El imaginario y la identidad. Los Mixes entre los Andes y Mesoamérica

Este ensayo versa sobre una añeja representación mítica que gravita en el imaginario de los Mixes de Oaxaca en México, la cual reitera como lugar de procedencia a los andes peruanos. Se realiza una pormenorizada revisión crítica de fuentes etnográficas e históricas y las hipótesis que se consideran más razonables y consistentes.

 

A Manuel Marzal: maestro y amigo entrañable, porque siempre
ha sabido permanecer fiel a sus principios y a sus amigos
.

 

 

Introducción

Los mixes viven en el nordeste del Estado de Oaxaca. Su territorio, marcado geográficamente por la sierra Mixe, derivación de la Sierra Madre, es  excepcionalmente escarpado dentro de la geografía mexicana. Los diversos niveles ecológicos se suceden con rapidez. En menos de 100 kilómetros se pasa de las tierras bajas del istmo de Tehuantepec a las alturas más pronunciadas del territorio mixe (3,390 mts. sobre el nivel del mar). Quizás, en parte, por la pronunciada agresividad del medio físico que facilita el aislamiento, el territorio mixe está caracterizado por una serie de poblados diferenciados por identidades locales muy pronunciadas no obstante que el conjunto étnico participa de una gran homogeneidad e integración cultural y por una fuerte identificación con los valores comunes a la nación mixe (Nahmad: 1965). Esta gran fuerza de cohesión, en permanente desafío a la dispersión que el accidentado territorio propicia, es el rasgo primordial de la cultura mixe hasta nuestros días.

 

Las fuentes:

Francisco de Burgoa, el cronista dominico del s. XVII es la fuente colonial que nos proporciona más información sobre los mixes. Su descripción oscila entre el reconocimiento de su bravura y valentía, y la crítica de su carácter salvaje, belicoso e idólatra. He aquí algunos datos sobre los mixes vistos desde la óptica del misionero:

“eran estas naciones de zapotecas serranos y de los mijes, en extremo opuestas y se experimentaban en su gentilidad la feroz braveza de los mijes y sus acometimientos en los émulos con exorbitante crueldad robándoles el sustento que era todo el caudal y llevándoles las mujeres e hijas que eran las más apreciadas alhajas y en el tiempo que llegaron os españoles con el marqués, están corriendo sangre de muchos y valientes muertos estas discordias y aunque de una y otra parte era igual la cosecha de Satanás, la sobrada pujanza de la valentía de los mijes hizo a los zapotecos temerosos estimar de verdad a los españoles granjeándolos para su defensa por amigos y de menos resistencia, valiéndose de su amparo ...”

“..este es el sitio de los mijes, es distancia de 30 leguas de atravesía, de su naturaleza arrogantes, altivos de condición y cuerpo, y todo lo dice el tono de la voz, con que hablan siempre a gritos u aunque los más atribuyen esta ruidosa articulación a su natural desmedido y enojoso, he advertido que lo intratable de las sierras les ha hecho de costumbre natural la vocería, porque siendo los montes seguidos unos tras otros, tenían en barrancos profundos sus habitaciones, entre selvas que sacude el viento y entre arroyos que se precipitan en raudales y de todo resultan tan confusos murmullos que era menester para entenderse hablar en sobreagudos con desentonado estruendo...” (Burgoa: 1939, 146).

Por el propio Burgoa sabemos que el dominico Fray Pedro Guerrero fue su primer evangelizador. Su figura la tenemos que rescatar de los párrafos, un tanto épicos, con que el cronista  da cuenta de los varones ilustres de su orden destacados en Oaxaca. Según él, este misionero en seis meses “supo con gran suficiencia la lengua de aquella Nación y empezó a predicarles en ella con tan gran comprensión que los indios se admiraban” (Burgoa: 1939, 144).

