Restablecimiento diplomático: El nuevo escenario de la contienda entre Cuba y Estados Unidos

Restoring diplomatic: The new stage of the struggle between Cuba and the United States

Restaurando diplomática: A nova fase da luta entre Cuba e os Estados Unidos

Gabriel Ramos Carrasco[1]

Recibido: 07-03-2015 Aceptado: 19-03-2015

 

La relación entre Cuba y Estados Unidos nunca ha sido “normal” en el sentido de la que se establece entre dos naciones independientes y soberanas, que buscan acuerdos en mutuo beneficio y respetan sus dinámicas internas. Ha estado siempre marcada por la asimetría, por la intención de la gran potencia de integrar al pequeño país a su proyecto de dominación y por la resistencia a ese objetivo. Factores históricos, políticos, geográficos han entrelazado el devenir de ambas naciones y esos mismos las han enfrentado. La historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se expresa en términos de proyectos contradictorios. La dicotomía socialismo-capitalismo, que enfrentó a las dos naciones a partir del triunfo de la Revolución cubana, recoge y otorga una perspectiva más amplia a la constante búsqueda, desde el nacimiento de la nación cubana, de afirmar su independencia y soberanía frente a la gran potencia del norte. El restablecimiento de relaciones no significa el fin de esta larga contradicción, en cambio, plantea un nuevo escenario para su desarrollo.

La historia de la migración cubana en Estados Unidos, si bien también ha estado determinada por el trazo histórico referido, tiene una dinámica propia y una vitalidad notable. Desde el siglo XIX se habla de un proceso de cubanización de la península de la Florida (González-Ripoll, 1998), trayecto en el cual la comunidad cubana ha encontrado distintos escenarios e interpretado diversos roles en la construcción histórica de Cuba, de Estados Unidos y de su relación. La importancia de los cubanos asentados en Estados Unidos en la lucha por la independencia cubana es incuestionable (baste mencionar que el Partido Revolucionario Cubano fue fundado por José Martí en Cayo Hueso), favorecida por la permisividad estadounidense que veían con buenos ojos el declive del poder español en el Caribe. La comunidad migrante abrazó los ideales de la construcción de una patria libre y soberana para todos los cubanos.

 Desde el propio cimiento de la nación cubana, la presencia de una parte de su población en territorio estadounidense ha significado la extensión de su expresión cultural, que se reivindica y retroalimenta desde el exterior. Al triunfo de la revolución de 1959, la política estadounidense y la composición social de la oleada migratoria de los sesenta, hicieron de la Florida el centro de operaciones de la agresión contra Cuba y proyectaron a la comunidad migrante como el espacio de concentración de los cubanos contrarios a la revolución, portadores de otro proyecto. De este modo, se configuró una disociación cultural entre ambos espacios, que los presentaba como contrarios, excluyentes. Esa situación fue alentada también desde dentro de la Isla con el discurso que acusaba de traidores o apátridas a los que salían del país.

 

La obsesión de vencer a la revolución por hambre y la configuración de un nuevo escenario

A partir de los años 60, la contradicción entre los proyectos cubano y estadounidense estuvo enmarcada en el contexto de la Guerra Fría, ambos actores debieron adoptar posiciones que polarizaron a niveles extremos la confrontación. Por ejemplo, la fallida invasión a Playa Girón (abril de 1961) y la llamada “Crisis de los Misiles” (octubre de 1962). Los Estados Unidos establecieron  tempranamente una directriz en su política hacia la Revolución cubana, expresada por el entonces Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos:

No existe una oposición política efectiva en Cuba; por tanto, el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución, es a través del desencanto y el desaliento, basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.[2]

Esta premisa en la política hacia Cuba se mantuvo durante los primeros treinta años de revolución. La lógica de eliminar el proyecto socialista por la vía de “crear hambre y desesperación”, utilizando la asfixia económica y el aislamiento internacional, fue sorteada por Cuba en buena medida gracias al apoyo que la URSS prestó en materia económica y de recursos.

