Víctor Turner y la historia de México como drama social

Victor turner and the history of Mexico as a social drama

Victor Turner ea história do México como um drama social

Leif Korsbaek

Recibido: 07-03-2015 Aceptado: 19-03-2015

 

Introducción

Como sucedió en toda América Latina, al principio del siglo XIX, hace unos doscientos años, ganó México su independencia de España: de ser una colonia perteneciente al imperio español, se convirtió en una república, soberana e independiente y dueña de su propio destino. Al mismo tiempo cambió de nombre: ya no sería la Nueva España sino México o, más precisamente, los Estados Unidos Mexicanos.

La situación del imperio español y de sus colonias, en este caso la Nueva España, el futuro México, había sido enredada: “el imperio español en América descansaba en el equilibrio de poder entre varios grupos: la administración, la iglesia y la elite local. La administración ostentaba el poder político. Pero su poder militar era escaso y asentaba su autoridad en la soberanía de la corona y en sus propias funciones burocráticas. La soberanía secular estaba reforzada por la de la iglesia, cuya misión religiosa se apoyaba en el poder jurisdiccional y económico Pero el mayor poder económico estaba en manos de las elites, propietarios rurales y urbanos, englobaban a una minoría de peninsulares y a un mayor número de criollos” pero, en la última instancia, “he aquí un caso extraño en la historia moderna: una economía colonial dependiente de una metrópoli subdesarrollada”[1]. El peligro que la corona española vislumbraba todos los años de la existencia de este delicado equilibrio era la refeudalización, la pérdida del tan caramente conquistado poder central, el peligro que ya se manifestó en tiempos de Cortés[2].

Pero ahora la situación era fundamentalmente diferente. El país ya no era una colonia, sino una nación libre, independiente y soberana, y el futuro se vislumbraba claro y prometedor. “Esta obra, Señor, que se confiará a vuestras luces y a vuestra provisión, forma desde este día la época venturosa de las glorias de la patria. Emancipados de nuestros ya impotentes opresores, hemos salido de la ignominia y de la esclavitud para elevarnos al alto rango de las potencias libres, independientes y soberanas. La confianza en el gobierno cimentada por la voluntad nacional y explicada por los mandatarios del pueblo, segará para siempre el anchuroso abismo de las revoluciones. La experiencia dolorosa de los males que pasaron y la grata perspectiva de los bienes que se esperan bajo las garantías constitucionales, todo, Señor, nos promete que vuestras benéficas intenciones serán cumplidas, y la República, feliz, respetada y poderosa” fue la promesa al pueblo mexicano el 4 de octubre de 1824. El pasado colonial ya pasó y los mexicanos podrían ocupar su lugar entre las naciones libres, independientes y soberanas[3]. Ya habían pasado tres años de arduas tareas de formular la primera constitución federal que diera vida a los Estados Unidos Mexicanos y, después de los años flacos, ahora se esperaban los años gordos[4].

Todos estaban de acuerdo. “El ministro Lucas Alamán, criollo europeo, conservador y de tendencia centralista, describía así la situación: El presidente Victoria se encontraba, pues, en las más prósperas circunstancias: la República gozaba de sosiego; los partidos habían sido reprimidos, y la esperanza de un feliz porvenir lisonjeaba los ánimos de todos, mientras que Zavala, que era liberal, federalista y criollo americano, escribía no puede un mexicano recordar esta época sin experimentar cierta afección nacida de las felices circunstancias en que se encontraba la República. Parecía que se había consolidado un gobierno duradero: los partidos habían callado, y las legislaturas procedieron con tranquilidad al acto augusto de nombrar los supremos magistrados de la República[5].

“Sin embargo, todas las esperanzas que se expresaron entonces se iban a ver pronto frustradas irónicamente por los mismos hombres que las habían formulado”[6], y la transición no fue tan rápida como se había esperado, primero se interpuso un intermezzo en el cual el joven país un rato se presentaba como imperio, igual que Brasil, bajo la batuta de Iturbide. De alguna manera el imperio de Iturbide representó una transición suave a la vida republicana, con algún grado de convivencia entre los gachupines derrotados, los criollos victoriosos (más o menos) y los indígenas y los mestizos como grupos invisibles. El Plan de Iguala, firmado el 24 de febrero de 1821, garantizando la independencia, la unión y la religión (católica), “conciliaba todos los intereses”[7].

Un vistazo al joven congreso nos da una idea de cuáles eran los problemas urgentes que se tuvieron que resolver a brevedad: en la cámara de diputados planteó Carlos Bustamante la necesidad de poblar las costas el 2 de marzo de 1822, propuesta que fue repetida el 4 de marzo; el 27 de marzo de mismo año se recibieron las propuestas de paz de los indios del norte, y el 5 de junio se debatió el tema de colonización de Tejas, el primero de abril de 1823 se archivó la propuesta de los diputados de Yucatán de eximir a los indios de la contribución personal. Finalmente, el 17 de junio de 1823, “en el dictamen sobre convocatoria para un nuevo congreso constituyente mencionan la participación de los pobres y los indígenas”. Mientras tanto, si avanzamos al año de 1826, se discute en la cámara de senadores en tres ocasiones “el dictamen sobre indulto a los yaquis y mayos”, mientras que el 12 de febrero de 1830 continuaba la “discusión relativa al uso de la expresión indígenas para designar a los mexicanos a quienes antes se les llamaba indios”.


Imagen 1. www.alvargonzalez.info

Y la independencia tampoco fue tan rica y maravillosa como muchos se habían imaginado, pues la lucha había hecho necesaria una gran cantidad de préstamos concertados en el mercado en Londres. Igual que hoy, que México tiene la democracia representativa más costosa del mundo, además de los gastos en la lucha armada, también los tres años de formulación de la nueva constitución habían sido muy costosos[8].

