El bolivarianismo de José Martí.
Un hito en la construcción del pensamiento revolucionario latinoamericano

Exploraremos el lugar que ocupa Bolívar en el imaginario político de José Martí, así como las huellas dejadas en la construcción del discurso político ideológico del fundador del Partido Revolucionario Cubano. Valorizaremos el vínculo entre estas dos personalidades, importantes para la historia no sólo de Cuba y Venezuela.

Palabras clave: Bolívar, Martí, imaginario, personalidad, revolución

 

Simón Bolívar es una de las grandes personalidades de la historia de la humanidad sobre la cual mucho se ha escrito. No sería cosa de ponernos a exhibir estadísticas de quien se lleva la palma: si Jesús, si Carlos Marx, o cualquier otra grande personalidad, la que acumula más papel y tinta. Lo cierto es, que Bolívar levanta una montaña de textos de los más variados tamaños y de las más contrastadas opiniones. Su figura ha sido examinada por todos los lados: intelectuales, políticos, militares, personales, hasta psicoanalíticos. Se cuentan destacados especialistas en la materia. Muchos de ellos han dejado contribuciones notables, aportando datos, desbaratando errores, completando pasajes, explicando conductas y acontecimientos, alabando y denostando. Hay de todo en ese viñedo. No todo lo que se ha escrito sobre él han sido alabanzas ni tampoco denuestos, también han tenido lugar variados esfuerzos por darle rigor biográfico y contexto histórico.


Fuente: www.venezuelatuya.com
Buena parte de mi interés en su personalidad histórica obedece a la conocida admiración que le prodigó José Martí, a quien no pocos autores, le atribuyen el carácter de albacea ideológico. Ello me ha llevado a examinar ese costado de la repercusión y de la incidencia transhistórica que hoy tanto se discute. A la par de las prácticas del culto consagrado desde el siglo XIX hasta los días de hoy. Culto diseccionado por diversos autores y que aquí sólo trataré tangencialmente.[2] De aquí que me haya abismado en nuevos acercamientos al debate intelectual sobre aquella vida meteórica. Lo suficiente para abordar una vez más en dónde queda hoy el bolivarianismo de Martí.

La razón de esta persistencia radica en la observación paralela a la crítica del culto bolivariano, de un fenómeno ideológico cotidiano contemporáneo: la imbricación, en la confrontación polémica, de la valoración de ambas figuras y los lazos que las unen o los parámetros que las diferencian. Se trata de revalorar el vínculo entre las dos personalidades históricas más importantes de la historia de Cuba y Venezuela. Héroes nacionales de acentuada trascendencia en el imaginario colectivo a partir de ciertos hechos,  los procesos históricos de cambio en ambas repúblicas que tomaron como fuente ideológica a uno y al otro. La asunción de sus personalidades como inspiración y orientación revolucionaria, al margen o paralelamente del culto a Bolívar en la actualidad venezolana, ha desatado todo género de formulaciones encontradas. Formulaciones también necesitadas de un abordaje crítico.

 

Consideraciones teóricas y metodológicas

Estar lejos de la arena donde la discusión sobre Simón Bolívar adquiere sus más incandescentes formulaciones tiene una desventaja… y también una ventaja. Ambas de grandes proporciones. La desventaja es la de no estar enterado de todas las entrañas, matices, protagonistas y contextos de los alegatos. El no disponer de cuanta fuente sea necesaria para compulsar críticamente los dichos y contradichos. La ventaja es la de la distancia. La distancia geográfica es también una distancia del fragor, la sana distancia de las pasiones que alimentan el ardor discursivo. Es la saludable distancia de los posicionamientos partidarios e ideologizados a su máxima expresión.

Las elucubraciones ideológicas, los malabarismos literarios, las ironizaciones interesadas, las interpretaciones peregrinas, el uso de lo mismo que se critica, pueden resbalar con dificultades si formara parte de los bandos en pugna intelectual. En una y otra orilla encontramos notables y grotescas consideraciones simultáneamente.  El ciego apasionamiento político conduce  a ver más y a ver menos.

El rescate original de la personalidad de Simón Bolívar como sujeto histórico está enmarcado en dos vertientes paralelas. Por un lado, la necesaria construcción de una memoria histórica de pueblos nuevos que no la poseían o que les era sobremontada una noción de pasado incongruente con su flamante dinámica. Naturalmente, esa historia propia debía partir por fuerza del momento en que cobraba estricta articulación de autoconciencia y se sacudía la carga impuesta unilateralmente. Por lo tanto la ruptura ocupó un sitio especial y el movimiento que la produjo, los hombres que la justificaron y condujeron obtuvieron lugar destacado.[3] Por supuesto, eso no fue empresa fácil y compartida por todo el “pueblo nuevo” que había realizado la emancipación anticolonial. La vieja oligarquía colonial, realista o independentista, se aferró a los viejos valores de su prosapia eurocristiana. No sentían que su historia nació cuando los grupos subalternos dieron sangre y vidas para llevar a cabo el proyecto encabezado por los blancos poseedores. De modo, que la construcción de la nueva historia pasó por más desconocimientos que reconocimientos. No fue solo una respuesta al desafío intelectual del adversario en agonía, también la búsqueda de legitimación de clase, ideología y raza, y de hegemonía territorial y de lugar respetable en el orden internacional. Por supuesto esa naciente historiografía pasó por las vicisitudes propias de una intelectualidad sin mucha preparación profesional – pero con muy buen escribir – carente de archivos y de bibliografías como hoy día podemos disponer. Eso sí, acompañadas para bien o para mal de un aporte oral en el cual se mezclaban lo chismes y las antipatías de clase, ideología y raza, con las conveniencias políticas y personales del momento.

El otro punto, que a veces roza con el anterior, es el de la lucha política post independentista. Cada grupo – conservadores y liberales – trataron de acercar a su ideología al ya difunto Bolívar. Tomaron diversos momentos de sus actuaciones con tal sesgo que descoyuntaron al Libertador para cocinar cada quien su sardina.


Fuente: www.jose-marti.org
Elemento de no poca importancia es el del simbolismo que adquieren ciertas personalidades. La exaltación del heroísmo, el nacimiento de los héroes, los elementos que permiten consagrarlos como tales, su significación social, cultural, política, moral, pedagógica, no es exclusiva de una cultura. Esas construcciones simbólicas tienen una larga data en los patrones de la cultura euromediterránea. Forman partes importantes en la construcción de las identidades propias. Unos como Gandhi pueden emblematizar la resistencia pacífica.[4] Otro como Jesús – desde luego hay varios – el amor al prójimo.[5] El  mito principal sobre George Washington fue el de su honestidad.[6] Y si tomamos a Emiliano Zapata, la lucha por la tierra.[7] Para mí, Simón Bolívar, entre los múltiples significados que envuelven su personalidad histórica, el más relevante es el de la emergencia nacionalista de los flamantes pueblos nuevos de la América española. Desde tal punto de vista, el lugar asignado a su personalidad, desde los instantes en que se empieza a definir un imaginario que fortalezca la identidad en construcción llevará el sello del gran impulsor de este proceso. El culto cívico que va edificándose,[8] con todas las insuficiencias y torpezas que pueden aflorar en un constructo levantado a partir de una visión, de clase, raza y patrones de cultura dominantes, es una urgencia por los reacomodos que se están produciendo, como un nuevo orden mundial post crisis colonial. Por lo tanto no pueden faltar los ingredientes sucedáneos a la licitud de la ruptura y el derecho a la autodeterminación. Lo cual no excluye la asignación legitimadora interna que han destacado enfáticamente la mayoría de los analistas de este fenómeno cultural.[9]

Un punto para mí muy importante y que se suele  obliterar en el análisis crítico del culto a los héroes y muy en particular en el peculiar culto a Bolívar, es el rendir honores. Honrar la memoria es un ejercicio cívico, es un ejercicio moral. Homenajear es un acto de reconocimiento, es tomar conciencia pública de una distinción en el acontecer histórico social, cultural, humanístico. Cuando se hace honores a un hombre público no se absuelve de los errores y torpezas propias de cualquier ser humano, sino se destaca lo que hizo para sobreponerse a su naturaleza y realizar acciones de necesidad histórica y de beneficio público. Las herramientas con las cuales se haga son de menor importancia que el gesto deferente que se exhibe. Los gestos pueden variar de la sobriedad a la hiperdulía, según el sentir y la cultura con la cual suelen expresarse distintamente las sociedades en sus diferentes patrones culturales.

Lo cierto, y de lo cual partimos en estas reflexiones es, que Simón Bolívar, ha sido objeto de una batería demoledora de su reputación personal. La andanada ha ido desde la cólera desenfrenada de José Domingo Díaz hasta los días de hoy, pasando por el bilioso producto que fabricara Salvador de Madariaga. Larga cuenta, destinada a tejer y alimentar la leyenda negra de Simón Bolívar, pues la polémica en torno a la personalidad histórica comenzó antes de su fallecimiento en 1830, aunque fue este el momento culminante de un discurso cuestionador, anatematizador, desaforado, que fue emprendido contra él desde el instante en que encarnó política y militarmente la voluntad independentista de una cierta parte del pueblo venezolano (aquí tenemos bien presente la noción restringida que se empleaba para designar al pueblo). A partir del momento en que pasa a ser la expresión más visible de la ruptura definitiva con España y emprende acciones enérgicas a favor de ese propósito resistido por otra parte de ese pueblo en colusión con las fuerzas realistas, la figura de Bolívar se focaliza como el blanco preferente de la satanización del proyecto independentista y de las acciones para transformar el viejo régimen dependiente.

Desde esos momentos candentes no cesó la lluvia de consideraciones depresivas de su personalidad y del proyecto que fue encabezando con cada vez más simbolismo.  Proyecto expresado y encaminado con pocas claridades y amplitudes en diversos aspectos, lo cual generó no sólo tensiones contra los adversarios, también entre partidarios con miras y modos diversos de encarar la empresa liberadora. Tensiones que generaron roces, fricciones, disensos, que también se plasmaron en discurso polémico.

Como todos los grandes hombres de la historia con capacidad trascendente de sus actos e ideas, la personalidad de Bolívar está y estará siempre en tela de juicio. Ha tenido por igual apologistas y detractores. No podía ser diferente con respecto a un liderazgo emergente en condiciones de una intrincada complejidad. Un personaje que emerge y actúa en un entorno social de fuertes implicaciones de origen, clase, etnia y raza. También de religión.[10].

Una y otra fuente de apreciaciones, juicios e interpretaciones se han entrelazado en el curso de la historia posterior para ofrecer un conjunto de valoraciones discutibles en el estudio e interpretación de la biografía del Libertador. Un pequeño grupo de estudiosos se ha visto acorralado entre los apologistas rescatadores y exaltadores apasionados de cuanto encuentran de positivo de Bolívar y los ciegos  y virulentos detractores del perfil revolucionario de antaño y hogaño.

En tiempos recientes la actividad polémica no ha decrecido, más bien se ha multiplicado, con la notable diferencia de que los ataques a su figura como ente humano, o a su personalidad política, como ente histórico, se han hecho más complejos.[11] . Los esquemas mentales y espirituales son tan difíciles de soslayar como el polivalente repertorio lingüístico.  A veces sutiles y otras descarnados, buscando apoyaturas supuestamente rigurosas o mediante una trama de elucubraciones  que distan mucho del rigor académico. No todas muestran la evidencia de las contaminaciones ideológicas de la lucha de ideas actual.

Aun no se concuerda  una pauta más adecuada y decente, la pauta metodológica de estudiarlo en sus contradicciones.[12] Puede parecer una verdad de Perogrullo, porque todos los seres pensantes sufrimos de contradicciones a lo largo de nuestra vida intelectual. Los humanos estamos hechos a esas tensiones entre los apetitos  e instintos y las normas de convivencia y confrontaciones sociales y morales. A mi ver, el caso de Bolívar – como el de otros grandes hombres empeñados en acciones políticas de relevante envergadura – las contradicciones no siempre están implícitas en el pensamiento del individuo como en la realidad tortuosa y móvil que le tocó interpretar a cada momento para intentar acciones en la dirección del triunfo independentista revolucionario proyectado desde sus perspectivas de origen, clase y raza.

 

Punto de partida.

Como dijimos unos párrafos adelante la leyenda negra sobre Bolívar viene desde lejos. Nació en el fragor de la guerra, como nos revela la reciente edición de textos seleccionados y anotados por Tomás Straka, de uno de sus más tempranos, acérrimo y virulento detractor: José Domingo Díaz.[13] El médico y publicista Díaz, quien fuera autor posteriormente del libro Recuerdos de la rebelión de Caracas, publicado en España en 1829, le cupo la suerte de ser director de la Gaceta de Caracas[14] Esta publicación caraqueña a partir de 1810, fue vocero de los realistas y de los patriotas, según quienes controlaran la ciudad. Díaz aprovechó sus turnos para execrar al movimiento de separación. En cuanto descolló la lideratura de Bolívar arreciaron los ataques contra él. No sólo contra su persona, también contra sus ideas y proyecto. Y si viene a cuento el catálogo de diatribas blandido en la pasión del conflicto por la independencia, es porque luego y ahora, algunos denostadores, descalificadores o erosionadores interesados de la trascendencia contemporánea de Bolívar hacen uso abierto o disimulado del repertorio acuñado por Díaz. Su anecdotario no constituye artículos de fe. Hay pasajes en su obra mayor en que su ego protagónico y testimonios resultan sospechosos de veracidad. Fue un raro espécimen de la época colonial y del momento crítico en que la aristocracia criolla, intentó equiparar su poder económico con un ejercicio más autónomo del poder político. Díaz era expósito, mulato, (aunque algunos lo hacen caucásico de ojos azules) educado por dos curas que le dieron apellido, ilustrado, titulado de medicina. Llegó a ser amanuense del general Pablo Morillo. Desde esas posiciones atacó con extrema dureza a los independentistas. Encontró su principal – aunque no único – blanco en la audaz y arrolladora jefatura de Simón Bolívar.  Defendió regocijadamente la reacción funesta de José Tomás Boves. Hay que leerse su obra. Y ver entrelíneas.

