Cosecha de huesos: Una recreación de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo

Cosecha de huesos: A recreation of the dictatorship of Rafael Leonidas Trujillo

Cosecha de huesos: Uma recriação da ditadura de Rafael Leonidas Trujillo

Rocío García Rey[1]

RECIBIDO: 19-07-2015 APROBADO: 18-08-2015

 

“Los muertos no siempre pueden acompañarnos
en viajes tan largos”.

Edwige Danticat

En esta ocasión el tema de nuestro texto se nutre de varios elementos: la historia, la memoria y la literatura. Nuestro eje narrativo es la novela Cosecha de huesos, de la escritora haitiana Edwige Danticat[2] (1969). Nuestro propósito es dialogar con dicha novela y con algunos planteamientos que Paul Ricœr enuncia en: La memoria, la historia, el olvido[3]. Hemos tomado estos escritos como base para ejemplificar dos aspectos fundamentales en la historia de Nuestra América:

  1. El abuso de la memoria que acarrea su contraparte: el olvido.
  2. La re-creación de un periodo dictatorial en el Caribe: el mandato de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana, y el impacto en la población haitiana.

El binomio literatura – historia ha sido un tema de análisis y debate en los mismos Estudios Latinoamericanos, sin embargo pocas veces se ha prestado atención a la historia haitiana. Generalmente cuando se hace alusión al tema de las dictaduras de inmediato se voltea a ver al dolorido Cono Sur, pero no al devastado Haití. Este es un primer aserto para decir que el abuso de la memoria entendida como soporte de la identidad, deviene olvido de otros países y territorios del mismo subcontinente. Ricœr afirma:

[…] El ejercicio de la memoria es su uso; pero el uso implica la posibilidad del abuso. Entre uso y abuso se desliza el espectro de la mala “mimética”. Precisamente por el abuso, la intencionalidad veritativa de la memoria queda amenazada totalmente. (p.82)

Cosecha de huesos es una novela cuya autora es parte de la diáspora haitiana. La escritura originalmente es en inglés (The farming of bones). La traducción al español es de Marcelo Cohen. El libro fue editado en México por editorial Norma. Esta información en apariencia sin importancia cobra interés para poder observar, también, cómo se vehiculiza hacia México la literatura de escritores haitianos. Sin ese traslado, aunque sea precario, sería cuasi imposible tener acceso a las voces del Caribe, y a la recreación que se hace de la historia.

La novela está dividida en cuarenta y un capítulos. La narradora es un “Yo”: Amabelle, personaje que sirve como una voz testimonial de la masacre hacia la población haitiana, ocurrida en 1937, en República Dominicana. En cada capítulo se alternan las historias: En uno, la voz de la protagonista se centra en presentar a Sebastién Onius y la relación amorosa que mantiene con él. En el siguiente, Amabelle describe lo que vive en la casa a la que sirve. Será en la finca de sus patrones donde se enterará del plan y de la represión hacia sus hermanos de patria.


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La masacre perpetrada hacia los haitianos es unida con otros hechos que en apariencia quedan como anécdotas al margen de la novela, pero cuyo verdadero sentido, ateniéndonos a la sociocrítica y a los planteamientos de Terry Eagleton, es darles una significación textual a la historia de la tensa relación entre República Dominicana y Haití. Dicha significación es apoyada por los eventos que hemos dicho son aparentemente irrelevantes, pero que constituyen el sociograma de la novela; es decir, forman parte del entramado icónico[4] que muestra cómo los haitianos, antes de 1937, habían sido arrebatados de su territorio. El desdoblamiento de tal hecho se expresa en forma de una identidad dubitativa, en un sentimiento triste y en recuerdos que permiten a los personajes asumirse como los otros, los no asimilados ni aceptados completamente en República Dominicana.

-Yo parí a mi hijo de cuerpo en este país […] Mi madre también me parió aquí. Ni yo, ni mi hijo, ni ninguno de nosotros hemos visto el otro lado de la frontera. Sin embargo no nos quieren dar nuestros papeles para que mi hijo vaya a un colegio como la gente y lo llene de conocimientos un educador, como debe ser. (p.77)

El otro hecho fundamental es la invasión norteamericana introducida en el texto aludiendo al padre de Yves, uno de los personajes centrales de la narración. El padre murió: “organizando brigadas para combatir la invasión yanqui en Haití”. (pp. 63-64) La invasión funciona como uno de los ejes narrativos; además, permite entender que los haitianos seguían migrando de su país porque necesitaban sobrevivir. (No está demás decir que la ocupación norteamericana fue prolongada de 1915 a 1934).

