Idea de la política y de su praxis en José Martí

The Jose Marti’s idea about the politics and its praxis

Ideia da política e sua prática em José Martí

Salvador E. Morales Pérez (†)[1]

 

Naturaleza humana

Deseo empezar mi exposición con una interrogante desde nuestra actualidad: ¿Qué nos puede aportar a los desvelos y actividades políticas y sociales contemporáneas el ideario y la ejecutoria de un protagonista público del siglo XIX cómo fue José Martí?

Para penetrar en el mundo político de José Martí debemos resolver un problema conceptual importante y presente casi en muchas páginas del revolucionario. ¿Qué es la “naturaleza humana” para él y qué papel desempeña su visión del prójimo en la composición básica de su pensamiento y accionar político?

Una afirmación del intelectual laborista británico G.D.H. Cole, quien fuera muy famoso décadas atrás por su historia del ideario socialista[2], nos ha empujado a profundizar en este aspecto: “No podría haber ciencia política universal mientras no haya una doctrina universalmente aceptada sobre la naturaleza humana”.[3] ¿En qué se traduce esa exigencia? Cree necesario distinguir la teoría política del campo de otros estudios sociales: “Toda teoría política y todo juicio práctico sobre la política tienen que fundarse en supuestos, dogmas o doctrinas sobre la naturaleza del hombre, sus instintos, sus deseos, capacidad educativa,  resistencia de voluntad, paciencia,  aptitud a la persuasión, don  imitativo y miles de otras características innatas o adquiridas. Esta base psicológica de la práctica podría ser más o menos conciente o inconsciente, explícita o implícita, en  la obra de los diferentes escritores y estadistas. Pero nunca puede faltar, porque es una imposibilidad absoluta el formular un solo proyecto o teoría políticos, sin partir de supuestos sobre la naturaleza del hombre”.                                                          

Noam Chomsky, atribuye al lenguaje innato o conocimiento instintivo es el constituyente fundamental de la naturaleza humana,[4] en razón del papel desempeñado por el lenguaje en la comunicación entre los humanos y en la proyección del pensamiento, obviamente en el relacionamiento entre las personas.

La idea adoptada por Martí al respecto consiste en atribuir a la naturaleza humana un carácter antropocéntrico dual: “La naturaleza humana no es más que la lucha entre dos formidables e irreconciliables enemigos”.[5] Por supuesto, una lucha entre la fiera subyacente y el Hombre en potencia, tal como fue blandida por la Ilustración:

 “La vida humana es una ciencia, a cuyo conocimiento exacto no se llegará jamás. Nadie confesará jamás completamente sus desfallecimientos y miserias, los móviles ocultos de sus actos, la parte que en sus obras ejercen los sentidos, su  encorvamiento bajo la pasión dominadora –sus horas de tigre, de zorra y de cerdo.- y como cada hombre es un dato esencial para esta ciencia -el hombre mismo estorbará perpetuamente que sea conocido el hombre. Y sin embargo, aunque nada es en apariencia más descompuesto- nada es en realidad más metódico y regular, más predecible y fatal, más incontrastable y normal que nuestra vida”.[6]

En su visión del hombre este no está separado de la naturaleza como el ser excepcional extraído de los mitos bíblicos predominantes. La historia de la creación de Adán y Eva entraba en franco cuestionamiento. Los seres humanos no nacieron ni del barro ni brotaron como Atenea, de la cabeza de Zeus. Las teorías de Darwin en boga, de quien redactó una semblanza,[7] permitían otra consideración.  El estudio de la hominización de la bestia abría nuevas perspectivas de análisis del comportamiento de los llamados homo sapiens. Aunque a veces parece inclinarse a considerar el predominio de la bestia sobre el Hombre, se esfuerza por adoptar el benévolo punto de vista rousseaniano:

“¡Oh, el hombre es bueno, el hombre es bello, el hombre es eterno! Está en el corazón de la naturaleza, como está la fuerza en el seno de la luz. No hay podredumbre que le llegue a la médula. Cuando todo él parece comido de gusanos, entonces brilla de súbito con mayor fulgor, tal cual la carne corrompida brilla, como para enseñar la perpetuidad de la existencia,  y la inefable verdad que las descomposiciones no son más que los obrajes de la luz”. [8]

Esa perspectiva le viene de la noción de un espíritu emergente de la cultura, mediante el aprendizaje y la adopción de una normatividad siempre en tensión con los elementos biológicos de los que no se puede disociar porque ambos elementos conviven en perpetua trifulca dentro de este producto de la evolución.

A diferencia de los ideólogos renacentistas y liberales acerca de la naturaleza humana como raigalmente egoísta, Martí veía la bondad del hombre natural. De ahí que su idea de la política en lugar de fincarse en las apetencias internas de los hombres se base en cualidades para la nobleza y la justicia social dentro de un estado de cosas que permitiese erradicar los orígenes del odio y de la inequidad.

De esta postura de extrema sensibilidad hacia el prójimo nace su temprana cultura de la solidaridad. Identificación con los oprimidos surgida en la infancia, a partir de la opresión y durezas crueles aplicadas a los esclavos negros vigente en la Cuba colonial en donde nació y creció.[9] Son versos testimoniales y de compromiso político. La adhesión social y el impulso patriótico marcharán machihembrados, desde el movimiento de liberación de 1868. Raíces de un posicionamiento público, columna vertebral del tormentoso ejercicio político que ya no abandonará ni en los momentos de aparente repliegue.


