El Neuroliberalismo: un concepto en construcción

Diego Jaramillo Salgado[1]

 

Desde la década del ochenta del siglo pasado se acuña el término neoliberal, de una manera amplia, a la tendencia económica y política que redujo las funciones del Estado a su mínima expresión, dejando en las leyes del mercado la regulación de la sociedad. De allí se deriva la privatización de la salud, la educación, la recreación, la vivienda, etc. Los impuestos a la inversión extranjera se disminuyeron o se eliminaron, dejando en manos de las grandes empresas de los países industrializados el control y regulación de los mercados. Países de América Latina y África, en su mayoría, rápidamente aumentaron la desigualdad, pobreza y miseria de sus sociedades. La mano no tan invisible del mercado fue entregando, a empresas y monopolios internacionales, las grandes y medianas industrias nacionales, la economía de estos países, y sometiendo a sus políticas los gobiernos de cada uno de ellos. Las sociedades de los países industrializados tampoco escaparon a su impacto. Irlanda, Grecia, Italia, España, y no pocos otros, le advierten al mundo que el modelo está en crisis y sus consecuencias se ciernen sobre sus propios pueblos y los de los países más pobres del planeta.

Ahora se hace la propuesta de denominarlo neuroliberalismo por los argentinos Hugo Biagini y Diego Fernández Peychaux en el libro El Neuroliberalismo y la ética del más fuerte[2], publicado en Buenos Aires a finales del año pasado. Trabajo que aborda problemas teóricos desde los cuales se hace un seguimiento analítico a los desprendimientos, afirmaciones y desarrollos del liberalismo clásico, sus implicaciones en el desenvolvimiento del capitalismo, y a su entronque con el afianzamiento de un modelo económico que lo es también de cultura y de proyecto de vida. En cuanto tal, afectando las subjetividades o redefiniéndolas en función de garantizar su hegemonía.

Aspecto importante es el desarrollo del análisis a partir de la historia del pensamiento de Nuestra América para encontrar hitos que desde nuestro propio contexto señalan alternativas ideológicas y políticas a aquellas que se impusieron por la dominación. Igualmente, otras que se articulan a ese largo andamiaje que construyó la justificación del ejercicio hegemónico. Es ese el sentido que encontramos en la segunda parte denominada El Egoísmo virtuoso en quelos autores analizan una propuesta republicana, la de Juan Espinosa y su Diccionario para el pueblo, y la de los liberales Samuel Smiles y Ayn Rand. Orientación sugerente en estudios como estos en cuanto no se queda en la visión eurocéntrica, en su representación abstracta; sino que, al mismo tiempo, tiene en cuenta su discurrir o lo que se le contrapone en nuestro medio.


Hay varios temas centrales en su desarrollo como la crítica a la noción de capital humano no pocas veces apropiado por una izquierda vergonzante que cree encontrar en él un esguince a los efectos del capital, sin advertir que sigue presa de las antinomias que quiere superar. Las funciones del Estado son trabajadas reiterativamente, tanto en la argumentación neoliberal de la reducción a la que lo somete como a sus implicaciones críticas para la población desposeída. Lo mismo pudiéramos encontrar en relación con su incursión en el tema de la justicia, en cuanto a lo que queda de ella sometida a las reglas de juego de los mercados. Temas, de una u otra forma, más socorridos por los estudios en estos campos; sin que ello quiera decir que los autores no les dan relevancia. De hecho, hay aspectos que tratan con una gran originalidad. Sin embargo, es importante detenernos en los dos que dan sentido a su título: el neuroliberalismo, y la ética del más fuerte.

Boaventura de Sousa y otros pensadores críticos nos hacen un llamado a la necesidad de una emancipación epistémica. Implica una postura crítica frente a todo aquello que se da en el campo de la dominación, a lo que la justifica. A su vez, conduce a dar sentido a los conocimientos relegados por la hegemonía, bajo su propio estatuto epistemológico y a dar nombre a aquello que es necesario renombrarlo. Es lo que denominaría “Epistemología del sur”, como el

“reclamo de nuevos procesos de producción y de valoración de conocimientos válidos, científicos y no científicos, y de nuevas relaciones entre diferentes tipos de conocimientos, a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y por el colonialismo”[3].

