La impronta indígena en los escritos de José Revueltas

Revueltas dio lugar discreto, pero intenso y permanente a la problemática indígena. Por eso su escritura, muestra la huella del indio, no sólo de los habitantes de México, también de los asesinatos en Guatemala y de los descendientes del Antiguo Imperio de los Incas. La presencia india es observable en sus novelas, narraciones breves, reportajes periodísticos, análisis históricos, políticos y culturales, sin olvidar el guión cinematográfico y en el texto autobiográfico.

Palabras clave: capitalismo, indígenas, México, Emiliano Zapata, revolución

 

 

Leal a su perspectiva estética "realismo dialéctico", criticó el desarrollo capitalista ocurrido en México, no se limitó a su época, pues asumió un punto de vista histórico, orientado a precisar tareas políticas destinadas a preparar la revolución del futuro, la socialista. Sin embargo, no es posible desarticular las preocupaciones políticas de los intereses "cognoscitivos", pues para Revueltas el paso inherente para lograr la revolución anticapitalista, se daría mediante un largo proceso comunicativo: debates, estudios, publicaciones, seminarios, etc., así, se abriría el curso para la implantación de la "democracia cognoscitiva". Tal proceso cognoscitivo crearía  las condiciones para plantear los grandes problemas nacionales de la humanidad y del socialismo. Ciertamente la cuestión de la democracia constituyó un tema central en la reflexión revueltiana, entendida desde un punto de vista no sólo formal, sino principalmente de contenido material; por ello, se trata de una democracia desde la justicia y la igualdad entre los hombres. Imbuido de estas preocupaciones, debió detener la mirada en un segmento de los mexicanos, de los hombres de América Latina, seguramente olvidado y oprimido: los Indios.


1. Análisis históricos y políticos, escritos para caracterizar la nación mexicana y plantear las tareas de los revolucionarios, fueron publicados entre 1938 y 1950. En estos trabajos, presentó la situación de los indios en México: La independencia nacional, un proceso en marcha y La revolución mexicana y el proletariado. Estos escritos fueron publicados en 1939, en ellos se ocupó detenidamente de la cuestión agraria, por eso debió considerar el largo proceso de despojo agrario al que se han visto sometidos los indígenas. Esta expoliación no ocurrió de modo pacífico, pues los indios y campesinos han sostenido luchas memorables constitutivas de un componente histórico sustancial de la nación mexicana; en estos textos destacó dos figuras vinculadas a la lucha agraria e indígena: Morelos y Zapata. Por esto, en Naturaleza de la independencia nacional (1940), explicó la lucha agraria como un aspecto de la lucha de clases; en consecuencian examinó cómo están vinculados los aspectos étnicos con los clasistas. Por eso, la penetración del capital imperialista pudo ocurrir durante el régimen de Porfirio Díaz; este gobernante, a pesar de sus raíces hondas en el mundo indígena de Oaxaca, emprendió campañas militares sangrientas contra los indígenas, quienes vieron agravarse el despojo agrario secular. Así la "paz porfiriana" se implantó sobre la miseria indígena, La trayectoria de Díaz (1942). Un tema recurrente en la reflexión antropológica, filosófica e histórica, es el relativo a la naturaleza y rasgos del mexicano, también de la nación mexicana. Durante las décadas de los años treinta, cuarenta y cincuenta, esta preocupación se acentuó, aparecieron textos importantes, también se efectuaron mesas redondas, debates y polémicas numerosas. Revueltas participó en esta coyuntura intelectual, escribió, entre otros trabajos relacionados con esta cuestión: Caminos de la nacionalidad (1945) y Posibilidades y limitaciones del mexicano (1950). En estos trabajos se detuvo en las características pétreas del indígena esbozando las semejanzas entre el origen volcánico del México central y la expresión de sus habitantes indígenas. Probablemente esta asociación reiterada en numerosos lugares de la escritura revueltiana, por ejemplo Los días terrenales, esté originada en cierta percepción evolucionista inspirada en su formación materialista dialéctica, tan difundida en esos años en los círculos de la izquierda mexicana, inspirados en la filosofía engelsiana. En el ámbito de la política y la historia destacó lo siguiente:

"El rostro de ídolo de nuestros indios se remonta al recuerdo de una gran pérdida; reproduce la nostalgia por esa gran pérdida, por esa gran muerte. Tal vez piensen que para ellos ya ha pasado todo, pero quizá también piensen que nada ha pasado y que después del sufrimiento vendrá la resurrección.

Han luchado con furia y denuedo. Después de la conquista y después de la independencia, hasta nuestros días más recientes del periodo posrevolucionario, han luchado de una manera salvaje, bárbara y primitiva. En las sierras de Nayarit y del Istmo, con los indomables caudillos que sobrevivieron al conquistador; en las luminosas planicies mayas, con Cecilio Chi; en la hosca Sierra Madre, con el sanguinario Lozada, llamado Tigre de Alica; en el monstruoso Bacatete, que tiene un aire bárbaro de saurio herido, con Cajeme, Tetebiate, Pluma-Blanca y Buitimea; en todas partes, en el norte y en el sur, furiosa, rabiosamente perseguidos lo mismo por los virreyes que por los gobernantes de la Independencia; por los centralistas lo mismo que por los federalistas del primer periodo republicano; por los liberales lo mismo que por los conservadores; por los porfiristas lo mismo que por los revolucionarios. Coatlicue aún los está mirando desde la concavidad de piedra alucinante de sus ojos vacíos: 'Quién sabe, puede que la vida sea la muerte y la muerte la vida'.