 

 La antropología acerca de la historia

Aquí presentamos un texto del antropólogo británico Víctor Turner acerca de la lucha del cura Hidalgo para ganar la independencia de España, y debe ser permitido preguntarnos: “¿qué diablos hace un antropólogo británico como Victor Turner en nuestra historia de México?”, y “¿qué tiene que ver con la situación de México y los doscientos años que han pasado?”, una pregunta que tenemos que dividir en dos: primero, ¿qué es la antropología? y dos, ¿quién es el tal Víctor Turner?, ¿cuáles son sus credenciales?

De la antropología hay tantas definiciones, que los antropólogos tenemos mucha libertad para definir nuestro quehacer. En otra ocasión he definido “mi antropología” como “una disciplina cuyo concepto fundamental es el de “cultura”, que es la única disciplina dedicada explícitamente al estudio de la alteridad, más exactamente al estudio de la articulación entre la tradición y la modernidad, que recoge su información por medio del trabajo de campo, conocido también como etnografía, y que mantiene su ambición holista[9].

Victor Turner fue formado en la tradición británica de la antropología, lo que tiene también profundas repercusiones tanto en sus planteamientos teóricos como en su trabajo de campo y etnografía. La antropología social británica es artesanal y práctica, a diferencia de la sofisticada etnología francesa, que tiene una fundamentación teórica mucho más elaborada que su contrapartida británica. La antropología social británica nació como una herramienta muy práctica del colonialismo británico, sobre todo en África, lo que captó la atención del mundo en el año emblemático y en los años inmediatamente después, cuando surgió una ola de críticas al colonialismo británico y la participación de los antropólogos británicos: “los estudios antropológicos británicos se desarrollaron en el contexto del colonialismo europeo y, sobre todo, británico formando parte de la situación colonial. La mayor parte de los antropólogos no pusieron en cuestión la situación colonial ni el hecho de tomar parte en esa situación a través de la investigación de los pueblos subyugados”[10], es un botón de muestra.

La antropología es una curiosa disciplina: la antropología británica nació como la criada del colonialismo británico, sobre todo en África pero, como ha dicho un antropólogo mexicano: “lo que sirve para una barrida sirve también para una fregada”, y podemos plantear que los mismos conocimientos antropológicos que les sirven a los colonialistas para mantener el control y asegurar la explotación, potencialmente les sirven también a los colonizados en su lucha para quitarse de encima el yugo colonial.

Como ya se mencionó, la antropología nació como la criada del colonialismo, pero ocasionalmente se ha destacado como una disciplina contestataria, que tiende a solidarizarse con los oprimidos y defender sus derechos. Al respecto, se ha formulado una distinción entre dos diferentes tipos de pensamiento, entre la táctica y la estratégica, de manera que la táctica es la visión desde abajo, mientras que la estratégica es la visión desde arriba[11]. En este sentido, el presente texto de Victor Turner es más bien un estudio híbrido, entre lo táctico y lo estratégico, pues es un estudio de cómo se hace la lucha desde abajo, desde una posición de lo táctico, para conquistar el poder hacia arriba y convertir su posición en una posición estratégica.

Quedándonos en el mundo británico, podemos presentar a un curioso luchador africano que hizo uso de los conocimientos antropológicos en su lucha contra el colonialismo británico. Yomo Kenyatta nació en 1890 en el clan de los jefes de la tribu dominante en la entonces colonia británica Kenya, los gikuyo, con el correr del tiempo se hizo líder del movimiento guerrillero de liberación muingi, y en varias ocasiones, a partir de 1953, fue encarcelado. En 1964 logró el movimiento muingi arrancarles a los británicos el control político del país, después de una prolongada guerra de liberación, y en diciembre del 1964 fue Yomo Kenyatta elegido el primer presidente de la nueva república Kenya, ya no colonia. Así que Yomo Kenyatta era uno de muchos líderes indígenas, en África y en otros continentes, que se opusieron violentamente a la opresión colonial y al racismo de los blancos, algunos con éxito, otros sin resultados, y muchos de ellos muertos en su lucha. Lo único que distingue tajantemente a Yomo Kenyatta de los demás luchadores anticolonialistas es el hecho de que el contaba con un doctorado en antropología social de London School of Economy, Bronislaw Malinowski había dirigido su tesis doctoral, “Facing Mount Kenya”, y en su historia vemos un ejemplo del uso de la antropología para la liberación[12].

De todos modos, es un estudio de la violencia, y la relación de la antropología con la violencia es curiosa, pues desde su infancia esta disciplina se ha venido desarrollando en escenarios permeados por violencia y, sin embargo, fue muy tarde que logró desarrollar las herramientas analíticas necesarias para el estudio de esta violencia con la cual había convivido durante tantos años.

Aparte del hecho de que todas las sociedades son plurales[13], los antropólogos se vieron obligados a forjar el concepto de sociedad plural durante el proceso de descolonización al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando unas 150 colonias fueron convertidas en nuevas repúblicas, constituyendo lo grueso de las naciones unidas de la ONU. Las sociedades plurales “son las que contienen múltiples poblaciones étnicas dentro de una economía compartida y un orden político centralizado dominado por uno de los grupos”[14].

El uso más convincente del concepto de sociedad plural es el texto de Max Gluckman en el cual describe y analiza la dinámica de la sociedad zulú en el África del Sur, donde plantea al principio del artículo que “Alrededor de las dos quintas partes de los africanos de la Unión viven en áreas que les son reservadas, distribuidas a través de toda la Unión. Solamente ciertas categorías de europeos (administradores, oficiales técnicos, misioneros, comerciantes, reclutadores) viven en estas reservas. Desde las reservas los hombres africanos salen para trabajar durante breves periodos de tiempo en el empleo de granjeros, empresarios y particulares blancos, después de lo cual regresan a su hogar. Cada comunidad de reserva tiene estrechas relaciones económicas, políticas y de otros tipos con el resto de la comunidad blanco-africana de la Unión. Por eso, los problemas estructurales de cualquier reserva consiste en gran medida en analizar de qué manera, y hasta qué grado, la reserva está estrechamente articulada con el sistema social de la Unión, cuáles son las relaciones entre blancos y africanos dentro de la reserva, y de qué manera estas relaciones son afectadas por, y afectan, la estructura de cada grupo racial”. Tal como Max Gluckman estudia la sociedad total, África del Sur, con su población blanca y negra, podemos hacer el experimento de estudiar la sociedad total, México y los Estados Unidos. Tal como está la situación con Peña Nieto y La Gaviota, podemos decir sin distorsionar la realidad que México está gobernado desde la Casa Blanca.

