Destierro, desplazamiento forzado y exilio político de paraguayos en la Argentina (1954-1983): La represión transnacional bajo el régimen de Stroessner

Este artículo es una contribución al estudio del destierro paraguayo en el marco del renovado interés desde los espacios académicos por los estudios de exilio. A tal efecto presenta los parámetros históricos del referido fenómeno durante el siglo XX en la región de las Américas, con los rasgos de masividad y larga duración. Se sugiere aquí la relevancia del estudio del exilio y la diáspora paraguaya en la Argentina. Particular atención requiere el estudio de la desaparición forzada de paraguayos bajo el esquema de represión transnacional y las estrategias generadas por las redes de exiliados para enfrentar tal situación.

Palabras clave: destierro paraguayo, exilio, migración forzada, diáspora, exilio en serie

 

Introducción

Este artículo propone un acercamiento a la experiencia de varias generaciones de desterrados paraguayos, desplazados de su país por guerras civiles y dictaduras militares. En particular, intenta analizar los efectos transnacionales de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), que constituye la más extensa en el tiempo y la que profundizó sistemáticamente el ostracismo y la deportación como una de las formas de control de la disidencia política. El ostracismo y la deportación fueron prácticas corrientes por más de cuarenta años de gobiernos de fuerza. Se generaron así olas migratorias y exilios prolongados que hasta mediados de la década de 1970 tuvieron como lugares de destino y acogida a los países más cercanos al Paraguay: Argentina, Brasil y Uruguay. Con posterioridad, la migración política paraguaya se desplazó del Cono Sur de las Américas hacia Europa y Canadá. Ello ocurrió cuando las Leyes de Seguridad Nacional fueron instrumentadas por las respectivas dictaduras en un proceso de coordinación represiva.

El eje de análisis de este trabajo gira en torno a las prácticas y lógicas desplegadas por los desterrados en la Argentina desde principio de los cincuenta a 1983 –año de la apertura democrática en este último país-; con un interés particular en remitir a algunas de las respuestas generadas en la diáspora paraguaya de la Argentina frente a la situación de los individuos afectados por el terrorismo de estado y la coordinación represiva del Cono Sur.

El año 1976, momento del golpe de Estado en Argentina, es un punto de inflexión fuerte ya que, entre otras respuestas, marca para los exiliados políticos y migrantes forzados paraguayos el inicio de nuevos exilios, es decir, de re-exilios, lo que equivale a un nuevo proceso de transnacionalización.

 

Antecedentes y características de la dictadura de Stroessner

Tras la Guerra del Chaco (1932-1935), comenzó en Paraguay una larga etapa signada por el factor militar en el marco del faccionalismo de los dos partidos tradicionales: el Liberal y el Colorado. Luego de la renuncia del presidente Eusebio Ayala le sucedió el general Rafael Franco, líder de la Revolución del 17 de febrero de 1936, quien fue desplazado antes del año de haber asumido. Fue remplazado por el estratega de la Guerra del Chaco, el general José Estigarribia, quien murió en un accidente aéreo en septiembre de 1940, y fue sucedido en el mando de presidente de la república el general Higinio Morínigo (1940-1948).

La militarización en la forma de gobernar se expresó en la Constitución de 1940, de neto corte corporativo, cuyo espíritu prevaleció por cuatro décadas. La excepción fue la breve primavera democrática que precedió a la guerra civil del 1947, en cuyo desenlace el sector liderado por el partido Colorado se aseguró finalmente la victoria y, con un amplio despliegue de elementos para-policiales, obligó a salir al exilio a miles de civiles y militares que se encolumnaron en el bando que perdió la guerra.

En el curso del siglo XX, el fenómeno exiliar paraguayo tendrá un punto de inflexión a partir de 1947 como consecuencia de la guerra civil, con la acentuación del sofocamiento de cualquier manifestación de la ciudadanía por medio del terror estatal –que venía desplegándose con distintas alternativas desde el inicio de esa década, durante los gobiernos de Estigarribia y Morínigo.

La guerra civil de 1947 contó con Alfredo Stroessner como figura clave para el triunfo de sector alineado con el partido Colorado, quien finamente asumió como presidente en 1954 y permaneció en el cargo hasta ser derrocado en 1989.

Al tomar el poder, Stroessner consolidó la cooptación de las Fuerzas Armadas por parte del Partido Colorado. Al respecto Salzman sostiene que el fracaso en la consolidación de partidos alternativos a los tradicionales hizo que no existieran instrumentos políticos capaces de desafiar la consolidación de un orden autoritario. Morínigo, aunque logró inicialmente mantenerse en el poder sin compromisos partidarios, tuvo que terminar acercándose al Partido Colorado. Ni siquiera la dictadura de Stroessner puede entenderse sin contemplar el papel desempeñado por el coloradismo y, en última instancia, la partidización del ejército con posterioridad a la guerra civil de 1947 (Salzman, 2003: 373-374).