¿Están llamados a desaparecer? ¿Todo lo que ellos significan, su fuerza espiritual, sus meditaciones, su instinto de revelación, está llamado a desaparecer? Ellos son quienes constituyen la base de México, sin embargo; el río subterráneo que corre por debajo de la superficie del país: el substrátum improrrogable de la patria. Su resurrección -ese anhelo porfiado que los indios alimentan desde que sobrevino el año aciago y lóbrego del Ce Acatl, el hispano 1519 que barrió con los templos, los dioses y las propiedades- será el advenimiento de la verdadera y definitiva nacionalidad mexicana…"[1]

Pero no sólo fue la conquista y la dominación de los peninsulares, también los mexicanos, en un siglo tan crucial como el XIX, mediante las Leyes de Reforma, emprendieron un proceso de despojo y violencia en contra de los pueblos indios:

"En el periodo que conocemos como el del México independiente, hay dos grandes brotes nacionales, que adquieren visos de triunfo. Dos nacionalidades distintas: la maya en la península de Yucatán y la huichol y nayarita, en las sierras del occidente, se levantan en armas en lucha por su independencia nacional. Ninguna de estas dos nacionalidades rebeldes, ni la maya ni la huichol, pretendían convertirse en el ser nacional del país; querían simplemente ser nacionales para sí mismas, libres en su propio territorio. Las clases dominantes en México aplastaron a sangre y fuego estas rebeliones que hubiesen podido evitarse y aun canalizarse hacia la integración de la nacionalidad mexicana, si las relaciones de propiedad no hubieran sido las que imperaban.

La lucha contra los indígenas durante la Reforma y el porfirismo se explica por la circunstancia de que el núcleo dirigente, constituido por los nuevos terratenientes, se transforma, a medida que triunfa sobre las clases antinacionales heredadas de la colonia, en un núcleo asimismo antinacional"[2].

La violencia en contra de los pueblos indios sucedió a pesar del mestizaje fraguado durante la época colonial y medio siglo de vida independiente. En estos estudios revueltianos se advierte cómo la cuestión indígena es comprendida no sólo como un asunto étnico y cultural, también es vista como una contradicción de clase, particularmente a partir de las Leyes de Reforma y el gobierno de Díaz, fase histórica, marcada por la irrupción capitalista, tanto en las ciudades como en el campo, donde el despojo agrario se efectuó con gran violencia a todo lo largo y ancho del país; esta observación revueltiana es comprobable a partir de investigaciones históricas recientes, donde se constata el acelerado proceso de concentración agraria y el surgimiento de los grandes terratenientes porfirianos[3]. Por eso la crítica del duranguense fijó la mirada en distintos pueblos y regiones indígenas: yaquis en Sonora, huicholes en Nayarit, descendientes de tlahuicas en Morelos y, por supuesto, la rebelión maya en Yucatán, asociada por Revueltas a las promesas libertarias contenidas en el Chilam Balam.

2. Los muros de agua (1941) es una novela donde las descripciones de los hombres figuran asociadas al minucioso análisis propio de la geografía física: puertos, vegetación, climas, Océano Pacífico, insectos, etc. Semejante riqueza descriptiva no podía olvidar a los indios, no como integrantes de un paisaje bucólico, sino como indios situados históricamente, es decir, en un régimen de dominación específica:

"Ahí enfrente -¡Dios sabe a cuántas millas!- estaba San Blas: un puertecito ligero, evocador; puerto de indios huicholes, que caminaban por las calles arenosas mostrando sus suntuosos harapos (llenos de bordados y de hermosas grecas), y sus piernas flacas, negras. (Caminaban también, después, hasta Guadalajara, donde pedían limosna en las calles.)…"[4].

De este modo, en una novela tan saturada por el espacio urbano, (procedencia de los presos, el poder político, los puertos, etc.) no podía dejar de lado al indio, integrante de la nacionalidad mexicana, aunque no de forma idílica ni heroica, pues  los descendientes del Tigre de Alica son figurados en su realidad: pordioseros mugrosos y harapientos.

