Enrique Marchena Cárdenas

 

Dejo a los académicos pronunciarse acerca de los logros intelectuales de Ricardo y su legado académico producto su esfuerzo e incansable trabajo por desentrañar los problemas de nuestros pueblos latinoamericanos.

Estas palabras son un testimonio de alguien que durante muchos años compartió con Ricardo muchas vivencias y que sirven de pequeño homenaje a tan querido amigo.

Con Hilda Tísoc, su esposa, nos unía una amistad desde 1965, año en que ingresamos en la misma promoción a la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Dos años después conocí a Ricardo, que venía en condición de traslado de la Universidad Nacional Hermilio Valdizán de Huánuco. Eran años de efervescencia política por la Revolución cubana. Nos encontrábamos en las proyecciones de películas cubanas como Lucía, Memorias del subdesarrollo (ambas estrenadas en 1968), etcétera. Por estas épocas hubo una serie de movimientos estudiantiles en los que de alguna manera participábamos. Teníamos encuentros de discusión y crítica sobre nuestros países latinoamericanos.

En el ámbito estudiantil, Ricardo era uno de los promotores en la formación del Centro Federado de Estudiantes de la universidad. Hay que señalar que Hilda se especializó en Literatura y Ricardo y yo en Filosofía y Ciencias Sociales. Durante los años de facultad, aparte de los estudios académicos, nos dedicamos a la promoción de actividades culturales como teatro, cine, deporte y un concurso de cuentos en el que Ricardo fue el ganador.

Al término de nuestra carrera de Pedagogía, Ricardo siguió Antropología e Hilda continuó Literatura; ambos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mientras que yo estudié Ciencias Económicas y Contables en la Universidad Nacional Federico Villarreal.

Nuestra precaria situación económica nos obligó a realizar actividades diversas: Ricardo enseñaba en la Escuela Nacional de Arte Dramático y yo trabajé en una importante empresa librera.

Al poco tiempo me entero de que Ricardo e Hilda habían tomado la decisión de radicar en México donde continuaron con sus actividades académicas. Sin embargo, Ricardo retornó a Lima para finiquitar algunas acciones y radicar definitivamente en México. En esa ocasión me comentó que su mayor problema era que no tenía ni la menor idea de cómo trasladar su biblioteca, que ya contaba con algunos miles de volúmenes. Felizmente yo contaba con la facilidad de hacer ese trabajo, porque mi actividad en la empresa era la exportación de libros peruanos y le trasladé toda su biblioteca. Hay una anécdota al respecto: dentro de los cientos de paquetes que despachamos, no llegó uno que contenía algunos volúmenes de la colección Historia de la República del Perú, de Jorge Basadre. Después de dos años, Ricardo volvió al Perú y en esta visita me cuenta que hacía algunas semanas había recibido el paquete faltante, motivo por el cual organicé una reunión con los amigos de siempre y terminamos con algunas copas de más.

Entre los años ochenta y el primer trimestre del 2020, sus visitas a Perú eran frecuentes y nuestros encuentros también. Todos rejuvenecíamos con los recuerdos, saboreando nuestra deliciosa comida y bebiendo el pisco que tanto le gustaba a Ricardo.

 En 1991 viajé a México para participar como expositor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Esta visita me permitió pasar algunos días en Cuernavaca con Ricardo e Hilda (ya había nacido Dahil, que era muy pequeñita). Como dije líneas arriba, nuestros encuentros eran ineludibles, con los amigos de siempre departiendo con un almuerzo en mi casa y en algunas ocasiones en algún chifa.

Ricardo Melgar, Enrique Marchena e Hilda Tísoc, Monte Bello, Morelos, 1991
Imagen 1. Ricardo Melgar, Enrique Marchena e Hilda Tísoc, Monte Bello, Morelos, 1991.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

El 2019 asistí a la reunión anual del SALALM (Seminar on the Acquisition of Latin American Library Materials) que se realizó en El Colegio de México, oportunidad que me permitió pasar gratos momentos con Ricardo y Marcela.

En enero de 2020 asistimos a los ambientes de la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle (La Cantuta) a propósito del otorgamiento a Ricardo del Grado de Doctor Honoris Causa por esta casa de estudios.

Un día antes de que Ricardo y Marcela retornaran a México, asistimos a un restaurante de comida norteña donde le hice probar un bocado de un plato de esta zona del país, el espesado, que le gustó tanto que me exigió que para su siguiente viaje al Perú le volviera a invitar. Esa próxima visita no se realizó. Unos días antes de su deceso tuvimos una video llamada en la que el único que habló fui yo. Él solo se limitó a hacerme el adiós con la mano y con gran esfuerzo pudo pronunciar las siguientes palabras: “Lamento por no poder comer el espesado”. La muerte la tomaba con ironía.

Comparto con ustedes el último mensaje que me envió el 9 de julio de 2020:

 

Queridos Enrique y Elsita: El coronavirus se fue no sus secuelas crónicas y ascendentes. Es cosa de risa la adversidad, así la tomo, así debe tomarse. Mirar la otra cara de la luna. Me río porque recuerdo ese cuento maravilloso de Julio Cortázar “Viaje a la semilla”. Y me vuelvo a reír. Me hizo reflexionar mucho un relato de Flores Magón acerca de la muerte en que invita a dibujarla de manera hedonista y seductora. La muerte no es el final del túnel, no es el límite, es tan solo un umbral para lo que de energía leguemos. Eso pienso y me vuelvo a reír. La versión de Alfredo Torero sobre la muerte preparada lúdicamente por Arguedas en clave andina es muy interesante. Lo que no he podido procesar, porque mi anclaje cultural limeño es muy pegajoso, es pensar en la música o en el baile como lo hacen nuestros afrodescendientes. Hilda se despidió desde antes de partir escuchando y compartiendo “Gracias a la vida” y así la velamos, y así se fue. Cosa de risa la vida. Cosa de risa la enfermedad y los achaques, cosa de risa la muerte.

 

Así Ricardo se enfrentó a esos duros momentos que le tocó vivir. Con humor, con tranquilidad, con sabiduría. Así lo queremos recordar siempre los amigos que disfrutamos su presencia y que ahora celebramos su recuerdo.

Lima, Perú. Septiembre de 2020.

 

Ricardo Melgar, Enrique Marchena, Elsa Agüero e Hilda Tísoc, Lima, 2016
Imagen 2. Ricardo Melgar, Enrique Marchena, Elsa Agüero e Hilda Tísoc, Lima, 2016.
Fuente: Archivo familiar Melgar Tísoc.

De izquierda a derecha: César Delgado, Hilda Tísoc, Elsa Agüero, Ricardo Melgar, Juan Maldonado, Manuela Gálvez, Mario Villegas y Mauro Higa, Lima, 2016.
Imagen 3. De izquierda a derecha: César Delgado, Hilda Tísoc, Elsa Agüero, Ricardo Melgar, Juan Maldonado, Manuela Gálvez, Mario Villegas y Mauro Higa, Lima, 2016.
Fuente: Enrique Marchena.