Cuadro 1. Partidos políticos y otras organizaciones en la era de Stroessner

AN

Acuerdo Nacional, fundado en 1979, coalición centrista de izquierda de los partidos MOPOCO, PDC, PLRA PRF.

APCT Asamblea Permanente de Campesinos sin Tierra, fundada en 1986.
CCT Confederación Cristiana de Trabajadores, ligas campesinas proscritas organizadas por el PDC.
Partido Colorado Partido proStroessner, en el poder, fundado en 1877 y del cual se hizo cargo el dictador en 1959 (véase MOPOCO); escindido en 1987 entre los “militantes” y los “tradicionalistas” y “éticos” expulsados; liado a la Liga Anticomunista Mundial.
CPT Confederación Paraguaya de Trabajadores; organización laboral controlada por el gobierno, inactiva entre 1958 y 1980.
DIPC Departamento de Investigaciones Policiales, con un centro de interrogatorios a cargo de 50 torturadores experimentados.
DT División Técnica, organización semiautónoma para la represión del comunismo, de la cual se decía que estaba vinculada con la sede de la CIA en Asunción: la mayor parte de su personal había sido entrenado por los Estados Unidos.
FEUP Federación de Estudiantes Universitarios de Paraguay, fundada en 1986 como alternativa a grupos controlados por el gobierno.
GAA Grupos de Acción Anticomunista, denunciadores ultraderechistas de “subversivos”, vinculados con la Liga Anticomunista Mundial.
G-2 División de inteligencia de las fuerzas armadas.
MCP Movimiento Campesino Paraguayo, fundado en 1986 para unir a los campesinos sin tierra con la Comisión de Parientes de Personas Desaparecidas y Asesinadas.
MIT Movimiento Intersindical de Trabajadores, fundado en 1984, sindicalistas independientes.
MOPOCO Movimiento Popular Colorado, fundado en 1959 por colorados disidentes, centrista, miembro de AN.
MPCC Movimiento Popular Colorado por la Unidad, grupo de oposición fundado en 1987.
PCP Partido Comunista Paraguayo, fundado en 1929; ilegal excepto brevemente en 1936 y 1946; dos PCP muy pequeños, con sus miembros exiliados en su mayor parte, desde la escisión entre Chino y la URSS en 1967.
PDC

Partido Demócrata Cristiano, fundado en 1960, sin estatus legal; miembro de AN y de la Internacional Demócrata Cristiana.

PL

Partido Liberal, fundado en 1961, muy anticomunista, partido de oposición legal; en 1978 perdió algunos miembros que se adhirieron al PLRA.

PLR Partido Liberal Radical, de derecha moderada, partido de oposición legal, fundado en 1961 como una escisión del PL; perdió miembros que ingresaron al PRLA; salió del Congreso en 1987.
PLRA Partido Liberal Radical Auténtico, fundado en 1978 por mayorías del PLR y el PL; centrista; el mayor de los grupos de oposición pero sin estatus legal; miembro de AN.
PRF Partido Revolucionario de Febrero, fundado en 1936, partido pequeño de tipo aprista; purgado de sus miembros izquierdistas; con estatus legal, miembro de AN y la Internacional Socialista.
Fuente: Cockcroft, 2001: 587-588.

El cuadro 1 es una suerte de mapa de los partidos políticos y organizaciones que surgieron o se transformaron durante el stronismo. Realmente plantea un desafío respecto a las interpretaciones de tan variada gama de sectores, diferenciados no sólo ideológicamente, sino también social y generacionalmente. A primera vista están presentadas, contando el Partido Colorado “depurado” por el dictador, seis estructuras orgánicas del régimen represivo, incluidos los centros de inteligencia y tortura de la policía y las Fuerzas Armadas. Se puede ubicar también nueve partidos de la oposición, incluido el MOPOCO (Movimiento Popular Colorado) fundado en 1959 como consecuencia de una de las depuraciones del Partido Colorado por parte de Stroessner; distintos reagrupamientos del Partido Liberal; el Partido Comunista y el Partido Revolucionario de Febrero o Febrerista.

La década del cincuenta fue el momento de ascenso y consolidación del coloradismo stronista y en las dos décadas siguientes la política de represión preventiva del régimen imperó plenamente. En cambio, la década del ochenta mostró ya algunas grietas relevantes que en el cuadro se reflejan en la creación de movimientos de oposición que surgieron poco antes de la caída del dictador en 1989.  Dos fechas llaman la atención: 1984 con la creación del Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT), que agrupaba a sindicalistas independientes del régimen.[2] 1986 es el otro hito, fecha de creación del Movimiento Campesino Paraguayo (MCP), para unir a los Campesinos sin Tierra con la Comisión de Parientes de Personas Desaparecidas y Asesinadas y la Federación de Estudiantes Universitarios de Paraguay (FEUP), también creada en el mismo año, y en este caso como alternativa a los grupos controlados por el gobierno, aclara Cockcroft (2001).

