Memoria cominternista de Nuestra América en los años veinte: testimonio de Rafael Carrillo Azpéitia

Ricardo Melgar Bao

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

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Recibido: 15-11-2019
Aceptado: 03-12-2019

 

 

El testimonio de Rafael Carrillo Azpéitia debe ser incluido en la relectura del quehacer político de la tercera generación de socialistas latinoamericanos, en particular de su versión cominternista. Su propia biografía merece ser motivo de seguimiento, tarea todavía por hacer. Nos revela hitos de su itinerario político e intelectual, al mismo tiempo que nos presenta trazos relevantes acerca de sus redes generacionales y sus prácticas. Recurro a Jorge Fernández Anaya,[1] porque en la primera entrevista estuvo presente al lado de Carrillo y ambos propiciaron el diálogo que aceptaron tener conmigo.

Bajo este marco nació este interesante y aportador diálogo con Carrillo Azpéitia. Además de unos apuntes manuscritos se hicieron tres registros en cinta magnetofónica, realizados entre fines de 1978 y principios de 1979. Conservo dos, el primero y el último, pero el segundo ha quedado sin transcribir por razones técnicas (mucha estática sonora). El tirano tiempo y mis propias mudanzas y descuidos, incluyendo un préstamo a un fallido y escurridizo tesista, hicieron esta penosa labor de desmemoria. Valga esta presentación y publicación tardía como una invitación a aproximarse a este controvertido personaje del comunismo mexicano y continental. De esto último recordaré que Don Rafael fue miembro del Buró del Caribe de la Internacional Comunista.

 

El personaje

Rafael Carrillo Azpéitia nació en Ortiz, Sonora un 23 de agosto de 1903. Radicado en la Ciudad de México, se sumó siendo muy joven a las filas del movimiento obrero y sindical. En 1920 ingresó a la Federación de Jóvenes Comunistas y participó en las tareas de organización del congreso constitutivo de la Confederación General de Trabajadores (CGT) en febrero de 1921, la cual adhirió a la Internacional Sindical Roja. Expulsado junto con la facción roja de la CGT por la mayoría libertaria, se abocó a la organización del sindicalismo inquilinario en 1922. A principios de 1923 viajó a Moscú al lado de Úrsulo Galván[2] para asistir al Primer Congreso de la Internacional Campesina. Allí cribó con Galván la idea de armar una Liga Continental Campesina bajo ese lema que todavía reproduce la Confederación Nacional Campesina (CNC): “¡Campesinos de América, uníos!”. Carrillo aprovechó su estancia en Moscú para participar como delegado en el Congreso de la Internacional Juvenil Comunista. En noviembre del mismo año arribaron de regreso a Veracruz. Frente al levantamiento de Adolfo de la Huerta, participó en los batallones y brigadas campesinas que dirigían Galván y Manuel Almanza. Cayó preso en manos de los huertistas. En febrero de 1924, tras su liberación, viajó a la Ciudad de México y en el mes de abril asumió la dirección del Partido Comunista de México (PCM), cargo que desempeñó hasta junio de 1929, cuando se inició una nueva fase bolchevización bajo conducción estalinista. Integrado al Buró del Caribe, salió muchas veces fuera del país. En 1935 fue deportado de Cuba, corrían los nuevos aires del Frente Popular. En 1939 se unió a Lombardo Toledano y en diciembre de 1940 rompió con el PCM. Dirigió la revista Futuro desde 1944. Fungió como secretario general de la Universidad Obrera de México de 1946 a 1953, de la que Fernández Anaya había sido director en 1938 (Martínez Nateras, 2018). En 1948 asistió a la fundación del Partido Popular. Seis años más tarde rompió con el lombardismo. En 1960 ingresó al PRI, donde permanecería hasta su deceso en 1994.

Carrillo era hermético en lo que a su pasado político radical correspondía. Sabía burlar sus propios entusiasmos y depresiones al recordar los tormentosos años veinte, decía, escribía y callaba, armaba olvidos y recuerdos frente a su acucioso interlocutor. A veces jugaba con él, dándole cátedra sobre la Revolución Mexicana, sabiendo que era extranjero. Un halo de pedagogía militante con cierta cuota de heterodoxia le daba carácter a su comunicación, al punto que me daba la sensación de sentirme en una añeja escuela de cuadros. Don Rafael comenzó a redactar su Autobiografía, la cual quedó trunca, pero que cuenta con información relevante para el periodo que nos interesa. Fue compartida en redes por Ramírez Cuéllar (Carrillo Azpéitia, s/f). Don Rafael, mucho antes, había publicado de manera esporádica artículos acerca del movimiento obrero y comunista, insertando en algunos de ellos, algunos trazos de su experiencia. Algunos con firma, otros sin ella sobre todo durante su fase militante. Destacaré su temprana solidaridad continental, la cual tuvo que ver con sus tempranos vínculos con los exiliados estadounidenses o procedentes de países de Nuestra América, pero sobre todo por su incorporación a la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) desde su constitución en la Ciudad de México a inicios de 1925.  

Foto de Tina Modotti, 1927
Imagen 1. Foto de Tina Modotti, 1927. www.pinterest.com

Me tocó conocerlo en octubre de 1979 en Oaxtepec, Morelos, en el curso de una circunstancia muy particular. Se llevaba a cabo un imponente congreso acerca del Primer Primero de Mayo en el Mundo, auspiciado por el Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero (CEHSMO), dependiente de la Secretaría del Trabajo y dirigido por Enrique Suárez Gaona, profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Esta entidad fue fundada un 28 de junio de 1973 por acuerdo del presidente Luis Echevarría Álvarez y respaldada en su desarrollo por el presidente José López Portillo, hasta que el gobierno entrante de Miguel de la Madrid decidió clausurarlo y embodegar su valioso acervo documental y hemerográfico, así como sus colecciones impresas.

Dicho congreso contó con la participación de más de un centenar de especialistas provenientes de muchos países del mundo. Animó el evento un elenco de traductoras de idiomas que realizó su labor de manera simultánea a favor de los congresistas. Llegó mi turno y diserté acerca de las primeras celebraciones del 1º de mayo en el Perú, realizadas durante los años de 1904 y 1905 (Melgar Bao, 1982). Al finalizar, dos veteranos y atentos espectadores se acercaron y me expresaron de viva voz: “nosotros fuimos compañeros de lucha de Leopoldo Urmachea[3] en la CGT y en el Partido Comunista”. Me quedé estupefacto. Había referido el papel de Urmachea como uno de los líderes anarquistas que, al lado de Manuel González Prada, impulsaron y llevaron a cabo las primeras jornadas por las ocho horas y convirtieron al Primero de Mayo en día de solidaridad, reflexión y lucha. Literalmente, Urmachea todavía para mí representaba un nombre, una referencia marginal de la vanguardia obrera peruana de principios del siglo XX. Ninguna de las obras acerca de los orígenes del movimiento obrero peruano lo mencionaba, su figura creció y se complejizó gracias a tan afortunado y sorpresivo diálogo. Urmachea arribó a México en calidad de exiliado en 1919. Años más tarde, Don Rafael evocó un pasaje de acompañamiento político-sindical al lado del peruano y otros cuadros de la primera generación comunista: “a principios de febrero de 1921, participamos como oradores, haciendo severas críticas al papel de los ‘diablos amarillos’ de la CROM y pugnando por la unidad del proletariado, Alberto Araoz de León, Leopoldo Urmachea, Leonardo Hernández, María del Carmen Frías (dirigente textil de quien  conservo gratos recuerdos) y yo” (Carrillo Azpéitia, s/f).

Por si fuera poco, en nuestro primer diálogo de 1979, mis dos interlocutores –Carrillo Azpéitia y Fernández Anaya- me hicieron entrega de un mensaje escrito a mano en el cual decía: “¿Ustedes no tienen información de un obrero apellidado Montoya? Jugó un papel importante en la CGT mexicana en 1921-1922. Creo que fue detenido y deportado en el último año. –Deseo tener correspondencia y relación con Ud.… Le doy mi tarjeta, mi dirección y el teléfono de mi casa”.[4] La tarjeta y la letra manuscrita era de Carrillo. Más tarde, Paco Ignacio Taibo II me sacaría de la ignorancia sobre el perfil de Alejandro Montoya -o Víctor Recoba- en México apodado “El Ángel Negro Exterminador” (Taibo II, 1986). Urmachea y Recoba ilustraban este internacionalismo obrero continental todavía por historiar, que iba mucho más allá de las hermandades peruano-mexicanas. Carrillo tuvo otros contactos con los exiliados peruanos en tiempos del dictador Leguía y los gobiernos de Obregón y Calles, en particular con Víctor Raúl Haya de la Torre. En su sala, en una mesita ubicada en el margen izquierdo de su sillón de lectura, lucía un pequeño retrato enmarcado en el que figuraba al lado de Haya de la Torre con polainas y pantalón para equitación. En su acervo fotográfico había otras imágenes de relevancia histórica para la izquierda mexicana y continental en el exilio. La segunda fotografía que comenta el testimoniante muestra que la práctica de la equitación estaba bastante extendida entre los de su generación y la precedente.[5] Me relató que conoció a Haya por intermedio de Bertram Wolfe,[6] a inicios de 1924. Evocó que lo trató frecuentemente a partir del mes de febrero en Ciudad de México; dos meses antes de asumir la secretaría general del PCM, tras la destitución de Manuel Díaz Ramírez.[7] Nos comentó: “Solíamos hacer cabalgatas entre el pedregal de San Ángel, donde se alojaba el peruano en la casa de Gabriela Mistral y diversos lugares de la Ciudad de México”. Comentó que Haya, al igual que otros cuadros de la juventud comunista, “recibió lecciones y lecturas marxistas proporcionadas por Wolfe y Alfonso Goldshmidt. Nos dijo que fue él quien le expidió la credencial que lo acreditaba como representante de la Juventud Comunista, lo cual le abrió la puerta formal con algunas instancias cominternistas en Moscú (Carrillo Azpéitia, 1979).[8] De otro lado, algunos líderes de la juventud comunista veían con simpatía su presencia en México, según lo refrenda con elocuencia el testimonio de Jorge Fernández Anaya, amigo de muy cercano de Carrillo:

En 1924 fui dirigente de la Escuela Preparatoriana. Mi generación era muy inquieta, en 1923 habíamos participado en una huelga estudiantil. Cuando llega Haya de la Torre en calidad de deportado lo acogimos con simpatía, él atacaba a las dictaduras latinoamericanas, defendía La Reforma Universitaria. Lo llevamos a la Escuela Preparatoriana, pues no había en él idea de lo que más tarde sería el aprismo (Fernández Anaya, 1982).

