La revuelta magonista de 1911 en baja california

The magonist revolt in Baja California in 1911

A revolta magonista 1911 em Baja California

Yolanda M. García Beltrán [1]

Artículo recibido: 18-12-2012; aceptado: 01-04-2013

Este artículo tiene como finalidad hacer un recuento histórico y analítico de la rebelión armada magonista de 1911 en Baja California, hecho de gran trascendencia por que significó el intento de instaurar una comunidad libertaria en un contexto revolucionario y en un país donde la tradición autoritaria estaba muy arraigada bajo el mandato de Porfirio Díaz y cuyo derrocamiento abrió una honda inestabilidad política.

Es importante recordar, que el intento por establecer dicha comunidad en México perteneció a la ideología anarquista, teniendo como herencia la tradición falansteria del siglo XIX, es decir, retomó -aunque no de manera directa- la propuesta del socialista francés Charles Fourier para fundar colonias donde cada individuo trabajara libremente y no existiera la propiedad privada. 

El concepto de “comunidad utópica”, es sumamente importante para el anarquismo al reunir características básicas sobre la finalidad que persigue -independencia social frente a los Estados, trabajo colectivo o a individual en tierras comunales, repartición equitativa de la riqueza, etc-  ello a pesar de no haberse generado dentro del mismo. Así, hubo muchos más intentos en el mundo por lograr desarrollar comunidades autónomas en los siglos XIX y XX, aunque no todas perseguían fines socialistas, pues incluso algunas poseían una índole religiosa. No obstante, me parece que su relevancia para el tema que nos ocupa es central, pues el intento anarquista por “liberar” tierras corresponde a una búsqueda de identidad ideológica y sobre todo, a un esfuerzo conjunto por trasladar la teoría de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros más a la práxis, lo que significa que la tentativa por hacer del anarquismo una corriente práctica lo pone en un plano superior y ya no sólo en una creencia ilusoria.

Ahora bien, regresando a los sucesos de 1911, debemos decir que además de utópicos, fueron catalogados como filibusteros por la confusión originada sobre las intenciones políticas del grupo de los hermanos Flores Magón que invadió desde Estados Unidos la Baja California. Por lo tanto, debemos tomar en cuenta este concepto, mayormente cuando la región había sido víctima de otros eventos violentos como el encabezado por William Walker en 1853.

A finales de enero de 1911, cuando los miembros del Partido Liberal Mexicano irrumpieron en Baja California, la zona estaba escasamente poblada y más bien en ella se concentraban empresarios extranjeros con cierta influencia política gracias a su cuantioso capital para adquirir tierras y comenzar la explotación de las mismas, además se les otorgaban concesiones de terrenos baldíos por medio de prestanombres mexicanos. La mayoría de estos empresarios eran de origen norteamericano y probablemente se ubicaban cerca de la frontera de su país de origen a fin de controlar otros negocios del lado estadounidense, además se habían replegado hacia la península de Baja California porque se encontraba “en paz” respecto al resto del país debido a los enfrentamientos armados a raíz de 1910. Estos empresarios principalmente representaban a la “Colorado River”, a “Land Company”,  y al “Bank of Texas” (Hart, 2010, p. 260), entre otros ramos por lo que resulta curioso que la población no viera con malos ojos su presencia y sí la de los americanos provenientes de la IWW, lo que me lleva a pensar que las condiciones económicas hacían una gran diferencia entre los “extranjeros”, a pesar de que muchos de los estudiosos de la rebelión de 1911 destacan el origen forastero de los combatientes como parte del rechazo general con que fueron percibidos.

Además, al iniciar el proceso revolucionario, muchos de estos empresarios apoyaron a Madero.Es lógico suponer, entonces, que al ser de tendencia maderista con mayor motivo rechazarían la intromisión magonista en lo que consideraban sus tierras.

En otro aspecto, la Península en 1911 se encontraba incomunicada con la capital de la República, estaba poco vigilada y era de difícil acceso al no contar con caminos o vías ferroviarias de calidad. De hecho, las ciudades tomadas propiamente por el PLM -Mexicali, Tecate y Tijuana- resultaron ser pueblos o caseríos fundados a finales del siglo XIX, pues apenas en 1887 el territorio peninsular había sido formalmente dividido en dos distritos: Norte y Sur. El Distrito Norte estableció su cabecera en Real del Castillo, misma que más tarde fue trasladada a Ensenada.

El puerto de Ensenada, -que no ocuparon exitosamente los magonistas, pero que sí jugó un papel clave en los acontecimientos- había sido fundado en 1882, teniendo como jefe político del Distrito Norte a José María Rangel, quien comunicó al gobierno central el 22 de marzo de ese año que las razones para llevar a cabo tal traslado se debían a que:

Con motivo del incremento que está tomando el comercio en la Ensenada de Todos Santos […] propongo como único medio […] que la cabecera del Partido Norte se sitúe en la citada Ensenada de Todos Santos, porque además de la ventaja de vigilar los intereses citados se tiene la de que las autoridades locales del Partido estén en comunicación más directa con las de la capital del Territorio (Walther, 1983, p. 12)

El cambio de cabecera se hizo de manera paulatina, así, Ensenada se fundó con 193 habitantes, de los cuales 88 recibían un salario por parte del gobierno; es decir, eran funcionarios y empleados federales. Las mujeres y los niños sumaban 35, mientras que los comerciantes y sirvientes eran 70.

La región cobró cada vez más importancia gracias al transporte que la unía con San Diego, tanto terrestre como marítimo. Ensenada contaba con una cantidad considerable de colonos extranjeros como Mr. Benett, quién se encargó de proveer a algunas zonas de agua potable. Una descripción de la Ensenada de esos años nos la brinda el estadounidense C. Parry:

El puerto de Ensenada está localizado en la parte sur de la bahía, a 6 millas de El Sauzal. Este es el puerto más accesible de Baja California y que está más al norte, es el puerto principal de entrada a esta parte del país, y es una parada regular de los vapores que van de San Francisco a Guaymas una vez al mes. (Mathes, 1988, p. 100)

El 2 de junio los vecinos del Real piden se suspenda la orden del cambio de capital diciendo que en Ensenada sólo había “3 casas y las oficinas de la Aduana”(Mathes, 1988, p. 1000) pero finalmente dicho cambio se llevó a cabo y en diciembre de ese año se construyeron las oficinas del Juzgado. Poco a poco Ensenada comenzó a poblarse, sobre todo con la venta de lotes y por su cercanía con San Diego. Para 1886 había crecido la naciente ciudad, pues 50 familias mexicanas habían comprado tierras y su venta continuaba, estimándose que la avenida principal tendría 14 millas de longitud. No obstante, menos del 30% de la población total era de origen mexicano. Además, al ser un puerto se iniciaron construcciones de oficinas, comercios y hoteles. También se nombró como jefe de las fuerzas armadas -que constaban de 190 hombres- al sonorense Luis Emeterio Torres. Al entrar el siglo XX Ensenada se había beneficiado considerablemente desde su fundación;

De pequeño villorrio se convirtió en un pueblo de trazo organizado, industria incipiente y vida propia […] se incrementó su población y lo que es más importante, se empezó a hablar de la región como un buen lugar para vivir y prosperar. Sería en la siguiente década, la última del siglo en que Ensenada se convertiría en un bonito pueblo “centro del tráfico y comercio para los ranchos y distritos minerales del interior (Southwort, 1899, p. 19)


Plano original de Ensenada de Todos Santos que data de 1882

Para la siguiente década, en efecto, Ensenada se había convertido en un puerto de altura dentro de la península que contaba con una aduana, escuelas, dos periódicos editados dentro de la ciudad y múltiples negocios solventados con capital extranjero que contribuyeron de sobremanera al desarrollo de la región que para 1905 contaba con el coronel Celso Vega como jefe político, mismo que confrontaría duramente a los magonistas en 1911. Otro punto importante fue la llegada de colonos rusos a esta naciente población.

