Luchadores mexicanos en Japón. Apuntes sobre la migración deportiva

Mexican wrestlers in Japan. Notes on sports migration

Lutadores mexicanos no Japão. Notas sobre migração de desporto

Miguel Ángel Juárez González[1]

RECIBIDO: 13-09-2016 APROBADO: 09-11-2016

 

Tras la invitación de escribir un artículo sobre algún aspecto de la cultura japonesa y su relación con México que me llamara la atención, decidí abordar un tema poco estudiado tanto por los investigadores interesados en la lucha libre como por aquellos que se detienen en analizar las migraciones deportivas; por ello me decidí a indagar sobre los luchadores profesionales mexicanos con experiencia deportiva en Japón, a quienes podemos considerar migrantes deportivos. Resulta “… importante explorar la experiencia migratoria vivida para entender cómo el individuo interpreta la reubicación, la dislocación y la sensación de ser un forastero en una cultura establecida…” (Maguire, 1996: 336). Asimismo, este estudio permite ver cómo una práctica deportiva asociada a “lo mexicano” también se encuentra interconectada con otros nodos globales. ¿De qué manera estas experiencias internacionales inciden o no sobre la lucha libre mexicana? A la vez que nos permite indagar si los luchadores mexicanos también dejan una huella en la práctica luchística japonesa.

 

¿Qué se dice sobre la lucha libre?

Los estudios sobre lucha libre en México han ido en aumento, producto tanto de los ensayos sobre cultural popular y cultura de masas, como de los crecientes campos de estudios urbanos dentro de la Antropología Social.

Una constante temática dentro de estos estudios ha sido el análisis de la ritualidad y los simbolismos inmersos en las contiendas, vestuarios e interacciones sociales en este deporte. Se ha sugerido que la lucha libre en México es un telescopio para analizar a la cultura mexicana y una representación de la organización de su sociedad. Al respecto, Adela Santana menciona en su ensayo México enmascarado (2005) que:

Si queremos descubrir el modo en que se percibe la lucha libre en México, es necesario que volvamos el tiempo atrás. Hay una idea que prevalece y que en muchos aspectos llegó a México por Octavio Paz y por la temprana traducción de Roger Callois, según la cual, para entender bien México, es necesario comprender a fondo la mentalidad religiosa de su gente. Cada acontecimiento masivo se vive como un ritual.[2]

 

En este sentido, la lucha libre es uno de estos rituales de la cultura y la sociedad mexicana. Siguiendo esa línea de investigación, otros autores como Ferro (1998) realizan un análisis semiótico y encuentran en la teatralidad de la lucha libre elementos sacros que participan de lo profano. Por su parte, Heather Levi (2008) “… explora la lucha libre como un espectáculo cultural, una subcultura ocupacional y un conjunto de símbolos que circulan por la cultura y la política mexicanas”.[3] A estos estudios sobre lo simbólico pueden sumarse aquellos sobre la presencia de la lucha libre en el cine mexicano; por ejemplo, a través de las películas de El Santo (Lieberman, 2009).

Sin embargo, Soto (2009) argumenta que se debe ir más allá de la idea de que es la representación de la lucha del bien contra el mal, y que no es teatro popular ni ritual, “pues no tienen estatura mitológica ni las condiciones de una hierofanía para considerarla un ritual” (Soto, 2009: 351).

 

Lucha libre, un espectáculo itinerante

Se puede presenciar un espectáculo luchístico en muchas ciudades de Japón y de México. Durante las primeras décadas del siglo XX se inició, en exhibiciones especiales, la práctica y la presentación de la lucha grecorromana en teatros y circos de las principales ciudades de México. Tiempo después, las luchas se separarían del teatro y del circo y se edificarían inmuebles para la presentación de este deporte-espectáculo, de ahí que los luchadores se movilicen constantemente para seguir ofreciendo un espectáculo que gusta en muchas localidades del país.

Migrar es, pues, tomando un concepto de Quezada (2004), una “estrategia familiar de vida”, que se entiende como un “conjunto de comportamientos socialmente determinados a través de los cuales los agentes sociales aseguran su reproducción biológica y optimizan sus condiciones materiales y no materiales de existencia (Torrado, 2001, citado en Quezada, 2004: 27-28). Básicamente, los luchadores se movilizan de forma temporal para trabajar en diferentes ciudades del país o del mundo.

En general, los luchadores que tienen la oportunidad de trabajar en otros países aceptan migrar porque su labor es bien remunerada y al luchar en el extranjero se vuelven representantes de la que es considerada la mejor lucha del mundo. Según “la economía neoclásica (…) en el caso del mercado de trabajo sostiene que (…) las personas que buscan trabajo, prefieren aquellos empleos que les proporcionan una mayor utilidad, es decir, eligen las ocupaciones mejor pagadas” (Serrano, 2006: 14).

 

Migración deportiva

Los luchadores son deportistas que por la naturaleza de su trabajo están constantemente viajando de una plaza[4] a otra. Los que han ido al extranjero son individuos que particularmente por las circunstancias en que se dan sus giras fuera del país me resultan interesantes como aficionado, así como investigador de la lucha libre. Podemos entender que:

En un contexto con restricciones generales y estímulos particulares en materia de movilidad territorial de personas, aquellas que tienen especialización o relación en distintas áreas del deporte se han convertido en un grupo privilegiado respecto a otros inmigrantes. Los individuos que podrían ser incluidos en la categoría de “migrantes calificados” tienen muchos estímulos, destacándose un estatus legal que los distingue de otros, lo que les permite integrarse sin mayores restricciones en la sociedad receptora, accediendo a los beneficios que tiene la población local (Steffano, 2012: 34).

 

De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (2009), se designa con el adjetivo “calificado” a los migrantes que tienen cierta capacidad, ya sea por el nivel de estudios, por la labor que realizan o por ambas.

Los luchadores que entrevisté para este artículo no hicieron el viaje a Japón con la intención de radicar en el país anfitrión; su desplazamiento fue cíclico y temporal, pues en su mayoría no sobrepasaron el año de estadía. Lo que no supuso un cambio de residencia permanente.

