Debates y tensiones en el Chile de la Unidad Popular. ¿La traición de los intelectuales?[1]

Debates and tensions in Chili of Popular Unity. Betrayal of the intellectuals?

Debates e tensões na Chile de la Unidad Popular. Traição dos intelectuais?

Ivette Lozoya López[2]

Recibido: 15-08-2013; Aceptado: 23-09-2013

 

La figura de Allende y la experiencia de la vía chilena al socialismo ha marcado a fuego la historia de Chile, ya sea por la adhesión e ilusión que despertó en un sector importante de la población que se identificaba con el proyecto popular o, por el trágico desenlace que termina no solo con la muerte del “Compañero Presidente” sino también, con la derrota violenta de un proyecto de transformación social.

En paralelo y en relación con la construcción social en torno al proyecto de la Unidad Popular conformada desde los partidos políticos y la movilización de masas, existió un movimiento intelectual que adhirió al proyecto y se involucró en su construcción. Estos prestigiosos cientistas sociales radicados en Chile, fueron simpatizantes, militantes de partidos, o funcionarios de estado durante el gobierno de Salvador Allende.

Si bien la experiencia de la Unidad Popular y la vía chilena al socialismo concitó admiración y atrajo a muchos intelectuales, la mayoría de los economistas, sociólogos, politólogos y educadores que se involucraron con el proyecto ya estaban en Chile desde años anteriores y su vinculación, más que con el gobierno de Allende, fue con la construcción de un modelo de desarrollo alternativo para América Latina que estaba en configuración desde los años 30 y que se materializa políticamente en diversas experiencias, una de ellas la Unidad Popular.

Esto es importante explicarlo porque no queremos hablar de una adhesión romántica a la UP sino un involucramiento con un proyecto latinoamericano que va más allá de la figura de Allende.

El gobierno de la Unidad Popular es la síntesis en Chile de un largo proceso que tiene diversos ejes. Por un lado el desarrollo de un pensamiento latinoamericano que supera lo identitario como resistencia y se convierte en proyecto de desarrollo; por otro, la Revolución Cubana que instala la discusión sobre la estrategia y finalmente, la configuración de un intelectual que abandona la contemplación y la crítica desde la superioridad del saber, para convertirse en un actor político. 

 El golpe militar de septiembre de 1973 no sólo se cierne sobre la experiencia concreta, sino sobre el pensamiento, la mentalidad y “la imaginación de una nueva realidad”

 

El desarrollo de las ciencias sociales en Chile. Los antecedentes.

Cuando Salvador Allende asume la presidencia en 1970 existían ya dos décadas de profundo desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanistas. Este desarrollo se materializaba en la creación de importantes centros de estudio, la politización de las discusiones e investigaciones y la recepción en Chile de influyentes intelectuales de todo el mundo que trabajaban en las distintas instituciones de carácter latinoamericano, nacional, universitario o partidistas del país.

La configuración de Chile como un espacio de recepción de ideas e intelectuales, comienza a desarrollarse en 1948 con la instalación de la CEPAL en Santiago.  Esto marcó un hito en el desarrollo de las ciencias sociales en dos aspectos; el primero tiene que ver con la elaboración de un pensamiento continental que supera el diagnóstico nacional y se instala en la reflexión regional y, el segundo, con el establecimiento de una institucionalidad sólida de carácter intelectual, político y técnico que albergará a intelectuales y expertos de todo el mundo que van a nutrir la reflexión antes dicha.

Previo al surgimiento de la CEPAL no existían estudios globales sobre la región y “no existía realmente los medios para que los ciudadanos, formuladores de políticas o incluso académicos latinoamericanos estuvieran informados sobre sus vecinos o estimulados por el conocimiento de similitudes o diferencias, por no mencionar un sentido de la solidaridad regional”. (Thorp, 2000, 25)

El funcionamiento de la CEPAL impacta en el ámbito intelectual al generar las condiciones para que los estudios económicos y políticos superen lo local y se planteen en perspectiva regional. A la vez, se generan una serie de comisiones e intercambios entre expertos que dan como resultado diversos informes, misiones técnicas y cursos de capacitación que fueron configurando una sensibilidad latinoamericanista “un sentido de regionalismo, con una estimulante serie de ideas sobre temas como la dependencia externa y la inestabilidad de los productos básicos en el plano internacional”. (Thorp, 2000, 25)

Rosmary Thorp señala que en el plano de la contribución teórica de la CEPAL tres son los textos cásicos: el Estudio económico de América Latina que elaborara  Prebisch y que se publicó en 1949, el artículo publicado en la Américan Economic Review de 1959 y Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano, de 1963. Los intelectuales adscritos a la CEPAL se convertirán en una especie deintelligentsia latinoamericana, un grupo de profesionales críticos con roles burocrático o técnicos que orientarán la política económica de América del Sur[3].


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Chile se constituye en una especie de síntesis latinoamericanista entre el intelectual y el político ya que la instalación de importantes instituciones académicas, unidas a los procesos de represión que se desplegaron en América Latina genera una concentración de cerebros pensando la realidad continental desde el país. A esto se suma el desarrollo de la política interna influida por los sucesos revolucionarios del continente que van a llevar a la implementación de la vía chilena al socialismo. Ambos procesos se potencian.

No obstante, como decíamos, los intelectuales comienzan a llegar al país dos décadas antes del triunfo de Salvador Allende (1970) y su contribución política empieza a materializarse ya en el gobierno de Eduardo Frei (1964-1970).

Hacia 1970 habían llegado a trabajar a la CEPAL ocupando el cargo de secretario ejecutivo, el argentino  Raúl Prebish, el mexicano Pablo Iglesias y el Uruguayo Enrique Iglesias, entre los más destacados. En paralelo se habían fundado otras organizaciones de carácter académico como la FLACSO (Facultad latinoamericana de Ciencias Sociales) en 1957, la escuela de sociología de la Universidad Católica fundada en el mismo año por el belga que se convertirá en el máximo exponente de la teoría de la marginalidad latinoamericana Roger Vekemans. El mismo Vekemans va a fundar la DESAL (Centro para el Desarrollo social de América Latina) y el CISOC (centro de investigaciones socioculturales). Las teorías de Vekemans y las instituciones en las que trabajaba, se van a convertir en los sustentos teóricos de la política de Promoción Popular desarrollada por el Gobierno de Eduardo Frei Montalva[4]. Más tarde, a la misma Pontificia Universidad Católica, va a llegar Franz Hinkelammert, teólogo y economista alemán, importante teórico de la teología de la liberación que va a unirse a la UC en 1963 y va a permanecer en Chile hasta 1973.

Por su parte, la Universidad de Chile había fundado ya en 1946 el Instituto de investigaciones Sociológicas pero que no va a tener un verdadero impulso hasta la década del 50 cuando Eduardo Hamuy se hace cargo de su dirección. En 1954 se va a crear el Instituto de Ciencias Políticas y Administrativas y la escuela de sociología de la U de Chile va a ser fundada en 1958. (Garretón, 2007).