Por otra parte, la Historia de Tijuana se desarrolló paralelamente, pues pocos años después de la independencia del país, comenzó con una campaña de colonización para habitar el norte, misma en la que un ciudadano llamado Santiago Argüello se hizo acreedor a grandes tierras para la cría de ganado, rancho al que se le denominó como Tía Juana. A la muerte de Argüello comenzó, a fundarse un pueblo, ello gracias a que ya existían la aduana y un pequeño grupo de caseríos en un perímetro cercano al mencionado rancho. Incluso, en 1889 se trazó un primer plano de lo que sería el Pueblo de Tijuana de Zaragoza que constaría de 696 hectáreas. Dicho plano estuvo a cargo de Ricardo Orozco y en él se observaban ya algunos detalles como la estación del ferrocarril. Sin embargo, sería hasta 1925 cuando Tijuana sería nombrada formalmente una municipalidad.

En 1900 se funda la Subprefectura Política de Tijuana que sentaba las bases para un desarrollo urbano que constaba de ocho Demarcaciones y una población de 242 personas. La actividad comercial, al igual que en Ensenada, estuvo apoyada por los extranjeros, procedentes en su mayoría de los Estados Unidos de América, y algunos mexicanos, creando una especie de corredor dedicado al establecimiento de negocios que se conocería como avenida Olvera. Los servicios elementales en Tijuana comenzaron a implementarse hasta 1910 sobre todo a raíz del establecimiento de transportes hacia la California estadounidense, pues precisamente los norteamericanos impulsarían el turismo y por ende la economía de la zona, misma que se reafirmaría a partir de 1920 con la prohibición de bebidas alcohólicas en el país vecino. Rápidamente Tijuana se convirtió en un centro de diversión lleno de espectáculos como peleas de gallos, corridas de toros y cantinas, lo que dejaba considerables ganancias a la región.

A inicios del siglo XX Tijuana era la población más grande de la península después de Ensenada y al igual que esta, comenzó a contar con educación básica para niños y niñas.

A diferencia de Ensenada y Tijuana, Tecate estuvo habitada inicialmente por indígenas k´miai y pai-pai que establecieron pequeños caseríos en este valle de temperaturas extremas. Sin embargo, el desarrollo de Tecate como tal, iniciaría en 1829 cuando la concesión de las tierras fue otorgada a Juan Bandini para que con el establecimiento de un rancho impulsara la agricultura y la ganadería. No obstante, fue víctima de acoso por parte de los indígenas despojados, por lo que se trasladó a San Diego. Así, para 1850 los habitantes de Tecate eran, además de los mencionados, aventureros que no poseían prácticamente nada y algunos mineros provenientes de Sonora durante la fiebre del oro en California. Poco a poco, se van estableciendo caseríos hasta que en 1892 se elabora el primer mapa de la Colonia Rural de Tecate que tenía como límites la frontera con EUA y la sierra de Baja California, que unía ranchos por medio de veredas o cauces de ríos.

Los primeros colonos establecidos en un plan organizado acapararon las mejores superficies, donde fuera posible la agricultura y cría de ganados. En el sitio menos propicio con el tiempo quedó el centro de la Ciudad de Tecate, la comunidad quedó encajonada sobre bases de granito y a merced de inundaciones por el paso del río Tecate, que se forma con la unión de diversas avenidas de aguas que bajan de las sierras (Mathes, 1988, p. 223)

Para 1900, Tecate era propiamente un conjunto de villas unidas por una avenida principal llamada Libertad. A partir de 1905 comenzó a tener un auge impresionante gracias al descubrimiento de yacimientos de oro, plata, mármol, y cuarzo, además la construcción del ferrocarril de San Diego le dio un nuevo impulso a toda la región ya que hasta entonces solamente existían veredas para entrar y salir de la población. Hacia 1907 comenzó la edificación del tramo San Diego-Mexicali que beneficiaba directamente a Tecate. Sin embargo, en 1910 la población estimada era apenas de 190 habitantes.

Mexicali, también comenzó su desarrollo a principios del siglo XX. Inicialmente, el valle estaba acaparado por propietarios privados hasta que comenzaron a llegar grandes empresas norteamericanas con el fin de explotar la zona en diversos aspectos. Así, la Colorado RiverLand Co. Se trasladó a Mexicali con un grupo de inversionistas extranjeros con el fin de “adquirir por compra, permuta y acciones sobre ella, especialmente terrenos para la agricultura, aguas y derechos de agua, haciendas minerales y todo lo demás que fuere necesario o conveniente con relación a los trabajos de minería” (Mathes, 1988, p. 235). En 1907 tan sólo ésta compañía había adquirido 325 492.525 hectáreas eligiendo como punto estratégico la región norte de Baja California, pues además de contar con agua y sistemas de riego, era propicia para la siembra del algodón, muy bien cotizado en esa época. La injerencia de la compañía fue muy importante porque no se limitó sólo a la explotación de la tierra y del agua, sino que, también estableció otras industrias y fábricas que regularon la producción agrícola y no existió una sola actividad que no estuviera bajo su influencia. Así, Mexicali cobró auge como una ciudad comercial, lo que permitió su poblamiento -inicialmente la mayoría de las casas estaban elaboradas de adobe- y la construcción del Hotel Internacional.

En 1904 se realizó un exhaustivo censo que arrojó como resultado una población pequeña: 397 habitantes, de los cuales la mayoría eran de origen mexicano que habían acudido a la ciudad con la esperanza de encontrar un empleo o alguna actividad para desempeñar. En ese mismo año llegaron las primeras maestras a Mexicali procedentes de Ensenada y se crearon las primeras escuelas. También se elaboró el primer plano que quedó inservible en 1906 cuando la población sufrió una terrible inundación que afectó algunas de sus construcciones.

Diversos autores que han estudiado la rebelión en Baja California en 1911 y el pensamiento de Flores Magón o del Partido Liberal Mexicano en conjunto, están de acuerdo en que se eligió esa zona para ejecutar acciones armadas ya que era punto clave para la revolución pues se encontraba prácticamente abandonada por el Gobierno y poseía una baja población que en su mayoría estaba conformada por extranjeros y comerciantes. Cabe mencionar que en 1911, año de la llegada de los magonistas a la Península, la población de Ensenada era de 1027 habitantes, la de Mexicali de 300 y la de Tijuana de 100. Los Algodones y Tecate poseían menos de 100 habitantes cada una (Dueñas, 1984, p. 106). Esta realidad favoreció al movimiento magonista, ya que al ser poca la población que ahí habitaba, resultó más fácil la labor de convencimiento de sus pobladores para que se uniesen a la lucha. Incluso, se sumaron también numerosos ciudadanos estadounidenses, que simpatizaron con la causa -en gran medida porque los dirigentes del PLM radicaban entonces en Estados Unidos- y éstos fueron los encargados de conseguir las armas, al ser mucho más económicas del otro lado de la frontera. También se adhirieron otros personajes que ya habían participado en las huelgas de Cananea y Río Blanco, tal fue el caso de Fernando Palomares, de origen mayo, lo que permitió a los magonistas establecer nexos con ese grupo indígena, además de los kiliwas, cucapás y pai-pais que se unieron a la rebelión.


Primer plano de Tijuana elaborado por Ricardo Orozco

En suma, Baja California se eligió porque se esperaba encontrar ahí apoyo de diferentes sectores, por su cercanía con los Estados Unidos de América, -lo que beneficiaba a los magonistas para conseguir armas o huir del gobierno mexicano-. Además, su poca población y vigilancia facilitarían las acciones por medio de las que se buscaba terminar con el monopolio de empresas extranjeras en esas poblaciones del norte y su papel de punto comercial permitiría disfrazar la llegada de armamento. Además, debido también a su geografía se mantenía excluida del resto de la República –aunque no del suroeste de EUA- pues para llegar por tierra se tenía que cruzar el desierto de Sonora, -de difícil acceso- y ello retardaría la llegada de tropas federales.

Al ocupar Baja California se pretendía tener una base de operaciones, desde la que se pudiera avanzar al interior de la república, además de que era un importante punto de comunicación para recibir armamento por mar, ya que por tierra era muy difícil, y sólo disfrazado el cargamento en sacos de cereales era posible hacerlo (Bernal, 1982, p. 45).

