los actuales mitos educativos que gravitan con fuerza en el imaginario social del Perú se encuentra la escuela “privada” opuesta a la “pública”, asumiendo que todas aquellas son eficaces y efectivas además de eficientes; es uno de los más emblemáticos de la educación nacional. Desde otro ángulo, es un mito construido inicialmente por las élites oligárquico-burguesas, el cual terminó echando raíces en las diferenciadas capas medias urbanas. La oferta de escuelas privadas no por casualidad, dependió principalmente durante sus primeras fases, de las órdenes religiosas católicas, que actuaron en consonancia con el cultivo de los valores dominantes, incluidas su más preciadas marcas de distinción: el cuidado del habla y la escritura, los modos cortesanos y el respeto a las jerarquías sociales. La indumentaria escolar, gracias a los uniformes y sus insignias, se acomodó bien en los moldes de la cultura neo barroca peruana. Por el uniforme se reconocían las jerarquías de pertenencia, e implícitamente las «pagas» accesibles o inalcanzables de ese servicio.

El moderno sentido de “privada” no es el mismo de “particular”, “no estatal”, “educación paga” en el desarrollo histórico del país. La UNESCO en diversos estudios para América latina señala a la escuela privada como “mejor” que la pública, con excepción de Cuba, apunta también las deficiencias regionales en matemáticas mayormente están en las escuelas públicas u oficiales de las economías organizadas alrededor del mercado.

Aquellos términos para indicar a esa escuela aparecen en el país desde el siglo XVI. En diversos momentos el lenguaje oficial –y el uso cotidiano en la comunidad- los ha utilizado para referirse a una constelación de esfuerzos individuales, clericales y/o empresariales, que desde cuatro siglos después podemos hacer distingos semánticos; ahora es obvio que esas palabras no refirieron ni refieren lo mismo, en sus especificidades hallaremos diferencias sustantivas que dan derrotero para su mejor comprensión actual, dada su alza estadística de matrícula en las últimas décadas, favorecida por su evolución a los condicionantes del sistema capitalista hegemónico, donde priman otros principios a su rol inicial de aquel siglo.

Francesco Tonucci
Imagen 1. Francesco Tonucci, http://discentia.blogspot.com

Por contraste hay que marcar el criterio previo al actual deudor de la economía neoclásica de costo/beneficio. Al presente, con la hegemonía del mercado como asignador de valor y la mercantilización de la acción educativa, lo “privado” ha adquirido rasgos de ídolo sobre el cual gira todo el sector educación, determinado por una economía educativa de costo-beneficio. Salvo algunas notas que le son propias, consecuencia de origen y desarrollo histórico, la escuela privada con recursos materiales acoge a las clases privilegiadas en sus establecimientos en otro tipo de educación; no así las escuelas privadas para sectores sociales medios y aquellos otros de estratos menores, tiene diferencias sustantivas de calidad incluso si se le “compara” con la escuela oficial de su entorno. En ambos espacios, su función inicial de colaboración y ajuste a la educación nacional en el sistema educativo -entendidos como esenciales funciones del Estado a través de sus escuelas- se ha autonomizado, atiende a la demanda pretendiendo los mejores retornos de inversión de los padres de familia, hecho que ha generado una mayor profundización de su carácter desigualatorio y discriminante que desde sus primeros momentos fue la idea base de estos establecimientos.

La escuela privada existe en esa condición como paralela a la escuela pública con ventaja, dado que en la forma por su condición de “escuela” es merecedora de garantías y derechos –también exoneraciones tributarias-, por lo que paulatinamente va dejando su rol colaborador y complementario para entrar en terrenos de identidad y sub sistemas absolutistas, práctica de la libertad de enseñanza en la mirada del modelo de mercado -mejor situada en este esquema, la escuela subvencionada por el Estado que la privada pura-. En esta auto marginación -las más publicitadas escuelas privadas en opinión de los expertos educacionistas orgánicos del capital-, sólo quedan en rol formal de colaboración a la educación nacional, y de sus ventajas en innovaciones, orientaciones pedagógicas, aplicación de modelos educativos diferenciados, que por su propia naturaleza de escuela privada se permiten experimentar y que enriquecerían el sistema educativo nacional, vuelven a un autarquismo a favor de los grupos dominantes de la sociedad, en un proceso de desnacionalización en un mundo del conocimiento del presente siglo, con fuerte repercusiones para la vida nacional.

 

¿Educación privada o escuela privada?

