De estudiante a guerrillera: la llamaban Elvira. Se auto-llamaba Ana [1]

From student to guerrilla: they called Elvira. It self-named Ana

De aluno para guerrilheira: eles chamaram Elvira. Auto-denominado Ana

Julio Roldán[2]

Recibido: 18-11-2014 Aprobado: 04-12-2014

 

Un sinnúmero de acontecimientos ocurridos en las dos décadas de guerra popular, que se inició en el Perú en 1980, están por ordenarse, sistematizarse, analizarse, interpretarse, difundirse y debatirse. Es evidente, hasta el momento, que las dos fuerzas principales en pugna (Estado y Partido Comunista del Perú) no tienen ningún interés que el gran público, el pueblo, las conozca. Las razones pueden ser diferentes. El objetivo es el mismo.

Por el lado de los ganadores es razonablemente comprensible. Ellos, política y militarmente, triunfaron. Es decir el Perú oficial, las Fuerzas Armadas, las rondas paramilitares; los medios oficiales de comunicación, las ONGs, etc. En otras palabras, los “buenos” se impusieron sobre los “malos”. Los ángeles derrotaron a los demonios. Los profetas del amor salvaron a la sociedad de los «bárbaros terroristas», de «Los profetas del odio», si debemos seguir la lógica-terminología, propia de la escolástica, a la cual recurre el sociólogo Gonzalo Portocarreo (1949-) en su investigación sobre Sendero Luminoso.

En cuanto a lo que fue, o lo poco que queda del Partido Comunista del Perú, de igual manera, ocurre algo similar. Han publicado folletos, revistas, documentos, libros; pero hasta el momento, el balance y autocrítica de su accionar que remeció la sociedad como ningún otro en la historia peruana del siglo XX, duerme el sueño de los justos. La irresponsabilidad para con los que se comprometieron con la causa de la guerra popular es supina. El desprecio a los que lucharon, en sus filas, es decepcionante. Por extensión, es ofensiva.

Para ilustrar, veamos algunos casos. Comencemos con el argumento que decía: «El pensamiento Gonzalo es garantía de triunfo hasta el comunismo.». Ellos se olvidaban que el ser humano, la historia, la política, la ideología, es un hacerse constantemente. Es un rehacerse permanentemente. La única garantía, gracias al inmanentismo, es que se transforma en el espacio. Es que evoluciona en el tiempo. Todo ello, por una simple razón. Por ser dialéctico. La dialéctica, al margen del cambio, no garantiza nada.

Otro enunciado se popularizó en estos términos: «Mientras haya dirección habrá revolución». Sí, es verdad. La dirección es fundamental en todo proceso, especialmente en los de carácter político-social. Pero a condición de que sea colectiva. Que sea evaluada permanentemente. Que sea controlada de abajo hacia arriba en la práctica diaria. Donde la democracia interna se practique realmente. No esa dirección que se reduce a una persona. Que se auto-asigna poderes desmesurados. Que no acepta ninguna crítica y termina decidiendo, por cuenta propia y en nombre de la dirección, el inicio o el fin de la lucha armada. Por lo tanto, ese enunciado no pasó de ser sólo ideología. Nada más que deseo sin sustento en la realidad político-social.

La diferencia de quienes sostienen las tesis marxistas frente a los cultores de las teorías del historiador Thomas Carlyle (1795-1881) y las del filósofo Friedrich Nietzsche (1844-1900) radica en que, los primeros sostienen, que no son los individuos quienes hacen la historia. Ésta la hacen los pueblos. Las grandes mayorías. Sólo en estrecha relación con ellas, los individuos, pueden desempeñar un rol importante. Más aún, en determinados momentos coyunturales, su papel podría ser decisivo. De ninguna manera a la inversa. Lo demás es idealismo. Es metafísica.

Finalmente, lo que hoy repiten algunas personas cercanas al ex Sendero Luminoso. Leamos: «La línea ideológico-política fue correcta. Lo incorrecto fue su aplicación.» La práctica, como criterio de vedad, demostró que esa línea, en variados aspectos, fue todo lo contrario a lo afirmado. Los resultados son evidentes. El hecho concreto es que con esa argumentación se busca un chivo expiatorio para evitar hacer balance. Se fabrica un cabeza de turco para no hacer autocrítica. Es lavarse las manos. Es no asumir responsabilidades.

Balance y autocrítica que debería estar en la antípoda de lo que los defensores del orden, especialmente ese sector que cierta izquierda denomina como «derecha bruta» y que determinada derecha califica de «izquierda prostituta», a coro reclaman: «Que los senderistas se arrepientan.» «Que los senderistas pidan perdón»

De toda esa gama de hechos, en esta oportunidad, gracias a algunas fuentes que esperamos sean de confianza (los que conocieron a nuestro personaje confirmarán o desmentirán lo aquí afirmado) reconstruiremos la vida de una estudiante de psicología que fue llamada, en la vida oficial, Elvira Inocenta Ramírez Aranda (1957-1984). Mientras que su nombre de guerra, que ella se auto-asignó, fue Ana.

En base a los primeros testimonios, reconstruiremos la vida de Elvira desde su infancia hasta 1980. Las otras fuentes nos permitirán reelaborar, muy fragmentariamente por cierto, el accionar de la mencionada en los últimos 4 años de su existencia. Para entonces, la autollamada Ana, viviendo en la más absoluta clandestinidad.


Imagen 1. www.signalfire.org

El objetivo central de esta semblanza es que el pueblo conozca, o más propiamente dicho, que reconozca la vida llana, el accionar sacrificado-heroico, no sólo de la ya conocida Augusta la Torre (1946-1988), sino que a la par de Edith Lagos (1962-1982), Carlota Tello (1962-1984), entre miles de mujeres luchadoras más, también de Elvira Ramírez.

¿Quién fue Elvira Ramírez? El Estado peruano nunca ha dado señales de su existencia. Para la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como para miles de personas más, sencillamente no existió. Por último, no se conoce ninguna fotografía pública de ella.

El periodista Simon Strong (1955), en su libro titulado Sendero Luminoso, el movimiento subversivo más letal del mundo, aparecido en 1992, da cuenta del asesinato de las guerrilleras Ana y Marcela, en 1984 en Ayacucho, por acción de las Fuerzas Armadas. El autor no aclara quienes vivían detrás de esos seudónimos.

