Moisés Sáenz y su paternidad negada en la historia de la antropología latinoamericana

Moises Saenz and his denied paternity in the history of Latin American Anthropology

Moises Saenz e negou a paternidade na história da antropologia da América Latina

Sergio Ricco[1]
Con la colaboración de Juan Paulo Pérez Tejada Ladrón de Guevara[2]

Recibido: 13-03-2015 Aceptado: 20-03-2015

 

El indigenismo, en México y en el contexto continental, se constituye en un híbrido. Quizá uno de los mejores ejemplos sea Moisés Sáenz Garza, quien al mismo tiempo que tenía una sólida formación como pedagogo, gozaba de gran solidez en las ciencias sociales y en la antropología. Incluso, las descripciones que Sáenz realiza sobre las regiones indígenas son impecables desde el punto de vista etnográfico, siendo así difícil de distinguir dónde comienza el pedagogo y dónde termina el antropólogo social y el proyectista político e incluso el etnógrafo. Para Aguilar Rivera (2007), es sorpresivo que, en los años que le siguen a la rebelión zapatista, y al reguero de tinta que significó la discusión, elaboración de propuestas y proyectos sobre los pueblos indios de México, Moisés Sáenz se haya mantenido como un gran desconocido, y no como el precursor de una rica discusión sobre el lugar de los indios dentro de la nación y el Estado. Pese a los grandes aportes tanto en teoría pedagógica, como en la práctica dentro de las ciencias sociales, Moisés Sáenz Garza no ha logrado tener un lugar destacado en la historia oficial de la antropología mexicana. Se le ha ninguneado la paternidad como arquitecto de instituciones y aplicación de políticas dirigidas al mejoramiento de la comunidad indígena. En este último sentido, a Sáenz Garza debiera considerarse pionero en el quehacer de la antropología aplicada y de metodologías antropedagógicas y de innovaciones educativas y escolares. Quizá su mayor mérito sea que de manera temprana destaca la necesidad de atender las particularidades étnicas y culturales de la población indígena en México y su relación con el Estado nacional.

En la revisión de documentos sobre Instituto Indigenista Interamericano (III), órgano consultor intercontinental desde donde se dictaron las políticas hacia los pueblos originarios de América, nos damos cuenta de la necesidad de recuperar las obras y acciones de Sáenz para comprender mejor cómo se gesta el III. A partir de este trabajo, podemos aventurarnos a pensar que el llamado indigenismo hubiera tenido otros derroteros de no haber segado la muerte la oportunidad para que Moisés  Sáenz tomara las riendas de esta institución, producto de sus gestiones internacionales.

 

Etapa formativa

Moisés Sáenz Garza (1888-1941) nace en Apodaca, Nuevo León, en 1888, en el seno de una familia convertida al protestantismo en la modalidad presbiteriana por influencia directa de misioneros norteamericanos (Sánchez, 2010). Esta filiación religiosa le acarreará recurrentes críticas y se le tildará de “pocho”. Moisés Sáenz se forma en la preparatoria presbiteriana en la ciudad de México.  Cursa estudios en la Normal de Xalapa, más tarde, en Estados Unidos en el Teacher's College de la Universidad de Columbia, donde conoce directamente a John Dewey. Ahí realiza un estudio de educación comparada entre Estados Unidos y Europa. También estudió en la Sorbona, lo que le otorgó un alto nivel de formación académica (Britton, 1972; Guerrero, 1975).

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Imagen 1. Moisés Sáenz www.bachilleresquiroga.com

 

Sáenz, el educador

Para Aguirre Beltrán (1970) en la presentación de la Antología de Sáenz, una de las instancias de mayor relevancia de la posrevolución es la secretaría de Educación, donde uno de sus objetivos es intentar integrar a la sociedad campesina al mundo occidental. Moisés Sáenz es figura señera dentro de la Secretaría, es uno de los primeros ideólogos de la educación de la posrevolución con formación cosmopolita y con la influencia de John Dewey. Estas enseñanzas las aplica en su carácter de subsecretario con los siguientes principios: "la motivación, el respeto a la personalidad, la autoexpresión, la vitalización del trabajo, el método de proyectos, el aprender haciendo, y la democracia en la educación"(Aguirre Beltrán, Ídem: X). Aguirre Beltrán caracteriza políticamente a Sáenz como un afiliado a la burguesía agraria del norte, primero a Madero y Carranza y más tarde a Obregón y a Calles, sin dejar de considerar las influencias magonistas y zapatistas que, de manera inconsciente, permeaban en los hombres de la revolución. Aarón Sáenz, hermano menor de Moisés, se enroló primero en las filas del Ejército constitucionalista, y más tarde, dentro del obregonismo y callismo, convirtiéndose en prominente político y militar e incluso, considerado candidato para la presidencia de la república durante el Maximato. Además, Aarón Sáenz se destacó como el empresario más prominente del azúcar y del control de los ingenios en México[3]. La formación presbiteriana de los hermanos Sáenz se convirtió en un estigma. Vasconcelos hacía referencia a la formación religiosa, además de señalar a Moisés Sáenz de “pocho”. Este señalamiento lo acompañó a lo largo de su carrera profesional y política. Para Vasconcelos, existía un plan subrepticio de los Estados Unidos para eliminar la raíz latina en toda América y sustituirla por el primitivismo sajón (Camargo, 2006).

Sáenz ocupó importantes puestos educativos. Fue Secretario de Educación de Guanajuato y director de la Escuela Nacional Preparatoria. Posteriormente, fue subsecretario de Educación de 1924 a 1928, y en 1928 ocupó por breve tiempo la Secretaría de Educación Pública cuando Puig Casauranc deja el cargo. Como subsecretario, promovió el Instituto Nacional de Misiones Culturales, la Casa del Estudiante Indígena, la cual a consideración de Loyo (1996), no cumplió con los fines iniciales [4]. Dio cuerpo teórico y práctico a las Escuelas rurales. También a Sáenz se le debe la estructura de la Escuela Secundaria, separándola de la escuela preparatoria.

En el noreste de México, la cuestión indígena no era relevante, en tanto que las formas de tenencia de la tierra mantenían una lógica diferenciada a la del centro y sur del país, además de la práctica ausencia de pueblos originarios en el noreste. Por ello, es de suponerse que la preocupación de Sáenz por el indígena es a partir de sus viajes de campo dentro de la recién creada Secretaría de Educación Pública, en el contexto de la Revolución Mexicana. Ésta reclamó la necesidad de la igualdad entre los mexicanos para crear así una identidad nacional. El indígena es visto como rezago y pobreza materializada, pleno de supersticiones. Es en éste espacio en el cuál Moisés Sáenz pugna por llevar la empresa civilizadora, haciendo funcionar la fuerza del Estado para mexicanizar al indígena y llevarlo hacia el progreso. Sáenz considera la educación como un instrumento de la Revolución. La nueva escuela debe contemplar civilización y socialización, y estar acompañada de programas de economía y salud.

