Javier Gámez Chávez[1]

 

La primera aproximación

La línea fronteriza entre las décadas de 1980 y 1990 fue un espacio donde se expresó un continuo de trasformaciones que abrieron nuevos escenarios en la vida de todos, en el contexto del abandono del Estado de bienestar en pro del Estado de competencia o neoliberal. Tal proceso propició fenómenos como la caída del muro de Berlín, la derrota electoral de los sandinistas en Nicaragua, la caída de la Unión Soviética y los acuerdos de paz entre el gobierno y la guerrilla en el Salvador, estos últimos iniciados en Ginebra y cerrados en el Castillo de Chapultepec.

La izquierda “tradicional” perdió piso y cabeza, el pensamiento único se instaló en los partidos políticos y en la academia, a través de la llamada “transición democrática”, que más que traer democracia y libertad, trajo autoritarismo, desigualdad y pobreza en la vida de casi todos, a través de la transición de un capitalismo industrial hacia un capitalismo financiero y mundial.

En este escenario, los movimientos sociales y nuevas prácticas políticas y culturales desde lo popular ganaron terreno en todo el planeta. Entre los referentes sociales y políticos para América Latina destacó la movilización por los “500 años de resistencia indígena, negra y popular” en el año de 1992.

Entre otros trabajos, la editorial madrileña Alianza Editorial publicó la colección 500 años, donde muchos tuvimos el placer de leer la obra de Ricardo Melgar: El movimiento obrero latinoamericano: historia de una clase subalterna, que fue su tesis doctoral en Estudios Latinoamericanos, presentada en 1989 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Se puede decir que ese fue mi primer acercamiento a la obra y al propio maestro, profesor, mentor, colega y, posteriormente, amigo, junto con muchos otros que conformaron su red académica e intelectual.

 

El profesor latinoamericanista

Al momento de mi ingreso a la licenciatura en Estudios Latinoamericanos de la UNAM a finales de 1994, el Dr. Melgar ya había coordinado por tres años el Colegio y llevaba uno como coordinador del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la misma casa de estudios. A esas alturas de su vida, su experiencia docente incluía su labor pedagógica en Perú, su país natal y, por supuesto, sus cursos impartidos en México en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) desde 1977.

Su compromiso docente se caracterizó por el rigor académico, una posición ética y una actitud generosa y comprometida con sus alumnas y alumnos. Mi primera clase con él fue la asignatura “Materialismo histórico”, materia “desfasada” para algunos ante las nuevas necesidades y la embestida neoliberal para los proyectos de universidad. Sin embargo, la clase me pareció genial desde el primer momento. La propuesta programática no fue el abordaje del materialismo histórico a nivel teórico, la invitación fue para analizar las aportaciones de los marxistas latinoamericanos que utilizaron el método materialista para el análisis de la realidad social, política y cultural del subcontinente; por lo que la clase se tornó en un primer acercamiento a los ricos marxismos latinoamericanos a partir de lecturas que analizaban el tema y textos de los propios autores que formaron esa corriente, como José Carlos Mariátegui, Aníbal Ponce, José Aricó, José Revueltas, Aníbal Quijano, entre otros.  

El mito, la creación heroica, lo nacional popular, lo indígena, lo negro, lo mestizo, la revolución, el abigarramiento y el socialismo en la región fueron algunos de los temas más recurrentes en esas sesiones.

De forma paralela, Melgar Bao nos adentró a través de su clase en el aprendizaje de las técnicas de investigación histórica y social mediante el ejercicio de las formas clásicas, me refiero a la elaboración de fichas bibliográficas, hemerográficas y documentales, así como una práctica fundamental, que estoy seguro marcó a muchos de mis colegas de generación que se decidieron por la actividad docente y de investigación: el trabajo de archivo.

Jóvenes de entre 18 y 20 años pasamos las tardes y algunas mañanas consultando los acervos del Archivo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ubicado en ese entonces en el Ex Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas. El trabajo consistió en la revisión documental de las relaciones exteriores de México con los países latinoamericanos. En equipos de tres miembros, abordamos los documentos del país latinoamericano escogido previamente, para investigar sus relaciones diplomáticas durante la primera mitad del siglo XX. Posteriormente, se analizaban las fuentes y se entregaba un ensayo final sobre las relaciones establecidas en este periodo.