“Esta nación mixe es cierto belicosa y reconociendo los primeros conquistadores su orgullo por orden del Marqués formaron presidio fundando esta Villa (Alta) de hasta 30 vecinos españoles y cantidad de indios mexicanos muy leales que en barrio aparte a la parte poniente.... y aún con esta gente de guarnición nunca se aseguraban los zapotecos de las hostilidades de los mijes y fundaban también su recelo que 39 años después de conquistados, el año 1570 se rebelaron los mijes y pasando sus montañas entraron talando los pueblos zapotecos con tato furo que fue necesario el de los españoles con muchos más que acudieron a la ciudad de Antequera y 2000 indios mixtecos de Cuilapa, con los mexicanos que había acá y todos tuvieron mucho que hacer en detenerles el estrago fatal que iban haciendo, hasta reprimirlos y castigarlos en que quedaron quietos y escarmentados hasta hoy quedando amigos y reconciliados” (Burgoa: 1939, 147).

 

Mitología y conquista espiritual:

Definitivamente, el proceso de conquista militar y espiritual no fue fácil; la  resistencia ofrecida por los mixes hace pensar más en el caso maya que en el de los pueblos del centro de México. Parece que el misionero asceta y humilde que se internó en sus tierras, logró pronto cierta empatía de quienes estaban acostumbrados a ver en los intrusos declaraciones de guerra y amenaza de saqueos. Según Burgoa, los catequizaba

“haciéndolos de inmundos prisioneros de los demonios, hijos queridos y estimados del Verdadero Dios con derecho de gozar del Reino de los cielos por eternidades; iban labrando en el pedernal del corazón de los mijes esta doctrina y ejemplo que muchos se convertían y pedían el bautismo otros y todos andaban confusos de verse convencidos de la fuerza de la verdad con que los persuadía”

En el Cap. LX Burgoa habla de “la casa y doctrina de Totontepeque la principal en la nación delos mijes”: Y es en esta parte en la que la crónica nos entrega la información más valiosa sobre los elementos esenciales de su mito de origen: territorio y héroe conquistador:

“Esta nación de los indios mijes, se alojó al abrigo de la más alta montaña que se reconoce en esa Nueva España que por su descuello inaccesible le pusieron el mote en el nombre y lo llaman Veinte Montes ... ha sido siempre célebre, así por lo admirable de su cumbre como por la abundancia de aguas que despide y por la amenidad de bosques y países que forman sus arboledas tan sombrías y opacas que miradas de lejos, es  gran diversidad con que deleitan y entretienen que parece las plantó Nuestro Señor... en estas viciosas e impenetrables praderías estaba esta feroz y bárbara Nación probando la indómita condición con la braveza de las fieras, tan superior a ellas que si no aprendían de ellas su rigor, alimentaban con sus carnes sus fuerzas y mal contentos con esta montesina  valentía pasaban  la muralla de la serranía que dios les había puesto y lo empleaban en las vecinas naciones que entre grutas y riscos no estaban seguros de su furor con que solo el eco de su voz siempre con desentono altivo y arrogante ponía asombro y pavor;

tuvieron demás de este carnicero bullicio, un señor a quien llamaron Condoy, tan belicoso y osado que penetraba las mayores asperezas de la montaña con tanta fiereza que hasta los peñascos más brutos decían los mijes que se le inclinaban prestándole sujeción y obediencia; encaminaba sus ejércitos por los imposibles de monte y ríos por ejercitar el valor y tenacidad de sus escuadras y tenerlos versados en la temeridad de atrevidos para la ocasión de sus batallas que en esa satisfacción era más político que bárbaro pues no tenía por buen arte militar fiar la gloria de su victoria de la bisoñería de hombres no disciplinados ni acostumbrados a poner la vida al tablero; llegó este campeón gentil a ser el blanco de la emulación de los más poderosos reyes, hasta que a fuego y sangre conspiraron los zapotecos y mixtecos valiéndose de la voracidad del más elevado elemento lo cercaron  y entre llamas cogido con tormentas obscuras de humo le combatieron y aunque con este vencimiento devastaron su ejército, lo fragoso y dilatado de las sierras, quebradas y montes en más de 50 leguas de atravesía hasta la costa del mar del norte, les quedó a los vencidos sobrados e inexpugnables retiros donde conservarse y atizar la llama de (odio a) su enemigo... (Burgoa: 1939, 188).