Moisés Sáenz, al igual que muchos maestros normalistas de la época, apoya la adopción de la pedagogía de John Dewey para aplicarla en lo que sería la Escuela de la revolución (Romo, 2006: 223). Aunque Vasconcelos se muestra reacio, la acepta. Vasconcelos mantiene críticas a la pedagogía de Dewey que, revisadas minuciosamente, son infundadas. Romo (Ídem.) atribuye el disgusto de Vasconcelos por Dewey a su acentuado hispanismo y antiprotestantismo.  Moisés Sáenz, por el contrario, creía como Dewey en la educación acción, en el aprender haciendo. Para Sáenz, la escuela es un instrumento fundamental para lograr el proceso civilizatorio. El maestro es visto como misionero y la enseñanza del castellano como un elemento para la unidad nacional. Calles apoya la perspectiva de Sáenz y  durante su gobierno se fortalece la escuela rural. Sáenz recorre el país como Subsecretario de Educación Pública, cuando preside la Secretaría Manuel Puig Casauranc. La escuela rural se convierte en modelo, con talleres, campos demostrativos, aprendizajes de oficios. El principio de la escuela es el aprendizaje productivo. Al mismo tiempo, la escuela se debe fundir con la comunidad. Esto es parte de la pedagogía deweyana. De hecho, en 1926 se invita a John Dewey a México para que atestigüe esta empresa educativa.

 

La Escuela Rural

La escuela rural debe en gran medida su instalación y desarrollo a la labor de Moisés Sáenz Garza, esta se entendía no sólo como el espacio arquitectónico, sino el lugar donde la creación con base en las tradiciones estéticas locales debían de ser plasmadas. Sáenz tenía una particular idea sobre la escuela rural y en específico, sobre la escuela rural en la situación indígena. De ahí la ruptura con la concepción de Vasconcelos de la escuela, si bien Sáenz y sus contemporáneos coincidían que la escuela debía ser un instrumento para el desarrollo económico y social de la nación, Sáenz consideraba que la escuela en el medio rural, y en particular, en el indígena, debiera contar con sus propias formas de desarrollo. Para Vasconcelos, la escuela tendría que ser homogénea. Sáenz consideraba las particularidades. El proyecto Carapan puede ser entendido como un experimento personal que no logró desplegarse por la incomprensión de las autoridades de ese tiempo.

Sáenz difiere a la concepción de José Vasconcelos al papel social de la escuela. Para el editor de El Timón[5] , la escuela debiera ser un elemento unificador, y al contrario, Moisés Sáenz defiende la singularidad que la escuela debe contemplar.

El mismo año en que Dewey visita México, Sáenz (Cf. 1982) da conferencias en Estados Unidos para exponer los logros de la Escuela rural y las particularidades del país. De los 14 millones de habitantes, en números redondos, el 62% es analfabeta. Existen 2 millones 275 mil niños en edad escolar, pero un millón 750 mil no tienen escuela. La diferencia de los programas educativos del presidente Calles y el de Díaz, es que la educación en este régimen es nacional, a diferencia del de Díaz que se centraba en la ciudad de México y algunas ciudades. El gasto en educación es del 40% del total del presupuesto de los gobiernos estatales.

Para 1926, Sáenz calcula de que van a existir más 5 mil escuelas rurales, distribuidas en los valles y montañas alejados. La escuela rural tipo consiste en un patio, casa y huerto; una maestra o maestro que los hace ser y pensar como mexicanos. Aquí, se trata de que conozcan la bandera, el nombre del presidente, las primeras letras y ésta es la escuela tipo, con niños de 7 a 14 años. Es la escuela de la revolución, sin una filosofía definida, sólo el respeto a la personalidad y a la elaboración de proyectos, el aprender haciendo.

En las ciudades, también se está promoviendo la nueva escuela. Para la escuela rural, se conforman equipos de una enfermera o trabajadora social, un agrónomo, un experto en economía doméstica y un maestro de educación física que citan a los maestros en un distrito y los capacitan para poder atender socialmente a la comunidad en la que trabajan. No sólo atender a los niños, sino a los jóvenes y adultos. Se están desarrollando pequeñas bibliotecas, programas radiales y es la forma en que México reivindica su revolución.

México es un país de regiones, de localismos. Así la escuela choca con la cultura. Para Sáenz, se trata de que escuela y civilización logren por medio de hábitos homogeneizar, civilizar. La escuela rural, aunque aún deficiente, tiene esta pretensión. Sus objetivos, castellanizar, recuperar y fomentar valores artísticos, cambiar la dieta, acostumbrar a la gente a la acción coordinada.

La castellanización no es con un afán verbalista, sino persiguiendo la comunicación material y espiritual, y para ello se requieren caminos, comunicar a las comunidades y a la nación, lograr la unidad material y espiritual, sin la cual no puede haber patria.

Para Sáenz (ídem.), la revolución no logró, en términos económicos y democráticos, sus aspiraciones. La revolución fracasó. La escuela debe de cumplir las aspiraciones de la revolución, sobre todo en materia democrática. Sáenz plantea que el gobierno centralizado al cual tuvo que recurrir la revolución, va a quedar supeditado a una organización superior que es el de la escuela. Sáenz le otorga al magisterio el carácter de "apóstoles civilizadores", una idea acorde a la época.

Si bien Sáenz reivindica la escuela rural y considera a esta institución como un detonador, al mismo tiempo reconoce que la escuela no ha sido capaz de influir en los individuos. La escolaridad promedio es de dos o tres años. Así, la escuela poco puede afectar. Hasta ahora, escuela y dinero se van en un tonel sin fondo. La escuela, a pesar de su intrepidez, no puede sola con la tarea, y requiere de la participación de otras instituciones: salubridad, industria, agricultura. De otra forma, la escuela caerá de nuevo en el fracaso y otra vez se culpará al indio. Un apostolado inteligente, eficaz y mexicano se requiere para las regiones indígenas y esta idea la expresa en su recorrido por la Sierra Norte de Puebla..

 

La casa del estudiante

A pesar del entusiasmo que le provocaba a Sáenz la expansión de las escuelas rurales, veía en las escuelas situadas en zonas mayoritariamente indígenas poco resultados. Esta preocupación la expresa en México Íntegro. Aquí yace su principal distinción con José Vasconcelos. En lugar de interpretar este fracaso educativo como una incapacidad del indígena para aprender, entiende que es necesario implantar un sistema educativo para indios. Para Vasconcelos, esto era seguir el modelo asimilacionista norteamericano.

Es en esta búsqueda de un método especial para indios que se proyecta la Casa del Estudiante Indígena. Este proyecto, muy criticado por sus métodos, tenía por objeto mostrar que la población indígena tenía tanta capacidad de aprendizaje como el resto de la población mexicana. Asimismo, pretendía que los jóvenes internados volvieran a su comunidad para transformarla con su influencia. Sin embargo, casi ninguno regresó. La escuela cerró, tras declararse que se había demostrado que los indios del país eran capaces de asimilarse al resto de la nación, como capaces de instruirse como cualquier otro mexicano.

En este periodo, Sáenz aún abogaba por el método de inmersión directa para enseñar español a la población indígena. Sin embargo, esta postura cambia tras una gira por Guatemala (Aguirre Beltrán, 1981), mandatada durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio.

