Osmar Gonzales Alvarado

 

La partida de Ricardo Melgar Bao deja una gran tristeza en quienes lo conocimos y mantuvimos una amistad con él, un profundo vacío en las ciencias sociales latinoamericanas, así como una agenda pendiente.

Pocos académicos han contribuido a conformar un campo intelectual latinoamericano como lo hizo Ricardo desde las diferentes arenas en las que ejerció su oficio de antropólogo. Ya fuera desde la cátedra, la publicación de sus investigaciones en libros, artículos de revistas y compilaciones de fuentes o su manera de animar los debates culturales y de las ideas, por mencionar solo algunas.

Considero que el movimiento obrero y el sindicalismo latinoamericano, así como la conformación de redes intelectuales entre nuestros países son las grandes áreas de investigación que marcan la obra de Ricardo. A estas dos temáticas Ricardo sumaría otras preocupaciones e intereses como el anarquismo, el zapatismo, el estudio de las correspondencias entre intelectuales, el humor, la prensa, la identidad cultural, la modernidad alternativa… Más adelante habrá tiempo para analizar de manera integral su obra, señalar con mayor precisión sus descubrimientos y aportes, así como las nuevas pistas de investigación que nos legó. Estas líneas solo pretenden ofrecer una visión general, y acaso parcial, del voluminoso trabajo intelectual que nos ha heredado.

El movimiento obrero fue una de las preocupaciones centrales que ocupó gran parte de la bitácora inicial de investigación de la vida intelectual de Ricardo. Como muestra están sus libros Burguesía y proletariado en el Perú. 1820-1930,[1] Sindicalismo y milenarismo en la Región andina del Perú (1920-1930)[2] y El movimiento obrero latinoamericano. Historia de una clase subalterna.[3]

Otros significativos aportes de Ricardo se centran en sus investigaciones sobre las redes intelectuales latinoamericanas, las cuales se constituyeron a partir de la dolorosa experiencia del exilio y en el marco de gobiernos decididamente conservadores (civiles o militares). Ricardo dedicó varios escritos a trazar los lazos de estas redes. Al respecto son relevantes sus trabajos: Redes e imaginario del exilio latinoamericano en México. 1934-1940,[4] Vivir el exilio en la Ciudad, 1928. V.R. Haya de la Torre y J.A. Mella[5] y Esteban Pavletich. Estaciones del exilio y Revolución Mexicana, 1925-1930 (en coautoría con su gran colaboradora, Perla Jaimes Navarro).[6]

Estas obras, basadas en abundante información, siguen la pista de los exiliados latinoamericanos (especialmente peruanos) y de las interacciones que establecieron entre ellos. Asimismo, en ellas se aborda la rebeldía revolucionaria de los exiliados frente a distintas situaciones de injusticia social en América Latina. Ricardo reconstruye los pasos que toman estos intelectuales exiliados revolucionarios para dar forma a diferentes organizaciones políticas e introduce a los lectores a los debates ‒amplísimos y profundos‒ que estos sujetos de ideas y de acción produjeron, muchas veces con una gran imaginación creadora.

El interés por estudiar el aprismo en su vertiente antiimperialista está presente en estos y otros trabajos de Ricardo. La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) combativa y revolucionaria, marxista o no, congregó a un buen número de exiliados a principios del siglo XX. Asimismo, los comunistas ‒afiliados a la Comintern o no‒, también buscaron establecer sus propias bases latino e indoamericanas. En el fondo, se trató de una lucha por el poder desde y entre la izquierda; así como de una disputa por liderear el movimiento obrero revolucionario latinoamericano.

Ricardo se propuso explicar y analizar estas redes de intelectuales del siglo XIX y XX, pero también buscó crearlas en nuestra época. En efecto, el trabajo académico de Ricardo estuvo íntimamente ligado al ejercicio de constituir redes intelectuales. Fue un animador cultural e intelectual perseverante, y su quehacer acercaba a investigadores de diferentes países a través de seminarios, coloquios, clases universitarias, publicaciones periódicas, libros o su propia revista digital, Pacarina del Sur. Como viajero persistente que era, Ricardo entabló relaciones personales con todos aquellos que participaban de sus inquietudes intelectuales. Nuestro buen amigo combinó la reflexión con la práctica, y sembró fecundas semillas al respecto.

