Caso Maguid: el eje Lima-Buenos Aires

Este es un relato acerca del secuestro y posterior asesinato del argentino Carlos Alberto Maguid en 1977, propiciado por el ambiente de represión que existía en la Lima de esos años.

Palabras clave: dictadura, Perú, Argentina, exilio, Operación Cóndor

 

 

Apenas tenía algunos indicios, pero desde hacía varios meses, Carlos Alberto Maguid, un argentino refugiado en Lima, exmilitante político, era puntualmente vigilado por agentes del Servicio de Inteligencia del Ejército Peruano (SIEP). En marzo de 1977 hubo una señal que debió haberlo alertado, pero o no entendió el transfondo de la misma, o lo ocurrido se perdió en un juego de especulaciones políticas. Tal vez haya  subestimado la decisión del gobierno del general Francisco Morales Bermúdez de colaborar con la dictadura argentina en las tareas de represión de los grupos políticos opositores. A mediados de ese mes, Maguid fue detenido junto a un grupo de militantes de la izquierda peruana, se trataba de un acto policial destinado a desalentar cualquier manifestación pública de repudio a la visita que el dictador argentino Jorge Rafael Videla,  efectuaría a Perú durante el mes de abril. Gustavo Espinoza, uno de los encarcelados en esa jornada, se desempeñaba entonces como secretario sindical del Partido Comunista Peruano y compartió celda con Maguid. Unos años después recordaba esos hechos:”Nos detuvieron porque se había anunciado una visita de Videla al Perú y el gobierno peruano quería evitar posibles protestas […] En prisión me contó que la dictadura argentina lo perseguía”.[1]

Pero las preocupaciones de la dictadura peruana no respondían exclusivamente a la visita cercana del general Videla, la situación social y el clima de agitación política en Perú había ingresado, desde fines de 1976, en una espiral ascendente que puso en alerta roja al sistema de seguridad y preocupó al régimen del general Morales Bermúdez. La muerte en combate de algunos militantes de la izquierda peruana que cayeron en las filas del ERP argentino, fortaleció la idea de una conspiración en marcha y fue entendido – por las dictaduras de ambos países – como una evidencia de que el peligro subversivo no estaba conjurado.

Francisco Morales Bermúdez
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Es posible que este clima político adverso haya precipitado la decisión de secuestrar a Maguid, pese a que este ciudadano argentino radicaba en Lima desde 1975, con pleno reconocimiento de las autoridades migratorias peruanas, quienes le habían expedido el Carnet de Extranjería No. 448003. Por respeto a su condición de asilado, Maguid  no desarrollaba actividades políticas de ningún tipo y su presencia era apenas conocida por los exiliados argentinos que comenzaban a llegar a Lima desde fines de ese año. Fuera de todo activismo partidario o sindical se desempeñaba como director del Área de TV del Centro de Tele-educación de la Universidad Católica y como colaborador eventual de la empresa pública Perucine. En principio, el gobierno del general Morales Bermúdez no tenía argumentos para cuestionar la presencia del refugiado argentino quien guardó un discreto segundo plano cuando el activismo de chilenos, bolivianos y argentinos solía provocar algún malestar en las esferas del Ministerio del Interior peruano. ¿Cómo se explica entonces la decisión de someterlo a estricta vigilancia primero y  secuestrarlo poco después en pleno cruce de las elegantes avenidas Petit Thouars y Javier Prado, en un acto de flagrante violación del derecho de asilo político universalmente reconocido?

Hay que recordar el pasado militante de Carlos Alberto Maguid para indagar las causas que pueden explicar la saña de la dictadura argentina y la actitud complaciente de sus colegas peruanos. Maguid cumplió con un derrotero político similar al de muchos jóvenes argentinos que a mediados de los sesentas despertaron a las cuestiones sociales en el marco de la inestabilidad institucional, los golpes de Estado y la proscripción del peronismo. Compartió, como la mayoría de los integrantes de su generación, el descreimiento por los procesos electorales y la indiferencia hacia los dispositivos tradicionales de la democracia representativa. Como católico practicante buscó en las propuestas más contestatarias del pensamiento progresista de la Iglesia, un espacio de militancia y compromiso con las causas populares. Junto a su compañera Nélida Arrostito inició tareas políticas en el grupo “Camilo Torres”, embrión de uno de los núcleos que darían origen, poco después, a la organización Montoneros. Tempranamente vinculado al pensamiento social de la Iglesia fue uno de los discípulos del grupo de sacerdotes que tomando el contenido progresista de las encíclicas del Papa Juan XXIII, procuró poner al día la doctrina y  práctica de la Iglesia argentina en materia de políticas sociales. Temas vitales como la pobreza, la marginalidad, la violencia, la exclusión política de las mayorías, constituyeron el eje que reunió a un grupo de religiosos nucleados bajo el nombre común de Movimiento de “Sacerdotes para el Tercer Mundo”.[2]