Sáenz fue comisionado para conocer la situación indígena de ese país. Ahí, conoce a William Cameron Townsend en septiembre de 1931, sorprendiéndose por su trabajo lingüístico. (Svelmoe, 2008) Townsend ya tenía varios años de trabajar en un proyecto de formación y educación para misioneros protestantes, traduciendo el Nuevo Testamento al Cackchiquel. Sáenz se impresiona por los progresos de Townsend y lo invita a colaborar en el proceso educativo en México. Townsend, para el verano de 1934, ya se encontraba trabajando en México, en Tetelcingo, Morelos, con el beneplácito del gobierno de Cárdenas para realizar su labor[6]. A partir de este hecho, se consolidaría muy pronto el Instituto Lingüístico de Verano, teniendo su expansión no solo en México, sino en el resto de América Latina y el mundo. La influencia de Townsend resulta nodal en la Asamblea de Filólogos y Lingüistas, realizada en 1939, donde se propone el método sicofonémico para la alfabetización de los indios (Stoll, 1985).

El indigenismo de Sáenz pretende crear instituciones secularizadas. Sin embargo, es posible pensar que para el gobierno de Lázaro Cárdenas el credo protestante podría reducir la tensión con los sectores más conservadores de la Iglesia Católica. De ahí se puede entender la amistad que surgió entre Cárdenas del Río y Townsend, además de que Townsend se convirtió en cabildero en los Estados Unidos para defender el respeto a las iniciativas cardenistas de expropiación (Cf. Townsend y Carrillo, 1954).

La participación de Sáenz pudo no haber sido de mayor relieve a la documentada, en la medida en que su hermano Aarón participó en tratos durante el régimen callista con el gobierno norteamericano en su calidad de canciller, seguramente para bajar la tensión que algunos sectores de este país tenían respecto a la revolución mexicana y en particular, con la guerra cristera[7] (Salmerón Sanginés, 2005). Así es posible pensar que Moisés Sáenz no solo sirviera de enlace para contactar y contratar a Townsend.

 

Sáenz, el etnógrafo

Durante sus trabajos como funcionario, Moisés Sáenz recorre el país, lo que le permite conocer la situación indígena de primera mano en distintas partes del territorio nacional. Sus informes pueden considerarse como breves etnografías de las poblaciones que visita.

De primera mano conoce la situación de la escuela rural en los sitios agrestes y aislados del México de las primeras décadas del siglo XX. Con sus propios reportes de campo, y entrevistas al magisterio, nos muestra la "nueva escuela" que diversifica sus aprendizajes. La escuela rural cuenta con su huerto, apiario, gallinero, conejeras. En algunas, enseñan oficios, pese a la pobreza de los materiales. Para Sáenz, la nueva escuela posee dignidad y se está convirtiendo en el centro de atención de las poblaciones.

En algunas regiones, lo que le salta son ruinas y un alto nivel de agravios que impiden cualquier programa de desarrollo social. Este es el caso de un recorrido por el territorio de Quintana Roo en 1929, donde hace notar la ausencia del Estado mexicano, dando lugar al caciquismo, al igual que en la Sierra Norte de Puebla, donde impera el autoritarismo. (Cfr. México íntegro. “Quintana Roo: frontera de México”). Al mismo tiempo, es la demostración de un México desarticulado, desigual y diverso.

Un ejemplo claro de estas impresiones etnográficas ocurre como miembro de una comisión visitadora al entonces territorio de Quintana Roo. Sáenz describe a los comerciantes, chicleros e indios, estos últimos, bastantes fracturados, sin folclore, malcriados, decadentes y hostiles. La actividad principal es la extracción del chicle que concita a gente de varias partes de México, que no logran tener arraigo. De tal suerte, Quintana Roo es un territorio de ruinas de distintos proyectos. Se requiere tener una población para poder impulsar proyectos sociales.

En contubernio con el gobierno, está la presencia del cacique Francisco May, quien tiene el control de doscientas mil hectáreas de bosque y se ha convertido en un empresario de la explotación del chicle y la madera. El territorio de Quintana Roo carece de correo, telégrafo y las comunicaciones son eventuales.

Para Sáenz, el único recurso viable posible para el territorio, es la explotación del chicle. Pero hasta ahora, este recurso ha sido objeto de corrupción, al igual que la explotación de las maderas. Se requiere una administración honesta para la explotación de estos recursos en el territorio e impulsar las comunicaciones a fin de establecer la estructura económica. Ya para estos años, Sáenz registra la construcción de un hotel en Cozumel como pionera empresa turística en 1929.

Sáenz se detiene también en el desierto de San Luis Potosí y la Sierra Norte de Puebla. En las localidades de estos estados reflexiona sobre las potencialidades de la aplicación de la pedagogía de John Dewey consistente en la educación-acción, no sin notar que en las poblaciones indígenas es donde menos progresos se observan.

 

Carapan

No es por ello extraño que sea en un viaje de inspección por la Mixteca cuando Sáenz (Cf. 1969) conviene con Bassols la necesidad de establecer un centro de experimentación educativa para la población indígena. El sitio debería de reunir ciertas condiciones: ser un poblado indio con influencia regional, haber resistido el embate mestizo y contar con apoyo político. El espacio seleccionado fue la cañada de los Once Pueblos. En esta experiencia, acompañaron a Sáenz un grupo de profesionales conformados por agrónomos, trabajadores sociales y activistas culturales. Las funciones de la estación quedaron inicialmente de la siguiente forma: los propósitos y métodos generales a cargo de Sáenz; los aspectos culturales los llevaría Carlos Basauri; los estudios económicos, Miguel Othon de Mendizabal; los estudios sobre la lengua purépecha y los alcances de la castellanización estarían a cargo de Pablo González Casanova. Los maestros de las escuelas estarían bajo la coordinación de la Estación y se abriría un espacio para la educación de adultos y la recreación.

Tras varias discusiones sobre el apelativo del proyecto, se estableció, a juicio posterior de Sáenz, el pedante nombre -señalado así con humor- de “Estación Experimental de Incorporación al Indio”, que tendría por objeto estudios etnológicos y sociológicos encaminados a la aculturación.[8]

En la meseta tarasca, la mayor parte no hablan ni entienden el castellano. Tres cuartas partes lo entienden, pero lo hablan con dificultad. La base económica es agraria, con añejos litigios de tierras entre los pueblos. Parte del sustento se encuentra en los bosques y la industria que se asocia con la agricultura es la alfarería. El principal puesto político es el jefe de la Defensas Rurales de la Cañada, con sesgo al Partido Agrarista, apoyado por el gobierno del Estado. Esta jefatura tiene la capacidad de convocar entre 150 a 200 hombres armados lo que le proporciona el control político de la región.

Para el tiempo en que arriba Moisés Sáenz, el jefe militar agrarista mantenía tensión con el sinarquismo. Los templos estaban cerrados, se prohibía la venta de alcohol, y el apoyo al gobierno del estado.