 

Las publicaciones

La obra periodística de Rafael Carrillo continúa dispersa. En 1925 publicó dos artículos en la revista El Libertador (1925-1929), vocero de la LADLA, de explícito contenido solidario con los pueblos de Chile y Colombia: “La mexicanización de Chile”[9] y “Shylock en Colombia”.[10] Fuera de ellos, sus artículos publicados en El Machete atendieron cuestiones antiimperialistas, campesinas, revolucionarias y electorales, teniendo como centro a México.[11]

Varios de los artículos de Carrillo aparecieron reconociendo su autoría, pero muchos otros se ocultaron en el anonimato o en múltiples pseudónimos.[12] Una revisión de los artículos aparecidos en El Machete de 1924 a 1932 registra escasas y episódicas referencias a Rafael Carrillo, que se concentran a partir de 1927 en adelante. En El Libertador Carrillo aparece como colaborador visible. En cambio, no figura en las páginas de los voceros del Buró del Caribe: Mundo Obrero (1931-1933), El Luchador del Caribe (1934) y El Obrero del Caribe (1934). Desconocemos los seudónimos usados por Carrillo en la prensa cominternista, de la que no dudamos era un asiduo colaborador. Ni siquiera cuando ya militaba en el PRI y colaboraba en la página editorial de El Nacional (1963-1973), renunció al doble juego de autorías en sus artículos. En este espacio periodístico del priismo, si no rubricaba los artículos con su nombre, apelaba a los pseudónimos de “Juan Jerónimo Beltrán” o de “Manuel Méndez”.

Portada del libro Ricardo Flores Magón. Esbozo biográfico, de Rafael Carrillo
Imagen 2. Portada del libro Ricardo Flores Magón. Esbozo biográfico, de Rafael Carrillo.

Publicó libros de difusión de corte histórico y artístico. Su libro: El movimiento obrero mexicano, 1823-1912 (1986), preanunciaba un segundo tomo. Desconocemos si lo dejó inconcluso. Sus demás libros y folletos giraron en torno a la historia del arte y de la artesanía mexicana.[13] A veces el pasado real se confundía con las trampas de la memoria de Don Rafael, también con fantasmas de la moral estaliniana y sus nuevas adhesiones políticas: el Partido Popular y finalmente el PRI. Pese a todo, platicar con Don Rafael Carrillo tuvo para mí un balance positivo. Iluminó zonas de penumbra en la historiografía cominternista de Nuestra América.

En 1945 publicó un folleto sobre Ricardo Flores Magón. De los tres paratextos, mencionaré su segunda dedicatoria de cuño continental y revolucionario: “A Luis Carlos Prestes, preso y libre, capitán de América” (pág. 2). El tercero es un epígrafe de José Martí, el cual preside su escrito y reza así: “Las guerras van sobre camino de papeles” (pág. 3). El autor, al final de su opúsculo, no puede dejar de expresar su parecer acerca de su alineamiento a favor de las potencias aliadas bajo el liderazgo estadounidense: “Y en defensa de la soberanía y de la dignidad de México, hemos participado en la gran guerra de los pueblos libres contra la barbarie organizada del Eje” (pág. 64). La emergente ideología acerca de la unidad nacional ya había echado raíces partidarias en 1937, bajo la dirección de Dionisio Encinas y la fuerte presión de Earl Browder, la figura mayor del comunismo estadounidense.[14] Se le conoce también como la táctica de “unidad a toda costa”, durante los últimos años del gobierno de Lázaro Cárdenas.

Durante el curso de la Segunda Guerra Mundial la izquierda continental, en su mayoría comunista, asumió la ideología de la “unidad nacional” renunciando a su tradicional lucha clasista. De dicha retórica, que justificaba la alianza con la burguesía y el gobierno de turno, se transitó a la defensa de la política hemisférica y occidental del gobierno de Roosevelt y de las potencias aliadas en su confrontación con la triada fascista: Alemania, Japón e Italia. La invasión nazi a la URSS en junio de 1941 y el ataque de la aviación japonesa a la base naval de Estados Unidos en Pearl Harbor (Hawái) el 7 de diciembre del mismo año y la inactividad de la Internacional Comunista, reforzaron el segundo viraje browderista que proponía la disolución de los partidos comunistas. Varios de ellos en nuestro continente se cambiaron de nombre y asumieron una nueva identidad conciliadora, por no decir capituladora. 

En general, la imagen política de Rafael Carrillo Azpéitia se escabulle de los análisis de los grandes virajes y luchas internas al interior del PCM y de la Internacional Comunista, y no porque nuestro personaje dejase de jugar en ellos un papel activo y relevante. Carrillo Azpéitia se proyectó en la dirección del PCM en tiempos de la naciente hegemonía bujarinista que imprimió Humbert-Droz entre 1924 y 1928.[15] Posteriormente, nuestro protagonista se movilizó en las esferas cominternistas centroamericanas y caribeñas bajo la consigna ultra radical de “clase contra clase” entre 1929 y 1934, bajo la supervisión estaliniana de Sinani. En tiempos del Frente Popular Antifascista y vísperas de la Segunda Guerra Mundial, su cercanía a Lombardo Toledano sugiere su involucramiento en una confrontación intracomunista importante, sobre cuyos aristas y consecuencias, Arnoldo Martínez Verdugo, a través de una acuciosa y muy documentada investigación, nos viene preparando más de una sorpresa. La biografía de Rafael Carrillo, vista en estas apretadas líneas de presentación, bien merece un biógrafo laborioso e incisivo. Esperemos que este testimonio puesto ahora a su alcance, lo ponga sobre una de las pistas a seguir.

Portada de El Libertador (México), núm. 7, 02-1925
Imagen 3. Portada de El Libertador (México), núm. 7, 02-1925. Archivo del autor.


Juventud militante

El motivo de mi ingreso la Juventud Comunista en 1920 fue que yo había estado trabajando en Kansas en la fábrica de calzado La United, que ya desapareció, y que quedaba por el viejo rastro. En esa época, habiéndonos declarado en huelga para un aumento de salarios, vino gente de la Juventud Comunista a repartir propaganda. Yo recibí la propaganda y una solicitud; la llené y me presenté. El animador principal de la Juventud Comunista era José C. Valadés, quien ya murió.[16] Fue un hombre de mucho talento y capacidad, pero desafortunadamente desde que se separó de nosotros derivó hacia el anarquismo; eso sucedió a fines de 1922. Valadés fue dirigente de la CGT, que habíamos contribuido a fundar, pero se fue cada vez más hacia la derecha y terminó trabajando de historiador. Ha publicado una serie de libros, pero en una actitud muy escéptica y negativa hacia el movimiento obrero. No obstante ello, a él le debo mi ingreso a la Juventud Comunista.

Recuerdo que Leopoldo Urmachea militaba y era dirigente de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano. Nombre que era arbitrario, porque una federación de sindicatos obreros, como ustedes comprenden, no puede tener sentido político comunista; todos los obreros no podían ser comunistas. Ellos están en el sindicato por la defensa de sus intereses.

En ese entonces, Manuel Díaz Ramírez y Leopoldo Urmachea formaban parte de su comité. También iba Valadés. Hay por allí una fotografía de 1920 del Comité en donde se ve a Manuel Díaz Ramírez, a José C. Valadés y a Urmachea. Urmachea era un hombre de edad, muy trabajado por su aspecto físico. Él era panadero y fue un miembro muy activo en el sindicato de panaderos de aquí. Tan pronto se constituyó la CGT en febrero de 1921, lo perdí de vista.

En la CGT confluían los comunistas, los anarquistas y los anarcosindicalistas en la lucha contra la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM). Una de las manifestaciones de esta lucha fue la conformación de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, la cual tomó la iniciativa, junto con otros sindicatos, para crear una nueva organización sindical opuesta a la CROM. Entonces, comunistas, anarquistas y anarcosindicalistas se juntaron para esta obra común. Pero apenas se hubo constituido la CGT en 1921, se desató la lucha por ver quién predominaría. Y como ellos eran más viejos y más mañosos que nosotros los comunistas, nos ganaron.

El Partido Comunista se había desorganizado y, en consecuencia, los de más edad constituyeron una comisión. Esta comisión estuvo formada por José C. Valadés, Rosendo Gómez Lorenzo[17] y Jesús Bernal.[18] En la Juventud Comunista quedamos los de menor edad. Esta comisión llevó adelante los trabajos para reorganizar el partido. En el congreso de septiembre de 1921 nos pusieron en esta disyuntiva: o ustedes dejan de trabajar para reorganizar el partido, porque es una empresa política, o se salen de la CGT. Como no aceptamos, fuimos excluidos en el curso de una reunión muy agria y violenta, en la que participó un militante anarquista peruano, Alejandro Montoya.

