Hernán Camarero[1]

 

Comencé a investigar la historia del movimiento obrero, de las izquierdas y del pensamiento socialista en la Argentina y en América Latina hace unos treinta años. Y ya en ese entonces, el nombre de Ricardo Melgar Bao era un punto de referencia.

Había conocido su obra El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna, publicada en 1988, y su apuesta por la interrelación de las dimensiones sociales, políticas, culturales e ideológicas, a partir de un enfoque global del subcontinente, relacional y comparativo, me había parecido una tarea enormemente necesaria y útil. Aún recuerdo el grato impacto que me había causado leer sus síntesis tan bellamente escritas acerca de tantas experiencias de la clase trabajadora: de las utopías igualitarias del primer medio siglo decimonónico, con sus comunas e iniciales rebeliones de desheredados; sobre aquella primavera blindada de la anarquía, en donde ya en el cambio de siglo la incipiente clase obrera montó sus organizaciones de lucha, apostó a la huelga general revolucionaria, ritualizó sus primeros de mayo y avanzó con sus orientaciones anarcosindicalistas; también, respecto al ciclo que luego confrontó las palomas del capital con las cóleras proletarias, con el despliegue del sindicalismo clasista y rojo, que convivió con la Confederación Obrera Panamericana (COPA) como variante de un “monroísmo obrero”; por último, ya en los períodos anteriores y posteriores a la segunda guerra mundial, la dinámica del antifascismo de organizaciones como la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) que tras el fin de la conflagración y con la irrupción de un nuevo interamericanismo sindical luego derivó en el segundo “monroísmo obrero”, el de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT).

Desde ese momento lo había identificado como uno de los intelectuales que mantenía vivo el interés por el estudio del pasado de los/las trabajadores, de los/las subalternos/as, de los/las oprimidos/as y explotados/as, y de sus formas de representación, de sus prácticas y de sus articulaciones ideológico-políticas, temáticas que, al menos, en el contexto argentino de los inicios de los años 1990, se mostraban como mayormente desatendidas, olvidadas o, incluso, puestas en entredicho, en un contexto signado por la ofensiva neoliberal en toda la región y que en el campo académico mutó en una negación de la relevancia de las cuestiones referidas al mundo del trabajo, de la conflictividad social y de las ideologías de la emancipación social.

Había ido descubriendo de a poco y con curiosidad los particulares rasgos que fueron conformando la impronta de Ricardo como investigador de la historia de los/as trabajadores/as y de las izquierdas. Un peruano, formado en la universidad y en los debates político-intelectuales de aquel país, pero que ya no vivía allí, aunque seguía interactuando con todas sus tradiciones y mantenía sus preocupaciones por las identidades del mundo popular andino. Un mexicano por adopción desde 1977, que necesariamente, desde esa nueva ubicación, pudo ampliar aún más sus intereses y sus miradas en clave continental, e incorporando las improntas de la región mesoamericana en sus objetos de estudio, desde el fenómeno del zapatismo y las configuraciones campesinas hasta las características de una capital azteca como sede de múltiples exilios (entre los cuales, los de las redes apristas cobraron especial relevancia). Un analista de los tiempos pretéritos (y en ocasiones también presentes) del movimiento obrero y el mundo plebeyo, pero que encaraba su labor desde su doble condición de historiador y antropólogo, sensible a la vez al examen diacrónico y sincrónico, a escrutar las prácticas, representaciones e imaginarios sociales, políticos y culturales, no siempre evidentes, muchas veces muy ocultos, incluso encriptados, que él siempre mostró obsesión por auscultar y por ofrecer reflexiones inteligentes. Por último, un intelectual en el sentido más pleno del término, que resistió a un anclaje en las puras adscripciones institucionales, incluso si ellas eran tan relevantes como las que había alcanzado como profesor e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, que mostró una persistente voluntad por ocupar un lugar en el debate público y en las disputas políticas más importantes como uno más (sin las soberbias recurrentes del personal universitario), y que, aún más, ofreció el testimonio de su pasado militante, lo metabolizó con orgullo y lo usó como insumo para sus propias reflexiones teórico-historiográficas. En ese sentido, se me presentaba como ejemplo venturoso de un intelectual comprometido, crítico, radical, en sus juicios y en sus prácticas.

