Las lecciones de la transición civilizatoria

 

La cadenas de la civilización occidental se siguen aherrojando sobre la especie humana, pueblos y, desde luego, la naturaleza. Todo ello se ha justificado, por el progreso que presuntamente trae la extremada concentración del capital y de la riqueza producto de la esclavitud en su forma capitalista o en cualquier otra.

“La civilización que va regenerando al mundo entero, se extiende hasta el mismo diablo:
ya no parece el fantasma del Norte. ¿No lo ves?. Me presento sin cuernos, sin cola y sin
garras. También prescindo de la pata de caballo, porque aquí me estorba y, a semejanza
de los jóvenes elegantes, he usado la moda de usar pantorrillas postizas”
(Goethe, en Fausto, “diálogo de Mefistófeles con la Bruja”).

 

La civilización como trampa

[inset image="images/stories/pacarina/0045.jpg" imgwidth="175" side="right" title="" width="175"][/inset]El estado de ánimo en el mundo se ha derrumbado ante el cada vez más alejamiento de una solución factible a los problemas que se ciernen sobre la humanidad y la tierra en las próximas décadas -siglos-. Éstos se condensan en la prolongación de procesos destructivos irreversibles sobre los ecosistemas, las comunidades humanas y las personas. La explicación de los mismos, tiene que ver con el modo de apropiación de la naturaleza, y el carácter de las relaciones intersubjetivas ancladas en la servidumbre espiritual de los pueblos que le corresponde.

Son varios los factores que explican dicha sumisión. Primero, la idea básicamente decimonónica, de que bastaba ser una mayoría para garantizar el advenimiento del cambio social y el triunfo inevitable de los pueblos, se contradice con los hechos de la época en que vivimos, ya que unos cuantos disponen del suficiente poder para controlar a la mayoría.

En segundo lugar, la creencia de que la profundización de las lucha de clases conduce inevitablemente al progreso entendido como un proceso natural; no comprendiendo la importancia que la coevolución tiene en este terreno. Además de que las contradicciones de clase se modifican por la necesidad de enfrentar el desastre climático.

Asimismo, y en tercer lugar, el haber considerado que con una sólida economía, fincada en el crecimiento sostenido (Lenin dixit), sería suficiente para garantizar el bienestar de los pueblos en un sentido socialista o comunista.

La falla central de tales planteamientos es el continuar con la idea religiosa (y “científica” a la vez) del sometimiento de la naturaleza por el hombre (Génesis). Además, de que se cree también de que, como el fin del capitalismo es inevitable, la emergencia de la clase trabajadora como delineadora del futuro social inmediato, aparece como algo natural.

 

Ecocomunismo: nueva civilización

Pero el pensamiento dialéctico no puede ignorar que la negación (determinatio est negatio, decía Spinoza) de la “expropiación de los expropiadores” (y de la revolución comunista), se tradujo en los procesos de reprivatización de los países socialistas y países emergentes; e incluso en los centros. Pero ello no puede implicar retornar a la fase (como en Rusia y China) de la negación de la negación aludida (es decir, a dicha expropiación), es decir, la abolición de la propiedad privada capitalista por la masa del pueblo (decía Marx).

La cuarta negación (la primera, la expropiación del pueblo por un puñado de capitalistas, suprimiendo la unidad entre la propiedad y el trabajo; la segunda, la revolución socialista; y, la tercera, la reprivatización global), en este caso, se convierte realmente en una afirmación [que incluye el dominio del sujeto (o sea la humanidad) sobre el objeto, es decir los objetos de su creación], que a la vez es la negación de la reprivatización, pero también de la abolición total de la propiedad privada, para centrarse más bien en el control y propiedad de las megaempresas; y no andar penalizando a los vendedores ambulantes como burgueses.

