Remesas familiares

Martha Delfín Guillaumin

RECIBIDO: 15-11-2013 ACEPTADO: 16-12-2013

 

Llegaste ayer de un largo viaje y te sentaste en la silla que está junto a la ventana de la cocina, quizás te invitó a hacerlo el dulce aroma del pastel que estaba preparando o sólo tenías el deseo de volver a ocupar ese lugar que tanto te agrada porque puedes ver hacia la calle y saber lo que  ocurre alrededor de nuestro hogar o, por lo menos, suponerlo al mirar los rostros de las gentes que pasan frente a la casa con prisa o sin ella.

¿Por qué tu presencia me da tanta tranquilidad? En estos tiempos en los que ya no es prudente salir a ciertas horas porque quizás resultaría inadecuado, puede haber algún ladrón o supuesto maleante que atosigue nuestro bienestar. Te fuiste por siete años, tres meses, veinte días y trece horas, recién llegas y me devuelves el aliento que te llevaste con tu partida.

¿A dónde fuiste con tanta ansiedad?, ¿por qué razón me dejaste sola con tan grande pena? Sé que las penurias económicas han asolado a otras familias, pero nosotros vivíamos al día, vivíamos bien y nos bastaba con tan poco, sólo que nos dejamos convencer de comprar y endeudarnos a plazos, con créditos, ya que eso nos permitiría tener aquellos objetos que engalanarían nuestro hogar, que lo harían verse elegante, o aquellos otros que nos otorgarían el placer de admirar imágenes y escuchar sonidos que deleitarían nuestra vida en apariencia triste y monótona. Compramos cámaras fotográficas, aparatos de sonido, dos computadoras, una grande y otra chiquita llamada lap top o algo así.

En fin, nos llenamos de cosas lindas en apariencia, pero de pronto llegó la crisis económica en México y todo se disparó. Fue entonces que devolvimos varios de los muebles recién comprados a plazos, aunque nos decían que no hacía falta, que nos daban una prórroga, pero nos espantamos por ser tantas las deudas y tan poquito el dinero que llegaba a entrar a nuestra casa. Esa silla en la que ahora te sientas es la misma que tenemos desde hace 20 años, es de las originales, ja, por llamarla de alguna manera.

Para tratar de acabar con la mala racha, viajaste para trabajar a la capital, pero eso no alcanzaba, enviabas algo de dinero, pero no resultaba suficiente porque no cubría la escuela de paga de nuestros dos hijos, Pepe y Tomás, que entonces estaban terminando el 5º y el 6º grado de la primaria. Comenzaron a ir a una primaria de las oficiales, las del gobierno, en donde terminaron esos años de estudio. Después de que te fuiste, la segunda vez, pero más lejos, al otro lado, una vecina me corrigió mientras yo le contaba, me dijo que no te habías ido de mojado porque cruzabas hacia Arizona y que por allí no hay agua, no está el río Bravo, sólo desierto, chaparrales, nopales, qué sé yo cuánta cosa me aclaró mientras me prevenía de que peor que las víboras o los alacranes, son los guardianes de migración y los vecinos gabachos que no quieren dejar pasar a los molestos ilegales, sí, molestos e ilegales, así nombran a los mexicanos y gentes de otros países latinoamericanos que se cruzan sin papeles al bendito otro lado.


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 Luego los muchachos también se fueron, se aburrieron de estudiar en la  preparatoria porque no veían un futuro prometedor con el taller de computación, quizás ahora les sirva en donde andan. Igual que tú se fueron de mojados al otro lado, sólo que más lejos, ellos se han quedado en ciertos lugares de Arkansas, de los que yo nada sé,  tú probablemente sí. En fin, no comprendo qué ocurrió, sólo que te fuiste, viajaste lejos, pero desconozco si fue por buscar algo mejor de lo que aquí teníamos o si yo fallé por pretender ser lo que no era y no soy, una mujer luchadora incansable. Confieso que no es así, apenas te marchaste, me desplomé y no supe ser una buena madre, quizás por eso, los chicos también se marcharon bien lejos.