Pude conocer a Ricardo hacia 2005 en Buenos Aires, en uno de sus viajes al país, que desde aquellos años se fueron haciendo muy frecuentes. Junto a un colectivo de compañeros/as y colegas editábamos Nuevo Topo, Revista de Historia y Pensamiento Crítico, y logramos tomar contacto con él. Para una publicación como la nuestra, que buscaba nuevos rumbos de investigación desde la historia social, política y cultural en diálogo con las ciencias sociales, en pos de la construcción de un espacio teórico de izquierda, su figura nos resultaba iluminadora, porque él se nos presentaba como una de las referencias del campo intelectual latinoamericano con el cual podíamos intercambiar y proyectar reflexiones comunes estratégicas. En el tercer número de la revista (septiembre-octubre de 2006) se reprodujo un extenso reportaje sobre él (realizado por Omar Acha en Cuernavaca)[2] en donde, además de repasar su singular travesía como intelectual latinoamericano, se conversó acerca de las trayectorias de las clases subalternas y populares en el continente, con particular énfasis en las cuestiones étnicas, los itinerarios de las militancias comunistas, los escabrosos recorridos de la Internacional Comunista en la región, su evaluación de José Carlos Mariátegui, la problemática del indigenismo y las redes del exilio aprista.

Desde aquellos momentos, mis vínculos con Ricardo crecieron exponencialmente e iniciamos un intercambio intelectual y logramos construir una amistad que se mantuvo hasta su muerte, aún a pesar de los veinte años de diferencia que nos llevábamos. Ya me había hecho algunos comentarios sugerentes, que mucho aprecié, a un libro que recientemente había co-coordinado, El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo. Hacia 2006-2007 los diálogos y discusiones con él contribuyeron a la última versión de mi libro A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935. Sus conocimientos sobre el universo cominterniano eran inacabables y la posibilidad de encontrar la especificidad del caso argentino, sobre todo, de la experiencia de la bolchevización, de la aplicación de las estrategias de “clase contra clase” y del “frente popular”, y de la peculiar estructuración del PC y el papel de líderes como Codovilla, Ghioldi y Penelón, le había interesado especialmente, de modo que abrimos una senda de conocimientos mutuos e intercambio de ideas y materiales sobre el tema que ya nunca se detuvo, y que para mí tuvo un valor inestimable.

A fines de 2008 participamos en Santiago de Chile en la mesa sobre “redes políticas y militancias” dentro de un tradicional congreso que se realizaba en la sede de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), que se convirtió en un taller de investigación sobre el devenir del comunismo en América Latina, en el cruce entre lo nacional y lo global, intentando repensar en el entramado de visiones del mundo, ideas y creencias que están por detrás de los procesos de construcción de culturas políticas. Ricardo era el organizador de ese simposio junto a la querida Olga Ulianova, quien luego se encargó de editar esas contribuciones en un libro bajo el título de aquella mesa.[3] De algún modo ya se venía conformado un nodo de investigadores/as sobre los comunismos, la historia de la Comintern y de las izquierdas, en perspectiva relacional y comparativa latinoamericana, desde el ángulo de la revisión de las practicas militantes, las subjetividades y las culturas políticas, en el que Ricardo jugó un papel decisivo, y que en los diez años siguiente tuvo posibilidad de dar vida a múltiples eventos, publicaciones y redes de colaboración.

En este sentido, la oportunidad siguiente de encuentro fue el 53º Congreso Internacional de Americanistas, realizado en la Ciudad de México en julio de 2009. La acostumbrada generosidad de Ricardo, junto a la de su inseparable compañera Hilda y su querida hija Dahil, permitió que me albergase en su casa de Cuernavaca y su departamento del DF, en donde pudimos disfrutar de magníficas reuniones sociales, familiares y amicales, con muchos compañeros/as y colegas de todo el mundo (entre tantos, nuestro común amigo ruso Víctor Jeifets), afinando las discusiones sobre las cuestiones empíricas, teóricas e historiográficas en pos de una nueva historia multidimensional y comprensiva del fenómeno comunista en el subcontinente. Fue en ese entonces cuando pude admirar el voluminoso archivo de fuentes y la extraordinaria biblioteca que él poseía en su casa, siempre dispuesta a la consulta y el intercambio entre colegas.

Ricardo Melgar y Hernán Camarero, Cuernavaca, México, 2009
Imagen 1. Ricardo Melgar y Hernán Camarero, Cuernavaca, México, 2009.
Fuente: Hernán Camarero.

Ricardo Melgar, Hernán Camarero y Víctor Jeifets, Cuernavaca, México, 2009
Imagen 2. Ricardo Melgar, Hernán Camarero y Víctor Jeifets, Cuernavaca, México, 2009.
Fuente: Hernán Camarero.

