Algunos problemas de la “solución artística” y poética de “Orovilca”, de José María Arguedas

Some problems of the “solution artistic” and poetic of “Orovilca”, by José María Arguedas

Alguns problemas da “solução artística” e poética da “Orovilca”, de José María Arguedas

Francisco Xavier Solé Zapatero

Universidad Autónoma del Estado de México, México

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Recibido: 27-07-2019
Aceptado: 04-09-2019

 

 

Para Belem Claro Álvarez, mi compañera de vida,
con todo el amor, el respeto, el cariño y la admiración que se merece,
y los cuales ella me brindó a manos llenas hasta su muerte el 30 de junio de 2016.

“Sin ti, no hubiera sido lo que soy, ni hubiera llegado a donde he llegado. ¡Gracias!”

 

A pesar de su aparente simplicidad, “Orovilca” es uno de los relatos más complejos e interesantes de su producción. Y esto comienza a percibirse desde el título mismo, pues pareciera no tener nada que ver con lo que en el texto acontece.

Como se sabe, Orovilca alude a una de las lagunas que se hallaban en el desierto de la ciudad de Ica, la cual se ubica a 400 km al sur de Lima. Y si bien existían allí otras seis lagunas, siendo las allí mencionadas y las más conocidas La Victoria, La Huega, Saraja y Huacachina, para la época que el narrador lo relata (1954), ya sólo sobrevivía esta última.

Según el narrador, “Orovilca [Uruvilca] significa en quechua gusano sagrado”, si bien de acuerdo con Alejandro Ortiz Recaniere “él término también evoca al huevo (ruru), al continente del hombre (ru-na), y vilca (wilka), al nieto y al ancestro” (2001, pág. 432). Con todo, el primero también menciona que en la época se le conocía con el nombre de “volcán de agua”, porque “es un estanque fresco entre lenguas de arena, quemantes o heladas, de inmortal blancura” (Arguedas, 1983, pág. 178). Mas ¿qué relación pueden tener estas significaciones sobre la palabra Orovilca, con los personajes que allí actúan y con sus respectivas imágenes? En apariencia, ninguna. Evidentemente, el texto es profundamente intrincado, a pesar de sus indudables relaciones, incluso complementarias, con los conflictos que se suscitan en Los ríos profundos: entre Ernesto y Rondinel, primero, y entre el Chipro y Valle, después. De manera que habrá que hacer profundas calas en él para poder intentar entender lo que el narrador nos quiere comunicar, por medio de la “solución artística” utilizada para hacerlo.

Laguna de Orovilca (Ica, Perú)
Imagen 1. Laguna de Orovilca (Ica, Perú). www.icaperu.net

Así de entrada, observamos que el relato está dividido en ocho apartados. Si bien el acontecimiento principal se halla ubicado en el segundo, sexto, séptimo y octavo, los cuales se manifiestan en las instalaciones del Colegio, lugar donde los alumnos están internados y donde juegan y cantan, se enfrentan y confrontan. En estos vemos, básicamente, el desafío entre dos de los personajes: Salcedo y Wilster, su lucha a puñetazos, la derrota del primero y su consecuente huida. De aquí que todo ocurra, aparentemente, en un lapso muy pequeño de tiempo: en alrededor de una hora por la tarde, otra hora por la noche y brevemente por la mañana del día siguiente, y acontezca en los años veinte del siglo pasado. Por lo mismo, también son muy pocos los personajes que allí actúan. Además de los mencionados, encontramos a Gómez, juez durante la pelea; a Muñante, amigo de Wilster; a Hortensia Mazzoni, la causa supuesta del desafío; al profesor de historia, a quien llaman “Camión” y con quien discute Salcedo durante las horas de clase y posteriores; al inspector-jefe, quien mantiene la disciplina en el Colegio, y al portero negro; a los pobladores de Ica; además, por supuesto, del grupo de los alumnos internos, que suman un total de 28, comprendiendo con ello que los externos no participan, y del personaje-narrador, quien desempeña un papel más de testigos, de observador, de oyente, que de actor. Este último, no tiene nombre y es, evidentemente, quien recuerda y relata los acontecimientos sucedidos durante su adolescencia.

En cuanto a los otros cuatro apartados, tienen como propósito, cuando menos en apariencia, complementar y explicar las causas del desafío, ya que vemos acontecimientos que acontecen en épocas anteriores al mismo. Así, en el tercero, los paseos de Salcedo por los pasillos del claustro del Colegio; sus discusiones con el profesor de historia durante las horas de la clase; los preparativos de los alumnos de quinto para la retreta, y los paseos de este en la plaza de armas y en las otras dos plazas de la ciudad. En el cuarto, como la gente chapote y nada en Huacachina, el viaje de Salcedo, en compañía del personaje-narrador, a Orovilca; su estancia allí: y el regreso a la ciudad. En el quinto, el recital de canto de Wilster y el baile de los otros colegiales; y la conversación entre Gómez, Wilster y Salcedo, en compañía del resto de internos, donde se habla de Hortensia Mazzoni, con lo que se inicia el acoso de Salcedo por parte de Wilster.

Lagunas La Victoria, Huacachina (La Huega, Orovilca)
Imagen 2. Lagunas La Victoria, Huacachina
(La Huega, Orovilca). http://chichiwi.blogspot.com

De manera que se podría proponer que el tercero y el quinto apartados parecieran dar cuenta de la imagen de estos personajes, además de que este último nos informa sobre las causas del desafío, mientras que el cuarto nos proporciona información sobre la relación entre el Salcedo, Orovilca, y los otros seres, animados e inanimados, que habitan esa zona costera de la Pacha.

