De rebeliones y camarillas

Fanny Flora Campillo Illanes

RECIBIDO: 17-09-2013; ACEPTADO: 28-09-2013

 

La vida de un hombre no puede explicarse por sí sola, es necesario hacer acopio de información acerca de su entorno, sus interacciones sociales, las influencias que recibe, las circunstancias que lo condicionan, para así intentar llegar a tener una idea, lo más cercana posible, de la realidad de su acontecer y las razones de su actuar.

En enero de 1919 el coronel Abelardo L. Rodríguez escribe desde Yuma, Arizona a su jefe y socio Plutarco Elías Calles: “Espero mi general que no desconfiará de mí, está de por medio mi porvenir y honra”[1], solicitándole el envío de 1,000 dólares que servirían para para continuar con la siembra de algodón  en el Alamar, propiedad de 50 hectáreas en los terrenos del río Colorado. En aquel momento, Elías Calles se desempañaba como Secretario de Industria y Comercio; en tanto que Rodríguez pronto sería jefe de operaciones militares en el Distrito norte de Baja California.

Plutarco Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas
Plutarco Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas.
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Las empresas, como la de Elías Calles y Rodríguez no fueron excepcionales entre los militares revolucionarios recién llegados al gobierno que se inaugura con el ascenso de Álvaro Obregón en 1920.

José Alfredo Gómez Estrada realiza un trabajo de investigación exhaustiva con la finalidad de reconstruir la biografía empresarial de Abelardo L. Rodríguez, a partir del año 2001, cuando localiza el archivo particular del General Abelardo L. Rodríguez, resguardado en la Universidad Católica, Tecnológico de Baja California. Sin embargo, pronto cae en la cuenta de que no es posible desligar la trayectoria de Rodríguez de la estrecha relación que guardó con Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

La investigación acerca de Abelardo L. Rodríguez arroja datos que sorprenden; muestra un personaje fuera de lo común: “En un lapso de menos de quince años ocupó cargos oficiales en el ejército y puesto públicos relevantes. Fue Jefe de operaciones militares en Baja California y Sonora (1920-1922), Gobernador del Distrito norte de la Baja California (1923-1929), Subsecretario de Guerra y Marina (1931), Secretario de Industria, Comercio y Trabajo (1932) y Presidente de la República interino (1932-1934). De manera casi simultánea, entre 1925 y 1955 fue accionista visible de unas 80 sociedades anónimas que operaron empresas agrícolas, mineras, de servicios turísticos, de crédito, productoras de alimentos en conserva y cinematográficas, entre otras[2]

El caso es emblemático por la forma como operaron los miembros del grupo Sonora, de ahí la importancia de reconstruir la red social de sus relaciones más significativas donde el autor identifica a un grupo o camarilla y establece su objeto de estudio: Las interrelaciones de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, el propio Rodríguez, incluyendo a otros personajes menos conocidos.

Al revisar la teoría de las elites,  encontraremos que son grupos jerarquizados que comparten el poder económico y político, y que las camarillas son las células básicas para la conformación de esas elites de poder. Así pues, se reconoce a las camarillas como grupos pequeños de individuos y/o amigos, con densas relaciones, que tienen intereses políticos comunes, confían el uno en el otro para mejorar sus posibilidades dentro de la dirigencia política. Y sobre todo, deberán guardar cohesión interna, prudencia, silencio y discreción.

La camarilla sonorense se conformó alrededor de un personaje con fuerza política: Álvaro Obregón. Reclutó seguidores en los equipos burocráticos y las organizaciones políticas que fue encontrando a su paso por diversos puestos políticos y militares, bajo el entendimiento implícito de las ventajas que representaban la prominencia del caudillo, su caudal e influencia política para aspirar a ocupar puestos de influencia.