El discurso crítico de pastores de la Iglesia Católica como Carlos Mugica, Miguel Mascialino y Alberto Carbone- la cara amable de una estructura anquilosada- fue el horizonte teórico y político a partir del cual un grupo importante de jóvenes pasó del espacio social-cristiano al nacionalismo y en poco tiempo, a la revalorización del peronismo como experiencia histórica y como la identidad política desde la cual se expresaban y adquirían fuerza y sentido las demandas populares.

Carlos Maguid fue partícipe de este compromiso militante y en mayo de 1970 intervino en el acto de presentación ante la opinión pública, del grupo Montoneros como una organización armada peronista: el secuestro y ejecución del general golpista Pedro Eugenio Aramburu, expresidente de Argentina en el período 1955-1958 y directo responsable del fusilamiento de numerosos presos políticos en junio de 1956, durante la represión del levantamiento que encabezó el general peronista Juan José Valle.

A principios de julio de 1970 un comando de la organización Montoneros ocupó la localidad de La Calera en la Provincia de Córdoba, en el momento en que sus militantes se retiraban del lugar fueron sorprendidos por la policía, como resultado de las detenciones y decomiso de documentos, los organismos de seguridad detectaron la identidad de varios integrantes de la organización, entre otros la de Carlos Maguid. A partir esos datos iniciales solo había un paso para conocer la presencia de cada uno de los montoneros identificados en diversas acciones. Maguid fue acusado de participar en el secuestro del general Aramburu, junto con su cuñada Norma Arrostito (hermana de su esposa Nélida) y un grupo dirigido por Fernando Abal Medina. Poco después la policía detuvo a Maguid quien permaneció en la cárcel hasta la amnistía decretada por el presidente Héctor Campora el 25 de mayo de 1973.

Entre la fecha de su detención y el momento en que recupera su libertad casi tres años después, Maguid compartió una valiosa experiencia de reflexión y análisis del momento político argentino y acerca del futuro de la propia organización Montoneros. De manera colectiva, junto con otros integrantes de los grupos fundadores entre los cuales se encontraban Luis Rodeiro, Ignacio Vélez y Luis Lozada, encabezaron una tarea de enorme relevancia para los tiempos políticos que vivía la izquierda argentina. De esa labor de análisis se derivó una de las primeras lecturas críticas sobre algunos de los ejes teóricos que le daban sustento a las organizaciones político-militares y que justificaban el accionar armado entendido como la expresión de vanguardia de la lucha popular. Maguid se contó entre quienes sostuvieron la necesidad de valorar el enorme significado que tenía la etapa iniciada con el triunfo electoral peronista el 11 de marzo de 1973, interpretado como el ingreso a uno de los pocos momentos de verdadera vigencia de las instituciones democráticas después del golpe de Estado de 1955 y de reafirmación del liderazgo del general Perón. Desde esta perspectiva rompió su vinculación con la estructura oficial de la organización Montoneros y se incorporó a la corriente crítica que se agrupó bajo el nombre común de “Juventud Peronista – Lealtad”. Era una forma de reafirmar públicamente, su reconocimiento a la jefatura de Perón en momentos en los  cuales la conducción oficial de Montoneros había entrado en una disputa apenas disimulada con el legendario jefe y fundador del movimiento peronista.

Jorge Rafael Videla
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Durante esos años (1973-75) Maguid renunció a todo tipo de exhibición pública, su figura se pierde de las noticias políticas de la época y adopta un discreto segundo plano, casi no hay registros de prensa que hagan referencia a uno de los participantes del ya histórico “aramburazo” ni a su asistencia en algunos de los múltiples foros y debates de una coyuntura donde los tiempos políticos y los acuerdos o confrontaciones, podían medirse por horas.