Más adelante, la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz[19] nos sirvió a los comunistas como trampolín para lanzarnos a escala nacional. Los recursos de la ayuda de Tejeda,[20] la ayuda de Jara[21] después, dieron los elementos para organizar ligas en Puebla, Estado de México, Tamaulipas, Nuevo León, Chihuahua, Jalisco, etc. Esto se desarrolló a tal grado, que en 1927 [sic] se constituyó la Liga Nacional Campesina.[22] El lema de la Liga lo tiene todavía la CNC: ¡Campesinos de América, uníos! El animador principal de este trabajo de organización fue Úrsulo Galván, quien visitó los campos como representante de la Liga de Comunidades Agrarias de Veracruz y en algunos lugares se apoyó en el movimiento comunista. Casi siempre El Machete apareció como el órgano oficial de la Liga Nacional Campesina. La Liga de Veracruz publicaba algo, La Voz del Campesino, que circulaba dentro y fuera del estado.

Yo recuerdo haber hablado una vez con el gobernador Tejeda en Veracruz. Fuimos a quejarnos y a solicitarle apoyo. “Bueno –dijo él–: ustedes defiéndanse. Y le dijimos: “Señor, no tenemos con qué”. Entonces llamó a uno de sus ayudantes y le ordenó: “A ver, dales diez armas a los compañeros”. “Pero señor –replicamos– somos más, somos treinta”. “Bueno –nos dijo– las otras se las consiguen con esas. Tejeda era un hombre muy querido por el movimiento campesino.

Luis V. Cruz,[23] exiliado del Partido Comunista Chileno, participó como delegado de la Liga del estado de Veracruz; él se veía muy frecuentemente con mi concuño Miguel Ángel Velasco[24] en Jalapa. El colombiano Julio Cuadros Caldas,[25] delegado de Morelos, no era comunista. Se acercaba a nosotros, pero no era comunista. También participó en el movimiento Julio Antonio Mella y otros como Esteban Pavletich,[26] Nicolás Terreros,[27] Salvador de la Plaza,[28] y los hermanos Machado[29] también estuvieron en la Liga Nacional Campesina. Era para ellos una escuela el movimiento campesino nuestro, en la perspectiva de crear la Liga Campesina Continental. De manera que amigos nuestros participaban en el trabajo de organización de comunidades y en la conducción de sus luchas. Fue una escuela para ellos en la perspectiva de extender el movimiento campesino a otros lados.

Escudo de la Confederación Nacional Campesina
Imagen 4. Escudo de la Confederación Nacional Campesina. https://es.wikipedia.org

 

México, Moscú, México

En abril de 1923 viajé por seis meses a la Unión Soviética. Allí estudié con la gente del aparato de América Latina, no había Escuela Leninista en ese entonces, y debo confesarles una cosa, un problema: no había literatura en español, nada. Había en todos los idiomas principales: ruso, alemán, inglés y francés, nada en español. Entonces, comencé a estudiar francés y con ello me defendía. Hablaba muy bien inglés, porque lo había estudiado en la primaria, en la secundaria y en el bachillerato.

Desgraciadamente, durante muchos años no hubo bibliografía en español. Había que traducir para el movimiento comunista en toda la América Latina, para todos los países en que se habla español. Desde 1923 yo comencé a librar esa lucha por la traducción, porque me encontraba con esa tremenda limitación. De manera que todo el material que pude estudiar fue en otros idiomas. Pero aun con esa gran dificultad, llegué a un gran descubrimiento en los meses que estuve en Moscú, porque acabé de leer las tesis de Lenin sobre la cuestión colonial y nacional y la cuestión agraria. Sobre todo la primera, donde él señala la necesidad de los países que son colonias o países dependientes, de la creación de un gran frente nacional con la burguesía, no en bloque, sino con aquellos sectores de la burguesía nacional que sean capaces de luchar contra el imperialismo, aunque sea de una manera limitada, inconsecuente, parcial, etc. Pero hay que abrir esa gran lucha. Es una verdadera llave para la gran lucha que se libraba en la India, en China, en Indonesia, en la América Latina, en África y en los países del Asia Menor.

Desafortunadamente, después se fueron dejando de lado estas tesis por otras tareas. Bajo la inspiración de Lenin, el III Congreso de la Internacional Comunista adoptó esas dos grandes tesis sobre la cuestión nacional y colonial en los países dependientes y la cuestión agraria. Ya no son documentos personales, sino que son elaborados en los Congresos de la Internacional Comunista. Pero para nosotros, para México y para mí, estas tesis son de un valor importante por la cuestión de la tierra y la cuestión nacional.

Los que nos impartieron los cursos eran del Secretariado Latinoamericano. Casi todos hablaban en español y me ayudaban. Casi todos ellos han muerto. Uno de ellos, que me ayudó mucho, había estado en México y hablaba español. Le llamábamos Stirner, Alfredo Stirner. Su nombre real era Edgar Woog;[30] murió siendo secretario general del Partido de Trabajadores de Suiza, es decir, del Partido Comunista de Suiza. Él estuvo aquí en México en la Juventud Comunista –por su edad–, aprendió aquí español y me ayudó mucho en Moscú. Humbert-Droz también estaba en el Secretariado, pero tenía mayor jerarquía en la organización. Era suizo.

A Úrsulo Galván lo conocí antes de nuestro viaje a la Unión Soviética. Cuando nos sacan de la CGT a fines de 1921, nosotros decidimos reunir a los delegados que había en el país para reorganizar el partido. En esa reunión se formó un comité y fue elegido secretario general Manuel Díaz Ramírez, que venía del movimiento anarcosindicalista de Estados Unidos, había sido de la IWW. En esa reunión se decidió lanzar el movimiento inquilinario en todos los lugares donde pudiéramos. De esa reunión hay una fotografía, y en ese grupo reducido está Herón Proal,[31] que era nuestro compañero de ruta. Proal no era miembro del partido, se acercaba y se alejaba. Se había peleado con los anarquistas que había en la CGT, hecho que lo había ligado más con nosotros. Entonces, él participó en la reunión y en la decisión que tomamos.

Por aquel tiempo se logra el movimiento inquilinario en México: en la capital, en Puebla y en Veracruz. A Proal le toca lanzar un sindicato de inquilinos en el puerto de Veracruz. A mi concuño Miguel Ángel Velasco le toca en Jalapa, él era dirigente de panaderos. Y a otros amigos les tocó en Orizaba y Córdoba. Es decir, el movimiento inquilinario se desarrolló con gran fuerza en los lugares importantes del estado de Veracruz. Se logra extenderlo a las ciudades de Monterrey, Tampico, Oaxaca y Guadalajara. Claro que se extiende a costa de una gran cantidad de muertos, heridos y procesados.

Fue en 1922 cuando nosotros desplegamos el movimiento inquilinario donde podíamos. Aquí, en el Distrito Federal, debido a la represión de la huelga y a la débil organización comunista, el movimiento es liquidado al igual que en los demás lugares, menos en el estado de Veracruz, porque ahí gobernaba Tejeda, quien apoyaba a esos movimientos.

En 1922, un grupo del movimiento inquilinario, miembros del Sindicato de Inquilinos del Puerto de Veracruz, fue destacado para organizar la Liga de Comunidades Agrarias del estado. En esta comisión estaban Sóstenes Blanco[32] y Manuel Almanza.[33] Entonces, con esa ayuda, Galván –que ya era comunista– se lanza junto con los tejedistas a organizar la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz y la constituyen en los primeros meses de 1923.

El presidente de la Liga fue José Cardel,[34] que era tejedista. El secretario general fue Úrsulo Galván. El comité estuvo conformado en su mayor parte por tejedistas, que luego se hicieron comunistas. Así, en calidad de delegado de las comunidades agrarias veracruzanas, Úrsulo Galván viajó a Moscú en septiembre de 1923. Pero yo ya lo conocía desde su participación en el movimiento inquilinario.

Escudo de la Internacional Campesina Roja (Krestintern)
Imagen 5. Escudo de la Internacional Campesina Roja (Krestintern). http://ciml.250x.com

Cuando el movimiento inquilinario de Veracruz fue reprimido muy violentamente por las tropas federales en el puerto y cayó preso Proal, me mandaron a mí, desde México, para ayudar al movimiento inquilinario y a la organización comunista. Entonces trabajé muy íntimamente con Almanza y con Galván.

Cuando Galván llegó en 1923 a Moscú, ya éramos viejos compañeros y asistimos juntos al Congreso de la Internacional Campesina. La encargada de asistir a ese congreso desde el punto de vista político, fue una mujer extraordinaria, Clara Zetkin.[35] Como ella sabía muy bien el francés, me hablaba a mí y yo le traducía a Galván. Creo que no había ningún otro latinoamericano además de Galván.

El dirigente estatal era un campesino polaco, Dombal.[36] Había representantes de diferentes países. Incluso hubo un estadounidense, representante de una organización de los farmers. La formación de los partidos campesinos fue una variante impuesta por las características del movimiento campesino. Uno de los problemas graves del movimiento campesino era su dispersión. De manera que tenerlo agrupado planteaba un mundo de problemas. Nosotros en México adoptamos, por nuestra propia experiencia, una reforma agraria que da a los campesinos sin tierra parcelas ejidales, siempre y cuando lo soliciten y estén constituidos en comunidad. Sólo ese interés por la tierra, que es vital, los congrega. Y es la comunidad la que les da la base para pedir la dotación ejidal. Además, esa comunidad en unión con otras permite una organización municipal y estatal. Hay una lucha sangrienta y terrible hasta nuestros días en la que los campesinos están solos y abandonados por la fosilización y burocratización de las organizaciones campesinas oficiales. Al ser el campesinado un elemento potencialmente revolucionario, las dificultades para su liga, su aproximación y su vecindad son tremendas. De manera que hay que ingeniarse todas las formas posibles para establecer una relación entre ellos.