Podemos distinguir el primer acercamiento sistemático al estudio del conflicto en la obra de Max Gluckman, fundador de la Escuela de Manchester y profesor de Victor Turner: “el punto de partida de Gluckman es que “el conflicto y la superación del conflicto (fisión y fusión) son dos aspectos del mismo proceso social que están presentes en todas las relaciones sociales. La fisión y la fusión no sólo están presentes en la historia de grupos singulares y sus relaciones, son inherentes a la naturaleza de toda estructura social”, es decir que el conflicto no es ni una anomía ni se debe a factores exógenos, es parte del proceso. Si seguimos la pista encontramos en la obra de Gluckman una discusión muy rica del conflicto, no obstante que algunos ortodoxos piensan que “Gluckman colocó un énfasis exagerado en el elemento de conflicto en las relaciones políticas””[15].

Durante su estancia en Manchester inició su trabajo de campo en Zambia, en el marco del Rhodes-Livingstone Institute, cuyas líneas de investigación fueron, por supuesto, dictadas más o menos por las necesidades de la parte de Africa donde se encontraba el Instituto: el centro y el sur de Africa. El Instituto Rhodes-Livingstone había sido fundado en 1938 por un grupo de investigadores de la Victoria University of Manchester para estudiar las maneras de estudiar las maneras en las cuales se podría establecer una relación permanente y satisfactoria entre nativos y no-nativos en el África del Sur. El estudio de los rituales tenía una prioridad muy baja en el Instituto, cuya atención se dirigía hacia los sistemas políticos y legales, la urbanización, la urbanización el bracerismo y la organización social y económica.

 “El Instituto producía estudios de un alto grado de uniformidad (neomarxista), por lo cual inconformes y traidores fueron tratados con gran ferocidad, pero no se aceptaba crítica de forasteros”[16], y no nos puede sorprender que la tesis doctoral de Turner llevaba la imprenta de Max Gluckman, el entonces director del Departamento de la Universidad de Manchester. “Fue Gluckman quien le sugirió a Turner que estudiara los principios de la organización social de los ndembu: hasta que hayas dominado eso, no estás capacitado para analizar el ritual[17].

En el plan de trabajo del Rhodes-Livingstone Institute escribió Gluckman programáticamente en 1945 que "debo poner el énfasis en que no considero los procesos sociales en marcha como completamente desintegradores. Toda mi formulación del problema depende del reconocimiento de que existe una sociedad de Africa Central compuesta de grupos culturales heterogéneos de europeos y africanos, con una estructura social y unas normas de comportamiento determinados, aunque tiene muchos conflictos y desajustes"[18].


Imagen 2. www.mexfiles.net

Hay varios detalles en las investigaciones del Instituto Rhodes-Livingstone que marcan la distancia a la tradicional investigación en la antropología social británica: el estudio del conflicto, la articulación de la pequeña comunidad con la sociedad más amplia, la dinámica, la atención al individuo como objeto de estudio y la atención a la dimensión cultural[19].

Max Gluckman retoma la problemática de articular las muy diferentes partes de la sociedad plural por medio de la antigua herramienta de roles sociales. En un artículo de 1968 plantea que un cierto tipo de roles son interjerárquicos, en el sentido de que pertenecen al mismo tiempo a dos diferentes jerarquías que se colocan en dos estructuras sociales diferentes: en la de la comunidad y en la de la sociedad más grande.

Es muy en la misma vena, es decir en el espíritu de su formulación de la sociedad plural, que analiza Max Gluckman la delicada situación en Kenya alrededor de la rebelión muingi en los años 1950, cuando la burguesía inglesa estaba espantada por lo que vieron como obscenidades rituales practicados por los rebeldes muingi que exigieron la independencia de la entonces colonia británica Kenya. El artículo de Max Gluckman es una respuesta a la interpretación de la situación que hace la delegación parlamentaria que ha sido compuesta con el fin de analizar el movimiento rebelde en Kenya y presentar una recomendacióin que pueda guiar la acción del gobierno británico. La delegación parlamentaria dice que "el movimiento maumau (así llamaron los ingleses el movimiento muingi) intenta deliberada y premeditadamente guiar a los africanos de Kenya hacia atrás hacia la sabana y el salvajismo, no hacia adelante al progreso", y "un importante periódico va aún más lejos en su editorial: considera al movimiento maumau como el producto de un estancamiento de 30,000 años"[20]. Max Gluckman logra al mismo tiempo distanciarse del etnocentrismo, manifestar su solidaridad política con los negros africanos en la colonia británica y aprovechar la fuerza lógica de su modelo de la sociedad plural al llegar a la conclusión de que "el movimiento maumau es el producto de la colonización de Africa y no del Africa indígena misma"[21].

Una parte de las investigaciones se dedicaba al ambiente urbano, como las de los Epstein y de Clyde Mitchell, pero se relacionaban estrechamente con los estudios de la migración y el bracerismo negro debido a la cercanía del Copperbelt, la región minera que estudiaba J. van Velsen, pero a través de estas diferentes líneas de investigación corría una corriente general que se cristalizaba en el modelo teórico, la sociedad plural, y el modelo metodológico, el método del caso extendido (extended case method) que implica un coqueteo con el individualismo metodológico, una visión dinámica de los fenómenos sociales, con énfasis en el proceso más que en la estructura, y partiendo del conflicto como el foco de la investigación. Igual que la historia de las mentalidades posteriormente, el enfoque del Instituto se centraba en el problema y ya no se producían monografías tan amplias y épicas como antes.