La identidad de los haitianos se ve resquebrajada al no tener un lugar propio. La patria, aun cuando está en la misma isla, carece de significado. Por ello se entiende que Sebestien le diga a Amabelle:

[…]Dicen que somos restos quemados en el fondo de la olla. Dicen que hay gente que no pertenece a ningún lugar y que esto nos pasa a nosotros [los braceros]. Yo les digo que somos un grupo de vwayajê, de caminantes sin rumbo. (p. 64)

Los lectores podrán observar un hecho histórico; sin embargo tal hecho es presentado mediante el tratamiento literario que lo vuelve parte de un universo ficticio: la novela. Es así que estamos ante la verosimilitud del texto literario y no precisamente (en términos positivistas) ante la veracidad. Ello no significa que el binomio literatura- historia se disuelva, al contrario, se afianza mediante los mecanismos de escritura que presentan y re-crean ciertos hechos para validar el discurso literario que, mediante el andamiaje de la inventio, se posiciona en la contraparte del archivo.

El texto toma como su objeto, no lo real, sino ciertos significados por los cuales lo real, cobra vida, significados que en sí mismos, constituyen el resultado de su abolición parcial. Entonces dentro del texto en sí, la ideología se convierte en una estructura dominante, que determina el carácter y la disposición de ciertos elementos pseudoreales. [5]

El significado por el que es sostenida Cosecha de huesos, es el relacionado con las repercusiones de la Dictadura de Trujillo en la población haitiana. El significado se ha construido mediante la rememoración individual y colectiva, y está asociado con la muerte, con la humillación y con la imposibilidad de asimilar al “otro”. El hecho queda indisolublemente asociado a la figura de Trujillo. De estos elementos se vale la autora para colocar en voz de la protagonista las siguientes palabras: “De las fachadas y las casas colgaban guirnaldas de colores, y en los muros laterales había pintados retratos del Generalísimo”. (p.188) Esta información es dada por Amabelle, cuando ella y un grupo de amigos haitianos ha emprendido la huida, luego de la persecución ordenada por Trujillo. Con respecto a este pasaje vamos a señalar dos elementos relacionados con lo que Eagleton llama “pseudoreal”.[6]

La presencia de Trujillo, como la de todo dictador, se vuelve omnipresente, por ello en la novela, aunque no sea visto, manifiesta su omnipresencia mediante un despliegue de dispositivos, tales como: el ejército, los retratos que de él hacen los dominicanos y que colocan en sus casas, los rumores de su presencia en uno y otro lugar, el nombre de la orquesta oficial (orquesta Presidente Trujillo), entre otros.

La multitud se derramaba en la plaza, esperando a que el Generalísimo saliera de la Catedral. Era como si su presencia fuera un suceso sagrado, algo capaz de transformar el resto de sus vidas. (p.176)

Hay un pasaje que nos permite enfatizar la ubicuidad de Trujillo, y simboliza, además la lucha entre Eros y Tánatos. Se trata del nacimiento de los hijos gemelos de la ama de la protagonista. El nacimiento es registrado por el abuelo de los niños, quienes representan la nueva generación atrapada en el universo de la historia oficial. Pueden ser vistos como los hijos de la dictadura, pues además son vástagos de un militar que fervientemente cree en las bondades del régimen.

Por sobre el hombro de Papi yo lo miré escribir ceremoniosamente y con su mejor letra la hora y el lugar de los nacimientos; era 30 de agosto y el año 1937, nonagésimo tercero de la Independencia, séptimo de la Era del Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, Comandante Supremo, Presidente de la República. (p. 27)

La presencia del Dictador en el los escenarios montados no puede ser “verificada”; pues la autora hace sólo una re- construcción. Sin embargo, tal re-construcción, se asocia con la historia porque la dictadura, la represión, la huida de los haitianos, hallan un soporte en el universo del archivo. Este soporte se vuelve memoria y la memoria da inicio a la mimesis propia del texto.

