La antropología y la obra literaria

Walter Saavedra

 

 

Aquí veremos, no solamente la obra, sino también la vida de José María Arguedas, que es uno de nuestros más grandes escritores y conviene que lo comprendamos, porque toda creación, en cualquiera de sus formas, nos ha de ser beneficiosa, más todavía (para nosotros) cuando se trata de alguien que proviene de las Ciencias Sociales y escoge, no hacer una disertación científica, sino una obra de arte. Él escribió tratados científicos también, pero sobresale por su obra literaria. Es evidente que su vida tuvo mucha influencia en el proceso que siguió tanto para escoger sus campos de estudio como para escribir sus obras. Él mismo lo resaltó así en varias ocasiones.

Ahora, aunque no es el caso, no hablamos solamente de las novelas escritas a partir desde cuando se gradúa de antropólogo, sino que comenzamos antes, cuando estudia en San Marcos en los años treinta y la carrera de Antropología no existía en las universidades peruanas. Arguedas era un estudioso apasionado de la realidad antropológica. Había comenzado con los estudios folclóricos desde que estaba trabajando en Sicuani, Cusco, presumiblemente, al amparo de su relación con el conocido folklorista y estudioso del quechua el padre Jorge A. Lira.

Los materiales que hemos podido recoger de gente que lo conoció en Chimbote, nos hacen ver a un hombre que va tras la información incansablemente, tras de la información tal como se presenta en la realidad y que luego, solamente luego, transformará de acuerdo a sus necesidades, a su fantasía... Cuando, por ejemplo, se encontraba con Cirilo Moncada (llamado El Loco Moncada en la novela), se ponía a seguirlo, y quería tomar nota detallada de todo lo que decía; Arguedas alocaba hasta a sus acompañantes quienes se ponían, desesperadamente, a buscar papel y lápiz para que él pudiera transcribir los discursos de Moncada.

El Moncada de la novela es, esencialmente el Moncada de la vida real, incluso las distorsiones poéticas que pudo haber introducido (que introdujo) el novelista, no le hacen perder su carácter esencial y real. Indudablemente que los diálogos que tienen lugar en la novela, no deben haber sido los que escuchara, así como tampoco lo serían los diálogos de los sacerdotes, pero la postura y las ideas de Moncada, como la de los sacerdotes de los años sesenta, están allí, en su novela póstuma, dibujadas nítidamente. Muchos nombres corresponden a la realidad, algunos son inventados, otros son tomados de personas que conoce en otro contexto, como el chanchero Bazalar (Bazalar fue un amigo suyo de Supe, no existió en Chimbote, aunque los chancheros formaban parte interesante de la vida popular).


Imagen 1. www.diarionoticias.pe

José María Arguedas comenzó su obra literaria con su obra "Warma kuyay" (Amor de niño) y tuvo otros escritos luego, empero fue su relato "Agua", el que más atrajo la atención de sus coetáneos, especialmente sus compañeros de la universidad de San Marcos. Esta obra (como también las anteriores) se basó en sus recuerdos de infancia, y es autobiográfica, tendencia que permanecerá (metamorfoseados ya en la forma de Diarios) hasta su última obra, "El zorro de arriba y el zorro de abajo".

La vida de Arguedas ha nutrido pues su obra. Y aquélla no siempre le da la razón (al menos no toda la razón) a ésta, en cuanto a las interpretaciones, ni a él mismo ni a sus tantos estudiosos, que se basan en sus declaraciones tendenciosas (dicho en el sentido más respetuoso y positivo de este término). Pero estos estudiosos, tenemos que resaltarlo, han ayudado a comprenderlo, a llegar a él, a conocer mucho de lo que, estamos seguros, ni el mismo José María conocía porque el ser humano olvida cosas esenciales de su propia vida, es decir, no puede recordarlo todo y porque a tantas otras cosas no le presta atención o le pasan desapercibidas.