En mi opinión, no es solamente que el texto de Victor Turner se acerca a la historia de las mentalidades, de la cual he escrito en otra ocasión que “la antropología hoy es forzosamente una antropología histórica”[22], es también el hecho de que Victor Turner logra de manera magistral combinar el análisis político con el análisis simbólico, lo que un antropólogo mexicano expresa con cierta elegancia: “Para Turner, y ésta es una premisa que es sustantiva en toda su obra, una antropología política que desconsidere el análisis simbólico, la lucha por la inscripción y hegemonía de los sistemas de significados y representaciones y sus efectos, es una antropología ciega; y, a su vez, una antropología simbólica que omita el esclarecimiento de las relaciones de poder es una antropología vacía”[23].

 

La antropología acerca de la historia de México

¿En qué nos ayuda el texto de Víctor Turner para entender el proceso de lucha y liberación hace unos doscientos años? Bueno, Victor Turner cambia la antropología de ser un estudio estático de la arquitectura de la sociedad, o sea de la estructura del sistema social, a ser un estudio dinámico que coloca la sociedad en el proceso histórico, y en este sentido nos ayuda a entender la eficacia de los símbolos en el proceso histórico que es la lucha por la independencia en la colonia de la Nueva España.

En una sola oración densa en una de las primeras páginas nos muestra Turner algunas de las características de su enfoque: “lentos procesos que habían ocurrido durante siglos fueron sucedidos por una serie de dramas sociales rápidos, haciendo explícitas las contradicciones ocultas en aquellos procesos, generando nuevos mitos, símbolos, paradigmas y estructuras políticas”,

Eso lleva nuestra atención hacia tres problemas medulares en la antropología (y la historia): el primero de esos problemas tiene que ver con nuestro objeto de estudio. Los evolucionistas no tenían problemas al respecto: ellos pensaban que el objeto de estudio de la antropología fuera “la sociedad”, y se imaginaban a la sociedad como algo monolítico: cuando la sociedad evolucionaba todo se movía en la misma dirección. Pero cuando los antropólogos empezaron a ir al campo y hacer etnografía, tropezaron con la necesidad de definir la totalidad, pues las partes de la sociedad tenían cierta autonomía relativa. Un descubrimiento importante en la antropología mesoamericana se lo debemos a un etnohistoriador:

Nos hemos ocupado de un proceso que implica tanto la continuidad de ciertos aspectos de la organización social como el cambio radical de otros. El cambio o la continuidad serán más o menos resultados según se considere la estructura, la forma o la función de una institución social Nosotros hemos resaltado la continuidad de los principios estructurales relativos al funcionamiento de la escala, puesto que ésta es el hilo que conecta las formas precolombinas con las formas modernas de organización política y ceremonial. Pero la introducción del culto católico y de las formas españolas de administración municipal significan un cambio radical de la forma cultural de determinados cargos o actividades en los que se concretiza la estructura. En los segmentos campesinos de la sociedad anterior a la llegada de los españoles, con poca o ninguna estratificación social, ésta debe haber sido la transformación fundamental. En los centros políticos estratificados, por el contrario, la estructura social total dentro de la cual operaba el sistema de escala fue radicalmente transformada al convertirse las sociedades indias en parte de la sociedad colonial o nacional y ser reducidas al nivel de organización campesina. Junto a esto, un cambio fundamental tuvo lugar  en la función del sistema de escala en relación con la estructura social total. La escala pasó de ser un mecanismo para la selección de personal, o para la revalidación de los derechos heredados a un alto cargo dentro de una sociedad estratificada e independiente, a ser un mecanismo para compartir las responsabilidades entre los miembros de un segmento no estratificado, de una comunidad campesina incluida en una sociedad más amplia[24].

El segundo de esos problemas es nuestra manera de manejar el factor tiempo. En otra ocasión escribí que “Los antropólogos somos notablemente torpes en el manejo del factor tiempo,lo que se manifiesta con claridad en prácticamente todos los informes finales de investigación antropológica, tal vez también en la presente tesis. En primer lugar, tenemos que distinguir entre el tiempo del investigador y el tiempo (o, más bien, los tiempos) de lo investigado”[25]. Sin pensar que el aprender a controlar el factor tiempo resuelva todos nuestros problemas y defectos, podemos aprender mucho de los historiadores de las mentalidades, entre los cuales Fernand Braudel ha forjado la distinción entre las duraciones: la duración corta, la duración mediana y la duración larga[26]. Si intentamos tomar en cuenta el factor tiempo en nuestra antropología inmediatamente tropezamos con el dilema de definir la disciplina, pues los diversos tiempos merecen un tratamiento muy diferente, hasta tal grado que podemos plantear que la historia de las mentalidades puede ser considerada como una historia antropológica o, alternativamente, una antropología histórica[27]. Una muy hermosa imagen de las tres duraciones se refiere a las aguas del mar: los movimientos de la duración corta se parecen a la espuma que baila encima de las olas: es rápida y vistosa, pero jala muy poco; los movimientos de la duración mediana se parecen a las olas: son menos rápidas y menos vistosas, pero tienen más fuerza, jalan más que la espuma; finalmente, los movimientos de la duración larga se parecen a las corrientes por debajo de la superficie del mar: no son vistosas, en efecto ni siquiera se ven, son más lentas y, como sabe cualquiera que se haya ahogado, jalan muchísimo más, tienen una enorme fuerza[28]. En consecuencia sugerí en otro contexto que podemos considerar a la antropología social como la antropología que estudia los procesos rápidos, los de la duración corta, mientras que podemos considerar a la antropología cultural como la antropología de los procesos lentos y subterráneos que corresponden a las corrientes en el fondo del mar[29].


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El tercer problema es el de entender el uso de los símbolos, y Turner debe en primer lugar su fama a su análisis de los símbolos en el contexto socio-cultural. Como ya se mencionó, Victor Turner fue formado en la tradición antropológica británica, y en esa tradición el ritual es ya una añeja obsesión. Victor Turner define el ritual como “un comportamiento formal en ocasiones no dedicadas a rutinas tecnológicas, que tiene referencia a la creencia en seres y poderes místicos”[30], “es una secuencia estereotipada de actividades que incluyen gestos, palabras y objetos, ejecutadas en un espacio apartado y diseñadas para influenciar entidades preternaturales o fuerzas de acuerdo a los objetivos e intereses de los actores”[31]. En el ritual, el símbolo, que puede ser “objetos, actividades, palabras, relaciones, eventos, gestos o unidades espaciales”, es la unidad mínima[32].