Con no poca resistencia, por la dificultad del ministerio en la nación mixe, aceptó hacerse cargo de ella Fray Juan de Ojeda “hijo del convento de San Esteban de Salamanca. Burgoa llega a decirnos que la razón de su resistencia a ese cargo era, no sólo la humildad sino “por no tener que cargar con la obligación de defender a sus feligreses de las justicias y encomenderos que por ambos lados no les dejaban hueso sano... sin poderles suavizar las molestias que la corrompían (la evangelización)... este daño ha sido la fatal ruina de la enseñanza de los indios.. y esta orfandad de aquesta nación mije suplió Ntro. Sr. Con la venida del venerable padre Fr. Juan de Ojeda”.

Sin lugar a dudas, la sensibilidad de la escuela crítica de la universidad de Salamanca bajo la influencia de  Francisco Vitoria, Domingo Soto y otros, tuvo presencia ente los dominicos de Oaxaca y llegó también al territorio mixe con este misionero.

A este dominico le atribuye Burgoa un importante hallazgo y testimonio en relación con la mitología mixe:

“... y, ya muy viejo, no hubo jamás para su valor despeñadero ni vereda peligrosa que no trajinase la cumbre de la montaña de Zempoaltepeque, atravesó y vido aquello como que descuella sobre las nubes y tocó con sus manos la piedra memorable de un peñasco con lo raso de una mesa que hace y en él esculpidas dos plantas como si las esculpieran a cincel, con todos sus músculos y forma de los dedos como si se imprimieron en cera y la tradición de los indios desde su gentilidad es que la tuvieron sus mayores y dejaron escrito en sus pieles y caracteres que un hombre blanco y anciano que vino de la mar del sur con el hábito que pintan a los apóstoles, había llegado a estos mijes y predicándoles en su lengua algunas cosas del Dios Verdadero que habían de adorar y los naturales de esta nación lo quisieron matar y que subiéndose a aquella peña, dejó estampadas las huellas y no le vieron más y este indicio se confirma con el varón que trajo por el mar la Santa Cruz de Guatulco y la fijó en el Puerto como se dirá en su lugar, y según el cómputo de los siglos corresponde al tiempo de los apóstoles que trasegaron todo el mundo y está muy recibido que Santo Tomás entró por el Reino del Perú y pasó a este a pie enjuto sobre las aguas de que hay graves testimonios de historiadores y reliquias que perseveran de algún varón apostólico que anduvo por esta tierra muy en lo antiguo de su gentilismo.... (Burgoa: 1939, 201).

Un poco más adelante, describiendo la doctrina de Juquila y sus dependencias, Burgoa nos entrega algo más de información sobre los mixes, su territorio, su mitología y sus rituales:

“Está esta jurisdicción al principio de la serranía de Sempoatepeque a la arte de ella que mira al sur y en una eminencia que esta sobre el pueblo de Atitlan, visita de esta doctrina; está el lugar entre lo crespo de unos riscos muy levantados donde tuvo su asistencia aquel valeroso señor llamado en su idioma Condoy, justo muy a su propósito para conducir a sus legiones por los llanos y fáciles entradas que tiene por aquella parte y por la otra lo impenetrable de la montaña que en su abrigo los defendía, cerca de este sitio tienen una anchura cueva y por su dilatación hiciéronla sepulcro de señores y capitales y entre las vanas supersticiones de esta Nación como los egipcios le negaban padre y ascendencia a este valeroso campeón, dándole deidad por sus hechos y diciendo que en edad perfecta había salido de aquella cueva a gobernarlos y defenderlos y por autorizarle su soñada soberanía no conceden que lo mató el gran rey de Theozopotlán sino que cansado de la guerra, se entró otra vez por la cueva llevando consigo a muchos soldados cargados de excesiva cantidad de oro de los despojos de sus conquistas y cerrada la puerta por dentro yéndose con los suyos a otras provincias muy lejos y como se tocó al cascabel del oro el sonido ha inquietado de suerte a los españoles que ha habido y hay tantos que bailan a su ruido...( Burgoa: 1939, 209).