Con el mismo perfil se produce su alejamiento del territorio argentino y la solicitud de asilo a las autoridades migratorias peruanas. Su estancia en Lima fue de escrupuloso respeto a las leyes migratorias y de un más que  prudente segundo plano en materia política. Sin embargo, aunque no lo quisiera, Maguid arrastraba un “estigma” de origen, era de los pocos participantes en el secuestro y ejecución del general Aramburu que estaba al alcance del aparato de inteligencia de la dictadura argentina, los otros integrantes del comando montonero que llevó a cabo esa acción habían caído en combate (Abal Medina, Ramus) o se encontraban lejos de las redes de los servicios de seguridad (Firmenich, Vélez). La telaraña que se tejió en Lima bajo inspiración de la dictadura de Videla se fue haciendo más estrecha a medida que el régimen necesitaba demostrar ante la opinión pública internacional, que la lucha anti-subversiva había logrado cumplir con su principal objetivo, descabezar a las organizaciones político-militares. En julio de 1976 había muerto en combate el fundador y principal referente público del ERP, Mario Roberto Santucho,  sin embargo la dirección nacional de Montoneros se mantenía casi sin bajas significativas después del secuestro de Roberto Quieto en diciembre de 1975. Dentro de esta lógica la posibilidad de detener a uno de los nombres históricos, integrante de los grupos fundadores de esa organización, era una presa demasiado grande para que la dictadura argentina la dejara escapar.

 

Abril de 1977. El secuestro

Las fuentes son escasas y se guardan en los sótanos de los servicios de seguridad en Lima y Buenos Aires. Las versiones y trascendidos resultan contradictorios, hasta donde ha logrado armarse el rompecabezas se sabe que en el operativo de secuestro de Maguid, esa mañana del 12 de abril, participaron  los capitanes del ejército peruano Héctor Matta Rosingana y David Bravo Castrillón y el comandante de policía Julio Vargas Martínez. Al volante del vehículo al que fue subido Maguid se encontraba el oficial de más alta graduación y jefe del operativo, el coronel José Vivero Arias. El secuestrado habría sido alojado en las instalaciones del Ministerio de Guerra y entregado a un grupo de oficiales de inteligencia del ejército argentino, la versión está acreditada por un memorándum interno que filtraron a la prensa algunos mandos peruanos en un acto que parece haber sido un intento de deslinde del operativo. El procedimiento que se describe y los nombres de los militares que intervinieron en el secuestro,  se encuentra confirmado por el excelente trabajo periodístico de Alicia Pierini y Ernesto Jauretche, uno de los pocos intentos de reconstruir la desaparición de Maguid, casi en el olvido y de algún modo tapada por la magnitud de la tragedia que se descubrió en Argentina a medida que se conocían las secuelas de la peor campaña de exterminio de opositores políticos en la historia de ese país.[3]

De los hechos que están fuera de toda duda, es la decidida colaboración que prestó el entonces Ministro del Interior peruano, el general Luis Cisneros Visquerra, amigo y camarada de la misma promoción del Colegio Militar del general Videla, antecedente que le valió el apodo del gaucho en los pasillos del régimen del presidente Morales Bermúdez.

Lo que no constituyen versiones ni trascendidos de “buena fuente” son los documentos desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos, de acuerdo a los cables e información enviada por el entonces embajador de ese país en Perú, Harry S. Schlaudeman con fecha 11 de julio de 1977 y dirigido al Secretario de Estado Cyrus Vance, se pone de manifiesto que el 12 de abril de ese año fue secuestrado el ciudadano argentino Carlos Alberto Maguid, asilado en Lima. En el mismo documento el diplomático Schlaudeman informa a su superior que la señora Lone Hogan, funcionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) le informó que Maguid había sido apresado por militares peruanos en coordinación con oficiales argentinos.

El vuelo del “Condor” sobre Lima no se detiene en el caso Maguid. En junio de 1980, siguiendo procedimientos similares, son secuestrados en la capital peruana tres integrantes de la organización Montoneros: Noemí E. Gianetti de Molfino, María Inés Raverta y Julio César Ramírez, un cuarto militante de esa organización – Federico Frías – había sido detenido en Argentina y trasladado clandestinamente a Perú. El operativo iniciado por el Batallón 601 del Ejército argentino y apoyado en tareas de información y logística por el Servicio de Inteligencia del Ejército de Perú, culminó poco después, con la desaparición de tres de los secuestrados y con el abandono del cuerpo de la señora Molfino en un departamento en la ciudad de Madrid.

