El sesquicentenario del 9 de julio de 1816. Historia y política en una sociedad en transición

The sesquicentennial of July 9, 1816. History and politics in a society in transition

O sesquicentenário de 9 de Julho de 1816. História e política em uma sociedade em transição

Daniel Omar De Lucia[1]

Recibido: 08-09-2016 Aprobado: 13-09-2016

 

A Marta que creyó en mí

 

Entre dos sesquicentenarios 

Desde la crisis política de 1955 en adelante distintas líneas de interpretación historiográficas apoyadas sobre momentos claves del pasado nacional fueron invocadas con insistencia como elemento legitimador de distintos proyectos políticos que buscaban disputar espacios de poder en un país que asistía a una fuerte crisis de representatividad y consenso. Entre ellas la línea Mayo-Caseros invocada por la Revolución libertadora y compartida por las distintas fuerzas que apoyaron a ese gobierno de facto (conservadores, demócratas progresistas, radicales, socialistas liberales, demócrata-cristianos, etc.). De la vereda opuesta las corrientes que abrevan en la escuela revisionista histórica, mayormente identificada con el peronismo en la clandestinidad, aumento su presencia en el campo historiográfico diversificando sus líneas de análisis y proponiendo nuevas resignificaciones en el campo de las relaciones entre historia y política. A mediados de los años 60 el Partido Comunista también buscó apoyar su propuesta de Frente Patriótico y Democrático con un discurso basado en su propia interpretación del proceso emancipador. Por su parte el gobierno desarrollista de Frondizi desarrollo un discurso que afirmaba la necesidad de la construcción de un gran Frente Nacional y Popular a cuyo servicio se puso parte de la política oficial de conmemoración del sesquicentenario de la revolución de mayo. Los solemnes festejos del sesquicentenario de la revolución de mayo que incluyeron paradas militares, inauguración de monumentos, eventos varios y la publicación oficial de extensas colecciones de libros recopilando documentos y testimonios epocales busco construir una imagen de un país que recordaba sus orígenes para afirmar un presente que intentaba proyectarse en un futuro de progreso tesonero y modernizador. Muy a tono con el tono y discurso del gobierno desarrollista los festejos de mayo de 1960 incluyeron una exposición industrial en que participaron varias empresas líderes (IBM, Káiser, Shell, Citroën) y organismos económicos oficiales.

El presidente Frondizi en los festejos del sesquicentenario
Imagen 1. El presidente Frondizi en los festejos del sesquicentenario

De la misma manera que el gobierno de Frondizi había buscado asociar los festejos del sesquicentenario de la revolución de mayo con la idea de la reconciliación nacional años después el gobierno de Arturo Humberto Illia consagro algunos esfuerzos no poco importantes para organizar los festejos del sesquicentenario de la declaración de la independencia. El gobierno de Illia, que adolecía de escaza legitimidad por su consagración en un comicio con proscripciones y jaqueado por la fuerte conflictividad social que vivía el país, busco asociar la conmemoración de 1966 dentro de un festejo de tipo institucional y con gestos hacia el pluralismo y la búsqueda de la recreación de ciertas formas de convivencia aceptables. La conmemoración del primer siglo y medio de la vida independiente del país debía servir para recrear cierto espíritu de “civismo” para utilizar un término afín a la atmosfera ideológica e intelectual de la administración nacional de esos años. En julio de 1964 el congreso aprobó la Ley 16.464 encargada de organizar los festejos del sesquicentenario de la declaración de la independencia. La ley establecía todo el año de 1966 para el desarrollo de la conmemoración de los 150 años del congreso de Tucumán, previa la posibilidad de trasladar la sede del gobierno nacional a la ciudad de San Miguel Tucumán entre el 7 y el 9 de julio de 1966, autorizaba al poder ejecutivo a tomar fondos para los gastos necesarios y a designar un Consejo Asesor Honorario presidido por el ministro del interior y una Comisión Ejecutiva. El 4 de febrero de 1965 el Poder Ejecutivo dicto el Decreto 7362 para reglamentar la ley respectiva. Por este decreto se estableció el Consejo Asesor Honorario formado por todo el gabinete nacional, los jefes de las cámaras legislativas, el presidente de la corte suprema, los gobernadores de las provincias, el intendente de la capital federal, el presidente de consejo deliberante, el arzobispo de Buenos Aires, los rectores de las universidades nacionales el presidente del Consejo Nacional de Educación y los presidentes de las academias nacionales. El mismo decreto creo una comisión ejecutiva organizadora de los festejos presidida por el ministro del interior y parte de los integrantes del Consejo Asesor Honorario. Por el Decreto 2714 de abril del 9 de abril de 1965 se designó formalmente a los miembros del Consejo Asesor Honorario. El 9 de mayo de ese mismo año la Comisión Ejecutiva reglamento la formación de comisiones internas para ocuparse de las distintas áreas en que se desenvolvería su tarea: a) Coordinación General; b) Deportiva y Popular; c) Prensa, Propaganda y Publicidad; d) hacienda y; e) Cultura. Entre los miembros de las comisiones predominaron hombres allegados al partido radical en el gobierno pero también miembros de las fuerzas armadas, gente ligada a la iglesia católica, personas más a fin con la oposición de centro derecha y hasta un diputado del partido socialista democrático.[2]

El presidente Illia durante la visita de Charles De Gaulle a la Argentina
Imagen 2. El presidente Illia durante la visita de Charles De Gaulle a la Argentina

El 9 de julio de 1965 José Palmeiro, ministro del interior, dio por iniciados los trabajos del Consejo Asesor Honorario y la Comisión Ejecutiva. El discurso que pronunció en esa ocasión se centró en una reseña básica del Congreso de Tucumán y su proyección en la historia argentina en los marcos de la imagen histórica liberal tradicional. Su alocución se volvió un poco más original cuando se refirió al presente:

Cada tiempo hizo la patria de hoy. Y el nuestro no puede ser de ausencia. Necesitamos convenir los argentinos de 1965 los supuestos de nuestra responsabilidad con el país. Debemos ser continuadores y creadores. Continuidad en la concepción nacional nacida en mayo y proyectada en julio hasta nuestros días, que es un irrevocable apego a la democracia como norma de la soberanía popular. Creación en el progreso permanente y en la lucha renovada por defender la libertad. (1816-1966. Sesquicentenario…; 1965; pag.12)

 

En parecidos términos se pronunció el presidente Illia en un mensaje en cadena nacional del 10 de enero de 1966 inaugurando el año del sesquicentenario.[3] En la provincia de Tucumán el gobierno local, del mismo signo político que el gobierno nacional, también se avocó a la tarea de preparar festejos en el mismo sentido. El gobernador Lázaro Barbieri, perito agrónomo e historiador, hombre muy ligado al sector de los productores cañeros, venía desarrollando una interesante actividad de promoción de la cultura regional. En el marco de una provincia afectada por la crisis de la economía azucarera y no poca conflictividad laboral el mandatario tucumano inauguro el ciclo de festejos el 2 de enero de 1966 con un acto celebrado en la Casa Histórica. En este evento participo el gobernador con su gabinete en pleno, el intendente de San Miguel de Tucumán, el rector de la UTN y el arzobispo de Tucumán Juan Carlos Aramburu. En esa ocasión se suscribió un acta que daba inicio al ciclo de los festejos que debían culminar el 9 de julio de ese año. Luego se tocó el himno provincial, el himno nacional y el arzobispo oficio misa. El discurso de Barbieri llamo a superar la imagen del pasado idílico provinciano y a construir un país moderno. Hizo una síntesis de los conflictos históricos de la sociedad Argentina desde los años de la independencia para terminar llamado a la recreación de formas de convivencia pluralista:

La historia Argentina es una historia de hombres y no de dioses. De hombres que pueden realizarse plenamente en la vida terrena. Como historia hecha por hombres, es una historia política. Es la historia de un dolor y un fracaso permanente. (Citado en la Gaceta 17 de enero de 2016. En la web)

El gobernador Lázaro Barbieri (con capa) junto a autoridades eclesiásticas y militares
Imagen 3. El gobernador Lázaro Barbieri (con capa) junto a autoridades eclesiásticas y militares

Mientras el esfuerzo historiográfico sobre el sesquicentenario de la revolución de mayo se destaca más por el proceso de recopilación de documentos y fuentes de época y su publicación el  sesquicentenario de la declaración de la independencia, que tampoco descuido la edición de documentos, alumbro un interesante corpus de trabajos de investigación sobre el congreso de 1816 y su contexto epocal.[4] Con el auspicio de la Comisión creada por el ejecutivo se reunió en Buenos Aires, en julio de 1966, el Cuarto Congreso de Historia de América organizado por la Academia Nacional de la Historia. Es justamente la historiografía “académica” o afín la que dio a conocer en el año 1966 una mayor cantidad de trabajos de investigación sobre el proceso de la declaración de la independencia. Toda una falange de instituciones y escritores que podríamos agrupar dentro de una visión historiográfica-política de cuño liberal-conservador dieron a luz una serie de volúmenes concentrados en el desarrollo del congreso constituyente de 1816 y su época: Academia Nacional de la Historia, Instituto de Historia del Derecho, Junta de Historia Eclesiástica/Instituto de Investigaciones Históricas, Círculo Militar, Seminario de Historia de Estudios argentinos, revista Historia, etc. Sin duda la obra más completa de este corpus sea El Congreso de Tucumán de Leonardo Gianello. Este historiador, que sería ministro de cultura y educación de la provincia de Santa Fe durante de la dictadura de Onganía, desarrollo un estudio erudito con un análisis detallado de las raíces del pensamiento del grupo que integro el congreso de 1816 y el contexto en que se produjo la proclamación de la independencia. Es particularmente completo el análisis que hace sobre los antecedentes y el contexto del proyecto de la monarquía Incásica episodio al que trata con menor grado de preconceptos que otras expresiones de la historia académica y liberal. Por sobre todas las cosas el trabajo de Gianello es una defensa del Congreso de Tucumán y su centralidad en la historia del país. Tanto en el plano de la historia institucional como en la historia política. No obstante la mirada de este santafesino sobre la disidencia litoraleña y la no participación de las provincias artiguista en el congreso de 1816 incluye algún matiz crítico respecto a la política seguida por el Directorio en esta parte del país. El libro se cierra con un completo apéndice documental en la tradición de la edición de documentos y fuentes que se había instalado con fuerza en 1960.[5]

La historiografía de la academia y ámbitos afín es pasaba por un momento de optimismo historiográfico cuyo comienzo podíamos datar en los años entre los dos sesquicentenarios (1960-1966) y aun, más atrás, hasta la revolución libertadora. Tal vez un caso representativo de este optimismo historiográfico lo represente la trayectoria de la revista Historia que contaba con la dirección de Raúl Molina y la sub dirección de Ricardo Zorraquin Becú. Se trataba de una publicación   especializada en historia argentina, americana y española. Su plantel de colaboradores estaba formado por académicos de la historia, profesores universitarios, historiadores eclesiásticos, historiadores castrenses, expertos en historia del derecho y toda una gama de autores conservadores o liberales. Pero también incluyendo algún as pocas figuras de otra filiación ideológica como el joven historiador Ricardo Rodríguez Molas. Se trataba de una publicación que contaba con más de una década de historia para 1966. Sus artículos eran estudios de temas especializados con el rescate y aporte de fuentes inéditas o poco conocidas. El numero de 1966 estuvo dedicado al congreso de Tucumán e incluyo una reseña del IV congreso de Historia de América que organizo la Academia Nacional de la Historia, para el sesquicentenario, y que contó con presencias internacionales como Arnold Toynbee, Lain Entralgo, Pedro Calmon, Magnus Morner, etc.[6] En el plano de la historia institucional también  podemos destacar el trabajo del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene que le dedico el dossier del  número de su revista-anuario de 1966 al congreso de Tucumán con artículos de Marco A Risolia, José M. Mariluz Urquijo (El Congreso de Tucumán: las instrucciones de los diputados salteños); Eduardo Martire (El derecho minero patrio en la época  de la independencia 1810-1820); Samuel W. Medrano (Diputados porteños en el Congreso de Tucumán) y Ricardo Zorraquin Becú (El proceso constitucional de 1815-1819).[7]

 Portada de la revista Historia
Imagen 4. Portada de la revista Historia

El corpus de investigación es y publicación es de cuño conservador sobre el congreso de Tucumán incluyo a trabajos colectivos de historiadores ligados a grupos corporativos en el seno del establishment. El círculo militar público un libro titulado Independencia con numerosos trabajos de investigación  y reproducción de documentos sobre el congreso de 1816 así como algún as fuentes y testimonios literarios sobre el tema. Varios de los autores eran oficiales de las fuerzas armadas que se desempeñaban como historiadores militares. Pero también  el plantel de autores incluyo a autores civiles como Carlos Segretti, Guillermo Furlong, Leonardo Gianello, José María Ramallo, etc. Algún os de los  artículos  se centraron en aspectos castrenses o bélicos del periodo 1815-1817. Pero también  el volumen fue integrado con trabajos de historia diplomática, económica, institucional y otros ligados  a los debates del congreso de Tucumán y el contexto político en el que se reunió  la asamblea. El artículo del historiador jesuita Guillermo Furlong se ocupó de un tema de frondosa trayectoria en la historiografía  sobre el congreso de 1816: El clero en el Congreso de Tucumán. Lo anterior viene a cuenta que este clérigo historiador y erudito compilo ese mismo año otro libro publicado por la Junta de Historia Eclesiástica y el Instituto de Investigación es Históricas con el título de El Congreso de Tucumán. Este volumen incluyo un texto de un historiador que había  trabajado extensamente el tema del congreso de Tucumán como Vicente D Sierra, al que Furlong y su equipo tomaban como referente,  a nuestros ya conocidos Gianello y Ramallo, a Binayan Carmona, al arquitecto Mario Buschiazzo (un trabajo sobre la casa histórica), etc. En tono épico Furlong relataba en la introducción de dicho volumen como había  comenzado a escribir sobre el tema en sus años juveniles durante el centenario de 1916 cuando instituciones como el Museo Nacional, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y algún as universidades del interior habían llevado adelante un importante trabajo de investigación  y edición  de fuentes sobre el congreso de Tucumán y su época.[8]  El jesuita historiador evaluaba que la historiografía  no se había  ocupado todo lo que se hubiera merecido del congreso en los 50 años que habrían transcurrido desde el centenario. Rescataba en ese sentido la Historia Argentina de Vicente D. Sierra y el clásico libro de Emilio Ravigñani sobre las asambleas constituyentes. El enfoque de Furlong y su equipo arrojaba un balance favorable a la obra del congreso y de las fuerzas que lo hegemonizaron, claro está. No obstante critica a la mayoría del conclave por no haber condonado los acuerdos de Santa Fe que hubieran permitido desarmar el bloque artiguista contrario a la constitución nacional. El volumen compilado por Furlong es un libro de combate. En el prólogo alude críticamente a la polémica que en 1881 había  enfrentado a Sarmiento  con Avellaneda sobre el predominio de la ideología católica o laicista entre los hombres de 1816. El volumen en su conjunto buscaba redorar los blasones católicos en el momento de la declaración  de la independencia Argentina. Sus autores eran ideológica mente solidarios con la iglesia católica que en los últimos años había  sido el brazo espiritual del golpe de estado de 1955, había  conseguido formar un módico aparato político afín  y luego había  actuado, junto a sus movimientos de laicos, como grupo de presión dando la exitosa batalla en la lucha por la legalización de las universidades privadas confesionales (laica o libre).[9] La iglesia católica y sus aliados ocupaban una franja nada menor del campo político en el invierno de 1966 y batallaba por reivindicar su protagonismo en distintos momentos en instancias del pasado nacional. Junto a un sector más tradición al como el expresado por Furlong y sus colaboradores otra capilla de origen católico  también  dio a conocer ese año su versión sobre los sucesos de julio de 1816. Se trata del S.E.H.A (Seminario de Estudios de Historia Argentina) fundado por el obispo D Andrea en 1954. Se trataba de un conclave representativo del sector liberal conservador de la corriente de laicos católicos. Muchos de los cuales se habían sumado al proyecto desarrollista durante el gobierno de Frondizi.[10] Este volumen, que para variar, se llamaba El Congreso de Tucumán, fue compilado por el abogado Federico Videla Escalada,  dirigente del Partido Democrático Nacional y, andando el tiempo, juez de la Corte Suprema designado por la junta militar genocida el 24 de marzo de 1976. En este volumen participaron entre otros Víctor Tau Anzoategui, Ambrosio Carranza y Carlos María Gelly y Obes que luego del 28 de junio de 1966 sería nombrado secretario de educación  por la dictadura de Onganía y seria el responsable político de la represión a docentes y estudiantes universitarios en la llamada Noche de los Bastones Largos.[11] Este volumen le dedica más espacio que el compilado por Furlong a resaltar el rol del clero y de la iglesia en el proceso emancipatorio y en el congreso de Tucumán. Un artículo firmado por Manuel Rio se ocupa de La adhesión del estado argentino a la iglesia católica. Otro de Víctor E Pinto al clásico tópico de El clero de Julio. Toda una sesión del libro se ocupa de la bibliografía de los congresales notables destacando a los clérigos constituyentes. Tau Anzoategui le dedico un completo artículo a Fray Justo Santa María de Oro, el gran crédito “republicano” del clero en el congreso. Vario artículos  se ocuparon del contexto internacional y regional en el cual se reunió  el conclave Tucumano. El criterio es favorable a resaltar el papel del Directorio y Puerredon, de San Martín desde la intendencia gobernación de Cuyo y el rol de Güemes desde Salta. José Rafael López Rosas abordo la actitud de la disidencia litoraleña, en un tono parecido al que había  elegido Furlong en su estudio, y condena el centralismo de la constitución de 1819 y los proyectos monárquicos por poco realistas y faltos de consenso. En su análisis  del contexto internacional y los planes de restauración colonial que acechaban al proceso argentino en 1816 Alberto Rodríguez Varela, futuro ministro de justicia durante la dictadura de Videla,  aprovechaba para introducir una nota política  que ligaba la guerra de la independencia con la “guerra fría” tal como la entendía la derecha católica en nuestras pampas:

Al celebrar el sesquicentenario de la Declaración  de nuestra independencia, debemos tributar merecido homenaje a los congresales que, reunidos en Tucumán, nos dejaron un legado político cuya custodia es para todos un deber ineludible. Las oscuras fuerzas comunistas constituyen en nuestro tiempo una amenaza mucho más grave que la temida expedición  de España en 1816. Los estados subyugados por el Imperio Rojo son sometidos a un colonialismo degradante. Consolidemos, pues, nuestro constitucionalismo, que hoy como ayer, significa preservar la Independencia Nacional y la vigencia efectiva de los derechos humanos. (Videla Escalada, 1966; págs. 115-116)    

 

El espíritu que presidio el volumen era el de exaltar por un lado de dialogo con quien se pudiera compartir, aun dentro de diferencias serias, algún a visión común de la realidad y determinados “valores” que defender. Pero, también, de combate frontal para el que se atreviese a desafiar el orden social establecido. En su análisis  de la vigencia del legado de 1816 Gelly y Obes resalta en la declaración  de la independencia,  “el conservar y defender la religión de nuestros antepasados, por ser la única verdadera” y la tradición  de “libertad ciudadana”. Luego concluye:

Las palabras Patria, Religión, Constitución, Independencia y Libertad resonaron hace 150 años en toda la República, y esas palabras de tan hondo contenido, que constituyen la expresión  clara y concreta de los más nobles deseos argentinos, hoy vuelen a resonar en nuestros oídos como un Himno Nacional cuyas estrofas cantan viejos ideales que son siempre nuevos ante la esperanza redentora de este año 1966. (Ídem.; pág. 485)

 

