Muchos mundos entre Dubai y las favelas

Hugo Enrique Sáez A.
Dedicado a Ricardo Melgar Bao, ejemplo de intelectual latinoamericano

 

Comienzo este breve escrito comentando un hecho que los medios electrónicos convirtieron en “viral”, como se dice ahora. Me refiero al caso del profesor uruguayo Leonardo Haberkorn, quien dictaba clases en la carrera de Comunicación en la universidad ORT de Montevideo, hasta que renunció en diciembre de 2015. Argumentó en su blog las razones que lo condujeron a tomar la decisión de abandonar la cátedra.

“Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.”

"La incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.”

 

El licenciado Juan Ramiro Fernández, Director Senior de Medios Digitales de MTV Networks Latin America, le respondió en un estilo inquisitorio que al mismo tiempo descalificaba la capacidad del docente y defendía a la totalidad de los estudiantes, aduciendo que ellos reaccionan en positivo cuando se sienten motivados por el que imparte una clase. Si se lee con esmero el mensaje del profesor uruguayo, no hay resentimiento en contra de los estudiantes, sino una denuncia del sistema en que también están involucrados docentes, autoridades, familias, gobierno, empresas. Se les había inculcado una ética neutra; mejor dicho, predomina el hacer lo que “me gusta”. Sin modestia alguna revelaba el licenciado Fernández que había recibido testimonios de sus propios alumnos en los que le habrían confesado que nunca lo olvidarían. Todo un ejemplo de didáctica. Al principio de su intervención exhibía las bondades académicas de su curriculum vitae, al afirmar que había dado clases durante 25 años “en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UCA, en programas de posgrado de la Universidad de Palermo, en el programa MIND de Minders Group y la Universidad de San Andrés y soy consultor de medios en temas de content marketing.” Curioso olvido, no mencionaba su incursión en los medios frívolos del periodismo, como la revista Gente, dedicada al chisme de la farándula, que basa su atractivo en difundir fotos de mujeres ligeras de ropa, al estilo porno soft. Además, este individuo más que docente es un empresario de los medios y posee una nula visión crítica de los efectos que las nuevas tecnologías están ejerciendo sobre la cultura y la educación. Además, su trayectoria se ha desarrollado en instituciones privadas, donde no se contrata por concurso. El caso de la UCA (Universidad Católica Argentina) es muy peculiar, porque siempre ha representado la orientación más conservadora en materia política, y con seguridad molesta a sus autoridades cualquier acto de rebeldía, como el protagonizado por el profesor Leonardo Haberkorn.

¿Qué significa una renuncia que cuestiona al sistema educativo? No se trata de una especie de auto victimización del renunciante, como sugiere tajante el empresario de los medios metido a crítico, sino el síntoma de una crisis política y económica mundial que se refleja con mayor virulencia en el estado que guardan las escuelas de todos los niveles y la orientación de los planes de estudio hacia fines empresariales. Quizá el flanco débil de la renuncia es haber generalizado el uso del celular o de la tablet en el salón de clases, porque sí es un problema que yo mismo he enfrentado en la universidad, pero la distracción no abarca a los estudiantes interesados en aprender. Aun así, su gesto valiente merece una reflexión más profunda que la burla y la velada censura por parte de un ejemplar de ególatra propio de la cultura neoliberal.

En principio, ya es hora de que dejemos de considerar a las nuevas tecnologías como un medio neutro y de sostener que su valoración depende del uso que les demos. Las nuevas tecnologías se han convertido en una fuente de poder: facilitan la expansión y la circulación del capital financiero (incluso en los “paraísos fiscales”) y a los servicios de inteligencia gubernamentales los ponen en condiciones de detectar y perseguir a los opositores. Son estos sectores de la sociedad quienes reciben los principales beneficios de estas tecnologías, sin que por ello las estigmaticemos como si fueran una creación diabólica.

Que los celulares se ostentan como símbolo de estatus, también es una evidencia que no requiere demostración alguna. Que su empleo para establecer contactos superficiales de pantalla, es cierto y tampoco requiere de pruebas empíricas. El problema de fondo es que la virtualidad se ha erigido en un nuevo continente donde habitan millones de súbditos de las redes, y este fenómeno repercute en el deterioro de las relaciones cara a cara. Se publican fotos de cinco adolescentes sentados al borde de la playa sin intercambiar miradas porque éstas se hallan fijas en sus respectivos teléfonos celulares. Se establecen relaciones amorosas a través de Internet que terminan en tragedia. Conste que no se trata de descalificar las tecnologías ni de sostener que todo tiempo pasado fue mejor. Al contrario, intento mostrar hasta qué punto la libertad que tienen personas inmaduras para acceder a las redes sociales redunda en una desperdicio de la oportunidad que brindan los medios para generar productos en beneficio de las comunidades humanas palpables, que hoy se hallan en proceso de descomposición. En lugar de que ocurra esta comunicación comunitaria –aunque existe en niveles ínfimos- nos hallamos en presencia de medios de programación de masas, controlados desde ciertos nodos del sistema –políticos y económicos- orientados a capturar socios de un universo en el que estos objetos vivos actúan como entes pasivos.      