 La caída del bloque socialista, al iniciar la década de los 90, implicó un cambio completo en el escenario en que se desarrollaba la difícil relación entre Estados Unidos y Cuba. Por un lado, Cuba dejó de ser una preocupación militar para la seguridad estadounidense, pues no existía más la posibilidad de que accediera a armamento nuclear y la presencia militar soviética en la Isla se desvaneció desde 1991.[3] La economía cubana, cuya integración al mercado socialista internacional profundizó su condición de monoproductor cañero, se encontraba en una posición sumamente vulnerable sin el apoyo de la URSS, aislada del mercado capitalista recién internacionalizado. De un día para otro, hubo que prescindir de los más importantes suministros de combustible, alimentos, refacciones, etc.


Imagen 1. AFP (2015). “Claves históricas del embargo a Cuba”, El Orden Mundial en el S.XXI  [página web]. Disponible en: http://elordenmundial.com [consultado el 6-05-2015].

La búsqueda de nuevo socios comerciales en Latinoamérica era difícil y el empeño tardó en encontrar respuesta entre algunos países europeos, quizá el único país que estuvo interesado en mantener vínculos comerciales fue China (en la misma situación de buscar su reinserción internacional), que cumplió con los acuerdos anteriores, extendió líneas de crédito y realizó pequeñas inversiones, lo que la convirtió en el único proveedor de tecnología, refacciones y algunos alimentos, particularmente mediante las exportaciones de arroz. (Díaz Vázquez, 2008)

Por otro lado, Estados Unidos se erguía como potencia hegemónica y el capitalismo se presentaba como el único camino posible. La persistencia del socialismo en Cuba resultaba una afrenta intolerable. La primera apuesta después del derrumbe soviético fue por la inminente caída del gobierno cubano. Se conjeturaba que el efecto dominó que parecía barrer todo vestigio de proyecto socialista en el mundo llegaría a Cuba ineludiblemente. Esta presunción estaba apoyada por hechos concretos. Al iniciar los años 90, con el país en la peor situación económica de su historia[4] y sometido a una brutal ofensiva ideológica contra el proyecto socialista, todo indicaba que la política de causar “hambre y desesperación” tenía más posibilidades de triunfar. En consecuencia, la primera reacción estadounidense ante la nueva situación, fue redoblar los esfuerzos para precipitar el caos y el derrocamiento del poder establecido por la revolución.

La prioridad cubana en esa etapa fue mantener el sistema político y económico a flote. En diciembre de 1991, cuando quedó claro que todo el apoyo recibido del bloque socialista había desaparecido, se instauró el estado de emergencia llamado “Periodo especial en tiempo de paz”, con lo que se buscaba hacer un llamado a la sociedad para elaborar y asumir medidas que permitieran, con una visión socialista, hacer frente a la crisis. Las prioridades debieron modificarse y adaptarse, pues se trataba de una lucha por la sobrevivencia. Se puso en práctica un modelo heterodoxo, lo suficientemente flexible para resolver los problemas más apremiantes, con dos tareas por resolver en el corto plazo: mantener vigente el sistema emanado de la revolución (lo cual se identificó con el mantenimiento de las “conquistas sociales”) y reinsertarse en el mercado internacional (Rodríguez, 2011). La principal urgencia se centraba en la captación de divisas para poder importar los recursos que antes llegaban desde el mercado socialista y dinamizar la producción interna, sumamente golpeada por el desabasto.

Entre muchas otras, se tomaron cuatro medidas controversiales para el proyecto socialista: La apertura a la inversión extranjera (inicialmente en turismo) y la posibilidad de crear empresas mixtas con capital privado; la entrega de tierras propiedad del Estado a campesinos para la producción privada, con la consecuente creación de un mercado no regulado donde dichos productos se realizaran; la apertura del trabajo por cuenta propia, es decir privado, no vinculado al Estado; y la creación de Tiendas de Recuperación de Divisas a donde sólo pueden acceder quienes tienen un ingreso en moneda extranjera (remesas, contacto con el turismo o con el mercado externo), lo cual creó una desigualdad social inédita en la revolución al segmentar a la población según su capacidad de consumo, basada en una situación fortuita.

