Pensando un objeto: la literatura latinoamericana, siglo XX.
Tradición y ruptura

Este breve trabajo aborda el problema de armado de programas de enseñanza de la literatura latinoamericana contemporánea en cuanto a criterios y variables a tener en cuenta para la selección de corpus. Para ello, se abordan las problemáticas inherentes al canon y a las diferentes instituciones que inciden en la constitución del mismo. Se tienen en cuenta los lugares de enunciación y de recepción en la situación de enseñanza. Así como también, los paradigmas interpretativos desde donde se emiten los discursos para pedagógicos.

Palabras clave: Enseñanza, canon, corpus, literatura latinoamericana

 

En la tarea de armar un corpus de enseñanza de la literatura latinoamericana, enmarco la mirada del objeto, literatura latinoamericana, en la concepción de la literatura como discurso jerarquizado en la semiosis social observada desde una teoría de la comunicación literaria. Visto así, el objeto, además de estudiarlo en sí mismo se abre en otras instancias como son las del sujeto emisor/autor –y todas las problemáticas a que nos llevan las teorías de la enunciación literaria– y del sujeto receptor/lector, los códigos referidos y del referente, así como las aproximaciones al contexto de enunciación. En este último punto, observamos la constitución de las formaciones discursivas junto a y con otros textos o hasta qué punto el contexto y cómo los círculos de poder simbólico –canon, instituciones, Academia– establecen fronteras definitivas y/o bordes maleables que posibilitan los intercambios discursivos.


La organización de los contenidos responde a criterios formados a través de una lectura de teoría crítica de base semiótica. Con esto queremos decir que se ven los silenciamientos, lagunas y entrecruzamientos, préstamos y apropiaciones, así como los juegos de diferencias, de desviaciones, de sustituciones y de transformaciones, es decir, discontinuidades en los recorridos literarios seleccionados. No me resulta interesante seguir ni siquiera alternadamente una historia de la literatura tradicional aunque convencida de que es imposible llegar a la exhaustividad aun en condiciones óptimas. De ahí que se elija un recorrido o travesía –diría Noé Jitrik–, por el Siglo XX. Entonces se estudia el regionalismo y la vanguardia como dos emergencias coetáneas durante un período, al menos, que estereotipan dos maneras de ver el mundo en las primeras décadas. La ideología dominante hacia fines del siglo XIX y principios del XX y la eclosión de las nuevas corrientes críticas impulsadas por la mirada vanguardista se distancian, se relacionan y marcan una senda que nos permite recorrer las primeras décadas en forma de una genealogía literaria admitiendo discontinuidades y permanencias entre la tradición y la ruptura. Luego se trabaja con el corpus de la nueva novela y se estudia la convergencia de operatorias vanguardistas junto a la reformulación de temáticas regionalistas. Desde otro enfoque, en el recorrido se cruza otra variable: las regiones geo-culturales. Por ello, se trabaja con indigenismo y negrismo en la zona andina –problemática poco transitada por la crítica– y en permanente diálogo/conflicto con la vanguardia. Luego, el regionalismo y sus avances en México para contrastarlo con las estrategias de la nueva novela. Entonces se pueden retomar estos núcleos –regionalismo y nueva novela– en otras zonas, Venezuela y el Caribe, por ejemplo. Reiteramos los criterios/variables que hemos cruzado para el armado de un programa: una periodización y su problematización –regionalismo, vanguardia, nueva novela– las zonas geo-culturales –andina, mezo-américa, Caribe, Chile, Uruguay– y un recorrido por los géneros literarios –narrativa, ensayo–. La poesía debería ser estudiada en un Seminario complementario para profundizar en el estatuto diferente de su discurso, su análisis y no registrar sólo un paneo temático o comentario de texto. La intersección construye un espacio simbólico, una travesía por la literatura latinoamericana.

Los trabajos monográficos y los ensayos tienen un lugar privilegiado en la bibliografía que acompaña el estudio de este objeto conflictivo. Se trata, entonces, de artículos de teoría crítica acerca de la literatura de América Latina de base semiótica que desarrollan prácticas interpretativo-descriptivas. Sin dejar de lado conceptualizaciones fundantes como los aportes de Foucault, Habermas, Nietzsche o Derrida, por nombrar algunos teóricos; todos ellos filósofos que los estudiamos ubicándolos en ese género mixto que llamamos corrientemente teoría, vocablo que designa las obras que comprometen y modifican el pensamiento más allá de los campos disciplinarios a los que pertenecen, ya que sus análisis del lenguaje, del pensamiento, de la historia o de la cultura abren perspectivas distintas y aportes enriquecedores.