Lowell L. Blaisdell nos da una visión general de la península en esa época, pues estaba sumamente aislada del resto de territorio mexicano, lo que puede ayudarnos a comprender la perspectiva del Partido Liberal Mexicano para realizar ahí sus operaciones:

Los medios de transporte en la península eran limitados. Prácticamente los primeros e infrecuentes automóviles eran inservibles por falta de caminos transitables […] A veces la nave de la marina mercante mexicana se detenía en los puertos peninsulares, y muy de vez en cuando un barco de la armada mexicana atracaba en Ensenada. Esta población aislada, tenía más contactos con el exterior, con los Estados Unidos, que con el centro de México. Aunque mexicana desde el punto de vista político, económicamente la zona estaba sujeta al poderoso centro de gravedad de los Estados Unidos (Blaisdell, 1993, p. 76).

Baja California, alejada realmente del centro de poder mexicano y con muchas otras ventajas para una rebelión, fue escogida sin dudarlo, pues ahí el gobierno encontraría difícil reforzar sus tropas, las cuales de por sí eran reducidas. En toda la Península, éstas sumaban apenas 550 elementos, repartidos en la sección Norte y Sur, por lo que en los poblados ocupados por el Partido Liberal Mexicano a lo sumo habría 250 soldados. Los mismos magonistas explicaron:

En la Baja California hay un reducido número de tropas federales y no existen vías rápidas de comunicación. El Gobierno cuenta con un destacamento de soldados en La Paz, al sur de la península: con 210 soldados y cincuenta rurales en la Ensenada de Todos Santos y con otros pequeños piquetes de soldados, rurales y gendarmes fiscales diseminados en las poblaciones de más importancia (Magón, 1911, p. 49).

El cuestionamiento sobre qué buscaban realmente los magonistas ha sido un punto controvertido desde 1911 hasta la actualidad y es, por mucho la polémica de la que se han ocupado los investigadores de esta cuestión al debatir si los objetivos del PLM eran filibusteros, independentistas o plenamente revolucionarios.

Varios escritores, sobre todo los de nacionalidad mexicana, afirmaron que la campaña magonista en este territorio constituyó una expedición filibustera, cuyo propósito fue establecer, con el respaldo económico del gobierno de Estados Unidos, o de individuos  y empresas comerciales de aquella nación; una república independiente en la región que posteriormente sería incorporada a la Unión Americana (Ortíz, 1937, p. 226)

Sin embargo, numerosos trabajos en conjunto han comenzado, desde mediados del siglo XX, a desmitificar esta postura, pues un análisis exhaustivo de los hechos induce a concluir que, siendo los Flores Magón revolucionarios libertarios, fueron firmes a sus ideales. Entre estos trabajos destacan los de Pablo Martínez, Guillermo Medina, José Valadés, Lawrence Douglas Taylor y Lowell Blaisdell. Por el contrario, quienes afirmaron que lo de 1911 fue un intento anexionista fueron principalmente Rómulo Velasco Ceballos y Enrique Aldrete, cuyas obras aparecieron respectivamente en 1920 y 1958, en contextos historiográficos nacionalistas muy concretos.

Metodológicamente considero que inicialmente, debe de tomarse en cuenta lo que los mismos miembros del PLM nos dicen de los sucesos y sus intenciones, información que al parecer ha sido ignorada en muchos estudios sobre el tema.

Al inicio de la rebelión los magonistas no hicieron ningún pronunciamiento al respecto, pero las circunstancias los obligaron a ello cuando se les acusó desde el Estado mexicano –aún desde las propias filas maderistas– de ser filibusteros.

Para el PLM era absurdo el fundamento separatista, pues no se podía separar algo que carecía de unión; es decir, consideraban que México no tenía soberanía sobre Baja California, sino que de facto la Península le pertenecía a los empresarios extranjeros que imperaban en ella, es decir, al capital.

Al respecto Ricardo Flores Magón afirmó:

Desde que comenzó la campaña del Partido Liberal Mexicano, campaña que se está llevando a cabo en todo México, y que se continúa y se continuará hasta su fin, los maderistas y la prensa burguesa […] hacen creer que los liberales tratamos de entregar esa península a los Estados Unidos, para arrebatarnos voluntades, para crear una atmósfera de antipatía contra nosotros los liberales, entre las personas sencillas a quienes se les habla de patria, de honor nacional y muchas cosas más. Muchas veces lo hemos dicho: no queremos entregar la Baja California a los Estados Unidos. Muchas veces hemos dicho que nuestro movimiento existe en toda la República y hemos citado lugares donde ondea la Bandera Roja (Magón, 1911, p. 15).

El mismo Magón, a través de Regeneración aludía indirectamente a la finalidad del movimiento:

La tierra que estamos conquistando es para que la gocen todos por igual, en común. No la vamos a vender. Id a poblarla y armaos de un buen fusil, pues el trabajador debe estar siempre armado para evitar que le arrebaten el bien común: la tierra. No hay que rendir nunca las armas. Cada hombre debe tener siempre la suya, para que no permita ninguna clase de amos. Id a la Baja California, desheredados, pero no a luchar contra nuestros hermanos, sino a tomar posesión de la tierra para que la trabajéis en común (Magón, 1911, p. 16).

Este párrafo, en particular, me parece muy importante, pues engloba dos ideas centrales. Por un lado, el uso de la violencia como un medio para la transformación social y por el otro se invita directamente al pueblo a participar activamente con el uso de las armas. Además, se establece que lo que se busca en Baja California era crear una comunidad de trabajadores al invitar también a los pobladores mexicanos a tomar la tierra de manera libre.

Si esto aún no es del todo claro, uno de los líderes de la rebelión de 1911, Simón Berthlod, declaró públicamente ese mismo año que el objetivo real de la campaña bajacaliforniana era fundar una comunidad socialista:

El apóstol socialista Berthlod ha declarado enfáticamente que sus proyectos sobre la Baja California son los de establecer una república socialista, para lo cual solicitó apoyo de las congregaciones socialistas Gran Unión Norteamericana y de todo el mundo correligionario (Magón, 1911, p. 18).

Siendo extranjero, sus declaraciones no ayudaron al movimiento, el cuál a partir de ese momento fue más atacado, pues de cierta forma se pensó en Baja California como un hecho aislado, reforzando la idea de las intenciones separatistas. El PLM vivía una radicalidad excepcional, lo que anula la posibilidad de que haya tenido colaboración política o económica con autoridades  extranjeras o nacionales y dichos nexos nunca han podido comprobarse. También parece pasarse por alto que Ricardo Flores Magón murió en una prisión estadounidense, muestra de su nada buena relación con el gobierno de ese país.

Además, el PLM tuvo operaciones militares en muchos otros Estados de la República Mexicana –Chihuahua, Coahuila, Sonora, Veracruz, etc. –, lo que hace inviable la tesis del separatismo o del filibusterismo. Simplemente, Baja California hacía referencia a la experiencia filibustera decimonónica de William Walker y a la particularidad geográfica de su territorio como península. De ahí que ésta se extrapolase a los acontecimientos de 1911. Es más, las declaraciones de sus miembros fortalece la versión de que

La idea de Ricardo Flores Magón era la de establecer por todo el mundo pequeñas comunidades de obreros que cooperarían entre ellos y que no serían gobernados por ningún otro grupo ni forma de gobierno. La pretendida conquista de la península de Baja California por los magonistas en 1911 formó parte de un proyecto mucho más extenso para subyugar el resto del país y convertirlo en un tipo de dominio anarco comunista (Blaisdell, 1993, p. 20).


Caseríos en Tijuana en 1911


Plano original de Mexicali

Tal afirmación puede parecer arriesgada, pero recordemos que Ricardo aceptó -si bien no públicamente- en su correspondencia su ideología anarquista. Además, en años posteriores y en otros países hubo intentos por fundar comunidades libertarias de la misma índole que no fueron catalogadas como entreguistas, por lo que el PLM tiene el crédito de haber impulsado este proyecto -considerado por muchos utópico-  en una región y una coyuntura mexicanas en que, pensaron, era viable como transformador de la realidad del país.

