El poder de la memoria. Elaboración y uso del testimonio para la resistencia en América Latina

The power of memory. Making and use of the testimony for resistance in Latin America

O poder de memória. Elaboração e uso de testemunho para resistência na América Latina

Juan Ernesto Moreno Soto[1]

RECIBIDO: 17-05-2016 APROBADO: 07-07-2016

 

Introducción

El siglo pasado estuvo plagado de guerras internas, conflictos armados, dictaduras militares y un sinfín de fenómenos violentos que surgieron del pesado manto con que la Guerra Fría cubrió al mundo. En América Latina los regímenes militares proliferaron, así como los movimientos de liberación nacional y los grupos revolucionarios. Una de las herramientas que los grupos armados usaron con eficacia fue aquella del testimonio.

En este artículo nos proponemos analizar la manera en que la memoria se elabora y se plasma en un documento testimonial, esto para identificar el poder que emana de dicho discurso. Después describiremos de manera crítica, la forma en que la triunfante Revolución Cubana identificó este artefacto y logró institucionalizarlo para construir una herramienta de comunicación entre los grupos en resistencia en la región.

El testimonio fue entonces, un elemento clave para dar a conocer mundialmente las luchas de distintos grupos antagónicos a los regímenes autoritarios, logrando con ello comunicar eventos urgentes y logrando desarrollar procesos que decantaron en consecuencias que van desde la condena internacional a los regímenes militares hasta la firma de acuerdos de paz.

 

La narración testimonial

El relato de carácter testimonial se apoya en una narración que forma parte de un orden discursivo. Este relato emerge de un acontecimiento que es interpretado por los sujetos dentro de los límites de su episteme[2], recreándolo una y otra vez, conformando así, la memoria. Dicho proceso  dotará a este relato de poder[3] y lo transformará en un discurso[4]. Como podemos ver, el sujeto no es ajeno a la constitución de dicho discurso, de hecho, como establece Foucault (1992: 4): “… el discurso está en el orden de las leyes, que desde hace mucho tiempo se vela por su aparición; que se le ha preparado un lugar que le honra pero que le desarma, y que, si consigue algún poder, es de nosotros y únicamente de nosotros de quien lo obtiene”.

Casa de las Américas
Imagen 1. Casa de las Américas: tomado de: http://www.epoca2.lajiribilla.cu/

Pollak (2006) nos refiere que la memoria y el testimonio son instrumentos preponderantes en la construcción de identidades, en donde fungen como artífices de la elaboración de formas de resistencia en situaciones límite. Lo que se recuerda, lo que se olvida y lo que se silencia son, según este autor, recursos que los sujetos construyen para adaptar su identidad al contexto cambiante. El testimonio como proyección de la memoria se convierte así, en una herramienta política[5] muy poderosa.

La memoria, entendida como la elaboración de un recorrido que hace el individuo de sus recuerdos y en donde usa como materiales de construcción los eventos registrados (de diversas maneras) del pasado, pero que está sometida también a los avatares del presente y a las expectativas del futuro, no tiene en el pensamiento occidental precisamente un origen -aunque  construcciones teleológicas hay de sobra- sino más bien una genealogía que podemos rastrear hasta un cierto punto.

Tomando en cuenta lo establecido hasta ahora, el uso de la memoria  que nos interesa en este artículo, es aquél de los países que en América Latina han estado o están envueltos en procesos de búsqueda de verdad y justicia, ya que uno de los recursos principales con que cuenta la memoria es la narración testimonial, misma que ha permitido por un lado comunicar las experiencias de los movimientos sociales o insurgentes, y por el otro, llevar a cabo procesos para castigar a los perpetradores de crímenes contra la humanidad.

De ahí el tremendo potencial que tiene el discurso testimonial, mismo que será núcleo de las “batallas por la memoria”, en donde por una parte se intentará “liberar” dicho potencial, y por otra, se intentará “desarmarlo”. Como menciona Griselda Gutiérrez Castañeda en su trabajo Los retos de la memoria:  

En la contienda entre fuerzas opositoras, como parte de su trabajo político, sus prácticas simbólico-discursivas disponen de los imaginarios sociales como horizonte de sentido, mediante los que procesan una economía de emociones, pretensiones de sentido, de inteligibilidad y de certidumbre, en las que se juega con el tiempo colectivo, actualizando o conjurando el presente, el pasado o el futuro más allá de los límites objetivos. (Gutiérrez en Alcubierre, 2011: 42).