Para Maguire (2007), la migración deportiva ocurre en la mayoría de los deportes profesionales, “[…] a tres niveles diferentes: dentro de las naciones, entre naciones del mismo continente y entre naciones de continentes y hemisferios diferentes”. Para este autor, la migración deportiva implica una fuga de cerebros; pero Steffano (2013), por el contrario, argumenta que este tipo de migración no es vista como fuga de talentos o de recursos humanos calificados:

En el caso del deporte la imagen de “drenaje” no tiene tanto la carga negativa debido a que, por lo general, (…) también supone una transferencia de conocimientos y/o tecnología, inversión, y el desarrollo de distintas formas de comercio, que llevan algún tipo de beneficio a los países de origen (Steffano, 2009: 36).

 

En efecto, la migración deportiva no es un fenómeno social nuevo. Sabemos gracias a los medios de comunicación que en los deportes más populares, como el beisbol, el basquetbol y el futbol, los jugadores están constantemente trascendiendo fronteras. “De hecho, hay pocos, si acaso ningún país o deporte internacional no influenciado por la migración global deportiva” (Chiba y Jackson, 2006: 67).

 

Antecedentes históricos de la relación entre Japón y México a través de la lucha libre

Es posible que la lucha haya llegado durante la Segunda intervención francesa a México. Ya con certeza se sabe que los primeros espectáculos luchísticos que se vieron en el país fueron promovidos en 1910 por Giovanni Relesvitch y Antonio Fournier. Finalmente, se considera que la lucha profesional fue introducida en México el 21 de septiembre de 1933 con la creación de la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL), hoy llamada coloquialmente “El Consejo”. De manera semejante, la lucha profesional fue introducida en 1951 como entretenimiento para las tropas norteamericanas asentadas en Japón (Bollom, 2004). Después de la apertura de Japón a mediados del siglo XIX –tras dos siglos de clausura de sus fronteras al contacto con Occidente-, unos pocos japoneses viajaron al extranjero para volverse luchadores profesionales. Algunos regresaron a Japón junto a luchadores extranjeros, pero no lograron atraer al público. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, algunos judocas (practicantes de judo) viajaron al extranjero para volverse luchadores profesionales; así también lo hizo el luchador Rikidozan, que vuelve en 1953 a Japón y crea the Japanese Wrestling Association. En 1954 Rikidozan lleva a Japón a los Hermanos Sharpe, campeones mundiales de parejas por la NWA (National Wrestling Association), quienes defendieron en tres ocasiones su campeonato ante Rikidozan y Kimura Masahiko, lo que se considera como el inicio de la lucha profesional en Japón (Thompson, 1986).

La relación entre Japón y México a través de la lucha libre data de inicios del siglo XX, pues fue en 1910 cuando los primeros luchadores japoneses llegaron a México: Conde Koma[5] y Nabutaka, y Kawamula arribaron en 1921 (Gutiérrez, 2016). En esa época, la presencia de luchadores japoneses —y en general, extranjeros— respondía a la necesidad de contar con más luchadores pues eran pocos los luchadores mexicanos; no obstante, el desplazamiento de luchadores japoneses también obedeció a un proyecto de formación de luchadores mexicanos. Un ejemplo claro es el del luchador, japonés Nabutaka, quien, en 1926 es traído a México por orden de Plutarco Elías Calles a fin de enseñar jiu jitsu a las fuerzas militares mexicanas y en la Escuela Nacional de Maestros.[6]

Esta primera huella se puede apreciar en algunas de las técnicas de la lucha libre en México, pues los derribes, estrangulaciones, palancas, candados, proyecciones son técnicas tomadas del jiu jitsu[7] o del judo,[8] como el tomoe-nage[9] o la fujiwara armbar[10]. Estas aportaciones demuestran la pragmática de las artes marciales japonesas. Así que “[fue] a base de traer extranjeros a los rings mexicanos, [que] poco a poco se fue consolidando el deporte de la lucha libre” en nuestro país (Gutiérrez, 2016: 12). Sin embargo, décadas más tarde, luchadores mexicanos también viajarían a Japón a enseñar técnicas mexicanas a los luchadores japoneses. Éste sería el caso del luchador Raúl Romero, quien en 1950 fue a Japón a entrenar luchadores nipones, no solamente a luchar.[11] Luego fueron Eduardo “Dientes” Hernández y los hermanos Saúl y Buddy Montes. Después “(…) siguieron su travesía al Lejano Oriente, en los sesenta y setenta, Rubén Juárez, Felipe Ham Lee, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, El Solitario, Bello Greco y Sergio el Hermoso, entre otros”.[12]

La presencia de luchadores extranjeros en Japón es aprovechada por los promotores japoneses para atraer público a las arenas, pues enfrentando al extranjero con el luchador local se apela y exalta el nacionalismo entre los aficionados. Prueba de ello es lo que dice Chu (2007, citado en Glenday, 2013: 6).

Japón aún estaba ocupado por Estados Unidos y el público japonés necesitó un héroe que los hiciera parecer fuertes. Con Masahiko Kimura como su compañero de equipo, Rikidozan venció a los norteamericanos más reconocidos, los hermanos Sharpe, en noviembre de 1953.

El contraste entre los más altos y pesados hermanos Sharpe, quienes usaron trucos sucios, y los más pequeños y nobles luchadores japoneses resonó entre la audiencia japonesa.

Imagen 1. Luchador japonés en la Arena Coliseo Coacalco. Fuente: Archivo personal, México, 2013.
Imagen 1. Luchador japonés en la Arena Coliseo Coacalco. Fuente: Archivo personal, México, 2013.

Si bien es cierto que brindando a los espectadores enfrentamientos con extranjeros se exalta el nacionalismo, la lucha libre mexicana es muy popular en Japón, a donde fue llevada por atletas como Último Dragón, The Great Sasuke y Super Delfín, quienes completaron su entrenamiento en México influenciando a algunos luchadores mexicanos y viceversa, creando una fusión entre la lucha libre mexicana y el puroresu llamada lucharesu.[13] “La mayoría de los estilos de lucha japoneses han encontrado maneras de integrar técnicas de artes marciales (…) en los combates de lucha profesional” (Oppliger, 2004, citado en Bollom, 2004: 8).

Los luchadores japoneses siguen ejerciendo influencia con su estilo en muchos de los luchadores mexicanos. “Horas y horas de entrenamiento le permitieron al joven luchador [Octagón][14] perfeccionar un estilo que, aprovechando recursos de las artes marciales, se caracterizaba por la agilidad y espectacularidad de sus evoluciones aéreas” (Espectacular de Lucha Libre, 2005: 110).