Tanto el carácter escarpado, difícil y retirado del territorio mixe como su enemistad visceral con sus vecinos  los zapotecos que parece ser constitutivo de su ethos cultural, permiten suponer una cultura y un pueblo que, en los inicios dela colonia, parecen haberse articulado recientemente, abriéndose camino, por la guerra, en tierras ocupadas previamente y que ha tenido que construir su cultura en permanentes hostilidades con quienes nunca se resignaron a la presencia de los intrusos, La etnohistoria mixe nos entrega muchos elementos que corresponden, definitivamente a una nación joven que todavía vive a la defensiva (en cuanto a territorio e identidad) en el momento de la conquista. Estos rasgos parecen ser concordantes con ese proceso prolongado de penetración y asentamientos sucesivos que relata el texto de Juan Nepomuceno, por un lado, y con la connotación épica que tiene su mito de origen en lo que se refiere a su héroe civilizador Condoy quien, acorralado por sus enemigos, se interna en una cueva prometiendo regresar.

Históricamente, los mixes fueron aliados de los zoques, chontales y tarascos en contra del poderío azteca. En cambio, salvo alguna breve alianza táctica, son enemigos tradicionales de los zapotecos y los mixtecos con quienes mantuvieron una feroz guerra en 1351. Zaachila, rey zapoteco-mixteco arrasó el territorio mixe e incendió la sierra de Zempoaltepetl, centro de su territorio, corazón de su identidad y memoria. No obstante, si nos atenemos a la tradición que llega hasta nuestros días, nunca fueron derrotados del todo por os zapotecos, al frente de su héroe mítico Condoy, no sólo ganaron la guerra sino que lograron fama perpetua de valientes y amantes de su libertad e independencia.

Su primer contacto con los Aztecas fue durante el reinado de Ixcoatl, a partir de 1427, con quien mantuvieron algunos enfrentamientos. Pero, sobre todo, fue durante el reinado de Moctezuma cuando entablan la guerra con el imperio de la Gran Tenochtitlan. Según los datos disponibles (Gay:1981; Durán: 1967) la insolencia de este pequeño pueblo se antoja como osadía suicida. Moctezuma había propuesto a los mixes el trueque con objeto de aprovisionarse de arena (para labrar las piedras) y esmeril que abundaban en la región, Los mixes no sólo rechazaron la propuesta del gran emperador azteca sino que asesinaron a sus 100 mensajeros. Moctezuma declaró la guerra y ocupó algunos pueblos mixes aunque, sorprendentemente, según la crónica, no se llevó a los vencidos a Tenochtitlan para sacrificarlos, como era costumbre.

Pero con esto no terminaron sus guerras: cuando llegaron los hombres de Hernán Cortes a la zona, los zapotecos se unieron a ellos en contra de los mixes; a pesar de todo, no pudieron conquistarlos, probablemente debido a lo escarpado del terreno y a la bravura de los propios mixes. En este caso, lo que no pudieron los soldados lo consiguieron los misioneros. Los dominicos que llegan a Nueva España en 1526 y a Oaxaca en 1529, incorporaron a los mixes al proyecto colonizador y evangelizador. Los conventos y curatos dominicos se extendieron por todo el territorio de la región. Sin embargo, como lo señala Ricard, al comienzo, las rutas de evangelización procuraban evitar a esta indómita nación: “las direcciones misioneras que parten de Antequera las señalan apenas monasterios muy separados, pues van bordeando o atravesando el territorio de los feroces mixes en el cual la penetración era muy difícil” (Ricard: 1986, 151). Según la crónica de Burgoa, fue Fray Pedro Guerrero o.p. el primer evangelizador de los mixes y el primero en hablarles en su propia lengua (Burgoa: 159) quien, en palabras del propio Burgoa sin “más defensa para el lodo que las toscas alpargatas de aquel tiempo, trepaba como un gamo por aquellas sierras rezando y cantando himnos hasta llegar al pueblo”. De cualquier forma, en 1585 Fray Lorenzo Sánchez ya ejercía como primer párroco de Totontepec, y al poco tiempo se introducía en la zona la arquitectura religiosa y el trapiche.