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Para apreciar debidamente, la relación entre los sentimientos de justicia y los empeños de reparación social y política, debemos observar las medidas específicas de preponderancia de unos elementos y otros, cómo equilibra su juicio entre las condiciones y necesidades reales y materiales de los individuos y la aspiración de los conjuntos sociales significativos a la estabilidad y seguridad de sus medios de subsistencia y la receptividad y eficacia social que se incrementan con educación política y social y  una participación más influyente en los órganos de poder.

Le preocupaba mucho – en el orden personal e íntimo – el no dejarse arrastrar por las emociones, por sentimientos que pudieran estropear la objetividad, entendía que el político debe deponerse, la persona en tal papel debe pasar a un segundo escalón. Una fuerte admiración manifestó hacia Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la independencia de Cuba, al estudiar y valorar su personalidad y sus acciones en la conducción del primer empeño de liberación, de su esfuerzo ejemplar: domó el temperamento que pocos  doman.

En sus apuntes de 1881 hay cierta reflexión que anhela hacer extensiva a la humanidad cuando prescribe lo siguiente: “Todos los hombres tiene el deber que los antiguos magos se habían impuesto, y que los libros de alta magia representan con la letra hebrea resch: -Domar el amor y el odio”.  Parece haberle impresionado  tanto aquella frase del manuscrito hebreo del siglo XVI que la copió: –“Reina con todo el cielo y se hace servir por todo el infierno”- y añadió en su anotación dos meditaciones imperativas: “Doma el amor terrible,- el odio doma. ¡Doma el amor y el odio torvo doma!” [10]

 

Valor de las ideas

La clave de la idónea concientización está en la educación del hombre. Entre los estudiosos de Martí, hay unanimidad en cuanto al papel central que éste le concede al poder de las ideas. En numerosas páginas sostuvo o está implícito ese convencimiento, sin llegar a atribuirle un poder mágico. Para comprender mejor el sentido de esa certidumbre en el contexto de su pensamiento político es imprescindible tomar nota del racionalismo que apoya la aplicación útil de las ideas. Es decir, el papel del conocimiento y la función transformadora como actividades conscientes mediante la cual el hombre se guía mejor para elegir los fines de sus acciones y los medios correctos a su satisfacción. De esta conjunción brota la urgencia de educar para quebrar la indiferencia y armar la correcta participación, en doble sentido: de transmitir el conocimiento masivo necesario y junto a él, una imprescindible actitud moral ante la vida. A tal tarea se consagró con la pluma y la oratoria. Este convencimiento está en radical oposición al desempeño convenenciero en la actividad política y social. El hombre necesita domar lo que tiene de fiera, su naturaleza biológica debe ser modelada por su actividad social consciente. Dejar aún lado los instintos egoístas, que conduce al indeferentismo, para elegir los medios más adecuados y morales. Desarrollar la cultura de la convivencia moral en todos los planos y niveles de la actuación humana.

El hecho de que le llamaran “el Maestro”, obedecía no solo a sus dedicaciones de carácter escolar. Había reconocimiento implícito a su sabiduría, al magisterio superior del cual  hacía ejercicio continuo. Esta era su manera real, sincera, consustanciada, de ser, vivir, darse, a quienes veían en él a un genuino mentor, a un apóstol  de la educación moral y política. Tal modelo educativo contradecía el de convertir a los hombres en mulas, en ovejas, “en deshombrarlos, en vez de ahombrarlos más”.[11] Precisamente, era su objetivo, dentro y fuera del aula, convertir a la bestia en Hombre, en Hombre con criterio propio, con independencia de criterio: “una buena educación, ni en corceles siquiera,  en cebras ha de convertirlos. Vale más un rebelde que un manso. Un río vale más que un lago muerto”.[12] Aunque las imágenes contrastadas indican la inclinación hacia el espíritu salvaje en oposición hacia la domesticación, como libertad animal, no debemos ver en esto un criterio ligero, contradictorio y absolutista, desligado de los datos concretos que le sugieren el enfilamiento crítico contra el borreguismo, la resignación, la indiferencia y la incapacidad a rebelarse. Su concepto de educación está visiblemente ligado a su concepto de la lucha social. La educación debe permitir distinguir el mal y la injusticia y preparar para enfrentarlos. Por eso para él vale más un rebelde. Y como cree que el hombre es imperfecto, que se debate siempre en torno a sus egoísmos y por lo tanto siempre engendrará desigualdades, privilegios, injusticias y mal para otros, estima imprescindible la educación que se le oponga, que busque el bien, la equidad, la justicia.

Por propia experiencia, sabe que el cambio no se logra sin lucha, sin oposición, sin enfrentamientos. Pero la rebeldía que predica no es la rebeldía animal como pudiera parecer de la imagen usada sino la rebeldía grandiosa, conforme a una idea superior, no envilecida por el interés personal, sino por el beneficio a los más. No es la rebelión caótica y desorientada, sino la arremetida virtuosa y renovadora. Una concepción de protesta ante los frenos que impiden al hombre desarrollar plenamente todas sus capacidades.