Sin embargo, el primero de ellos tiene un carácter muy particular, puesto que es una especie de introducción, similar a la que encontramos, por ejemplo, en “Los escoleros”, cuando se describe al wikullo y a Bankucha; en Yawar fiesta, en el capítulo omitido, donde se nos presenta la quebrada de Lucanas; en Diamantes y pedernales, cuando se describe al upa Mariano; en Los ríos profundos, donde se ve al Viejo y las complejas relaciones que mantiene con el padre de Ernesto, etc., los cuales explican, de manera condensada, como si fuese una especie de puesta en abismo, lo que va acontecer en los diferentes textos. Con todo, en “Orovilca” esta especie introducción es mucho más extraña y enigmática que en todos estos casos.

En ella vemos que un pájaro llamado chaucato (costeño, por cierto, primo del zorzal andino) ve a una víbora, o serpiente venenosa, y la denuncia, lo que produce que otros chaucatos se acerquen a él y armen tremendo alboroto. Esto hace, a su vez, que los campesinos acudan urgentemente al llamando y la degollen a machetazos. Hay que aclarar, sin embargo, que las actitudes de estos pájaros cambian dependiendo de los resultados: si la matan, se van a sus querencias; si no, cambian de voz y vuelan en línea quebrada, cayéndose y levantándose.

Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica. Local Central (Antiguo local del Colegio)
Imagen 3. Universidad Nacional “San Luis Gonzaga” de Ica. Local Central (Antiguo local del Colegio). www.panoramio.com

Ahora bien, como menciona la crítica, se podría suponer que Salcedo representa al Chaucato, y Wilster a la víbora, y el personaje-narrador al zorzal andino, cuestión que pareciera confirmarse con el pleito que mantienen estos dos personajes, así como con lo que menciona al respecto Salcedo en su primer diálogo con el personaje-narrador, es decir, antes que se establezca el desafío. Como dice Ortiz Recaniere:

El chaucato, a pesar de ser ave, representa el agua subterránea. La víbora, no obstante que “brota del polvo”, está relacionada con lo alto y con el aspecto maligno del sol. Así, ambos animales adquieren una dimensión cósmica y un valor humano. El uno es genio del mundo de abajo y el otro, de arriba; uno es bueno y el otro es malo para los hombres. [. . .] Luego, el narrador sugiere otras identificaciones complementarias. Salcedo es como el chaucato [. . .] y su amigo, es serrano, como el zorzal [. . .]. Wilster, el enemigo de Salcedo, es descrito de tal manera que recuerda a la víbora. Así, desde el inicio del cuento, se establece una relación entre los personajes y unos animales que, a su vez, encarnan unos aspectos elementales del cosmos y de la humanidad (2001, pág. 431).

 

Lo que lo conduce a este crítico a concluir que se trata de “un tema reiterado, en especial en sus primeras obras: el describir la sociedad humana [. . .] a la manera de dos grandes bandos sociales opuestos e irreconciliables” (ibíd.). Sin embargo, y a pesar de las importantes aportaciones de este crítico al respecto, no es difícil demostrar que, si bien esto tiene cierta validez, resulta finalmente limitado. Baste con mencionar que las asociaciones que aquí se establecen las expresa Salcedo y no el narrador, dando cuenta con ello que tenemos en el relato, cuando menos, tres complejas maneras de explicar e interpretar el mundo: la de un serrano que recuerda su adolescencia: el narrador, la de un “sabio” costeño, que es recordado por aquel y le “cede” la palabra para que se exprese por sí mismo: Salcedo, y la de un “intelectual” serrano en ciernes, el personaje-narrador, que “vive” los acontecimientos y se “expresa” de acuerdo como lo rememora al relatarlo, en función de sus intenciones comunicativos. De manera que cada uno de esos personajes puede ser asociado y juzgado por los otros o por el narrador desde diferentes niveles narrativos y desde diversos miradores individuales y socioculturales.

Pero hay más. Resulta de fundamental importancia darse cuenta que todos los personajes que participan en el cuento parecieran ser migrantes, forasteros, dado que permanecen internados en el Colegio. Al respecto, recordemos que el narrador-personaje es un recién llegado de la sierra; que Salcedo viene de Nazca y tiene cinco años en el Colegio; que el Inspector-jefe es un veterano de los “montoneros de Piérola”, de manera que debe ser de algún lugar de los andes; que el portero es negro y por tanto debe provenir de Chincha, de Tambo de Mora, o de algún otro lugar cercano; y si bien es cierto que no se sabe de dónde vienen Wilster, Gómez o Muñante, tampoco parecieran ser de allí, en especial el primero, pues porta “el más llamativo y mejor llevado batón de Ica” (Arguedas, 1983, pág. 181), es cantor y conoce todas las canciones de moda, además de que lleva cuatro años en el Colegio. Pero no sólo esto. Si observa con atención, resulta que los tres principales: Salcedo, Wilster y Gómez, poseen por diferentes razones, características extraordinarias, siendo los tres muy festejados: un sabio, un elegante, y un deportista campeón de Ica. De manera que decir que Salcedo es bueno y Wilster es malo resulta bastante aventurado y maniqueo.