¿Por qué entonces se arraigó entre la población la versión del anexionismo a Estados Unidos? Parece que dos motivos contribuyeron enormemente: 1) La figura del estadounidense Richard Dick Ferris, - no estuvo ligado al movimiento magonista- quién sí tenía intenciones de separar a Baja California de México para anexarla a Estados Unidos como un nuevo Estado del que él sería gobernador. Precisamente, a inicios de 1911 Ferris le propuso a Porfirio Díaz la compra de la Península, oferta que el gobernante mexicano evidentemente rechazó. Al comenzar la campaña magonista en ese territorio fue lógico pensar que se trataba de hombres a favor de Ferris cuando en realidad, éste nunca tuvo relaciones de ningún tipo con la Junta Liberal ni la financió como se llegó a creer o, más bien, como decía un rumor que se fomentó. 2) Por otro lado, la participación de un gran número de extranjeros en la rebelión -especialmente norteamericanos- arraigó la idea de que se pretendía separar de México a esa región, aún más cuando se supo que los rebeldes tenían como base Estados Unidos de América, desde donde operaba la Junta del Partido Liberal Mexicano. Tal situación la aprovechó propagandísticamente el régimen porfirista para desacreditar a los magonistas como filibusteros, ayudado por algunos diarios de la época fieles al mandato del dictador.

Lo que se puede concluir es que, ni los Flores Magón ni ningún otro miembro del Partido Liberal Mexicano, tuvieron intenciones filibusteras y su finalidad era indudablemente fundar una organización comunitaria socialista. Pero, ¿entonces por qué a pesar de los trabajos e investigaciones que desmitifican los hechos, sigue pesando tanto la idea equivocada en la historiografía mexicana? Douglas Taylor afirma muy acertadamente que:

La razón fundamental radica en el sentimiento nacionalista del pueblo mexicano en contra del enemigo tradicional de México, es decir, los Estados Unidos […] Este sentimiento ha propagado la idea entre los pueblos de América Latina en general de que Estados Unidos actúa como una fuerza conspiratoria detrás de mucho de lo que ocurre en la vida política, económica, social, etcétera de sus respectivas naciones. (Blaisdell, 1993, p. 29)

El análisis de los hechos de 1911 ha pasado generalmente por este criterio, reduciéndolo a una conspiración filibustera y, por ende, anexionista.

Otro punto importante es el papel de Ricardo Flores Magón dentro de la revuelta, pues mucho se ha criticado su falta de acción directa dentro de la misma, de la que Nicolás T. Bernal (1982) nos dice que, Ricardo Flores Magón no asumió el liderazgo abiertamente desde el principio debido a sus problemas de miopía que podían limitar su participación en los enfrentamientos armados. Además se necesitaba de alguien que se mantuviera en Los Ángeles ocupándose de la actividad periodística y coordinando las actividades revolucionarias para enviárselas a los magonistas que si se encontraban en Baja California, por otro lado, no se disponía de la protección necesaria tanto en hombres como en número de armas, y se temía que los porfiristas o maderistas detuvieran a Ricardo, pues seguramente lo habrían matado. En su lugar, el mando recayó en los demás miembros del PLM, sobre todo en José María Leyva (Bernal, 1982, p. 48). Sin embargo, el distanciamiento de la Junta Organizadora con los combatientes en tierras bajacalifornianas no fue positivo, pues se les dejó prácticamente autonomía en todos los sentidos, lo que fragmentó la organización al carecer de hombres experimentados en guerra y dio pie a roces entre mexicanos y extranjeros.

La idea del filibusterismo estaba sustentada en la cantidad de actores extranjeros -principalmente estadounidenses- que tuvo la rebelión. Sin embargo, afirmar que la expedición de 1911 era anexionista o delictiva basándose sólo en este hecho sería un error, pues en ella también participaron mexicanos, incluso algunos de origen indígena que comprendían los principios del Partido Liberal Mexicano.

Lo cierto es que, como era de suponerse, los miembros del PLM entablaron relaciones con grupos anarquistas y socialistas de Estados Unidos de América, desde donde editaban Regeneración. En estos grupos encontraron apoyo económico, moral e ideológico, especialmente en la Industrial Workers of the World (IWW). Cada vez un mayor número de estadounidenses se integraron a la causa magonista, pero al mismo tiempo fueron atacados por el pueblo mexicano que veía con malos ojos esta asociación, pues pensaban que se corría el riesgo de que E.U.A intentara apoderarse del territorio. Este conflicto alcanza su punto más álgido durante la rebelión de Baja California en 1911, en la que, cómo ya mencionaba, se pretendía instaurar una comunidad socialista regida por los mismos miembros y no por un gobierno, hecho que algunos sectores de la población confundieron, pensando que en realidad pretendía entregársele a los norteamericanos. La primera función de estos, precisamente consistió en trasladar armas de territorio norteamericano a mexicano, pues del otro lado de la frontera eran mucho más baratas.

Como ya se ha dicho, muchos extranjeros se unieron al movimiento magonista, pero no solamente estadounidenses, sino también europeos, canadienses, australianos e incluso africanos. Es por esto que tuvo éxito la idea infundada del Gobierno, que aseguraba que los magonistas querían vender Baja California a Estados Unidos. Por si esto no fuera poco, también se tuvo que lidiar con el vice-gobernador de California, Dick Ferris, quien estaba dispuesto a comprar la península mexicana para anexarla a su territorio. Los  revolucionarios señalaron al respecto:

No, lacayos de Porfirio Díaz y de Madero, no tratamos los liberales de disgregar la Baja California del resto de México. No nos conformamos con tan poca cosa. La Baja California será la base principal de nuestras operaciones para llevar la Revolución Social a todo México y a todo el mundo […] ¡Mentira que la intención del Partido Liberal Mexicano sea entregar esa tierra a los Estados Unidos! Esas viles falsedades han sido echadas a volar, desde el principio de nuestra campaña, para que los patrioteros se exalten y aplasten a nuestros hermanos (Magón, 1911, p. 10).

Cabe aclarar que los magonistas comenzaron postulándose como herederos de la tradición liberal y por lo tanto fomentaban el nacionalismo y aspiraban a construir un país mejor, pero con la posterior radicalización de sus ideas y su traslado a la ideología anarquista, se hacen conscientes de que ese bienestar debe expandirse a todo el mundo y no sólo a una región determinada, es por ello que se vuelven internacionalistas y permiten el acceso de extranjeros al PLM y a Baja California. Los magonistas rechazaban el nacionalismo burgués y la legitimidad de las fronteras. De hecho, Nicolás T. Bernal nos explica de manera directa la posición de Ricardo Flores Magón al respecto:

La participación de los extranjeros en la expedición era porque ellos tenían el mismo ideal, y era el de defender el principio del derecho a la vida; los extranjeros eran simpatizantes del magonismo, así como de las ideas libertarias. Por ejemplo, de Simón Berthlod se había dicho que era un extranjero, pero la verdad es que sus padres, abuelos y tatarabuelos eran mexicanos que habían residido en Baja California muchos años (Bernal, 1982, p. 45).


Grupo de magonistas en Tijuana

Aproximadamente de 500 magonistas, 100 eran de origen estadounidense al iniciar la rebelión, pero más tarde el número de norteamericanos llegaría incluso a superar al de mexicanos. Varios fueron los estadounidenses que participaron en la revuelta: William Stanley, Sam Wood, Frank Little, Joe Hill, Carl Pryce, John R. Mosby, John Kenneth Turner, por mencionar a algunos. Sin embargo, el pueblo mexicano no podía percibir la intromisión de extranjeros de una manera diferente a una invasión, sobre todo por el nacionalismo exaltado que se vivía en la región durante la revolución mexicana y que se extendió hasta los mexicanos residentes en Los Ángeles y San Diego donde se formaron grupos que buscaban combatir a los magonistas filibusteros, entre ellos la Sociedad de Defensores de la Integridad Nacional, que supuestamente se encontraba formada solamente por civiles preocupados por el futuro del territorio mexicano, es decir, no tenía como aliados a programas o figuras políticas. Además, en general los estadounidenses despertaban un sentimiento de rechazo al tenerse la creencia de que estos despreciaban a los mexicanos y por ende buscarían apoderarse de su territorio. En Regeneración encontramos una breve explicación al respecto:

El Norte de la Baja California está en poder de Oudahy, Otis y otros multimillonarios norteamericanos. Toda la costa occidental de la misma pertenece a una poderosa compañía perlífera inglesa, y la región en que está ubicada Santa Rosalía pertenece a una rica compañía francesa. ¿Qué es lo que tienen los mexicanos de la Baja California? ¡Nada! ¿Qué es lo que les dará a los mexicanos el Partido Liberal Mexicano? ¡Todo!

Entonces, señores patriotas, ¿qué es lo que hacéis cuando gritáis que estamos vendiendo la patria a los Estados Unidos? Contestad.