Asimismo, la polarización militarista que se recrudeció con la caída del socialismo, conduce a modificar las estrategias de liberación, pues el eje de las luchas pasa de la confrontación con la burguesía en cuanto tal, a la conservación (afirmación) de la especie humana y es, en ese marco, que tienen ahora lugar las propias reivindicaciones de las clases trabajadoras.

Sin embargo, dicha transformación implica actualmente centrarse en la supervivencia planetaria, y junto con ella en garantizar la evolución humana en el marco del calentamiento global, y las inevitables catástrofes que se atestiguan y que afectan en especial a los países más débiles.

La evolución humana se enfrenta así a un escenario de involución (de incapacidad para enfrentarse al cambio climático con las consecuentes pérdidas en vidas humanas, especies en general y hábitat, así como de los recursos genéticos criollos), pues el desarrollo económico bloquea la primera, debido al control privado del rumbo sistémico. De tal manera que hoy como nunca el capitalismo, y la depredación en general, se oponen a, ya no digamos el socialismo, sino tan siquiera a una mejora en el bienestar de la población- en los países del Sur- o a su conservación -en los del Norte-.

Y es que la civilización del Norte se sostiene precisamente en un sistema profundamente asimétrico a su interior y en relación a los países del Sur. Sobra decir que a nivel económico se trata de una reproducción ampliada negativa (Bujarin) donde la anarquía de los mercados y el parasitismo han sido el sostén del crecimiento económico, que pasó de ser desbocado al letargo que trae consigo la depresión global en ciernes (donde la recuperación repetirá el escenario de 2007-2008 en la economía yanqui).

Todo ello explica la presencia de límites, visibles e invisibles, por cuenta de la degradación humana y natural que se dibuja como el horizonte del mañana en este planeta: crisis climática, energética, alimentaria, humanitaria... Sin embargo, en el contexto del léxico de dominio cognitivo y empañados por la neblina que la confusión postmoderna provoca, muchos  denominan desarrollo sustentable a la solución de estos problemas.

Ante el fin del mundo, tal y como lo conocemos actualmente, podemos decir que no se trata del fin del mundo en toda su expresión sino del de una civilización fincada en el dominio total. Empero, ante el final de esta civilización, difícilmente no emerge otra cosa, o como le queramos llamar (por ello la idea de la postcivilización); pero que desde luego como salida es inédita; por lo cual se refuerzan los mecanismos de depredación; de ahí el fracaso de Copenhage 2009.Y el resultado es la violencia más descarnada como forma de vida del hipercapitalismo en su interior y en los tentáculos con los que reconquistan el mundo en base a la crueldad y la mentira.

En este contexto, resulta fundamental avanzar hacia formas de corrección del modelo y mapa mental que predomina en el ciudadano del mundo, el hombre- medio, pero también del “ethos” postcivilizatorio. Y de ahí que la transición civilizatoria se vea empantanada por la continuación de tanto de la depredación ecológica y social, como de la mental.

Además, la idea de una solución a priori o predestinada ha mostrado su verdadero rostro, como lo registran las experiencias (desde Stalin y Mao, hasta Pol Poth y el Che; de Kennedy a Bush; y de Cárdenas a Calderón) en este sentido. De ahí que las perspectivas de solución a esta crisis de civilización sean inéditas. Empero, para acceder a éstas es necesario la deconstrucción -y superación- del modelo de vida y pensamiento actuales; esto es, es necesario regresar al punto inicial (Erwin) y empezar a recorrer un nuevo sendero, en dirección hacia una nueva civilización (o más allá de ésta), y no sólo fraguar un modo de producción alterno.

No obstante, aunque dependen en gran medida de la imaginación, las nuevas rutas son a la vez los caminos que también deben resolver los problemas de antaño. Y es que no puede ofrecerse una solución hacia el futuro que cancele las posibilidades de también encontrar solución a los problemas de siempre. No hay que caer en la ilusión postmoderna de sobrestimar lo nuevo olvidando lo que permanece, aun en el marco de la sociedad eminentemente detructora que se vive a escala planetaria.