Por tanto, para tratar de comprender el cuento, no basta con ver la imagen, es decir, el acontecimiento representado, sino que resulta fundamental oír las conversaciones entre los personajes, así como la posición y perspectiva desde la que el narrador lo relata, a la que podemos llamar “Pacha vivencia andina” (Llanque Chana, 2003), ya que es desde esta postura que establece una relación “dialógica” con las posiciones y perspectivas heterogéneas y transculturadas de aquellos, con todas las tremendas complejidades del caso.

Hotel Mossone, en la Laguna Huacachina. 1920
Imagen 4. Hotel Mossone, en la Laguna Huacachina. 1920. www.todocoleccion.net

Pasemos pues revista brevemente las conversaciones entre Salcedo y el personaje-narrador, ya que con ello podremos percatarnos de la complejidad de sus respectivas posturas.

Así, por ejemplo, antes del establecer el desafío, Salcedo asocia al Chaucato primero con la realeza y después con un príncipe de los cuentos. Si bien posteriormente menciona que debe ser algún genio, antiguo, iqueño, es decir, el agua del subsuelo, que hace que la tierra produzca tres años o más sin ser regada, la cual está cargada de esencia de millones de minerales y cuerpos carbónicos, y se filtra a la manera de un líquido brujo. De aquí que considere que la voz del chaucato es el único indico que se tiene de esa honda corriente, y que tanto él, como el personaje-narrador, fueron tocados por su mensaje. Y que, si el chaucato descubre a la víbora, es porque está hecha de fuego maligno, sol, ya que representa la oposición absoluta, dado que el agua la niega, apaga el ardor. De aquí que ella se convierta en el canto que han oído.

Laguna Huacachina
Imagen 5. Laguna Huacachina. www.panoramio.com

Apu (Duna) Cerro Blanco (Nazca, Perú)
Imagen 6. Apu (Duna) Cerro Blanco (Nazca, Perú). www.perutoptours.com

Es clara, pues, la heterogeneidad y transculturación de su discurso, y no porque este se sincretice, sino precisamente por todo lo contrario: pasa de un universo conceptual a otro sin ningún problema, es decir, en un momento lo explica de manera, digamos, “mágico-mítica”, y en otra lo hace de manera científica, filosófica (hegeliana), a la manera de los griegos, o al estilo de las brujas de Cachiche. Es entonces evidente que es un buen conocedor del medio en que vive: Ica, así como del que proviene: Nazca, además de que han surtido efecto las enseñanzas del colegio, como sus continuas lecturas. De aquí que se le considere un sabio.

Esto termina de confirmarse cuando oímos otras de sus conversaciones. Cuando están en Orovilca, sospecha que un can mítico vive en él (¿refriéndose al Cancerbero?), y acto seguido afirmar que se refiere al espíritu del río. O cuando están en el patio interior y habla de la Corvina de Oro, que viaja entre el mar y Orovilca, y en primavera lleva en su lomo a Hortensia Mazzoni, donde asocia ambas imágenes con el Apu Cerro Blanco de Nazca, el cual canta, si bien se considere heredero de los griegos. Más otro tanto acontece con el personaje-narrador. Durante esta conversación, este responde a sus comentarios: “¿Usted cree en eso?”, “¿A Hortensia Mazzoni? Usted delira”, “los arrieros que me traen de la sierra a Nazca, han oído ese canto. Yo creo que es el viento que forma remolinos de arena en el cerro”, para terminar diciéndole: “Salcedo [. . .], los indios cuentan historias como esa. Pero usted no es indio es todo lo contrario” (Arguedas, 1983, pág. 182). Si bien, durante la pelea y la final del relato, le oímos expresar lo siguiente:

— ¡Caballero! Te espero [. . .]. Te esperaré. ¡Juntos iremos a Orovilca, esta noche! ¡Me mostrarás la corvina de oro! La seguiremos convertidos en cernícalos de fuego, como los que salen de la cumbre del SaIk’antay, en las no­ches de helada. Pondrás tu mejilla sobre el rostro de esa niña; o la cazarás desde lo alto, con una honda sagrada. La arrebatarás viva o muerta (Arguedas, 1983, pág. 184).

[. . .] Yo le dije al inspector que lo buscáramos en el camino de Orovilca al mar. Detrás de los bosques de huarango, entre las malezas que rodean la laguna, huellas ondulantes de víboras hay marcadas en la arena. Las huellas su­ben algo por la pendiente del desierto. ¡Por allí ha andado él; por ese punto debió iniciar su viaje al mar! Me escucharon como a un niño delirante, cómo a un muchacho adicto a las apariciones e invenciones, como todos los que viven entre los ríos profundos y las montañas inmensas de los Andes.

¿La corvina de oro? ¿La estela que deja en el desierto? Me tomaron descon­fianza. ¿Cómo iba a hablar, entonces, de la hermosa iqueña que viaja entre las dunas agarrándose de unas frías, aunque transparentes aletas? [. . .] (pág. 186).

