América Latina en el pensamiento del joven Abelardo Ramos. Notas para un análisis de su producción periodística del período 1951-1955

Latin America in the thought of the young Abelardo Ramos. Notes for an analysis of his journalistic production from the period 1951-1955

América Latina no pensamento do jovem Abelardo Ramos. Notas para uma discussão de sua produção jornalística do período 1951-1955

Marcelo Summo[1]

Artículo recibido: 16-01-2013; Aprobado: 13-03-2013

Introducción

En América Latina, el recorrido histórico del debate en torno al tema de la nación posee raíces muy profundas que se remontan a los tiempos independentistas. A través del devenir de los años y especialmente en los momentos de crisis, ciertos sectores intelectuales y políticos tuvieron como preocupación fundamental esa cuestión. La problemática que a ésta compete excede los estrechos límites nacionales y abarca tiempos y espacios más amplios remontándose a los propios orígenes del concepto en cuestión signado por una polisemia que derivó en matrices disímiles de nación. No ha de extrañar entonces que tratar de definirlo haya llevado más a discusiones que a coincidencias. Determinar los criterios objetivos y subjetivos de tal concepto, su origen y su funcionalidad ha generado múltiples explicaciones y modelos, como así también la negativa de una definición.

En el seno del marxismo, las discusiones sobre el problema de la nación se remontan al siglo XIX cuando se desarrollaron las primeras interpretaciones sobre el Estado-nación y el nacionalismo en las obras de Marx y Engels. La mayoría de los trabajos que se abocaron a estos temas coinciden en señalar que no existió en ellas una teoría acabada o un pensamiento sistemático desarrollado sobre tales tópicos.[ii] En ese sentido, la obra de Jorge Abelardo Ramos, tributario de esa tradición, no ha resultado una excepción.

Nuestro trabajo se ocupará de dichos problemas circunscribiéndolos al análisis de las interpretaciones que Ramos realizó sobre ellos en un momento acotado de su itinerario político- intelectual. Por ello, pretende explorar la matriz teórico-política que construyó a la hora de interpretar la realidad de América Latina y el proceso histórico en el cual se inscribe. La indagación se centra en el análisis de sus artículos publicados en el diario Democracia entre diciembre de 1951 y septiembre de 1955. Por ello su alcance temporal se encuentra demarcado por la labor de Ramos como publicista del matutino, la cual coincide –casi estrictamente– con el desarrollo del segundo mandato presidencial de Juan Domingo Perón.

Cómo piensa el problema de la nación latinoamericana es la pregunta central que nos orienta. En esa línea, la hipótesis que postulamos sostiene que nuestro autor no cuenta con una teoría acabada al respecto, sino más bien con un conjunto de aproximaciones interpretativas las cuales, la mayoría de las veces, aparecen en sus textos bajo la forma de una tensión teórica. Ésta, obedece a las complicaciones que le acarrea el tener que dar una respuesta política frente al peronismo desde el momento de su irrupción, la cual debía ser justificada y apuntalada en el plano de lo teórico. Por ello, Ramos pensó el problema de la nación latinoamericana en paralelo al del peronismo, a la vez que fue ajustando o modificando sus interpretaciones al respecto en la medida en que variaba su orientación política frente a las diferentes coyunturas.

Entre los propósitos específicos del estudio se encuentran los de explorar las características de su modalidad de colaboración en Democracia y sus lecturas en torno a las políticas de las potencias y las “revoluciones nacionales” en las colonias y “semicolonias” que componen el subcontinente. En cuanto a su enfoque el trabajo presta una atención especial a las encarnaduras temporales de ciertas ideas en un político-intelectual y al contexto biográfico del mismo. Ocupándonos de las ideas y, a la vez, del intelectual en tanto sujeto; se intenta reconstruir una compleja trama en la que un “género menor” como el periodismo ocupa un papel de relevancia. En ese sentido el énfasis del análisis no está puesto en los “grandes textos” de Ramos, sino en un conjunto de artículos “de batalla” entendidos como derivaciones –a manera de estribaciones laterales– de un enfoque cargado de núcleos problemáticos definidos. Creemos que en esos escritos breves y transitorios, realizados con el objetivo de dar respuestas concretas a la lucha política cotidiana, se hallan matices interesantes de su pensamiento en lo que concierne a la temática de América Latina y el problema de la nación.

 

Un intelectual marxista en un medio peronista, Ramos ingresa a Democracia.

Bajo el seudónimo de Víctor Almagro, Ramos publicó regularmente en Democracia entre los días 26/12/1951 y 14/09/1955. Sus textos aparecían por lo general en primera plana en la parte inferior izquierda del periódico y compartían cartel con otros que semanalmente suscribía un tal Descartes, que no era otro que el mismo Presidente de la República. Con ese seudónimo Perón publicó, por lo general semanalmente, sus trabajos también en primera plana, pero en la parte superior de la misma, arriba y a la derecha de los de Ramos. Esto, constituía toda una metáfora gráfica que daba cuenta estrictamente de la relación política entre ambos y del lugar ocupado por Ramos en el matutino.

Tanto Perón como Ramos, comenzaron a colaborar en Democracia en un momento en el que el régimen justicialista pretendía relanzar la propagandizada “revolución nacional”que decía estar llevando adelante desde 1946[iii], la cual era emparentada, desde una perspectiva antiimperialista, histórica y políticamente con otros procesos que se estaban sucediendo también en la periferia del planeta. En ese sentido tanto uno como el otro se ocuparían de difundir en el matutino sus interpretaciones respecto a estos temas, otorgándoles una relevancia significativa en tanto luchas por la autonomía y la libre determinación frente a las potencias.