Martí no podía escapar de ese influyente rasgo de la filosofía europea consideradora del perfeccionamiento del hombre. A pesar de discernir egoísmo y maldad en los humanos, no se deja arrastrar por el pesimismo tan extendido hoy. Confía en que el poder de la razón se impondrá al instinto, el amor al egoísmo, la generosidad a la injusticia y advendría un reino de todos para el bien de todos.

 

Concepto social

La lucidez de Martí no está en elucubrar modelos en su cabeza  y ofrecerlos mesiánicamente como han creído idealizadores de su trabajo político, sino en la lucidez de captar en la propia experiencia del movimiento social y patriótico, el surgimiento de calidades hasta ese momento inéditas de cultura política, de exigencias políticas que suscitan nuevas formulaciones. No fue en los libros, ni en las circunvoluciones  de su privilegiado cerebro donde Martí halló respuesta organizativa al nuevo momento histórico cubano y latinoamericano, sino en el estudio y encuentros con el verdadero protagonista de las soluciones, con las masas más o menos conscientes o comprometidas, pero toda ellas experimentadas en esa época de conmoción  civilizatoria.

La creación de un partido político moderno y revolucionario sólo podría brotar de un conocimiento real, con fundamento científico, del proceso social. En Martí hallamos a un dirigente dispuesto a conocer esa realidad sin pre-juicios. Su perspicacia política  se  acreció, nutrió y fortaleció en contacto, hasta entonces raro, con las clases laboriosas. Es el hombre que las escucha atentamente, que escarba en sus intimidades, para comprenderlas y detectar los elementos necesarios para elaborar una dirección, un medio, una intensidad adecuada que permita a esas fuerzas la conducción más acertada posible. El tacto, la delicadeza hacia las iniciativas populares, está plasmado en los estatutos y en la propia práctica del Partido Revolucionario Cubano: A pesar de su desacuerdo con algunas propuestas populares espontáneas tuvo el cuidado de no sofocarlas, de darse cuenta que la efectividad de la acción revolucionaria exigía en todo momento la participación activa, creadora, del pueblo. No en balde, en el prólogo a Bonalde, reconoció esta verdad moderna: “El genio está en las masas”. 

Ningún cubano de la época vio con tanta lucidez como él la dirección que estaban tomando en la América los asuntos políticos. Observó claramente la íntima relación entre la evolución política continental  y la dinámica particular del surgimiento de la nación cubana.

 

Captar esencia

Con Jiménez Grullón, coincidimos en la capacidad de Martí para percibir lo universal. La intensidad y tino de sus abstracciones, hablan de la existencia en su pensamiento de “un impulso irrefrenable hacia la captación de la esencia de las cosas. Su inteligencia política tenía el don metodológico, privilegiado aun para su época, de distinguir lo esencial, lo capital de la maraña de sucesos a la vista de todos. Tenía por norma, y todo indica que la observaba con bastante rigor, el atender multiplicidad de datos, a fin de penetrar en lo verdaderamente importante de los hechos reales que dictan la evolución real de la política, a fin de establecer las tendencias, la dirección más probable. Esta es la base de sus acertados pronósticos.[13]


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La crítica política está presente a lo extenso de su obra periodística. Todo el aparato analítico que caracterizó su pensamiento, unido a su maestría literaria, fue descargado demoledoramente contra la ideología enemiga. Pero Martí, no reservó la crítica a los extraños, a los ajenos. Creía necesario atacar los males sociales como se atacan las enfermedades y no desdeñaba la crudeza de la cura en la magnanimidad a posteriori de la convalecencia: “no hay vueltas que darle. Hay que poner hospital de almas como se pone hospital de cuerpos. Y que se cure la enfermedad con la mayor ternura, no quiere decir que no se le ponga nombre a la enfermedad. Descubrirla y curarla. El que lastima a la patria cuando la patria se levanta, infame, el que va rimando ira, cuando los demás olvidan el odio y se deciden amar, infame. Y a todos los infames juntos, para que se les conozca y (...) un letrero: esos, y luego, por supuesto, se les da la medicina, y se les admite en la Tabla Redonda, como admitió a  (...) el rey Arthur.”[14]

 

Historia y previsión

El interés de Martí por la historia tiene una vinculación operativa con su práctica política. La historia fue para los políticos, como decía Cicerón, una maestra, que ofrecía por medio de analogías, todavía simples, de los hechos pasados con el presente, cierta luz de certeza al mirar el porvenir de una serie de acciones políticas, idénticas o semejantes. Aquellos precursores del pensamiento político moderno buscaban establecer una equivalencia entre un juicio del pasado con un juicio del presente de una forma empírica. El ejemplo histórico se convertía en la base “teórica” del razonamiento político. La concepción de previsión por medio de los análisis de los datos, de los acontecimientos en pro y en contra, la sistematización de una interpretación, no responde a una curiosidad humana sino a las expectativas del político, a las necesidades subjetivas de hombre de acción.

La observación de “el desarrollo de las cosas desde su origen”, a fin de tener la “visión más clara”, fue la norma aristotélica más arraigada en Martí. Ella es la base de su  honda  creencia acerca de la cualidad fundamental de todo quien aspira a ejercer un papel en la vida política. Hizo suya la idea desplegada por Aristóteles en el libro I, de su Política despegándola de la aplicación concreta y opresiva que le había dado origen: “el que es capaz de prever con la mente es naturalmente jefe y señor por naturaleza”[15].