Una primera situación a despejar es referida a la “educación privada” y la “educación pública”, diferenciándola de las instituciones educativas privadas y públicas u oficiales. Debemos precisar los términos, de modo que no caer en confusión; ésta deviene del hecho que la educación nacional no es puesta en el marco donde adquiere sentido integrador, como un componente importante –el más importante- de los procesos de socialización del país. Reflexionar una “educación privada” y una “educación pública” desde la atalaya de la socialización sin comprender realmente sus implicancias es abrir puerta a distorsiones que se verán concretadas en la institución educativa, formación social que define una filosofía, procesos pedagógicos y de gestión pero siempre en el marco de la socialización para el caso peruana. Concretamente, en la relación docente - estudiante en espacios educativos sistematizados del centro o programa educativo institucionalizado, pero que transciende la entidad educativa en el propio seno de la comunidad en tipos de educación no formal e informal, no normalizados, mayormente.

Sin embargo, debemos hacer una primera distinción, entre “escuela pública” y “escuela estatal” –ambas oficiales-, la primera con mayor presencia de organizaciones sociales en sus órganos internos, en tanto la segunda, en los designios del Estado o gobierno y de participación formal de agentes y actores educativos. Ambas asumiendo un rol igualador de oportunidades, una direccionada, la otra más aperturista siempre en el plano de la herencia social cultural de identidad y pertenencia del ethos nacional. Ese rol igualador es el que la escuela privada progresivamente ha ido desprendiéndose, acelerado en el enfoque de mercado actual, posponiendo su rol histórico de colaboración y con las especificidades que le da su libre régimen de gestión.

Francesco Tonucci
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En aquella confusión epistemológica, el establecimiento educativo que se arroga ofrecer “educación privada”, daría pie a pensar una “socialización privada” –y la escuela oficial “socialización pública”-, lo cual es un contrasentido cultural, al margen de distorsionar su rol colaborador, universalizador, descentralizador; en el caso del privado, formaría generaciones desprendidas de la nacionalidad y muchas de sus manifestaciones extracurriculares carecerían de sentido histórico en la jornada escolar. En un mundo del conocimiento y con rasgos multiculturales por impacto de la revolución de la comunicación, aun es más urgente que la escuela como institución tenga claro su rol socializador para la personalidad del peruano del siglo XXI, y no formar consumidores que tomen distancia de la herencia nacional, así como de las necesidades de participación a favor del bien común en este país, y no en abstracto, de los sectores burgueses y pequeños burgueses con mejores condiciones materiales para este fin.

El desarrollo de rasgos identitarios de acuerdo a pautas socio-psicológicas consensuadas de la herencia cultural reflejan los patrones de ciudadanía de todos los nacionales y donde la institución educativa contribuye al proceso de socialización en esa dirección precisa y no otra. Su deformación haría que la escuela no inscrita en la socialización nacional estructure la personalidad del educando en otros patrones culturales e incluso en lógicas diferentes y contrapuestas, progresando dos probabilidades: o identificación con el ethos nacional o rechazo al mismo, que se puede expresar por ejemplo “…eso sólo sucede en el Perú…”, exclusivamente puede pasar aquí dado que cobijamos todos los atrasos y por mi formación básica –es decir socialización privada- me auto margino de los Otros; no es la ciudadanía del nosotros y destino común, sino del voto cada cinco años la única igualdad circunspecta con los otros, como un artículo más de consumo.

 

La socialización es producto histórico

En la escena nacional, los esfuerzos socializadores son permanentes a lo largo de toda la vida, unitarios y datan por lo menos de cuatro milenios, al igual que la educación funcional que le da soporte, no así la educación formal, institucionalizada.

Una reflexión desde un ciclo de larga duración se vuelve oportuna y necesaria. En la civilización incaica, el proceso de socialización fue dicotómico, con una educación espontánea –diríamos hoy no formal e informal- como formación funcional, natural, global; y otra, institucionalizada del Yachayhuasi y  Acllahuasi[3] con actores educativos, currículo, organización, tecnología, sistemática, componente racionalizador y diferenciada por grupo social, estudiada entre otros autores por José Portugal Catacora.[4] Ante del XVI no existieron escuelas “particulares”, la educación de los nobles fue estatal al servicio de los intereses de la panaka e instrumentada desde la divinización del Inca; el Estado incaico no extendía certificación por estos estudios institucionalizados; su eficacia y pertinencia eran observadas en la práctica, en el desempeño de la función encomendada. La creación y ejercicio de esas escuelas respondían a las necesidades políticas del Imperio.

La socialización del estado colonial español fue resultado de la desarticulación de la estructura incaica, destruyó la formación institucionalizada reemplazándola por la visión europea tricotómica de educación elemental, intermedia y superior –enfoque prevaleciente hasta hoy en primaria, secundaria de educación básica regular y la Universidad-, reglamentada en la óptica del invasor que venía a América a enriquecerse, apoyada en establecimientos administrados por el clero católico de labor similar en España; los colonialistas unieron la Iglesia con el Estado por lo que resulta lógico que las diócesis y las congregaciones religiosas cumplieran una función pública, pero de forma “particular”; inicialmente tampoco extendieron certificados, su creación y funcionamiento era por decisión de la autoridad.