El año 1951 resultó clave tanto para dicho relanzamiento como para la continuidad del peronismo en el poder ya que, en tanto fuerza política gobernante, éste fue puesto a prueba en las votaciones del 11 de noviembre. En éstas el régimen alcanzó una aplastante victoria sobre la oposición, lo cual le posibilitó a Perón comenzar con su segundo mandato presidencial en 1952.

Con la llegada a la dirección de Democracia un mes antes de las elecciones del amigo personal de Perón, el periodista Américo Barrios, se operaron al interior del diario importantes cambios. Entre otros el de colocar un colaborador propio en el extranjero. Al respecto cabe destacar que existían coincidencias muy profundas entre las políticas articuladas desde la Subsecretaría de Informaciones y las de los medios de prensa oficialistas; al punto de que hasta podría hablarse de un trabajo en conjunto. En ese sentido no puede soslayarse el hecho de que a mediados de 1951, a partir del giro político del régimen, las embajadas argentinas en el extranjero lanzaron una política agresiva de difusión de las bondades del mismo; incorporando en consecuencia a su estructura interna a una suerte de unidad básica definida por la propia Subsecretaria como “sindicato intelectual y de trabajo”, en las cuales prestaron servicio muchos periodistas e intelectuales (Sirvén, 1984). En ese marco el puesto de colaborador en el extranjero de Democracia fue precisamente cubierto por Ramos, quién se incorporó al diario estando de viaje por Europa.[iv] Éste se desempeñó como tal desde su ingreso al matutinohasta su regreso a la Argentina en 1953, y continuó escribiendo regularmente para dicho medio hasta el estallido del golpe de septiembre de 1955.

Por lo general Perón y Ramos fueron los únicos columnistas de Democracia que publicaron con firma sus escritos, compartiendo en diferentes momentos preocupaciones temáticas tales como la política de las grandes potencias; las perspectivas de una unión sudamericana en base al eje Argentina, Brasil y Chile; el papel de los ejércitos en las sociedades periféricas; el rol de la Iglesia; la prensa y los intelectuales en las mismas y el escenario interno y externo en que le tocaba hacer política al gobierno peronista. Esto se relacionaba directamente con el lugar que ocuparía nuestro autor al interior del diario y con la función que allí desempeñaría. Básicamente la de apoyar desde una perspectiva de izquierda a todas las “revoluciones nacionales” que acaecían en las colonias y “semicolonias” del mundo, entre ellas “la peronista”, cumpliendo el papel de agitador antiimperialista y de contrincante político de los partidos socialistas y comunistas -tanto locales como foráneos- entendidos como aliados estratégicos de las potencias y, en consecuencia, como enemigos irreconciliables de aquellas.[v]

El ingreso de Ramos a Democracia representaba entonces una especie de “matrimonio de razón” entre éste y el peronismo en la medida en que le otorgaba al primero, además de una fuente de sustento económico, la oportunidad de publicar en un medio masivo de amplia tirada sus artículos, y de llegar con su discurso a un público mucho mayor y a la vez diferente al que tradicionalmente lo leía[vi], a la vez que le permitía al segundo contar con una pluma aliada más que creativa en sus disputas con las potencias y la izquierda tradicional (Summo, 2010).

En un contexto de posguerra en donde los procesos de liberación nacional del mundo periférico se radicalizaban en general y la “revolución nacional peronista” se estaba relanzando[vii] su llegada al diario le otorgaba a éste un tinte marxista particular, que a su vez le brindaba al régimen, aparentemente, la doble ventaja de debilitar a la oposición socialista y comunista al gobierno y de servir como aldabonazo en las puertas de los sectores oficialistas más burocratizados apoltronados en la comodidad de sus puestos.

Durante el período que duró su colaboración en la prensa peronista[viii] nuestro autor se convirtió en una verdadera “máquina de escritura”. Escribir regularmente se transformó para él en una tarea definitoria de su rol como político e intelectual revolucionario. En ese sentido, creemos que su praxis como publicista constituyó el espacio de experiencia en el que sus ideas en pleno proceso de maduración comenzarían a encontrarse con una realidad concreta en la que asentarse.

A partir de su colaboración en un medio adscripto al justicialismo, a casi dos años de publicado su primer libro América Latina: Un país, comenzaba así a consolidarse en el joven Ramos una transición intelectual iniciada en noviembre de 1946 con sus escritos aparecidos en el segundo número de la revista Octubre referidos al naciente peronismo. El camino a transitar a partir de allí lo conduciría, entre otras cosas, a profundizar la imbricación de una manera cada vez más flexible de elementos de marxismo y nacionalismo en una misma matriz político-intelectual.