La novela muestra además el culto a la personalidad. Si la novela reconstruye a Trujillo y un lapso de su mandato, al interior del texto se da una doble reconstrucción mediante la descripción de un retrato que es hecho por la señora Valencia, patrona de Amabelle. En la siguiente cita podremos observar una forma de recreación del dictador, precisamente, como mito imperecedero:

Sobre la cabeza de Papi se cernía un gran retrato del Generalísimo que la señora Valencia había pintado a solicitud del marido. La pintura era una vasta mejora de las fotografías públicas del Generalísimo. Lo había convertido en un gigante en atuendo militar completo, con grandes charreteras con flecos e ingentes medallas alineadas en claras hileras bajo el galón azafrán que le cruzaba el pecho. A sus espaldas se veía la bandera del país, azul y roja con una cruz blanca en medio, y el escudo de armas con el lema: DIOS, PATRIA, LIBERTAD. Pero la pieza central era el propio Generalísimo, la expresión majestuosa del rostro ovalado, la cabeza de tupido pelo negro (pues se habían omitido las incipientes canas), los mechones espesos y vibrantes peinados hacia atrás, en suaves ondas que enmarcaban la amplia frente, la tímida sonrisa amable y los ojos, que parecían raramente tiernos. (p.52)

Edwidge Danticat
Imagen 2. Edwidge Danticat
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Fue la invención y el montaje de este personaje la que en gran medida legitimó un acontecimiento que ha quedado como la gran impronta del trujillato, aquel suceso que representó una forma desesperada de manifestar el antihaitianismo. Me refiero a obligar a los haitianos a que dijeran la palabra “perejil”. El hecho de no pronunciarla correctamente en español era la gran marca para ser vistos como la alteridad. Actos como ese eran, por la memoria manipulada, entendidos por los dominicanos como ejercicios patrióticos. La protagonista relata: “Muchos habían oído rumores sobre haitianos asesinados de noche porque pronunciaban la palabra perejil con una ge gangosa en lugar de la erre”. (p.118)

Con respecto al antihaitianismo, de acuerdo con Lil Despradel, “[…] tiene sus orígenes históricos en las invasiones de Dessalines y se consolidó durante la ocupación haitiana efectuada por Boyer en 1822.” [7] Tal sentimiento y sus prácticas fueron exaltados e hiperbolizados durante la dictadura de Trujillo.

A ver, ¿qué es esto? –gritó uno-. Digan “perejil”

[…]

Nos obligaron a los dos a arrodillarnos. Nos abrieron las mandíbulas para llenarnos la boca de perejil. Lagrimeando, mastiqué y tragué lo antes que pude, aunque no tan rápido como ellos me metían más.

Yves masticaba con toda la fuerza de sus mandíbulas hinchadas.

[…]

Me zumbaban los oídos; traté de cubrirme la cabeza con las manos. Tenía el cuerpo entero entumecido. La boca me rezumbaba sangre. Hice lo posible por tragar el perejil amargo que me ardía en la garganta. Le habían puesto pimienta. Tal vez lo hubieran envenenado. ¿Qué sentido tenía luchar?

Me pareció oír un clarín, un cañonazo, luego otro clarín. La orquesta Presidente Trujillo paró de tocar.

Veintiún cañonazos atronaron el aire. Entre aplausos y patadas al suelo, la gente atacó el himno nacional dominicano. “Quisqueyanos valientes”, empezaron a cantar. (pp. 194-195)

Es entonces que hay un despliegue de la memoria y de sus respectivos relatos, pues de hecho, la autora consigna en los agradecimientos que hizo una investigación documental; pero también escribe:

Este libro es una ficción basada en acontecimientos históricos. En provecho se han cambiado muchas fechas y alterado algunos hechos. De este modo puede explicarse la mayoría de las imprecisiones o inconsistencias de tiempo y lugar. (p.306)

La novela sirve para mostrar “los usos de la memoria” y las elecciones axiológicas que una escritora hace con respecto a un pasado que le es común. Por ello: “Lo que está en juego son actuaciones individuales y colectivas debidas al uso, a la práctica de la memoria.” (Ricœr, 97) En el caso de nuestra autora representa una parte de la historia del país al que pertenece. Así, aunque no haya sido partícipe de los hechos, mediante la historia, ora leída, ora escuchada, puede resignificar el rechazo que vivieron los migrantes haitianos en Dominicana. Entonces, si de acuerdo a Ricœr: “el historiador se propone hacer historia” (p. 82), un escritor se propone reinventarla, pues las imágenes (el eikon) pasarán por el filtro del lenguaje estético.