La influencia japonesa y mexicana no sólo se aprecia en la forma de luchar, pues hay luchadores mexicanos, como Jinzo y Daga, con un estilo de lucha japonés, o luchadores japoneses, con un estilo de lucha mexicano;[15] asimismo, podemos notar esa influencia en la adopción de ideas para equipos y máscaras, como el uso de espinilleras y máscaras de boca japonesa. “Sí hay muchos compañeros que traen ese tipo de ideas y les empiezan a meter diseños de allá de Japón”, señala el profesor Skyde. Es en este sentido que Soto (s/f) afirma:

(…) la lucha libre es ‘escenario’ de dos tipos de búsquedas en términos generales: la de lo propio y la de lo ajeno, pero hay algo que la lleva a un nivel de complejidad mayor: el reconocimiento de lo ajeno como propio y de lo propio como ajeno.

Imagen 2. Luchador Kaientai, “El japonés más regio”, con máscara de boca japonesa. Fuente: Archivo personal. México, 2013.
Imagen 2. Luchador Kaientai, “El japonés más regio”, con máscara de boca japonesa. Fuente: Archivo personal. México, 2013.

La máscara no tiene el mismo significado para los luchadores japoneses que para los mexicanos; no obstante, hay algunos luchadores que combaten utilizando máscara, aunque “muchos luchadores japoneses trabajan con sus propios nombres o simples variaciones de éstos”,[16] como en el box. La lucha libre mexicana es uno de los deportes que más emociones despiertan tanto en el público mexicano como en el público extranjero, porque la técnica luchística, lo peculiar que resultan los luchadores enmascarados o sin máscara y lo vistoso de sus equipos hacen de este espectáculo un mundo de fantasía y dinamismo (Pizarro, 2002).

La lucha libre mexicana es única y diferente, en comparación con el puroresu, pero con similitudes como para ser del agrado de la afición japonesa. “[El] puroresu (…) mezcla golpes de artes marciales con complejas y peligrosas llaves de sumisión y otros tipos de movimientos de lucha libre (…) También presenta maniobras aéreas muy al estilo de la lucha libre mexicana.”[17] La espectacularidad del puroresu no radica en el uso de máscara para luchar o en apostarla, si no en la dureza y la velocidad con que se realizan los combates.

La máscara de luchador objeto de admiración por parte del público está bien cotizada en Japón, pues “a mediados de la década de los setenta, el auge que Mil Máscaras tuvo en Japón expandió el coleccionismo de máscaras mexicanas a tierras niponas”.[18] La incursión de Mil Máscaras en Japón hizo que los aficionados se interesaran por los luchadores enmascarados. En Japón quieren ver a los luchadores mexicanos con las máscaras que los hicieron famosos. Aunque ya hayan perdido la máscara, se les invita a luchar nuevamente enmascarados. Incluso hay japoneses que por afición a la lucha libre se volvieron mascareros,[19] que son reconocidos por los buenos trabajos realizados para luchadores tanto locales como foráneos.

Mi nombre es Kiyohiki Sasaki… Entre mis pasiones resaltó la Lucha Libre, gracias a Tatsumi Fujinami y a Mil Máscaras. A la edad de 13 años, realicé mi primera máscara, no tenía en aquel tiempo, idea de cómo hacerla, no obstante, mirando en revistas y televisión, máscaras de Mil Máscaras aprendí a confeccionarlas.[20]

Imagen 3. Mil Máscaras.
Imagen 3. Mil Máscaras.  http://www.worldofwrestling.it

Es evidente, entonces, que la lucha libre mexicana tiene un lugar importante en la cultura de Japón gracias a los medios de comunicación. Como se ve, a modo de ejemplo, en el artículo “La influencia de la prensa japonesa en México en los años 70s y 80s”:[21]

Los editores de los medios especializados del puroresu japonés y de la revista Gong de Japón siempre han manifestado un especial interés por nuestra cultura luchística. Y es que históricamente el gusto por la lucha libre mexicana entre los expertos japoneses no era una mera coincidencia. Había una razón sustentable y había una firme convicción para que “Los peritos de los medios impresos del Japón” visitaran nuestro país. (…) Fotógrafos, camarógrafos, columnistas, jerarcas de las principales promociones niponas y hasta editores de los medios impresos tenían como consigna (…) empaparse de todo lo relacionado con el pancracio mexicano y (…) regresar a su país, llevando con ellos material fílmico y fotográfico. Material que era presentado en la televisión japonesa y en las revistas especializadas, mismas que se daban a la tarea de dar a conocer a los lectores de las revistas excelsas crónicas de la información recabada por los periodistas visitantes.

 

Motivos

Los trabajadores del deporte tienden a ser contratados por un club específico u organización, y residen en el país anfitrión por un periodo de tiempo límite. Algunos atletas incluso se quedan y hacen del país anfitrión su hogar. Esto sucede ya sea a través del matrimonio con una ciudadana o ciudadano del país en cuestión o por establecer su residencia en ese país por un periodo de tiempo suficientemente largo para optar por la nacionalidad:[22]

(…) yo recuerdo que venían, eh, luchadores japoneses aquí a luchar a la Arena México, al Toreo de Cuatro Caminos; entonces, yo creo que por medio de los mismos luchadores se dieron cuenta... y ésa fue la forma que, pienso yo, por eso me mandaron pedir a Japón[23]

Estábamos luchando un viernes en la Arena Neza y Mister Shima nos vio luchar; es empresario y cazatalentos mexicanos y nos habló en español mocho; nos dijo que “posible que Dragones Chinos luchar en Japón; yo querer Dragones en mi empresa (…)”. Así surgió la relación con Mister Shima.[24]

 

Los luchadores mexicanos van a Japón ya sea a invitación de un promotor que los viene a buscar, o por intermediación de un luchador japonés, que ya estuvo en México y los recomienda. De tal forma que “(…) se valora el papel de las redes sociales en el proceso migratorio, vínculos por medio de los cuales se reconocen lealtades de parentesco, amistad y paisanaje para ayudarse en el viaje y en la adaptación en un ambiente desconocido” (Serrano, 2006: 23).

Son como pequeñas pagodas en el interior. En Tokio es más urbano, más actual y moderno, y en provincia [las] casas [son] muy tradicionales. Comen en el piso, en flor de loto; es muy incómodo por las rodillas que están muy lastimadas. Sí fuimos a ambas casas, de Sasuke y de Mr. Shima. Todo muy bonito. (…) preferimos comer parados o con una silla, sentados y los alimentos en la mano; es más cómodo para uno que está lastimado.