 

“Imperialismos” y “revoluciones nacionales

Las luchas del mundo periférico

La consideración de la cuestión nacional latinoamericana resultaba de una importancia fundamental para Ramos, puesto que de esa tarea se desprendían para él los lineamientos esenciales para el análisis de los procesos revolucionarios de la región. En ese sentido se afirmaba en su línea de interpretación realizando un diagnóstico de la situación que había dejado el fin de la reciente conflagración mundial:

“La Primera Guerra Mundial concluyó con el triunfo de la Revolución Rusa. El segundo conflicto imperialista ha inaugurado la era de las revoluciones nacionales. Con el ascenso de Estados Unidos al pináculo de su poder mundial se asiste a la declinación de las viejas potencias: al mismo tiempo, el inmenso mundo periférico de las naciones coloniales y semicoloniales se ha lanzado al gran camino de la autodeterminación nacional y social. Esto confiere un carácter nuevo a la política del mundo. En Asia, en África y en América Latina los problemas de la independencia nacional y de la revolución agraria se manifiestan explícitamente en la arena de la política cotidiana. Si en América Latina el derecho a la libre determinación nacional se expresa prácticamente no en la separación de la metrópoli sino en el derecho a unirse contra ella, lo mismo puede decirse de la situación que prevalece en el sudeste asiático, particularmente en la Indochina francesa”.[ix]

Para él habían cambiado las relaciones de fuerza entre las potencias del mundo, estableciéndose un recambio al nivel de los ganadores y los perdedores. Por otra parte volvía sobre las ideas de que el capitalismo se encontraba inmerso en una crisis terminal y de que había variado el eje de la revolución mundial ahora establecido en la parte periférica del planeta.[x] En sintonía con la conceptualización utilizada por Perón, quién también se refirió en Democracia a estos procesos, Ramos hablaba en ese sentido de la irrupción de una “hora delos pueblos”.[xi] Ambos coincidían en el apoyo político a los gobiernos culturalmente antiliberales de los países periféricos que estaban encarando transformaciones estructurales en el sentido de la modernización y la industrialización de sus respectivos territorios y que, por tal motivo, se veían enfrentados económica y geopolíticamente al dominio “imperialista”, tanto de las potencias capitalistas como de la URSS. No obstante existían diferencias entre ellos en términos de las interpretaciones y los usos que le daban a dicha idea. Mientras que Perón, sin prácticamente mencionar la reforma agraria, ponía el acento en el aspecto nacional de éstos procesos[xii], Ramos agregaba a la interpretación de los mismos su dimensión social, colocando además sutilmente en discusión el régimen de propiedad de la tierra, pero sin aclarar el tipo de reforma agraria al cual se refería. Esto seguramente tenía que ver con las limitaciones que le colocaba un medio peronista como Democracia a un intelectual marxista como Ramos. Si bien, como observamos, la posición de éste era de “apoyo crítico” a lo que consideraba un proceso de “revolución nacional” que tenía como referente principal a Perón, resulta evidente, como ya se observó, que su pluma no podía expresarse con total libertad en el matutino.

Estas limitaciones, junto al consecuente intento por sortearlas, creemos que obligaban a Ramos a hacer un esfuerzo de aggiornamiento y a la vez de traducción de ciertos artículos a un lenguaje asequible para el público lector del diario, lo cual lo conducía muchas veces –voluntaria o involuntariamente– a diluir su orientación de “apoyo crítico” en favor del apoyo liso y llano. Por otra parte existían coincidencias importantes entre Ramos y Perón en cuanto a la caracterización de la URSS, en la medida en que ambos, en sintonía con la doctrina de la Tercera Posición peronista, se referían a ésta con el rótulo de “imperialismo”,tanto en los artículos en cuestión como en otros. En esa línea, y colocando a la URSS en un mismo plano de nocividad que el resto de las potencias respecto de las “revoluciones nacionales” de Latinoamérica, Ramos se refería a ésta en los siguientes términos: “otro rugiente imperialismo nacido en Moscú que avanzando misteriosamenteamenazacon ‘salvarnos’ del otro”.[xiii] En este punto se nos presenta en el Ramos periodista un desplazamiento importante respecto de sus interpretaciones originales sobre el tema. El mismo obedece a la primacía de una lógica en su actividad intelectual en donde la política ocupaba el lugar central. Esta lo conducía en este caso al abandono de una premisa teórica fundamental para los trotskistas la cual, por otra parte, siguió abonando en su labor como propagandista, ejercida en paralelo por fuera del periódico en la editorial Indoamérica también hasta el golpe de 1955.

Como colaborador de Democracia nuestro autor incurría entonces en una especie de desdoblamiento intelectual respecto de su trayectoria anterior. Mientras por un lado caracterizaba en el periódico a la URSS como imperialismo, por el otro seguía manteniendo en su faceta de editor la clásica interpretación trotskista de “estado obreroen vías de degeneración burocrática” a la hora de referirse a esa potencia. Como tal, en lo político, esa concepción planteaba, entre otras cosas, la necesidad estratégica de defender irrestrictamente a la URSS frente a cualquier embate de los “imperialismos”, lo cual entraba en franca contradicción con la orientación adoptada al respecto por Ramos como publicista de Democracia. En esos años la convivencia en su matriz intelectual de dos interpretaciones opuestas en torno a una misma cuestión se encontraba indisolublemente ligada a sus elecciones políticas en términos de estrategias y tácticas.

Para poder “apoyar críticamente” las “revoluciones nacionales” en un diario peronista, debía pagar el precio de dejar de lado ciertas caracterizaciones y cierto vocabulario referenciados en el marxismo más duro. En ese sentido no dudaba en aceptar ese límite al momento de optar, puesto que subordinaba tácticamente esas concesiones a la consecución de un objetivo estratégico de mayor envergadura: la unidad latinoamericana bajo las banderas del socialismo.