Desde otro ángulo de enfoque bibliográfico, es necesario abordar también las conceptualizaciones que los críticos han enunciado sobre el objeto en sí. No es sencillo porque se debe conocer no sólo textos y autores sino relaciones con el campo intelectual de la época con todo lo que ello implica, es decir: todo lo que se refiere a ideologías compartidas o no, interrelaciones con otros autores o adhesiones y refutaciones. De manera tal que se ubique ese texto coherentemente, en consonancia con los otros propuestos o en diálogo contrastivo pero por elección del profesor y no casualmente. Estas cuestiones son relativas al tipo de periodización que se elija: una serie de orden temporal –por movimientos, por décadas, por fecha de publicación– o bien el recorrido seleccionado para confrontar textos y/o autores –por géneros discursivos, por temas, por comparación de géneros, por problemáticas u otros criterios–. Quienes se han dedicado a la historia de la literatura han señalado algunos criterios válidos o los han cuestionado sugiriendo otros. Un claro ejemplo de esto es el tomo La literatura latinoamericana como proceso (1985), coordinado por Ana Pizarro y publicado por el Centro Editor de América Latina –ya un clásico para este tema–, en el cual se compilan trabajos que vieron la luz en un encuentro en la Universidad de Campinas, Brasil, en el año 1983. Lo interesante del mismo es el factor común de los estudios agrupados que consiste en un cuestionamiento a los criterios de las Historias de la literatura tradicionales que, en general, privilegian la cronología por sobre otros criterios de selección de textos. Posteriormente y como fruto de estas reflexiones se publicaron los tres tomos de una historia no tradicional denominados: Lengua, palavra e escritura. Ya en nuestros días es evidente que las líneas temporales no justifican per se ningún tipo de serie literaria.

En el sub-continente latinoamericano, las diferentes regiones geo-culturales se han desarrollado de maneras diversas según los procesos histórico-culturales. De manera tal que mientras en una región o, más aún, en las ciudades cosmopolitas de cierta región los avances de la modernización eran la dominante en las masas urbanas, en algunos sectores rurales no se había salido de una organización semi-feudal. Estas diferencias abismales, sumadas a los procesos de independencias nacionales y, posteriormente, a la constitución del estado-nación complican el armado mismo de lo que llamamos literatura latinoamericana a tal punto que Cornejo Polar, por ejemplo, prefiere hablar de ‘laS literaturaS latinoamericanaS’, precisamente, como una manera de expresar la multiplicidad de series diversas a las que se refiere a partir de esta forma de nombrarlas.

 

¿Desde dónde lo reciben los alumnos? La intencionalidad de la enunciación

El marco teórico que ya poseen los alumnos cuando llegan a cursar Literatura Hispanoamericana Contemporánea abunda en el conocimiento de los principales aportes de la teoría literaria en la actualidad. Para mencionar algunos teóricos, por ejemplo: formalistas rusos: Jakobson, Sklovski; estructuralismo checo: Mukarovsky; las teorías relacionadas con el marxismo y evolución posterior: Lukács, la escuela de Frankfurt (Adorno, Benjamin); el post-formalismo ruso Bajtín; la semiótica soviética de Lotman; el estructuralismo Barthes; Todorov, Genette; los aportes de las poéticas generativistas (van Dijk) y de la teoría de los actos de habla (Austin, Searle); la estética de la recepción (Jauss, Iser, Stanley Fish, Jonathan Culler, Eco); semiótica (Kristeva, Eco); crítica y psicoanálisis (Freud, Lacan); la psicocrítica (Frye, Bachelard); la deconstrucción (Derrida, Deleuze); los aportes de Paul de Man, Harold Bloom.

Este bagaje funciona como una carga difícil de sobrellevar ya que creen que debieran aplicarla sin saber cómo y, al mismo tiempo, se muestran cautivados por los textos teóricos. Plantear esta cuestión lleva a perfilar un problema de enseñanza relacionado con las herramientas utilizadas durante el dictado de la cátedra. En primer término, en las clases prácticas se indica la necesidad de poseer esos conocimientos pero no para hacer aplicaciones forzadas que imponen estructuras teóricas a los textos, sino como verdaderos instrumentos que permiten el posicionamiento crítico, así como la forma de pensar esos textos que se incursionarán desde otro lugar descentrado –hablamos de textos del siglo XX, discursos de ruptura–. Esta cuestión lleva un tiempo considerable hasta que los estudiantes manejan los códigos de la cátedra cuya tendencia es el ejercicio de la lectura del texto literario y el tratamiento y análisis del mismo haciendo uso de las herramientas teóricas que ya han incorporado.