Este “horizonte de expectativa” será una de las cribas por las que tendrán que pasar los testimonios vertidos para la lucha política, ya que dicha expectativa:

…está ligada a personas, siendo a la vez impersonal, también la expectativa se efectúa en el hoy, es futuro hecho presente, apunta al todavía-no, a lo no experimentado, a lo que sólo se puede descubrir. Esperanza y temor, deseo y voluntad, la inquietud pero también el análisis racional, la visión receptiva o la curiosidad forman parte de la expectativa y la constituyen. (Koselleck, 1993: 337).

 

Pero, ¿cómo se constituye este discurso? Será a través de los relatos, creando una gran diversidad de formas y modalidades de la narración. Ricoeur (2000) se interesó por la tremenda fragmentación de estos tipos de narrar y de su ramificación cada vez más específica. En este sentido, Ricoeur nos advierte sobre la dicotomía que llevaría al establecimiento de al menos dos bloques distintos de los modos de narración en la tradición occidental, por un lado aquellos modos referenciales que tienen una pretensión de verdad[6], que tienen que ver con los discursos científicos, y por el otro, aquellas formas narrativas que se encuentran en el reino de la ficción[7]. Estos dos grandes bloques surgen de una necesidad humana un “… impulso de narrar como el motor que ha motivado al hombre a relatar lo que sucede alrededor de su vida en busca de su versión más real, un impulso que no se limita al lenguaje escrito… en busca de la verdad” (Mendoza, 2008: 20).

¿Existe alguna manera de asomarnos al núcleo de su creación?, ¿siempre han estado separados? Ricoeur elabora una respuesta analítica, en donde la identificación de una unidad funcional devendría en un puente que uniría -al menos en la fase de creación- a estos dos grandes bloques narrativos:

… el carácter común de la experiencia humana, señalado, articulado por el acto de narrar en todas sus formas, es su carácter temporal. Todo lo que se cuenta sucede en el tiempo, arraiga en el mismo, se desarrolla temporalmente; y lo que se desarrolla en el tiempo puede narrarse. Incluso cabe la posibilidad de que todo proceso temporal sólo se reconozca  como tal en la medida en que pueda narrarse  de un modo o de otro. (Ricoeur, 2000: 190).

 

Este referente común de las narraciones ficcionales y de las históricas es de carácter temporal, no importa la pretensión del relato, la función común es el tiempo. A partir de ahí podemos entonces pensar en cómo se va articulando este relato, ya sea histórico o ficcional, porque a fin de cuentas su pretensión de “verdad” o de “ficción” es en el fondo sólo eso, una pretensión. La narración histórica se sustenta al igual que la narración ficcional en su carácter inteligible, como ya lo referimos antes, este carácter inteligible está configurado por las distintas epistemes que se encuentren vigentes durante la construcción del relato. Entonces:

Una noción ingenua del relato, como sucesión deshilvanada de acontecimientos, se encuentra siempre en el trasfondo de la crítica al carácter narrativo de la historia. Dicha crítica sólo aprecia el carácter episódico y olvida el carácter configurado, que constituye la base de su inteligibilidad. (Ricoeur, 2000: 192).

 

Ahora bien, el acontecimiento tiene su lugar específico en el tiempo, y éste, nunca vuelve, de ahí que podemos pensar en el acontecimiento como irrecuperable, como inverificable, al menos en una parte. Lo que nos queda son los vestigios que ese acontecimiento generó en el contexto circundante. Los recuerdos (memoria) en las mentes de quienes vivieron o supieron del acontecimiento, los documentos que han sido salpicados por el instante del acontecimiento, serán los materiales con que se intentará elaborar un relato sobre lo sucedido, sobre el pasado, ya que “Entre vivir y narrar existe siempre una separación, por pequeña que sea. La vida se vive, la historia se cuenta” (Ricoeur, 2000: 102).

Pero, ¿cómo se elabora esta narración?, ¿de dónde parte la experiencia humana para plasmar estos vestigios dejados por el acontecimiento?, ¿cómo se articulan para dar forma a un relato coherente? Es el lenguaje a través de la narración quien debe interpretar el acontecimiento, debe ordenar su partes, articularlo y aclararlo, debe hacerlo inteligible. Para esto Ricoeur apela a la poética aristotélica, “… a la disciplina que trata de las leyes de la composición que se añaden a la instancia discursiva para dar lugar a un texto, al que se considera un relato…” (Ricoeur, 2000: 191). Y aborda la característica más importante del acto de hacer-relato, es decir; la elaboración de la “trama”.