Como observamos la situación abierta a nivel mundial a partir de 1945, caracterizada por el recrudecimiento de las luchas nacionales y sociales, era pensada por Ramos como un proceso homogéneo y casi sin matices. Tal interpretación lo conducía por ejemplo a emparentar las revoluciones nacionales de Latinoamérica con las del Medio Oriente sin atender a las particularidades y diferencias existentes entre las dos regiones en términos de historia, cultura, sectores sociales y actores políticos. En ese sentido sostenía además la interdependencia de ambas “revoluciones nacionales”, entendida como la condición sine qua non para su triunfo final en la fase superior del capitalismo. Partiendo de la caracterización de ambas regiones como zonas “balcanizadas”[xiv] por la acción de las políticas “imperialistas”, insistía en lo inconcluso de sus respectivas unidades nacionales. Éstas se consolidarían con el triunfo de las revoluciones, no al nivel de cada uno de los países que las componen, sino del marco regional. Por otra parte se refería también al carácter estratégico de las políticas de nacionalizaciones y de reforma agraria al interior de dichos procesos. En ese sentido sostenía que:

“El imperialismo podrá tolerar indudablemente las nacionalizaciones de petróleo, o estaño, pero no estará dispuesto a admitir que las provincias árabes, o latinoamericanas, se integren en una gran nación. Este acto de incalculable trascendencia histórica para el destino de los pueblos divididos, quebrantaría el control económico y político del imperialismo, que mantiene su ‘estándar’ de vida en la metrópoli precisamente por la balcanización de América Latina o de Medio Oriente. De los acontecimientos de Marruecos, Irán o Egipto podría deducirse la lección de que la revolución nacional no podrá triunfar sino en escala realmente nacional. La política de nacionalizaciones de materias primas no será válida sin la reforma agraria. La reforma agraria no liberará al Estado que la realice sin una estrecha vinculación con los Estados hermanos limítrofes y sólo en esa escala la revolución será nacional y alcanzará su cima. De Bolivia y América Latina podría decirse lo mismo que de Medio Oriente, pues la ley que preside la crisis mundial del imperialismo actúa con la misma potencia en El Cairo que en La Paz. Esta interdependencia de las revoluciones nacionales será en último análisis la garantía de su triunfo.”[xv]

En su análisis seguía al último Trotsky, aquel que había escrito sobre Latinoamérica planteando la consigna estratégica central para el triunfo de su revolución: “Los EstadosUnidos Socialistas de Centro y Sudamérica”.[xvi]En esa línea y retomando lo ya expresado en trabajos anteriores,otorgaba un lugar importante a las nacionalizaciones y a la reforma agraria en el marco de esos procesos, supeditándolas al objetivo de la unidad nacional regional en tanto medios para el alcance de dicho fin. Ahora bien, en sus artículos de Democracia, se distanciaba políticamente en un punto de lo sostenido oportunamente tanto en Octubre como en América Latina: Un país respecto a estos temas, puesto que omitía definirse con relación a la cuestión de si el Estado debía o no pagar indemnizaciones a los antiguos propietarios.[xvii]Anteriormente éste se había pronunciado en ambos trabajos de manera tajante respecto a las nacionalizaciones emprendidas por el peronismo.[xviii]

Al respecto había seguido tanto a Trotsky como a la IV Internacional quienes se habían expresado claramente en su programa rechazando la consigna de “nacionalización” -por considerarla demasiado vaga y reformista- y las indemnizaciones, pero a la vez apoyado la política de expropiaciones de Lázaro Cárdenas – que las pagó – frente al capital británico (Trotsky 2004, 2008). Para ellos se debían apoyar las expropiaciones al “imperialismo” llevadas adelante por los Estados de los países coloniales y “semicoloniales”, pero conservando la libertad de acción y de crítica frente a éstos, lo cual implicaba, en lo concreto, la obligación de rechazar públicamente las indemnizaciones y la prohibición de ingresar a los movimientos nacionales.[xix]

Condenar el pago de indemnizaciones seguramente lo hubiese conducido a un enfrentamiento con la dirección de Democracia y con el peronismo, puesto que esa era la línea oficial del gobierno, con lo cual Ramos se veía obligado a limitarse al apoyo de las nacionalizaciones sin mencionar de modo alguno el tema de los pagos. Tal posición lo colocaba más cerca del nacionalismo antiimperialista de izquierda que del marxismo revolucionario.

 

El problema de la unidad subcontinental

Como publicista del matutino Ramos volvió sobre temas abordados antes de su ingreso al diario, pero pronunciándose de una manera diferente para desplazarse en un sentido contrario. Veamos algunas de sus interpretaciones sobre la situación latinoamericana:

“Después de un siglo de hablarse, escribirse y divulgarse universalmente la idea de que en América Latina existen veinte naciones diferentes, parece pueril o titánico propagar la sencilla y honesta idea de que en América latina no existen esas veinte naciones sino, en realidad, veinte provincias que no han logrado unirse aún.”[xx]

