Entre el desarraigo, la delincuencia y la rebelión: La figura del bagamundo[1] en la Nueva España, S. XVI-XVII

El presente artículo analiza, a partir de fuentes documentales, la figura del bagamundo o vagabundo del México colonial como forma de rechazo a la estratificación social de la sociedad española de esta época.

Palabras clave: colonia, vagamundo, identidad, vagancia, estratificación social

 

Después del encuentro de los mundos mesoamericano con el europeo y a lo largo del siglo XVI y XVII encontramos una época de mucha movilidad social. Intentándose organizar una nueva sociedad a la usanza española pero en gran medida sobre las bases del mundo antiguo. En medio de lealtades y traiciones, violencia y ambición, mientras unos veían la tierra nueva que conquistar y de dónde obtener riquezas rápidas, otros veían el desastre cósmico y el colapso de un mundo que dejaba de serlo para siempre. Estratificación social rígida y negación de las formas de vida ajenas a la moral y la razón propia de los colonizadores dieron como resultado la construcción del colonizado, el indio y sus mezclas, las castas, como anómalos por naturaleza. El rechazo último de los colonizados (y no sólo ellos, pues también hubo peninsulares dados a la vagancia) a esta situación fue la indigencia; personas de diversas procedencias viviendo en los márgenes de la sociedad usando el rechazo de los demás como escudo y la astucia como medio de vida. En la figura del vagabundo, pienso que se consolidan, de forma compleja, radical y emotiva, las contradicciones de la modernidad, no sólo ayer sino también en nuestros días. “El vagabundo es aquel individuo al que no se reconoce ninguna liga social, bien sea familiar, jurídica, económica o territorial. Es aquél al que los restantes miembros del grupo no reconocen como suyo y que no tiene ningún status específico, tal como los extraños o los extranjeros” [3]


Para el presente ensayo principalmente consulté el libro de Norman Martin quien, cabe mencionar, se planteaba continuar sus estudios sobre los vagabundos en la Nueva España en los siglos XVII y XVIII y que no publicó. De mucha utilidad fue leer a  Jonathan Israel quien habla sobre las clases sociales en la Nueva España y sus interrelaciones. Serge Gruzinski se ha dedicado a estudiar el proceso de colonización en América, así como los procesos de mestizaje cultural.

Entre los proyectos de vida truncados, la búsqueda sin fin de aventuras y gestas heroicas, el desarraigo de la tierra y de la identidad que provee la comunidad originaria, surge la figura del vagabundo, persona errante que busca el lugar aquél, que posibilite y dé sentido a su vida. Lugar al que nunca llega porque descubre que sólo en el camino y en la búsqueda sin sentido aparente, se encuentra una razón y un lugar en la sociedad.

La estratificación rígida de la sociedad colonial, que contemplaba a los seres y prácticas sociales recién descubiertas en este nuevo mundo como piezas móviles con las que se podía, por medio de la fuerza militar, la moral e ideas religiosas, basadas en teorías aristotélicas, afirmar que unos (ellos) están predestinados a disponer de los inferiores (los otros, la mayoría), para crear un mundo idealizado, es decir, un mundo parcial, fragmentado, jerarquizado y tremendamente racista. Por otro lado, el impacto descomunal de la situación de colonizaje que ante los ojos de indígenas y esclavos negros venidos del otro lado del Atlántico se dibujaba, tuvo diversas y complejas formas de manifestarse, entre éstas quisiera rescatar la figura del bagamundo, personaje que tuvo distintos orígenes, adscripciones, motivaciones y formas de ejercer la vagancia, pero siempre como forma contestataria, contraste de una sociedad idealizada y fuente de constantes preocupaciones para la Corona.

 

Indígenas, ladinos y mestizos

…Porque ni vosotros nos entendéis ni nosotros os entendemos ni sabemos qué queréis. Nos habéis quitado nuestra buena orden y manera de gobierno y las que nos habéis puesto no la entendemos…[4]