Junto a estos libros colectivos que intentaban dar un panorama general de la época  del congreso de Tucumán se conocieron en 1966 varios trabajos sobre aspectos más particulares de esta temática. Nos interesa analizar Las ideas monárquicas en el congreso de Tucumán del constitución alista mendocino Dardo Pérez Ghilou. Este era un jurista católico y antiperonista, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, que había  seguido estudios de post grado en la España franquista y  que durante el Onganíato seria rector de la Universidad de Cuyo y luego Ministro de Educación  de la nación (1969-1970). En su trabajo Pérez Ghilou trazaba un cuadro bastante interesante de los debates sobre el sistema de gobierno a adoptar durante las sesiones del congreso de Tucumán y luego del traslado del congreso a Buenos Aires. Sin duda es un enfoque inscripto en las líneas generales del relato liberal conservador con algún os matices. Pérez Ghilou no realiza una apología descarnada de la política  del Directorio y reconoce que sus tendencias centralistas, tanto el plano político como en el económico, provocaban resistencias naturales en las provincias:

Su ideología, de espaldas al país, ignoraba los intereses económicos de las provincias debilitándolas; su incredulidad hería los sentimientos religiosos de los pueblos; sus principios de igualdad chocaban contra la sociedad jerarquizada y patricia del interior; su afán de monopolizar para si los ingresos de la aduana suscitaba el justo reclamo de quienes querían participar de estos, y finalmente su política  mezquina y ciega de intolerancia ante los clamores que representaban la realidad nacional crearon en el antiguo virreinato un estado de perturbación cada vez más difícil de dominar. (Pérez Ghilou, 1966; pág. 86. Subrayado mío) 

 

Incluso Pérez Ghilou le concede cierta legitimidad a la oposicion artiguista al congreso que, según su análisis, no se debía tanto a una oposicion frontal a los proyectos monárquicos sino al contubernio que se empezaba a gestar entre el Directorio y los planes expansionistas de los lusitanos. Pese a lo anterior Pérez Ghilou considera que el balance del proceso de Tucumán es positivo. Insiste incluso que el proyecto monárquico contaba con un consenso mayoritario de la elite del país y que si fracaso fue porque no se actuó de manera realista ni inteligente en la búsqueda de las personas que debían encarnarlo y no se supo promover los esquemas políticos, nacionales e internacionales, en que debía insertarse dicha solución. Según este autor el proyecto con mayor legitimidad y viabilidad hubiera sido la coronación  de un príncipe de la dinastía española en el marco de una monarquía  constitución al independiente. El autor de Las ideas monárquicas… se le atreve a un tema al que los historiadores con miradas antagónicas al relato liberal conservador solían esgrimir en tono polémico: la falta de legitimidad y consenso en el conjunto de la sociedad de ex virreinato alrededor de la adopción de un sistema de gobierno monárquico. A la hora de contestar dichas objeciones para este jurista mendocino no hay duda que el conjunto de la elite patriota de las provincias unidas apoyaba entusiastamente el proyecto de establecimiento de un sistema monárquico. Pero, subiendo más la apuesta, afirma, incluso, que no hay elementos que permitan afirmar que entre las masas populares contara con representatividad ningún esquema ideológico republicano o federal. Según Pérez Ghilou en la sociedad de 1816 existía un consenso pasivo de la plebe criolla en relación a las ideas y posiciones que ganaban consenso en el seno de la elite. Citando clásico s artículos  de Roberto Marfany y Zorraquin Becú afirma que el papel de la plebe desde la revolución de mayo en adelante fue de simple espectadora.[12] Más aun, Pérez Ghilou considera que esto era algo completamente natural, lógico y hasta deseable:

La única  participación  activa que tuvo esta mayoría  en el desarrollo de  la independencia fue a través de su enrolamiento en las filas de los ejércitos libertadores. Sus jefes, los que presumimos depositarios de los sentimientos de sus subordinados, ya hemos visto en que tono los arengaban y se expresaban sobre sus ideales. Las proclamas de Belgrano al ejercito del Norte y el Alto Perú, y la carta de San Marín a Godoy Cruz, en donde habla de la opinión de la mayoría  cuyana, son claras en el sentido que traducen la existencia de un pensamiento monárquico en las filas del ejército. No podía ser de otra manera desde el momento que hubiera sido absolutamente impolítico de parte de dichos jefes dirigirse a sus soldados en términos contrarios a sus sentimientos. Tanta más importancia tiene este detalle si se considera que está  en juego la guerra por la independencia.

No obstante estas consideraciones pensamos que lo que cuenta, principalmente en esta época, es la opinión de la clase dirigente. Ella es la que en definitiva impone el criterio a seguir en cada caso y se coloca por encima de la probable opinión de la masa popular que, como ya dijimos, era mera espectadora. Los grandes jefes y hombres más destacados de gobierno son quienes dan el tono de su pensamiento a los demás por la vía de su influjo intelectual, militar o afectivo. (Ídem.; págs. 45-46)

 

En el relato liberal-conservador sobre la independencia el congreso de Tucumán fue la instancia que constituyo el  punto de consolidación y estabilización del proceso iniciado en 1810. Marca el nacimiento político e institucional de una nueva nación. Pero, por sobre todas las cosas, en la perspectiva de estos autores no se trató de un hecho rupturista y arbitrario que arriesgara un salto al vacío. Sino de una decisión que rescataba todo lo que debía  ser rescatado del viejo orden que moría. Por sobre todas las cosas el congreso fue obra de una elite (clérigos, generales, magistrados, etc.) que representaban las jerarquías naturales de una sociedad colonial con siglos de historia. Esa misma elite que en 1810 y 1816 reclamo su derecho al gobierno de su territorio contando con el consenso tácito del resto de la sociedad colonial. Esta elite fue capaz de llegar a consensuar una solución con todos los que apoyaran la declaración  del nacimiento de un estado independiente y el “fin de la revolución”. Desde este punto de vista más allá de este espacio de dialogo, tanto en 1816 como en 1966, acechaban los agentes del desorden y la inestabilidad. Toda esta situación se prestaba a un paralelismo con el consenso inestable alcanzado alrededor de la defensa del sistema de “democracia restrictiva” que se vivía en la Argentina de 1966. Ese consenso político post peronista que se había  pensado a sí mismo como el restablecimiento de un orden republicano cuyas raíces  ideológica s e institucionales se remontaban hasta la época  de la independencia. En 1966 como un siglo y medio antes existían actores sociales (iglesia, clero, elites profesionales) cuya historia corporativa pretendía confundirse con el nacimiento de la nación  como sus historiadores buscaban demostrar. Así pensaban la relación  entre historia y política  que podía desprenderse del análisis  del 9 de julio de 1816, muchos de los hombres que después del 28 de junio de 1966, se sumarian al proyecto autoritario del General Onganía.

La dictadura conocida como la Revolución Argentina se identificaría con un discurso católico, conservador, anticomunista y alineado con la defensa del “mundo libre” y los valores de la “civilización occidental y cristiana”. Se trató de un régimen dictatorial conservador, con veleidades corporativistas, y con pretensiones de gobernar a largo plazo. Este sería el gobierno que le tocaría presidir los festejos del sesquicentenario de la declaración  de la independencia. El flamante dictador castrense no ahorraría frases y discursos celebratorios del congreso de Tucumán. Lo que nos interesa resaltar es que las aproximaciones al tema del sesquicentenario en los discursos del General Onganía (a “La Morsa”) pueden percibirse coincidencias básicas con la lectura que los historiadores liberales y conservadores venían desplegando sobre dicho proceso. El 6 de julio de 1966 hablando en la cena anual de camaradería de las fuerzas armadas Onganía se refirió en estos términos a la fecha que se conmemoraría tres días después:

Hace 150 años las Provincias Unidas afirmaron su voluntad de independencia, adquiriendo por propio derecho su personalidad política  soberana, que las distinguió de entre todas las naciones de la tierra. Este hecho determino una profunda transformación en todos los órdenes que dieron una fisonomía definida al estilo de vida argentino. Causas profundas determinaron luego, un ámbito social falaz y decadente en el que los argentinos asistimos a la perversión  de todo lo que en otras épocas constituyó nuestro orgullo. Es por ello, que el hecho revolución ario del 28 de junio de 1966 encuentra sus fundamentos irrefutables en la defensa de los valores sociales de la Republica y en la remoción de aquellas, causas, abriendo un futuro promisorio a la tenacidad e imaginación  de nuestro pueblo. De este modo 1816 y 1966, distantes en el tiempo, se confunden con un mismo significado revolución ario de proyecciones trascendentales. (Selser, 1967; pág. 314)

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Imagen 5. Publicidad de pastillas D.R.F. aparecida en revista Anteojito

 

El sesquicentenario no académico. El pasado leído desde el presente

La conmemoración del  sesquicentenario de la declaración  de la independencia tuvo una repercusión que excedió en mucho los festejos en el área oficial. Tradicionalmente en la Argentina las fiestas mayas y julias se han caracterizado por un fuerte componente de festejo cívico o popular involucrando distintas redes de asociaciones, instituciones y actores sociales a lo largo del país. En lo concerniente a aniversarios con mayor carga simbólica (centenarios, sesquicentenarios) este tipo de actividad, como es natural, tendía a ganar en magnitud y diversidad de expresiones. En relación  al sesquicentenario del 9 de julio de 1816 no puede pasarse por alto el antecedente, tan cercano en el tiempo, del sesquicentenario de la revolución mayo. No obstante en los 6 años que transcurrieron entre ambos ciclos de festejos varias cosas habían cambiado en la sociedad Argentina. Se habían sucedido una serie de crisis política s y conflictos que agravarían la falta de consenso y la inestabilidad (Aplicación del Plan Conintes, distintos conatos de levantamiento militar, anulación de las elecciones provinciales en marzo de 1962, caída de Frondizi el 29 de marzo del mismo año, el enfrentamiento armados entre facciones de las fuerzas armadas (Azules y Colorados, septiembre de 1962-abril de 1963); elecciones con proscripciones el 7 de julio de 1963, plan masivo de lucha de la CGT en 1964). Por oposición  a un creciente pesimismo en lo concerniente a una estabilización  de la vida constitución al se había  instalado en la sociedad Argentina de comienzos de los años 60 un cierto imaginario modernista tecnocrático que promovía lecturas optimistas sobre el impacto de distintos cambios tecnológico s en la vida cotidiana. Como reflejo de una serie de cambios que se verificaban en  las sociedades centrales, se asistía a la transformación de  distintas formas de sensibilidad, estéticas y hábitos, (relación es generacionales, formas de indumentaria, consumos culturales, relación es entre los sexos, ámbitos  de espacios contra culturales, etc.) a un ritmo más acelerado que el considerado habitual. En las artes plásticas el país asistía a una explosión de tendencias vanguardistas con rasgos originales y perfil propio. A su manera la inestable y conflictiva Argentina de 1966 sentía que avanzaba hacia su integración en un tipo de modernidad optimista haciendo su propia versión  de la “revolución pop”.

En relación  a los elementos antedichos nos interesa enfocar con más detenimiento nuestra atención en un fenómeno que a nuestro juicio contribuyo de manera central a modificar las formas de representación social de los cambios que se producían en la esfera de las relaciones reales: la expansión del campo televisivo. El 25 de mayo de 1960 cuando el presidente Frondizi había  presidido el festejo de los 150 años de la revolución de mayo la emisora estatal LS 82, canal 7 era, prácticamente, casi el único canal que emitía ondas catódicas en la Argentina.[13] 6 años después  se habían inaugurado tres canales capitalinos más (Canal 9 el 9 de julio de 1960, Canal 13 el 1 de octubre de 1960 y Canal 11 el 21 de junio de 1961), como filiales de las principales cadenas televisivas norteamericanas. Por esos mismos años se comenzaron a establecer algún as canales en capitales de  provincias y el 25 de junio de 1966 salía al aire el Canal 2 de la ciudad de La Plata que podría verse en Buenos Aires y el conurbano. El alrededor de medio millón de televisores que funcionaban en 1960 se había  convertido en más de un millón y medio solo en capital y gran Buenos Aires a mediados de la década.[14] Como un efecto dominó la expansión de la televisión  afecto, de distinta manera, el campo audiovisual en su conjunto y al campo periodístico general. El medio radial de los años 60, en competición con la TV, dejaba atrás su época  de radio-teatros y grandes conciertos y pasaba a ser la radio de los magazines matutinos más ligada a las problemáticas de actualidad. En lo concerniente a la relación  del cine con el campo periodístico los viejos y austeros noticiarios en blanco y negro empezaban a dejar paso a los nuevos cortos en colores más volcados a reflejar la actualidad internacional pero no solo en el frondoso y cambiante campo político internacional de la época, sino también  en el campo artístico y cultural. En los medios gráficos ganaba centralidad la imagen, en particular la fotografía. La industria editorial también conoció una fuerte expansión a lo largo de toda la década  incluyendo un aumento cuantitativo del público consumidor que paso a constituir un universo de lectores más plural y diversificado que años atrás tanto en términos clasistas, regionales, etarios, de género, etc. Se vuelven más dinámicos los formatos y contenidos de los diarios y se especializa y expande el medio de las revistas semanales, en particular las de actualidad y espectáculo. Pero también  ganaba carta de ciudadanía el fascículo de temas académicos, laborales, sanitarios, escolares, etc. como un nuevo formato editorial incorporado a la cotidianeidad del lector argentino. Los primeros años de la década del 60 fueron también  un momento de fuerte expansión de un mercado discográfico con ofertas cada vez más plurales en donde, como consecuencia de un fenómeno que arrancaba en la década  anterior, ganaba audiencia el folklore dentro de un proceso de expansión, en general, de la música popular. En la Argentina de mediados de la década  del 60 un montón de actores buscaban replantear sus estrategias discursivas y su forma de ocupar franjas en los distintos campos en disputa. Aun hasta los más remisos a las innovaciones. Entre ellos la iglesia católica  y sus aliados laicos que comenzó a ocuparse de la producción de películas, programas de radio y televisión , y las fuerzas armadas, que también  buscaron ocupar espacios en el éter e incluso comenzaban a recurrir a los servicios de sociólogos para mejorar su imagen ante la sociedad.[15]

En el contexto antedicho es que se puede evaluar mejor el conjunto de formas, contenidos y eventos de carácter más orientados a un consumo masivo con que se buscó conmemorar el sesquicentenario de la declaración  de la independencia desde distintos ámbitos. En 1966 la TV pública puso en el aire Un amor que nunca muere o “teleteatro del sesquicentenario”, ambientado en los días de la declaración  de la independencia y protagonizado por actores de renombre de esa época.[16] En la provincia de Tucumán se eligió la fecha del 9 de julio de 1966 para la inauguración de la TV local con la salida al aire del canal 10 dependiente de la UTN. Numerosas audiciones radiales, especialmente de emisoras oficiales, dedicaron ciclos alusivos a 1816. Unos meses antes del sesquicentenario el folklorista Jorge “El Turco” Cafrune dio a conocer un disco titulado Independencia con recitados y canciones con letra de León Benaros y música  de Adolfo Avalos y otros compositores. La empresa Proartel, productora de Canal 13, publico un disco simple con el Himno Nacional y la Marcha Aurora. En la etapa del disco estaba la imagen del Súper Pibe (un personaje que identificaba al canal) agitando una banderita frente a la casa de Tucumán. También  en el ámbito deportivo se conmemoraron los 150 años de la independencia. En el  aristocrático ámbito del polo se jugó la Copa Sesquicentenario de la Independencia Argentina en la ciudad de Mar del Plata. En las provincias del oeste los Automóvil Club (ACA) de Mendoza, San Juan y San Luis organizaron la Vuelta a Cuyo que concluyó el 9 de julio en homenaje de la fiesta patria. La ciudad de Nueve de Julio redoro sus blasones epónimos inaugurando para el sesquicentenario el acueducto Nueve de Julio-Pehuajo. La Argentina opulenta que se expresaba en la Sociedad Rural Argentina (SRA), organizo en julio de 1966, una exposición anual monstruo, de dos meses de duración, que conmemoraba a la vez los 150 años de la independencia y los cien de la SRA fundada en 1866. De paso también  la SRA celebro la asunción de Onganía al poder con un gobierno donde estaban muy bien representados los intereses de las capas más concentradas de la burguesía agropecuaria. Las Academias Nacionales redactaron un volumen homenaje que fue publicado por el ministerio de educación  de la Nación. El premio de Ensayo del certamen literario del sesquicentenario del Congreso de Tucumán y de la Declaración  del Congreso de la Independencia 1966 fue ganado por Ramiro Martínez Sierra y su trabajo Mapa de las Pampas, un ensayo sobre cartografía y exploración en la época  virreinal. Los clubes Rotary, esa institución tan emblemática de los sectores medios mercantiles, organizaron eventos y festejos varios en todo la geografía de la república. Actos de clubes, iglesias, colectividades, etc. se dedicaron a la celebración del sesquicentenario en toda la geografía argentina. En la ciudad de Córdoba el 9 de julio de 1966 se inauguró la Casa de la Cultura de la provincia en una vieja casona de principios del siglo XX. En Buenos Aires se desarrolló un desfile militar en la Avenida Libertador que incluyó la parada de gala de los colegios de oficiales de las tres armas. Las fuerzas armadas que habían tomado el poder diez días antes, ante un gobierno que cayó frente a una gran indiferencia popular, buscaban ocupar de manera central un campo simbólico que parecía dejar muchas franjas vacantes. En ese orden el tono del desfile en la capital fue marcial pero relativamente sobrio y no exento de algún os símbolos que apuntaban a dar una imagen paternalista y hasta simpática de los uniformados.[17]

Tapa del simple 9 de julio de 1966
Imagen 6. Tapa del simple 9 de julio de 1966

¿Cómo se reflejó esta atmosfera en las publicaciones no académicas de la época? El casi centenario diario La Nación, con una larga tradición  de abordajes de temas históricos  y literarios, le dedico al sesquicentenario un suplemento tipo libro de tapas blandas con una portada ilustrada por el artista plástico Raúl  Soldi, artículos  históricos , fragmentarios literarios y mucha publicidad de organismos institución ales. El ilustrador de la tapa Soldi era un pintor cuya obra conocía cierta difusión que excedía el medio pictórico argentino. Había  sido un  escenógrafo de dilatada actuación en el cine y teatro argentino e  ilustrador de colecciones de libros juveniles y para público en general de editoriales de gran tirada como Atlántida. Soldi venia de realizar la pintura de la cúpula del teatro Colon que se había   inaugurado en la función de Gala del 25 de mayo de ese año. Se trataba de un pintor cuya obra jugaba con el color y la poetización onírica de las figuras humanas en particular femeninas. La portada que hizo para el suplemento de La Nación  tiene como título “Argentina en sus manos”. La imagen de la República Argentina con gorro frigio y escarapelas varias está lejos de la típica estética neoclásica de la estatuaria y la pictografía patria. La mujer que representa a la Argentina no tiene un rostro de una divinidad griega representando una virtud antropomórfica sino de una mujer común. Es una figura humanizada con un tratamiento que no había  sido el típico en la pintura argentina que se ocupaba de símbolos patrios. Incluso la imagen tiene algo de collage pop con el estilo que utilizaba Soldi para ilustrar libros de ficción. Se trata de una representación  de la republica con más sabor a versión  1966 que a una estampa de 1816. El material incluido en el suplemento es de una mixtura interesante entre lo clásico  y lo moderno, lo tradición al y lo progresivo. Los artículos incluían reseñas históricas sobre el congreso pero ocupando un espacio menor que él se podía  esperar. (La reproducción  en un recuadro de la primer página del Acta de la Independencia con un texto que habla de su importancia y la información que resalta que fue traducida al quechua y al aimara y un artículo de Leonardo de Vedia con una reseña del contexto histórico en el que se reunió  el congreso de Tucumán).[18] Desde lo literario el suplemento incluyo una Oda escrita en 1966 de Jorge Luis Borges con un homenaje a la independencia. Por su parte Manuel Mujica Laínez y Eduardo Mallea escribieron reseñas literarias sobe los ríos argentinos y la ciudad de Buenos Aires. La mayoría  de los artículos están dedicados a las provincias argentinas incluyendo Islas Malvinas y la Antártida. Son trabajos cortos escritos por literatos, periodistas, historiadores, etc. Algún os de estos artículos traen información sobre el rol de cada provincia en el proceso independentista pero el interés principal se centra en la actualidad contemporánea de cada estado provincial y su perfil cultural. En la mayoría  de los casos se  incluyen apartados y cuadros estadísticos reseñando logros en las políticas provinciales en distintas áreas: educación, salud, promoción  de la economía  regional, etc. De manera llamativa  se trata de reseñas de los logros de las administraciones provinciales constitución ales que habían sido derrocadas apenas unos días antes para cuando las pruebas del suplemento ya debía n estar camino a la imprenta.  En general el contenido remite más a una preocupación de problemas del presente presentados bajo la advocación del episodio de la declaración  de la independencia en 1816.

