El anarquismo en México: arribo, difusión y el tránsito de la acción directa a la negociación en Veracruz

Anarchism in Mexico: arrival, diffusion and the transit of the action direct to the negotiation in Veracruz

O anarquismo no México: chegada, difusão e o trânsito da ação direta para a negociação em Veracruz

Arturo E. García Niño[1]

RECIBIDO: 13-09-2016 APROBADO: 22-11-2016

 

Llamada de atención

En el curso de las cuatro décadas finales del siglo XIX mexicano, así como durante las primeras tres del siglo XX, el anarquismo, ideología y teoría de la acción que arribo por vía marítima en la persona de Plotino Rhodakanaty, permearía con fuerza en las organizaciones y en los movimientos llevados a efecto por el artesanado nacional existente hasta bien avanzada la segunda década del citado siglo XX, coexistiendo con los primeros sectores obreros que se gestarían al mediar la segunda década de ese siglo. Se empezarían a difundir así tales ideas y prácticas entre los sectores subalternos del país y, en su vertiente anarcosindicalista, arraigarían en el estado de Veracruz -de manera relevante en la ciudad y puerto del mismo nombre- durante el tránsito de los años diez a los veinte del siglo pasado, siendo en esta última década -la de los veinte- donde cobraría relevancia nacional e internacional, por articular acciones colectivas y movimientos sociales que le definirían el rostro a la entidad federativa, inmersa en un conjunto de circunstancias políticas que, no sobra decirlo, posibilitarían tal hecho. Y serían dichas circunstancias, a la par que la emergencia de las instituciones mediadoras de las relaciones obrero-patronales, las que provocarían el paso de la acción directa a la negociación como estrategia y táctica de lucha de las organizaciones obreras y ciudadanas en el llamado primer puerto de México. De ello tratan las líneas venideras.

 

El arribo de la idea, su difusión y práctica inicial

Según Valadés (1984), la fuente historiográfica más confiable y en la cual abrevaron las demás que han estudiado tangencial o directamente la llegada de las ideas anarquistas a tierras mexicanas (García Cantú, 1969; Hart, 1974; Rama, 1976, 1977; Melgar Bao, 1982, 1988; Lida e Illades, 2001; Illades, 2008),[2] es en 1861 cuando arriba al puerto de Veracruz, procedente de Barcelona, y se traslada de inmediato a la ciudad de México, capital de país, Plotino Rhodakanaty,[3] un griego considerado el padre del anarquismo nacional. Ello incluso tomando en cuenta que Sotero Prieto, asistente a Cádiz en 1837 donde estableció contacto con el brasileño José Ignacio Abreu -autor de la obra A socialismo-, a su retorno forma, entre 1846 y 1847, organizaciones socialistas en Tampico y Guadalajara. En esta ciudad editará en los mismos años La Linterna de Diógenes y posiblemente El Socialista en 1849. Un año después “creó, junto con Vicente Ortigosa, la Compañía de Artesanos de Guadalajara… orientada hacia la producción y el comercio... de acuerdo con los principios asociativos y la noción de justicia distributiva de Fourier.” (Illades, 2008: 34)     

Sobrevendrían más acciones semejantes a la de Prieto previas a la llegada de Rhodakanaty a México, como lo documenta puntualmente Illades. Y al entrar en contacto las ideas anarquistas con visiones del mundo milenaristas y mesiánicas, tanto las oriundas de occidente como las persistentes en el imaginario colectivo originario indígena, producirían en el siglo XIX mexicano y latinoamericano un sincrético utopismo comunitario, que en muchos lugares llegó a servir de sustento ideológico a revueltas <en pro de un mundo mejor>[4].


Imagen 1. http://www.mominoun.com/

Tal vertiente de utopismo socialista se desarrolló durante el siglo XIX y generó que a partir de su segunda mitad, y sobre todo en el último tercio del mismo siglo, aparecieran corrientes híbridas bajo la influencia y la mixtura de las ideas de Bakunin, de Kropotkin, de Proudhon, de Fourier y, en menor grado, de Marx y Engels. Sin embargo, tales corrientes no entran en lo que para efectos de este trabajo entenderemos como socialismo libertario o anarquismo,[5] el cual tuvo arraigo en México a fines del siglo antepasado en su corriente anarcosindicalista, la cual sustentó su propuesta ideológica y de acción en una posición apolítica -no participar en procesos para cargos de elección popular-, pugnó por la desaparición del Estado, creó asociaciones igualitarias de trabajadores unidas entre sí al través de confederaciones y tomó como centros de la estructura organizativa al sindicato y al municipio. Y los primeros conatos gregarios de esta corriente ideológica serían las mutuales, formas organizativas originadas en el viejo continente cuyas características eran "el idealismo, el heroísmo, el espíritu de sacrificio y la santidad". (Hobsbawm, 1978: 123)[6]. Vale decir que entre estas corrientes y la acción anarquista de los hermanos Flores Magón -sobre todo de Ricardo-, de Juan Sarabia, de Práxedis Guerrero y de Librado Rivera, nucleados en el Partido Liberal Mexicano -PLM-, existieron vasos comunicantes.[7]

El griego Rhodakanaty, antes de salir de Barcelona con destino a México, había vivido en París, donde había trabado contacto con la obra de Proudhon, la de Fourier y la de Hegel, quienes le habían impresionado -a tal grado que su viaje a la <ciudad luz> lo hizo con la intención de conocer al primero-, y vino a nuestro país atraído por las muy difundidas ofertas del gobierno de Ignacio Comonfort para la colonización de tierras. Y ya instalado aquí fundó en Chalco la “Escuela del Rayo y el Socialismo”, origen de una comuna y lugar donde conoció a Julio Chávez López o Julio López, quien a la postre sería el cabecilla de una gran insurrección agrarista ácrata, pero antes trabó contacto con Francisco Zalacosta, Hermenegildo Villavicencio y Santiago Villanueva, a la postre conspicuos anarquistas y luchadores sociales, con los cuales formó el “Grupo de Estudiantes Socialistas” al no poder fundar una comuna. Posteriormente, en 1865 y en compañía de sus originales compañeros de lucha, fundó el grupo anarquista más importante hasta entonces: "La Social".

Era ideológicamente Rhodakanaty, según García Cantú, una especie de "socialista cristiano" imbuido, más que de las ideas de Bakunin o Kropotkin, de las de Charles Fourier, lo que se manifiesta en su obra, sobre todo en la Cartilla Socialista,[8] la cual está estructurada de manera semejante a los Evangelios (García Cantú: pp. 172-179, 420-422, 458-462). Tal influencia puede verse también en las obras generadas por algunos de sus discípulos, como Francisco Zalacosta, quien en julio de 1878 fundó el semanario dominical La Internacional, primer periódico de tendencia libertaria que se publicó en México, cuyo lema era “Igualdad, Progreso, Solidaridad” e incluía como orejas izquierda y derecha de su portada los siguiente textos: “Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado, y lo torcido se endurece y lo áspero se allane [y] Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos” (La Internacional no. 2,[9] 14/07/1878: 1); textos tomados, según daba cuenta la publicación, de Isaías, c. XL, v. 4 y del Evangelio. Asimismo, en su Editorial de ese mismo número la publicación se presenta

en la palestra resuelta á[10] luchar contra la tiranía, despotismo y arbitrariedad de los gobiernos cualquiera que sea su forma o denominación con que se encumbran para esclavizar al pueblo y reducirlo á la desgracia y envilecimiento por medio de su pretendida autoridad, que si bien se analiza es una quimera. Nosotros, los hombres de todo el mundo cualquiera que sea el lugar en que accidentalmente hubiésemos nacido y el idioma que hablemos somos hijos del mismo padre que es Dios. (LI: 2)

 

A partir de su número 8 La internacional se convertirá en el órgano informativo y propagandístico de “La Social”[11] -y lo será hasta su último número, el 11-, manteniendo el lema inicial; los textos con referencias bíblicas de sus orejas; su largo subtítulo: “Semanario Consagrado Esclusivamente a la Propaganda Teórico-Práctica del Socialismo Para la Defensa de los Pueblos, Redención de la Clase Obrera y Proletaria, Emancipación de la Muger y Organización Agrícola-Industrial de la República.” (LI no. 8, 25/08, 1878: 1); y la inclusión permanente como primera nota del “Programa Internacionalista”, integrado por doce puntos que eran una declaración de principios de la clase obrera orgánicamente ligada por el anarquismo e integrada ya en las primeras organizaciones definitivamente anarcosindicalistas en la historia de México:

1.- República Social y Universal. Una é indivisible.

2.- Solución del Gobierno en Contrato Social.

3.- Administración Municipal autonómica.

4.- Ley agraria para el apéo y deslinde de terrenos amortizados.

5.- Liquidación de intereses urbanos.

6.- Reemplazamiento del Ejército por falanges industriales.

7.- Emancipación rehabilitária y educación integral de la muger.

8.- Neutralización de la potencia explotadora del capital sobre el trabajo.

9.- Nivelación gradual y equilibrada de la propiedad.

10.- Abolición de salario y entre tanto procurar por medio de la huelgala alza de los jornales industriales y agrícolas.

11.- Organización del Falansterio Societario y formación de bancos territoriales para la reglamentación del trabajo y aseguramiento de la venta de los productos.