Es quizá en esta dirección que el libro adquiere otro singular reconocimiento. Pues hay un esfuerzo por renombrar lo que se da como dado: el neoliberalismo. No por capricho sino por el seguimiento de los significados que de él se derivan y le dan nuevos sentidos: el neuroliberalismo.

El estudio hace un seguimiento al origen de este discurso. Lo emparenta con algunos aspectos básicos del liberalismo. Es decir, en cuanto inscrito en el capitalismo no podría concluirse que hay uno bueno y otro malo. El énfasis en el individuo hace posible su articulación con el consumismo, soporte de las leyes del mercado. Sin embargo, encuentran aspectos específicos que se remontan a la sociedad Mont Pelerin y a la Escuela de Chicago. En tanto que fundamentan los principios que conducían a desmontar el Estado de bienestar adoptado por el capitalismo como salida a sus crisis de 1929. Es decir, que si bien su generalización se produjo con el llamado Consenso de Washington, sus supuestos filosóficos le fueron previos principalmente con Hayek y Von Misses. Además, el texto clarifica su implementación práctica en la dictadura de Pinochet del cual fueron sus asesores. Es decir, el estudio no solamente se detiene en el seguimiento a los principios filosóficos que lo sustentan sino también a referencias de su implementación en el ejercicio político y en el comportamiento de los mercados. Sin que ellos sean los temas centrales de su análisis.

Los autores plantean que se distancian de la neuropolítica “ya que no recurrimos a una explicación fisiológica”[4] del neuroliberalismo. Sin embargo, pareciera que si hay aproximaciones a una versión de la neurosis hecha por el sicoanálisis en varias de las argumentaciones que lo fundamentan. Freud plantea que ella “reprime el yo, obediente a las exigencias de la realidad, una parte del ello (de la vida instintiva), (…) en la neurosis dominaría el influjo de la realidad”[5]. Un control que obliga al individuo a desplazar el deseo. Más bien, lo reconfigura a partir de las demandas que le hace la realidad, en este caso, las del consumismo. Aunque, a decir verdad, esa realidad no se correspondería totalmente con la que los autores identifican en el devenir neoliberal, debido a que, para el sicoanálisis, ella también es construida desde la vida instintiva, pulsional.

De todas maneras, la aproximación no es arbitraria puesto que el deseo construido desde las esferas del mercado, del consumismo que le es correspondiente, activa también y le da contenido a las pulsiones que estructura el sujeto en su historia personal y cultural. Si estuviera dada en esta dirección, como parece ser, la carga de sentido del concepto requeriría una mayor elaboración que las insinuadas en el texto. Las referencias establecidas en la argumentación nos sitúan dentro de esta posibilidad, pero todavía en la superficie de algo que anuncia un cambio epistemológico significativo. Pues no se trata de la relación de un sujeto, como una mercancía más, con un objeto, la mercancía en cuanto tal, en el juego de los mercados, sino también de la subjetividad que allí se forma en la anulación del otro, del contexto, y de su propia vida. Del deseo mismo, más allá del que impone el mercado. Aunque la elección del individuo de las pautas del consumo no es ajena a una actitud deseante, propia de su subjetividad. Es decir, tampoco hay una total inocencia cuando opta por circunscribirse al rol que le impone el consumismo.

Hay un eje central en el desarrollo del texto que acentúa la formación de una especie de personalidad que raya en lo esquizofrénico. Así lo dejan entrever cuando identifican en él la formación de

“una subjetividad neurótica que impide toda reacción a las demandas de una cultura antihumanitaria, apunta al paradójico estado en que, por ejemplo, la minuciosa individualización de perfiles ´comerciales´ supone una condición fantasiosa en la que ya no se olvida solo al Otro, sino también a sí mismo”[6].

La conciencia individual logocéntrica expuesta por la modernidad de reconocimiento del otro se diluye en la enfermiza creencia de que el espejo ofrecido por el mercado de realización de la personalidad y del conjunto de la sociedad en él, es real y, por tanto, el otro solo existe en cuanto la competencia que despliega para existir. Sin que ello absuelva a ese liberalismo del rol que cumplió con su individualismo en los procesos de afianzamiento del capitalismo.

