Mercantilismo académico reforzado a través de las asociaciones de profesionales

Laura Mota Díaz[1]

 

El pasado 6 de junio de 2016, la revista Nexos publicó una carta abierta a la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas en inglés) escrita por Roberto Breña, quien refiere haber participado, sin ponencia, en el reciente congreso de dicha asociación, realizado en Nueva York del 27 al 30 de mayo de este mismo año.

La intención de la carta, señala su autor, es la de suscitar un debate en torno “al congreso latinoamericano más grande de ciencias sociales y humanidades”, partiendo de elementos obtenidos de su propia experiencia, así como de los relatos de otros participantes con quienes intercambió opiniones que luego sirvieron para complementar sus reflexiones. En primer término, Breña destaca el elemento financiero como un obstáculo que se interpuso para que participara de manera libre en las sesiones de su interés dentro del congreso, ya que como acompañante y asistente no cubrió su cuota de inscripción. Seguido de eso alude a la gran cantidad de mesas temáticas y, por supuesto, de ponentes que figuraron en un amplísimo programa del congreso, lo que luego relaciona con la falta de rigor científico y académico de algunos trabajos presentados, la inasistencia de algunos ponentes en mesas temáticas y, además de todo lo anterior, la ausencia de un debate y/o retroalimentación, que debiera ser fundamental en un congreso de esa naturaleza.

Tal reflexión, como bien lo menciona el autor, debe ser fructífera “tanto para LASA como para la academia latinoamericana”, lo cual es totalmente cierto porque lo que él relata en su carta no es ajeno a lo que estamos viviendo en los congresos convocados por asociaciones de nuestra propia región. Es el caso, por ejemplo, de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), en la cual participé durante 7 congresos consecutivos en condición de coordinadora del grupo de trabajo sobre desigualdad, vulnerabilidad y exclusión social, uno de los más numerosos en los congresos. Es además una realidad que he presenciado como ponente en otros congresos convocados por asociaciones de otras áreas de las ciencias sociales.

La tendencia cada vez más creciente en el número de ponentes y asistentes a los congresos es un hecho. ALAS ha vivido ese proceso, particularmente en los últimos diez años. Como dato relevante, destaca que en el año 2013, el XXIX Congreso realizado en Santiago de Chile logró convocar “…casi cinco mil trescientas ponencias, distribuidas en treinta y tres grupos de trabajo y más de setenta paneles temáticos de discusión…” Tal acontecimiento “…lograba un nuevo récord [para la asociación] al constituirse, en base al número de ponencias, en el congreso más grande del mundo” (Asociación Latinoamericana de Sociología).

En términos financieros, el incremento en el número de ponentes fue visto por la directiva de la asociación como un factor altamente positivo dado que sus congresos se financian con una buena parte de lo que se genera por las cuotas de inscripción de los participantes. Pero también admiraron el hecho de que la cantidad los posicionara bien en el plano mundial.

Esa percepción llevó a privilegiar en los congresos la cantidad sobre la calidad de ponencias presentadas, pues desde la parte directiva de la asociación se interviene de forma indirecta para que se acepten casi todas las propuestas que llegan a los grupos de trabajo, con el argumento de que ALAS debe ser un espacio de diálogo y debate, abierto, incluyente, etcétera.

En términos de programación, una gran cantidad de ponencias para un sólo grupo de trabajo obliga a que las exposiciones se lleven a cabo en sesiones simultáneas, con muy escaso tiempo, convirtiendo así las mesas temáticas en pasarelas de académicos que, por una cuota de alrededor de 150 dólares y menos de 10 minutos de presentación, sin debate alguno ni retroalimentación, obtienen una constancia (diploma o certificado, como se denomina en otros países) que los acredita como ponentes en un congreso internacional. Eso cuando los ponentes asumen su responsabilidad. Hay casos en los que los ponentes sencillamente no acuden a su presentación, pero sí obtienen su diploma pues en los congresos de ALAS los coordinadores no tenemos control sobre esa parte. Para recoger el diploma sólo se debe presentar al área respectiva ¾designada por el comité organizador¾ el comprobante del pago de inscripción. También ocurre que las sesiones temáticas se desarrollan sólo entre ponentes, es decir sin público, y, en el mejor de los casos, el público es menor o igual al número de ponentes; pero además, es muy común que cada ponente acuda sólo a la sesión de su presentación, después de eso no se le ve más.