El vínculo que mantuve con Ricardo durante la década de 2010 no hizo más que incrementarse y se expandió en todos los sentidos, personales, familiares, intelectuales y, por qué no decir, también políticos, dada la profundidad y franqueza del debate que sostuvimos en la perspectiva de volver a pensar los caminos de la emancipación social. Se hicieron frecuentes los animados y pantagruélicos asados regados con buen vino en mi casa cada vez que se acercaba a Buenos Aires junto a Hilda y siempre con atentos regalos para mis hijos. Eran horas y horas de conversación, durante las cuales con el viejo peruano recordábamos las numerosas anécdotas de su vida, o mejor de sus vidas, porque parecía tener varias, tanto de la infancia y juventud, en especial de sus periplos de formación universitaria y militancias políticas andinas, como de su posterior instalación en el mundo académico e intelectual de México, las cuales se entremezclaban y comparaban con nuestros propios recuerdos rioplatenses, que a él tanto le interesaba escuchar. Ricardo sabía hablar, con ese modo tan particular de expresarse, basado en la riqueza del lenguaje, la contundencia y a la vez el matiz de sus expresiones y el movimiento pendular de sus manos, pero también sabía escuchar. Aún recuerdo muy gratamente las largas caminatas de animada conversación en Rusia en 2015, cuando compartimos una estancia académica que se combinó con tantos paseos, en los que, de pronto, en ejercicios de verdadera historia conectada, combinábamos las discusiones sobre historia del bolchevismo y el transcurrir del experimento soviético con las tradiciones revolucionarias argentinas, peruanas y mexicanas.

Ricardo Melgar y Hernán Camarero, Rusia, 2015
Imagen 3. Ricardo Melgar y Hernán Camarero, Rusia, 2015.
Fuente: Hernán Camarero.

Se multiplicaron las ocasiones para nuestros encuentros académicos y de trabajo común. Como la mesa sobre el movimiento internacional comunista y la izquierda latinoamericana en el 54º Congreso Internacional de Americanistas de Viena de 2012. En enero de 2013 ambos organizamos y coordinamos, junto a Víctor Jeifets, el simposio “Estigmas y demonios de las izquierdas en América Latina, 1919-1956: herejes, expulsos, espías y disidentes”, en el III Congreso Internacional “Ciencias, Tecnologías y Cultura. Diálogo entre las disciplinas del conocimiento”, en la USACH. Allí nos propusimos abordar una problemática insuficientemente investigada y poco debatida, la de las “figuras indeseables”, aquellas que fueron objeto de los estigmas propios de sus subculturas políticas, advirtiendo que los procesos de estigmatización en el seno de las comunidades militantes tienen entre sí sentidos y símbolos compartidos y otros que responden a sus particulares tradiciones y modos de representación. Revisamos el modo en que, en los imaginarios de las izquierdas, los estigmas se potenciaron al ritmo de sus crisis de dirección, de sus luchas internas y derrotas, pero también de sus prácticas, a veces, asociadas a factores extrapolíticos, como por ejemplo el racismo, la sexualidad y el amor, la lucha por el prestigio y el mando. Un año después tuve el placer de hacer el comentario en la presentación en Buenos Aires de su libro Haya de la Torre y Julio Antonio Mella en México. El exilio y sus querellas, 1928, en el que Ricardo se propuso examinar aquel cruce entre estas dos figuras claves del pensamiento y la acción política de Latinoamérica en los recorridos de la urdimbre urbana y cultural en que dicha relación se desplegó, pletóricos de puntos de convergencia, fricción y adversidad. También fueron muy destacados los intercambios en la mesa sobre la historia del comunismo latinoamericano que compartimos con él, los Jeifets y tantos otros colegas y amigos en el II Congreso Internacional “Rusia e Iberoamérica en el mundo globalizante: historia y perspectivas”, en la Universidad Estatal de San Petersburgo en octubre de 2015. Antes de ello, Ricardo me invitó a colaborar con varios artículos que publiqué en la revista que galvanizó buena parte de su proyecto teórico e intelectual en los últimos años, la querida Pacarina del Sur.[4]

