Ricardo León García[1]

 

Conocí a Ricardo desde que se estableció en México en 1977. Lo que se inició como un vínculo entre docente y estudiante, dentro del aula Robert H. Barlow en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México,[2] a los pocos meses se convirtió en una relación de amistad que se mantuvo inquebrantable por cuatro décadas. Ese lazo de aprendizaje y diálogo se fortaleció con el paso de los días y los años hasta que entró en pausa el 10 de agosto de 2020.[3] Pasado el impacto que me generó la noticia de la muerte de Ricardo, retomo uno de los balances que hace tiempo decidí emprender de nuestra relación. Mi deuda con Ricardo Melgar es tan amplia que siempre me quedaré corto al tratar de valorar lo recibido.

El principio de congruencia entre el ser y el actuar fue una de las enseñanzas de mayor raigambre de Ricardo Melgar. Siempre actuó en consecuencia con lo que pensaba; ya fuera ante los problemas académicos y de investigación, la arena política o la vida misma. Esta congruencia no necesitaba de un discurso explícito que la hiciera evidente para que los demás pudiéramos comprenderla. En los momentos en que era necesario reflexionar o teorizar tal o cual posición de pensamiento, Ricardo lo hacía con rigor, especialmente si se trataba de las suyas. Era implacable en su exposición y razonamiento; aún más cuando se trataba de un debate o polémica [muy frecuentes en la ENAH de ese entonces] en los que tuviera que defender su dominio en un tema. Ricardo era un maestro en el arte de la argumentación y alimentaba sus argumentos con una lectura permanente.

Nunca podré borrar de mi mente las veces en que vi a Ricardo leer mientras caminaba de la estación del metro Chapultepec al Museo de Antropología. Un tramo de casi un kilómetro y medio en el que además de leer, lo veía subrayar sus lecturas, casi sin detenerse. Si no era un libro, era alguna revista o el ejemplar del diario El Nacional; sobre el que le gustaba sobre todo la sección bajo la batuta de don Gregorio Selser.

Alrededor de Ricardo siempre había materiales de lectura; y las conversaciones con él siempre fueron como cátedras. Destacaban tanto su gran capacidad de razonamiento como de establecer conexiones entre diversas expresiones tangibles de la teoría social. Si bien Ricardo siempre tuvo un asidero de reflexión teórica, nunca expresó las teorías como suelen hacerlo quienes acostumbran empantanarse en huecas expresiones teóricas sin la posibilidad de confrontarlas con indagaciones empíricas. Para Ricardo cada tema debía entenderse desde información puntual: la referencia a hechos históricos notas informativas y de prensa, documentos de archivos y el dicho de alguien.

Cuando alguna vez tuve el desatino de solicitarle una guía metodológica para estudiar la sociedad desde el materialismo histórico, su respuesta fue que, si no alcanzaba yo a comprender el fondo del método de la economía política de Marx (1989), él sentía que había fallado tratando de que yo aprendiera algo.

Meses antes de la partida de Ricardo, todavía tuve la osadía de comentarle que estaba yo metido en una encrucijada atorado en resolver el apartado metodológico de un trabajo que debía presentar muy pronto. Ricardo nuevamente me mandó de paseo. Después de cuarenta años de mi anterior petición de una guía metodológica, me dijo lo mismo con otras palabras:

 

Si con los datos empíricos no has sido lo suficientemente capaz de determinar si las teorías que estás considerando para comprender el asunto que tratas son las adecuadas para lograr los objetivos, mejor dedícate a otra cosa y no pierdas el tiempo dilucidando sobre algo tan inútil como la discusión metodológica.

Y remató:

Los metodólogos han demostrado su fracaso intelectual y la inutilidad de su discurso cuando no hablan de otra cosa más que de metodología. En cambio, si uno hace su trabajo, si está seguro del sustento teórico y ha obtenido más que suficiente material empírico, ¿de qué debe preocuparse? Tan sólo hay que vigilar la coherencia de las ideas. Y si no estás conforme, acude a Bourdieu (Melgar, 2020).[4]

 

Aquella clase fue motivo de muchas de nuestras conversaciones telefónicas y también de nuestros encuentros cara a cara; los cuales se volvieron esporádicos cuando en 1982 yo me mudé a otra ciudad. Pero la comunicación entre ambos siempre fue sólida, aun si la distancia física que nos separaba era de cientos de kilómetros.

Ricardo Melgar en Ciudad Juárez, 2018
Imágenes 1 y 2. Ricardo Melgar en Ciudad Juárez, 2018.
Fuente: Martha Estela Pérez.

A pesar de los malestares de salud que mi amigo y maestro Ricardo afrontó en 2019, ese año mantuvimos un continuo contacto para discutir algunas cuestiones relacionadas con el ejercicio del arte y la influencia de los intelectuales en Nuestra América. De esas conversaciones surgió su invitación a que yo presentara un trabajo sobre este tema en el seminario internacional Diálogos entre la Antropología y la Historia Intelectual. Evento que él junto con otros colegas coordinó en Ciudad de México en septiembre de 2019.[5] En el mes siguiente, contamos con la participación de Ricardo y Márcela Dávalos en el XVII Congreso Internacional de Historia Regional, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.[6] Aquella oportunidad nos permitió prolongar, en parte, las discusiones que se dieron en la capital mexicana para aterrizar esos diálogos tan fructíferos a nivel regional.