Doce años después, el también periodista, Ricardo Uceda (1951), en su libro Muerte en el Pentagonito, publicado en 2004, fue el primero en sacar a luz la existencia de Elvira y la muerte de Ana. Resumiendo la información que aparece en la mencionada investigación, se dice que, para entonces, ella fue responsable política del Comité Regional Principal del PCP, en Ayacucho. Que fue delatada, luego detenida por las Fuerzas Armadas junto con toda la dirección de dicha organización. Añade que los hechos ocurrieron en el lugar denominado Pangora, el 14 de noviembre de 1984. Que todos fueron conducidos a La casa rosada primero. Al cuartel Los Cabitos después. Allí Elvira (junto con Carlota Tello y Elizabeth Barboza) fue torturada, violada y finalmente ultimada. Su cadáver fue enterrado en una fosa común. Un tiempo después desenterrado para posteriormente ser incinerado en el crematorio que tenían las Fuerzas Armadas al interior del mencionado cuartel. La existencia del crematorio fue confirmada por la abogada Gloria Cano (1954) y hecho público en su libro titulado Los Cabitos: Lugar de horror y muerte, que fue publicado en el año 2013.

Siguiendo esta pista hacia atrás, otras informaciones sostienen que ella, como militante de Sendero Luminoso participó en la acción de liberación de los más de 70 guerrilleros, acusados de «terrorismo», de la cárcel pública de Huamanga. Acontecimiento sucedido la noche del 2 de marzo de 1982. Finalmente, el periodista Luis Arce (1949), en un artículo titulado Camarada Carla: el valor de una revolucionaria, aparecido en 2006, da cuenta de la existencia de Elvira Ramírez y la muerte de Ana, confirmando que ella fue responsable política de dicha organización en la zona.

Por el lado de Sendero Luminoso, la información sobre ella, su desaparición-ejecución, se habría restringido lo máximo posible. ¿Las razones? Nadie sabe por qué. Sus familiares fueron informados, mucho tiempo después de los hechos, según dijo uno de sus hermanos (Luis Alberto) cuando fue entrevistado, en los tiempos que purgaba cárcel por «terrorismo», en el penal de Lurigancho-Lima, en 1991.

Cuando el PCP-SL fue destruido desde adentro (por obra de Guzmán-Iparraguirre y otros) y desde afuera (por acción del Estado), algunos ex procesados por «terrorismo» comenzaron a gestar el hoy incomprendido, vilipendiado, socialdemócrata MOVADEF. En una convocatoria para una reunión llevada a cabo en Lima, el año 2001, bajo el título: I Convención de organizaciones y masas por una autentica comisión de la verdad, realizada los días 10 y 11 de agosto, aparece el nombre de Elvira Ramírez en una lista de desaparecidos en Ayacucho, ello habría ocurrido en el mes de diciembre del año 1984.

Finalmente la ex-senderista Elena Iparraguirre (1948-), en la entrevista concedida a la agencia de noticias EFE, en el año 2006, además de informar que conoció personalmente a Elvira, textualmente dice: «A Ana y Marcela, miembros del Comité Central en los años 1982-84 y dirigentes del Comité Zonal de Ayacucho, las detuvo el Ejército, las torturaron días en el cuartel de `Los Cabitos´, las violaron y las desaparecieron, años después nos contaron que murieron vivando la revolución, el Partido, el comunismo, que nunca delataron a nadie ni pidieron clemencia. Ana era ancashina, universitaria que dejó sus estudios y se desplazó al campo, su nombre era Elvira Ramírez Aranda, participó en la fuga del CRAS de Ayacucho.» (Iparraguirre, 2006: 56)

La diferencia de las dos últimas informaciones, con las otras, párrafos antes transcritas, es que los acontecimientos habrían ocurrido en el mes de diciembre. Las otras fuentes afirman que fue en el mes de noviembre. Respecto al año, el lugar, los hechos y los actores, todas las informaciones coinciden totalmente.

 

De Luis Pardo a Arturo Aranda

Elvira había nacido un 28 de diciembre, día de los inocentes, en la ciudad de Chiquián, capital de la provincia de Bolognesi-Ancash. Los padres fueron maestros, de nivel primario, en la zona. Ésta es la razón del por qué Elvira tuvo que viajar, junto con sus hermanos, a distintas ciudades hacia donde sus padres eran, frecuentemente, trasladados. Un pueblo donde hizo la mayoría de su instrucción primaria fue el distrito de Llacllay, ubicado también en la provincia de Bolognesi. En esta localidad es cuando, de igual modo, aprendió a hablar con mayor fluidez el idioma quechua.

En la memoria popular, especialmente en esta región, fue viva la figura, la leyenda, de un revolucionario, de “un justiciero, que quitaba a los ricos para dar a los pobres”, a decir del pueblo. Mientras que para el orden fue “el delincuente, el bandolero, el asaltador de caminos, que violaba mujeres”. Nos estamos refiriendo al ahora famoso Luis Pardo (1874-1909). No obstante la campaña de las clases dominantes por desprestigiar con adjetivos al rebelde, la gente sencilla, los pobres, repetían ante las injusticias que vivían a diario lo que una canción entonada por el Jilguero del Huascarán (Ernesto Sánchez, 1928-1988), que en sus primeras estrofas, dice: «Si reviviera Luis Pardo, el gran Alama y Atusparia, no habría tantos abusos con la clase proletaria.»

De igual manera la conocida expresión Viva Luis Pardo, como reza el título y lo que se lee, repetidas veces, en la novela histórica de Óscar Colchado (1947), fue frecuente, particularmente en momentos de enfrentamiento entre los campesinos pobres contra los hacendados-gamonales en los departamentos de Ancash, La Libertad y Huánuco.


Imagen 2. www.laluchasigueysigue.wordpress.com

En la escuela, las maestras y maestros hablaban de las bondades de Luis Pardo con los desposeídos. De su espíritu justiciero con los más necesitados. De su valor para enfrentarse a los gamonales-terratenientes. De su arrojo en contra de los gendarmes puntales del Estado. A la par odiaban al jefe de este cuerpo, de aquel entonces, Álvaro Toro Mazote (1870-1917). Este personaje fue quien recogió el cadáver del rebelde, en las cercanías del distrito de Cajacay, y lo llevó a Chiquián. Allí lo exhibió durante tres días en la plaza pública, para escarmiento de los futuros “luispardistas”.

En Chiquián, Elvira frisaba los siete u ocho años de edad cuando escuchó, por primera vez, las expresiones: comunista, revolucionario, guerrillero. Todo de labios de su abuela materna. Ella conversaba, casi en secreto, con la madre de la niña en torno a la vida de uno de sus hijos. El tío Arturo, para Elvira. Arturo Aranda (1939-) se había integrado a la guerrilla del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), a mediados de los años 60, con el seudónimo de Servando. La abuela sufría por el hijo comunista y ausente. Pensaba que en cualquier momento podría morir en su intento por lograr la ansiada justicia en el país. La mamá comprendía, a la vez sentía orgullo para sus adentros de tener un hermano guerrillero.