Esa remesa bimensual que recibíamos al principio y que tramitábamos por medio del banco nos ayudaba mucho para solventar los gastos, lástima que nos cobraban tanto interés para darnos nuestros pesos, no dólares, pero igual comíamos y nos vestíamos con ese dinero; papel que viene y va como si fuera un pájaro errante que no quiere quedar cautivo en nuestras manos.

Me contaron que allá por donde andabas conociste a otra mujer, que te juntaste con ella, que te dio otro hijo o hija, no sé, que los quieres mucho y no pensabas volver a tu casa, nuestra casa. Yo no les creí, ¿qué necesidad hay de creer palabras que son huecas y que con su roce pueden lastimar no sólo nuestros oídos sino nuestro corazón? Mi corazón, que con tu partida quedó marchito, igual no podría haber sufrido si hubiese hecho caso de esas extrañas palabras sobre tu mal proceder hacia conmigo.

Pepe, en uno de esos días, llegó a la casa con un ojo morado, se había peleado con un compañero de la escuela porque se molestó de que lo llamara “el hijo del papá borracho”, él te defendió de esa horrenda acusación; tú bebías, pero no tanto como para quedar briago, o ¿me equivoco y fue esa la razón que tuvo tu jefe en la oficina para despedirte cuando te dijeron que ya no podías continuar trabajando porque la cosa se había puesto brava?

Por su parte, Tomás nos contó que una compañerita de 6º estaba muy triste, que su papá ya tenía más de tres años lejos de su familia, que se había ido a trabajar al otro lado, pero que, a pesar de estar acuitada, ella estaba algo contenta porque tenía un bonito vestido nuevo que le acababa de comprar su mamá con el dinero que les había mandado desde una ciudad que está creo que en Arizona, por donde andabas tú.

¿Qué te puedo decir acerca de tus hermanos que venían a verme a cada rato para pedirme dinero prestado del que tú nos mandabas? Siempre traían una nueva historia triste acerca de lo mal que les había ido en el puesto del mercado o en el tianguis, de lo enferma que estaba tu mamá, que en paz descanse, y de que ni con el seguro popular se las podían arreglar, que las medicinas eran caras y no sé cuánta cosa fea y pesarosa más.


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Te fuiste lejos y te extrañamos mucho, pero teníamos la confianza de que volverías para las fiestas de Navidad, como los paisanos, esos a los que la gente del Gobierno los recibe con gusto porque saben que le traen dinero a sus familias y también carros que luego venden en los poblados por donde andan. ¿Te acuerdas de Felisa? La señora de la casa de enfrente, pues su esposo, Javier, también se fue por un buen rato. Ella fue a alcanzarlo, pero se regresó, eso sí, en un muy buen automóvil que vendió luego a muy buen precio, así que se estuvo tranquila por un tiempo. Luego empezó a andar con el taxista del sitio que está a dos cuadras de aquí. En fin, a los hijos se los cuidaba doña Eduviges, su suegra, mientras que ella se iba por ahí con el fulano ese. Lo peor fue cuando ya el taxista se quedaba a dormir en casa de Felisa y Javier, pero sin Javier. Para no hacerte el cuento largo, ahora Javier hizo que doña Eduviges le mandara a sus hijos a Seattle, una ciudad de muy al norte pegada a Canadá, algo así me dijo la señora. Resulta que a Javier no lo echaron de vuelta por acá porque está trabajando de cocinero en un restaurante mexicano, le arreglaron los papeles y ya es legal como dicen ellos. Así que se pudo llevar a sus niños que ya están yendo a una escuela gringa y, según su abuela, les va muy bien. Pensar que él acá se dedicaba a lavar alfombras y terminó cocinando por esos lejanos lares, en fin, para todos hay, pero, ¿por qué para ti no hubo esa misma oportunidad? ¿Volviste a beber cuando estabas apurado? ¿Qué pasó?

