Mujeres Comunistas en México en los años treinta[1]

Verónica Oikión Solano[2]

RECIBIDO: 28-07-2015 APROBADO: 15-08-2015

 

La obra es fruto del trabajo de investigación realizado por la historiadora Natura Olivé para obtener su grado de maestría en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en el año de 1991. Natura Olivé, según los breves datos curriculares que aparecen en las primeras páginas del libro, nació en Montblanc, provincia de Tarragona en España, en 1930; en medio de la vorágine de la Guerra Civil fue transterrada a México a los nueve años de edad y vive con orgullo su identidad como niña de Morelia; madre y abuela con 85 años de edad, lo que por supuesto habla de su energía y vitalidad, y su compromiso a favor de la historia de las mujeres. La autora tuvo una larga militancia en el Partido Comunista Mexicano (PCM), y su experiencia con toda seguridad la marcó con abigarradas emociones y le dio pauta para concebir su propia investigación.

Desde hace algunos años leí el trabajo de tesis y ahora Ediciones Quinto Sol con colofón de diciembre de 2014 da a conocerlo a un público más amplio. El libro cuenta con un total de 136 páginas, con una introducción, y dividido en dos partes. La primera titulada “En tiempos de clandestinidad”, conformada por cuatro apartados. La segunda lleva por título “En tiempos del presidente Lázaro Cárdenas”, y se desarrolla en seis bloques. Al final se incluyen dos anexos. Uno se refiere a la reproducción de la entrevista realizada por la propia autora a Margarita Gutiérrez Velasco y publicada anteriormente en la Revista Memoria, del Centro de Estudios del Movimiento Obrero Socialista (CEMOS) en su número 31, volumen IV, de septiembre-octubre de 1990. El otro anexo es una nota breve sobre María del Refugio García Martínez, comunista michoacana, conocida como Cuca García.


En las últimas páginas del volumen se reproducen imágenes de varias de estas mujeres olvidadas por la historia y abandonadas en los sótanos de la invisibilidad y la desmemoria: Graciela Amador, apodada la “Gachita”, Elena Huerta, Concha Michel, Consuelo Uranga, Esther Chapa, Benita Galeana –una de las mujeres más conocidas por haberse divulgado su autobiografía-, Adelina Zendejas, Aurora Reyes, Esperanza Jiménez, Luz, Dolores y Teresa Pomar, Dolores Sotelo, Amparo Domínguez Mucharraz, Clara Porset, Amelia Flores Orozco, Amelia Villalba, Mathilde Rodríguez Cabo, Elena Martínez, Angélica Arenal, Luz Ofelia Guardiola, Luz Ortiz, María Isabel Chavarría, Águeda Serna conocida como la “Mura”, Ana María López Chávez y Julia Barradas Hernández. La excepción sería por supuesto Frida Khalo, de la cual también aparece su imagen. A lo largo del texto se incorporaron otras fotografías de Dolores Sotelo, Benita Galeana, Adelina Zendejas y Angélica Arenal. Aunque en honor a la verdad, siguen en la oscuridad y en las sombras muchísimas otras mujeres que en distintos puntos del país empujaron de diversas maneras el movimiento femenil de los años treinta. Y esto tiene que ver directamente con la perspectiva desde donde se construyen las historias, pues generalmente no se reconoce que en las narraciones históricas predomina un discurso que resalta el accionar masculino. Son historias que hablan de los “hombres”, sin reconocer que en la historia de los conglomerados humanos actúan y participan activamente mujeres, ancianas y niñas.

La foto de la contraportada nos ofrece la imagen de Chelo Uranga, oradora en un mitin del Partido Comunista Mexicano (PCM). Para mi gusto hubiese lucido mejor como foto de la portada. Además, desafortunadamente, la imagen que aparece en la página 19 no es la que corresponde a Cuca García. La mujer que aparece en dicha fotografía no corresponde, por su vestimenta, su peinado y sus facciones, a un retrato de la comunista michoacana. En cambio, en la página 60 del libro se reproduce una imagen de algunos militantes comunistas durante el VI Congreso del PCM en enero de 1937, y ahí sí aparece Refugio García.

Otros detalles que no atendieron los editores son las múltiples deficiencias en el cuidado de la edición. Sólo por citar la más evidente es la diferencia en el título de la portada con respecto al título de la portada interior. En la portada aparece como Mujeres comunistas en México en los años treintas, y en la portada interior se exhibe el título Mujeres comunistas en México años treinta.