Cuando llegó Galván a Moscú, platicamos de la gravedad de la rebelión delahuertista. A raíz de ello pedí adelantar mi regreso para venirme a México junto con Galván. Regresamos en noviembre de 1923. Nos tocó atravesar Alemania cuando acababa de sufrir la tremenda conmoción de la sublevación comunista. Todavía cuando nos embarcamos en Hamburgo alcanzamos a ver los restos de las barricadas cerca del muelle. Un movimiento fracasado por la incapacidad del Partido Comunista Alemán y por la dirección de Brandler,[37] que no pudo con el manejo de la situación.

Entonces, de regreso a México, un día antes de llegar a La Habana, el barco en que veníamos, el Holsatia, recibió un telegrama radial que decía que había estallado la rebelión delahuertista. Entonces discutimos lo que íbamos a hacer. Yo le dije a Galván: “Tampico está todavía en manos del Gobierno Federal y el barco, después de tocar Veracruz, sigue a Tampico. Tú te sigues a Tampico y yo me bajo en Veracruz, porque a mí no me conocen. Tú eres secretario de la Liga, ve a ver qué está pasando, yo no puedo. A ti te conocen por lo del movimiento inquilinario y por el movimiento campesino; si bajas en el puerto te van a agarrar”. Galván dijo: “no importa, correremos el riesgo”. De acuerdo. Tomamos en cuenta que los marineros alemanes contrabandeaban mucho con armas y ropa, y con los dólares que teníamos compramos una cantidad de pistolas muy buenas, parabellum, que son casi como un fusil porque alcanzan su objetivo a más de 2,500 metros de distancia.

Así bajamos. Felizmente, él dejó la maleta y se fue inmediatamente. El cabo tuvo que abrir violentamente la maleta, y otro compañero se hizo pasar por dueño de esta. Finalmente salimos. Cuando revisaron las listas de pasajeros deben haberse dado de topes por no habernos pescado. Él se escondió unos días y luego se fue hacia el norte, donde levantó un movimiento guerrillero. Nosotros no sabíamos qué estaba pasando del otro lado de las líneas, pero sabíamos que con los delahuertistas teníamos que luchar. Además, la CGT había tenido sus coqueteos con De la Huerta desde los inicios. Pese a eso, los dirigentes de la CGT del puerto de Veracruz fueron fusilados por las tropas delahuertistas. De la Huerta era un pobre hombre, una pantalla para los soldados.

Poco después agarraron al presidente de la Liga de Comunidades Agrarias, José Cardel; lo torturaron y lo mataron. Por eso una estación de ferrocarril se llama Cardel. Antes se llamaba San Francisco de las Peñas. En esta situación nuestra lucha contra el delahuertismo era a muerte.

El Partido había venido a menos otra vez. Cuando fue derrotado el movimiento delahuertista en su bastión más fuerte, que era Veracruz, y pude regresar a México, se celebró en la capital una asamblea nacional en la que las críticas fueron desde luego contra Manuel Díaz Ramírez, críticas que en gran parte fueron injustas, porque el Partido ¿qué podría a haber hecho? Bueno, como siempre ocurre, le cayeron encima. Yo era testigo de lo que estaba pasando, además había estado fuera del país y por otro lado había participado con Galván en el movimiento de Veracruz. Asistí a la asamblea como uno más de los convocados. Allí me tocó relatar lo que habíamos hecho en Veracruz; entonces, los delegados decidieron quitar a Díaz Ramírez y ponerme a mí. Así me eligieron.

Luego decidimos la defensa de los campesinos, porque la lucha del campo era sangrienta. No existía en ese momento la idea de desarrollar un movimiento para una revolución de tipo socialista, sino que se pensaba en un movimiento de tipo defensivo de la tierra, que ya se les había entregado a los campesinos.

Recuerdo que por ese tiempo conocí en México a Víctor Raúl Haya de la Torre, a fines de 1923.[38] Poseo una fotografía en la que estamos juntos Diego Rivera, Víctor Raúl Haya de la Torre, algunos miembros de la Juventud Comunista y yo. En esa foto Víctor Raúl está con pantalones de montar porque venía de pasear a caballo con Vasconcelos. Entonces Haya de la Torre era el secretario particular de Vasconcelos.

Poco después, cuando Haya de la Torre estaba empeñado en crear un gran movimiento en su país y en toda la América Latina y quería viajar a Rusia, me tocó ayudarlo. Le firmé una carta credencial que lo acreditaba como delegado de la Juventud Comunista, para que pudiese asistir al V Congreso de la Internacional Comunista a celebrarse en Moscú, en 1924.

El Comunista de México, año 1, núm. 1, enero de 1920
Imagen 6. El Comunista de México, año 1, núm. 1, enero de 1920.

 

Los comunistas latinoamericanos

Recuerdo que el presidente Calles ayudó a financiar el Congreso Anti-imperialista de Bruselas en 1927. Vasconcelos fue invitado al congreso por su posición antiyanqui, no anti-imperialista, por lo que había escrito. Vasconcelos era amigo del argentino Manuel Ugarte. Vasconcelos ya no estaba bien, estaba muy amargado, especialmente contra Obregón y Calles; este último no lo había dejado ser gobernador de Oaxaca. Vasconcelos tenía una posición oscilante, pero en el congreso se juntaba a todos los que se podía contra Estados Unidos, contra Inglaterra, contra Francia. Entonces eran potencias imperialistas. Por México fue Mella.

Los comunistas argentinos estaban divididos. Los brasileños igual, en pleito contra Prestes. El movimiento comunista tenía su base en México, eso lo sabían allá arriba, en la Internacional Comunista. Pero los argentinos siempre celosos, custodios de la pureza revolucionaria, veían mal todos nuestros manejos como frente nacional con Tejeda, con Portes Gil; éramos sospechosos siempre de oportunismo. Ellos eran los más ortodoxos. Entonces el Partido Comunista Argentino se consideraba el representante de América Latina ante el Movimiento Comunista Internacional. Por lo tanto, el favor que teníamos nosotros no les caía nada bien.

En 1929 se celebró una reunión sindical en Montevideo, a la que fue Siqueiros.[39] En esa reunión metieron en ese famoso Buró Sudamericano a unos representantes que no tenían mandato de sus bases, y se produjeron cosas de lo más descabelladas. David Alfaro Siqueiros tuvo siempre una tendencia golpista. Pronunció un discurso en ese sentido y los argentinos con toda malevolencia hicieron un acto de denuncia para que se enterase la Internacional Comunista. Como Codovilla[40] era miembro del Ejecutivo y yo no iba a las reuniones porque estaba absorbido por el trabajo acá en México, Codovilla estaba siempre allí soplándoles. Él sabía cómo se estaba moviendo la aplicación del VI Congreso de la Internacional Comunista, que fue fatal para todo el movimiento en América Latina y el mundo.

Para nuestros países se hizo una revisión de las tesis de Lenin sobre el movimiento agrario y sobre todo acerca de los movimientos en los países atrasados. Se sostuvo que la burguesía no jugaba ya ningún papel porque no tenía ni el valor ni la capacidad, ni la energía, ni la intención de luchar contra el imperialismo. Se reventaban así los frentes nacionales que se habían creado en México y otros países. De esta situación se quejaban mucho los chinos, me acuerdo. De las reuniones a las que asistieron los chinos aprendí algunas cosas, como su paciencia, su tenacidad y su flexibilidad, cualidades que ya no tienen. Ahora los chinos sienten que son una potencia, pero se la pasan haciéndole el juego a los gringos; eso es lo más triste. En cambio, antes escuchábamos a los chinos; ellos se iban y hacían lo que creían conveniente.

En el VI Congreso de la Internacional Comunista se decidió aplicar la táctica de “clase contra clase”, que es en el fondo una posición anarcosindicalista, no marxista, mucho menos leninista. Pero allí, en el congreso, los argentinos eran los representantes de esa pureza revolucionaria. Lo que nunca he entendido del Partido Comunista Argentino es lo que hace por apoyar a las luchas campesinas estando en la ciudad.

A raíz de este congreso se vino un conflicto en los países atrasados: Vietnam, China, Indonesia, la India y el África. En América Latina nos rompieron. Fue entonces cuando me sacaron de la dirección del partido, porque yo luché contra eso, y claro, la tendencia estalinista encabezada por Siqueiros, Montiel, Laborde[41] y Valentín Campa[42] estaba contra mí. Entonces había la idea de aprovechar al movimiento escobarista para tomar el poder donde se pudiera, como si la cuestión del poder fuera una cosa de retazos. Como si yo voy a tomar el poder en Durango y el gobierno se va a quedar contento. Así, en Durango fusilaron a José Guadalupe Rodríguez y en Veracruz a otros; luego se rompió el Partido. Galván se fue con todo el movimiento campesino y nos quedamos en la calle.

Ya el gobierno sabía de todas estas consideraciones porque había reuniones del Buró donde se decidía si sublevarse o no. Mi concuño les puede contar cómo se hacían las reuniones. Luego venía otra reunión y revisaban el acuerdo. Hasta que llegaba David con los otros y convocaba a otra reunión. Una vez, en una de esas reuniones del Buró, David furioso dijo: “¿Éste es un partido comunista o un partido revocador? Pues yo creo que es revocador”. Por fin se tomó la decisión de no sublevarse; pero, ¿ustedes creen que el gobierno no sabía de esto?