La niña había tenido la oportunidad de conocer, hacía algunos años atrás, al tío Arturo, cuando él visitó la casa de sus padres, donde nació y creció, por algunos días. Elvira lo recordaba muy a la distancia. Él era bajo de estatura, algo fornido, con barba negra tupida y cabello ensortijado del mismo color que la barba. Servando, para entonces combatiente en la guerrilla Túpac Amaru -junto a Guillermo Lobatón (1927-1966), Máximo Velando (1929-1966), etc.-, era admirado secretamente por la sobrina.

En la imaginación de la pequeña Elvira, el tío Arturo, comunista y guerrillero, era algo cercano, al rebelde, justiciero y bondadoso Luis Pardo. Estos dos personajes tenían un lugar preferencial en la memoria de ella. Es posible que este ambiente regional-familiar haya contribuido a sensibilizar el alma, a dilatar el espíritu, de la futura comunista guerrillera Ana.

La instrucción secundaria la cursó en la ciudad costeña de Huacho, en el Colegio Nacional, de nombre, Luis Fabio Xámmar (1911-1947). El ambiente en el centro de estudio estuvo influenciado por la política educativa del régimen militar que encabezó el general Juan Velasco Alvarado (1910-1977). Este Gobierno había creado el grupo sindical SERP (Sindicato de Educadores de la Revolución Peruana) que intentaba competir con el SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores de Educación del Perú), de tendencia izquierdista, en la organización de los maestros. A este último sindicato magisterial adherían la mayoría de docentes del plantel donde Elvira realizaba la instrucción secundaria.

A la par de las luchas político-sindicales entre los maestros que ella tuvo la oportunidad de observar, la lecturas extras de determinados libros, como los escritos por Paulo Freire (1921-1997), que algunos maestros recomendaban, sirvieron para que la adolescente comprenda con más amplitud y profundidad la problemática socio-pedagógica en el país.

De igual modo, por esos tiempos, trabó estrecho contacto, ya político-intelectual principalmente, con su medio hermano por línea materna, Gilberto. Éste estudiaba la especialidad de pedagogía en la Universidad Nacional, de nombre José Faustino Sánchez Carrión, (1787-1825), de esta ciudad. Para entonces el hermano era activista de uno de los grupos que se reclamaba ser el Partido Comunista del Perú. Nos referimos a Bandera Roja.

La escuela secundaria la terminó con excelentes notas. Ella fue una alumna muy aplicada. Prueba de ello es que logró ingresar, sin hacer pausa alguna, a la especialidad de psicología de la Universidad Nacional, llamada Federico Villarreal (1850-1923), en Lima, el año 1975. El lugar que ocupó, en la lista final de admitidos, fue preferencial.

Elvira se interesó en la carrera de psicología, en la especialidad de clínica, por dos razones básicamente. Una de carácter privado. La otra de interés general. El primer motivo fue para explicar ciertos problemas familiares (particularmente de su madre y sus ocho hijos) que le rondaban la cabeza desde los tiempos de la adolescencia, cuando escuchó la versión maternal sobre el tema.

La otra razón estaba relacionada con el impacto que le causó la lectura de dos novelas que tuvo la oportunidad de leer. Éstas habían sido recomendadas, privadamente, por la profesora que enseñaba literatura y psicología cuando ella cursaba el último año de nivel secundario. Los autores, recurriendo a la literatura, hurgaban en los pliegues más íntimos del alma humana. Los autores, a través del arte, palpaban las fibras más sensibles de la condición humana. Ellas fueron La divina comedia de Dante Alighieri (1265-1321) y El idiota de Fedor Dostojewski (1821-1881). Lo mencionado fue confesado a una de las fuentes en una entrevista que giró en torno a la vocación.

 

La Universidad. El Círculo. El Marxismo

Haber ingresado a la universidad, a la especialidad de psicología que tenía su local en la Avenida Colonial, tuvo mucho significado para el futuro de Elvira. A la par de tener la posibilidad de hacer una profesión universitaria, descubrió otros valores fundamentales en su existencia. Nuevas ideas e importantes amistades. Todo ello conllevó a tener un sentido más amplio y humano de la vida.

El primer año de estudios, teniendo un cierto nivel político y una orientación de izquierda, se dedicó únicamente a estudiar la carrera. De igual modo, observar a la distancia las discusiones que, casi siempre, terminaban en agresiones de los estudiantes apristas en contra de los de inclinación comunista. Los apristas controlaban, con «mediocridad y matones», no sólo ese local, sino toda la universidad, comentó alguna vez.


Imagen 3. steinhardt.nyu.edu

Entre estos últimos era conocido el «matón» que dirigía a los apristas (un estudiante de educación que había sido destacado por el partido a este local para comandar a los «búfalos» y maltratar a los izquierdistas), el hoy profesor de esa universidad que responde al nombre de Luis Portugal (1951-). Este personaje tenía su fiel escudero para la acción mencionada, por aquellos tiempos, en Johnny Collado (1957-1979).

Para entonces, 1976, ya existía un círculo político de estudiantes de tendencia izquierdista en psicología. Había sido organizado por estudiantes de promociones anteriores a la de Elvira. El objetivo de sus mentores fue difundir las ideas marxistas al interior del estudiantado. Los fundadores, entre los más conocidos, fueron Raúl, Rafael, Hugo y Cristina. El primero ligado a Vanguardia Revolucionaria (VR). Los demás al Partido Obrero Marxista Revolucionario (POMR). De igual manera había una izquierdista conocida, en ese local, como Tania. Su verdadero nombre, que muy pocos conocían, fue Nery. Lo de Tania tenía que ver con el nombre de guerra de la alemana-argentina Tamara Bunke (1937-1967), quien muere en la guerrilla que dirigió Ernesto Che Guevara (1928-1967) en 1967 en Bolivia. Años después Elvira y Nery se volverán a encontrar, en otras condiciones, con nombres diferentes, cumpliendo otro tipo de tareas.

En el segundo año, junto con un buen número de estudiantes de su promoción, decidió integrase al círculo de estudios. Los más activos miembros de este grupo, en los tiempos de Elvira, fueron Néstor, Mercedes, Froilán, Roberto, Gustavo, Teresa, César, Renán y «Gardelito». Patria Roja, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el POMR, además de algunos independientes de izquierda, tenían influencia en el círculo. Todos eran revolucionarios. Todos eran marxista-leninistas. Los de Patria Roja, maoístas. Todos querían ser guerrilleros. Sólo esperaban el momento, que sus organizaciones se decidan, para tomar las armas e iniciar la lucha armada en el país.