La antropología de Victor Turner se desarrolló por supuesto a través de varias etapas, desde su primer encuentro con la antropología – “recuerdo que Vic de repente decidió, cuando estaba leyendo The Andaman Islanders, yo quiero ser antropólogo” – pasando por su carrera en la Escuela de Manchester – desde que fue descubierto por Max Gluckman “en una de sus perambulaciones en búsqueda de buenos estudiantes graduados para su nuevo departamento de antropología en la Universidad de Manchester” - hasta su prematura muerte en 1983 – “en el pleno proceso de una vida productiva”[33]. Al principio le dominaba su interés por el ritual – la tesis de Radcliffe-Brown es acerca del ritual – pero su profesor y director de tesis, Max Gluckman, le contó que su tesis tendría que ser acerca de la organización social de los ndembu, “hasta que domines eso, no estás capacitado para estudiar el ritual”[34] – así que escribió una tesis doctoral acerca del ritual como herramienta del proceso social y política, inventando para eso uso el concepto del “drama social”.

Victor Turner no solamente era británico, se volvió manchesteriano, y la primera versión de su drama social, en su tesis doctoral de 1957, recuerda fuertemente al estilo de Max Gluckman, pensando en su “Rituales de rebelión”[35], y el capítulo en su tesis donde se formula se llama significativamente “la función políticamente integrativa del ritual”[36]. Sin embargo, el mismo año, en 1957, hizo trampas y escribió su primer texto acerca del ritual propiamente, y es tal vez significativo que, también el mismo año, “en 1957, renunció del Partido Comunista Británico y se alejó del marxismo, posiblemente como resultado de la supresión soviética de la rebelión en Hungría, y fue recibido en la Iglesia Católica”[37].

Para Victor Turner las características empíricas de los símbolos dominantes son: 1) condensación y polisemia, 2) la unificación de significados disparatos y 3) bipolaridad de los significados[38], y en un momento hizo una distinción entre símbolos dominantes y símbolos instrumentales[39], que se pueden estudiar en el campo a tres diferentes niveles: un nivel exegético, uno operacional y uno posicional[40].

Todo este aparato le permite a Turner analizar el proceso histórico, y en un momento nos revela de qué manera su método le permite descubrir las contradicciones: “Los años entre 1810 y 1821, y aún entre 1808 y 1821, constituyeron un periodo liminal complejo y dramático en el cual a procesos lentos que se habían estado gestando durante siglos siguieron una serie de dramas sociales rápidos que pusieron al desnudo muchas de las contradicciones que estaban escondidas en aquellos procesos y generaron nuevos mitos, paradigmas y estructuras políticas”.

Quisiera también mencionar la importancia del año 1966 en la carrera de Victor Turner, pues en aquel año volvió al campo de la antropología política (que nunca había abandonado por completo) y presentó junto con otros dos antropólogos políticos una dramática revisión de los fundamentos y la definición de aquella disciplina, remediando las carencias de la clásica antropología política británica. Se piensa en la antropología que la publicación de Sistemas Políticos Africanos marque el nacimiento de la antropología política, lo que es en mi opinión una exageración, pero el libro es de mucha importancia, a pesar de todos los errores que se comete[41]. En la definición de la nueva disciplina, la antropología política, el trío de nuevos antropólogos políticos redefinan por completo la disciplina, fijando la vista en tres factores: que la política tiene que ver con la toma de decisiones, que son vinculantes en el espacio público[42].

Ricardo Melgar opina que “Turner ha tenido un doble papel: por un lado, el de fungir como un persistente promotor de los estudios sobre el simbolismo y, por el otro, de irse gradualmente proyectando como el constructor de una consistente y polémica propuesta teórico-metodológica más puntual sobre símbolo y ritual, que acerca a los universos simbólicos que acompañan a los diversos tipos de relatos y prácticas culturales”[43], en lo que estoy de acuerdo. Sin embargo, pienso que es mucho más importante la contribución de Victor Turner a acercar el estudio simbólico al estudio de las fuerzas políticas.

Imagen 4.
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El favor más grande que le hace Victor Turner a la historia mexicana es tal vez el mismo que le hace a la antropología: su esfuerzo por combinar lo simbólico con lo político, en muchos otros casos dos diferentes mundos sin comunicación. Como señala al principio de su análisis de la revolución de Hidalgo: “Lo que me parece interesante a este estado temprano es la estrecha relación entre los símbolos religiosos y la acción política en la historia de México”[44]. Victor Turner nos ha regalado una antropología que sirve para entender el proceso histórico alrededor de la independencia y la función de los símbolos en este proceso, una antropología que no es ni ciega ni vacía, y es posible que en esa construcción de una antropología simbólico-política uno de los documentos más importantes sea su texto acerca del cura Hidalgo.

 

 ¿Qué ha cambiado?

Acabamos de festejar la distancia de 200 años que mide entre la situación de la joven república y la situación de hoy, en 2015, y nos podemos preguntar: ¿en qué ha cambiado nuestra situación en esos doscientos años?

Si de la lucha de Hidalgo avanzamos unos años, a la Guerra de la Reforma a mediados del siglo XIX, entonces unos de los pesos más onerosos a la economía de la joven república fueron los sueldos pagados a los generales y sus soldados. En la relación de Edward Burnett Tylor, el fundador de la antropología moderna, leemos de su visita a México en 1856 que “Don Miguel Lerdo de Tejada estima, en su carta estadística para el año de 1856, que ya ha sido citada anteriormente,, que hay en la República 12,000 soldados y 2,000 oficiales, sin contar a los oficiales de medio sueldo. Un oficial para cada seis soldados rasos y, entre ellos sesenta y nueve generales. Ellos no son, sencillamente, héroes de la milicia que se pavonean en sus elegantes uniformes; tienen comisiones reales de parte de algunos de los muchos gobiernos que van y vienen, poseen el derecho a cobrar su sueldo, que se pague o no, como sea. Solamente una pequeña parte de ellos poseen el más mínimo conocimiento del arte de la guerra. Eran aventureros políticos, amigos o familiares de alguien en el poder, o sencillamente oportunistas que compraron su comisión como una especie de pensión ilegal del gobierno”[45]. Exactamente igual que hoy: el viernes 23 de abril del 2010 leemos que “los cuarenta y ocho generales que pasaron a situación de retiro fueron condecorados en la ceremonia de reconocimiento encabezada por Guillermo Galván Galván, titular de la Secretaria de Defensa Nacional, en las instalaciones del Campo Militar número 1” [46].