Acá en el pueblo siempre había mucho contento cuando los familiares volvían del norte, les llamaban los norteños, ¿te acuerdas de nuestro amigo Tobías? Su papá y su abuelo habían trabajado durante la segunda guerra mundial como braceros en los campos de cultivo de Florida, creo que eran naranjales. Total que hasta mandaron dinero a la iglesia para que arreglaran lo que se había fastidiado en el coro por un pequeño incendio que había habido en ese tiempo. Luego cooperaron para comprar unos arcángeles bien bonitos, los encargaron junto con los otros norteños paisanos con el dinero que habían ahorrado para ello. En la etiqueta que todavía se ve al lado de las imágenes tiene escrito algo que dice estofado de Ecuador, ¡quién lo diría! Hasta donde me acuerdo, Ecuador queda más al sur que México, me figuro que harán muy buen trabajo como para animarse al gasto, y sí, los angelitos están muy bonitos.


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Otro problema que se ha hecho más complicado en estos años ha sido el asunto de las drogas, ya no sólo que anden con los sembradíos de amapola y mariguana, sino que luego, en general, conviene sembrar más eso que maíz o frijol, deja más dinero. Para colmo hay mucho militar dizque protegiendo a nuestro pueblo y sus alrededores, se supone que es para evitar la presencia del narco, pero creo que están medio mal las cosas, porque de repente son unos mezclados con los otros y en ese revoltijo se matan entre ellos y el que anda de curioso o desprevenido por allí pues se lo echan también, eso es muy feo para todos por acá, pero así está la cosa.

Pepe anduvo metido en algo raro, por allí lo vieron dándole unos sobrecitos a unos muchachos de la secundaria y se lo llevaron a la estación de policía para dizque saber qué es lo que hacía. Tuve que ir a sacarlo pagando una mordida, bueno, una multa según ellos, pero el problema siguió, se juntaba con unos chicos muy groseros y flojos que nada más iban a la preparatoria para disimular lo que en realidad hacían, vender de esos sobrecitos con unos polvos y pastillitas que les hacen mucho mal a los muchachos. Realmente las cosas están feas, hasta en las canciones se oye sobre estas costumbres que ahora tienen nuestros jóvenes.

Acá tu trabajo en la oficina de la forestal era bueno, sólo tenías que hacer los reportes de salidas de madera, ver lo de la reforestación, que se cumplieran los programas que te marcaba el jefe. Pero luego comenzaron esas broncas con los vecinos agricultores de aguacate, que porque talaban zonas para sembrar más y para colmo, acaparaban el agua para los sembradíos. Aparte estaban los narcos, los campesinos que siembran para ello, los “especialistas” que procesan en unos como laboratorios, y los individuos que venden, como si fuera una empresa bienhechora. ¡Ay! En eso se metió nuestro Pepe, por eso fue que Tomás se lo jaló para el otro lado, se fueron y me dejaron más sola todavía.

¿De veras eres tú el que ahora me escucha o es sólo tu sombra, tu recuerdo? El señor que se acaba de ir me trajo un sobre en el que viene un oficio que dice que tú y yo ya no estamos casados, me lo tradujo, está escrito en inglés y yo no lo entiendo para nada. Es un empleado de la notaría del pueblo, me aclaró que se trata de un asunto legal, que según supieron por tu llamada telefónica y por tus correos electrónicos, tuviste que hacer eso para poder casarte con la madre de tus cuatro hijos que nacieron del otro lado, que ella sí es gabacha, pero de origen guatemalteco, eso ha arreglado tus papeles y podrás estar de manera legal para seguir trabajando como albañil en esa empresa constructora de Phoenix, Arizona. Igual apenas lo entiendo, creo que es una pesadilla y estoy esperando ansiosa despertar y comprobar que todo ha sido un mal sueño. Las remesas familiares traen dinero, ¿podrías incluir un poco de tu amor en las próximas que envíes?

 

Cómo citar este artículo:

DELFÍN GUILLAUMIN, Martha, (2014) “Remesas familiares”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 18, enero-marzo, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 9 de Noviembre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=898&catid=15