Tapa de Raúl  Soldi para el suplemento de La Nación
Imagen 7. Tapa de Raúl  Soldi para el suplemento de La Nación 

Es interesante el análisis  de la publicidad contenida en el suplemento. Esta incluyo numerosos avisos de firmas comerciales y publicidad institución al. No todas las publicidades buscan asociar su mensaje con las efemérides que se conmemora pero la mayoría  sí. Los avisos publicitarios que mencionan o aluden a la independencia incluyen: yerba Flor de Lis, Bayard Antigüedades (Platería colonial); Millet (concesionario de coches Peugeot), Metalurgia Santa Rosa, Sidra La Victoria, Hotel San Javier (Tucumán), Banco de la Provincia de Buenos Aires, Ministerio de Acción Social de Pcia de Bs. As., MOP Vialidad de Bs. As., Dirección  Provincial del Turismo de Córdoba, Atanor (químicos), Michel Torino, Departamento Común  al de Salta, Credilom, Gobierno de Catamarca, IBM, Escolar (Guardapolvos), Peuser, Refinerías de maíz, Blue Star Line, Provincia de Chubut, Banco de la Provincia de Santa Cruz, Banco Industrial de la República Argentina, Grafa. Como ejemplos de la utilización del esquema pasado/presente en las publicidades podemos citar la del concesionario Millet que incluye un grabado con los congresales y el texto

Mirar hacia adelante…

Para marchar por el camino del progreso, debemos mirar hacia adelante pero cuando se evocan aquellas jornadas, miremos por espejo retrovisor de la Historia, para aprender algo de la capacidad conductiva de aquellos varones. (La Nación,  1816-9 de julio de - 1966; pág. 12).

Publicidad de concesionarios Millet
Imagen 8. Publicidad de concesionarios Millet

Publicidad de IBM
Imagen 9. Publicidad de IBM

Por su parte la Sidra La Victoria incluye la imagen de una paloma con un laurel en el pico y la frase Patria nuestra en tu homenaje. (Ídem.; pág. 18) El Banco de la provincia de Buenos Aires eligió una publicidad que ocupa toda una página del suplemento ilustrada con una foto de la estatua del cerro de la gloria que representa a la patria rompiendo las cadenas y la frase y el texto 1816 – 9 de julio – 1966. DOS FECHAS QUE NOS UNEN seguido de las primeras frases del Acta de la declaración  de  la Independencia y el texto tipo bajada  que dice:

Así nació nuestra soberanía  y con la memorable declaración se gestó el destino de la patria, 150 años nos unen y nos identifican en esta hora Argentina. Adhesión al sesquicentenario de la independencia. (Ídem.; pág. 26)

 

Los productos químicos Atanor ilustran su publicidad con el cuadro El saladero seguido del siguiente texto: 

Aquí están  los saladeros, primeras manifestaciones de la industria nacional en un país incipiente. Así lo vio el ilustrador ingles Essex Vidal apenas dos años después de aquel luminoso 9 de julio de 1816.

¡Hace ya un siglo y medio! Es decir 150 años de empuje manifestado a través de potentes complejos industriales que consolidan la independencia de la nación.

Preponderante el papel de ATANOR en esta decisiva marcha del país. Al servicio integral de las industrias, de las actividades del campo y del hogar, ATANOR proporciona, a partir de materias primas nacionales, productos indispensables para su desarrollo. Así colabora en la tarea comenzada en Tucumán, calle Congreso N 151, por los congresistas que forman nuestra independencia. (Ídem.; pág. 45)

 

La impresa IBM incluye la ilustración de un ejecutivo pensativo y la frase: ¡Y LOS PROXIMOS 150 AÑOS! Los hombres que crearon la patria pensaban así, en términos de futuro… (Ídem.; pág. 80) Más histórica es la publicidad de editorial Peuser. De manera ingeniosa busca ligar la declaración  de la independencia con el ramo de la industria al que pertenece la firma que se hace la publicidad. Este  aviso está ilustrado con la imagen del libro de Actas del Congreso de Tucumán, junto a un tintero, una pluma, una lámpara y otros libros. El texto que acompaña el dibujo reza:

Un acta de 150 años…

Una resolución del Congreso de Tucumán estableció que el “Acta solemne de la       Independencia” debía  ser vertida a su idioma natural. Fue impresa en 3000 ejemplares, publicados la mitad en castellano, 1000 en lengua quichua y 500 aimaras. Así las artes gráficas quedaron al servicio de la propagación del ideal patriótico. Apenas cincuenta años más tarde las ediciones educativas PEUSER se incorporaban a la vida cultural del Río de La Plata. PEUSER saluda hoy la fecha del Acta solemne y reitera una vocación de grandeza con fe en el futuro nacida casi con la patria misma. Peuser. (Ídem.: 90)

Publicidad de Atanor
Imagen 10. Publicidad de Atanor

Publicidad de Peuser
Imagen 11. Publicidad de Peuser

Todo el suplemento de La Nación  refleja una forma de mirar el hecho que se conmemora desde la relación  pasado/presente pero eligiendo posicionarse en el segundo término del binomio. Se invita a mirar los 150 años de la historia independiente del país desde el presente concibiéndolo más con un punto de partida que con un punto de llegada. Señalemos que el suplemento contiene en su contratapa interior  una publicidad del diario La Nación  y sus sesiones habituales. Las imágenes que la acompañan buscan representar los contenidos de la actualidad que el diario decidió priorizar para presentarse ante sus lectores potenciales: a) imagen de un cameraman de televisor en su trabajo; b) la fachada del congreso nacional; c) una nave espacial en su plataforma de despegue; d) un coche de turismo de carretera junto a un letrero indicador de rutas; e) un grupo de jugadores de futbol en pleno juego; f) una modelo con indumentaria de tendencia pop. Imágenes, que al igual que las  publicidades que invocaban la efemérides  patrias, podía n pensarse como parte de una estructura del sentimiento modernista, centrada en la celebración  de cambios tecnológico s que afectaban la vida cotidiana y a un cierto ideal de expansión  del consumo entre los sectores medios.

El mismo esquema pasado/presente pero con el segundo término de la oposición  como piedra angular parece reflejarse en el suplemento que le dedica el diario Clarín al sesquicentenario. En realidad se trata de un suplemento con mucha más vocación  histórica que el de La Nación. Pero la forma de concebir y presentar los contenidos fue decididamente original para la época. Ensayando una fórmula que tendrá otras expresiones en los años siguientes el suplemento de Clarín se presenta como un diario histórico.[19] Como si fuera una edición  de Clarín publicada en San Miguel de Tucumán el 10 de julio de 1816. Las noticias sobre el proceso independentistas son presentadas como si fueran contemporáneas a los artículos  que las reseñan, en carácter de primicia, y con formatos propios de un diario moderno. De esa manera el titular principal del diario reza SOMOS LIBRES. Y su correspondiente bajada dice: Ayer, 9 de  julio, el soberano Congreso reunido en esta Ciudad, consagro en un Acta el inviolable derecho de nuestras Provincias a vivir libremente, sin más arbitrio que la espontanea decisión  de los Pueblos a elegir su propio destino. (Clarín, San Miguel de Tucumán; 10/9/1816; pág.  1)  Apoyándose en ese esquema el diario histórico  incluye breve biografías de los principales del miembro del congreso con el título Ayer en Tucumán. Los protagonistas. De la misma manera incluye “reportajes” a los seis diputados más descollantes. La página central es un retrato del presidente del congreso Narciso Laprida con una breve semblanza sobre el prócer. En carácter de primicia un suelto dice Entrevista Exclusiva. El general Belgrano revela a Clarín el nombre del futuro soberano incaico. Luego se incluye una columna de opinión  firmada por el general San Martín que incluía el texto de una de las cartas del libertador al congresal mendocino Godoy Cruz instando a la declaración  de la independencia. Para no descuidar el contexto nacional se incluye un artículo de análisis  explicando el porqué de la elección de Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo y otro que anuncia la superación de la crisis entre Buenos Aires y Santa Fe gracias al éxito de las gestiones del diputado Del Corro frente al gobierno artiguista de esa provincia. Un artículo de dos páginas sobre el papel de las mujeres en la coyuntura ensalza la figura de Juana Azurduy y la de María Güemes de Tejada. Un suelto menciona la presencia en el congreso de un visitante extranjero ilustre: el representante sueco Adam Graaner. No faltan en tono de crónicas cotidianas reseñas de los festejos populares en San Miguel de Tucumán y el sarao elegante en la casa de Bernabé Araoz. También  aparece reproducida la noticia de la declaración  de la independencia en otros periódicos (Gaceta de Buenos Aires y Redactor del Congreso). La sección  comercio del diario incluyeron cuadros de entradas y salidas de frutos del índice de producción es locales como si fueran datos cuantitativos de la sección bursátil de un diario moderno. En un aviso publicitario se anuncia que a modo de “patriótica adhesión” al congreso de Tucumán la imprenta Manuel Gandarillas y socio presenta el libro del Dean Funes Ensayo de la Historia civil de Paraguay, Buenos Aires y Tucumán. Tampoco faltan los anuncios de ventas de esclavos y otras transacciones típica s de la época  pero con el formato de la sección de avisos clasificados de  Clarín y su típico  slogan: ¡Los clasificados y agrupados de Clarín rinden más! ¡Porque Clarín vende más! Todo un ejercicio de modernidad optimista que intenta acercar el pasado al presente.

Titular del suplemento de Clarín del 9 de julio de 1966
Imagen 12. Titular del suplemento de Clarín del 9 de julio de 1966

Aviso anunciando la  aparición del libro del Dean Funes en el suplemento Clarín  del sesquicentenario
Imagen 13. Aviso anunciando la  aparición del libro del Dean Funes en el suplemento Clarín  del sesquicentenario

Por su parte el diario La Razón presento un número especial, redactado por su jefe de redacción Esteban Peicovich, con una tirada de 750.000 ejemplares con la forma de un anuario que enumeraba los hechos salientes, año tras año, desde 1816 hasta 1966.  Un emprendimiento menos creativo, y con menos vocación  histórica, que los de sus colegas pero que también  juega con la ligazón pasado/presente. En cambio el suplemento de La Prensa, el decano de los diarios porteños, eligió conmemorar los 150 años de la independencia en un tono más tradicional. Con fragmentos literarios, imágenes de la casa histórica, etc.

En el ámbito de lo que, genéricamente, podría definirse como historia escolar encontramos distintas expresiones que parecieran ser una síntesis de lo viejo y lo nuevo. En 1966 proliferaron las ediciones que reproducían  formas de divulgación de contenidos y formatos asociados a cierta tradición   liturgia patriótica  más tradición al: a) cancioneros de la independencia; b) guiones escolares; c) cronologías; d) reseñas de las juras de la independencia; e) folletos con biografías de constituyentes; etc. Algún as de estas publicación es eran decididamente tradición ales como el folleto de Luis Arena; Independencia, cancionero infantil de la patria que más que un cancionero es una recopilación  de poesías y lecturas sobre el congreso de Tucumán, los símbolos  patrios y otros lugares común  es de la liturgia patriótica  debido a la pluma de escritores del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Se trata de un libro clásico, parco, sin ilustración es salvo en la portada  donde incluye un canónico grabado con la imagen de la casa histórica. El folleto está dedicado a “padres y maestros” porque orienten a los niños en el conocimiento de las obras poéticas sobre el pasado patrio. En el mismo patrón pero con un perfil más dinámico tenemos a Belisario Fernández y su Guion de la Independencia, publicado por editorial La Obra, que ya había  dado a conocer Guion de la Asamblea del año XIII, Guión belgraniano, Guión moreniano, etc. Los Guiones están  dedicados a maestros y alumnos: “…sin excluir, por esas circunstancias, preferencias de otros públicos”. (Fernández, 1966; pág. 8). A los alumnos que se refieren parecieran ser, presumiblemente, los de escuela media y de años superiores de la escuela primaria. El Guion de la Independencia, con la previsible portada con la casa de Tucumán, tiene una vocación   de manual histórico  que excede la mera información  de efemérides. Sus contenidos incluyen temas que abarcan todo el ciclo emancipatorio concediéndole más centralidad al periodo 1815-1816. Estos contenidos están  divididos en a) fragmentos literarios poéticos y en prosa; b), cronologías del proceso de la independencia; c) reproducción  de documentos de la época  y; d) síntesis de la información  sobre los procesos políticos, militares y diplomáticos en el marco regional y continental.

Portada del folleto de Belisario Fernández
Imagen 14. Portada del folleto de Belisario Fernández

Portada del cancionero de Luis Arena
Imagen 15. Portada del cancionero de Luis Arena

Un ejemplo interesante de conmemoración y aproximación no académica al congreso de Tucumán en el sesquicentenario lo encontramos en las revistas infantiles escolares que en ese entonces crecían en audiencia e instalación entre el público. El mercado infantil escolar en 1966 se había  polarizado entre la veterana revista Billiken (1919), creada por Constancio C. Vigil, fundador del  Editorial Atlántida y la más reciente Anteojito (1964) creación del dibujante hispano argentino García Ferrer, publicada por editorial Abril. Para estos años ambas revistas solían  publicar suplementos especiales para las principales fechas patrias (25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio, 17 de agosto). Se trataba de un cuadernillo a colores, con imágenes e información  suscita sobre el episodio que se reseñaba. A veces estos cuadernillos estaban acompañados por láminas, en el cuerpo central de la revista, con el retrato de algún  prócer, troquelados para armar escenas alusivas, figuritas, etc. Al contrario de los guiones, cancioneros, etc. en este caso el target de público al que estaba destinado este material son los niños en edad escolar y sus padres. En oposición  a los formatos tradición es se trata de suplementos con información  resumida y particularizada (cuadros, apartados, etc.). Por lo general redactados en un lenguaje accesible. En el caso de los cuadernillos para el 9 de julio estos solían  incluir los siguientes contenidos básicos: a) un cuadro de los peligros que acechaban a la revolución externos (mundiales, continente americano) e internos (espacio del ex virreinato); b) convocatoria del congreso; c) cartas de San Martín y participación  de Belgrano presión ando para la declaración  de la independencia; d)  Declaración  de la independencia y Acta final (“De toda otra denominación  extranjera”); e) debate sobre la forma de gobierno y; f) traslado del congreso a Buenos Aires. Las ilustración es a colores tenían una estética de historieta sobria con un tratamiento de las imágenes como el que se la daba a las historietas históricas que aparecía n en las revistas mensuales graficas de historietas para adultos. Por su parte las portadas de las revistas y otras secciones solían  traer  imágenes remozadas en donde las escenas de la jura de la independencia o los festejos populares estaban protagonizadas por niños vestidos de época  o con los personajes de las historietas de la revista vestidos como patriotas de 1816. Los suplementos de los revistas escolares marcan una ruptura con el contenido y los formatos tradición al que reseñábamos más arriba así como en el tratamiento del tema de la independencia en los libros de lecturas tradición ales. En cambio en los manuales escolares de la época  (Manual del Alumno Bonaerense, Estrada, etc.) se estaba asistiendo a un remozamiento de imágenes y contenidos un poco más cercano a la estética  de estas revistas semanales. También  en las láminas u hojas escolares que acompañaban como recurso didáctico a los cuadernos para escuela primaria (Rivadavia, Estrada, etc.)

Hoja del suplemento del 9 de julio revista Anteojito
Imagen 16. Hoja del suplemento del 9 de julio revista Anteojito

Portada revista Anteojito
Imagen 17. Portada revista Anteojito

Abrevando en el estilo de los viejos formatos pero con un paratexto más dinámico  Emilio a Breda da a conocer Proclamación y jura de la independencia en Buenos Aires y las provincias editado por Casa Pardo. El libro de Breda también  tiene en la portada la casa histórica infaltable. Pero no es la típica  ilustración  parca de la casa colonial añosa por el tiempo. Sino un diseño gráfico donde se contraponen la efigie de la casa histórica y del cabildo de Buenos Aires, unida por la primera hoja del Acta de la Declaración de la Independencia. Proclamación  no es un libro para público infantil sino de una obra que parece plantarse a medio camino de un trabajo erudito y una obra de divulgación  popular.  Breda, veterano de la publicación  de artículos  cortos, sobre historia cultural, ciclos festivos, vida cotidiana, etc., se propone en su libro diferenciar el acto de la “Declaración, Proclamación” de la Independencia de las “Juras” de la misma que se produjeron en todo el país. Oposición  que trabaja estableciendo una solución, de orden y continuidad, entre el hecho político producido por el congreso y su confirmación por los distintos centros políticos (gobierno nacional, gobiernos provinciales, cabildos), actores políticos-sociales (ejércitos) y pueblos que formarían la futura nación.  En el texto de  Breda las juras aparecen como la conformación plebiscitaria de la voluntad de independencia por la sociedad de las provincias unidas dentro de la pluralidad de sus pueblos y gentes. Pero una confirmación que se dio dentro de un orden (jerárquico, corporativo) heredado del pasado colonial. Breda se detiene analizando los lugares geográficos  y físicos donde se hizo la jura, los fastos populares, las ceremonias religiosas y los testimonios artísticos que las acompañaron. El folleto incluye imágenes de los cabildos de las ciudades del interior y hasta un plano de las calles donde pasaron las procesiones religiosas que acompañaron la jura en la ciudad de Buenos Aires. Ese mismo año editorial Theoria publicaría, con el estudio preliminar de Breda, una re edición  de Día de Buenos Aires en la proclamación  de la independencia de las repúblicas unidas del Rio de La Plata B.M. 1816, un folleto de época  que había  formado parte de la colección documental de Pedro De Angelis. Este escrito, con composiciones poéticas en prosa elogiando la independencia recién proclamada, fue re editado en edición  facsímil, modalidad que comenzaba a ser explotada bastante por la industria editorial de la época.