Rigoberta Menchú
Imagen 2. Rigoberta Menchú: tomado de: http://myhero.com/

Esta “trama” será una especie de operación[8] que se encargará de darle forma a la necesidad de contar lo sucedido, de plasmarlo, de convertirlo en relato. Será el camino que establezca los distintos lugares de la información contenida en los vestigios del acontecimiento, su selección y jerarquización. El principio, el medio y el fin de dichos datos serán bordados a través de la trama, serán presentados de manera clara y explícita en la narración. Se convertirán en relato. La trama, es la operación que convierte los vestigios del acontecimiento en un artefacto narrativo, ya que es a través de la narración, que el sujeto intenta una interpretación del pasado, “De un modo u otro, todos los sistemas simbólicos contribuyen a configurar la realidad… las tramas que inventamos nos ayudan a configurar nuestra experiencia temporal confusa…” (Ricoeur, 2000: 194).

El camino seleccionado para la “invención” de la trama, tendrá su peso en el devenir de la interpretación de la “verdad”, ya que en este caso, la vereda ficcional parece “… ignorar la carga de la prueba material vinculada a la obligación de recurrir a documentos y archivos. Una asimetría irreductible parece oponer lo real histórico y lo irreal de la ficción” (Ricoeur, 2000: 194). Sin embargo, ¿no será la narración histórica un referente elaborado con más rigor tal vez, que la ficcional?, ¿un rigor científico que al fin de cuentas tiene que ver con una cosmovisión del mundo, con una forma “ilustrada” de interpretar la realidad? Las narraciones de carácter científico tienen que ver con la emergencia de un particular modo de ver las cosas, temporal y contingente.

La operación de la trama permitirá a la materialidad documental convertirse en relato a través de la narración. La fragmentación de la narración dará desde la antigüedad la posibilidad de una diversidad de relatos, entre ellos, el llamado relato testimonial.

 

El relato testimonial en América Latina: El parte aguas cubano

Con la victoria de la Revolución Cubana, una nueva etapa de procesos sociales y políticos se inauguró en la región. Uno de estos procesos es el que nos interesa mencionar en este trabajo, se trata de la identificación, legitimación y uso político que de los discursos/documentos testimoniales que se elaboró desde el Premio Casa de las Américas.

No es que no existan testimonios de la violencia en América Latina antes de su “institucionalización”[9] por el régimen cubano[10], sino más bien que es a partir de este momento que éste género cobrará una muy particular vitalidad, ya que, “… surge con una connotación política muy marcada” (RCA, 1995: 121), convirtiéndose así, en un “… género que corresponde a un momento histórico” (Soriano en Umbrales, 2013: 140). 

Según Vázquez Medeles, fue Biografía de un Cimarrón de Miguel Barnet[11] la obra que al publicarse en 1966 desencadenó el desarrollo ulterior del género testimonial en la región:

A la publicación de la obra de Barnet se le otorgó el reconocimiento del organismo literario cubano, a través de su revista literaria Casa de las Américas, la cual introdujo en las bases de su concurso de 1970 al Género Testimonio, puesto que la representación de sus formas apareció constantemente desde la década anterior. Con este reconocimiento y el auge de su representación se inició el despliegue teórico sobre el testimonio. (Vázquez, 2011: 59).

Vázquez Medeles nos comenta también que fue la “institucionalización” de este género, la respuesta de los organizadores del premio no sólo a la emergencia de estos trabajos testimoniales, sino también a un debate a nivel estético y político, en donde algunos movimientos insurrectos de la región encontraron un medio para comunicar su punto de vista a través de las obras testimoniales.

En los países latinoamericanos se reprodujo el ejemplo cubano, con lo que adquirieron diversas tonalidades en la escena política, social y cultural; en lo que respecta a la producción testimonial, los protagonistas de los movimientos revolucionarios de América Latina dieron un impulso a éste género, que por sus propias características supieron acoplarse de inmediato y hubo complementación recíproca. (Vázquez, 2011: 59).