Como se observa retomó el problema de la “balcanización imperialista”[xxi]del subcontinente y la consecuente necesidad de su unificación, pero ahora, a diferencia de lo expresado años atrás en Octubre Nº 5 y en América Latina: Un país, sin definirse en términos de la forma final que ésta debería tener. Así como en la revista, bajo el seudónimo de Jacinto Almada, había expresado la necesidad delafusión económica y política de los veinte Estados actuales en una sola gran nación[xxii], y en el libro argumentado que la creación de un estado único en América Latina ha alcanzado conciencia teórica solamente en nuestros días (Ramos, 1949:22), en el diario planteaba que“la revolución nacional latinoamericana tiende a la unificación de los actuales estados en una Federación oConfederación”.[xxiii]Conviene detenerse en este punto puesto que las diferencias entre una unión de tipo federativo y otra de carácter confederal no son menores. En una federación el poder estatal se divide entre una autoridad central y las autoridades regionales, que no se encuentran subordinadas a la primera, sino coordinadas con ella. Se trata de una auténtica asociación entre Estados en la que tanto el federal general, como los Estados federados tienen una esfera propia (que corresponde respectivamente a los intereses comunes y a los propios de cada estado federado) de soberanía. Los poderes son soberanos, distintivos y coordinados. Asimismo la unión federativa difiere totalmente de las simples confederaciones, ligas o alianzas entre estados en las cuales, aún cuando exista un órgano común, éste se subordina al poder de los Estados confederados o aliados. Allí, independientemente de su extensión territorial o de su importancia demográfica los Estados confederados se encuentran en una posición de prioridad dentro de la confederación y disponen del mismo derecho de voto en la asamblea confederal (que suele ser el único órgano común entre ellos), constituida por sus representantes. Las deliberaciones de la confederación sirven de vínculo para los Estados miembros, pero para que resulten obligatorias para los ciudadanos es necesario que cada Estado las haga ejecutivas en sus ordenanzas internas.

Se sabe que nuestro autor manejaba las diferencias de significado entre ambas opciones tanto en lo teórico como en lo político, incluso eruditamente, ya que conocía los textos de Marx sobre la guerra civil en los Estados Unidos, los diferentes proyectos constitucionales durante las guerras civiles argentinas o bien alguna propuesta confederativa realizada en su momento por Bolivar. Por ello, creemos que  las razones de la indefinición de Ramos al respecto tenían que ver con sus opciones políticas de ese momento y con los límites que el periódico le imponía a su pluma.

Cabe señalar que la política del régimen peronista en torno a este tema resultaba bastante clara, en la medida en que apostaba a una confederación de naciones que, dentro de lo posible, contase con una hegemonía Argentina. En ese sentido, mientras que lo primero se manifestaba en forma explícita a través de hechos, declaraciones y discursos[xxiv], lo segundo se expresaba implícitamente en las pujas y negociaciones que mantenía con el régimen brasilero, el cual resultaba su principal competidor en términos de la lucha por la hegemonía al nivel regional. Por ello, definirse abiertamente en favor de una federación, seguramente le hubiese generado a Ramos problemas con la dirección del diario.Éste se expresaba entonces a favor de toda medida tomada por el gobierno que fuese en el sentido de la unidad regional, deslizando tímidamente la posibilidad de una federación ulterior, pero sin agitar políticamente en favor de ésta.[xxv] La ambigüedad táctica al respecto se mantuvo por lo general a lo largo de todo el período en que duró su colaboración en Democracia, volviéndose a pronunciar abierta y claramente a favor de una federación una vez caído el régimen de Perón. No obstante esto, en algunos de sus artículos más apologéticos del gobierno, se expresó circunstancialmente de la siguiente manera:

“La formación de una Confederación Sudamericana que arrancará de un agrupamiento regional de los Estados del Sur posee tal riqueza de posibilidades económicas y políticas que no será posible en una simple nota sino aludirlas.”[xxvi]

Allí, además de reivindicar la figura y la propuesta de unidad regional de Descartes (Perón), hablaba de la irrupción de una hora de América Latina y saludaba los logros de la administración nacional en el sentido del armado de un entrelazamiento económico entre Argentina, Brasil y Chile. Las oscilaciones de Ramos al respecto resultaban de índole coyuntural y obedecían a cierta lógica política. En la medida en que el gobierno resultaba exitoso en la implementación de su orientación, éste se dedicaba a ensalzarlo y a agitar en favor de una profundización de la unidad regional, mientras que en los momentos en que no se registraban avances en ese sentido se permitía sugerir la idea de una federación ulterior sin impugnar la opción confederativa.

Plantearse la unificación de Latinoamérica implicaba preguntarse por quién o quienes conducirían y llevarían adelante ese proceso. En este punto encontramos en los artículos de nuestro autor matices relevantes. Mientras que en algunos casos el llamado a la dirección obrera como garantía final de la unificación es explícito, en otros se nos aparece un cierto nivel de ambigüedad. Veamos como interpretaba la dinámica de la unificación para el caso de Brasil: Sólo la moderna clase trabajadora brasileña podrá realizar hasta el fin la revolución democrática, cuyo más importante capítulo es la incorporación del Brasil a unaConfederación de pueblos latinoamericanos”.[xxvii]

En este artículo, para arribar a tal conclusión, analizaba los anclajes de la debilidad de la burguesía brasilera en términos de la realización de su “revolución nacional” y definía a Vargas como el representante político “tímido yvacilante de sus intereses. Como se observa su lectura abrevaba directamente en el llamamiento de Trotsky al proletariado latinoamericano y no difería en lo sustancial con la caracterización de las burguesías de la región que éste proponía: subordinación estructural a las potencias y pusilanimidad política. Pero curiosamente su interpretación al respecto cambiaba a la hora de analizar la situación Argentina:

“En el fondo, y ahora también en la forma, los representantes más cínicos del imperialismo norteamericano reconocen que el régimen de Perón y su irradiación continental conduciría, tarde o temprano, a una federación de pueblos latinoamericanos, proyecto de Bolívar y exigencia histórica de los 140 millones de hombres que pueblan el hemisferio (...) El surgimiento de una potencia latinoamericana aportaría un nuevo y decisivo factor a la política mundial.”[xxviii]