La memoria, aun así, permanece, y es posible tener un constructo de ella mediante el montaje hecho por medio de la palabra. Su reconstrucción forma parte de la diégesis de la obra. Así, la narradora nos cuenta: “En mi recuerdo Dajabón era un pueblo apenas desarrollado, una imagen de la infancia. Ahora me lo imaginaba lleno de gente como nosotros buscando seres queridos, confundiendo a los vivos con los muertos.” (p. 184). El recuerdo se confronta con un presente habitado por Tánatos.

Recuerdo, rememoración y usos de la memoria es lo representado en Cosecha de huesos, pues la narración se sostiene en gran parte en la manera en cómo los personajes rememoran su pasado para usarlo como soporte de identidad y de abrigo existencial. Antes de dar algunos ejemplos, cabe citar lo dicho por Ricœr, acerca de la rememoración:

Con la rememoración, se acentúa el retorno a la conciencia despierta de un acontecimiento reconocido como que tuvo lugar antes del momento en que ésta declara que lo percibió, lo conoció, lo experimentó. La marca temporal del antes constituye así el rasgo distintivo de la rememoración, bajo la doble forma de la evocación simple y del reconocimiento que concluye el proceso de recordación. (p.83)

Es entonces que los personajes, incluida la protagonista, comprenden y re-conocen un pasado colectivo, un antes que les permite sentir y mirar que no hay mucha diferencia entre la ocupación norteamericana y una dictadura que exhorta tanto sentimientos como actitudes antihaitianas. Por ello el desplazamiento de los personajes, a lo largo de Dominicana, es un periplo de sobrevivencia. La sobrevivencia es la gran brega de los personajes haitianos, pues en palabras de un personaje: “De nada vale que las granmèmèmes de nuestras granmèmèmes nacieran aquí; para ellos siempre seremos extranjeros […] Así les es fácil echarnos cuando quieran”. (p. 77) Una mujer responde “Dicen que a todo el que no trabaje en los trapiches yanquis lo mandarán de vuelta a Haití”. (p.77)


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El ambiente de desdicha, luego de la muerte de un compatriota haitiano: Jöel, es comparado con el significado de otra invasión: “Pese a las sonrisas y a los besos, el lugar daba una sensación de desdicha; era como si se avecinase una nueva invasión yanqui”. (p.80) Es en ese ambiente de muerte presentida que los personajes hallan, en el recuerdo colectivo, una forma de protección. El verbo recordar, que de acuerdo con Ricœr duplica el sustantivo recuerdo, permite que la memoria se ejerza, y se construya, entonces, la imagen.

Igual que a Sebastien, al padre Romain le gustaba alardear con que éramos del mismo sitio. La mayoría allí hacía lo mismo. Era una forma de mantenerse unido al pasado a través de otra persona. A veces uno se pasaba la tarde oyendo a alguien desplegar su existencia, desde la casa donde había nacido hasta la colina donde quería que lo enterraran. Era su manera de volver al hogar, y uno le servía de testigo o era el encargado de devolverlo al presente […] Y así se dejaban mutuamente huellas en la memoria, de modo que, si uno regresaba antes a la aldea común, podía llevar de ese otro, si no una carta, una prenda de vestir atesorada, un mensaje diciéndole a los seres amados que aún tenía un lugar entre los vivos.

El duelo parece hallar una forma de sanación “en la búsqueda de una relación verídica con su pasado”. (p. 98) Es precisamente por la “necesidad” de recordar que podemos comprender extratextualmente la cita que acabamos de leer. La puesta en marcha de nociones como el origen, el hogar, la aldea común, los seres amados y el lugar entre los vivos, es la que puede hacer que el lector proyecte su propio ejercicio de rememoración. Vemos, así, cómo nuestra posible práctica de recordadores es la que nos hace otorgarle un sentido fuera del texto a lo que acabamos de leer.