12.- La zona libre abriendo el mercado á todos los países del globo. (LI)[12]

 

También bajo la lógica del anarquismo y bajo sus banderas, se generarán las rebeliones campesinas de Julio Chávez López o Julio López o Julio Chávez o Julio López Chávez -para García Cantú el nombre correcto sería el último, aunque Valadés adopta el penúltimo como el válido y en los documentos de la época aparece como Julio López-, en Chalco, y la de Sierra Gorda. En el primer caso su dirigente surgiría de la Comuna de Chalco, donde Rhodakanaty, Zalacosta y Villanueva habían formado una escuela en 1866, espacio educativo en el cual abrevaría el discípulo que pasó del trabajo colectivista y comunitario al decidido enfrentamiento con los hacendados y el gobierno en pos de la redención de los pobres del mundo. Sería ésta la primera insurrección que ideológicamente estaba amparada en la acracia y que influyó de manera específica a la de Sierra Gorda, baste para ello cotejar el Manifiesto a todos los Oprimidos y Pobres de México y el Universo, de Chávez, y el Plan Socialista de la Sierra Gorda.[13]

Dejando atrás en parte el fourierismo inicial en el que se había formado en la “Escuela del Rayo y el Socialismo” de Rhodakanaty, Villanueva y Zalacosta, y que anteponía “la armonía al conflicto [y esgrimía] la asociación [como] la palanca para alcanzar el bienestar social” (Illades, 2008: 33), Julio López iría más allá y decidiría, ya bajo la impronta del anarquismo, que la única manera de cambiar el estado de cosas existente era mediante la lucha armada en contra de toda forma de gobierno, como lo exponía en su Manifiesto:

Si los curas son malos también lo son todos los hombres que Mandan. Juárez, a pesar de llamarse republicano y enemigo de la Iglesia, es un mucho y déspota: es que todos los gobiernos son malos. Por eso, ahora nos pronunciamos contra todas las formas del gobierno: queremos la paz y el orden. Queremos el socialismo, que es la forma más perfecta de convivencia social; que es la filosofía de la verdad y de la justicia, que se encierra en esa triada inconmovible: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Queremos abolir todo lo que sea señal de tiranía entre los mismos hombres viviendo en sociedades de fraternidad y mutualismo, y estableciendo la República Universal de la Armonía.”  (García Cantú: 59 y 70)


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Esta visión era ya compartida por Francisco Zalacosta, editor de La Internacional, quien en el Editorial del número 8, titulado “El Estado es el Padrastro del Pueblo”, expresaba también su rechazo a toda forma de gobierno: “los que se dicen liberales y admiten un gobierno, carecen de sentido racional y pertenecen á la raza maldecida de los falsos apóstoles de la democracia. La república no necesita de ese simulacro de tiranía que se llama Gobierno.”  (LI, no. 8, 25/08/1878: 1)

En septiembre de 1872 Rhodakanaty impulsa la creación de “El Gran Círculo de Obreros”, organización generadora de la mayor parte de las asociaciones laborales de la época y posteriores,[14] continuando lo iniciado alrededor de los años cuarenta del siglo XIX, cuando da inicio el proceso de aglutinamiento de los trabajadores en sentido gremial y cultural, aunque sería hasta los cincuentas y sesentas que se darán las primeras mutuales y se perfilarán las dos tendencias que se disputarán la hegemonía en las organizaciones: la corriente liberal y la corriente anarquista o socialista. En la primera se encontraban dirigentes como Epifanio Romero y Juan Cano, y en la segunda los integrantes del Grupo de Estudiantes Socialistas -Rhodakanaty, Zalacosta, Villanueva y Villavicencio- que generaron “La Social”.

Una primera diferencia substancial, resultado de sus principios ideológicos, fue la relación con el gobierno y la política, porque los liberales mantuvieron un diálogo y apoyo a y con Juárez y Lerdo de Tejada, lo que los llevaba a promover el ejercicio del voto; y los anarquistas renegaban de la participación en la política y veían en el gobierno al enemigo de clase. De ahí en adelante, las dos corrientes mantendrían una pugna por lograr la legitimidad como representantes de los trabajadores. Así, cuando los grupos anarquistas habían reorganizado a la moribunda Sociedad Artístico Industrial -formada por Romero, con el apoyo de Juárez, en 1861-, aquel y Cano decidieron formar el Conservatorio Artístico Industrial, en 1867, nombrando a Juárez y a Francisco Mejía presidente y vicepresidente honorarios, respectivamente, lo que condujo a que de inmediato contaran con un local y un subsidio de 1 200 pesos al mes, aprobado por el Congreso de la República.

Esa sería la tónica de la lucha entre ambas corrientes: los anarquistas enfrentados al ala liberal del movimiento de los trabajadores, que contaba con el apoyo gubernamental para tratar de minar la presencia, actividad, representatividad y legitimidad de aquéllos. Pero no ocurriría así, ya que para 1868, cuando estalla la huelga en las fábricas textiles San Ildefonso y La Colmena, los anarquistas son la fuerza impulsora de las acciones que, según Trujillo Bolio, lo único que lograron fue el consenso para intentar oponerse a la reducción de sus salarios, pero no fue un éxito integral (pp. 167-198). Sin embargo, ello no obsta para dejar de reconocer, continúa el autor, "que el grado de desarrollo organizativo y reivindicativo de los trabajadores mexicanos no estuvo marcado, para ese entonces, por una posible afiliación a la AIT, sino más bien en lo que los mismos habían gestado en la coalición laboral como el tipo de demandas que comenzaron a promover." (p. 203)

Más adelante, en el tránsito del gobierno de Lerdo de Tejada y el primero de Porfirio Díaz, y luego de poner en claro su posición frente a la política mediante el documento leído al reorganizarse “La Social”, en el cual se declaraba que "los socialistas son ajenos a las luchas por la conquista del poder político, en lo general y en lo particular" (Trujillo Bolio: 265), el anarquismo, como ideología articuladora de las luchas de los trabajadores en su vertiente anarcosindicalista, viviría momentos de auge y retroceso, y sus impulsores mantendrían la misma pugna ideológica y organizativa que habían sostenido con los liberales desde 1860 y hasta 1890. Vivirían también una seria declinación de las corrientes anarquistas durante los últimos tres lustros del siglo, debido a la dispersión de los trabajadores, a los procesos de cooptación y represión y al control de Díaz y la <tranquilidad> que instauró. A pesar de ello, lograrían mantener relaciones internacionales que les serían valiosas en los años por venir; ejemplos de esto son el intercambio epistolar, en 1877, entre la Federación Regional de Montevideo, asociada a la AIT, y “La Social”, donde ésta señala su adhesión a la mencionada AIT por intermedio de la Federación Regional Española con la cual mantenía relaciones (Valadés citado por Lida e Illades, 2001: 129);[15] y la asistencia del doctor Edward Nathan-Ganz, oriundo de San Francisco, California, y editor del periódico The An-archist, como delegado de la Confederación Mexicana Socialista -integrada por 1800 miembros de 18 secciones en el país- ante el Congreso clandestino para la reconstrucción de la AIT, celebrado en Londres el 14 de julio de 1881 (Lida e Illades: 123-124).

Las ideas anarquistas, que ya para fines del siglo XIX habían sustentado algunas rebeliones y revueltas urbanas y rurales, continuarían su andar en las declaraciones de principios, idearios, proclamas y prácticas de acción directa de algunos gremios: los textileros, los trabajadores de las nacientes artes gráficas, los ferrocarrileros y los mineros, así como en las recurrentes insurrecciones campesinas del último tramo del siglo y el arranque del siguiente.

El anarquismo se constituiría en una sólida y arraigada fuerza ideológica entre los trabajadores, o más bien entre las vanguardias dirigentes, y continuaría viva hasta manifestarse en las huelgas de 1906 y en activistas como Esteban Baca Calderón, en Cananea (Aguilar Camín, 1972: 110-124), o en Manuel Ávila, José Rumbia y José Neyra, en Río Blanco (García Díaz, 1997: 98-156).

 

El discurso de Ricardo Flores Magón y el PLM

La persistencia del anarquismo llegaría al inicio del siglo XX mediante la tozudez de la acción subversiva del puñado de activistas y agitadores ya señalada, quienes impulsarían la publicación de semanarios y hojas volantes de efímera vida. Serían ellos quienes mantendrían viva la llama insurrecta desde su condición de “propagandistas anónimos [porque] en la historia social las ideas no desaparecen. Toman otras formas, otras voces, se bifurcan en varias corrientes, se fragmentan." (García Cantú: 128-129). Continuarían revitalizadas en las vertientes revolucionarias del PLM y el Ejército Libertador del Sur -ELS-,[16] para continuar, amalgamadas ya con el liberalismo finisecular del siglo XIX, en el discurso y la acción de las organizaciones anarcosindicalistas durante la tercera década del siglo XX.[17]

Es imposible que cualquier vertiente ideológica y sus expresiones sociales, so pena de pelearse con la realidad realmente existente, transcurran en el tiempo inmutables e incontaminadas, fuera del mundo real plagado de contradicciones sociales Y menos aún en el seno de la sociedad moderna naciente a fines del XIX y cimentada en las primeras décadas del siguiente siglo, donde una nación en plena crisis -donde lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no terminaba de nacer-, que albergaba la emergencia de una esfera pública, alimentó, a contrapaso de la censura que pudo existir en algunos momentos, con expresiones modernistas -diarios, revistas, libros, hojas volantes- a la precaria ciudadanía y a una opinión pública creciente. Así, los depositarios y herederos ideológicos de la vertiente anarquista decimonónica, que fueron los sindicatos anarcosindicalistas que cobraron fuerza y presencia en los procesos pre y posrevolucionario, serían también herederos de la vertiente liberal radicalizada. Serían el producto de una mixtura no fácil de detectar a simple vista, pero apreciable en el terreno de la acción política, que tuvo su simbiosis en el seno del PLM integrado expresivamente en torno a Regeneración, donde los subterfugios eufemísticos para, según el grupo, camuflar su discurso político anarquista, lo llevaron a autodenominarse y a nombrar a su partido con el adjetivo de liberal:

Todo se reduce a mera cuestión de táctica [afirmaba Ricardo Flores Magón]. Si desde un principio nos hubiéramos llamado anarquistas, nadie, a no ser unos cuantos, nos habría escuchado. Sin llamarnos anarquistas hemos ido prendiendo en los cerebros ideas de odio contra la clase poseedora y contra la casta gubernamental. Ningún partido liberal en el mundo tiene las tendencias anticapitalistas del que está próximo a revolucionar en México, eso se ha conseguido sin decir que somos anarquistas, y no lo habríamos logrado ni aunque nos hubiéramos titulado no ya anarquistas como somos, sino simplemente socialistas. Todo es, pues, cuestión de táctica (en González Ramírez, 1964: 203).

