Repensando lo que cuentan los Wichís

 

Hace años, a fines de 1988, comencé a leer un libro sobre la llamada Campaña del Desierto que había sido publicado en plena dictadura militar por el Gobierno de Mendoza para conmemorar los 100 años de ese acontecimiento ocurrido en 1879. Para mí fue una lectura terrible porque los autores de ese texto consideraban bárbaros, infieles e incivilizados a los indígenas de la Pampa y la Patagonia a los que había enfrentado con una enorme superioridad de fuego el ejército comandado por el general Julio Argentino Roca. No sólo se les nombraba de esa manera para decir que eran inferiores, sino que alababan que con esa acción militar habían sido despojados de su territorio de forma victoriosa para la Nación Argentina decimonónica.

En el libro también se incluían dos campañas civilizatorias más, la del Neuquén y la del Chaco, que se dieron con posterioridad a la del Desierto. Es preciso aclarar que se llamó así, desierto pampeano patagónico, porque según los ideólogos argentinos de esa época, como Estanislao S. Zeballos, era una zona sin las luces de la Civilización en manos de los indios bárbaros. Al parecer, tanto el Neuquén como el Chaco también padecían de este salvajismo indígena, si observamos que estas campañas de exterminio se dieron para ganar esas tierras y reubicar a los miembros de esos colectivos en reservas aborígenes civilizadas.

Los indígenas vencidos, entre los que se contaban los Wichís, fueron colocados en dichas reservas de las actuales provincias de Salta, Jujuy, Santa Fe, Chaco y Formosa. Los Wichís en nuestros días son considerados como la única y última cultura recolectora-cazadora de la Argentina.[1]

Actualmente en el noroeste de Argentina se produce soja. Para ello se destruyen los bosques con la desforestación y se mueve de sus tierras, las antes consideradas reservas, a los indígenas como los Wichís. Miguel Ángel Palermo, en su texto Lo que cuentan los Wichís, indica lo que padecen los integrantes de este pueblo originario con este monocultivo.


“A: La región del Gran Chaco en Sudamérica. B: Mapa de la Argentina que indica la zona ampliada en C. C: Mapa del norte argentino. La zona sombreada corresponde, aproximadamente, a la distribución actual de los Wichís”, María Eugenia Suárez, “El análisis de narrativas en etnobotánica: el ‘yuchán’ (ceiba chodatii, bombacaceae) en el discurso de los Wichís del Chaco semiárido salteño, Argentina”, ISSN 0373-580 X, Bol. Soc. Argent. Bot. 44 (3-4): 405-419. 2009.

Pero para hablar un poco más sobre los Wichís es preciso recordar que también son nombrados como Matacos. ¿Por qué se les dice Matacos? En la provincia de Salta, Argentina es una palabra que se usa para insultar cuando alguien comete una torpeza: “pareces mataco”. También se supone que en quechua significa armadillo y que es la manera peyorativa que se usó para nombrar a los Wichí. Alain Fabre informa que el término para autonombrarse es el de:

Wichí [que] es la auto denominación actual del grupo étnico en la Argentina. Los hablantes se refieren a su lengua como wichí lhamtés (/wici _amtes/). […] El gentilicio tradicional, que no es una auto denominación sino una palabra que muchos wichí rechazan por ser despectiva, es mataco.[2]

La palabra Wichí significa gente.[3] Según refiere Carlos Martínez Sarasola, los Wichís, que el antropólogo cita como matacos, pertenecen a la familia lingüística Mataco-Mataguayos. Ésta se encontraba integrada por los referidos matacos [Wichís], los mataguayos, los chorotes y los chulupíes “que ocupaban parte del Chaco Austral y Central.”[4]

Vale la pena aclarar que Martínez Sarasola tituló su libro como Nuestros paisanos los indios porque, además de que es un defensor intelectual de los pueblos originarios y así se puede apreciar en su obra, es la forma como el General José de San Martín se refirió a los indígenas argentinos durante la guerra de independencia:

Orden General del 18 de Julio de 1819

“La guerra la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar. Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetillas que trabajan nuestras mujeres, y si no, andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada” [5]

De hecho, este autor comenta que “si tuviera que decir cuál es la tesis del libro diría que es el considerar al indio como un protagonista activo de la historia argentina”.[6] En este sentido, hablar de los Wichís es referirse a parte de estos protagonistas indígenas activos de la historia argentina contemporánea.