Se llega entonces a un resultado y es que mientras que en el pasado la opción o dilema era entre capitalismo y socialismo, ahora es entre éstos, y la sociedad alterna, ya que el socialismo no sólo impidió sino alentó la barbarie; y del capitalismo ni se diga.

El nuevo dilema, fundado en la evolución del pensamiento alternativo, desde luego no comienza de cero, ya que recupera críticamente lo esencial del planteamiento socialista-comunista, pero bajo la reapropiación social; ésta indica que la pequeña propiedad (e incluso mediana, y muchas de las grandes) privada no deberá de desaparecer como una precondición para la expansión del potencial de una sociedad alterna. Todo ello se debe a que si bien somos la mayoría, son los pocos quienes tienen en sus manos la capacidad de aplicar la violencia institucional, la cual rebasa con creces los postulados del Manifiesto del Partido Comunista en este mismo sentido (“derribar mediante la violencia el orden establecido”). Además de que, aún con la desaparición total de la propiedad privada, ello dista mucho de ser equivalente a una sociedad en la que cada quien reciba el “según su trabajo”, y menos el “según sus necesidades”, puesto que la contradicción capital/trabajo sólo cambia de forma.

Ahora de lo que se trata es de eliminar, en ocasiones con la violencia, el modo depredador de apropiación de la naturaleza, y que es común al capitalismo y socialismo y que se encuentra presente incluso en las economías tradicionales.

A lo dicho hay que abundar en que no se trata de superar la idea del comunismo en sí, sino de su actualización. Pero, como lo reconoce un sector de la iglesia católica, el comunismo lleva la “semilla de la verdad”, ya que está basado en las enseñanzas de Cristo (la comunión); y el socialismo científico lleva esa huella: dar de comer al hambriento, etc. Empero, también ha tenido aspectos negativos al haber establecido nuevas formas de explotación y destrucción de la mente del pueblo (totalitarismo).

De ahí que el eco-comunismo no sólo plantea la ruptura con las formas de dominio humano sino el reconocer una relación de sujeción humana a la naturaleza, y ya no de dominación sobre ésta: en pocas palabras reconocer que acabar con la explotación del hombre implica acabar, mas no continuar, con la idea de tal dominio.

En relación a lo anterior, hay que tener en cuenta que, la clase trabajadora es cada vez menor cuantitativamente hablando (el desempleo podrá ser mayor que el empleo). Por su parte, el concepto de pueblo (para los anglos “gente”) en cambio, que incluye a la clase trabajadora, es más democrático y abarcante que ésta. Ya no cabe pues la dictadura del proletariado ni pretender cambiar al mundo exclusivamente mediante la violencia y la eliminación radical de las relaciones de propiedad; aunque no se descartan éstas, porque su presencia es independiente de nuestra voluntad.

El problema es que si no se cambia la esencia del sistema que radica en la relación capital-trabajo, lo demás son chinampinas[nota]2[/nota] que, por lo demás, se revierten por la fuerza que tiene el polo contrario. Ya que se sustituyó al empresariado convencional por el burócrata, para continuar así con el régimen de la ganancia y del salario; esto es, de la plusvalía, ya que la reducción del trabajo excedente es el rasgo del socialismo para Marx, no su incremento; en todo caso, tales situaciones representan una economía de guerra.

Seguir en el camino de la “expropiación de los expropiadores” como norma, sin embargo, es alentar más violencia sistémica. Ante ésta última, es que se plantean mecanismos de lucha, que sin proscribirla, le dan gran importancia al cambio de mentalidad (paralelamente al cambio en las relaciones de producción y de propiedad), lo que supone que aun con la clase obrera organizada, en tanto asociación de productores, y mediante el control de ésta sobre el Estado, ello todavía no fue y ni es suficiente para hacer posible la erradicación de la ganancia (y su esencia que es la plusvalía). Por ello Cuba, por ejemplo, casi no ha logrado ir más allá de cómo se quedó la teoría y la práctica socialista desde los bolcheviques (que ofrecieron finalmente un socialismo de Estado).