Este tema se ha convertido en un problema de enseñanza relevante a tratar porque, en general, los alumnos se preparan para trabajan en el nivel secundario. En más de una ocasión y por falta de otros modelos reiteran lo experimentado por ellos en la enseñanza universitaria; así toman la teoría literaria como un conocimiento para ser enseñado y no como una herramienta para plantearse problemáticas originales.

De manera que creemos que hay una ausencia que es falencia: un marco teórico adecuado a la cuestión didáctico-pedagógica de la enseñanza de la literatura. Si bien es cierto que no somos especialistas en ese campo, también es verdad que a todos nosotros nos produce cierto escozor intelectual cuando hablamos de las cuestiones pedagógicas pero, los problemas no dejan de existir a fuerza de negarlos. Esto nos lleva a pensar en producir teóricamente sobre la relación entre literatura y educación, problema no privativo para el corpus latinoamericano. Dejamos abierto el tema para comentar e intercambiar ideas.

Ahora bien, respaldando lo dicho, mi intención –respecto específicamente del marco teórico– es ofrecer una forma de ‘leer’ la literatura latinoamericana con las herramientas que aportan la teoría y la crítica literaria para que los estudiantes aborden los textos con la idoneidad requerida. El trabajo supone una capacitación que les permita adecuar el modo de aproximación según quienes sean los destinatarios de su futura docencia.

 

De paradigmas y otras cuestiones

Al abordar los procesos culturales, quien observa o lee dichos procesos se ubica en distintos paradigmas explicativos. La literatura es una serie cultural y, según dónde se ubique quien la lee, la serie responderá a una u otra línea de pensamiento. En nuestro caso, el docente deberá tener presente que es altamente deseable que su lectura se inscriba en algún paradigma o línea que dé sentido al corpus recortado. Esta simple afirmación tiene un supuesto que consiste en la idea de construcción, que surge cuando adherimos a cierto paradigma, es decir que hay un armado que se puede justificar teóricamente.           Ahora bien, retomemos los dos paradigmas de lectura desde donde se puede organizar la lectura de la literatura latinoamericana que es el objeto recortado desde el inicio del presente trabajo. Hay que tener en cuenta que no son los únicos criterios de organización pero que se pueden tener en cuenta como una manera de operar con textualidades atendiendo a la semiosis cultural.

Cuando en la literatura latinoamericana se comienza a pensar en cómo tratar los textos que no son hegemónicos o que no han entrado en el canon, tales como los relacionados con las literaturas aborígenes desde la colonia hasta nuestros días -tanto escritos por productores nativos como por escritores que han hecho una escritura de denuncia o comprometida con los sectores más marginados-, la aculturación estuvo operando como concepto válido para el armado. De manera tal que desde esa ideología se niega o se trata de anular la cultura periférica y se privilegia la hegemónica desde las estrategias textuales. En el mismo camino está el concepto de mestizaje como fusión de razas o culturas. Estas son teorías fusionistas, que lejos de mostrar las contradicciones y diferencias del sistema, implican la asimilación a la cultura moderna y urbana. Son teorías que pretenden la homogeneización cultural a partir de los circuitos de lectura que arman, ya que postulan el desdibujamiento de las diferencias en vías de  un  constructo utópico que denominan generalmente lo nacional, y tienden a construir un producto perfeccionado que represente lo que se ha dado en llamar identidad nacional. En las historias de la literatura tradicionales, esta forma de lectura ha interpretado que la desaparición o silenciamiento de las desigualdades contribuía a la formación de una tradición criolla con marcada raigambre hispana cuando, en realidad, nuestros países latinoamericanos contienen tantas pequeñas regiones o comparten zonas culturales con países vecinos, de manera que es casi imposible hallar un producto unificado que lo represente.

En cambio, las teorías que sustentan el pluralismo cultural proponen la apertura de nuevas concepciones no monolíticas ni totalizadoras. Por el contrario, aceptan la diversidad, la hibridez o la consideración de lo heterogéneo. Así, priorizan prácticas que aceptan la diferencia de las culturas silenciadas. Conceptos tales como el formulado por García Canclini, cuya síntesis más clara remite a la palabra hibridez –luego reformulada como multiculturalidad–, o el de heterogeneidad, propuesto por Cornejo Polar, han ido perfilando ejes conceptuales que fundan un recorrido distinto por las literaturas que posibilita leer fronterizamente, desde los bordes de los procesos, donde se busca y se exhibe la pluralidad, en lugar de buscar series literarias que borren los límites para desfigurar las diferencias. Así, la diversidad regional empieza a aflorar y a tener entidad en el recorte que hagamos.