Precisamente, Martínez Sarasola informa que los matacos (Wichís), son “comunidades de cazadores, recolectores y pescadores, esta última actividad practicada en la época de crecida de los ríos con singular intensidad, al igual que ocurría con la búsqueda de la miel.”[7] En cuanto a las relaciones con lo sobrenatural vale la pena reproducir lo que menciona este autor:

La idea de un ser supremo preside la concepción del universo aunque no hay mayor información con respecto a cultos hacia él. Existen en cambio una serie de espíritus encargados de gobernar la naturaleza y sus actividades como la lluvia, el crecimiento de los frutos, etcétera. El héroe civilizador de los matacos, Tokwaj, les dio los elementos para la pesca.

Un lugar preponderante en la cosmovisión ocupa el chamán, que al igual que en otras culturas accede a esa función a través de la transmisión hereditaria, la revelación o el aprendizaje. El chamán, verdadero puente entre la comunidad y lo sobrenatural, es también el custodio de los mitos que explican el misterio de los hombres y del mundo además de aplicar esos conocimientos para la curación de enfermedades.[8]

Sobre Tokwaj, al que Miguel Ángel Palermo denomina Tokjuaj, se sabe que es un ajat, “algo así como un diablo”. Él fue el que “les dijo a los hombres cómo encender fuego haciendo girar de punta un palo sobre una tablita, y también les mostró cómo hacer arcos y flechas, y redes para pescar, y casas. Todas cosas buenas.”[9] También hay quienes suponen a los ajat como “espíritus malignos que viven en el inframundo […] Serían también los espíritus de los muertos”.[10]

Los Wichís, según refiere Christian le Comte, “originalmente eran recolectores de algarroba, tuna, calabazas y miel. Cazaban con arco y flecha y pescaban con arpón. Actualmente los Wichís se dedican a la elaboración de artesanías de madera [palo santo] y especialmente de tejidos con hilo de hoja de chaguar.” De hecho, el chaguar es aprovechado por ellos como alimento, medicina, objeto mágico y para elaborar la fibra que utilizan para sus tejidos.[11] Sobre la algarroba, también llamado algarrobo, nos dice Palermo que “posiblemente ninguna planta ha sido tan fundamental para ellos como el algarrobo, con sus nutritivas vainas que –además de poder comerse sin mayor elaboración- sirven para hacer harinas y una bebida alcohólica muy popular en todo el Norte argentino: la aloja, fuerte como una cerveza.”[12]

En otro orden de cosas, es preciso referirme a la campaña militar que provocó el despojo de su libertad y de sus tierras a los indígenas argentinos del Chaco en la década de 1880. Y ya que al principio de este escrito mencioné el azoro que me provocó la lectura del libro que conmemoraba el centenario de la Campaña del Desierto de 1879, me parece adecuado citar el apartado que se refiere a la Campaña Civilizatoria del Chaco:

En 1884 el ministro de Guerra y Marina de Roca, general Benjamín Victorica, organizó una campaña al Chaco austral para adelantar la frontera interior hasta el río Bermejo, establecer una línea de fortines hasta Salta y realizar estudios científicos desde el punto de vista de las posibilidades agrícolas y comerciales. Fue todo un éxito. Corrientes, Salta y Jujuy podían comunicarse entre sí a través de la zona conquistada. El río Bermejo podía ser navegado. Se fundaron pueblos: Presidente Roca, Puerto Expedición y Puerto Bermejo. Por otra parte, Santa Fe, Santiago y Córdoba se vieron libres del indio.

