Y México era una fiesta. Reflexiones sobre el 1 de julio de 2018

And Mexico was a party. Reflections on July 1, 2018

E o México foi uma festa. Reflexões em 1 de julho de 2018

José Miguel Candia

 

Con más voluntad que talento y con más determinación que pergaminos académicos, según el juicio burlón de algunos analistas, Andrés Manuel López Obrador triunfó en la histórica elección presidencial del uno de julio de 2018. Reconocidos pensadores mexicanos de la derecha ilustrada - Roger Bartra, Jorge Castañeda Gutman, Aguilar Camín y Gabriel Zaid, entre otros - o el historiador marxista John Womack, dieron rienda suelta al resentimiento personal y a una poco disimulada pedantería académica. Les resultó fácil, solazarse con el hablar entrecortado y la simpleza expositiva de López Obrador. Gabiel Zaid – tan discreto que se esconde detrás de las puertas y no acepta que le tomen fotografías - y Aguilar Camín, siempre listo para los reflectores, manifestaron estar horrorizados por el uso del vocablo “fifí” con el el cual AMLO suele calificar a la prensa conservadora. Bartra cuestionó, espantado, el nivel educativo y las pocas luces del candidato. Este excomunista, no pudo ocultar la animadversión que le provoca la figura de Andrés Manuel. En una entrevista que concedió a Cecilia Ballesteros, reportera del diario El País (México, 25/06/2018) y al referirse a la relación del candidato con las instituciones, expresó: “Ahí entra en juego otro factor que es el bajo calibre intelectual del futuro presidente […] y de su equipo. A [López] Obrador no se le puede caracterizar por tener gran lucidez o conocimiento, navega por el espacio con las luces apagadas. Eso es peligroso”.

John Womack, historiador marxista de indudable reconocimiento en el mundo académico, subestimó el triunfo de Andrés Manuel por tratarse de una propuesta que no se define como “anti-capitalista”. Para estos críticos, la modesta vida universitaria del candidato – y las tibieza de su programa -  hoy triunfante, es un mal de raíz que conspira contra el buen desempeño de su gestión al frente del Ejecutivo Federal. A la distancia, también se sumó al coro Mario Vargas Llosa. Pudo escucharse, la voz suplicante del premio Nobel que desde Madrid, pedía a los votantes mexicanos no atender el canto de sirena del pastor populista.

Hay bastante mala fe en esas expresiones, pero debemos admitirlo, en circunstancias específicas el éxito en el espacio de la lucha política y  disputa por los cargos de elección popular,  se explica por la tenacidad de sus protagonistas. Se dice fácil, pero estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado, requiere ciertos talentos que se cuentan como granos de oro. La capacidad del candidato ganador para absorver agravios y sinsabores y el empeño que puso en la difícil tarea de remontar adversidades, fueron factores que contribuyeron a jalonar su victoria.  

Se necesitan espaldas muy anchas y piel de elefante, para soportar la cargada mediática más infame y sostenida de la vida institucional mexicana desde el momento en que el país ingresó, en 1988, en el ciclo de verdadera competencia electoral. Ese fue el derrotero de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando enfrentó el intento de desafuero, siendo Jefe de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX) en 2004, una marrulleria jurídica mediante la cual el gobierno de Vicente Fox intentó inhabilitarlo politicamente. Le siguió el empeño y el valor puesto en   las dos primeras y fatigosas campañas por la presidencia de la República en 2006 y 2012.

El proceso que vivió el actual presidente electo fue vertiginoso. A mediados de 2014 López Obrador decidió separarse del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y construir una alternativa propia. Recordemos que el PRD es una agrupación creada en 1989 por Cuahtémoc Cárdenas y otros líderes políticos y sociales desprendidos del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de distintas vertientes de la  izquierda. Debe destacarse el aporte de figuras como Heberto Castillo del Partido Mexicano de los Trabajadores, de Adolfo Gilly del Partido Revolucionario de los Trabajadores y del exdirigente estudiantil Pablo Gómez del Partido Comunista.