Su persistencia en ello permite enfatizar el argumento que queremos establecer. El rol que el sujeto adquiere en la vida social lo enfrenta consigo mismo al colocarlo de espaldas al sentido profundo de realización de su existencia. Pues lo presiona a “La persecución incesante del aumento de la producción social para renunciar finalmente al disfrute de lo producido”[7]. Lo cual, para ellos, da cuenta del “carácter neurótico del neuroliberalismo”. Dicotomía que reitera un horizonte de la realidad en el cual es parte fáctica de la realización del mercado, pero, en el mismo proceso niega el deseo en cuanto el acceso a lo que produce solo es posible si cumple con las condiciones de aquél para lograrlo. Es como el cajero de una entidad financiera que amasa a cada instante miles de billetes de diferente nomenclatura mientras su representación personal lo confronta con la insatisfacción de necesidades en su vida personal y familiar.

La pretensión de que sea el mercado el que regule la vida social crea la ilusión de que los patrones establecidos por las empresas como la forma de vida ideal tienen posibilidad de realización. La vida personal se convierte en una carrera contra el tiempo en una lucha individual por conquistar aquello que se ha impuesto como modelo de vida. Cada paso en esa dirección se obstruye en tanto que los parámetros del mercado se redefinen fugazmente, anulando lo que se había previsto como objetivo a lograr. El entorno social se cierra porque si el individuo compite consigo mismo para revisar un ideal que se le esfuma; así mismo, el otro se convierte en alguien que disputa lo que él prefiere para sí, convirtiéndose en su rival inmediato. Máxime que lo impuesto como modelo no “garantiza la vida sino la pugna por adquirir los medios para preservarla”. Es decir, no hay una construcción colectiva, sino una especie de ley de la selva en que “los mejores”, diestros y eficaces, lograrán hacerse para sí aquello que les dé merecimiento para vivir.


El seguimiento que hacen a las políticas neoliberales muestra que ese neuroliberalismo se acentúa al desplazar los intereses colectivos a su realización en el mercado. De la misma manera, es allí donde se resuelve la conflictividad social. Por eso es congruente con romper todo aquello que signifique la hilanza del tejido social. Sindicatos, agremiaciones, comunidades, son su objetivo, pues son los individuos quienes deben realizar sus opciones de vida; mantenerlos es poner un freno al desencadenamiento que debe tener la libre competencia. Los procesos que ha vivido América Latina en países bajo la hegemonía neoliberal así lo demuestran. Es así como el neuroliberalismo adquiere sentido al hacer una construcción de sujetos que no se reconocen en su ser social y en su realización colectiva sino en el desajuste cotidiano de su sinrazón. Al mismo tiempo, se anula a sí mismo en tanto que construye “una subjetividad a la que se le oculta no solo el Otro, sino también, y fundamentalmente, el propio deseo”[8]. El que determina el mercado es una ficción, un deseo artificial que tiene su contenido real pero anula el propio, el que surge desde su interioridad. Es decir, abandona el campo de realización de su propia vida en tanto relación con el conjunto de la sociedad de la que hace parte.

 

ETICA GLADIATORIA

Admitir una ética gladiatoria pareciera una contradicción en los términos. Se supondría establecer desde ella los principios que propicien formas de convivencia social para superar los conflictos que la dificultan. Mientras que sus preceptos se orientan a la estimulación de la acción individual para enfrentar a la de los demás individuos de la sociedad. Sin embargo, la fundamentación del neoliberalismo lleva implícito que la disminución de la presencia del Estado, posibilita la libertad negativa y, en cuanto tal, las acciones individuales, sin ningún tipo de presión o control, posibilitarían la sana convivencia social. El sentido que los autores le asignan, enfatiza justamente que tal tipo de ética se vuelve incongruente con la perspectiva de una sociedad que avance hacia la dignificación de la vida y de las relaciones sociales.