3. Ciertamente para un joven que había visto transcurrir su vida en la Colonia Roma y luego en el Barrio de La Merced, en la Ciudad de México, produjo interés y sorpresa el contacto con distintas regiones del país. La sensibilidad juvenil y posteriormente la formación filosófica, dieron curso a sus apreciaciones sobre las tierras norteñas. De ahí que en los escritos desarrollados a partir de sus experiencias ocurridas entre 1932 y 1934, haya situado su acción política inserta en el conjunto de determinaciones terrenales que para él constituyeron un descubrimiento. Las planicies desérticas, el sol inclemente, las montañas de la Sierra Madre, las plantas: cactus, grama, nopales, fueron descritos cuidadosamente. El viento libérrimo con su violencia y su llanto entre las casuchas fue evocado, recorriendo y golpeando despiadadamente la tierra, las montañas y a los hombres. Los elementos naturales son expuestos, sin olvidar a los hombres, subrayando los rasgos propios de los norteños, tez clara, ojos verdes, azules, grises, etc., y la belleza de las muchachas que no se marchita a pesar del calor intenso. Con el mismo cuidado que anotó los rasgos corporales, describió las peculiaridades psicológicas de estos criollos septentrionales, rudos, violentos, bondadosos, francos, todo a la vez. También buscó despejar los orígenes de estos físicos distintos: españoles, anglosajones, rasgos que tenazmente sobreviven a las generaciones de estos norteños tostados por el rojo sol ardiente. Sin embargo, al lado del criollo, casi invisibles, remontados en atajos y ásperas montañas, sobreviven indios cuya piel, a pesar de su tono oscuro, también ha sido castigada por el viento y el polvo de las llanuras semidesérticas.

"Muy lejos, el indio, desplazado por esta especie de criollo hospitalario, bondadoso, gallardo y valiente; lo encierra, hermética, la montaña, huraño y noble, con sus tradiciones, su sangre, su piel morena y su dolor metido en las venas. ¡Todavía aúlla con el viento por las llanuras desiertas, y su cara rugosa se penetra de las piedras ariscas y de los negros tajos sombríos!"[5].

Se sabe, una proporción significativa de El luto humano (1943), fue compuesta a partir de su experiencia como joven organizador comunista en Nuevo León, acontecida entre 1932 y 1934. Por ello aún en las tierras neolonesas no podían quedar excluidos los indios:

"Antes de quince días se presentaron unos cuarenta indígenas, los pobres completamente borrachos. Les habían ofrecido primero tequila y mezcal, pero lo rechazaron a cambio de alcohol puro. Las grandes copas de alcohol asestaban una puñalada certera, vertiginosa, y los indígenas se pusieron dulces e incomprensibles al primer golpe y muy tristes, mirando con agradecimiento humillado y tierno al enganchador que de tal modo los regalaba. Fingía éste vigilar que no se propasasen, pero aquello entraba dentro de sus planes. Miraban los indígenas con ojos maliciosos cómo les llenaban la primera copa y con la actitud de quien no se siente merecedor de una bondad o una muestra de afecto, sonriendo apenas tímidamente. Después, al tragarla, y gesticular por lo bárbaro de la bebida, volvíase su risa más franca y audaz, mientras los ojos se animaban con una lucecita. Otra copa. Les daba tristeza pero a la vez una cólera, a medida que el alcohol penetraba. Eran el rencor y el sufrimiento. Aparecían de súbito sus dolores, y la impotencia terrible frente a eso pesado, oscuro y antiguo, les humedecía los ojos, y quien sabe por qué, siempre de agradecimiento, de sumisión y de súplica. Otra copa más. -Es la última -dijo el enganchador de esquiroles-, si no, se emborrachan…"[6]

De nueva cuenta el realismo revueltiano impone su férula, pues los indios cumplen una función política en una coyuntura claramente marcada por la lucha de clases. Se trata de la huelga desarrollada en El luto humano, donde los campesinos recientemente proletarizados, al ser incorporados a la construcción de un moderno distrito de riego y una presa, organizan sindicato y huelga. Los indios brotan  de las entrañas más profundas del desierto neolonés para ser enfrentados desde su miseria y alcoholismo, a los proletarios comunistas. De este modo Revueltas calafatea el texto literario, no sólo con su experiencia de joven militante, también con sus análisis históricos y políticos, pues en Naturaleza de la independencia nacional, usó para caracterizar la forma de dominación existente en México, El XVIII Brumario de Luis Bonaparte[7]. Como en el texto de Marx donde el aguardiente es destinado para azuzar al lumpenproletariado, en El luto humano los indios embrutecidos son enfrentados con los sindicalistas. No obstante, la degradación de los indígenas tan plásticamente desarrollada en la novela, hay esperanza de rebelión, pues los indios terminan ahorcando al despreciable enganchador de esquiroles[8].

4. Los días terrenales (1949), inicia con un capítulo donde la exuberancia de la naturaleza veracruzana es vigorosamente expuesta, tanto que el lector puede sentir el calor, la humedad de los helechos y del río Ozuluapan. En este río los indígenas dirigidos por el tuerto Ventura organizan la pesca. La continuidad entre el hombre y la naturaleza parece no ser interrumpida, pues los indios, sus cuerpos, son descritos como piezas arqueológicas hechas de obsidiana. Sin embargo, a pesar de la naturalización y animalización tan usadas por Revueltas, los indios son hombres agitados por pasiones políticas y religiosas.  Gregorio el organizador comunista  mantiene estrecha relación política con el tuerto Ventura, quien sintetiza antiguas experiencias políticas, pues estos indígenas de algún modo estuvieron vinculados con los levantamientos magonistas de Acayucan y ahora son convocados para integrar las organizaciones agrarias comunistas; por eso en medio de ese mundo caótico ya se ha fundado un centro femenil Rosa Luxemburgo:

"Tras el fuego, inmóviles como diosas, las mujeres miraban obcecadamente, mas no hacia fuera sino hacia adentro de ellas mismas, con los ojos ya artificiales a fuerza de quietud, en tanto sus cuerpos, sólo desnudos de la cintura para arriba, mostraban los oscuros senos que parecían moverse con rítmica elocuencia al ondular de las llamas.