En ese caso, al plantear como un peligro para las potencias la posible irradiación regional del régimen de Perón, reconocía implícitamente cierta fortaleza a la burguesía argentina y un lugar de liderazgo en ese proceso. Por otra parte ésta era nuevamente presentada como portadora de una política continental que, además, tenía posibilidades de realizarse. Esto representaba un cambio con relación a la interpretación realizada en América Latina: Un país, y a la vez, una resolución de la tensión que aparecía tanto allí como en el número 5 de Octubre. En este punto el viraje era importante y, al respecto, cabe señalar que no hemos encontrado en Democracia ningún artículo en donde nuestro autor vuelva sobre sus pasos en términos de su interpretación de la burguesía argentina y del papel progresivo del peronismo en la unificación regional. En términos de la unidad subcontinental existían entonces burguesías débiles e inconsecuentes como la brasileña, y fuertes, consecuentes y con vocación continental como la argentina. Aquí encontramos cierta adaptación de Ramos a la política del peronismo en su competencia en pos de la hegemonía al nivel regional, sobre todo con el régimen brasilero. Esto es así máxime si se tiene en cuenta que el régimen de Perón es el único interpretado como con posibilidad de irradiarse hacia toda Latinoamérica. Por otra parte también aparecían cambios en lo que respecta a su lectura política de la figura de Perón. En la medida en que éste era reivindicado por ciertas realizaciones de gobierno y defendido frente a las supuestas calumnias que vertían sobre su persona las potencias y los intelectuales a su servicio, era presentado como un referente importante del antiimperialismo latinoamericano, y caracterizado como uno de los artífices más consecuentes de la unificación regional:

“El nombre de Perón enfría en el acto este ‘antiimperialismo’ ficticio que es sólo la máscara de un cipayismo esencial. Wall Street admitirá cualquier crítica menos un apoyo al antiimperialismo real y no verbal de la Revolución Nacional dirigida por Perón. Como la Argentina constituye por su desarrollo industrial y la potencia de su clase trabajadora un pivote para una eventual federación de estados sudamericanos (y nada hay en el continente que más tema el imperialismo) los servidores intelectuales del colonialismo del género de Arciniegas centran el eje de sus ataques en Perón y en el proletariado argentino.”[xxix]

A partir de esta lectura en la que se interpretaban ciertas realizaciones del Presidente argentino y su régimen como manifestaciones cabales de un antiimperialismo “real”,comenzaba a apartarse de lo afirmado con anterioridad en Octubre y América Latina: Un país. Allí, bajo el seudónimo de Víctor Guerrero, había sostenido de manera categórica que no se debían: “sembrar ilusiones sobre el ‘antiimperialismo’ de Perón[xxx]en las masas obreras del país. Corriéndose entonces de aquella interpretación y acercándose a una valoración cada vez más positiva de Perón y su gobierno, pasaba a reivindicarlos por encontrarlos orientados hacia un nacionalismo antiimperialista de neto corte emancipador:Es bueno recordar que no es posible confundir el nacionalismo de una nación oprimida con el de una nación opresora, elnacionalismode Perón con el nacionalismo de Hitler”.[xxxi]

A partir de su temprano posicionamiento en el debate trotskista respecto de la “cuestión nacional” en la Argentina[xxxii], comenzó a primar cada vez con mayor fuerza entre sus consideraciones la idea de que la contradicción fundamental en Latinoamérica operaba entre el “imperialismo” y las naciones oprimidas.

En ese sentido su caracterización del país como “semicolonia” y la consecuente lectura de que las tareas de su revolución eran democráticas y nacionales, lo conducía a apoyar tácticamente al peronismo en la medida en que lo consideraba enfrentado coyunturalmente al “imperialismo”. La misma lógica era aplicada al análisis de todos los casos regionales: allí donde existía un movimiento nacional que entrase en relativo conflicto con las potencias, los verdaderos revolucionarios socialistas debían sostenerlo “críticamente”. Entendiendo que el objetivo estratégico final era la construcción de los Estados Unidos Socialistas de América Latina, consideraba que la táctica aplicable a su consecución era la del frente único antiimperialista con los movimientos nacionales, manteniendo la independencia política sin integrarse a ellos. De allí que muchas veces se pronunciase en favor de gobiernos tan disímiles en lo político como los de Cárdenas, Villaroel, Paz Estensoro, Ibáñez, Vargas, Arbenz, Arévalo, Albizu Campos o Torrijos sin profundizar en el análisis de las diversas situaciones que controlaban, precisamente por considerarlos a todos como parte de un mismo proceso de “revolución nacional latinoamericana”. Esto, si bien podía sonar relativamente coherente dentro de su horizonte latinoamericanista, resultaba un tanto extraño en un intelectual que proclamaba la necesidad de pensar la región y los países que la integran prestando especial atención a sus propias especificidades.

En sus interpretaciones encontramos entonces una separación tajante y maniquea entre dos tipos de nacionalismos: uno democrático y antiimperialista, y otro reaccionario y proimperialista. La diferencia entre ambos, en términos de significación política, se encontraba en que el primero resultaba progresivo en función de la liberación nacional y la construcción del socialismo, y el segundo retardatario. Colocando a Perón y a Hitler en las antípodas y presentándolos como referentes de cada uno de ellos, articulaba una estrategia argumentativa que pretendía polarizar el campo político entre los que apoyaban la lucha antiimperialista y los que no. Eso le brindaba a la vez la posibilidad de dar una batalla contra la izquierda tradicional –que demonizaba al primero tendiendo a igualarlo con el segundo– por la apropiación de las banderas del antiimperialismo real y consecuente.