Ricardo, nunca ocultó ser era un intelectual de izquierda, y en sus distintos estudios se trasluce su continua búsqueda por desentrañar las causas, las formas y los impactos de las redes intelectuales, políticas y culturales que los exiliados de izquierda conformaron en nuestros países. Pero Ricardo también buscó indagar sobre los elementos indentitarios que animaban a las izquierdas latinoamericanas. Para ello escarbó con pasión y perseverancia en distintos archivos, públicos y particulares, en busca de fuentes de documentación inédita para sus investigaciones. Estas fuentes le permitían comprender el pasado, pero también daban luces para interrogar nuestro presente.

A su vez, la figura y la obra de José Carlos Mariátegui fue uno de los temas predilectos de Ricardo, y a los que dedicó varios artículos y libros; entre ellos: Mariátegui, Indoamérica y las crisis de Occidente,[7] Mariátegui entre la memoria y el futuro de América Latina (coedición con Liliana Weinberg),[8] José Carlos Mariátegui. Escritos: 1928 (coedición con Francisco Amezcua)[9] y José Carlos Mariátegui. Originales e inéditos. 1928 (coedición con Manuel Pásara).[10]

No obstante que Ricardo vivió más cuatro décadas en México, nunca dejó de escribir y pensar sobre el Perú. El título de este libro coordinado junto con María Teresa Bosque Lastra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) nos dice mucho al respecto: El Perú contemporáneo. El espejo de las identidades.[11] México, además del país que acogió a Ricardo con cariño y respeto, era el mirador desde el cual Ricardo entendía la realidad latinoamericana.

Ricardo siempre fue agradecido con la recepción y hospitalidad que recibió en México, y le retribuyó su generosidad con la formación de nuevas generaciones de investigadores. Asimismo, con su continua apertura a entablar diálogos académicos con estudiantes y profesionales con diversas experiencias. Labores por las que fue reconocido con numerosas distinciones en México.

Ricardo también recibió condecoraciones y reconocimientos en Perú, algo extraño en nuestro país, que suele ser ingrato con sus intelectuales; más aún si han vivido en el extranjero por tan largo tiempo. Como si el hecho de vivir lejos significara necesariamente que el intelectual peruano en el exterior hubiera perdido su identidad. Imagino lo orgulloso que debió sentirse Ricardo con estos reconocimientos, pues los tenía bien merecidos.

 

Nuestro encuentro

Conocí a Ricardo en México, a mediados de los años 90, cuando él estaba dedicado a estudiar y escribir sobre el novelista peruano José María Arguedas y yo cursaba el doctorado en ciencias sociales en El Colegio de México. Desde un inicio me fue fácil llevarme bien con él. Conversamos sobre los temas que nos acercaban: la izquierda, los intelectuales y las ideas. Fue generoso conmigo, como lo era con todos; y en los años siguientes Ricardo me vinculó con grupos de estudio e instituciones en México, como la revista Memoria del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), o en Argentina, con el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI).

Luego de mi retorno a Lima, a inicios del presente siglo, mantuvimos nuestro diálogo a la distancia y nos reencontrábamos en persona cuando él venía a Perú. En mi condición de subdirector de la Biblioteca Nacional del Perú o de director de la Casa Museo José Carlos Mariátegui, lo apoyé en sus búsquedas de información para las investigaciones que estaba preparando. Pero, sobre todo, conversamos nuevamente. Aunque debo sincero en confesar que sobre todo yo lo escuchaba, pues deseaba aprovechar todo el caudal de conocimiento que siempre portaba y que transmitía con generosidad, sin ningún reparo. Además de su forma atractiva de dialogar, Ricardo tenía muy buena memoria.

Ricardo Melgar en una de sus exposiciones en Casa Museo José Carlos Mariátegui
Imagen 1. Ricardo Melgar en una de sus exposiciones en Casa Museo José Carlos Mariátegui: “José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre”, 25 de abril de 2011.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

Siempre inquieto, en algún momento del año 2012, Ricardo me propuso un proyecto. Nuestras indagaciones intelectuales nos habían llevado, a cada uno de manera independiente, a acopiar valiosos documentos del aprismo de los primeros años (fines de la década de 1920 e inicios de la de 1930), especialmente de cartas inéditas. Cierta vez que nos encontramos en Buenos Aires, en donde yo cumplía funciones de agregado cultural del Perú, Ricardo me planteó que, en vez de hacer trabajos paralelos e individuales, juntáramos nuestros papeles y hallazgos y diéramos forma a un solo libro. Inmediatamente acepté. Obviamente, era lo más adecuado.