Corvina o Challwa
Imagen 7. Corvina o Challwa. www.royaltrout.com

De manera el narrador, desde su posición y perspectiva básicamente quechua, al irlo relatando se va confrontando, tanto con las propuestas de Salcedo y como con las propias de aquel entonces, con las cuales a veces concuerda y otras, no tanto. Mas con esto basta para descubrir que nos encontramos, tal como sucede en “Agua”, en “Los escoleros”, en Los ríos profundos o en El Sexto, una vez más, frente a un relato de aprendizaje. Es decir, el narrado recuerda como serrano, la manera fue aprendiendo, cuando era adolescente, del mundo de la costa, tanto por la compleja relación entre un personaje criollo y extranjerizante: Wilster, como de un intelectual provinciano: Salcedo, complementado con las conversaciones que mantuvo con este, sin olvidar por ello las discusiones que Salcedo sostiene con el profesor, entre otras. Además, con esto fue aprendiendo a ser escritor, ya que se fue dando cuenta de cómo movilizar y vehicular diversos modelos heterogéneos del mundo. Esta es una de las razones por las que, en mucho de sus textos, todo suceda en muy poco tiempo, ya que lo que le importa no es tanto el proceso de lo que acontece, sin que este deje de estar presente, como la confrontación de posiciones y perspectivas heterogéneas y biculturales sobre el mundo, tal como acontece de manera muy lúcida y brillante en Yawar fiesta o en Todas las sangres.

Cerámica Nazca
Imagen 8. Cerámica Nazca. https://es.wikipedia.org

De este modo va comprendiendo que Wilster y Salcedo no sólo se desafían por la Mazzoni, sea por el miedo que tiene el de acercársele (“Hay hombre rígidos que jamás tocarán las mejillas de una mujer muy bella”, dice Salcedo (Arguedas, 1983, pág. 182), sea porque siente que Wilster puede llegar a ser su adversario en amores (“Pondrás tu mejilla sobre el rostro de esa niña”, dice el narrador (pág. 184), con toda la carga mágico-mítica que le subyace, sino también como resultado de la amistad que Salcedo establece con el personaje-narrador (“porque entonces en Ica, como en todas las ciudades de la costa, se menospreciaba a la gente de la sierra aindiada y mucho más a los que venían desde pequeños pueblos” (pág. 174)), así como de las provocaciones indirectas que le asesta en sus discursos a su enemigo: Wilster, entre otras muchas cosas. Y con ello muestra toda la sabiduría que posee sobre ambos mundos: el serrano y el costeño, siendo el primero irracional y absurdo para Wilster mientras que, para Salcedo, el segundo resulta despiadado y sin alma. Es por esto que le comenta al personaje-narrador cuando regresan de Orovilca, lo cual sirve para confrontar lo que dice Ortiz Recaniere

[. . .] Usted no sabe cuánto ocurre bajo esta luz que nos ilumina como si fuéramos ángeles. Aquí aprietan con tenazas de aire. [. . .] Llega el agua en enero, viene despacio y el cauce del río se hinca lentamente, se va levantando tromba que arrastran raíces arrancadas de lo profundo, y piedras que giran y chocan dentro de la corriente, la gente se arrodilla ante el paso del agua; tocan las campanas, revientan cohetes y dinamitazos. [. . .] Después comienza la guerra. En las grandes haciendas se empoza el agua, cargada de esencias, como la sangre; y hay campesinos que no alcanza a regar y siembran en la tierra seca, con una esperanza como la mía que no es sino una sed inclementes. Yo los he visto llorar en las noches de feraz verano y aún bajo la luz del sol que repercute en el inmenso Cerro Blanco (Arguedas, 1983, págs. 179-180).

Mantos o tejidos funerarios de Paracas
Mantos o tejidos funerarios de Paracas
Mantos o tejidos funerarios de Paracas
Imagen 9-11. Mantos o tejidos funerarios de Paracas. https://terraeantiqvae.com

De hecho, el propio narrador menciona que la lucha está presente mucho antes de que se establezca el desafío: “Hasta que Salcedo quiso dar fin a la lucha” (pág. 181), cuestión confirmada por este cuando habla con Wilster: “Ha acumulado un furor clamoroso, ¿no es cierto?” (pág. 175). Esto se complementa con otro comentario del relator: “Wilster andaba perdiendo. No se atrevía, no se atrevía. Descompuso su vida, la revolvió, mientras salcedo continuaba…” (pág. 181), es decir, entre otras cosas, no podía acercársele a la Mazzoni, mientras que Salcedo seguía provocándolo verbalmente y con acciones que sabía que al otro le causaban rabia. De este modo, para el narrador, que es quien los rememora y habla de ellos, tanto Salcedo como Wilster devienen, como diría Deleuze, en chaucato y serpiente, dependido del momento en que van aconteciendo las cosas.

Más, para comprender mejor lo anterior, no hay que olvidar que en la década de los veinte acontecen muchas cuestiones importantes en el Perú. Por mencionar algunas: la aparición de la revista Amauta, de Carlos Mariátegui, donde los indigenistas aportaban su nueva perspectiva sobre el Perú, la cual Leguía finalmente clausuró denunciando un complot comunista; los nuevos descubrimientos sobre el mundo prehispánico de la costa, tales como los de Julio C. Tello sobre la cultura Paracas, en 1923, o los descubrimiento de los geoglifos y líneas de Nazca y los de los cerros que rodean la Ciudad Perdida de Huayurí, en 1926, cuestiones que a los criollos de la época les resultaba verdaderamente confrontante, ya que ponía en entredicho su supuesto saber sobre el mundo indio.