Los luchadores entrevistados destacaron el hecho de que en Japón se les paga bien por su trabajo; así que no es sorprendente que encuentren atractivo luchar en Japón, y argumentan que si van es porque son buenos en su labor, y que deben ser espectaculares y efectivos en todo momento, pues de su buen desempeño depende que vuelvan a ser contemplados para trabajar en Japón. Esto se explica ya que “en el Japón los servicios prestados a otros requieren, por supuesto, la reciprocidad tanto de bienes como de responsabilidades complementarias, que se intercambian por orden de importancia” (Benedict, 2006: 226).

La cultura de la lucha libre alienta y promueve actitudes hacia luchadores de ciertas nacionalidades. Las características personales y profesionales atribuidas a los luchadores mexicanos los hacen atractivos para los promotores japoneses. Esas cualidades incluyen carisma y espectacularidad, como lo señala el luchador —ya retirado— Dragón Chino. “Ser carismático en los encordados lleva consigo la idea de suscitar admiración o adhesión en las personas que rodean a un individuo” (Ruiz, 2011: 94). “Ángel”, capacidad como luchador, calidad, humildad, preparación y profesionalismo, como dice el luchador y profesor Skyde. “… mientras un luchador demuestre que tienen algún grado de habilidad y el espíritu intrépido para ganar, entonces los fans lo aprecian por eso…”[25]

están interesados porque, eh, el público, los japoneses, dicen que el luchador mexicano está loco, está loco porque es un luchador que cuando sube a luchar no mide las consecuencias, no mide el peligro, sube a dar el 100%; entonces, muchos dicen que el luchador mexicano está crazy, está loco.[26]

[…] por ejemplo, ahora que hemos estando yendo a Japón, es muy difícil encontrar un luchador que puede encajar en el estilo que se maneja allá (…) en México; también hay muchos luchadores que son muy buenos, son luchadores que tienen bases, tienen este, buen cuerpo, tienen, este, no sé, son luchadores muy aéreos, luchadores muy técnicos, hay muchos, pero (…) no van a querer hacer lucha extrema, no van a querer lastimar su cuerpo, y los luchadores, por ejemplo, hay muchos que son, que se parten el alma, no, sangran y no hay problema, pero no son buenos luchando como tal lucha libre; entonces, [es difícil] encontrar a alguien que tenga esas dos cualidades…[27]

 

Por otro lado, “como grupo los atletas de élite experimentan varios grados de explotación y dislocación, pero también disfrutan algunas ganancias personales” (Maguire y Stead, 1996, citado en Maguire, 1996: 356). Los luchadores mexicanos tienen una intensa y extenuante carga laboral, viajan varias horas en autobús por Japón, “pero es bonito y mientras no te lastimes pues estás cansado, pero si vas lastimado es más difícil…”[28] Trabajan a lo largo de la semana; en Japón “no existe un día de luchas como en México, hay muchas empresas y funciones cada semana, pero en distintos lugares… como AAA [Asistencia, Asesoría y Administración] en México”.[29]

[…] normalmente pues te llevan por, este, por una o dos semanas, ¿ves? La primera gira que me aventé fue cuando fui por medio del Toreo de Cuatro Caminos, ¿ves?, y ese día nos aventamos como cinco luchas; pero cuando estaba trabajando en Dragon Gate en una empresa, hay veces que en un mes trabajas veinte, veinticinco luchas.[30]

 

Los luchadores mexicanos trabajan mucho, pero a cambio reciben una buena garantía,[31] buen trato por parte de sus empleadores, la admiración, y obsequios, de los aficionados japoneses. Estos luchadores “se vuelven el centro del universo luchístico, donde son reconocidos en cada momento de su trabajo y muchas veces fuera del mismo, tratándolos con ciertas preferencias por el público y los organizadores o promotores de los eventos” (Santamaría, s/f: 1). “Es una enorme [responsabilidad] trabajar en Japón ya que el público es muy exigente; además, pagan muy bien allá.”[32] “Nos tratan bien porque es otra cultura y son muy educados, respetuosos de todo y para con todo, y pagan muy bien. Son muy bondadosos los japoneses.”[33]

Los espacios donde realizan su trabajo son adecuados para montar funciones de lucha libre, ya que no es como en México, donde casi cualquier lugar puede ser adaptado para ofrecer eventos de lucha libre. “[…] las arenas son lugares adecuados y bien adaptados para cualquier función o cualquier espectáculo, ya sea de lucha o de cualquier otra cosa”.[34] Y así también, los lugares donde entrenan están bien adaptados para las necesidades de los luchadores, pues cuentan con gimnasio, cocina, lavadora, lugar donde dormir, como lo menciona el luchador Skyde. Ya que a veces la disciplina exige clausura, “[…] el internado aparece como el régimen de educación, si no más frecuente, al menos más perfecto…” (Foucault, 2009: 164).

Allá, las jóvenes que quieren dedicarse a la lucha libre deben dejar la casa de sus padres para internarse y vivir en el gimnasio. A quienes ya tienen conocimientos avanzados, se les permite salir del internado y rentar un departamento con el dinero que tengan ahorrado. Entonces, pueden comenzar a luchar.[35]

 

Las empresas de lucha libre japonesa les brindan a los luchadores todas las facilidades para que vayan a trabajar a Japón: hospedaje, boletos de avión, gimnasio, viáticos, transporte, y tramitan la visa de trabajo, pero exigen compromiso, puntualidad y profesionalismo. Ellos, los luchadores mexicanos, saben que el buen desempeño es garantía de que van a ser considerados a futuro para volver a trabajar en Japón, porque los fans los quieren ver, y “los fans del puroresu en Japón por lo general son muy bien versados en las complejidades de su forma de entretenimiento elegida” (Oppliger, 2004, citado en Bollom, 2004: 8). El aficionado japonés sabe, pues se informa a través de los medios y tienen una visión romántica del luchador mexicano. Tal como se ha visto, “los varios flujos globales que conforman y forman los procesos globales de deportivización incluyen, no sólo el flujo de personas con diferentes habitus e identidades, sino también el flujo de tecnologías, imágenes y finanzas” (Maguire, 1996: 336).