En la argumentación para la instalación de la Estación Experimental, Sáenz plantea “Casi todos los pueblos están formados por comunidades típicamente indígenas; la comarca es una unidad que ha sostenido su idiosincracia vernácula”. Está planeada la carretera México-Guadalajara, que proporcionará comunicación a la región. Por otro lado, se encuentra vigente la propiedad comunal sobre los bosques, y la propiedad individual, donde lo comunal es resabio. Se presenta el fenómeno del caciquismo, pero sin las agravantes que éste tiene en otras regiones del país. En consecuencia, Sáenz considera la región como un espacio ideal para la investigación etnológica y sociológica.

Para Sáenz,  lo más difícil en la administración pública ha sido lograr la coordinación de las distintas instancias de la administración federal. Las oficinas y la residencia de la misión se encontraban en el curato, el cual estaba inhabilitado desde hacía varios años.

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Imagen 2. www.yumpu.com

Para la instalación del Centro Social se solicitó la colaboración por faena de los habitantes de Carapán. El sitio escogido era la capilla la cual estaba cerrada. Esto despertó el enojo sobre todo entre las mujeres y la solicitud explícita para que la misión se fuera del lugar. Medianamente se logró la calma. Situación similar pero más aguda se dio en Huáncito, donde los palos y piedras afloraron. Para Sáenz, esto fue una incitación por parte de los clérigos de Purépero y Zamora y de las divisiones internas del pueblo.

Para 1932, la situación de las escuelas en la región era lamentable. Ni siquiera podrían ser designadas como escuelas de “leer, escribir y contar”. La negligencia del maestro era evidente. Inmuebles bien acondicionados pero sucios, con niños andrajosos y sin espacios que la escuela rural ya había instalado en otras regiones. Lastimosa situación en un ambiente donde la tierra es fértil, un sistema de comunicaciones aceptable, agua en abundancia y un paisaje primoroso.

En el mejor de los casos, sólo la mitad de los niños asistían a la escuela; en la mayoría, solo la tercera parte. El aprovechamiento escolar era malo y a ello se sumaba la falta de observancia sobre horarios y la inexistencia de actividades agrícolas y artesanales. La apatía de los vecinos era notable. La escuela, anota Sáenz, era objeto de rencillas entre agraristas y mochos.

Sáenz percibe en el magisterio una apatía e ignorancia, pese a ser la mayoría egresados de las normales de Erongarícuaro y de Morelia.

La estación recibe la visita del general Cárdenas en su calidad de gobernador y manifiesta su simpatía por el proyecto. Caso contrario es el del secretario Bassols, quien en la visita que realiza a la estación, no muestra entusiasmo.

Uno de los retos de la estación fue despertar la atención de la población adulta, que solo vive en el ayer y hoy, y sus expectativas son reducidas. La educación hacia la población adulta ha sido uno de los mayores obstáculos de la escuela rural. Se trata de despertar  el interés, y al mismo tiempo, lograr la integración nacional. Una intención de la Estación era mostrar formas de vida foráneas a la Cañada.

Sáenz registra apatía para establecer las faenas y hacer el servicio para el Centro Social y se ve obligado a contratar a albañiles y carpinteros foráneos. Pero una vez que esas gentes vieron la excapilla encargada, con elemental mobiliario y pintada, fueron acercándose, hasta que en muy pocos días la concurrencia de los habitantes fue creciendo, debido principalmente a la proyección de películas. El programa para el Centro Social durante la tarde-noche consistía en la lectura de noticias, aprendizajes de cantos, escuchar piezas de música clásica, mientras se tuviera un motor para la generación eléctrica y la exhibición de cine, como gran atractivo, y muy poco pláticas sobre tecnología agropecuaria y algunas consideraciones por el médico de salud elemental (ventilación, aseo, etc.) De manera muy rápida, la estación ganó afluencia y aceptación. En tal sentido, es evidente que el proyecto de la estación era de aplicación foránea y vertical, por no decir autoritaria. En otras palabras, la preocupación se centra en la castellanización, en inculcar una estética no indígena y no hay atisbo de una recuperación de la lengua y de los saberes vernáculos. Las lecturas son de Esopo, La Fountaine. En música, Poeta y Campesino, Aída de Verdi, y algunas canciones populares de moda en los ámbitos urbanos de estos años.

Una forma para la promoción de la lectura, sobre todo entre adultos, era los periódicos. Sáenz hace notar la ausencia de hábito y de destreza por parte del maestro, recomendando capacitar al magisterio en este arte. La lectura del periódico permite un acercamiento a la cultura y a la vida nacional. Al mismo tiempo, Sáenz se preocupa por diseñar lecturas acordes a la población rural, ya que las existentes son por lo demás alambicadas y carentes de contenido.

El nivel de desarrollo de los carapenses, para Sáenz, no era superior al del neolítico. Sáenz emprendió una tarea de enseñanza aprendizaje, a partir de artesanos formados en la carpintería, en la herrería y en la horticultura. El magisterio carecía de estas habilidades y se tuvo que recurrir a artesanos empíricos, pero que por vía de la demostración transmitían sus conocimientos.

Sáenz reflexiona entorno a las divisiones políticas identificables entre dos grupos, la de los mochos y la de los agraristas, y considera que esta es una división un tanto ficticia, y que falta un espacio para la reconciliación, y que más allá de las diferencias, ambos grupos se plantean una mejoría en su calidad de vida, reducir las gabelas de la iglesia y del gobierno, y salir del estado de aislamiento.

Sin embargo, los conflictos entre bandos están presentes, llegando al crimen. La permanencia de un grupo sobre otro se produce por las relaciones que las facciones tengan con el poder central. Así en Carapan, esto se reflejó con el cambio de gobernador del General Cárdenas al General Serrato, y con las canonjías que este último presentó sobre el bando conservador, como la apertura de la iglesia.[9]

Sáenz integra a Etúcuaro a la Estación. La población ya ha tenido la experiencia de la migración a los Estados Unidos, y de ahí que prefieran al agrónomo que al cura. Es, para Sáenz, un pueblo con confianza en la ciencia. En el discurso de la integración de Etúcuaro al proyecto, Sáenz les manifiesta que los percibe como un pueblo libre porque “Dejasteis de ser indios y os habéis hecho mexicanos.”      

Sáenz describe el mercado de Huáncito que concita a los ceramistas de la cañada y se convierte en un mercado muy vivo.

Sáenz se ve obligado a salir de la estación en enero de 1933, pero deja a sus colegas con investigaciones en marcha. Carlos Basauri había profundizado sobre los elementos culturales, y había tomado datos somatométricos. Ana María Reyna, en su calidad de pedagoga, estaba aplicando un test sobre la concepción individual y colectiva de esta gente. Se estaba desplegando una importante campaña de vacunación. Sáenz, por su cuenta, se estaba interesando por un estudio de economía regional a partir de la cerámica y sobre su decoración. Intenta introducirse en la psique de los artesanos.

En Huáncito, ya estaba proyectando un complejo, Centro Social, Hospital, espacio agrícola y al menos se había colocado pies de aguacate.