Al principio del siglo XXI, toda la república estaba todavía marcada por los quehaceres militares y a partir de 2000 México realmente se ha militarizado dramáticamente. El presidente Vicente Fox empezó a aplicar al ejército mexicano en la muy criticada lucha contra el narcotráfico, una política que continuó su sucesor Felipe Calderón y en su turno Enrique Peña Nieto. Recientemente han llamado la atención una serie de actuaciones escandalosas del ejército como la supuesta ejecución de más de dos decenas de ciudadanos – supuestamente narcotraficantes – en Tlatlaya el … y otra matanza más recientemente en …. Pero el evento que más ha llamado la atención hacia el ejército es la masacre de 43 estudiantes de la Normal Rural en Ayotzinapa …

En efecto, México es un país que se encuentra en estado de guerra civil. En una conferencia que di en la Universidad de San Marcos en Lima, Perú, donde terminaron los veinte años de violencia, de 1980 a 2000, con el saldo de 69.000 muertos y desaparecidos, tuve que mencionar que en México, donde el gobierno no admite ninguna situación de guerra o violencia, contamos durante los últimos años – mucho menos que veinte años – a más de 100.000 muertos y desaparecidos. El estado de guerra civil se enfatizó hace poco tiempo en el hecho de que un helicóptero fue derribado con un cohete claras características de uso militar.

Fueron años de ingobernabilidad e Inseguridad, y de condiciones de vida poco estables y seguras, “en promedio, la Presidencia de México había cambiado cada ocho meses durante los últimos diez años, y don Ignacio Comonfort había ascendido al oficio en el mes de diciembre pasado, al ser nominado su antecesor, el mulato general Álvarez, quien se había retirado a las provincias del sur con su ejército”, y durante el gobierno de Comonfort, "o sea durante dos años y cuarenta y un días", "su ministerio registró los siguientes cambios en los titulares respectivos: Relaciones, 12; Gobernación, 8; Justicia, 9; Fomento, 4; Guerra y Marina, 6; Hacienda, 9", no obstante el hecho de que "entre los ministros de Comonfort figuraron personajes como: Miguel Lerdo de Tejada, Ezequiel Montes, José María Iglesias, Juan Antonio Lafragua, José M. Urquidi y Manuel Payno"[47].

Escribió Edward Burnett Tylor después de su estancia de cuatro mesas en México en 1856, desde Londres, que “desde que salimos de México no he seguido con mucha exactitud siquiera las noticias de los periódicos acerca de lo que ha pasado y sigue pasando allá. Es una historia deplorable. Guerras sin cese y revoluciones, inseguridad total de vida y propiedad, los indios incendiando las haciendas en el sur y expulsando a los blancos, las carreteras en la planicie impasables por desertores y asaltantes. A veces no hay gobierno en absoluto, luego dos o tres al mismo tiempo, que movilizan ejércitos y de vez en cuando pelean un poco, pero por lo general se limitan a saquear a los habitantes apacibles”[48].

Siguiendo nuestro viaje por México en compañía de Edward Burnett Tylor,  “atravesamos la planicie a Cholula. Ahora éramos cuatro, pues aparte de Antonio habíamos empleado a otro sirviente unos pocos días antes. Queríamos a alguien que conociera bien este distrito y cuando un amigo de nosotros mencionó que podíamos emplear a un joven que tenía un buen caballo y que de profesión era contrabandista, lo empleamos inmediatamente y resultó ser una buena adquisición. Por supuesto, debido a su profesión conocía cada vereda entre México y los distritos de tabaco hacia donde nos dirigíamos y siempre estaba listo con una solución cada cuando que se presentara una dificultad, y nunca perdió su ecuanimidad. En lo referente al aspecto moral de su peculiar profesión, probablemente afecta la honestidad de la gente pero, considerándolo como un problema de justicia abstracta, tenemos que recordar que casi todos los impuestos que los mexicanos están obligados a pagar al gobierno general son desperdiciados en pagar a oficiales que no hacen nada más que intriga, y mantener ejércitos que son muy lejos de constituir una protección de la vida y la propiedad son una molestia permanente y sumamente destructiva. El contrato entre el gobierno y los sujetos debería ser mutuo y bilateral, y cuando el gobierno tan totalmente abusa los impuestos pagados por el pueblo, me inclino a simpatizar con los sujetos que no los quieren pagar si es posible evitarlo” [49].

Salta a la vista la similitud de esta situación a mediados del siglo XIX con la situación actual, mencionando como botones de muestra la compra de casas de lujo de la pareja presidencial y algunos de sus ministros, la compra de un avión presidencial, que es más caro y más elegante que él del presidente de los Estados Unidos, la compra de carros y departamentos en Miami por hijos de Elva Ester Gordillo y la boda de la hija del líder del sindicato petrolero Romero Deschamps. Es casi universal la falta de entusiasmo relacionada con el pago de impuestos, pero creo que en las dos situaciones mencionadas el entusiasmo de los contribuyentes mexicanos está llegando a su punto más bajo.

Imagen 5.
Imagen 5.