Vosotros no tenéis patria porque todo lo que hay en México pertenece a los extranjeros millonarios que esclavizan a nuestros hermanos. No tenéis patria, sencillamente porque no tenéis ni en qué caeros muertos (Magón, 1911, p. 23).

Para el PLM no era, pues, factible el supuesto de una anexión a Estados Unidos cuando los americanos eran ya dueños de la economía mexicana. La lucha real no tenía que ser contra ciudadanos de otras partes del mundo sino contra el capitalismo, por lo tanto el problema incumbía a trabajadores de todo el mundo, hecho que, realmente la población bajacaliforniana no podía comprender al tener profundamente arraigadas aún otras expediciones filibusteras como la de Walker y al estar construyendo -desde la época colonial- una identidad muy diferente a la anglosajona que se vio alimentada a partir de 1910.

Por otro lado, resulta curioso que no solamente los Flores Magón incorporaron extranjeros a su proyecto, pues Madero hizo lo mismo sin ser acusado de filibustero aún cuando sus fuerzas norteamericanas eran mayores a las del PLM, cuestión que justificaba al afirmar que:

ninguna ley nacional ni internacional se opone a ello y el hecho está sancionado por la historia, puesto que siempre que un pueblo ha luchado por su libertad se ha repetido el ejemplo de que numerosos extranjeros hayan ido a luchar en las filas de los libertadores […] Lafayete luchó al lado de Washington por conquistar la independencia de los Estados Unidos; el General Venezolano Miranda, militó en el Ejército Francés en tiempo de la Revolución de 93 (Valadés, 1984, p. 50).

A diferencia del papel de los norteamericanos dentro del PLM, poco se sabe de la participación indígena en el mismo, concretamente, durante la rebelión de Baja California. Autóctonos del norte de México se sumaron al proyecto liberador magonista, así, hubo acciones de indios mayos, tarahumaras, yaquis, etc. Probablemente, el más importante de los personajes indígenas en Baja California -pero no el único- fue el mayo Fernando Palomares, activo en la huelga de Cananea y en la toma de Mexicali y Tijuana como dirigente.

Ahora bien, dentro de la misma Baja California se sumaron representantes de la población aborigen -pai-pai, guay-cures, cucupas, kiliwas y yumas- aunque en poca cantidad, ello por el asedio constante de una agencia norteamericana sobre estas comunidades. Si bien, algunos cucupas no tuvieron una participación armada activa, si apoyaron a los rebeldes con comida, hospedaje e información del área. En el grupo de Emilio Guerrero, miembro del PLM, se encontraban al menos veinte indios kiliwas y pai-pai que estuvieron presentes en la lucha final de Tijuana pero que pagaron la colaboración en estos actos

La última página sobre los indios y el magonismo parece haber sido escrita por una fuerza punitiva federal, comandada por un tal Lerdo González, el cual se dedica a perseguir y capturar a algunos de los indios que habían cabalgado con Guerrero. […] mataron a la mayoría de ellos, la fecha de la ejecución fue el 10 de junio de 1911 (Owen, 1975, p. 316)

No obstante, también fueron reclutados por las tropas federales para combatir a los magonistas, observarlos y reportar cualquier movimiento dentro de la región montañosa. Es bien sabido que Simón Berthlod, por ejemplo, fue espiado por medio de los indígenas, e incluso “en un reporte al Ministro de Guerra, Celso Vega atribuye la herida de Berthlod a dos “indios” […] los dos indios involucrados en la matanza fueron identificados como Jorge González y José Higuerra: uno fue muerto por los magonistas en San Miguel y el otro en el Álamo” (Velasco, 1920, p. 45)

Por falta de fuentes, es imposible  decir a ciencia cierta o hacer un recuento aproximado del número de indios que participaron en la rebelión, lo que si puede afirmarse es que esa participación estuvo presente -en mayor o menor medida- en las líneas rebeldes y en las federales, aunque más que una conciencia revolucionaria, veían en los enfrentamientos una oportunidad para ajustar cuentas de conflictos atrasados con otras comunidades. Sin embargo, aún después de 1911 Flores Magón mantuvo su interés en los indígenas, cuya intervención es sin duda relevante, ya que:

Para Ricardo Flores Magón estaban íntimamente ligados la revolución y el indio, tanto por ser la mayoría de los explotados, como por ser militantes en contra de ella y por tener ellos viva la práctica histórica de la ayuda mutua. Los pueblos indios tienen en el magonismo una propuesta revolucionaria que exige un conocimiento profundo de la realidad indígena, porque no le interesan los indios como carne de cañón ni como imagen a manipular, sino como comunidades y pueblos de gentes con una experiencia histórica trascendental. (Maldonado, 2008, p. 40)

La Junta Organizadora del Partido Liberal tenía ya puesta la mirada en la región desde fechas muy tempranas, incluso en 1908 realizaron otras actividades armadas en la frontera mexicana, pero sería hasta 1911 cuando comenzarían a concretarse las operaciones en Baja California. Según González Monroy, los organizadores del grupo que inició la revolución en el norte de la Baja California fueron los siguientes individuos: el indio Camilo Jiménez, Pedro Ramírez Caule y Fernando Palomares […] después se les unieron Adrián M. López, José Espinoza y Adrián Pacheco (González, 1962, p. 42). Las primeras juntas de este grupo se realizaron en la vivienda de Jiménez, en la frontera con Hotville, California. Sin embargo, poseían armas en deteriorado estado, por lo que la Junta decidió enviar a José María Leyva a reparar algunas de ellas. Leyva había mostrado su inquietud por participar directamente con el resto del grupo, por lo que finalmente fue nombrado como el dirigente.  Algunas de las reuniones se realizaron del lado estadounidense y de esa forma comenzaron a participar en el proyecto algunos norteamericanos de la IWW. No obstante, el número de miembros y de armas seguía siendo reducido. Entre estos estaba Simón Berthlod, quien desesperado ante aquella inactividad, que ya empezaba a minar los entusiasmos de algunos de los compañeros decidió actuar: “tan luego arribaron las armas, Berthlod exhortó a los allí reunidos a marchar sobre Mexicali” (González, 1962, p. 44). Así se acordó que la primera ciudad en ser tomada sería ésta y que los encargados de ello serían precisamente José María Leyva y el mismo Berthlod. Posteriormente, Fernando Palomares tomaría Tijuana y Ensenada.

Concretamente, la madrugada del 16 de enero comenzó la concentración de hombres en los alrededores de la población de Mexicali para iniciar el ataque sorpresivo la madrugada del 18, mismo que fue rápido y efectivo por la falta de preparación de las autoridades y de los pobladores frente a un suceso de esta naturaleza, que incluso obligó a algunos de ellos a huir hacia Caléxico, Estados Unidos. Una vez en el poblado, los magonistas liberaron a los presos en una acción que consideraron plenamente libertaria y varios se unieron al movimiento. También la aduana fue tomada y su administrador capturado, junto con el comerciante español Benigno Barreiro. Ello con el fin de obtener dinero para el armamento y otros gastos del PLM. La zona era estratégica por ser frontera con la Unión Americana, la que mandó un comunicado al gobierno de Díaz informándole de los movimientos en el norte de México, pero el cual no obtuvo mucha atención debido a que la prioridad oficial era derrotar a Madero. A esto también se debe la victoria magonista en Mexicali.

Diez rurales eran los encargados de la protección del pueblo, de los cuales 3 fueron capturados por los magonistas, pues los demás se internaron en territorio estadounidense. Durante la toma de Mexicali solamente se tiene noticia de un deceso; el del carcelero José Villanueva, que opuso resistencia frente a la liberación de los reos. La actividad revolucionaria en Mexicali duró solamente 5 meses, lapso  durante el cual dos sospechosos de espionaje fueron fusilados.