Cuando se está escribiendo sobre la propia vida, se incluyen elementos que parecen los más hermosos y significativos que la experiencia nos provee, y también se incluye aquellos otros que al escritor le gustaría haber vivido, en fin, muchas cosas se interponen entre el hombre y la obra que van distorsionando lo que empezó como una simple y llana descripción autobiográfica. Nada se le puede criticar, puesto que se trata de una obra literaria y el uso de todos esos recursos son válidos. En los años cuarenta, Arguedas escribe ya no solamente con sus recuerdos, sino con los conocimientos que le dan sus estudios folclóricos. Pero, por ejemplo, "Yawar Fiesta" es muy diferente de los trabajos anteriores, y lo va a ser también de "Los ríos profundos".

Los estudiosos coinciden en que hay un cambio sustancial en José María Arguedas a partir de los años sesenta, con "Todas las sangres". ¿Qué ha pasado en Arguedas para que se dé ese cambio? Su inclinación hacia el lado indígena es tan profunda aquí que él mismo parece pensar como uno de ellos, como nos lo hace ver patentemente su poema "A nuestro padre creador Túpac Amaru", emergida de las luchas campesinas en el Cusco que dirigiera Hugo Blanco a inicios de los sesenta. En esta época él ya es un antropólogo y ha hecho investigaciones en diferentes lugares, especialmente en Puquio, lugar tan cercano a su San Juan de Lucanas, donde vivió de pequeño.

José María Arguedas decía que lo que cuenta en la novela “Todas las sangres” existe, es realidad, aun a despecho de la condena –malintencionada, nos parece- de que fue objeto en el Instituto de Estudios Peruanos, poco después de su publicación, analizada por diferentes estudiosos. Y tenemos que decir que José María no siempre sabía distinguir la fantasía, su propia fantasía, de la realidad, o no quería distinguirla, en todo caso. Hemos de decir que José María Arguedas era un mitómano, un hombre de fantasía desbordante (no se confunda con mentiras). Por eso siempre gustó de leer las leyendas y mitos –su sobrina Vilma Arguedas nos contaba cómo su tío les leía mitos a sus hijos de ella en su niñez- de diferentes países y en los últimos tiempos puso mucha más atención a los mitos, razón por la cual se sintió muy complacido cuando Alejandro Ortiz, hijo de un amigo muy querido, decide estudiar con Claude Levi-Strauss en París (consiguiéndole una beca).


Imagen 2. www.resumendehistoria.com

Mientras que en "Todas las Sangres", su pensamiento e identificación es completamente con los indígenas hasta creerse uno de ellos, sabe perfectamente que no lo es: "Yo soy Rendón Willka, dice, pero también soy Don Bruno": el indio y el hacendado blanco juntos. En "Agua" él mismo se presenta como un niño misti, como un blanco, diferente a los indígenas, a quienes quiere, pero sabe que no es uno de ellos. Lo que dice en "Todas las sangres" tiene una relación directa, aun a pesar de las diferencias naturales, con "Agua".

Al final José María Arguedas se identificará más con el indio, sobre todo cuando habla del caso de la madrastra, de quien dice inicialmente que lo maltrataba y lo mandaba a dormir en la cocina, con las empleadas indígenas (“Soy hechura de mi madrastra”). Arístides, su hermano mayor, señala que no era así. Y creemos que Arístides tiene razón, porque el mismo José María se desmiente en una disertación en la Universidad Villarreal, donde dice que él fue por su gusto al lado de los indios y dormía en una batea porque ellos lo mimaban como nunca mimarían a sus propios hijos. Máxime cuando en un pequeño relato llamado "Doña Caytana" Arguedas mismo cuenta cómo lo mimaban los indios, hasta lo ponían como el Niño Dios, en la Navidad, porque él de niño era blanco y de ojos azules (luego sus rasgos cambiarían).