Hay otros ejemplos de trabajos conjuntos, intercambios y colaboraciones mutuas. Pero solo quiero detenerme, para finalizar este recorrido, en el apoyo entusiasta que Ricardo brindó desde un inicio al lanzamiento de un espacio de reflexión integral de nuestros temas en Buenos Aires. Cuando comencé con los primeros pasos, en 2011, que llevaron a la fundación de Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, la revista académica de investigación y difusión sobre nuestros mismos temas, que dirijo, Ricardo fue de los primeros convocados para integrar su Consejo Asesor internacional, colaboró de múltiples modos con su existencia, evaluando y recomendando textos, y publicando su texto “Entre la Revolución Rusa y Nuestra América: la prensa militante, 1919-1935”, en el número 11 de 2017. Muy prontamente, Archivos se sintió una revista hermanada con Pacarina del Sur, de la que sacamos lecciones comunes en varias charlas acerca de los desafíos de las políticas editoriales, y los propósitos y los modos para sostener revistas de este tipo en el presente y hacia el futuro. Cuando, sobre la base de esta experiencia con la revista, inauguramos en Buenos Aires en 2016, junto a un amplio conjunto de investigadores/as, el Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI), del cual soy su director, Ricardo fue uno de sus invitados de honor. Me asesoró y dio recomendaciones para afinar los objetivos estratégicos que debía proponerse el CEHTI: desenvolver un proyecto de reflexión, investigación, difusión y divulgación de la historia de las izquierdas, la clase trabajadora, el movimiento obrero, el marxismo, el pensamiento crítico, la cultura socialista y los feminismos, a escala nacional e internacional. Ricardo se sintió parte integrante del CEHTI y ello me llena de orgullo y de reconocimiento hacia él. Hizo aportes materiales y donó libros y revistas para su Biblioteca/Hemeroteca. Dictó dos conferencias en nuestro centro: una en abril de 2017, a propósito de la presentación de su libro La prensa militante en América Latina y la Internacional Comunista; la última, en noviembre de 2018, titulada “De diccionarios obreros, de izquierda y del movimiento popular en América Latina: el caso peruano”.

Ricardo Melgar en el CEHTI, 2018
Imagen 4. Ricardo Melgar en el CEHTI, 2018.
Fuente: Hernán Camarero.

Ricardo Melgar y Hernán Camarero. CEHTI, Buenos Aires, 2018
Imagen 5. Ricardo Melgar y Hernán Camarero. CEHTI, Buenos Aires, 2018.
Fuente: Hernán Camarero.

Claro que estas actividades ya estaban muy afectadas y condicionadas por los avatares de su vida personal de esos últimos años, por las pérdidas y la salud quebrantada, pero también por las apuestas a transitar la vida en toda su plenitud posible. Algo de eso hablamos en aquella cena en un restaurante porteño en aquel diciembre de 2018, antes de despedirnos con un fuerte abrazo, sin saber que era la última vez que nos veríamos.

De algún modo, siento que continuar la labor de Archivos y el CEHTI es el mejor modo de mantener viva la memoria de Ricardo, en lo que a nosotros nos concierne. Y seguir interactuando con Pacarina del Sur y con los amigos y colegas con los que armamos tantas redes de investigación e intercambio en varias partes del mundo. El lúcido legado intelectual y político de Ricardo está en todos esos libros y revistas que dejó, de experiencias de proyectos y colectivos en desarrollo. Está en esas grandes ideas, que a todos nos incentivaban a salir de los lugares cómodos de la historia, a poner en entredicho algunas de nuestras convicciones más establecidas, para volver a pensarlas, de modo más crítico, más abierto, más radical. Seguiremos aprendiendo y recordando siempre a Ricardo en esos términos.

 

Notas:

[1] CONICET–Universidad de Buenos Aires. Instituto Ravignani. Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI).

[2] [N. E.]: Véase: “Clases subalternas, etnicidad y política en América Latina. Entrevista con Ricardo Melgar Bao”, reproducida en este número de homenaje.

[3] Véase: Ulianova, O. (Ed.). (2009). Redes, políticas y militancias en América Latina. IDEA-USACH.

[4] [N. E.]: Véase: Camarero, H. (2011). El Partido Comunista argentino y sus políticas en favor de una cultura obrera en las décadas de 1920 y 1930. En: Pacarina del Sur [en línea], 2(7). Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/amautas-y-horizontes/236-el-partido-comunista-argentino-y-sus-politicas-en-favor-de-una-cultura-obrera-en-las-decadas-de-1920-y-1930; La estrategia de clase contra clase y sus efectos en la proletarización del Partido Comunista argentino, 1928-1935 (2011). En: Pacarina del Sur [en línea], 2(8). Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/oleajes/295-la-estrategia-de-clase-contra-clase-y-sus-efectos-en-la-proletarizacion-del-partido-comunista-argentino-1928-1935