Entretanto los hombres ya se habían colocado a la mitad del río, en torno de la compuerta, y sus cuerpos desnudos de obsidiana lanzaban oscuros destellos…"[9].

No obstante los rasgos, tradición comunal y su politicidad histórica (magonismo, comunismo, nacionalismo) el catolicismo, "religión triste" mantiene su fuerza, pues los indígenas han decidido utilizar el producto de la pesca para las festividades de "Nuestra Señora de Catemaco".

5. En algún valle de lágrimas (1956), es una novela donde la traza urbana, es predominante, es evidente, las señas de identidad son claras, se trata del Valle de México, donde el dinero domina a los proletarios, a los abogados, a las prostitutas. El poder monetario queda simbolizado por el avaro, quien no tiene nombre preciso, es abstracto como el dinero y de la misma forma que las relaciones capitalistas desatan procesos de acumulación compulsivos, de igual forma el avaro está poseído por delirio acumulativo, atesora todo. No obstante la densidad citadina, surgen inesperadamente los indios:

"Ahora, al ver allá abajo a los indios, se burlaba de esta aprensión ridícula. '¡Peregrinos!', se repitió con gesto despectivo.

Eran unos cuarenta o cincuenta indígenas, hombres y mujeres, éstas con sus criaturas a la espalda, tras de sus maridos, no junto a ellos, sino atrás, con una conciencia resignada y sumisa de la dignidad, de la superioridad del macho y también una conciencia del propio sitio que ellas estaban destinadas a ocupar en la vida, como seres dominados pero al mismo tiempo defendidos, protegidos por el hombre que era todo para ellas, lo único.

Hombres y mujeres iban descalzos por mitad de la calle, entre los cajones de las mercaderías de toda especie que por esas épocas -para las festividades de diciembre: la Concepción, la Virgen de Guadalupe y Navidad- se instalaban en las aceras. Las desnudas plantas de sus pies, con apenas posarse sobre el pavimento, los impulsaban con un rítmico trote de inaparente ligereza, un trote muy humilde, con miedo de ofender a alguien, ofender aun al propio suelo…”[10]

Este texto no ha sido valorado suficientemente. Por lo que respecta a la cuestión indígena, conviene destacar cómo aun en el corazón de la moderna Ciudad de México, la devoción guadalupana de los indígenas asalta periódicamente las calles pavimentadas.

6. Los errores (1964) constituye una novela donde la urbanidad ha logrado expulsar la problemática agraria de la narrativa revueltiana. Por ello, un personaje central del texto simboliza un claro rasgo distintivo de la economía urbana -la monetarización de las relaciones sociales-. Se trata del agiotista Victorino. Este personaje ruin puede representar el triunfo de los valores urbanos, capitalistas, que desde el porfiriato se anunciaron. Victorino, arroja violentamente de su oficina a un indígena miserable que buscaba un préstamo para emprender un negocio humilde. Este hecho motiva que el áspero prestamista recuerde sus días de soldado porfirista durante la revolución y cómo participó en el asesinato de indígenas zapatistas:

"…'Ansina estuvo boquea y boquea nuestro Señor Jesucristo.' Aquello iba a durar toda la vida, eternamente, más allá del fin. Los zapatistas llevaban algunos años de estar arrodillados dentro de la infeliz y entrañable zanja de tierra húmeda, que habían hecho a muy escasa profundidad, apenas para cubrir a un hombre tendido […].

-¡Ándenle, cuerudos éstos! ¿Pos qué no oyen que deben darle sepultura a su compañero? -El  rostro noble del viejo subteniente se contraía de iracunda belleza mientras descargaba los golpes de su sable sobre los brazos y las espaldas de los indios zapatistas, quienes se cubrían la nuca con las manos echándose boca abajo contra el suelo"[11]

De este modo, mediante la figura del agiotista se plantea el triunfo de las relaciones monetarias sobre la vida campesina, el indígena solicitante del préstamo necesita el dinero para el negocio de venta de alimento para pájaros. De esta forma, se subraya la creciente fragilidad de la economía agraria que ya desde la época de la redacción de Los errores mostraba rasgos de una crisis grave que finalmente desembocaría en su derrumbe y en la crisis del campo mexicano que aún prevalece. En algún valle de lágrimas, el dinero es figurado como "otra sangre", en Los errores, Victorino recuerda su pasado manchado por la sangre de los indios zapatistas y para conservar su capital se compromete en aventuras sangrientas, de las cuales termina siendo víctima.