Huacca-china (La que hace llorar)
Imagen 12. Huacca-china (La que hace llorar). www.skyscrapercity.com

Isla Yacanani, en el Lago Titicaca (Lago Sagrado)
Imagen 13. Isla Yacanani, en el Lago Titicaca (Lago Sagrado). www.royaltrout.com

Sin embargo, hay otra cuestión fundamental, la cual se suscita en 1926 y que deviene de la época de la Guerra del Pacífico. Como se sabe, en ella participan Perú, Bolivia y Chile, donde los dos primeros países pierden buena parte de su territorio, y el segundo, además, su acceso al mar. Me refiero concretamente a la lucha por establecer de una vez por todas las fronteras entre Perú y Chile, y la posibilidad de darle a Bolivia las provincias de Tacna y Arica, de manera que no quedara aislada en el interior del continente, la cual era promovida por el gobierno de Estados Unidos y a través de varios árbitros asignados para ello. Y si bien el ministro de Chile estaba, en principio, dispuesto a ello, el presidente del Perú se negó terminantemente a aceptar tal acuerdo. Esta lucha culmina finalmente con el Tratado de Lima en 1929, con los resultados consabidos.

Acueducto de Cantalloc
Acueducto de Cantalloc
Imagen 14 y 15. Acueducto de Cantalloc. http://centroturisticodenasca.blogspot.com

Ciertamente, pudiera parecer que esto no tiene nada que ver con el desafío que allí se presenta, pero el narrador nos da algunos datos que parecieran justificarlo. Basta observar los nombres de los principales contendientes y del que va servir de juez: uno de ellos se apellida Salcedo, que no es más que el segundo apellido del dictador en turno: Augusto Bernardino Leguía y Salcedo; el otro, Gómez, que pareciera ser una deformación del nombre del canciller de Chile, Matte Gormaz; y el tercero, Wilster, que no es más que una especie de calambur del árbitro en turno propuesto por Estados Unidos: William Lassiter (Wil-s-ter). Es más, Muñante, el amigo de este, desde esta perspectiva, bien podría representar a Bolivia, quien quedó mutilado dada su aislamiento del mar. Y esto pareciera confirmarse —sin que ello implique, como en el caso del chaucato y la víbora, que se trate de una relación directa— cuando el narrador menciona: “Pero Gómez no iba a pelear; iba a ser sólo el juez. Nadie empleo la palabra árbitro o ‘referee’” (Arguedas, 1983, pág. 176). Así, se podría decir que Estados Unidos se pelea con Perú, tratando favorecer supuestamente a Bolivia, si bien detrás de ellos estaban sus intereses particulares, convirtiéndose Chile en juez de la pelea.

Siguiendo la misma línea, se pueden descubrir otras relaciones similares. Por mencionar tan sólo una de ellas, baste recordar la discusión que Salcedo tiene con el profesor de historia, la cual da cuenta de las complejas asociaciones que establece el narrador para configurar a estos dos personajes: los hace coincidir con Bolívar y con Hércules:

El profesor de historia era un gran hacendado, doctor en letras y taurófilo […] “¡A ver, ilustre Salcedo! Usted tiene ideas propias y muy profundas; considera usted a Bolívar y a Hércules como demonios del orgullo; me lo dijo por escrito. Discutamos para satisfacción nuestra y de los ‘pequeños’ alumnos. Yo pienso que Bolívar…” Y discutían. Cuando tocaban la campana, cerraban la puerta del salón y la discusión continuaba… (Arguedas, 1983, pág. 176).

La Achirana del Inca
Imagen 16. La Achirana del Inca. www.worldisround.com

De manera que, en el relato, las significaciones de dicha confrontación se multiplican rápidamente, conformándose como una verdadera “metáfora viva”, como diría Ricoeur, si bien al estilo prehispánico. Y decimos esto porque, si se observa con atención el texto, se percibe que está configurado a la manera de los famosos tejidos de Paracas. Como se sabe, algunos de estos mantos presentan una figura en serie, que va transformándose a partir de pequeños cambios sucesivos, mientras que en otros se encuentran imágenes compuestas por distintos elementos que, al sumarse, forman otra totalmente distinta, siendo, desde nuestra perspectiva, el caso de “Orovilca”. Y si bien es cierto que todavía no podamos dar cuenta de este complejo entramado, pareciera evidenciarse que el narrador parte de una simple confrontación entre dos personajes, con sus respectivos antecedentes, para irla complejizando hasta dar una imagen de conjunto que remite a la laguna Orovilca, entendida esta como centro y origen de esta zona de la Pacha, de acuerdo con la intrincada relación que mantiene con la sierra.

Trasladémonos ahora al otro extremo, es decir, coloquémonos ahora en una perspectiva más cercana a lo quechua, para observar que podemos descubrir allí, dado que ambas posturas se complementan y yuxtaponen simultáneamente entre sí, si bien la postura del narrador sea básica y fundamentalmente la quechua, sin olvidar que se trata de un personaje bicultural, es decir, heterogéneo y transculturado.

Cachiche, pueblo de brujas
Imagen 17. Cachiche, pueblo de brujas. https://turismoi.pe

Datos sobre la fundación de la villa de Santiago de la Nasca, por el cronista Huamán Poma de Ayala
Imagen 18. Datos sobre la fundación de la villa de Santiago de la Nasca, por el cronista Huamán Poma de Ayala. http://www5.kb.dk