Escasa conciencia existe respecto de que estamos atravesando por una violenta fase de transición en el mundo, en que la competencia de los capitales transforma las fronteras políticas y profundiza la desigualdad social y económica. En ese contexto, las entidades que regulan las actividades de los consorcios empresariales y financieros colonizan el poder político de los estados soberanos e imponen sus “leyes económicas” por encima y a través de las leyes constitucionales. Saskia Sassen ha captado este fenómeno mediante el concepto de ciudades globales, es decir, mostrando las líneas intangibles que unen con mayor fuerza los intereses económicos y tecnológicos hegemónicos de Shanghai y México, por ejemplo, que las medidas del gobierno federal de este último país con los maestros de Oaxaca, Chiapas, Michoacán; entidades que comparten un territorio político “soberano”.

La nueva configuración de las relaciones planetarias privilegia un nuevo tipo de intelectual orgánico (por usar la terminología de Gramsci), que basa su capacidad de dirección en el manejo de las nuevas tecnologías con un criterio empresarial. Por ende, las relaciones sociales manifiestan la tendencia a organizarse como empresa, inclusive en el terreno íntimo.

¿Qué hacer? Como se interrogaba Lenin cuando en 1902 todavía era militante. ¿Qué función nos corresponde a los intelectuales críticos frente al sistema de dominación con tintes totalitarios que se delinea frente a nosotros? ¿Cómo contrarrestar la influencia de una educación basada en competencias que elabora productos para que se conviertan en futuros engranajes de las empresas? ¿Tenemos alguna respuesta colectiva que no sea efímera para combatir el tremendo poder de ese 1% de la población mundial que acapara la inmensa mayoría de los recursos existentes y que habita tras lujosos muros blindados?

Tengo multitud de preguntas pero escasean las respuestas. La crisis se expande y las oportunidades de intervención en los asuntos públicos a menudo quedan reducidas a esporádicas marchas y plantones, libradas al olvido colectivo de la opinión pública mientras se calman los ánimos. Por supuesto, los partidos políticos y los sindicatos, que nacieron como fruto de la idea de representación de los intereses populares, han sido cooptados en sistemas que desnaturalizan el significado original de su misión. Una creciente porción del electorado vota por un producto mediático más que por un programa, y lo hace más en calidad de consumidor que de ciudadano. Ojalá que al leer estas páginas no haya triunfado Trump en Estados Unidos.

Otro obstáculo que merece nuestra atención se deriva de la fragmentación de los movimientos sociales, que responden a contradicciones diversas y no se halla un eje unificador de sus demandas. Los campesinos sin tierra; los ecologistas que enfrentan la contaminación de todo tipo, el exterminio de especies animales, la minería criminal, los productos transgénicos y demás reivindicaciones; las víctimas de la violencia familiar, sean mujeres, niños o varones adultos; los vendedores ambulantes; las feministas y demás defensores de los derechos de género; las lesbianas, gays, bisexuales y personas tránsgénero (LGBT); las largas colas de gente en paro; los que no pudieron pagar una hipoteca leonina y quedaron sin vivienda; los niños en situación de calle; los migrantes desamparados en el Mediterráneo; las diversas comunidades indígenas con problemas propios; las madres adolescentes; los enfermos de VIH; los explotados en fábricas de firmas famosas instaladas en países pobres; los vagabundos sin protección alguna; los que sobreviven en pobreza y pobreza extrema (como si el matiz importara más allá de la estadística); los maestros con sueldo de hambre e inestabilidad en el empleo; los huérfanos de guerra, y una interminable lista de injusticias repartidas por el territorio de los cinco continentes e islas que los acompañan.

Los estados y los organismos internacionales no desconocen las condiciones de explotación y desamparo que padecen millones de seres humanos. Se promulgan leyes y se ponen en práctica planes de apoyo, no con el criterio de combatir los problemas sino de paliar el sufrimiento y mantenerlo dentro de rangos tolerables para el sistema de dominación. Así, se anuncia que en tal país la pobreza descendió equis por ciento. Pero la pobreza sigue ahí cobrando víctimas. La institucionalización de los problemas sociales deviene en su neutralización: si no estás de acuerdo con la corrupción que los manejan, tienes que recurrir a la ley, porque si protestas te expones a la represión violenta y velada por el aparato de Estado que actúa más en connivencia con los delincuentes que en defensa de las propias víctimas.