7.  En relatos breves también se ocupó de diversos aspectos de la vida indígena. Barra de Navidad fue publicado en 1968, a pesar de que había sido escrito desde 1939, el borrador tiene como título Los indios. Como en otros textos, el mundo indígena no aparece aislado del mundo urbano. Aquí los citadinos tratan de desentrañar, de comprender el rostro indescifrable de los indios, su carácter pétreo. Chuy y su  compadre resuelven sus diferencias en un duelo a machetazos y tranquilamente se preparan a morir…a machetazos; un ingeniero pretende evitar esa solución, pero el texto señala que "nadie sabe lo que pasa en el fondo verdadero de un indio"[12]. El dios vivo, es una pequeña narración fechada: "Arequipa, Perú, enero 14-15 de 1944", dedicada al antropólogo y etnólogo peruano José María Arguedas; Revueltas conoció a este estudioso de las culturas indígenas andinas cuando vino a México para asistir al Congreso Indígena realizado en Pátzcuaro, Michoacán en  1940. La narración se ocupa de la vida de los yaquis, de la segregación y el racismo, sin olvidar el régimen de expoliación al que los han sometido los blancos, también de la organización cultural de los yaquis. Esta narración tiene su fundamento histórico en el reportaje De México a Vicam, de este modo la ficción literaria reposa en una experiencia minuciosa vivida por el autor en Sonora[13].


8. El lenguaje de nadie (1954-1955), desarrolla una preocupación revueltiana, largamente trabajada: la comunicación humana. Se sabe que de distintos modos Revueltas abordó lo que a simple vista parece una cuestión sencilla: ¿es el lenguaje un medio eficaz para la comprensión entre los hombres? Como no lo es, los personajes revueltianos se valen de diversas manifestaciones de lenguaje corporal, miradas, gemidos, gesticulación. Por ello en esta narración el lenguaje no puede servir para comunicar, sólo para dominar. La víctima perfecta es un indio despojado de su tierra, mediante argucias legales y galimatías judiciales:

"Los señores conversaron animadamente entre sí, sin hacer caso de Carmelo. Luego el juez se volvió de nueva cuenta hacia él, con el entrecejo fruncido. -Lo que pasó, hijo mío  -dijo-, es que enterraste una mujer viva, y a eso se le llama homicidio. Pero no te pondremos preso, a causa de tu ignorancia de indio tarugo, si pones tu huella en este papel, que es un desistimiento, donde dices que ibas a recibir de herencia una tierrita, que de cualquier manera ya no quieres, porque de nada te serviría preso…

Carmelo hizo cuanto le pidieron y al fin pudo regresar a la hacienda.

Largo tiempo permaneció anonadado, sin saber nada de la vida, de los hombres, del mundo. ¿Por qué no poseía él una lengua igual a la de los otros? Penso en el Tiliches, que ya a estas horas estaría bien borracho, en el jacal, con la botella de aguardiente que le regaló por el entierro de doña Aquilina.

Con el Tiliches sí era posible entenderse, pese a estar sordo y mudo, pero tan sólo porque los dos hablaban el lenguaje de nadie"[14].

De este modo, la incomunicabilidad que remite a los indígenas al inframundo de los alcohólicos y sordomudos, no queda en mera reflexión metafísica o crítica ética abstracta. La debilidad lingüística se convierte rápidamente en fragilidad económica, en pauperización, pues el amor que el indígena siente por la tierra es la expresión de la necesidad de obtener los frutos indispensables para el sustento material.

9. Cama 11. Relato autobiográfico (1965), es un cuento sorprendente, pues muestra la rotunda mirada agraria revueltiana, incapaz de olvidar y dejar de percibir cómo aun en los espacios más modernos la impronta indígena y rural sobrevive y se manifiesta. Revueltas, paciente, describe a cada uno de sus camaradas, como él hospitalizados, sometidos a las determinaciones y estudios ordenados por los médicos. Entre los pacientes se encuentra don Angel, es un indígena tan puro que el narrador no tuvo más remedio que asociar su estampa con Moctezuma II; el texto no deja lugar a duda, se trata de un indígena de raíz agraria, así lo confirma el habla de don Angel, hábilmente desarrollada por Revueltas. Pero ni en sueños febriles abandona las imágenes de los indios en Guatemala:

"…La matanza de los locos, dice la voz de mi fiebre: así debe llamarse a fin de denunciar ese infame, ese abominable exterminio de locos…la acción podría situarse en Soloma, aquel siniestro pueblo del Ande guatemalteco…viene a mi memoria el recuerdo de los indios humilladísimos, tristes y aterrados, que corrían como animales ciegos en todas las direcciones, ante la embestida rabiosa de la soldadesca, sin poder escapar de la plaza de Soloma, en cada una de cuyas salidas los esperaban más soldados, que los recibían a bestiales golpes de culata en la cara, en los lomos, en el vientre. Iban de un lado para otro, llenos de pánico, como olas desamparadas, pero lo más sobrecogedor, sin lanzar un grito, sin proferir una queja, con el silencio insuperable de los sordomudos o apenas con el chillido inarticulado de los monos. Terminaron por abandonarse a su impotencia y, precisamente como esas enloquecidas familias de monos a las que rodea una inundación, se abrazaron y enlazaron unos a otros, formando un racimo de cuerpos en el centro de la plaza, dispuestos a morir. De ahí los arrancaban los verdugos, a tajos de machete sobre las manos y los brazos, para después llevarlos a rastras sobre las piedras de la calle, hasta las puertas de la cárcel"[15].

Este pasaje estrujante, convierte en ficción literaria lo ocurrido en muchas ocasiones en América Latina, las matanzas acontecidas en los años ochenta en Guatemala o en Acteal en 1997. Ciertamente Revueltas no supo de estas matanzas recientes, pero sí de otras que ocurrieron en su época.