Si te conocen porque te filman desde México y hacen campaña de publicidad, antes de que llegues a Japón ya están en el aeropuerto los medios de comunicación, te tratan como estrella. Se siente y es un privilegio salir en revistas japonesas; es un honor y satisfacción salir en revistas del Lejano Oriente.[36]

 

“La competencia física intensa y el estilo no-absurdo de puroresu son quizás el resultado del hecho de que los fans japoneses esperan que sus iconos de lucha pongan sus corazones y almas en sus actuaciones.”[37] “Sí, sí, sí, no y de hecho muchas veces lo piden a gritos, no. Hay veces que, este, pues que muchas veces el mismo (…) aficionado busca la manera de llevar a su ídolo.” [38]

Imagen 4. Revista de 1993 editada en Japón. Cortesía del luchador Dragón Chino.
Imagen 4. Revista de 1993 editada en Japón. Cortesía del luchador Dragón Chino.

 

Elementos que destacan los luchadores mexicanos de la cultura japonesa

“La disciplina impuesta por determinada cultura a sus miembros casi siempre suele parecerles superflua a los observantes de otros países” (Benedict, 2006: 222). Comienzo así este apartado porque en el caso de los luchadores entrevistados la disciplina —y otros aspectos del ser japonés— les resultan por demás destacables.

La reacción de los migrantes del deporte laboral ante la cultura “huésped” también necesita de consideración. El movimiento constante de ida y vuelta entre culturas diferentes necesita el desarrollo de un tipo especial de migrante más flexible, con más disposición y formas de orientación. Mientras que, algunos deportistas migrantes pueden adaptarse con facilidad a las diferentes culturas, ello puede no ser la regla (Maguire, 2007).

 

“[...] El estilo que yo manejo, el estilo que he aprendido, el estilo que aprendí y al que me adapté en Japón, este, es el estilo que ahorita está vigente (…)”.[39] Los luchadores mexicanos destacan valores como la puntualidad y el profesionalismo de los japoneses. Al ir a trabajar a Japón, tienen que levantarse a las seis de la mañana[40] para llegar con tiempo de sobra al camión, que los llevará, horas antes de la función, al lugar donde lucharán, pues “los japoneses dan mucha importancia al comportamiento competente y se permiten menos excusas que los norteamericanos” (Benedict, 2006: 228). Como comenta el luchador Solar, “si tú les dices oiga (…) la lucha empieza a las seis, ¿puedo llegar a las cinco?” o “allá no hay de que se me hizo tarde, de que cualquier cosa, o de que llegas quince minutos tarde, pues no; quince minutos para la hora, y ya todos los luchadores están arriba [del camión]”. El compromiso y el profesionalismo que se espera de los luchadores incluye tener que trabajar aun si esto implica ir directo del aeropuerto a la arena, lo cual en palabras del profesor Solar “es el infierno”. Pero el compromiso es recíproco, pues si sufren un accidente laboral los luchadores pueden ser atendidos por un doctor.

[…] Lo mío se sintió en México no en Japón. Se deslindaron de mi salud porque luché en México y poco a poco me fui mermando. Sí nos hablaron para ir a Japón varias veces, pero yo ya estaba en cama, enfermo. La rehabilitación fue por mi cuenta.[41]

 

Tienen la certeza de que contarán con ayuda médica profesional en caso de sufrir una lesión o pueden recurrir a una práctica común entre los luchadores, como le sucedió al luchador Solar: “[…] me acomodaron el hombro ahí en el vestidor; entre, eh, Kuroneko[42] y otros luchadores ahí me acomodaron el hombro; esto, después de una lucha con el Tigre Enmascarado”. “(…) es que ellos mismos entran en la magia de sentirse indestructibles, olvidándose de los riesgos latentes en espera de que la llave o el salto tantas veces ensayado salga a la perfección y lograr la ovación del público” (Pizarro, 2002: 54).

Yo, por ejemplo, eh, para esa lucha con Masaoka estuve, estuve entrenando muchísimo (…) hice el swanton bomb desde arriba del andamio y lo estuve entrenando, lo estuve entrenando en Japón en una arena donde entrenábamos nosotros, había unas colchonetas; estuve entrenando ese movimiento para que saliera lo más perfecto posible, no, lo más adecuado.[43]

Imagen 5. Solar vs. Tiger Mask.
Imagen 5. Solar vs. Tiger Mask. http://www.worldofwrestling.it/

También se destaca el respeto por los maestros y que los entrenamientos sean prolongados. “Las cátedras [en Osaka y Tokio] fueron pagadas por la empresa. Muy ordenado todo, la gente te idolatra. Te apapacha, te invitan a comer, te dan muchos regalos.”[44] Los japoneses hacen hincapié en la cantidad del entrenamiento, a diferencia de los mexicanos, que enfatizan la calidad. “Allá entrenan hasta cuatro, cinco horas, y aquí con trabajo, entrenamos dos horas”[45]. A pesar de esta diferencia en los tiempos, es con base en entrenamiento físico que los luchadores mexicanos han conseguido un “cuerpo obediente”, como llamó Foucault (2009) a los cuerpos disciplinados que responden a las exigencias físicas de un deporte. Y es que, “culturalmente, los trabajadores japoneses tienden a pensar que, el trabajo duro en el transcurso de un largo día contribuye a un gran logro en la empresa. Muchos entrenadores y jugadores japoneses también comparten esta filosofía con respecto a la formación para el deporte” (Chiba y Jackson, 2006: 75).

 

¿Hay que saber japonés para trabajar en Japón?

Los luchadores mexicanos son migrantes calificados, pero no lo están del todo ya que en general adolecen del conocimiento del japonés o del inglés, lo cual, en ocasiones, les dificulta la comunicación.

[…] muchas veces no estamos preparados para ese tipo de cosas, pero muchas veces, que de repente sabes que vas a Japón, ¡ah, cabrón!, ¡quihúbole!, ¿y ahora qué hago?, y comoquiera agarras tu tumbaburros y, pues, lo básico, lo básico, lo que muchos hacemos.[46]

 

A pesar de no conocer el idioma del país anfitrión, los luchadores mexicanos admiten que no es necesario saber japonés y buscan la forma de hacerse entender, ya sea a través del uso de diccionarios español-japonés, mediante señas, o por medio de otros luchadores que les sirven de intérpretes.