Esta combinación de los objetivos de clase, el tratamiento de los marxismos latinoamericanos y el acercamiento y práctica del trabajo de archivo, calaron en la formación de los matriculados, y demostró el carácter docente del maestro Melgar. Teoría y acción marcaron la formación de los y las estudiantes a través de una práctica académica cercana a la realidad y a la formación profesional de talante crítico.

No todos sus alumnos estuvieron de acuerdo, algunos compañeros se indignaron por la propuesta, querían materialismo histórico puro. A otros no les gustó la rigurosidad del profesor, no entendieron la importancia del trabajo de archivo, o simplemente no estaban dispuestos a desplazarse por las tardes a Tlatelolco después de las clases a realizar un trabajo de archivo que para ellos no tenía sentido. Vale decir que los más aceptamos la propuesta con entusiasmo.

Posteriormente me inscribí en otros cursos del maestro: el Seminario de ideologías políticas en América Latina, Historia de las ideas latinoamericanas en el siglo XX y el Seminario de estudios interdisciplinarios que impartió en la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos; y los seminarios Cultura y redes políticas en América Latina y El imaginario político latinoamericano: mito, ideología y símbolo como parte de mis estudios de maestría en el mismo programa de estudios.

Ricardo Melgar, Universidad Arcis, Santiago de Chile, 2008
Imagen 1. Ricardo Melgar, Universidad Arcis, Santiago de Chile, 2008.
Fuente: Juan Carlos Gómez Leyton

 

Equilibrio entre la investigación y la docencia

Siempre opiné y aún lo hago, que al profesor Melgar no se le dificultaba ejercer el oficio de investigador y de docente, como si le ocurre a muchos otros educadores e investigadores adscritos a los programas de estímulos, ya sea sus instituciones universitarias de adscripción o los que corresponden al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT).

Para nuestro maestro, la investigación y la docencia representaron un ejercicio vital y consecuente con su manera de ver y vivir el mundo, a partir de un posicionamiento crítico, ético y extremadamente generoso. Para él, la creación de conocimiento fue un ejercicio colectivo y colaborativo, sea en los salones de clase, el cubículo, su biblioteca como espacio de trabajo personal, con sus ayudantes de investigación y con sus redes intelectuales por todo el mundo. En muchas ocasiones comentó que la investigación académica era una actividad rigurosa, senti-pensante y comprometida.

El diálogo con alumnos y colegas fue su forma o método para aprender, crear y socializar el conocimiento. A raíz de ello, a partir de los temas de sus seminarios en la licenciatura o en el posgrado en Estudios Latinoamericanos, escribió varios artículos como resultado de sus experiencias con sus alumnos. En todas sus clases y en los textos propuestos para su análisis se reflejaron las dos disciplinas que cultivó con rigor y amor toda su vida: la antropología y la historia.

Ricardo Melgar a la entrada de la Biblioteca Latino-Americana Victor Civita, Sao Paulo, 2010
Imagen 2. Ricardo Melgar a la entrada de la Biblioteca Latino-Americana Victor Civita, São Paulo, 2010.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

Una de las características de sus seminarios fue la originalidad de temas que se abordaron sin repetir uno solo, todos fueron singulares, producto de una lucidez y creatividad únicas para abordar fenómenos de las formaciones histórico-sociales latinoamericanas.

Para ejemplificar lo que afirmo, me detendré más detalladamente en los cursos que impartió, comenzando por los de licenciatura. En el Seminario de ideologías políticas en América Latina el tema central lo constituyeron los anarquismos latinoamericanos y dos subtemas que avivaron mi interés: el vínculo entre los anarquismos y el movimiento indígena en la zona andina y la relación entre anarquismo y la literatura. Ricardo Melgar partió de su propia obra para sostener los planteamientos vertidos en clase y de autores como Carlos M. Rama, Gerardo Liebner, entro otros. Los dos subtemas desarrollaron una afirmación vertida en su libro El movimiento obrero latinoamericano: historia de una clase subalterna (1988).

 

Estas variantes comunal-indígenas de las corrientes anarcosindicalistas señalaron uno de los rasgos de internalización y asimilación por la mentalidad de las vanguardias obreras en las regiones andina y mesoamericana. En esta dirección, el anarquismo y el socialismo devinieron en proyectos ideológicos de cohesión popular-nacional.