El Concepción, el desarrollo de las ciencias sociales va a tener un derrotero similar, en los mismos años se funda el Instituto Central de Sociología y el Instituto de Ciencias Políticas y Administrativas. (Garretón, 2007)

En la década del 60 se van a fundar los dos centros de estudios de carácter nacional más importantes por el nivel de producción y debate intelectual, estos son el  Centro de Estudios Socioeconómicos (CESO) dependiente de la Universidad de Chile, que fue fundado en 1964 por el sociólogo chileno Eduardo Hamuy y el CEREN (Centro de Estudios de la Realidad Nacional), dependiente de la Universidad Católica creado en 1968. Ambos centros de estudio serán las instancias institucionales que recibirán a los intelectuales de distintas partes del mundo que se incorporan al debate sobre el proceso de desarrollo político, social y económico en Chile y América latina. 

El CEREN y el CESO desarrollarán sus respectivas publicaciones donde se van a verter las temáticas de preocupación de la época y los debates político intelectuales de un Chile en transformación, las revistas eran: Cuadernos de la Realidad Nacional,publicada por el CEREN desde en septiembre de 1969 y la revista Sociedad y Desarrollo, del CESO publicada desde 1972, las dos se editaban trimestralmente. La FLACSO también editó una revista que tenía por título Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales que comienza a circular en 1971.

Además funcionaban en Santiago una serie de otras instituciones internacionales como la FAO, ILPES, CEDEM, etc. o chilenas pero con apoyo internacional tales como ESCOLATINA, ICIRA, etc. que atraían profesionales de alta calidad de América Latina y  que luego ocuparon altos cargos en los gobiernos, varios de ellos incluso llegando a ser ministro tales como Paulo Freire y Almino Affonso[5].

Se había creado en el país y especialmente en Santiago, un ambiente intelectual constituido por un grupo de importantes instituciones que funcionaban sólidamente, contaban con presupuesto y tenían influencia en los procesos sociopolíticos nacionales. Los intelectuales que llegaban a Chile lo hacían invitados por los centros de estudio o instituciones de las ciencias sociales que, ante la falta de especialistas nacionales con trayectoria, importan cerebros. También estaban aquellos que expulsados o perseguidos en sus respectivos países por las dictaduras militares, elegirán a Chile como país para vivir su exilio.

Dentro de los primeros -importados por las universidades y Centros de estudios-  aparte de los ya nombrados atraídos por la CEPAL y Hinkelamert, Vekemans, que llegan a la UC, están Armand Mattelart que se desempeñará en la Universidad Católica y André Gunder Frank que llega a trabajar al CESO. Respecto al otro grupo, aquellos que encontraron en Chile un refugio contra la persecución política, están el argentino Tomás Amadeo Vasconi y el numeroso grupo de brasileños formado por Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos, Francisco Wefford, Vania Bambirra, Fernando Enrique Cardoso y Celso Furtado. La llegada de estos Intelectuales se dio desde 1966 a 1968[6].

Chile se benefició enormemente con los exiliados políticos de las dictaduras en varios países latinoamericanos que enriquecieron el pensamiento social en Chile y en América Latina. Las universidades chilenas tuvieron el buen criterio de abrirles las puertas, por ejemplo Theotonio Dos Santos llegó a ser Director del CESO. Muchos de los académicos exiliados latinoamericanos que llegaron a Chile durante el período lograron un empleo en las universidades chilenas o en las varias instituciones internacionales de las NNUU establecidas en Santiago[7].

Chile no era solo un espacio de confluencia de personalidades intelectuales sino también de grandes debates de época entre los cuales los más importantes eran los debates sobre el modo de producción en América Latina.

Este era un debate más bien dentro de la izquierda ya que la caracterización de América Latina como feudal o capitalista tenía claras implicaciones políticas para los partidos y movimientos de izquierda […] Otros debates giraban en torno a la Tercera Vía y la Vía No Capitalista o Comunitaria sobre el desarrollo, especialmente entre los militantes o simpatizante más radicalizados del Partido Demócrata Cristiano, […] había un debate sobre la marginalidad entre aquellos que estaban cercanos a la teoría de la modernización (influenciados por la sociología del desarrollo y específicamente por Gino Germani) y aquellos influenciados por el marxismo que tenían otra interpretación sobre la problemática de la marginalidad. […] El “Gran Debate” de la época fue, sin duda, el debate sobre la teoría de la dependencia. Su centro estuvo en Santiago de Chile aunque se dio en todos los países de América Latina en mayor o menor medida.[8]

En relación con estos extranjeros se formaron un grupo importante de intelectuales chilenos, muchos de ellos adquirirán renombre internacional y participarán en esta dialéctica colaboración-tensionamiento durante el gobierno de Allende, los más relevantes ligados a los centros de estudio ya nombrados serán Enzo Faletto, Cristóbal Kay, José Bengoa, Osvaldo Sunkel, Aníbal Pinto, Marta Harnecker, Clodomiro Almeyda, Eduardo Hamuy, Jacques Chonchol, Ricardo Ffrench-Davis, Tomás Moulian, Hernán Ramírez Necochea y Julio C. Jobet. Junto a ellos estaba un grupo importante de periodistas, escritores y artistas que formaron parte de la intelectualidad crítica de izquierda en el Chile de los 60.

En 1970, cuando el proyecto de la Unidad popular tras ganar las elecciones llega al gobierno, el debate intelectual, las instituciones y los intelectuales mismos ya tienen una larga e importante trayectoria que se pondrá al servicio de las transformaciones para la construcción del socialismo.

Tabla 1: Algunos Intelectuales en Chile periodo 1965-1973

NOMBRE

Nacionalidad

Profesión

Militancia

Medios y espacios en los que participa.

Vania Bambirra

Brasilera

Economista

Polop (Brasil)

Socialista

CESO

Ruy  Mauro Marini

Brasilero

Economista

POLOP

Mirista

CESO

Theotonio Dos Santos

Brasilero

Economista

POLOP

Socialista

Director del CESO en 1973

Marta Zabaleta

Argentina

Economista y

Cientista política

Mirista. Frente de mujeres revolucionarias.

 

Gladys Díaz Armijo

Chilena

Periodista

Mirista  Comité Central en los 70

Revista Punto Final

Luis Vitale

Argentino

Historiador

Mirista fundador del MIR.

Sale de la organización en 1969.

Revista Estrategia

Académico Universidad de Concepción.

Tomás Vasconi

Argentino

sociólogo

 

FLACSO, CEPAL, ILPES, CESO

 

Celso Furtado

Brasileño

Economista

 

Llega a la CEPAL en 1949 – hasta 1958 (es nombrado director de la división de desarrollo)

Enzo Falletto

Chileno

Sociólogo.

 

FLACSO (1958) como alumno, desde 1969 como docente.

Desde 1973, CEPAL.

Pablo González Casanova

Mexicano

Sociólogo

 

FLACSO presidente desde 1959-1965

Roger Vekemans

Belga

Sociólogo

jesuíta

Demócrata cristiano

Fundador de la escuela de Sociología de la Católica,  DESAL

Es la base de la política de promoción popular de FREI

Franz Hinkelammert

Alemán

Teólogo y

Economista

 

Llega a trabajar en el 63 a la UC, es teólogo de la liberación.

René Zavaleta

Boliviano

Abogado

Fue parte del Gobierno Boliviano de Víctor Paz Estensoro.

 

Rafaél Ruiz Moscatelli

Chileno

Escritor

 

MR2 (Mov. Rev. Manuel Rodríguez) el grupo se une al MIR, pero luego en 1972  abandona el MIR y se une al PS.