La investigación de la maestra Olivé merecía su publicación porque a pesar de los años transcurridos, su estudio resulta precursor, esencial y de vanguardia porque hasta la fecha carecemos de investigaciones específicas sobre las mujeres comunistas en su conflictiva y disconforme relación con su propio Partido Comunista, y que nos hablen de su permanente contradicción entre su lealtad al Partido y a los principios comunistas, y sus necesidades específicas en su condición de mujeres.

En este sentido quiero llamar la atención sobre proyectos que actualmente se están configurando para debatir y explicar la estructura interna de los partidos comunistas de América Latina en relación con las mujeres militantes, y, a su vez, para mirar la organización femenina de masas que dichos partidos generaron y dilucidar sus propósitos, para el periodo que va desde los años treinta hasta mediados de los años setenta del siglo XX. Todo ello para entender los reducidos espacios y los pocos márgenes de maniobra que las mujeres pudieron disputar al poder dentro de la jerarquía de dominación varonil de sus propios partidos comunistas. Además, la mentalidad de unas y otros, formada en los valores y relaciones tradicionales de género, les impidió de una forma u otra ir más allá, no sólo para transgredir y cuestionar dicho orden sino para fracturarlo definitivamente, debido, sobre todo, a su inveterado arraigo en lo más profundo de las estructuras de la sociedad.

Precisamente, para que la historiografía de las mujeres comunistas en México y América Latina avance, se fortalezca y nos dé mayores frutos con investigaciones sólidas, es que no podemos dejar de mencionar la obra de Natura Olivé como un antecedente en este esfuerzo académico.

La autora apunta en su libro las exiguas fuentes de las que pudo abrevar –básicamente documentos del PCM y El Machete, su órgano periodístico- debido a la imposibilidad de acceder en ese momento a otros repositorios cerrados para la investigación. Si en la actualidad todavía el rastreo y la recopilación de fuentes no son quehaceres ágiles, sino más bien de tipo azaroso, hace 25 años seguramente resultó toda una hazaña para Natura Olivé localizar y acceder a la documentación necesaria.

Para quienes actualmente desean profundizar en la línea de investigación de mujeres comunistas, no podrán dejar de consultar, además de los Fondos que resguarda el CEMOS (lamentablemente durante largo tiempo descuidados y saqueados), el Fondo de Documentos sobre México del Archivo Estatal Ruso de la Historia Social y Política (Rossiiskyi Gosudarstvennyi Arjiv Sotsial’noi y Politicheskoi Istorii, RGASPI, por sus siglas en ruso). Dicho Fondo se encuentra en microfilm bajo resguardo de la Subdirección de Información y Biblioteca “Manuel Orozco y Berra” de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Así como la documentación albergada en la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales del Fondo de la Secretaría de Gobernación en el Archivo General de la Nación (AGN). Amén de otros acervos, sobre todo hemerográficos, como los de la Hemeroteca Nacional (HN), la Biblioteca “Daniel Cosío Villegas” de El Colegio de México, y la Biblioteca “Miguel Lerdo de Tejada” de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHyCP). En el rescate de las imágenes de las comunistas son importantes los testimonios fotográficos que aportan acervos como el Fondo Enrique Díaz ubicado en el Archivo General de la Nación.

Aquí hago notar que hubiese sido muy útil que en el libro de Olivé se ubicaran las referencias documentales con su nueva clasificación organizada por el Archivo Histórico del CEMOS, sobre todo para beneficio de quienes deseen realizar su consulta.

Por otro lado, a partir de su crítica de fuentes, Olivé observa con buen tino que: “Cuando se habla del PCM, y existen ya numerosos estudios que se ocupan de este organismo político, la presencia de la mujer nunca se hace visible. Ocasionalmente se mencionan algunos nombres, pero no como una manera de mostrar la actividad de la mujer, ni tan siquiera su presencia dentro de la organización, sino por simple casualidad” (página 17). La autora, además, hace un apretado balance del estado de la cuestión en donde las experiencias e ideas de las mujeres comunistas resultan muy marginales.

Como ha quedado bien evidenciado en su libro, el Partido Comunista Mexicano tuvo estrategias dispares y hasta hostiles hacia las mujeres, y con muy poco interés por atender la equidad de género, a pesar de asumirse como la vanguardia del proletariado. O, precisamente, por esta concepción en donde el objetivo supremo era la lucha del proletariado, las mujeres quedaban englobadas en bloque y se les incorporaba en un todo, el proletariado, sin que la dirigencia y la militancia varonil pudieran entender las diferencias de género. Frente a la inequidad y desigualdad en todos los órdenes, la solución ofrecida por las dirigencias comunistas a sus cuadros femeninos fue conminarlos a establecer permanentemente una lucha sostenida para la eliminación del sistema capitalista. Olivé acota en este sentido que: “Derrocar al capitalismo es el camino que se le propone a la mujer para lograr su liberación. El futuro socialista acabará con todos sus males” (página 49). Esta proposición partidista entraña un pensamiento mecánico y una imagen distorsionada de la complejidad social, política, económica y cultural enfrentada por las mujeres.