El tiempo transcurrido no ha disminuido mi cariño y respeto por Julio Antonio Mella, a quien conocí en La Habana a fines de 1925, cuando viajaba rumbo a Europa. Lo encontré con un grupo de exiliados venezolanos: Salvador de la Plaza, Gustavo y Eduardo Machado y otros cuyos nombres que no recuerdo. Dado que el barco, el Holsatia de la Hamburg America Line[43] estaría a medio día en aguas cubanas, comimos juntos e intercambiamos informes y opiniones. Ya en Moscú me enteré del desencadenamiento de la represión machadista, de la huelga de hambre de Mella de diecinueve días, de su expulsión de Cuba y su refugio en México. Cuando pasé de regreso por La Habana, en marzo de 1926, se respiraba una atmósfera de terror.

El Machete (México), núm. 55, 2ª quincena de noviembre de 1926
Imagen 7. El Machete (México), núm. 55, 2ª quincena de noviembre de 1926. www.munal.mx

En México llamé a Mella, que se había inscrito en la Escuela de Derecho, para que colaborara en El Machete y en El Libertador que era el órgano de la Liga Anti-imperialista de las Américas, tarea que cumplió de maravilla. Mella y yo lanzamos la campaña de reclutar quinientos corresponsales para El Machete y a él se deben las sencillas instrucciones que se impartían a los corresponsales sobre la manera de escribir.

Mella era un extraordinario periodista con un hambre de saber insaciable y pronto entablé amistad con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Pablo O’Higgins, Leopoldo Méndez, Miguel Othón de Mendizábal, Jesús Silva Herzog y otros hombres de valía. Julio Antonio me impulsó a conocer la obra de Martí, de quien debemos aprender el sabio y deslumbrante manejo del idioma, empleado en la lucha por la liberación de Cuba.

Mella participó en las duras jornadas por la vida de Sacco y Vanzetti, y fue detenido por su discurso en el Hemiciclo a Juárez. Trabajó esforzadamente en la ayuda a César Augusto Sandino.

En 1933 mis cordiales compañeros y amigos Juan Marinello, Pepilla Vidaurreta de Marinello, Rodolfo Dorantes y Andrés García Salgado llevaron las cenizas de Mella a Cuba. Me había tocado en suerte participar en el hundimiento del machadismo, y la victoria popular había tenido un costo muy alto y, como demostración de ello, veía yo retornar no al espléndido muchacho, sino a la pequeña urna que contenía sus cenizas.

A Mella lo mataron en enero de 1929. Ya a fines de 1928 había tenido un problema dentro del partido, porque no había estado de acuerdo con el desembarco estilo Castro que se tenía propuesto. Mella no estaba de acuerdo con nosotros ni con los del Partido Comunista Cubano. Él ya no nos decía lo que iba a hacer, hacía lo que creía conveniente, y eso creó una situación muy desagradable. Eso le costó la vida a Julio Antonio; había caído en una trampa de Machado.

Luego de que me reemplazaron de la secretaría general del Partido Comunista Mexicano por el dirigente ferrocarrilero Hernán Laborde, la Internacional Comunista, el Buró del Caribe, me mandó a trabajar fuera del país. Estuve en Guatemala y en El Salvador, donde tuve discusiones muy fuertes con Farabundo Martí, porque yo tenía serios temores sobre lo que iba a suceder. Luego fui a Cuba, allí pude contribuir en 1933 a la caída de Machado, como ya dije.

En México la política del Partido, la traición de los gobiernos de los estados y la represión federal desintegraron la Liga Nacional Campesina. Galván murió en 1930. De manera que lo que queda es un nombre, un lema, a pesar de que Tejeda trató de ayudarlos. Además, a Tejeda se le fue encima Calles en una forma feroz, con la ayuda de los comunistas. No hay más que revisar la colección de El Machete para ver con que rabia se le trata. Esta es una de las verdaderas monstruosidades de la vida política que voy a tratar en mis memorias.

En esos años, aquí en México, los que no habíamos participado en la revolución por nuestra edad, estuvimos envueltos en ella por nuestras familias. Yo desciendo de una familia de militares que se acabaron en la guerra civil. Siqueiros participó en la revolución siendo muy joven, casi niño. Fue miembro del Estado mayor de Diéguez. En general todos habían usado las armas. Yo sé usarlas, y me gustan mucho, aunque mi mujer me haya desarmado. Todos nosotros veníamos de ese ambiente de lucha, pero de eso a considerar que ya era el momento adecuado para la sublevación era otra cosa. Yo estaba convencido que no era el momento. Los otros sí estaban convencidos de ello.

Esas resoluciones del VI Congreso de la Internacional Comunista fueron tremendas para el movimiento comunista internacional. La lucha de los comunistas contra los socialistas fue feroz. En Alemania igual, pero cuando llegaron los nazis barrieron parejo. Esa línea política fue monstruosa, terrible. Las pugnas en España antes de Franco dividieron a la UGT. En Francia se dividió a la CGT y aquí en México se rompió a la CROM, bajo la bandera de la unidad, para formar la CSUM, cuyo primer secretario general fue David Alfaro Siqueiros.

En el II Congreso de la Internacional Comunista hubo un documento extraordinario, redactado por Lenin, que se llama Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo [1920], en el que éste condena la política de escisión y rompimiento del movimiento sindical. En dicho escrito, Lenin critica especialmente a los alemanes que querían sindicatos limpios y puros, sindicatos que no existen. El sindicato agrupa a todos los trabajadores sin filiación política en la defensa de sus intereses inmediatos. Lenin nos dice que el sindicato es la escuela elemental del proletariado.

Por eso yo simpatizaba –y simpatizo– con el punto de vista de Mariátegui, que fue objeto de una embestida tremenda de los comunistas argentinos en la reunión que ya mencioné. Allí lo acusaron de desviacionista, de oportunista. Cuando Mariátegui es uno de los más lúcidos. Hay que darse cuenta de cuando él habla; son los años veinte. La cuestión indígena, como la planteó Mariátegui, era un verdadero descubrimiento para todos nosotros. Yo, no influido por él, sino paralelamente con su tesis sobre la Cuestión Nacional, planteé en los treintas la necesidad del Partido Comunista Mexicano de defender a los grupos indígenas, en un documento muy superficial, muy general. Creo que hasta la fecha el Partido nunca ha tenido una posición correcta frente al problema indígena en nuestro país, y que es un gran problema comenzando porque ni sabemos cuántos son.

Hernán Laborde, en un mitin de protesta contra el asesinato de Julio Antonio Mella
Imagen 8. Hernán Laborde, en un mitin de protesta contra el asesinato de Julio Antonio Mella (Campa, 1978).

 

Lenin y la Revolución Mexicana

 La riqueza de esta experiencia de la Revolución Mexicana está basada en un concepto de Lenin. Estudiando en Moscú, en 1923, los documentos de Lenin y de la Internacional Comunista, encontré la clave de nuestras luchas. Lenin es un genio, ya que nos dice que, dada la condición de nuestros países, es necesario un frente amplio de todas las fuerzas incluyendo a la burguesía, para luchar contra el imperialismo, y esa es la fórmula para toda América Latina. No importa que los burgueses deserten, nos traicionen o participen circunstancialmente. Si son capaces de marchar por un tiempo en la lucha contra el imperialismo, hay que abarcarlos y darles una orientación. Esta es la filosofía de nuestra hora y la herencia y experiencia de la Revolución Mexicana: una alianza popular que empieza de manera espontánea con Madero y que fracasa por el asesinato de éste, pero que en 1913 toma su verdadero rumbo. Y su verdadero rumbo está determinado en gran parte por los intelectuales sonorenses y por la gente del movimiento obrero.

El defecto principal de los partidos comunistas, de la izquierda y de los intelectuales de la América Latina es que ignoran la historia de sus respectivos países, el origen de las grandes luchas que vienen de atrás. Por eso se menosprecia al indio en el Perú y también en México, porque ignoramos la inmensa lucha librada a lo largo de la dominación española y después, durante la vida independiente de nuestros países. Esa lucha se libró fundamentalmente en el campo y sigue librándose en la actualidad.

He mencionado aquí a Humbert-Droz, y quiero decir que fue uno de los hombres más terribles de la Internacional Comunista, porque no entendió nunca lo que estaba pasando en América Latina. Él siguió siendo toda su vida un suizo. El punto que ha sido clave para nosotros fue el debate sobre el carácter de un socialismo elemental para nuestros países, y quien lo fundamentó un hombre por el cual yo tengo un extraordinario respeto. Me refiero a un hombre de confianza de Lenin en el ejército y que también fue comisario del pueblo; aquí le decíamos “el Obispo”, por su apariencia monacal. Se llamaba Gusev y usaba el seudónimo de Travin. Fue él, quien elaboró este concepto. Un hombre de gran calidad, político y miembro del buró político del Partido Comunista de la Unión Soviética, que participó en actividades de carácter internacional.

Siempre estuve en contra, y ahora lo estoy más que nunca, de esas definiciones esquemáticas, huecas, vacías, de decir que los movimientos son democrático-burgueses, porque esos son los del siglo pasado y ya quedaron atrás. En nuestro caso ha habido un desarrollo de clases desde fines del siglo pasado. La industria ha generado una trasformación profunda en la economía de todo el mundo. Antes, las falsedades de los análisis condujeron a verdaderas catástrofes políticas.

Ahora bien, en América Latina la concepción anarcosindicalista ha esterilizado y dañado al movimiento avanzado por la omisión de la complejidad de nuestros países. Los fundadores del movimiento obrero en América Latina fueron anarcosindicalistas venidos de España, Francia, Italia, y el resultado fue que con su tesis de que la lucha era por la libertad del hombre y del individuo, despistaron y descabezaron al proletariado, lo desarmaron, lo anularon; eso lo vimos en el curso de la Revolución Mexicana.