Otro concepto a tener en cuenta es el de transculturación de Ángel Rama. Ya en 1940, el antropólogo Fernando Ortiz acuñó el vocablo en su libro Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, lo hizo como una necesidad frente al término aculturación que refiere la anulación de la cultura marginal, mientras que el prefijo trans- cambia el sentido porque indica pasaje, a través de, del otro lado, más allá de. Es decir, el tránsito entre una cultura y otra, los préstamos, las apropiaciones, las selecciones entre ambas, todos procesos estudiados por la antropología y retomados hábilmente por Rama para leer textos de nuestra literatura que no entraban en los cánones instituidos por las corrientes de la teoría y de la crítica tradicional.

Las literaturas escritas alternativas, conceptualización que Martin Lienhard desarrolla en La voz y su huella, es otro criterio que abona este terreno en pro de una lectura que rescate del olvido y el silenciamiento las prácticas escritas en las que se restituye, predominantemente, la oralidad. La idea que venimos desarrollando en este trabajo se podría graficar –siguiendo la imagen de Lienhard– como la visualización de otros ríos tan portentosos como el troncal cuyos afluentes formarían redes de intercomunicación.. Entonces, volviendo a la literatura, el armado de una serie debería tener en cuenta la coexistencia de esos sistemas alternativos que hace unos años se consideraban fuera del campo posible de lecturas porque no entraban en la literatura hegemónica. Es una forma de pensar descentradamente, imprimiendo desde la crítica una ideología, una interpretación que comience a operar como agente de cambio.

Otra reflexión necesaria para este tipo de recorte de un corpus de lecturas es la que hace Antonio Cornejo Polar y el concepto de heterogeneidad cultural. El crítico lo pensó en torno a las series indigenistas peruanas en las que se intersectan conflictivamente dos o más universos culturales. La disquisición fundamental es si quien emite el discurso es totalmente heterogéneo respecto del referente y su código o no. El acercamiento o el grado de lejanía entre el emisor y el referente determinan, para Cornejo Polar, la producción del mensaje y, en consecuencia, el tipo de escritura en la que pueda expresarse el texto literario.

Por otro lado, si bien la heterogeneidad y la noción de literaturas alternativas ha comenzado a circular entre quienes seleccionan textos ya sea para armar programas o para determinar colecciones editoriales, es bastante común encontrar textos que nada tienen que ver entre sí ya que responden a diferentes paradigmas. O se incorporan textos encontrados casualmente, por gusto personal de los antologistas y se los combina, a veces temáticamente, aunque desde el lugar de la enunciación, la recepción y/o la periodización no sean homologables. De la misma manera ciertos poemas representativos de la vanguardia aparecen relacionados temáticamente con otros que responden a ideologías opuestas por ser conservadoras sin que se haga explícito su origen. Consideramos que el docente debe tener necesariamente una mirada crítica respecto de los materiales seleccionados ya sean para empresas editoriales o cuando se pone en la difícil tarea de armar series que posibiliten una lectura pertinente.

 


Notas:

[1] CELEHIS (Centro de Letras Hispanoamericanas). Universidad Nacional de mar del Plata. Profesora titular de Literatura y cultura latinoamericana II y Seminarios de Posgrado sobre Literatura Latinoamericana y Escritura académica. Coautora de Navegación por la palabra (2000) y de Saberes de escritura (2000). Autora de Pasión y agonía. La escritura de José María Arguedas (2004) reformulación de su Tesis Doctoral. Co-edita Animales fabulosos. Las revistas de Abelardo Castillo en 2006. No hay tal Lugar. Literatura latinoamericana del siglo XX (2009) reúne artículos sobre literatura latinoamericana. Se dedica especialmente a la literatura peruana.

 

Bibliografía:

Cornejo Polar, Antonio, 1994. Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima, Perú: Editorial Horizonte.

Certeau, Michel de, [1974] 1999. La cultura en plural. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.

Llano, Aymara, de, 1999. “Notas sobre los paradigmas de la crítica latinoamericana”. En: Guaraguao. Revista de Cultura Latinoamericana. Año 3, N° 8.

Docencia universitaria. 1999. Universidad nacional de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. Maestría en Docencia Superior Universitaria. Tucumán, Argentina: Ediciones Magna Publicaciones.

García Canclini, N. 1989 Culturas híbridas Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo.

Lienhard, Martin. 1989. La voz y su huella. La Habana, Cuba: Casa de las Américas.

Pizarro, Ana (Coordinadora). 1985. La literatura latinoamericana como proceso.  Buenos Aires, Argentina: C.E.A.L.

Rama, Ángel. 1982  Transculturación narrativa en América Latina. México: Siglo XXI.