En el diario de Sáenz sobre Carapan se registra la animadversión a Rafael Ramírez y discrepancias con Narciso Bassols, lo que impidió la continuación del proyecto. Sáenz se queja de la incompetencia y falta de sensibilidad de Rafael Ramírez y la discrecionalidad para utilizar la secretaría para formar una clientela política, y sólo menciona discrepancias con Narciso Bassols. Éstas nunca son explicitadas. Stoll supone que se debe a las concepciones filosóficas del entonces Secretario de Educación[10].

Sáenz expresa una autocrítica hacia la estación, por su carácter casi exclusivamente pedagógico. Al mismo tiempo, se excusa, ya que carecieron de un presupuesto para el desarrollo de una actividad multifuncional, como el mejoramiento del ganado o procurar un vivero con plantas selectas. En otras palabras, no contó con el concurso de otras secretarías de Estado para la mejoría de la vivienda o construcción de  caminos. La visión de Sáenz y de sus colegas rebasaba el ámbito pedagógico. Sugiere la necesidad de dividir al equipo de trabajo en un grupo de estudiosos con profundidad científica y otro grupo de aplicadores, situación que no sé estableció para Carapan.

Sáenz se queja de lo efímero del proyecto. Para que este pudiese haber funcionado se requería dos años, cuando menos, de presencia institucional, y más tarde, dejar que las instituciones estuvieran de mano de los pueblos de la cañada para su cabal funcionamiento. Es la mexicanización, que significa carreteras y comunicaciones, en lugar del indigenismo, lo que va a reducir los agravios hacia los indios. Para ello, se requiere vigor y perseverancia. Por falta de estos elementos, se perdió Texas y Sáenz advierte la posibilidad de perder Baja California y Yucatán. Nos quedan los pueblos del Anáhuac, dice Sáenz, pero no los hemos logrado mexicanizar.

 

El diseño del Departamento de Asuntos Indígenas

Como parte de la reflexión de la experiencia de Carapan, Sáenz considera la necesidad de una institución destinada a la atención y estudio de la diversidad indígena de México para todo el país la cual sería el departamento de Asuntos Indígenas. El diseño se lo presentó a Lázaro Cárdenas, y ya siendo presidente de México, decretó su creación en diciembre de 1935 como órgano consultivo que tendrá por objeto el estudio del fenómeno cultural de los indios del país, que se diferencia de la situación campesina la cual ha tenido mayor resolución por el reparto agrario donde la población indígena ha sido poco beneficiada.

El departamento de Asuntos Indígenas que se propone, tendría como finalidad desplegar desde la antropología social la situación actual del indio.  Sáenz hace notar que hasta el momento, lo que se ha privilegiado son los estudios arqueológicos, pero tenemos un gran desconocimiento de los sistemas productivos, la tenencia de la tierra, el manejo de bosques, la situación sanitaria, el ejercicio de la jurisprudencia, entre otras cosas. En tal sentido, las líneas a desplegar son: Estudios agrarios, deslindes de terrenos para dirimir conflictos entre comunidades, restitución de tierras, organización del crédito agrícola. La educación, que debe contemplar la socialización de los adultos, centros de convivencia, organización escolar. Instrucción escolar a niños y jóvenes y reinterpretación cultural (juegos, danzas, etc.). En materia sanitaria, la higienización, mejoramiento de la vivienda, romper con la esclavitud del metate, colocar molinos de nixtamal, proyectos de agua potable, campañas de vacunación, mejoramiento de las condiciones nutricionales, fomentar el consumo de hortalizas a fin de hacer variada la dieta, se requiere levantar censos para entender la dinámica poblacional, conocer las técnicas de trabajo y su eficacia. Asimismo, se propone un departamento jurídico de consulta para los indios, evitar la violación de la ley, promover la emisión de leyes favorables a los indios y abatir los cacicazgos. Esto obliga a que se trate de una Institución coordinadora de carácter intersecretarial.

El Departamento no debe tender hacia la beneficencia. Sáenz reconoce que hay situaciones en que solo la asistencia puede sostener al indio, pero se debe de evitar esta tendencia, como en los Estados Unidos, que se gasta una fortuna en sus 300 mil indios, pero con programas asistencialistas que lo único que logran es el aburrimiento y la exclusión. Por ejemplo, los internados que provocan jóvenes desadaptados para su tribu y sin lograr la aceptación de los blancos.

Es significativo que el diseño del Departamento de Asuntos Indígenas fue producto de Sáenz, el cual se pone en operación en 1936. Sin embargo, no es Sáenz el encargado de dirigir el Departamento, sino el líder agrario Graciano Sánchez, leal a Cárdenas. Luis Chávez Orozco, al final del sexenio toma la dirección del Departamento de Asuntos Indígenas y le otorga un carácter más académico y promueve la Asamblea de Filólogos y Lingüistas de 1939 para determinar la pertinencia de la Alfabetización de la lengua materna, y con peso académico, reducir las críticas conservadoras quienes argumentaban que la enseñanza de las lenguas vernáculas era una imitación de la Unión Soviética (López, 2013). En este congreso, fue destacada la figura de Townsend, sin descontar la presencia de Mauricio Swadesh.

Durante el gobierno de Ávila Camacho, el director de la DAI fue Isidro Candia, también agrarista pero enemigo de Graciano Sánchez. Así da la impresión de que la DAI, más que una instancia de acercamiento y conocimiento de la población indígena, se constituyó en un espacio de clientelismo.

 

Sáenz como latinoamericanista

Luego de la experiencia fallida de Carapan, Sáenz se incorpora al servicio exterior. Es enviado como ministro extraordinario en Dinamarca y más tarde es asignado embajador en Ecuador en 1935 y posteriormente, en Perú, donde lo alcanza la muerte. Ahí establece relación con  Castro Pozo, Valcárcel, Uriel García y José Carlos Mariátegui. Influencias que perfilan en Sáenz una singularidad, aumentando  su perspectiva sobre la situación de los indios en América. En este país, Sáenz escribe un importante texto sobre la comunidad indígena: Sobre el indio peruano y su incorporación al medio nacional (1933).

Al observar el caso de Perú, Sáenz identifica al cholo como la figura que resulta de un proceso de mestizaje, el paisaje humano que está configurando a este país andino. Sáenz describe este proceso de mestizaje como “peruanización”. En Perú, el cholo ha sido el resultado de movimientos migratorios y la escuela. Para Sáenz, Perú es el país que más ha movilizado a sus intelectuales para entender este proceso de mestización.

Estos cambios han sido más acelerados en el litoral, donde se han mezclado indios, chinos, blancos y negros. También en la provincia de Junín, donde se encuentran las empresas mineras. Es en las tierras más alejadas y con menor dinamismo económico donde se mantiene la indianidad. Los elementos que intervienen para la peruanización han sido caminos, escuelas y empresas en donde la peruanización se ha instalado, la docilidad hacia los cambios es mayor.

El arraigo a la tierra es el elemento central para la conservación de la indianidad. El Ayllu es forma. El despojo de la encomienda y el traslado del indio a la mina han propiciado la ruptura de este indianismo. Sáenz ve en el Perú un interesante espacio para entender el mestizaje étnico, social y cultural. La escuela, en su carácter universalizante, es un instrumento que ataca la indianidad, aún en su vertiente quechuanizante.