Portada del Manual del alumno bonaerense con escena de la jura de la independencia
Imagen 18. Portada del Manual del alumno bonaerense con escena de la jura de la independencia

Por su parte editorial Atlántida  publicara el opúsculo Drama y Gloria del 9 de julio del veterano novelista e historiador cordobés Arturo Capdevila. Se trata de un número de la colección Enciclopedia Ilustrada Atlántida-Historia. Un folleto de tapas duras y con mucha ilustración  en blanco y negro. Un tipo de formato y diseño propio de fascículos y de opúsculos de circulación popular que se iría instalando en esos años en la edición  de obras de estas características.[20] Este opúsculo, que conocerá dos ediciones el mismo año, está dedicado, según aclara un breve texto previo de los editores, al público en general. En tono celebratorio los editores dicen que la intención de la publicación  es expresar: “la enorme deuda de gratitud que tenemos contraída con los padres de nuestra nacionalidad”. (Capdevila, 1966: pág. 2) Por su parte Capdevila, aclara desde la primera página que se trata de un trabajo que intenta situar el proceso de julio de 1816 en el contexto del proceso iniciado con la crisis del orden colonial luego de las invasiones de 1806-1807 y la revolución de mayo de 1810. La reseña del proceso independentista que desarrolla Capdevila se inscribe en las líneas  generales del relato liberal clásico  sobre la independencia. No obstante este literato metido a historiador procede a abrir el campo de análisis  para varios lados. Junto con la reivindicación del grupo directorial y de los “padres de la patria” Belgrano y San Martín, Güemes (“¡Estampa de varón, prototipo del hombre Argentino!”) Capdevila se aparta del relato liberal canónico en su reivindicación de Artigas como patriota y luchador contra el colonialismo. Según Don Arturo el enfrentamiento del “jefe de los orientales” con Buenos Aires no estuvo determinado por ningún  rencor localista y fratricida sino por una sólida convicción en el perfil distintivo de cada pueblo y en la necesidad de defender su personalidad y sus derechos particulares. Capdevila no puede con su genio “mediterráneo” y localista y le concede en Drama..., un rol de primera magnitud a su Córdoba “Docta” en el proceso general de los años 1815- 1816. De hecho  sugiere que Córdoba salvo al proceso independentista del naufragio. Ya que en su juego de alianzas entre el federalismo artiguista y el directorio termino volcándose a este último vigorizando el bloque político que redifusión  al gobierno central. Capdevila sostiene con vehemencia que su querida Córdoba fue celosa defensora de su autonomía pero nunca separatista como el artiguismo uruguayo:

El asunto estaba concluido: Córdoba  concurriendo al Congreso de Tucumán equilibraba con su inmenso prestigio las tristes ausencias que la influencia de Artigas determino. Es como decir que Córdoba, tan concienzuda siempre, salvo el Congreso. (Ídem.; pág.  49. Subrayado mío)

 

Católico ferviente Capdevila reivindica el rol del clero en el congreso siguiendo los pasos de tantos autores que abundaron en la misma línea interpretativa. Dentro de ese terreno exalta la figura de su comprovinciano el Dean Funes, de Santa María de Oro, de Castro Barros y otros congresales. Tampoco se priva de reivindicar a un personaje que no participo en el congreso como el fraile Castañeda, de quien Capdevila había  sido su biógrafo ficcional.[21] De ese cura ultramontano exalta su sermón celebratorio de la revolución de mayo pronunciado en la catedral de Buenos Aires en el quinto aniversario de la primera junta de gobierno. En este relato de “historia popular” el pueblo no está ausente. Pero su rol es claramente de auxiliar de una elite patriótica  que es el verdadero sujeto del proceso emancipatorio. El opúsculo está ilustrado por numerosos cuadros de motivos gauchescos de Palliere, Rugendas, Morel, etc. Su exaltación del gaucho (guerrero bravío, sufrido, jinete intrépido) como soldado de la independencia solo se concibe bajo el liderazgo de las jerarquías  heredadas de la sociedad colonial. Para un hispanista como Capdevila el gaucho “hidalgo” por naturaleza pero un personaje de mentalidad “anárquica” era incapaz de  elevarse a formas superiores de sociabilidad.

Es ingenioso, además, aunque no de un ingenio creador. Para las industrias manuales que pide el campo es rutinario en una especie, diremos, de perseverancia perezosa. Pondrá acaso mucho lujo en su indumentaria o en los arreos de su caballo; novedad, ningún a: una manera, ciertamente, de amar a la tradición, o de no hacer sino aquello que la tierra manda y con los  elementos que le da. (Ídem.; pág.  32)

 

Para Capdevila el gaucho no podía  ser el hombre de la civilización, el pacto y el orden. Solo podía   ser integrado en un orden político moderno bajo la egida de una elite. La elite que hizo la independencia pero que luego, no pudiendo vencer “el individualismo en el hombre hispánico” no pudo evitar el fenómeno  del caudillismo. Capdevila tiene una opinión aún menos favorable de los indígenas y mestizos que en las ilustración es de Drama están  representados con algún as litografías y cuadros de época  pero también  con fotografías de poblaciones aborígenes modernas en condiciones de marginalidad (imágenes de una pareja de indios chaqueños, procesiones de peones mestizos en el NOA). El cordobés  es categórico al afirmar:

El indio, en quien tantas esperanzas se habían cifrado, fue, en rigor un mudo testigo de la contienda, sin que la abolición de las mitas y yanaconazgos hubiera conseguido modificar su abúlica modalidad. (Ídem.; Pág. 41)

 

La patria que nació  fue fruto de un grupo de patriotas, lucidos, probos y…piadosos. Capdevila incluye en su relato de los días de la independencia el relato de un episodio poco conocido al que le concede una centralidad que llama la atención. El indulto de once desertores condenados a muerte al que el congreso de Tucumán decidió  perdonar  tomando en cuenta que eran jóvenes a los que la leva había  arrancado de un día para otro, y sin más de sus hogares. “Patria y piedad” titula Capdevila el apartado del texto que incluye este relato. (Ídem.; págs. 57-60). Obsérvese como la exaltación del rol rector de la elite puede convivir con una impronta de tipo paternalista. Para el novelista cordobés  la independencia fue la confirmación  del rol civilizador que España había  jugado en nuestra historia. Al igual que muchos historiadores académicos  de filiación  conservadora Capdevila adopta el punto de vista que caracteriza a la independencia como una consecuencia de una evolución histórica natural en la que no habría existido, salvo por la incidencia de algún as circunstancias no deseadas por nadie, un conflicto con la madre patria:

Sin ningún  agravio para España, que se proyectó en América con cuanto poseía, parecía  lo justo reconocer en la independencia el fruto natural de una fecunda evolución  histórica; lo cual, unido a las diversas contingencias de las recientes mudanzas del mundo, la tornaban impostergable, para bien, si se quiere, de la propia España. (Ídem.; pág.  62)

 

 A la hora de hacer un balance del conjunto de manifestaciones de tipo no académico relacionadas con los festejos del sesquicentenario lo primero que puede apreciarse es un panorama plural de esquemas, formatos, significados y estrategias. En dicho campo simbólico coexisten dos formas generales de leer el 9 de julio de 1816: a) un enfoque de la declaración  de la independencia que  está más interesada en trabajar sobre la distancia que un4/separa el hoy del ayer que a evocar el acontecimiento de referencia y b) un enfoque del proceso de la independencia centrado en la reseña del relato histórico  y las formas en que este fue abordado a través  del tiempo. En el primer caso el sesquicentenario sirve de punto de partida para hablar del presente y en el segundo caso retoma una forma de contar la historia de 9 de julio de 1816 en función  de legitimar enunciados y posiciones contemporáneos. El primero es un esquema en el cual el sesquicentenario es visto como un punto de partida, en el segundo enfoque es visto como un punto de llegada o, a veces también, de llegada y partida. El primer esquema es función al a estrategias publicitarias (comerciales e institución ales) y a las estrategias  de venta de las publicación es que los incluyen. El segundo esquema, independientemente de la faz comercial de su producción, es más función al desarrollo de un relato histórico, a la recreación de un tipo de liturgia escolar y a la fundamentación de determinadas lecturas políticas de la realidad.

Portada del libro de Capdevila
Imagen 19. Portada del libro de Capdevila

Creemos que este conjunto de expresiones y apropiaciones del 9 de julio que venimos reseñando forma parte de una estructura del sentimiento que puede interpretarse como una transición en la forma de leer la representación es sociales producto de la expansión  de los medios audiovisuales y el optimismo por el impacto de determinados cambios tecnológico s en la vida cotidiana. Esto se reflejaría en el esquema pasado/presente que elige evocar al hecho histórico  desde el segundo punto de la oposición  asociándolo a transformaciones en curso. Es interesante observar como en el mercado histórico -escolar de 1966 coexisten formatos, esquemas y estética s tradición ales con otras más innovadoras. Mientras las viejas casas editoriales re editaban sus materiales clásicos pensados para los parámetros de una cultura escolar ya un tanto vieja, las revistas infantiles, que trabajan para un mercado escolar en expansión  y cada vez más diversificado se esfuerzan por renovar sus maneras de abordar los contenidos históricos  para su público. Estas últimas irán consolidando una  forma de presentar la historia escolar que refleja: a) una mayor autonomía en relación  a cierta liturgia histórica escolar de vieja data;   b) con  una interpelación más directa a los niños como consumidores de las revistas y; c) con una nueva forma de pensar la relación texto/diseño/imagen.

En lo concerniente a los textos de carácter más historiográfico, pero con un perfil de divulgación  y dirigido a un público general, también  encontramos una mezcla de elementos tradición ales con otros más rupturistas. En lo concerniente a formas, uso de la imagen, etc. es perceptible una búsqueda  de remozamiento. No debe perderse de vista que se trata de un tipo de producto editorial que conocería una fuerte expansión  en los años siguientes. En materia de contenidos se trata de textos que presentan una versión  menos erudita, y un poco menos estructurada, del relato liberal-conservador sobre el proceso de la independencia. En ellos también  se constata el espacio que la iglesia católica  y sus aliados políticos habían ocupado en el campo político en esa coyuntura de la vida del país. Al igual que en el caso de las obras más académicas del corpus liberal-conservador puede hablarse de la pertenencia a una atmosfera mental común con el proyecto autoritario que comenzara a aplicarse a partir del 28 de junio de 1966. La nación  que nació  en 1816 era una nación  católica  y de raíces  hispanistas. En ese sentido queremos proponer una forma posible de leer el libro de Breda sobre las juras de la independencia en los días en que se instalaba la novel dictadura de Onganía. En un país con años de gobiernos con poca representatividad y de descreimiento creciente frente a los mecanismos de la democracia burguesa la imagen de la participación de los cabildos y ejércitos  jurando la independencia y legitimando, de manera simbólica, lo que había  sido decidido por la conducción patriota, ¿podía  ser asociada con el proyecto corporativista-neo falangista que Onganía presentaría con optimismo en sus primeros discursos y actos de gobierno?[22] En un país en donde se hablaba del comienzo de una nueva etapa histórica en la que se sustituiría el “decadente” sistema de partidos por un “orden comunitario” basado en formas de representación  “función ales” y de “grupos profesionales y de interés” a nivel municipal la exaltación  de las formas corporativas y simbólicas de la “patria vieja” en los días del nacimiento de la “patria nueva” podía  prestarse a densas y complejas lecturas. No sugerimos que el modesto libro de Breda fuera escrito como parte de un proyecto de legitimación del “orden común  arista” que proyectaba el Onganíato, pero sí que tanto uno como el otro podían pertenecer a una atmosfera de ideas común.  

Portada del libro de Breda
Imagen 20. Portada del libro de Breda

 

Los relatos de la izquierda liberal

Volviendo al análisis  de los relatos historiográficos  sobre el congreso de Tucumán encontramos otras aproximación es al centenario de la independencia que reconocen algún os puntos de tensión con el corpus liberal-conservador pero partiendo de un terreno común   implícito. Es el caso por ejemplo de la visión  de autores ligados a la tradición  socialista liberal. Mientras la historiografía  del primer socialismo había abordado el estudio del  proceso emancipatorio desde la oposición  mayo/julio rescatando más el legado jacobino de mayo hasta la Asamblea del año XIII pero no evaluando de igual manera el congreso de 1816,[23] el socialismo liberal de los años 30 había  avanzado hacia una revaloración historiográfica relativa del proceso de la declaración  de la independencia (Jacinto Oddone, Carlos Sánchez Viamonte). No obstante distintos historiadores socialistas siguieron manteniéndose más fieles al esquema que oponía Mayo/Julio resaltando una mayor identificación con el proceso revolución ario de 1810. Es el caso de autores ligados a la izquierda partidaria como José Luis Romero, Julio V González y un socialista más liberal, pero muy outsider, como Alfredo Palacios. En los años de la revolución libertadora, la adopción  de los presupuestos historiográficos  de la línea Mayo-Caseros por el PS en el congreso de 1956[24] marco un punto importante en el estrechamiento de posiciones con la historiografía  liberal. Proceso que terminara de consumar el  sector liderado por Américo Ghioldi luego de la ruptura partidaria de 1957 que llevaría a la formación del Partido Socialista Democrático (PSD).  Dentro de ese contexto se destaca el análisis  del congreso de Tucumán del legislador del PSD Juan Antonio Solari. Solari, veterano diputado socialista, era un viejo abonado a las lides historiográficas. Siendo autor en 1937 del proyecto de ley para el financiamiento de la edición  del célebre libro de Emilio Ravigñani Asambleas Constituyentes Argentinas. Distintas iniciativas suyas en el parlamento habían estado relacionadas con el rescate de fuentes y documentos de la época  del congreso de Tucumán.[25] En 1965 integro la comisión creada por el gobierno de Illia para los festejos de 1966. Ese mismo año dará a conocer su opúsculo El Congreso de 1816. Breve crónica Histórica. En este trabajo, recopilación  de una serie de artículos  aparecidos en el diario La Prensa, Solari terminara de revisar la clásica dicotomía socialista entre mayo/julio afirmando que el congreso de Tucumán fue la concreción plena y sin fisuras de la acción y el pensamiento de Moreno, los jacobinos y la Asamblea del año XIII. La parte más fáctica del relato se basa en el itinerario: contexto continental y regional en el periodo 1815-1816/convocatoria del  congreso/facciones y debates/San Martín, Belgrano y la monarquía  Incásica/La proclamación  de la independencia de España y otra denominación  extranjera/las tendencias republicanas. El enfoque de Solari es claramente porteñista y reivindica el rol de Pueyrredón y el directorio. Condena la disidencia riojana y la no participación  de las provincias de la liga artiguista. El manual tiene algo de épica escolar por su emotivo relato de la adopción  de la bandera nacional y la jura de la independencia en todo el país. Llama más la atención  la descripción costumbrista que realiza del contexto Tucumano como ámbito  que reunió  a los hombres que hicieron la independencia. Al igual que en la obra de los historiadores liberales conservadores en Solari el congreso es la obra de una elite de patriotas. Sus pocas tensiones con el  relato liberal-conservador radican en la búsqueda  de relacionar la obra de 1816 con la política rivadaviana, con el pensamiento de Echeverría y la generación del 37 y de esa manera una reivindicación  tacita de la tradición  laicista que Solari no invoca de manera explícita.[26] De esta forma la historiografía  del socialismo ghioldista participo del consenso historiográfico liberal de la Argentina post peronista conservando algún os pocos rasgos identitarios.

Un poco más complejo es el caso de la historiografía  del partido comunista. El PCA venía desarrollando una historiografía  basada en categorías marxistas clásicas pero con fuerte deudas con la historiografía  liberal. Vinculo que encuentra raíces  remotas en la obra de Aníbal Ponce en los años 20 y 30. El PC de la época  de los frentes populares, la Unión democrática y la oposición  al peronismo identifico de forma estrecha el legado jacobino de la revolución de mayo, la experiencia rivadaviana, la generación  del 37, la constitución  del 53, el laicismo de Sarmiento y la sanción de la Ley 1420 como una trayectoria progresiva de la elite liberal del país que se detenía poco antes de la crisis del 90. Un esquema de interpretación de la historia nacional con muchos paralelos con el de las primeras décadas del Partido Socialista. Como muestra de este tipo de asociación citamos una conferencia de Rodolfo Ghioldi de 1947 criticando el establecimiento de la educación religiosa por el gobierno de Perón y filiando la tradición  laicista con el ideario de Moreno y criticando al clero como enemigo histórico  de la emancipación en la coyuntura especifica de la reunión del Congreso de Tucumán.[27] Esta línea de análisis  se acentuó luego de 1955 aunque el PC, pronto puesto en cuarentena por las otras fuerzas política s que participaron en la Libertadora, no asumió de manera explícita la identificación  con la línea Mayo/Caseros como vector principal para pensar las relación es entre historia y política. En 1957 el escritor comunista Álvaro Yunque publica Breve Historia de los Argentinos, una especie de manual de historia en tono de divulgación. La imagen del congreso de Tucumán que traza Yunque es la del momento en que se concretó el proceso revolución ario de mayo. No hay contradicción entre mayo/julio. La obra de Pueyrredón y el Directorio convocando al Congreso de Tucumán y la de San Martín presión ando para la declaración  de la independencia salvaron el proceso revolución ario. La declaración  del 9 de julio de 1816 fue el eje de un consenso que permitió el triunfo de cualquier compromiso contra revolución ario en un momento en el cual la situación  internacional y regional no eran favorables. Yunque es más entusiasta en su reivindicación  de lo actuado por Pueyrredón y el grupo directorial que muchos historiadores conservadores. No obstante intenta una lectura de las contradicciones inter regionales. Reconoce el consenso pro monárquico  del congreso pero lo considera un mal menor necesario para consagrar la independencia política. El proyecto de la monarquía indígena es presentado por Yunque, que en este terreno sigue de cerca a José Ingenieros, como un plan regresivo impulsado por los diputados oligárquicos y clericales del Alto Perú. Yunque “disculpa” a Belgrano y San Martín por su apoyo al rey Inca diciendo que solo era un recurso simbólico para atraer a las masas indígenas. La acción  de los diputados de Buenos Aires-Cuyo impidió la realización de este plan que hubiera significado la clausura del proceso iniciado en 1810: “No era una profesión de fe republicana; si una posición dedicada al incaísmo regresista, si una profesión de fe democrática, ya que se deseaba apelar a la consulta de los pueblos” (Yunque, 1971; pág. 161) A Yunque, fuertemente antirosista, le resulta incómodo tener que reconocer el mérito de Tomas de Anchorena, primo y socio político de Don Juan Manuel, en el desbaratamiento del proyecto incaico y en defensa de posiciones republicanas, ya que califica al congresista por Buenos Aires de oligarca y clerical fanático. No obstante como sostiene el propio Yunque: “…la historia tiene sorpresas que son lecciones”. En una línea semejante Leonardo Paso dio a conocer en 1960 La Línea Mayo-Rivadavia donde la revolución de mayo es presentada como una revolución anti feudal, anti colonial y anti absolutista en el contexto de la revolución burguesa mundial. El continuador de este legado fue, según Paso, el grupo rivadaviano como expresión  de una corriente que luchaba por la conclusión de una revolución burguesa inconclusa. No obstante Paso, que considera a las montoneras federales como una expresión  del feudalismo regresivo, hace una valorización progresiva del movimiento artiguista y su revolución agraria lo cual introduce algún a tensión  en el esquema lineal que identifica Mayo-Rivadavia y que tácimente asociaba al grupo directorial, antagonista del artiguismo, como un eslabón de dicha cadena. En relación  a la declaración  de la independencia Paso, revisa la mirada crítica de Ingenieros sobre el congreso de Tucumán, de fuerte proyección en la historiografía  comunista de las primeras décadas.[28] En su reivindicación  del congreso de 1816 resalta la declaración  de la independencia como la resolución de la principal contradicción de aquel momento histórico. Así todo reconoce que el clima que imperó en el conclave fue menos radical que el que había campeado de 1810 a 1813. Paso reivindica como positiva la propuesta de monarquía  incaica.[29]