Yo soy una de las personas que más ha divulgado el papel y la figura de Flores Magón en la Revolución Mexicana, pero él no ayudó en verdad a la Revolución Mexicana, ya que despistó a todos los que pudo. Por fortuna que no le hicieron caso. Al final, con Zapata estuvo uno de los ideólogos de la Casa del Obrero Mundial: Soto y Gama,[44] que en la Convención de Aguascalientes de 1915 hizo un acto completamente libertario. Cuando ya todos los jueces que estaban en la convención acababan de estampar su última firma, Soto y Gama agarró la bandera mexicana y dijo que era un trapo y una suciedad y que se la debíamos en gran parte a Iturbide. Termina ese gesto y saca el libro La conquista del pan de Kropotkin y les sopla a los infelices convencionistas un capítulo entero del libro. Carecía de ideología propia.

¿Saben ustedes dónde terminó Soto y Gama? En las filas de Acción Nacional. Felizmente, le dieron algunas chambitas en la universidad y murió completamente apagado. Yo lo conocí, lo traté, discutí mucho con él porque yo era ayudante de todos los que estaban en el movimiento campesino de México.

Creo que una de las lagunas que encontramos en nuestro trabajo, amén de lo verde del marxismo en América Latina, fue la pesadumbre de toneladas de bibliografía anarquista y anarcosindicalista que en ese tiempo circulaban. Cuando nosotros teníamos que leer en francés, o en inglés como en el (caso de Mella) porque no había nada en cristiano, ni un libro ni un folleto. Tengo que confesar que me robé‚ de la biblioteca de la Internacional Comunista El Manifiesto Comunista, porque no lo había leído. En el veinticinco hice traer de la Argentina el primer tomo de El Capital, en la traducción del doctor Juan B. Justo, que desafortunadamente se lo presté‚ al maestro Silva Herzog y desde entonces no he vuelto a verlo.

Creo que este trabajo de escarbar sobre los factores que han intervenido en nuestras desviaciones, en nuestras caídas, en nuestros fracasos, es más urgente que nunca, ahora que el peligro de Estados Unidos, aprovechando oligarquías y todos los elementos regresivos de nuestros países, trata de frenar cualquier proceso revolucionario. Felizmente, como dicen los cubanos, una cosa piensa el borracho y otra el cantinero.

Reunión del Bloque Obrero y Campesino en 1929
Imagen 9. Reunión del Bloque Obrero y Campesino en 1929 (Campa, 1978).

 

Anexo. “La Revolución rusa y la mexicana”. El Machete, núm. 138, 7 de noviembre de 1928, p. 2

Un nuevo 7 de noviembre nos saluda once años de Revolución proletaria victoriosa, marcando la tarea al proletariado de todas partes del mundo. Once años de lucha, primero militar, luego económica; once años de esfuerzos, de sacrificios y de victorias gigantescas. Once años que nos hacen reafirmar nuestra fe en la cercana victoria mundial del proletariado.

¡Cuán lejanos aparecen los inicios de ese gigantesca Revolución de gloria eterna por haber iniciado la Revolución proletaria mundial! Y, sin embargo, ¿qué próximos están los hechos y las enseñanzas de esa grandiosa Revolución?

Para nosotros, los revolucionarios mexicanos, la Revolución rusa […] nos empuja inevitablemente a establecer un paralelo con la Revolución Mexicana. Fuera del tiempo y del medio, de las […] todas de la Revolución mexicana, ese paralelo debe establecerse y debe […] las reelaboraciones teóricas y tácticas que necesita la clase trabajadora mexicana.

 

Una Revolución en curva ascendente

La primera diferencia que salta a la vista entre ambas revoluciones, es que la Revolución rusa va en ascenso, dentro del territorio de la URSS, el proletariado ha realizado lo que Krásin llamaba el “milagro” de la reconstrucción económica. El proletariado administra allí un Estado inmenso, es dueño de un territorio enorme (más de la cuarta parte de la tierra) y con paso firme construye el socialismo. No es solo en el estrecho cuadro nacional donde puede valorarse la Revolución rusa.

Su valor profundo, su gran valor es que ella tiene un papel mundial. La clase directora, el método revolucionario, la organización económica, estatal, militar, etc., son otras fecundas enseñanzas al proletariado. El valor de la Revolución rusa es que ha demostrado de manera indiscutible la bondad de la táctica revolucionaria y la posibilidad de hacer la revolución proletaria en un país atrasado económicamente, en condiciones desfavorables desde el punto de vista socialista.

Saliendo de las fronteras, la Revolución rusa ha conminado al proletariado de todas partes de la tierra a organizarse, a luchar. Ha dado al proletariado una organización y una manera de luchar y de vencer.

 

La Revolución en peligro

Otro es el cuadro que nos ofrece la Revolución mexicana, tan gastada por todos los filósofos oficiales en cada aniversario o en cada banquete oficial. Nunca como ahora la Revolución mexicana, revolución burguesa que tuvo como motor el problema agrario, inmediato aun, ha estado en tan grave peligro.

La Revolución mexicana ha sido la Revolución rusa de marzo, prolongada por una serie de factores internos y externos; revolución en la cual la pequeña burguesía ha tenido un papel diferente; revolución en la cual las masas han entregado sin ambages su carne y su sangre, a cambio de la cual se les han dado leyes que no se cumplen. El gobierno de Kérenski ha sido el gobierno de la pequeña burguesía, vacilando siempre entre las masas y la reacción, entre el proletariado y la burguesía, entre la clase obrera y campesina y el imperialismo.

La pequeña burguesía, para ganar a las masas en la contienda contra el latifundio y el imperialismo, ha usado una fraseología que no era la suya. He aquí la abundancia de la literatura socialista oficial, engañadora completamente. En la Revolución rusa, las grandes masas entraron a la lucha bajo sus propias banderas, con sus programas propios. Aquí la pequeña burguesía ha sacado las castañas con la mano del gato, y usando a las masas, explotando sus sacrificios, les ha hecho adoptar hombres que no son de nuestra clase, nos ha hecho batirnos bajo banderas que no son las nuestras y ha sacrificado a millares de trabajadores por programas de reconstrucción nacional y de ganancias para la burguesía y para el imperialismo.

Es necesario fijar de una vez por todas el concepto que nosotros, comunistas, tenemos de la Revolución mexicana. Ella trata de ser explotada por líderes de la pequeña burguesía continental, como una grande y sublime experiencia. La Revolución mexicana, de carácter democrático burgués, solo puede dar como experiencia el alzamiento de las masas campesinas y su derrota por la pasividad, primero y, más tarde por su colaboración con la ávida facción pequeñoburguesa comandada por Carranza. Así el formidable movimiento zapatista fue ahogado en sangre.

En Rusia, el proletariado figuró como vanguardia, consiguió la alianza de las masas campesinas. Aquí las masas campesinas, casi solas, han soportado sobre sus hombros el sangriento peso de la guerra civil. Las grandes masas no han luchado bajo la dirección de una clase específicamente revolucionaria, ni con un programa verdaderamente socialista.

 

La dirección por un partido revolucionario

Nacido en medio de una lucha sangrienta y terrible, en Rusia el partido Bolchevique estaba curtido para las grandes luchas. Sus dirigentes eran al mismo tiempo que hombres sólidamente preparados desde el punto de vista marxista, hombres de lucha y de enorme capacidad práctica, hechos a todas las fatigas y a todos los peligros. El Partido había llegado a ocupar en su seno una falange de acero de abnegados y capaces militantes, que pudo, en medio de dificultades infinitas, vencer definitivamente. Así vemos cómo la táctica del Partido Ruso, es la mejor y más grande enseñanza de capacidad de maniobra de un partido proletario revolucionario.

En cambio, en México la dictadura feroz del porfirismo, el atraso económico del país, habían impedido hasta la constitución de partidos burgueses. Aun hoy vemos cómo la burguesía lucha sin organización de partidos, bajo un sistema casi militar. Así, sin un partido proletario revolucionario, sin un guía y un maestro, el proletariado y la clase campesina de México han estado a merced de los politicastros de la pequeña burguesía.

Allá, un partido supo llevar a la victoria al proletariado y a la clase campesina. Aquí, la pequeña burguesía ha engañado, traicionado y hambreado a los trabajadores. Allá vemos la reconstrucción económica, el mejoramiento de la vida y de la cultura de las masas. Aquí vemos el reajuste y el hambre acosar al proletariado. Allá vemos la organización potente de los productores, el control del Estado, el dominio completo del país. Aquí vemos la destrucción de las organizaciones sindicales, el ataque enconado contra nuestras organizaciones, la ofensiva de la burguesía y del imperialismo. Textiles, petroleros, ferrocarrileros, todos tienen hambre de pan y de justicia.

Aquí como allá, solo un partido proletario revolucionario puede llevar a las masas a la lucha definitiva; solo el que pertenece íntegro a la clase obrera; solo el que organiza la lucha a muerte contra el capitalismo y el imperialismo. Aquí como allá, solo el Partido Comunista puede conseguir nuestra emancipación.

 

El periodo de los grandes trabajos

La lucha prosigue sin descanso. Allá el proletariado se apresta a defender a la Unión Soviética, a la unión de los pueblos y de los hombres libres contra el ataque imperialista de Inglaterra, de Francia y de Estados Unidos. Aquí, el proletariado despertado y vigoroso comienza a darse cuenta de su situación, de sus necesidades y del único remedio. En todas partes el proletariado se prepara para las grandes acciones.

Aquí, en plena fermentación política, el Partido Comunista tiene una gran tarea que realizar: dar al proletariado la conciencia de su fuerza y de sus posibilidades históricas; darle una organización y un método; aplicar ese método triunfante en la Unión Soviética.

Las grandes tareas de nuestro Partido son: la lucha por la independencia del proletariado y de las masas campesinas de las otras clases antagónicas; la organización económica y política de esas grandes masas dentro del Bloque Obrero y Campesino; la entrada en las grandes luchas revolucionarias de clase; llevar a fondo la lucha antiimperialista, con la alianza del proletariado de la América Latina y de los Estados Unidos.