Así aparecieron escuelas “particulares” en parroquias –nivel organizacional de ejecución de la Iglesia católica- dirigidas a los indígenas, dado que el conquistador con la autorización otorgaba a la congregación bienes en explotación para sostener esas escuelas, en contexto fáctico de dos repúblicas, de indios y de españoles, como parte del movimiento mundial de adoctrinamiento o evangelización católica, “…los sacerdotes que acompañan a los conquistadores realizan desde el comienzo su labor de adoctrinamiento religioso y de enseñanza de las primeras letras...” (Braham, 1971:19), fue una educación particular de origen religioso cuya estructura de financiamiento se ha prolongado por 500 años, pero conforme fue evolucionando en los cuatro siglos concentró sus actividades sobre alumnos pertenecientes a las clases altas de la sociedad colonial, peninsulares y criollos ricos, compartiendo con profesores laicos, en minoría, las necesidades de estos estratos sociales desde una oferta educativa diferenciada, desigual, que aún persiste.

Para los runas en el imperio colonial español la educación funcional siguió al interior del proceso de socialización anterior -todavía subsiste entre los actuales campesinos, que dejaron de ser nominados “indígenas” en 1969-; para los orejones organizaron Colegios de Curacas, principalmente después del sacrificio de Túpac Amaru II; en el imperio colonial español la educación tuvo el objetivo de contribuir al dominio colonial en dos planos, uno religioso de conversión, pastoral, “cristofórico”, el otro a la práctica económica-política colonial de alimentar con mano de obra a obrajes y minas, inicialmente como una propuesta pedagógica para adultos aplicable en simultáneo a niños por frailes y clérigos de dos congregaciones católicas principales: dominicos y jesuitas, con ventaja comparativa de éstos, dado que los discípulos de Loyola manejaban gran parte del saber científico, tecnológico y cultural de la época. La socialización colonial con la herramienta de esta educación institucionalizada fue sumamente exitosa tanto por la concentración del poder colonial en el país, como los mecanismos colaterales a la escuela en reducciones y misiones.

Francesco Tonucci
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Desde el siglo XVI aparecieron los “ayos” –preceptores en el Perú- educando en casas particulares, previo contrato con tiempo y pago acordado mucho más alto que en las escuelas que fueron llamadas también “privadas[5] para hijos y/o pupilos de peninsulares. También hubo ayos para grupos de indígenas y niños mestizos adheridos al esquema de dominación. No toda la actividad educativa estuvo limitada a la escuela institucionalizada, la “instrucción portátil de los ayos” era más intensa y efectiva por la personalización pedagógica y desde estos momentos adquirió entre los estratos sociales privilegiados de la República de los Españoles prestigio, dado que se apoyó en una axiología cristofórica, en ella se educaban las futuras autoridades civiles y militares coloniales. Esta formación no llevaba a certificación, su eficiencia era la práctica del egresado en cada república.

Al inicio del Imperio colonial, ayos para las primeras letras, luego expandiéndose a nuestra equivalente primaria y en pocos casos a secundaria, que conjuntamente con las escuelas de misiones y parroquiales completaban la educación particular institucionalizada de esa época en el país, dentro del proceso de socialización colonialista, con huellas que hasta hoy se pueden observar en el imaginario nacional, y que son reforzadas en la tradición educativa de muchos establecimientos educativos.

Con la independencia política los usos y costumbres coloniales educativas se prolongaron hasta el gobierno del mariscal Ramón Castilla quien aprobó la primeras normas republicanas para orientar el sistema educativo nacional[6] iniciando la certificación de estudios escolares y regulando la autorización para creación y funcionamiento de instituciones educativas; sin embargo los procesos de socialización de las dos repúblicas coloniales siguieron subsistiendo, desarrollando valores, actitudes y concepciones diferenciadas, los cuales se fueron integrando como resultado del desarrollo urbano, progreso de las fuerzas productivas, modernización de las relaciones sociales, amalgamando diferenciaciones culturales mestizas.

También, advertimos un movimiento desde el Estado para amenguar la hegemonía clerical católica a través de la normativa que fue creciendo hasta su momento estelar a mitad del siglo XX con la reforma educativa del Gral. Manuel Odría que fortaleció la escuela estatal tímidamente laica, pero en el mediano plazo nuevamente retornó al rol aparentemente permanente heredado de la colonia española, frailuna y soldadesca. Incluyó nuevos elementos de control social: el uniforme caqui con galones, cristina y la carnetización obligatoria con fotografía desde la primaria con sello oficial, cursos de religión con “retiros espirituales” y pre militar con “desfiles y escoltas” en toda la educación básica.