 

El destierro paraguayo en la Argentina

Al encarar la experiencia del destierro paraguayo desarrollada en la Argentina durante cuatro décadas, se debe ante todo abordar la visibilidad que dicha experiencia tuvo en la comunidad y en el país de acogida, e incluir el interrogante: ¿qué sucedió con estos desterrados políticos paraguayos a partir de 1976? Comenzaremos no obstante con una referencia acotada a la experiencia de exilio bajo los gobiernos de fuerza que controlaron el poder en Paraguay desde mediados del siglo XX.

El destierro en Paraguay ha sido un mecanismo de dominio territorial y control social incorporado tempranamente en el siglo XIX, de modo similar lo implementa el resto de los países de la región. Roniger y Sznajder (2007) trabajan el origen colonial de ese mecanismo y su incorporación posterior en los nuevos Estados de la región como alternativa a la prisión y la ejecución para controlar la disidencia política,[3] para concluir destacando cómo el destierro devino en uno de los modos fundamentales de “hacer política” en América Latina.

En el caso paraguayo, el itinerario del destierro masivo del siglo XX comenzó con la guerra civil de 1947 y con una pronunciada acentuación en la segunda mitad de los cincuenta con el inicio de la dictadura militar de Alfredo Stroessner (1954-1989). Entre 1947 y 1954 cerca de 400.000 paraguayos se vieron forzados a dejar su país; proporción alta si se pone en relación con la cifra total de población del país durante esos años que no alcanzaba los dos millones.

Varios testimonios dan cuenta de la masividad de la salida de paraguayos en el período que va desde fines de la guerra civil y los primeros años del stronismo. Hay quienes recuerdan las carpas improvisadas en la ciudad de Clorinda –provincia de Formosa, en la frontera con Paraguay– para alojar a los contingentes de desterrados que ingresaban a la Argentina dado el agotamiento de recursos de todo tipo en materia de alojamiento.[4]

También hay que destacar que en los momentos de salidas masivas dejaron también su país grupos de la elite política y social paraguaya.

Hacia 1958, la reacción de la oposición desde el exterior hacia Stroessner fue seguida entre 1959 y 1960 por la acción de dos movimientos guerrilleros, preparados en la Argentina que, infiltrados, fueron rápidamente derrotados, y sus miembros fusilados o encarcelados. Esta fue una de las causas para abrir una persecución a todo posible apoyo a dicho movimiento. Otra causa de persecución fue la detección por parte de Strossner de cualquier posibilidad de desacuerdo con su control absoluto del poder en los sectores pertenecientes a su entorno. Prueba de esto es el surgimiento del MOPOCO, conformado por desplazados y disidentes del partido oficial en 1959. Las décadas del sesenta, setenta y ochenta registraron contingentes variables de estos exiliados paraguayos hacia la Argentina.

Los límites de este artículo obligan a mencionar al menos en forma sucinta aspectos de interés respecto del proceso al interior de la diáspora paraguaya en la Argentina.

Desde el  material obtenido de fuentes primarias como secundarias es posible sostener que más que una asimilación de estos desterrados, en términos generales se operó una adaptación activa cuyo vértice consistió en la actividad política en el país de acogida. Desde la década del cincuenta a la del setenta justamente van a dar cuenta de una militancia local y al mismo tiempo una búsqueda permanente de lograr los medios, desde el exilio argentino, para luchar por la caída de régimen que los forzó al destierro.

Es decir que las identidades presentan la característica de una doble pertenencia política: por un lado, involucramiento en la política local argentina y, por el otro, construcción desde allí el proyecto del retorno, organizándose en distintas estrategias políticas para el desgaste y caída del régimen que determinó el desplazamiento forzado. Así, la configuración de un imaginario en la diáspora contó como elemento movilizador con el horizonte de la vuelta, ya que las prácticas políticas tuvieron en el elemento utópico del retorno el impulso para su despliegue. En entrevistas y testimonios es posible encontrar la experiencia común a todo exilio: no sólo la idea del retorno sino que cuando más imposible resulta, más se lo idealiza con el consiguiente replanteo de identidades.

Es necesario ahondar en el estudio de los liderazgos gremiales, políticos, en barrios, empresas, en universidades, villas de emergencia donde paraguayos y argentinos compartieron espacios de representación. Un aspecto importante que comienza a ser objeto de estudio es la participación de estos desterrados en las organizaciones armadas de los años setenta en la Argentina. Otra dimensión a considerar en la cultura política de estos desplazados paraguayos en Argentina fue la importancia del papel de las mujeres, de aquellas que fueron protagonistas y referentes en cuanto a organización y proyección política en el tiempo.