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En sus inicios el PRD tuvo el sano propósito  de gestar un espacio político-electoral de centro-izquierda, con capacidad para disputar gobernaturas y cargos legislativos, tanto al PRI como al Partido Acción Nacional (PAN), la organización clásica de la centro-derecha mexicana. Cabe mencionar, que el PAN nació en 1939 como resultado  de la inspiración de Manuel Gómez Morín, quien concibió a esta organización como alternativa ciudadana  frente al aparato corporativo del PRI, por décadas el partido hegemónico y desde su nacimiento en 1929, autoproclamado heredero de las banderas históricas del movimiento social de 1910.

Por el lado del PRD, las cosas marcharon peor. Para desencanto de muchos de sus votantes, el andar de este partido fue tan apresurado como efímero. Bastaron algunos años para que se cumpliera la sentencia de Octavio Paz,  el poder y el dinero no son fuego que purifican. El contacto con los cargos públicos, la negociación  con los poderes fácticos y también, hay que señalarlo, la impericia y deshonestidad de algunos de sus dirigentes, llevaron al PRD a una pendiente en la que se fueron degradando sus principios fundacionales y desvirtuando sus postulados políticos. Hacia el año 2014 poco quedaba  del mandato original con el cual lo pusieron en marcha Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo. De la propuesta original solo permaneció un conjunto de enunciados vacíos, aptos para suscribir acuerdos tras bambalinas, pero lejos de la propuesta de representación popular con la cual fue gestado en 1989.

En noviembre de 2012, en vísperas del cambio de gobierno, el PRD suscribió junto con el PRI y el PAN, un documento programático denominado Pacto por México, en el cual se daba vía libre a las llamadas “reformas estructurales” . Con ese acuerdo el PRD selló su suerte y apresuró su desenlace como una estructura política descafeinada y sin oferta clara para sus electores. Como parte del pacto suscrito se avaló la promulgación de un nuevo marco legal con el propósito de facilitar el ingreso del capital privado nacional y extranjero, en la explotación de yacimientos petroleros y fue aprobada la “reforma educativa”, un engendro “modernizador” que nunca terminó de explicarse,  ambas iniciativas son dos de los puntales que dieron soporte a las acciones de gobierno del presidente Peña Nieto. El PAN estaba en condiciones de defender su alianza coyuntural con el PRI argumentando la similitud de las propuestas económicas de ambos partidos. El PRI-AN no era solo una expresión de la picarezca popular mexicana. El PRD, en cambio, no podía explicarle a su auditorio porqué había que privatizar buena parte de las actividades del sector energético sin renunciar con ello, a los principios que le dieron sentido como agrupación política pocos años antes.

 

Adiós al PRD: nace el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)

El partido del que se alejó López Obrador era la sombra del gran proyecto que surgió al calor de la campaña electoral de Cárdenas en 1988 y del empuje y contenido que en su momento le inyectaron sus fundadores, algunos de inclaudicable trayectoria militante como el ingeniero Heberto Castillo, líder histórico de la izquierda mexicana y notable referente del movimiento popular.

Bajo estas condiciones, la creación de un espacio político propio resultó una salida natural para un dirigente que después de haber sido Jefe de Gobierno de la Ciudad de México (2000 – 2005) estaba dispuesto a presentar su candidatura presidencial por tercera vez. Los otros dos intentos se habían frustrado por el fraude descarado de la maquinaria electoral en 2006 y por el enorme aparato económico y publicitario que los grandes corporativos y los medios hegemónicos, pusieron al servicio del postulante del PRI – Enrique Peña Nieto – en la elección de 2012.