 

Y esa táctica, esa maniobra de los portadores de una ideología de la que no se atrevían a decir su nombre verdadero, sentó las bases para que el común de los trabajadores y muchos de sus dirigentes, adherentes a la herencia discursiva, orgánica y organizativa generada desde las mutuales, que acrisoló en parte el PLM, integraran sin discriminar en su acción política estrategias y prácticas que sintetizaban tanto la vertiente liberal como la anarquista. Independientemente de que la propia decisión de utilizar un periódico -Regeneración- a manera de agitador colectivo, aparece como continuadora de la herencia de los anarquistas, cierto, pero también de la de los liberales de la Reforma, quienes hicieron lo mismo. Más aún: en su primera época durante 1900[18], y casi la totalidad del siguiente año,

el espíritu de Regeneración…estuvo presidido por la idea de que “la democracia ha muerto” y se proponía, en total concordancia con la ideología del liberalismo clásico, desarrollar el “espíritu cívico” del pueblo para restablecer un régimen de libertades. Las “instrucciones de civismo” y la “prédica de la democracia” constituyeron la incipiente táctica política del grupo magonista durante 1900, por lo menos en la forma en que la expresó Regeneración. La “revuelta”, los “trastornos”, el “motín”, eran rechazados tajantemente, alertando al régimen contra estos peligros y “horrores” que se presentarían si persistía en negar los derechos ciudadanos. (Bartra, 1977: 21)

 

Lo anterior, según Bartra, se debió sí a la táctica mencionada, esgrimida para asegurar la continuidad de Regeneración y para eludir la censura, pero también debido a “la influencia de Jesús Flores Magón, el mayor de los hermanos y por ese entonces director del periódico, cuya ideología estrechamente liberal parecía dominante.” (p. 22) En el caso de Ricardo, podemos ver cómo fue deslizándose de un inicial liberalismo, que lo llevó junto a sus hermanos a participar en las manifestaciones estudiantiles en contra de la reelección de Porfirio Díaz en 1892, hacia una constante y creciente radicalización rumbo a la acracia hasta su muerte, aunque no dudó en avalar con su firma el Programa del Partido Liberal de 1906, de tintes más liberales que anarquistas.


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En 1905 se había fundado el PLM y un año después daba a conocer el Programa y Manifiesto de dicha organización partidaria, en los cuales se establecen, entre muchas propuestas, un periodo de cuatro años para el presidente de la república y la no reelección; reemplazar al ejército con una guardia nacional; garantizar la libertad de expresión; dar educación obligatoria hasta los 14 años, financiada por el gobierno; que los extranjeros opten por la nacionalidad mexicana o renuncien a sus títulos de propiedad; gravar con impuestos a los negocios de la iglesia y nacionalizar sus propiedades; la expropiación de las tierras improductivas para otorgarlas a quienes pudieran trabajarlas; la creación de un banco otorgante de créditos para que los campesinos puedan adquirir tierras; y devolver a los indígenas las tierras comunales e individuales (Albro, 1992).

Eran éstas propuestas, importantes y avanzadas para su tiempo -e inclusive radicales, ni duda cabe-, pero su contenido ideológico estaba más cerca del liberalismo radical que del anarquismo, independientemente de que Ricardo Flores Magón empezaría por esta época su tránsito hacia la acracia y se declararía públicamente como anarquista en 1907 -lo que no significa que desde antes no lo haya sido- (Albro)[19]. Ya por ese entonces Regeneración mantenía contactos con diversas publicaciones, personajes y organizaciones anarquistas del extranjero; por ejemplo: el anarquista Voltairine de Cleyre era muy cercano a la publicación y el diario anarquista Les Temps Nouveaux publicó un editorial donde consideraba un error político grave de Flores Magón declararse abiertamente anarquista (MacLachlan, 1991).

En todo caso, la simple lectura del Programa y el Manifiesto del Partido Liberal Mexicano revela, como ya señalamos, un sesgo liberal, además de que el hecho de asumir la lucha política para tener acceso al poder lo enfrentaba, por lo menos en el discurso, con la postura de los anarcosindicalistas, que defendían el ser apolíticos como principio guía de sus acciones, encaminadas a la meta final que era la desaparición del Estado y de toda forma de gobierno conocida hasta entonces.[20] Ello provocaría que el PLM fuera, en el mejor de sus momentos, un partido con poca militancia trabajadora y con un medio de expresión, Regeneración, que aglutinaba a una vanguardia intelectual de liberales radicales y de anarquistas; y que conforme el discurso de Ricardo se radicalizaba, se alejara de los liberales maderistas y del propio Madero. Flores Magón sería encarcelado en 1907 en Estados Unidos y desde allá seguiría las noticias de la Revolución Mexicana.

Dentro del PLM habría también quienes irían del discurso radical anarquista a la acción armada: en los primeros días de 1911 dieciocho hombres intentarían la <liberación> de Baja California, tomando la ciudad de Mexicali, llegando a juntar días después una fuerza internacionalista de quinientos hombres contando con la solidaridad y participación de cien miembros de la Industrial Workers of theWorld estadounidense, entre quienes se encontraban dos que a la postre se convertirían en mitos de las luchas de los trabajadores estadounidenses: Frank Little y Joe Hill (Avrich, 1988); a Hill le compondría Woodie Guhtrie una canción y el cineasta sueco Bo Widerberg filmaría  en 1970 una película biográfica. Otro famoso, el escritor Jack London, leería un pronunciamiento cuando el contingente de los miembros de la IWW partió de Los Ángeles con rumbo a tierras bajacalifornianas, en el que afirmaba, dirigiéndose a los insurrectos del PLM: “nosotros, socialistas, anarquistas, vagabundos, ladrones de pollos, proscritos y ciudadanos indeseables de los Estados Unidos estamos con ustedes de corazón y de alma. (Blaidsdell, 1993: 42). Esta insurrección se alargaría hasta el verano de ese año, llegando a tomar los rebeldes, quienes intentaban liberar algunos territorios del norte del país para fundar en ellos sociedades anarquistas, algunas ciudades importantes en los estados de Chihuahua, Nuevo León y Sonora. Pero el incremento de las fuerzas militares en la zona, ordenado por Madero con el fin de acabar con los insurrectos, provocaría la derrota final de éstos.

Parte de esa vertiente anarquista seguiría su ruta y coincidiría en la Casa del Obrero Mundial, organización anarcosindicalista que aglutinaría al proletariado, el que todavía para la época era una clase social minoritaria.[21] La Casa llegaría a ser la más poderosa organización urbana de los trabajadores hasta antes de 1913, haciendo gala de su ideología a través de sus acciones y del discurso contenido en las páginas de Acción Directa, su órgano informativo y propagandístico (Hart, 1980), y sería cerrada por Madero, quien también ordenaría la clausura de su periódico, el encarcelamiento de sus dirigentes radicales y la expulsión de sus miembros extranjeros.[22] El gobierno impulsaría la formación de una organización bajo su control antagónica a la Casa -la Gran Liga Obrera (Ruiz, 1976)- y aquella viviría duros momentos durante la usurpación de Victoriano Huerta luego del asesinato de Madero y Pino Suárez; y debatiría en su interior, a la caída de Huerta en julio de 1914, el apoyo a una de las dos fuerzas fundamentales surgidas del proceso armado, que eran la alianza entre la División del Norte, el Ejército Libertador del Sur y su contraparte carrancista.

Ante la disyuntiva, y las críticas de Emiliano Zapata al proyecto de Venustiano Carranza, lo propuesto por el primero se acercaba más al ideario anarcosindicalista, pero, dado que su programa era claramente agrarista, dejaba fuera muchas de las demandas del proletariado y el artesanado asentados en las ciudades, lo que llevó a los miembros de la Casa a evaluar ambas propuestas (Katz, I, 1983). Así, al final, la mayoría de los miembros de la Casa terminarían apoyando a los constitucionalistas de Carranza,[23] un grupo mucho menor se uniría a la División del Norte y unos pocos, muy pocos, abrazarían la causa del Ejército Libertador del Sur. Los motivos, aparentemente contradictorios, que llevaron a la unión con las huestes de Carranza, dado que si alguna vertiente revolucionaria era cercana ideológicamente a los anarcosindicalistas era la del colectivismo agrario morelense, tuvo, según Tutino (1996), su justificación en que los constitucionalistas representaban una visión moderna de país que conciliaba la experiencia de existencia cotidiana en el medio urbano habitado por los obreros. Y según Meyer (1971), debido a que la mayoría de los integrantes de los gremios que se acrisolaban en la Casa -de manera relevante su dirigencia, en la cual participaban intelectuales y profesionistas clasemedieros, los cuales, vale reconocerlo, esgrimían un discurso incendiario y libertario en más de una ocasión demostrado en la práctica- eran empleados y propietarios de talleres artesanales, más identificados con el proyecto constitucionalista que con las demandas sociales de la embrionaria clase obrera y las de reparto agrario del campesinado.[24]

Como fuere, los Batallones Rojos integrados por miembros de la Casa terminarían combatiendo -irónicamente unidos a los carrancistas- a las fuerzas del General Emiliano Zapata. La Casa terminaría siendo corporativizada y adquiriría su mayor fuerza entre 1915[25] y 1918 por el apoyo gubernamental, pero arrendaría su ideología anarquista y perdería filo en sus acciones,[26] haciendo suya la ideología y el programa de los constitucionalistas, que era

liberal, estatista, nacionalista y populista... al promover una visión empresarial y capitalista del futuro de México, insistiendo en la propiedad privada, el individualismo social y un papel limitado de la iglesia tradicional.... exigir un Estado nacional fuerte como el medio necesario para promover las metas económicas liberales...[al no intentar] aislar a México de la influencia internacional, sino exigiendo un mayor control sobre la política y la implicación mexicana en la economía nacional... y al intentar que el Estado y las elites económicas darían bienestar a las masas. (Tutino: 50)


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Si bien es cierto que la hegemonía de maderistas y carrancistas diluirían la presencia de la alternativa representada por el PLM durante la etapa armada y en los años posteriores a 1910, haciéndola aparecer como fracasada si atendemos al final que tuvo la Casa del Obrero Mundial, ello no impidió que antes, en junio de 1906, se formara en el estado de Veracruz el Gran Círculo de Obreros Libres, integrado por trabajadores de la industria textil; y que en septiembre del mismo año uno de los tres núcleos existente del Partido Liberal estuviera en Acayucan, estado de Veracruz -los otros dos estaban en Texas[27] y Chihuahua-, “bajo el control y dirección de Hilario C. Salas y Cándido Donato Pádua” (Agetro, 1942: 25). Cuenta Agetro también que el 15 de julio de 1906 se celebró, en el Teatro del Conservatorio de la ciudad de México, el Primer Congreso de la Industria Tabaquera, al que asistirían como delegados, por el puerto de Veracruz, Juan Bautista, Mauro Martínez y Manuel Armando López, así como irían también delegados por, obviamente, San Andrés Tuxtla, y por Banderilla, Alvarado - fue Julio M. Platas, designado Presidente del Congreso-, Tlacotalpan, Coatepec, Xalapa y Orizaba (p. 21). Antes, en 1902, el veracruzano Santiago de la Hoz, quien firmaba sus artículos como “El Hombre Gris” y era presidente del Club Sebastián Lerdo de Tejada en su tierra de origen, se integró a la plantilla de colaboradores de El Hijo del Ahuizote en su segunda época -al igual que lo hicieron los hermanos Jesús y Ricardo Flores Magón, recién salidos de la cárcel en abril de ese año-, cuyo director era el veinteañero potosino Juan Sarabia. Coincidirían también en el periódico Alfonso Cravioto, Librado Rivera, Antonio Díaz Soto y Gama y otros futuros integrantes de Regeneración. (Bartra) En ese medio informativo, específicamente en el número correspondiente al 3 de junio de 1911, Ricardo Flores Magón se dirigía a quienes llamaba

liberales constitucionalistas, a los que aman la obra del insigne indio Benito Juárez, para demostrarles que los liberales radicales de hoy no hacemos otra cosa que continuar la obra de ese grande luchador, aunque empleando métodos distintos… [Y ante] la ineficacia de la acción política para conseguir la libertad económica, los liberales radicales de México ya no confiamos en la ley, sino en la acción. Continuamos la obra de Juárez; pero con táctica distinta. (1970: 102)