 

Perú: origen mítico de los Mixes:


El primer dato documental explícito sobre el origen andino de los mixes, lo encontramos en la respuesta que el cura de Santa Lucía (Oaxaca), Don Domingo Ojeda da, en 1803, a la encuesta que le envió su obispo Don Antonio Bergosa y Jordán (González: 2002) sobre varios asuntos de interés para la administración borbónica:

“Acaso traerá su origen (el término “chontal”) de la chontalpa, lugar que, según he oído decir, está situado en el Reino del Perú, de donde comúnmente se cree vinieron por Guamelula los primeros que poblaron estas serranías” (Huesca: 1984,377).

Treinta años más tarde, se ratifica el dato en el diario de viaje del francés Luis Nicolás Guillemaud que llego a Mexico en 1830  formando parte de una expedición francesa que vino a colonizar la región de Coatzacoalcos en el istmo de Tehuantepec, y permaneció 11 meses en la región mixe. En su Diario dice lo siguiente:

"Los habitantes de este pueblo, situado en las gargantas de la sierra, no son originarios de aquí; pretenden que sus antepasados, huyendo del Perú para sustraerse de la dominación española, llegaron a Huichicovi, que en su idioma significa "pueblo nuevo" porque fue el primer lugar donde se establecieron" (Sánchez Castro: 1947).

El tiempo de la migración que recoge el viajero francés es históricamente difícil de aceptar dado que el hecho del traslado de pueblos no habría pasado desapercibido a la sagacidad de las respectivas administraciones coloniales y de sus cronistas tanto del Perú como de México. Mucho menos habrían pasado desapercibidas las guerras de establecimiento que tuvieron que librar los mixes. Sin embargo, no es imposible que, en la perspectiva de sucesivas expediciones venidas del sur, las últimas hayan tenido lugar en los inicios de la conquista del Perú.  A pesar de todo, hay un dato de gran interés que el viajero nos entrega cuando atestigua que la memoria mixe de su origen andino la renovaban mediante los cantos que interpretaban en sus fiestas. Sabemos que, por lo general, solo tienen el privilegio de pasar a los cantos ceremoniales, aquellos hechos que condensan una gran significación y una importante densidad histórica.

El canto al cual se refiere el viajero francés tiene un contenido que habla de la profundidad cultural que la referencia andina de los mixes tiene en su mitología. Los retazos de historia que pasan a formar parte de los cantos y danzas ceremoniales son siempre parte esencial de la memoria colectiva que el ritual tiene el cargo de reproducir.  Se trata, sin lugar a dudas, de procesos que solo cristalizan a través de una  larga duración.

 

Esto cantaban los mixes a comienzos del s. XIX:

 

Nubes oscuras han pasado entre el sol y sus hijos,

El inca, despojado de sus vestiduras reales

sucumbió a la traición y las vírgenes sagradas

lloran sobre las ruinas de nuestros templos.

 

Huid, generosos mixes,

llevaos el fuego sagrado,

Buscad asilo en las rocas del Cotopaxi

Morid primero que presentar vuestras

Manos a las ligaduras de la esclavitud.

 

Y los ancianos, mujeres y los niños

Dijeron el último adiós a sus cabañas y

Cuando el día se cubrió con la tela negra

De la noche, los mixes durmieron en la cueva grande.