 

Cuadro de elaboración propia.

 

El rol del intelectual en la construcción del socialismo

Las transformaciones sociales y las tensiones políticas que se desenvuelven en la década del 60 en América Latina, exigen un intelectual comprometido con dichos procesos. Las tareas de estos intelectuales van a adquirir una importancia radical ya que las reflexiones y debates impactan directamente sobre las políticas de estado. Si bien el grupo de expertos ligados a la CEPAL pueden ser considerados una intelligentsia latinoamericana, la definición bajo esos marcos de los intelectuales durante la Unidad Popular es más compleja ya que no son meros reproductores o articuladores de un proyecto socialista sino que los intelectuales de izquierda en los años 1970 y 1973 van a ser pensadores de un proyecto inédito, la construcción del socialismo bajo un régimen democrático. Así, se convertirán en intelectuales revolucionarios no por adscribir al gobierno de Salvador Allende, sino por pensar otro horizonte posible.

Si bien desde la segunda mitad de los años 60 hasta 1973 la producción intelectual con sede en Santiago de Chile será la más fructífera de todo la historia del continente (Devés, 2007), pesa sobre dichos intelectuales el estigma de la parcialidad o la observación militante, como si eso fuera el pecado original de los intelectuales del cual se han redimido al pasar a ser tecnócratas de las nuevas democracias. 

[…] Hay que mencionar que a partir de aproximadamente 1980 los tiempos no han resultado propicios para los intelectuales convencionales de izquierda, quienes aparte de pronósticos errados, fomentaron asimismo una atmósfera proclive al dogmatismo y a las falsas Ilusiones. Basta aquí recordar que los intelectuales de la izquierda radical chilena, que tenían una propensión apocalíptica, coadyuvaron probablemente al fracaso del gobierno de Salvador Allende en Chile (1970-1973) y, por consiguiente, a la instauración de una dictadura militar. (Hofmeister y Mansilla, 2003, 19)

El juicio que se levanta sobre los intelectuales de izquierda es el mismo que se hace sobre militantes y organizaciones populares. Utilizando la lógica instalada por la teoría de los dos demonios se termina justificando el golpe como una reacción inevitable a la polarización del país. Sin negar la adscripción de los intelectuales de época a los partidos políticos, resulta totalmente artificioso señalar que esa adscripción limitaba su tarea intelectual, lejos de eso, estos intelectuales fueron capaces de elaborar sendas teorías bajo las tensiones y urgencias del momento. La teoría de la dependencia, la teología de la liberación, los planteamientos sobre educación popular, son expresiones del máximo genio continental que se constituye en la década aludida. (Devés,  2003)


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El proceso de institucionalización de las ciencias sociales en la década del 60 en Chile, (Garretón, 2007) y las críticas al capitalismo y a los modelos de desarrollo latinoamericano, van a construir un intelectual que manteniendo las características del intelectual clásico, ese del Caso Dreyfus, se convierte también en un experto y a veces en un técnico. Era un pensador y a la vez un profesional. (Lozoya, 2013)

Alburquerque define al intelectual como:

 […] aquel individuo perteneciente al ámbito de la ciencia, del arte, del pensamiento o de la cultura que se dedica a pensar, comprender y explicar la sociedad en que vive, debiendo transmitir el resultado de su reflexión a un público determinado [es un] sujeto portador de un poder específico, que lo dota de un estatus que lo habilita para dialogar con otros entes también en posesión de poderes determinados (Alburquerque, 2011, 9).

Tomando esta definición general respecto al intelectual nos preguntamos ¿cuál es la particularidad de los intelectuales vinculados al proyecto de la Unidad Popular?, ¿cuál era el rol que el gobierno de Salvador Allende le asignó a los intelectuales y cuál es la visión que ellos mismos tenían de su aporte a la construcción del socialismo?

El primer número de la revista del CEREN, Cuadernos de la Realidad Nacional, consigna las intenciones de los intelectuales que trabajan en dicho centro. En el texto de Jaques Chonchol[9] define el carácter y objetivos del CEREN señalando, que el centro está formado por un grupo de intelectuales que conforman un equipo interdisciplinario que deberá cumplir con la misión de “pensar en términos de futuro la sociedad chilena” (Chonchol,  1969)

Si bien en la definición más clásica de intelectual hablamos de un sujeto que interpela a la sociedad, la confluencia del carácter profesional y crítico en los cientistas sociales de los años 60´s permite definirlos desde una perspectiva revolucionaria. Los intelectuales latinoamericanos, pasaron de ser funcionarios de estado bajo el paradigma desarrollista a pensar en la transformación revolucionaria. De ser “los empleados del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político” (Gramsci, 1960, 16) pasaron a cumplir la función de imaginar la ruptura, a pensar cómo superar la institucionalidad burguesa para transitar hacia el socialismo[10].

Michael Lowy, a propósito de un estudio que realiza analizando el caso de Lukacs y tratando de dar respuesta a la adhesión de los intelectuales a la lucha proletaria, se pregunta “¿por qué una parte significativa de los intelectuales se vuelve radicalmente opuesta al capitalismo y termina por adherirse al movimiento obrero y a la Weltanschauung marxista?” (Lowy, 1978, 7). Para el autor, sin duda, no son las determinantes socioeconómicas las que hacen que este grupo específico, perteneciente a la burguesía adopte el ideal popular. Utilizando las propias reflexiones de Luckas, Lowy va a señalar que:

[…] los intelectuales por su alejamiento de la producción material y sobre todo por la naturaleza misma de su categoría social (definida por su papel ideológico) son el grupo de la sociedad para el cual las ideologías y los valores tienen la mayor importancia y el peso más decisivo. En consecuencia, nadie, más que los intelectuales, ha “tomado en serio” los principios, valores e ideales del humanismo burgués, del Renacimiento a la filosofía de las Luces y al idealismo clásico alemán. Ahora bien, como lo muestra Lukács, la burguesía se ha visto obligada, una vez en el poder, a actuar en contradicción con su propia ideología, a negar, degradar y abandonar en la práctica los valores que no había dejado de proclamar como suyos. (Lowy, 1978, 9).

El grupo de exiliados brasileños en su mayoría ya había vivido esta adscripción al proceso revolucionario. En el caso de Vania Bambirra, Theotonio Dos Santos y Ruy Mauro Marini habían sido militantes de la Organización Revolucionaria Marxista Política Obrera (POLOP) teniendo que exiliarse una vez ocurrido el golpe militar en Brasil. En Chile, Theotonio Dos Santos se va a convertir en militante del Partido Socialista y Ruy Mauro Marini en militante y parte de la Dirección Nacional del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR). En el caso de los intelectuales de esta época, su vinculación al proyecto socialista era más que un ideal abstracto, era un compromiso militante.