A mediados de 2014 López Obrador puso en marcha el proyecto Morena con un referente simbólico central: su propia figura. De manera escalonada  dieron su respaldo político quines también decicieron, en ese momento, abandonar el PRD y contribuir al crecimiento de la nueva propuesta. Dirigentes sociales y militantes políticos  como Martí Batres,  Yeidckol Polevnsky, Claudia Sheinbaum, Delfina Gómez, Cuitláhuac García, Raquel Sosa y Horacio Duarte, entre otros, aportaron experiencia y trabajo para una tarea que, en sus inicios, parecía destinada a tener una vida heroica pero efímera, condenada a diluirse, como en otros  casos, en  un nuevo intento de “izquierda testimonial”. Un grupo numeroso de intelectuales y artistas aportó un inestimable caudal de ideas renovadoras y de ofertas simbólicas que llegaron a un público joven, ávido de encontrar una expresión partidaria en la cual depositar sus inquietudes. Académicos y pensadores como Lorenzo Meyer, Elena Poniatowska, Sergio Aguayo y Paco Ignacio Taibo, entre otras expresiones del mundo intelectual, aportaron temas para la agenda y argumentos de análisis. Artistas de renombre como Gael García, María Rojo, Ausencio Cruz, Héctor Bonilla, Eugenia León, Damián Alcazar, los hermanos Bichir y Diego Luna, ampliaron los ámbitos de influencia de Morena al mundo del teatro y del cine con lo que contribuyeron a formar el circulo virtuoso, del que también se nutrió la propuesta de López Obrador.

El 2 de octubre de 2011 Morena recibió su membresía como Asociación Civil y el 9 de julio de 2014 el Instituto Nacional Electoral (INE) después de múltiples trabas y objeciones burocráticas, otorgó el registro formal como agrupación política con atribuciones para recibir las prerogativas previstas en la ley y competir en las contiendas electorales de carácter provincial, municipal y federal.

Las formulaciones programáticas y los eslogans publicitarios, daban cuenta de una estructura un tanto hibrida – partido-movimiento -  pero claramente preocupada por instalarse en el espacio de la centro-izquierda. Se trataba de recuperar las banderas que el PRD abandonó cuando decidió amarrar su futuro al carro de los dos partidos históricos y con mayor presencia en las bases votantes. Ese pacto tuvo efectos catastróficos. La alianza con el PRI y con Acción Nacional fue el abrazo del oso, el PRD perdió presencia y capacidad de representación de buena parte del electorado inconforme con las políticas económicas y golpeado por el costo social de los programas de ajuste.

Sobre ese vacío, con un inmejorable sentido de oportunidad y aguda capacidad de lectura de las demandas sociales, López Obrador instaló las banderas de la nueva propuesta. El emblema fundacional de Morena - La Esperanza de México – muy cursi y demagógico para la derecha, insustancial para la izquierda, tenía, sin embargo, un propósito dirigido a la búsqueda de dos objetivos medulares, que fueron prioritarios desde el inicio de la campaña. Por un lado, ofrecer a los votantes, un horizonte de logros sociales y económicos que fueran percibidos por los potenciales electores, como razonablemente alcanzables. Por ese motivo, López Obrador se cuidó de no anunciar medidas económicas maximalistas ni apocalipsis financieros, que atemorizaran a  los inversionistas y empresarios .

 En paralelo,  se insistió, con ejemplar espiritu pedagógico - el discurso pausado y reiterativo de Andrés Manuel ya se hizo célebre -  en exponer todos aquellos enunciados que le permitieran al candidato y a su partido, tomar distancia de las fuerzas políticas tradicionales. No era una ocurrencia sacada de la galera por AMLO, ni un tema menor, recordemos que en el imaginario colectivo, esas fuerzas eran vistas como co-responsables de negociados, fraudes y corrupción. Morena se constituía, de esta forma, en un  espacio privilegiado desde el cual se podía dar la batalla electoral contra los poderes fácticos, con ciertas posibilidades de triunfo.