El enfoque católico tradicionalista y decimonónico se vio rivalizado por la función de las escuelas protestantes con valores anglosajones, de raíz norteamericana y europea, fueron un viento fresco en la abigarrada atmósfera apostólica con el énfasis en formalidad del estudio, desarrollo evolutivo intelectual, idea de superioridad del hombre bien educado, la utilidad de la educación en el progreso social, la escuela como preparación esencial para la vida adulta, dentro de un enfoque individualista de la interpretación de la Biblia, para lo cual el poblador necesitaba saber leer y razonar, que implica su alfabetización “…el protestantismo ha dado impulso a campañas de alfabetización en todo el mundo, y las metodologías de la alfabetización desde sus comienzos hasta el método psicosocial de Paulo Freiré, tienen una base fundamental en el método original de Frank Laubach, un misionero protestante en el África…” (Braham, 1997:256).

Las escuelas religiosas de siempre privilegiaron una cultura cristiana como único medio de sobrevivencia moral y como único medio de normar las relaciones en la familia; fue y es la variable independiente de su prestigio y donde fundan su oferta educativa en intentos de correlacionarse con la socialización peruana; cosechas presentes del largo periodo colonial y la corta república, ligadas al poder temporal en el sistema educativo y con instituciones correlacionadas tanto en la educación básica como superior, así como, fuerte presencia en los organismos del sector educación.

En las tres últimas décadas la creación de instituciones privadas ha tenido los mayores picos de crecimiento en la educación superior y de aquí se ha ido moviendo hacia la secundaria y primaria de la básica regular, que en el momento actual han empezado a formar redes nacionales de escuelas privadas.

Hoy el proceso de socialización peruana define un tipo de personalidad sea apoyado en la educación sistemática o no, escolarizada o no, formal o no, desarrolla procesos de síntesis cultural de todos sus componentes étnicos, sea a través de instituciones educativas o por los aparatos de reproducción, uno de cuyos ejes centrales son los medios de comunicación. Hace casi doscientos años la educación realizada en escuelas al margen del aparato estatal fue conocida también como “particular” –por oposición a la “universal”- dada por preceptores con programas unipersonales como también a grupos, forjándose las primeras escuelas privadas… Muy después aparece la escuela estatal que se asume “nacional” normada en el formal enfoque liberal del Estado laico para lo cual adoptó la “libertad de enseñanza”, que con el correr del tiempo y al amparo del modelo económico de mercado, es mejor denominarla “privada”, porque se sostiene por pagos de los clientes La situación de la escuela particular hizo que educadores como José A Encinas (“promotor” de escuela privada) cuestionara los procedimientos para el otorgamiento de certificados de estudios de primaria o secundaria por parte de estas escuelas de modo de oficializar los estudios escolares realizados en ellas, dado que el requisito de oficialización lo tenía sólo la escuela pública.

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Luego, por “escuela pública” nos referirnos al derecho cristalizado en una “institución” la educación de todos los individuos, en diversas modalidades y formas del sistema nacional por parte de sectores o niveles de gobierno, cubierto sus gastos con el Erario nacional, de  todos los recursos materiales y no materiales para el proceso de enseñanza-aprendizaje, como componente clave de la socialización y con creciente presencia de la sociedad civil peruana. Así tenemos las escuelas administradas directamente por Ministerios, siendo el principal Educación, pero también Interior, Defensa, Justicia; así como escuelas públicas administradas por Gobiernos Regionales y Municipales;[7] como también subvencionadas total o parcialmente en “parroquiales”.

En cambio la “escuela privada” es administrada directamente por su propietario o promotor, sea cualquier su forma asociativa anónima o no, abierta o no, tiene fin de lucro, por diversas formas de pago de los clientes cubre sus necesidades materiales, no materiales y ganancia para su funcionamiento -dentro del diseño curricular nacional de educación básica-, en el marco de la socialización peruana. En el desarrollo histórico nacional ha devenido desde el carácter de particular –cuando no pasaba del 5% de la matricula nacional y estaba bajo el control de la Escuela oficial, hasta representar casi el 30% actual, igual al promedio histórico latinoamericano, teniendo como regulador al mercado y no siendo su preocupación central la universalización de la educación de la población peruana, en su descartado rol de colaboradora de la educación nacional, como tampoco descentralizadora, dado que es fundamentalmente urbana.