En especial, refiriéndome a las instituciones educativas, es válido afirmar que han perdido la débil autonomía de la que alguna vez disfrutaron; que ni los maestros ni los estudiantes son los protagonistas en ellas, porque están sometidos al control externo y centralizado en varios niveles e instancias. Organismos internacionales y entidades nacionales establecen estándares de rendimiento abstracto que ignoran la heterogeneidad de las situaciones que se enfrentan, principalmente entre las metrópolis y su hinterland. Por un lado, avanza a gran escala la privatización de la educación, apoyada por los planes de gobierno. Por otro, la disminución del presupuesto asignado al gasto social se refleja en un descenso de la calidad de la educación pública. Marx ya lo había anticipado hacia 1875 en la Crítica del Programa de Gotha (www.omegalfa.es) al escribir estas palabras:

¿Se cree que en la sociedad actual (que es la única de que puede tratarse), la educación puede ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la escuela pública, la única compatible con la situación económica, no sólo del obrero asalariado, sino también del campesino?


Imagen 1. www.bloglenguayliteratura.wordpress.com 

¿Y qué pasa con la investigación? En Pacarina del Sur, gracias a la iniciativa de quienes la fundaron y la mantienen vigente con energía y muchos esfuerzos, tienen cabida libre de censura varios productos de investigación que en general se distinguen por una visión latinoamericana y crítica. En cambio, la investigación llevada a cabo en la academia y en los institutos especializados está supervisada por entidades estatales y privadas que se guían por un criterio de premio y castigo: si se ajusta a los criterios estipulados en complejos documentos oficiales, el investigador recibe un estipendio que se suma al sueldo y prestaciones de su lugar de trabajo; si no se ajusta a dichos criterios, queda fuera del sistema. Es obvio que son valiosas y de calidad muchas investigaciones financiadas por fundaciones, consejos nacionales, y demás entidades. Sin embargo, ¿dónde impactan sus resultados? De acuerdo con la UNESCO, alrededor del 45% de la investigación que se produce en el mundo está, directa o indirectamente, relacionada con fines militares. De hecho, es de conocimiento público que Internet se desarrolló a partir de un proyecto militar. Queda claro que no se puede instalar casillas para que el público vote y las investigaciones se orienten a la paz. Sí sería posible, pero no hay signos de que ocurra, una organización independiente de los investigadores para decidir las líneas de investigación centrales, en vez de atenerse a las decisiones verticales de las entidades reguladoras. Ahora bien, para impedir la igualdad de sus voces, los investigadores son estructurados en jerarquías que más se parecen al orden de un cuartel que a una comunidad de personas inteligentes dedicadas a generar productos útiles para la sociedad.

Por último, paralelo al proceso de instaurar un espacio artificial superpuesto al espacio natural se advierte un preocupante desgaste del planeta. No tengo a mano el número de especies que desaparecen a diario, además de los pueblos originales que ya no existen; amplios territorios en todos los países se desertifican; el agujero de ozono se ha controlado parcialmente pero los gases de efecto invernadero se siguen emitiendo, y el calentamiento global no se detiene ni se prevé su interrupción; faltará el agua en forma dramática y a corto plazo, líquido vital del que amplias capas populares ya están careciendo.

Frente a estos delicados problemas, el gasto suntuario no se mide en sus excesos. La monarquía constitucional del emirato de Dubai ha construido hasta una isla artificial en una presunción de lujo lujurioso que atrae a turistas frívolos y a residentes millonarios que con sus fortunas materializan sus enfermizos sueños de grandeza. En el otro extremo, los habitantes de las miserables favelas de Río de Janeiro sobreviven en medio de la violencia policial y del narcotráfico, con la ilusión de que la suerte favorezca a un niño y se convierta en un nuevo Neymar del fútbol internacional. Y las favelas en Uruguay se llaman cantegriles, villas miserias en Argentina y ciudades perdidas en México. Asentamientos humanos marginados de todo lo imaginable existen en África, en Asia y en América Latina, al igual que los bolsones de pobreza en toda Europa.  

¿Cómo pensar en conexión con los problemas relevantes de la humanidad y no con una agenda académica que nadie discutió? ¿Cómo construir la cadena entre intelectuales y actores sociales? Son cuestiones abiertas urgentes de resolver.

 

Cómo citar este artículo:

SÁEZ A., Hugo Enrique, (2016) “Muchos mundos entre Dubai y las favelas”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 29, octubre-diciembre, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1409&catid=15