Fue un proyecto interesante, pero al mismo tiempo algo extraño para mí, y creo que para Ricardo también. ¿Cómo dos izquierdistas, como Ricardo y yo, íbamos a escribir un libro sobre el APRA y Víctor Raúl Haya de la Torre, nuestros adversarios de siempre? Cuando conversamos al respecto, nos reíamos imaginando cómo lo recibirían los propios apristas contemporáneos, y eso nos daba más gusto; pero a la vez, no queríamos darles ninguna excusa para desacreditar nuestro trabajo.

Fue todo un reto, pues era la primera vez que escribiríamos juntos; aunque ya habíamos tenido algunas experiencias colaborativas previas. En 2010 yo comenté con detenimiento el libro Víctor Raúl Haya de la Torre a Carlos Pellicer que Ricardo publicó en coautoría con María Esther Montanaro Mena.[12] Así que no era extraño para ambos el abordar la figura de Haya de la Torre y el partido político que él fundó; además de que en aquella experiencia nos dimos cuenta de que nuestros puntos de vista al respecto eran afines.

Con dicho antecedente y con la mejor predisposición académica nos propusimos ser lo más objetivos posible en nuestra investigación, sin adjetivos ni descalificaciones, simplemente buscando comprender lo que había sido el APRA de esos primeros años. En adelante, intercambiamos por medio de sendos correos electrónicos nuestros avances e ideas y juntos fuimos afinando nuestros análisis. Fue así que en 2014 finalmente nuestro trabajo vio la luz bajo el nombre de Víctor Raúl Haya de la Torre. Giros discursivos y contiendas políticas. Textos inéditos,[13] con el sello editorial del Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires. Confieso que quedamos satisfechos con el resultado.

Esperábamos ‒sin muchas esperanzas en verdad‒ las reacciones de los militantes apristas peruanos: la respuesta fue un silencio casi absoluto. Alguna que otra excepción por allí, aludiendo a alguna de las cartas recuperadas, pero no más que eso. Entendimos que tal no-reacción es usual y sintomática de nuestra incapacidad para dialogar entre diferentes. Lamentablemente, bajo esas condiciones es muy difícil conformar un espacio de diálogo y de discusión de ideas. Antes que confrontar argumentos, muchos prefieren el silencio. Ricardo lo sabía, pero guardaba la expectativa de que el tiempo contribuyera a colocar nuestro libro en un lugar que le permitiera estimular el intercambio de ideas. Veremos si será así.

Ricardo siempre mostró una gran disposición a adecuarse a los tiempos y aprovechar los avances tecnológicos para difundir ideas, así como para asumir nuevos retos. Es así que en 2009 fundó junto con Alberto Villagómez la revista digital Pacarina del Sur, publicación que acoge estas líneas. Pacarina del Sur generó un nuevo escenario para que estudiosos, consolidados y emergentes, de toda América Latina publicaran sus investigaciones y aportes. Un espacio que ha enriquecido y recuperado una visión latinoamericana desde sus propios pensadores e intelectuales. Pacarina del Sur permite descubrir un venero enorme de información útil para los estudiosos de América Latina, así como una base de estudio para el pensamiento latinoamericano, al cual Ricardo siempre buscó darle forma.

Ricardo tenía un espíritu juvenil, de permanente búsqueda y de una inagotable conversación. Siempre traía novedades de información y nuevas perspectivas de análisis. Quienes lo conocimos también podemos dar testimonio de su carácter amable, de su generosidad personal y académica; así como de su seriedad como investigador. Por todas estas características a Ricardo no solo lo admirábamos, sobre todo lo queríamos.

Ricardo tenía una asombrosa paciencia ante cualquier desavenencia. Amaba la vida, y a ella se aferró con todas sus fuerzas. Soportó años de padecimientos ocasionados por un cáncer al que vencía, y volvía a vencer cuando este amenazaba rebrotar. ¡Qué ejemplo de perseverancia! Cuando estábamos seguros de que lo tendríamos muchos años más entre nosotros, el Covid-19 nos lo arrebató.