Estas experiencias diplomáticas hacen que para los años 30, Moisés Sáenz pueda ser considerado de los primeros estudiosos de población indígena en los países de mayores contingentes originarios. Su cercanía con intelectuales de los países andinos y su conocimiento de primera mano de la situación indígena de estos países le permitieron entender al indio como un elemento más de la demografía de los estados nacionales, a diferencia de Gamio, a quien se le otorga la paternidad de la antropología mexicana, que entendía a los indígenas como un elemento foráneo en la construcción de la nación, un sujeto que vegeta al cuál habría que redimir y que contemplado como un menor de edad.

Desde Perú, Sáenz organiza los preparativos del primer congreso indigenista interamericano a celebrarse en Pátzcuaro, y es nombrado el primer director del Instituto Indigenista Interamericano. La muerte lo sorprende por una pleuresía el 24 de Octubre de 1941, impidiendo que tomara posesión de su cargo en el III una vez que ratificaron la Convención de Pátzcuaro los países necesarios para su creación (Guerrero, 1975).

 

Concepciones político filosóficas

Concepción del Indio

Para Sáenz (1982), el país está fragmentado y la situación de los indios es heterogénea, como se ejemplifica en los siguientes casos: Por una parte reivindica la laboriosidad y dignidad de los indios con el caso de los purépechas de Janitzio; y por otro, se refiere a los totonacas de la sierra de Puebla como sucios y víctimas del alcoholismo, presentándolos sin alternativa, y resistentes a las innovaciones, como es el uso del español. Pese a los esfuerzos de la escuela, esta no ha logrado que el español se convierta en la lengua de comunicación y desplace al dialecto, como él se refiere a la lengua materna. Hay laboriosidad, pero el minifundio no logra satisfacer el hambre de la familia. Para tal caso, Sáenz propone recuperar las tierras de la Sierra con instrumentos agrícolas modernos y una organización cooperativa. De otro modo, el mito de la riqueza de la sierra quedará en eso.

 Para la Sierra de Puebla, se mantiene la pacificación gracias al cacicazgo y a la sumisión del indio.

Moisés Sáenz describe de la siguiente forma el mundo indígena:

“El mundo indígena, no es, ni con mucho, un paraíso… es un mundo deficiente y fatal en el que las gentes vegetan; en el que la tierra, cansada o pobre, no da lo bastante para calmar el hambre; es un mundo de enfermedades y plagas, un mundo en donde la gente se emborracha por hambre o por fatiga; un mundo de enconadas pasiones, de intrigas pueriles; un mundo de gentes miserables, aterrorizadas y explotadas…”[11] (Sáenz, 2007:138-139).

Al indio no hay que redimirlo, dice Sáenz, hay que reivindicarlo. Hacerlo ciudadano libre. No se le debe considerar como un menor de edad. El paternalismo tiende hacia esa consideración.

Sáenz califica al indio de ser un sujeto no occidental. Es un creador de espiritualidad, y justamente por la religión, se le dominó, e incluso se le venció. Para tal efecto, planea apropiarse del ritual religioso, abrir las iglesias y propiciar una suerte de trabajo social, de igual forma que los misioneros del siglo XVI hicieron para apropiarse de los rituales indios. El ritual debe mantenerse con un espíritu de creación cultural. Para ello, puede ser fortalecido por el socialismo, que a consideración de Sáenz, es una suerte de religión.

Para Sáenz, es necesario integrar a la población indígena. En lo político, crear ciudadanía y construir situaciones de igualdad, en lo biológico, fomentar el mestizaje como línea natural, y en lo cultural, promover el respeto a la diferencia.

Contra las diatribas que ha sido objeto por parte de Vasconcelos y sus seguidores, que acusan a su indigenismo de pochismo,  Sáenz expresa que de ninguna manera considera la exclusión a la manera de la reserva americana, pero sí se debe atender su singularidad, y entender que el indio es fuente de cultura, espiritualidad y unión para integrar a México, y una fuente biológica.

Aguirre Beltrán observa en los planteamientos de Sáenz un carácter anti-industrial, proponiendo los valores de la vida rural que estarían dirigidos hacia una reforma agraria, y en este sentido, Sáenz omite los aportes tanto de Gamio como de Caso. El modelo de Sáenz se centra en salud, educación, economía y recreación. Elementos que quedan incorporados en el paradigma del llamado movimiento indigenista.

Sáenz sintetiza su tesis bajo el siguiente precepto:” El problema del indio radica en socializarlo, integrarlo a México. Pero al mismo tiempo, como buenos mexicanos, debemos de integrarnos al indio. Hacernos mejores indios y mejores mexicanos.” No sólo es hacia el indio, sino hacia los campesinos, que carecen de un sistema de comunicación, y no sólo que los indios desconocen el lenguaje y los contenidos del mundo urbano.

En este sentido, la estación experimental de Carapan siguió la metodología propuesta por la particular antropología social de Sáenz, que de manera temprana tiende a ser  antropología aplicada: poner en funcionamiento los instrumentos de las ciencias sociales para el desarrollo de la comunidad, y su consiguiente cambio social. En este punto, Sáenz seguiría las finalidades de Gamio puestas en prácticas en La población del valle de Teotihuacán, sin embargo, anota Aguirre Beltrán, que Sáenz estaría por rescatar los valores de la sociedad indígena y en lugar de buscar una incorporación sustituyendo elementos negativos con positivos, tal como lo propuso Gamio, Sáenz en Carapan  estaría buscando la integración del indio en la vida nacional y al mismo tiempo, indianizar al mexicano en un proceso de ida y vuelta. En este proyecto, Sáenz trató de contar con un personal científico de diversas especialidades en un proyecto que pretendía producir un investigador y administrador de programas y proyectos.

Esta preocupación se debe a que es visto el indígena como el sector social más alejado e impermeable a los cambios del exterior, falto de comunicaciones y sin apoyos. La intención de Sáenz era “mexicanizar” al indio, a fin de crear una conciencia nacional y evitar que se repitiera la pérdida de territorio como sucedió con Texas, y en este tiempo, para Sáenz, estaba latente la posibilidad de pérdida de la península de Baja California y de la península de Yucatán.

Sáenz consideraba la integración, pero no de manera mecánica. Buscaba lograr una unidad que le otorgara coherencia social, política y biológica al país, como un amalgama donde el indio tendría que quedar integrado.

Por el énfasis en la integración, Guillermo de la Peña (1999) distingue de la perspectiva de Moisés Sáenz sobre la de Vasconcelos y Gamio. En el caso del primero, refuta la supremacía del mestizaje con el hispano, ya que esto traería formas de integración en retazos y con respecto a Gamio, la intención de Sáenz resulta el crear una integración de México, y no integrar el indio a México como lo planteaba Gamio.

En México Íntegro[12], Sáenz manifiesta una verdadera preocupación por lograr la integración de México, reconociendo que el país es una diversidad de regiones con cultura propia, y no se trata de borrarlas. "Es más fácil uniformar y emparejar, que integrar armónicamente", en clara referencia a Vasconcelos. La integridad tendría tres elementos: homogeneidad racial, la comunidad espiritual y la calidad ética. A nivel de programa, Sáenz se pronuncia por un pluralismo cultural "integrado por una Patria grande y regulado por un sistema económico justo, a la vez que eficaz"  (Aguilar Rivera, 2007).