Por un lado, el Partido las exhortaba a organizarse, y, por el otro, las calificaba de viejas chismosas y frívolas, y en numerosos casos se les daba un trato devaluatorio de simples sirvientas, únicamente con el fin de cuidar y atender las necesidades de comida y ropa limpia de sus camaradas y dirigentes varones, o, en el peor de los casos, para descargar contra ellas la violencia más extrema y utilizarlas como objetos sexuales. Hacia fuera, en una sociedad desigual y marcada por la intimidación y el autoritarismo del Estado, las comunistas sufrieron la cárcel y enfrentaron un doble estigma por ser mujeres y comunistas en la delgada línea de la marginalidad social. A pesar de que codo con codo arriesgaron cotidianamente su vida al igual que sus compañeros varones para organizar sindicatos, sostener huelgas, encabezar mítines, repartir propaganda, vender El Machete, y en resumen, contribuir en la configuración de una cultura política de la izquierda comunista de los años treinta.

Con mucha fortuna para la confección de esta obra, Natura Olivé realizó una serie de doce entrevistas a mujeres comunistas y estos testimonios le dan un fuerte dividendo a su investigación. Sobre todo la voz de las mujeres sale a la luz pública y con ello se manifiesta su historicidad y esto le proporciona un gran relieve al libro, pues es a través de dicha historicidad que quedan plasmadas las ideas de las mujeres comunistas, con planteamientos y enfoques igualitaristas y asistencialistas, así como sus experiencias en sus prácticas como mujeres y como comunistas, a la vez cargadas con sus sesgos sectarios, contradictorios y paradójicos.

Todo ello a contracorriente y en un medio agresivo que no las atendió ni las escuchó, porque sus grandes limitaciones y reducidos logros estuvieron marcados y hasta mediatizados por las estrategias fijadas por el PCM a través de las directrices de la Tercera Internacional Comunista (IC) y la Unión Soviética (URSS), en una atmósfera mundial especialmente difícil en el vendaval de los años treinta con el avance del fascismo y el despliegue bélico de la Segunda Guerra Mundial, y, posteriormente, en medio de la Guerra Fría. Por ende, resultan muy valiosos los enlaces, las acciones y las frustraciones femeniles que Olivé pone en el tapete para traernos desde el pasado hasta el presente a mujeres comunistas que exigieron firmemente el reconocimiento de sus derechos civiles y políticos, y tuvieron aspiraciones de cambio para ellas mismas en su condición femenina, pero también para sus familias, para sus camaradas y para la sociedad mexicana entera. Todo ello pone de relieve los tres niveles de integración y de valoración de la existencia de las mujeres comunistas: su conciencia política, su conciencia de clase y su conciencia femenina.

Hasta la fecha, la historiografía tradicional comunista ha silenciado a las mujeres militantes, debido a que los relatos fueron construidos históricamente por varones, con referencias a lo público como inherente a los hombres, a lo masculino, y en donde no hay espacio para que ellas intervengan y expliquen su actuación. Se les ha suprimido, sin ser reconocidas como actoras de la historia. Una valiosa excepción es el libro de Natura Olivé que invita a las lectoras y a los lectores a sumergirse en un mundo conflictivo pero a la vez lleno de romanticismo social que les tocó vivir a las comunistas de los años treinta, para entender los altibajos en las claves de su militancia revolucionaria.

Esa minoría femenil comunista también formó parte de esa generación compelida a destruir el antiguo régimen, y a construir una oposición desde la perspectiva de izquierda como parte de un proyecto de nación al mismo tiempo en que se producía el proceso de institucionalización de la Revolución Mexicana.

El logro señero de mediados de los años treinta liderado por las comunistas, fue el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM). Refugio García y sus compañeras de partido –en el nuevo contexto en que se movió el Partido Comunista luego de ser legalizado por el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940)- vieron la necesidad de redoblar sus esfuerzos para la promoción de las mujeres. En agosto de 1935 –hace exactamente 80 años- el impulso de la militancia femenil concentrado en la Comisión Permanente de Mujeres Obreras y Campesinas, liderada por Cuca García, hizo un llamado a todas las organizaciones de mujeres bajo la demanda central para la obtención de sus derechos civiles y políticos, es decir, su reclamo de reconocimiento pleno de su ciudadanía y su derecho al voto.