A lo largo de cuarenta años esa fue la dinámica de nuestros intercambios y encuentros. Los alumnos de Ricardo encontrábamos cualquier motivo para compartirle nuestras ideas, y profundizarlas para ir más allá de las búsquedas por el cómo y el por qué. También para beber una copa de buen vino. De Ricardo siempre admiré y busqué emular lo que considero fue una de sus mayores habilidades, su capacidad de entrelazar tradiciones y paradigmas desde las diversas expresiones del conocimiento. Algunos le llaman interdisciplinariedad, otros hablan de una visión holística o de lo complejo que resulta obtener un panorama total de la realidad desde diversos paradigmas.

Ricardo Melgar en Xochimilco, Ciudad de México, 1979
Imagen 3. Ricardo Melgar en Xochimilco, Ciudad de México, 1979.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

En 1978 emprendimos un viaje exploratorio de trabajo de campo bajo la tutela de Ricardo. Nos encaminamos a la Sierra Tarahumara en el norte de México para conocer cómo se expresaban las relaciones interétnicas. Los asentamientos de la Tarahumara eran considerados por el Estado regiones de refugio y, por lo tanto, sujetas a distintas jurisdicciones; pero también se convirtieron en territorios propicios para el ejercicio de políticas predatorias de los recursos naturales y etnocidas en contra de las poblaciones originarias. A partir de ese viaje se emprendieron distintos esfuerzos por comprender las expresiones locales de los resabios de las relaciones de producción semifeudales y la subordinación de las minorías nacionales en función de un neocolonialismo de Estado. También se originaron una serie de proyectos colectivos sobre el norte de México.[7]

Ricardo propuso distintas líneas de investigación en las que se volvían tangibles las formas en las que los científicos sociales al servicio del Estado, los organismos multinacionales y las agencias privadas de asistencia internacional se convertían en instrumentos propiciadores de políticas de depredación medioambiental y etnocidio. Si bien estas no eran temáticas del todo desconocidas para la antropología, estos procesos solían ser estudiados de manera aislada. Ricardo aportó a ellos la singularidad de pensarlos y estudiarlos de manera relacional.  No podía entenderse la Tarahumara, insistía Ricardo, si no era a través del diálogo entre disciplinas académicas y sus entramados de conceptos y principios teóricos; pero también de un profundo conocimiento de la historia y de analizar cómo un mismo problema se expresaba en otros contextos geopolíticos y en otras latitudes. Es así que para conocer las problemáticas de México también discutíamos de la realidad mapuche y de los pueblos caribeños. A su vez, leíamos tanto lo escrito desde la tradición antropológica estadounidense, francesa y británica, como los planteamientos en la sociología, las ciencias políticas y las corrientes que buscaban vincular la geografía con la historia. La literatura, el cuento y la novela también brindaban elementos de estudio social, por lo que estuvieron presentes en nuestras discusiones de cuatro décadas. Ricardo no permitía que nos empentáramos con una postura única; ni siquiera con los marxismos. Siempre nos exigió asumir nuestras ideas de manera crítica. De esa manera tuvimos oportunidad de abordar los diferentes “paisajes zurdos”, como le gustaba a Ricardo nombrarlos.

Ricardo Melgar siempre insistió en que el carácter histórico de las problemáticas a estudiar no podía quedarse en una mera referenciación de los antecedentes o puntos del pasado enumerados. Para ello proponía un constante ir y venir en el tiempo para buscar la expresión temporal en la larga, media o corta duración de cada aspecto; sin hacer de lado la comprensión del espacio físico y cultural en el cual se manifiestan tales o cuales características de esa historia.

Ricardo nos orientó a formarnos en el pensamiento crítico. Para ello era esencial que toda posición teórica o conceptual se sustentara en conocimientos de primera mano. Cultivó en nosotros la paciencia de encontrar la fuente original o de buscar la mejor traducción, en caso de no conocer el idioma en el que escribió el autor. También nos enseñó a confrontar las ideas de un mismo autor para comprender su esquema de pensamiento. Las ideas de un autor se aceptan, se desechan o se matizan sobre la base de una argumentación sólida. Tal era la posición del Ricardo Melgar que arribó a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México.

Había que criticar a los antropólogos desde la Antropología y no desde los discursos de interpretación de los antropólogos. Si buscamos comprender las aportaciones de Karl Marx a partir de los panfletos propagandísticos atribuidos a Stalin o criticar los puntos de vista de la antropología evolucionista de Morgan por medio de lo que han interpretado al respecto los hacedores de la Wikipedia, sólo tendremos los elementos suficientes para repetir nimiedades.