La definición que hacen de ella, así nos orienta:

“A ese código sin miramientos en el sufrimiento propio o ajeno, lucha sórdida y desproporcionada donde la persona deja de representar un fin en sí mismo y el hombre se convierte en un lobby para el hombre, le daremos el nombre de “ética gladiatoria”. (Biagini, 2014: 34)

Así, se establece una concordancia con el significado que le dan a neuroliberalismo. Se trata del abandono de sí mismo, en tanto ser social, para poder responder a otro exterior a él formado en la esfera del mercado. Bajo cuya condición la construcción social queda relegada y solo adquiere sentido en la medida en que las ventajas individuales sobre los demás le permitan subsistir. El bienestar social que de allí se derivaría no es parte de la conciencia colectiva para lograrlo, es más bien el acomodamiento eficaz a la máquina productiva en que se desenvuelve. Así la actitud voluntarista de algunos se empeñara en lograrlo. Como se desprende del planteamiento político, analizado por los autores, del interés de los empresarios de no hacer daños ecológicos al entorno donde realizan sus inversiones: “La protección de la ‘imagen positiva’ de una corporación llegaría, por sí sola, a desistir en la búsqueda del interés en caso de revelarse un posible daño ecológico”[9]. Deja por fuera el sentido fuerte de la competencia radicado en relaciones de poder que imponen el marco de referencia, y de acción en que deben desenvolverse. De lo cual se desprende sus implicaciones prácticas en la devastación de la naturaleza que han llevado el desequilibrio universal, una de cuyas manifestaciones es el cambio climático. La política internacional sobre la minería es más que ilustrativa sobre la destrucción de lo que queda de naturaleza. En el caso colombiano, destruye zonas identificadas con gran biodiversidad y va acompañada de factores de violencia por los grupos armados ilegales que la soportan.

La reiteración en que es el individuo el dueño de su propio destino desplaza cualquier avance hacia la construcción de una sociedad diferente de aquella en que cree estar logrando sus fines. Fundamentado en que “La participación en el sistema de inversión de capital humano y producción de satisfacción confiere ciudadanía”[10]. De tal manera que la relación con el otro es abstracta y solo se percibe si las leyes del mercado siguen su curso, y es en él “en que se resuelven todos los conflictos”. Esto conduce a hacer innecesarias las formas colectivas de organización, ya sean sociales o políticas. Es más, atentan contra la posibilidad de que el individuo sea competitivo en el mercado.

El mismo significado de justicia, soporte de cualquier formación ética, es puesto en entredicho pues es reducido al de

“´éxito/fracaso´ en la lucha por la supervivencia. En los conflictos entre individuos libres y responsables de sus decisiones, en lugar de recurrir a la noción de derecho o deber, los neoliberales insisten en fijar la atención sobre el cálculo de eficiencia”[11].

Allí no cabe la valoración de las asimetrías que se producen para lograrlo. Ni la responsabilidad del conjunto de la sociedad para evitarlas. Que las haya, es un estímulo para quienes están debajo de la pirámide social, por su preocupación por superar su situación. Si mueren en su intento no es responsabilidad del Estado ni de parte ni del conjunto de la sociedad misma. Lo es del individuo que no tuvo las habilidades ni las competencias para alcanzarlo. Razón para calificarla como la ética del más fuerte. Identificada como la ley darwiniana de la selección natural.

 

CONCLUSIÓN

En conclusión, el texto nos aporta un análisis minucioso, argumentativa y políticamente válido, sobre los principios en que se sustenta el neoliberalismo. A partir de allí logra suscitar el interés por propiciar una redefinición del concepto hacia uno que, en la consideración de los autores, daría mayor cuenta de lo que es: el neuroliberalismo. Sin que se considere agotado. Pues el prefijo neuro está lleno de contenido dependiendo de la mirada teórica que se adopte. Una primera lectura puede ser una perspectiva provocadora en cuanto sugiere que la sociedad que lo soporta no puede albergar otra cosa diferente del mundo de la locura. Otra, próxima a la anterior, nos sitúa ante una sociedad disgregada, dislocada, en la medida en que cada cual resuelve su propia historia, sin puntos de encuentro con los demás, de los cuales se nutre para su sobrevivencia. El texto se mueve en uno u otro campo, avanzando en la construcción de un concepto que seguramente propiciará un buen debate y dará herramientas para darle un contenido político y epistemológico acorde con los impactos producidos por el neoliberalismo. Su correlación con la que denominan “Ética gladiadora” abre una perspectiva de fundamentación teórica cuyo debate crítico apenas empieza. Opción que puede inscribirse muy bien en el llamado que hace Luis Tapias:

“Ante la reducción de la vida, habría que ensayar la destrucción de las estrategias y formas de disciplinamiento y pertenencia a las formas del poder del capital contemporáneo. Un paso en tal destrucción podría ser una deconstrucción de sus supuestos y fundamentos intelectuales, atacar analíticamente su naturalidad y mostrar la contingencia de su existencia histórica, la artificialidad de sus construcciones, así como también la de esta crítica que se articula para hacerlo”[12].