Esta línea historiográfica oficial del PC es solidaria con la propuesta de Frente Democrático Nacional que el común  ismo Argentino desarrollara con particular énfasis a partir de 1963 luego de superar la clandestinidad durante los gobiernos de Frondizi y Guido. En ese contexto político es que deben evaluarse las aproximación es historiográficas del común  ismo durante el sesquicentenario del congreso de Tucumán. En 1966 vieron a la luz un libro y un folleto de autores comunistas sobre el sesquicentenario de la declaración  de la independencia. El veterano dirigente comunista mendocino Benito Marianetti compilo un libro titulado Argentina 1816 en el que escribieron Leonardo Paso, Damián Ferrer, Miguel C Lombardi y el propio Marianetti y fue publicado por editorial Cartago sello editorial del PC. En dicho volumen Leonardo Paso desarrollo un artículo sobre el contexto diplomático internacional en los años siguientes al congreso de Viena y la influencia de estos hechos en la declaración  de la independencia de las Provincias Unidas. Damián Ferrer analizo el rol de San Martín en el proceso independentista centrándose, principalmente, en el gobierno de la estratégica intendencia de Cuyo y en la acción de los diputados de dicha intendencia favorable a la declaración  de la independencia. Miguel Lombardi analizo la influencia del congreso en la organización nacional. Finalmente Marianetti desarrollo un esbozo biográfico del congresal mendocino Tomas Godoy Cruz y su acción  en el congreso de Tucumán. Lo interesante de este volumen es el tono regional “cuyano” de buena parte de su contenido ya que no son muchas las muestras provenientes de la cultura comunista Argentina tendiente a elegir recortes regionales a la hora de analizar procesos históricos. Esto convierte al trabajo de Marianetti y los demás autores en un relato un tanto alternativo a la versión porteñista de Yunque. Los distintos artículos  encuentran un común   denominador en: a) resaltar la importancia de la declaración  de la independencia, considerada como un momento clave del proceso iniciado en 1816; b) resaltar el rol de San Martín, la Logia Lautaro y sus aliados en la declaración  de la independencia y el desbaratamiento de las soluciones monárquicas  y neo coloniales; c) la inscripción del proceso emancipatorio del ex virreinato del Rio de La Plata como un episodio de la revolución burguesa mundial. No obstante son apreciables ciertos matices en algún as de las colaboraciones del libro en relación  a la línea historiográfica oficial del PC. El texto de Lombardi es crítico de algún os aspectos de la política  centralista del directorio, rescata  distintos aportes del movimiento artiguista (las instrucciones a los diputados orientales en el año 1813) a la vez que juzga a la constitución  de 1819 como un error que frustró la organización del país.[30] De tono más oficial el comité central del Partido Comunista dio a conocer en abril de ese año un folleto redactado por Leonardo Paso con el título de La declaración de la independencia nacional en 1816 y la herencia que los comunistas recogemos. Se trata de una síntesis, pero también  de un desarrollo, de la posición  comunista sobre el tema. Paso parte de su caracterización de la revolución de la independencia como parte de la revolución burguesa a nivel mundial. El programa radical de la revolución en el Rio de La Plata estuvo encarnado en la línea Moreno/Logia Lautaro-San Martín/Rivadavia. En la coyuntura de 1815-1816 las fuerzas que encabezaron la tendencia radical de la revolución trabajaron para solucionar dos problemas principales: a) la declaración  de la independencia; b) la organización del país. Lograron el primer objetivo en el congreso de Tucumán pero no pudieron organizar el país lo que permitió  la acción  de las fuerzas del caudillismo expresión  de los grandes terratenientes y otros grupos retrógrados lo que llevo a la guerra civil y luego a la reacción  “feudal” con el rosismo. Paso sostiene que la corriente radical de los patriotas acaudillo a distintas capas de las clases subalternas de la época  en una alianza social anti feudal y anti colonial. Para eso se había  trabajado por la construcción de un ejército de base popular como el que mencionaba el Plan de operaciones de Mariano Moreno. En el congreso de 1816 esta política se encarnó en la estrategia de la monarquía incásica propuesta por San Martín y Belgrano como una manera de conseguir que la decisión  de los pueblos se convirtiera en un consenso alrededor de un programa revolución ario progresista:

La unidad para el triunfo de la Independencia, es una consigna que sigue teniendo validez plena hoy, cuando el imperialismo nos acosa contando con la complicidad de la oligarquía. El programa de Moreno, Belgrano, Castelli, Rivadavia y de los hombres que continuaron la obra  de Mayo, fue el programa de las amplias masas populares de entonces”. (Paso, 1966: pág.  31)

 

El folleto concluye afirmando que el Partido Comunista “heredero de mayo y julio” es el legatario del programa inconcluso de mayo que hoy estaría representado por el Programa del PC y su lucha, de tiempo largo, por una revolución agraria y anti imperialista y, en lo mediato, por  la formación  de un frente de todas las fuerzas patriotas como el que consiguió la declaración  de la independencia en 1816.[31]  El relato del PC sobre el congreso de Tucumán y la emancipación  se diferencia de los discursos liberales porque introduce a  las clases subalternas en el análisis  a partir de categorías  marxistas clásicas.  Se trata de un relato de la lucha inconclusa y pendiente por la construcción de una  gran alianza social entre vanguardia y masas que no llego a concretarse. No obstante comparte, con la historiografía  liberal, la idea del congreso de Tucumán como el verdadero punto de partida de la nación  y como expresión  de una fuerza unitaria, centralista y progresiva que se encarnaba en la tradición  del jacobinismo porteño y que luego sería heredada por el liberalismo rivadaviano. Aunque con tensión es el relato comunista sobre el congreso de Tucumán es una especie de versión  lateral y marginal de una cierta forma de concebir la relación  entre historia y política  hija del consenso nacido de la caída  del Perón ismo en 1955.   

Portada del folleto del PC para el sesquicentenario
Imagen 21. Portada del folleto del PC para el sesquicentenario

En las dos décadas que mediaron entre el golpe de 1955 y el golpe genocida de 1976 circularon una serie de visión es historiográficas que intentaron, en distinto grado, constituir un relato alternativo  del proceso emancipatorio. Se trata del opus de autores enrolados en las distintas variantes de lo que históricamente se conoció como revisionismo. Ya sea autores provenientes del: a) revisionismo rosista pre Peronista; b) el Forjismo; c) la “izquierda nacional”; d) sectores provenientes del PC que adhirieron al Perón ismo; etc. Para comprender un poquito el itinerario de estas líneas  de interpretación  historiográfica  hay que tener en cuenta que en el primer revisionismo de los años 30 el tema del decenio emancipatorio no había  ocupado un lugar muy central. Situación  que conoció un giro con el revisionismo de los años 50. En lo concerniente al tema que nos ocupa en estas páginas podemos mencionar la biografía del constituyente Tomas Anchorena escrita por Julio Irazusta en 1950, a Ernesto Palacio y su Historia Argentina (1954;) la Historia Argentina de José Luis Busaniche  (escrita en la década  del 50 y publicada en 1965), historiador que provenía de las filas del liberalismo y se había  formado con Ravigñani, y la obra de José María Rosa cuya Historia Argentina (1965) tendrá fuerte impacto en el medio historiográfico nacional. Por la vertiente del nacionalismo de izquierda argentina un antecedente importante es el de Rodolfo Puiggrós y su libro Los Caudillos de la Revolución de Mayo (1942) escrito en la etapa comunista de Puiggrós y re editado en versión  corregida y aumentada en 1971. Algo parecido sucede con Eduardo Astesano y su intento de llevar adelante una lectura materialista del proceso de la independencia. Desde un enfoque historiográfico más dependiente de la polémica  política  Jorge Abelardo Ramos, dio a conocer Las Masas y las Lanzas (1957) que sentaría las bases del contra relato del proceso emancipatorio de la llamada Izquierda nacional. Son muchas las referencias bibliográficas e historiográficas que confluyen en la obra de estos autores. A los efectos del tema que nos ocupa en estas páginas queremos llamar la atención  sobre dos vertientes que consideramos centrales: a) el rescate de la obra historiográfica  de Juan Bautista Alberdi y en particular Grandes y pequeños hombres del Plata (1864) como contra relato alternativo a la historia de Bartolomé Mitre; b) la revisión  de la imagen de Artigas y el movimiento artiguista en la obra de historiadores uruguayos provenientes del nacionalismo de izquierda (Carlos de Asua, Vivian Trías, Alberto Methol Ferre, Washington Reyes Abadie, Eduardo Favaro, etc.) y de la izquierda uruguaya clásica  (Jesualdo, Lucia Sala de Touron, etc.).   

Estos antecedentes historiográficos serán convergentes en los años posteriores a 1955 en un relato general de la historia Argentina que le concederá cierta centralidad al periodo de la independencia. En lo concerniente al proceso de 1815-1816 los puntos centrales de este relato serán: a) una impugnación  del rol del Directorio en el proceso que concluiría el 9 de julio de 1816; b) la denuncia de los planes monárquicos  neo coloniales y la política centralista de Pueyrredón; c) la centralidad concedida a las distintas reacción es localistas contra el poder central como parte del contexto regional en que se reunió  el congreso de 1816; d) la reivindicación  de Artigas y la Liga de los Pueblos libres como un proyecto independentista radical, federal y democrático alternativo al proyecto directorial. En ese sentido hay dos libros que nos parecen centrales en la articulación de este relato. El primero es la Historia Argentina de José María Rosa que se trató de una obra que conoció  mucha difusión tanto entre historiadores como entre el público en general. Rosa hace un análisis  detallado del proceso de resistencia de las provincias al Estatuto provisión al de 1815 dictado por el Directorio. La caída  del gobierno de Alvear y las distintas crisis políticas que se sucedieron hasta la consolidación  del poder por Pueyrredón fueron  producto de una serie de resistencias locales contra la política  centralista, oligárquica y neo colonial de Buenos Aires. Política  que en esa coyuntura adquiría un carácter punitivo y violento (invasión a Santa Fe).[32] En ese contexto la constitución  de la Liga de los Pueblos libres constituyo el embrión de un polo político regional como base de un proyecto alternativo de organización del estado. También  destaca la voluntad de la diplomacia artiguista buscando algún  posible acuerdo con Buenos Aires. Rosa da un paso más audaz y propone considerar al Congreso de Oriente, donde se constituyó la Liga de los Pueblos Libres, como el verdadero momento en que se proclamó la independencia con un año de antelación en relación  con el congreso de Tucumán:

El 29 de junio se reúne el Congreso de Oriente, suponiéndose que su primer acto fue jurar la independencia “absoluta y relativa” e izar su pabellón tricolor (Carta de Artigas a Pueyrredón del 24-7-1816). Sus principales figuras fueron José Garia del Cossío por Corrientes, Pascual Diez de Andino por Santa Fe, José Antonio Cabrera por Córdoba  (luego diputado en Tucumán), Miguel Barreiro por la Provincia Oriental. Artigas informa del mal resultado de la misión Pico y Rivarola, y el Congreso resuelve enviar una delegación (Andino, Cossío, Barreiro y Cabrera) a Buenos Aires a disipar “el mal entendido”. No se llevaron actas de Congreso de Oriente, o fueron destruidas. Sus resoluciones se inducen de la correspondencia de Artigas y sus integrantes”. (Rosa, 1965; pág.  146)

 

Contra un movimiento que planteaba la unión de las provincias en pie de igualdad y que propiciaba un democracia amplia del pueblo armado (“comicios centuriados” lo denomina Rosa) el Directorio de Pueyrredón fue una dictadura entreguista y autoritaria que organizo en Tucumán un congreso hecho a la medida del poder porteño mientras negociaba el vasallaje con el poder anglo lusitano. Rosa analiza la elección  de los congresales en las provincias que aceptan participar en el congreso y resalta que en las asambleas que los eligen también  se escuchan voces críticas a la convocatoria. Su análisis  de las sesiones del Congreso es sobrio. Resalta el papel de los líderes patriotas (San Martín, Belgrano, Güemes) para conseguir la declaración  de la independencia. Luego se centra en la discusión por la forma de gobierno y no reproduce el clásico  relato que muestra a Anchorena y Oro como paladines del republicanismo. Por último se ocupa del tema de la propuesta de la monarquía  Inca[33] y hace una lectura original de la misma:

Debe comprenderse que por el estado de las ideas en Europa, la forma monárquica parecía ser la conveniente para conseguir que se reconozca la independencia. Y antes que un príncipe  español, o portugués, o francés, o inglés, era más patriótico coronar uno nativo de América. El principio de la legitimidad era agitado por la Santa Alianza ¿y que monarca más legitimo en América del sur que el descendiente de sus antiguos reyes? El proyecto no era tan descaminado, y debe reconocerse que la capital en el Cuzco como quería el catamarqueño Acevedo significaba la unidad de América del Sur. (Ídem., pág. 172)  

 

Un análisis  con muchos puntos en común  con el de José María Rosa es el del historiador nacionalista Rene Orsi. Este dio a conocer su libro Historia de la disgregación rioplatense (1969) centrado en los años de ascenso del poder directorial, el enfrentamiento con el bloque artiguista y la reacción  contra la constitución  unitaria de 1819 hasta la disolución del gobierno central en 1820. El trabajo de Orsi está bastante bien documentado y realiza un análisis más pormenorizado que el de Rosa del proceso político que se desarrolló entre la caída  de Alvear y la proclamación  de la independencia. La trama de alianzas y conflictos inter regionales durante los meses previos a la convocatoria del Congreso de Tucumán fueron  un juego a varias bandas: a) Buenos Aires; b) San Martín y el bloque cuyano; c) el litoral artiguista; d) una inestable alianza de varios gobiernos del NOA detrás de la candidatura al Directorio de José Moldes opuesto  a los planes monárquicos ; e) Córdoba  jugando un papel de intermediación entre los distintos bloques y acercándose más a uno u otro según los casos. El consenso que Pueyrredón y los directoriales finalmente lograran alcanzar para la convocatoria del congreso no era la expresión  del país real. Para Orsi buena parte del ex virreinato del Rio de La Plata, no solo el litoral artiguista, estaba en estado de rebelión activa contra el poder directorial en el bienio 1815-1816. Orsi coincide con Rosa en oponer el voto directo de los hombres en armas, incluyendo pueblos de indios, villas etc., que eligieron los representantes de los congresos artiguista a las elección es de los diputados presentes en el congreso de Tucumán. Estas se hicieron por un sistema de elección  en segundo grado, participando solo las ciudades cabezas de municipios con exclusión de pueblos y villas, con escaza participación  popular y siendo, en algún os casos, no reconocidos los resultados de manera arbitraria. Ni que hablar de la “auto elección” de los representantes del Alto Perú ocupado realizada entre pequeños círculos de exiliados. Pero su balance sobre la legitimidad democrática  del congreso de Tucumán va más allá de la forma en que fueron elegidos los representantes. Orsi insiste en la exclusión del conclave de la región entera del litoral que representaba buena parte de la riqueza agropecuaria del país y eran provincias ribereñas al sistema hídrico que permitía las relación es fluidas con el mundo.[34] Pero la impugnación  mayor de Orsi a la legitimidad de todo el proceso se basa en la denuncia de la política  neo monárquica  y neo colonial de Pueyrredón y el grupo directorial llevada adelante con una metodología maquiavélica y represiva. Si finalmente el congreso de Tucumán  concluyo con una declaración  de la independencia explicita y se logró desbaratar la imposición  de la monarquía  eso se debió al lobby de San Martín y los cuyanos que lograron reunir una mayoría  que puso freno a las tendencias neo colonialistas y reaccionarias más descarnadas. Pero para Orsi esto no permite evaluar al congreso de Tucumán como el punto de partida de la nación  Argentina. Sino como el comienzo de la disgregación de los territorios del ex virreinato que terminara de consumarse con el intento de imposición  de la constitución  de 1819 y la caída  del Directorio después  de Cepeda. Como explicamos más arriba Orsi considera la experiencia de la Liga de los Pueblos Libres como más democrática y auténticamente representativa del país real que el campo directorial. No obstante es más cauto que Rosa al hacer el balance de la significación del congreso de Oriente:

No es el caso entrar ahora en la discusión bizantina que tanto place a los teóricos de la historia constitución al, esto es si en Arroyo de la China función o un congreso con todas las formalidades exigidas en los tratados al uso o fue una simple reunión de delegados de algunas localidades del interior. Lo cierto es que allí se congregó un grupo de diputados elegidos libremente para debatir una serie de temas referidos al esperanzado deseo de cerrar un pasado de depredaciones y sometimiento para abrir así el camino hacia la declaración  absoluta de la independencia, como postulaba Artigas desde 1813, y la consecuente organización paritaria de  las Provincias Unidas. A la asamblea conocida como “Congreso de Oriente” asistieron portavoces de seis provincias del litoral y centro rioplatense, y, atento a la precariedad de los medios económicos y al limitado número de hombres con suficientes cualidades intelectuales que habían adherido a la acción  emancipadora, puede afirmarse que en Arroyo de la China se reunió  un ponderable conjunto de personas debido a contribuir con lo mejor de sí al arreglo de todos los problemas. (Orsi, 1969; págs. 167-168)

Portada del libro de Rene Orsi
Imagen 22. Portada del libro de Rene Orsi

Para Orsi la importancia de la Liga de los Pueblos Libres radica en que represento un proyecto que encerraba la posibilidad de organizar la nación  sobre otras bases que el proyecto centralista, oligárquico y neo colonial del Directorio. Un proyecto que expresaba a la nación  real que el proceso emancipador había  comenzado a unir en una comunidad destino. No podemos pasar por alto la re edición  del libro Los Caudillos de la revolución de mayo (1971) de Rodolfo Puiggrós. Esta obra, publicada originalmente en la década  del 40, desarrolla un relato del periodo 1815-1816 con algún os matices en relación  con los dos autores nacionalistas que hemos comentado. La secuencia que elige Puiggrós es: caída  de Alvear/reacción es contra el centralismo/formación  de la Liga de los Pueblos libres/reconstrucción del poder directorial en función  de la política  monárquica  pro anglolusitana/ convocatoria al congreso de Tucumán/declaración  de la independencia. Para Puiggrós, al igual que para Rosa y Orsi, se asistió durante 1815 y 1816 una reacción  popular en distintas regiones contra la política  del directorio. Al igual que para estos autores en la Argentina de 1816 confrontaron el país real contra el país legal. De la misma manera le reconoce  centralidad a Artigas y su bloque en este proceso y al igual que Rosa considera al congreso de Oriente como un antecedente de la declaración  de la independencia. Puiggrós esboza un cuadro de la sociedad en el bloque artiguista prestándole más atención  a los aspectos agraristas y la política  social igualitarista del caudillo oriental. El Artigas que elige Puiggrós no es tanto el del nacionalismo de izquierda uruguayo sino el de la historiografía  de la izquierda clásica  uruguaya. Por ese camino Puiggrós, biógrafo  de Mariano Moreno,  ligaba la tradición  política  de los jacobinos de 1810, que no emocionaba tanto a los autores nacionalistas, con el programa radical artiguista.[35] Y es en esta asociación  donde se termina de comprender la evaluación final del congreso de Tucumán que termina esbozando el ex rector de la universidad de Buenos Aires, parcialmente divergente, con la versión  de Rosa y Orsi:

La unidad nacional era irrealizable sin la independencia. Así lo comprendieron San Martín que desde Cuyo insistía que se declarara, pues de ella debía  arrancar su campaña emancipadora, y también  Güemes en plena lucha contra los realistas. Los artiguista habían jurado la independencia “absoluta y relativa” en el Congreso de Oriente. De modo que el acta del 9 de julio de 1816 fue de auténtico contenido nacional y popular. (Puiggrós, 1971; pág. 308)

 

Es interesante observar como la ligazón  proyecto jacobino/San Martín-Logia Lautaro/Güemes/ Artiguismo impulsa a superar  la bipolaridad en la caracterización  del conflicto que dividía a las provincias unidas en 1816 y terminar re insertando al 9 de julio de 1816 como una fecha que podía  ser rescatada desde una historiografía  que se considerara antagónica con la tradición  liberal. En lo concerniente a la posterior trayectoria del congreso como ejecutor de la política directorial plasmada en la constitución  de 1819 Puiggrós es categórico y la condena en bloque. Otro autor de formación  marxista que nos ha dejado una interpretación  histórica de la época  del congreso de Tucumán más cercana al relato revisionista que a la historiografía  de izquierda radical es Silvio Frondizi. En 1963, a pedido de un centro de estudios de la UNAM de México, este filósofo y jurista escribió un interesante y poco conocido estudio sobre la formación  del sistema federalista argentino. Este sería publicado años después con el título de Argentina, la autodeterminación de su pueblo. Frondizi comienza analizando la revolución de mayo y reivindica las ideas de soberanía  popular y autodeterminación  de los pueblos en Mariano Moreno y los jacobinos porteños. Pasa revista a los decretos de la primera junta y los sucesivos gobiernos patrios en relación  con los derechos de los “pueblos” del virreinato. Frondizi sostiene que el pensamiento de Moreno no era centralista en el sentido que lo serían los unitarios porteños posteriores, idea que también  estaba presente en Puiggrós.[36] Frondizi reivindica las reformas de la asamblea del año XIII pero la ve como el comienzo de una parte del impulso transformador de 1810 por no haber declarado la independencia y por haber rechazado la incorporación de los diputados de la Banda Oriental. Frondizi es categórico al afirmar:

Aunque duela al orgullo argentino es necesario reconocer que la Instrucciones de Artigas contenían los elementos necesarios para solucionar nuestros problemas, porque se ajustaba a la realidad nacional –a la realidad de nuestro pueblo -, entendiendo por ello también  a la Banda Oriental. (Frondizi, 1973; pág.  55)

 

Don Silvio analiza las Instrucciones a los diputados del congreso de Tres Cruces y aunque, sostiene que, no era un programa completamente aplicable en la práctica, conseguía rescatar, en lo fundamental, lo mejor del pensamiento jacobino que el grupo alverista había  comenzado a traicionar. La oposición  frontal de Buenos Aires al artiguismo y a los reclamos federales de los pueblos fue un camino sin retorno que iría llevando al grupo directorial hacia el campo del centralismo oligárquico  y los proyectos monárquicos  neo colonialistas. Pese a esta condena a las tendencias política s generales del grupo directorial Frondizi considera que, en el contexto regional de 1816, la convocatoria y realización  del congreso de Tucumán tuvo un carácter progresivo:

La tarea fundamental del Congreso y que lo hizo pasar a la historia, fue la declaración  de la independencia, anhelada por todos, cada uno en su esfera y posición, por San Martín, Pueyrredón, Artigas, etc. Así se hizo como es sabido el 9 de julio de 1816. (Ídem.;  págs. 61-62)

 

      Es interesante el paralelismo que puede hacerse con el balance que llevaba adelante Puiggrós. Frondizi resalta como positivo el fracaso de los proyectos monárquicos  y rescata la figura de Oro y Anchorena por su oposición  a los proyectos monárquicos. Por lo demás es crítico del derrotero posterior del Directorio y del Congreso incluyendo el dictado de la Constitución  de 1819 que provoco el colapso de las Provincias Unidas en 1820.[37] Al igual que para Rosa, Orsi y Puiggrós el levantamiento del interior contra la constitución  centralista y monárquica  fue una verdadera reacción  popular contra las tendencias retrogradas de la oligarquía porteña.