La Revista Casa de las Américas aclara: “Es obvio que la Casa no <<creó>> el género, más bien se vio forzada a tomarlo en consideración, pero, al hacerlo, lo legitimó y le proporcionó un nuevo marco de referencia” (RCA, 1995: 120). Privilegiando con esto “… el hecho de dar testimonio antes que meditar sobre la pertinencia de un <<nuevo>> género” (RCA, 1995: 120). Los criterios principales que la Revista Casa de las Américas determinó para premiar este nuevo género, fueron básicamente que el documento testimonial fuera actual, que contara con calidad literaria, y que fuera trascendente política y socialmente.

El jurado del primer premio estaba formado por varias personalidades, entre ellos el después desaparecido por la dictadura argentina Rodolfo Walsh[12], el cual había sido invitado por su trabajo periodístico-testimonial Operación Masacre, mismo que la Revista Casa de las Américas considera como el primer texto que retoma el género tal y como se planteaba en ese momento. Walsh aceptó y comentó que de esta forma se daba legitimidad a un medio eficaz para la comunicación de las clases populares.

Como podemos darnos cuenta, la región estaba pasando por un momento álgido de las luchas sociales. Con el telón de la Guerra Fría como fondo, Cuba había abierto el camino a la revolución, y seguiría demostrando en muchos ámbitos su intención de vanguardia. Los integrantes de la Revista Casa de las Américas pudieron identificar una necesidad muy particular nacida de las mismas obras que concursaban en los distintos géneros que la revista premiaba.

Ángel Rama[13] aconsejaba la creación de una colección que se llamara “Testimonio Latinoamericano”, ya que en muchas de las obras antes mencionadas encontraba un valor que reflejaba de manera muy clara lo que sucedía en la región, eran obras “… cuyo valor no está solamente en lo literario, sino en lo que testimonian del proceso de la América Latina” (RCA, 1995: 122).

Se gestó así un proceso muy interesante, el de dotar de legitimidad a la intención que una parte de los escritores e intelectuales cubanos primero y después latinoamericanos, le estaban imprimiendo al documento testimonial. La intención política que esto implicaba era clara, primero en lo nacional y después en lo internacional: en el Diccionario de la Literatura Cubana, editado por el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, se establece en su definición de testimonio que: “Su propia amplitud -tanto temática como formal- lo convierte en el vehículo idóneo para expresar la multifacética realidad que día a día va transformando nuestra revolución” (DLC, 1992: 1224). Por su parte Ángel Rama establece que: “La Casa está puesta en una situación muy especial, es un instrumento de comunicación de Cuba y de toda América Latina” (RCA, 1995: 122).

Es importante tomar nota del desarrollo que se hace de la definición de testimonio en el Diccionario de la Literatura Cubana, ya que en él, se da cuenta de la gran cantidad de obras escritas por cubanos que o ganaron el premio en los primeros años de su fundación, o se aceptan como predecesoras del género[14], es decir; al parecer el género nació por una parte como una exigencia nacional y bélica, y  por otra, como respuesta a una exigencia del ámbito regional[15]. ¿Una manera de exportar ideología?, tal vez, pero también se convirtió en una forma de esparcir por el continente una herramienta poderosa que pudiera dotar de voz a los subalternos en resistencia.

Podemos entonces  estar de acuerdo en que el testimonio de la violencia en América Latina tiene un claro despunte en la etapa histórica que la Revolución Cubana marca. Convirtiéndose en una narración destinada a comunicar las visiones de las distintas realidades de los movimientos en lucha por el continente.

Domitila
Imagen 3. Domitila: tomado de: http://2.bp.blogspot.com

Manuel Galich[16], integrante del consejo editorial de la Revista Casa de las Américas, definió las características del testimonio, diferenciándolos de los otros géneros en concurso.

Para empezar, Galich establece que si bien el testimonio es narrativa, se diferencia de ésta porque: “… su objeto es relatar hechos protagonizados por personajes literariamente construidos y animados, dada la estricta objetividad y fidelidad respecto a la realidad que el testimonio enfoca, descarta la ficción…” (RCA, 1995: 125). Es decir; trabajos como Biografía de un cimarrón, de Barnet,  podrían ser un buen ejemplo de la diferencia con una novela de ficción. Se puede construir de manera literaria un personaje, pero sólo con el propósito de relatar una situación que no es ficcional. O visto de otro modo, se puede usar un personaje real, aunque algunos pasajes de su relato sean construidos literariamente para darle verosimilitud.