 

En nuestro seminario, el anarquismo representó para las sociedades latinoamericanas, de entre siglos XIX-XX, una revolución cultural que se expresó en el derrumbe de la cultura oligárquica y en la constitución de nuevas prácticas sociales a partir del pensamiento ácrata. De ahí que el anarquismo, a diferencia del movimiento comunista-marxista, estableció y reconoció a los pueblos indígenas como sujetos políticos y sociales de trasformación, lo que posteriormente hizo Mariátegui con la recepción del pensamiento de Manuel González Prada.

A partir de la cultura libertaria, la cultura oligárquica fue decayendo frente a la propuesta educativa, cultural y emancipatoria de los anarquistas, con los aportes de escritores e intelectuales de la talla de Florencio Sánchez, Alberto Ghiraldo, Ricardo Flores Magón, Rodolfo González Pacheco, Ángel Falco y otros.

La modernidad ácrata se debatió en una lucha política cultural que colocó en jaque a la modernidad oligárquica y, desde una crítica a la sociedad del privilegio, se defendió el derecho a la vida, planteado por los anarquistas a partir de una sociedad igualadora que pasaba por la libertad económica y política.

Melgar regresaría a estos temas en uno de sus últimos libros publicados en vida: Los símbolos de la modernidad alternativa: Montalvo, Martí, Rodó, González Prada, y Flores Magón (2014).[2] Por mi parte, haciendo honor al maestro y a mi otro maestro y tutor de tesis, Javier Torres Parés, publiqué en Pacarina del Sur en 2010 el artículo: “Yaquis y Magonistas: Una alianza indígena popular en la revolución mexicana”,[3] que era parte de mi tesis de licenciatura.

En el seminario de Historia de las ideas latinoamericanas en el siglo XX impartido por Melgar, los temas que se abordaron fueron los más creativos: la noche en las ciudades latinoamericanas, lo onírico en la creación cultural latinoamericana y el grafiti como expresión política y cultural en las urbes de la región, entre otros. El abordaje se hizo a partir de los estudios antropológicos y culturales para acercarnos a las estructuras simbólicas que conciben la noche, lo onírico o el grafiti como un campo de construcción de discursos culturales y políticos.

Callejón de Hamel, foto tomada por Ricardo Melgar en estancia de investigación en Cuba, 1994
Imagen 3. Callejón de Hamel, foto tomada por Ricardo Melgar en estancia de investigación en Cuba, 1994.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

La Habana, Buenos Aires, Santiago de Chile, la Ciudad de México y Lima fueron los espacios de análisis y reflexión. A partir de la generalización del alumbrado público, la noche se constituyó como un “cronos cotidiano urbano”, con nuevos modos de interacción social y resignificación de itinerarios en el espacio público y privado donde los jóvenes y los intelectuales encontraron un campo de expresión primario para sus actividades y reproducción cultural y política.

En la ciudad latinoamericana, la electricidad contribuyó a la construcción de nuevas representaciones y simbolizaciones nocturnas, lo que se manifestó en nuevas prácticas culturales y en una asociación de lo joven y la noche como campo cultural. Se asumió que la noche, como espacio de tránsito y rito de la juventud a otros estadios biográficos, se conformó como vehículo identitario y generacional. La tocada, el reventón, la disco y el grafiti dejaran rastro y huella de un modo peculiar de ser y de vivir lo urbano. Darks, punks, rokers y otras tribus urbanas pasaron a ser analizadas en las clases. Sin poder evitar el sentirnos identificados con algunas de ellas, nosotros como alumnos, referimos nuestras experiencias y nuestros caminos por la ciudad. El grafiti se sumó también en nuestros análisis, como una práctica comunicacional urbana, nocturna y contracultural inherente a las jóvenes y jóvenes ante los espacios cerrados y autoritarios donde se trasmite lo simbólico-cultural como ejercicio de hegemonía.

Un último tópico fue aquel donde nos sumergimos en la creación cultural, intelectual y política de los intelectuales latinoamericanos en ese espacio creativo de la noche, a través de las tertulias, fiestas, celebraciones y lecturas colectivas, pero también en el ejercicio creativo a partir de los diversos géneros literarios que apuntalaron la nocturnidad. 