 

Argentina 1976-83: El terrorismo de estado y la desaparición de paraguayos: reacciones en la diáspora paraguaya, redes de solidaridad y re-exilios o exilios en serie

En 1976, nuevos grupos emprendieron el escape de Paraguay hacia la Argentina, aunque éste había dejado de ser un país de acogida para convertirse en un país “de paso”, de tránsito hacia otros destinos. A partir de ese año, la represión en territorio paraguayo se había profundizado a raíz de la caída de la casa central de la OPM[5] en Lambaré, Asunción. Pero el secuestro y el asesinato en Paraguay ya no se limitaban al propio país, dada que la política de control, de represión preventiva, iba con frecuencia más allá de las fronteras con los países vecinos. Esta modalidad no era nueva para el stronismo ya que había antecedentes de varios exiliados políticos que habían sido secuestrados en el exterior y llevados al Paraguay durante las décadas anteriores.[6]

El plan Cóndor afirmó estas prácticas estatales de secuestro y desaparición de personas allí donde éstas fueran encontradas, no importando los límites territoriales. A partir de 1976, al producirse el golpe de estado en la Argentina, salir al exilio y cruzar la frontera de ese país implicaba un riesgo casi tan fuerte como el que se intentaba dejar atrás.

A fin de dar cuenta de las respuestas que se generaron al interior de la comunidad paraguaya en la Argentina frente al secuestro y desaparición de sus miembros a partir del 24 de marzo de 1976, he realizado una selección de casos en base a Semillas de Vida. Ñemity Ra, la publicación de la Comisión de Familiares de Paraguayos Detenidos Desaparecidos en la Argentina (CFPDDA), que presento a continuación. Por las características de cada uno, a pesar de tener en la metodología del secuestro el elemento común, cada historia de vida es una biografía enmarcada en la resistencia y el exilio, cada una da cuenta del obrar del totalitarismo y la desaparición. Los testimonios reflejan las múltiples memorias de las fracturas de subjetividades asaltadas por el destierro y, desde 1976, el secuestro nuevamente como posibilidad concreta y cotidiana en el país de residencia.

La publicación fue el resultado de una experiencia colectiva cuando ello estaba prohibido. Acción colectiva desde el campo de las víctimas sacando al espacio público por medio de sus reclamos lo que debía ser para la dictadura encerrado en el espacio privado, pero en ese privado que guarecía al secuestro clandestino y a la desaparición.

El secuestro y la desaparición de Esther Ballestrino de Careaga el 8 de diciembre de 1977 demostró que la dictadura argentina no reconoció su condición de refugiada del Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR) -ficha de refugiada Nº 01-6403 con fecha 22 de septiembre de 1976- (CFPDDA, s/f. 96). No fue el único caso en que el terrorismo de estado desconoció la condición de refugiado/a. Mientras que ella como exiliada política paraguaya desapareció víctima de la dictadura argentina, su hija, Ana María Careaga, al ser secuestrada en estado de embarazo y luego liberada después de 3 meses de cautiverio, partió vía Brasil como refugiada hacia Suecia, país en el cual nació Anita, su hija. Tres generaciones de mujeres con marcas del exilio, producto de los gobiernos de fuerza de la región. Ana María y Anita viven hoy en Argentina.

Dos de las entrevistadas recuerdan a Esther Ballestrino de Careaga. Más conocida como Esther Careaga, militó en el Paraguay convulsionado de los cuarenta desde las filas del febrerismo. Luego, en la Argentina del exilio, ya casada y con tres niñas, se instaló en Colonia Barón, provincia de La Pampa, donde ejerció su profesión –bioquímica y farmacia- y estaba en contacto con otros profesionales paraguayos, médicos en su mayoría, exiliados políticos que se radicaron en esa provincia. Luego, la familia se trasladó Buenos Aires a comienzos de la década del sesenta. Cuando su hija fue secuestrada por las fuerzas de seguridad argentinas integró el grupo inicial de las Madres de Plaza de Mayo y, a su vez, fue secuestrada, junto a otras dos Madres y doce militantes de  derechos humanos en un operativo de la Marina argentina que se infiltró en el grupo en la iglesia de la Santa Cruz de Buenos Aires. Ramona, otra Madre paraguaya, la recuerda así:

“…algunos meses antes de aquellos días tan amargos para el Paraguay –sí, de la guerra civil- conocí a la primera mujer política en mi vida, Esther Ballestrino, era su nombre, entonces yo tendría 15 años. Ella era maestra y estudiaba Bioquímica y militaba en el Febrerismo. Aquel día habló en un acto multipartidario con profunda claridad sobre el papel que tenía que jugar la mujer para el cambio político que buscábamos entonces en Paraguay. A Esther por supuesto que la volví a ver aquí en Buenos Aires y siempre tuvimos un trato muy cercano. Años después se convirtió en Esther Ballestrino de Careaga y siempre fue una militante y una referente política indiscutible para los exiliados paraguayos y para los proyectos de cambio que latían entonces en América Latina. El secuestro de una de sus hijas, Ana María, la llevó a ser una de las Madres de Plaza de Mayo. Su hija fue liberada y marchó hacia el exilio en Suecia”.

Esther recibió el pedido de las Madres y militantes de derechos humanos de seguir el camino del exilio que había emprendido su hija una vez liberada, pero ella se resistió al sostener: “Seguiré reclamando con las Madres hasta que aparezca el último de los secuestrados”, tal como recuerda Adelina de Alaye en su testimonio público el 8 de diciembre de 2005 en la iglesia de Santa Cruz. Adelina es Madre de Plaza de Mayo y junto a Esther, en aquellos primerísimos días de gestión, llevaban a cabo el vínculo de Madres con la Liga Permanente por los Derechos del Hombre sobre secuestros de personas.