Pese a esta adscripción de los intelectuales al proyecto socialista, había diferencias respecto a cómo ellos se veían dentro del proceso y cómo los consideraba el resto de los actores políticos, el análisis en retrospectiva que hace Theotonio Dos Santos nos ilustra un poco dicha situación:

Ruy [Mauro Marini] es el que quedó ligado a la Dirección del MIR,  yo en el Partido Socialista no estaba en la Dirección, pero tenía relación muy fuerte con la dirección, yo era militante del partido, pero considerado como tal hasta cierto punto, porque había  muchos [que] llegaban y me decían el compañero intelectual. Creo que era más una restricción, es decir, era militante pero, era intelectual, así que hay que verlo de manera especial.[11]

La lectura dogmática del marxismo hecha por militantes de diversas tendencias en América Latina, entrega una visión despectiva de los intelectuales. Son calificados como aquellos que “piensan la realidad cuando de lo que se trata es de transformarlas”. En el caso por ejemplo, de la experiencia del PRT-ERP argentino, en su publicación Estrella Roja, cuando se rendía homenaje a algún intelectual caído en combate lo que se rescataba de él era su origen humilde o el proceso de proletarización que había vivido, para la guerrilla argentina, el intelectual no tenía un valor en sí mismo. 

Esta visión la reforzaba Regis Debray en un documento publicado por la revista Punto Final. “¿Qué privilegio, qué derecho tendrá de por sí el trabajador intelectual sobre el trabajador manual para apartarse de la lucha de todos los trabajadores contra la explotación? ¿Para el intelectual la eternidad celeste y para el militante comunista el sudor estéril y la fragilidad terrenal?”[12]

Estas preguntas eran respondidas por Debray poniendo de ejemplo la experiencia de la Revolución Cubana donde “en la Formación del Hombre nuevo nadie está por encima de nadie. El obrero además de trabajar tiene en Cuba el privilegio de estudiar: el intelectual, además de estudiar tiene el privilegio de ir al trabajo productivo.”[13]

Distinto es el caso del proceso chileno. El MIR desarrolló una política hacia los intelectuales, así estaban los que participaron en su fundación, como el caso del historiador Luis Vitale, y los que más tarde fueron parte de su dirección, como Ruy Mauro Marini, estaban también los que sin ser militantes colaboraron en la elaboración de pensamiento propio y lectura de la realidad. Desde 1969 hasta 1973 el MIR cuenta con un grupo de intelectuales colaboradores, algunos de ellos militantes, otros no (Pascal, 2003). Estos intelectuales van a recoger en sus análisis y debates la tensión política del periodo, la que se hace cada vez más aguda y más necesaria de discutir durante los años de la Unidad Popular, los intelectuales no crean la contradicción, la contradicción se desarrolla en el seno mismo del proceso político, ellos solo tratan de imaginar la salida:

El combate intelectual era muy importante porque los chilenos no son espontaneístas como el resto de Latinoamérica que tiene un grado de espontaneidad que tiene que haber. Siempre tuvieron una búsqueda de cálculo político y en eso eran muy buenos en general todos. Si hago esto voy a conseguir esto, por lo tanto yo tengo que cuidar de esto, entonces no se adoptaba una actitud así por tomar. No, todo era calculado, lo que permitía incluso cierto grado de discusión razonable, lo que era importante en un proceso nuevo de la dimensión del chileno tenía que haber ese diálogo.[14]

A diferencia de la experiencia argentina, donde los intelectuales en el periodo 1930-1976 salían de la institucionalidad estatal cuando éste los perseguía refugiándose en espacios alternativos y de poca influencia sobre el estado y las masas (Sigal, 1991), el intelectual en Chile posee centralidad en la política y actúa desde una institucionalidad reconocida por los actores políticos. Las instancias institucionales, universidades estatales, centros de estudio y  organismos de carácter continental, van a darle una tribuna fundamental para influir en la construcción de las transformaciones. Desde esa tribuna colaboran con el gobierno de la Unidad Popular o lo tensionan adscribiendo al salto revolucionario. En esos debates, la violencia y la construcción del Poder Popular serán parte de las temáticas a discutir. Muchos de los que abogaban por una radicalización de los procesos no eran sujetos marginales, aventureros o extremistas, eran la elite político-intelectual latinoamericana residente en Chile.

Intelectuales allendistas e intelectuales socialistas. ¿la traición de los intelectuales?

La traición es un concepto que en los últimos cuarenta años en Chile se ha hecho bastante recurrente, se utiliza para calificar el liderazgo de Augusto Pinochet -hombre de confianza de Salvador Allende- en el golpe que ocasionó la caída del gobierno popular y el suicidio del Compañero Presidente. Se utiliza más ampliamente también, contra las Fuerzas Armadas que traicionaron el constitucionalismo chileno, lo que sería en definitiva una traición a la patria. Sin embargo se ha utilizado de igual manera contra los derrotados, es decir, contra socialistas, miristas, mapus y contra el movimiento popular.

La traición a Allende es uno de los argumentos levantado desde quienes siguen interpretando la historia desde los grandes personajes. En esta interpretación, Allende encarnaría la tradición republicana y democrática chilena y habría sido traicionado por sus compañeros del partido socialista, por el MIR -formado por un grupo de muchachos muy cercanos al presidente- y por el pueblo que quiso construir un poder paralelo al del estado. En esta traición caben también los intelectuales de izquierda, aquellos que –citando una vez más a Mansilla- “tenían una propensión apocalíptica [y] coadyuvaron probablemente al fracaso del gobierno de Salvador Allende en Chile y, por consiguiente, a la instauración de la dictadura militar” (Mansilla 2003,19).

Esta interpretación ha sido levantada desde la propia izquierda que “resignificó” en el exilio europeo luego del golpe, el marxismo, el socialismo y el futuro político chileno[15]. (Jocelyn-Holt, 2003)

Bajo esta perspectiva y utilizando en una acomodaticia interpretación el análisis de Julien Benda, los intelectuales habrían –al igual que el resto de la izquierda- subordinado el valor superior de la democracia y de la institucionalidad chilena a los intereses mezquinos de una masa radicalizada y violenta. La traición a Allende sería también traición a la democracia, Allende habría muerto por la democracia.

¿Cómo habrían participado los intelectuales de dicha traición?

Los cientistas sociales chilenos y extranjeros, protagonistas en el gobierno de la Unidad Popular no concentraban sus esfuerzos en la defensa del gobierno de Allende, tampoco en la conservación de la democracia, estaban discutiendo e imaginando otro horizonte posible, estaban pensando en la construcción del socialismo desde las problemáticas que enfrentaba la experiencia de tránsito pacífico que se experimentaba en Chile. Allende era parte del proceso, no era el proceso.

Durante el gobierno de Allende un grupo importante de intelectuales asumirán labores políticas y técnicas al interior del Estado. Ejemplo de ello son Jacques Chonchol, Pedro Vuskovic[16] y Clodomiro Almeyda. La falta de expertos al interior de los partidos determinó que muchos académicos se incorporaran a la administración pública. Por otra parte, artistas y escritores pasaran a integrar el sustento propagandístico del gobierno. La cultura de izquierda llenaba el ambiente. No obstante la hegemonía cultural e ideológica de la izquierda, el gobierno popular verá la luz en un clima de contradicción y violencia que tendrá como desenlace el golpe militar de septiembre de 1973. Este desenlace ha sido interpretado como producto de la resistencia y sabotaje que las fuerzas conservadoras realizaron en contra del gobierno de Allende o como la incapacidad de la Unidad Popular de dar el salto al socialismo. Si analizamos el gobierno de la Unidad popular como un momento crítico en la historia de Chile, ambas son complementarias y forman parte de la dialéctica del periodo. 