       A la hora de pensar las relación es entre historia y política  que se desprenden del contra relato revisionista sobre el proceso de 1815-1816 entendemos que en el contexto de la Argentina de la segunda mitad de la década  del 60 no era difícil  asociar al “orden directorial” con el sistema de “democracia restringida” y con las proscripciones que existían  desde 1955. La impugnación  de la representatividad del congreso de Tucumán y del autoritarismo directorial se prestaban a una lectura muy rica en un país en el que en 1962 se habían anulado elección es provinciales, con resultados adversos al oficialismo de turno, y que en 1963 había  elegido presidente con el principal partido de oposición  semiproscripto y lanzado a la abstención. La persecución y destierro de los federales porteños por Pueyrredón podía  leerse en sintonía con la clandestinidad del Perón ismo y los fusilamientos de 1956. Por oposición  se podía  asociar a las nacientes montoneras que se expresaban en la Liga de los Pueblos Libres y las demás formas de resistencia  frente al poder directorial como “el país real” excluido de los procesos político electorales. Esa especie de “Argentina Secreta” al que el cine insurgente, con el poderoso concurso de la imagen, pronto convertirá en una versión  local del pueblo-clase tercermundista sujeto natural de la revolución en los países semicoloniales.[38]  El relato del reguero de rebeliones provincianas contra la política  directorial deben haber inspirado a muchos lectores que asistieron en el periodo 1968-1971 a una oleada de huelgas, pobladas y levantamientos urbanos que a lo largo del país pusieron en retirada al proyecto autoritario de Onganía. El más particular tema de la monarquía  incaica podía  evocar el debate sobre la  unidad continental y la ligazón  de la Argentina con “La Patria Grande”. Discurso que podía  compartir el revisionismo populista de izquierda con ciertas miradas de la izquierda radical.  

Portada del libro de Silvio Frondizi
Imagen 23. Portada del libro de Silvio Frondizi

 

La declaración  de la independencia en la izquierda radical

A mediados de los años 60 el campo de la izquierda marxista radical en la Argentina asistía  a un proceso de diversificación y de relativa ampliación de la audiencia que podía  ser interpelada desde un discurso que tomara como eje el programa de la revolución socialista. En el plano historiográfico el campo de la izquierda presentaba un panorama en el que costaba superar las caracterización es generales de la historia nacional y continental entendidas desde una lógica instrumental circunscripta a la fundamentación de distintas tesis política s sobre las tareas de la revolución en marcha. Dentro de estos límites creemos que es más adecuado hablar de aproximación es y caracterización es de autores de izquierda radical al tema de la declaración  de la independencia, dentro del contexto del proceso emancipatorio, antes que de un relato unitario y estructurado.

Una muestra clara de esta instrumentalidad de la historiografía  de izquierda en esos años la encontramos en Liborio Justo que dio a conocer su obra Nuestra Patria Vasalla en 1968. Se trata de un extenso tratado de cinco tomos que desarrolla un esquema de la historia Argentina desde la independencia hasta mediados del siglo XX basado en la tesis de la continua dependencia del país en relación  a sucesivas metrópolis, coloniales y semicoloniales, y la fuerte continuidad de las políticas cómplices con el imperialismo de los distintos gobiernos que se sucedieron casi sin reconocer matices. El capítulo que le dedica Justo al Congreso de Tucumán consiste en una crónica  detallada de las negociaciones y proyectos neo coloniales del gobierno directorial y sus agentes diplomáticos en Brasil y Europa. Su base documental son, en lo fundamental,  relatos de viajeros, memorialistas y algún os clásico s de la historiografía  nacional. Para Justo, que rescata el carácter revolución ario del proyecto de los jacobinos de 1810, el grado de inter relación  de intereses de la burguesía comercial porteña con el comercio británico había  terminado de borrar cualquier contradicción  de intereses y por ese camino desvirtuando el proyecto independentista. Para Justo el congreso de Tucumán, fue apenas algo más, que un montaje, para organizar una prolija entrega del país a un protectorado anglo lusitano. Hasta el proyecto de la monarquía  Inca se inscribe dentro de esa intencionalidad:

En la realidad de los hechos esa actitud del Congreso venía a representar exactamente la contraria de la que propiciara Mariano Moreno; este quería insurreccionar ese país y repartirlo entre las Provincias Unidas e Inglaterra. Ahora Inglaterra, a través  de sus agentes parecía  permitir que el Brasil se anexara parte de las Provincias Unidas, mientras ella se había  entronizado en Buenos Aires. (Justo, 1968; pág.  277)

 

Por su parte Nahuel Moreno, inspirador de la principal corriente trotskista de la Argentina, dio a conocer a mediados de la década del 60 Método de interpretación  de la Historia Argentina. Se trata de una tesis sobre el desarrollo de la estructura capitalista dependiente del país desde la formación  del virreinato hasta mediados del siglo XX. Es un trabajo apoyado en obras teóricas, bibliografía  especializada y una serie de colecciones de fuentes editas. En base a estos elementos Moreno intenta analizar el desarrollo de clases y grupos de intereses dentro del universo de los comerciantes y están ciertos que producían  para el mercado metropolitano y, luego de la emancipación, para el mercado mundial. Para Moreno la ruptura del orden colonial en 1810 fue alentada por el sector más dinámico  de los productores y comerciantes del país. En el contexto de disolución del orden colonial estos los grupos que producían  para el mercado internacional entraron en contradicción  con grupos propietarios de otras regiones del ex virreinato del Río de La Plata:   

Buenos Aires, de puerto único, se transformó también, incluida su región de influencia, en el aparato productivo más importante del país. Esto origino problemas en el Congreso de Tucumán de 1816, cuando un grupo de diputados del norte planteo la necesidad de una nación  fuerte, centralizada, con capital en Cuzco. Eran los representantes del poder burgués minero, que aspiraban a recuperar su producción  y organizar el país a su servicio. De haber triunfado dicha variante y haberse construido la nación  en función  de sus intereses, toda la estructura del proceso histórico  argentino hubiera variado, porque nos encontraríamos con una burguesía minera como la del norte de Chile. No obstante, los acontecimientos no se desenvolvieron en beneficio de los sectores mineros y su decadencia y la de sus representantes políticos que aspiraban a que el capital estuviera en el Alto Perú y a mantener la unidad de todo el virreinato sólidamente estructurada, favoreció por lo tanto directamente a la nueva burguesía ganadera del Litoral en ascenso. (Moreno, 1989; pág. 8)

 

Le debemos a otro historiador ligado a la corriente de Moreno un análisis  de mayores pretensión es teóricas sobre el tema. Así como los historiadores del revisionismo populista habían descubierto al Alberdi de Grandes y pequeños hombres del Plata el joven Milcíades Peña redescubrió al Alberdi de los Escritos Póstumos con sus provocadoras lecturas de la historia nacional a contramano de la historia liberal oficial. Siguiendo a Alberdi Peña desarrollo una tesis interesante sobre las consecuencias continentales de la ruptura del orden colonial. En sus escritos de a fines de los años 50,  reunidos bajo el título de Antes de Mayo y El paraíso terrateniente, sostiene que el imperio español en América fue una unidad política  burocrática que, en función, del pacto colonial, mantenía unida en jurisdicciones política s arbitrarias a regiones económicas no complementarias entre sí. La quiebra de estas unidades política s tuvo como consecuencia el estallido de fuerzas centrifugas que llevarían a periodos de guerras civiles en las cuales las principales contradicción es fueron las de carácter inter regional. En ese contexto Peña no considera al congreso de Tucumán un momento fundante de un estado nación  pre existente sino una coyuntura en donde estuvieron en pugna distintos proyectos de tipo neo colonial. Así lo explica citando los Póstumos de Alberdi: 

En ese año (1814) el gobierno independiente envió a Rivadavia y a Belgrano a negociar con España la coronación  de un príncipe  español en carácter de jefe de una monarquía  constitucional independiente, como base de la paz. El partido opuesto a esta idea fue más lejos: ofreció a la  corona de Gran Bretaña el gobierno de las provincias argentinas (Alvear en 1814). Rechazadas ambas miras por Europa, el Congreso de Tucumán declaro la independencia de las provincias en 1816, pero no condeno la monarquía, ni proclamo la república. Basta leer sus actas. No podía  condenarla pues el congreso era monarquista, es decir lo eran sus miembros. Belgrano propuso esta reorganización bajo la dinastía  de los Incas, y la idea dejo de ser aceptada, no por respeto a la monarquía, sino a la dinastía  salvaje de los Incas. Todavía en el Reglamento Constitución al que ese congreso dio en 1817 no se habló de Republica. Tampoco fue proclamada la república en la constitución  definitiva que se preparó en 1819. La primera constitución  que hablo de república fue la unitaria de 1826, es decir, 16 años después  de la revolución de Mayo,  y esa no llego a sancionarse. (Citado en Peña, 2012; págs. 101-102. Subrayados en el original)   

 

Es interesante señalar que Peña no evaluaba la posibilidad de un sistema monárquico  en 1816 como completamente negativa o retrograda. Lo que critica el carácter neo colonial de la mayoría  de las propuestas que estaban en danza en 1816. En otros párrafos de su trabajo, siguiendo una vez más al Alberdi de los Póstumos, señala que los proyectos monárquicos  de algún os de los lideres patriotas más lúcidos (San Martín, Bolívar) intentaban sentar las bases de unidades política  amplias donde se podrían desarrollar de forma más autónoma las fuerzas productivas y se convirtieran en un marco más favorable para la lucha de clases y la lucha política  por mayores derechos democráticos para las masas. Tal proyecto, según Peña, estaba a contramano de las fuertes contradicción es inter regionales que afectaban esta parte de América del sur pero no podría  calificarse de reacción arios por su intencionalidad política.[39] Una mirada lateral sobre los debates del congreso de Tucumán se la debemos al sociólogo José Sebreli enrolado, en ese entonces, en posición es de izquierda no partidaria cercanas a una lectura del marxismo influenciada por el existencialismo sartreano y la tradición  de la escuela de Frankfurt. En 1972 Sebreli dio a conocer Apogeo y ocaso de los Anchorena. En este estudio sobre dicho clan de grandes terratenientes bonaerenses aborda el tema, no tan simple de evaluar para muchos otros historiadores, de la actuación  de Tomas Anchorena en el congreso de Tucumán. Sebreli encuadra el congreso en el marco de las tensión es inter regionales de los cuales parece considerar como más importante la que opone a la “burguesía comercial porteña” a la “burguesía altoperuana, principalmente minera”. No parece concederle igual importancia a la disidencia litoraleña que es  mencionada al pasar (“los federales separatistas de Artigas”) en una cita textual de Vicente F. López. Dentro de este entramado de conflictos regionales sitúa a la actuación  de Anchorena y su posición  supuestamente pro republicana a la que Sebreli interpreta como una posición  táctica e instrumental para debilitar el consenso a favor del establecimiento de una monárquica  incaica función al a la organización del país de acuerdo a los intereses de la clase alta altoperuana.[40] Sebreli resalta que el representante porteño (de “ideas claramente monarquías, hispanistas y clericales”) se opuso a las ideas monárquicas  con argumentos de determinismo mesográfico (oposición  entre el carácter y temperamento de llaneros y montañeses) completamente estrambóticos. En ese tono polemiza con los autores que ubican a este estanciero porteño en una línea de defensa convencida de posición es  democrático burguesas o republicanas: “Si en el Congreso de Tucumán, Anchorena se opuso a la monarquía, se debió en parte a que esta significaba la anidación del país, y por consiguiente la pérdida del predominio de los intereses porteños con su monopolio portuario, cuya defensa constituía la principal política  de los Anchorena”. (Sebreli, 1969; pág.  109) No se priva Sebreli de criticar los argumentos racistas con los que Anchorena se opone al entronizamiento de un soberano incaico y sus estrechas relación es con los planes de instauración de un gobierno monárquico  bajo un protectorado anglo portugués u otro tipo de solución semejante.[41]     

Frente a varias aproximación es historiográficas provenientes del campo de la izquierda radical, con una evaluación  más bien negativa del proceso que desemboco en la declaración  de la independencia el 9 de julio de 1816, nos encontramos con un abordaje ligado a posición es de izquierda revolución aria que incluye una evaluación  positiva de este proceso. No se trata de una mirada sobre el proceso de la declaración  de la independencia basada en una línea de análisis historiográfico sino  de una apropiación de símbolos, imágenes y figuras para su incorporación  en las estrategas discursivas de una fuerza política. Nos referimos al caso del Partido Revolución ario de los Trabajadores (PRT) que, luego de romper en 1968  con el grupo trotskista ortodoxo de Nahuel Moreno, adopto un perfil más claramente ligado a la teoría del foco identificándose con la vía revolución aria vietnamita y cubana. Esta corriente que se planteó convertir a su brazo armado, el Ejercito Revolución ario del Pueblo (ERP),  en un ejército popular que encabezara a las masas en una guerra revolución aria incorporo distintos tópicos de la historia Argentina en sus estrategias discursivas. Esta política  contaba con algún os antecedentes. Una de las agrupaciones que se fusionaron para fundar el PRT en 1965, el Frente Revolución ario Indoamericano Popular (FRIP), ya invocaba la identidad aborigen y mestiza de sus bases sociales. Se trataba de una corriente que había  sido fundada por Mario Roberto Santucho en 1961 en Santiago del Estero  con filiales en Córdoba, Tucumán y el este de Salta. Los comunicados del FRIP eran redactados en castellano y quechua y sus documentos invocaban el papel de las masas indígenas  en las luchas emancipatorias (Túpac Amaru, Grito de Dolores, Morelos, guerra de castas en Yucatán, etc.).[42] En 1961 el conclave fundacional del FRIP  se había  reunido en Santiago del Estero en una fecha muy especial:

Los días 8 y 9 de julio ppdo., fecha de la patria, se realizó en la ciudad de Santiago del Estero una asamblea política, con la presencia de delegados de varias provincias del Norte argentino representantes obreros y estudiantes universitarios. En dicha asamblea se resolvió fundar un movimiento político revolución ario sobre la base de los principios doctrinarios que el grupo venía desarrollando. (Reproducido en De Titto, 2010; pág.  203) 

 

Esta asociación con la historia argentina y en particular con la del noroeste acompañara la trayectoria del PRT como grupo heredero del FRIP. Más teniendo en cuenta que será en la provincia de Tucumán uno de los lugares en el cual el PRT-ERP alcanzaría una mayor inserción social y luego ensayaría la formación  de un foco guerrillero. En la segunda mitad de la década  del 60 Tucumán sufrirá las consecuencias de la política  económica liberal de la dictadura de Onganía que provocara el cierre de varios ingenios azucareros y el crecimiento de la conflictividad social. Ya durante el gobierno de Illia la conflictividad entre los obreros del azúcar y el campesinado cañero venia en ascenso. Algún os ingenios estaban trabajando con quite de colaboración y en otros se hacían asambleas donde se reclamaba un cese de actividades. Incluso el golpe del 28 de junio fue visto con cierta expectativa por parte de la población provincial. A pocos días de tomar el poder el general Onganía viajo a Tucumán a presidir los festejos del sesquicentenario de la independencia. Los fastos oficiales que incluyeron el Te Deum en la catedral Tucumana, una parada militar, una función  teatral de gala y la ya mencionada inauguración del canal de TV de la UTN. No obstante se suspendieron los festejos públicos en el Parque Independencia que iban a incluir una Feria Internacional largamente preparada y que no pudo realizarse por miedo a que se produjeran protestas e incidentes. Durante la presencia del dictador en los actos un delegado de la CGT regional pidió una nueva ley azucarera. El discurso de Onganía volvió a trazar, en un clásico  tono castrense, la imagen básica sobre el congreso de Tucumán que los historiadores conservadores habían expresado en un lenguaje más académico. Así el militar golpista afirmo que el 9 de julio de 1816 la tarea de los “Insignes protagonistas” consistió en terminar con la “sujeción política” de nuestro país pero resaltando a la vez que “se puso especial cuidado en conservar la tradición”.  Volviéndose al presente el gobernante de facto prometió mejorar la situación  del país en el área de educación, salud y vivienda. Prometió también  preservar a la “juventud del acecho de las ideas disolventes”. Ante un auditorio que incluía líderes de sindicatos que participaron de la ceremonia Onganía no se privó de deslizar una frase amenazante: “La espada de la revolución se desencadenaría sobre Tucumán, para transformarlo de manera revolución aria”.[43] Luego de estas aseveraciones entre liricas e intimidatorias Onganía prometió soluciones para la economía  provincial. Pero estas soluciones pronto se revelarían como letales. El 21 de agosto de 1966 un decreto del gobierno nacional mando a cerrar y desmantelar 7 ingenios azucareros Tucumanos.[44] Comenzaría una resistencia larvada de los trabajadores del azúcar en alianza con otros sectores del movimiento obrero y con el estudiantado Tucumano. En 1967 una olla popular en el pueblo de Bella Vista provoco represión  y la muerte de la militante Hilda Guerrero de Molina. La reacción  popular derivo en una pueblada y una batalla campal con la policía.[45] En 1968 la huelga del ingenio San Pablo derivo en un conflicto generalizado que conto con apoyo estudiantil y hasta de un grupo de curas progresistas. Esta situación  desemboco en una lucha callejera en la capital provincial con la ocupación de edificios y represión  policial en la última semana de mayo.[46] Los ojos del país se posaban en Tucumán. Un conjunto de agrupaciones de artistas vanguardistas desarrollaron una serie de programas y talleres enfocados en la problemática de las luchas Tucumanas. Esto derivó en la muestra visual Tucumán Arde, realizada en la sede de la CGT de los Argentinos de Buenos Aires y Rosario entre el 10 y el 14 de noviembre de 1968.[47] En marzo de 1969 la lucha de los obreros del azúcar convoca actos masivos, cortes de vías de trenes, movilizaciones y tomas de ingenio. Luego de producirse el Cordobazo (29/5/1969) la FOTIA llevo adelante masivas movilizaciones en apoyo de la lucha de las masas de la Docta.[48] En noviembre de 1970 las acción es obrero-estudiantiles produjeron el Tucumanazo que constituyo una pueblada de cuatro días con lucha callejera en el centro de San Miguel de Tucumán.[49] En junio de 1972 un conflicto iniciado en la universidad convoca la solidaridad obrera en un episodio conocido como el Quintazo o segundo Tucumanazo.[50]

Ongania visitando un ingenio Tucumán durante los festejos del sesquicentenario
Imagen 24. Ongania visitando un ingenio Tucumán durante los festejos del sesquicentenario

Es en el predicho contexto que el PRT-ERP desarrollo una estrategia discursiva de apropiación y resignificación de episodios de la historia nacional y regional del NOA. Esto incluyo la reivindicación  de la figura de San Martín asociada con la del Che.[51] El libertador que lucho contra el colonialismo y el libertador que encabezo la lucha contra el imperialismo moderno. El órgano del ERP,  Estrella Roja, de septiembre de 1971 ensalzaba la figura de San Martín como creador del Ejército emancipador y la inscribía en el proceso de consolidación  de la revuelta popular contra el colonialismo español citando también  las republiquetas alto peruanas y las guerrillas de Güemes en Salta. Por oposición  las modernas fuerzas armadas eran un aparato al servicio de las clases explotadoras y el imperialismo y el brazo ejecutor de una política  anti obrera y represiva.