 

En el mismo artículo, luego de reconocer la valía de Juárez en el terreno de la acción política y de asumir su herencia como guía de acción para los <liberales radicales>, presentaba una declaración de principios en torno a la táctica de los mismos: que para llevar a efecto la transformación de la sociedad sólo se requería de un puñado de activistas, de

una minoría enérgica, resuelta, irreductible a la traición... y esa minoría valerosa de libertarios que luchan en México en estos momentos, esa minoría que no ha hecho aprecio de los tratados de paz, es la que arrastrará a las masas a tomar posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, a pesar de las dudas de los ‘incrédulos’, a pesar de las profecías de los ‘pesimistas’, a pesar de la alarma de los ‘sensatos’, de ‘los cabezas frías’ y de los cobardes. (106)

 

Flores Magón iría desplazándose de su inicial liberalismo con algunos tintes ácratas hacia un decidido anarquismo. Esto lo alejaría hasta su encarcelamiento y posterior muerte en Leavenworth, Kansas, en Estados Unidos, de algunos grupos y personajes que en ciertos momentos habían sido <compañeros de camino>. Lo anterior, ha llevado a algunos autores a afirmar que su propuesta es la más pura muestra y expresión del fracaso de la vertiente popular de la revolución y, obvio, de la citada propuesta. (González Casanova, 1978; Bartra). Consideración que hasta hoy continúa siendo discutible.

 

Anarquismo y liberalismo: la mixtura entre la teoría y la praxis en Veracruz

La táctica planteada por Ricardo Flores Magón acerca de que un puñado de activistas, de agitadores sociales entregados a la causa, funcionaría como la vanguardia y los resortes impulsores de las luchas obreras y campesinas, sería posteriormente asumida como principio y guía por algunos sindicatos o federaciones obreras, combinándolo, en el terreno de la batalla específica por demandas laborales y salariales, con prácticas negociadoras, las que eran vistas, desde la óptica de Flores Magón en 1911, como patrimonio de los llamados por él “liberales constitucionalistas”.

Un ejemplo de la persistencia de ese discurso anarquista <no negociador> puede verse en algunos acuerdos contenidos en la Declaración de Principios de la Confederación del Trabajo de la Región Mexicana, resultante del Primer Congreso Obrero celebrado en el puerto de Veracruz la semana inicial de marzo de 1916:

Segundo.-Como procedimiento de lucha contra la clase capitalista, empleará exclusivamente la acción directa,[28] quedando excluida del esfuerzo sindicalista toda clase de acción política, entendiéndose por ésta el hecho de adherirse oficialmente a un gobierno o a un partido o personalidad que aspire a poder gubernativo.

Tercero.-A fin de garantizar la absoluta independencia de la Confederación, cesará de pertenecer a ella todo aquel de sus Miembros que acepte un cargo público de carácter administrativo.

Quinto.-Los sindicatos pertenecientes a la Confederación son agrupaciones exclusivamente de resistencia. (Agetro: 177-178)

 

Un año después, en Tampico, Tamaulipas, otro congreso nacional acordará, según Ricardo Treviño, que “se abandona el principio de la acción directa y se acepta la acción múltiple[29].” (citado por Rodríguez, 1980: 31),o que se reafirmará al siguiente año en Saltillo, sede de otro congreso celebrado a iniciativa del gobernador del estado, y al fundarse la Confederación Regional Obrera Mexicana -CROM-.

En 1919, la CROM será aceptada por el gobierno, a cambio del apoyo a Obregón en su búsqueda de la presidencia de la república, como la única organización interlocutora y representativa de los trabajadores, convirtiéndose en un organismo corporativizado. Sin embargo, a pesar del acuerdo que abandonaba la acción directa en favor de la acción múltiple, y del rápido proceso de corporativización gubernamental llevado a efecto -en el cual la CROM funcionaría como correa de engrane-, la acción directa seguiría utilizándose como estrategia y guía de acción articuladora de las luchas de algunos sindicatos adscritos a la organización cromista, pero fuera de la lógica de la dirigencia central, como fue el caso de los veracruzanos, específicamente el de los textileros en Orizaba. (García Díaz, 1984)

Y en el puerto de Veracruz, en enero de ese mismo año de 1919 en que la CROM decidía abandonar la acción directa como método de lucha, un grupo de sindicalistas,

influidos por el trabajo individual de algunos militantes anarquistas, se declararon ‘por la acción directa y apolíticos’ en un mitin…[Entre esos sindicalistas estaban] Rafael García Auli, el “negro” García, dirigente de los estibadores; Herón Proal, de oficio sastre, que había figurado en la dirección del movimiento del puerto desde 1916[30], los carpinteros de Huatusco, Úrsulo Galván y Manuel Almanza, el anarquista español José Fernández de Oca, el tabaquero Juan Barrios y el tranviario Antonio Ballezo. (Taibo II, 1986: 66)

 

Poco después, los activistas porteños acudirían a la academia nocturna para trabajadores fundada por Manuel Díaz Ramírez[31] -en la cual se impartían clases de inglés-, crearían, junto a otros sindicalistas como León P. Reyes, el grupo “Evolución Social” -que llevaría a cabo un mitin semanal de agitación anarquista en el puerto- y se desprenderían de dicho grupo -excepto Reyes- para integrar otro grupo decididamente más radical, al que llamarían “Antorcha Libertaria”. Editarían el periódico Irredento, continuarían con sus mítines en el “Teatro Eslava”, se integrarían a las luchas sociales porteñas y del estado y mantendrían una constante relación con grupos hermanos de Tampico y con la prensa anarquista estadounidense y mexicana, particularmente con Luz, del Distrito Federal. Herón Proal sería años después, en 1922, el dirigente principal del movimiento inquilinario[32] en el puerto, en el que también participarían Fernández Oca y Almanza, y se enfrentaría a García Auli,[33] quien para entonces, y luego de alejarse de los grupos anarquistas y ser dirigente de los estibadores, era el alcalde de la ciudad.[34] Y el propio Almanza, en unión de Úrsulo Galván y como parte de la estrategia de ampliación de fuerzas generada por el movimiento inquilinario, se abocaría a labores de agitación entre los campesinos para formar la Liga de Comunidades Agrarias,[35] de la cual Galván sería su más sólido dirigente ya como miembro prominente del Partido Comunista Mexicano, al igual que lo serían también Díaz Ramírez y el propio Almanza.[36] Galván sería electo alcalde del puerto en diciembre de 1929, asumiría el cargo en enero de 1930 para ejercerlo durante sólo seis meses porque fallecería en junio de ese año.

Ricardo Flores Magón fallecería en 1922 y hasta donde se sabe no se enteraría de las trayectorias y acciones en los años veinte de los anarquistas fundadores en 1919 de “Evolución Social” y “Antorcha Libertaria”. De haberse enterado, quizás, atendiendo al discurso político esgrimido en su artículo publicado el 3 de junio de 1911, los hubiera acusado de ser “liberales constitucionalistas”, nomás por haber desarrollado García y Galván prácticas que dejaban atrás el principio anarcosindicalista de ser apolíticos y por asumir prácticas combinatorias de la acción directa y la negociación -la tal acción múltiple o mediada-. Hubiera posiblemente acusado de lo mismo a Proal y a Almanza, porque también negociaban y exigían el cumplimiento de la ley a la par que ejercían la acción directa en las fábricas y empresas mediante paros y huelgas, dado que Flores Magón consideraba que “la aspiración de los trabajadores organizados [debía] ser más grande que el mero mejoramiento de condiciones…[aunque aceptaba] que los libertarios se [adhirieran] a la unión sindical con preferencia a otras… porque sus miembros [eran] al menos conscientes de su clase” (González Ramírez: 43 y 47). Todavía más: algunas demandas del movimiento inquilinario de 1922 -como la de expropiar a favor de los inquilinos las viviendas que ocupaban- le hubieran parecido no propias de anarquistas radicales porque, decía en un artículo publicado en Regeneración el 11 de noviembre de 1914, el derecho de propiedad individual era el padre legítimo de la miseria y la tiranía -cuestión que por lo demás, en su momento, era cierta-: “Dese muerte al derecho de propiedad individual, y la paz se hará por sí sola.” (en Bartra: 349)

Los anarcosindicalistas del puerto de Veracruz, en específico, y los de la entidad federativa, en general, combinarían la acción directa en la fábrica o la toma de las calles y casas habitación -estrategias de acción eminentemente anarquistas-, con la negociación ante los patrones, los dueños de fincas y las autoridades de las instituciones mediadoras existentes -estrategias de acción propias del liberalismo-, haciendo suyas las resoluciones del primer Congreso de la Confederación General de Trabajadores celebrado en septiembre de 1921 -siete meses después de haberse constituido ésta- en la ciudad de Orizaba, las que en su punto tres decían: “Cuando surja algún conflicto entre obreros y patrones, sin llegar a ningún acuerdo favorable[37] para los primeros, la Confederación General de Trabajadores prestará toda su ayuda moral y material a fin de que los trabajadores de la industria afectada la trabajen por su cuenta” (Salazar y Escobedo: 322). Y en su punto doce expresaba que todos los acuerdos deberían hacerse saber a los trabajadores miembros de cada una de las organizaciones integrantes de la CGT, para que ellos decidieran si la Confederación se adhería a la Internacional de Sindicatos Rojos, y que cualquiera fuera el resultado debería ser acatado por todas las agrupaciones.