Los factores éticos también contaron. La insistencia de López Obrador en poner como eje de su futuro gobierno, la concordia y el entendimiento entre las fuerzas sociales confrontadas, no tiene el propósito de negar la “lucha de clases” o ignorar los aportes marxistas sobre la teoría del valor trabajo, como sostienen los ideologos de la izquierda doctrinaria. En sentido estricto, se trata de ofrecer una tregua para una sociedad asqueada por los horrores de la violencia institucional y el martilleo permanente del crimen organizado. Y, cabe apuntar, que a la luz de los resultados del proceso electoral del pasado uno de julio, buena parte del electorado que lo transformó en el candidato ganador, fue sensible a esa convocatoria.

El llamado a construir una sociedad basada en principios altruistas, ocupa un papel central en la propuesta de Morena, dichos postulados se condicen con la cercanía de López Obrador a las iglesias evangélicas, sin tratarse de un candidato confesional. La identificación con el ideario del gran reformador laico de las instituciones mexicanas en el siglo XIX – Benito Juárez – es un reaseguro que el propio Andrés Manuel le ofrece a la sociedad como garantía de respeto a la constitución y a las leyes fundamentales de la República.

 Apenas un año después de haber sido fundado, en julio de 2015, y con un tono discursivo similar al que usaría en la campaña de 2018, Morena participó de las elecciones legislativas en las que obtuvo 35 diputados federales, algo más de tres millones y medio de votos, el 8.8 por ciento de los sufragios legalmente emitidos.

 

Juntos Haremos Historia. La Jornada Electoral del 1 de Julio

El 14 de diciembre de 2017 quedó formalmente constituida la coalición electoral Juntos Haremos Historia (en adelante JHH). La cuidadosa labor de la dirigencia nacional de Morena y la permanente gestión política de su fundador,  hicieron posible que se sellara un acuerdo sin el cual hubiese sido difícil afrontar el proceso electoral de 2018, por la presidencia de la República.


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Las otras dos agrupaciones que suscribieron la alianza fueron el Partido del Trabajo (PT) y una organización de más reciente aparición en el escenario político, el  Partido Encuentro Social (PES). El PT es una amalgama extraña de antiguos militantes comunistas, dirigentes sociales y veteranos sindicalistas de trayectoria combativa. Y aunque hace gala de cierta ortodoxia marxista, un tanto rara en estas épocas, no se deja dominar por el dogmatismo ideológico. Desde que surgió en 1994, cobijado por el gobierno de Salinas de Gortari – otro antecedente que le reprochan - no ha  vacilado en establecer las más curiosas alianzas para salvar el registro y conservar las prerrogativas económicas previstas en la ley electoral. A partir de las elecciones federales del año 2000, y en buena medida por iniciativa de su líder Alberto Anaya, el PT  acompaña al candidato López Obrador y mantiene un bloque de legisladores que actúan como aliados de otras fuerzas.

El acuerdo con el dirigente del Partido Encuentro Social, Hugo Flores Cervantes, sorprendió a todo el arco político. El PES surgió como un desprendimiento de antiguos militantes del PRI vinculados a las iglesias evangélicas y con cierto arraigo en algunos Estados de la República, de manera particular en Hidalgo y en entidades federativas del Sur y Sureste del país. De talante conservador en la mayoría de las cuestiones sociales y sin demasiadas innovaciones en materia de asuntos institucionales, recibe a nivel nacional, entre un tres y un cuatro por ciento de los votos. En este aspecto cumple con un papel similar al del PT, aportarle a Morena un porcentual de votos escaso pero significativo, cuando se trata de estirar las diferencias con el segundo competidor. Ese  plus de electores,  le permitieron a Morena sacar la diferencia necesaria que López Obrador necesitaba para impedir el fraude con el cual se le negó el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y al propio AMLO en 2006.

El caudal de votos recibidos por López Obrador en la elección del pasado uno de julio superó todas las expectativas y cálculos que se tenían en los meses previos a los comicios. El 53.8 por ciento de los sufragios – casi 31 millones en cifras absolutas – es el mayor caudal recibido por un candidato desde el año 1988 cuando se registró la primer contienda realmente competitiva. En esa elección disputaron las preferencias del electorado, el antiguo partido hegemónico (PRI) y una fuerza verdaderamente opositora que agrupó sus votos como Frente Democrático Nacional y postuló a Cuauhtémoc Cárdenas.