Pronto, el gobierno comenzó a llamarlos filibusteros, término que la población desconcertada adoptó. No lograba comprender cómo los magonistas decían que querían recuperar Baja California para los mexicanos y, por otro lado, varios de sus combatientes eran estadounidenses. Hecho que reforzó la teoría del Gobierno, que aseguraba en sus comunicados que el objetivo magonista era entregar Baja California a Estados Unidos. Algunos pobladores, plasmarían sus primeras impresiones, como fue el caso de Alfredo Monreal Romero, quien vio la llegada de los magonistas:

Cuando llegaron los filibusteros en 1911, eran como las tres de la tarde cuando llegaron a la casa y nos dijeron que nos saliéramos....Eran los mismos magonistas, nomás que venía una revoltura de gringos que hasta daba miedo verlos....Yo creo que los gringos y los negros entraron a esa revolución, como dice el dicho, a río revuelto, ganancia de pescadores, porque se comieron gallinas, puerquitos y todo lo que se encontraron en las casas.... Cuando entraron los filibusteros, había una cárcel, y de inmediato se fueron allí y soltaron a los presos, luego agarraron al alcalde y lo mataron. Me acuerdo que se llamaba Camilo, todavía lo pasearon por allí donde es la tienda. Mas, ya muerto y atravesado en una mula, hasta que lo fueron a tirar. (Trujillo, 1986, p. 57)

Otro testimonio es el de Don Cleofás Chacón:

Los filibusteros o magonistas se fueron del otro lado del canal por Estados Unidos y los oficiales mexicanos..., por este lado..., y nomás se oía la balacera...Lo que sí me consta es que un amigo mío que era celador y se llamaba Vicente Sepúlveda lo mataron los filibusteros.... (Estrada, 1973, p. 20)

Ahora bien, resulta importante revisar lo que decían los mismos magonistas acerca de estos acontecimientos, y ¿qué mejor arma para expresarlo que Regeneración? En su número 23 titulaba Los liberales toman Baja California e intercalaba las fotos de José María Leyva y Simón Berthlod, así como un telegrama del primero:

Cal., 29 de Enero de 1911. Mexicali en nuestro poder. Hasta hoy sin novedad [...]. El ataque sobre Mexicali ha sorprendido y desconcertado a la Dictadura. En la Baja California hay un reducido número de tropas federales y no existen vías rápidas de comunicación. El Gobierno cuenta con un destacamento de soldados en La Paz, al sur de la península: con 210 soldados […] la mañana del domingo próximo pasado, 80 liberales acaudillados por José María Leyva y Simón Berthlod, tomaron el pueblo de Mexicali, recogiendo los fondos que había en la Aduana y en las demás oficinas del gobierno. El Sub-Prefecto Gustavo Terrazas fue hecho prisionero, mediante un rescate de $500.00 se le puso en libertad. El cuartel y la Aduana fueron tomados sin resistencia. En la cárcel, donde estaban confinados varios revolucionarlos, el Alcalde se resistió a entregar las llaves y cayó muerto, atravesado por una bala. Un comerciante de la localidad, B. Barreiro, se expresó en términos despectivos para los rebeldes, por lo que se le hizo prisionero y se le impuso una multa de $570.00.” (Magón, 1911, p. 18)

En este mismo número del órgano magonista se daba cuenta del temor que comenzaban a tener las autoridades de todo el Estado de Baja California, así como el de los empresarios, que desesperados trataban de sacar su dinero de tierras mexicanas.

El 29 de enero de 1911 se tuvo noticia del inicio de las movilizaciones federales para combatir a los magonistas, cuando el coronel Celso Vega envió un telegrama a la Secretaria de Guerra indicando lo siguiente: “Por esta vía avísenme que hoy en la madrugada fue asaltado Mexicali por revoltosos en número de cincuenta. Salgo violentamente para aquella frontera con cien hombres Compañía Fija.” (Vega, 1911, p. 10) Además, fue en esa fecha cuando comenzaron a darse las primeras noticias de la acción magonista en los periódicos del país y a publicarse los primeros testimonios, como en El Tiempo (1911), edición de la Ciudad de México, que el 30 de enero afirmó:

“…los revoltosos abandonaron Mexicali y se hallan acampando en el banco del canal cerca de la estación de Packard. Los empleados del gobierno recuperaron la Aduana, la que está funcionando como de costumbre, los alzados se llevaron de aquí poco menos que $2,000”

Se sabe que este hecho no fue cierto, pues las actividades del PLM en Mexicali continuaron, dándose un enfrentamiento armado el 8 de febrero entre las fuerzas federales y las revolucionarias, donde fueron muertos dos rebeldes y herido el coronel Vega.

En los subsecuentes enfrentamientos murieron aproximadamente cuarenta magonistas. Durante todo el mes de febrero e inicios de marzo, se dio cuenta en la correspondencia entre Celso Vega y la Secretaria de Guerra de las actividades consideradas filibusteras, así como entre el gobernador de California y el presidente de los Estados Unidos de América, a quién se le informó de la constante entrada y salida del país por parte de los liberales y del reclutamiento que se hacía de ese lado de la frontera. Asimismo, se hablaba de la futura ocupación de Ensenada y de la negación de los ciudadanos para combatir en contra de los magonistas, por lo que el jefe político del distrito norte del estado planeaba un enfrentamiento, del que más tarde se dio cuenta en un comunicado:

Los periódicos americanos de esta mañana, 16 de Febrero, anuncian el primer combate habido entre las fuerzas liberales bajo las órdenes de los camaradas Leyva y Berthlod en Mexicali, Baja California, y las del despotismo mandadas por el Coronel Vega. Después de la toma de Mexicali, el 29 de Enero, la columna liberal marchó hacía el suroeste de la población y tomó posiciones en el Picacho, donde por dos semanas estuvo esperando el ataque de los federales... El Coronel Vega hasta se enfermó ante la posibilidad de tener un combate con los insurgentes. Pidió refuerzos al Dictador, pero los refuerzos no llegaron y no se atrevió a atacar a los Insurgentes […] Por fin, el día 15, después del mediodía, se decidió Vega a atacar á los compañeros en Mexicali. Nuestros compañeros esperaron el ataque en medio del mayor entusiasmo. Vega comenzó el ataque ordenando hacer fuego sobre unos escuchas liberales que se encontraban en el rancho del americano Leo Little. Los escuchas liberales corrieron a dar aviso de la presencia del enemigo y momentos después liberales y federales dieron comienzo a una lucha encarnizada que duró tres horas. Se cree que el Coronel Vega quedó muerto, pues el que hacía de Jefe de los federales, cayó del caballo en lo más recio del combate. Al caer el Jefe, los federales dieron media vuelta y corrieron tan pronto como se los permitieron sus piernas a ocultarse tras de una colina cercana. Los federales perdieron más de treinta hombres entre muertos y heridos, mientras nuestros compañeros tuvieron dos muertos y un herido (Magón, 1911, p. 34)

Por otra parte, un miembro magonista de origen norteamericano, llamado William Stanley, convencido de que el movimiento se tenía que extender rápidamente, decidió precipitadamente -y sin consultar al general José María Leyva-, invadir el 21 de febrero el poblado de Los Algodones, al norte de Baja California, cerca del límite con Sonora. En esta ocupación perdieron la vida tanto el teniente de la policía como el administrador de la aduana. Un artículo de prensa dio cuenta de este hecho:

La noche del 21 de este mes, un destacamento de 25 compañeros fue de Mexicali a Los Algodones con el objeto de recoger elementos para la campaña. Tomaron el tren denominado ínter-California cerca de la Estación de Packard y lo hicieron retroceder a la Aduana de Los Algodones. Al llegar a dicho lugar, nuestros compañeros se dirigieron sin pérdida de tiempo al cuartel al que hicieron fuego resultando desde luego muerto el Jefe de los Rurales Cecilio Garza y el Jefe de la Aduana, Tomás Beléndez. Los federales echaron a huir como liebres, muertos de miedo, para el lado americano, y tal era el terror de que iban poseídos, que no advirtieron que una cerca de alambre les cerraba el paso, enredándose en las puntas que les desgarraron las carnes, dejando en poder de nuestros compañeros, armas, víveres, municiones de guerra y el dinero de la Aduana (Magón, 1911, p. 23)

De lo anterior, puedo deducir que las fuerzas armadas mexicanas no se sentían en condiciones de repeler una lucha revolucionaria como la que en Baja California se estaba llevando a cabo.