El paso del tiempo, la fantasía, en fin, una serie de circunstancias, llevaron a José María a decir que su madrastra lo maltrataba. El hijo de la madrastra, Pedro Pacheco, seguramente, como lo reconoce Arístides, tuvo encontrones y quizás maltrata a José María, pero eran cosas naturales en esas circunstancias que solamente la extremada sensibilidad de nuestro escritor hacían tan inmensas. Arístides tenía celos de José María, a quien llama "El zonzo Pepe", y el mismo lo dice o nos lo hace ver claramente. Lo curioso, es que José María tenía, tiene, parientes cercanos que también lo son de su hermanastro Pablo Pacheco.

En "El zorro de arriba y el zorro de abajo" hay una mezcla entre la novela, propiamente dicha, con los diarios que iba escribiendo mientras avanzaba la misma. Es producto, la novela, de su investigación antropológica en Chimbote... ¿Dónde comienza y termina la investigación propiamente dicha? No lo podemos saber. Arguedas mezcló su propia vida con la misma investigación mientras estaba en Chimbote... Y no nos referimos solamente a los Diarios, por cierto.

Inicialmente su preocupación, en Chimbote, fue estudiar el mundo de los pescadores costeños, preocupación que ya había empezado en Supe, adonde iba a veranear, con su esposa Celia y sus amigos, durante muchos años y en donde escribe un pequeño relato llamado "Mar de harina". Va a Chimbote con un objetivo y lo fue cumpliendo, a pesar de sus constantes depresiones (relatadas en sus diarios y también por quienes lo trataron entonces), depresiones que lo iban a llevar a buscar matarse ya en este puerto.

Los pescadores costeños, que no aparecen en la novela póstuma, dan cuenta de lo mal que José María se encontraba, cuando se reunía con ellos en un bar conocido como "El bar de la viuda": él no escuchaba ya nada, paraba perdido, casi no intervenía en las conversaciones, simplemente grababa todo lo que allí los pescadores decían y compraba cerveza a pesar de no beber.

A José María Arguedas, no le fue entregada la pistola que pide a Lima a su hermana Nelly. Nelly se la envía a su sobrina Vilma, con el encargo de que ella decida si se la entrega o no. Vilma, que vivía en Chimbote por ese tiempo, comprendiendo la razón por la cual su tío había pedido dicha arma, no se la entrega, con que lo evita el suicidio del escritor en ese puerto. Vilma recuerda todo eso con mucha nitidez y dolor, no exento quizás de rencor hacia Nelly.

Pero, ¿cómo una investigación antropológica puede transformarse en una novela? Manipulando los elementos extraídos de la realidad con la fantasía. Especifiquemos esto, en el caso de Arguedas. Un estudio atento de su vida y una contrastación de lo que él dice que es realidad, con la misma realidad, nos demuestra que muchas veces tal realidad no existe… al menos, no como él la presenta. Rodrigo Montoya señala que la corrida de toros con dinamita nunca existió en Puquio y Arguedas afirma que sí. Montoya es puquiano y ha estudiado su ciudad natal. Tiene razón pues porque se propuso encontrar esa “tradición puquiana” expuesta en “Yawar Fiesta” y jamás pudo hallar rastro alguno de ella en la ciudad de la cual él mismo es originario.


Imagen 3. www.lengua.laguia2000.com

Empero, en toda corrida de toros presumiblemente se revienta cohetecillos y cohetones (“cuetes” o “cuetones” se les llama corrientemente), sabiendo que Arguedas vivió en San Juan de Lucanas, cerca de unas minas, no es difícil concebir que convirtiera los cohetes en dinamita. Aunque, por otro lado, bien pudiera haberse utilizado dinamita en las corridas de San Juan, eso no lo sabemos. El caso es que él ubica todo eso en Puquio para la novela, lo que es completamente válido en la ficción. Y hasta puede que si no lo ha visto, se lo pudieran haber contado y, realidad o ficción, no le interesaba mucho, pudo parecerle útil para su novela y lo utilizó. Posibilidades hay y pueden o no ser producto de la fantasía.