Los intelectuales residentes en Chile influidos por el marxismo, debían interpretar la realidad y leer las posibilidades de la construcción socialista. Se daba en Chile un fenómeno inédito que era la asunción al gobierno de un socialista por vía institucional, ¿era el gobierno de Allende un tránsito pacífico hacia el socialismo? o era más bien una oportunidad para construir el Poder Popular que rompería finalmente con la institucionalidad burguesa e instauraría la Dictadura del Proletariado.

Los intelectuales de los centros de estudios más importantes, el CEREN y CESO, se reunirán en 1971 para debatir este y otros temas referentes a la construcción del socialismo. El Seminario llevó por nombre “Transición al socialismo y experiencia chilena”[17] y la discusión se dio entre intelectuales de renombre, nacionales y extranjeros.

Las ponencias editadas luego en un libro, van a tener una presentación firmada por Roberto Pizarro Director del CESO y Manuel Antonio Garretón Director del CEREN, donde se quejan de la “lamentable ausencia de los dirigentes de las organizaciones obreras, […] la ausencia de los personeros más representativos de las corrientes políticas chilenas, con algunas notables excepciones, y la presencia solo esporádica de los representantes de gobierno, que no participaron mayormente en el debate propiamente tal” (Baso y otros 1976, 8). Pese a las exigencias críticas del momento la discusión del symposium se mantuvo en la abstracción.


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El problema del poder fue el primer tema a debatir y se enfrentaron posiciones que planteaban la toma del poder como etapa inicial de la revolución o como la culminación de ella, la temática permitió refutar los argumentos de Paul Sweezy por Lelio Basso que abogaba por la toma del poder como culminación del proceso revolucionario que en Chile ya estaba en tránsito. En la temática también intervinieron Kalki Glauser, joven intelectual vinculado al CEREN, antiguo militante del Partido Comunista que junto un grupo de jóvenes abandonó el partido para sumarse al MAPU en 1971, la italiana Rossana Rossanda y Marta Harnecker vinculada al CESO.

La problemática económica en el caso chileno, la Reforma Agraria y las perspectivas en el estudio del socialismo fueron los otros temas a debatir. Las intervenciones de tipo conferencia y los comentarios a éstas, fueron hechos por los principales integrantes de las instituciones convocantes y las reflexiones integraban elementos teóricos con descripciones y análisis de la política y tensiones a un año de la Unidad Popular. Los intelectuales se reunían a debatir respecto al carácter de la Unidad Popular y proyectar el procesos chileno, los que estaban ahí se sentían con la responsabilidad de diseñar el tránsito al socialismo, no era una debate desde la superioridad del saber sino desde la necesidad de la construcción.

El análisis lógicamente se hacía en base a la teoría marxista y el debate incluía el intento por utilizar “de manera correcta” las categorías del filósofo para hacer una lectura adecuada de la formación económico-social chilena. Este interés por la interpretación desde el marxismo era uno de los sellos del pensamiento de la época y que determinó que en los años 60 los grupos de lectura de El Capital proliferaron en América Latina, el mundo y por supuesto Chile. “Hubo un momento en víspera de la victoria de Allende que casi en todas partes se leía El Capital”[18] 

Las lecturas del marxismo estaban influenciadas por distintas escuelas de pensamiento, una de ellas fue la de la militante socialista e investigadora del CESO Marta Harnecker quien formada bajo la influencia de Althusser, educó a varias generaciones de intelectuales marxistas. Las críticas entre corrientes del marxismo eran tantas como las críticas entre partidos de izquierdas, Theotonio Dos Santos, por ejemplo, va a manifestar una postura críticas a la corriente althuseriana de lectura del marxismo, según él “la mentalidad de Althusser era muy poco dialéctica a pesar de haber contribuido para relativizar mucho el análisis marxista. Él quería poner de un lado la parte teórica y de otro la parte empírica en lugar de juntarlas. […] Marx si desarrolla la parte empírica en ciertos momentos de su análisis, la parte empírica ilustraba realmente una base teórica, entonces no es posible poner la teoría primero y luego los ejemplos.[19]

En enero de 1973 se realizó el segundo seminario que congregaba a los intelectuales del CESO y el CEREN, éste llevó por título “Seminario Internacional. Estado y Derecho en un Periodo de transformación”. Pese a que existía la intención de publicarlo en forma de libro al igual que el primero, el golpe impidió ese cometido.

El resumen de las ponencias más la convocatoria, serían publicadas en los Cuadernos de la Realidad Nacional del CEREN en su número 16 de junio de 1973. La convocatoria hacía alusión a la agudización de los antagonismos que estaba viviendo el país y señalaba que el desarrollo de Chile no era cuestión de mayor o menos violencia. El resto de las intervenciones están recogidas en forma de actas y se desprende de su lectura que existen más dudas que certezas respecto al futuro no solo del gobierno de Allende, sino de cómo construir el socialismo.

Este diálogo entre pares no va a ser la única preocupación de los intelectuales de izquierda, el interés por influir en las masas va a instarlos a escribir en algunos medios de comunicación. Los intelectuales militantes van a entender la importancia de éstos para lograr dos objetivos: el diálogo y convergencia de las fuerzas de izquierda y la divulgación de los ideales socialistas al pueblo.

Las revistas fueron uno de esos espacios no académicos donde los intelectuales difundían sus tesis sobre el desarrollo y su visión sobre los acontecimientos políticos contingentes. Eran pensados como medios de comunicación masivos, que si bien tenían el carácter de revistas políticas, no están restringidas a la comunidad de expertos disciplinarios sino a la masividad de quienes hacen o piensan la política. Revistas como Chile Hoy y Punto Final van a ser una especie de mediación entre los intelectuales y las masas y representan expresiones distintas del debate que se da en Chile. En ambas revistas participan importantes intelectuales chilenos y extranjeros.

Pese a que, como decíamos, ambas son revistas políticas, la Revista Punto Final se inserta en un periodo más largo y por eso sus formas y contenidos van cambiando a la par de las transformaciones políticas chilenas aunque manteniendo su línea editorial. Su temática era la revolución mundial y por eso destacaban en cada edición los documentos y declaraciones de las distintas organizaciones armadas de América Latina u otros continentes. Era una revista militante, de propaganda política más que de debate. (Fernández, 2011)

 La Revista Chile Hoy, surge en la coyuntura crítica del año 1972 y los temas van a estar asociados a los problemas de dicha crisis para la Unidad Popular, a diferencia de Punto Final, sus temáticas van a girar en torno a la especificidad de la construcción del socialismo en Chile. Por quienes escriben en ella, Chile Hoy tiene un carácter más intelectual y de debate político-teórico.

Las revistas también van a permitir la confluencia de los cientistas sociales analizados hasta ahora con otros intelectuales como periodistas y escritores. Además, la amplitud de temas les permite intervenir en otros debates que se están dando fuera de los espacios académicos y así participar de manera más directa de la contingencia política.

Desde otra perspectiva, las revistas son soportes comunicacionales que permiten a los intelectuales interactuar con la realidad política más allá de la institucionalidad, permitiéndonos reconocer opiniones y debates en torno a dos temas que nos interesa relevar: la violencia y la construcción de Poder Popular. 

La Revista Punto Final se comienza a editar en 1965 bajo la dirección de Mario Díaz Barrientos y su redactor Manuel Cabieses. Ambos más tarde se van a convertir en militantes del MIR. Se define como un medio democrático y de avanzada al servicio de las masas como protagonistas de la historia. Los nueve primeros números son monográficos y desde el número diez comienza a ser una revista con secciones. Desde 1960 los cientistas sociales hasta aquí destacados, se incorporan a las ediciones de manera regular.