Tal escenario, sobre el que Roberto Breña nos propone reflexionar, debe ser analizado a la luz de las condiciones actuales en las que se encuentran inmersos nuestros sistemas educativos y, de forma particular, el nivel de educación superior, con respecto a las directrices y exigencias internacionales que han conducido a la mercantilización de la educación en diferentes formas y que se ve reforzada por la actividad que realizan diversas asociaciones de profesionales, particularmente en los congresos.

Es bien sabido que las universidades públicas han entrado en la lógica de las evaluaciones y las acreditaciones, en la internacionalización y el trabajo en redes para lograr mejor ubicación en el ranking de instituciones de educación superior. Así, para las acreditaciones y certificaciones, la medición de los niveles de “productividad” de cada docente o investigador se vuelven relevantes: más artículos publicados en revistas indexadas, más presencia en eventos académicos internacionales, formación de redes de investigación, número de tesis dirigidas, etc., a tal grado que se escriben artículos o ponencias de diez páginas con 6 autores o se presentan hasta tres ponencias de varios autores en un mismo congreso, para lo cual sólo se va modificando el orden en el que aparecen los autores.

En esa dinámica, los congresos internacionales de las asociaciones se constituyen en un espacio propicio para “recolectar” constancias (diplomas o certificados) y además hacer turismo académico, financiado con presupuesto de las universidades. También son útiles para publicar en libros colectivos, que sólo contribuyen a engrosar el currículo académico individual para la obtención de estímulos académicos, pero que, al final, aportan datos a los indicadores que requieren las universidades. En tanto, para las directivas de las asociaciones, así como para los “coordinadores históricos” de grupos de trabajo, la ocasión del congreso se torna en “una reunión de viejos amigos bajo el paraguas académico”, como lo dice Breña. Por esa razón, en ALAS, cada asamblea que se realiza al final del congreso es un “acomodo” de amistades, con ciertos “jaloneos” previos y ciertas negociaciones que se dan debajo de la mesa, todo con el fin de preparar el reencuentro.

Debo aclarar que esta situación descrita, como también lo reconoce Roberto Breña, no puede ser generalizada para todos los que asisten a un congreso, ya que siempre hay alguien que no sólo asume su responsabilidad como participante, sino que además aporta y genera algunos espacios de debate y reflexión. Debo reconocer además que en los congresos de ALAS hay todavía una presencia valiosa de intelectuales latinoamericanos quienes no solamente dan prestigio a la asociación, sino que han hecho aportes importantes a la teoría sociológica latinoamericana.

Mi última reflexión es que, en definitiva, las asociaciones de profesionales deben recuperar sus fines centrados en la investigación, reflexión y debate académico, interdisciplinario y transdisciplinario, con respecto a los grandes problemas que hoy aquejan a nuestras sociedades. Considerando eso, se debe evitar entrar en la lógica mercantilista que hoy está presente en la mayoría de nuestras instituciones de educación superior; por esa razón es necesario replantear los congresos en términos de la cantidad de asistentes y la calidad de los trabajos que se postulan, atendiendo a qué tanto estos espacios pueden aportar a los debates actuales de la ciencia social latinoamericana.

 

[1] Profesora-Investigadora, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Autónoma del Estado de México. Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Referencias de consulta:

Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS) http://sociologia-alas.org/historia/

Breña, Roberto (2016) “Carta abierta sobre los congresos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA)” en Nexos [edición en línea], 6 de junio, http://www.nexos.com.mx/?p=28598

Vega Cantor, Renán (2015) La Universidad de la ignorancia. Capitalismo académico y mercantilización de la educación superior. Colombia: Ocean Sur.

 

Cómo citar este artículo:

MOTA DÍAZ, Laura, (2016) “Mercantilismo académico reforzado a través de las asociaciones de profesionales”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 29, octubre-diciembre, 2016. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1406&catid=15