Sobre su diferencia con la investigación, Galich refiere la actualidad histórica y contextual de la obras, es decir, se requiere el “… contacto directo del autor con el objeto de su indagación (el protagonista o los protagonistas y su medio ambiente) exige que aquel objeto esté constituido por hechos o personas vivos…” (RCA, 1995: 125. No se tomarán en cuenta eventos del pasado, a menos que sea un pasado cercano y que el autor haya tenido oportunidad de convivir y conocer a esos personajes que pudieran ya no estar vivos. Como podemos constatar, el documento requerido debe ser trabajado en el tiempo actual. Con esto, se asegura la frescura de las obras, su urgencia.

Respecto de la biografía, Galich advierte sobre la vigencia de la obra con respecto a las problemáticas de la región: “… no se trata aquí del recuento de una vida por su interés puramente personal, individual… debe ubicarse dentro de un contexto social, estar íntimamente ligado a él, tipificar un fenómeno colectivo…” (RCA, 1995: 125). No se busca la biografía de personajes famosos, sino más bien de relatos que plasmen los avatares de los pueblos. En cuanto a los métodos, Galich apunta la entrevista, las encuestas, los documentos que proporcionen las fuentes, las fotografías y materiales de soporte que coadyuven a ejemplificar el fenómeno descrito.

Como podemos ver, el género testimonial se configuró como una herramienta de resistencia en América Latina, y se posicionó gracias a la sensibilidad y visión de los integrantes del Premio Casa de las Américas. Es así como el discurso testimonial irrumpe en la palestra política de la región, afianzándose a través de su intención de “urgencia” y su pretensión de “verdad”, convirtiéndose en un arma formidable en el contexto de “las batallas por la memoria”.

 

Conclusiones

El género testimonio emergió legitimado por la Revolución Cubana en un contexto difícil, en donde diversas luchas armadas se llevaban a cabo en todo el continente. Al parecer, se cristalizó primero como una válvula de escape que podía dar cauce a la gran cantidad de testimonios que surgían de los militantes cubanos, con una intención clara de fortalecer el proceso revolucionario. Después, o encontró un nicho de oportunidad política en la necesidad de comunicación y de legitimación que tenían los luchadores sociales de toda la región, o efectivamente respondió a la necesidad de establecer un nuevo paradigma en el desarrollo del género que estaba ya, rebasado.

En este sentido, debemos reflexionar en torno a la  pregunta que Silvia Soriano propone, sobre si el testimonio en el contexto latinoamericano es un fenómeno del siglo pasado, o si por lo contrario, sigue vigente:

¿Es el testimonio un género del siglo pasado? La respuesta es también ambivalente; sí, en la medida en que conoce su auge en el contexto de las luchas revolucionarias; no, en el sentido de que existen otro tipo de luchas en la misma región y otro espectro de luchadores que se tiñen de diversos matices. No, en el argumento de que las luchas por cambiar la sociedad imperante continúan desde muy diversos frentes y en los mismos lugares que el siglo pasado; sí, en el entendido de que parece más difícil decir con todas sus letras el proyecto que se persigue, como lo hizo Domitila, sin miedo a nombrar por su nombre lo que narraba: el imperialismo, la clase trabajadora, el enemigo, la explotación, la clase burguesa… (Soriano en Umbrales, 2013: 145).

Podemos concluir que el género testimonial se ha seguido transformando de manera continua, y es de esa forma como debemos entenderlo, analizarlo, interpretarlo. Forma parte de un cuadro, de una serie, y como tal, la emergencia de tal acontecimiento se puede leer como una discontinuidad.  ¿Estamos en el interregno que separa una discontinuidad en la serie de otra? Analizar los nuevos modos de elaboración y los nuevos usos del género testimonial será la manera para responder a estas preguntas.

 

Notas:

[1] El licenciado Juan Ernesto Moreno Soto es egresado de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde también cursa la maestría en Estudios Latinoamericanos. Sus temas de interés son: memoria y testimonios de la violencia política en América Latina, e  identidad y cultura. Actualmente labora en la Secretaría de Cultura Federal, en donde funge como jefe de departamento de la Dirección de Capacitación Cultural. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] Aquí retomamos el concepto de Foucault, en donde la episteme sería ese entramado de procesos mentales y prácticos que limitan el modo de pensar de una época, es decir, la estructura de pensamiento que forma el núcleo del conocimiento de una determinada realidad. Este concepto es parecido al de paradigma de Thomas Kuhn, pero no se limita solamente al orden de lo científico.