El significado de las elecciones de 2018 lo explicó, de manera transparente, el historiador Lorenzo Meyer en su columna “La rebelión del México profundo”.  En palabras del propio autor: “No fue esta, la de 2018, la primera insurgencia electoral en México, pero si la primera que obligó a quienes controlan los hilos del poder a reconocer que les sería más peligroso resistir que aceptar la derrota y negociar el cambio” (Reforma; México, 05/07/2018, p. 7). Algunas de las razones de este triunfo contundente – que cerró la puerta a cualquier intento de fraude – las hemos comentado en párrafos anteriores. Es bueno abundar sobre otros factores que fortalecieron la candidatura de Andrés Manuel y que explican la preferencia mayoritaria de los electores por la propuesta de la coalición Juntos Haremos Historia.

Un primer dato duro es la llamativa universalidad de los apoyos que recibió esta coalición. Existe una especie de reclamo vertical que cruzó a distintos sectores sociales y segmentos etarios, gente de la tercera edad, jóvenes con diversos niveles educativos, obreros de la industria y campesinos, pequeños y medianos empresarios, académicos, intelectuales y artistas formaron un contingente que aseguró el triunfo de López Obrador en la casi totalidad de los distritos, solo Guanajuato se mantuvo fiel al sufragio conservador y otorgó la victoria al candidato Ricardo Anaya del PAN.

Una lectura simplista de la distribución social de los sufragios recibidos por AMLO – muy frecuente en las notas de diarios y revistas – llevó a establecer un agregado genérico, de contornos borrosos y poco explicativos, que privilegia el espacio ideológico-cultural (Tronco Paganelli, 2018). De acuerdo a esta interpretación la “izquierda” votó por la coalición JHH y el resto del electorado - derecha y centro-derecha - dividió sus preferencias entre José Antonio Meade de la alianza encabezada por el PRI y el joven dirigente del PAN, Ricardo Anaya,  que participó  coaligado con el Movimiento Ciudadano (MC) y el PRD. Ambas afirmaciones son parcialmente ciertas, pero insuficientes para agrupar a quienes asistieron a las urnas a partir de un corte ideológico.

El uso abusivo de la categoría “izquierda” conduce a una interpretación errónea del comportamiento de los votantes. Las estadísticas muestran que, en efecto, buena parte del público sensible a la prédica de las izquierdas, votaron mayoritariamente por los candidatos de Morena. Pero no se puede pensar en un sufragio homogeneo con ese contenido ideológico cuando los resultados demuestran que JHH - además del respaldo de las clases populares - recibió también el apoyo de sectores empresariales y capas medias tradicionalmnete priistas o panistas.

La región norte de México, con muchos municipios y localidades cercanas a la frontera con Estados Unidos, es un referente valioso en este sentido. Algunas variables irresueltas, muy lejanas a las ideologías, como la seguridad personal y colectiva, el hartazgo por la corrupción, la violencia y la parálisis de actividades económicas sustantivas, fueron las que agotaron las expectativas de la población con los viejos partidos. De esta forma, Morena y su candidato, ofrecían la unica opción que en el terreno electoral, podía generar en los votantes un moderado entusiasmo acerca de la viabilidad de un proyecto de gobierno que remontara la crisis, rectivara la economía y pusiera el tema de la justicia social en un lugar privilegiado de la agenda nacional.

Una base electoral variopinta  - aún con una veta de nacionalismo popular y con tono dominante de “progresismo” – contribuye a ampliar los apoyos de las fuerzas ganadoras, pero también multiplica las demandas y  expectativas de la sociedad. El reformismo social propuesto por AMLO, tiene por delante un enorme desafío que no admite postergaciones.