Esther Careaga no fue la única exiliada política paraguaya entre las Madres de Plaza de Mayo, también lo fueron Ramona Cattoni y María Gastón. El testimonio de Ramona da cuenta de cómo las mujeres participaron de aquella sociedad paraguaya movilizada pese a sucesivos gobiernos de fuerza. El relato hace referencia a la corta apertura democrática que Morínigo concedió por presión, sobre todo internacional en 1946. Ramona se refiere a aquel tiempo que marcó su vida con la seña de la militancia, que luego llevó adelante en Argentina y que no declinó nunca. La desaparición de una hija, al igual que en el caso de Esther, la llevó a integrar el grupo incipiente entonces de Madres de Plaza de Mayo.

María Gastón recuerda:

…éramos varias madres paraguayas, Esther por supuesto. Ramona, Negrita, Reina, y desde luego Ida Tatter (la esposa de Federico Tatter Morínigo, secuestrado en octubre de 1976). Formamos la Comisión de Paraguayos Detenidos Desaparecidos. Fui secretaria de esa Comisión. Con la vuelta a la democracia en  Argentina preparamos un libro con nuestros testimonios, los de los ex-detenidos desaparecidos y de familiares de desaparecidos por razones políticas. Pero finalmente, luego de la caída  de Stroessner en 1989, se publicó en Asunción con el título de “Semillas de Vida-Ñemity Ra.[7]

Es preciso detenerse en este testimonio para saber cómo estas mujeres actuaron con las demás al unísono frente a la desaparición de sus hijos, familiares y connacionales a sabiendas, incluso, de que la suspensión del Estado de derecho desplegada por las Leyes de Seguridad Nacional en la Argentina significaba para los paraguayos una amenaza más profunda que para el común de la población. Su condición de extranjeros los exponía a mayor visibilidad ante la dictadura argentina y, a su vez, la colaboración mutua entre ambos gobiernos permitía detectar rápido a los militantes políticos, quienes, pese a saberse en el ojo de la tormenta, no renunciaron a la denuncia por los secuestrados ni a acudir a foros internacionales durante el terrorismo de estado.

Las entrevistas, por otra parte, muestran cómo ya a partir de 1947 se organizaron redes de solidaridad que fueron fundamentales en cada época o momento en que arribaron deportados y lo fueron a partir del ’76, generando posibilidades nuevas en la denuncia de la desaparición forzada de personas y en las rutas de escape para aquellos exiliados que fueron forzados a nuevos exilios.

El caso de Agustín Goiburú registra la modalidad del secuestro puesto en práctica por Stroessner antes de la implementación del Plan Cóndor en la región:

… quien emprendió el camino del exilio a la Argentina en 1959, como consecuencia de su militancia en las filas del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO). Ejerció su profesión de médico traumatólogo en Misiones. Se instaló en Posadas, capital de esa provincia, donde continuó con el ejercicio de la medicina. El 11 de noviembre de 1969, mientras pescaba en el río Paraná, fue secuestrado por la marina paraguaya, trasladado a Asunción y sometido allí a prisión sin proceso alguno, por el sólo hecho de disentir políticamente con el régimen de Alfredo Stroessner. Tras padecer trece meses de cárcel en la comisaría séptima de la capital paraguaya, logró fugarse y regresó a Posadas, donde retomó de inmediato su actividad profesional. En diciembre de 1974, un grupo de efectivos de la policía paraguaya intentó nuevamente secuestrarlo pero su propia familia frustró ese propósito. Después de esta experiencia, en enero de 1975, Goiburú se radicó en Paraná, provincia de Entre Ríos. El 9 de febrero de 1977 fue secuestrado y permanece desaparecido. La doctora Gladys Meilinger de Sannemann, en su libro Paraguay en el Operativo Cóndor, aporta valiosos datos sobre el caso Goiburú: dice que tanto su nombre como el de su esposo y el de Goiburú, figuraban en la “carpeta de las Cartas Confidenciales” en poder de la policía misionera, como miembros del MOCOPO. Señala también que el doctor Goiburú figuró siempre en las listas que desde 1960, el ministerio del Interior paraguayo enviaba mensualmente a las agencias de viajes de las ciudades fronterizas de Brasil y Argentina. Prohibiendo la venta de pasajes a los exiliados paraguayos.”[8]

Vale destacar lo que este secuestro provocó en Paraná: los médicos traumatólogos de esa ciudad presentaron en forma conjunta un hábeas corpus ante la Corte Suprema de Justicia, con resultado negativo, al igual que los tres hábeas corpus presentados por la esposa de Agustín Goiburú. ¿Por qué rescatar esta gestión de sus colegas? Justamente por el valor que tenía en un escenario social controlado por el miedo. Si esto se daba en un medio de provincia, como en este caso, con más razón, ya que hacer pública la desaparición, el secuestro clandestino, mediante el reclamo que significaba un pedido de hábeas corpus equivalía a ponerse en la boca del lobo. Sin embargo, estos gestos existieron y en este caso hacia un reconocido profesional y exiliado político paraguayo.