Una vez que los españoles se asentaron en el territorio de la Nueva España, con una organización administrativa más o menos eficiente, reducidos los indios socialmente a la servidumbre y geográficamente a los pueblos de indios, la mentalidad del indígena se va transformando, en muchas dimensiones de forma brusca y violenta, con rompimientos de su pasado cultural, de su ordenación político-mágico-religiosa, de su lenguaje e identidad, que ya no era netamente indígena sino también española. Como un ejemplo de esta deconstrucción moral y psicológica encontramos que, aunque las uniones de españoles con indias eran deshonrosas y mal vistas para los españoles, la escasez de mujeres ibéricas hizo que las relaciones ocasionales entre españoles e indias fueran el origen del grupo étnico más prolífico (los mestizos). La violencia sexual del que las mujeres indígenas fueron víctimas, es compartida también con una “notable disposición de las indias para cohabitar con ellos [los españoles] después de la derrota de sus hombres”. [5] Este hecho aun resulta turbador y nuestra sociedad  lo seguirá resintiendo cada vez que se esgrima la palabra malinchismo. Otro gran problema que encontramos frecuentemente en los textos coloniales es el alcoholismo y la ociosidad. En las relaciones geográficas de 1577, Gruzinski rescata testimonios que explican un antes y un después de la dominación española en cuanto al consumo de alcohol se refiere. La sociedad precuauhtémica se mostraba bastante rígida ante el abuso de esta sustancia porque su consumo era ritual y suficientemente regulado, el abuso desligado de este contexto se castigaba inclusive con la muerte. En un testimonio de los ancianos y notables de Chimalhuacán Atenco se lee “lo que  consideran que es la causa [de la mortandad], la ociosidad mucha que tienen los naturales por andar hechos holgazanes por el grande vicio que tienen en sus borracheras y, aunque tienen tierras para labrar, no se quieren valer de ellas y por lo dicho, en dándoles la más pequeña enfermedad, se mueren”.[6] La construcción social del indio como holgazán por parte de los españoles se entiende a la vista de la diferencia en la concepción del trabajo y la finalidad del mismo. Al estar el indio macehual sometido a un régimen de esclavitud (en la práctica aunque no en la ley) y al no encontrar una identidad inclusiva dentro de la sociedad española, se entiende que éstos se dedicaran a una subsistencia muy básica. Además, las quejas de los españoles que denunciaban la vagancia y  holgazanería del indígena tienen como razón la búsqueda constante de que la Corona les proporcionara mano de obra para su servicio personal después de que las Leyes Nuevas prohibieran la encomienda en 1542. Argumentaban que sus demandas ponían solución al problema del vicio “natural” de los indios.  Como ejemplo tenemos que el virrey Velasco II  juzgó que: “obligar a los naturales a cultivar sus tierras, era una de las cosas de mayor importancia de este reino. Tanto por que los indios son inclinados a la ociosidad como por lo poco con que se satisfacían, no se mostraban movidos a labrar más que lo necesario para cubrir sus necesidades”. [7]

Toda colonización de un pueblo implica violencia y transgresión. El colonizado tarde o temprano encuentra la forma de canalizar la virulencia y la agresividad de que es víctima y esa violencia al fin se revierte contra el colonizador. Así sucedió, por citar un ejemplo, con las personas que iban naciendo en la Nueva España, gente ya desarraigada de la cultura nativa y que sin embargo al tratar de incorporarse a la sociedad colonizadora era desdeñada y envilecida. Estos son los ladinos y mestizos, indígenas que habían aprendido el español, los había aquellos hijos no reconocidos por sus padres españoles, que dominaban ambas lenguas y que por lo mismo tenían una gran movilidad a lo largo del territorio poblado de la Nueva España, son pues, expresiones diversas de movilidad, dependencia y desarraigo. A diferencia de los indios que se mantenían en los límites de sus parcialidades, estos acudían a los centros urbanos y ocasionalmente se asentaban en la república de españoles buscando fortuna y nuevos horizontes que posibilitaba el nuevo mercado de trabajo “libre” en las haciendas, en los oficios y en la minería; con esto también se buscaba escapar de las cargas del tributo que tenían que pagar, ya que debido a su movilidad no estaban registrados como tributarios de ninguna localidad y de esta forma burlaban a las autoridades españolas. De los mestizos dice un cura franciscano de Santa María en 1692 “que cuando un indio se ponía ropa de mestizo y se dejaba crecer el pelo se convertía en mestizo, y al poco tiempo en español, quedando libre del pago de tributo y convirtiéndose en enemigo de Dios, de la Iglesia y del rey”. Otro cura; este un agustino de otro barrio externo de la capital decía que “el contacto continuo de los indios de la ciudad con gente tan vil como los mulatos, los negros y los mestizos les permitía aprender español y convertirse en ladinos, primer paso hacia la insolencia, pues mientras hablaban su propia lengua eran más humildes; acto seguido pasaban a tramar continuamente actos viles, aprender nuevos vicios y malas mañas y no respetaban a ningún funcionario ni ministro de Dios”. Torquemada también escribe de ellos que: “figuraban entre la gente más ruin del mundo, pues eran ladrones y alcohólicos empedernidos, tan desaseados, sucios y asquerosos que quien no estuviese acostumbrado a verlos mal podría soportar su aspecto”.[8]