Muchas contradicciones hay en las declaraciones de José María Arguedaz porque dice una cosa y luego se contradice, sin que ello le signifique pesar alguno. A muchos de sus conocidos les llama sus mejores amigos... y así era, en su momento, cuando lo estaba diciendo porque lo decía sin mala intención, para hacer felices a quienes trataba algo frecuentemente.

A Arguedas le gustaba ser mimado. Su familia da muchos elementos de juicio que nos hacen ver esta característica de nuestro escritor. Quizás eso mismo, y su falta de fortaleza para enfrentar realidades negativas -que transformaba en positivas en su imaginación-, fue lo que lo llevó a las depresiones más profundas. O, puede que, sus depresiones hayan efectivamente comenzado de niño, como el mismo Arguedas dice. Siendo así, entonces lo más probable es que se hayan acentuado por el matrimonio con Celia -como es nuestra suposición y él mismo lo da a entender- y, por supuesto, por muchos otros sucesos vividos.

Volvamos atrás: a 1937, cuando el general fascista Camarotta es echado a la pileta de letras por los estudiantes de San Marcos, que formaban parte del Comité de Apoyo a la República Española, al que también Arguedas pertenecía. Las características de Arguedas, manifestadas sobre todo en su poema a Túpac Amaru, a pesar del tiempo que ha pasado, nos hacen ver que puede bien haber participado activamente en la acción referida, o la aprobó, a pesar de que su amigo Manuel Moreno Jimeno (también presente en ese acto) dice lo contrario, dice que Arguedas miraba desde lejos. José María Arguedas expresaba, por los años 30, que deseaba ser un “revolucionario profesional”, lo que habla a favor de su carácter belicoso.

Arguedas, como consecuencia de las represiones que siguieron al acto antifascista que tuvo lugar en La Casona, es apresado y encerrado en la prisión, hoy desaparecida, de El Sexto. José María no tenía, en Lima, familiares que lo visitasen y lo auxiliasen por ese tiempo. Los estudiantes de San Marcos, especialmente las chicas, visitaban a los presos políticos, pero a Arguedas, muy particularmente, las visitas se las hacía Celia Bustamante. A Celia la conoció y frecuentó en la Peña Pancho Fierro de la que ella era dueña, conjuntamente con su hermana Alicia y donde él era una atracción entre los asistentes por sus cantos y bailes indígenas (recordemos que el indigenismo estaba muy de boga por esos tiempos).

Arguedas era muy sentimental. Los testimonios concuerdan en que él se casa con Celia por agradecimiento, por la ayuda y las visitas al Sexto. Pocos años después de su matrimonio, lo encontramos en Sicuani enseñando y, algunas cartas así como los testimonios familiares, nos hablan o nos muestran la existencia de una “tiranía” de la celosa Celia, que no lo dejaba solo. Esto coincide con que poco después de su matrimonio (según propio testimonio del escritor), en 1942 y luego en 1944, se le presente el problema depresivo que él llevará tanto tiempo consigo, el cual retornará con mucha fuerza el 66 y le ocasionara la muerte en 1969.


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Ya no solamente en las cartas a la Dra. Lola Hoffman, sino también en sus "Diarios", vemos que el problema matrimonial era muy grande y que la impotencia sexual formaba parte de él. Impotencia que, en su primera parte, tenía que ver solamente con Celia, no con otras mujeres. Alguna de nuestras informantes nos contaba, con un guiño de malicia, que José María era muy buscado por las mujeres, casadas sobre todo, porque él era estéril. Estéril era y certificado por los médicos, según nos confiara Nelly en una entrevista, por ello la hija que se presentó hace algunos años proveniente de Huancayo, donde Arguedas tuvo un idilio, no es suya (a pesar de que la misma Nelly se desdijera y la aceptara como hija no sabemos por qué), sino que él sólo la firmó porque José María era así: quería dejar contenta a la madre de la niña y, además, él se moría por tener un hijo que sabía perfectamente que no podía procrear): Quería que esa pequeña, que conoció desde el vientre de su madre, tuviera un padre. Quizás por ello era que a los pescadores chimbotanos acostumbraba llamarlos "hijos", aunque no fuesen tan jóvenes que digamos (algunos serían unos diez años menor que él).