El trato con el sector empresarial fue, desde el inicio de la campaña, menos amable y cargado de mensajes encriptados. La resignación de los grandes corporativos patronales se manifestó un poco tardíamente. Durante el mes de mayo las principales cámaras y federaciones de empresarios aceptaron que el proceso electoral ya tenía un ganador y que las posibilidades de un fraude durante el escrutinio eran cada vez más lejanas. Bajó entonces el tono beligerante de los líderes y el debate se centró en algunos puntos específicos de la propuesta económica. La discusión acerca de las obras del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y el futuro de los contratos petroleros, constituyen temas sensibles sobre los cuales aún no hay acuerdos definitivos entre Alfonso Romo, coordinador del equipo económico de AMLO y los jefes patronales.

Con las grandes empresas de medios, en particular con el duopolio que representan TV Azteca y Televisa, logró acordarse una tregua que permitió moderar la campaña de ataques y caluminias con las que se golpeó a López Obrador en los procesos electorales de 2006 y 2012. Todavía resuenan en la memoria colectiva, las consignas catastrofístas y la campaña del miedo con la cual se quiso aterrorizar a los votantes.

Las organizaciones sociales y los sindicatos han expresado, en general, opiniones favorables al triunfo de la alianza JHH. Entre otros pronunciamientos, puede consultarse la solicitada de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) aparecida el día 30 de julio de 2018, en varios periódicos de circulación nacional (La Jornada; 2018: 9).

Hay respeto y admiración por la figura de López Obrador por lo que cabe esperar un diálogo constructivo entre el nuevo gobierno (asume el cargo el próximo 1 de diciembre) y los sectores populares. Andrés Manuel ha reiterado su compromiso con los grupos sociales de más bajos ingresos y lo expresó en una frase de campaña que volvió a repetir en el mitin de la victoria, en la Plaza del Zócalo, el mismo primero de julio : “Por el bien de todos, primero los pobres”.


Imagen 3. http://recursosprimaria.unam.mx/

 

El debate que viene: A la izquierda y derecha del triunfador

El 53.8 por ciento de los votos fue una bofetada para muchas de las expresiones partidarias, intelectuales y culturales del país. Como un rayo transversal sacudió  los espacios en los que tradicionalmente se agrupaban los votantes y las dirigencias políticas y sociales. Por la centro-derecha los dos institutos historicamente mejor posicionados, el PRI con anclajes de perfil corporativo-popular y el PAN, una respetable organización conservadora de amplia base ciudadana, acusaron rápidamente recibo de la derrota. Ambos partidos han puesto en marcha un llamado a sus simpatizantes y adherentes con el propósito de reformular sus bases programáticas y recuperar la simpatía de los grupos sociales que historicamente se sintieron expresados por esas nomenclaturas. La tarea parece titánica y el éxito de la misma bastante incierto (Esteva, 30/07/2018; Pages, 03/08/2018).

El caso del partido que fue la representación política “casi-unica” de la sociedad mexicana durante 71 años, es particularmen  te trascendente para el futuro político del país. En terminos estrictamente electorales, hubo adevertencias de los votantes que llegaron a las elites dominantes desde la década de los ochenta. La contienda electoral para designar al gobernador del Estado de Chihuahua en 1986 culminó con un fraude descarado contra el verdadero ganador, el candidato del PAN, Luis H. Álvarez. Dos años después la elección presidencial tuvo un final similar, el entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid, ordenó suspender el escrutinio hasta que las cifras del conteo estuvieran “ajustadas” y asegurar de esa forma, la imposición del candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari. En otras experiencias electorales para las gubernaturas y municipios, se repitieron experiencias análogas.

En el proceso de búsqueda de un consenso que se degradaba paulatinanmente – ahora bajo un regimen de bipartidismo conservador -  el gobierno de Salinas de Gortari suscribió un acuerdo de gobernabilidad con el PAN que dio sus frutos poco después, con los primeros triunfos de Acción Nacional en algunos estados y  municipos. Fueron significativas las victorias en Baja California y Guanajuato.