Propuesta que se cumple en el desarrollo del trabajo que se expresa en este libro. Las tesis presentadas hacen parte de esa deconstrucción propias de dos autores que se decidieron a realizarlo; pero colectivas en el flujo de la confrontación que realiza el pensamiento crítico de Nuestra América

Queda por plantear que identificar los principios del neuroliberalismo, y de la ideología neoliberal, no puede inducir a concluir que todos los individuos marcharán o actuarán en correspondencia con ellos. La crítica y discusión sobre los aparatos ideológicos del Estado, planteados por Althusser, ya había allanado este debate. La conciencia, la mentalidad se estructura en múltiples direcciones. Biagini y Peychaux así lo entrevén: “las resistencias, insurrecciones, indignaciones, desobediencias, se diseminan en todas las relaciones de poder”[13]. Por ello, es un acierto establecer los basamentos teóricos e ideológicos en que se fundamenta la dominación actual. Sin embargo, cuando una de las pretensiones iniciales del neoliberalismo era que con él se cerraba la historia, los movimientos sociales lo han controvertido y generado fisuras en el ejercicio de su hegemonía.

Esa subjetividad anclada en la ética del más fuerte que nos revelan los autores ha sido controvertida por intersubjetividades que provienen desde las raigambres propias de los pueblos. Las comunidades de Nuestra América han hecho emerger sus procesos ancestrales comunitarios proponiéndolos como alternativas a la depredación y a la barbarie. Los múltiples movimientos sociales dan cuenta de experiencias propias, vividas en su historia, en que la solidaridad, la cohesión comunitaria, una relación recíproca con la naturaleza, su centralidad en la lucha por el buen vivir, rebasan las imposiciones del mercado y su énfasis en la acción individual. Ya no como el eco apagado de grupos marginales que confrontan la dominación. Ahora lo hacen como protagonistas de la historia apropiándose de pedazos de poder, con los que señalan opciones posibles. Pueblos y comunidades de Bolivia, Cuba, Ecuador y Venezuela, así lo confirman; y, no muy lejos, Uruguay, Brasil, Chile, El Salvador y Nicaragua.

Procesos que no se circunscriben a este continente pues se han multiplicado por el universo entero. Subjetividades que en las entrañas mismas del imperio han respondido al llamado de que otro mundo es posible. De allí los procesos y arraigos del Foro Social Mundial, los indignados, los inmigrantes, y tantos otros que atizan la crisis del capitalismo hacia la opción de otra sociedad. Muy a pesar del dominio y hegemonía neoliberales, la opción de otros mundos posibles da contenido a otras dinámicas, y plantean la esperanza de que el neuroliberalismo pueda ser confinado al siquiátrico de la memoria histórica rodeado de la alegría de hombres y mujeres que supieron reducirlo a su mínima expresión.



Notas:

[1] Doctor en Estudios Latinoamericanos. Profesor jubilado, Universidad del Cauca, Popayán, Colombia. Asesor de investigación de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural del Cauca, Colombia.

[2] Biagini, H.. y D. Fernández Peychaux (2014). El Neuroliberalismo y la ética del más fuerte, Buenos Aires, Octubre.

[3] Sousa Santos, B. (2010) Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur, Quito, Abya Yala, pp. 57

[4] Biagini, H., op. Cit., pp. 194

[5] Freud, S. (1973). El Yo y el ello, Madrid, Alianza, p: 160.

[6] Biagini, H., op.cit., p. 184

[7] Biagini, H., op.cit., p. 202

[8] Biagini, H., op. cit., p. 28

[9] Biagini, H., op.cit., p. 92

[10] Biagini, H., op.cit., p. 63

[11] Biagini, H., op. cit., p. 88

[12] Tapia, L. (2011). Política salvaje, Buenos Aires, Waldhuter Editores-CLACSO, p. 17.

[13] Biagini, H., op, cit., p. 198

 

Cómo citar este artículo:

JARAMILLO SALGADO, Diego, (2015) “El Neuroliberalismo: un concepto en construcción”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 23, abril-junio, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1132&catid=4