Al iniciar el mes de marzo, los magonistas intentaron tomar Tecate en dos ocasiones, resultando ambos intentos infructuosos al ser derrotados por las fuerzas federales. La dirección del PLM acordó trasladarse a Ensenada después de que en el mismo mes apareció en Regeneración un comunicado que aseguraba que estaban listos para tomar esa región:

Las fuerzas liberales tienen la seguridad de tomar la Ensenada de Todos Santos, capital del Distrito Norte de la Baja California. Los compañeros Leyva y Berthlod han estudiado bien sus planes, y ese importante Puerto estará dentro de pocos días en poder del Partido Liberal Mexicano. La guarnición del Puerto está en condiciones tales de desmoralización, que no resistirá ni una docena de disparos sin que se rinda. Las autoridades tienen la esperanza de que el Dictador les envíe 800 soldados que han pedido; pero ese número no bastaría para detener el empuje de las fuerzas liberales […] El octavo Batallón salió de Manzanillo y es el que va a desembarcar en Ensenada. Con ese Batallón vienen varias piezas de artillería […] Nuestros compañeros de Mexicali se disponían ya a hacer su marcha a Ensenada desesperados de no tener una oportunidad de derrotar nuevamente á los esbirros de la Dictadura, cuando recibieron la noticia de que las fuerzas federales venían a atacarlos. Resolvieron quedarse para luchar; pero todavía no hacen su aparición los soldados federales (Magón, 1911, p. 34)

Se aseguraba que la toma de esa población era solamente cuestión de días, pero la comunicación telegráfica desde esta ciudad ya había sido cortada por los porfiristas. Finalmente, el 18 de marzo los magonistas anunciaron que iban en camino, realidad que no llegaría a concretarse debido a la muerte de Simón Berthlod –encargado de la operación– al resultar herido de bala por las fuerzas porfiristas.

Más tarde, el 12 de marzo de 1911, un grupo de magonistas liderado por Luis Rodríguez llegó a Tecate, tarea que fue difícil porque para ello se tuvieron que librar varias batallas. Empero, los hechos que antecedieron a este evento no están claros y necesitan más investigación. También fueron ocupados los poblados de San Quintín, Santo Tomás, San Elmo, El Álamo y Santa Catarina. Y, como parecía que la toma de Ensenada estaba lejos de ser una realidad, se concretó la ofensiva magonista en Tijuana. El 8 de mayo de 1911 llegaron a esta ciudad rumores de que los filibusteros se encontraban cerca, encabezados por Carl Pryce y que sumaban más de 100 por lo que las fuerzas gubernamentales –con mayor número de elementos– se prepararon para un ataque, que no tardó en concretarse y que sería el mayor durante toda la rebelión magonista en la Península.

La batalla daba la ventaja a los magonistas, obligando a algunos de los combatientes oficialistas a huir hacia lado norteamericano. Una vez debilitados los pocos federales que quedaban a la defensa de Tijuana, fueron derrotados, izándose triunfante la bandera del Partido Liberal Mexicano el día 10, suceso que se explica en Regeneración:

Tijuana está en poder del Partido Liberal Mexicano. En estos momentos flota la Bandera Roja en esa plaza. Después de una fatigosa marcha a través de las montañas y de los desiertos desde Mexicali hasta Tecate, la Segunda División del Ejército Liberal en la Baja California, dirigida por el valeroso, inteligente y modesto compañero C. Pryce, hizo alto ahí, en Tecate, para tomar un respiro, pues después de una ligera parada, se puso en marcha nuevamente la División con rumbo a Tijuana. Los federales y rurales de Tijuana, entendidos por sus exploradores de que la fuerza liberal se acercaba, se fortificaron, bajo las órdenes del Subprefecto Larroque, lo mejor que pudieron hacerlo, y se dispusieron a hacer una tenaz resistencia, como que comprendían la terrible pérdida que iba a sufrir el despotismo con la toma de la población que, aunque pequeña, es de grande importancia por ser Aduana Fronteriza y lugar de mucho movimiento. Pryce y sus valientes, en número de 105, esperaron la noche del día 8 para efectuar el más notable de los movimientos militares que ha habido en la presente campaña. Se dio Pryce tan buena habilidad, que cuando la aurora comenzaba a teñir de rosa el cielo ya estaba a las puertas de la población. En Tijuana había una fuerza de doscientos federales. Nuestros compañeros, como queda dicho, solo eran 105. Los federales estaban atrincherados fuertemente. Nuestros compañeros estaban a campo raso. Cualquier hombre entendido en el arte de la guerra habría predicho la derrota de nuestros hermanos; pero no fue así. […] los federales se reconcentraron todos en la Plaza de Toros y la iglesia; pero nuestros compañeros prendieron fuego a  esas construcciones y los federales tuvieron que huir en vergonzosa fuga (Magón, 1911, p. 56)

Sin embargo, los medios impresos no tardaron en afirmar que en Baja California se había levantado la bandera de los Estados Unidos, prueba fehaciente de que se quería entregar el territorio a aquella nación, como consta en una nota del San Diego Union (1911,  p. 13)

en uno de los edificios de Tijuana hay una bandera americana y sobre ella está colocada la bandera roja de los rebeldes. Hay cuatro lugares en Tijuana donde está izada la bandera americana y solamente uno donde está la misma, juntamente con la roja de los rebeldes. Dijo uno de los rebeldes, mirando las dos banderas: ¿Es una vergüenza que estén de esa manera, verdad? Pero pronto estará la americana sola y pronto también flotarán las barras y las estrellas en el resto de Baja California


Miembros del PLM en Tijuana. Se observa la bandera roja con la insignia
“tierra y libertad” característica del partido

Lo anterior provocó que el ejército del Partido Liberal Mexicano desmintiera tal afirmación por medio de un comunicado publicado en Regeneración:

¡Mentira que ondee la bandera americana en los edificios de Tijuana! ¡Mentira que la intención del Partido Liberal Mexicano sea entregar esa tierra a los Estados Unidos! Esas viles falsedades han sido echadas a volar, desde el principio de nuestra campaña, para que los patrioteros se exalten y aplasten a nuestros hermanos […] No nos conformamos los liberales con la conquista de la Baja California. No nos conformamos con tan poco. Estamos sosteniendo la guerra en la Baja California tanto como en muchos Estados de la República lo estamos haciendo, y hecha la Revolución Social en México, se hará en todo el mundo (Magón, 1911, p. 67)

De hecho, ya con el control de Tijuana, los magonistas hicieron un llamado a los pobladores que se habían alejado de la zona a volver, pues afirmaban que en ella estaban garantizadas la libertad, la seguridad y la justicia.

Los jefes del partido –liberal- invitaron a la colonización. Sin embargo, la Junta aclaró que, como faltaban fondos, los colonizadores tendrían que pagar su propio transporte y costos de mudanza, estipulación que para la gente pobre debió haber sido una gran decepción […] Cada persona sería autorizada a hacer lo que quisiera; al mismo tiempo se suponía, todos aspirarían a un fin común. Mientras que en el pasado un hombre trabajaba largas horas en la tierra por una retribución insignificante, los esfuerzos comunitarios permitirían a estos pioneros recortar el día de trabajo a cuatro horas y aun así ser remunerados abundantemente. Al mismo tiempo, habría privacidad e individualismo en la vida familiar. La gente viviría en casas y tendría sus propios animales, utensilios, y objetos personales según se necesitaran (Blaisdell, 1993, p. 182)

Lamentablemente, algunos meses más tarde, Ricardo Flores Magón y los miembros del Partido Liberal Mexicano se darían cuenta que Carl Pryce, el ex militar británico que encabezó la toma de Tijuana, no era lo que ellos pensaban al declarar éste abiertamente sus tendencias anexionistas ante los medios norteamericanos. Para entonces, pretendía sacar provecho de la rebelión de Baja California en favor del gobierno de su país, tomándose sus palabras como comunicados del PLM. Pryce fue sustituido de su cargo y expulsado del partido, pero su actitud vino a descontrolar la situación en Tijuana, la cual también se vio agravada por el arresto de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano el 14 de junio en territorio americano, es decir, no se encontraba activamente en Baja California.