En la que parece una de las primeras embestidas, recopiladas por Straka, de abril de 1815[15] Díaz agravia  a Bolívar  como el Inhumano, Bárbaro. Monstruo abominable. Indigno.  Género humano degradado y envilecido por sus crímenes. Libertadorzuelo. Lo acusa de doblez ante las masas,  de perturbador, de hacer lo opuesto a lo predicado, para concluir lapidariamente con una tremenda expresión: la democracia en los labios, y la aristocracia en el corazón. (Cursivas de Díaz) El libelista pasó revista a la experiencia – vivida directamente – de la élite criolla desde el 19 de abril de 1810 hasta la caída de la república ante la ofensiva de Monteverde. Hizo hincapié en las torpezas cometidas, atribuyéndolas a Bolívar. Malabarismos retóricos de intención contrarrevolucionaria. Otros ejemplos de esas descargas de odio trae la Gaceta de la semana siguiente y de otras que le sucedieron. Este párrafo es elocuente de tan ciegos sentimientos: “Si han visto ya el inhumano, cobarde, cruel, insensato, pueril, orgulloso, pérfido e ignorante, es necesario que acaben de conocerle, así para que se deteste su memoria, como para que se aprecie más el bien que se posee”.[16]

El paralelismo empleado fue muy simple, de un lado las ideas de la ilustración y de la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad, democracia y del otro la Providencia divina y la sesgada apología del antiguo régimen y de Fernando VII, “un don de los Cielos”.[17] Asentaba la doble intención empleada también en nuestros tiempos, la diatriba alcanza dos propósitos: descalificar a un líder y socavar una causa.[18] Esa relación se ha de mantener subyacente, cuando se aborde la comunidad entre el héroe y su pueblo. Sin embargo, se adivina en la controversia de Díaz la ira extrema, rabiosa, que se vuelve contraproducente cuando los receptores advierten en ella la manera en que el terrible “pecado capital” descontrola la objetividad, hasta llevarlo al borde de la furia asesina. Esa patología del improperio fue creciendo en agresividad. En proporción al convencimiento de la derrota. La más violenta y resentida de las diatribas es plasmada desde Puerto Rico, ya consumada la derrota de España y la estampida de los sostenedores del realismo. En el año de 1827 – año en el cual Bolívar regresa a Caracas y permanece entre enero y julio atajando situaciones conflictivas y diseñando una posible expedición a Cuba - en la imprenta del gobierno colonial Díaz saca el escrito, “Un déspota insolente dispone de vuestras propiedades: ese es el ambicioso Simón Bolívar que osa para oprobio vuestro llamarse libertador”.[19] En la postrera arremetida – a la par con un intento de mitificación de un pasado idílico[20] - levanta un nuevo inventario de improperios: Ambicioso, Cobarde, Inepto. Incapaz, Pérfido, Presumido, Feroz. Al no poder vencerlo en el campo de batalla, intentaron el campo de la palabra. Lo nuevo en su intoxicada requisitoria radica en que ahora intenta meter cizaña entre los propios partidarios de la independencia. Cada una de las declinaciones de su iracunda adjetivación tiene un propósito divisionista. A diferencia de tantos otros enemigos de Bolívar, que tuvo muchos como cualquier político revolucionario puede suscitarlos, el tono injurioso termina por revelarse como algo muy personal. Impregnado de un odio sin medida. Un odio al que le faltaron más calificativos para desaguar totalmente el más arrasador de los resentimientos. Es el odio rabioso de la impotencia y de la orfandad de la argumentación. Posiblemente nacido de traumas íntimos y provocados desde la infancia por algún agravio específico que desatara un desorden sentimental descomunal.  Pienso que en Díaz influyeron patrones conductuales típicos de la desproporcionalidad con que en aquellos tiempos se castigaba el delito de rebeldía. Los métodos bárbaros de la colonia llevaron casi siempre a la sanción brutal, ejemplarizadora. Puede que esos linchamientos morales persiguieran el mismo fin aterrorizador. Las contrarrevoluciones han sido pródigas en una y otra forma de reacción. Este fue un principio de la estigmatización que se engrosaría con el tiempo y las incidencias de la lucha. Complejidades que se multiplicarían cuando la acción del Libertador traspasa fronteras y conmueve sociedades con sensibles diferencias  a la venezolana.  En Nueva Granada, Quito, Perú, irá confrontado situaciones a las que no siempre supo encarar con igual habilidad y acierto. Otros personajes, incluso salidos de las filas patrióticas, o que aparentaban patriotismo, reaccionarán con recelos y odios.[21]

 

La defensa del maestro

Para fines de los años veinte la campaña anti Bolívar se había galvanizado de tal modo que su maestro Simón Rodríguez se sintió impelido a salir en su defensa. La redacción y circulación de un libro manuscrito enfocado a contrarrestar la campaña difamatoria se produjo en el año 1828. Rodríguez se encontraba en Oruro, cuando la campaña antibolivariana en el Perú alcanzaba el apogeo. Eran los días en que abandonó por fuerza mayor su proyecto educacional en Bolivia.[22] En Oruro, donde empezó a redactar sus ideas acerca del tipo de educación e instrucción pública que necesita la América post independiente, tomó tamaño de  la campaña contra su discípulo: “Al llegar a Oruro, veo el mal estado de los negocios públicos en el Perú; el señor Bidaurre (SIC) insultando a usted – a Bolívar – en los Diarios, y persiguiendo a cuantos le son adictos”.[23]

Las especies que circulaban contra el Libertador están enumeradas en la obra de Rodríguez, verdadero alegato defensivo en donde le ingenio y la satirización marchan de mano sutil. Sin embargo, la “defensa de Bolívar” va más allá. Parece resumir cuanto hasta ese momento se había invocado contra el Libertador. Desde los días en que José Domingo Díaz soltaba toda su iracundia hasta los más recientes escarceos denigratorios nacidos del fragor de la lucha revolucionaria. Ciertamente, no había estado junto a Bolívar en esos tiempos de vicisitudes y refriegas, de tanteos y resbalones, de aciertos y torpezas, pero lo conocía lo suficientemente bien para deshacer los aspectos calumniosos que se le endilgaban alegremente como parte de la obra contradictoria a su propuesta libertadora.

Ello explica que comenzase su argumentación por aquellas cuestiones básicas: significación de las grandes personalidades en las decisiones importantes que desatan los nudos históricos; la ingratitud probable de los hombres; el carácter del individuo que ha encarnado una voluntad transformadora incansable.

A pesar del método didáctico que emplea Rodríguez no es fácil resumir las ideas empleadas, de tan trabada que está la argumentación. A mí me ha parecido esclarecedor partir de una aseveración significativa: “Bolívar no vio, en la dependencia de la España, oprobio ni vergüenza, como veía el vulgo; sino un obstáculo á los progresos de la sociedad en su país”.[24] Retengo dos conceptos trascendentes: dependencia y progreso. Lo político y lo social que invocan la ruptura política – in-dependencia – y la transformación de la estructura colonial hacia un paradigma de adelantos. Si la dependencia como subordinación a “otro” es el blanco a corregir, la modernización en los términos de la revolución industrial que lleva adelante el sistema capitalista en expansión es el  modelo inspirador en función utópica. Las condiciones intelectuales y morales de Bolívar han sido en su opinión las óptimas para intentar el llevar a cabo esos propósitos:

“Hombre perspicaz y sensible… por consiguiente delicado. Intrépido y prudente a propósito… contraste que arguye juicio.- Jeneroso al exceso, magnánimo, recto, dócil a la la razón… propiedades para grandes miras.- Injenioso, activo, infatigable … por tanto, capaz de grandes empresas. Esto es lo que importa decir de un hombre, a todas luces distinguido, y … lo solo que llegará de él a la posteridad”. [25]

Pone en primer plano lo que deben ser las cualidades imprescindibles para comprender las razones de su liderazgo admirado e indiscutido por unos, maldecido y vilipendiados por los opositores.  Nunca se había visto hasta entonces en la América un caso de esta naturaleza. Rodríguez pone a un lado los demás elementos de la biografía en que tanto se han distraído muchos admiradores y detractores:

“Anécdotas, presajios, agudezas de la infancia …, travesuras amores, apoftegmas de la juventud … debilitan la impresión del personaje en el cuadro de una vida ilustre.(SIC) El día y la hora de su nacimiento son de pura curiosidad – Los bienhechores de la humanidad, no nacen cuando empiezan a ver la luz; sino cuando empiezan a alumbrar ellos.”

Rodríguez dejaba a los enemigos de Bolívar la tarea de un tratado completo de sus defectos considerablemente aumentados, en tanto él se dedicó a establecer los caracteres de la conducta moral y social de su discípulo y amigo. Y resulta sorprendente que sus evaluaciones no fueran consideradas convenientemente por tantos hagiógrafos en casi dos siglos de hilvanar datos:

“El Jeneral Bolívar es de esta especie de hombres – más quiere pensar que leer, porque en sus sentidos tiene autores – lee para criticar, y no cita sino lo que la razón aprueba – tiene ideas adquiridas y es capaz de combinarlas … por consiguiente puede formar planes: por gusto se aplica a este trabajo – tiene ideas propias … luego sus planes pueden ser orijinales: en su conducta se observan unas diferencias que, en general, se estudian poco … Imitar y ADOPTAR adaptar y CREAR.(SIC)[26]

De manera que su pensamiento no sólo ha abandonado toda noción escolástica y no reconoce más autoridad que su propio razonamiento, también es plenamente responsable del mal que pueda hacer, de las injusticias que pueda plasmar en el desempeño de sus planes y creaciones. De lo cual se exige penetrar en sus decisiones y acciones con discernimiento. Desarrollo bien visible de su capacidad adaptadora y creadora en el discurso de Angostura en el cual criticó el copismo.

Rodríguez exige fundamentación de los juicios que se hagan acerca de sus obras y sus dichos y no rehuye la comparación que desde entonces se aplicaba a las personalidades de Washington, Napoleón y Bolívar.  Comparatística que llega hasta los días de Martí, aunque ya Rodríguez la descalificaba por impertinente. En primer lugar por lo desemejantes, no de las figuras, sino de las empresas históricas en que cada quien tuvo un papel destacado. Sin embargo, no dejó de redimensionar lo común: la necesidad de aplicar energías centralizadas en el objetivo prioritario perseguido. Energías que aplicaron lo mismo Washington, que Wellington, Pedro el Grande, la Revolución francesa  y Napoleón – hasta los Papas - sin dar lugar a las acusaciones de tiranía que se le endilgan a Bolívar.

Con la misma habilidad y contundencia rebate otra de las invectivas de José Domingo Díaz: “Que la Popularidad y el Liberalismo del Libertador son APARENTES”. La contraposición inventariada entre afectaciones protocolares de grandeza inabordable y franqueamientos populacheros de campechanía conducen a la prudente adopción de Bolívar de un prudente posicionamiento de DIGNIDAD.

 

El contrapunteo: dichos y contradichos

Si he vuelto a destacar este contrapunto entre detractores y defensores es porque pone de relieve un costado de la construcción del culto a Bolívar. Los arranques reactivos. El sentimiento normal de disenso con una manifestación injusta. Proveniente de enemigos mejor conocidos en todas sus implicaciones ideológicas, personales y morales que lo que hoy podemos percibir ingenuamente. Los ataques a Simón Bolívar no siempre provenían del campo enemigo, como es natural. La descalificación de los adversarios ha sido una práctica inmemorial. Y cuando esa actividad desinformativa proviene de la reacción derrotada adquiere los decibeles del vituperio desenfrenado,  la elocuencia se deshace en dicterios e invectivas sin escrúpulos. Sin embargo, hay otro afluente, que tiene también sus modos. La ofensiva de los que han sido los suyos, o que en algún momento lo aparentaron. Ellos han dejado sobradas huellas. El historiador dominicano Rodríguez Demorizi, cuando fue embajador de Trujillo en Bogotá hurgó en los papeles de Nueva Granada entre los años de 1810 y 1830 y recopiló un variado muestrario de manifestaciones contra Bolívar.[27] Literatura del odio, pródiga en falacias y denuestos.

En esta oportunidad quiero citar una de las que tuvo más trascendencia práctica. Me refiero a la composición rimada de uno de los jóvenes santanderistas que conspiraron contra Bolívar en el año de 1828: Luis Vargas Tejada. A su fértil pluma se deben estos versitos que incitaban al magnicidio:

“Si de Bolívar la letra con que empieza/y aquélla con la que acaba le quitamos, /«Oliva» de la paz símbolo, hallamos. /Esto quiere decir que la cabeza/al tirano y los pies cortar debemos/si es que una paz durable apetecemos”.

El antiguo palacio bogotano de San Carlos fue asaltado la noche del 25 de septiembre de 1828 por una treintena de conspiradores y soldados que llevaban intenciones de ejecutar a Bolívar en su residencia. En el plan magnicida estaban  implicados altos militares, empresarios y sacerdotes.[28] Mataron a la guardia presidencial, pero gracias a la ágil y valerosa intervención de Manuelita Sáenz, quien pudo persuadir a Bolívar de la inutilidad de enfrentarlos, éste logró eludir la trama asesina.

El pretexto de aquellos conjurados era el de eliminar a un tirano. Se decían defensores de la libertad. Y ciertamente, se cobijaban bajo la bandera del liberalismo. Sin embargo, la cuestión era mucho más compleja e iban más allá de esos justificantes. Intereses extranjeros asomaban en trasfondo. Desde luego, para aquellas fechas y circunstancias de postguerra independentista se estaban dibujando y adquiriendo fuerzas elementos de “regionalización” que antagonizaban con el proyecto compactador de Bolívar. La idea de formar un poder fuerte en la parte meridional del hemisferio era minada desde adentro y desde afuera. El Libertador no contó con más elementos para imponer su estrategia. Las medidas centralizadoras fueron advertidas como despóticas por los interesados en recomponer la élite dominante y reinsertarse en el mercado que le ofrecían ingleses y estadounidenses.

El 21 de enero de 1831 llegó a Maracaibo la noticia de su muerte. En la “Gaceta de Venezuela” N º 6 del 13 de febrero de 1831, se hace presente que dicha noticia fue recibida con regocijo (Carlos Edsel, “Cómo la mezquina prensa se refirió a la muerte del Libertador”, El Nacional, 1.2.81). Mientras muchos se regocijaban por la muerte del Libertador, los periódicos de Londres, Nueva York y de Santiago de Chile decían que Bolívar era una figura gloriosa.

Este anti-bolivarianismo, alentado siempre por los separatistas de la Gran Colombia, contrastaba con los despachos de los más importantes periódicos europeos y latinoamericanos. “Le Figaro” de París del 22 de marzo de 1831 señalaba que Bolívar ya tenía un monumento indestructible en el corazón de sus compatriotas y de todos los amigos de la libertad mientras “El Araucano” de Santiago de Chile del 16 de abril de 1831, junto con destacar los servicios gloriosos prestados por Bolívar a la independencia americana, publicaba el decreto del Gobierno que disponía duelo nacional por ocho días. Los funcionarios públicos chilenos vistieron de luto como “profundo dolor por tan triste pérdida”. (Fermín Luque, “La prensa ante la muerte de Bolívar”, El Nacional, 17.12.1983). Esa solidaria actitud del pueblo chileno no fue casual. En su correspondencia, Bolívar siempre había exaltado “la afinidad de principios que lo unía” al Libertador de Chile, Bernardo O`Higgins, Además, no se olvidaba el fraterno discurso que Bolívar pronunció en Lima en homenaje a Bernardo O’Higgins, el 7 de septiembre de 1823, en el agasajo que las autoridades peruanas ofrecían al desterrado Libertador de Chile, que con singular abnegación cívica había abdicado al mando supremo de su país el 28 de enero de 1823. Los restos del Libertador tuvieron que esperar doce años, en Santa Marta, para que se cumplieran sus deseos testamentarios, de que fuesen sepultados en la Caracas de su país natal, el 17 de diciembre de 1842, en la segunda Presidencia del general Páez. En 1842 la plaza principal de Caracas toma su nombre; en su centro se encuentra, desde el 7 de noviembre de 1874, la estatua ecuestre, réplica de la obra hecha, quince años antes, por el escultor italiano Adamo Tadolini para la Plaza del Congreso de Lima.