Para Martí, prever es uno de los elementos necesarios de un buen gobernante, su penetración para ver hacia donde fluyen los procesos. Es decir, que sus predicciones, sus anticipaciones, no tienen una base tan intuitiva como se inclinan a sostener algunos estudiosos, quizás engañados por la poética en que formaliza sus análisis de los hechos: Hay una voluntad de penetrar en la raíz del movimiento socio político con técnica de estudio conscientemente aplicada. Martí era una personalidad política de realidades, con pocos caprichos idealistas.

 

Personalidades: liderazgo

Son innumerables las personalidades históricas a las cuales Martí se refirió y muy conocidas sus valoraciones acerca de Bolívar, Hidalgo, San Martín, Washington, Céspedes y otros tantos, incluyendo personalidades intelectuales como Marx, Emerson, Wittman. El espacio no permite una revisión completa y es preferible referirnos a los fundamentos y condiciones que ponía en juego para desarrollar sus apreciaciones: “El genio no puede salvarse en la tierra sino asciende a la dicha suprema de la humildad, la personalidad individual solo es gloriosa y útil a su poseedor, cuando se acomoda a la persona pública. El hombre, como hombre patrio, solo lo es en la suma de esperanza o de justicia que representa. Cuando la patria aspira, solo es posible aspirar para ella”.[16]

Lo opuesto, es para él, deleznable. Quienes aspiran a hacer de la vida pública carrera para ambiciones personales, tanto para saciar apetencias materiales como para gozar falsas glorias y arrogancias, son hombres secundarios en “quienes el apetito del bienestar ahoga los gritos del corazón del mundo y las demandas mismas de la conciencia.”  Llega aún más lejos cuando los compara en su alegría satisfecha a “vasos de fango repintado,” inmersos en la deshonra y la vergüenza. La dureza de Martí no es gratuita. Le repugna el político que mete las manos en la cosa pública por egoísmos individuales y bastardos. Por mucha astucia, habilidad, perspicacia, que se vea en ellos no los considera genios, hombres grandes, primeras personalidades. Esa categoría la reserva a “los hombres que vienen a la vida con la semilla de lo porvenir, y luz para el camino”.[17]


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Es decir, renunciar a las apetencias, darse, en cuerpo y alma a los dictados de su conciencia en obediencia a las necesidades colectivas, populares: “Debe el hombre reducirse a lo que su pueblo, a el mayor pueblo de la humanidad, requieren de él, aunque para este servicio sumo, por la crudeza de los menesterosos, sacrifique el arte difícil de componer para la dicha social los elementos burdos de su época, el arte, en verdad ínfimo, de sacar a pujo la brillantez de la persona. Ni egoísmo, ni vanidad, caben en esa idea del genio político, lo excluyen, pues “de puro mirar en sí,” como realidad inmediata y superior, “no ve afuera” lo cual estorba a la comprensión de las realidades presentes y combatientes.     

Es muy variada la atención que Martí prestó al fenómeno que hoy en día los politólogos denominan liderazgo. Hay datos como para hacer un estudio pormenorizado acerca de los diferentes tipos que observó, tanto latinoamericanos como estadounidenses. En sus discursos o ensayos sobre Bolívar, en sus referencias a Juárez, a Céspedes, Guzmán Blanco, o hacia las figuras de los fundadores y políticos anglonorteños: Washington, Hamilton, Lincoln, por nombrar algunos de los puestos bajo su ojo crítico. De Washington admiró la mano firme y certera con que guió y puso a salvo la república de los celos internos y las maniobras externas. Es decir, la capacidad que tuvo de equilibrar los diversos factores políticos preservando la unidad; el lograr que las dos espadas contendientes, los estados constituidos celosos de sus prerrogativas e intereses locales y los militares anhelantes de someter todas las libertades a una sola mano, a fuerza de concesiones mutuas, concordasen en una constitución que eludiese por igual la anarquía y el despotismo. Fue estimado por Martí su desdén hacia la dictadura ofrecida por quienes le rodeaban,[18] su previsión a que la nación fuese presa de la tiranía de uno u otro partido. Vio en Washington, a quien “lleva en su persona, como las dos pesas de la balanza de la justicia, el ímpetu que lucha y desconfía y la prudencia que lo dirige y mantiene”.[19]


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Estuvo lejos de ver en el rico hacendado de Mount Vernon el “santo implacable de las historias” y “el padrastro de la patria”, ni lo uno, ni lo otro lo arrastra, sino el intento de alcanzar entre la profusión de actitudes y acciones de toda naturaleza el secreto de su éxito: venció con “el desinterés y la cordura,  y con el arte de ajustar el gobierno a la realidad”, “arranque  heroico, sagacidad y virtud”.[20] En trabada arquitectura, en el drama concreto y difícil de gobernar, dirigir las pasiones políticas de los hombres.