Ahora que Ricardo no está, nos será difícil encontrar ese punto de encuentro y de confluencia que él representaba. Al inicio de este texto comenté que Ricardo nos deja como reto una agenda pendiente: continuar su esfuerzo por comprender las bases de la constitución del campo intelectual (y también político) latinoamericano. Ricardo ya no estará ahí para que lo consultemos, ni para que le participemos nuestras dudas o intercambiemos ideas. Como consuelo tenemos a la mano su amplia obra a la que siempre podremos acudir para sortear cualquier dificultad a la hora de elaborar nuestras propias investigaciones. Ya sea que acudamos a ella para encontrar un dato exacto, la inspiración para alguna idea, o para ejercer el placer de la lectura; será ésta otra manera de seguir dialogando con él.

Ricardo se ha marchado, no me queda más que despedirme de él con el corazón entristecido. Adiós amigo, siempre te tendré presente; espero que desde donde estés, de tarde en tarde, te acuerdes de mí.

Dibujo de Haya de la Torre de Roberto Castellanos en Atuei, 1928
Imagen 2. Dibujo de Haya de la Torre de Roberto Castellanos en Atuei, 1928. Imagen intervenida para la porta del libro Haya de la Torre y Julio Antonio Mella. El exilio y sus querellas de Ricardo Melgar (2013).
Fuente: Pacarina del Sur.

Furor Andino
Imagen 3. Furor Andino.
Fuente:  Emilio Watanabe, cortesía del autor para Pacarina del Sur.

Osmar González Alvarado y Ricardo Melgar Bao con fondo de la portada de APRA núm. 1, 12 de octubre de 1930
Imagen 4. Osmar González Alvarado y Ricardo Melgar Bao con fondo de la portada de APRA núm. 1, 12 de octubre de 1930.
Fuente: Pacarina del Sur.

 

Notas:

[1]  [N. E.]: Ver: Melgar Bao, R. 1980. Burguesía y proletariado en el Perú 1820-1930. CEIRP.

[2] [N. E.]: Ver: Melgar Bao, R. 1988. Sindicalismo y milenarismo en la región andina del Perú (1920-1930). Escuela Nacional de Antropología e Historia. Una segunda edición se publicó en 2018 en la Ciudad de México por la editorial anarquista: Lxs Nadie.

[3] [N. E.]: Ver: Melgar Bao, R. 1990. El Movimiento Obrero Latinoamericano. Historia de una clase subalterna, Segunda edición en dos tomos, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Alianza Editorial Mexicana.

[4] [N. E.]: Ver: Melgar Bao, R. 2003. Redes e imaginario del exilio en México y América Latina 1934-1940. Libros en Red. Una segunda edición de este libro se publicó en la Ciudad de México en 2018 con sello editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México.

[5]  [N. E.]: Melgar Bao, R. 2013. Vivir el exilio en la Ciudad, 1928. V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella. Taller Abierto. Una segunda edición de este libro se publicó en 2013 en Buenos Aires con el título Haya de la Torre y Julio Antonio Mella en México. El exilio y sus querellas, Centro Cultural la Cooperación Floreal Gorini.

[6]  [N. E.]: Melgar Bao, R. y Jaimes Navarro, P. 2019. Esteban Pavletich. Estaciones del exilio y Revolución mexicana, 1925-1930. Instituto Nacional de Antropología e Historia.

[7] [N. E.]: Melgar Bao, R. 1995. Mariátegui, Indoamérica y las crisis civilizatorias de Occidente. Empresa Editora Amauta.

[8] [N. E.]: Melgar Bao, R. y Weinberg, L. 2000. Mariátegui entre la memoria y el futuro de América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México.

[9] [N. E.]: Melgar Bao, R. y Amezcua, F. 2008. José Carlos Mariátegui Escritos: 1928. Taller Abierto. 

[10] [N. E.]: Melgar Bao, R. y Pásara, M. 2018. José Carlos Mariátegui. Originales e inéditos 1928. Ariadna Ediciones.

[11] [N. E.]: Ver. Melgar Bao, R. y Bosques M. T. (Edits.). 1993. El Perú contemporáneo. Los espejos de las identidades. Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma Metropolitana.

[12] [N. E.]: Ver. Melgar Bao, R. y Montanaro Mena, M. E. 2010. Víctor Raúl Haya de la Torre a Carlos Pellicer. Cartas Indoamericanas. Taller Abierto, 2010.

[13] [N. E.]: Ver. Melgar Bao, R. y González, O. 2014. Víctor Raúl Haya de la Torre: Giros discursivos y contiendas políticas (Textos inéditos). Centro Cultural de la Cooperación.