Y aquí como en Rusia, la enseñanza de Lenin debe estar siempre clara en nuestra mente: la alianza entre el proletariado y la masa campesina. Alianza posible y necesaria, alianza que es condición indispensable de nuestra lucha y de nuestra victoria.

Organizar y merecer nuestro Partido, templarlo en las grandes acciones; hacerlo digno del proletariado mexicano, tan heroico y tan valiente, empeñarnos con todas nuestras fuerzas en las grandes luchas que se avecinan, será nuestro mejor homenaje a la Revolución rusa, a nuestra Revolución, hecha por nuestros hermanos y victoriosa a costa de sangre de obreros y campesinos, afianzada por el sacrificio inenarrable del proletariado y de los campesinos soviéticos.

Hacer del 7 de Noviembre una fecha universal, realizando aquí y en toda América otros 7 de Noviembre, será la única manera de pagar la deuda sagrada contraída con los héroes caídos y con los que siguen defendiendo la victoria proletaria.

 

Notas:

[1] (1906-1990). Ingresó en la Federación de Jóvenes Comunistas en 1923, de la que fue secretario general en 1927. En 1928 viajó a Moscú al Congreso de la Internacional Comunista Juvenil. Secretario de la escuela Ricardo Flores Magón, del PCM (1928). Secretario del Buró del Caribe. En noviembre de 1929 viajó a Guatemala y El Salvador en representación del PCM, el Socorro Rojo y el Buró del Caribe con la finalidad de apoyar la integración del campesinado a la militancia comunista. Cofundador del Partido Comunista Salvadoreño (1930) (Jeifets & Jeifets, 2015, págs. 205-206).

[2] Úrsulo Galván Reyes (1893-1930). En 1919 se afilió al grupo anarquista Los Hermanos Rojos. A partir de 1921, con Manuel Almanza organizó la formación de cooperativas campesinas y la fundación de la primera colonia campesina en la Punta de Antón Lizardo, Veracruz. Se unió al movimiento inquilinario liderado por Herón Proal y participó en la fundación del Sindicato Revolucionario de Inquilinos. Cofundador de la Liga de las Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz, de la que fue delegado ante la I Conferencia Internacional Campesina realizada en Moscú en octubre de 1923. Ahí tomó contacto con Edgar Woog y Rafael Carrillo. Secretario de la sección mexicana de la LADLA y director de su vocero El Libertador (1925) (Jeifets & Jeifets, 2015, pág. 234; De Pablo, 2018, págs. 184-193).

[3] (1890-¿?). Peruano, dirigente sindical anarcocomunista, panadero de oficio. Participó en las jornadas de lucha por las 8 horas y contra el alza de las subsistencias entre diciembre de 1918 y enero de 1919 llevadas a cabo en Lima. Fue uno de los fundadores de la Federación Obrera Regional Peruana (FORP) el 8 de julio de 1919. El 25 de octubre de ese año fue deportado a causa de su militancia, teniendo como destino México. A su llegada al puerto de Veracruz se afilió al recién formado grupo Antorcha Libertaria (1919), donde tomó contacto con Herón Proal. Se trasladó a la Ciudad de México y se unió al Sindicato de Obreros Panaderos, del que llegó a ser dirigente. En agosto de 1920 fue uno de los organizadores de la gran huelga de solidaridad con el sindicato de cigarreros de El Buen Tono, de la que surgió la Federación Comunista del Proletariado Mexicano (FCPM) y en febrero del año siguiente participó en la constitución de la Confederación General de Trabajadores (CGT). Tras su expulsión de México en 1922 se desconocen datos sobre su vida, aunque, a decir de Carrillo, es probable que terminara sus días en Guatemala, “ya era un hombre maduro, golpeado por la vida de luchador” (Jeifets & Jeifets, 2015, págs. 616-618).

[4] Archivo del autor.

[5] Véase la fotografía de Haya de la Torre y Carlos Pellicer a caballo en (Melgar Bao & Montanaro, 2010).

[6] (1896-1977). Comunista estadunidense, miembro del Partido Socialista Estadounidense (1919). Llegó a México con su esposa Ella en 1923 y se afilió al PCM. En este periodo compartieron alojamiento con Carrillo Azpéitia, con quien iniciaron una larga amistad. En 1924 fue enviado como delegado al V Congreso de la IC. Redactor de El Libertador en 1925. Fue expulsado de México ese año por su participación en una huelga ferrocarrilera (De Pablo, 2018, págs. 524-529).

[7] (1888-1962). Obrero cigarrero originario del puerto de Veracruz. Inició su militancia de izquierda en Estados Unidos, como miembro del Partido Liberal Mexicano (PLM) y de la International Workers of the World (IWW). En 1919 retornó a Veracruz, donde participó en la fundación del grupo Antorcha Libertaria. En enero de 1920 se integró a las filas del recién formado PCM y nombrado secretario general en 1921. Asistió como delegado al III Congreso de la Internacional Comunista en Moscú, donde se entrevistó con Lenin. Como secretario general del Sindicato Inquilinario del Distrito Federal, tomó parte activa en la huelga inquilinaria de la Ciudad de México en 1922. Ocupó el cargo de secretario general interino del PCM entre noviembre de 1923 y abril de 1924, cuando fue reemplazado por Rafael Carrillo Azpéitia. Fue expulsado del PCM en mayo de 1926 por diferencias con Carrillo y la línea oficial del partido. Autor de: Apuntes sobre el movimiento obrero y campesino de México (1936) (De Pablo, 2018, págs. 132-142).

[8] Esta misma versión fue refrendada por Carrillo en una entrevista realizada por Beatriz González Jameson el 9 de marzo de 1984 e incluida como anexo de su tesis El Periodo formativo de las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre durante los años 20 y 30 (1984, págs. 154-158).

[9] Núm. 1, marzo de 1925, págs. 13-14.

[10] Núm. 5, agosto de 1925, págs. 8, 10.

[11] Al rastrear las huellas de Rafael Carrillo en el periódico El Machete, vocero del Partido Comunista de México, nos arrojó el siguiente resultado de sus colaboraciones: en 1928: “Resolución del CC del Partido Comunista de México sobre la discusión en el partido ruso” (núm. 97, 14 de enero, pág. 2); “La discusión del Partido Comunista. El papel del bloque obregonista” (núm. 131, 15 de septiembre, pág. 2); “El partido de la burguesía y del imperialismo, y la organización de las fuerzas de izquierda” (núm. 133, 29 de septiembre, pág. 2); “El pleno del Comité Central del Partido Comunista de México” (núm. 134, 6 de octubre, pág. 2); “El debate en la Cámara de Diputados” (núm. 136, 20 de octubre, pág. 2); “La Revolución rusa y mexicana” (núm. 138, 7 de noviembre, pág. 2 [véase Anexo]); “Ante el problema de las próximas elecciones presidenciales” (núm. 140, 24 de noviembre, pág. 2); en 1936: “La Revolución mexicana debe seguir adelante” (núm. 448, 5 de diciembre, págs. 3-4); en 1938: “El 14 de julio iluminó nuestra independencia” (núm. 567, 15 de julio, pág. 7).

[12] Algunos de ellos eran El Poeta, El Frijolillo, Manuel Méndez, Juan Gerónimo Bertrand (Jeifets & Jeifets, 2015, pág. 133).

[13] Ricardo Flores Magón: Esbozo biográfico (1945), México: s.p.i.; La pintura mural de la Revolución Mexicana (1967), México: Fondo de Cultura Económica; Artesanos y artesanías del estado de México (1972) México: Dirección de Promoción Industrial, Comercial y Artesanal del Gobierno del Estado de México; Siqueiros (1974) México: Secretaría de Educación Pública; El arte barroco en México desde sus inicios hasta el esplendor de los siglos XVII y XVIII (1982) México: Panorama.

[14] Al decir de Jeifets, Browder “Dirigió una carta al PC de México y a V. Lombardo Toledano en la que indicaba la necesidad de unidad del movimiento obrero mexicano (02.1937). Envió también una carta a los comunistas mexicanos publicada en Daily Worker donde el PCM fue acusado de sectarismo en su actitud hacia el frente único popular (04.1937). Por encargo de la Comintern, participó en el pleno del CC del PCM (26.-30.6.1937), donde fue lanzada la consigna ‘Unidad a toda costa’” (2015, pág. 114).

[15] (1891-1971). Cofundador y dirigente del Partido Comunista de Suiza (1921). Jefe del Secretariado Latino de la Comintern para América Latina. Presentó el informe “Sobre los países de América Latina” en el VI Congreso de la IC (1928).

[16] (1901-1976). Cofundador de la Federación de Jóvenes Comunistas (1920). En la primavera de 1921 ayudó a organizar la oficina panamericana de la Internacional Sindical Roja, al tiempo que editaba el periódico El Obrero Comunista (1921). Dedicó parte de su tiempo a la organización del PCM en el norte de México. Durante 1922 tuvo una participación destacada en la huelga inquilinaria de la Ciudad de México y se integró a la directiva del Sindicato Inquilinario del Distrito Federal. En 1923 fue expulsado del PCM y abandonó la militancia de izquierda y ocupó cargos diplomáticos para diferentes gobiernos mexicanos (Jeifets & Jeifets, 2015, págs. 620-621; De Pablo, 2018, págs. 498-505).

[17] (1902-1973). Miembro de la Juventud Comunista y del Comité de Organización del PCM. Editor de El Obrero Comunista (1921). Secretario de prensa y propaganda del Sindicato Inquilinario del Distrito Federal. Tuvo una activa participación en la huelga inquilinaria de la Ciudad de México (1922). Cofundador y editor del periódico El Machete (1924, 1928) (De Pablo, 2018, págs. 216-221).