En San Martín, vio “cómo la grandeza de los caudillos no está, aunque le parezca, en su propia persona, sino en la medida en que sirven a la de su pueblo; y se levantan mientras va con él, y caen cuando la quieren llevar tras de sí”.[21] Esa misma figura histórica le provocó afirmar que lo primero que ha de hacer el hombre público “es renunciar a sí, sin valerse de su persona como en lo que valga ella a la patria.” [22]

 

El caudillismo

En el movimiento de liberación nacional de Cuba ocupó un lugar importante y controvertido la cuestión de las formas del poder revolucionario. Ideólogos y políticos se dividieron en dos opuestos en materia de conducción de la lucha: militares y políticos (civilistas), la prevalencia de una u otra forma de concentración del poder, en manos de los militares o en manos de los políticos.

Las experiencias históricas latinoamericanas están latiendo en el conflicto cubano. La degeneración del caudillaje post-revolucionario en sucesivas dictaduras encarnadas en ciertas personalidades, mediante guerras civiles y golpes de estado con toda su secuela de inestabilidades económicas y políticas que habían terminado por postrar a “florecientes” colonias en  repúblicas formales y empobrecidas y en sistema habitual de gobernar, ejercía un fuerte ejemplo a favor del poder democrático, aunque esa democracia parlamentaria  y restringida terminara imponiendo su dictadura colegiada.

Este es uno de los problemas básicos encarados por Martí. Pudo darse cuenta del carácter primitivo del poder caudillesco, de las trabas que representa, pero también lo vio como resultado de una etapa dentro de un desarrollo histórico. Estaba convencido, de la marcha ascendente del sistema republicano, de las formas democráticas cada vez más avanzadas y populares, en la misma medida en que el pueblo sea educado y adquiera la cultura necesaria para elegir con acierto a sus dirigentes. Supo que la nueva lucha que se avecinaba en Cuba requería de todas la fuerzas por los tamaños de tal empresa de doble propósito: abatir el colonialismo español y frenar la expansión imperialista de Estados Unidos. Su esfuerzo consistió en buscar una solución orgánica, sin suscitar recelos recíprocos, sino creando un clima de combinación de medidas necesarias y prácticas de la guerra sin excluir los métodos republicanos. La muerte lo sorprendió en los instantes decisivos en que preparaba el sistema de gobierno que permitiera resolver con la mayor eficiencia las demandas múltiples de una revolución, llena de complejidades económicas, políticas, sociales, raciales, psicológicas, internacionales.

 

Imagen del conductor

El tiempo transcurrido permite adquirir una valoración cada vez más completa y objetiva del papel de Martí en el movimiento revolucionario cubano, no sólo de los días en que vivió sino incluso en las décadas posteriores a su muerte. Martí fue un tipo de líder que no alcanzó el poder. Un líder político, un organizador, una “autoridad espiritual”, un líder ideológico de especial categoría. No mero propagandista, sino un reelaborador y renovador de la mentalidad revolucionaria, subvirtió el proyecto independentista precedente sin denunciar  sus conquistas, ofreció al pueblo no sólo un programa restringido a lo estrictamente posible en el momento coyuntural histórico. En su producción ideológica subyace  una trascendencia de cierto grado de universalidad: “Patria es humanidad”. Transformación que vino a interrumpir la traición de la derecha y su confabulación y su confabulación con el imperio yanqui; ni siquiera permitieron la institucionalización y formalización de la reforma mental  alcanzada en el destierro.

El poder del Delegado del Partido Revolucionario Cubano fue un poder expresivo de voluntad común, democráticamente manifiesta en otorgar una representación político-social. Una delegación de facultades y autoridad totalmente opuesta a los privilegios de origen elitista y castrense. Un poder que reconoció sinceramente la soberanía de la instancia popular que la sustenta.

La mercadotecnia política ha hecho de la imagen de los candidatos el primer resorte de manipulación mediática. La publicística ha entrado de lleno a sustituir a la plataforma programática. Una sonrisa, un lema, los colores de un cartel, la excelencia de un retrato,  la dicción y el timbre de voz, ha ocupado cada vez más la prioridad de los candidatos  y los cenáculos que le rodean. Y es innegable el margen de éxito que han tenido esas mañas en proporción a los recursos que se manejan en enormes cantidades.  El votante contemporáneo cae víctima del espejismo mediático como una palomita. Esta perversión de la política no debe llevarnos a despreciar la importancia de la imagen cuando la que se traslada es una imagen que se refleja verdadera. Así fue con la imagen de Martí que algún que otro personajillo de letras ha tratado de desvirtuar. La imagen de un político probo,  literalmente honesto, esencialmente sincero. La modestia de sus atuendos no era un cálculo para mover la conmiseración y dar falsa idea de honradez. Se debió a su aceptada pobreza. Quien podía colocar su talento hacia el bienestar personal eligió siempre el camino de la entrega social, A las causas patriótica y revolucionaria con sus secuelas de ingratitudes e incomprensiones.