Para acelerar el colapso, Estados Unidos presionó exitosamente a los países que habían establecido relaciones comerciales con Cuba en el contexto del Consejo de Ayuda Mutua Económica (entidad económica del extinto campo socialista), para terminarlas de forma abrupta y eliminar cualquier tipo de apoyo económico a la Isla.[5] También implementó medidas que buscaban obstaculizar que la economía cubana dispusiera de un flujo de recursos provenientes de Estados Unidos.[6] En el contexto de la campaña electoral de 1992, el entonces presidente Bush se vio obligado a aprobar la Ley Torricelli para no perder el apoyo de la poderosa comunidad cubanoamericana, controlada en su representación política por las posiciones anticastristas. Una vez cerrado el mercado con los países del extinto bloque socialista, esta Ley buscaba garantizar el aislamiento de Cuba del mercado capitalista, dificultando la inversión y el comercio, con medidas que  triplicaban los precios de las importaciones cubanas.[7]

La Ley Torricelli contiene elementos que, sin abandonar el objetivo de eliminar a la Revolución cubana y supeditándose a la estrategia de hacerlo por la vía de estrangular a la población, representan un tímido intento por renovar el enfoque estratégico hacia la Isla: se trata del llamado Carril II. Reconociendo que la política de agresión, bloqueo y sanciones no había logrado generar entre la población cubana una animadversión militante al gobierno de la Isla y en cambio sí exacerbaba los ánimos contrarios a la política estadounidense, el Carril II se proponía “ayudar a la sociedad civil cubana a lograr los cambios”.

El nuevo enfoque consistía en fortalecer la lucha ideológica en favor del capitalismo desde dentro de la Isla, restar apoyo interno a la revolución, provocar el abandono de sus principios y encumbrar una fuerza política “disidente” que pudiera liderar un proceso de transformación política no necesariamente traumático. Al amparo de esta lógica se promovieron vías de comunicación con la sociedad cubana[8] y se permitió, como un gesto humanitario y de forma regulada en prejuicio del Estado cubano,[9] la exportación de productos farmacéuticos y agrícolas. Esta pequeña grieta en la estrategia de “crear hambre y desesperación”, ha resultado también una muestra del dinamismo que puede alcanzar el intercambio económico, en beneficio de ambos países.[10]

El cambio en la relación de fuerzas mundial produjo un cisma en el pensamiento de los cubanos dentro y fuera de la Isla. Fue necesario repensar el futuro de Cuba en el nuevo escenario, esfuerzo que ayudó a superar prejuicios y visiones dicotómicas de la realidad social. Desde Cuba se abrieron espacios de análisis, debate y estudio sobre temas que habían estado ocultos o abandonados bajo la influencia soviética. Las nuevas zonas de reflexión que se abrieron dentro de la Isla permitieron un terreno común de reflexión conjunta a ambos lados del estrecho de Florida. Los temas de raza, género, diversidad, sociedad civil, entre otros, permitieron espacios de intercambio que ayudaron a repensar también la situación de los emigrados.

La vida de los cubanos en Estados Unidos de nuevo fue valorada como parte de la cultura cubana (luego de 30 años de considerarse no sólo ajena, sino contraria), a pesar de la política oficial que por muchos años mantuvo una actitud que se refleja en el veto tácito que se hacía de todo artista que emigraba ilegalmente. A partir de los 90, han podido regresar intelectuales y artistas a presentar sus trabajos, se iniciaron procesos de intercambio en el arte, la academia y el periodismo. Este proceso, caracterizado como “diplomacia académica”, más allá de los vaivenes de la política restrictiva y la pretendida utilidad política que se le imprimía, creó espacios de comprensión de la realidad cubana y de los emigrados, ayudó a superar las divisiones artificiales y fortaleció una opinión favorable en los sectores académicos estadounidenses sobre un cambio de política hacia Cuba. (Martínez Reinosa, 2010)

Durante el periodo de Bill Clinton, a pesar de la preeminencia de la política de agresión, surgieron coyunturas en las que se puso de manifiesto la posibilidad para llegar a acuerdos entre ambos países. La crisis migratoria de 1995[11] desembocó en sendos acuerdos que se mantienen vigentes e implican formas de cooperación y diálogo en las esferas militares y de guardacostas.