De muchas maneras puede parecer que México se quedó con los mismos problemas hasta el inicio del siglo XXI. La nueva república nació con una enorme deuda, contraída en Londres, una situación que se repite hoy, cuando ya hemos hecho a un lado nuestro principal contrincante, Brasil, quedándose México indiscutiblemente como el país en América latina con la deuda externa más grande (tal vez en el mundo entero):

Después de lo que Orozco ha llamado la revolución corporativa[50] ya no hay lucha de clases, solamente se nota una lucha encarnada entre dos empresas trasnacionales: la iglesia católica, vehículo del antiguo régimen, y las iglesias protestantes, voceadores del American Dream, que llegó a nuevas alturas elevadas en ocasión del festejo de los doscientos años de nadie sabe qué, pues la asociación civil de la Iglesia La Luz del Mundo insertó un texto pagado en La Jornada[51], en el cual cita al arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, quien sostiene que “haya sido lo que haya sido, cuando (Hidalgo) estuvo preso en Chihuahua, antes de morir lo confesaron, lo auxiliaron, le dieron la comunión, lo sepultaron ahí. ¿Si hubiera estado excomulgado le hubieran dado la confesión? Y si lo excomulgaron no fue porque se levantó en armas, que quede claro, fue porque ya levantado en armas fe y anduvo violando en conventos, para sacar los bienes o para ultrajar a las religiosas”, una declaraciones difícilmente sostenibles, lo que se documenta en el texto pagado por la iglesia protestante, haciendo referencia a una serie de documentos y publicaciones relevantes al respecto. Y si podemos considerar al arzobispo de Guadalajara como un representante autorizado de la Iglesia Católica, entonces parece correcta la conclusión de los protestantes, que “es un hecho que la Iglesia Católica romana, como institución religiosa, se opuso a la independencia de México, apoyando al ejército realista con todos los medios a su alcance. Con el propósito de sofocar el movimiento insurgente, a sus caudillos y a los centenas de miles de simpatizantes que comulgaban con las ideas revolucionarias, la jerarquía eclesiástica echó mano del siniestro Tribunal de la Inquisición y de la excomunión”. Las refutaciones de los protestantes son contundentes y veo solamente una imprecisión en sus argumentos: dicen que “la ignorancia histórica del arzobispo de Guadalajara no tiene parangón”, pero tengo la sospecha de que el arzobispo no es nada ignorante, solamente se encuentra en una iglesia que es muy parecida a la iglesia que por su avanzado estado de putrefacción hace muchos siglos provocó otros de los múltiples cismas que produjo a la iglesia luterana y la calvinista, entre otras, y que produjo la oleada de frailes que vinieron al Nuevo Mundo, buscando la Utopía de Tomas Moro y cuyos enemigos eran exactamente los obispos de aquellos tiempos que estaban aliados al imperio español. Hablando de la iglesia católica hoy, no sería una exageración decir que los sacerdotes andan violando a jovencitos, pues el arzobispo de la Ciudad de México, Norberto Rivera, no puede entrar a los Estados Unidos por las acusaciones de haber protegido a sacerdotes acusados de violar a jóvenes acólitos. Y parece que el líder de uno de los movimientos más ortodoxos, reaccionarios y recalcitrantes tiene toda una serie de mujeres, de las cuales una vive en un condominio de lujo en Madrid, con las cuales tiene otra serie de hijos que, por Dios, están exigiendo por vía del derecho civil y de ninguna manera del canónico, su herencia millonaria.

Tal vez no hay abiertamente lucha de clases, pero sí hay lucha, hasta tal grado que se habla de guerra. En todas partes de la República surgen cuerpos de defensa de la comunidad. Recientemente se publicó en esta misma revista, La Pacarina del Sur, un dossier con documentación de diversas regiones de la creación de instituciones populares de defensa contra el estado. De Sonora habló Ana Hilda Ramírez Contreras acerca de “la Guardia Comca'ac que se formó como respuesta del Gobierno Tradicional a una problemática desatendida por el Gobierno Federal, concerniente a la conservación de los recursos naturales y a los derechos que sobre ellos se otorgaron a los comca’ac; particularmente en lo relativo a los derechos de exclusividad pesquera dentro del Canal del Infiernillo”[52], Lilian González Chávez escribió acerca de la policía comunitaria en Guerrero que “en 2011, la CRAC-PC encabezó la defensa en territorio comunitario por el control de los recursos naturales contra el asedio por parte de empresas mineras; luego, acompañó la lucha contra el intento por parte del Gobierno del Estado de Guerrero de imponer una “Reserva de la Biósfera” en la región, maniobra que implicaba un incremento de poder gubernamental en el territorio, orientada a favorecer paradójicamente las iniciativas de minería a tajo abierto  y, en últimas fechas,  precisamente como efecto de estas luchas, enfrenta el permanente acoso de los dispositivos de poder del Estado”[53], tan solo a título de ejemplos. Y eso sucede en el contexto de “el caso de los 43 normalistas desaparecidos, que ha despertado el interés, la duda, el reclamo, el conflicto y ha conmocionado al mundo, trasladándolo de un espacio a otro, desarrollando múltiples faces, teorías e hipótesis, para tratar de explicar lo que pasó la noche del 21 de setiembre del 2014 y qué es lo que pasó con los estudiantes”[54]. Este trágico caso de 43 normalistas, que las autoridades en Guerrero entregaron a una organización de criminales que los torturaron, mataron e incendiaron, sucede en un mar de violencia incontrolada, con más de 100,000 muertos y desaparecidos en el transcurso de los últimos pocos años.

En muchos aspectos las características del capitalismo periférico determinan el desarrollo de estas sociedades, sin embargo no se trata de una determinación unilineal y absoluta, pues hay cierta libertad que depende de los gobernantes, la base económica y la sociedad civil. Recuerdo que en tiempos de Kierkegaard, es decir de 1813 a 1855, Dinamarca fue un pequeño país despreciado y empobrecido, mientras que hoy en día es un país con un ingreso per cápita superior al de los Estados Unidos – y muy por arriba del ingreso per cápita de México, por supuesto. Y más recientemente, “al comenzar los años sesenta, México tenía un producto interno bruto (PIB) por habitante de 334.7 dólares corrientes, más del doble del PIB per cápita de Corea del Sur, que era de 157.9 dólares. Treinta y siete años después, México alcanzó un producto nacional bruto por habitante de 3,680 dólares, o sea la tercera parte del PIB per cápita logrado porCorea del Sur, que era de 10,550. México cruzó la línea que separa a los países en desarrollo de los países industrializados”, y con un tono de desesperación y desánimo, el mismo autor prosigue: “¿qué hicimos mal los mexicanos para que la diferencia inicial se invirtiera y México quedara muy a la zaga en la carrera del desarrollo?”[55]. La historia se repite de nuevo, pues “”.

