Francisco Izquierdo, pintor del cuarto mundo

 

Quisiéramos decir pintor del pueblo, o pintor del proletariado peruano y latinoamericano, o pintor de los pueblos oprimidos del mundo. Mas, la necesidad de un  pensamiento ecuménico ha convenido que cubra el mensaje de este ensayo en memoria y homenaje al pintor Francisco Izquierdo, Perú 1838, 2007; porque luego de un análisis de su obra, podemos concluir que la hizo para el mundo en tiempos de profunda reflexión mundial: desde el triunfo de la revolución cubana, 1989, pasando por el cese de la deshumanización del hombre en Vietnam, 1974, hasta las luchas actuales de los pueblos de Irak, Irán, Afganistán, Sudán.

Desde ese ámbito pleno de combatividad y reflexión de los pueblos del mundo, hasta nuestra América Latina, de 1950  al 2007 sustancialmente en Argentina, Chile, Bolivia, Colombia, México, Perú y las naciones de Centro América, con sus reacciones constantes y permanentes por conquistar la justicia y la libertad, es que irrumpe el pensamiento humanista, social, latinoamericanista de Francisco Izquierdo a través de la voz concedida a sus imágenes plásticas.

 

El hombre y la política

Tuvo una honda fe en la salvación del hombre oprimido, avasallado por los posesionadores del poder económico y político. Su pensamiento estuvo impregnado de una clara posición clasista. Hombre identificado con los sectores oprimidos del pueblo, ejerció, Francisco Izquierdo, a favor de ellos, la profesión de la humildad, de la solidaridad participativa y de la lucha silenciosa, persistente, segura y convicta.

No recordamos conversación ni sesión alguna que con él compartimos, en donde haya insinuado colocarse en algún espacio lideral. Nunca buscó el aplauso fácil ni el reconocimiento mismo a su labor creativa. Simplemente fue un artista plástico del cuarto mundo. Investigaba la realidad social de la nación a través de sus propias contradicciones, interrogándose por el porvenir de campesinos, mineros y obreros, es decir de todo los hombres que no tenían voz ni palabra para alzar su protesta, su inconformidad en derechos y conductas. Fuimos testigos de su rabia humanista cuando bocetaba con línea libérrima, las escenas de vida y combate de nuestros pueblos; y luego cuando las plasmaba en los cuadros que hoy nos ha dejado y que América Latina se pende de ellos para fortalecer su identidad reflexiva y para iluminar su crítica política.


Leyendo en coca
. Fuente: http://promociondelasaludyotrasmixturas.blogspot.com

El pensamiento social y político de Francisco Izquierdo fue mundial. Creía en la liberación total del hombre, de la humanidad. La admiración, por ello, que tuvo por los muralistas mexicanos de mediados del siglo XX, no fue sólo regional. Fue una admiración universal, porque anhelaba a través de sus obras, la liberación del hombre en la totalidad del planeta. En ellas, en las imágenes de indios, cholos y mestizos, de campos y de cordilleras andinas, aparece el gesto de los pueblos de los andes de sur América, de su Perú, expresando la necesidad de conquistar su auténtica liberación de la opresión del poder económico y político. De allí también su admiración por Goya, Daumier, Van Gogh, Kollwitz, Gross, Portinari.

Consecuentemente nos estamos refiriendo no a un pintor localista, sino a un pintor con pensamiento de amplitud mundial, porque razonaba y actuaba políticamente. Y la actitud política no puede ser nunca lugareña. Debe ser, es, por extensión, universal, ecuménica. Más aún, si su lucha es reivindicar a una de las clases desposeídas durante largos tiempos en su historia; pues, su obra plástica seguirá haciendo pedagogía plástica y social.

Fue un político, como lo son todos los hombres que él fijó en sus cuadros. Nunca le vimos tocar puertas o adular la tienda de partido político formal alguno. Nunca le vimos tratar por algún cargo burocrático. El único cargo que ostentó toda la vida fue la del maestro. Y como maestro, sus alumnos, aquí y allá, lo evocan como el hombre magnánimo y bonísimo que, desprendiéndose de sus secretos profesionales, los ofrecía con desinterés y en silencio.

 

La obra

Alguien ya ha dicho que Francisco Izquierdo es un pintor mal reconocido. Y no le falta razón. Muy probablemente sea por la tradicionalidad de su técnica cimentada en su devoción por los artistas plásticos impresionistas y pos impresionistas o, tal vez, ya sea porque esa misma técnica no la evolucionó o no la innovó, por lo que, en  consecuencia, su visión temática no anduvo de la mano con el rigor y la exigencia técnica que todo producto artístico plástico debe contener para ser valorada en su objetiva dimensión.


Olla común.
Fuente: http://promociondelasaludyotrasmixturas.blogspot.com

Pensamos que algo de esto último hubo. La radicalidad social con que apreció el mundo y la vida, la realidad de un pueblo cuartomundista, no le dio tiempo para profundizar en los conceptos e ingredientes técnicos que, en definitiva, en las artes plásticas actuales, resultan imprescindibles, vitales e inevitables. Más pudieron en él, los avatares en el pensamiento ideológico, su pasión por ilustrar y describir visionariamente las masas y los rostros humanos; que el estudio por la ciencia de la técnica, que por asimilar los principios de la visionalidad de su arte.

Sin embargo, en vida, Francisco Izquierdo aceptaba que en artes plásticas no todo lo es la visión temática, y, consecuencia de esta reflexión, fue su constancia en proveerse del aprendizaje del fundamento técnico. Esto da pie a que digamos, además, que su trabajo no puede ser signado de tecnicista. Su obra está, asimismo, trabajada en esa dirección.

Alguna vez conversando con él, aceptaba muy humildemente que había que corregir los extensos planos de tonalidades claras y oscuras. Las masas de  seres humanos que pintaba carecían allí –le decíamos-, de la intensidad de la luz,  lo que provocaba la desaparición de su buen dibujo.

Advertimos que en su obra hay un esfuerzo por romper con el desordenamiento de las imágenes. Hay un esfuerzo por construir una composición límpida y coherente. Sus cuadros están trabajados en esa dirección.

La consecuencia de su producción plástica fue lo que hoy admiramos, sentimos y vivimos: la honda identificación con nuestros pueblos mediante las imágenes suscitadoras de fuerza humanista, de imperiosa protesta, de reivindicación de la justicia y libertad del hombre. Aquí reside la valoración de la obra de Francisco Izquierdo pintor del cuarto mundo.