En consecuencia, hay que insistir que el eje material principal de la revolución  que ponga al mundo de pie, consiste en sustituir la ganancia; en trastocar el recibir (obtener algo gratis de otros), por el dar (absorber socialmente la ganancia, servir a la naturaleza) y tener.

Y esto es tan válido respecto al ecosistema humano como a los ecosistemas naturales degradados. Obviamente ese dar, supone un tomar desde donde abunda la riqueza, pero la transferencia de ésta debe ser por formas en donde  se cambia la esencia de las relaciones de producción, por lo que no puede limitarse a un mero a un cambio jurídico, como sucedió en el caso de los decretos de extinción de la propiedad privada que se conocen en distintos casos.

El ecocomunismo entonces se basa en los principios de la diversidad, no en la uniformidad; o, mejor dicho, en una adecuación humano-social a los dictados de la natura, pero bajo el control social (local-global) de los productores-consumidores, en el ámbito de su soberanía -desde luego limitada en sus medios e ilimitada en sus fines-; ya que ahora un consumidor puede ser más trascendental que el trabajador mismo, por la forma como impacta el ambiente general y particular.

El socialismo o sociedad alterna no será una realidad mientras las respuestas a la crisis y la transición civilizatoria no abarquen los planos epistemológico y ontológico (así como ético). Esto es indispensable para armar el sostén de una respuesta crítica a la explotación de natura y del trabajo.

Hay que reconocer además de que el marxismo, sobre todo en su main stream, ha dado una respuesta externa a la problemática de la solución al conflicto capital-trabajo, y por ello la ganancia (menos aun la plusvalía) no desapareció (al contrario) en las experiencias de planificación socialista conocidas; por ello, es más radical el absorber socialmente la ganancia (mediante la reapropiación social) que estar poniendo bombitas o amenazando con decretos expropiatorios apresurados, que siempre serán insuficientes. Pero, finalmente, la redistribución es sólo un primer paso de la emancipación de los trabajadores, el segundo es el ejercicio de la responsabilidad bajo una racionalidad alterna y la revaloración y dignificación del trabajo humano.

Por otro lado, es necesario reconocer la necesidad de trascender el hecho actual de la sujeción del hombre al capital (y de la naturaleza al hombre), lo que se ha reforzado por la vía de la dominación espiritual.

Ésta está anclada en el ethos, pathos y logos alrededor de los hábitos adquiridos durante el proceso de evolución de la sociedad depredadora. Por lo tanto, si no se cambian las costumbres (ser-conocer-actuar), no hay cambio posible.

Como un presupuesto metodológico en esta trama es importante visualizar que el nuevo hombre no es alguien que se finca en el pensamiento único, en la envidia y en la doble moral, como ocurre actualmente en los países socialistas que quedan (menos en el caso del homo excretus occidental).

 

La esclavitud espiritual

Una realidad de la sociedad contemporánea es que la clave del dominio espiritual por el capital, consiste en introducir una visión no sólo ajena sino contraria a las necesidades, interés y deseos  de los sujetos en que ella recae. Esto es: la irracionalidad y la destructividad presentadas como el último grito de la moda son el sustento y sostén del mundo contemporáneo. De ahí la oquedad de la sustentabilidad que se convirtió en la sustentabilidad del imperio, basada en el despojo (David Harvey).

Además, hay que agregar que, en cierta forma, el cristianismo deísta deviene en la apología de la hiperrealidad hiperconsumista; y el ascetismo deviene en hedonismo.