La revista pone énfasis en las experiencias guerrilleras de América Latina por lo que destacan los artículos de análisis y promoción de la lucha armada. La violencia revolucionaria va a ser entonces, el tema recurrente en la Punto Final convirtiéndose  ésta en un medio para la instalación de la discusión sobre la necesidad de la violencia.

Las discusiones sobre la estrategia revolucionaria que instala la Revolución Cubana, entronca con las discusiones sobre el desarrollo que ya se daban en el continente y con la llegada de importantes intelectuales militantes a Chile desde 1966. Estas discusiones se van a desarrollar no en los márgenes de la política y la institucionalidad, sino en su centro.  A diferencia de lo que plantea la teoría de los dos demonios, tan reeditada por estos días, la violencia no fue un fenómeno marginal o un instrumento reivindicado por extremistas de uno y otro lado. La violencia estaba en el centro de la política (Goicovic, I 2000). Esto porque el periodo del que hablamos está inserto en un ciclo de violencia donde desde distintos sectores de la sociedad chilena le disputan al estado el monopolio de la violencia, logrando en este trayecto legitimar su uso (Lozoya, 2013).

Los intelectuales que participan en la revista Punto Final de manera permanente, son en su mayoría militantes del MIR y el Partido Socialista, había en estas organizaciones una reflexión en torno a la violencia que se refleja en los artículos y documentos publicados.

Punto final era la revista de los guerrilleros, del MIR directamente, de los ELENOS también y todos los que estaban por la lucha armada y de los procesos que tomaban esa dirección, entonces Punto final era muy importante porque mostraba documentos de otros lugares donde había que apoyar la lucha armada porque estaban en el proceso etc, pero no era una reflexión sobre el proceso chileno, ellos fueron por ejemplo los que hicieron la primera divulgación del libro del francés Regis Debray[20].

Pese a que no era una revista del MIR, la organización difundía sus comunicados a través de este medio, la filiación política de su director y muchos de sus redactores, facilitaron la materialización el objetivo miristas de ampliar los espacios de difusión de su política. La apuesta de los periodistas de Punto Final por elaborar un medio de comunicación que llamara a la transformación los convierte en intelectuales y no en simples comunicadores o relatores de la contingencia.

Tabla 2: Intelectuales vinculados a la revista Punto Final de manera
permanente en el periodo 1965-1973

Nombre del intelectual y oficio

Militancia Política

Actividad

Destino luego del golpe

Manuel Cabieses

Periodista

MIR

Redactor de PF

Director desde 1966.

Se exilia en Cuba y luego vuelve clandestino a Chile.

Augusto Carmona

Periodista

MIR

 

Miembro del equipo de redacción de P.F.

Dirigió el correo de la resistencia órgano del MIR.

Muerto acribillado en 1977

Augusto Olivares Becerra

Periodista

PS

Fundador de PF miembro del equipo de redacción.

Director General de TVN durante la UP

Se suicida en una oficina en la moneda el 11 sep 1973.

Jaime Faivovich

Abogado

PS

Miembro del equipo de redacción de PF hasta su muerte. Intendente de Santiago durante la UP.

Muere en el exilio en México

Fernando Mires

Profesor de Historia

MIR

Consejo de redacción

Se exilia en Alemania

José Carrasco

Periodista

 

  MIR

Se integra en 1970 a PF

Asesinado por la dictadura en 1986

Julio Huasi

Periodista y poeta Argentino

Simpatizante

mirista

Colaborador de

Punto Final

Se exilia en argentina luego del golpe y luego a Madrid. Se suicidó 

Hernán Lavin Cerda

Poeta Chileno

 

Colaborador

De Punto Final

Exilio en México

Cuadro de elaboración propia.

No obstante la línea editorial legitimadora de la violencia revolucionaria, la violencia sin sentido político es condenada. La revista destina varios artículos y discusiones respecto a las acciones de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP)[21] y otros grupos que estaban operando en el momento. Punto Final a través de estos análisis rechaza la violencia sin evidente objetivo político y curiosamente ocupa el mismo calificativo que el Partido Comunista chileno usará contra ellos, es decir, que a través de uso de la violencia estos grupos le estaban “haciendo el juego a la derecha”.

Los cientistas sociales comienzan a escribir en la revista en los años de máximo apogeo del ambiente intelectual chileno. Desde 1969 se hacen recurrentes los escritos de André Gunder Frank y Gladys Díaz militantes del MIR. El primero fue uno de los más insignes exponentes de la Teoría de la Dependencia y sus escritos en PF, así como los de Díaz en, van a estar dedicados a los análisis de economía política aplicados a la realidad chilena.

Quién también escribía era Vania Bambirra, economista brasileña y militante de la POLOP hasta 1966. Sus temáticas en la revista son respecto a la mujer y es reconocida por las feministas de la época como una de ellas[22]. Su trascendencia va más allá, porque en 1970 Bambirra va a editar un libro titulado “La revolución cubana una interpretación” y  “Diez años de insurrección en América Latina” donde se critica la concepción foquista de la revolución entrado en debate con Debray y convirtiéndose en inspiradora de las concepción estratégica del MIR.

En julio de 1973 Punto Final va a publicar un artículo titulado “A crear Nueva Institucionalidad” en el que señalaba: 

Ya es hora de aplicar un correctivo aleccionador y como única receta, se ve cada vez con mayor urgencia, que este no puede ser otro que el que surja del propio pueblo a través de una acción coordinada, expresión del poder de las masas. Es el tiempo de la dictadura popular, pero de una dictadura basada en las organizaciones de masas de la clase trabajadora apoyada en los sectores patrióticos de las fuerzas armadas.

A esta dictadura popular, así integrada debe corresponder crear una nueva institucionalidad, una institucionalidad revolucionaria[23].

Los intelectuales ligados a Punto Final tensionaban al gobierno de Allende, abogaban por la superación de la democracia burguesa y frente a la crisis planteaban la instauración de la Dictadura del Proletariado.

La Revista Chile Hoy se edita desde junio de 1972 hasta septiembre de 1973, es un semanario por lo que a pesar de su corta duración salen a circulación una gran cantidad de números. El comité editor estaba compuesto por Jaime Barrios, Theotonio Dos Santos, Pío García, Marta Harnecker, Ruy Mauro Marini, Alberto Martínez y Enrique París. La Directora era Marta Harnecker y los redactores eran  Germán Marín, Jorge Modinguer, Victor Vaccaro y Faride Zerán.

Quienes dan cuerpo a esta revista son intelectuales que tienen ya un espacio de difusión de sus investigaciones en las revistas especializadas de los centros de estudio en los que trabajan (principalmente el CESO), la revista entonces, cumpliría objetivos distintos a aquellas publicaciones académicas y buscaba principalmente ser un espacio de unidad de la izquierda. “Ruy Mauro Marini entró en representación del MIR, no oficialmente, pero había gente del PC, gente del Partido Socialista, dos personas del partido, del MAPU y del MIR”[24].