Un notable aporte para entender la recuperación de Bolívar en el hostil ámbito venezolano post independentista nos la ofrece Torrealba Lossi en un interesante ensayo que merece mucha atención.[29] En las más de diez vertientes en que analiza un conjunto de manifestaciones expuestas a lo largo de más de un siglo nos revela las dificultades de este proceso y las múltiples variables interpretativas que colisionaron en el tortuoso camino al conocimiento y honra del Libertador. Llegó a su ápice con la llamada Revolución de Abril.

No cabe la menor duda, que en los tiempos de predominio político de Antonio Guzmán Blanco, y así lo confirman exaltadores y críticos de su gobierno, tomó asiento la recuperación oficial de Bolívar y los modos y medios de oficiar el culto a su personalidad. En ello iban dos elementos extrañamente entrelazados. Si de una mano se le rescataba de subestimación y de mal argumentadas o maliciosas reconvenciones y descalificaciones, del otro lado daba fuego a la estima egolátrica del Ilustre Americano. Guzmán se ponía a la sombra de Bolívar para luego pasar a recibir la iluminación del sol. Ver las cosas de un solo lado es unilateralidad plena. No puede olvidarse por un momento que todo ello ocurre en medio de la lucha partidista, en el conflicto de intereses, en la confrontación ideológica, en lo íntimo de una lucha de clases, razas y patrones de cultura. Tan malicioso puede ser el culto fabricado desde el poder reinante, como el desconocimiento cuando dominaban otros poderes. La baba del oportunismo brilla en la retórica comparativa. Pero también, no dejo de ver la confrontación subyacente. Ciertamente, hay un regaño implícito a la mentalidad de la godarria.

La construcción de los héroes durante el siglo XIX, no fue, ni podía ser la de épocas y contextos históricos anteriores. No, obstante, la cultura heredada siempre influye en la elección de los materiales y en la forma de emplearlos en el constructo discursivo. Cada época tiene su necesidad de figuras arquetípicas. Veamos lo que nos ofrece esta época de predominio mercantil: desde los efímeros héroes deportivos, faranduleros, fílmicos, empresariales, hasta las abominaciones fantasiosas. En tanto, se procede al linchamiento moral de los héroes pasados de carne y hueso pero con levaduras incómodas para la actualidad.

Es sintomático el tratamiento que se permiten darle a las personalidades que encabezaron y protagonizaron hitos relevantes de la historia, esos “analizadores de hechos pasados” – es difícil otorgarles la calificación de historiadores o de estudiosos de la historia – que desde su menguada estatura  y cómodo refugio personal, ponderan, pontifican, acusan, deploran, minimizan, ningunean, a personalidades que independientemente de sus errores, defectos, desaciertos personales, a la hora de las grandes decisiones no se acobardaron ante la responsabilidad histórica que asumían.

En los grandes momentos se muestran los caracteres, la imagen de los seres humanos. Los que se atreven son los menos. Los escasos de valor y de menos visión, los atenidos a las conveniencias y al temor son los más. De esa diferencia nacen las exaltaciones, los mitos, las admiraciones desmesuradas. Así ha sido en todas las culturas desde los tiempos más remotos. Así un Gilgamesh, un Sansón, un Hércules, un Orlando el furioso, así un Cuauhtémoc.

La historia de las nuevas repúblicas americanas no empezó con los griegos, ni los romanos, ni con las hazañas de Pelayo. La historia americana empezó realmente con la sangre derramada en las guerras de ruptura con la condición colonial, de rompimiento con la subordinación a intereses ajenos, emerge de la crisis de un sistema que nutre la emergencia de unas nuevas sociedades, la conclusión de un drama y el inicio de otro. La historia construida por las nuevas élites ilustradas se forja a partir de una idea fragmentada, unilateral, discriminatoria, imperfecta, que va reculando a cada vuelco de la etnogénesis desatada. Más sangre y dolores van cimentando ese constructo forzado cada vez más a dar espacio a nuevos actores, a novedosas interpretaciones, a mayores amplitudes.

El culto a Bolívar, no surge solo. Surge, con la defenestración del proyecto “colombiano” de construcción de un polo de poder geopolítico sudamericano,  el movimiento detractor, la corriente descalificadora, la ideología antibolivariana. Que no es otra cosa, hasta donde alcanzan mis conocimientos, que la victoria de los intereses locales, la visión de campanario, sobre la macrovisión de un lugar fuerte en la redefinición del orden mundial en crisis. Visión idealista si se quiere, frente al practicismo – cuesta mucho decir aquí pragmatismo – de la recomposición oligárquica.

Por lo que hemos podido apreciar de otros interesados en el tema, como Torrealba Lossi, la recuperación oficial de la personalidad de Bolívar, fue a regañadientes y como malabarismo ideológico ante la orfandad de programa. Lo mismo sucedió en Nueva Granada con sus peculiaridades locales. Bolívar, particularmente el Bolívar cercano a la memoria de las clases detentadoras de los poderes económico y político, no era simpática. Compartían muy poco de su visión americana. Su idea de la patria estaba más cercana al bolsillo que al sombrero.

De manera, que la recuperación de Bolívar se fue realizando mediante dosis muy calculadas de los medios empleados y de su aplicación al control popular. El vulgo no tenía más noción del proyecto bolivariano que unas cuantas anécdotas. Los documentos que jalonaron el proceso independentista estaban fuera del alcance de las mayorías, por demás iletradas. De modo tal, los componentes del ideal de independencia se desdibujaban mediante el uso parcial e interesado de los sobrevivientes de la convulsión.

Este cúmulo ideológico era el existente cuando el joven Martí se interesa por la vida e ideas del Libertador. No digo que lo conociera plenamente. Lo irá descubriendo. Su curiosidad es coetánea a una ascendente estimativa, al incremento de una admirada devoción. A mi parecer – ruego me rectifiquen – el culto a Bolívar (ojo, no me refiero a la manipulación de Bolívar) emergió como una reacción natural. Una reacción ante las evidencias de una enorme injusticia, una flagrante ofensa, a quien había tenido a su cargo sin cansancio ni claudicaciones, la onerosa tarea de romper con un sistema de dominio y precaver ilusamente contra otro nuevo.

La invocación de Bolívar tiene tintes políticos, se enfrenta al ostracismo de la clase política predominante. Clase que en su pequeñez histórica repudia la elevación desmesurada del grande hombre. Sus ambiciones, manejos, comportamientos personales, quedan minimizados ante el recuerdo de la epopeya y sus héroes. Se dan los primeros pasos para instalar el culto cívico republicano tras el modelo de la revolución francesa. Son prácticas de contraposición, ensayos de una nueva creencia deslindándose de las viejas creencias impuestas. Tiene su poco de honra cívica, de rescate ideológico, de contrapuesta descristianizadora, de mitificación popular.

Pino Iturrieta ha citado varios testimonios de la memoria popular y gubernamental: se pueden hacer distintas lecturas de los mismos.[30] Mientras unas, muy ancladas al presenten quieran enfatizar la elaboración de una liturgia prefabricada, y al frente quienes solo deseen ver la contribución popular más  o menos espontánea, otras – como la mía  – puede mirar la coexistencia de ambos. Por un lado se intenta cerrar la brecha abierta con la disgregación de Colombia y la execración de Bolívar. Una carga muy pesada para el flamante Estado venezolano. Y de la otra orilla se trata de recuperar una realidad gloriosa frente a una actualidad desagradable cuando no ignominiosa.

El meollo de estas reflexiones no es solo el recuento de las vicisitudes por las cuales ha transitado le figura de Bolívar, sus dichos y sus hechos. No ha sido nuestra intención principal poner de relieve un repertorio mínimo de ofensores y defensores, opositores y panegiristas. Nuestra preocupación final apunta a la pertinencia y legitimidad de propuestas y argumentaciones de potencial trascendencia en la medida de que las circunstancias que las invocaron también han trascendido el momento del enunciado primario. Y esa problematización es válida para todo enunciado antiguo, desde los clásicos, anteriores a nuestra era hasta los Ilustrados u otros pensadores que estructuraron sus discursos bajo circunstancias históricas específicas y no obstante ese encuadramiento, hoy día son referentes crónicos sin las enfebrecidas discusiones que generan Bolívar y Martí.

 

Un joven cubano al encuentro de Bolívar

Aclaración inicial. Calificar la adopción de ciertas ideas y planteamientos de Simón Bolívar en el cuerpo teórico característico de José Martí, puede parecer un despropósito. Para un estudioso de la historia el empleo de cualquier ismo, hasta el muy grato de bolivarianismo,  comporta, exige, indudables precisiones. Un ismo involucra una corriente de identificación ideológica. La inserción en una ideología estructurada. Compuesta por una serie de conceptos entrelazados a una condición político social y a un programa. En este caso, nos vemos forzados a darle a la expresión bolivarianismo una descripción limitada a una serie de elementos tomados como fuente de inspiración y guía. De modo, que el bolivaranismo de Martí, no está forzosamente emparentado ni identificado con otras recepciones de la personalidad y pensamientos del Libertador. El bolivarianismo de Martí es una selección aplicada. Cuando hablemos de bolivarianismo nos vamos a referir a lo rescatable de su personalidad en términos transhistóricos. Lo trascendente, lo que aún conserva vigencia a partir de la persistencia de una posibilidad, de una viabilidad en las necesidades de la contemporaneidad de Martí o de la nuestra. Al menos en cuanto toca a quienes deseamos completar radicalmente el ciclo independentista que abrió.

De Bolívar como de todo activista revolucionario, o si se prefiere decir político, emanan todo un abanico de planteamientos y de acciones ajustadas a los contextos en que deben operar. En ellas encontramos expresiones y maniobras circunstanciales bien distinguibles de los principios que integran su cosmovisión.Las unas acotadas y signadas por la caducidad. Las otras de más prolongada vida. Como cualquier expresión que podamos tomar del Talmud, un evangelio, el Popol Vuh o el Ramayana. Este el punto previo.

Otro es el que desconocemos cómo entró en el imaginario del joven Pepe Martí la personalidad de Simón Bolívar. He pensado que pudo arrancar de la relación con sus maestros en la escuela que fundó y dirigió Rafael María de Mendive. No dudo de que se le considerara en las tertulias literarias y patrióticas que organizaba el maestro poeta en su casa. Repito, son posibilidades.[31] Y ya en esas conjeturas no está descartado el conocimiento de opiniones controversiales. Ni sabemos con exactitud la anchura de su conocimiento de la biografía.

No son muchos los escritos del héroe cubano acerca del héroe venezolano. No obstante, no pocas veces Martí ha sido considerado en el ámbito de la historiografía y de la historia del pensamiento latinoamericano como un albacea del pensamiento y de la trayectoria histórica de Bolívar. Puede parecer exagerado pero hay cierto fundamento. El peso de la incidencia e influencia del Libertador no surgió de sopetón. La presencia de Bolívar entre todos los grandes iniciadores de la emancipación americana en la obra de Martí es la más frecuente y destacada. Una y otra vez aparecen su nombre o sus hechos o sus esencias revolucionarias. La personalidad histórica de Bolívar surge no solo para rendirle el honor merecido. Las referencias no son banales, pueden ser poéticas pero no retóricas, a mi ver  forman parte sensible de un cuerpo doctrinal que fue elaborando con el propósito de alentar el patriotismo latinoamericanista como una modalidad ideológica de conciencia supranacional. Como un planteamiento vivo de propuesta revolucionaria anticolonialista de la cual fue el más denodado portaestandarte. Ningún otro escritor ha gozado de tanta autoridad, pues en Martí la glorificación de Bolívar no solo va calzada con el decir justiciero y hermoso, sino con su condición también heroica.

Aunque el nombre de Bolívar fuese sañudamente tachado por el lápiz rojo de la censura, la figura del héroe parece que ya había sentado sus reales en el incipiente imaginario patriótico de Cuba. Los revolucionarios siempre se han dado maña para brincar las fronteras de las prohibiciones. Ya se sabe el atractivo que ejercen las lecturas prohibidas, particularmente en los jóvenes. De nada valen los Index expurgatorius.[32] Subrepticiamente entraban libros y revistas y versos revolucionarios que venían del continente liberado como sugiere esta frase de otro texto: "Cómo nos predicábamos (...), en aquella isla florida —recordó Martí en su discurso del 21 de marzo de 1881 en Caracas—, el Evangelio que nos venía del continente grandioso: ¡cómo, mal oculto entre el Lebrija, el Balmes, el Vallejo, leíamos amorosamente los volcánicos versos de Lozano![33] ¡Los periódicos que de estas tierras, ocultos (...) como crímenes, llegaban a nosotros, cómo eran buscados con afán, y leídos a coro, y guardados con el alma...!"[34] El contrabando de libros y periódicos no ha sido estudiado, pero dada la corrupción aduanera de la época no está descartado algún volumen significativo.  Tampoco es desdeñable cierta tradición oral, tanto la procedente de algunos conspiradores de principios de siglo como de los emigrados de diverso signo que carenaron en diversas partes de la isla.[35]

Difícil es que en alguna forma no se filtraran algunas obras transidas de exaltación de las que ya circulaban fuera de Cuba, o que por vías orales se difundieran  leyendas, mitos, anécdotas, de la guerra de independencia americana y que no viniera relacionadas con el "genio de la guerra": hazañas y obras, o al menos el eco de las mismas. ¿O acaso tendría ya leído y releído el poema de José María Heredia, A Bolívar[36] editado en 1832, al cual se refiere al compararlo con José Joaquín Olmedo, y con Bolívar, en el discurso que pronunció en honor del poeta cubano en Nueva York, el 30 de noviembre de 1889?

