Rosina Valcárcel. Naturaleza viva o antítesis del retrato

 

Para leer a Rosina Valcárcel es necesario disponer de una sala de exposición. Sus poemas son cuadros dispuestos en armonía con las líneas perpendiculares al tango en vertical.

Paisajista de la pluma y la letra, no retrata; crea entes a partir de flores de piedra, con intenso aroma a arcilla, que bordean las veredas grises, preñadas de pasos que las transitan.

Naturaleza viva es esa imaginaria sala de exhibición de figuras geométricas que se ciñen al contorno/entorno de los trazos poéticos en una revolución inconclusa, “entre las manos oscuras de un barco lejano”.

¿Cómo es posible entramar un sueño con pinceladas de vocales y claroscuros de consonantes? ¿Con qué cierta relativa facilidad se pueden conjugar verbos y adjetivos para matizar el bucolismo citadino?


Más aún, en Valcárcel, la gama cromática convencional se combina cómplice para entramar metáforas en altos y bajo relieves, superficies planas para enterrar a un diablo embustero.

De lo abstracto a lo fauvista, la estética preconcebida de la poeta construye suaves cuerpos de arena, disipa animales e hila dobles artimañas; le da forma al frío y traza el silbo de Dios.

No hay riesgos. No existe una sola pincelada estridentista que desmitifique el sosiego de ojos suspirantes. No hay riesgos, digo; sólo un pulso estudiado, práctico y experimentado logrado con el oficio.

Antes bien, parajes tranquilos son la constante en cada cuadro, en cada efecto dimensional; cada punto de fuga, cada nota musical que se plasma en el lienzo blanco de una página virgen.

Si acaso, el lienzo blanco de la página es rasgado por una línea que aparentemente podría estar fuera de matiz, cuando nuestra poeta se propone divergir de su estilo: con pulso firme traza unas gotas de relámpagos, éstos, que se antojan lejanos sólo para darle fondo a su cuadro de lluvia metamórfica.

Y lo confirma en un esbozo paisajístico: “La ciudad se desmorona / Niños extraviados corren / El discípulo supera al maestro / El amigo excava el pasado / El mar arrastra un cuerpo de mujer / El amor considerado un crimen / Sol coral ojo hechicero / La tarde azafrán y no gris”.

Finalmente, la poeta/pintora se expone a sí misma y desborda lluvias recurrentes, tardes perennes. Son su impronta. Tal vez la lluvia la impulsa “Y pinta con prisa la palabra Libertad”.

Y mientras bombardean Palestina en una tarde tranquila de escuela, seguiremos escuchando la pintura de humos confusos a los que Rosina Valcárcel nos tiene acostumbrados, al ritmo de las notas de Paul Mauriat.

Lima. Octubre de 2011.

 

 

[div2]Cómo citar este artículo:

BRINDIS GÓMEZ, Elid R., (2012) Rosina Valcárcel. Naturaleza viva o antítesis del retrato”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 10, enero-marzo, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Martes, 16 de Abril de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=399&catid=12[/div2]