Federico Jorge Tatter Morínigo fue secuestrado el 15 de octubre de 1976. Exiliado político paraguayo por la guerra civil del ’47, fue expulsado de la Argentina  junto a otros militares paraguayos en 1950 por organizarse políticamente para denunciar al régimen que los deportó. Se trasladó con tal motivo a Uruguay donde trabajó y mantuvo su actividad política. Entre 1952 y 1963 vivió nuevamente con su familia en Paraguay de donde fue nuevamente expulsado, instalándose nuevamente en Argentina. El testimonio de su esposa da cuenta de las respuestas de los gobiernos de Paraguay y Argentina ante los reclamos que les cursara la CIDH[9] de la OEA:

“Empeñado -el Estado argentino- en alejar la sospecha que pudiera recaer sobre este aspecto del plan represivo y al mismo tiempo, en evidenciar el celo con que ‘investigaba’ el paradero de mi esposo, el gobierno aprovechó la ascendencia alemana de Federico y su origen paraguayo, para señalar a la CIDH que las representaciones diplomáticas de ambos países habían sido ‘periódicamente informadas sobre la evolución de la situación del causante’; incluso insinuó la posibilidad de que mi marido se encontrara detenido en Paraguay. La Comisión reclamó entonces al gobierno de Stroessner, recibiendo por toda respuesta una clara y cruda mentira. Aquellos doce años que vivimos en nuestra tierra, seguramente no pasaron desapercibidos para el régimen stronista, por eso resulta aberrante el cinismo que encierra su respuesta al reclamo de la CIDH, en setiembre de 1978: ‘Federico Tatter es un antiguo dirigente comunista paraguayo radicado en la Argentina. Nunca estuvo en el Paraguay. El denunciante debe dirigirse a las autoridades pertinentes del vecino país’ (...) palabras que son una mentira descarada: estuvimos en el Paraguay doce años, de 1952 a 1963 y nada, absolutamente nada puede garantizar que la desaparición de Federico no estuviera vinculada con su actividad política en el exilio, así como nada, puede refutar que mi marido no haya sido devuelto clandestinamente al Paraguay, tras su secuestro; a fin de cuentas, Federico no sería el único prisionero político intercambiado entre ambas dictaduras, tal como lo demuestran los casos del médico Agustín Goiburú, Cástulo Vera Báez, Juan José Penayo y muchos otros. Del testimonio de Idalina Radice de Tatter.”[10]

Este fragmento del testimonio da cuenta clara, por una parte, de cómo funcionaron las redes de los exilios latinoamericanos, ya que hasta entonces no era común apelar a los organismos internacionales, tanto en Europa como en América. Dichas redes se fortalecieron y crecieron por la acción de los exiliados de los distintos países de la región. En una entrevista a Federico Tatter hijo (4-4-2009), éste manifestó que su madre es querellante en el juicio a iniciarse en los primeros meses de 2012 en Buenos Aires por el Plan Cóndor. La hora de justicia está próxima luego de 35 años.

Otro caso es el de Ignacio Samaniego Villamayor:

[Samaniego Villamayor] “desapareció en la Capital Federal, en plena vía pública, el 18 de setiembre de 1978. (…) Ignacio se hallaba amparado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), organismo que había gestionado su traslado a Suecia, en calidad de refugiado. El viaje había sido previsto para el 5 de octubre de ese año; no pudo concretarse, el secuestro lo impidió. Su secuestro y desaparición mostró la decisión militar de esterilizar la protección brindada por las Naciones Unidas y desnudó la indefensión total en la que vivieron los exiliados políticos, en la Argentina de la dictadura.”[11]

El caso de Samaniego Villamayor, representa junto al de la doctora Careaga, entre otros, el desconocimiento por parte de la dictadura argentina del derecho de asilo reconocido por el ACNUR a estos exiliados paraguayos en territorio argentino.[12] Los relatos precedentes dan cuenta del secuestro y la desaparición de sus familiares en el país de acogida. A la vez dan cuenta de cómo su condición de exiliados políticos los sometió a una alta exposición dada la colaboración existente entre los servicios de inteligencia de la región.

Semillas de vida-Ñemity-Ra, el libro de testimonios, dice en el Prólogo: “Desde hoy éstos que fueron dados por muertos y desaparecidos por los gobernantes argentinos, reprimidos doblemente por la dictadura paraguaya, vuelven a su patria o a la de sus padres o abuelos para vivir junto a su pueblo.”.[13] Esta idea del retorno de los muertos a su patria no es propia sólo de este exilio paraguayo ya que se presentó en otros exilios latinoamericanos. Más adelante dicho texto dice: “dedicamos estas páginas a todas las mujeres y hombres que han caído luchando contra las dictaduras militares que asolaron nuestro continente”.[14] Allí se evocan las consecuencias del terrorismo estatal en la región que no tuvo fronteras para sus crímenes, pero tampoco éstas existieron para las redes que se fueron generando en los a menudo múltiples desplazamientos de estos perseguidos políticos.