¿Por qué un hombre que no ama a una mujer sigue con ella a pesar del grave daño que se ocasiona a sí mismo y, obviamente, le ocasionará a ella? Porque esa mujer lo trataba como un hijo y lloraba mucho cuando él intentaba dejarla, como dicen los familiares de José María Arguedas y como, indirectamente, se puede ver en la correspondencia con Manuel Moreno Jimeno.

En los años cincuenta nuestro escritor conoce a una dama encantadora: Mildred Merino de Zela, a quien amó (estamos seguros de esto, sobre todo después de haber conocido y tratado, aunque fuese efímeramente, a esta distinguida dama), pero con quien tenía algunas diferencias, entre las cuales estaba el que ella era extremadamente religiosa y él nunca lo fue. Aun así, José María estuvo a punto de contraer matrimonio con Mildred. Por ella se divorció de Celia. Pero, a pesar de amarla (según nuestro parecer, por supuesto), nunca se casa con ella, sino que lo hace con Sybila, a quien no quiso nunca por su carácter seco y agresivo con él, sobre todo, según los testimonios de Nelly. Por siempre se han tratado muy íntimamente Mildred y Nelly, eran como hermanas. Nelly nos ha dado a entender (aunque no lo diga directamente en la entrevista que le hiciéramos) lo mucho que José María la amó, y nosotros así también lo pensamos.

En las cartas a la familia, se ha suprimido muchas partes, y seguramente (presumimos, solamente presumimos) son las que se refieren a Mildred Merino de Zela. Lamentablemente un suceso como éste, que tanta importancia tuvo en la vida de nuestro insigne escritor, no puede ser callado siempre. Nosotros hemos guardado silencio muchos años, ahora hablamos…

Sin embargo, también en las cartas de José María Arguedas encontramos, en muchas ocasiones, que manifiesta que ama a Celia, que ama a Sybila, con quien era muy infeliz, aunque él decía también lo contrario, incluso en sus "Diarios". Entonces, ¿Por qué intenta suicidarse en abril de 1966? La respuesta no es tan simple. Vivía ya con Sybila, y el médico le dijo a sus familiares, especialmente a ella, que si no lo cuidaban él moriría irremediablemente, como sucedió muchos años después. Sybila está incluida en los "Diarios". Pero también Celia, aunque no se la mencione directamente en los lugares pertinentes. El dolor y la desesperación atraviesan las páginas de los diarios. Y se puede notar en esas páginas de la novela misma donde hace ver un mundo oprimido.

Es interesante acotar que Arguedas, habiendo llegado a Chimbote a estudiar a los pescadores costeños, al encontrarse con pescadores serranos, se centra en ellos y le llama mucho la atención especialmente el pescador Hilario Mamani a quien llama Hilario Caullama en la novela póstuma, siendo “Caullama” un apellido que toma de "Dioses y hombres de Huarochirí", cuya traducción (más bien fue interpretación) el novelista mismo realiza, a pedido de John V. Murra y con la reticencia (lo podemos notar en la historia de la edición del libro que cuenta Arguedas) de José Matos Mar, director del Instituto de Estudios Peruanos.

Éste y otros elementos de esta obra del Padre Ávila, nos hacen ver que Arguedas plantea el regreso a las tradiciones antiguas, a evitar la destrucción de la cultura indígena -preocupación tan presente también en "Todas las sangres"-, hace que vuelque su atención hacia el mundo serrano, hacia el mundo de los migrantes de la sierra. Y ha de ser también porque él mismo es serrano. La vida y la obra en  Arguedas están pues intrincadamente unidas.

 

Cómo citar este artículo:

SAAVEDRA, Walter, (2016) “La antropología y la obra literaria”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 28, julio-septiembre, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Sábado, 20 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1347&catid=15