Abelardo L. Rodríguez
Abelardo L. Rodríguez.
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La política en México no puede entenderse sin tomar en cuenta las relaciones existentes entre las distintas camarillas o grupos políticos que participan de la arena política y del poder. “El México de fin del siglo XX se parece más al que fundaron Carranza, Obregón y Calles, que al que pudieron soñar Zapata y Villa. No porque fueran más visionarios o tuvieran más claro lo que buscaban -aunque por algo ganaron-. También porque fueron ellos quienes tomaron las decisiones que hicieron el porvenir[3]

Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón y Abelardo L. Rodríguez nacieron y crecieron bajo el régimen porfirista, sus familias no pertenecieron a la clase gobernante, ni gozaron de una posición económica desahogada en esos años, tampoco fueron parte de los agraviados por la dictadura. “Tuvieron orígenes culturales, de clase y territoriales similares y sostuvieron relaciones de amistad y parentesco ritual[4], a pesar de no haber participado en la primera fase de la lucha revolucionaria, con el levantamiento constitucionalista se vieron convertidos en generales y funcionarios públicos. A partir de esa circunstancia, los tres personajes centrales de la camarilla comparten numerosos intereses económicos y políticos, establecen relaciones de amistad estrechas, cadenas de favores, compromisos y lealtades que los mantendrán unidos para la realización de empresa conjuntas y acumulación de capital. “El triunfo de la rebelión de Agua Prieta en el verano de 1920, hizo posible su ingreso a las dependencias estatales en distintos niveles, constituyéndose en parte de la elite de Estado, con Obregón y Elías Calles en la cúspide[5]..

En la Frontera nómada, Héctor Aguilar Camín resalta el carácter de la revolución sonorense. “Su triunfo se debió a que fue una rebelión administrada que apostó a acumular fuerzas, que no intentó ganar por nocaut, ganó por esa especial combinación de conocer tanto cómo hacer negocios... como por dar en la clave al convertir en administradores en vez de dueños, a la nueva elite”.  –Abunda en el perfil del grupo sonorense al destacar: “Las habilidades de estos hombres de negocios y de guerra para tomar y manejar las aduanas, para entenderse con los inversionistas extranjeros, para lanzar emisiones de bonos..., Cualidades empresariales que permitieron el flujo de recursos para la guerra y fueron la clave de su éxito “Con esto pudieron levantar un ejército regular, que de inmediato se profesionalizó y careció de frenos para sofocar levantamientos campesinos y reprimir movimientos de clases medias. Ejército que resultó vertebral para la construcción del presidencialismo y la centralización política que siguió[6].

La revolución en el noroeste de México y, especialmente en Sonora, tiene un carácter liberal, práctico y progresista: representó una oportunidad para el lucro y el beneficio personal de la camarilla sonorense, al tiempo que fue el escenario de ideales que promovieron planes de índole social, económica y cultural. El grupo sonorense forjó un proyecto económico y político que incluyó ideología e intereses particulares. Según Nora Hamilton esta camarilla “creó su propia burguesía e impulsó un proyecto nacional con énfasis en la industrialización[7], un modelo de desarrollo basado en pequeños y medianos propietarios.

La revolución inició en Sonora el 21 de noviembre de 1910, José María Maytorena exhortó a sus paisanos a secundar el llamado a las armas realizado por Francisco I. Madero en el Plan de San Luis. Para marzo de 1911 los rebeldes sonorenses habían sufrido varias derrotas ante la indiferencia de la población, simpatizante con las demanda liberales, sentía amenazada su prosperidad derivada de la minería y el comercio. Sólo los yaquis se unieron a la revolución con la esperanza de recuperar sus tierras, mantener su autonomía además de albergar la posibilidad de regresar a los indígenas deportados entre 1903 y 1907.

Álvaro Obregón y sus hombres
Álvaro Obregón y sus hombres.
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 “Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón, dedicados entonces a sus negocios particulares, se mantuvieron al margen de las actividades maderistas, a pesar de que tenían contacto cercano con los personajes centrales de la oposición en Sonora... Abelardo L. Rodríguez, de 21 años al iniciar la revolución, tampoco demostró un fuerte interés en la política local y nacional[8].

Ensenada, B. C.
Ensenada, B. C.