Esta práctica democrática en la toma de decisiones contrastaba con la táctica del PLM, y con la cegetista originaria,[38] de formar una vanguardia dirigente agitadora que planteara las acciones a las que se integraría el conjunto de los trabajadores. Igual contrastaba con el resolutivo número tres del Congreso celebrado en Orizaba, que señalaba claramente el sí a las negociaciones legales con los patrones para llegar a acuerdos, guía de acción que se concretaría en los años veinte en la ciudad de Veracruz en tres acciones de los trabajadores y ciudadanos porteños: la huelga ferrocarrilera de 1921, el Movimiento Inquilinario de 1922 y la huelga general de 1923.

 

Acción directa y negociación en Veracruz: tres casos

En el primero de los casos enunciados la huelga en cuestión iniciaría el 1 de marzo de 1921 y sería secundada por todos los gremios que tenían algún tipo de relación con la Compañía Terminal de Veracruz, aunque muchos de ellos retornarían a laborar el día 3 ante la amenaza patronal de que el ejército tomaría las instalaciones y fungiría como esquirol.[39] Y cuando empezó a causar problemas en la vida cotidiana, ya que al no haber trenes la carga de los barcos se empezó a acumular en los muelles y las bodegas de éstos fueron insuficientes para albergar toda la mercancía, ésta fue depositada incluso en las playas, con el consabido deterioro por la humedad y las protestas de los comerciantes, quienes, mediante la Cámara de Comercio que los agrupaba, arremetieron en contra de los trabajadores ferrocarrileros mediante una campaña propagandística, ofreciendo construir locales para almacenar sus mercancías, lo que llevó a los huelguistas a la negociación y a un acuerdo mediante la intervención arbitral y la amenaza gubernamental.  La doble herencia cultural que la clase obrera empezaba a hacer suya en la práctica de sus luchas laborales y políticas se hacía presente: la del anarquismo, la huelga y la acción directa, por un lado; y la del liberalismo decimonónico y su apuesta por las instituciones gubernamentales mediadoras entre trabajadores y patrones, por el otro.

En el segundo caso todo iniciaría cuando el 2 de febrero de 1922 salió publicado en las páginas de El Dictamen,[40] principal diario del puerto veracruzano, un llamado -<excitativa>, en el argot de la época- para celebrar una asamblea en la Biblioteca Municipal ese día a las 20:30 horas, con el objeto de discutir la formación de un sindicato de inquilinos. La convocatoria estaba firmado sólo por “La Comisión” y terminaba diciendo: “¡Basta ya de abusos! Todo el que no concurra a esta junta es que está conforme con seguir soportando el peso de la explotación. ¡Vecinos y vecinas! ¡Concurrid!” (ED, 02/02/22). En la misma nota periodística en la que se daba a conocer la convocatoria se mencionaba una iniciativa del ayuntamiento para aumentar en un 10% el costo del agua, con el objeto de comprar otra caldera para las bombas de El Tejar, poblado cercano a la ciudad de Veracruz: “parece que los propietarios quieren cargar a cuenta de los inquilinos el nuevo impuesto y ya algunos han comenzado a elevar el precio de los alquileres” (ED, 02/02/2). De ahí en adelante, y hasta el mes de julio, la ciudad se vería inmersa en el tráfago del movimiento inquilinario.

En mayo se darían los primeros acercamientos entre enviados del gobernador Adalberto Tejeda y la dirigencia del Sindicato Revolucionario de Inquilinos -SRI-, para mediar aquellos entre éste y los casatenientes. Y finalmente se firmaría a principios de junio un primer convenio entre algunos dueños de casas y el sindicato, fungiendo como testigos dos regidores, quienes procederían  de inmediato ante la administración de rentas del Ayuntamiento para que se fijaran la rentas de acuerdo al valor de los patios de vecindad, tal y como lo definía el convenio firmado entre las partes. Sin embargo, como señalaba ED el 2 de junio, era una minoría de propietarios la que estaba dispuesta a secundar el convenio signado, el cual se manifestaba ya en la práctica al hacerse efectivo desde el 1 de junio el cobro de rentas en sus patios de vecindad, consistente en el dos por ciento sobre el valor catastral. (02/06/22) Y en su informe, correspondiente al periodo entre el 16 de octubre de 1920 y el 16 de septiembre de 1922, el gobernador Tejeda daba cuenta de lo siguiente en torno al movimiento inquilinario:

Oportunamente se sancionó y promulgó el decreto expedido por esta Cámara bajo el número 274, con fecha 4 de abril del año en curso, por medio del cual quedó derogado el Decreto expedido por el Gobernador, ciudadano Antonio Nava, el 28 de julio de 1920, el cual a su vez derogó el decreto número 17 de 28 de noviembre de 1917; pero como tal ordenamiento no terminó con las dificultades que se suscitaron entre propietarios e inquilinos, el Ejecutivo, desde entonces, se dedicó a hacer un concienzudo estudio del asunto para enviar el proyecto de Ley a que me refiero en otro lugar. (en Blázquez, 1986: 5471)

 

En el reacomodo de fuerzas, tanto el sindicato como los propietarios hicieron por sus intereses antes y luego de la promulgación de la Ley de Inquilinato (Blázquez Domínguez y Corzo, 1997). Y en el informe rendido por el gobernador Adalberto Tejeda ante la Legislatura, comprendiendo el periodo del 16 de septiembre de 1922 al 5 de mayo de 1923, se dejaba asentado lo siguiente:

La H. Cámara envió a principios del mes de enero del año en curso, un proyecto de reformas a la Ley en vigor, y estudiado concienzudamente por el Ejecutivo con acopio de los proyectos, instancias y demás proposiciones que enviaron los Sindicatos de inquilinos y algunas corporaciones obreras, así como el parecer de los propietarios quienes sostuvieron para el efecto conferencias con el Ejecutivo; éste hizo las observaciones que creyó pertinentes, no descuidando que el espíritu de la futura Ley fuera la efectiva conciliación de los intereses de ambos elementos por medio de obligaciones equitativas para las dos partes y sin que, por términos oscuros de la misma Ley, una u otra pudieran evadir el cumplimiento de su deber, sosteniendo con ello el conflicto existente. (en Blázquez: 5711)

Úrsulo Galván
Imagen 5. Úrsulo Galván.
http://www.tlacotepecdemejia.gob.mx/ 

El movimiento había manifestado en su estrategia general dos fases que eran ya guía de acción: una primera decididamente anarquista, que abarcó de febrero a mayo de 1922 y que había tenido como guía de actuación la acción directa con la toma del transporte colectivo, de las casas habitación y del ejercicio de un ¿gobierno? fáctico personificado por <el movimiento> o <el sindicato>, así como el no pago de rentas; y otra negociadora decididamente liberal, que empezó a manifestarse en mayo, como resultado de la atención que el gobierno del estado había puesto en la cuestión, al llegar los representantes gubernamentales como mediadores y generadores de las primeras reuniones entre las partes, de las cuales surgieron los primigenios acuerdos que detonarían las reformas legales. Igual situación sería la que definiría la huelga general del año siguiente.

El tercer caso iniciaría el 9  de julio de 1923, luego de que los trabajadores de la Compañía de Luz emplazaran a huelga demandando un aumento de 50% en el pago de sus salarios, que se redujeran a ocho horas los turnos de los veladores    -como lo establecía la ley, pero que no cumplían los patrones- y el pago de los gastos que ocasionara la huelga en caso de estallarla si no se respondía afirmativamente a sus peticiones. La empresa fue aceptando la posibilidad de un contrato colectivo de trabajo, mismo que fue delineándose con la participación y propuestas de las dos partes, mediante aproximaciones sucesivas y compartidas en cada una de las cláusulas hasta que el 7 de agosto se firmó el contrato, quedando pendiente de resolverse lo concerniente al aumento salarial del 50% que se había demandado desde el inicio del conflicto, el cual había ya dividido a la población: por un lado los gremios, los sindicatos y la gente de escasos recursos; y por el otro los empresarios, los grandes comerciantes, las compañías navieras y los dueños de las agencias aduanales.[41]

Ante la negativa de la empresa a conceder el aumento salarial, los trabajadores se reunieron para tomar decisiones en torno a su demanda, acordando el inicio de la huelga para el 9 de agosto, fecha en que la ciudad quedó totalmente a oscuras.   

El expediente del litigio fue trasladado el 13 de agosto, ante la imposibilidad de que las partes llegaran a algún acuerdo, a la Junta Central de Conciliación y Arbitraje del Estado, la cual, después de tres días de intentar sin éxito conciliar los intereses de trabajadores y empresa, acordó el retorno a trabajar en las condiciones existentes previas a la declaración de huelga. Ante ello, los trabajadores desconocieron el laudo y a los representantes que habían firmado el acuerdo.

Lanzaron de inmediato un manifiesto a las organizaciones obreras y al pueblo en general, fijando su posición de continuar con la huelga. Y bajo estas circunstancias las respuestas solidarias de los gremios se dejaron venir en cascada: el Sindicato de Inquilinos, y en particular el Grupo de Mujeres Libertarias que formaban parte del sindicato, de inmediato se apersonaron en la terminal de tranvías, para impedir que éstos circularan, y en las instalaciones de la propia Compañía de Luz para impedir que los trabajadores afines a los patrones rompieran la huelga. Por su parte, la Federación Local de Trabajadores del Puerto de Veracruz -FLTV-, una agrupación sui géneris que le dio gran impulso y fuerza a la huelga de los electricistas dada su intensa actividad desde 1919 en el puerto, y que agrupaba a albañiles, conductores de carros, trabajadores de hoteles y restaurantes, molineros y gente de variado oficio, acordó estallar una huelga general el 20 de agosto,[42]  decisión apoyada y seguida por los trabajadores de las fábricas de hielo, por los de las fábricas de velas, por los de la Cervecería Moctezuma y por los tranviarios.

Tres días después de su inicio se unieron a la huelga general los tablajeros y  los locatarios del mercado. Los ferrocarrileros decidieron apoyar la huelga a partir del 23 de agosto, deteniendo el tráfico del Ferrocarril Interoceánico, convirtiéndose el puerto en una ciudad sitiada, tanto por las acciones de los huelguistas como por las del ejército que impedía que la gente entrara o saliera, situación que desde afuera se veía alarmante y alarmaba en la capital del país al gobierno federal.