10. No obstante tanta humillación y debilidad indígena, éstos han sobrevivido física y culturalmente. El pensamiento de José Carlos Mariátegui se comprende desde el "alma y la costumbre agrarios" constitutivos esenciales de la cosmovisión de los indígenas andinos. Al incorporar Mariátegui a su concepción marxista, la perspectiva indígena, logró nacionalizar el marxismo al adecuarlo a las condiciones concretas de una sociedad con importantes componentes indígenas. Revueltas desde los años treinta conoció la obra de Mariátegui y Cesar Vallejo[16]; este conocimiento, aunado a las tradiciones mexicanas, le permitieron plantear las capacidades revolucionarias contenidas en la historia de la lucha indígena. Esta percepción quedó plasmada en el guión cinematográfico Tierra y libertad (1960); en este guión enfatizó la conexión permanente de los de Anenecuilco con su origen tlahuica.

 

El sueño de Zapata

Tierra y libertad no fue llevado a la pantalla, no se sabe que fuerzas impidieron su filmación, probablemente influyó la coyuntura agraria de los años sesenta. El dato más relevante se refiere al proceso de "pacificación" que el gobierno de López Mateos llevó a cabo en Morelos para terminar con el movimiento jaramillista. No sólo logró apaciguar a los insurrectos, también mediante la traición permitió el asesinato de Rubén Jaramillo y su familia. En el guión cinematográfico, Revueltas apoyándose en historiadores del zapatismo, como Jesús Sotelo Inclán, explica en boca de los personajes, la lucha destinada a la reconstitución de la comunidad indígena y a la creación de una sociedad más justa:

"DON EVELINO: Nosotros, los de Anenecuilco, descendemos de los trlahuicas, señor, que fueron vasallados de los aztecas y siempre un pueblo pacífico y poco peliador, que les dejó el campo libre a los aztecas en el Valle de México, pa' no verse en dificultades, y se vino a asentar por estos rumbos…Los antepasados nuestros le decían a esta tierra que era el tamoanchán, palabra que quiere decir el paraíso en la antigua lengua de nuestro padres…Ansina que la tierra era nuestra endenantes que llegara el señor don Hernando Cortés y se hiciera cargo del marquesado del Valle, que ansina le nombraban a la infinidad de pueblos que le daban su tributo al señor Cortés y di'onde el sacaba sus onzas de oro y sus mujeres y sus gustos…Los primeros papeles y figuras 'onde constaba nuestra tierra nos los fueron robados por los jueces y licenciados, uno de ellos don José de Tagle, juez de tierras hará cosa de doscientos años, que no nos las devolvió dizque porque encontró "muy derrotada y de letra muy agusada" la Merced Real de Anenecuilco, que le fue pasada al virrey don Luis de Velasco en los años de mil y quinientos sesenta por el propio rey de España, don Felipe que llaman el Segundo…"[17].

Pero la lucha por la tradición, por la recuperación del Temoanchán no es una regresión, pues en el guión figura la alianza de los de Anenecuilco con los magonistas, con los ferrocarrileros magonistas, quedando planteada la alianza de obreros y campesinos, es decir, del campo y la ciudad. Sólo la concurrencia de estas fuerzas permite a Zapata vislumbrar el futuro. El sueño de Zapata manifiesta la idea de la superación campesina:

"…Emiliano duerme profunda, intensamente…Las visiones de su sueño…¿En dónde se encuentre…¡Sin duda esto no es México! Pero la gente es igual a la que Emiliano conoce: los mismos rostros bronceados de campesinos que manejan y disponen toda clase de animales mecánicos gigantescos, de ruedas monstruosas. Hay algo distinto: no visten ya de manta ni calzan huaraches. Parecen obreros, con su pantalón de peto, sus zapatos, sus rostros sonrientes…No hay una sola hacienda en toda la extensión sobre la que Emiliano vuela: granjas, granjas y más granjas hasta no caber ya y perderse en la línea del horizonte. Pero sí, sí debe ser México, porque ahí viene, a campo traviesa, todo un batallón de infantería… ¿Qué punto se proponen atacar? Parece que llevan buenas armas al hombro y marchan con enorme disciplina…Pero no son armas, son azadas, picos, palas…Y claro que son mexicanos, porque todos van cantando el himno nacional…y  otro himno juvenil también airoso: 'voy a cantar compañeros la canción del agrarista…les dirá muchas verdades señores capitalistas…es la canción de los pobres que en el campo trabajamos…los que con tantos sudores nuestra tierras cultivamos…' ¡Pero no! Éstos no son pobres. Salen de las granjas siempre cantando y luego caminan hacia pequeños pueblitos de casa nuevas, limpias…que ya no son jacales…"[18].


La impronta del zapatismo quedó grabada desde la infancia. A la muerte del padre la familia Revueltas debió abandonar la casa donde vivieron en la Colonia Roma, para mudarse al barrio de La Merced. Pronto se adaptó a la ajetreada vida de este barrio comercial. A pesar de los toscos intereses mercantiles supo rápido de la vida cultural que particularmente los domingos y otros días festivos se manifestaban. En esas fechas los vecinos podían escuchar a pregoneros convertidos en medios de información y comunicación. También podían escuchar a los cantantes de corridos, casi siempre parejas. Ellos repartían o leían previamente las cuartetas  que anunciaban lo que cantaban. Revueltas consevó durante muchos años tales cuartetas. Por eso pudo escribirlas:

"El Atila me llamaron
los que a mí me combatían
pero ya todo acabóse
y murió ya a quien temían.