De toda esta experiencia, de sus investigaciones en campo y sus clases en la ENAH, publicó los artículos: “Tocando la noche: las jóvenes urbanitas en México privado” (1999)[4] y “Las oscuridades del caos, lo bajo y la naturaleza” (2002).[5]

Ricardo Melgar en trabajo de campo con jóvenes de Ciudad Juárez, 2005
Imagen 4. Ricardo Melgar en trabajo de campo con jóvenes de Ciudad Juárez, 2005.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc

Ya en el posgrado (2004), cursé el Seminario Cultura y redes políticas en América Latina, uno de los temas de mayor contribución de Ricardo junto con su colega chileno Eduardo Devés, mismo que exploraron y constituyeron a finales de la década de 1990.

El seminario exploró las redes políticas e intelectuales en la región latinoamericana a partir de las adscripciones ideológicas, los debates políticos subcontinentales, acontecimientos de coyuntura y la cultura impresa como nodo de dispersión discursiva e ideológica de diversas corrientes políticas. El centro que posibilitó el análisis de las redes fue la cultura letrada y su imbricación con la cultura oral en la región.

Nos sumergimos en las redes intelectuales y políticas a partir del estudio de diversas publicaciones periódicas, los exilios políticos y las redes de solidaridad, así como las redes establecidas por los comunistas latinoamericanos. Se analizaron los casos de la red teosófica, la red intelectual a través de la revista Amauta y la red establecida por la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) tras el exilio de Víctor Raúl Haya de la Torre en México.

La aproximación al tema se hizo bajo la consideración de que las redes se constituyen a través de la cercanía de las ideas y contactos frecuentes por medio de la correspondencia, citaciones y lecturas mutuas, exilios e intercambio de publicaciones culturales o militantes, sostenidas en tiempos largos.

El estudio de las redes abrió un camino importante para abordar a la América Latina como un todo, más allá de la fragmentación nacionalista que impera en el estudio de la región. Nos ofreció un desafío para deconstruir las historias nacionales oficiales y para que nos permitiéramos pensar los temas en un contexto de lo trasfronterizo, los exilios, la multiculturalidad y el internacionalismo. De este ejercicio docente y de investigación Ricardo nos brindó el libro Redes e imaginario del exilio en México y América Latina, 1934-1940, (2003)[6] y el capítulo de libro, “Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924)” (2005).[7] Posteriormente escribiría más obras sobre esta línea.

Un último seminario que tomé con él fue el titulado Sobre el imaginario político latinoamericano: mito, ideología y símbolo. El tema se abordó a partir del estudio de la obra de André Reszler, Mitos políticos modernos, donde el autor explora la teoría política del mito en la conformación de la modernidad y el discurso político que intervino en la constitución de la estructura simbólica del Estado moderno y del horizonte utópico.

A través del estudio del mito, Melgar nos invitó al análisis de la realidad latinoamericana, por ejemplo, con el mito de la sociedad nueva y del hombre nuevo, analizamos la revolución cubana y la figura del guerrillero revolucionario centroamericano. También se analizó la concepción de José Carlos Mariátegui sobre el mito, el hombre nuevo y el alma matinal, así como su estudio sobre el discurso cinematográfico a partir de la figura de Charles Chaplin y del cine insonoro, como propuesta estética, rebelde, irónica, sarcástica e hilarante.

En este sentido recogimos la tradición del mito político que se trasformó en una fuerza que robusteció los diversos movimientos de las izquierdas latinoamericanas, desde los mitos políticos-religiosos de la tradición de una iglesia popular, hasta los mitos políticos del movimiento comunista latinoamericano que se representaron en sus discursos, en su iconografía y en su praxis.

Estas ideas fueron desarrolladas con mayor profundidad en dos artículos. En el primero de ellos, “La dialéctica cultural del combate: matar, morir, renacer en la cultura guerrillera latinoamericana” (2005),[8] se propone cambiar la figura heroica tradicional del guerrillero por otra donde el combatiente es un militante que constantemente se enfrenta a la muerte y, a partir de ello, se configura un héroe sobre una mitología del renacer. Ello constituyó una eficacia simbólica en los imaginarios sociales que contribuyeron a la militancia y resistencia guerrillera, donde la muerte es vista como el paso al renacimiento colectivo, al hombre y la mujer nueva, a la sociedad del futuro.