Así, el 27 de agosto, luego de que se iniciara la represión definitiva contra los huelguistas por miembros del ejército que empezaron a sorprender y a encarcelar a la gente, y luego de que algunos gremios decidieran, vistas las necesidades y el estrangulamiento económico en que estaban insertos, volver al trabajo, los trabajadores de la Compañía de Luz aceptaron levantar la huelga inicial por la demanda de aumento salarial, bajo la promesa patronal de que  ésta sería  discutida un mes después en la capital de la república.

Terminaba así la última gran acción del movimiento obrero y social en el puerto y vendría un largo periodo de repliegue y arrinconamiento de las organizaciones obreras y populares. El segundo verano durante el cual la cotidianidad de la ciudad se había visto atropellada por la emergencia de las marchas, los mítines, los paros y la presencia callejera de los que sólo tenían como posesión única su fuerza de trabajo, pasaría -al igual que ese primero que había sido el de la huelga de inquilinos un año antes-, en los días, meses y años venideros, a ser un anécdota en las mesas de los cafés, de las cantinas, de los restaurantes y de los hogares porteños. Vendría a ser también tema de conversación en las tertulias de los clubes sociales y deportivos, porque el puerto retornaba a lo que su población consideraba la normalidad.

A fin de cuentas, la vieja y persistente ceremonia de la vida social continuaría requiriendo de nuevas pieles matizadas con diversos tintes, las que a su vez se reconstruirían, tomando en cuenta las precedentes que habían generado con sus ideas tanto los liberales como los anarquistas decimonónicos que, como afirmaba Antonio Caso, eran “fiera, altanera, soberbia, insensata, irracionalmente independientes” (en Cossío Villegas, 1957: 117).

 

Al final del día

Las luchas de los gremios anarcosindicalistas, herederos de lo que bien pudiéramos llamar los esbozos de una modernidad de izquierda que arraiga en México durante el último tercio del siglo XIX, y que asume como estrategia de lucha la acción directa, se vieron constreñidas por el impulso del proceso de corporativización que se había echado a andar, y ya rendía frutos, con la Casa del Obrero Mundial y la emergencia de la CROM como el ariete fundamental del gobierno en pro del control y la mediatización de los movimientos radicales. Así también, la promulgación de la Constitución de 1917, que estableció el principio de la <conciliación de clases> -con el Estado surgido de la revolución vuelto un ente supraclasista que buscaba, según su propio discurso, equilibrar el capital y el trabajo- como articulador de la generación de leyes reglamentarias que reconocían en la CROM a la legal y legítima representante de la clase trabajadora, y combatían a quienes estuvieran fuera de su égida, inclusive a aquellos que, como muchos gremios fundadores e integrantes de la CGT -que arracimaban en su seno la vertiente liberal, negociadora ante las instituciones y en el marco de la ley, y la de la  acción directa, apolítica y que pugnaba por la desaparición del Estado del anarquismo-, obligó a que éstos se movieran en el marco constitucional por fuerza de no pelearse con la realidad.

El discurso de las organizaciones gremiales y de las políticas era elocuente, cismático y delirantemente anarquista, pero en la práctica las mediaciones sociales -por ejemplo, las instituciones ya sólidas y las nacientes- de la esfera pública <modulaban> y empezaban a sobre determinar su actuar específico y ampliado, lo que ocasionaba una tensión entre el decir y el hacer al interior de las acciones de los trabajadores y del conjunto de los sectores subalternos, porque si los liberales del XIX habían apostado por un país de leyes e instituciones, los anarquistas desde entonces habían apostado por hacer explotar esas instituciones y esas leyes en aras de una formación social distinta.

Dicha simbiosis entre liberalismo y anarquismo había empezado a gestarse y tuvo su embrión quizás en el Programa del Partido Liberal, como puede notarse en el discurso político de Ricardo Flores Magón contenido en sus artículos periodísticos donde, producto de la estrategia para ocultar su vena ácrata, asume que nombró a su partido como Liberal, utilizó un lenguaje híbrido con tintes de ambas ideologías, ensalzó la figura de Benito Juárez y terminó, con todo lo anterior, provocando una amalgama en el discurso y la práctica de sus pares, de sus exegetas y de sus seguidores, quienes en los acuerdos para su actuar pasaron de definirse abiertamente en pro de la acción directa y apolíticos -Congreso Obrero inaugurado el 5 de febrero de 1916 en el puerto de Veracruz-, a combinar tales principios con la negociación -la acción múltiple o mediana- en el marco de la legislación existente -Convención Radical Roja de la CGT de septiembre de 1921, celebrada en Orizaba.

Los “ilegales por excelencia”, que según Ricardo Flores Magón debían ser los revolucionarios anarcosindicalistas integrantes de la clase obrera, pasaron a la aceptación de facto de la legalidad del orden social imperante, que creó las mediaciones sociales necesarias -instituciones laborales y leyes del trabajo- para dirimir los conflictos obrero-patronales, en el seno de una esfera pública en proceso acelerado de consolidación. “Liberales constitucionalistas” y colaboracionistas les hubiera llamado el fundador de Regeneración desde los principios de su acracia a pie juntillas, cuando los reacomodos de las organizaciones sociales, campesinas y obreras, sus alianzas con los gobernantes y sus pugnas internas, fueron aprovechados, para el caso veracruzano, por los gobernadores Heriberto Jara -periodo de 1924 a 1928- y Adalberto Tejeda -dos periodos: 1920 a 1923 y 1928 a1932-,[43] y por el gobierno federal, para sus proyectos particulares. Y terminarían minando la capacidad de beligerancia, e inclusive de negociación, de las organizaciones, independientemente de que el desarrollo del propio proceso de conformación y cimentación del sistema político mexicano, la promulgación, en  agosto de 1931, de una Ley Federal del Trabajo que limitaba en grado sumo los derechos de los trabajadores -la que, por cierto, sería modificada en 1940-, así como el proyecto corporativo, hijo legítimo de la formación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, que sería asumido y afinado durante el cardenismo, les dio la puntilla final y se las engulló. Sin dejar fuera de consideración que, una vez más para el caso específico de Veracruz, Tejeda, poseedor de una gran habilidad y oficio políticos y a fin de cuentas un hombre de la elite posrevolucionaria, del stablishment, del aparato gobernante, aprendió bien de la experiencia que le representó el movimiento inquilinario y fue paulatinamente centralizando, al través de organizaciones que le eran afines y mediante prebendas, el control político.

La puesta en práctica, pues, de reformas sociales y el control de los trabajadores, disminuyeron la protesta social y la oposición radical toda. Y ello, aunado a la ampliación de una industria cultural mercantilizada y mercantilista posibilitaron el arrinconamiento y la mediatización de los gremios anarcosindicalistas. Dichas reformas, que establecieron los derechos sociales para complementar los ya vigentes y las garantías individuales ya existentes desde 1857, fueron, paradójicamente, el corsé sujetador del cuerpo actuante libérrimo de los anarcosindicalistas.

La respuesta positiva a demandas limitadas evitó la posibilidad de una revuelta social mayor que pudiera poner en peligro la existencia del naciente gobierno autoritario y paternalista que impulsaba un proyecto de nación capitalista, donde las clases subalternas corporativizadas serían utilizadas como soportes estratégicos, y donde la tensión entre el discurso incendiario y la práctica negociadora/asentidora continuaría muchos años después manifestándose al interior de las centrales sindicales a manera de expresiones residuales de una vertiente ideológica llegada a México en el arranque de la segunda mitad del siglo XIX, el anarquismo, la que por sus principios colectivistas agrarios, propios de las comunidades rurales, tendría su cima en las revueltas de la Sierra Gorda y de Chalco, llegaría a manifestarse, en sus corrientes anarcosindicalistas, en los gremios textileros del Valle de México, Atlixco, Orizaba y en los variopintos gremios de la ciudad de Veracruz, y sucumbiría en el medio urbano al canto de las sirenas corporativistas, volviéndose bastante funcional a un proyecto decididamente contrario a sus intereses.

No volverían las autoridades, por lo menos no sería ésa la intención de Tejeda, a dejar que trabajadores y patrones arreglaran entre ellos sus conflictos, lo que le ganaría al ejecutivo estatal la oposición de los sectores económicamente poderosos durante sus dos periodos de gobierno y su campaña en pos de la presidencia de la república en 1934.[44] Por su parte la gente, la plebe paria de siempre, había visto y aprendido en su integración a las huelgas de 1921, 1922 y 1923 una opción para cambiar no el sistema político nacional, sino para hacer habitable su espacio inmediato. Asimismo, el discurso ácrata, y las prácticas de él derivadas -una mezcla de remanentes del anarquismo con las necesariamente emergentes del liberalismo-, habían caído en terreno fértil no porque los porteños compartieran esos principios ideológicos, sino porque las acciones concretas llevadas a efecto por los activistas -tranvías gratuitos, predios y casas ocupados y un casi autogobierno ciudadano- llamaron la atención, entusiasmaron y representaron la posibilidad de ser protagonistas a los históricamente habitantes de los amplios terrenos de la anonimia: esa mayoría de la ciudadanía porteña que se había involucrado por la premisa fundamental de que el costo de los alquileres y de la vida toda era exagerado e inversamente proporcional al estado y calidad de sus viviendas, al de sus derechos sociales y al de sus salarios, y que volvería de cuando en cuando a salir a las calles para defender sus intereses y para solidarizarse con los paros y huelgas que se sucederían en los meses y años venideros, sin llegar a la trascendencias de los ya citados.

Si el anarquismo fue una golondrina que hizo sólo uno o dos veranos en el puerto de Veracruz fue por esto y porque la ciudadanía porteña, como toda sociedad, es compleja de suyo: mantiene en sí misma la tensión entre tradición y modernidad. Pero lo paradójico para el caso porteño es que se ha generado un falaz estereotipo epidérmico y suprarrotular -construido sobre las rodillas-, que considera a sus habitantes, haciendo tabla rasa transclasista, como gente de mente muy abierta y nada conservadora, cuestión que se pone en evidencia nomás con rascarle un poquito a la epidermis del estereotipo. A fin de cuentas, esa paradoja tozuda y respondona que según O’Gorman (1977) es el trauma de nuestra historia nacional y que se manifestaría con claridad en la desgarradura existencial de los ilustrados del siglo XIX que querían ser modernos sin renunciar a la tradición novohispana, sería también la impronta de la década de los veinte porteños veracruzanos, manifestada en el decir y el hacer de los anarcosindicalistas y, al final del día, de toda la sociedad.

 

Notas:

[1] Escrito e historiador. Doctor en Historia y Estudios Regionales. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

[2] Un atisbo al estado de la cuestión acerca del tópico puede verse en García Niño (2015)

[3] Una recopilación de los textos de éste pueden consultarse en Rhodakanaty (1998).