[3] Entendido éste, como una vasta tecnología que está dirigida a organizar, administrar y disciplinar a los miembros de una sociedad. El poder atraviesa de manera transversal dicha sociedad, impactando a todas sus relaciones. Se elabora como práctica, actitud, costumbre, pero no pertenece a un sector o institución en específico, sino que permea de distintas maneras, siempre al lado del saber, formando políticas de verdad que se dirigen a dominar el entorno paradigmático.

[4] Aquí retomaremos la elaboración conceptual de Foucault, en donde el discurso sería una serie de categorías, conceptos, ideas, prácticas, suposiciones, creencias y propuestas construidas  a partir del campo y límite de una episteme en particular. Esta producción del discurso estará en una sociedad siempre controlada y dirigida, ritualizada, esto, para conjurar el temible poder que contiene.

[5] Retomo aquí la definición de Mabel Thwaite Rey de política: “… es esencial recuperar el nombre de POLÍTICA como referencia a los asuntos comunes de la polis, del colectivo capaz de definir sus reglas de interacción. Cualquier forma de organización de la vida en común, que establezca reglas para tomar decisiones que afecten a todos es, por definición POLÍTICA"(Thwaite, 2004: 59), y la de Texier: "…el hermoso nombre de política, que evoca la urbe, para designar todas las actividades a las que los hombres se deberán librar para auto administrar la producción y la vida social. Ellas comportarán la confrontación y la lucha de ideas, para hacer triunfar tal o cual orientación. Habrá pluralidad, luchas, elección y responsabilidad de los elegidos: habrá pues, política (Texier en Thwaites, 2004: 60).

[6] El tema de la verdad es muy extenso, y no hay lugar para esa discusión en este ensayo. Pero nos quedaremos con la construcción que sobre este concepto hace Foucault en su obra La verdad y las formas jurídicas, en donde expone que la verdad no tiene un origen, sino una genealogía que puede ser rastreada en el tiempo. La verdad es un artificio elaborado según lis intereses en juego por el poder.

[7] Las novelas, los cuentos, las leyendas, los mitos, el cine, el arte, el teatro, la pintura, etc.

[8] Ricoeur nos advierte sobre el uso de este concepto, que retoma del Mythos, que se refiere a la “composición de los hechos”, según Aristóteles. Esta “operación” procesa la construcción misma de la trama.

[9] Para usar el término “institucionalización”, Vázquez Medeles cita el trabajo de Carmen Ochando Aymerich, “Hacia una institucionalización del testimonio”, en Paepe, C, (ed.) (1995), Literatura y poder, Bélgica, Leuven University Press, página 167.

[10] En América Latina, “… en el contexto del colonialismo y sus secuelas, la diferencia cultural se esgrimió como argumento para justificar la desigualdad social” (Giménez, 2005:21). Es por eso que el testimonio durante la colonia, se convirtió en la mayoría de las veces en un elemento que formaba parte del aparato de los conquistadores, es decir, era otro de los artefactos usados para despojar a los pueblos sometidos. Esto explica el origen y la constitución de la mayoría de los testimonios de la época de conquista y la colonial.

[11] Barnet, Miguel, Biografía de un Cimarrón, Centro Editor de América Latina, S.A., Argentina, 1977. Esta obra, que el propio autor califica como “Novela testimonio”, es el testimonio novelado de un afro mestizo cubano, que vivió la esclavitud en carne propia, también la libertad del cimarrón y la guerra de independencia. Barnet se topó con este personaje mientras hacía una investigación sobre los ritos africanos en la isla. Barnet acepta en su obra La fuente viva, que hubo pasajes del texto que él mismo elaboró para darle “cuerpo” al mismo, es decir, que mezclo el testimonio “duro” con la ficción de manera deliberada para que el relato fuera verosímil e interesante.

[12] Periodista y escritor argentino, desaparecido por la dictadura argentina en 1977. Su obra Operación masacre le valió el reconocimiento de la época. Se trata de una investigación periodística con tintes de novela en donde aclara los llamados “fusilamientos de José León Suárez” durante la dictadura de Aramburu.