Para el tercer año, Mercedes no regresó a la universidad. Les comunicó a los del círculo que había decidido estudiar enfermería en la Universidad Nacional de Cajamarca. No obstante este alejamiento físico, ella mantenía fluido contacto epistolar con el grupo, en especial con Elvira. Esta última, para entonces, se había acercado a las posiciones políticas del PCR. ¿Llegó, después, a ser militante? Es imposible saberlo. Todas las fuentes se agotan en este punto.

Los años 1977-1978 fueron tiempos de intensa actividad política en el país. Las huelgas, los paros, las movilizaciones, la represión estatal, las masacres, eran frecuentes. La discusión política, intensa. La izquierda peruana se debatía entre participar en las elecciones a la Constituyente, que el régimen había convocado, o preparase para iniciar la revolución en el país, a través de la lucha armada, como persistentemente había predicado a lo largo de la última década.

La mayoría de las organizaciones se escindieron y fueron identificadas por los nombres de sus respectivos voceros periodísticos: El Partido Comunista del Perú-Patria Roja dio origen al Partido Comunista del Perú-Puka Llacta; Vanguardia Revolucionaria-El proletario a Vanguardia Revolucionaria-Proletario Comunista. El Partido Comunista Revolucionario-Clase obrera al Partido Comunista Revolucionario-Trinchera Roja. Muchos integrantes de las otras organizaciones, los más consecuentes, se alejaban de ellas. En esta coyuntura es cuando toma mayor presencia una organización relativamente marginal, que peroraba el inicio de la guerra popular, del campo a la ciudad en el país. Algunos izquierdistas los tomaron en serio. La mayoría, no. Por el contrario, hasta se burlaban, de los «luminosos». La influencia de Sendero Luminoso logró significativo crecimiento en esta coyuntura.

El PCR, junto con otras organizaciones reclamadas comunistas, a través de la Unidad Democrática Popular (UDP), decidió participar en las elecciones a la Constituyente. Sostenían que lo hacían por táctica. Argumentaban que participaban para acumular fuerzas, tanto en el plano legal como ilegal. Fuerzas que deberían coadyuvar al desencadenamiento de la revolución en el país. Afirmaban que al Parlamento se debería enviar a los mejores cuadros comunistas para que, desde allí, desenmascaren a la dictadura, su aliado el APRA, a la vez preparasen las condiciones subjetivas en dirección del inicio de la lucha armada.

Como activista de la Juventud Comunista Revolucionaria (agrupación juvenil del PCR), Elvira viajó, de vacaciones, a su ciudad natal en el verano de 1979. Llevó algunos libros y muchos ejemplares del periódico partidario Clase obrera. A su llegada se enteró que tres estudiantes de sociología, de la misma universidad donde ella estudiaba, se encontraban en la ciudad realizando una investigación para una tesis de licenciatura de uno de ellos, que era oriundo de la ciudad y viejo conocido de Elvira.

Días después se reunió con ellos (Manuel, Fausto y Francisco). Juntos organizaron un ciclo de charlas, titulado El marxismo y la izquierda en el Perú, para los jóvenes izquierdistas chiquianos. En esa oportunidad fue cuando Elvira escuchó, por primera vez, algunos planteamientos teóricos de la mayoría de organizaciones de izquierda, dentro de ellas de Sendero Luminoso. Después de un par de semanas, los futuros sociólogos regresaron a Lima. La relación con alguno de ellos se reinició en la capital del país cuando ella retornó a esta ciudad. Meses después se enteró que los mencionados eran intelectuales, a la vez tibios simpatizantes de Sendero Luminoso.

En abril de 1979 regresó Elvira a Lima, a la universidad, a la JCR, al círculo, para entonces ya tenía una idea más amplia y mucho más clara sobre lo que era la izquierda en el país. Es el tiempo que comienzan las dudas en torno a lo que dice y hace el PCR. Principalmente el abandono de la idea de la lucha armada, de la revolución, en la cual había sido formada igual que sus hermanos (Fernando y Orlando) activistas de este partido en la Universidad Nacional de San Marcos.

Este partido, como la gran mayoría de la izquierda, con Manuel Dammert (1949) y Santiago Padraglio (1948) a la cabeza, se había decidido abiertamente por seguir el camino electoral y alejarse de Los pobres del campo como rezaba el título de un documento que el PCR había publicado un tiempo atrás.

No obstante sus dudas, sus discrepancias, la lideresa emergente continuó en el círculo, en la JCR. En septiembre del mismo año, el grupo recibió una carta abierta de Mercedes, fechada en Cajamarca, constaba de varias páginas. Lo sustancial de la misiva radicaba en que Mercedes les informaba que, como militante de VR-PC, se había decidido, secundando a la mayoría de miembros de esta organización, alejarse de este partido e integrase al PCP-SL con la finalidad de adherirse al curso de la guerra popular que dicha organización daría inicio en el corto plazo. Los motivaba, a los del círculo, a que sigan los pasos que ella había dado. Les repetía que había llegado la hora de pasar de la teoría a la práctica. Les machacaba que los caminos de la justicia y la libertad para el pueblo no pasaban por la ruta electoral. Finalmente, afirmaba que había llegado la hora de prepararse para iniciar la «Revolución de Nueva Democracia» en el país.

Las reacciones al tenor de la carta, al interior del círculo, fue de escepticismo. La gran mayoría ya no estaban preparados para tamaño desafío como sí lo estuvieron un par de años atrás. Los dirigentes de sus organizaciones estaban transitando otro camino que se bifurcaba radicalmente del rumbo de la revolución. Es la razón del por qué la mayoría de miembros simplemente callaron ante tal propuesta. Dos meses después, Mercedes anunció su llegada a Lima para dialogar, directamente con los miembros del círculo, sobre el tema central planteado en la carta. El debate se resumía en: participar en las elecciones o prepararse para iniciar la guerra popular. La mayoría de miembros repitieron la misma actitud de escepticismo del momento en que leyeron la mencionada misiva.


Imagen 4. www.designarchives.aiga.org

En los días posteriores, casi todos los integrantes, trataron de evitar hablar, nuevamente sobre el tema, con la visitante. Sólo Elvira adoptó una posición contraria. Inclusive decidió viajar con Mercedes, por una semana a Cajamarca, en compañía de dos amigos “villarrealinos” (Julio y Luis)

En los siete días que permaneció en esta ciudad, a través de Mercedes, entró en contacto con ex militantes de VR-PC, para entonces en proceso de integración a Sendero Luminoso. De todos, el más conocido, fue el dirigente campesino de la comunidad de Huacataz, Félix Calderón (1948-1986). El mismo que fue, años después, asesinado en el período del Gobierno aprista de Alan García en la isla el Frontón. Ellos le contaron su experiencia política en VR y lo que significaba ingresar al PCP-SL en esas circunstancias. Sin lugar a duda este contacto motivó sobremanera a Elvira para alejarse definitivamente del PCR e interesarse más por Sendero Luminoso.