El 25 de junio de 1980 las embajadas de Estados Unidos en Lima y Buenos Aires elaboran un reporte conjunto en el cual, entre otras afirmaciones, hay un párrafo por demás revelador. Al referirse a las acciones represivas coordinadas en el marco de la “Operación Cóndor” y en particular a los secuestros del mes de junio de ese año en la capital peruana, apuntan:”El incidente nos es el único. En los años recientes, ha habido varios casos similares que demuestran el alto grado de cooperación entre las agencias de inteligencia y seguridad de los países de América del Sur y de su tendencia a recurrir a medios ilegales en el tratamiento de sospechosos de ser subversivos.”[4]

La desaparición de los cuatro militantes opositores a la dictadura en la “base Lima” de la organización Montoneros no ofrece demasiados secretos, el régimen del general Videla procuraba por todos los medios, desarticular la red organizativa que desde el exterior impulsaba la campaña de denuncia por la sistemática violación de los derechos humanos y la desaparición de los prisioneros políticos en los centros clandestinos de detención.

Por el contrario, el secuestro de Carlos Maguid,  ofrece múltiples interrogantes no resueltas hasta la fecha, hay al menos dos hipótesis que parecen tener mayor consistencia: el operativo se llevó a cabo en cumplimiento de un “juramento” secreto del área de inteligencia militar mediante el cual se comprometían a  eliminar a los participantes del comando que llevó a cabo el secuestro y ejecución del general Aramburu. La otra hipótesis sostiene que el secuestro de Maguid respondía al interés del gobierno argentino de trasladar al prisionero a Buenos Aires para que ofreciera una conferencia de prensa en calidad de  “jefe subversivo arrepentido”, algunos secuestrados mencionan haberlo visto en los sótanos de la ESMA a mediados de 1977. Su presentación ante los medios sería  una muestra de la derrota de la guerrilla y de la plena confirmación del éxito de la estrategia de aniquilamiento de la oposición de izquierda. Sin embargo, el texto de un memorando con una clave en tinta roja que acreditaba su calidad de “secreto”, ofrece nuevas pistas sobre lo ocurrido en las 48 horas posteriores al secuestro. El documento confidencial está dirigido al Comandante General del Ejército Peruano, general Guillermo Arbulú Galliani y en el mismo se informa que. “Tiene por objeto dar cuenta del operativo Maguid, siguiendo su orden escrita, el dia 14 fue entregado el cadáver del sujeto Arg. Carlos Alberto Maguid, al personal de seguridad del Ejercito Argentino que se encuentra en Lima desde los primeros días del presente mes.”[5]

¿Estaba prevista desde la misma planificación del secuestro la eliminación física del prisionero o algo no cuadró en los planes de las fuerzas represivas? No hay elementos suficientes para confirmar o desmentir esta hipótesis, tal vez la muerte del secuestrado durante la tortura frustró los planes de presentar a Maguid ante la prensa. De todas maneras, las pistas se pierden en aquel mes de abril de 1977, inicio oficial de las acciones de contra-insurgencia de la Operación Cóndor entre las dictaduras de Argentina y Perú. El caso Maguid sigue siendo un expediente abierto, como el de miles de argentinos detenidos ilegalmente y desaparecidos en los engranajes represivos de la dictadura que gobernó entre 1976 y 1983.

 

 


[1] Carlos Noriega, “El Cóndor voló en la dictadura”, Buenos Aires, Página 12, 18 de enero de 2008

[2] Luis M. Donatello, Catolicismo y Montoneros, Buenos Aires, Cuadernos Manantial, 2010

[3] Alicia Pierini y Ernesto Jauretche, “Guerra sucia en el Perú”, Buenos Aires, Página 12, 7 de febrero de 1999

[4] Ángel Páez, “Derechos humanos: Plan Cóndor; Washington sabe y no contesta”, www.ipsnoticias.net/print.as (Consulta, 27 de diciembre de 2010)

[5] http://es.groups.yahoo.com/group/foro_centenario/messege/442,  (Consulta, 10 de marzo de 2011)