Las muertes se yuxtaponen. Las ausencias que en el inicio de la novela se presentan como parte de la vida privada, resultan el gran anuncio de la muerte y de la vejación colectiva. Si en el principio, pese a las condiciones tiránicas, Eros tenía un lugar a través de la relación amorosa entre Amabelle y Sebastien Onius, ésta se diluye tras el asesinato accidental de Jöel, camarada de Sebastien. Tánatos ronda y se instala también en la casa de los patrones de Amabelle. Muere el hijo de la señora Valencia y del militar que en honor a Trujillo había llamado al niño Rafael (Rafi). La muerte de un joven haitiano y de un recién nacido dominicano, funciona como el gran campo icónico en el que se inserta la desolación, la persecución y la desaparición de Sebastien.

Después de la huida de Amabelle de casa de Papi y de la señora Valencia, lo que prevalecerá a lo largo de la narración es el constante sorteo para escabullirse de la muerte. La protagonista e Yves lo logran, no así, varios de sus compatriotas que mueren en el camino y que les enseñan que: “los muertos no siempre pueden acompañarnos en viajes tan largos”. (p.199)

La novela nos permite, además, mirar los significados que cobra el cuerpo en un régimen dictatorial. Así, mientras para muchos dominicanos (incluido el mismo Trujillo) los cuerpos haitianos carecen de dignidad y por ende no deben ser respetados; para los haitianos los cuerpos mancillados, vueltos cadáveres son la gran impronta de la desolación y del dolor. He aquí el siguiente pasaje:

El hedor no daba lugar a equívocos. Era un olor a sangre chamuscada, a carne fundida hasta el último hueso; era una hoguera de cadáveres, como la que después del último huracán el Generalísimo había ordenado hacer en la plaza Colombina para que no se propagaran enfermedades entre los vivos. (p. 182)

Capítulos después, la gran pérdida sigue siendo representada por medio de los cadáveres, pero además una vez llevada a cabo (a su máxima expresión la masacre) la muerte abraza a los sobrevivientes:

-Los buitres –repicaron todos. No se hartaban nunca, esos buitres; cubrían el cielo como una nube nocturna. Si uno no caminaba deprisa bajaban a buscarle los ojos. Era como si olieran en uno el olor de la muerte. (p. 235)

El sema de: “Era como si olieran en uno el olor de la muerte” es todos estamos muertos aun cuando sigamos respirando. Ello se explica porque simbólicamente Haití había sido asesinado. Por ello una vez más la memoria colectiva se vuelve atenuante de lo increíble de tan doloroso. Esa historia es la que permite que los haitianos recuerden a sus héroes que en el presente de la novela, sólo aparecían mediante la rememoración:

[…] En aquellos tiempos nos respetaban. Cuando vivían Dessalines, Toussaint, Henri, éramos una nación fuerte. Esos eran capaces de ir a la guerra por defender nuestra sangre. Ahora pasa todo esto y el que se llama presidente no dice nada. A nuestro Papá Vincent, nuestro poeta le importa un comino la afrenta contra los hijos de Toussaint y Dessalines. Ve el río de nuestra sangre y no grita. (p. 211)

Rafael Leonidas Trujillo
Imagen 4. Rafael Leonidas Trujillo
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Una vez en Haití Yves y Amabelle representan al grupo de sobrevivientes. Es en los últimos capítulos cuando nos enfrentamos a la traza que tienen las historias que en muchas ocasiones, se vuelve una sola: la colectiva. Los recuerdos en ese momento tienen que ver, ante todo, con lo que nombran “el país de la muerte”. (235)

Aparecen en la historia, los “jueces de paz” que en realidad funcionan como figuras para paliar el dolor de los sobrevivientes, quienes tienen la gran necesidad de relatar su historia.

Me han dicho que hay funcionarios del Estado, jueces de paz, que escuchan a los que sobrevivieron a la matanza y escriben sus historias-dijo- El generalísimo no dice que él lo haya causado todo, pero ha acordado dar dinero a los perjudicados. (p. 229)

Conforme el tiempo avanza, los sobrevivientes caen en la cuenta de que los jueces no son de ayuda. Además saben que existe amistad entre el Generalísimo y Sténio Vincent, su presidente. La rememoración hecha parece no servir de mucho, ni siquiera cuando la Iglesia también recolecte testimonios, pues llega un momento en que parece en vano documentar la historia. Cuando Amabelle visita al padre Emil, éste le dice: “-¿Has venido a hablar de la matanza? […] No podemos ofrecer nada a los que nos hablan de sus familiares muertos; sólo nuestras oraciones y quizá un trozo de pan”. (p. 251)