[13] Escritor uruguayo, crítico y ensayista, dedicó su vida a la literatura. Fue exiliado durante la dictadura en 1974. Se mantuvo a lado de la revolución cubana para después distanciarse de ella. Murió en 1983. Entre sus principales obras se encuentra La ciudad letrada.

[14] Llama la atención la gran cantidad de obras de origen cubano, y después latinoamericano que tienen como fundamento procesos “bélicos”, como los llama el Diccionario de la Literatura Cubana. Éstos, tenían que ver con la las distintas gestas que los protagonistas libraron, las cuales eran continuadoras de “… una directriz temática dentro del género –la expresión de hechos bélicos de importancia trascendental para el triunfo y posterior consolidación de nuestro actual proceso revolucionario…” (DLC, 1992: 1223). Tal es el caso de Amanecer en Girón, del capitán Rafael del Pino (1969), La batalla del Jigue, del comandante José Quevedo Pérez del mismo año, En el punto rojo de mi Kolimador, del comandante Álvaro Prendes (1974), etc.

[15] Muchas obras premiadas con anterioridad, pero sujetas a otras categorías como el reportaje, el cuento o la novela, provenían de diversas parte del continente, tal es el caso de Comandante América (1969), o Perú 1965: una experiencia guerrillera, de Héctor Béjar Rivera, así como obras de personajes como el norteamericano Oscar Lewis, y los latinoamericanos Rodolfo Walsh, Elena Poniatowska y otros.

[16] Escritor y político guatemalteco, formó parte del gobierno de Arévalo y Árbenz como S Ministro de Educación, Ministro de Relaciones Exteriores, y Presidente del Congreso. Después de ser derrocado Jacobo Árbenz se exilia en Cuba, en donde reside hasta su muerte en 1984.

 

Bibliografía:

Alcubierre, B., R. Bazán., L. Flores., y  R. Mier (coords.) (2011). Oralidad y escritura. Trazas y trazos. México, Ítaca / Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

Diccionario de la Literatura Cubana., (2016). “Testimonio”. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, Edición digital basada en la Edición del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, Disponible en: www.cervantesvirtual.com.  [consultado el 10.01.16]

Foucault, M., (1992). El orden del discurso, Túsquets Editores, Buenos Aires.

Galich, M., (1995). “Para una definición del género testimonio” en Revista Casa de las Américas. Número 200, julio-septiembre, pp. 124- 125, La Habana, Cuba.

Koselleck, R., (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós.

Mendoza, C., (2008). La invención de la verdad, nueve ensayos sobre cine documental, México, Universidad Nacional Autónoma de México.

Pollak, M., (2006). Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite, Argentina, Ediciones Al Margen.

Ricoeur, P., (2000). “Narratividad, fenomenología y hermenéutica”, en Revista An­alisi, Quaderns de comunicación i cultura, 25, versión electrónica en: www.raco.cat

Revista Casa de las Américas, Conversación en torno al testimonio, Revista Casa de las Américas, número 200, julio-septiembre 1995, La Habana, Cuba, pp. 122- 124.

_____, La Casa de las Américas y la <<creación>> del género testimonio, en Revista Casa de las Américas, número 200, julio-septiembre 1995, La Habana, Cuba, pp. 120-121.

Soriano Hernández, S., “El testimonio como memoria del futuro” en Revista Umbrales: Emplazamientos y transposiciones en los estudios culturales latinoamericanos, N° 24, publicación semestral del posgrado en Ciencias del Desarrollo, Universidad Mayor de San Andrés, 2013, Bolivia.

Thwaites, Rey, Mabel. (2004). La autonomía como búsqueda, el Estado como contradicción, Argentina, Prometeo Libros.

Vázquez Medeles, Juan Carlos. (2011). El Testimonio del “Compañero Manolo” una fuente para historiar, España, Editorial Académica Española.

 

Cómo citar este artículo:

MORENO SOTO, Juan Ernesto, (2017) “El poder de la memoria. Elaboración y uso del testimonio para la resistencia en América Latina”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 30, enero-marzo, 2017. Dossier 20: Herencias y exigencias. Usos de la memoria en los proyectos políticos de América Latina y el Caribe (1959-2010). La conflictiva y nunca acabada disputa por las memorias en América Latina. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1421&catid=62