Creo que debemos tomar nota de este texto que circuló ampliamente en las tertulias cubanas, por ser expresión no sólo de uno de los poetas más afamados del continente americano, sino por provenir de un hombre que tuvo cierta participación en las primeras conspiraciones independentistas cubanas, la que animó el movimiento titulado Soles y rayos de Bolívar. El poema aludido, manipulado hoy día para denotar el dictatorialismo de Bolívar consta de dos partes. En la primera lo eleva hasta el incienso: “Tres centurias gimió su opresa gente/En estéril afán, en larga pena,/En tinieblas mentales y cadena./Mas el momento vencedor del hado/Al fin llegó; los hierros se quebrantan,/El hombre mira al sol, osado piensa,/Y los pueblos de América, del mundo/Sienten al fin la agitación inmensa,/Y osan luchar, y la victoria cantan./Bella y fugaz aurora/Lució de libertad. Desastre inmenso/Cubrió á Caracas de pavor y luto./Del patriótico afán el dulce fruto/Fatal superstición seca y devora./De libertad sobre la infausta ruina/Más osado y feroz torna el tirano,/Y entre la gran desolación, insano/Amenaza y fulmina./Pero Bolívar fué. Su heroico grito/Venganza, patria y libertad aclama./Venezuela se inflama,/Y trábase la lucha/Ardua, larga, sangrienta,/Que de gloria inmortal cubre á Bolívar/En diez años de afán. La fama sola/Á la prosperidad los triunfos cuenta/Que le vio presidir, cuando humillaba/La feroz arrogancia,/La pujanza española,/Y su genio celebra y su constancia./Una vez y otra vez roto y vencido,/De su patria expelido,/Peregrino en la tierra y Océano, /¿ Quién le vio desmayar ? El infortunio/Y la traición impía/Se fatigaron por vencerle, en vano./Su genio inagotable/Igualaba el revés á la victoria,/Y le miró la historia/Empapar en sudor, llenar de fama,/Del Golfo Triste al Ecuador sereno,/Del Orinoco inmenso al Tequendam*» /¡ Bolívar inmortal ! ¿Qué voz humana Enumerar y celebrar podría/Tus victorias sin fin, tu eterno aliento?/Colombia independiente y soberana /Es de tu gloria noble monumento”.

La segunda parte, de la cual seleccionamos un fragmento esclarecedor Heredia, quien aborrecía la menor sombra de tiranía, se hace eco de la propaganda desatada de los opositores a la fracasada estrategia política desempeñada por Bolívar desde 1825, que contó con poderosos obstáculos, tanto en su Venezuela natal como en Nueva Granada y Perú:

“¡Oh Bolivar divino!/Tu nombre diamantino/Rechazará las olas con que el tiempo/Sepulta de los reyes la memoria; /Y de tu siglo al recorrer la historia/Las razas venideras,/Con estupor profundo/Tu genio admirarán, tu ardor triunfante,/Viéndote sostener, sublime Atlante,/La independencia y libertad de un mundo./¿Y tan brillante gloria/Eclipsárase al fin ...? Letal sospecha/En torno de tu frente revolando/Empaña su esplendor: yacen las leyes/Indignamente holladas, /Sin ser por ti vengadas./La patria y la virtud su estrago gimen:/Triunfa la rebelión, se premia el crimen./¡Libertador! ¡y callas... ! ¿Cuando insano/Truena un rebelde, ocioso/El rayo vengador yace en tu mano?/¡Y ciñes á un faccioso/Tu espada en galardón...? Á error tan triste:/permite á mi dolor que corra un velo. /Si patria no ha de haber, ¿ por qué venciste ?/¡Ay! los reyes dirán con burla impía/Que tantos sacrificios fueros vanos,/Y que sólo extirpaste á los tiranos/Para ejercer por ti la tiranía./Cual cometa serás, que en tu carrera/Por la atracción del sol arrebatado/Se desliza en el éter, y abrasado/Se pierde al fin en su perenne hoguera./¿ Contra la libertad entronizada/Por tu constante generoso brío,/Esgrimirás impío/De Carabobo y de Junín la espada?/Cuando tu gloria el universo abarca,/Libertador de esclavos á millones,/Creador de tres naciones,/¿Te querrás abatir hasta monarca?/¡Vuelve los ojos!... Á Iturbide mira/Que de Padilla en la fatal arena/Paga de su ambición la dura pena,/Y como un malhechor sangriento expira ;/Y pálido, deforme, le recibe/El suelo que libró, que le adoraba,/Y cívica apoteosis le guardaba,/En vez de vil, ignominiosa muerte./Más alta que la suya fué tu suerte,/Muy más largo tu afán, mayor tu gloria./¿Á tu inmortal carrera/Con lágrimas y sangre/Un fin igual recordará la historia?/Después que al orbe atónito dejaste/Con tu sublime vuelo,/Brillante Lucifer, ¿caerás del cielo?/Jamás impunemente/Al pueblo soberano/Pudo imponer un héroe ciudadano/El sello del baldón sobre la frente./El pueblo se alza, y su voraz encono/Sacrifica al tirano,/Que halla infamia y sepulcro en vez de trono./Asi desvanecerse vio la tierra/De Napoleón y de Agustín la gloria,/Y prematura tumba los encierra,/Y la baña con llanto la Victoria./¡Hijo de Libertad privilegiado/No á su terrible/Majestad atentas,/Ni á nuestro asombro y lástimas presentes/Un laurel fulminado!”

Martí conocía bastante la obra de Heredia y disertó acerca del poeta años después. Fue entonces cuando dijo: "Heredia tiene un solo semejante en literatura, que es Bolívar. Olmedo, que cantó a Bolívar mejor que Heredia, no es el primer poeta americano.[37] El primer poeta de América es Heredia."[38] La analogía de Heredia con Bolívar observada por Martí residía en disponer como una batalla la oda, la frase imperiosa y fulgurante, la imagen maltratada y de relieve.[39] ¿O acaso, no sería el mismo Olmedo, cuya obra corría por la literatura separatista que imprimían los patriotas cubanos exiliados, quien despertó en el joven Martí las primeras devociones y admiración hacia Bolívar? Un escrutinio minucioso de los periódicos y revistas de la época podrían ofrecernos nuevas pistas. A falta de una biografía accesible circulaban artículos donde se le discutía. No albergo dudas de que la explosión independentista cubana despertó las referencias. Reavivó los mitos, abrevó en los precedentes, y en todos ellos estaba Bolívar como protagonista destacado. Para respaldar mi hipótesis echo mano a un artículo de Ramón Emeterio Betances, redactado en Caracas pero publicado en el periódico La Revolución. Cuba y Puerto Rico, impreso en Nueva York.  Desde la primera línea – “una es la patria de todos los americanos”, decía Bolívar, y sin duda a ese pensamiento grandioso… -- la personalidad del caraqueño y la experiencia independentista que encabezó impregnan todo el texto. Lo cual revela la existencia de un conocimiento, la asimilación de una experiencia revolucionaria.[40] A pesar de la censura ejercida por las autoridades españolas, las personalidades e ideas revolucionarias, con la carga emotiva que les puso el movimiento romántico, fueron integrándose al ideal patriótico en evolución. Al cual habría que añadirle un condimento de especial importancia para los patriotas cubanos: la leyenda del interés por la independencia de Cuba, llevada incluso al Congreso de Panamá.[41]

¿Sería dudoso suponer que en las tertulias en casa de Mendive se evocaran las batallas y esfuerzos por la independencia que encabezó el grande hombre de Venezuela? Y en España, durante su primer destino, ¿no sacaría conclusiones positivas de la historiografía adversa a la independencia americana? ¿O de la obra anti revolucionaria del economista español Mariano Torrente quien residió en Cuba?[42]

 

La construcción de los héroes

Lo cierto es, que cuando aparece la primera referencia a Bolívar de significación en su obra escrita, —“no son hombres distintos en América, Washington, Bolívar e Hidalgo” -- apenas tres meses después de su llegada a México, es evidente la amplitud de sus conocimientos  para expresar admiración fundada en los parámetros en que se venía encuadrando y equiparando la valoración del venezolano. Simón Rodríguez, José María Heredia, Juan Vicente González y quien sabe cuántos más antes de él  venían arrastrando la comparación entre estas personalidades. Sin embargó, bajo ópticas ajenas la imagen de Bolívar sufría una injusta mengua. Se trató de un artículo escrito para la Revista Universal redactado para reprochar la poca asistencia que hubo durante  velada en honor a Hidalgo.  Al argumentar la significación y estatura histórica de estos héroes insuficientemente recordados igualó rotundamente a los próceres latinoamericanos, con quien encabezó la emancipación de las Trece Colonias:

—“No son hombres distintos en América el anciano de Mount Vernon, el sacerdote de Dolores, y el héroe que en las llanuras del Mediodía fatigaba con la carrera su caballo, y su cerebro con el peso de los pueblos surgidos a su altiva voluntad, potentes y desenvueltos de miseria”.

—“No son hombres distintos en América, Washington, Bolívar e Hidalgo.”

—“Es la fuerza de honra herida abierta por impulso igual en tres potentes formas. Un hombre es el instrumento del deber: así se es hombre”.[43]

Fue una manifestación de molestia y a la vez la percepción emocionada de un joven con inquietudes políticas y sociales definidas. Emoción patriótica de un joven que reconoce en Hidalgo como en Bolívar – “familia de hombres” -- a los iniciadores de un movimiento emancipador del cual se siente parte alícuota. Causa común.  Pues en medio siglo transcurrido la esencia del sistema colonial hispano no ha variado un ápice. Para Cuba y Puerto Rico rigen las mismas condiciones de dependencia asimétrica que en la víspera de 1810. Las cambiantes etiquetas – reinos, provincias – no alcanzan a ocultar la naturaleza inequitativa, subordinada, del antiguo sistema de dominación política y económica. En esas condiciones los patriotas cubanos insurrectos desde el 10 de octubre de 1868 disponían de un precedente político e ideológico en el cual fundamentar su proyecto revolucionario.  Los ideales y acciones de Simón Bolívar y otros libertadores no eran para ellos ni letra muerta ni materia de museo. Constituían – a pesar de todo el discurso descalificador instalado en las ideologías dominantes – un estímulo eficaz y legitimador de la pertinencia de su programa libertario.

Detrás de la inconformidad late la adopción de las ideas sustitutivas que viene emergiendo desde los días jacobinos de la Revolución francesa. Un nuevo culto, nuevas creencias, acordes a la mentalidad revolucionaria. En cierta medida se alinea con la descristianización. Como siempre el dios judeo cristiano, de los católicos, se ha colocado contra los revolucionarios e independentistas. Así lo ha concebido la ideología enemiga. De manera que frente al culto irracional y de todas las sombras, también levanta el de la razón y la patria.[44] Y en la galería principal figurarán los héroes americanos.

La motivación y fuerza de tal reivindicación emanaba del concepto subestimador predominante en aquellos tiempos. Se estaba inventando en Europa y Estados Unidos una historia con pretensiones de universalidad. Apenas se daba mínima cabida a nuestra historia y sus hombres, con excepción de la obra de Gervinus. Luego de una fuerte atracción por la gesta hispanoamericana en medios ultraliberales, se dio paso a una disposición reacia a cualquier analogía de los próceres hispanoamericanos con Washington o con ciertas personalidades de la historia europea. En el siglo XX Carlos Pereyra sacó a relucir el modo con que  había procedido el muy conocido entonces historiador alemán, Georg Gottfried Gervinus[45] quien expuso cierta tesis que fue causa de irritación a pesar de que en su historia del siglo XIX otorgó un importante espacio a la historia independentista iberoamericana:

“Aun en vida de Bolívar, sucedió que algunos de sus compatriotas, exentos de envidia, como el bonachón Páez, algunos aduladores frívolos que tenía en Europa, como De Pradt, y algunos ingleses celosos por los honores merecidos por los norteamericanos, ensalzaron a Bolívar hasta ponerlo muy por encima de Washington. Sin embargo, el tiempo que ha corrido desde que desapareció Bolívar no ha confirmado este juicio, y las sentencias de la historia no lo confirmarán jamás. La comparación en que se funda no es exacta en ninguno de sus puntos y el cuadro brillante que presentan estas antítesis, seducirá y deslumbrará cuando mucho a soñadores y jóvenes poéticos por impresionante que pueda parecer”.[46]

La cita procede de la lectura y traducción de Pereyra. De acuerdo a las indagaciones realizadas por este estudioso mexicano, Gervinus tuvo éxito en su cometido  y observó que aun persistían en los albores del siglo XX  juicios torcidos que atribuyó a los elementos históricos blandidos  por él arbitrariamente. El historiador liberal alemán tuvo en su favor, agrega Pereyra, “la leyenda personal de Washington y el prejuicio de las orgullosas razas teutónicas que niegan toda manifestación de grandeza reales en las razas que habitan los países de mediodía”.[47]

No creo que Gervinus haya sido el causante principal de esas ideologizaciones negativas con respecto a los pueblos iberoamericanos. Eso venía muy de atrás y es un producto de la conquista y colonización. Desde luego, en el siglo XIX se intenta una aberrante explicación. Creo que Martí conoció de esta obra y de dicho autor. No se puede decir más que eso por ahora. Por lo tanto no dudo de que la insistencia en magnificar la trayectoria de Bolívar e Hidalgo, con respecto a la de Washington, parten de esa conocida noción. Para la emisión de un juicio equilibrado debe conocerse más a este historiador alemán para explicar el giro que dio en su valoración inicial de Bolívar. De acuerdo a lo hurgado por Joachim Gartz, Gervinus, aunque admiraba las hazañas militares de Bolívar receló de “la arbitrariedad de un espíritu dictatorial”. Su crítica se hizo más fuerte en el capítulo “La monocracia del Libertador”. Debemos tener en cuenta que por entonces predominó una información contra Bolívar que también confundió a Karl Marx.

Sin embargo, no cabe duda, tales concepciones tergiversadas y discriminatorias estuvieron extendidas en el siglo XIX, y aun no desaparecen. Estereotipos nada justos, evidentemente prejuiciados y carentes de buen  fundamento, como es obvio, dieron alientos a la reclamación de igualdad, e incluso al empeño de buscar indicios de superioridad en los próceres de nuestra América con respecto al jefe del movimiento emancipador de las trece colonias anglosajonas. Quienes conocemos la obra de Martí  sabemos que nunca trató de restarle méritos a George Washington. [48]No obstante, insistió mucho en que se tomara en cuenta la diferencia de condiciones de actuación política, por cierto menos dificultosas para el general angloamericano respecto a las atravesadas por los próceres hispanoamericanos.[49]

En el fondo, bullía una inconformidad con la escasa producción historiográfica del momento. Producción en la cual predominaba una menguada información archivística, pues apenas se estaban organizando las papelerías nacionales y no se accedía a las fuentes hispanas. Por otra parte muy importante, se enseñoreaban puntos de vista de clase, raza, género, religión e ideología antirrevolucionaria que distorsionaban mucho la interpretación histórica. Desde 1875 echa en falta esa historia abarcadora, que años después convoca a conocer al dedillo.