Así de entrada, vale la pena mencionar que el río Inca nace, connotativamente, en Castrovirreyna, Huancavelica, y justamente en la laguna Choclococha, pacarina o lugar de origen de los chankas, quienes dominaron la zona de Ayacucho y Apurímac, lugar de donde es oriundo el narrador. De aquí que la manera que Salcedo menciona el descenso del agua le sea tan familiar al personaje-narrador, pues se trata claramente de un yawar mayu o río de sangre. Pero no es sólo esto. Los Incas, en la época del Inca Pachacútec, se enfrentaron con los chankas, por un lado, y a los chinchas, habitantes de la actual Ica, por el otro. De aquí que a esta zona la llamase chinchasuyu. Incluso cuenta la tradición que, cuando, con la ayuda de su hijo Tupac Inca Yupanqui, conquistaron los valles de Chincha y Acarí, el cacique Aranvilca opuso resistencia a los conquistadores y estaba próxima a desatarse una acción de armas. Más ocurrió un hecho imprevisto que cambió el curso de los acontecimientos. El príncipe vio a una hermosísima joven, Chumbillalla, hija de este cacique, con la cual trabó amistad, de manera que no fue necesaria la guerra. La leyenda dice que esta doncella refirió al príncipe la angustia de su pueblo por falta de agua para los campos de cultivo y el monarca ordenó a sus 40 mil hombres que abrieran un canal desde el contrafuerte de los Andes. Así nació la Achirana del Inca, cauce de 30 km que sirve para el riego de lo que hoy se conoce como Valle Viejo, el cual tiene forma justamente de serpiente.

Ahora bien, hay otros seres que debemos interrelacionar si queremos dar mínima cuenta de esta ya compleja problemática. Nos referimos a la corvina de oro, al Apu (Duna) Cerro Blanco y a Hortensia Mazzoni, núcleo primario del desafío entre Wilster y Salcedo. Para ello recurriremos a algunas otras leyendas.

La primera y más importante es la de la laguna Huacachina (Huacca-China, la que hace llorar), joven que, como se sabe, se convirtió en Sirena y en las noches de luna sale a cantar su antigua canción. Esta se articula con otras dos. Según los comatraneros (habitantes de la zona) existe allí una corvina encantada, la cual dicen haberla visto, pero por más que calan las redes, nunca llegan a apresarla. Del mismo modo, afirman que existe una vieja que toca su cajita para aumentar de ese modo el caudal del agua, la cual sirve de explicación del extraño sonido de los cerros cuando los bate el viento. Como le dice Salcedo al personaje-narrador: “Usted conoce la montaña de arena más grande del Pacifico, Cerro Blanco. Al pasar por sus bajíos ¿no la ha oído usted cantar al mediodía?” (Arguedas, 1983, pág. 182).

De manera que la sirena, la corvina encantada y la vieja forman parte de la misma forma, por llamarla de algún modo, “mágico-mítica” de explicar, comprender e interpretar el mundo que los rodea, que son con las que el narrador se confronta y aprende al recordarlo.

Plaza de Armas y Templo de Nasca hacia 1911
Imagen 19. Plaza de Armas y Templo de Nasca hacia 1911
(Fotografía de la colección de J. Lancho). http://fiestasdenasca.blogspot.com

Plaza de Armas y Templo de Nasca en 1939
Imagen 20. Plaza de Armas y Templo de Nasca en 1939
(Fotografía del libro Cronista de Nasca). http://fiestasdenasca.blogspot.com

Pero estas explicaciones se pueden llevar aún más lejos. Resulta que, en Puno, en el lago Titicaca, existe una corvina dorada llamada Khori Chalwa, lo cual sirve para mostrar una vez más las complejas relaciones entre la sierra y la costa, de acuerdo con el discurso de Salcedo. Por lo mismo allí existe el mito del Khori Chalwa (literalmente, Pez de Oro). Según cuenta la leyenda, en el paraje Titit–Laca, en castellano Boca del Puma, existe una Isla que fue un Santuario Inca de Ofrendas: la Isla Yacanani. Allí se encuentra petrificada la salida

del primer Inca Manco Capac, quien sale de las profundidades del Lago Sagrado cargando sobre sus espaldas un pez con cabeza de puma. Este es llevado por él hasta el lugar donde nace el Sol, por encima de las cumbres de la Cordillera Real de los Andes. Allí el hijo del Sol ofrenda a su padre al Khori Challwa. Este mito finaliza con el anuncio de su reencarnación en un pez vivo real, dorado, de gran belleza y tamaño, que será el mensajero para iniciar el nuevo ciclo de progreso, riqueza y esplendor para los pueblos del Collasuyo. Si bien, de acuerdo con Salcedo, aquí referiría al Chinchasuyo.

Augusto Bernardino Leguía Salcedo. El oncenio de Leguía (1919 - 1930)
Imagen 21. Augusto Bernardino Leguía Salcedo. El oncenio de Leguía (1919 - 1930). https://es.wikipedia.org

De manera que, si bien este fue derrotado en la pelea, y de acuerdo con el narrador nunca regresará, su legado de sabio, de intelectual regional, seguirá vivo y porducirá frutos, tal como aconteció con Mariátegui. Mas con ello también se observa la profunda relación que este mito mantiene con el de Inkarrí, el cual no sólo nos permiten entender la concepción del tiempo en la historia andina, sino que se convierte este en un nuevo Pachacuti o Pachacutec, es decir, en un personaje asociado a cambios trascendentales en el mundo, en ese caso el costeño, el cual produce una nueva era, tal como aconteció en Perú en los años veinte, al establecerse otro tipo de relaciones entre sierra y costa.