Pero, puede preguntarse:

¿Cuáles son los ejes del dominio aludidos?:

1.   Incremento de la entropía sistémica a consecuencia de  la incapacidad de lograr la correspondencia “entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas”. Por lo tanto, éstas devienen en fuerzas de la destrucción. No hay una revolución social y esto ha llevado al agotamiento de los sueños y las esperanzas,  de las posibilidades reales de cambiar al mundo; fortaleciendo en cambio el conformismo social y la aceptación de la idea ajena a las naciones, clases oprimidas y la persona misma como propia.

2.   Ello se sostiene en la confusión como eje eco-social y en el pensamiento en boga, alimentado por el modernismo (y postmodernismo) y poco neutralizado por el paradigma y pensamiento alternativo. La confusión es la pérdida de sentido de nuestra ubicación en el mundo.

3.   El avance de los malentendidos, esto es, de dar una cosa por otra, ha permitido disminuir la capacidad defensiva de las personas ante el embate del imperialismo cognitivo y sensorial.

4.   Las relaciones asimétricas se tornan como fenómenos puramente naturales (regla de Pareto/Lotka/Agenda21). Ello implica dar gato por libre, lo convexo por lo cóncavo; el dolor como placer.

5.   El resultado es el enredo eco-social y de ahí el olvido generacional.

6.   La mediocracia se encarga de realizar los anteriores aspectos destacados; de ahí que sea estratégico tener un acceso creciente del sector social y alternativo a la media.

 

El nuevo paradigma revolucionario

Así pues, el nuevo paradigma revolucionario considera que el eje global-local de las transformaciones hacia la nueva civilización, deberá fundarse en el cosmocentrismo y en el cambio de dirección y de sentido sistémicos; esto es, seguir a los ciclos de la naturaleza y suprimir la destrucción de ésta así como del hombre.

Y Todo ello bajo las siguientes premisas:

a)   El hombre no puede situarse por encima de la naturaleza.

b)   La sociedad no puede alimentar la involución de la especie humana.

c)   La clase no puede estar por encima de la sociedad.

d)   El individuo no puede estar por encima de la clase.

Finalmente, la sociedad no puede estar por encima de las personas (diferencia con el individuo biológicamente hablando).

En consecuencia: se pretende, bajo el pensamiento alterno, encontrar las bases para el cambio de polaridad sistémica bajo la identidad Naturaleza, Hombre, Sociedad y Cultura, entendiendo estos aspectos mediante una inclusión y subordinación de los últimos a los primeros y, por lo tanto, la naturaleza se concibe como el conjunto mayor (y la economía aparece englobada en la sociedad).

La premisa metodológica es la revisión crítica bajo el hecho de la “Catástrofe y de cómo combatirla”, como lo destacó Lenin para Rusia en 1917.

Esto implica tareas ecológicas, alimentarias, de trabajo y el manejo de desechos en la lucha contra la contaminación, vista esta última como una totalidad orgánica (que incluye la mental). Desde luego, todo ello bajo una perspectiva de renovación política anti-sistémica; y también en el plano de  alcanzar la paz universal con la tierra y desde un a perspectiva ecuménica.

La realidad es que al no poderse haber evitado, la degradación humana impele a luchar por un ambiente (entendido de una manera compleja) sano, y en donde los sociopolítico y cognitivo es esencial. Esto, empero, representa un avance respecto a las demandas socialistas clásicas, por ejemplo acabar con el derecho de herencia, o las nacionalizaciones (que resultan a larga innecesarias), todo lo cual olvida las nuevas reglas, tal y como ocurrió con las “piñatas” nicaragüenses.

 

El nuevo escenario

La nueva hipótesis de nuestro tiempo, que marca la transición hacia otra organización y formación social, es que la catástrofe ya no pudo evitarse (sí una mayor desde luego), la nueva revolución deberá convivir con ella. Y ante el automatismo de la mente y la robotización, la conciencia ambiental compleja es el concepto unificador (Wilson).

De lo anterior se desprende que la gente ya no entiende de programas políticos sino que lo que le interesa es el cómo sobrevivir ante el schock múltiple, que ahora aparece comandado por la oligarquía internacional.