El contacto con lo más destacado y avanzado de la intelectualidad mexicana, surgida durante la reforma y la lucha contra la intervención francesa influyó mucho más de lo que se ha reconocido hasta ahora. De ellos bebió ideas que reelaboró para sus adentros. El ambiente cultural americano redundó en una ampliación de sus horizontes cognoscitivos. Acceso a fuentes que no pudo dispones ni en Cuba ni en España. Se me ocurre, al leer una nota que el amigo Alfonso Herrera Franyutti descubrió y le atribuye en El Federalista del 8 de diciembre de 1876, en donde cita un fragmento del discurso de Bolívar en Cúcuta, al tomar posesión de la dictadura el 3 de octubre de 1823. Discurso en el que acepta el cardo como una derivación circunstancial de la guerra y espera desprenderse en cuanto llegue la paz para convertirse honrosamente en ciudadano: “Esta espada no puede servir de nada el día de la paz, y ese debe ser el último de mi poder; porque así lo he jurado paramí, porque lo he prometido a Colombia y porque no puede haber República donde el pueblo no esté seguro del ejercicio de sus propias facultades”.  Presuntamente un emplazamiento a los golpistas de Tuxtepec encabezados por Porfirio Díaz. El comentario supuestamente de Martí dice: “Así dijo Bolívar, el hombre águila y rayo, el que abatió montes, humilló continentes, rindió pueblos y unió ríos. Así dijo Bolívar, hijo divino americano, cuando juró ante el congreso de Colombia cumplir y hacer cumplir enérgicamente la Constitución. No sabemos por qué nos ha parecido este discurso, artículo sin precio para las presentes circunstancias; los militares deben tributar admiración a aquel militar extraordinario; los dictadores deben tomar lección y ejemplo de aquel ilustre Dictador. Nos parece que será oída con gusto y con respeto la palabra del colaborador grandioso de El Federalista.”[50]

Son indicios y nada más que indicios de un proceso de conocimiento y de reflexión que va enriqueciendo y modificando el cuerpo de ideas políticas que aun penden de mayor cultura y maduración. Indicios que pueden ser suficientes para dar por buena una primera etapa de saber e interpretación.

 

Del mito heroico a la historia del liderazgo.

Para llegar Martí a ese nivel de apreciación tuvo que realizar un profundo estudio de la gesta independentista y de la vida del grande revolucionario. Rápidamente pudiéramos afirmar que el mayor avance al estudio más pormenorizado tuvo lugar durante su estancia en Venezuela en 1881, cuando abandonó Nueva York, huyendo de “la puñalada del frío”, y de otros ventarrones que lo aturdían. Recordemos nuevamente, lo  primero que hizo al llegar a Caracas: ir a la Plaza Bolívar. Poco después la visita al Panteón.

No debemos desdeñar las posibilidades de acercamiento a la biografía e ideas del Libertador entre 1875 y 1881. En el mismo año 1875, aún en México, en el artículo en que expone que "no somos aún bastante americanos"[51] y urge por una expresión propia y literatos exclusivamente americanos, plantea la necesidad de poetas e historiadores que pongan de relieve nuestra naturaleza y nuestros héroes: "Ha de haber un poeta que se cierna sobre la cumbre de los Alpes de nuestra sierra, de nuestros altivos Rocallosos; un historiador potente más digno de Bolívar que de Washington, porque la América es el exabrupto, la brotación, las revelaciones, la vehemencia, y Washington es el héroe de la calma; formidable, pero sosegado; sublime, pero tranquilo."[52]

En Guatemala, donde pudo hacer uso de "la librería nutrida"[53] de Mariano Padilla, pudo haber hallado buenas obras sobre Bolívar cómo puede inferirse de estas frases que encontramos en su pequeño libro Guatemala: "Poco después asaltan la tribuna los libros históricos, los libros de agricultura, la flauta, el piano. Se dan a pensar en cosas graves, a dudar, a inquirir, a examinar. Hablan de Bolívar, de los hombres patrios..."[54]

Es en esta época en que se ve crecer su identificación con los empeños unitarios bolivarianos, tanto por lo que él mismo confiesa, como por lo que está implícito en las ideas que enarbola. El unitarismo es un asunto muy presente y debatido en la historia centroamericana. El empeño de Morazán no ha sido definitivamente sepultado. En la región puede pulsar los escollos, los peligros que penden, la necesidad geopolítica de la unidad para la resistencia. Bien explícito es en la carta a Valero Pujol del 27 de noviembre de 1877: "El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta."[55] Y después de mostrar su irritación por la lentitud del proceso y por las trabas que le puedan salir al paso —"rencillas personales, fronteras imposibles, mezquinas divisiones"[56]— expresa un anhelo que tiene un inequívoco origen bolivariano en el contenido y en la forma de expresarlo: "¿cómo han de resistir cuando esté bien compacto y enérgico, a un concierto de voces amorosas que proclamen la unidad americana?"[57] ¿No había escrito Bolívar al Director Supremo de Chile, llamándolo a "formar de este mundo una nación de Repúblicas",[58] una interrogación semejante? —"¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad?"[59]

Y es en este punto en donde creo necesario hacer una referencia significativa. Se trata del papel desempeñado por José María Torres Caicedo, neogranadino que desde Francia ha estado recalcando la significación de Bolívar. En 1865, publicó, el libro Unión Latinoamericana, pensamiento de Bolívar para formar una Liga Americana. Otros artículos provocados por las aventuras expansivas y de reconquista tuvieron gran circulación.[60] Es muy probable que los conociera e influyeran en la formación de su latinoamericanismo.

La cristalina adopción de este americanismo más que sentimental y teórico, profundamente práctico, lo lleva a un planteamiento identitario supranacional. "Yo nací —había escrito Martí a Pujol— en Cuba, y estaré en tierra de Cuba aun cuando pise los no domados llanos del Arauco."[61] Como Betances, Torres Caicedo  y otros próceres americanos que le antecedieron hace suya la ciudadanización americanista expresada por  Bolívar a los soldados del general Urdaneta: "Para nosotros la patria es la América."[62] Nunca una breve frase de una proclama había tenido tan trascendental efecto en la historia ideológica del continente.

Desde luego, estamos hablando de un dilatado periodo en donde se han producido grandes cambios. Sin embargo, el espíritu americanista sembrado por Vizcardo Guzmán, realzado por los proyectos de Miranda y lanzados al terreno de la praxis internacional por Bolívar, difundidos por Francisco Bilbao, Torres Caicedo, Juan Montalvo, Ignacio Ramírez, “el Nigromante”,[63] (a quien trató bastante durante su primera estadía en México 1875-76) son recogidos, calorizados e incorporados por un bisoño adalid, a sus anhelos de independencia cubana, a su creciente visión americanista, que los enlaza a las necesidades políticas de una nueva época. No como una reproducción al carbón. Imposible e inviable. El caso es que el planteamiento continentalista flotaba en el ambiente político y el joven revolucionario cubano los integra paulatinamente a sus ideas con regular sistematicidad e insistencia.

Cierto es, que las posiciones sociales de Bolívar y Martí son radicalmente diversas. Bolívar nació en la opulencia, fue uno de aquellos mantuanos que poseyó esclavos y gozó de una fortuna amasada con la explotación del negro en las plantaciones. Como también es verdad, que supo comprender la necesidad de abolir la servidumbre de los indígenas y la esclavitud e hizo libres a sus esclavos. En tanto que Martí, nacido en hogar humilde, se identificó tempranamente con los esclavos africanos y consagró su vida a redimir a "los pobres de la tierra". Ambos vivieron en épocas bien diferentes. Casi los separó un siglo de distancia. Bolívar pertenece a la época de ascenso revolucionario de la burguesía europea, cuando las ideas de los enciclopedistas estremecían al viejo y al nuevo mundo casi al unísono. En cambio Martí, es testigo y actor de los comienzos de una nueva fase en el desarrollo de la sociedad capitalista, la fase imperialista, en la cual no queda ni la sombra, ni el recuerdo, de las capacidades revolucionarias de la burguesía. El uno lucho contra la vieja dependencia colonialista, el otro comenzará a llevar a cabo la lucha contra la remozada dependencia neocolonialista. Los vincula una proyección compartida de liberación nacional en dos momentos diferenciados de maduración nacional y de orden mundial.

A pesar de estas diferencias y del nexo liberador, hay algo más que los mancomuna mediante un eslabonamiento de continuidad dialéctica. Este es la consecuente condición de revolucionarios. Bolívar y Martí se enfrentaron a sus realidades respectivas con el decidido propósito de encauzar una solución radical acorde con las posibilidades históricas del lugar y el momento. Políticos realistas, transformadores radicales y desinteresados, están dispuestos a entregar la vida para colmar las aspiraciones de sus pueblos respectivos.[64] Esta es una coincidencia que pudiéramos calificar de relativa, que no está exenta de contradicciones, y de un análisis crítico del sucesor con respecto a su predecesor. En ello tiene que ver tanto la óptica clasista como el método y los principios de análisis de la realidad político-social, lo cual en conjunto condiciona las soluciones a los problemas planteados por la historia real de las fuerzas en pugna.

Para llegar a esta apreciación debemos partir del hecho de que el estudio efectuado por Martí lo llevó a percibir la medida en que debía ser un continuador de Bolívar y los puntos en los cuales debía superarlo. El estudio de estas personalidades y de los hechos que protagonizaron probablemente lo completó durante su estancia en Caracas de enero a junio de 1881. Y ese estudio en mi personal apreciación, tiene mucho que ver con un análisis histórico de un liderazgo y una conducción revolucionaria. En donde no estarán excluidos las dificultades y los desaciertos. Para mí, en Martí todo lo que piensa y escribe tiene un evidente sentido práctico. Raras veces dedicó su tiempo al entretenimiento.

Desconocemos si llegó a consultar la descripción de Fermín Toro, o Mis exequias a Bolívar del conservador Juan Vicente González, o la Vida del Libertador Simón Bolívar de Felipe Larrazábal y la Historia de Venezuela de Baralt, quien impugna las interpretaciones de Mariano Torrente, textos difundidos entonces; los escritos de Antonio Leocadio Guzmán y los de Arístides Rojas sobre estos temas o la colección documental compilada por Cristóbal Mendoza y el cubano Francisco Javier Yanes (1826-1833), la colección de proclamas publicadas por M.T. Rivas en 1842, los Documentos para la historia de la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia en 14 volúmenes de Blanco y Azpurúa (1875-1877) y las Memorias de O'Leary que comenzaron a imprimirse en 1879. Todo este acervo bibliográfico entra dentro de lo que estuvo a mano y dentro de cuanto posiblemente conociera, por ser obras accesibles a un apasionado estudioso de la vida y obra de Bolívar como lo fue Martí. Lo cual no implica que tales posibilidades fueran aprovechadas exhaustivamente.Sí sabemos que consultó la Gaceta de Caracas,[65] la Venezuela heroica de Eduardo Blanco, visión artística de la historia patriótica sobre la cual escribió una reseña en la Revista Venezolana[66] y más tarde la Autobiografía de Páez. En cierta oportunidad menciona algunas cartas de Bolívar a un general[67] y al poeta Olmedo. Por supuesto, hay que incluir sus pláticas con el erudito Cecilio Acosta, ardiente admirador de Bolívar y las sostenidas con sus numerosos interlocutores.[68] Cuando llega a Venezuela ya el debate sobre Bolívar y la independencia acumulaba una tonelada de papel y tinta.

Cecilio Acosta ha sido conceptuado como uno de los intelectuales venezolanos del siglo XIX más comprometidos con la reivindicación de Bolívar.[69] Se le sabe identificado con la trascendencia del héroe. Sus emocionadas palabras, razonados escritos y libros de su biblioteca, con toda probabilidad franquearon al joven revolucionario cubano una fuente inapreciable para un mayor y mejor acercamiento de la historia independentista y  su ídolo político. No es de extrañar que le repitiera lo antedicho:

“Pasó por la tierra como un relámpago, porque sus días fueron cortos, y asombró el cielo de las grandezas humanas. Tuvo la celeridad de Alejandro, la elocuencia de César, el cálculo profundo de Napoleón; y sin embargo, ni dominó a Roma, ni sojuzgó a Europa, ni ató a Asia, sino que desató al mundo. Con su espada y con su genio dividió la historia en dos mitades y colocó su obra en mitad del derecho, del que fue adalid, amparo y númen. Purificó el templo de la gloria, de donde lanzó a los tiranos, emancipó de la fuerza  las ideas y tan extraordinaria se alza su figura en la corriente de los siglos, que si alguna vez las sociedades llegan a envolverse de nuevo en tinieblas y errores, se volverá la vista a él,  como a un evangelio para la doctrina y como a un faro para la luz. El día que la libertad tenga Olimpo, él será el Júpiter: el día que el tiempo presente tenga nieblas, él será el mito: el día que la política tenga sistema planetario él será el sol”.[70]

Lo que estudió y escuchó en Venezuela le sirvió para medir en toda la magnitud posible para su momento, la extraordinaria personalidad multifacética del Libertador, su innegable capacidad de liderazgo, y escribir las hermosas páginas que dedicó a su memoria. Es en ellas en donde podremos aquilatar indicios del género de continuidad revolucionaria que existe entre Bolívar y Martí, las raíces de un sutil encadenamiento. Es entonces, cuando se revela en toda su complejidad la estimativa martiana del gran héroe. Estimación que ya se desprende de un análisis crítico, con acopio de hechos cuidadosamente meditados y exaltados. Revestidos de un tono épico,  que más que recordar al utilizado por Eduardo Blanco, en Venezuela heroica, parece hallar su matriz conmovedora en la propia vida del Libertador y en el acento grandilocuente de su fogosa pluma. ¿No era ese el modo que Martí había exigido para contar y cantar acerca de tan volcánico conductor?

 

Los textos de interés

Hay variados fragmentos en los cuales las referencias y valoraciones tienen distintos propósitos y la valoración varía de acuerdo con los propósitos. Pongo por ejemplo la introducción al discurso pronunciado en el club de Comercio de Caracas el 21 de marzo de 1881:

“Así, estremecido al recuerdo del día de patriarcal grandeza en que los abrazos de bienvenida sacaron, por las mismas calles, al padre feliz, —de su caballo de batalla, temblando a aquella gloria mis mejillas, como tiembla la superficie de la tierra, movida por el fuego interior de los volcanes—fuíme a pagar ante su tumba blanca— como cumplía a aquel ser sereno—mi tributo impaciente y si por menguado temor de parecer vulgar o lisonjero no doblé reverentemente ante las cenizas del hombre entero y envidiable un segundo la rodilla, con efusión filial le envié un beso amorosísimo, de largo tiempo en mi alma comprimido, y con mis ojos nublados no sé si de las lágrimas, o de dolor por los males de mi pueblo, o de vapor de gloria, busqué en torno mío la montaña más alta de los Andes,—como si allá sobre la más alta cresta, debiera reposar nuestro gigante, como mensaje, el más enérgico que pudiera enviar la tierra al cielo”.