 

Los hombres con sus arcos seguían

las huellas para defenderlos pero no hubo enemigo

que se atreviese a perseguir en la fuga a los mixes,

porque conocieron que no querían ser esclavos. (Sánchez Castro: 1952).

 

En 1859 otro francés, el sacerdote Charles Etienne Brasseur, viaja por la parte baja de los mixes. Curiosamente, también este observador da cuenta del origen peruano de un grupo. Pero en este documento el origen peruano es atribuido a los Huaves, otro grupo de la región (Brasseur, 1860:108). Sin embargo, si uno lee detenidamente el diario de viaje se puede observar fácilmente que, aunque formalmente menciona a los Huaves, se está refiriendo en su relato a los mixes y atribuye a los huaves todo lo que la etnohistoria y la etnografía registran como pertenciente a los mixes.

  • Los lugares mencionados pertenecen al territorio mixe (Guichicovi,  Villa-Alta, Xaltepec, etc.)
  • La mitología que atribuye a los huaves (en 1859) es la misma que la que Burgoa atribuye a los mixes en su crónica de 1674.
  • El héroe civilizador de los mixes (registrado por el propio Burgoa) es relacionado por Brasseur como caudillo y guerrero de  los Huaves.
  • Los principales capítulos de la historia de los mixes (guerra con los zapotecos y derrota desastrosa que provoca la desaparición misteriosa de Condoy y su promesa de regreso) también se colocan bajo registro huave.

Pero, lo que es más importante, la estructura de esta parte del diario adolece de incoherencias. En primera instancia se dice que  “ya ellos (los mixes) ocupaban de un mar a otro (en el istmo) cuando los huaves, expulsados de un país lejano que algunos escritores dicen ser el Perú, vinieron por mar a desembarcar en Tehuantepec, del cual se apoderaron” (Brasseur, 1984:108). Después sigue relatando puntualmente, como si fuera de los huaves,  la mitología y la historia que ya Burgoa, siglo y medio antes, había consignado como perteneciente a los mixes. Por si fuera poco, como lo hemos dicho, el mismo Gillmaud, a comienzos del s. XIX, también había atribuido a los mixes  los mismos hechos y había ya consignado la presencia de la memoria peruana en el ceremonial y flolklore mixes. Pero, lo que es más desconcertante, ocurre cuando Brasseur se sigue de corrido relatando la supuesta historia huave, sin que medie cambio en el texto ni en el contexto, relatando las guerras encarnizadas sostenidas (según él por los huaves) contra los mixtecos, zapotecos, chiapanecos y zoqui, “sin jamás ser derrotados” (ss. XIV-XV)  y dice: “Esta prosperidad fue, con todo, de corta duración: los príncipes vecinos, espantados por las victorias de Condoy y comprendiendo el peligro que había en dejarle consolidar su poderío, invadieron unidos las provincias de los mijes....Los mijes , desesperados, apenas pudieron encontrar refugio entre las selvas más salvajes, viéndose reducidos a buscar las madrigueras de los animales feroces” (Brasseur 1984:109).

No puede tratarse de otra cosa que de una extrapolación. ¿Desde cuando la estrategia guerrera aconseja que para vengarse de los huaves y de sus sucesivas victorias, haya que invadir los territorios de los mixes y hacerles una guerra de escarmiento?

Nuestra sospecha es que Brasseur, en su paso rápido por el territorio, confundió los nombres e intercambió las historias. Es el riesgo de la superficialidad de los viajeros. La lógica de su relato no resiste una confrontación con la información histórica de Burgoa, Ojeda y Gillmaud, por un lado, y con algunos datos etnográficos recientes que atestiguan la persistencia de esta “tradición extravagante” en el imaginario mixe.