La revista Chile Hoy, se va a constituir como un medio, un instrumento para la instalación de los temas respecto a la construcción del socialismo en el marco de la vía chilena. El contexto en el que se comienza a editar es de crisis de la Unidad Popular y los intelectuales por lo tanto, se dan a la tarea de pensar y debatir cómo construir el socialismo desde dicha crisis. En esa línea no fue un medio de propaganda de las acciones del gobierno tal como lo eran Puro Chile o el Clarín[25], sino un espacio de debate político y de tensionamiento del proceso.

Los textos de los intelectuales brasileños Theotonio Dos Santos y Ruy Mauro Marini eran un análisis de la coyuntura semanal que abría la revista en la sección “Comité editorial” donde también escribían en semanas alternas Marta Harnecker y Pío García. En los reportajes a fondo de las páginas centrales, se trataban los temas más álgidos que enfrentaba en esos años la UP como las tomas de fábricas, la implementación de la  Escuela Nacional Unificada[26], el rol de la prensa de izquierda, entre otros. Esos reportajes eran abordados por Marta Harnecker, Faride Zerán o Victor Vaccaro en su mayoría.

Estos artículos y análisis se daban en paralelo a las discusiones de estos mismos intelectuales en sus espacios de trabajo profesional pero con otro tono. Las referencias a textos y autores daban paso al análisis de los problemas concretos de la organización popular, de la economía o el abastecimiento. La Revista Chile Hoy va a masificar las preguntas sobre el poder y las discusiones en torno a la problemática económica, la reforma agraria y la transición al socialismo.

Los intelectuales más radicalizados que escribían en Chile Hoy fueron lo que venían ya de una experiencia guerrillera en Brasil pero que además, habían vivido el golpe de estado en su país y temían que la crisis de la Unidad Popular se convirtiera en una segunda derrota.

La reacción conservadora era evidente y los rumores de golpe ya eran gritos, en este contexto se convirtió en central el debate sobre el poder, más bien sobre la creación del Poder Popular. En esta discusión se enmarcan los artículos de Theotonio Dos Santos “Sobre la Dualidad de poderes” y Pío García “La vía democrático Revolucionaria”. A otro nivel de la discusión, se analiza el poder inmediato de decisión que estaba haciendo efectivo los trabajadores en las empresas tomadas, tema analizado por Ruy Mauro Marini[27].


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En el artículo ya mencionado de Theotonio Dos Santos, éste se pregunta sobre la existencia de dos poderes en Chile de la UP, uno en el gobierno con una fuerte oposición y otro en el pueblo. Reflexiona respecto a esta situación en la Revolución Rusa y otras experiencias históricas y señala que la superación siempre ha sido a través de la emergencia de las fuerzas revolucionarias que derrotan a las burguesas reformistas. “La existencia de un gobierno popular permite que este Poder Popular sea apoyado desde arriba, sea legitimado y sea por fin legalizado a través de una mayoría parlamentaria, que cree un nuevo tipo de asamblea del pueblo, que podrá constituirse en gran parte con diputados o representantes de estas nuevas formas de poder”[28]. Dos Santos invierte la relación Pueblo-UP, no es el pueblo el que debe apoyar a Allende o el proyecto de la UP, sino que es el gobierno el que debe apoyar y permitir la constitución del Poder Popular.

Dos Santos es crítico de la visión de poder que tenía Salvador Allende, según él, Allende veía que durante su gobierno se estaba desarrollando un poder dual, veía el poder popular como contradictorio con el gobierno que él dirigía. Para el intelectual brasileño, el tránsito al socialismo requería de la construcción de un solo poder que tuviera dos expresiones, la institucional y la popular. A su juicio, la interpretación de Allende respecto al poder era coherente con la tradición de la izquierda latinoamericana que desconfiaba de los trabajadores[29]

En la Misma línea de Dos Santos, Ruy Mauro Marini en abril del 73 publica un artículo a propósito de la implementación de la ENU donde plantea que la forma en que el gobierno debe actuar para materializar su proyecto educativo, es fomentando la construcción de Poder Popular. Escribe:

Asumir plenamente su papel de conducción en los Consejos Locales de Educación significa, pues, para la clase obrera, crear una herramienta más para atraer a su campo a los pequeños burgueses pobres y reforzar su alianza con las capas explotadas del pueblo. Significa, igualmente, extender su papel de vanguardia a otro frente de la lucha de clases, de la cual ni uno solo debe estar excluido de su dirección vigilante y combativa. Significa, por sobre todo, avanzar en el proceso de creación de los órganos de poder popular, sobre cuya base el proletariado edificará mañana una sociedad constituida bajo el signo del progreso, la justicia y la libertad[30].

La profunda resistencia materializada en marchas y manifestaciones en contra de la ENU que afecta al gobierno de Salvador Allende era, a juicio de los intelectuales, solo posibles de superar con la acción del pueblo. Así, la creación de los Consejos Locales de Educación debía materializarse antes de la implementación de la ENU. Era el pueblo, y no solo el gobierno, el que tenía que darle curso a la política educativa de Allende.

Ya en octubre de 1972, el gobierno de la UP comienza a entrar en una crisis profunda. A las constantes protestas, el desabastecimiento y la inflación se suma el paro de los camioneros. Lejos de alarmarse o proponer medidas de retroceso, los intelectuales debaten sobre cómo dar el salto hacia el socialismo, la crisis era vista por algunos de ellos como una oportunidad.

En un artículo titulado “Bendita crisis”  Dos Santos luego de hacer un análisis de la crisis económica del país, compararla con las crisis económicas del capitalismo y estableciendo sus claras diferencias plantea que:

el aumento de consumo de las masas crea una presión por una solución positiva de la crisis, aumenta la capacidad de movilización, crea una conciencia aguda de las debilidades del sistema productivo actual y de los obstáculos que representa la propiedad privada de los medios de producción. Se abre así una situación favorable a una amplia movilización de masas en torno a cuestiones concretas de corte nítidamente socialistas. En resumen: se pone en tensión todas las fuerzas productivas del país y el capitalismo dependiente salta en pedazos bajo la presión económica y política de las masas ¡Bendita Crisis![31]

El capitalismo no podía dar solución a las exigencias del pueblo, lo lógico entonces era acelerar el paso hacia el socialismo donde las fuerzas productivas se podrían desarrollar de manera más eficiente, sin los límites de la propiedad privada. Las tomas de fundos y de fábricas eran coherentes con ese proceso, el salto hacia el socialismo debía superar la institucionalidad burguesa. La tarea era entonces la creación del Poder Popular, no para sabotear el gobierno de Allende, sino para ser el sustento del salto hacia el socialismo.

 Los intelectuales, al igual que los partidos de izquierda más radicales, sabían que había dos posibilidades para el proceso chileno, una era acelerar el tránsito hacia el socialismo superando la institucionalidad democrática, la otra, mantener la institucionalidad y confiar en que la derecha y las Fuerzas armadas respetarían la democracia. 

 

Conclusiones

En el Chile de la Unidad Popular, los debates políticos e intelectuales confluían en espacios comunes. Estos espacios se habían constituido desde los años 50 y convirtieron al país en el centro del pensamiento latinoamericano que albergaba a intelectuales de destacada trayectoria. 