Como nuestros antepasados encabezados por San Martín supieron desarrollar una prolongada lucha para lograr la primera independencia, el pueblo todo debe organizarse siguiendo su ejemplo y el del Che para librar otra guerra prolongada por la segunda y esta vez definitiva independencia. (San Martín y el Ejército en Estrella Roja; N 6, septiembre de 1971; pág.  4)    

 

En julio de 1973 Estrella Roja publica un artículo titulado Las Banderas de la libertad en donde luego de rendirle un homenaje a Manuel Belgrano, como creador de la bandera y líder patriota, hace la historia de la creación de la enseña patria y su derrotero hasta su aprobación por el congreso de Tucumán el 24 de julio de 1816. Los colores albicelestes habían sido un símbolo revolución ario desde la difusión  de las escarapelas entre el pueblo por French y Berutti y los chisperos de mayo y luego por la creación de la bandera por Belgrano para que el pueblo la jurara en Jujuy. Como sigue explicando el texto Belgrano incluso  enarbolo la enseña bicolor en Tucumán y Salta desobedeciendo a las órdenes del triunvirato. Luego explica el significado de la bandera adoptada por el ERP que está inspirada en la enseña del Ejercito de los Andes creada por San Martín:

Hoy por hoy nuestro pueblo libra la Guerra de su Segunda Independencia contra el imperialismo, otras voces se alzan para condenar la bandera que ha levantado su vanguardia     armada, el Ejército Revolución Ario del Pueblo, blanca arriba, celeste abajo con la estrella roja en el centro. (Las Banderas de la libertad en Estrella Roja; N 22, 12/9/1973; pág.  9).

 

La estrella roja es la del ejército rojo de Lenin y Trotsky durante la revolución de octubre, la del ejercito de liberación popular chino liderado por Mao Tse Tung, la del ejercito revolución ario vietnamita y la del ejército rebelde de la revolución cubana liderada por Fidel Castro.  O sea la patria y la revolución unidas en un mismo símbolo:

Como a Belgrano en 1813 no nos asustan los conciliadores y vociferantes. La Bandera de los Andes y la Estrella Roja seguirán unidas y nuestro pueblo saberá llevarla a la victoria contra el imperialismo y todos los explotadores. (Ídem.)

     

En el mismo número de Estrella Roja se publicó un artículo conmemorativo de la declaración  de la independencia con una caracterización  política  del proceso que culminó en el 9 de julio de 1816. Fiel a la terminología elegida se denomina la declaración  de 1816 como “primera independencia”. El breve artículo pasa revista la situación  mundial y continental desfavorable en el que se produjo la reunión del congreso de Tucumán y elogia la decisión  de los patriotas de avanzar con una decisión  política  que quemaba los puentes con las tendencias conciliadoras hacia el colonialismo:

La decisión  del congreso fue, pues, una decisión  llena de coraje, una verdadera decisión  revolución aria, en la que mucho tuvo que ver la insistencia de San Martín desde Cuyo y la firmeza de Belgrano y otros patriotas pero muy especialmente, la decisión  de nuestro pueblo de no volver a aceptar las cadenas españolas. Con la misma decisión  combatiremos hoy al Imperialismo y la victoria coronara también esta guerra de nuestra segunda independencia. (9 de julio aniversario de nuestra independencia en Estrella Roja; 12/7/1973; pág. 3) 

 

Es bueno resaltar que esta estrategia de vincular la lucha revolución aria moderna con la historia profunda del país estaba presente en los procesos revolución arios que el PRT-ERP tomaba como modelo. Pensamos en la revolución cubana planteándose como la continuadora de Maceo, Martí y los mambises de 1898. Pero, más específicamente, en la revolución vietnamita que en los escritos de Vo Nguyen Giap, que contaron con difusión  en la Argentina en esos años, buscaba ligar la lucha de las masas vietnamita contra el imperialismo norteamericano con las luchas del Vietnam medioeval contra los invasores tártaros y chinos y, las más modernas contra los colonizadores franceses y el imperialismo japonés.[52] La masa de cañeros y trabajadores del azúcar  del noroeste no se terminarían convirtiendo en la versión  criolla del Vietcong aunque protagonizarían importante luchas obreras y populares que constituyen una página importante de la memoria de las masas argentinas. Como se recordara el campo enemigo, el de las fuerzas armadas argentinas, también  apelara a referencias simbólicas del proceso emancipatorio y denominaría Operativo Independencia a su ofensiva contra la guerrilla Tucumana en los prolegómenos de lo que fue el peor genocidio de la historia del país.    

Tapa de Estrella Roja del 9 de julio de 1971 con un llamado a la lucha por la segunda independencia
Imagen 25. Tapa de Estrella Roja del 9 de julio de 1971 con un llamado a la lucha por la segunda independencia

 

Conclusiones

Mientras el festejo oficial del sesquicentenario del 25 de mayo de 1960 llevado adelante por el gobierno de Frondizi intento insertarse en una estrategia “Nacional”, asociada a una política  de creación de un frente político y social que garantizara la estabilidad y los acuerdos necesarios para promover el desarrollo a largo el plazo, los festejos nacionales del sesquicentenario del 9 de julio en 1966 invocaban la necesidad de recrear formas de convivencia política mínimamente aceptables. Se trataba de una propuesta menos ambiciosa y más acorde a la evolución  que había  ido teniendo la situación  política  del país. Los estrechos márgenes de maniobra dentro de los que se movía el gobierno de Illia excluían la posibilidad de convocar a un acuerdo político y sectorial ampliamente mayoritario. Por eso la estrategia discursiva del gobierno estaba más asociada a la necesidad de defender el precario sistema de acuerdos alcanzado entre las fuerzas política s integradas al sistema de democracia restringida que se vivía  en el país desde 1955. En nuestro país durante los seis años que mediaron entre los festejos de 1960 y los de 1966 se había  producido una importante expansión  del campo audiovisual. Situación  que hacían  más visibles las pérdidas de consenso de los débiles oficialismos que se iban sucediendo. Tema que no puede dejar de relacionarse con el rol clave jugado por los medios de común  ocasión en la creación de un consenso favorable a la acción  golpista de junio de 1966. Por oposición  la apropiación, un tanto improvisada por las circunstancias, de  los festejos nacionales por la flamante dictadura de Onganía se inscribió dentro de  una especie de “primavera benévola” que acompaño a esta experiencia autoritaria en sus primeras etapas.[53]

Creemos que existen vasos comunicantes entre las formas de pensar el sesquicentenario que se proponían desde el estado y sus equivalencias en la sociedad civil. Las formas de evocación / apropiación del sesquicentenario del 9 de julio de 1816 por distintos actores, no ajenos a vínculos oficiosos, y muchas veces ambiguos, con la débil “democracia” que agonizaba o con el  proyecto autoritario en ascenso, se reparten en dos esquemas básicos: a) la referencia al proceso independentista en una oposición  pasado/presente privilegiando el segundo punto del binomio (sesquicentenario como punto de partida); b) la reseña del  proceso de la independencia asociado a lecturas de la realidad y posición amientos políticos contemporáneos (sesquicentenario como punto de llegada o de llegada/partida) El primero era un esquema más función al a las estrategias publicitarias y comerciales y el segundo más función al a una apropiación de la historia desde la política. En algún as de las expresiones analizadas conviven elementos tomados de ambos esquemas. A nuestro juicio la coexistencia, como edades geológicas, de distintos tipos de formatos, contenidos, estética s y diseños en el corpus formado por suplementos de los grandes diarios, fascículos de divulgación  y en las ofertas del mercado editorial escolar alrededor del festejo de los ciento cincuenta años de la independencia puede leerse como parte de una estructura del sentimiento transicional que reflejaba optimismo por el impacto en los cambios tecnológicos, el despliegue de nuevos consumos culturales y de  nuevas formas de pensar las representación es sociales colectivas (mayor centralidad de la imagen). La asociación  entre la conmemoración  de las fiestas patrias y la exaltación  del progreso en tono tecnocrático  ya había  estado presente en el festejo “desarrollista” del sesquicentenario de  la revolución de mayo y se proyectó sobre el sesquicentenario de la declaración  de la independencia. No parece exagerado pensar que en la Argentina de los años 60 crecía el entusiasmo por la modernización en la misma proporción en que descendía la credibilidad del sistema político.      

A la hora de analizar los relatos historiográficos  sobre el congreso de Tucumán vigentes en 1966 lo primero que resalta es la fuerte presencia de los relatos que se inscriben en una versión  solidaria con la trayectoria del estado nacional y, tácitamente, con las clases hegemónicas argentinas. El corpus formado por los escritos de los historiadores liberales-conservadores de esos años convergen, dentro de sus particularidades y aun de algún as tensión es, en una unidad estructural cuyos puntos principales son: a) la reivindicación  del rol del grupo directorial/elite porteña como poder articulador del proceso que concluyo con la reunión del congreso de Tucumán y la declaración  de la independencia; b) la visión  del congreso de Tucumán como una asamblea representativa de una elite ilustrada y patriota de buena parte de lo que era el ex virreinato del Rio de La Plata que contaría con un consenso pasivo del conjunto de la sociedad de la época  que aceptaba de manera acrítica su posición  hegemónica; c) una visión  acrítica o neutra respecto al carácter neo colonial de los proyectos monárquicos  en danza; d) una mirada, básicamente, negativa del artiguismo, la liga de los pueblos libres y otras formas de disidencias locales al poder directorial como obstáculos frente a la proclamación  de la independencia del país y su organización política ; e) una justificación, con algún os matices críticos, del rol del grupo directorial/porteño en el proceso de redacción  de la constitución  de 1819 y las resistencias que democrático n con la crisis de 1820 y la disolución del estado nacional. 

A pesar de tener múltiples y diversificadas expresiones el relato liberal conservador sobre el congreso de Tucumán y la declaración  de la independencia de los años del sesquicentenario presenta  una fuerte unidad de conjunto. Los puntos de donde parten las líneas  de fuga se relacionan con la identidad política  ideológica  particular y la inserción de los distintos autores en espacios institución ales o profesión ales. Una buena parte de los libros y artículos  sobre el congreso del Tucumán intentan su apropiación como un capital simbólico desde distintos espacios corporativos.  Existe el 9 de julio de 1816 del clero, el de los militares, el de los abogados, el de los historiadores académicos, etc. No se trata de una oposición  tajante entre estas distintas versión es. La coincidencia de los nombres en los distintos equipos que publicaron la mayor parte de los volúmenes  locales hablan de una cierta flexibilidad que permitía profundizar en versión es más particulares e identitarios del relato unitario. De la misma manera existe cierta diversidad de miradas regionales en el corpus liberal conservador sobre el proceso de la declaración  de la independencia. De hecho en los trabajos de los historiadores liberales y conservadores no se niegan las diferencias inter regionales y aun las tensión es dentro del propio bloque de gobierno que aceptaban la hegemonía directorial. La unidad del relato se da por el balance político general del proceso que tiende a arrojar un saldo positivo para el grupo directorial porteño. Por otro lado el corpus que analizamos incluye trabajos que abrevan en las viejas historias conservadoras de provincia solidarias con la trayectoria de las elites estaduales y exaltando el rol de las figuras históricas locales en el proceso de declaración  de la independencia (Tucumán, Salta, Cuyo, Córdoba, etc.). Es significativo que sea entre los historiadores liberales litoraleños donde se presenten más problemas a la hora de conciliar su reivindicación  de la exaltación  del grupo directorial en el proceso de 1815-1816 y la tradición es historiográficas locales. No perderemos la oportunidad de resaltar que las expresiones de reivindicación es localistas-regionales en el proceso del 9 de julio de 1816 están  presentes en los otros relatos historiográficos  que analizamos (izquierda liberal, revisionista, izquierda radical) en este artículo y no es privilegio exclusivo del relato liberal-conservador. Tomando en cuenta todos los elementos mencionados no inclinamos a ver a la unidad estructural del corpus liberal conservador sobre el congreso de Tucumán y la independencia como parte de un imaginario político y en aquellos elementos que reflejan más la tensión  y la diversidad la persistencia de una serie de imaginarios institución ales que se nutrían en la historia del país independiente. Es en ese sentido también  llamativo la proyección de elementos centrales del  relato de la historiografía  liberal de tono académico  en algún as expresiones de historia de divulgación  popular como hemos señalado más arriba. Solidaridad que incluso puede remitir a una cierta atmosfera común   con el avance del ensayo corporativo-autoritario del Onganíato luego del 28 de junio de 1966.

Por oposición  al auge del relato liberal conservador es de destacar la ausencia de un relato, basado en una línea historiográfica, que pueda relacionarse directamente con puntos de vistas historiográficos y político-solidarios con el oficialismo que sería derrocado en junio de 1966. Es de suponer que los hombres que ejercieron el poder político hasta el 28 de junio de 1966 se podía n sentir identificados, parcialmente, con las versión es más moderadas del relato liberal-conservador sobre el congreso de Tucumán y su época. Pero no es un dato menor resaltar la ausencia de una versión  historiográfica  propia sobre el tema.[54] En ese sentido la fórmula para pensar las relaciones entre historia y política  como las concebía el gobierno de Illia, expresada en su política  de conmemoración  del centenario, aparece como la más huérfana del concurso de una tradición  política  e intelectual propia capaz de apuntalarla desde la historia. Y si la historia le era esquiva la invocación  del pasado desde el presente no lo era menos. En un medio en donde desde años se venía degradando de manera continua el precario consenso alrededor de la “democracia restringida” ni la invocación  a los orígenes republicanos del país podría  servir para revitalizar un espíritu  “cívico” en el que cada vez menos personas creían.

Respecto a los relatos de la llamada izquierda liberal nos encontramos con el derrotero de dos tradición es historiográficas partidarias, con puntos de contacto entre sí, que mantenían  diálogos con la historiografía  liberal pudiendo señalarse distintos grados de distancia (o cercanía) con la misma.  El caso de la historiografía  del socialismo liberal podemos decir que para los años que estamos estudiando había arribado a un punto de llegada en un largo y paulatino proceso de identificación  con el relato historiográfico liberal tradición al. Solari asume, con pocos cuestionamientos, dicha tradición   y se identifica con el trabajo de recopilación  de fuentes sobre la época  de la emancipación  y la línea de interpretación  sobre este tema de la llamada Nueva Escuela Historiografía  de los años 20. En ese terreno plantea la superación de la vieja oposición  socialista entre mayo/julio, reivindica la obra del congreso y del grupo directorial, toma distancia de las reacción es locales y aun abunda en los tópicos clásicos de la historiografía  patriótica  (creación de la bandera, juras, festejos, etc.). Los únicos elementos originales que el relato del socialismo liberal mantiene como rasgos distintivos es la postulación del vínculo de mayo-julio con la tradición  del Rivadavia (laicismo?) y el pensamiento de Echeverría. El caso de la historiografía  del partido comunista es la de una fuerza que busca pensar el presente nacional a partir de un esquema ruptura/continuidad con la trayectoria del estado argentino como la continuación de las tendencias más avanzadas de los gobiernos burgueses en la Argentina. El común  ismo de los frentes populares fue asumiendo un esquema de la historia nacional que había  sido, en líneas  generales, muy parecido al del partido socialista en sus primeras décadas de vida. Ese es el sentido de una consigna como la de los  “comunistas como herederos de mayo y julio” y su relación  con la propuesta de Frente Patriótico Nacional. Partiendo de ese posición amiento para los historiadores del PC el congreso de Tucumán fue un momento fundacional de la historia argentina. La historiografía  comunista se identifica con el legado de la declaración  de la independencia y con el grupo directorial/porteño que impulso el proceso. Ve el resultado del periodo 1815-1820 como un proceso incompleto, y con rasgos negativos, pero progresivo en lo fundamental. Como elemento diferenciador la historiografía  comunista busca introducir la acción  de sujetos sociales subalternos en su análisis  pero no acepta pensar las reacciones contra la política  directorial como la expresión  de una Argentina profunda opuesta a la independencia de las clases hegemónicas. Para el PC del Frente Democrático Nacional no existían  en 1816 dos argentinas en pugna, expresadas en dos bloques políticos antagónicos, sino la voluntad de independencia y de unión  que redifusión  sus principales baluartes en el pensamiento y la acción  de los principales líderes patriotas.

El núcleo central del relato revisionista se basa en: a) un balance crítico del grupo directorial/ porteño y su rol en la convocatoria del congreso de Tucumán; b) una mirada menos reivindicativa del congreso Tucumán y su centralidad en el nacimiento de la nación  argentina (tensión es) c) un balance crítico de la diplomacia pro colonial del directorio y sus planes monárquicos; d) una reivindicación  de Artigas, la liga de los pueblos libres y otras disidencias locales como la expresión  de un consenso popular republicano y federalista; e) un balance decididamente crítico del rol del grupo directorial en el proceso 1816-1820. No es casual que en los relatos de autores revisionistas se le conceda más centralidad al contexto regional (resistencias locales) en relación  al contexto continental (Necesidad de declarar la independencia ante los peligros externos). El ordenador principal del relato revisionista son las contradicción es inter regionales expresadas en los bloques políticos en pugna. En el relato revisionista el 9 de julio de 1816 no es, el punto de partida univoco y prístino, de la nación  argentina. Fue expresión  de la política  del grupo directorial/porteño buscando establecer su dictadura al resto del país y el comienzo de las guerras civiles. La Argentina de 1816 estaba escindida entre un país legal y un país real. Desde la perspectiva de los autores de estas obras lo mismo pasaba en la Argentina de 1966 pero ciento cincuenta años después  la tensión  no era regional sino política  y social. Como señalamos es visible cierta oposición  entre los historiadores de tradición  nacionalista tradición al con los que provienen de la izquierda clásica. La filiación  con la vieja reivindicación  de la línea jacobina de Moreno (mayo/julio) y su programa inconcluso terminara, en los últimos, inclinándolos a concederle cierto valor progresivo a la acción  del congreso y la declaración  de la independencia. Otros tópicos menores del relato revisionista (incaísmo, latinoamericanismo, etc.) atraviesan la oposición  antedicha.