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Sin embargo, constituye un error de los calificados craso el atribuir la idea de austeridad acerca del liderazgo político de Martí a los ropajes raídos, a su cuerpo enclenque, a los atributos externos. La idea viene de una fuente más simple: lo que era, hacía y decía venía de la congruencia. Y se sabía de los actos de honradez como sus renuncias a los consulados latinoamericanos que lo sustentaban modestamente, de los gestos viriles y de las exitosas conmemoraciones que auspició los 10 de octubre desde 1887 a 1891. Por la emigración cubana y latinoamericana cundían los chismes acerca de su vida amorosa, nunca falta quien anda mirando portañuelas ajenas. De todo ello, sin embargo, emergía una personalidad de respeto, de sabiduría y brío, digna de admiración, de confianza y atención. El olfato popular, hoy día tan exhausto y pervertido, esta vez no se engañó. La perspectiva política se orientó por el meridiano trazado por José Martí. No solo tuvieron fe en él, lo cual es indudable, supieron captar la esencia de sus planteamientos.

 

Democracia

Democracia es un concepto de muy traídas y llevadas manipulaciones. Constituyen mayoría los que se tragan sin mascar una idea corriente de democracia formal que está llena de imperfección y limitaciones. Ha sido usual durante décadas asimilar la democracia electoral a sinónimo de democracia, es la moneda corriente. Falsa moneda. Tan falsa como asimilar los derechos humanos al área estricta de los derechos políticos. Solo en los cuerpos académicos y en algunos aparatos políticos ha encontrado albergue el cuestionamiento de este modo incompleto de concebirla, el anhelo de reformarla un día con el otro hasta hallar los modos más aceptables para la creciente cultura política de las mayorías. 

La verdadera democratización debe pasar por una diversidad de arcos que contemple la igualdad socio-racial y de género, la democratización escolar y cultural, el control de los procedimientos y de las actuaciones. Todo cuanto contribuya a liquidar los manejos de grupo, las superioridades financieras y mediáticas, la venalidad en los ejercicios representativos y particularmente, el carácter pasivo y esporádico de las decisiones.

Si observamos con detenimiento la obra política de Martí podemos hallar que él fue unos de los primeros críticos de estos falsos manejos de la democracia electoral y un promotor creativo de nuevas y superiores formas de concebir el ejercicio de la política. En su cuaderno de apunte dejó expresada su duda respecto al sufragio electoral. Ver las triquiñuelas, el cohecho y la politiquería en Estados Unidos le sembró preocupación por la desvirtuación de la práctica. Precisamente, sus análisis críticos no se dirigieron tanto hacia el modo de actuar político de las repúblicas contrahechas de Latinoamérica, controladas por caudillos y camarillas cónsonas a los intereses de las oligarquías dominantes, como a los trabajos de los partidos e instituciones políticas de Estados Unidos.

 

Creación sin muletas

 Hemos visto como una constante en sus planteamientos sociológicos el repudio a la imitación, a la copia, al servilismo cultural. No tengo muy claro si esta convicción nació de una observación directa - las evidencias ya sobraban para quienes quisieran verlas - o si compartió la autoría con otros colegas coetáneos. Me inclino a pensar que su enfática denuncia tenía más bien un origen empírico. Estaría por escarbar aun más, pues el nacionalismo literario que halló en México a su llegada en 1875 puede haberle servido de punto de partida a una reflexión más abarcadora. Porque es precisamente en México donde por vez primera hace aparición la denuncia de la copia. Es muy claro el énfasis puesto a la frase deslizada en comentario a la inequidad del tratado de comercio entre México y Estados Unidos de 1883 empantanado en el congreso estadounidense: "¡Por eso anhelamos vivir de origen, en estos tiempos desquiciados en que desfallecemos de copia!"[23] La mayoría de los autores se inclinan a ver en estos imperativos un "urgente reclamo de autoctonía", como dice Ramón de Armas. A mí me parece un planteamiento de mayor complejidad e intenciones mucho más diversas. En primer lugar está  la crítica a la concepción mimetista propugnada por las clases dominantes. Concepción calificada de enajenada y enajenante. Las élites latinoamericanas adoptaron distintos paradigmas, el afrancesado, del cual es el más destacado ejemplo Antonio Guzmán Blanco, "el autócrata civilizador"; el panhispanista con menos suerte ejemplarizante pero bien disperso entre los sectores conservadores de México, Chile, Colombia; el pitiyanki con una legión de seguidores en Cuba, México, Brasil. El revolucionario cubano dejó bien clara la falsía e impropiedad en numerosas ocasiones, aunque no escarbase con más profundidad en las condiciones y elementos múltiples que generaban esta alienación cultural. La crítica se extendía a un problema de incuestionable consideración: la falta de conocimientos. Él llama carencia de conocimientos a los problemas reales del país que les ha tocado gobernar. En el ensayo Nuestra América fue donde hizo más explícita su develación de la falta de preparación de esas capas privilegiadas. Capas que solo conocían y veían  por sus intereses sectoriales. Intereses que pretendían insertar a partir de una utopía mercantil tremendamente unilateral como si ella respondiera a un genuino y democrático interés nacional.

Veo, en la irritación de los signos empleados por Martí, al referirse a esta manía copiadora, su disgusto por la confesión de incapacidad subyacente en el imitacionismo ejercitado por las clases llamadas ilustradas. Incapacidad extendida sin sustento ni justificación a todo el cuerpo nacional en desarrollo. La obstaculización o el freno a la capacidad creadora, sienta las bases para atribuir a los pueblos americanos una condición de inferioridad que los coloca en una posición de necesaria dependencia de pueblos supuestamente superiores por sus logros técnicos, económicos, culturales. De modo que es mucho más que un reclamo de autoctonía -- desde luego elemento imprescindible en el ejercicio de generar creaciones propias o de adaptar las de origen ajeno-- constituye una precondición conceptual y metodológica del quehacer político y cultural en un mundo tendente a generar hegemonías que refuncionalicen las dependencias de acuerdo a la nueva conformación del sistema-mundo generado por el capitalismo desarrollado.