En un segundo artículo: “Más allá de Chaplin, el humor político de la izquierda latinoamericana” (2011),[9] Melgar reconstruyó a Chaplin como figura heroica para los sectores populares enfrentados a una izquierda ideológica, dura y escrupulosa. Por lo tanto, la figura de Charlot, el vagabundo, se constituyó en un héroe trasgresor debido al uso actoral de lo cómico y del humor, el cual se acopló a la “justa rebeldía del sujeto excluido e insumiso” que a la larga logró una comunicación “simbólica entre la izquierda y sus destinatarios colectivos: intelectuales, obreros, empleados e incluso campesinos y minorías culturales”.

Podemos cerrar con la advertencia de que nuestro maestro equilibró su praxis docente e investigativa como una de sus razones vitales, a contracorriente y desde una posición crítica, en un marco nada propicio para ello, como él mismo lo visualizó:

 

En la edad madura nos cimbró el colapso del socialismo real y la crisis del marxismo latinoamericano, incitándonos a repensar críticamente sus legados. Aprendimos a mirar la realidad social y sus urgencias desde el prisma de la diversidad y nutrimos nuestra preocupación por la condición del hombre. Hemos visto florecer y caer gobiernos “progres”, entre dudas y esperanzas. No desmayamos. Nuestros entusiasmos se siguen orientando a favor de un futuro deseable para nuestros pueblos, a contracorriente de la crisis civilizatoria mundial.[10]

Homenaje a Ricardo en El mundo en Mariátegui y Mariátegui en el mundo, UNAM, CDMX, 16 de mayo de 2018
Imagen 5. Homenaje a Ricardo en “El mundo en Mariátegui y Mariátegui en el mundo”, UNAM, CDMX, 16 de mayo de 2018.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

 

Notas:

[1] Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

[2] [N. E.]:  Melgar Bao, R. (2014). Los símbolos de la modernidad alternativa: Montalvo, Martí, Rodó, González Prada y Flores Magón. Sociedad Cooperativa del Taller Abierto, S.C.L.; Grupo Académico “La Feria”.

[3] [N. E.]: Gámez Chávez, J. (2010). Yaquis y Magonistas: una alianza indígena y popular en la Revolución Mexicana. Pacarina del Sur [en línea], 1(3).  Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/oleajes/88-yaquis-y-magonistas-una-alianza-indigena-y-popular-en-la-revolucion-mexicana

[4] [N. E.]: Melgar Bao, R. (1999). Tocando la noche: los jóvenes urbanitas en México privado. Última Década (10), 1-9. Disponible en: https://revistas.uchile.cl/index.php/UD/article/view/56305/59596 

[5] [N. E.]: Melgar Bao, R. (2002). Las oscuridades del caos, lo bajo y la naturaleza. Contribuciones desde Coatepec (3), 103-119. Disponible en: https://revistacoatepec.uaemex.mx/article/view/44/40

[6]  [N. E.]: La primera edición de este libro fue publicado en Buenos Aires en 2003 bajo el sello Libros en Red. Una segunda edición fue impresa en México en 2018 por la UNAM.

[7]  [N. E.]: Melgar Bao, R. (2005). Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924). En: Pérez Ledesma, M. y Casaús Arzú, M. E. (Eds). Redes intelectuales y formación de naciones en España y América Latina (1890-1940), Universidad Autónoma de Madrid, 65-105.

[8] [N. E.]: Melgar Bao, R. (2005). La dialéctica cultural del combate: matar, morir, renacer en la cultura guerrillera latinoamericana. Lucha Armada, 1(4), 50-108.

[9]  [N. E.]: Melgar Bao, R. (2011). Más allá de Chaplin. El humor político de la izquierda latinoamericana. En: Haidar, J. y Sánchez Guevara, G. La arquitectura del sentido II. La producción y reproducción en las prácticas semiótico-discursivas. ENAH-CONACULTA-PROMET, 363-399.

[10] Biagini, Hugo (Ed.). Diccionario de autobiografías intelectuales. Universidad Nacional de Lanús, 2020, p. 346.