Se debe enfatizar que el FUPDM fue parte importante de una historia de solidaridad femenil que dio cuenta de los esfuerzos trascendentales en la cimentación de organizaciones femeniles antifascistas de Frente Único.

Sin embargo, una vez finalizado el régimen cardenista, Cuca y la pléyade de sus compañeras feministas no lograron sostener el impulso del FUPDM en su lucha por sus derechos y sus reclamos de género, pues a pesar de ostentarse como organización unitaria continuamente mostró fisuras debido a la diversidad ideológica de las organizaciones femeniles que lo componían. En esta misma línea argumentativa estaría yo en desacuerdo con la autora porque afirma en la página 54 que: “A mediados de los años treinta las mujeres mexicanas sabían qué querían”. Pero las mujeres de aquellos años no eran un bloque homogéneo, ni siquiera las mujeres que alrededor de Cuca García encabezaban el FUPDM, quienes formando parte de esa élite femenina y visualizando su condición de subordinación frente al género masculino, no actuaron como un solo ente y tuvieron entre ellas opiniones diversas. No se diga de las miles de mujeres que formaron la base social del propio Frente en todo el país, y quienes aprovechando la coyuntura de la movilización cardenista actuaron generalmente en forma pragmática y como gestoras de recursos para beneficio de sus propias comunidades y en las zonas barriales en donde se encontraban insertas.

Otro argumento de peso para entender la desintegración del FUPDM fue la errónea estrategia de “la unidad a toda costa” del PCM –a instancias de la IC- que entendió muy poco la lucha de las mujeres, forzándolas a quedar atrapadas entre el desconocimiento y desinterés comunista masculino, y su obligada inserción en las filas del nuevo órgano político oficial, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM, marzo de 1938), de cuya dirigencia y militantes sólo obtuvieron el ninguneo y el vacío.

Además, la política de unidad nacional –pauta del gobierno de Manuel Ávila Camacho (1940-1946)- antepuso a cualquier exigencia y movilización social los imperativos de un estado de guerra con las potencias del Eje, diluyendo de esta forma el sentido más profundo del FUPDM, como un espacio articulador y transformador de la conciencia femenina.

Por todo ello es importante destacar que el enfoque utilizado por Olivé en su investigación se ha fortalecido a lo largo de los últimos 25 años y actualmente la historia de las mujeres, y, específicamente, de las mujeres comunistas en México y América Latina está poniendo en la mesa de debates y visibilizando a mujeres contestatarias que con sus propios recursos y sus imaginarios sociales, refutaron hasta donde pudieron la racionalidad de la lógica patriarcal, machista y androcéntrica. Al vuelo menciono que quienes encabezan la nueva historiografía de mujeres nos ponen a pensar sobre cómo darle la vuelta a la historia tradicional escrita en masculino para contar historias que saquen a flote la osadía, el imaginario y la intuición de las mujeres de México. En una palabra, los más caros anhelos de la rebeldía femenina.

Finalmente, los estudios como el de Natura Olivé, nos comprometen a alzar la voz a favor de no cerrar a las mujeres nunca más la puerta de la Historia. Contra viento y marea, permanecen hasta el día de hoy los nombres y las vidas intensas de las mujeres comunistas de los años treinta. Y en ese sedimento memorioso la obra de Olivé nos recuerda, en pleno siglo XXI, que la hoz y el martillo empuñados por las invocaciones y los quehaceres de las comunistas siguen prefigurando los alientos por venir de una sociedad con equidad para las mujeres, en una perspectiva igualitaria, libre de violencia, incluyente y creativa.

 

[1] Natura Olivé. México: Ediciones Quinto Sol, 2014, 136 p., ils. ISBN: 978-607-7750-74-1

[2] Profesora-Investigadora en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán. Nivel II del SNI. Autora de “Estado, mujeres y Revolución. Refugio García, un espíritu rebelde en el Consejo Feminista Mexicano”, en Alcores, núm. 13, León, España, 2012. Autora de “Lucha militante contra la guerra y el fascismo: Mujeres de Frente Único en la encrucijada mundial de los años treinta”, en Dolores Ramos y Milagros León, editoras, El clamor de las mujeres. Política, derechos humanos y feminismos en España, Portugal y América Latina, Universidad de Málaga, 2015. Actualmente finaliza la biografía de María del Refugio García Martínez: “Cuca García (1889-1973). Una mirada a sus causas revolucionarias”.

 

Cómo citar este artículo:

OIKIÓN SOLANO, Verónica, (2015) “Mujeres Comunistas en México en los años treinta”, Pacarina del Sur [En línea], año 7, núm. 25, octubre-diciembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1235&catid=12