Así, este contrapunteo entre la cultura europea, cristiana, blanca, en la era del despegue  capitalista, ya en trance de imponerse mediante la recomposición de los mercados a otras regiones del globo bajo pretextos civilizadores, y el heterogéneo conglomerado americano de patrones culturales en brutal interacción desde los días de la colonización y repoblamiento, va a ser el campo de meditación y proyectos alternativos de José Martí.

 

Política

  Excluye comentarios la definición de política aparecida en carta a La Nación en 1888  subrayó: ¨Política es: el arte de ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta, de conciliar la fiera egoísta con el ángel generoso, de favorecer y de armonizar para el bien general, y con miras a la virtud, los intereses”.[24] “La política está, y no hay otra política, en administrar los bienes nacionales con la equidad que por sí sola, sin más sistemas ni panaceas, hace a los pueblos libres y felices. Por la posesión, so capa de creencias y de doctrinas, son todas las batallas del hombre”[25]. “Unos luchan, con la complicidad de todos los fuertes, por retener en sus manos, en una forma u otra, los dominios públicos; y el hombre no ha de parar hasta poner a los sistemas y a los credos  en nombre en versiones de naturaleza nacional, de modo que no haya causa para vivir en zozobra y acecho, como fieras, arremetiendo los unos con la sabia del desheredado, y escuchando los otros con nombres complacientes, y en la sed de las clases, la propiedad mal hallada. La paz es la condición normal del hombre. Es brutal e inmoral el precepto de la lucha por la vida”.[26]

 

Conclusión: genialidad 

Entre los primeros en intentar un balance abarcador estuvo Juan Marinello hacia 1956 empezó el replanteo, de una problematización más compleja de la ejecutoria política de Martí. Para Marinello era evidente “que sólo una visión  genial pudo presentar las cuestiones vitales de su isla,  entenderlas en toda su magnitud y descubrirles su desarrollo previsible.[27] El sustrato intelectual de la “visión genial” reside en lo que en su polémica con Germán Arciniegas denominó “capacidad genial”, cuyo contenido describe como “una virtud adivinadora que franquea el paso fervoroso y exaltado, a conclusiones y síntesis que casi nunca entrega el estudio pormenorizado y minucioso”. [28] A mi parecer Martí esa virtud obedece  a que sí llevo a cabo ese estudio necesario aunque no esté evidenciado con sistematicidad y aparezca a menudo como intuición.

Marinello, insistió mucho en que  a Martí debía estudiarse en su época, y lo invocaba al decir que “advirtió reiteradamente, con profundo sentido didáctico, que cada época traía sus problemas y gestaba las soluciones oportunas”, en lo cual tiene razón, pero a mi juicio no toda la razón como intentaré fundamentar más adelante: “Sería antimartiano tratar de aplicar sus formulas concretas a una situación nacional y universal a mucha distancia de lo que Martí conoció y enjuició. Pero lo sería también sostener que la gran revolución que hoy vive su país  no posee comunicación fecundante con su ideario político, social y económico. Sacar a Martí de su tiempo sería gran despropósito: como lo sería igualmente declarar que sus conceptos y criterios revolucionarios han dejado de tener vigencia entre nosotros. [29] Según Marinello la explicación de la vigencia de las concepciones martianas, ilustrándola  fundamentalmente con su denuncia del  imperialismo estadounidense, se debe a “las circunstancias de haberse estancado nuestro proceso liberador por la intervención del imperialismo al iniciarse la República”, lo cual, arguye, “determina que persistan y se agraven los males combatidos por Martí y que su predicción para erradicarlos se mantenga como un mandato hasta nuestros días”. [30]

Hemos examinado aspectos importantes de las ideas de Martí. Faltaría ofrecer otras  más acerca de estos mismos aspectos para completar la visión que esta comunicación permite, como sus juicios acerca del sufragio, el gobierno, parlamentarismo, la guerra y la paz. Será en otra oportunidad. En esta época que todo lo convierte en mercancía, en donde se exacerban los apetitos e instintos de los individuos, “ruines tiempos” de relativismo moral, resquebrajamiento ideológico, del resurgimiento de los fundamentalismos conservadores, de descrédito de los partidos políticos y del sistema de gobierno, urge a las mayorías  padecientes, recuperar este conjunto de expresiones políticas. Ayudarían a acelerar el tránsito de estos momentos traumáticos y a dar empuje a la recuperación de la capacidad transformadora de raíz profundamente humanista como la asumió y predicó Martí con palabras y ejemplos de vida. Le horrorizó la masa inerte e indiferente[31] y los políticos egoístas y partidos ambiciosos e interesados.[32] Exige a los honestos tomar parte en esa batalla aunque la recompensa sea la ingratitud de los hombres. Fue decidido partidario de la política que partiese de las realidades y fuerzas propias y del estudio de las mismas (“política viva”) y empecinado opositor a la copia de formas ajenas, (“política muerta”). Emplazó a sustituir a los políticos exóticos y a los gobernantes que desconocían el país. Con igual vigor denunció las ambiciones y la corrupción del servicio público. Propugnó los liderazgos políticos ejemplares, de modo que estableció arquetipos de comportamiento, conducción y eficiencia que contrastan con los aun prevalecientes y ofrecen un parámetro ideal para calificar y aprobar conforme a conciencia. Son respuestas a la pregunta de partida.