En términos poéticos, deja huella de la emoción al visitar el Panteón – que como el Panteón erigido en la antigua capilla de Santa Genoveva en Paris – se había levantado en Caracas para guardar los restos del Libertador y otros destacados patriotas. Gesto natural, hacia quien ya era estímulo de lucha, ejemplo de tenacidad, fuente de inspiración ideológica. Pero también expresión identificatoria para quien esperaba hallar, más que un lugar de trabajo en tierra venezolana, un nuevo derroche de solidaridad hacia la isla pendiente de emancipación. El planteamiento, late discreto y eficiente el potencial papel de la Cuba independiente en la arena regional.

Referencias de este estilo menudean a los largo de sus discursos y artículos. Sería haría muy extenso este trabajo de citarlos todos. Mejor concentrémonos en los de mayor amplitud y especificidades.

El aporte literario de mayor interés lo constituye el discurso pronunciado durante la velada celebrada en la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893. Notable pieza oratoria que fue publicada en el periódico Patria, Nueva York, el 4 de noviembre de 1893. No se pierda de vista el auditorio al que fue dirigido y la intencionalidad ideológica de su posterior publicación. Es un discurso de cierta extensión y por ello glosaremos unas partes y citaremos lo relevante a mi tesis.

En el exordio coloca su condición de expatriado, de quienes no han entrado en la condición de independientes, y reconocen serenamente – “sereno conocimiento del puesto y valer reales del gran caraqueño” – el carácter “múltiple” de la emancipación americana. La demanda de la cuota cubana y puertorriqueña. La imagen arrolladora – ríos y peñascos – se adueña de inmediato del escenario discursivo. Imagen dramática del ser humano sumergido en los fragores de la lucha: “Por sobre tachas y cargos, por sobre la pasión del elogio y la del denuesto, por sobre las flaquezas mismas, ápice negro en el plumón del cóndor, de aquel príncipe de la libertad, surge radioso el hombre verdadero”.

Deja claramente establecido que no ve a Bolívar como un dechado de virtudes y retrata su condición humana, como cualquiera otra, expuesta a las apetencias, instintos, errores y aciertos. Lo cual no excluye la consideración de la estatura histórica adquirida que marca la diferencia y obliga a una consideración de admiración y respeto hacia aquel que por encima de los miedos naturales se integra consecuentemente a una acción de trascendencia: “Quema, y arroba. Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una carta de amores, es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída, para el corazón. Dícese Bolívar, y ya se ve delante el monte a que, más que la nieve, sirve el encapotado jinete de corona, ya el pantano en que se revuelven, con tres repúblicas en el morral, los libertadores que van a rematar la redención de un mundo. ¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies...!”

Es decir, abrazar desde su particular visión a la expresión épica. Como en cierto sentido lo hicieron Olmedo y Heredia. Como está presente en la cultura heredada: Gilgamesh, Ilíada, Odisea, Eneida, Mahabarata, Ramayana. Fuego, rayos, montañas, relámpagos, pasiones, conmoción, triunfos, ardores. Ha sentido que el  personaje histórico al cual se ha asomado intensamente es digno de una saga. La saga de la liberación nacional, aunque los términos parezcan demasiado contemporáneos. Exaltación heroica ungida de realismo. Sin perder de vista la búsqueda de cierto equilibrio entre las corrientes apasionadas puestas en contraposición desde tiempos remotos: “Ni a la justa admiración ha de tenerse miedo, porque esté de moda continua en cierta especie de hombres el desamor de lo extraordinario; ni el deseo bajo del aplauso ha de ahogar con la palabra hinchada los decretos del juicio:” Creo que su testimonio da fe del método que lo guiaba. Un lectura desprejuiciada, detenida y con buenos conocimientos de la vida y contextos de Bolívar puede iluminar bien todos los ribetes de la recepción crítica.

Recepción que forma parte de una reelaboración ideológica con fines múltiples: conocimiento, toma de conciencia, conciencia histórica, cultura política, convocatoria a una participación pública inclusiva.

En pocas cuartillas hace una síntesis grandiosa de aquel personaje que atrajo a tantos coetáneos sumidos en las mismas ansias de cambio, de redención, hartos de las viejas formas de opresión y control, sedientos de igual gloria. En un puñado de párrafos dignos de concentrada atención desnuda, admira, evalúa, mitifica, critica, acciones y reacciones, de aquel ser tumultuoso que lo reta desde el fondo de una historia incompleta:

“Hombre fue aquel en realidad extraordinario. Vivió como entre llamas, y lo era. Ama, y lo que dice es como florón de fuego. Amigo, se le muere el hombre honrado a quien quería, y manda que todo cese a su alrededor. Enclenque, en lo que anda el posta más ligero barre con un ejército naciente todo lo que hay de Tenerife a Cúcuta. Pelea, y en lo más afligido del combate, cuando se le vuelven suplicantes todos los ojos, manda que le desensillen el caballo. Escribe, y es como cuando en lo alto de una cordillera se coge y cierra de súbito la tormenta, y es bruma y lobreguez el valle todo; y atajos abre la luz celeste la cerrazón, y cuelgan de un lado y otro las nubes por los picos, mientras en lo hondo luce el valle fresco con el primor de todos sus colores. Como los montes era él ancho en la base, con las raíces en las del mundo, y por la cumbre enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. Se le ve golpeando, con el sable de puño de oro, en las puertas de la gloria. Cree en el cielo, en los dioses, en los inmortales, en el dios de Colombia, en el genio de América, y en su destino. Su gloria lo circunda, inflama y arrebata. Vencer ¿no es el sello de la divinidad? ¿vencer a los hombres, a los ríos hinchados, a los volcanes, a los siglos, a la naturaleza? Siglos, ¿cómo los desharía si no pudiera hacerlos? ¿no desata razas, no desencanta el continente, no evoca pueblos, no ha recorrido con las banderas de la redención más mundo que ningún conquistador con las de la tiranía, no habla desde el Chimborazo con la eternidad y tiene a sus plantas en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picado de cóndores, una de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana? ¿no le acatan las ciudades, y los poderes de esta vida, y los émulos enamorados o sumisos, y los genios del orbe nuevo, y las hermosuras? Como el sol llega a creerse, por lo que deshiela y fecunda, y por lo que ilumina y abrasa. Hay senado en el cielo, y él será, sin duda, de él. Ya ve el mundo allá arriba, áureo de sol cuajado, y los asientos de la roca de la creación, y el piso de las nubes, y el techo de centellas que le recuerden, en el cruzarse y chispear, los reflejos del mediodía de Apure en los rejones de sus lanzas; y descienden de aquella altura, como dispensación paterna, la dicha y el orden sobre los humanos. — ¡Y no es así el mundo, sino suma de la divinidad que asciende ensangrentada y dolorosa del sacrificio y prueba de los hombres todos! Y muere él en Santa Marta del trastorno y horror de ver hecho pedazos aquel astro suyo que creyó inmortal, en su error de confundir la gloria de ser útil, que sin cesar le crece, y es divina de veras, y corona que nadie arranca de las sienes, con el mero accidente del poder humano, merced y encargo casi siempre impuro de los que sin mérito u osadía lo anhelan para sí, o estéril triunfo de un bando sobre otro, o fiel inseguro de los intereses y pasiones, que solo recae en el genio o la virtud en los instantes de suma angustia o pasajero pudor en que los pueblos, enternecidos por el peligro, aclaman la idea o desinterés por donde vislumbran su rescate. ¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”


Fuente: www.lanuevacuba.com
De manera que todo el periplo de su oración llega al punto significante. La historia de la in-dependencia está inconclusa. En otros términos, la batalla por la descolonización no ha concluido. Los poderes que sustituyeron los mecanismos coloniales  estancaron en el proceso de liberalización, el republicanismo no se hizo radicalmente democrático, una nueva oligarquía recompuso la explotación social. El hervor americano que trajo el estallido revolucionario fue sofocado sin frutos populares. Muchas de las aspiraciones más importantes habían permanecido en estado larvario. La pelea por la libertad no había cesado. Porque la libertad no era solo sacudirse las trabas coloniales y por comerciar sin barreras. Otras libertades, las más y más importantes, quedaron pendientes de solución. En los pueblos indígenas, en las comunidades esclavas, en las mujeres sin derechos, en los peones de los obrajes, en las haciendas señoriales…Y esas peleas libertarias bullen -  en las conmociones postcoloniales que sirvieron de pretexto denigratorio.

Martí, no rehuyó analizar ante el auditorio que seguía su apasionado discurso el tema espinoso de los últimos momentos del Libertador. Los instantes dramáticos que tiñeron de sombra la primera etapa post independencia. Y lo hizo con una ponderación argumentativa digna de aprecio analítico en todos los sentidos:

“Su gobierno nada más se había venido abajo, pero él acaso creyó que lo que se derrumbaba era la república; acaso, como que de él se dejaron domar, mientras duró el encanto de la independencia, los recelos y personas locales, paró en desconocer, o dar por nulas o menores, estas fuerzas de realidad que reaparecían después del triunfo: acaso, temeroso de que las aspiraciones rivales le decorasen los pueblos recién nacidos, buscó en la sujeción, odiosa al hombre, el equilibrio político, solo constante cuando se fía a la expansión, infalible en un régimen de justicia, y más firme cuanto más desatada. Acaso, en su sueño de gloria, para la América y para sí, no vio que la unidad de espíritu, indispensable a la salvación y dicha de nuestros pueblos americanos, padecía, más que se ayudaba, con su unión en formas teóricas y artificiales que no se acomodaban sobre el seguro de la realidad: acaso el genio previsor que proclamó que la salvación de nuestra América está en la acción una y compacta de sus repúblicas, en cuanto a sus relaciones con el mundo y al sentido y conjunto de su porvenir, no pudo, por no tenerla en el redaño, ni venirle del hábito ni de la casta, conocer la fuerza moderadora del alma popular, de la pelea de todos en abierta lid, que salva, sin más ley que la libertad verdadera, a las repúblicas: erró acaso el padre angustiado en el instante supremo de los creadores políticos, cuando un deber les aconseja ceder a nuevo mando su creación, porque el título de usurpador no la desluzca o ponga en riesgo, y otro deber, tal vez en el misterio de su idea creadora superior, les mueve a arrostrar por ella hasta la deshonra de ser tenidos por usurpadores.”

Final dramático. Sombrío para quien vivió como un centro luminoso, ígneo, conmovedor. Sólo, enfermo, triste, acosado:

“¡Y eran las hijas de su corazón, aquellas que sin él se desangraban en lucha infausta y lenta, aquellas que por su magnanimidad y tesón vinieron a la vida, las que le tomaban de las manos, como que de ellas era la sangre y el porvenir, el poder de regirse conforme a sus pueblos y necesidades! ¡Y desaparecería la conjunción, más larga que la de los astros del cielo, de América y Bolívar para la obra de la independencia, y se revelaba el desacuerdo patente entre Bolívar, empeñado en unir bajo un gobierno central y distante los países de la revolución, y la revolución americana, nacida, con múltiples cabezas, del ansia del gobierno local y con la gente de la casa propia! «José! José! vámonos, que de aquí nos echan: ¿adónde iremos?”

Y aquella expresión le sirve de pie para retomar la trascendencia de Bolívar más allá de los accidentes coyunturales en donde su estrella política se hundió. Lo que sobrevive inconcluso alimentado por las nuevas coyunturas. Ideas y conductas. Ideas que puedan tener un valor universal y permanente por el genio de su intelecto e ideas que las circunstancias prevalecientes le otorgan valor accidental. Conductas que pueden ser arquetípicas a una profesión política revolucionaria abismada en los misterios del liderazgo.

“¿Adónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos! ¡A esta casa amorosa, donde cada hombre le debe el goce ardiente de sentirse como en brazos de los suyos en los de todo hijo de América, y cada mujer recuerda enamorada a aquel que se apeó siempre del caballo de la gloria para agradecer una corona o una flor a la hermosura! ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes, o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente en lava blanda, dio Bolívar a las ideas madres de América! ¿Adónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres para que defiendan de la nueva codicia, y del terco espíritu viejo, la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad! ¡A los pueblos callados, como un beso de padre! ¡A los hombres del rincón y de lo transitorio, a las panzas aldeanas y los cómodos harpagones, para que, en la hoguera que fue aquella existencia, vean la hermandad indispensable al continente y los peligros y la grandeza del porvenir americano!”

Cuando Martí  - en el año de 1889 - dio a la imprenta su revista La Edad de Oro, dedicada a los niños de América, preparó para el primer número de la misma, y para primer texto de esa primicia un relato que tituló Tres héroes, dedicado a tres figuras relevantes de esa nueva historia en construcción: Bolívar, Hidalgo y San Martín. En ese orden. Significativa decisión. Interesante elaboración. Muestra de una percepción. Veamos lo que escribe:

“Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó donde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre.”

Aquí se hace eco de una imagen que había tenido una enorme difusión en la concepción de nacimiento del nuevo mundo americano: la idea de padre de la patria….Pero cuidado, la expresión paternal usada por Martí tiene una continuación significativa el párrafo a continuación. Martí socializa, masifica la paternidad atribuida a Bolívar.

“A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria”.

El abordaje a la personalidad de Bolívar en el tan conocido y citado es truncado por una reflexión conceptual. Una pedagógica disquisición acerca de la noción de libertad. Una noción muy popularizada pero no siempre bien definida en términos precisos:

“Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació, los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres, y debe ser un hombre honrado. El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón. Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza, o le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama. En América se vivía antes de la libertad como la llama que tiene mucha carga encima. Era necesario quitarse la carga, o morir.”

La idea y ejercicio de la libertad, parecen tomar cuerpo en el derecho a rebelarse. El ejercicio político de la libertad es acotado, por una noción moral de la libertad.

“Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.

Saltada esta disgresión teórica, que orientada hacia el público infantil suena demasiado adulta, demasiado admonitoria, como deseando romper con esquemas hagiográficos tan en boga, Martí vuelve a la figura histórica del Libertador con una interpretación del sujeto y la significación para su contemporaneidad que merece varios comentarios:

“Bolívar era pequeño de cuerpo. Los ojos le relampagueaban, y las palabras se le salían de los labios. Parecía como si estuviera esperando siempre la hora de montar a caballo. Era su país, su país oprimido que le pesaba en el corazón, y no le dejaba vivir en paz. La América entera estaba como despertando. Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba. Lo habían derrotado los españoles: lo habían echado del país. El se fue a una isla, a ver su tierra de cerca, a pensar en su tierra.”

“Un negro generoso lo ayudó cuando ya no lo quería ayudar nadie. Volvió un día a pelear, con trescientos héroes, con los trescientos libertadores. Libertó a Venezuela. Libertó a la Nueva Granada. Libertó al Ecuador. Libertó al Perú. Fundó una nación nueva, la nación de Bolivia. Ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medios desnudos. Todo se estremecía y se llenaba de luz a su alrededor. Los generales peleaban a su lado con valor sobrenatural. Era un ejército de jóvenes. Jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad. Bolívar no defendió con tanto fuego el derecho de los hombres a gobernarse por sí mismos, como el derecho de América a ser libre. Los envidiosos exageraron sus defectos. Bolívar murió de pesar del corazón, más que de mal del cuerpo, en la casa de un español en Santa Marta. Murió pobre[71], y dejo una familia de pueblos”.