El intento de rearmar el esquema de hegemonía política que explicaba la estabilidad institucional mexicana – el unico país de la región que no registraba golpes de Estado o destituciones de presidentes por conflictos internos desde 1934 – logró éxitos coyunturales, pero no pudo subsanar el deterio gradual de su representación social. El PRI, una estructura política con soporte corporativo, creada desde la cúspide en 1929, demostró tener una enorme capacidad de resolución pacífica de las pujas internas y una increíble eficacia de absorción de la protesta social. Esa máquina omnipresente fue capaz de cooptar disidencias a su izquierda y a su derecha, mientras la sociedad mexicana se sintió representada por esas siglas. El rey de las soluciones salomónicas, hizo del sistema de premios y castigos una verdadera cultura popular, hasta la fecha repetimos el ni tu ni yo, una manera de afrontar la vida que evite el conflicto o de impedir que éste se vuelva irresoluble. Fue el talento de Octavio Paz quien aportó una definición que nunca nos cansamos de repetir: el Estado mexicano es el “ogro filantrópico” . Años después, en 1990,  Mario Vargas Llosa le puso broche de oro: ni Fidel Castro ni Pinochet; el regimen político mexicano es la dictadura perfecta.

Pero las condiciones del desarrollo económico que hicieron posible ese autoritarismo perfecto, comenzó a cambiar radicalmente a fines de los setenta. A partir de 1982, con el liderazgo vacilante y diluido del presidente Miguel de la Madrid - un decidido impulsor del reordenamiento económico y del programa neoliberal de modernización del capitalismo mexicano - se inició el desplume gradual del entramado para-estatal del PRI. ¿Fue el propio gobierno, el que comenzó la ruptura con la tradición discursiva y simbólica del nacionalismo popular, heredero de las banderas históricas de la revolución de 1910? El expresidente José López portillo (1976-1982) en clara confrontación con su sucesor, lo dijo con palabras tan simples como transparentes: “Fui el último presidente de la Revolución”.

Acerca del derrumbe del PRI ya se difunden, en medios periodísticos y académicos,  diversas interpretaciones. Nos gusta una en particular. Para  el analista Gustavo Esteva, las fisuras en el agrupamiento político que durante más de siete décadas, cobijó bajo sus siglas al conjunto social tributario de la “Revolución Mexicana”, tienen razones claramente identificables. La debacle electoral del uno de julio expresa la verdadera estocada final para el antiguo partido oficial. Este autor lo define de la siguiente forma: “El regimen político mexicano se asoció por 90 años con las sucesivas encarnaciones del PRI. Esa era ha terminado. La franquicia llamada PRI  sigue presente, lo mismo que el “Estado-nación democrático”, la forma política del capitalismo. Pero llegó a su fin  la forma específica que adoptó en México ese regimen a partir de 1928. El primero de julio podría haberse puesto en su ataúd uno de los últimos clavos” (La Jornada, México, 30/07/2018, p. 17).

¿Habrá entrado en su ocaso definitivo el viejo partido hegemónico? ¿Será capaz de transformarse aceptando que para ello debe negarse a si mismo y renunciar a su naturaleza de agrupamiento construido y protegido desde el Estado, siempre dependiente de los recursos públicos? No lo sabemos aún, pero en pocos años, las urgencias electorales lo exigen,  podremos enterarnos que será de su futuro.

Por izquierda, los dilemas y tensiones del próximo gobierno comenzaron a dibujarse 24 horas después del triunfo, cuando Morena aún viviá la resaca de los festejos y buena parte de la población participaba de la fiesta. En su columna del seis de julio, un respetado y talentoso intelectual del “zapatismo” – reconocido por su valiente apoyo a la insurgencia del Ejército Zapatista y siempre solidario con las luchas populares – Gilberto López y Rivas, escribió: “El presidente electo niega que la ley del valor-trabajo-explotación-plusvalía-lucha de clases aplique para México, insistiendo en el factor de la corrupción”.