 

El Sur en la transición civilizatoria

El nuevo modo de civilización deberá fincarse en el policentrismo y en la multirracionalidad; así como respetar y enriquecer las distintas culturas y civilizaciones; y desde luego en el sentido del “pensar local, actuar global”. Ello significa que la fermentación entre las civilizaciones es el preámbulo de una civilización verdaderamente mundial, tanto por sus medios como por sus fines, lo cual implica erradicar el dominio del Imperio. Así entonces, el Sur debe pensar por sí mismo y crear sus propios modelos de desarrollo.

En lo que respecta a los países del Sur, éstos están obligados a delinear estrategias de supervivencia en el marco de la “expulsión de la bestia triunfante” (Giordano Bruno), es decir, del final civilizatorio. Lo cual está en conexión con el calentamiento global y su efecto que es el enfriamiento económico.

Así pues, el tránsito civilizatorio requiere una nueva relación Norte/Sur. Esta debe fincarse en los siguientes principios:

1. La compensación de las pérdidas acumuladas por las distintas formas de saqueo, más los intereses (cifra impagable pero que debe negociarse si es que el Norte quiere sobrevivir);

2. Potenciación de su base económica, fortaleciendo realmente su estructura productiva y de distribución;

3. Desmaterialización de la producción y el consumo, lo cual implica ajustar la economía a la ecología;

4. Transferir capitales del Norte al Sur y aminorar el intercambio desigual (mediante el incremento de los salarios de los países pobres al de los ricos y modernización tecnológica, apropiada); 5. Fortalecer las autonomías locales y, regionales y la autonomía nacional.

En relación a América Latina, vale la pena recordar lo que afirmó, hace ya más de una década, un alto funcionario estadounidense respecto a si convenía o no  a su país proteger a los pueblos (y a sus economías) de la región: “Hagan lo que les decimos, no lo que hacemos”. A ello agréguese el abandono del mercado interno y la supeditación a una alocada globalización, y liberalización de la economía. Y los países aludidos han obedecido fielmente. Aunque esto ha estado cambiando con los nuevos vientos que soplan en esta parte del continente americano. Lo anterior ha creado una confrontación entre quienes han optado por  sumarse al carro de la vergüenza y el oprobio que representa la obsecuencia a sus amos y, de otra parte, los Estados que cada vez con mayor fuerza buscan salidas fincadas en la autonomía y la dignidad, lo cual conduce al fortalecimiento de la unidad.

De esta forma, el nuevo orden mundial requiere que nuestro continente se integre como un mercado sin fronteras, como una Unión Latinoamericana, y ello es el preámbulo de una inevitable unión de todo el continente que no sólo debe ser económica, sino tocar todas las esferas de la vida social a fin de que se nivelen los ingresos de la población y se posibilite la innovación tecnológica. Por ello, no deberá desdeñarse la relación entre iguales frente a EUA.

No obstante lo anterior, deberá preferirse la integración al orbe que a una región en especial, pero ello presupone la construcción y el avance de modelos alternativos.

La tendencia geopolítica hacia una nueva civilización en el contexto de una economía mundial sin control, y a merced de quienes arriesgan la vida de miles de millones de personas en el mundo (todo ello justificado por el enriquecimiento desmedido), conducen a una reconfiguración de la división política de la geografía mundial.

Latinoamérica no podía estar al margen, por lo que las fronteras territoriales seguramente se modificarán hacia límites desconocidos, pero inevitablemente gobernados por el curso de la depredación, así como por la necesidad de darle un giro positivo. El resultado dependerá de cuál de estos factores contrapuestos tenga la mayor fuerza para vencer.

La moratoria a la depredación abrirá así nuevos horizontes regionales, lo que podría ser el comienzo del despliegue del potencial hasta ahora dormido de los pueblos situados al sur de EUA:

Lo anterior está especialmente presente en México, ya que constituyendo una especie de bisagra entre el Norte y el Sur, se encuentra amenazado por una fragmentación territorial, esto de continuar con la polarización norte/sur a su interior.