La asimilación, en el mejor de los casos, era la vía de ejercicio político para los pueblos indígenas. Sáenz, con las influencias de Dewey y Horace Kallen[13], por la vía del multiculturalismo, y de las primeras críticas del Melting Pot, se plantea las particularidades en una unidad diversificada. En el contexto nacional, Sáenz, Lombardo Toledano y Chávez Orozco simpatizan con el modelo de las nacionalidades y pueblos oprimidos de la Unión Soviética.

Moisés Sáenz, en la presentación de México Íntegro, identifica a la historia reciente del país (1939) de cambio vertiginoso, de cambio caleidoscópico. En esta alta velocidad de la historia reciente, intervienen los indios y los campesinos quienes buscan nuevos equilibrios. El del mestizo, que persigue ocupar el lugar del criollo, y las grandes influencias externas, que sufre el país al ser vecino de una gran potencia.

Un elemento que Sáenz hace intervenir para la integración del indio es la escuela. A la ausencia de ésta, de una fuerza social, el magisterio rural resulta tan miope como el magisterio en general, en donde se reproducen las condiciones de exclusión de la sociedad indígena de la vida nacional.

La existencia del indio no puede entenderse sin su ligazón con la tierra. Aquí la influencia tanto de Flores Magón como de Zapata y de Mariátegui, a juicio de Aguirre Beltrán. Para Sáenz se debe entender el proceso histórico de relación del indio con la tierra: El feudalismo colonial, el federalismo republicano y el gamonalismo. Estos son aspectos que lo distancian y lo diferencian de Manuel Gamio. La fuerte asociación terrateniente-iglesia que ha sujetado al indio a una exacerbada explotación, las fuertes deudas que se contraen por el sistema festivo, Sáenz se inclina por las fuerzas sociales, como son las que impulsan la Reforma Agraria y el rescate de las potencialidades comunitarias.

En su concepción, la labor de la educación es civilizar, y por esto entiende: "elevar a las masas, incorporar al indio, organizar al país, elevar el nivel de la vida, mejorar la situación económica del obrero, y del campesino, crear instituciones, convertir el conglomerado mexicano -étnico, cultural, político- en una nación, [...] generalizar, perder algo de lo propio, o limitarlo para ajustarnos a lo universal".

Contrastando al vecino país del norte y a México, Sáenz nos ofrece una imagen particular de nuestra formación, en donde la educación no puede ser copiada a calca, sino el esfuerzo de aplicación de un sistema que respete las particularidades. En las distintas regiones de los Estados Unidos, expone Sáenz,  existe un molde y una norma tendientes a la homogeneidad, pese a los diversos tipos raciales y a los orígenes diferentes: irlandeses, italianos, judíos, ya sea en Boston, Nueva York o Texas, participan elementos materiales y espirituales generalizados. La alimentación es similar en todos lados, las revistas y periódicos ofrecen lecturas similares, los cines ofrecen una cartelera previamente aprobada, y la radio se encarga de acentuar la regularidad de la vida. Solo los indios y los negros se les mantiene y mantienen una diferencia terca.

Moisés Sáenz compara a México donde la diversidad es la regla. La asimilación es un proceso no logrado. No se ha dominado a la naturaleza, esta es agreste, y dependemos del ciclo de lluvias y de los elementos. En México prevalece el folklore más que la acción del vecino país anglosajón. México es un país de contrastes. Las llanuras y sierras del norte, el altiplano central donde ha convergido diversas culturas: El primer imperio del sur, las costas. Espacios geográficos diferenciados en su fisiografía y en su gente. En la descripción de estos puntos, Sáenz los muestra con vena literaria.

Sáenz replica contra el quehacer antropológico de la época, llena de datos inservibles tomados de los primeros cronistas, que ponen a la comunidad indígena en términos del buen salvaje, nada más alejado de la realidad. La comunidad indígena se encuentra atravesada por enconos, embriaguez, individuos que vegetan sin aspiración por una tierra que no produce. En contra partida, propone una antropología social, es decir, una suma de disciplinas (etnología, historia, antropología, lingüística) destinadas hacia una sociología capaz de entender las dificultades de la asimilación de estos grupos a la sociedad nacional.

Sáenz se pronuncia por una revolución económica de las condiciones en las cuáles se encuentra el mundo. Así, la antropología social no pretende elaborar grandes teorías, sino aplicar programas destinados a la integración a la vida nacional. Por la influencia sudamericana, Sáenz propone un método, estar presente en las localidades donde se debe actuar y ahí generar el dato. No detenerse en los aspectos de curiosidad cultural, sino dirigirse al complejo entramado en la que el indio se encuentra social, económica y políticamente, actuar desde abajo, distinguir las relaciones de la iglesia, la escuela y el gobierno. Sáenz rechaza la minuciosidad del culturalista y de la tradición que ubica al indígena con la arqueología, para proponer una ciencia social de resolución de los grandes problemas que aquejan a la comunidad indígena. Sáenz no está proponiendo una ciencia social “inmediatista”. Para el establecimiento de programas se requiere la discusión con diferentes agentes que participan en el proceso de integración. Sáenz hace intervenir diferentes aspectos: territoriales, poblacionales, históricos y sociológicos.

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Imagen 3. www.educal.com.mx

De manera figurada, Sáenz describe los diferentes Méxicos bajo la metáfora del camino. Hay un camino asfaltado, un camino real y la vereda. El primero correspondiente a la sociedad urbanizada, el segundo, a la sociedad campesina, y el tercero, a la indígena. El ideal de Sáenz consistía en la integración de los tres Méxicos.

A la escuela rural, Sáenz otorgó una distinción para la escuela indígena, entendiendo que la población indígena tenía particularidades, y debía tener una atención diferenciada, a pesar de plantearse la castellanización como un elemento más para la Unidad Nacional. La escuela debía equilibrar el conocimiento en posesión de los sectores privilegiados. Aquí se apunta a nivel de anécdota la apreciación de Sáenz "le voy más a la carretera que a la escuela"·

La comunicación era esencial para Sáenz para lograr esta integración: Salud, educación, comunicación y economía eran los instrumentos de su indigenismo. Aguirre Beltrán (1970) apunta que el indigenismo de Sáenz era sostenido por el populismo agrarista, que llega a su fin por el industrialismo de Ávila Camacho.

 

El mestizo en Sáenz

En México, el localismo es tenaz. Lo que le otorga al país una singularidad múltiple. El arribo de los españoles trajo nuevas diversidades. Una lengua y una religión. Ninguna de las dos logró la conquista total. Lo que se produce es el surgimiento de un nuevo fenómeno: el mestizo. Pero estos más que ser  elementos unificadores, en tanto la integración no se logre, son cuestiones de contradicción y conflicto. Una de las diferencias para Sáenz, entre el norte y el sur, es el tipo de Mestizo. "Son altos y dinámicos los de la frontera; oscuros, reservados y lentos los del sur". En el México actual coexisten el México prehispánico, el México feudal de la conquista y colonia y el México de una América progresiva. En este punto, el mestizo puede ser el elemento de integración.