 

Conceptualizando la escuela privada

Un basamento ideológico de la escuela privada es la “libertad de enseñanza” animada en el siglo XIX por la educación laica en un contexto de aplastante influencia de la clerecía en la educación y como resabio del pasado colonial; en los inicios de la República fue eficaz para legalizar la educación nacional, pero que ha sido aprovechado en el modelo de mercado imperante por los grupos más conservadores de la iglesia católica así como por el capital financiero para captar a los estratos sociales privilegiados de la sociedad ligados al bloque en el poder y dirigir la educación de sus hijos, imponiendo de este modo la racionalización en el destino y uso de los recursos de cada una de esas escuelas, a través de modelos educativos, más que pedagógicos. Al haber sido incorporada la libertad de enseñanza en la Constitución política se transformó en principio y tapadera para el mercantilismo tanto económico como ideológico que la escuela privada pura fomenta.

Dado que esa base ideológica funciona en el mercado de las instituciones educativas privadas y subvencionadas no así en la escuela pública, cuyo modelo educativo está prescrito en la normativa y el modelo pedagógico subyacente de cada escuela oficial a que pudieran acceder vía su proyecto curricular es mayormente inalcanzable por la baja autoestima profesional del docente público. De ahí la finalidad de la formación integral y no unifuncional de la escuela pública como la competencia –lucha- o la Universidad como metas de la trayectoria escolar, que son rasgos de la escuela privada.

En ese contexto es explicable en el modelo económico de mercado imperante, la “selección” de escuela para la educación de los hijos o pupilos por la clientela potencial, sólo exista oferta diferenciada en la tipología de las escuelas privadas y sus modelos educativos, para quienes huyen de la escuela pública, debilitada y unilateral, las clases medias y altas. Mentalizándolas en esa unifuncionalidad de la competitividad del mercado y la disminuyendo el protagonismo de la escuela pública con su crítica de falta de equidad y eficiencia en los usos de los fondos estatales. Luego, una fortaleza de la escuela privada es la gran diversidad de escuelas que componen su universo. Aquí nos acercamos a la escuela con fines de lucro (no así las subvencionadas que en las formas sostienen no tener fines de lucro) a las que denominadores escuelas privadas netas o puras. Pero también la enorme variedad de situaciones concretas de actividades en las áreas urbanas, pequeñas escuelas privadas con pocos recursos materiales y profesionales, que además generan contradicciones en el ahora sub sector de instituciones privadas, dado su nulo acceso a exoneraciones que los grandes colegios privados si obtienen para equipamiento e infraestructura

De aquello deducimos el pensamiento educativo de mercado desde el gobierno del fujimorato empezó a ampliar garantías para elaborar planes pedagógicos utilizando el formato de proyectos educativos institucionales en el marco de diseños curriculares nacionales establecidos para cada una de las modalidades de la educación básica, libertades aprovechadas por la escuela privada según el modelo que la misión principal de la educación es la transmisión de datos e información en pro de la ganancia, esto abrió a entender la educación como una industria y no un derecho, una mercancía que necesita de un marco, sólo de un marco, para ajustarse a los fines financieros requeridos.

De ese modo, en el afán de “vender” una mercancía atractiva para el mercado, el mandato legal de ajustarse a los diseños curriculares nacionales, para el caso de aquellos centros educativos privados más competitivos, ha sido desechado en la mayoría de casos no sólo las metodologías sugeridas sino las propias competencias escolares mínimas consensuadas políticamente en la Ley General de Educación. Con lo cual la escuela privada de élite no garantiza al educando recibir los conocimientos básicos de la cultura, ética y conocimiento nacional, y más bien saberes instrumentales para el desempeño que el modelo de mercado privilegia, el resto de ciencias humanas y sociales tendrán sentido alrededor de ese eje central de la formación para la competencia futura, en un mundo de lucha permanente.

 

Plano diferenciador de la escuela privada y pública

Lo anterior nos conduce a descubrir diferencias entre lo público y lo privado, dado el conjunto de iniciativas diferenciadas de la escuela privada, a pesar de la dificultad de una tipología detallada que responda a distintas necesidades e intereses, cada una con características específicas. Por esta variación tipológica que presenta desde sus primeros momentos históricos utilizaron varias palabras, entre ellas “particular”, dado que no puede conceptualizarse como un sector de política social, labor que sigue quedando en la escuela oficial, en especial la formación de grupos y estratos medios de la sociedad, la que habiendo perdido influencia, la generación de nuevas políticas sociales y educativas se ha visto truncada por el dominio de la escuela privada, idea válida para los dos grandes grupos de escuelas con fines o no de lucro.

Observamos con claridad, que si bien entre la escuela pública y privada poseen una misma conceptualización de “escuela” que define el proceso de enseñanza aprendizaje como un conjunto de acción con sentido, existe diferencias en las finalidades de estas acciones, dado que en tanto la escuela pública siempre alude al desarrollo del país, las escuelas privadas apuntan a un desarrollo individual de acuerdo a las exigencias del modelo de mercado y su desarrollo institucional es para afianzarse y consolidarse en ese mercado educativo.