Mas existe otra leyenda digna de ser comentada, que también se articula con lo que se expresa en el relato. Esta refiere que existía un noble quechua llamado Cachi, quien encontró el amor en estas cálidas tierras, pero existía una poderosa adivina que no aceptaba el noviazgo. Los afanes de este por conquistar a la bella Chiji exasperaron a la madre. Molesta e irritada, ella los convierte en un gallinazo (zopilote) de cabeza roja y los condena a volar para siempre, amenazándolos que, si dejan de hacerlo, se convertirían en un médano. Pasan los días y el cansancio se hace insoportable. El noble inca no resiste la fatiga y se detiene cerca de laguna de Orovilca, convirtiéndose en un cerro de arena. Su joven amada, que seguía el vuelo, no soporta el dolor y se arroja a las aguas. La tragedia es presenciada por un curandero, quien, conmovido por el sacrificio de los amantes, se apiada de ellos y los convirtió en patos silvestres. Con el paso del tiempo, el lugar fue bautizado como Cachiche, en honor a la pareja.

Al respecto, cabe recordar lo que dice Salcedo al personaje-narrador cuando están en Orovilca: “A veces sospecho que un can mítico vive en mí. El espíritu del río cuyo cauce arde diez meses y brama dos con agua terrosa. ¡Pero estos patos de Orovilca, que tiene la cresta roja y nadan con tanta armonía, felizmente existen!” (Arguedas, 1983, págs. 178-179).

De manera que Salcedo es un personaje que remite a hechos históricos y míticos de manera simultánea o yuxtapuesta, del mismo modo que lo hace el personaje-narrador, o el narrador propiamente dicho. Si bien, en el caso del primero, le sirve además de explicación de sus propios actos. Tal el caso de su relación con Hortensia Mazzoni o del desafío que establece finalmente con Wilster. Como dice él: “Somos como la superficie de la corvina de oro amigo. ¡Qué proa para cortar el aire, la arena, el agua densa! ¡Nada más! ¡Nada más!” (pág. 182), a lo que comenta el narrador: “Sus ojos tenían una expresión acerada, una especie de decisión para cortar, como un diamante, las flores y los astros que empezaban a aparecer / ‘Lo matará. ¡Matará a Wilster! —pensé” (ibíd.).

Ahora bien, por lo que se refiere a Hortensia Mazzoni, se puede hacer un tipo de asociación un tanto distinta. Si se observa, su nombre también pareciera provenir de la desfiguración del nombre de Manzoni, creador de la importante novela: I promesi sposi (Los novios), a través de cual también se pueden establecer algunas complementariedades, dadas las relaciones intertextuales que parecieran mantener ambos textos entre sí. Algo similar ocurre entre Los ríos profundos y En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, o entre Todas las sangres y Los hermanos Karamázov de Dostoievski.

Auxiliares de la Comisión Jurídica del Plebiscito sobre Tacna y Arica, 1926
Imagen 22. Auxiliares de la Comisión Jurídica del Plebiscito sobre Tacna y Arica, 1926. (Fototeca municipal de Tacna). www.connuestroperu.com

Podemos suponer, pues, por ahora, que la relación de Orovilca con Salcedo podría explicarse por lo que menciona en su artículo Ortiz Rescaniere, y de lo cual, con lo anterior, intentamos ir un poco más allá: Y

Las pequeñas lagunas de la sierra y de la costa suelen “tener un encanto”. Se dice que su dueña es una anciana, o un toro, o bien, una pareja de vacunos, también puede ser una sirena. La madre del lago, puede seducir a un muchacho y tragárselo. El cuento de Arguedas ilustra esa creencia: Orovilca es la laguna encantada de Ica, su dueño es la corvina de oro y su dama, Hortensia Mazzoni (2001, pág. 433).

 

Como fuese, con lo dicho nos hemos ubicado a una distancia considerables el texto y hemos buscado relaciones “desde el exterior” entre este y los mitos, leyendas y otro elementos “mágico-míticos”, así como con algunos otros propiamente históricos, los cuales parecieran responder, sea a lo que ahí acontece, sea lo que habla el narrador o los personajes, sea.

Mas hemos hecho esto, no sólo con el fin de dar cuenta de la complejidad y la dificultades inmensas para acercarse al relato del narrador, es decir, a la manera como este expresa, representa y configura su texto dirigiéndose y tomando en cuenta a su posible, su oyente, al relatárselo, como tampoco para evidenciar la posición y perspectiva profundamente bicultural, por tanto, heterogénea y transculturada, tanto del aquel, como de algunos de lo personajes, particularmente del Salcedo y del narrador-personaje, sino principalmente para mostrar las limitantes de este tipo de lecturas, tan llamativas e interesantes, y tan comúnmente utilizadas por muchos lectores de obras de Arguedas, las cuales se multiplican de forma alarmante en su última novela: El zorro de arriba y el zorro de abajo.

William Lassiter. Mayor General del Ejército de los Estados Unidos, Presidente de la Comisión Plebiscitaria de Tacna y Arica
Imagen 23. William Lassiter. Mayor General del Ejército de los Estados Unidos, Presidente de la Comisión Plebiscitaria de Tacna y Arica. https://cavb.blogspot.com