Y de seguir avanzando el control de la población (mediante la media y los patrones de consumo) del norte del país, ello permitiría dilatar la frontera de la modernización más al sur del río Bravo. Aunque ello requerirá una cirugía y limpieza de las organizaciones criminales fronterizas, las cuales se verán obligadas a pagar impuestos siempre y cuando se establezcan mecanismos que faciliten la legalización de los recursos líquidos ilegales. Esto sería un excelente pretexto para avanzar hacia la desterritorialización de los Estados Unidos Mexicanos.

La otra opción será, sin desmedro de  integración económica con USA, apostar más por el Sur.

Así entonces, la Unión Americana, presupone la fortaleza de la Unión Latinoamericana y de su autonomía. E, igualmente, la fortaleza económica (y soberanía política) de México es indispensable para que funcione un nuevo TLCAN, el que deberá adaptarse a las exigencia del proceso neo civilizatorio y de nivelar las desigualdades respecto al país del norte.

 

Las salidas

Éstas recuperan a las pasadas y presentes; la regla es: dar donde falta tomar donde abunda. Ello quiere decir frenar el modelo fincado en tomar de los pobres para darles a los ricos; en considerar a la naturaleza como mera aportadora de bienes y servicios ambientales de manera antropocéntrica (Lovelock).

¿Cómo darle cauce a la transición?: la reapropiación social como marco general, y las comunidades de aprendizaje socioambiental como alternativa de las organizaciones políticas y sociales tradicionales, son tan sólo algunas de las medidas a tomar, entre muchos otras creadas por la imaginación de las comunidades, aparte de las formas de siempre: la familia, el barrio, la escuela, la fabrica, la comunidad, la tierra, etcétera.

Finalmente, a nivel cognitivo se requiere tomar en consideración que, el centro del rescate planetario y humano, se encuentra en una concepción del mundo contemporáneo que cumpla con los siguientes requisitos: 1. Que refleje las distintas miradas de ver el mundo, las cuales reconozcan las variantes en las distintas concepciones sobre la naturaleza, pero que a la vez permita reordenarlas en función de la construcción de identidades en sus diferentes facetas: planetaria, humana, social e individual de la persona humana; todo lo cual conduce a afianzar las convergencias entre los distintos agentes ambientales, reduciendo las divergencias a partir de una meta-teoría  (y práctica) integradora; 2. Que capte la tendencia del mundo humano a hacerse más conflictivo, no menos; 3. Que logre establecer los medios para alcanzar las sinergias positivas entre los más amplios grupos sociales; 4. Que posibilite el desenvolvimiento de los procesos evolutivos frente a las agresiones del estilo actual de desarrollo marcadamente involutivo (Laszlo, 2007); 5. Que pueda realizar un nuevo desarrollo que supere las rupturas provocadas por el modelo en curso, sustituyendo al modelo depredador mediante la realización de nuevos proyectos de vida; y que rompa con el maniqueísmo reflejado en la preponderancia de la economía o la ecología, según el caso; 6. Y, por último, que permita unir a los contrarios en función de objetivos traducidos en acciones ambientales trascendentales, que posibiliten simultáneamente aminorar sus diferencias.

En suma, en la transición discutida, la catástrofe lleva a establecer como premisa el fin del modelo civilizatorio vigente, fincado en la depredación universal, así como su modo de pensamiento. Y mientras más se tarde el mundo, más impactos negativos seguirán acumulándose.

Por último,  acceder a una nueva forma de civilización es imprescindible, como característica principal, que ésta se funde ya no el self-control, de la caduca civilización en marcha sino en el ourselves-control. Y esto es así puesto que la sociedad humana debe dominarse a sí misma, más que pretender dominar a natura.

 


[notar]1[/notar] Investigador del Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo, México.

[notar]2[/notar] Chingaderas