En todo este tiempo, cuarto año de universidad, Elvira, a la par de la actividad política en el círculo, en la JCR, seguía estudiando con bastante dedicación. Sin ser excelente, era una buena alumna en todas las materias. Lo aquí afirmado está respaldado en las notas finales que son conservadas en las actas de la hoy Facultad de Psicología de la UNFV.

 

En un nivel mucho más íntimo, se le conocía una pareja oficial. Aparte de unos que otros amoríos semiclandestinos o pasajeros. El compañero de Elvira fue un estudiante de medicina de la UNMSM. Él fue simpatizante del entonces denominado Frente Estudiantil Revolucionario (FER-Antifascista.) Además de provenir de la misma zona de donde procedía ella, con él compartían una media hermana por línea materna.

Otra fuente nos describe los rasgos físico-morfológicos de Elvira de la siguiente manera: Cuando ella la conoció, tendría entre 19 ó 20 años de edad. Medía alrededor de un 1.65 m de estatura. Era llena, fornida, sin ser gorda. Su piel era clara. Una mestiza tirando para blanca. Sus cabellos eran delgados, lacios, de color marrón. Su cara, entre ovalada y redonda. Sus ojos achinados, vivaces, de color marrón claro. Su boca, regular. Casi siempre con una sonrisa en los labios, que dejaba ver su dentadura pareja y blanca. Se maquillaba, se vestía a la moda, como la prototípica estudiante universitaria de clase media.

Le gustaba bailar todo tipo de música. Algunas veces entonaba huaynos, también chuscadas, no sólo del departamento de Ancash, sino de todo el Perú. La fuente agrega que no fue una mujer amargada. Por el contrario, fue una persona jovial. Es por ello que la decisión que posteriormente tomó, seguro que no fue por frustración psicológica. No fue por resentimiento personal. Más bien puede haber sido por compresión histórica, por optimismo político, por desprendimiento social, por realización personal. Los egoístas, los individualistas, los mezquinos nunca comprenderán a seres humanos como Elvira, concluye.

Ella tenía un espíritu abierto. Antes de hablar, primero escuchaba. Siempre lo hacía con atención y respeto hacia sus interlocutores. Fue una buena lectora. Sus autores predilectos, en su especialidad, fueron Alfred Adler (1870-1937), Wilhelm Reich (1897-1957), Jean Piaget (1896-1980) y naturalmente Sigmund Freud (1856-1939). Además de sus lecturas de los autores marxistas y promarxistas. De estos últimos estaba interesada, especialmente, en los escritos de mujeres como Emma Goldman (1869-1940), Alexandra Kollantai (1872-1952) y secundariamente en la obra de Simone de Beauvoir (1908-1986).

En otro nivel, ante todo y por sobre todo, Elvira era una persona solidaria. Muy sensible al dolor humano. Es posible que esta cualidad espiritual, ese sentir por el sufrimiento ajeno haya sido una de las razones de fondo que la impulsaron a decidirse integrar esa organización que buscó cambiar el mundo. «Que intentó tomar el cielo por asalto.» Esa organización que durante dos décadas de guerra trastocó «El arma de la palabra por la palabra de las armas.», como decía el joven Karl Marx (1818-1884).

A través de sus lecturas sobre las revoluciones (especialmente la francesa, la rusa y la China), ella fue plenamente consciente del paso que iba a dar. Sabía que sería un comienzo sin retorno. Elvira comprendía perfectamente lo que significaba, social e individualmente, cargar con el enorme peso, con el gran sacrificio, de hacer la revolución en el país. Ella había leído que cuando el pueblo es activado, las masas son movilizadas, muchas veces ellas toman las riendas de la revolución. En esa circunstancia los excesos grandes, los excesos pequeños, son frecuentes y hasta «normales.» Que los pueblos agitados muchas veces desbordan a sus dirigentes. Y que no en pocas ocasiones terminan «guillotinando» a sus héroes de la primera hora. Su hambre de cambio, su sed de transformación, es insaciable. Siempre desean más, más y mucho más.

Esta actitud de los pueblos ha sido frecuente, particularmente, en los grandes acontecimientos histórico-político-sociales. Georg Büchner (1813-1837), por citar un caso, en su drama La muerte de Danton, recreando la marea popular en los tiempos de la gran Revolución Francesa, concretamente en el año 1794, pone en boca del personaje Lacroix, estas palabras: «El pueblo es como un Minotauro al que cada semana hay que entregarle su ración de cadáveres, si no quieren que se los coma a ellos mismos.» (Büchner, 2008: 108)

En el libro, de nuestra autoría, La ciudadanía mundial, publicado en 2014, en directa relación con al acápite tratado líneas arriba, hemos escrito lo siguiente: «En toda revolución hasta ahora, además de tener sus símbolos vivientes, al calor de las acciones, en los actores emergen fuerzas hasta entonces desconocidas. Se activa energía que hasta entonces se ignoraba su existencia. Todo esto en distintas direcciones e intereses. Normalmente los pueblos y los dirigentes que prendieron la primera chispa de la acción se transforman, en el proceso revolucionario, hasta llegar a ser otros e incluso totalmente distintos, de los que comenzaron al final de la contienda. Los iniciadores, los de la primera hora, terminan casi siempre quemados por el fuego de la revolución. Fuego que es impulsado y alimentado por esas fuerzas desatadas, por esa energía antes desconocida. Con estos argumentos hay que entender histórica y políticamente los grandes o pequeños excesos en este tipo de acciones humanas.» (Roldán, 2014: 61)

De antemano le fue claro, a Elvira, que el esplendor de la revolución tiene su lado oscuro. La violencia. Sabía que la casta revolución se acuesta frecuentemente con su incómodo amante. El terror. Además que todo ser humano, que libremente ha decidido concurrir a su llamado, tiene que mancharse las manos en algún momento de la brega. Más aún, que podría ser salpicado, no sólo con barro, sino, muchas veces, hasta con miasmas. Parece que la polémica librada en torno a la violencia entre Albert Camus (1913-1960) y Jean-Paul Sartre (1905-1980),  le fue familiar a Elvira.