Al respecto cabría preguntarse: ¿que nos permite asegurar que las relaciones que hemos hechos, nacen del propio relato del narrador, del propio texto, o somos nosotros quienes, desde del “exterior” del texto, las hemos supuesto? Y de ser el caso, ¿cómo demostrarlo? Mas, de no ser así, ¿qué podemos hacer para evitar, hasta donde esto sea posible, que esto suceda, si es que existe alguna forma de hacerlo? Y pareciera que la única forma posible de intentarlo es acercándonos al texto lo más posible y tratar de oír lo que se dice (se expresa), de ver lo que con ello se manifiesta (se representa), cómo esto se organiza como producto de la totalidad del relato (configuración) para que aquello tenga lugar al vehicularse y movilizarse, y desde dónde se está diciendo (posición y perspectiva), en función del interlocutor al que el narrador se dirige y al que está tomando en cuenta para hacerlo (el otro, el Gran Otro), el cual determina, en buen a medida, la forma de irlo haciendo. Dicho de otra manera: qué dice, cómo lo dice, para qué lo dice, a quién se lo dice, y desde dónde se lo dice, a sabiendas que la propia configuración del texto dependerá de todo esto, por tratarse de un “sistema” textual cerrado, lo cual, además pone ciertos “limites” a lo que se dice, puesto que todo lo anterior tiene que estar relacionado entre sí dentro del mismo, en el entendido que se trata de un relato dinámico (carácter diacrónico), el cual va relacionando, simbólica y metafóricamente, elementos entre sí (carácter sincrónico), si bien, dada la complejidad del texto, esto se puede leer desde muchos niveles y planos, lo que “disemina” y “amplifica” las diversas “soluciones artísticas” de movilizarlo y vehicularlo. Más aún, al tratarse de un relato (cuando menos) bicultural, puesto que cada cultura se puede diversificar, las relaciones dialógico-cronotópicas se pueden manifestar y evidenciar “dentro” de cada cultura, pero con muchas dificultades entre ellas, razón por la cual el texto se vuelve profundamente heterogéneo y se va manifestado de forma entreveradamente transculturada.

Augusto Bernardino Leguía Salcedo
Imagen 24. Augusto Bernardino Leguía Salcedo.
Time XVI(10), 09-08-1930. https://es.wikipedia.org

Evidentemente, estamos todavía muy lejos de entender la compleja articulación de lo que acontece en este relato. Sin embargo, hemos tratado dar mostrar que en los textos de Arguedas siempre se establece, por parte del narrador una posición básicamente quechua, si bien esta se manifieste desde una doble perspectiva, digamos, explicativa e interpretativa, la cual se articula de manera complementaria y yuxtapuesta: la propiamente histórica u “occidental”, y la que nosotros denominamos, quizá equivocadamente, “mágico-mítica”. De manera que mientras más nos acerquemos a comprender esta posición y perspectiva “dialógico”-bicultural, más lograremos entender la “solución artística” encontrada por él para expresarlo, representarlo y comunicarlo.

Para terminar, sólo quisiera mencionar que el análisis anteriormente expuesto, con las limitaciones del caso, está basado en lo que he denominado “proceso de aproximaciones sucesivas-acumulativas”. Este consiste, dicho brevemente, en ir recortando el texto en diversos niveles e ir observando de qué manera van articulando entre sí, hasta poder dar cuenta mínimamente de la “solución artística” del narrador, en función de la de la poética del texto dado, es decir de la propuesta estético-arquitectónica del autor. Esta propuesta me ha permitido, no sólo dialogar de manera particular con la crítica, puesto que no se trata de ver qué dicen y cómo, sino desde dónde lo hacen y de qué forma, sino también dar cuenta, tanto de una forma novedosa de acercarse a los textos narrativos, ya que, de este modo, el texto deja de ser un objeto, para convertirse en un sujeto, que es quien determina, tanto los niveles a trabajar, como la forma de hacerlo.

Así este “método” podría quedar definido de la siguiente manera: tiene como finalidad realizar algunos acercamientos a la postura desde la que el Autor (implicado), a partir de la posible respuesta del oyente-lector (también implicado), articula las instancias del proceso narrativo (Poética) para permitir al Narrador encontrar una posición y una perspectiva autocentrada —de acuerdo con su espacio de “experiencias de experiencias” y su “horizonte de expectativas” de su “Presente histórico”: en este caso, la “Pacha vivencia andina”—, que le permita dar una “solución artística” al proceso de expresión y representación dialógico-cronotópica heterogéneo-transculturada de los movimientos de tiempos y espacios de la heterogeneidad sociocultural y la transculturación narrativa de la sierra sur andina del Perú de la primera mitad del siglo XX. Y esto en función de la posible relación que establece con otros textos, orales o escritos, literarios o no-literarios, nacionales o internacionales, sea que formen parte de sus tradiciones narrativas —los cuales moviliza y vehicula en sus textos—, sea que formen parte de las tradiciones contraculturales (cognitivas, éticas y estéticas) con las que se enfrenta y se confronta.

De manera que lo anteriormente presentado no es más que una pequeña muestra de lo que con ello se puede obtener. El tiempo será el encargado de mostrar su mayor o menor pertinencia.

 

Referencias bibliográficas:

  • Arguedas, J. M. (1983). Orovilca [1954]. En Obras completas, vol. 1 (págs. 173-187). Lima: Horizonte.
  • Llanque Chana, D. (2003). Pacha vivencia andina: diálogo y celebración cósmica. Volveré [en línea], 2(7). Obtenido de http://www.iecta.cl/revistas/volvere_7/articulos.htm
  • Ortiz Rescaniere, A. (2001). La aldea como parábola del mundo. Anthropológica(19), 425-434. Obtenido de http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/anthropologica/article/view/1132/1094

 

Cómo citar este artículo:

SOLÉ ZAPATERO, Francisco Xavier, (2020) “Algunos problemas de la “solución artística” y poética de “Orovilca”, de José María Arguedas”, Pacarina del Sur [En línea], año 11, núm. 42, enero-marzo, 2020. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1840&catid=4