A contra viento, el pensamiento crítico, despliega ideas y quehaceres intelectuales desde el Sur

l giro político neoconservador, parece continuar un curso ascendente en Nuestra América y por ende, nos suscitan varias interrogantes acerca de su probable impacto en los campos académicos, culturales y sociales. Crecen las dudas razonables sobre el fortalecimiento de las corporaciones extranjeras que controlan las industrias de la cultura y que a través de ellas, modelan los gustos, las modas y las preferencias de los consumidores, las cuales capitalizarán a su favor, los cambios de rumbo de los nuevos gobiernos, dóciles a los dictados del capital financiero y de las grandes corporaciones privadas. Algo parecido sucederá con los grupos de poder mediático. Las degradadas ofertas informativas y culturales de los medios televisivos, radiales y periodísticos no son novedad, sí nos pone en alerta el ajuste de cuentas ya visible, manifestado en sus modos de estigmatizar a sus adversarios y en la censura de los espacios de análisis crítico y plural. Indicios de lo anterior, lo brindan las actuales designaciones de algunos altos funcionarios públicos, ex representantes de dichas corporaciones, con las cuales mantienen vínculos que podrían contaminar las políticas públicas, incluidas futuras licitaciones. Preocupa el probable agravamiento del desencuentro entre los nuevos gobiernos neoconservadores y las corrientes artísticas e intelectuales que no les resultan afines, acentuando sobre ellas y sus representantes, cortinas de silencio e invisibilidad. No es previsible esperar, en el corto plazo, una respuesta de las academias universitarias o colegios profesionales. La mayoría, de quienes se dedican a las tareas docentes y de investigación, vive una nueva fase de la historia intelectual del continente y del mundo. Destacan la pérdida de sensibilidad crítica y comprometida. El pasado dejó muchas huellas de estos procesos y tendencias de alternancia entre el «torremarfilismo » intelectual y el compromiso social o político. Sobre este tema, es oportuno hacer un poco de historia. La recepción continental del caso Dreyfus - potenciado por el «Yo acuso» (1898) de Emilio Zolá - remeció a la intelectualidad novocentista y la fisuró. Hubo otros acontecimientos político-intelectuales que cimbraron a los académicos y estudiosos de esa época: el manifiesto del 21 de junio de 1918 y el comienzo del movimiento de reforma universitaria iniciado en la provincia de Córdoba, en la Argentina; el movimiento generacional Nueva Democracia que despuntó a partir del 4 de mayo de 1919 del brazo de los estudiantes chinos, el mensaje juvenilista intelectual de Henri Barbusse lanzado desde su obra El cuchillo entre los dientes (1921). José Carlos Mariátegui, refiriéndose a esta obra afirmó: « Barbusse recuerda a los intelectuales el deber revolucionario de la Inteligencia. La función de la Inteligencia es creadora. No debe, por ende, conformarse con la subsistencia de una forma social que su crítica ha atacado y corroído tan enérgicamente.» El periodo de entre guerras mundiales, los intelectuales y académicos encontraron en las opciones fascistas y antifascistas, los principales y antagónicos modos de ejercer sus compromisos.

A partir de 1947 la dimensión cultural de la guerra fría tuvo varios procesos. La controversia memorable entre Maurice Merleau Ponty y Jean Paul Sartre acerca del compromiso intelectual que trascendió tanto las fronteras disciplinarias de la filosofía como las de Francia, tocó fibras sensibles en los medios intelectuales latinoamericanos. El primero, puso en agenda, la figura de la mediación y de la distancia. Entre la polaridad que se estableció entre “torremarfilismo” y compromiso militante, se dibujaron otras posibilidades. Se volvió más compleja la reflexión acerca del quehacer en las ciencias sociales con las modas de los «juicios de hecho», los «juicios de valor» y la camisa de fuerza del «etnocentrismo». Se rendía culto al mito de la «objetividad». El «enfriamiento» de la investigación y la escritura – una manera elíptica de tomar distancia -  se convirtió en una forma de ética profesional elusiva del compromiso. Los actores o sujetos al ser cosificados negaban la intersubjetividad. La «distancia» era un valor ideológico incrustado bajo un barniz epistemológico. Y la «empatía» ─ el «rapport» ─ tan solo un instrumento manipulable y solapadamente “neutro” y vertical para obtener los datos necesarios de los «informantes». Gino Germani, creador de la carrera de sociología en la Universidad de Buenos Aires, fue uno de los máximos exponentes de la denominada sociología científica, una escuela que sostuvo a rajatabla, esta interpretación de las herramientas de investigación como un espacio libre de valores ideológicos.