Me trataron con respeto
todos mis soldados leales,
para ellos no había tormento.
Adiós, firmes generales. […]

Muerto está ya el guerrillero
que a ninguno respetó,
pues a Madero y Carranza
bastante guerra les dio.

Hoy de todos se despide
con tristísima amargura
y pide que no lo olviden
en su oscura sepultura.

Adiós le digo a Carranza,
al que siempre combatí,
pues ya perdí la esperanza
y en polvo me convertí.

Adiós ferrocarrileros
ya nunca los volaré;
compongan todos sus trenes
que al mundo no volveré…"[19].

Este testimonio muestra cómo despertó tempranamente el interés por la lucha de los campesinos e indígenas y cómo desde entonces comprendió el mundo agrario mexicano como un escenario dialéctico donde a pesar de la opresión y miseria, el espíritu de la insurrección renace multiplicado una y otra vez; este siglo que termina así lo demuestra, pues asomó a la vida con los zapatistas de Morelos y fenece escuchando los reclamos y exigencias de los zapatistas chiapanecos.

¿De dónde estos indígenas poseídos por algún espíritu levantisco? ¿Cuáles sus razones? La letra del corrido evocado por Revueltas rememora los trenes dinamitados por los zapatistas de Morelos, ellos se opusieron tenazmente al avance de la agricultura capitalista. Vieron cómo el capital anunciaba su marcha a silbatazos de locomotora. El paso del capitalismo avasalló a los indios de Morelos y con ellos a su agricultura tradicional. La implantación del despotismo urbano-capitalista quedó plasmada en la novelística revueltiana. Por ello, tanto En algún valle de lágrimas, como en Los errores, los indios figuraron derrotados, humillados, ya reducidos en el espacio urbano. No obstante, la fragilidad de sus cuerpos, su debilidad, aún resisten abrazándose a la supervivencia con el único medio de firmeza que aún conservan, sus cuerpos macilentos, los pies descalzos, sus harapos.

Revueltas señaló nítidamente las responsabilidades del escritor:

"…Lo esencial del compromiso del escritor comunista radica entonces en no apartarse del papel que desempeña como conciencia individual y por ende como criterio ético, dentro de los principios que presiden al funcionamiento de la conciencia colectiva…"[20]

Esta preocupación la formuló reiteradamente, también de manera más directa y personal:

"Escribo para comunicarme; para suscitar en los demás las mismas preocupaciones mías, las mismas angustias. Mi propósito es inquietar los espíritus, si esto es posible; hacer que todos salgamos a la calle del mundo y miremos con sangre: nos envolvamos en las cosas, les pertenezcamos como ser colectivo y pactemos ese compromiso del hombre que es el hombre mismo y su reapropiación, su desenajenación de la inhumanidad a que ahora pertenece"[21].

Pero no se conformó con enunciar compromisos éticos y deberes morales, apegado a su racionalismo y a su disposición teórica[22]desarrolló argumentaciones filosóficas. Sus reflexiones estéticas las denominó "realismo humanista dialéctico"[23]. El punto de partida de su concepción es el reconocimiento de la historicidad de toda obra de arte. Toda expresión artística es una forma de trabajo social, por ello expresa relaciones sociales. En consecuencia, con el carácter de las relaciones sociales, síntesis de múltiples determinaciones, la obra de arte debe aspirar a manifestar la totalidad, no tanto como obligación moral, sino como forma de fidelidad a la realidad, siempre histórica. La urbanidad mexicana, la modernidad citadina, descrita en En algún valle de lágrimas, o la de los años treinta figurada en Los errores, no prescinde de los indios. La indianidad vencida, aun así manifiesta su impronta, así sea en nichos donde se alberga como despojo de la modernidad que de este modo manifiesta su carácter, más aparente que real.

La estética revueltiana es dialéctica, pues niega, cuestiona, critica la realidad, la misma que artísticamente reproduce, sin distorsionarla. Pero la niega mediante sus propias evidencias al señalar toda la inhumanidad contenida, por eso mismo debe ser superada. Por ello no puede olvidarse, la escritura revueltiana es fundamentalmente anticapitalista y libertaria, inseparable de un proyecto revolucionario. En consecuencia no pudo descuidar, aun en medio de las tramas intersubjetivas más complejas, el modo como éstas se encontraban condicionadas históricamente, por el espacio urbano, al fin de cuentas componentes de una realidad nacional, para decirlo revueltianamente, de una totalidad. Esta ha negado y despojado a los indígenas de todo,  hasta de sus cuerpos, mediante la violencia mortuoria o la hambruna secular. De esto dan cuenta los despojos indígenas que ya desde En algún valle de lágrimas y en Los errores, deambulan extraviados en la moderna Ciudad de México, también ciudad de campesinos, ciudad de indios, subyugados por el poder dinerario.