En ese plano de retornos individuales y no nacionales los diversos economistas que han calculado las preferencias por un régimen u otro, concluyen que los padres de familia prefieren la escuela privada, hecho explicable por la óptica económica personal, además, resaltado como válido por los organismos multilaterales que precisamente alientan esa manera de ver las cosas en la educación nacional; asimismo los resultados exitosos de estos estudiantes no sorprende si consideramos que la escuela privada tienen mejores variables extra educativas de sus alumnos como mejor nutrición, no trabajan, hogares con padres mejor educados, acceso a materiales educativos y tecnológicos, asistencia continua, mejor equipamiento. Donde el valor no está en axiologías nacionales sino desde la mirada individual, siendo el de mayor diferenciación el nivel secundario de la Básica Regular, no así en las modalidades laborales, pero a su vez en relación directa a la dispersión tipológica de las escuelas privadas.

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Ese proceso diferenciador tiene efectos sociales, en la visión de los “modernos economistas” metidos en la política educativa, su racionalidad lleva a que la escuela pública sirva sólo a los pobres, dejando que el resto de individuos asista a los establecimientos privados; para lo cual el enfoque de mercado obtiene libertades no sólo de organización y curriculares a su conveniencia, sino que como ha sucedido con las escuelas privadas católicas, también escuelas biculturales en las propias lenguas de los padres de los estudiantes. Todo ello enmascara el histórico rechazo de los ricos sean urbanos o rurales por la escuela oficial, alentando desde el comienzo las escuelas del clero, o biculturales, dado que siempre anhelan desigualarse del resto de la población nacional, la formación de sus hijos en un buen campo de diferenciación.

Precisamente por ese afán concretado de acuerdo a los diversos momentos nacionales, siempre la escuela privada ha sido porcentualmente minoritaria, pero ha ejercido y ejerce influencia en la formación de sectores sociales excluyentes; particularmente la escuela privada clerical de modo de mantener una visión de la cultura, tradición y los valores que asume son los permanentes de la nacionalidad. Y el tema de fondo es la unidad nacional, tal reclamada y deseada, pero que con la presencia de ese tipo de escuela privada hace que pierda sentido, vistiéndola de modernidad y nuevos modelos educativos.

Las investigaciones sobre retornos de la educación informan que los egresados de las escuelas privadas son más propensos a convertirse en ejecutivos y gerentes que aquellos provenientes de la escuela oficial, que mayormente los hallamos trabajando en el sector estatal. Mientras los de cuello blanco son formados en un sistema de valores y creencias de la escuela privada, la escuela pública tiene egresados propensos a ser cuellos azules, anulando de plano incentivos colaterales y presentando de este modo un determinismo sobre las políticas de reclutamiento de los empresarios dueños del capital.

Aquello no se queda en la escuela privada neta sino que también se desplaza a la escuela privada subvencionada en la forma de “parroquial” (la forma más antigua de servicio educativo público), administradas como privadas pero con financiamiento total o parcial público, que algunos expertos orgánicos del capital, siempre ponen como ejemplo de eficiencia y eficacia de la escuela oficial. Significa esta idea que la escuela pública funciona más eficientemente para los estratos más bajos de la población pero no en el plano de los funcionarios del Estado ni de los staff de las empresas transnacionales.

Con ello, las políticas educativas nacionales de universalización y gratuidad de la enseñanza como derecho ciudadano y constitucional se ven afectadas; siendo más afines a la escuela privada las del mercado, con calificación del estudiante para la competencia tanto en el país como a escala internacional y que indirectamente implica alentar la descentralización y propuestas de cofinanciamiento de los centros educativos, sean en los históricos subvencionados como en los propios públicos, cuya expresión más clara es el sistema de cupones o vouchers de Milton Friedman.  

 

Tensiones de la escuela privada y la escuela pública

Con las limitaciones de las tipologías, en general, ambos ejemplos de instituciones educativas han mantenido un conflicto entre dos polos extremos, estatal y privado, evidenciado por las diversas nominaciones que como hemos visto responden a causales de la relación que tuvieron respecto a la educación nacional dentro del proceso de socialización.

La variación del conflicto ha pasado también por la competencia entre las instituciones educativas por el acceso a los recursos públicos y donde aparece el sub sector de escuelas subvencionadas. Una enorme fortaleza de la escuela privada es su metodología más eficiente para administrar recursos materiales, basada en la lógica del mercado en el enfoque de costo beneficio, posesionándose en la modernidad respecto a la escuela pública. Otra fuente de conflicto es el cumplimiento de la normativa vigente del Estado con serias deficiencias en herramientas de gestión como supervisión, monitoreo, control, investigación y evaluación de la escuela privada con herramientas sistemáticas, permanentes y personal capacitado para estos procesos.