Al triunfo de Madero, Obregón gana los comicios municipales en Hermosillo, al tiempo que Adolfo de la Huerta se convierte en diputado por el distrito de Guaymas y José Maytorena Gobernador de Sonora, Elías Calles deviene comisario de Agua Prieta. Posteriormente, Abelardo L. Rodríguez es nombrado comandante de la policía de Nogales. Las piezas se van acomodando en un imaginario y extenso tablero de ajedrez político, “Con el ascenso del grupo sonorense al gobierno central se iniciaron los procesos de pacificación, regularización de funciones estatales así como la legitimación y consolidación del Estado revolucionario. La revolución dio un nuevo impulso a los proyectos estatales de desarrollo y modernización y a los planes para moralizar a la población. El Estado se propuso erradicar la insalubridad, el fanatismo, la prostitución, el alcoholismo y los juegos de azar, sobre todo en las clases populares[9]. Sin embargo, la realidad del poder asume complejas formas que se traducen en las relaciones clientelares que sostenían la cohesión de la camarilla: el intercambio de favores para medrar de manera conjunta, la protección mutua para garantizar la impunidad y el respaldo para acumular o incrementar capital y desarrollar empresas. “La ausencia o insuficiencia de capitales en el México post-revolucionario planteó la necesidad de que los revolucionarios triunfadores y enriquecidos unieran sus recursos para realizar una o varias empresas. Éstas abarcaron la construcción, fraccionamiento de terrenos, agricultura, ganadería, extracción de petróleo, mineras, de aeronáutica, bancarias y de servicios turísticos[10].

Hipódromo de Tijuana, B. C.
Hipódromo de Tijuana, B. C.
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Abelardo L. Rodríguez, sostiene el autor, “se había enriquecido mientras gobernaba el Distrito Norte de la Baja California, en el periodo 1923-1929, gracias a sobornos que obtuvo de propietarios de casinos ─en auge en la frontera norte del país debido a las prohibiciones en el país vecino─ y tal vez por proteger el tráfico de opio en los poblados fronterizos del Distrito[11], con el encumbramiento de Calles y Obregón sus intereses se diversificaron hasta abarcar numerosas ramas de la economía.

En el ensayo “Las relaciones del grupo sonorense, 1917-1933” concluye señalando “como asunto pendiente el tema de la corrupción que fue parte de los intercambios verticales y horizontales en estas camarillas y una vía para acumular capital. Los sonorenses conectados en una red se respaldaron para enriquecerse y el dinero ganado provino en muchos casos de fraudes, desvío de recursos, extorsiones, sobornos, tráfico de influencias y otros actos perpetrados con impunidad, gracias a la protección mutua y a la tolerancia de los grandes jefes[12]


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Finalmente, la camarilla sonorense entronizada en el poder no se mostró dispuesta a la renovación de la elite de Estado, entonces en períodos cuatrienales. Para 1934, el grupo no permitió la adecuada circulación de otros equipos políticos en los gabinetes y dependencias estatales. Restringieron también el acceso a los principales puestos de la administración federal a militares y políticos vinculados a Obregón y Elías Calles lo provocó pugnas que llevaron a la disolución de la camarilla con la muerte de Álvaro Obregón después de su reelección, dando paso a una nueva elite de Estado, en la que la lealtad será, nuevamente la llave maestra, en esa impetuosa vorágine que denominamos política.

Seguramente en algún escritorio de la burocracia mexicana, alguien escribe: Espero que no desconfiará de mí, está de por medio mi porvenir y honra…



Notas:

[1] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. LEALTADES DIVIDIDAS, Camarillas y poder en México, 1913-1932. México, Instituto Mora, Universidad Autónoma de Baja California, 2012, p. 75

[2] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. Op. Cit. p. 9

[3] AGUILAR CAMÍN, Héctor. El regreso a la frontera nómada en NEXOS en línea, http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=448755

[4] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. Op. Cit. p. 17

[5] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. Poder, corrupción y negocios del grupo sonorense: la década 1920.  p. 3

[6] ALMADA BAY, Ignacio L. La frontera nómada y la historiografía de la Revolución Mexicana en el estado de Sonora. p. 2

[7] HAMILTON, Nora. México: Los límites de la autonomía del Estado. México, Era 1998. p. 80

[8] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. LEALTADES DIVIDIDAS, p. 43

[9] GÓMEZ ESTRADA. En http://www.frontera.info/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/28022013/675857.aspx

[10] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. Poder, corrupción y negocios del grupo sonorense: la década 1920.  p. 9

[11] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. Poder, corrupción y negocios del grupo sonorense: la década 1920.  p. 8

[12] GÓMEZ ESTRADA, José Alfredo. “Camarillas, negocios e inversiones. Las relaciones del grupo sonorense, 1917-1933.” En Inversiones, colonizaciones y desarrollo económico en el noroeste de México 1870-1840, México, Colegio de la Frontera Norte, UABC, 2011

 

Cómo citar este artículo:

CAMPILLO ILLANES, Fanny Flora, (2013) “De rebeliones y camarillas”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 17, octubre-diciembre, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=836&catid=12