Pues hora sí que (…) luego me compraba mis libritos o mis tumbaburrros, o ellos mismos, bro, que se interesaban en uno por lo mismo que tenían interés en aprender por parte de mí, ¿me entiendes? Entonces ellos me sacaban su diccionario o yo el mío. Más bien, para serte sincero, brother, ellos me regalaron un diccionario; yo quería algo, y nada más les enseñaba yo.[47]

 

Los Dragones Chinos, para comunicarse con los asistentes a una de las cátedras de lucha libre mexicana que impartieron en Osaka y Tokio, se apoyaron en el compañero luchador “Ninja Sasuke, él es japonés y su esposa es colombiana, él habla muy bien el español”,[48] él también fue su guía estando ellos en Japón.

[…] hay gente que realmente sí te apoya, hay gente que sí es humano; son humanitarios y sí te apoyan, sí, en ese aspecto. Pues enseñándote, ven, mira apréndete eso, aprende cuando menos lo básico o apréndete eso, mira. Entonces ya me lo escribían ellos y ya me ponía a estudiarlo, ¿me entiendes?[49]

 

Ahora bien, en cuanto a la comunicación durante la lucha, pudiéramos pensar que a falta de un idioma en común se dieron malos entendidos entre los luchadores, lo que pudiera provocar lesiones. A pesar de la dureza de un deporte de contacto como lo es la lucha libre profesional, los luchadores no desean que alguien salga lastimado: “Bueno, todo el dolor se siente; cuando tú estás luchando, si le pones una llave, tú no necesitas saber japonés, sino que la expresión lo dice todo, o se rinden o no se rinden”.[50] (…) el deporte facilita una especie de comunicación que va más allá de la palabra y que se encuentra situada en el ámbito de los rituales: el gesto, la implicación corporal, el contacto (Puig, 1992, citado en Cayuela, 1997: 11).

El desconocimiento del idioma no es visto como una dificultad; no les impide interactuar con los japoneses por medio de la formación de amistades, la socialización de manifestaciones culturales: “(…) de hecho, yo les llegaba a llevar tortillas a ellos porque les encantan. Allá no hay tortillas, y yo les hacía unos mentados queso carnes que venden allá en Tepito, y ellos felices (…)”.[51] El profesor Solar comenta que lleva productos oficiales de lucha para vender: “Cuando va uno a luchar, en el intermedio o antes de la función, o cuando termine la función puedes quedarte a vender”. El profesor Skyde no lleva productos oficiales cuando va a Japón; pero si se da el caso, también vende: “Mis máscaras sí las llegaba yo a vender, o ropa que luego llevaba y que les gustaba, me la compraban, ¿no?, (…) hasta campeonatos y equipos completos, ellos son muy coleccionistas”. Los aficionados a la lucha libre son bien conocidos en el medio por su inclinación al coleccionismo. Con el comercio informal, los luchadores incrementan sus ingresos. “En este caso, tanto las empresas como los luchadores se han abierto al público común ofreciendo sus productos” (Enciclopedia de máscaras, 2008: 57). Esta práctica ya ha sido adoptada en México, donde hay luchadores a los que se les permite vender los productos oficiales en las “convivencias” con los aficionados.

Japón se ha convertido no sólo en un lugar que adoptó como propia esta forma de cultura popular americana, pero ahora ha superado al país originario como el lugar para buscar luchas y participantes de la más alta calidad (Bollom, 2004: 16).

 

El concepto de carencia relativa (Stark, 1993) se refiere a la necesidad que tienen las personas de un bien o un servicio que observan que un migrante posee; en consecuencia, aquellos que aún no han migrado, pueden considerar que a través de la migración, pueden satisfacer esta carencia. Considero propio el concepto de carencia relativa para analizar el interés de viajar entre los luchadores mexicanos. A través del discurso de los luchadores migrantes es que los luchadores que aún no han migrado, sienten la necesidad de hacer el viaje al extranjero. Asimismo, considero que no sólo el capital económico es lo que alienta el deseo de ir a trabajar al extranjero; el capital cultural, que también es expresado en el discurso de los luchadores que han trabajado en Japón, los vuelve personas más interesantes y visibles tanto para el aficionado como para el investigador social. A los luchadores que trabajaron en Japón (o en cualquier otro país), se les concede mayor prestigio y aprobación al volver a México, no sólo porque traen técnicas y experiencias novedosas, sino porque también se presume que si fueron elegidos para “irse” es porque son muy buenos.

 

Conclusión

Los préstamos culturales que las diversas artes marciales japonesas han hecho a la lucha libre mexicana demuestran que los vínculos culturales entre Japón y México también se manifiestan a través del deporte, de la lucha libre profesional y de la migración deportiva. La cual implica, entre otros aspectos, transferencia de personas, conocimientos, tecnologías e imágenes, y vínculos comerciales.

La lucha libre profesional es un negocio. A los promotores y a los empresarios japoneses que patrocinan estas luchas les interesa satisfacer el deseo de los aficionados japoneses por ver lucha libre mexicana. Pero, además, el crecimiento de una empresa promotora de lucha libre también implica participar en la formación de nuevos luchadores; por lo que se invita a profesionales calificados no sólo a luchar sino a impartir sus conocimientos. Para asegurar el flujo de luchadores extranjeros, los empleadores les pagan bien por la prestación de sus servicios. A grandes rasgos, puede decirse que las condiciones laborales en que trabajan los luchadores mexicanos en Japón son buenas, y el trato laboral que reciben es respetuoso; por lo tanto, no sorprende que los luchadores encuentren atractivo ir a trabajar a Japón. A cambio, se les pide entrega y profesionalismo.

Los luchadores mexicanos están conscientes de que no pueden cobrar por algo que no hicieron; por eso hacen bien su trabajo, luchando de manera espectacular, “con ángel” o carisma, y se manejan siempre con profesionalismo; porque la relación laboral con los japoneses depende de que conserven las características personales y profesionales que los hacen atractivos para los promotores japoneses.

Los luchadores mexicanos, en su mayoría, pueden ser considerados como migrantes calificados temporales, pues su residencia en el país anfitrión no excede el año de estancia; aunque se han dado casos de luchadores mexicanos que han vivido el tiempo suficiente en el país anfitrión como para nacionalizarse.