En esos mismos años, Charles Wright Mills y Franz Fanon, sobrecalentaron la escritura y el debate. Enfriar la escritura, diluir las palabras, no restaba «objetividad», podía bajo ciertos cuidados, potenciarla en alto grado como lo refrendaron con sus obras, vísperas de sus respectivos decesos.  La Revolución Cubana (1959) y el proceso de descolonización en África puso como en ninguno otro tiempo, una serie de obras acerca de la función de la literatura y el arte, así como de las disciplinas humanísticas y de las ciencias sociales. Los debates realizados a través de revistas, foros nacionales e internacionales e intercambios epistolares, reactualizaron la añeja polaridad entre los pensantes de la torre de marfil y el compromiso intelectual.   

La historia intelectual ha destacado sus fases de compromiso social o político a costa de omitir la otra cara de la luna. Sigue a la fecha sin esclarecerse los tiempos crepusculares de los intelectuales con sus  egos alzados, sus obras desvinculadas de las agendas ciudadanas y sus quehaceres siempre distantes, de las demandas sociales más sentidas por nuestros pueblos.   

Es visible en este medio, un mayor grado de atomización, desconfianza, desinterés y desencanto. La internacionalización meritocrática ha erosionado las redes de cohesión de nuestros profesores e investigadores universitarios, sin lograr que quede legitimada una nueva jerarquía; las resistencias son muchas pero dispersas. A los blogs personales, las presencias en el Facebook y en twitter, se suman las intervenciones en video en youtube y los registros en «academia. Edu» entre otros muchos nichos de exhibición personalizada virtual, «certificados» o no. Las redes sociales en que participan o promueven se inclinan a ser auto-centradas y de tono endogámico y auto-referencial. Los lazos son débiles, también su fraseología, cada vez más ajena a la búsqueda de algún consenso o convergencia.   

Han quedado atrás y están un poco olvidados, los tiempos en que las academias universitarias analizaban y debatían los nuevos acontecimientos nacionales o internacionales, e incluso elaboraban pronunciamientos públicos, realizaban foros y producían un número significativo de artículos, documentados y  polémicos. Llegará el tiempo de su estudio y debate. El paraguas político que nutre sus ideas y sus prácticas no es favorable para un nuevo viraje.

Ofensiva neoconservadora que inaugura tiempos grises, pero no ininteligibles. No pasará mucho tiempo sin que podamos evaluar los giros en las instituciones encargadas de apoyar la educación, la tecnología, la ciencia y el arte, así como los que vendrán en las entidades responsables de tutelar los patrimonios culturales y ambientales. Sin embargo, el giro neoconservador, es también un desafío para explorar críticamente, los yerros, omisiones, carencias y actos de corrupción, que son responsabilidad de los gobiernos salientes, denominados «progresistas», “neo-populistas” o simplemente “populares”. Las presiones y prácticas injerencistas de las potencias extranjeras son parte de la historia de nuestro continente y son corroborables, pero no bastan para explicar la onda expansiva de relevos políticos e ideológicos hacia una derecha elegante, de figura perfumada y con voluntad remozada y pujante. Nos desmayemos, quienes integran las filas del pensamiento crítico en la revista Pacarina del Sur, siguen bregando contra viento y marea. Asistimos internamente, a un proceso muy dinámico y exigente de relevo intergeneracional, no excluyente, del que habrá de surgir una nueva voluntad colectiva, con respuestas adecuadas y a la altura de los desafíos de esta hora.

 

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