Podemos preguntarnos, como lo hace el autor, “¿qué hicimos mal los mexicanos?”, o podemos constatar sencillamente que hemos desperdiciado doscientos años de oportunidades que otras naciones sí han sabido aprovechar. Y seguimos festejando los doscientos años.



Notas:

[1] Bethell, ed., 2000: 5, 1.

[2] Gibson, 1966: 148-151.

[3] El discurso de Guadalupe Victoria, el primer presidente de la República, pronunciado al prestar juramento de fidelidad al Congreso, fue publicado en el Águila Mexicana el 6 de octubre del 1824.

[4] El entusiasmo y el optimismo que caracteriza el cambio de status de colonia a nación libre y soberana, que es muy comprensible, recuerda de muchas maneras las demandas políticas en sociedades tradicionales (véase al respecto Cohn, 1981) y los movimientos políticos mesiánicos en Melanesia (que han sido generosamente tratados por los antropólogos, como I. C. Jarvie, 1967 y Peter Worsley, 1957).

[5] Costeloe, 1975: 32, haciendo referencia a Alamán y Zavala, Ensayo histórico, 222.

[6] Costeloe, 1975: 33.

[7] Según Lorenzo de Zavala, 1969.

[8] Véase al respecto Jan Bazant, 1968.

[9] Korsbaek, 2009: 4.

[10] Goddard, 1969: 39.

[11] Certeau, 1998: 45.

[12] Kenyatta, 1938. Acerca del movimiento maumau, véase Gluckman, 1954.

[13] Tropecé en Dinamarca, mi expatria, con un librito escrito por una antropóloga danesa, equivocada pero nada tonta, en el cual opina que “Dinamarca probablemente constituye el único ejemplo en Europa de un estado nacional que realmente corresponde a la definición europea de una estado nacional. … La nación corresponde al grupo étnico, lingüístico y cultural”. Su postulado no es muy defendible, pero su argumentación es interesante. Según ella, la razón es que los generales daneses han sido singularmente ineptos y han perdido todas las guerras, así que podemos decir como buenos mexicanos que Santa Ana hizo un intento, pero no lo logró (Knudsen, 1989: 1). Yo mencioné una opinión de Dinamarca, pero creo que es una idea típica entre los miembros de la población políticamente dominante, eliminando la problemática de los grupos étnicos que podemos llamar subordinados o marginados.

[14] Macdonald, 2000: 490.

[15] Korsbaek, 2005: 35-36, haciendo referencia a Max Gluckman, 1958 (nota 26, p. 47) y la crítica a Max Gluckman de Reay (1964: 194).

[16] La información biográfica acerca de Victor Turner, el “chisme”, proviene de Edith Turner, 1985.

[17] Max Gluckman, citado en Edith Turner, 1985: 4.

[18] Gluckman, 1945: 9.

[19] Acerca del Instituto Rhodes-Livingstone, véase Korsbaek, en prensa.

[20] Gluckman, 1954: 138.

[21] Orozco, 1987.

[22] Korsbaek, 2000: 193.

[23] Díaz Cruz, 2014: 53.

[24] Carrasco, 1961: 339.

[25] Korsbaek, 2009: 10.

[26] Braudel, 1987.

[27] Korsbaek, 2000C.

[28] La imagen la encontré originalmente, hace muchos años, en un libro de texto de fonología de David Crystal, la he presentado en un artículo acerca del sistema de cargos (Korsbaek, 1995) y en un momento me sugirió un antropólogo mexicano que la antropología de la mediana duración podría ser la etnohistoria, tal como la percibe Pedro Carrasco.

[29] Korsbaek, 1995.

[30] Turner, 1967: 19.

[31] Turner, 1977: 183.

[32] Turner, 1967: 19.

[33] Turner, 1985: 1-3.

[34] Turner, 1985: 4.

[35] Gluckman, 1952.

[36] Turner, 1957: 288-317, cap. X.

[37] Deflem, 1991: 3.

[38] Turner, 1931-32.

[39] Turner, 1967: 54.

[40] Turner, 1967: 50-52, 1968: 81-82, 1969: 11-13.

[41] Mi introducción a Sistemas políticos africanos (Korsbaek, 2010) con tiene un compendio de los errores.

[42] Swartz, Turner & Tuden, 1966.

[43] Melgar, 1998: 6.

[44] Turner, 1970: 8 (la paginación es la de mi traducción).

[45] Tylor, 2009: 126.

[46] Periódico La Jornada, página 6.

[47] Guillermo Ramírez Hernández: "Algunas noticias sobre Ignacio Comonfort y su gobierno", en Ignacio Comonfort: "Manifiesto del Gobierno a la Nación", México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857 (sin páginación).

[48] Tylor, 2009: 304.

[49] Tylor, 2009: …..

[50] Gluckman, 1954: 138.

[51] El texto lleva por título “Bicentenario e historia”, se encuentra en la p. 22-23 de La Jornada del miércoles 15 de septiembre de 2010, y se señala que el texto de Juan Sandoval Íñiguez fue difundido en el noticiero “GDL Noticias” de Televisa, Guadalajara el 4 de enero de 2010 (www.youtube.co/watch?v=O5Z0kGAhCIE).

[52] Ramírez, 2014.

[53] González Chávez, 2014.

[54] La cita es de un texto acerca de los eventos alrededor de la matanza en Ayotzinapa elaborado por alumnos de la Licenciatura de Antropología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

[55] Calva, 2000: 7.

 

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Cómo citar este artículo:

KORSBAEK, Leif, (2015) “Víctor Turner y la historia de México como drama social”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 24, julio-septiembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1183&catid=5