Para los luchadores mexicanos, ser considerados para luchar en Japón es una oportunidad que no pueden dejar pasar, pues es una recompensa por su buen desempeño y por su esfuerzo. En el ambiente luchístico se fomenta la cultura del esfuerzo; pero hacer bien las cosas no siempre es suficiente para alcanzar una meta:

[…] ya que la lucha libre es un deporte/espectáculo en donde se necesita el reconocimiento del otro para existir en el medio… y esto lo podemos apreciar en base a la gran cantidad de aplausos o abucheos (…) que se lleven cada uno de ellos, así como el número de contrataciones semanales para cubrir eventos de lucha… (Santamaría, s/f: 3).

 

Otra forma de reconocimiento es despertar el interés de promotores o ser recomendados por compañeros de trabajo; de no ser así, no hay manera de ir a Japón. Mas no todos los luchadores quieren, ni pueden ir a Japón. Y no es que no sean buenos en lo que hacen, sólo que en algunos casos no tienen lo necesario para trabajar allá.

Aparecer en los medios de comunicación japoneses también es una manera de obtener reconocimiento. De otra manera, los aficionados japoneses no sabrían de qué luchadores se trata, y pasarían desapercibidos para ellos.

No conocer el idioma local no fue un problema para los luchadores, ya que éstos encontraron maneras de darse a entender por ellos mismos, o bien, gracias al apoyo de algún extranjero o japonés que compartía con ellos el conocimiento del idioma español, o por la socialización de manifestaciones culturales o por el comercio informal. Así se mostraron como migrantes flexibles, pues tienen la disposición para adaptarse a las diferencias culturales.

La falta de conocimiento del idioma japonés y el paso del tiempo dificultaron a los luchadores que entrevisté que recordaran con precisión los nombres de las personas o lugares que conocieron en Japón; pero el hecho de viajar, de vivir en un país exótico y de luchar en él, permanecen a modo de experiencia vivida. Una excepción es el caso de las arenas emblemáticas, como el Tokio Dome o el Korakuen Hall, y el nombre de ciudades japonesas importantes, como Tokio u Osaka, las cuales sí guardan en la memoria, y ostentan el orgullo de haber luchado en ellas.

El capital económico y el capital cultural expresados en el discurso, el prestigio y la aprobación alientan el deseo de los luchadores mexicanos que no han migrado de ir a trabajar en el extranjero. El mundo del deporte es un espacio complejo, con múltiples significaciones y la participación de una diversidad de actores, muchos de ellos vinculados al escenario (o mercado) internacional. Y si aún no lo están, seguramente tienen puesto allí su horizonte (Steffano, 2012: 34). Migrar es una oportunidad para establecer contactos y crear redes para futuros emprendimientos.

La vida cotidiana en Japón se ve profundamente afectada por la percepción que se tiene en la sociedad japonesa sobre los “otros” como extranjeros o como japoneses. Encontrar empleo, ir de compras, acceder a servicios médicos, hacer amigos, son actividades diferentes para los japoneses y para los extranjeros (Thompson, 2002); pero, en general, los luchadores mexicanos son bien aceptados por los japoneses. Ninguno de los entrevistados mencionó haber sufrido maltrato en horas laborales, ni durante el tiempo libre; solamente hubo un comentario sobre otro luchador que por tener expansiones y tatuajes no tuvo acceso a los sentos[52] en algunas ciudades. Las alteraciones físicas que en el cuerpo de un luchador lo hacen atractivo y reconocible por los aficionados tanto dentro como fuera del espacio de trabajo, pero en otras situaciones, motivan un trato displicente.

Al alejarme, en este ensayo, del análisis de la ritualidad y el simbolismo de la lucha libre pretendo contribuir a ampliar el conocimiento académico sobre este deporte-espectáculo aportando con un nuevo tema de estudio, la migración deportiva. Una migración que no es ajena ni a la lucha libre ni a la sociedad mexicana, como tampoco son ajenos los contactos culturales entre Japón y México.

Finalmente, considero que en la lucha libre el reconocimiento es primordial, por lo que para estos deportistas mexicanos la oportunidad de luchar en el Korakuen Hall o en la Arena México son marcadores que denotan prestigio, porque son lugares representativos en el mundo de la lucha libre y de importancia en el imaginario social del colectivo luchístico. El luchador Mil Máscaras popularizó la lucha profesional mexicana en Japón a inicios de los setenta del siglo pasado; a partir de él, se estableció lo que ahora es “la norma” para todo luchador que viaja a Japón: actuar con profesionalismo y humildad; y al momento de luchar, hacerlo con entrega y carisma para agradar a la afición japonesa. Pues bien, es tal la influencia cultural japonesa sobre la lucha libre que, para ser catalogado como luchador consagrado, siendo este título, junto al de leyenda, una de las máximas categorías que existen en la lucha libre, se tienen que haber ganado máscaras, cabelleras, campeonatos y haber luchado en Japón.

 

Notas:

[1] Pasante de Licenciatura en Etnología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Título de tesis: “Lucha libre extrema: y las representaciones sociales de sus protagonistas sobre dolor, cuerpo y violencia”. Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Este artículo se elaboró como parte de las actividades realizadas durante la prestación del servicio social en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, como parte del proyecto de investigación La Presencia Japonesa en México. Un Abordaje Museográfico, Histórico y Antropológico, a cargo de la investigadora Dahil M. Melgar Tísoc.

[2] La autora no precisa a qué obra de Callois hace referencia; sin embargo, puede tratarse de Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo (1958). La investigadora advierte que la teorización de la lucha libre supone que cada función es un laboratorio en donde se encierra el misterio de cómo vive y siente el pueblo de México. Mas no repara en considerar que la lucha libre es del agrado de un público específico y cambiante. Tampoco repara en las disparidades de ingresos que se dan en un negocio como la lucha libre; considera que académicos e intelectuales ven el universo que rodea a la lucha libre asociado con el atraso de una comunidad proclive a la religiosidad inconsciente y a las expresiones simbólicas. Finalmente, sugiere que se haga una descripción densa de la realidad de la lucha libre y dejar hablar a los luchadores para comprender el fenómeno. A. Santana (2005). “México enmascarado”, Revista Artes de México lucha libre relatos sin límite de tiempo, núm. 119, diciembre de 2005, pp. 56-63.

[3] Disponible en
https://www.bibliovault.org/BV.book.epl?BookId=20906&detail=Description. Consultado el 3 de junio de 2017.

[4] Ciudad.

[5] Mitsuyo Maeda.

[6] Véase M. E. Ota Mishima (1982). “Siete migraciones japonesas en México (1890-1978)”, El Colegio de México, México.