Efectivamente, registros etnográficos recientes siguen dando cuenta de la persistente tradición sobre su origen peruano:

“Los datos sobre el origen del grupo mixe son contradictorios y, a veces, suenan como leyendas. La versión que más arraigo ha tenido, ya que la cuentan hoy en día los habitantes de la región, es la de su origen peruano. Lo confirman los datos recogidos por Sánchez Castro de un sacerdote mixe, Juan Nepomuceno Cruz. Según estos relatos, en 1830, el francés Luis Nicolás Guillmaud, miembro de una expedición francesa que vino a colonizar la región de Coatzacoalcos, permaneció once meses en la región mixe y obtuvo valiosa información acerca de la historia y las costumbres mixes. A él se debe la primera noticia del origen peruano del grupo, aparentemente confirmada por un canto mixe, donde se habla de su huida del imperio inca después de la caída de éste en 1533 ante Pizarro” (Romer 1982:26).

 

Indicios:

Evidentemente, la información disponible sobre el presunto origen andino de los mixes, está lejos de ser un conjunto de datos plenamente coherentes y, mucho menos, definitivos. Pero, en su totalidad, las referencias etnohistóricas y etnográficas son demasiadas como para ser tomadas como una broma desinformadora. Como mínimo tenemos ante nosotros: fuentes de momentos y autores distintos del pasado que relacionan a los mixes con el Perú y con el Mar del Sur;

Muy probablemente, la noticia histórica del origen peruano de los mixes apareció ante los cronistas europeos antes del s. XIX. No es creíble que el dato pasase desapercibido a los dominicos que dominaron con competencia el idioma mixe. Al respecto Francisco de Burgoa, nuestra principal fuente de referencia de los mixes del s. XVII, tiene una actitud un poco sospechosa. Por un lado, nos da una información etnográfica abundante sobre la cultura mixe, la estrecha relación entre medio natural y cultura, sus mitos, la historia mítica de su héroe civilizador Condoy, sus asentamientos principales, sus relaciones con los otros pueblos, la beligerancia permanente con los zapotecos como una especie de rasgo de la identidad cultural, su guerra con los hombres de Aztlán, etc. Tal pareciera que sólo le falta mencionar su pretendida ascendencia andina. Pero, curiosamente, a cambio de ese dato articulador del resto, introduce una clave de su propia cosecha. Al respecto, creemos que la intuición de A. Bourgoin es acertada: “Por cierto, el religioso que visitó varias veces esta comarca, tenía mucha más información sobre los mixes que lo que comunica en su obra. Sospecho que se enteró de la tradición oral sobre el origen sureño de los mixes y las huellas que Condoy hubiera dejado en varios lugares. Dado que esta “superstición” no le pareció al Calificador y Comisario del Santo Oficio, opino que prefirió presentar su propia versión de dichos acontecimientos” (Bourgoin 1991:101). Su propia versión, probablemente, consistió en lo siguiente: las huellas, indicios, mitos, tradiciones, toponímicos etc. que los mixes referían a Condoy, su héroe y dios proveniente del Perú, Burgoa los relacionó con la supuesta evangelización apostólica de América por Santo Tomás.  En caso de ambigüedad, la elección es clara: lo mejor y más noble que, a juicio del cronista,  tengan los mixes serán reminiscencias de aquel paso fugaz del apóstol; lo demás se debe al señorío que ejerció el demonio después deque los indios lo rechazaron y quisieron matarlo. A ese cambio de orientación, le da una forma literaria sugestiva:

“y la tradición de los indios desde su gentilidad es que la tuvieron de sus mayores y dejaron escrita en sus pieles y caracteres ([2]) que un hombre blanco y anciano que vino de la Mar del Sur con el hábito que pintan los apóstoles, había llegado a estos mijes y predicádoles en su lengua algunas cosas del Dios Verdadero y los naturales de esta nación lo quisieron matar y que subiéndose a aquella peña, dejó estampadas las huellas y no lo vieron más” (Burgoa 1939:201).