La relación pública-privada en las instituciones escolares con la adopción del modelo de mercado en la economía nacional, desde hace 20 años, por la escuela privada –incluso la subvencionada- ha ido adquiriendo libertades dado que no existe en la administración de la educación ni la voluntad ni las habilidades institucionales para aplicar las herramientas de gestión aludidas.

Los nichos de mercado que atienden las escuelas privadas se han visto ampliados en la coyuntura mundial del gran ciclo que demanda productos primarios a la economía nacional en distintos estratos sociales, sin embargo esta expansión tiene límites sino surgen otras fuentes de financiamiento –aquí se inserta la campaña de los sectores conservadores de la oligarquía nacional para acceder a la escuela pública ampliando aquella subvención en la figura de cupones-, principalmente para alumnos y familias de estratos más bajos de renta monetaria.

Todos esos entornos de conflicto no han sido óbice para que la escuela privada para estratos altos en solitario presente ventajas respecto a la escuela oficial, horarios discontinuos, paleta de servicios diversificados, mecanismos paralelos de recuperación, educación continua, individualización educativa, asunción de funciones familiares, confianza en la educación que brinda.

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La desconfianza de los sectores de mayor ingreso de la sociedad por la escuela pública ha desatado una mayor demanda; incluso en sectores medios emergentes existe un mercado que es trabajado por la escuela privada; pero no siempre con libertades curriculares, diversificación de productos y servicios por lo que el reconocimiento de la comunidad es frágil y donde el lucro además es acompañado de mayores deficiencias que la escuela pública por la escasez de recursos, precariedad de infraestructura, equipamiento, son las escuelas donde no existen desaprobados.

Todo ello ha llevado a que la escuela privada de estratos A, B ofrezca una oferta heterogénea de modelos educativos aunada a su indiscutible desmarcación de la escuela pública, y a la creencia que una inversión temprana en la formación de los hijos o pupilos reditúa mejores retornos en la trayectoria vital del egresado, que hace las diferencias que no pueden ser subsanadas en la educación superior, como es el caso de los egresados de la escuela pública actual. Hecho que no siempre es así.

De otro lado, la escuela privada presenta también desventajas. Así como tiene en la formación de sus estudiantes para la competencia, lucha por la vida, formándolos básicamente como consumidores y no ciudadanos, la escuela privada enfrenta una fuerte competencia de las otras escuelas para ganar porciones mayores del mercado educativo urbano de aquellos estratos sociales, pero a su vez con establecimientos privados menores; la respuesta a esto es la formación de redes de escuelas y la presencia cada vez mayor del capital financiero a nivel nacional. La burbuja educativa de la actual escuela privada para estratos pequeño burgueses se asienta en el poder adquisitivo de estos estratos sociales atados al funcionamiento de la economía de mercado internacional por los altos precios de los productos tradicionales del país, estos hace que en el actual momento solo las escuelas privadas más fuertes tengan el futuro asegurado. El ciclo de los buenos precios para los productos primarios de exportación ha llegado a su fin en el 2012, sólo lo sostiene el crecimiento de la China.

La historia de medio siglo de las escuelas del país muestra que entre la escuela oficial y la privada existe una relación inversa, a la crisis de la escuela pública florece la privada. El aumento de calidad de la escuela pública es una desventaja para la escuela privada como lo recuerda el periodo de las Grandes Unidades Escolares del gobierno de Manuel Odria. Igualmente, la escuela privada en su competencia en el mercado usa una herramienta diferenciadora, la paleta de servicios diversificados en formación continua pero la formación inicial de los docentes para educación básica es genérica y no especializada presentándole de este modo otro eje crítico a esta actividad diferenciadora. De otro lado, las modernas técnicas de gestión de escuelas no han superado el tema de la sucesión en las direcciones en estas escuelas cuando son negocios familiares -a excepción de las administradas por congregaciones religiosas-, sobre todo las escuelas privadas laicas orientadas hacia el estrato C, donde muchas veces los hijos de los profesores fundadores no desean seguir con el negocio.  