[7] Lucha libre tradicional japonesa, practicada por los samuráis.

[8] Arte marcial japonés moderno, proveniente del jiu jitsu.

[9] Quien realiza esta técnica de derribe cae voluntariamente al suelo para arrastrar al oponente tras de sí. Toma del cuello o de la ropa al rival, y cayendo hacia atrás planta un pie o los dos a la altura de la cintura del oponente, y aplicando fuerte presión cae al suelo rodando de espaldas, de forma que el rival vire en el aire y aterrice de espaldas al suelo.

[10] Ésta es una técnica de luxación introducida en la lucha libre profesional por el judoca y luchador Yoshiaki Fujiwara. Esta técnica se aplica a un rival que se encuentre boca abajo. El luchador toma el brazo del rival y lo aprisiona bajo su propio brazo; luego se recuesta a un costado del cuerpo del oponente, apoya el codo en la lona y levanta el brazo por sobre la altura del hombro del luchador rival.

[11] H. Gil Robles, (2017). “Lucha libre: la historia jamás contada”. Diario Cultura. Política cultura e historia, 27 de febrero de 2013. Disponible en http://www. diariocultura.mx/2013/02/lucha-libre-la-historia-jamas-contada. Consultado el 28 de mayo de 2017.

[12] Ídem.

[13] Puroresu. Disponible en https://www. es.wikipedia.org/wiki/Puroresu. Consultado el 3 de junio de 2017.

[14] La máscara y equipo de este luchador tienen marcada influencia en la máscara y equipo de The Great Sasuke.

[15] Entrevista a Violento Jack, 6 de enero, 2017.

[16] The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition, (2003). “Puroresu-Pro Wrestling Japanese Style”, H2g2 The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition, 5 de agosto de 2003. Disponible en https://h2g2.com/edited_entry/A1119449.

[17] J. Monsalve (2011). “Lucha libre profesional. Cómo se ha desarrollado y evolucionado hasta el siglo XX”, ISSUU. Disponible en http://www.issuu.com/sharis2019/docs/luchalibre. Consultado el 22 de mayo de 2017].

[18] “El Testigo” (2008). “Colección de máscaras. Impulso del coleccionista; creación del mercado”, Enciclopedia de máscaras, núm. 17, noviembre de 2008, p. 57.

[19] Es la persona que confecciona, en su taller de costura, las máscaras para luchador o los souvenirs que se pueden adquirir fuera de las arenas de lucha libre.

[20] Sasaki, K., (2009), ¡Esta es mi historia! Enciclopedia de máscaras. No. 19, 01-2009, pp. 60-61.

[21] “El guardián del puroresu” (2012). “La influencia de la prensa japonesa en México en los años 70s y 80s”, Crónicas y Leyendas de la Lucha Libre, 20 de julio de 2012. Disponible en http://www.cronicasyleyendasdelaluchalibre.com/?p=8406. Consultado el 2 de febrero 2017.

[22] O como en el caso de la luchadora mexicana de apellido Gallegos, quien se casó con un japonés, y de los luchadores Super Crazy y Ricky Marvin, quienes vivieron más de tres años en Japón. Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[23] Entrevista a Solar, 16 de febrero de 2017.

[24] Entrevista a Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[25] The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition (2003). “Puroresu-Pro Wreslting Japanese Style”, H2g2 The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition, 5 de agosto de 2003. Disponible en https://h2g2.com/edited_entry/A1119449.

[26] Entrevista a Solar, 16 de febrero de 2017.

[27] Entrevista a Violento Jack, 7 de enero de 2017.

[28] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[29] Información obtenida en conversación de Messenger con una aficionada japonesa a la lucha libre.

[30] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[31] Así, garantía, es como se le conoce en el medio de la lucha libre a la paga que reciben los luchadores por su trabajo.

[32] Entrevista Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[33] Ídem.

[34] Entrevista a Solar, 16 de febrero de 2017.

[35] “En Japón, las luchadoras no son discriminadas; en México, sí”: Ayako Hamada (2008), Box y Lucha. 10 de octubre de 2008. Disponible en http://boxylucha.com/en-japon-las-luchadoras-no-son-discriminadas-en-mexico-si-ayako-hamada/.

[36] Entrevista a Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[37] The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition (2003). “Puroresu-Pro Wreslting Japanese Style”, H2g2 The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy: Earth Edition, 5 de agosto de 2003.Disponible en https://h2g2.com/edited_entry/A1119449.

[38] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[39] Entrevista a Violento Jack, 7 de enero de 2017.

[40] Los norteamericanos tienen por costumbre considerar el sueño como algo que se hace para mantenerse en forma, y al despertar lo primero que nos viene a la cabeza, a la mayoría de nosotros, es calcular cuantas horas hemos dormido. La energía que tendremos y lo eficaces que seremos dependen del tiempo que hayamos dormido. “Los japoneses duermen por[que] … les gusta, y cuando no hay ningún inconveniente en ello, se van de buena gana a dormir. De la misma manera, están dispuestos a sacrificar (…) el sueño sin ningún miramiento” (Benedict, 2006: 178).

[41] Entrevista al Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[42] Víctor Manuel Mar.

[43] Entrevista a Violento Jack, 7 de enero de 2017.

[44] Entrevista a Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[45] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[46] Ídem.

[47] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[48] Entrevista al Dragón Chino vía Messenger, 21 de febrero de 2017.

[49] Entrevista a Skyde, 16 de febrero de 2017.

[50] Entrevista a Solar, 16 de febrero de 2017.

[51] Ídem.

[52] Baños comunitarios de agua caliente. Hacer uso de los baños comunitarios implica ser visto desnudo, pues es costumbre llevar únicamente una toalla húmeda sobre la cabeza. Es habitual, en este tipo de lugares, que se excluya a la gente por tener tatuajes o modificaciones corporales, pues en Japón se estigmatiza a quien está tatuado. Así, “en este escenario, los baños en público permiten apreciar las huellas sobre el cuerpo y las diferencias que se racializan o etnitizan sobre él, suscitando rechazo y curiosidad por el cuerpo de los otros” (Melgar, 2015: 184).

 

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Cómo citar este artículo:

SALGADO BUSTILLOS, Flavio, (2017) “Luchadores mexicanos en Japón. Apuntes sobre la migración deportiva”, Pacarina del Sur [En línea], año 9, núm. 33, octubre-diciembre, 2017. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1511&catid=14