Ciertamente, para los fines del cronista dominico era mucho más útil el que el apóstol Santo Tomás hubiese estado por estas tierras, proveniente del Perú (en donde ya hacía tiempo que los agustinos habían sostenido esa teoría) (González 1992:27), que el que un incierto caudillo andino hubiese llegado a la inmortalidad entre los mixes. Cambiado el protagonista de la tradición, era necesario encajar los detalles: ya no se trata de Condoy perseguido por los zapotecas, sino el apóstol perseguido por los mixes que lo quieren matar; ya no es Condoy quien permanece en la montaña sino el apóstol que desaparece ante el rechazo de los mixes; el portento de las huellas indelebles se debe, entonces, al paso de Santo Tomás y no a la planta  del héroe-caudillo mixe; finalmente, la hazaña de antepasados que vinieron de lejos y se abrieron camino entre los grupos hostiles y las fieras salvajes, se esfuma y queda una aparición y una desaparición milagrosas del apóstol cristiano. Podemos decir que los dos únicos elementos que permanecen en las dos versiones son los mixes y el rumbo. A los mixes los convierte de héroes en villanos. El rumbo permanece intacto: El Mar del Sur y el Perú. A nuestro juicio, es este dato el que pone al descubierto la maniobra del cronista. Hay indicios de que, muy probablemente, supo de la pretensión peruana de la mitología mixe; pero lo que él hizo llegar del Perú fue a Santo Tomás en vez de a Condoy que era mucho más conveniente para explicar algunos elementos del proceso de cristianización.

 

Conclusión: el enigma

Los mixes que han pasado al siglo XXI, siguen repitiendo y celebrando que sus antepasados llegaron del Perú. Terminando este ensayo, de ningún modo queda demostrado el hecho. Al menos no a la usanza de los historiadores positivistas.

1.  Podemos asegurar que, al menos desde hace 200 años, la memoria colectiva de los mixes ha dado cuenta de su origen peruano y que ese dato, ya entonces,  estaba incorporado a su mitología y a su ceremonial festivo. No es de pasar por alto que los contenidos de los mitos y los ritos sólo suelen recoger elementos que apuntan hacia la larga y muy larga duración.

2.  Los datos que nos proporciona Burgoa en el s. XVII no señalan,  explícitamente, nada que permita relacionar a los mixes que conocieron los primeros misioneros, con una tradición andina. Sin embargo, hay indicios poderosos de que, en su crónica de los mixes (con intención un tanto apologética) introduce forzadamente a Santo Tomás, desplazando a Condoy, atribuyéndole al primero ciertos hechos  que la tradición mixe, hasta hoy, siempre ha atribuido a su héroe mítico andino.

3.  Aún aceptando lo que pudieran aportar estos indicios, estamos lejos de poder dar por comprobado el origen andino de los mixes. Por ejemplo, no se ha encontrado ningún parentesco lingüístico del idioma mixe con las lenguas andinas. Se han realizado estudios comparativos del idioma mixe con el quechua, aymara y mochica, sin haberse podido establecer ningún parentesco lingüístico (Romer 1982:26) Tampoco la etnografía y la etnohistoria comparadas nos permiten reforzar esta tradición.

4.  Lo que nos queda es un enigma y una provocación. Al contrario de lo que parecían pensar algunos racionalistas del siglo XIX sobre la religión, no creemos que los pueblos disfruten engañándose a sí mismos. No obstante, la tentación de no tomar en serio la extravagancia mixe es fuerte. Pero, como antropólogos e historiadores, no nos podemos permitir  menospreciar la realidad de una larga  tradición oral  que, además, encaja con importantes indicios etnohistóricos.

 

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[1] Antropólogo Social, INAH/ENAH, MÉXICO.

 

[2] Las “pieles” se refieren al “papel de amate” elaborado de la corteza del árbol de amate (amatl, en lengua náhuatl) que usaban y usan los pueblos mesoamericanos a modo de los pergaminos europeos; los “caracteres” se refieren a los símbolos pictográficos del sistema de escritura de los códices mexicanos.