Son los sobrevivientes haitianos y algunos dominicanos los que llevan la marca de lo sucedido en 1937. Para presentar esta circunstancia la autora se vale de la elipsis, pues da un salto en el tiempo y ubica la historia en 1961, cuando Trujillo es asesinado. El ambiente es de algarabía. Hay, en esta parte, una sentencia que es una muestra de la rebeldía que aún en un momento de duelo, permanece: “El pedía oír perejil, pero hay muchas cosas que nosotros sabemos decir.” (p. 262)

Al final de la historia Amabelle se reencuentra con su patrona, la señora Valencia, quien le relata que pese a ser esposa de un militar protegió a los haitianos que pudo.

Amabelle permanecerá como una mujer triste, con un duelo eterno porque nunca más volvió a saber de su amado Sebastien. Yves no podrá soportar el olor del perejil. Los colores de Tánatos quedaron sembrados en aquellos sobrevivientes. No servía de mucho decir “Yo tiye Kabrit la ¡Adye! (Mataron al cabrón ¡Adiós!) Porque ellos habían sido muertos años antes, quizá muertos en vida, quizá sobrevivientes gracias al recuerdo.

Hasta aquí dejamos nuestra intervención, no sin antes decir que ha querido ser parte de la brega en contra de los abusos de la memoria que nos hacen legitimar sólo ciertos historias y desconocer, olvidar las otras historias, fracturas y dolores de Nuestra América. Terminamos, pues, citando a Ricœr “[…] conocemos algunos síntomas inquietantes: demasiada memoria en tal región del mundo [acarrea] no suficiente memoria en otro lugar, en consecuencia abusos de olvido”. (p. 110)

 

Notas:

[1] Rocío García Rey es Candidata a Doctora en Letras Latinoamericanas. Es Profesora en el Museo Universitario del Chopo y en la FES – Acatlán, (UNAM). Es autora de los libros, La otra mujer zurda VersodestoerrO, 2010 y Mapa del cielo en ruinas, Mezcalero Brothers, 2014.

[2] Edwige Danticat, Cosecha de huesos, México, Edit. Norma, 1999 (Col. La otra orilla). De aquí en adelante todas las citas corresponden a esta edición, por ello las páginas serán indicadas, entre paréntesis, en el cuerpo del texto.

[3] Paul Ricœr, “La memoria ejercida: uso y abuso”, en La memoria, la historia y el olvido, México, F.C.E. 2010 (Filosofía). De aquí en adelante todas las citas corresponden a esta edición, por ello las páginas serán indicadas, entre paréntesis, en el cuerpo del texto.

[4] Cfr. Régine Robin, “Para una sociopoética del imaginario social”, en Perus, FranVoise Historia y Literatura, México, Instituto Mora, 1997, (Antologías Universitarias), p.269.

[5] Terry Eagleton, “Hacia una ciencia del texto”, en Nara Araujo), Textos de teorías y críticas literarias (del formalismo a los estudios postcoloniales), México, UAM/ Universidad de la Habana, 2000, (Libros de texto, manuales de prácticas y antologías), p.560.

[6] Cfr. Terry Eagleton, op. cit.

[7] Lil Despradel, “Las etapas del antihaitianismo en República Dominicana; el papel de los historiadores”, en Gérard Pierre Charles (editor), Política y sociología en Haití y República Dominicana, México, UNAM /IIS, 1974, p. 88.

 

Bibliografía:

Edwige Danticat, Cosecha de huesos, México, Edit. Norma, 1999 (Col. La otra orilla).

Terry Eagleton, “Hacia una ciencia del texto”, en Nara Araujo), Textos de teorías y críticas literarias (del formalismo a los estudios postcoloniales), México, UAM/ Universidad de la Habana, 2000, (Libros de texto, manuales de prácticas y antologías).

Paul Ricœr, La memoria, la historia y el olvido, México, F.C.E. 2010 (Filosofía).

FranVoise Perus Historia y Literatura, México, Instituto Mora, 1997, (Antologías Universitarias).

Gérard Pierre Charles (editor), Política y sociología en Haití y República Dominicana, México, UNAM /IIS, 1974.

 

Cómo citar este artículo:

GARCÍA REY, Rocío, (2015) “Cosecha de huesos: Una recreación de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 25, octubre-diciembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Miércoles, 11 de Diciembre de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1218&catid=4