 

Para concluir

Solamente hemos abordado y expuesto ampliamente dos textos elocuentes del abordaje y recepción de una vida heroica que le marcó doblemente. En lo intelectual ideopolítico y en lo emocional afectivo. En sus textos se combina en una rara mezcla de complementos la poesía, el eco de las mitificaciones y la interpretación histórica.

Las consideraciones expresadas por Martí desde su época juvenil pueden considerarse reactivas. Hay una clara manifestación de que se revuelve contra la subestimación del Libertador y se inscribe en la pléyade intelectual y política que lo reivindica desde diversos ángulos valorativos. El ángulo del cubano no es solamente emocional también es interpretativo y la sequedad de algunas de sus consideraciones están contrabalanceadas por una glorificación poética de la estatura adquirida por el gran hombre en el desempeño de una tarea histórica de grandes retos, de grandes proporciones, que no se arredró a enfrentar.

El hombre que retrata – pequeño de cuerpo – con defectos que exageraron- con errores que se deben perdonar – que se consultaba a sí mismo – el enclenque, como él – que quiso lo que no debía? – fue infatigable para la pelea, incansable cuando otros se cansaron, veedor a lo lejos, febril en sus empeños…un caudillo, un líder, de la liberación, adjetivado de la constancia. Interesante descripción en donde los contrastes de la personalidad son sometidos a una difícil prueba valorativa. Pero va más allá del retrato físico y psicológico del hombre que ha considerado importante revelar en la crudeza contrastante de sus rasgos.

En el abordaje de Martí acerca del Bolívar histórico predominan pocos pero contundentes planteamientos y el eje de casi todos es el fenómeno de la dependencia, del colonialismo superviviente en las repúblicas subdesarrolladas. De este interés principal no está excluida la personalidad, la conducta decidida del líder, a título de arquetipo de disposición ejemplarizante. Como contrapartida a las actitudes, sumisas, tímidas, complacientes, enajenadas y cómplices de la nueva oligarquía criolla acomodada a su papel subordinado en la periferia del sistema capitalista en ascenso. De manera que junto al carácter pedagógico, la contraposición de un arquetipo de hombre, que calza su grandeza en un contexto liberador. El fondo histórico de ese heroísmo no se pierde en las sombras de la leyenda. Es verificable mediante el estudio.

Está muy lejos de la exaltación del instinto agresivo aunque inspire un nuevo combate por la libertad de un pueblo que subyace en la condición colonial. En tanto, le invoca como espíritu defensivo ante los avances de una nueva forma de dominación.

José Martí estaba muy consciente que las repúblicas americanas no eran verdaderamente independientes y que el poco margen de independencia política que gozaban lo iban a perder con la creciente dependencia económica que los amenazaba bajo la capa de un proyecto panamericano de integración económica bajo predominio de los intereses estadounidenses en expansión. Y esa subordinación pondría nuevo dique al paradigma de desarrollo tal como habían suspirado algunos pocos hombres preclaros de la independencia.

De manera tal, la invocación de independencia absoluta y la recuperación de un proyecto de unión para resistir la avalancha anunciada no eran mero recurso legitimador de un discurso revolucionario, constituía un anudamiento de un pensamiento emancipador  adecuado a un proyecto inconcluso. De ahí el planteamiento, preciso de la necesidad de proclamar una segunda independencia. La recuperación de estos planteamientos rebasa el recurso retórico – aunque no excluye la glorificación del héroe como pieza de una construcción ideológica propia – para adoptar un sentido programático preciso. El manojo de ideas que esgrime e inserta en el novedoso proyecto patriótico americanista y antimperialista es un llamado a la acción. Las botas de pelear constituyen simultáneamente signo y reclamo. Para los patriotas cubanos el reto de alcanzar la independencia. Para los americanos independientes el de preservar lo obtenido y una convocatoria a completar un proyecto inconcluso.  La continuación obediente a las circunstancias coetáneas de una estrategia y una táctica extraída del estudio de la experiencia conductora de Bolívar. Martí concebía, como el venezolano, la prioridad de crear un contrapeso geopolítico significativo que diera paso a un plan de desarrollo, de progreso, sin las cortapisas que habían empantanado los anhelos americanos. De seguro en lo más íntimo, se sintió inseguro por la enorme dificultad, de conjugar la magna tarea geoestratégica americana con los intereses y las urgencias sociales y políticas locales que dan la base a los movimientos reales. Ese eslabonamiento, difícil, cuidadoso, pertinente, sigue ofreciendo a la actualidad un paradigma significante y movilizador para esta nueva etapa de refuncionalización del sistema de dependencias imperantes, asfixiantes y  restringido.

Dos elementos más complementan el nudo expuesto. La necesaria reivindicación histórica, frente a burdas manipulaciones y coqueteos de hispanofilia, como las expuestas en su comentario sobre la fiesta en honor a San Martín.[72] La importancia de una ideología latinoamericanista asentada en un capital histórico propio. Eran necesidades de su momento histórico que hoy día parecen satisfechas con creces pero que es indispensable defender de los manejos historiográficos actuales tendentes a descalificar el lugar destacado de las luchas revolucionarias y de sus iniciadores. Desde luego, infinidad de planteamientos, de ideas y sentencias de ambos pueden haber pasado al museo de la historia del pensamiento latinoamericano, como ha sucedido con casi todos los pensadores de cualquier parte del universo: Moisés, Confucio, Sócrates y Jesús, Mahoma, Tomás de Aquino o Locke. Pero como los de ellos siempre podremos hallar una lección interesante para la humanidad que sabe apreciar y valorar cualquier esfuerzo hecho por su bienestar. De tal modo, que en los grandes ensayistas y pensadores del siglo XX americano, en la obra de los historiadores de las ideas americanas, la focalización, estudio y valoración de cuanto aportaron y los vínculos que establecieron en esa cadena de elaboraciones teóricas está más que justa y plenamente fundamentada, más allá de las anacronías normales, de los empeños de subestimación y de los excesos endiosadores.

 


Notas:

[1] Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

[2] Aunque he tenido en cuenta los nuevos trabajos realizados sobre la génesis del culto a Bolívar y sus manifestaciones contemporáneas he declinado referirme a ellos más que tangencialmente para concentrarme en mi objeto: la valoración de Martí y la integración de Bolívar a su discurso revolucionario. Me refiero a las obras de Elías Pino Iturrieta, El divino Bolívar, 3ª edición, Caracas, Alfadil Ediciones, 2006  y el de Manuel Caballero, Por qué no soy bolivariano. Una reflexión antipatriótica, 4ª edición, Caracas, Alfadil Ediciones, 2007.Lamentablemente no pude consultar el libro de Napoleón Franceschi González, El culto a los héroes y la formación de la nación venezolana: una visión del problema a partir del estudio del discurso historiográfico venezolano del período, 1830-1883.

[3] Apenas habían callado fusiles y cañones, cuando ya se imprimía con fondos oficiales tres tomos de una versión realista de la independencia americana por obra de un ex afrancesado, que luego se radicaría en Cuba: Mariano Torrente, Historia de la revolución hispanoamericana, 1830.   Una visión edulcorada de la metrópoli colonial en contraste con los rayos y centellas hacia los independentistas. Un convite a la reconquista, invocaba por fuerza la respuesta de los adversarios ilustrados. Feliciano Montenegro y Colón y  Rafael María Baralt, fueron tentados a responder en sus primicias historiográficas. No menos benévola fue la difundida historia pergeñada por un ex admirador de Bolívar, Georg Gottfried Gervinus: Historia del siglo XIX; 1852. Por supuesto esta visión de los vencidos  antagonistas y prejuiciados estudiosos tendió a desaparecer en tanto las “historias patrias” fueron creándose y recreándose al calor de la evolución de la sociedad y de la misma especialidad.

[4] No se puede negar su incidencia, conjuntamente a la teoría de la desobediencia civil de Henry David Thoreau,  en el movimiento por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, encabezados por Martin Luther King.

[5] En opinión del escritor Barrows Dunhan, el Jesús histórico fue inspirador y artífice de un movimiento contra la dominación romana en favor de la liberación de los judíos: Barrows Dunhan, Héroes y herejes. De la antigüedad y la Edad Media, Barcelona, Editorial Seix Barral S.A., 1969, t. I pp. 62-69.

[6] Mason Locke Weems (11 de octubre 1756 - 23 de mayo 1825), era un impresor y autor estadounidense célebre por las historias que exaltaban a George Washington, la más difundida es el episodio del cerezo. Estos relatos inventados fueron publicados en The Life of Washington (1800), y piedra literaria angular de los mitos de Washington.

[7]La consigna "Tierra y Libertad" atribuida a de Emiliano Zapata, está tomada de Ricardo Flores Magón (1873-1922).  De los artículos publicados por él en el periódico Regeneración. En particular, "Tierra", publicado el 1º  de octubre de 1910.

[8] Creo de vital importancia para entender la cuestión abordada por mí es el del antecedente moderno próximo los hombres del siglo XIX. La gestación de los cultos a la razón, a la libertad, la patria, la igualdad y la fraternidad. Alfonso Aulard, (Le culte de la raison et le culte de l'être suprême (1793-1794) y su discípulo Albert Mathiez (Les origines des cultes revolutionnaires), estudiaron el asunto. Camino ensanchado por los estudios posteriores de Albert Soboul y Michel Vovelle.

[9] Este fue el énfasis puesto por Germán Carrera Damas en la interesante obra que despertó mi interés por estudiar el culto a Martí durante la etapa pre revolucionaria, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela, Caracas, Instituto de Antropología e Historia, Universidad Central de Venezuela, 1969.

[10] Como Hidalgo, Morelos y otros patriotas, Bolívar fue excomulgado por edicto de los gobernadores del arzobispado de Bogotá, Juan Bautista Pey y José Domingo Duquesne, 3 de diciembre de 1814. Por la presunción de saquear iglesias, perseguir sacerdotes, destruir la religión. Parte del clero apoyó la independencia pero otra la combatió. La Sagrada Congregación de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios del Vaticano acusó a Bolívar de liberal y ateo, en sesión 116, del 4 de agosto de 1829.

[11] Años ha Marcos A. Osorio Jiménez publicó, bajo el patrocinio de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, la primera edición de  la Bibliografía Crítica de la Detracción Bolivariana,  Caracas, Imprenta Nacional, 1959. En 1979 se publicó una segunda edición.

[12] Joaquín Sánchez MacGregor, Bolívar: Breve ensayo múltiple, Cuernavaca, Morelos, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM, 1992, p. 11. “En el curso de la investigación, se alcanzó a comprender, el carácter contradictorio de Bolívar, cuyas oscilaciones resultan claras y evidentes”.

[13] Tomás Straka, Contra Bolívar. Una selección y un análisis de los terribles artículos de José Domingo Díaz contra El Libertador, Caracas, Editorial Libros Marcados, C. A., 2009.

[14] “La Gazeta de Caracas”, tuvo su primer numero el 24 de octubre de 1808. El año en que se establece en  Venezuela la primera imprenta, la cual estuvo en las manos de dos ingleses Mattew Gallagher y James Lamb.

[15] Me refiero al texto “Venezolanos”, publicado en la Gaceta de Caracas, No. 12, 19 de abril, 1815, Tomás Straka, Contra Bolívar…, pp. 18-23.

[16] Ibid., p. 24.

[17] “Un Rey como el nuestro es un don tan sublime y exquisito que solo de tiempo en tiempo se concede a los pueblos muy dignos de él por sus heroicas virtudes”. Ibid. P. 31. Esto lo expresa en mayo de 1815, cuando Fernando había sido restituido al trono que tan indecorosamente renunció.

[18] Para este personaje, caso patológico, la rebelión de los caraqueños tenía por destacada explicación las acciones de un grupo de jóvenes mantuanos atolondrados y turbulentos. Véase en los libros Google: José Domingo Díaz, Recuerdos de la rebelión de Caracas, Madrid, Imprenta de don León de Amarita, 1829.  Obra en donde deja correr en cada línea más bilis que explicación.

[19] Ibid. pp. 112-119. Sospecho que luego Simón Rodríguez lo tuvo como referencia polémica cuando hace el enorme inventario de las injurias hechas públicas contra Bolívar.

[20] “Aquella hermosa Venezuela que fue un tiempo el encanto de los naturales, y la admiración y envidia de los extranjeros”. Ibid., p. 113.

[21] Tal fue el caso de Rafael Diego Mérida, cercano colaborador de Bolívar en los años 1813 y 1814, más tarde, durante el exilio en Haití se convirtió en enemigo y en Curazao redactó e imprimió un libelo contra él. Libelo del cual se sirvió José de la Riva Agüero, en su obra Memorias y documentos para la historia de la independencia del Perú.

[22] Las fuerzas más reaccionarias de Chuquisaca habían emprendido un feroz ataque contra sus propósitos y medios. La intriga y maledicencia perforó los oídos de Sucre. Fricciones que describe en sus cartas a Bolívar explican las razones de su renuncia y de la salida poco airosa de Chuquisaca.

[23] Manuel Lorenzo Vidaurre, peruano, pintoresco personaje por sus vaivenes galantes, políticos e intelectuales.  Enemistado con la Iglesia colonial por su dicho contra  el Arzobispo de las Heras de ser "un viejo cuchifondo", ergo "un viejo c. sucio". Retó la sociedad de su tiempo defendiendo la igualdad racial. Luego de algunas vicisitudes en España, Cuba y Estados Unidos, recaló en Perú, donde formó el círculo de aduladores de Bolívar, los Persas, quien lo nombró representante ante el Congreso de Panamá, en donde se salió de las instrucciones para plantear iniciativas personales. Bolívar lo llamó de regreso: "El Perú necesita de algunos Vidaurres; pero no habiendo más que uno, éste debe apresurarse a volar al socorro de la tierra nativa, que clama e implora por sus primeros hijos, por esos hijos de predilección... "Meses después, el autor del folleto Vidaurre contra Vidaurre, publicó "Discursos contra el proyecto de Constitución vitalicia" (1827). Separado de Bolívar, publicó en 1831  "Defensa de la Soberanía Nacional" a raíz de la guerra peruana contra Colombia. http://www.diccionariobiograficoecuador.com

[24] Simón Rodríguez, Obras Completas, Caracas, Universidad Simón Rodríguez, 1975, T. II, p. 199. Burns dice al respecto:”Las élites hablaban constantemente de “progreso”, acaso la palabra más sagrada del vocabulario político, pero poseedora también de un impresionante conjunto de significados. Generaciones posteriores de estudiosos la reemplazaron por la palabra modernización, mas esta sustitución poco hizo para clarificar el concepto. Ambos términos, usados indistintamente en adelante, entrañaban admiración por los valores, ideas, modas, invenciones y estilos más recientes de Europa y de Estados Unidos, además de un deseo de adoptarlos –y sólo en raras ocasiones un deseo de adaptarlos.(…) Siempre identificaron (y confundieron) el bienestar de una clase con el bienestar nacional. E. Bradford Burns, La pobreza del progreso: América Latina en el siglo XIX, México, Siglo XXI Editores S.A. de C.V., 1990, p. 19.