Es pertinente anotar que el tema de la violencia histórica. La violencia política. La violencia social ha sido, es, poco analizada desde esta perspectiva. Por el contrario ha sido, es, debatido desde el ángulo de la moral abstracta. De la moral que flota como espuma por encima de la sociedad. Para la ocasión es pertinente recordar lo afirmado, sobre el punto, por uno de los mentores del post-modernismo. Friedrich Nietszche (1842-1900), en la polémica con Immanuel Kant (1724-1804), los neokantianos, sobre su enunciado ético «El imperativo categórico: no matar», escuetamente escribió: «No existen fenómenos morales, no hay más que interpretaciones morales de los fenómenos.» (Nietszche, 1998: 98)

No obstante lo afirmado por el filósofo citado, ella fue consciente que la violencia no debe ser el descrédito de la revolución. Que el terror no debe ser la vergüenza de la revolución. Que la violencia, que el terror, deberían reducirse a lo ínfimo posible. Mientras que la revolución debería elevarse hasta el máximo nivel imaginable. Ella era una ferviente defensora de la fórmula: ¡Mínima violencia. Máxima revolución! Finalmente, que no hay otra manera de salir de la violencia “estructural-permanente” que todo sistema de clases impone, sin utilizar la violencia coyuntural, pasajera, circunstancial.

En torno al delicado concepto de la violencia, más aún de la violencia revolucionaria, parece que Elvira no tuvo la oportunidad de conocer directamente las ideas de Víctor Hugo (1802-1885), las que fueron vertidas en su novela histórica-política titulada El Noventa y Tres. No obstante esta especulación, coincidía casi a pie juntillas con el autor también de Los miserables, sobre el discutido tópico.

 

De Elvira a Ana

El fin del año 1979, comienzo del año 1980, fueron meses de estudio, de decantar ideas y de toma de decisiones en el futuro de Elvira. Es cuando decide abandonar los estudios universitarios. Sólo le faltaba un año para concluirlos. Del PCR estaba totalmente decepcionada. Es el tiempo que ella comienza a procurar contacto con Sendero Luminoso. El nexo que ella buscaba lo encontrará a través de un familiar, paisano suyo, de nombre Martín. Este joven provenía de VR- PC. Para entonces él estaba activando, desde algunos meses atrás, en el PCP-SL. Integrada como activista a esta organización, Elvira comenzó con escuelas populares y continuó con acciones de agitación y propaganda en fábricas, barrios y barriadas.

Elvira fue detenida en el mes de marzo cuando repartía volantes de Sendero Luminoso, llamando a la lucha armada, en la Avenida Colonial. Dos días después fue liberada. Posiblemente, a partir de este momento, se comprometió a otro nivel con dicha organización. Compromiso que implicaba, entre otras cosas, cambiar de nombre. Elvira adoptó el de Ana. El nombre Elvira quedó atrás para siempre.

Hasta julio de 1980 siguió viviendo en la casa de Pueblo Libre junto a sus hermanos. Otra de las fuentes tuvo la oportunidad de visitarla y conversar con ella sobre distintos temas, a fines de este mes. Elvira seguía siendo la misma solidaria de siempre. Para entonces, la fuente la percibió, algo más circunspecta a lo acostumbrado.


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Posteriormente, una noche, en los primeros días del mes de octubre, la misma fuente volvió a visitarla en la casa de Pueblo Libre. No encontró a nadie en la vivienda. Cuando se retiraba, en dirección de la Av. Brasil, se encontró en el trayecto con ella. Se detuvieron y conversaron unos 20 minutos. Elvira se sorprendió con este encuentro. Ella comentó que desde agosto ya no vivía en esa casa. Que casi no venía a este lugar. Que ha sido pura casualidad que se hayan encontrado. En esta oportunidad hacía entender, con la fuerzas de sus palabras, que había tomado una decisión muy firme en su vida. Se despidieron con besos y abrazos como era su costumbre. Pero dejando traslucir mutuamente, en el contacto de sus cuerpos, que nunca más habrá otra casualidad para nuevamente encontrarse.

Un mes después, en noviembre de 1980, ahora Ana, será desplazada a la zona principal de guerra, Ayacucho. Los últimos días del mes de diciembre de 1980 nuestra fuente visitó nuevamente a Elvira en la vivienda de Pueblo Libre. Uno de los hermanos salió, conversó unos minutos con la visita y le informó que Elvira les había comunicado, en el pasado mes de noviembre, que iba a ser desplazada a la zona antes mencionada. Ésta fue la penúltima vez que la fuente mencionada habló con un familiar directo de Elvira. La última ocasión fue en 1991, con otro de sus hermanos en el penal de Lurigancho, allí se enteró que Elvira había sido asesinada.

Otra de las fuentes conoció a Ana en los primeros días del mes de agosto de 1980. Para entonces ella moraba en una humilde vivienda, de una familia que apoyaba a Sendero Luminoso, en San Juan de Miraflores, Lima. A mediados de noviembre fue ella desplazada a Ayacucho. Una semana después llegó Ana y se encontraron en San José de Secce.

Desde el tiempo de su llegada hasta enero del año 1982, Ana fue una militante, sin cargo importante, pero muy destacada de la organización en todos los niveles que la acción guerrillera exigía. Para marzo del mismo año aparece Ana como una de las participantes en la acción de liberación de los guerrilleros, acusados de «terrorismo», de la cárcel pública de Huamanga.

En el mes de mayo, la dirección del PCP-SL organizó La Segunda Conferencia Nacional del Comité Central, Ana fue invitada. Es la primera vez que ella asistió a una reunión de esa naturaleza y nivel. En ese encuentro Ana fue integrada al Comité Central de dicho Partido. Ella fue nombrada mando político del Comité zonal principal de esa organización en Ayacucho.

En esta reunión se encontró con una vieja conocida, a quien Ana siempre recordaba. Ellas se habían cruzado, varias veces, en los quehaceres universitarios y en las discusiones al interior del antiguo círculo en la escuela de psicología. Por aquellos tiempos sólo la conocía con el nombre de Tania. Ahora se llamaba Clara. Se abrazaron, conversaron todo lo que les fue posible conversar. Sobre la universidad, psicología, el círculo, los antiguos miembros. Además Ana informó a Clara que Mercedes, en Cajamarca, también se había integrado a la revolución.