El indígena además de tener que soportar la dominación española, la movilización de sus pueblos originarios, la deformación de su compleja filosofía y sobrevivir a la mortandad de las epidemias, también tuvo que soportar el nuevo fenómeno de la vagancia. Vagabundos los hubo de todos los orígenes; peninsulares que buscaban enrolarse en una nueva expedición y que al no hallarla y al creerse hidalgos (había algunos que en el viaje de España a América se cambiaban el nombre y se inventaban parientes que habían participado en las guerras de reconquista) jamás hubieran ejercido algún oficio manual pues resultaba deshonroso, también estaban los vagabundos y pícaros de la península que al escuchar de las maravillas del nuevo mundo se las arreglaban para subirse a un barco con destino a América; además estaban los mestizos, los negros y las castas. Ellos encontraban alguna manera de sacar provecho personal de los indígenas y ponerlos a trabajar para su beneficio (por ejemplo los que se hacían pasar por mercaderes ambulantes y al poder andar de pueblo en pueblo, se establecían en las repúblicas de indios). Para evitar esta situación hubo leyes y ordenanzas que prohibían que personas ajenas vivieran con los naturales.[9]

Hoy como ayer, tratar de comprender y hallar una solución al problema de la indigencia tiene que pasar por las motivaciones y  las causas que la provocan, sin embargo la única causa que veían los funcionarios se fundamentaba en un racismo al que la historia ya nos tiene acostumbrados. Las medidas vislumbradas por las autoridades fueron la coerción y (¡qué otra cosa!) la violencia. El problema quedó reducido a la ociosidad y la solución fue el trabajo forzoso. La siguiente ley fue emitida por el Marqués de Villamanrique que establecía que: “dentro de tres días primeros siguientes de como este mandamiento se pregonase, asienten [los vagos] con amos a quien servir o con personas que les muestren oficios, so pena de docientos [sic] azotes, y que sirvan a su Magd. diez años en galeras por galeotes al remo por bagamundos” .[10]

 

La vagancia, negación de la autoridad y la desigualdad

Ante el gradual aumento de vagabundos y  la delincuencia, empezó a surgir una suerte de histeria entre los españoles, que a la hora de hacer las sumas y las restas se dieron cuenta de que eran la minoría y que la violencia no podía hacerse sentir por siempre en un solo sentido. A lo largo del siglo XVII hubo muchos robos en las casas de españoles  atribuidos a los indígenas y el virrey marqués de Gelves impuso el toque de queda, del crepúsculo al alba, a los indios del sector español de la capital. Por otro lado, el contacto de ladinos con negros, mulatos y mestizos era de gran preocupación y causaba temor que un día hubiese una combinación de indios con negros y castas mezcladas que llegara a ser lo suficientemente fuerte para matar a todos los españoles y saquear sus iglesias y monasterios. Algo parecido ocurrió en la Ciudad de México cuando en 1692 las plagas y las excesivas lluvias destruyeron las cosechas de maíz y de trigo, además de que hubo acaparamiento y los precios se elevaron.[11] El domingo 8 de junio estalló un motín en la alhóndiga, que poco a poco se fue convirtiendo en, si no una rebelión propiamente dicha, sí un rabioso tumulto de una turba muy mezclada pero sobre todo india; fueron incendiados el palacio virreinal, el ayuntamiento y las oficinas de la Audiencia y de Hacienda[12], además de que se quemaron y saquearon 280 tiendas de alimentos y ropa. Entre la turba se escuchaban gritos de “¡mueran los españoles y gachupines!”. [13] Este motín, aunque no trascendió a un movimiento mayor, dejó en claro que la tolerancia de los indígenas tenía, y tiene, un límite.

 


Notas:

[1] Como se les nombra a los vagabundos en una ordenanza emitida por el marqués de Villamanrique en 1579

[2] Estudiante de la licenciatura en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) quien falleciera en 2008 en Maruata Michoacán cuando realizaba trabajo de campo para su tesis. Esta publicación póstuma honra su memoria.

[3] Norman, 1957: VIII

[4] Respuesta de un indio principal ante la pregunta de Zorita de porqué los de su raza estuvieran entregados a los vicios y fueran tan propensos a los pleitos. (Calderón, 1995: 111)

[5] Israel, 1980: 69

[6] Gruzinski, 1991: 90

[7] Norman, 1957: 157

[8] Israel, 1980: 64,65

[9] Norman, 1957: 113

[10] Ibíd.,: 114

[11] Cualquier parecido con la realidad  actual no es mera coincidencia, es historiografía

[12] Fue Carlos de Sigüenza y Góngora quien salvó del fuego los archivos

[13] Israel, 1980: 66,67

 

Bibliografía:

Gruzinski, Serge.1991, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español siglos XVI_XVIII, México: FCE.

Norman, Martin. 1957, Los vagabundos en la nueva España. México: editorial JUS.

Israel, Jonathan. 1980,  Razas, clases sociales y vida política en el México colonial, México: FCE.

García Martínez Bernardo. 2000, Historia general de México, México: Colegio De México.

Calderón, Francisco R. 1988, Historia económica de la Nueva España en tiempo de Los Austrias, México: FCE.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

ORTEGA CIPRIANO, Erik Omar, (2012) “Entre el desarraigo, la delincuencia y la rebelión: La figura del bagamundo en la Nueva España, S. XVI-XVII”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 11, abril-junio, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=438&catid=13[/div2]