[25] Ibid., P. 201. Desde luego, esa gran empresa de soberanía y progreso amenazaba intereses creados y sistemas ocupacionales populares. Los nuevos métodos de trabajo implicaban maximizar la explotación.

[26] Ibid., p. 202. Relacionar con la cita de Bradford Buns de la página anterior.

[27] Emilio Rodríguez Demorizi, Poetas contra Bolívar (El Libertador a través de la calumnia), Madrid, Gráficas Reunidas, S.A., 1966.

[28] Encabezados por el teniente-coronel Pedro Carujo Hernández, venezolano, ayudante del Estado Mayor; Agustín Horment, francés, ex agente de  firma comercial inglesa, vinculado a empresas mercantiles de Bogotá; Wenceslao Zulaibar, neogranadino, comerciante asociado al grupo antioqueño negociador y administrador del empréstito inglés; y Florentino González, neogranadino, miembro de una familia con propiedades y medios financieros importantes en la provincia del Socorro y en Bogotá.

[29] Mario Torrealba Lossi, Bolívar en diez vertientes (ensayo), Caracas, Ediciones del Colegio de Profesores de Venezuela, 1982.

[30] Pino Iturrieta, Elías, Op. Cit. Pp. 29- 33.

[31] Desde hace años me interesé en fijar un punto de partida mínimo. ¿Cuándo se produjo el encuentro de Martí, con el Libertador? ¿De qué manera tuvo las primeras noticias de su obra y existencia? Son hechos de los cuales aún no podemos, y quizás no podamos nunca, hablar con exactitud. Suponemos que este encuentro – más bien podríamos decir curiosidad, interés -- debe haber tenido lugar en época temprana, en la adolescencia de Martí. Probablemente en víspera de la insurrección independentista de 1868. Nos basamos en sus muy posteriores y propios testimonios.

[32] Index librorum prohibitorum et expurgatorum, vigente desde 1571 a 1966,  en España y sus colonias.

[33] Véanse estas estrofas seleccionadas de uno de los dos poemas que Lozano dedicó a Bolívar: “VIII: El viento de la envidia tempestuoso/Ronco rugió sobre su egregia frente/Mas no pudo su soplo maldiciente/Tu inmarcesible lauro desgajar/Cuando un siglo ya trémulo y caduco/Vaya a exhalar su aliento postrimero/Dirá el que nace: - Guarda ese letrero/Santo nombre de un héroe tutelar. IX Y cuando todos ellos confundidos/Rueden a sepultarse en el espacio,/Entre nubes de incienso y de topacio/Le llevarán en triunfo hasta el Señor/Él grabará tu nombre en el gran libro/Donde miran sus nombres los patriarcas/Y en sus excelsas, inmortales arcas/Escribirán también LIBERTADOR.(…) Tu porvenir, Bolívar, son los tiempos/Las coronas de un dios son tus coronas/Y el inmenso raudal del Amazonas/Las aguas que fecundan tu laurel”. Envío del colega y amigo Alberto Rodríguez Carucci.

[34] José Martí: Obras completas, Ed. Cit., t. 7, p. 287. En el mismo discurso Martí dice luego: "¡Como interiores aves aleteaban mis caros recuerdos; despertaban mis sueños de niño: ... agitada por tantos combatientes batalla de mi alma!" Ibídem, p. 289.

[35] Tanto en La Habana como en Santiago de Cuba se esparcieron soldados realistas y grupos sociales afectados por el movimiento armado emancipador. Cierto número regresó en tiempos de Páez pero siempre permanecieron otros. Algunos cubanos que conocieron a Bolívar y tomaron parte de sus actividades regresaron a la Isla, como puede apreciarse en las páginas de René González Barrios, Cruzada de libertad. Venezuela por Cuba, La Habana, Casa Editorial Verde Olivo, 2005.

[36] “A Bolívar”, 1827, Ed. 1832. José María, Heredia: Poesías completas. Municipio de La Habana, 1941, vol. II, pp. 104-108. Poema teñido de la acusación monarquista que desacredita  el republicanismo de Bolívar, primero lo exalta y luego lo emplaza como un ángel caído al dar crédito de las imputaciones circuladas por sus adversarios. Desde luego, esta valoración poética, esgrimida maliciosamente por lo cuestionadores del bolivarianismo contemporáneo obedece a ciertas apreciaciones políticas que merecen explicación, tanto de los informaciones que la condicionan como de las opciones ideológicas del autor.

[37] José Joaquín Olmedo, “La victoria de Junín”, http://es.wikisource.org/wiki/La_victoria_de_Jun%C3%ADn José Joaquín Olmedo, entonces residente en Londres, daba cuenta de la activa campaña de prensa que contra Bolívar realizaba Riva-Agüero

[38] José María Heredia y Heredia. Crónica publicada en “El Economista Americano” en Nueva York en julio de 1888. José Martí: Obras completas, Ed. Cit., t. 5, p. 136. Pero ni en esa crónica ni en el Discurso  del 30 de noviembre de 1889 en honor a Heredia, alude a esa oda.

[39] "Solo él ha puesto en sus versos —agrega comparándolo aun con Bolívar— la sublimidad, pompa y fuego de su naturaleza. El es volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas." Ibíd.

[40] Otras frases de Bolívar están incorporadas, alusivas algunas a la importancia que concedió a la liberación de Cuba y Puerto Rico. “A los patriotas americanos: Cuba y Puerto Rico”, (23- 03-1869) Recopilado por Emilio Godínez en Cuba en Betances, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1985, pp. 47-50.

[41] Como dato curioso esta referencia se inserta en las “Lecciones orales sobre la historia de Cuba”(Nueva Orleáns, 1859), expuestas por su amigo y protector al llegar a México en 1875, Pedro Santacilia, recogidas en Pedro Santacilia. El hombre y su obra, México, Centro de Investigación Científica Jorge  L. Tamayo A.C., 1983, t. I, pp. 328-329. Santacilia destaca en contraste la oposición estadounidense y británica.

[42] Mariano Torrente,  Historia de la revolución hispano-americana, 3 tomos, Madrid, Impr. de León  Amarita, 1829- 1830. En esta obra escrita desde Europa y desde una óptica oficialista en la más clara expresión del absolutismo fernandista,  Bolívar es presentado como “joven bullicioso, tan distinguido por su riqueza i lustre de su cuna,  como por su desmesurada ambición”, T. I, p. 56. Luego añadirá otros títulos como sedicioso  responsable de la separación de territorios en legítima posesión de la Monarquía española. En un posterior artículo publicado en el Semanario Pintoresco de Madrid en 1837, abandonó el tono condenatorio para reconocer el lugar histórico del Libertador.

[43] José Martí: Obras completas, t. 6, p. 198.

[44] “El culto es una necesidad para los pueblos. El amor no es más que la necesidad de la creencia: hay una fuerza secreta que anhela siempre algo que respetar y en qué creer.  Extinguido por ventura el culto irracional, el culto de la razón comienza ahora. No se cree ya en las imágenes de la religión, y el pueblo cree ahora en las imágenes de la patria. De culto a culto, el de todos los deberes es más hermoso que el de todas las sombras.”, Ibid, p. 195.

[45] Citado por Carlos Pereyra, Bolívar y Washington: un paralelo imposible, Madrid, Editorial América, 1915, pp. 227 y 228

[46] Ibidem, p. 229.

[47] Particularmente, reincide en los juicios contra quienes subestimaron a Bolívar.”Ni en  Temístocles, ni en  Pisístrato, ni en César, ni en el astuto Napoleón, ni en el honrando Washington, halla alguno a  Bolívar  semejante”, dice en su referencia al sentir de  Miguel Peña, pero lo hace propio, como en esta otra  ocasión: “Aquel hombre resplandeciente y sereno, menos infortunado que Bolívar, porque fue menos grande: a Jorge Washington”. José Martí, Obras Completas,  ed. cit., t. 9, p.  261.

[48] Pelegrín Torras. “La América Latina y la Revolución del 68”, Sobre la guerra de los 10 años, 1868-1878, María Cristina Herrera (comp.), la Habana, Escuela de Historia / Universidad de la Habana, 1971, p. 342.

[49] Esa idea diferenciadora de ambos procesos emancipadores está presente en las “Lecciones orales sobre la historia de Cuba” (Nueva Orleáns, 1859),  que considero probable haya conocido por su trato directo y su reconocida bibliofagia. Pedro Santacilia. El hombre y su obra, Ed. Cit., t. I, pp. 474-475.

[50] José Martí: Obras completas. Edición crítica. Centro de Estudios Martianos, t. II, 1985, p. 285-286

[51] José Martí: Obras completas, Ed. cit., t. 6, p. 352.

[52] Ibíd.

[53] Ibíd, t. 7, p. 145.

[54] Ibíd, p. 155.

[55] Ibíd, p. 111.

[56] Ibíd.

[57] lbíd.

[58] Simón Bolívar: op. cit., p. 106.

[59] lbíd, p. 107.

[60] Torres Caicedo, en el poema de 1856,  "Las dos Américas", dijo: "la raza de la América latina, al frente tiene la sajona raza, enemiga mortal que ya amenaza, su libertad destruir y su pendón"; y en otro fragmento: "el mundo yace entre tinieblas hondas: en Europa domina el despotismo, en América en el Norte, el egoísmo, sed de oro e hipócrita piedad". En 1861, presentó las "Bases para la formación de una Liga Latinoamericana".

[61] José Martí: Obras completas, Ed. cit., t. 7, p. 111.

[62] Simón Bolívar: op. cit., p. 29. Acosta Saignes y Pividal han destacado el uso malicioso que los "panamericanistas" han hecho de esta frase, cuando omiten las precisiones geohistóricas que le asignó Bolívar.

[63] “Bolívar que dejó una vía láctea de victorias y una pléyade de repúblicas ha llegado a dar su nombre a una de las naciones que emancipó y al proyecto de confederación que el mundo se complace en llamar boliviano”. “La Unión Americana”, en Ignacio Ramírez. El Nigromante. Obras Completas, México, Centro de Investigaciones Científicas, Jorge L. Tamayo., A.C., 1984, t. I, pp. 87-91. Sobre el tema y el personaje se refirió en otros textos, t. III, pp., 36 y 50; t. IV, p. 312; t. VII, “La doctrina Monroe y sus defensores”, pp. 331-333; digamos para finalizar sobre esta fuente potencial que conoció a Felipe Larrazábal y pronunció un brindis en su honor: “Nada podemos ofrecer al señor Dr. Larrazábal, que pueda deslumbrarlo, acostumbrado como está al brillo de las glorias de Simón Bolívar, que ha visto tan de cerca y con quien se ha familiarizado, si me es permitida la expresión, escribiendo esa historia exquisita donde se refleja, por decirlo así, el alma del inmortal Libertador. Pero el señor Larrazábal, al regresar a su patria, puede decir a nuestros hermanos de Venezuela, que aquí hay un puñado de hombres llenos de amor a América, que trabajan incesantemente porque se realicen las altas predicciones del héroe de Colombia”. T. VII, p. 365.

[64] Un análisis de sus perfiles personales nos puede llevar a encontrar analogías significativas por encima de sus diferencias psicológicas y filosóficas: infatigables, tenaces, creativos, buenos comunicadores, sabían escuchar, apasionados, rectificadores, sin importar si a Bolívar le apasionaba el baile y a Martí no.

[65] Hay una pequeña variante de confusión pues Martí dice en su apunte: "He visto la Gaceta de Venezuela..." José Martí: Obras completas Ed. cit., t. 21, p. 197. Dice Lecuna que las primeras obras sobre la emancipación, en su mayoría hostiles, "todas ellas, cual más, cual menos se apoyaron en la Caceta de Caracas". Vicente Lecuna: Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. Nueva York, 1956, t. I, p. XVII.

[66] José Martí: Obras completas,. Ed. cit., t. 7, pp. 201-203.

[67] José Martí: Obras completas, Ed. cit., t. 8, p. 251.

[68] Tres años antes de su encuentro con Martí, escribía Acosta de quien consideraba que "el día que la política universal tenga sistema planetario, él será, el sol" (ese símbolo será usado por Martí al calificar al Libertador de "hombre solar"). Acosta fue de los que reconocían la proyección de la obra bolivariana: "Bolívar, por último se destaca en medio de los siglos y la historia, para mostrar a los unos el rumbo, para enseñar a la otra sus doctrinas; y Colombia, su obra, aparecerá siempre como un norte para la navegación del derecho, y como un faro para los mares de la libertad." Cecilio Acosta: Pensamiento político. Caracas, 1981, t. II, p. 230.

[69] Ramón Díaz Sánchez, “El bolivarianismo de Cecilio Acosta”, Caracas, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Mario Torrealba Lossi, Bolívar en diez vertientes, Caracas, Ediciones del Colegio de Profesores de Venezuela, 1982,  capitulo Cecilio Acosta, el visionario, pp. 79-92.

[70] Fragmento de Acosta citado por Ramón Díaz Sánchez, Art. Cit., p. 236.

[71] Como de pasada deja abierto el contraste, entre el sacrificio de la fortuna que hizo Bolívar frente a las ambiciones patrimoniales de muchos de sus correligionarios que una vez terminada la guerra se abalanzaron sobre la cosa pública para engordar la billetera. La corrupción política y administrativa ha sido una constante pendiente de una erradicación que los avances democratizadores no han impedido ni castigado salvo en contadas ocasiones.

[72] "De un lado se están poniendo en América los que, sin fuerzas para cumplir con los deberes que les imponen, prefieren renegar de las glorias americanas, como si con esto se librasen del mote de menguados y egoístas; y de otro lado, los que, sin rencillas imbéciles  por una parte, pero sin excesos lamentables de lo que demanda el espíritu de raza por la otra, se estrechan, ponen en alto la bandera nueva y van rehaciendo la cuja en que se yerguen, que aquellos otros muerden a escondidas, gateando al favor de su sombra. De un lado los que cantan la forma de nuestras glorias, pero abjuran y maldicen de su esencia, y de otro los que tienen tamaño de fundadores de pueblos, y, por sobre el miedo de los timoratos  y las preocupaciones de la gente vana, no quieren hacer de la América alfombra para naciones que les son inferiores en grandeza y espíritu, sino el pueblo original y victorioso anticipado por sus héroes, impuesto por su naturaleza y hoy sobradamente mantenido en estima por sus hijos”. Buenos y malos americanos (1884) José Martí, Obras completas, Ed. Cit., t. 7, p. 252.