La incorporación definitiva de la zona norte

Sin embargo, el problema del indio no finalizó. Pasarán casi veinte años hasta que el norte se integre territorialmente. “Esto fue debido –seguimos a Félix Best-, a que, como en la frontera sur en años anteriores a 1879, no se preparó una ofensiva única y a fondo hasta el río Pilcomayo (límite internacional), evitando el procedimiento lento y costoso de los avances sucesivos, por saltos, construyendo fortines…”

Después de la campaña de 1884, las fuerzas nacionales se limitaron a la protección inmediata de las poblaciones. Roca, nuevamente en la presidencia, dispuso la ocupación definitiva del Chaco. En 1889 se inició una campaña integrada por fuerzas militares al mando del general Lorenzo Vintter que dio como resultado el sometimiento de un número considerable de indios. A principios de este siglo [XX], Enrique Rostagno llevó a cabo la ocupación de la frontera sobre el Pilcomayo en una extensión de 3.200 leguas. Los principales caciques reconocieron a las autoridades nacionales y se fundaron nuevas poblaciones sobre el río hasta que el Chaco se incorporó total y efectivamente a la civilización.


“Teatro de operaciones de las campañas del Ejército Argentino, en los territorio libres del Chaco (1870-1884)”, Carlos Martínez Sarasola, op. cit., p. 277.

En 1940 se reconoció el carácter de “expedicionarios del desierto” a todos los que participaron en las campañas realizadas hasta el 31 de diciembre de 1917, fecha que puso fin a la campaña del desierto en el norte.[13]

A lo anterior hay que añadir las fotos tomadas a los miembros de los pueblos originarios vencidos, sobre todo a las mujeres, y que sirvieron de tarjetas postales. Esto significa que los indígenas no sólo fueron ultrajados en sus costumbres y despojados de sus lugares habitacionales tradicionales, sino que el progreso civilizatorio también sirvió para sacarles modernas fotografías y darlos a conocer, a través de ellas, en diversos países. Al respecto, Carlos Masotta nos dice que:

Para comprobar que las postales de indios atendieron de un modo particular al cuerpo femenino basta observar la redundancia con que los epígrafes insisten en enunciar “mujeres indias”, “belleza india”, “mujeres de cuatro edades”, “grupo de indias”, entre otros similares. Recordemos que no existen equivalentes para el caso masculino. Es más, si se comparan las fotos grupales, los retratos y las fotos femeninas que circularon en el período de mayor auge entre 1900 y 1920, y las ediciones tardías entre las décadas del ’30 y el ’40, es notable cómo, mientras los dos primeros se mantienen en sus rasgos generales, las imágenes femeninas evolucionan hacia un modelo cercano a la pornografía, con poses obscenas y exhibición de genitales. Este último caso se centró especialmente en mujeres de grupos indígenas de la región chaqueña y fue posible por las formas de ingreso de la fotografía comercial de indígenas a los ingenios azucareros”[14]

Por si todo esto fuera poco, Palermo nos informa que ante el avance de la colonización “blanca”, los Wichís quedaron arrinconados en las zonas más desfavorables. Son empleados como mano de obra barata en las épocas de cosecha o zafra azucarera. Incluso, en algunas ocasiones llegan a trabajar a cambio de mercaderías y no de dinero en efectivo. Añade el autor que sufren problemas de tenencia de tierras y se ven forzados a vivir en los lugares menos valiosos de la región. En los últimos años la situación se ha agravado con los crecientes desmontes y violentos desalojos debidos a la expansión del monocultivo de soja. A esto se suman, enfatiza Palermo, la disminución de la caza, la pesca y la recolección de plantas por alteración del medio ambiente natural, y las sequías que suelen castigar al área chaqueña. “Por estas causas, los Wichís padecen alarmantes índices de mortalidad y enfermedad por desnutrición, tuberculosis y otros males. Según los datos oficiales, en 2004-2005 este sector de la población argentina llegaba a 40.036 personas, de los cuales 34.561 vivían en comunidades.[15]

En las páginas electrónicas es común encontrar noticias recientes acerca de la desforestación y de las calamidades que sufren los Wichís. El siguiente texto es un ejemplo de los testimonios de algunos de los afectados:


“Indias Matacas de las cuatro Edades, Chaco Salteño, Rep. Argentina”, Carlos Masotta, Indios en las primeras postales fotográficas argentinas del S. XX, Buenos Aires, La Marca Editora, 2007.
“El trazado de alambrado significa que nos están quitando vida. Nosotros vemos que nos quedamos sin vida, porque a nuestros alimentos los están arrasando las empresas que explotan los montes”, dice Juan Vega, cacique de la comunidad Pozo Nuevo, en un llamado de auxilio que los Wichi hacen a la comunidad nacional e internacional.