Con la masificación de la enseñanza, la búsqueda de la simplificación del conocimiento; pero sobre todo la prisa por alcanzar objetivos simples, han promovido que la investigación académica y la enseñanza universitaria recaigan en simulacros y banalizaciones. Como si se tratara de un reflejo de los procesos de intercambio en el mundo de mercancías, el conocimiento se ha puesto a merced de mercaderes del conocimiento. Predominan los intermediarios de las ideas que divulgan lo que suponen que los demás deben saber sobre algunos autores o corrientes de pensamiento; pero que no lo han leído a cabalidad. Replican lo que vagamente comprenden. A quien surca con prisa el proceso formativo le van muy bien esas clases de intermediarios.

Entre febrero y julio de 2020, Ricardo Melgar se dedicó a reflexionar muchos sobre el fantasma que comenzó a recorrer el mundo, el fantasma del Coronavirus. Destacaba la importancia de reflexionar hondo sobre la necesidad y las consecuencias del confinamiento, del uso de mascarilla y de la necesidad de transformar lo cotidiano. Si bien Ricardo trató el virus con precaución, no pudo evitar contagiarse. Libró una gran batalla respiratoria y su proceso de enfermad lo enfrentó con entereza. Hasta el final se mantuvo pendiente del avance y respuestas mundiales ante la pandemia; así como de los cambios sociales que se peleaban desde Chile, Perú y Bolivia; la terquedad política del mandatario en turno en Washington y de la terrible corrupción que ahoga a México.

Nuestro intercambio de ideas, notas y de caminos por dónde ubicar el futuro inmediato migraron del correo electrónico al WhatsApp. “Ya me movieron el tapete”, me comentó el 3 de agosto cuando algunos de sus amigos mexicanos y chilenos tratábamos de programar una reunión virtual colectiva con él… La hemos pospuesto hasta nuestro próximo encuentro.

Ricardo León García y Ricardo Melgar Bao, Cuernavaca, 6 de enero de 2004
Imagen 4. Ricardo León García y Ricardo Melgar Bao, Cuernavaca, 6 de enero de 2004.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

Ricardo León García, Ricardo Melgar Bao y Carlos González Herrera, Ciudad Juárez, 2018
Imagen 5. Ricardo León García, Ricardo Melgar Bao y Carlos González Herrera, Ciudad Juárez, 2018.
Fuente: Mayela Rodríguez.

 

Notas:

[1] Antropólogo, historiador mexicano. Docente de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez desde 1988.

[2] [N. E.]: De 1964 a 1979 la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) se ubicó en el segundo piso del Museo Nacional de Antropología, en Chapultepec. En 1979 se trasladó a su sede actual.

[3] [N. E.] Fecha de fallecimiento de Ricardo Melgar Bao.

[4] [N. E.]: En referencia Bourdieu y Wacquant (1995).

[5] [N. E.] León García, R. 2019. “¿Artistas e intelectuales? Escritores y pintores de Ciudad Juárez en la orilla de Nuestra América”. Ponencia presentada en el Primer Seminario Internacional Diálogos entre la Antropología y la Historia Intelectual, del 17 al 19 de septiembre de 2019.

[6] [N. E.]: Melgar Bao, R. 2019. “Representaciones peruano-bolivianas de Emiliano Zapata y la lucha por la tierra”. Ponencia presentada en el XVII Congreso Internacional de Historia Regional, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, del 2 al 4 de octubre de 2019. En una nota de prensa universitaria escrita por Erick Arenas Góngora sobre ambas ponencias menciona: “Por su parte, el doctor Melgar dijo [en entrevista] respecto a su ponencia: ‘Lo que presenté recupera la recepción y modo de mirar de las poblaciones andinas de la figura de Zapata. De todos los caudillos, él concito su mayor interés. Generaron textos y debatieron sobre su figura, incorporando elementos que ni siquiera se debatían en México. Si representaba a campesinos sin tierra, pero en el mundo andino se discutió la parte étnica, si representaba a los pueblos originarios, a los mestizos o a ambos’. Melgar Bao dijo también que en esos pueblos hubo una reapropiación y recreación del lema zapatista ‘Tierra y Libertad’ y otros referentes que tienen que ver con el curso accionar zapatista” (Arenas Góngora, 2019).

[7] [N. E.]: En 1980 Ricardo Melgar impartió dos cursos sobre la tarahumara: “Situación indígena de la Tarahumara” (1980) y “Antropología e historia del noroeste” (1980), aunque en otros cursos que impartió también se estudiaron aspectos de la región.

 

Referencias bibliográficas:

  • Arenas Góngora, E. (7 de octubre de 2019). Especialistas hablan sobre los movimientos sociales en América Latina. Somos UACJ. Obtenido de: https://comunica.uacj.mx/07-10-2019/4414
  • Bourdieu, P. y Wacquant, L‎. (1995). Pensar en términos relacionales. En Respuestas. Por una antropología reflexiva (H. Levesque Dion, Trad., págs. 167-175). Grijalbo.
  • Marx, K. (1989). Introducción General a la Crítica de la Economía Política. (J. Aricó y J. Tula, Trads.) Siglo XXI.
  • Melgar Bao, R. (2020). Conversación telefónica con el autor el 20 de enero de 2020.