En el campo de la izquierda radical no encontramos relatos estructurados sobre el proceso de declaración de la independencia,  insertos en el contexto general del periodo de la ruptura del orden colonial. Con grados distintos de esfuerzo por insertar su mirada de 1815-1816 en esquemas teóricos de cierta solidez las visiones de los historiadores marxistas radicales de los años 60 y 70 comparten cierta visión  esquemática e instrumentalista del tema estudiado. Si, claramente, las aproximaciones de Justo, Moreno y Peña se insertan en un posicionamiento contra las tesis de la izquierda tercerista y la caracterización  de mayo como una  revolución democrático burguesa anti feudal y anti colonialista. De manera tácita en los autores que hemos venido estudiando pareciera proyectarse el viejo esquema con raíces  en los historiadores socialistas fundacionales que oponía mayo/julio. Esto es visible en la reivindicación, parcial y selectiva, de parte del pensamiento y la política  del sector jacobino de la junta. Tributaria de dicho esquema la caracterización  del programa de mayo y la tesis de la revolución como ruptura de la unidad burocrática colonial por parte de Peña serían los aportes más importantes de esta corriente en ese periodo.[55] Puede parecer paradójico que haya sido otra corriente que también  repudiaba las alianzas con sectores de la burguesía y postulaba la vía revolución aria armada la que buscaría realizar un proceso de significación y apropiación positiva del proceso emancipatorio y la lucha de los patriotas de 1816. La elaboración de una versión  básica sobre la historia del país desde las luchas de la independencia en adelante por parte del PRT-ERP tiene que analizarse a la luz de dos factores: a) la adopción  como construcción  política  de un modelo de guerra y de la lógica binaria que se desprende de esa elección; b) la identificación  más especializada con una historia regional de las luchas sociales en el NOA. Respecto al primero de estos factores debe tenerse en cuenta la pretensión  de esta corriente de convertir en un Ejército Popular de Liberación a su brazo armado partidario. Esta operación condujo a una lógica binaria: ERP vs Fuerzas Armadas y  PRT vs Estado Argentino. De ahí la asimilación de la guerra de la independencia con la guerra de liberación por la segunda y definitiva independencia y la identificación  con una serie de episodios/instancias y figuras históricas nacionales que permitían desarrollar el paralelismo implícito en esta idea: los Patriotas de la guerra de la Independencia y los patriotas de la guerra de Liberación. Se trata de una estrategia de legitimación  por la historia que no formaba parte central de la agenda de las corrientes de izquierda radical clásica  y que en cambio sí aparece esbozada en otras organizaciones armadas de la época  en  Argentina y en países vecinos. Amén de los ecos de estrategias semejantes en algún os de los procesos revolución arios internacionales que el PRT-ERP tomaba como modelo. Respecto al tema de la identificación  con la historia regional del NOA debe tenerse en cuenta que en las tesis de esta corriente el sujeto natural de la revolución que debía  encabezar la lucha por el foco revolución ario era el proletariado azúcar ero del norte argentino. De ahí la previsible identificación  y reivindicación  con la historia de sus luchas sociales: levantamientos indígenas  coloniales/participación  en los ejércitos  de Belgrano y San Martín/en la guerrilla de Güemes y en las republiquetas altoperuanas/luchas históricas de los obreros de la FOTIA. Pero también  su, un poco menos previsible a  priori, identificación  con la centralidad de la patria chica Tucumana en el proceso de la declaración  de la independencia. Ese capital simbólico que las viejas historias provinciales Tucumanas reclamaba como mérito de las elites provincianas y el PRT/ERP busca re pensarlo como una gloria de la plebe del Jardín de La Republica. En este relato solo hay lugar para celebrar el nacimiento de la nación  como obra del movimiento de los patriotas y su ejército popular enfrentados a las fuerzas del colonialismo y copiar su campo simbólico (símbolos  patrios). En la búsqueda  de relación es entre historia/política  en el relato del PRT-ERP sobre 1816 está excluida la idea de pensar a las Provincias Unidas en dos bloques antagónicos. Al igual que en el relato liberal conservador y en el de la izquierda liberal acá se le concede una centralidad importante al contexto continental americano de 1815-1816 que permite resaltar la dimensión bélica y épica del proceso. En cambio la dimensión regional del proceso solo es invocada para proceder a la construcción  de una secuencia histórica de las luchas de las masas del norte pero no para incluir un análisis  de las contradicciones regionales en que estas estaban insertas y los bloques políticos que las expresaban. En el primario relato de la guerrilla guevarista del NOA el fin del colonialismo no es el comienzo de las guerras civiles argentinas sino solo el nacimiento “a la faz de la tierra de una nueva y gloriosa nación.” Por ultimo señalemos que las relación es entre historia y política  en el relato de la izquierda armada deben leerse como inserta en una serie de desplazamientos que se producen a la par de la evolución  política  del país. Estamos hablando de una lectura del pasado desde el presente que fue mutando de la crisis golpista de 1966 al ascenso de masas de 1969-1974 y luego a la reacción  contra revolución aria que desembocaría en el golpe genocida de 1976.

Resumiendo en los años del sesquicentenario existían  en la Argentina cuatro maneras principales de contar la historia del congreso de Tucumán y la declaración  de la independencia: a) el relato liberal-conservador; b) el relato de la izquierda liberal; c) el relato revisionista-populista de izquierda; d) distintos esbozos de relatos de la izquierda radical. Por sobre numerosas diferencias y puntos de fuga la mayoría  de los autores y textos analizados coinciden en un mínimo común   denominador: a) la imagen del 9 de julio de 1816 como la concreción  natural del proceso iniciado el 25 de mayo de 1816; b) la declaración  de la independencia como punto de partida de la nación  argentina; c) la reivindicación  del rol de la elite patriota, o por lo menos, de sus exponentes más decididos en la coyuntura de 1815-1816. Esta cuasi-unanimidad excluye solo la obra de algún os autores revisionistas y algún os esquemas de interpretación  propuestos desde la izquierda radical que tienden a resaltar; a) las fuertes contradicción es regionales nacidas durante el decenio emancipatorio; b) la política  centralista, conservadora y neo colonial del grupo directorial; c) la reunión del congreso de Tucumán y la  independencia como expresión  de la dictadura del grupo directorial porteño sobre la mayoría  del país. Mirados desde las relación es entre historia y política  en 1966 la mayor impugnación  al discurso que celebra el 9 de julio de 1816 como nacimiento de la nación  Argentina se basa en el esquema que opone país legal/país real o, para estar más a tono, con el lenguaje de la época  la Argentina oficial y la Argentina secreta. Creemos que ciertas formas con las que distintos actores buscaron participar y ocupar espacios en el campo simbólico formado alrededor del sesquicentenario expresan, de manera indirecta, optimismo ante la modernización tecnológica, la expansión  del consumo y la renovación de hábitos culturales. En la Argentina optimista del sesquicentenario crecía la centralidad de la imagen en la construcción  social de la realidad a la vez que perdían vigencia ciertos discursos e imaginarios políticos. Mientras el país festejaba los 150 años de la declaración  de la independencia terminaba de agotarse el consenso, nacido una década  atrás, alrededor de la búsqueda  de la restauración de una democracia republicana, liberal y previsible al resguardo de las presiones de las masas y exenta, a la vez, de verse obligada a preservar sus equilibrios  por medios autoritarios.  

 

Notas:

[1] Profesor de Historia egresado del ISP Joaquín V. González (1989). Es docente a cargo de las cátedras Historia Americana y Argentina I; Historia Americana y Argentina e Historia del África Sub sahariana en el ISP Joaquín V González. Es autor de Socialismo y cuestión indígena en la Argentina (1889-1943) y América en África (Movimientos de retorno y redes políticas y religiosas entre América y África. Siglos XVIII-XXI). Es autor y coautor de distintos libros de textos de historia y de educación cívica para uso de alumnos y docentes de escuela media. Es también autor de numerosos artículos presentados en jornadas y congresos y aparecidos en libros colectivos, revistas especializadas y otro tipo de publicaciones. Entre los temas en que se ha especializado se incluyen: historia de la izquierda en la argentina, el movimiento librepensador anticlerical en Argentina, movimiento georgista, corriente positivista comteana, historia de África, historia del carnaval, historia de Oceanía, estudios sobre cine y medios de comunicación masiva, estudios sobre literatura e historia, etc.

[2] 1816-1966 Sesquicentenario de la declaración  de la independencia; Bs. As., PEN-Ministerio del Interior, 1965; Comisión Nación al Ejecutiva. Su integración y sus funciones; págs. 17-38.

[3] Audio del mensaje en: Illia en el 150 aniversario del Día de la Independencia, 1966 en Archivo Histórico  RTA (en la web).

[4] Spinelli, María Stella; El sesquicentenario de la revolución de mayo. Crisis política  e historiográfica  en www.historiapolitica.com y García del Moral, María Elena; El sesquicentenario de mayo: algún as miradas historiográficas en IX Jornadas Inter escuelas/ departamentos de historia, Tucumán 2007 (en la web).

[5] Gianello, Leoncio; Historia del Congreso de Tucumán; Bs. As., ANA, 1966; La Nueva edad del Inca prometida; págs. 251-275 y apéndices; págs. 525-554.

[6] Etechepareborda, Roberto; Singular resonancia científica tuvo el IV Congreso de la Historia de América en Historia; N 44, julio-septiembre de1966; págs. 103-108.

[7] Revista de Historia del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene; N 17, 1966; Homenaje al congreso de Tucumán; págs. 11-157.

[8] Furlong, Guillermo; El Congreso de Tucumán, Bs As., Theoria, 1966; Palabras liminares; págs. 9-13.

[9] Odena, Isidro J.; Libertadores y desarrollistas 1955-1962; Bs. As., Edición es La Bastilla, 1988; págs. 167-193.

[10] Rodríguez, Laura Graciela; Los católicos desarrollistas en Argentina. Educación  y planeamiento en los años 1960 en Diálogos; N 1; enero- abril de 2013; págs. 155-184

[11] Selser, Gregorio; El onganiato entre la espada y el hisopo; Bs. As., Carlos Samonta, 1966: págs. 117-128.

[12] Marfany, Roberto H.; Vipseras de Mayo; Bs. As., Theoria, 1960 y Zorraquin Becu, Ricardo; Los grupos políticos de la revolución de mayo en Historia; N 22, enero-marzo de 1961; págs. 40-63

[13] El 18 de abril de 1960 había  empezado a emitir LS 81 Canal 12 de la ciudad de Córdoba  que fue el primer canal del interior del país.

[14] Ulanosvsky, Carlos; Itkin, Silvia y Sirven, Pablo; Estamos en el aire; Bs. As., Emecé, 2006; pág.  235.

[15] LS 84 Canal 11 fue fundado por una sociedad integrada por comerciantes y abogados ex alumnos del Colegio del Salvador liderado por el cura Hector Grandinetti y con el aporte de importantes firmas comerciales con vínculos con la iglesia católica . Ulanosvsky, C.; Itkin, S y Sirven P.; op. cit.; pags. 178-179.  Sobre la asesoría de sociologos en las fuerzas armadas; Rouquie, Alain; Poder militar y sociedad política  en la Argentina/II; Bs. As., Hispamerica, 1986; pág.  231.

[16] Nielsen, Jorge; La magia de la televisión  Argentina/2 1961-1970; Bs. As, Ediciones del Jilgero, 2005; pág.  162.

[17] Sesquicentenario de la independencia por Telenoche en Archivo Histórico  RTA. Se trata de un video del programa Telenoche (Canal 13) con los festejos del sesquicentenario incluyendo el desfile en capital federal. En uno de los tanques que desfilan se ve la imagen y el nombre de Fallutelli un personaje de historieta muy popular creación del dibujante Divito.

[18] Suplemento La Nación  1816 – 9 de julio – 1966; la reproducción  de la primer hoja del Acta de la independencia en pág. 4. Vedia, Leónidas; Hacia la independencia 1810-1816; págs. 5-12.

[19] En 1975 Félix Luna publicaría por un año la Gaceta de la Historia con el mismo formato que el suplemento de Clarín  para el sesquicentenario. Luna y su equipo habían trabajado en Clarín  y habían trabajado en el suplemento de 1966.

[20] Pensamos en una revista pionera del periodismo histórico  como Todo es Historia de Félix Luna que comenzara a publicarse en 1967 o en la historia en fascículos la Crónica  Argentina dada a conocer por Antonio Pérez Amuchastegui en 1968. También  en algún as colecciones de divulgación  de historia argentina de Centro Editor de América Latina.

[21] Capdevila era autor de la novela satírica La Santa Furia del padre Castañeda. Cronicón porteño de frailes y come frailes donde no queda títere con cabeza. (1932).

[22] Rouquie, Alan; óp. cit.; págs.; 264-268.

[23] De Lucia, Daniel Omar; Historia y política. Los socialistas argentinos y el problema del estado/Nación (1890-1920) en Texto y Discurso (VII Jornadas de Historia de la ciudad de Buenos Aires); Bs. As.; MCBA, 1997;  págs. 219-238.

[24] De Lucia, Daniel Omar; Liberalismo e izquierda una relación poco estudiada en I Jornadas de Historia de las Izquierdas; Bs. As., CEDINCI, 2000; pág.  209 (Edición  electrónica)

[25] Solari, Juan Antonio; El congreso de 1816. Breve crónica histórica; Bs. As., Editorial Afirmación, 1966;  Apéndice; págs. 58-62.

[26] Solari, J.A.; óp. cit.; Cuatro década s de luchas; págs., 8-10.

[27] Ghioldi, Rodolfo; En defensa de la revolución de mayo en Azcoaga, Juan (pról.); Rodolfo Ghioldi. Un luchador social; Bs. As., Círculos  de Legisladores, 1999; págs. 31-40.

[28] De Lucia, Daniel Omar; Fiestas julias en rojo y negro. La mirada de socialistas y anarquistas sobre  el centenario del congreso de Tucumán, ponencia presentada en las VI Jornadas Los Terciarios hacen Historia (2016).

[29] Paso, Leonardo; Rivadavia y la línea de mayo; Bs. As., Bs. As., Fundamentos, 1961; Gestiones monárquicas; págs. 153-175.

[30] Lombardi, Miguel C.; El congreso de 1816 y la organización nación al en Marianetti, Benito; Argentina 1816; Bs. As., Editorial Cartago, 1966; págs. 137-153. Marianetti ya se había  ocupado brevemente del congreso de Tucumán en Argentina, realidad y perspectivas; Bs. As., Edición es Platina, 1964.

[31] Paso, Leonardo; La declaración  de la independencia nación al en 1816 y la herencia que los comunistas recogemos; Bs. As., Edición es PC, 1966; Los comunistas herederos de mayo y junio; pág.  33-34.

[32] Rosa, José María; Historia Argentina; Bs. As., Editorial Oriente, 1974; T II; Ruptura de las negociaciones con Santa Fe (Mayo); pág.  165

[33] El tema de la monarquía  incaica seria abordado por otro historiador que compartía buenas parte de las líneas  del contra relato revisionista sobre el congreso de Tucumán. Nos referimos a Eduardo Astesano, autor de una serie de libros que intentaban una interpretación  marxista de distintos procesos particulares de la época  emancipatoria. Este autor, un outsider de la corriente que se conoce como “izquierda nación al”, publico en 1979 Juan Bautista de América. El rey inca de Manuel Belgrano, sobre la vida de Juan Bautista Túpac Amaru, hermano de José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru,  uno de los candidatos al trono del incario patriota.

[34] Orsi, Rene; La disgregación  rioplatense; Bs. As., Editorial Peña Lillo, 1969; Capitulo IV; pág.  197. 

[35] Puiggros, Rodolfo; Los caudillos de la revolución de mayo; Bs. As., Contrapunto, 1987; Artigas y la revolución de mayo; pags.164-168.

[36] Frondizi, Silvio; Argentina. La autodeterminación  de su pueblo; Bs. As., Editorial Ciencias Política s, 1973; La revolución; págs. 34-43. 

[37] Frondizi, Silvio; óp. cit.; La constitución  de 1819; págs. 64-73.

[38] De Lucia, Daniel Omar; El cine militante y clandestino en la Argentina y la remodelación del imaginario (Re lecturas desde el fin de la dictadura hasta el presente) en Pacarina del Sur; N 21, noviembre-diciembre de2014 (en la web)

[39] Peña, Milcíades; Historia del Pueblo Argentino; Bs. AS., Emece, 2012; El mito de la balcanización americana; págs. 111-114.

[40] Sebreli, Juan José; Apogeo y ocaso de los Anchorena; Bs. As., Siglo XX, 1974; El congreso de Tucumán y las ideas monárquicas; págs. 106-110. 

[41] Sebreli, Juan José; óp. cit.; pág.  110.

[42] Una nueva política  en Boletín Mensual del FRIP, N I; octubre de 1961 reproducido en De titto, Ricardo; El pensamiento del socialismo y la izquierda; Bs. As., Editorial el Ateneo, 2010; pág.  203. 

[43] Para el análisis  del contexto Tucumán ver: Kotler, Rubén Isidoro; La alianza obrero estudiantil como respuesta a la dictadura de 1966 en la periferia argentina. El caso de Tucumán, en Clío. Revista Pesquisa Histórica (en la web). El audio completo del mensaje en Ongania a 150 años de la independencia en Archivo RTA en la web.

[44] Paolasso, Pablo Cristian y Osatinsjy, Ariel; Las transformación es económicas y sociales de Tucumán en la década  de 1960 (en la web)

[45] Nassif, Silvia G.; Primera aproximación  al estudio de las luchas obreras Tucumanas durante la autodenominada revolución argentina (1966-1973) (en la web)

[46] Ramírez, Ana Julia; La protesta en la provincia de Tucumán, 1965-1969 (en la web)

[47] Longoni, Ana y Mestman, Mariano; Del Di Tella a “Tucumán Arde”. Vanguardia artística y política  en el 68 argentino; Bs. As., Edición es el Cielo Por Asalto, 2000.

[48] Kotler, Ruben Isidoro; El Tucumanazo del 69 y la lucha contra el cierre de los ingenios en Espacio Periodístico  Documental (en la web) 

[49] Nassif, Silvia G; Conflictos sociales protagonizados por obreros y estudiantes en Tucumán durante 1970 en Control Social; año 4, N 5, junio de 2011 (en la web)

[50] Nassif, Silvia G.; Primera aproximación…

[51] Esta búsqueda  de legitimación  de la lucha insurgente por medio de la asociación  con el ejército patriota de la época  de la independencia fue un patrimonio común   al espacio de las organizaciones armadas. En dos ocasiones (1963 y 1969) comandos ligados a la resistencia Peronista habían robado el sable corvo de San Martín en un gesto cargado de simbolismo. Los comandos montoneros de la ciudad de Tucumán ocuparon la casa de histórica de la independencia, pintando sus paredes con consignas, el 15 de febrero de 1971 para conmemorar la proclamación  de la independencia económica del país realizada por el presidente Perón  en 1947 en la capital Tucumana. Ver Clarín; 15 de febrero de 1971; Increíble. Asaltan la casa histórica de Tucumán.

[52] Giap, Vo Nguyen; Escritos militares; Bs. As., Cien flores, 2014; págs. 139-165.

[53] Selser sostiene que entre los cálculos de los golpistas durante la agonía del gobierno de Illia se tuvo en cuenta que el golpe pudiera anteceder con cierto margen del tiempo a los festejos del sesquicentenario. Finalmente se consumó diez antes del aniversario de la declaración  de la independencia. Selser, Gregorio; óp. cit.; pág.  43.

[54] Una posible excepción a esta ausencia pudiera ser la publicación  por Eudeba de Breve historia de la independencia argentina; Bs. As., Eudeba, 1966 del abogado e historiador catamarqueño Gustavo Gabriel Levene. Se trata de un libro tipo manual de divulgación  popular cuyos contenidos se ocupan del contexto del proceso emancipatorio general como marco de la declaración  de la independencia. De todas maneras solo en un sentido muy amplio y genérico pudiera establecerse una cierta solidaridad de este enfoque con la mirada del sesquicentenario del gobierno derrocado en junio de 1966.   

[55] Es llamativa la ausencia en la historiografía  de izquierda radical de esos años de la indagación sobre la parcelación de las clases subalternas en el proceso emancipatorio. Incluyo un autor como Peña impugna las lecturas optimistas del revisionismo en ese tópico. Pasaran muchos años hasta que el marxismo radical de la Argentina comience a indagar el rol de las masas en la historia temprana del país. 

 

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Cómo citar este artículo:

DE LUCIA, Daniel Omar, (2016) “El sesquicentenario del 9 de julio de 1816. Historia y política en una sociedad en transición”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 29, octubre-diciembre, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 25 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1384&catid=14