[4] Acerca de tales revueltas influidas por utopías diversas, milenarismos y mesianismos en nuestras tierras americanas, puede verse, a manera de ejemplo, Los sertones, de Euclides Da Cunha (1973),crónica de la revuelta de Canudos en el nordeste brasileño. Y para algunas revueltas en el fin del XIX mexicano en Chiapas, García de León (1985). Asimismo, para una visión de conjunto acerca de los movimientos milenaristas y mesiánicos puede verse el clásico de Cohn (1972).

[5] Illades opina que el socialismo  mexicano tuvo como influencia principal durante el siglo XIX a  “Fourier, y en menor medida [a] Saint-Simon, Lamennais y Cabet. También se dejó sentir el influjo de Owen, Proudhon y del pensamiento cuarentaiochista europeo.” (2008: 33)

[6] Para un seguimiento de los movimientos anarcosindicalistas a fines del siglo XIX en México puede verse Bastian (1991); Illades (1991, 1996, 1997, 1999); Pérez Toledo (1996) y Trujillo Bolio (1998).

[7] Una buena muestra del pensamiento de los mencionados puede verse en Flores Magón (1977). Y el reciente e inestimable servicio prestado por la Dirección de Estudios Históricos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, al través del Archivo Electrónico de Ricardo Flores Magón  ofrece en línea la colección completa de Regeneración, la correspondencia entre 1899 y 1922,  la obra literaria 1910-1917 y otros documentos, periódicos y libros. Disponible en: http://archivomagon.net/inicio/

[8] La Cartilla Socialista ha sido publicada, desde su aparición en 1880, en un corto tiraje de 100 ejemplares a fines de 1968, recuperada por y con un texto introductorio y analítico de José C. Valadés. Dicho trabajo fue recuperado y publicado, junto con la Cartillla..., en 1970 por la revista Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, editada con ilustraciones por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, en su Volumen 3, pp. 9-66.

[9] En adelante LI.

[10] Al citar respetamos la ortografía y puntuación originales para este caso y los que vienen.

[11] En Barcelona, en 1910, se constituiría la Confederación Nacional del Trabajo -la CNT-, bajo la bandera del anarcosindicalismo y como el intento mayor por la unificación de la clase obrera. Entre sus acuerdos estaba el de hacer propaganda a través de “un diario que defienda a la clase trabajadora y sea un vivo exponente de los ideales del anarcosindicalismo.” (citado en Launed, 1978: 5) Y esto, el tener un órgano informativo, será una constante en las organizaciones anarcosindicalistas en el siglo XX, así como también la creación de escuelas para la formación de cuadros y para llevar a efecto la alfabetización como un valor agregado para tener acceso a la información contenida en medios impresos como libros, manifiestos, folletos y periódicos.

[12]Los nueve números conocidos del semanario -2, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 10 y 11- fueron publicados por vez primera, en forma facsimilar, durante 1975 por el Centro de Estudios Históricos sobre el Movimiento Obrero -CEHSMOS- y de esa edición fueron recuperados y digitalizados por Chantal López y Omar Cortés, quienes de tiempo atrás vienen realizando para Ediciones Antorcha un plausible trabajo de recopilación de publicaciones y diversas fuentes primarias acerca del movimiento libertario.

[13] Ambos documentos pueden consultarse en García Cantú (pp. 55-71), de donde fue tomado el primero de ellos para ser incluido en la compilación de documentos hecha por Castañeda Batres (1995: 125-127).

[14] En marzo de 1876 se celebró en la ciudad de México, a convocatoria del Gran Círculo, el Congreso General de Obreros, entre cuyos asistentes y firmantes de los acuerdos estuvieron Victoriano Mereles, como representante de la 23ª Sucursal del Gran Círculo en Veracruz; Pedro M. Porrez, por la Sociedad Protectora de Artes y Oficios de la H. Veracruz; y Gustavo Adolfo Baz, por el Círculo Industrial Cordobés. (García Cantú: 335-339)

[15] En 1869 se había fundado la Sección Española de la Primera Internacional, misma que se mantuvo viva desde entonces, aunque cambiando de nombre (Peirats, 1977). Y durante la segunda mitad del siglo llegaron a México grupos de anarquistas oriundos de la península ibérica, quienes contribuirían a mantener los vínculos mediante el intercambio epistolar (Clark, 1979).

[16] Un reciente y atendible texto de Samaniego López (2015) en torno a los usos históricos e historiográficos de los términos “magonismo” -aunque sería menos incorrecto haberlo apodado floresmagonismo- y”zapatismo”, por ser contradictorios e injustos al reducir a la personalización/individualización una ideología, la anarquista, eminentemente colectivista, como afirmaba el propio Ricardo Flores Magón, nos lleva a evitar su uso: “para los miembros del PLM, el ‘magonismo’ no existía, no era un término que los definiera ni los identificara con la causa que perseguían, la eliminación de la propiedad privada y sus tres monstruos que sostenían la sociedad: capital, gobierno y clero. Si existían los ‘magonistas’, eran los esbirros seguidores del burgués y traidor Jesús Flores Magón... En 1913, en Regeneración, se utilizó lo que [los campesinos de Morelos] consideraban el verdadero nombre para explicar [sus] acciones...: comunistas. El término de ‘zapatismo era odioso. Sus afirmaciones fueron contundentes: señalaron no ser estúpidos personalistas.” (p.38)

[17] La vertiente anarquista que alimentaría la práctica anarcosindicalista durante el primer tercio del siglo XX sería la kropotkiana, sustentada en el principio de que “el anarquismo tiene su origen en el pueblo y únicamente conserva su vitalidad y su fuerza creadora en tanto cuanto persiste en su condición de movimiento popular.” (Kropotkine, 1984: 12) Corriente convencida de “que habiendo sido la organización del Estado la fuerza de que se han servido las minorías para establecer y desarrollar su poder sobre las masas, no puede ser también la fuerza que destruya esos mismos privilegios; [y de] que la Revolución Social no se hará por medio de las leyes” (pp. 24-125) Y por ende, las estrategias de lucha no podían darse dentro del marco legal y con el gobierno resultantes del ente estatal.

[18] El periódico fue creado el 7 de agosto de 1900 por Jesús y Ricardo Flores Magón y el licenciado Antonio Horcasitas, quien se retiró del proyecto en diciembre de ese año. El primero de los hermanos llegaría a ser Ministro del Interior durante el régimen maderista.

[19] Según Cockfroft (1971), por intermedio de Camilo Arriaga -a quien Flores Magón culparía más tarde del rompimiento entre Madero y el PLM-, Ricardo había leído desde 1900 a Bakunin, a Kropotkin, a Malatesta y a Máximo Gorki.

[20] Una comparación entre las afirmaciones contenidas como conclusión en el Manifiesto a todos los Oprimidos de México y el Universo, de Julio Chávez, donde se habla de “levantar... esfuerzos en torno de esa sacrosanta bandera de la revolución socialista [las negritas son nuestras] que dice desde lo más alto de la República: ¡Abolición del gobierno y de la explotación”. (en García Cantú: 61), y el punto número 1 del Programa del Partido Liberal, que habla de la “Reducción del período presidencial a cuatro años” (en Castañeda Batres: 167), basta, consideramos, para dejar constancia de cómo ya en el seno del PLM la ideología liberal era más que embrionaria y más que parte de una estrategia, y que la anarquista había pasado a retiro por lo menos en lo referente a la cuestión del Estado.

[21] Para 1910 la población en México era de poco más de 15 millones de habitantes, de los cuales casi 10 millones de ellos eran peones o campesinos sin tierra. (Clark: 15)

[22] En la creación de la Casa del Obrero Mundial habían participado algunos exiliados españoles miembros de la Confederación Nacional del Trabajo, organización anarcosindicalista ibérica, como Eloy Armenta y “Amadeo Ferrés... quien el 2 de mayo de 1911 establece la Confederación Tipográfica de México, rebautizada posteriormente con el nombre de Confederación Nacional de Artes Gráficas.” (Salazar y Escobedo, 1972: 34) También participarían el catalán José Segú y el cubano Fredesmindo Elvira Alonso (Leal y Villaseñor, 1988:187), así como el colombiano Juan Francisco Moncaleano, quien sería expulsado del país por el gobierno mexicano e incluido en la crítica que Ricardo Flores Magón hizo a las posturas de los grupos “Fraternidad”, de Boston, Massachussets, y a “Los de siempre”, de Valladolid, España, a quienes dedicó nueve artículos, publicados entre el 13 de noviembre de 1915 y el 22 de enero de 1916 en las páginas de Regeneración. (Flores Magón, 1988)

[23] Para el caso puede verse el pacto firmado entre los dirigentes de la Casa del Obrero Mundial y las fuerzas carrancistas, contenido en Agetro (1942: 160-161), Salazar y Escobedo (pp. 80-82) y Carr (1976: 268-271).

[24] Salazar y Escobedo dicen, apoyando quizás sin querer lo afirmado, que “tipógrafos, mecánicos, tejedores, zapateros, carpinteros, sastres, metalúrgicos, conductores de carruajes y otros”, (p. 83) eran la mayoría de integrantes de la Casa, cuestión que podemos notar, por ejemplo, en el origen gremial de los integrantes de los seis batallones rojos que lucharon en contra de los divisionariso del norte y los campesino de Morelos: el primero estaba conformado por trabajadores de la Fábrica Nacional de Armas; el segundo por trabajadores de la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías de México; el tercero por sastres, canteros, textileros, yeseros y zapateros; el cuarto por pintores, tipógrafos, cocheros, mecánicos, herreros, carpinteros, foliadores, plomeros, hojalateros, curtidores y encuadernadores; y el quinto y el sexto por los maquinistas, albañiles y molineros de nixtamal. (Agetro; Salazar y Escobedo; Meyer)

[25] Un año antes se habían formado dos de los sindicatos más importantes en cuanto a su fuerza numérica y a lo estratégico de sus actividades en el ámbito industrial y en la vida cotidiana: la Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías -el 13 de octubre- y el Sindicato Mexicano de Electricistas -el 14 de diciembre-. Ambos serían sustento de la Casa del Obrero Mundial. El segundo de ellos editaría, a un año de su existencia, el periódico Rojo y Negro, que en su primer número llamaba, en un artículo firmado por F. F. E. Paniagua, a lucha, amparados “por nuestra Constitución Política de 57 [buscando] unir a todos los electricistas del país para formar un solo centro de operaciones, un núcleo poderoso de personalidades que se distingan en sus aptitudes intelectuales, por su valor en defender sus derechos pisoteados por los poderosos y que con sus virtudes conquisten el aprecio universal.” (Rojo y Negro no 1, 14/12/1915: 2). Y en otro artículo del mismo número de Rojo y Negro, éste firmado por Luis Ochoa, había una dura crítica a los partidos políticos y una toma de posición apolítica: “Estos partidos son los que en pugna sempiterna de la evolución social incuban tiranías y sujetan a los pueblos a yugos vergonzosos de opresión y levantan autócratas sobre pedestales de ignominia. Pero cuando estos partidos son arrollados por el torrente de una revolución social y libertaria miran derrumbarse tronos, hundirse imperios, rodar en el cadalso testas coronadas y cabezas de tiranos sobre las que arroja la gleba el escupitajo y el cúmulo de maldiciones que de antemano les reservan. Salud, compañeros. Mi verbo rojo es de desprecio para los ilusos ultramontanos que todavía sueñan en las malditas sombras de las capillas, para los traidores de la Ericsson, foco de reacción burguesa, y retrógrados, flor de estercolero.” (p. 3)

     La amalgama discursiva entre el liberalismo y el anarquismo estaba presente en las páginas de Rojo y Negro, y seguiría estándolo en los cuatro números existentes de la publicación, en la cual, por cierto, era miembro de la Comisión de Redacción Luis N. Morones.