Entre junio de 1982 y noviembre-diciembre de 1984, Ana se había convertido en una de las más importante guerrilleras de la región. Siempre como mando político al interior de Sendero Luminoso. Al inicio de su militancia trabajó con varones, que casi siempre fueron los mandos militares. Las relaciones no eran nada fluidas. La mayoría de estos pecaban de machistas. Esa actitud conservadora fue un problema para Ana. En especial para la lucha que venían desarrollando. Los criticaba diciéndoles que con sus actitudes ni siquiera eran burgueses liberales. Más bien, que su mentalidad obedecía al mundo feudal. Las lecturas al respecto, de Goldman y de Beauvoir, no habían sido olvidadas. En esas pugnas, Ana, contaba con el apoyo casi incondicional de Norah.

A la par del machismo, otro tema en discusión fue el racismo. La mayoría de los cuadros senderistas, hasta del más alto nivel, especialmente los que provenían de las ciudades, de la región costeña, que se consideraban blancos, se referían a los campesinos indígenas quechua hablantes con el despectivo adjetivo de «chutos». Para Ana era una ofensa hacia ese sector social con quien y contra quien luchaban. Siempre que fue posible combatió ese vocabulario.

Más de tres décadas después, por esos azares que la vida nos depara y a miles de kilómetros de la región de los hechos, se tuvo la oportunidad de platicar, entre otros temas, sobre el machismo y el racismo con dos ex senderistas. Un ex mando militar y un ex mando político. Ellos habían trabajado, algún tiempo, junto a Ana en la zona mencionada. Su machismo no era nada oculto. Su racismo era más que evidente. Con lo escuchado y apoyados en otras fuentes, llegamos a dos conclusiones: primera, que Ana en esa lucha, en gran medida, no estuvo equivocada. Segunda, que el racismo-machismo fue un problema ideológico-político que tenía su origen, inclusive, en la más alta dirección de Sendero Luminoso.

Además del machismo, del racismo, y otros problemas, como la extracción de clase, de la región, de la procedencia partidaria, de la antigüedad, entre otros, no fueron ajenos al interior de esta organización. Más por el contrario, los cruzaron en diferentes sentidos. Lo marcaron en todos los niveles. Lo poco afortunado es que los mismos, hasta el momento, no han sido evidenciados ni por ex propios ni por extraños.

Una fuente cercana al hoy disuelto Sendero Luminoso dio una sucinta explicación al respecto. Su generalidad no desmerece, necesariamente, su lógica. Ella dice: «En el Partido se expresó lo mejor y lo peor de la sociedad peruana. Lo correcto y lo incorrecto se manifestó en todos sus extremos.» Prescindiendo del aspecto moral, lo dicho parece haber tenido muchísimo asidero en la vida concreta de esta organización.

Lo cierto es que teniendo como base una sociedad, como la peruana de los años 80 del siglo pasado, con marcados rezagos pre-capitalistas, los que se desarrollaban entrelazados con la dominación imperialista y galvanizados con la mentalidad colonial heredada del viejo colonialismo, por más que la voluntad política sea fuerte, por más que el enjambre ideológico sea lógico, por más que la motivación social sea desbordante, no se podía esperar mucho más. El clasismo, el racismo, el patriarcalismo, la mentalidad colonial, etc., tienen una presencia muy arraigada en la vida de esa sociedad hasta nuestros días. Los senderistas no podrían haber sido la excepción.

Los procesos históricos, las condiciones económicas, las diferenciaciones sociales, la actividad-experiencia política tiene que cumplir sus tareas, su ciclo fundamental. La voluntad es buena. El deseo es loable. La emoción es encomiable; pero la realidad tiene sus límites. La experiencia de lo ocurrido con el socialismo en la ex URSS y la Nueva Democracia en China son ilustrativos. El Perú, entre 1980 y 2000, no podía escapar a esa regla.

El gran despegue político-militar de Ana fue a partir de los primeros meses del año 1984, cuando Marcela fue promovida como mando militar. Esta pareja de jóvenes mujeres fueron las principales protagonistas de las acciones guerrilleras más importantes en contra del Estado que para entonces, dirigidos por el comandante Wilfredo Mori Orso (1945), comenzó a aplicar con mayor dureza las enseñanza de La guerra de baja intensidad en la zona. Con esta ofensiva, el Estado intentaba terminar con las bases, con los gérmenes, de la República Popular de Nueva Democracia que Sendero Luminoso había comenzado, de a pocos, a construir.

Ana, junto con toda la dirección, fue delatada. Fue detenida. Fue torturada. Fue violada. La asesinaron en el cuartel Los Cabitos. El paradero de su cuerpo es, hasta hoy, un misterio. Ella con su vida, acción y su muerte forma parte de la cadena de mujeres luchadoras-guerrilleras en contra de la dominación de clase, de la religión, del grupo y del patriarcado en cualquier parte del mundo.

La estudiante de psicología Elvira Ramírez, la guerrillera Ana fue, en su tiempo y lugar, la continuadora de la mítica Kori Ojillo, de Micaela Bastidas (1744-1781), de María Parado de Bellido (1777-1822), de la madre y las dos hermanas Toledo, de Victoria Navarro (1944-1965). A su vez, contemporánea de Edith Lagos, de Carlota Tello, de Augusta la Torre y miles de luchadoras más que en el mundo han dado y dan lo mejor que tienen: la vida, por una sociedad donde no falte el pan y se disfrute de la belleza.


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Post Scriptum

De las cinco mujeres más activas del círculo de estudios, de la Facultad de Psicología, tres (Nery, Mercedes y Elvira) se integraron a la revolución. De los personajes senderistas fenecidos más populares en estudios, en artículos periodísticos, en novelas, en cuentos, en canciones, en poesías, en murales, en retablos y en cerámicas, tres son mujeres: Augusta la Torre, Edith Lagos, Carlota Tello. ¿Será integrada Elvira Ramírez? El tiempo lo dirá.

Tomando como paradigma de análisis las tres mujeres del antiguo círculo de psicología. A la par, las tres senderistas mencionadas, se podría afirmar que la gran mayoría de ellas fueron de extracción pequeñoburguesa o clase media. Por el color de la piel, con alguna excepción, fueron mestizas tirando para blancas. Las tres últimas, más Elvira, procedentes de la región Sierra del Perú. Del mismo modo, también, quechua hablantes. Que todas fueron letradas. La gran mayoría con estudios universitarios. Ninguna tuvo hijos. Por último, con la excepción de Augusta la Torre, todas fueron solteras y murieron a comienzos o en plena juventud biológica.

En el Cuarto prólogo al libro Perú mito y realidad, reeditado en 2013, intentando motivar la investigación sobre el tema femenino en Sendero Luminoso, hemos escrito lo siguiente: «De los muchos acápites desconocidos sobre Sendero Luminoso, mencionemos uno a manera de ilustración. El femenino. No hay ninguna organización política subversiva en América Latina, menos en el Perú, que haya logrado integrar tantas mujeres en sus filas. ¿Por qué? La repuesta es aún tabú. Con la excepción de los trabajos de Robin Kirk (1960) titulado Grabado en piedra: las mujeres de Sendero Luminoso yde Rocío Silva Santistevan (1963), que se ha ocupado sobre los derechos de las presas políticas, este tema está por descubrirse.»