Pero el gran problema de la escuela privada es la enorme brecha entre lo que escribe como meta alcanzar en términos de democratización, vinculación con la comunidad local y lo que efectivamente logra en cada año escolar. La ideología del mercado para algunas y religiosa para otras, las aprisionan para que los valores democráticos no sean presentes en el ejercicio diario del establecimiento escolar, sea por las vacilaciones para incorporarse al proceso social, inclaridad de objetivos estratégicos, intereses particulares o de grupo no conciliables con el bien común, por la composición de su financiamiento o la relación con la administración educativa del Estado dado que finalmente saben que tienen una libertad condicionada, dado que en la forma el Estado se reserva el derecho de supervisarlas. El sentido de clase social a que pertenece finalmente pesa más a las cuestiones ideológicas sea para padres agnósticos con hijos en escuelas privadas religiosas; la vocación clasista se traduce en mantener a los alumnos deprivados de fortuna a distancia, de manera que todos sean peruanos pero diferentes, desiguales (“juntos pero no revueltos”, en el lenguaje de los diarios de la derecha peruana).

Sintetizando lo afirmado, el accionar de la escuela privada en su conjunto no coadyuva a la educación entendida como subsector de la política social del Estado, esto es, como apoyo, insumo y consecuencia del modelo de desarrollo del país, antes bien, ahonda las diferencias entre la población con sus finalidades de competencia, desigualdad, marginación, negando en la práctica del aula la función histórica de toda escuela, igualatoria de oportunidades de las nuevas generaciones.

Si bien en las formas y con propósitos de justificación se cuida mucho la escuela privada de incorporar a su corpus lingüístico ideas de discriminación positiva y descentralización pues podría deslizarse hacia connotaciones y discurso de participación social de la sociedad civil no mercantil. Dado que la naturaleza de esta escuela es urbana, casi el 100% de la oferta de su servicio es para las ciudades, donde existe más probabilidades de desarrollar excedentes y rentas. En la dictadura del fujimorato se encontró con economistas ministros que habían acumulado inicialmente negocios en las escuelas privadas, por lo que el Estado les facilito la provisión de servicios educativos en todo el sistema educativo nacional. Y lo que han desarrollado desde esos momentos son actividades que racionalizan el modelo de mercado con pruebas estandarizadas, de modo de cerrar el círculo de su hegemonía



Notas:

[1] Capítulo 1, de “La Escuela Privada en el Perú”

[2] Antropólogo peruano especializado en Educación por la Universidad Pedagógica Inca Garcilaso de la Vega y en Antropología Social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Desde la educación, ha investigado temáticas relacionadas a la educación de jóvenes y adultos, gestión e investigación educativas; en antropología sus investigaciones se han orientado a la formación del campesinado, educación de presos, método cultural de alfabetización y, actualmente, la escuela privada en el Perú. Ha ejercido labor docente en las anteriores Universidades y el Ministerio de Educación del Perú. Entre sus publicaciones destaca: Investigación Educativa; El Proyecto Educativo Institucional; Educación formal e informal en El Sexto de José María Arguedas; Ideas educativas en los periódicos anarquistas 1904-1930. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..

[3]  Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales (1609) “…Dize que fue el primero (Inca Roca) que puso escuelas en la real ciudad del Cozco…” De igual manera Antonio Vásquez de Espinoza (1628) en Compendio y Descripción de las Indias Occidentales,“…varrio de Huacapunca, o puerta del santuario, que estaba al norte de la plaza principal de la ciudad, al cual se seguía al sur el varrio de las escuelas que fundó el Rey Inga Roca que se llama YachaHuaci, que era la uniuersidad…”, en: La Educación Incaica, Daniel Valcárcel

[4] Portugal Catacora, José, La educación de Manco Capac y Mama Ocllo y la educación indígena, EN: La Pacarina del Sur, N° 9

[5] Alonso Gonzales recibió 50,000 maravedies el 10 de marzo de 1536 como congrua “…entre tanto que se ocupare de enseñar y adoctrinar a los indios niños hijos de los naturales…” EN: Historia de la educación colonial, Daniel Valcárcel, Pág. 23

[6] La primera Ley General de Educación, Ley del Profesorado como carrera pública y Reglamento General de Instrucción Pública fueron promulgados entre 1850 y 1855 por Ramón Castilla, la responsabilidad de la conducción educacional se concentró en el Gobierno Central, apoyado por diversas pedagogos extranjeros, especialmente franceses, belgas y alemanes, luego norteamericanos y más adelante los consultores de los organismos de cooperación técnica y financiera internacional. Ver José A Encinas, La Escuela Nueva en el Perú.

[7] La gobiernos regionales desde inicios del siglo XXI administran centros y programas dentro de lineamientos nacionales definidos por el Ministerio de Educación, abriendo una nueva nomenclatura “Escuela regional”, aunada a la tradicional “Escuela municipal

 

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Cómo citar este artículo:

DELGADO HERENCIA, César Hildebrando, (2014) “Acercamiento a la escuela privada en el Perú”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. Dossier 11: La privatización de la educación en América Latina. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

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