Pozo Nuevo es un paraje ubicado sobre la ruta 86, a 35 kilómetros de la ciudad de Tartagal, en el norte de Salta. Allí, la deforestación sojera alambra el bosque, vital para la supervivencia de la cultura y el hábitat de las culturas recolectoras y cazadoras. […]

A unos kilómetros de Pozo Nuevo, la tragedia se repite. En la comunidad Wichi de El Escrito, sesenta familias resisten la expulsión de sus dominios por el desmonte compulsivo. En cuatro años desaparecieron 807 mil hectáreas de montes y las topadoras siguen su avance sobre el pueblo. “Nos quieren obligar a que nos vayamos”, insisten los Wichi de El Escrito. Los pueblos de El Traslado y Zopota, viven el mismo suplicio, son testigos del aniquilamiento de sus tierras.[16]

Para concluir este escrito acudo al siguiente pensamiento de un Wichí recogido por Martínez Sarasola y que servirá para comprender que esta situación de zozobra que ahora padecen los miembros de este pueblo originario por la pérdida de su territorio, de su ecosistema, de su forma de vida y cultura, no ha sido la única en su historia, pero ojalá que sí la última para que su sociedad sea respetada y perdure para siempre.

Aquí nadie nos quiere ni nos ayuda, por eso quiero conocer cómo podemos vivir mejor. Quiero conocer cómo podemos hacer que no nos mientan más. Somos matacos, y a nosotros no nos ayudan como a ellos los blancos. Quiero comprender por qué estamos así. Nos han mentido siempre (…) Pero lo que sí pedimos es respeto, somos gente pobre, somos nativos, somos de esta tierra.[17]

 


Notas:

[1] http://eco21.com.ar/el-grito-del-monte-y-la-maldita-soja-tartagal-y-la-soja/ (Fecha de consulta: 20 de febrero de 2012).

[2] Alain Fabre,” Los pueblos del Gran Chaco y sus lenguas”, segunda parte: “Los mataguayo”, Suplemento Antropológico, 40/2, Asunción, Paraguay, (2005), [PDF Última modificación: 29/12/11], p. 85.

[3] Christian le Comte, Indígenas Argentinos, Buenos Aires, Maizal Ediciones, 2003, p. 28.

[4] Carlos Martínez Sarasola, Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina, Buenos Aires, Emecé Editores, 2005, p.79.

[5] http://www.lagazeta.com.ar/libertadora.htm (Consultado el 23 de febrero de 2012).

[6] http://www.desdeamerica.org.ar/pdf/texto5_ind.htm (Consultado el 23 de febrero de 2012).

[7] Carlos Martínez Sarasola, op. cit., p. 79.

[8] Ibid., pp. 79-80.

[9] Miguel Ángel Palermo, Lo que cuentan los Wichís, Buenos Aires, Sudamericana, 2011, pp. 25- 27.

[10] Adolfo Colombres, Seres mitológicos argentinos, Buenos Aires, Colihue, 2008, p. 28.

[11] Christian le Comte, op. cit., p. 28.

[12] Miguel Ángel Palermo, op. cit., p. 54.

[13] AA.VV., Las Campañas del Desierto y del Chaco, Mendoza, Argentina, Gobierno de Mendoza, Ministerio de Cultura y Educación, 1979, pp. 139-140.

[14] Carlos Masotta, Indios en las primeras postales fotográficas argentinas del S. XX, Buenos Aires, La Marca Editora, 2007.

[15] Miguel Ángel Palermo, op. cit., pp. 58-59.

[16] http://eco21.com.ar/el-grito-del-monte-y-la-maldita-soja-tartagal-y-la-soja/ (Fecha de consulta: 20 de febrero de 2012).

[17] Andrés Tolaba, mataco, 1985, citado en: Carlos Martínez Sarasola, op. cit., p. 397.

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

DELFÍN GUILLAUMIN, Martha, (2012) “Repensando lo que cuentan los Wichís”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 11, abril-junio, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=449&catid=12[/div2]