 

Conclusiones preliminares

En el presente estudio hemos reconstruido un momento del trayecto teórico-político de Ramos a través del análisis de sus artículos periodísticos publicados en Democracia, los cuales a la vez dan cuenta de la transición operada en su pensamiento a partir del advenimiento del peronismo. Se han  presentado una serie de elementos a los efectos de mostrar los cambios acaecidos en sus interpretaciones en torno a América Latina y su problema nacional en el marco de dicha transición, relacionándolos con la lógica de la política. Se ha demostrado que en ese período Ramos no contaba en su matriz político-intelectual con una acabada teoría de la nación latinoamericana; sino más bien con aproximaciones interpretativas no estáticas al respecto, las cuales aparecen muchas veces en sus textos bajo la forma de una tensión teórica. Las mismas obedecen al hecho de que en la medida en que Ramos interpreta al peronismo piensa el problema en cuestión.

En ese sentido sus zigzagueos y desplazamientos teórico-políticos, como así también las re significaciones, omisiones o incrustaciones en su matriz de análisis, deben ser leídos en clave de las tensiones y los vaivenes que generaba la lucha política coyuntural, puesto que si pretendiésemos buscar en él una linealidad pura y exclusivamente conceptual, éstos se nos presentarían como inexplicables. De esta manera la imbricación de marxismo y nacionalismo latinoamericanista en un mismo pensamiento lo condujo paulatinamente al abandono de la tradición en la cual se había formado como marxista y a la articulación, junto a otros autores, de una nueva: la de la posteriormente llamada Izquierda Nacional.

Tras la caída de Perón y su consecuente final como publicista de Democracia irían apareciendo en su matriz político-intelectualprincipios interpretativos más elaborados, lo cual puede cotejarse fácilmente con la lectura de las que se consideran sus grandes obras de madurez: Revolución y contrarrevolución en la Argentina (1957) e Historia de la nación latinoamericana (1968). Pero esa ya es otra historia y forma parte de otro momento de su itinerario.



[1] Profesor Adjunto. Universidad Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires, Argentina. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] La literatura al respecto es sumamente vasta e inabarcable. Para el cotejo de distintas interpretaciones sugerimos la lectura de Bloom Salomon: El mundo de las naciones. El problema nacional en Marx, Buenos Aires, Siglo XXI, 1975; Davis Horace: Nacionalismo y socialismo. Teorías marxistas y nacionalistas sobre el nacionalismo hasta 1917, Barcelona, Península, 1972; Haupt Georges, Lówy. Michael y Weill Claudie: Los marxistas y la cuestión nacional. La historia del problema y el problema de la historia, Barcelona, Fontamara, 1982; Lówy Michael: ¿Patrias o planetas? Nacionalismos e internacionalismos. De Marx a nuestros días, Buenos Aires, Homo Sapiens, 1998; Levrero Renato: “Marx, Engels y la cuestión nacional”, estudio introductorio al libro de Marx, Karl y Engels, Friedrich, Imperio y colonia. Escritos sobre Irlanda, México, Pasado y Presente, 1979;  Rodolsky Roman: Friedrich Engels y el problema de los pueblos sin historia, México, Pasado y Presente, 1980; Marmora Leopoldo: El concepto socialista de nación, México, Pasado y Presente, 1986. Para una interpretación de las consecuencias de las reflexiones de Marx sobre la nación en referencia con América Latina véanse Aricó José: Marx y América Latina, Buenos Aires, Catálogos, 1988; Dussell Enrique: El último Marx (1863-1882) y la liberación latinoamericana, México, Siglo XXI, 1990.

[3] Al respecto véase de Descartes (1951c:1): “Para el Justicialismo sólo debe haber continuidad revolucionaria”. Cabe señalar además que en 1951-1952 la doctrina particular del movimiento justicialista sería declarada por el gobierno Doctrina Nacional.

[4] Los artículos de Ramos como colaborador de Democracia en el extranjero aparecerían regularmente escritos desde París o, esporádicamente, desde Roma o Túnez.

[5] A modo de ejemplo véanse de  Almagro Víctor (1954g: 1) y (1954h: 1).

[6] Nos referimos fundamentalmente a los seguidores de Perón, en especial a los que se congregaban en los sindicatos, pero también a las viejas y nuevas clases medias que la implementación del modelo de sustitución de importaciones había contribuido a expandir.

[7] El relanzamiento de la “revolución nacional peronista” incluyó también el acercamiento y la convocatoria al diálogo a ciertos sectores de la izquierda tradicional por parte de Perón, como así lo expresan las reuniones que éste mantuvo con dirigentes del Partido Socialista tales como Enrique Dickmann y otros las cuales devendrían en la conformación a posteriori del Partido Socialista – Revolución Nacional, agrupamiento en donde militarían referentes del socialismo y del trotskismo argentino que apoyaban -con mayor o menor vehemencia- y con diferentes objetivos tácticos al gobierno peronista. Al respecto véanse de Herrera Carlos: “El Partido Socialista de la Revolución Nacional entre la realidad y el mito”, en Revista Socialista, año III, nº 5, 2011, pp. 85-113 y de Luna Félix: Perón y su tiempo, Sudamericana, 2006, pp. 99-114.