[26] Rafael Pérez Taylor, conspicuo intelectual miembro de la Casa, lo define con claridad en 1913: “manifiestan que la Casa del Obrero Mundial es foco de conspiración, mentira burda y vergonzante; acudid a ella, a sus clases, a sus conferencias y notaréis siempre la corrección y  ninguna disputa para nuestras instituciones actuales de Gobierno, pues el inmiscuirnos en ellas sería el producir la muerte de nosotros mismos con la clausura... y, con todo ello, perder la oportunidad de ilustrar al proletariado. Estamos convencidos de que antes de ejercer los derechos, hay que saber los deberes.” (1976: 115-116) Nada más, pero nada menos.

[27] Para un seguimiento de la presencia del PLM en Estados Unidos puede verse Torres Parés (1990) y MacLachlan (1991).

[28] La acción directa, originada en la teoría de Mijail Bakunin, contempla varias posibilidades, como la demostración de la inconformidad mediante manifestaciones y mítines, los boicots y la desobediencia civil, la huelga laboral y la ocupación de fábricas, así como la huelga por solidaridad. Y tiene “como punto culminante... la subversión social, el sabotaje y la Huelga General Revolucionaria, sólo posible cuando el grado de cohesión organizativa y de madurez revolucionaria de los trabajadores sea proporcionalmente alto.” (Coloma, 1978: 11) Se inscribe fuera de la ley; “por tanto, significa el rechazo de comités paritarios, magistraturas y de cuantas autoridades o burócratas pretendan resolver los problemas que surgen entre trabajadores y capitalistas... Sin la acción directa, ni los trabajadores adquirirán una personalidad decisoria, ni la revolución auténtica se logrará jamás.” (Launed: 16) Es asimismo “antipolítica...supone el enfrentamiento inmediato de las fuerzas en lucha -capitalistas y trabajadores, pueblo y privilegiados, autoridad y oprimidos-, supone la actuación del pueblo por sí mismo -sin confiar en delegados o instancias intermedias-, supone poner en cuestión los fundamentos últimos en que se basa el sistema social, político y económico -cosa no permitida por los causes parlamentarios- y supone negarse a utilizar el mecanismo de poder existente en beneficio de los objetivos revolucionarios y afirmar, por el contrario, la voluntad de destruirlo... Entre los modos de acción directa cabe todo lo que no sea depender la revolución social de los cambios en el poder político... cabe la acción violenta -sabotaje, terrorismo-, cabe la pacífica -contratación colectiva, agitación propagandística- y cabe la intermedia -la formación más típica de la acción directa: la huelga-“. (Álvarez Junco, 1991: 408-409)

[29] Llamada posteriormente por los anarquistas y los anarcosindicalistas Acción Mediada, que es “lo contrapuesto a la Acción Directa... [y que] en la democracia burguesa, supone una separación real entre la lucha económica, que tiende a una mejora salarial y de condiciones de vida en el seno de la misma explotación capitalista, y lucha política, en donde se integran todos los factores productivos y no productivos además de la misma dirección de proceso revolucionario. El campo de lucha económica corresponde a los trabajadores y sus sindicatos; el de la lucha política al partido dirigente y sus afiliados.” (Coloma: 7 y 9)

[30] Proal había presidido, como representante de los empleados de teatro, el ya mencionado Primer Congreso Obrero, inaugurado en el puerto de Veracruz el 5 de febrero de 1916, en el cual también hubo representación de los trabajadores de restaurantes, fondas, cafés, panaderos, inspectores de tranvías, calafates y carpinteros navales, electricistas, oficiales navales, marineros y fogoneros, peluqueros, cargadores y dependientes de comercios, trabajadores de limpia publica, caldereros, operarios de grúas, checadores, sastres, tabaqueros, carretilleros y conductores de carruajes. El Congreso haría una invitación al Gobernador del Estado, Heriberto Jara, para que asistiera al mitin de cierre el día 12 del mismo mes, pero el mandatario declinaría, argumentando que no lo habían invitado a los mítines anteriores y que el gobierno no aprobaba el Congreso. Del mismo Congreso surgiría la Confederación del Trabajo de la Región Mexicana y Proal sería su primer Secretario General, como lo cuentan Salazar y Escobedo (pp. 137, 140, 144-145 y 147). Acerca de la figura de Proal puede verse De la Mora (2011)

[31] Quien cobraría fama entre la izquierda por ser uno de los pocos militantes comunistas que conocería a Lenin.

 [32]Para un seguimiento del Movimiento Inqulinario de 1922 en el puerto de Veracruz puede verse Agetro, Bolio Trejo (1959), García Auli (1977), Gill (1960, De la Mora (2000 y 2000a), Domínguez Pérez (1986), García Mundo (1976), Taibo II (1986) y Salazar y Escobedo. 

[33] Proal y García Auli asistirían como delegados porteños a la Convención Nacional Roja, que sesionaría en la ciudad de México en los albores de 1921 (Salazar y Escobedo), de donde surgiría la Confederación General de Trabajadores -CGT-, en cuyo primer Comité Confederal Provisional estaría, como uno de sus cinco subsecretarios, José Rubio, tabaquero libertario del puerto de Veracruz. Al acto fundacional de la CGT asistirían también por “Veracruz: Francisco Cedeño           -Sindicato ‘El Despertar Campesino’, de Ojital, Veracruz-, Francisco Mercado y José M. Cruz          -Sindicato Único de Carretilleros de Veracruz-, Aurelio Hernández -Obreros Agrícolas Progresistas de Santa Rosa-, Rafael García -Gremio Unión de Lecheros de Veracruz, Liga de Trabajadores de la Zona Marítima, Unión de Marineros y Fogoneros del Golfo, Unión de Lancheros-, Juan Barrios    -Sindicato de Tabaqueros.” (Taibo II y Vizcaíno, 1984: 106)

[34] García Auli iría abandonando sus orígenes ácratas, impulsaría la formación de la Federación de Trabajadores de Mar y Tierra de Veracruz, de la que sería su primer presidente, adherida a la CROM. Antes, a fines de diciembre de 1924, como integrante de la Liga de Trabajadores de la Zona Marítima, y durante el movimiento de huelga de la Confederación de Trabajadores Ferrocarrileros en 1921, avalaría el acuerdo que frente a la huelga tomó la Liga, cuando ésta “puso a disposición del Inspector del Trabajo todos sus elementos para nulificar las reivindicaciones que [exigían] los ferrocarrileros confederados.” (Agetro: 189)

[35] Para el caso pueden verse Agetro, Domínguez Pérez (1986), Falcón (1977 y 1986),   Fowler Salamini (1979), Salazar y Escobedo, Skerritt Gardner (1989)

[36]Agetro sostiene que también Proal sería miembro del Partido (53).

[37] Las negritas son nuestras.

[38] Bajo cuya lógica se inscribía el actuar de un militante, por lo general miembro de un sindicato, “que se declaraba apolítico -antiparlamentario, antipactista, anticonciliador-, simpatizante de la revolución rusa, partidario de la acción directa en la lucha fabril, fundido en el movimiento, moviéndose en los gremios, partidario de la escuela racionalista, promotor de prensa obrera, pero ante todo y sobre todo, organizador, agitador fabril y callejero, y francamente marginal a las disquisiciones teóricas.” (Taibo II y Vizcaíno: 104)

[39] Al respecto puede verse Aguilar Sánchez y Cortés Rodríguez (1989).

[40]En adelante ED.

[41] Para el caso puede verse Landa Ortega (1989 y1996)

[42] El Archivo Sindical del Puerto de Veracruz Miguel Ángel Montoya Cortés (1990), en su sección de actas de sesiones y correspondencia de la FLTV, puede consultarse para el conocimiento y ampliación de detalles en torno a lo que ocurrió cotidianamente durante las cuatro semanas de huelga electricista y los siete días de huelga general en el puerto.

[43] Para una visión del contexto veracruzano, de los movimientos sociales, de las circunstancias y de las acciones llevadas a efecto por ambos personajes durante los tiempos en que ejercieron el poder pueden verse Alafita Méndez (1980), Blázquez Domínguez (1986 y 1997), Bolio Trejo, De la Mora, Domínguez Pérez, Falcón, Fowler Salamini, García Auli, García Morales (1986), García Mundo, Gill, González Sierra (1987), Landa Ortega (1989 y 1996), Lombardo García (2007), Mancisidor, Norvell (1996), Reyna Muñoz (1996), Sarquis (1933), Skerritt Gardner.

[44] Para un detallado seguimiento de la campaña de Tejeda a la presidencia de la república puede consultarse Lombardo García (2007)

 

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Hemerografía histórica

La internacional: 1878 (nueve números)

Rojo y Negro: 1915 (cuatro números)

El Dictamen de Veracruz: 1921 y 1922

 

Cómo citar este artículo:

GARCÍA NIÑO, Arturo E., (2017) “El anarquismo en México: arribo, difusión y el tránsito de la acción directa a la negociación en Veracruz”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 30, enero-marzo, 2017. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1430&catid=5