Notas:

[1] Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. México.

[2] COLE, G.D.H. Historia del pensamiento socialista. Fondo de Cultura Económica,  México, 1957, 1960, 1961.

[3] COLE, G.D.H.  La organización política doctrinas y formas,  pp. 7 y 8.

[4]CHOMSKY, NOAM, MICHEL FOUCAULT y ELDERS FONS,  pp. 10 y 11.

[5] Citado por Jiménez-Grullón, La filosofía de José Martí, p.23.

[6] Nota de 1880, aproximadamente. Martí, t.21, pp. 137 y 138

[7] José Martí, “Darwin ha muerto”, Martí,  t. 15, pp. 371-380.

[8] José Martí, Nuevas cartas de Nueva York,  p.65.

[9] El más conocido testimonio procede de Versos sencillos, Martí, t. 16, pp. 106-107.

[10] Martí,  t.21, p. 210. Fina García Marruz ha destacado la preferencia de Martí por la palabra domarse, “que siempre prefiere a dominarse”.  García Marruz, p. 262. El agudo señalamiento tiene una relación estrecha a su concepción del hombre: la fiera que todos llevamos dentro de sí exige domarse para llegar a la condición de Hombre. Es la doma que admiró en Céspedes y tan útil le resultó luego, al enfrentarse a las miserias y mezquindades que le agredieron en su vida pública.

[11] Martí,  t. 21, p. 142.

[12] Ibid., p. 142.

[13] “Desvelar, descubrir – tal es el ansia del ser humano: huronear, la osada mano febril, escrutadora mano, hundir como hasta el pomo la espada antigua del mundo, hasta el hombro el brazo investigador, espada nueva del mundo nuevo.” Martí,  t. 21, p.184.

[14] Cuaderno 1892-94. Desarrolladas abreviaturas;  los puntos suspensivos corresponden a palabras ininteligibles. Martí, t. 21, p.371

[15]  Aristóteles. Política,  p. 2.

[16] Martí, t. 4, p. 473.

[17] Martí, t.4, p. 474.

[18] Martí, t.13, p. 382.

[19] Martí, t. 13, p. 383.

[20] Martí, t. 13, p.386.

[21] Martí, t. 8, p.233.

[22] Martí, t. 8, p.228-

[23] Martí, t. 9, p. 369.

[24] Martí, t. 12, p. 57.

[25] Martí, t. 13, p.211.

[26] Martí, Otras Crónicas de Nueva York, p. 132 y 133.

[27] Juan Marinello, “Balance y razón de una universalidad creciente”, (1954),  recopilado en Once ensayos martianos,ed., cit.,p.183)

[28]  Marinello, Once ensayos, pp. 89 y 90. Subrayado mío, S.M.

[29] “La cuestión es que concibe el tiempo de un modo lineal, cronológico, no histórico: el tiempo de USA difiere del tiempo de Cuba, el tiempo coyuntural, episódico de algunas  soluciones, difiere del tiempo largo  de otros comportamientos humanos, el tiempo de nación”. Marinello, Once ensayos martianos, p.183.

[30] Marinello, Once ensayos, p.184.

[31] “Los indiferentes son esa gran masa inerte y fuerte, opuestas a todas las transformaciones naturales en los diversos grados de desenvolvimiento de la vida”. JM/OC, t. 241.

[32] “En política, no vencen jamás sino los partidos interesados y ambiciosos. Sólo ellos, por sus pasiones, tienen el empuje arrollador necesario para la victoria. Un hombre honrado está saliéndose siempre al paso de sí mismo, y saltando ante sí”. JM/OC, t. 268.

 

Bibliografía:

Aristóteles. Política. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976.

COLE, George D.H. Historia del pensamiento socialista. Fondo de Cultura Económica, 5 vols. México, 1957, 1960, 1961.

G.D.H. Cole, La organización política doctrinas y formas, Fondo de Cultura Económica, México, 1959.

 CHOMSKY, Noam; M. FOUCAULT & F. ELDERS. Un debate, La naturaleza humana: justicia versus poder, Buenos Aires, Katz Editores, 2007.

GARCÍA MARRUZ, Fina. “Un domingo de mucha luz”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, no. 11, La Habana, 1988.

JIMÉNEZ-GRULLÓN, Juan I., La filosofía de José Martí,  Santa Clara, Universidad Central de Las Villas, 1960.

MARINELLO, Juan. Once ensayos martianos, La Habana, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1994.

MARTÍ, José. Obras completas. La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1963-1965.

_____, Otras crónicas de Nueva York, La Habana, Centro de Estudios Martianos/Editorial Ciencias Sociales, 1983.

 

Cómo citar este artículo:

MORALES PÉREZ, Salvador E. (†), (2013) “Idea de la política y de su praxis en José Martí”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 15, abril-junio, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

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