Luego continuamos: «Esporádicamente se vierten algunas ideas sueltas al respecto. En unos casos mirando a los costados. En otros casos hablando a media voz. Lo que transcribimos a continuación es un buen ejemplo de lo afirmado. En una entrevista, hecha el año pasado por Rosa María Palacios (1963) a Julio Cotler, abordando tangencialmente el tema en cuestión, el sociólogo afirmó: `No te olvides que las mujeres tenían una participación especial en Sendero...´ Palacios responde: `Pero estas mujeres no habían nacido cuando atraparon a Abimael Guzmán...´ Cotler retruca: `El primer libro, el primer artículo feminista que se ha hecho contemporáneamente en el Perú, lo hizo un señor llamado Abimael Guzmán. Comenzamos por ahí. Siempre Sendero ha dado una importancia muy especial al papel de las mujeres porque es la capa social más subordinada, desprotegida y tiene fuerza para romper todo lo que se opone a ella de manera muy especial.´» (Palacios, 12-07-12)

Enseguida se añade: «El libro, al cual hace alusión Cotler, fue publicado el año 1975. Lleva por título: El marxismo, Mariátegui y el Movimiento Femenino Popular. En las páginas de este trabajo se lee, entre otras ideas, que sobre la mujer pesan cuatro montañas: El dominio de clase, el dominio del grupo, el dominio del marido y el dominio de la religión. Que las mujeres deben luchar, junto a los hombres, por la emancipación femenina antes que por la liberación femenina. En la medida que las clases unen o separan más que los sexos. Si recordamos lo que escribió Pierre Bourdieu, Gayatri Chakravorty Spivak y Ángela Davis en los libros ya mencionados, nos damos cuenta, con diferencias más o diferencias menos, que en esencia plantean lo mismo.»

Finalmente planteamos las siguientes interrogantes: «¿Fue la razón de la presencia masiva de mujeres en sus filas el haber comprendido el problema de clase, entrelazado con el patriarcal-machismo y el ideológico, por parte de los teóricos de Sendero? ¿O es que se reduce simple y llanamente a la manipulación de los hombres a las mujeres? ¿Son violentas las mujeres, por naturaleza? ¿Hay algún otro tipo de explicación? Es un tema a investigar.» (Roldán, 2014: 97 y 98)

No es el objetivo de esta semblanza responder las preguntas planteadas líneas arriba. Los intelectuales que defienden el orden no tienen mayor interés, hasta el momento, de decir algo al respecto. Ellos ganaron y eso les basta. Lo que queda de la denominada «otra colina», de igual manera, siguen la misma lógica, pero naturalmente invertida. Los senderólogos, los científicos sociales, tienen la palabra. Esperamos que el tema puesto sobre el tapete sea, en algún momento, abordado.

Concluimos esta semblanza, que ha tenido como objetivo presentar a Elvira Ramírez primero y Ana después, recordando una vez más, que uno de los aspectos inéditos en la historia política del Perú, la que tuvo su centro de acción en las dos últimas décadas del Siglo XX, está por ordenarse, analizarse, sintetizarse, interpretarse y difundirse. Nos referimos a la activa participación de miles de mujeres, de diferentes procedencias sociales, de diversas condiciones culturales, en la insurgencia armada iniciada en 1980. Este sector social estuvo presente en todos los planos de la guerra con el consabido riesgo que la misma trae a flor de piel. La vida de la estudiante Elvira Ramírez, el accionar de la guerrillera Ana, así lo confirman.



Notas:

[1] Cuando a fines de la década del 80 del siglo pasado investigábamos el fenómeno Sendero Luminoso, nos encontramos, entre otros, con este caso. El mismo no fue incluido en el libro Gonzalo el Mito publicado en 1990 por 2 razones: primero, rompía con la estructura de la investigación; segundo, la información disponible fue insuficiente. A la par, no había oportunidad de cruzarla y así separar lo adjetivo de lo sustantivo. Esta última deficiencia se subsanó, en París (2013) y en Estocolmo (2014), gracias a los testimonios brindados por personas que conocieron y trabajaron con la biografiada y que para efectos de este trabajo prefieren quedar en el anonimato. .

[2] Julio Roldán. Sociólogo, Dr. en Filosofía por la Universidad de Bremen. Profesor de la Universidad Libre de Berlín.             Dirección electrónica es: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..

 

Bibliografía:

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Büchner, Georg. La muerte de Danton (2008),  Ediciones Cátedra, Madrid

Cano, Gloria y Loarca, Carlos (2013), Los Cabitos: Lugar de horror y muerte. 30 años de lucha por la justicia. El camino recorrido por las víctimas, sus familiares y APRODEH, Ediciones APRODEH, Lima

Colchado, Óscar (2010), Viva Luis Pardo, Ediciones San Marcos, Lima

Hugo, Víctor, (1975) El noventa y tres,  Editorial de Arte y Literatura, La Habana

Iparraguirre, Elena (2006), Entrevista completa y desarrollada de Elena Iparraguirre a la Agencia EFE, SPI, México

Kant, Immanuel, Fundamentos de la metafísica moderna (2006),  Alianza Editorial, Madrid

Klare, Michael T., Peter Kornbluh, y Argelia Castillo (1990), Contrainsurgencia, proinsurgencia y antiterrorismo en los 80: el arte de la guerra de baja intensidad, Grijalbo, México

Nietszche, Friedrich, (1998), Cómo se filosofa con martillo, Editorial ADAF, Madrid

Portocarrero, Gonzalo, (2003), Los profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso, Fondo Editorial PUCP, Lima

Roldán, Julio, (2013), Perú mito y realidad, Tectun Verlag, Marburgo

-------(2014), La ciudadanía mundial, Tectum Verlag, Marburgo

Strong, Simon (1992), Sendero Luminoso, el movimiento subversivo más letal del mundo, Perú, Reporting, Lima

Uceda, Ricardo, (2004), Muerte en el Pentagonito. Los cementerios secretos del Ejército Peruano, Editorial Planeta, Bogotá.

 

Cómo citar este artículo:

ROLDÁN, Julio, (2015) “De estudiante a guerrillera: la llamaban Elvira. Se auto-llamaba Ana”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 22, enero-marzo, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Miércoles, 11 de Diciembre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1082&catid=4