El indio quedó roto. Se rompió la relación entre la tierra y los elementos. Surge una nueva raza, el mestizo, que se encuentra en formación, y se mantiene aturdido frente al mundo y a sí mismo. Los primeros virreyes, Mendoza, y Luis de Velasco, junto con Fray de Zumárraga reportan a Felipe II que hay que tener cuidado del mestizo que es aún más peligroso que el negro. Y éste no es bien visto por los propios indios. No es solamente biológico, sino cultural y social, lo que para Sáenz sería una dimensión étnica. El indio mantenía la armonía, y es tal vez en el arte, donde con más soltura se pueden entender la figura de Sáenz. El indio es sobrio, el mestizo presenta un caos y es abigarrado.

Sáenz se refiere a México en su amplia diversidad, en sus grandes distancias y la ausencia de una comunicación eficaz tanto en lo material como en lo espiritual. Si bien, la iglesia católica romana es la dominante en el país, esta no logró la unificación del Mexicano. Los indios no han logrado asimilar el catolicismo como se logró con los campesinos europeos. La iglesia ha mantenido el sentimiento de inferioridad del indio frente al blanco. Pese a ello, existe un sentimiento de nacionalidad que lo debemos encontrar en otras partes, ya que México sufrió once años para lograr su independencia, resistió al imperio francés, y está viviendo 16 años de la búsqueda de la unidad nacional (1926).

Sáenz se pronuncia por la aspiración a la lengua que es el español, que si bien no todos la hablan, no hay rechazo para su adquisición “en la profundidad artística y en el orgullo de un raza”.  Sáenz nos muestra un cuadro de un México heterogéneo y disociado, y el de un México unificado y con "fuerte perfil personal" (Sáenz, 1970).

El mestizaje en Sáenz más que un proceso biológico, es visto como un proceso material y cultural. En este sentido, podemos poner el ejemplo de los pobladores de Huáncito que tras tener su experiencia en los Estados Unidos se ven influidos por la aceptación de las innovaciones tecnológicas, lo que propicia una integración más fluida al contexto nacional.

 

Síntesis de la integración

La frase de cliché "Incorporar el indio a la civilización", debería ser cambiada por la de "Incorporar la civilización al indio”. Con ello, se haría un aporte a la civilización americana. Saénz sintetiza su visión sobre la incorporación del indio a la familia mexicana en tres aspectos: lo biológico, amalgamar la raza; en lo político, dar al indio cabida libre para que logre la ciudadanía; y en lo cultural, "una amalgama consciente y respetuosa, a la vez que selectiva e inteligente, de los rasgos y valores autóctonos con los elementos típicos y normativos del diseño cultural mexicano".

En la acción integradora, Sáenz reconoce a la escuela como un elemento fundamental para llevar a cabo esta acción, pero no basta con ella. En 1922, la Secretaría de Educación Pública estableció un programa de incorporación a partir de la escuela. Para Sáenz, este programa ha sido medianamente llevado acabo y sólo en lo cultural. Aún falta lo político y lo social. Aún falta tomar en cuenta los Consejos de Ancianos y Mayorazgos para incorporarlos a formas de gobierno que mantengan la singularidad indígena en relación con la sociedad nacional. Los programas agrarios surgidos de la revolución no abarcan a la población indígena, ya que esta se refugió de la hacienda, y la organización del ejido sólo ha alcanzado al campesino mestizo.  En lugar de incorporar a la civilización o a la familia mexicana, Sáenz propone la integración de la nación no a partir de retazos, sino de todos los elementos que componen a la nación.

 

Conclusiones

Moisés Sáenz es un personaje olvidado, pero vigente, que se debate en las distintas ideas y amasijos emocionales que al momento persisten sobre la población indígena y la necesidad de construcción nacional. En Sáenz, se percibe la necesidad de articular las particularidades étnicas con una nación aún no definida, proceso inconcluso y en la actualidad, en un mayor desmembramiento por los procesos de globalización en donde los abismos sociales son cada vez mayores y las distancias sociales y culturales no parecen que logren una interacción coherente en vías a un país, para decirlo en el lenguaje neoliberal, equitativo donde la participación política y la adquisición de ciudadanía sería lo deseable.

Por otro lado, Moisés Sáenz no ingresa como fundador de la antropología y se le ha negado, por omisión, el relevante papel que tuvo como intelectual en el diseño político del llamado movimiento indigenista.

Sáenz, por otro lado, responde a la ecuación del indigenismo tradicional. La versión de los indios desde los no indios para los no indios. En este sentido, tal vez su mayor ausencia fue la de no considerar la necesidad de promover las lenguas indígenas como un vehículo más para la integración a la nación. En contra partida, recupera las formas organizativas tradicionales de los pueblos indígenas para otorgarles dimensión política en el concierto nacional, situación negada por sus predecesores quienes insistieron en integrar a la población indígena desde la política formal. 



Notas:

[1]    Universidad Pedagógica Nacional.

[2]    Escuela Nacional de Antropología e Historia.

[3]    Salmerón Sanginés, Op. Cit.

[4]    Para Loyo, la Casa del Estudiante Indígena se convierte en un oprobio más para la población india en México, en un espacio de racismo y discriminación.

[5]    Revista patrocinada por el nazismo alemán, fungiendo don José Vasconcelos como su editor y director general. En esta revista se admiraba los logros del Führer y del Duce, y se muestra un marcado antindigenismo y una militancia al catolicismo conservador de tipo franquista. (Cfr. Pilatowsky, 2014)

[6]    Es de hacer notar que W. C. Townsend sirvió como cabildero sobre la expropiación del petróleo, observando que esto no ponía en riesgo una incursión comunista en México. Townsend y Cárdenas lograron establecer una relación de amistad por el tratamiento de Townsend sobre el problema indígena y por su labor de propaganda sobre los alcances de la revolución mexicana.    

[7]    Aarón Sáenz fue Cancillér entre 1923 y 1927. Salmerón Sanginés, P. (2005).

[8]    El concepto de aculturación aún no logra una socialización en el gremio antropológico como la que tuvo posterior a los años 40, entendido sobre todo como el cambio social y cultural dirigido.

[9]    La experiencia en Carapan se produce en los resabios de la Guerra Cristera y de la influencia de una Iglesia Católica conservadora en Michoacán.

[10]        No olvidemos que Bassols era marxista, e incluso durante los años 50 fue considerado uno de los opositores de Estados Unidos en América Latina por el New York Times (Carmona, 2015).

[11]  Sáenz, Moisés (2007: 1939) “México y el Indio” en Carapan, Ed. CNCA, pp. 138-139.

[12]        Una compilación de ensayos de 1924 a 1939 y publicada la primera edición en Lima.

[13]  Horace M. Kallen es uno de los primeros críticos del Melting Pot en Estados Unidos.

 

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Referencias en línea

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Cómo citar este artículo:

RICCO, Sergio, (2015) “Moisés Sáenz y su paternidad negada en la historia de la antropología latinoamericana”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 23, abril-junio, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 20 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1138&catid=5