Y a los desterrados políticos los evocan así: “A los exiliados, que debieron abandonar su tierra y su hogar perseguidos por un poder intolerante, soberbio y omnipotente en el ejercicio de la fuerza…”[15] Finalmente, cómo no tener en cuenta la siguiente reflexión que guarda una suerte de recomendación respecto del trabajo de investigación en torno a esta cuestión: “El ‘caso’ de los paraguayos detenidos-desaparecidos en la Argentina no puede desligarse de lo que ha sucedido durante tres décadas, y aún más, de dictadura en el Paraguay y tampoco se entenderá si se separa del fenómeno emigratorio y de sus causas.”[16]

Estos testimonios relatan la situación vivida a raíz de la desaparición de sus familiares y miembros de los grupos de desterrados y su lectura interpela al lector respecto de la situación de estos exiliados políticos frente a la suspensión del Estado derecho en el país de acogida y las consecuencias mencionadas que ello trajo. Además, los relatos reiteran estrategias aprendidas en el doble desgarro que significan el exilio y la desaparición. Nada se escatimó, ni los pedidos de habeas corpus, pese al reiterado silencio de la esfera judicial argentina, ni la apelación a los organismos internacionales para saber acerca de la suerte corrida por los secuestrados-desaparecidos paraguayos.

 


Las categorías de análisis

Dada la prolongada experiencia histórica de la expulsión de su país vivida por miles de paraguayos en el siglo XX, caben aquí algunas consideraciones respecto de la categorías teóricas que permiten dar cuenta de esta problemática exiliar, dada su complejidad y su extensión temporal. La categoría de destierro es la que por su amplitud analítica permite incluir tanto al exiliado político propiamente dicho y a quienes viven su peregrinaje como una migración forzada, en el sentido de que se vieron forzados a dejar el Paraguay. A raíz del carácter difuso de las fronteras entre ambas categorías en la realidad, considero pertinente el empleo de la metodología del destierro en su acepción de exilio al analizar la diáspora paraguaya.[17]

Aquí cabe la definición del destierro como la experiencia en la cual circunstancias ajenas a la voluntad de quien las padece obliga a un desplazamiento forzado del lugar donde se pretende residir y al cual se desearía retornar. Todos los Estados de América Latina incorporaron el exilio como un medio de control de las disidencias políticas, vale decir que el carácter forzado del exilio implica un mecanismo de exclusión institucional con una lógica política propia.[18] Con ello, la diáspora paraguaya ha incluido tradicionalmente también a numerosos migrantes económicos, impulsados al destierro por la situación de falta de oportunidades en su país. Dado que tanto exiliados como migrantes fueron objeto de control y persecución política por parte del stronismo, en este artículo se adopta un enfoque amplio en la identificación del destierro como experiencia vital tanto de exiliados como de numerosos migrantes forzados por reducción drástica del mercado de trabajo y el control de la educación y de la cultura. Aunque no se desconoce la categoría teórica ya clásica de migrante económico para los estudios de desplazamientos de población y se acepta la caracterización clásica al respecto, en el caso del destierro paraguayo si se considera las varias décadas de faccionalismo, golpes de estado, guerra civil y la prolongada dictadura, tratar a la migración económica solamente como salida voluntaria para mejorar la situación económica, equivale a desconocer el contexto en el que se produjo.

Finalmente se destaca que el estudio de la experiencia y la vivencia vital –dimensión central en el destierro– requiere de la perspectiva analítica del exilio, ya que es el camino para profundizar en la historia y memoria del desplazamiento forzado de los paraguayos en el marco de la represión transnacional en el Cono Sur.

 

Conclusiones

El destierro paraguayo es uno de los de mayor envergadura, pero su estudio se encuentra rezagado respecto de los destierros de otros países latinoamericanos, tanto desde la línea de análisis de la historia reciente como desde la perspectiva de las ciencias sociales.

Hoy, para enfrentar el desafío de investigar este destierro se cuenta con una serie de trabajos de sistematización de la pluralidad de las experiencias de exilio y de investigaciones sobre la mecánica de la residencia fuera del país de origen, de la vivencia exiliar, las relaciones dentro de la comunidad de exiliados y los movimientos de solidaridad con las víctimas de la represión. Así también contamos con los avances en la comprensión del entorno transnacional del asilo, la represión y los contactos entre exiliados de diferentes países a partir de testimonios orales y la apertura de los archivos de la represión.

El desafío se torna más atrayente si se considera a nivel local y desde la historia reciente el peso que ha tenido la participación de los miembros de la diáspora paraguaya en la Argentina en la construcción de redes y organizaciones que abrieron el espacio de la denuncia pública en plena dictadura argentina.

El análisis sistemático y cierta centralidad que pueden cobrar los estudios de exilio, con la posibilidad de abarcar lo que se ha planteado en el presente artículo, abre la perspectiva de nuevas lecturas sobre los procesos políticos que atravesó la región.