Muchos de ellos eran intelectuales comprometidos y militantes en su periodo de máxima producción que, en paralelo, pero también en relación con sus investigaciones académicas, llevan a cabo la discusión sobre cómo construir el socialismo. Son los años gloriosos del pensamiento latinoamericano, donde las tesis creadas desde Chile –como la teoría de la dependencia- alcanzan relevancia mundial. Los intelectuales de los que hablamos provenían de distintas partes del mundo y encontraron en Chile una institucionalidad académica sólida que los recibiera y un clima de transformaciones políticas que hacía estimulante la estadía. De éstos, el grupo más importantes en número fueron los brasileños que luego del golpe militar contra el gobierno de Joao Goulart, se exilian en nuestro país.

Los brasileños venían de un espacio intelectual robusto y de una experiencia política intensa y traumática. Estos elementos confluirán para que en Chile piensen la realidad latinoamericana, elaboren teoría y también participen de la construcción política de la época.

El Gobierno de Salvador Allende va a convertir a Chile en un laboratorio social. Las expectativas generadas a nivel mundial con esta experiencia, la adhesión popular al gobierno y el predominio de la teoría marxista para analizar la realidad, generaban la necesidad y la posibilidad de pensar el proceso de manera “científica”, había que pensar el socialismo.

La vía chilena era vista como de “tránsito” hacia el socialismo por lo que la utopía igualitaria era un proyecto abierto, sin programa aun. Los intelectuales sentían que debían ser protagonistas en la elaboración de dicho proceso, no estaban pensando en cómo mantener el gobierno de Allende, estaban pensando cómo construir el socialismo. Esa elaboración intelectual, no se hizo desde la imparcialidad sino desde las militancias y compromisos políticos de cada uno.

En el ambiente intelectual se vivía las mismas contradicciones que en el resto de la sociedad y, como el resto de la sociedad chilena, también tensionaban el proceso, tensionaban a la Unidad Popular, tensionaban a Allende.

Los intelectuales que debatían desde sus centros de estudio, congresos académicos y revistas políticas, no tenían la obsesión por la democracia que existe hoy en ausencia de otras utopías, tampoco estaban preocupados por proteger y cuidar a Allende. La democracia y el Allendismo no eran valores en sí mismos, lo que les preocupaba era la construcción del socialismo ¿es eso una traición a Allende?  

La crisis que vivía el país durante el gobierno de la Unidad Popular era leída por estos actores como un momento de inflexión, como una oportunidad para la construcción del socialismo, como la evidencia de que se debía dar el salto, salto que la izquierda chilena no fue capaz de dar.



Notas:

[1] Artículo realizado en el marco de la investigación doctoral “Pensar la Revolución. Intelectuales y pensamiento latinoamericano en el MIR chileno 1965-1973” y parte del proyecto FONDECYT 1130323 Contexto histórico y dinámicas políticas de la insurgencia armada en Chile (1978-1994).

[2] Doctor© En Estudios Americanos. Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile

[3] Para Bielschowsky “Otra característica de las ideas generadas y divulgadas por la CEPAL es el hecho de que nunca fue una institución académica y que su auditorio está formado por los responsables de formular  la política (policy-market) de América Latina”.

[5] Entrevista a Cristóbal Kay abril 2013

[6] Entrevista a Theotonio Dos Santos Junio 2013.

[7] Entrevista a Cristóbal Kay

[8] Ibíd.

[9] Chonchol, agrónomo de profesión, militante hasta 1969 de la Democracia Cristiana y colaborador del gobierno de Eduardo Frei (1964-1970) participó en la implementación de la Reforma Agraria. Forma parte de un grupo de jóvenes militantes de la DC que luego de renunciar al partido fundan en 1969 el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) partido que formará parte de la Unidad Popular. Chonchol durante el gobierno de Allende va a ocupar el cargo de Ministro de Agricultura.

[10] Nos separamos de la definición del concepto de campo intelectual en el sentido que no nos parece que los intelectuales aludidos actúen bajo intereses propios sino que adscriben a un proyecto de clase.

[11] Entrevista a Theotonio Dos Santos, junio de 2013.

[12] Regis Debray. “El Intelectual Militante” Punto Final, n° 13, primera quincena de octubre de 1966. Pag 21.

[13] IBID.

[14] Entrevista a Theotonio Dos Santos, Junio 2013.

[15] En una resignificación más radical, Roberto Ampuero otrora militante comunista y hoy ministro del gobierno de derecha de Sebastián Piñera señala que “Cuando era joven militante comunista, no tenía dudas y tenía explicaciones para todo. Hoy tengo dudas y he aprendido que la clave está en la libertad. “Intelectuales debaten sobre educación y reformas políticas a 40 años del golpe” La tercera 08 de junio de 2013.

[16] “Vuskovic hizo una experiencia muy importante porque intentó crear un consejo de planeamiento compuesto por representantes de empresas sociales, las que el estado tenía y ahí se hacía el plan de desarrollo que se discutía con los mismos obreros esto era una base muy adelantada y muy importante y que generaba resistencia pero no tanto porque el poder era un poder localizado en las empresas si bien el poder de las empresas en un momento determinado junto con los cordones industriales se mezcló y se convirtió en un poder hasta militar, tenían que defender las empresas etc. entonces se necesitaba gente como tipo.. Unidades militares de defensa dentro de las empresas organizadas a partir de los cordones industriales” Entrevista a Theotonio Dos Santos, Junio 2013.

[17] El symposium tiene lugar a un año del inicio del Gobierno de la Unidad Popular. Las discusiones serán publicadas en un del CEREN y CESO en 1972. El encuentro contará con la participación de importantes intelectuales y personeros de gobierno.

[18] Entrevista a Theotonio Dos Santos, junio 2013.

[19] Entrevista a Theotonio Dos Santos.

[20] Ibid

[21] Para más información sobre la VOP, ver Pomar, J.  La Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP): Origen, subversión y aniquilamiento. ¡El pan que con sangre fue quitado con sangre será recuperado!. En http://hal.archives-ouvertes.fr/docs/00/53/12/04/PDF/AT10_Pomar.pdf

[22] Ver Marta Zabaleta del Frente de Mujeres Revolucionarias del MIR chileno, años 70. “No me Arrepiento de Nada” http://old.kaosenlared.net/noticia/marta-r-zabaleta-frente-mujeres-revolucionarias-mir-chileno-anos-70-no

[23] Punto Final Julio 1973, N° 187. 

[24] Entrevista a Theotonio Dos Santos.

[25] Puro Chile y el Clarín fueron dos medios de comunicación escrita oficialistas durante el gobierno de Salvador Allende.

[26] La ENU fue el proyecto de educación diseñado por la Unidad Popular que pretendía reformar la educación escolar y convertir la escuela en un instrumento al servicio del socialismo.

[27] El debate Sobre el Poder. Nuevos elementos. Chile HOY Año 1 N° 8 semana del 4 al 10 de agosto 1972.

[28] Ibid, pag 4.

[29] Entrevista a Theotonio Dos Santos, junio 2013.

[30] Chile Hoy  N° 45 Abril 1973

[31] Theotonio Dos Santos. Bendita crisis. Chile HOY  N°17 semana del 6 al 12 de octubre 1972.

 

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Cómo citar este artículo:

LOZOYA LÓPEZ, Ivette, (2013) “Debates y tensiones en el Chile de la Unidad Popular. ¿La traición de los intelectuales?”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 17, octubre-diciembre, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Domingo, 6 de Octubre de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=812&catid=45