[18] Carpintero de oficio. En 1921 se integró a la Juventud Comunista y el 30 de julio de ese año formó parte del presídium en su I Congreso Nacional. Administrador de El Obrero Comunista (1921). Secretario de prensa y propaganda del Sindicato Inquilinario del Distrito Federal. Fue detenido el 17 de marzo de 1922, durante un mitin en la huelga inquilinaria de la Ciudad de México. Secretario general del Sindicato de Carpinteros del D.F., afiliado a la CROM (De Pablo, 2018, págs. 47-48).

[19] Fundada en marzo de 1923. La Mesa Directiva quedó conformada de la siguiente manera: Úrsulo Galván, presidente; José Cardel, primer secretario; Antonio Carlón, segundo secretario; Isauro Acosta, tesorero (Martínez Nateras, 2018).

[20] Adalberto Tejeda, gobernador de Veracruz en dos periodos: 1920-1924 y 1928-1932.

[21] Heriberto Jara gobernó dicho estado entre 1924 y 1927.

[22] En realidad, se fundó en noviembre de 1926, bajo el liderazgo de Úrsulo Galván (Reynoso, 2009).

[23] Luis Víctor Cruz Steghmans (1892-1947). Comunista chileno, originario de Tacna. Editor y colaborador de La Semana Roja, de Iquique (1914), El Socialista, de Valparaíso (1915-1918), La Gran Federación Obrera de Chile (1924), entre otros. En 1921 fue electo diputado por Iquique y en 1926 por la Séptima Circunscripción Departamental Santiago. Secretario general de la Federación Obrera de Chile (1924-1925). Fue deportado a México a fines de 1926, donde se integró a la dirigencia de la CTM. Fue deportado poco después (Ljubetic Vargas, 2011).

[24] (1903-1999). Comunista de oficio panadero. Cofundador y secretario de actas de la Unión Gremial de Panaderos de Jalapa. Ingresó a las filas de la Federación de la Juventud Comunista (1926) y al PCM en 1927, siendo miembro de su Comité Ejecutivo Nacional entre 1928 y 1943, año en que renunció a su militancia en ese partido (De Pablo, 2018, págs. 512-517).

[25] Cuadros Caldas arribó a México en mayo de 1909 y se integró a las filas del zapatismo, en el estado de Morelos. Se involucró en las luchas agrarias y el proceso de repartición de tierras y la organización de comunidades campesinas en el Estado de Puebla. Durante la década de 1920 se involucró en los círculos intelectuales de la izquierda y la política mexicana. En 1923 publicó Catecismo agrario, obra que lo haría famoso entre los círculos intelectuales latinoamericanos. En marzo de 1928 formó parte de la Comisión pro-Monumento a Emiliano Zapata presidida por Úrsulo Galván (Palacios, 2000).

[26] Esteban Pavletich Trujillo (1906-1981) residió en México entre 1927 y 1930 como una estación de su exilio (Melgar Bao & Jaimes Navarro, 2019).

[27] Nicolás Terreros López (1901-1982) fue deportado de Perú junto a Pavletich en 1925. Durante su estancia en México militó en las filas del PCM y la LADLA, de la que fue nombrado secretario de prensa y propaganda. Delegado del PCM ante el IV Congreso de la ISR y el V Congreso de la IC (1928), realizados en Moscú (Melgar Bao & Jaimes Navarro, 2019).

[28] (1896-1970). Político y sindicalista venezolano. Salió de su país en 1921, expulsado a raíz de la conspiración que buscaba derrocar al gobierno de Juan Vicente Gómez. Viajó a Francia, donde estudió Derecho, y recibió formación marxista. En 1925 viajó a Cuba, donde conoció a J. A. Mella y creó la revista América Libre. En 1926 visitó México y participó en la fundación del Partido Revolucionario Venezolano (PRV, 1927). Miembro del Comité Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC).

[29] Gustavo Machado (1898-1983). Abogado y dirigente comunista venezolano. A causa de sus ideas políticas, en 1919 se exilió en Estados Unidos y en 1920 en Francia, donde realizó estudios de Filosofía y Derecho. Cofundador del Partido Comunista Francés (1920), del Partido Comunista Cubano (PCC, 1925) y la sección cubana de la LADLA. Viajó a México en 1926 y cofundó el PRV. En 1928 viajó a Nicaragua y se integró ejército sandinista. Cofundador de MAFUENIC (Cerdas, 1986, págs. 228-229).

Eduardo Machado (1902-1996). Dirigente comunista venezolano. En 1924 se exilió en Cuba, donde se integró a la Universidad Popular José Martí. Cofundador del PCC (1925) y la sección cubana de la LADLA. Viajó a México en 1926 y cofundó el PRV. En 1927 viajó a Estados Unidos con Sócrates Sandino, a fin de promover la solidaridad con la causa sandinista. Detenido en 1931 y juzgado por intentar derrocar al gobierno estadounidense, se refugió en la Unión Soviética. En 1941 publicó El Ejército Rojo y sus victorias (González Casanova, 2003, pág. 493; Uliánova, 2005, pág. 663).

[30] Edgar Woog (a. Alfred Stirner) (1898-1973). Dirigente comunista suizo. Viajó a México en 1919. Cofundador de la Cofundador de la Federación de Jóvenes Comunistas (1920), a la que representó en el III Congreso de la IC (1921). En 1922 se integró al PCM y al Buró Panamericano, bajo la dirección de Sen Katayama. Representante del PCM ante el IV Congreso de la IC (1922) (Jeifets & Jeifets, 2015, págs. 654-656).

[31] Herón Proal (1881-1959). Dirigente anarcosindicalista originario de Hidalgo, México. Ejerció el oficio de sastre en el puerto de Veracruz. En 1915 se integró a la Confederación Regional de Obreros de Veracruz. Fundador y secretario del interior del Sindicato Revolucionario de Inquilinos. Líder de la huelga inquilinaria de Veracruz (1922) (García Mundo, 1976).

[32] (1905-1972). Dirigente comunista veracruzano. Se integró al movimiento inquiliario. Cofundador de la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz (1923) (Blázquez, 2016).

[33] Se afilió al PCM en 1920. Cofundador y secretario de la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz (1923) y de la Liga Nacional Campesina (1926). Secretario de organización del Comité del PCM en Jalapa (1925). Expulsado del PCM en 1929. Autor de Historia del agrarismo en el estado de Veracruz (1954) (Jeifets & Jeifets, 2015, pág. 49).

[34] Dirigente comunista en el puerto de Veracruz. Cofundador de la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz (1923). Fue asesinado a fines de la década de 1920 a causa de su militancia agrarista (Blázquez, 2016).

[35] (1857-1933). Comunista alemana, cofundadora de la Internacional Socialista de Mujeres (1907). Se afilió al Partido Comunista de Alemania (1919), al que representó en el Reichstag entre 1920 y 1933.

[36] Tomasz Dombal (1890-1937). Comunista polaco. Dirigente de la Internacional Campesina Roja (Krestintern) entre 1923 y 1925.

[37] Heinrich Brandler (1881-1967). Fundador y líder del Partido Comunista Alemán en 1921, y 1923, durante la Acción de Marzo y el Levantamiento de Hamburgo, respectivamente.

[38] En realidad, se conocieron en 1924. A fines de 1923 Haya de la Torre se encontraba de tránsito de Panamá a Cuba.

[39] David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Pintor y muralista mexicano. En 1924 se afilió al PCM y participó en la fundación del periódico El Machete. Delegado de la Federación Obrera de Jalisco al IV Congreso de la Internacional Sindical Roja, celebrado en Moscú (1928). Fue expulsado del PCM en marzo de 1930 por aparentes diferencias ideológicas (Alfaro Siqueiros, 1977).

[40] (1894-1970). Comunista italiano, impulsor del comunismo en Argentina. Dirigente del Comité Argentino de Ayuda al Pueblo Ruso (1921-1924). Representante del Partido Comunista Argentino en diferentes foros y congresos comunistas en América y Europa (Jeifets & Jeifets, 2015, págs. 145-149).

[41] (1896-1955). Ferrocarrilero. Se afilió al PCM en 1925 y se afilió a El Escuadrón de Hierro, agrupación de ferrocarrileros comunistas. Cofundador de la LADLA (1926) y colaborador de su vocero, El Libertador. Dirigente de la huelga ferrocarrilera de 1927. Diputado federal por Orizaba (1928). Reemplazó a Carrillo Azpéitia en la dirigencia del PCM en 1929. (De Pablo, 2018, págs. 259-271).

[42] (1904-1999). Dirigente ferrocarrilero. Se integró a las filas del PCM en febrero de 1927; formó parte de su Comité Central. Dirigente de la huelga general ferrocarrilera de ese año. Expulsado del partido en 1940 (Campa, 1978).

[43] Esta empresa, establecida en Hamburgo, fue fundada en 1847. Su principal línea comercial consistía en el traslado de personas y bienes a ambos lados del Atlántico, llegando a ser la compañía con mayor volumen de tráfico. El buque Holsatia había inaugurado en 1922 la ruta Hamburgo-México-Hamburgo.

[44] Antonio Díaz Soto y Gama (1880-1967). Miembro del Partido Liberal Mexicano, dirigido por Ricardo Flores Magón. Cofundador de la Casa del Obrero Mundial (1912) en Monterrey. Dirigente del Partido Nacional Agrarista (1920), del que fue expulsado en 1930.

 

Referencias bibliográficas:

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Cómo citar este artículo:

MELGAR BAO, Ricardo, (2020) “Memoria cominternista de Nuestra América en los años veinte: testimonio de Rafael Carrillo Azpéitia”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 42, enero-marzo, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1842&catid=5