“Esta peculiar perspectiva de López Obrador, que corrige a los clásicos del marxismo, es muy importante para el rumbo que sigue la resistencia de los pueblos originarios…”

Sobre las afirmaciones anteriores, pocas palabras. Tal vez valga la pena aclarar que nunca supimos que la candidatura de Andrés Manuel tenía el propósito de enfrascarse en un debate de alto vuelo destinado a refutar la teoría del valor-trabajo. Y apenas nos estamos enterando, que pretende superar los paradigmas de la concepción marxista de la sociedad.

En un tono parecido se expresa la columa Astillero del mismo diario (Julio Hernández López)  y los analístas Luis Hernández Navarro y Carlos Fazio. Desde este sector de la izquierda provienen las mayores objeciones a la propuesta de López Obrador y al programa de gobierno de Morena. Y con enunciados aun más radicales, el Ejercito Zapatista interpela las alianzas y los mecanismos de representación popular que ofrece esta formación política.

Con fecha 5 de julio el EZLN dio a conocer un comunicado público tomando posición sobre el proceso electoral del domigo primero de ese mes y acerca del significado del triunfo de AMLO. Con la firma de los Sub-comandantes Moisés y Galeano (ex Marcos) el EZ se deslindó de lo que será el nuevo gobierno y marcó distancia con respecto a las futuras políticas públicas, incluyendo la posibilidad de un diálogo formal entre la dirección zapatista y los representantes del Gobierno Federal. El fracaso de la misión mediadora que llevó adelante el sacerdote Alejandro Solalinde, obliga a pensar que tal vez se requieran otros mecanismos de diálogo y otras agendas para impulsar una negociación  que tenga éxito.

Ricardo Orozco, logró sintetizar, en un excelente ensayo, los aspectos medulares de dos visiones que, por el momento, resultan confrontadas. En su artículo “Zapatismo, escombros y cadáveres”, al referirse al cuestionamiento del EZLN y refiriendose al comunicado del 5 de julio, señala: “…el EZLN marcaba una clara línea de divergencias y desencuentros […] en las cuales el mensaje central, el nervio más profundo de su posicionamiento […] sigue siendo, en términos generales: ustedes no nos representan” (www.alainet.org/es/articulo/194331)

La propuesta de organización social horizontal, la defensa del medio ambiente y de los recursos naturales, así como la lucha contra el extractivismo minero y la centralidad de las demandas locales (pueblos originarios)  resultarían antagónicas, al menos en esta fase de transición política, con el programa que defiende Morena y con las acciones que emprenda el próximo gobierno. ¿Una modernidad alternativa frente a una modernidad convencional? Éstas parecen ser las visiones que subyacen en ambas posturas. Recordemos que  López Obrador supo pasar, a fines de los ochenta, de las demandas particulares – reclamos del pueblo de Tabasco contra el fraude y por las regalías petroleras – a un proyecto universal de Nación, y por ahora, no se percibe el mismo proceso en los reclamos del movimiento zapatista.

A derecha e izquierda del escenario político la contienda parece estar definida. ¿Tendrá el próximo gobierno la suficiente muñeca izquierda para afrontar con éxito la envestida de la derecha política y empresarial y al mismo tiempo ofrecer respuestas honorables a las izquierdas sociales incluído el EZ?

Es imposible, por ahora, encontrar respuestas o presumir cursos probables de acción. Pero si es válido otorgar un voto de confianza a López Obrador y pensar que no transitó por el mundo de la política como si caminara por un desierto. Quien recorrió México de cabo a rabo y en varias ocasiones, lo hizo para nutrirse de la sabiduria popular y conocer de primera mano, las demandas sociales más urgentes. Bien vale la pena que seamos moderadamente optimistas sobre el futuro que nos espera.

                          

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Cómo citar este artículo:

CANDIA, José Miguel, (2018) “Y México era una fiesta. Reflexiones sobre el 1 de julio de 2018”, Pacarina del Sur [En línea], año 10, núm. 37, octubre-diciembre, 2018. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 19 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1688&catid=9