En relación con la necesidad de estudiar la experiencia exiliar de los paraguayos en la Argentina, vale destacar que existen al menos dos ejes centrales que nuclean dicho proceso. El primero es el ya referido al papel de la diversas redes de solidaridad construidas en la Argentina a lo largo de casi cuatro décadas por los paraguayos desplazados, al interior de la propia comunidad y hacia afuera, conectándose con las experiencias sociales y políticas del país de acogida. Por lo cual cabe la pregunta de hasta qué punto esto abonó el sostenimiento de las redes que se irán desplegando a partir de  1976 con los nacientes organismos de derechos humanos argentinos, como Madres de Plaza de Mayo y la denuncia sobre la desaparición forzada de personas, y que rápidamente se potenciarán al contacto con las experiencias de redes transnacionales de derechos humanos de los otros países de la región afectados por las dictaduras de los setenta.

El otro eje del problema consiste en el exilio serial. Es el caso de los paraguayos residentes en Argentina, que a partir de 1976 tuvieron que transitar con suerte incierta la modalidad del re-exilio o exilio en serie. Forzados a abandonar el país de acogida emprendieron el camino de nuevos exilios fuera de la región, es decir, la transnacionalización como otra dimensión del fenómeno exiliar.

Los estudios de la historia reciente permiten dar cuenta de este fenómeno en el Cono Sur ya que fue una práctica llevada a cabo, por ejemplo, por exiliados brasileños,  paraguayos, y uruguayos en la Chile de la Unidad Popular, que luego del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 tuvieron que buscar nuevas rutas de escape que habrían de llevarlos hacia Europa y América del Norte.

En el caso  del destierro paraguayo en la Argentina, este fenómeno de exilio en serie o transnacional no es menor y amerita ser investigado por las consecuencias que tuvo para quienes lo protagonizaron y para caracterizar las experiencias de otros exiliados de diferentes lugares de la región y del mundo en los lugares donde finalmente se localizaron.

 


Notas:

[1] María Antonia Sánchez. Licenciada en Sociología. Profesora en la Carrera de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Trabajos de investigación publicados: “La esperanza y la utopía como momentos de la racionalidad” en Los Caminos de la Racionalidad. Mito, Filosofía y Religión; R. R. Dri (ed.), Buenos Aires, 2001; con Luis Roniger, El destierro paraguayo: aspectos transnacionales y generacionales. Revista Mejicana de Ciencias Políticas y Sociales, Vol LII núm. 208 enero-abril 2010; “Exilados paraguaios na Argentina 1976, antes e depois”,  en Samantha Viz Quadrat (org.), Caminhos cruzados. História e memória dos exílios latino-americanos no século XX. (2011). Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] La Confederación Paraguaya de Trabajadores controlada por el stronismo permaneció inactiva entre 1958 y 1980

[3] Roniger y Sznajder, 2007: 31-51

[4] Testimonios de entrevistados señalan que antiguos pobladores de la ciudad de Clorinda conservan algunas pocas fotos que guardan estas imágenes

[5] Organización Político-Militar u Organización Primero de Marzo

[6] El caso paradigmático es el del médico Agustín Goiburú.

[7] Sánchez 2011: 149-155

[8] CFPDDA, s/f. 25-27.

[9] Comisión Interamericana de Derechos Humanos

[10] CFPDDA s/f. 103-111.

[11] CFPDDA, s/f. 125-126.

[12] Me he limitado a estos cuatro casos dados los límites del presente texto.

[13] CFPDDA, s/f.13

[14] CFPDDA, s/f. 5

[15] CFPDDA, s/f. 5

[16] CFPDDA, s/f: 11

[17] Sznajder y Roniger, 2009: 268-280 y 302-375

[18] Roniger, 2011

 

Bibliografía:

CFPDDA (s/f.), Semillas de vida. Ñemity Ra. Asunción: CFPDDA.

Cockcroft, James (2001). América Latina y Estados Unidos. Historia y política país por país. México: Siglo XXI.

Roniger, Luis y Mario Sznajder (2007). “Antecedentes coloniales del exilio político y su proyección en el siglo XIX”, Revista de Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe. Vol.18, nº 2.

Roniger, Luis (2011). “Destierro y exilio en América Latina: Un campo de estudio transnacional e histórico en expansión”, Pacarina del Sur, en este número.

Salzman, Mariano (2003). “Guerra y transformación sociopolítica. Bolivia y Paraguay en los años treinta”. En Waldo Ansaldi (ed.), Tierra en llamas. América Latina en los años 30. La Plata: Ediciones Al Margen.

Sánchez, María Antonia (2011). “Exilados paraguaios na Argentina 1976, antes e depois.” En Samantha Viz Quadrat (org.), Caminhos cruzados. História e memória dos exílios latino-americanos no s´seculo XX. Río de Janeiro: FGV.

Sznajder, Mario y Roniger, Luis (2009). The Politics of Exile in Latin America. Cambridge: Cambridge University Press.