Ricardo y Enrique Flores Magón fueron conducidos a prisión bajo acusaciones de violar la neutralidad estadounidense y promover la violencia en territorio mexicano, extendiéndose su prisión un par de meses. El relato de los sucesos señala que:

El 14 de junio de 1911 a eso de las 11 1/2 de la mañana, una horda de esbirros invadió las oficinas de Regeneración y después de arrestar a los compañeros Ricardo y Enrique Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, se entregaron al saqueo más odioso que pueda imaginarse; no sólo en las oficinas del periódico, sino también en los cuartos interiores, habitación de la familia del compañero Rivera, sin preocuparse del espanto que su acto salvaje sembraba en las tiernas criaturas del camarada mencionado, y sin dar oídos a las protestas de su compañera contra el ultraje que cometían los esbirros pisoteando toda ley y violando lo sagrado del hogar. (Magón, 1912, p. 75)

A finales de mayo de 1911, cuando los magonistas tenían el control en Tijuana, subió a la presidencia de México Francisco León de la Barra, quién tenía como objetivo el desarme de los revolucionarios y la realización de elecciones en el país.

De la Barra se comunicó con Madero a fin de implementar un plan contra el PLM y su línea de acción revolucionaria: “Agradézcole aviso contenido en su mensaje de hoy relativo Baja California comprendiendo importantísimo dominio inmediato de nuestras fuerzas Baja California contra filibusteros di órdenes desde el 27 de mayo salida inmediata de tropas suficientes” (Turner, 1984, p. 256)

El Estado mexicano decidió actuar en conjunto con el estadounidense, que facilitó el 14 de junio el arresto los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal en Los Ángeles; de esta forma fueron apresados y acusados de violar las leyes de neutralidad Librado Rivera, Anselmo Figueroa, Ricardo y Enrique Flores Magón, dejando a los miembros del PLM en Baja California sin cabeza y obligándolos a ocuparse también de la liberación de sus compañeros, misma que se dio en los subsecuentes meses. Cabe mencionar que, como afirma Douglas Taylor, el PLM a partir de 1911 comenzó a perder el apoyo de distintas organizaciones liberales y socialistas estadounidenses que consideraban la “acción directa” del partido -es decir, combatir con armas y tomar poblados mexicanos- como imprudente y radical, al grado de considerarlo una lucha no válida por lo que no se les pudo pedir apoyo para la -entonces presa- Junta Organizadora. Solamente John y Ethel Turner, algunos anarquistas italianos radicados en EUA y la IWW mantuvieron su apoyo al PLM, especialmente a Ricardo Flores Magón.

La campaña militar entró en una fase de decadencia que aumentó cuando Madero decidió emplear la fuerza contra los grupos liberales en México y envió a ex magonistas -incluyendo al mismo Jesús Flores Magón- tanto a Mexicali como a Los Ángeles a tratar de negociar un cese a las armas, negociación que sólo tuvo éxito con un grupo de 60 hombres ubicado en Baja California. Sin embargo, como es obvio, varios pelemistas decidieron sumarse a las fuerzas maderistas antes de que se organizaran estás comisiones, ello debido a la popularidad del movimiento y a la derrota de Porfirio Díaz, pero sobre todo a los conflictos internos dentro del Partido Liberal Mexicano que comenzaban a manifestarse en enfrentamientos violentos entre mexicanos y extranjeros.

La política de continuar utilizando los servicios de extranjeros como militares también provocó descontento entre algunos de los dirigentes del PLM. Por ejemplo, Juan Sarabia […] y Julio C. Mancillas […] se distanciaron de su líder y se unieron a los maderistas en parte debido a este problema. Juan Sarabia escribió una carta a Flores Magón en que declaró que la causa liberal tuvo que ser apoyada por un gran número de extranjeros, puesto que los mexicanos no habían mostrado simpatía con sus propósitos. (Douglas, 1992, p. 106)

Entre los motivos del fracaso de la rebelión fue también muy importante el hecho de que el gobierno estadounidense apoyó a Madero en esta lucha permitiéndole a sus hombres pasar libremente por su territorio, pero a la vez implementando la seguridad fronteriza con Baja California para evitar el paso de magonistas. Así, la cacería de estos estuvo en buena parte dirigida por el propio Francisco Madero: “apruebo mis partidarios únanse fuerzas federales combatir filibusterismo y magonismo” (Magón, 1911, p. 86)

De esa forma se ideó un plan militar para combatir a los anarquistas. Este plan estaba en manos del coronel Celso Vega, quien apoyado por una gran cantidad de hombres -aproximadamente 600- enviados por el gobierno federal, algunos de ellos maderistas, montó un contingente que salió el 17 de junio de Ensenada, llegando el día 22 a Tijuana y provocando un enfrentamiento, que causó graves bajas a los rebeldes. En Regeneración se publicaría más tarde el relato de los acontecimientos.

ochocientos federales maderistas atacaron a un puñado de liberales. Después de tres horas de combate, con 16 bajas y escasos de parque, los pelemistas sobrevivientes cruzaron la línea divisoria con Estados Unidos y fueron arrestados y desarmados. Los federales por su parte tuvieron 30 muertos […] por las circunstancias en las que se efectuó el combate nuestra derrota es un triunfo moral de gran valor, porque ha quedado demostrado que los liberales luchan por principios y son firmes (Magón, 1911, p. 85)

Éste fue un duro golpe contra las acciones del PLM y, de paso, significó el fracaso de toda la rebelión magonista en Baja California. Perder Tijuana era perder el centro de acción de la estrategia libertaria. Después del enfrentamiento muchos extranjeros cruzaron la frontera, rindiéndose de lado americano, mientras que los mexicanos se refugiaron en el campo. De esa forma, la presencia del PLM en Baja California fue infructuosa debido a las acciones conjuntas del Senado de la República, del presidente León de la Barra, del dirigente liberal Francisco Madero y algunos de sus simpatizantes, más la colaboración oficial estadounidense. A todos ellos Ricardo Flores Magón los acusaba de explotadores del pueblo mexicano.

No obstante, la derrota no fue solamente ocasionada por acciones militares, para concretarse requirió de otros factores de orden político y social. Por ejemplo, el creciente rechazo –siguiendo la versión difundida por el gobierno– de buena parte de la población mexicana hacia el PLM por considerar que éste les quería arrebatar sus tierras. Asimismo, los anarquistas se vieron claramente afectados por las sucesivas derrotas ante las fuerzas federales. La derrota de Tijuana significó el fracaso de toda la rebelión. Al menos así lo entendieron un número considerable de estadounidenses, que después de la batalla decidieron regresar a su país. Algunos mexicanos también desertaron del movimiento armado magonista. Además, el triunfo político de Madero debilitó el proceso bajacaliforniano, pues muchos miembros del PLM consideraron como cumplido el objetivo: la destitución del dictador Díaz. Así, varios de los participantes de la rebelión decidieron sumarse a la tendencia maderista, que se vislumbraba prometedora. De hecho, a lo largo de toda la vida del PLM hubo deserciones. Como apunta adecuadamente Rubén Trejo, “la derrota pelemista en Baja California “no se debió únicamente a una vasta conspiración. En este fracaso intervinieron, también, las divisiones internas, las cooptaciones, las traiciones, la menor fuerza militar y los errores de la Junta Organizadora” (Trejo, 2010, p. 149).

1.- Yuma

8. Tijuana

2. Los Algodones 9. Guadalupe
3. Mexicali 10. Ensenada
4. Caléxico 11. Real del Castillo
5. Picachos 12. El Álamo
6. Laguna Salada 13. San Quintín
7. Tecate  

 

En conclusión, de acuerdo con Lawrence Douglas Taylor, el fracaso de la ofensiva magonista se debió básicamente a tres causas: la falta de armamento en general, particularmente el de tipo sofisticado -ametralladores y artillería-, la casi completa ausencia de una dirección militar suprema por parte de la junta del PLM y el escaso número de reclutas mexicanos que permitió la preponderancia de extranjeros en las filas de batalla. “Los miembros de la IWW y los soldados de fortuna, que formaron el sostén principal de las fuerzas liberales en Baja California, irónicamente representaron un elemento clave en la derrota eventual de estás” (Douglas, 1992, p. 114).



[1] Egresada de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Recién titulada con el tema de tesis “El anarquismo latinoamericano”. Escritora de poesía, ha contribuido en libros como  La semilla desnuda. Poesía viva de México (2010) y Antología Anual de Poesía (2006). Participó en el primer encuentro solidario México – Cuba realizado en La Habana en 2010. Su actual línea de investigación se centra en la temática social.

 

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Cómo citar este artículo:

GARCÍA, Yolanda, (2013) “La revuelta magonista de 1911 en baja california”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 15, abril-junio, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.
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