[8] Bajo el seudónimo de Víctor Almagro nuestro autor publicó en el diario Democracia entre los meses de diciembre de 1951 y setiembre de 1955, mientras que como Pablo Carvallo hizo lo propio en La Prensa entre marzo de 1952 y octubre de 1953. Su participación en Democracia tuvo un carácter mucho más prolífico que en La Prensa. Mientras que en el primero sus artículos aparecieron a diario de manera regular y casi sin interrupciones, en el segundo lo hicieron eventualmente y de forma esporádica. Por otra parte, su visibilidad fue mucho mayor en Democracia en dónde se publicaban en la primera plana que en La Prensa en dónde aparecían al interior del suplemento cultural. Además, en el mismo período, Ramos colaboró esporádicamente en los diarios El Líder y El Laborista (también controlados por el peronismo) con el seudónimo de Mambrú. Respecto de las vicisitudes del ingreso y la modalidad de colaboración de Ramos en Democracia véase de  Summo Marcelo: “Apuntes para la reflexión sobre las revoluciones nacionales. Jorge Abelardo Ramos como publicista del diario Democracia (1951-1955)”; en Investigaciones y Ensayos Nº 59, Academia Nacional de Historia, Buenos Aires, 2010, pp. 285-314. Sobre su ingreso y su participación en La Prensa, El Líder y El Laborista  véanse de Tarcus Horacio: Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la “nueva izquierda” (1870-1976), Buenos Aires, Emecé, 2007, pp. 547-549; y de Galasso Norberto: Aportes críticos para una historia de la Izquierda en la Argentina, Tomo 1, Buenos Aires, Nuevos Tiempos, 2007, pp. 185-187.

[9] Almagro, Víctor (1953e:1).

[10] Almagro, Víctor (1954e:1).

[11] Al respecto, véase de Almagro, Víctor (1953d:1), (1953b:1) y (1955a:1).

[12] Véase de Descartes (1951d:1).

[13] Almagro, Víctor (1953a:1).

[14] Ramos reintroducía aquí la idea de “balcanización”que ya había utilizado en su libro de 1949, ahora aplicada al análisis de la situación del Medio Oriente.

[15] Almagro, Víctor (1953j:1).

[16] Trotsky (1961:123).

[17] Como ejemplo, véanse de Almagro, Víctor (1954c:1).

[18] “Apoyar la nacionalización de los ferrocarriles es propio de la política marxista, pero obviamente no lo es sostener, por ejemplo, la indemnización con que el gobierno burgués satisface a los accionistas británicos” (…) “Como dijimos en ‘Octubre’, la indemnización debía ser rechazada” (…) “Pero con indemnización o sin ella, el carácter burgués y progresivo de la medida no podía ser desconocido” (Ramos, 1949:181-195).

[19] Véase Trotsky, (2000:125).

[20] Almagro, Víctor (1951:1).

[21] El término “balcanización”, derivado de la división de los territorios que habían pertenecido al imperio turco en varios estados pequeños e independientes, todavía conserva su connotación negativa. En la época en que Ramos escribe, pertenecía además al vocabulario de los insultos políticos tanto de marxistas como de nacionalistas. Véase  Hobsbawm (1990:40).

[22] Almada Jacinto (1947:4).   

[23] Almagro, Víctor, (1954d:1).  

[24] La unión aduanera con Chile y el Tratado firmado con Bolivia, resultaban ejemplos concretos en ese sentido, como así también las múltiples declaraciones de Perón y sus funcionarios y las columnas escritas por Descartes al respecto. Véanse de Descartes (1951e:1) y  (1952: 1).

[25] A diferencia del período anterior (Octubre, América Latina: Un país), Ramos expresaba ahora su orientación de “apoyo crítico” al peronismo desde las páginas del principal periódico oficialista de circulación masiva, lo cual implicaba en los hechos un nivel de compromiso mucho mayor de éste con ese movimiento y con el régimen.

[26] Almagro, Víctor (1952a:1).  

[27] Almagro, Víctor (1954a:1).

[28] Almagro, Víctor (1953c:1).

[29] Almagro, Víctor (1953k:1), como publicista de Democracia, Ramos se referiría en varios de sus artículos a Perón caracterizándolo como un político verdaderamente antiimperialista. A modo de ejemplo véase de Almagro, Víctor (1955b:1).

[30] Guerrero, Víctor, “La cuestión argentina y el imperialismo yanqui”, Octubre 2, año II, 2º época, noviembre de 1946, S/N y Ramos, América Latina, cit., p. 179.

[31] Almagro, Víctor (1953e:1).

[32] Este debate fue fundamentalmente protagonizado por Antonio Gallo y Liborio Justo hacia 1938. El mismo se encuentra expuesto con una notable profundidad de análisis en uno de los trabajos de Horacio Tarcus. Para seguir sus avatares y vicisitudes recomendamos remitirse a él. Véase “El debate Gallo-Justo sobre la liberación nacional”, en Tarcus Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Buenos Aires: El cielo por asalto, 1996. 

 

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Cómo citar este artículo:

SUMMO, Marcelo, (2013) “América Latina en el pensamiento del joven Abelardo Ramos. Notas para un análisis de su producción periodística del período 1951-1955”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 15, abril-junio, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Martes, 16 de Abril de 2024.
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