 


Notas:

[1] José Revueltas, "Caminos de la nacionalidad", en Ensayos sobre México, Obras completas (en lo sucesivo OC), 19, Era, México, 1985, pp.19-20. La frase entre comillas sencillas, corresponde a Eurípides, citado en el texto, repetidamente por J.R. Los trabajos de Revueltas, hasta ahora citados, están incluídos en José Revueltas, "Formación de México", Ensayos sobre…, ya cit., pp.17-108.

[2] "Posibilidades y limitaciones del mexicano", en Ensayos…, ya cit., p.55

[3] Pueden considerarse los trabajos siguientes: Enrique Semo (coord.), Historia de la cuestión agraria mexicana 1. El siglo de la hacienda 1800-1900,  Ed. Siglo XXI-CEHAM, México, 1988; Enrique Semo, Historia de la cuestión agraria mexicana 2. La tierra y el poder 1800-1900, S.XXI-CEHAM, México, 1988. Leticia Reina, Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), S.XXI, México, 1984.

[4] José Revueltas, Los muros de agua. OC, 1, Era, México, 1978, p.148.

[5]José Revueltas, Las evocaciones requeridas I. OC, 25, Era, México,1987, p.63.

[6] José Revueltas, El luto humano. OC, 2, Era, México, 1980, p.158.

[7] "Naturaleza de la independencia nacional", en Ensayos…, ya cit., p.59.

[8] El luto…, ya cit., pp.159-160.

[9] José Revueltas, Los días terrenales, edición crítica, Evodio Escalante (coord.), CONCA, UNESCO, archivos, núm. 15, México, 1992, cap. 1, pp.11-12. "Posibilidades y limitaciones del mexicano", en Ensayos…, ya cit., p.57.

[10] José Revueltas, En algún valle de lágrimas. OC, 4, Era, México, 1979, pp. 74-75.

[11] José Revueltas, Los errores. OC, 6, Era, México, 1979, pp. 50 y 51. El espacio urbano predomina en Los errores, los recuerdos de Victorino sobre el asesinato de indios de Morelos ocurren en su oficina, al maltratar a un indio ya asentado en la ciudad, comerciante paupérrimo en La Merced; sobre el carácter citadino de esta novela, véase: Ezequiel Maldonado, "José Revueltas. 'Los errores'. Una ciudad cárcel. Una cárcel ciudad", en Fuentes Humanísticas, núm. 11, UAM-A, año 6, 2° sem., 1995, pp.11-19

[12] José Revueltas, "Barra de Navidad", en  Dios en la tierra. OC, 8, Era, México, 1979, p. 54.

[13] "El dios vivo", Ibid., pp. 147-149 y 175. También, José Revueltas, "Viaje al noroeste de México", en Visión del Paricutín. OC, 24, Era, México, 1983, pp. 26-52.

[14] José Revueltas, "El lenguaje de nadie", en Dormir en tierra. OC, 9, Era, México, 1978, pp. 91-92 y 132-133.

[15] José Revueltas, "Cama 11. Relato auobiográfico", en Material de los sueños. OC, 10, Era, México, 1979, pp. 38-39; además, pp. 43-45 y 132-133.

[16] Revueltas, conoció a Mariátegui y a César Vallejo desde los años treinta; discutió sus ideas a propósito de la cuestión indígena, en textos como "Arte y cristianismo: César Vallejo" y "Mariátegui: una luz en el camino", en Visión del…, ya cit., pp. 192-194  y 198-199, respectivamente. También escribió sobre la influencia cultural de los indígenas, en Perú: "Viaje a Perú", en Visión del…, pp. 114-120 y 129-14l. Otro modo de reconocer la influencia indígena, se observa a partir de la valoración de la obra de José Carlos Mariátegui, pues ya en los años sesenta aseveró: "Mariátegui  ha sido siempre mi maestro, pero en la cuestión ideológica. Fue él quien abrió los ojos a mi generación ante la necesidad de adaptar el marxismo a las condiciones nacionales y continentales y no hacer un marxismo de importación, zafio y de repetición  de fórmulas, sino tratar de captar la realidad nacional"; véase Ensayos sobre…, ya cit., p.222. Ciertamente, integrantes de "las condiciones nacionales", tanto en  los años de Mariátegui como en los de Revueltas y hasta la fecha, son los pueblos indios.

[17] José Revueltas, Tierra y libertad. Guión cinematográfico. OC, 23, Era, México, 1981, pp. 31-32.

[18] Ibid, pp. 175-176.

[19] Las evocaciones I, ya cit., pp.  50-51.

[20] José Revueltas, "¿Cuál es el 'compromiso' de los escritores y con qué causa han de comprometerse?", en Cuestionamientos e intenciones. OC, 18, Era, México, 1981, p. 121.

[21] "Respuestas al cuestionario de la profesora G.Gutiérrez", Ibid., p. 122.

[22] José Emilio Pacheco opinó que Revueltas es "el novelista con mentalidad más teórica que ha habido nunca", en "Revueltas y el árbol de oro", Prólogo a José Revueltas, Las evocaciones requeridas I, ya cit., p.11.

[23] José Revueltas, "Respecto a una connotación revolucionaria del arte", en Cuestionamientos…, ya cit., pp.  85-86.