En estos años apareció también un sector del capital estadounidense interesado en un cambio de política hacia Cuba en la estrategia de aislamiento. La lógica es absolutamente pragmática: por más socialista y antiimperialista que sea Cuba, la realidad es que a partir de la apertura de los 90, existen posibilidades de inversiones de capital con ganancias garantizadas, las cuales, a causa del bloqueo, están siendo aprovechadas por capitales ubicados fuera de Estados Unidos. En 1994 se creó el Consejo Comercial y Económico Cuba-Estados Unidos, que inició un diálogo con el gobierno cubano, concluyendo en la firma de varios acuerdos comerciales que incluyeron contratos en áreas de comunicaciones, farmacéutica, telecomunicaciones, arte y cultura, previa aprobación del gobierno estadounidense, lo cual se concretó en más de una ocasión.[12] Desde ese momento, ha existido un bloque de fuerzas económicas (principalmente ligadas a la producción agropecuaria) que pugna por el fin del bloqueo.

Este clima de distensión representaba una (ligera) modificación respecto a la política basada en “crear hambre y desesperación”. Sin embargo, el núcleo duro del anticastrismo, y las fuerzas conservadoras que lo amparan, hicieron todo lo posible por obstaculizar ese tránsito. En la elección presidencial del año 2000 se toparon con una coyuntura que reafirmó su importancia y nivel de penetración en la política estadounidense. George W. Bush llegó al poder ejecutivo en una elección por demás cerrada, ampliamente cuestionada, que se decidió en buena medida en las instancias de poder del Estado de Florida, casi todas ocupados por miembros de la corriente anticastrista. La “deuda” de Bush con los sectores más conservadores fortaleció la decisión del nuevo gobierno de comprometer toda su política hacia Cuba a reforzar la estrategia de ahorcarla económicamente.

En 2003, la Comisión de Asistencia para una Cuba Libre, integrada por el gabinete de Bush, presentó un informe que en realidad era un plan para recrudecer la agresión hacia Cuba, con la clara intención de agudizar su situación económica y de crear una oposición interna. Uno de sus efectos fue la reducción, en tres años, del 80% de los viajes de visita familiar.[13] Las restricciones fueron percibidas como una agresión por parte de un amplio sector de la comunidad cubana residente en Estados Unidos. Se realizaron manifestaciones políticas y hubo pronunciamientos de un centenar de organizaciones radicadas en Estados Unidos contra las medidas.[14] De este modo se hizo visible una posición política distinta a la del clásico anticastrismo y se propició un debate entre los cubanos emigrados sobre la necesidad de establecer una nueva política respecto a Cuba.

En 2008 se produjo en Cuba un relevo en la máxima instancia de poder en Cuba a partir de la enfermedad de Fidel Castro y la asunción de la presidencia por Raúl Castro. Dicha transición se llevó a cabo sin sobresaltos y no abrió ningún espacio de inestabilidad para la influencia externa. El cambio en la presidencia no implicó modificación alguna en la línea política ni en los objetivos trazados por la revolución, pero sí aceleró la aplicación de reformas económicas. El proceso de actualización económica del socialismo se volvió la prioridad del gobierno y se diseñó un gran proceso de modificaciones en la estructura de la economía cubana que ha ido modificando el perfil de la población en la Isla.[15]

Al arribar Obama a la presidencia, echó atrás las medidas que causaron inconformidad entre la comunidad cubana en Estados Unidos. El encarcelamiento de los cinco agentes cubanos que denunciaron planes de ataques terroristas fraguados en Estados Unidos contra Cuba y la constante hostilidad desde Estados Unidos hacia Cuba, sobre todo en los reiterados intentos de establecer redes informáticas subversivas (Zunzuneo, Conmotion, Piramideo, así como la permanencia de Radio y TV Martí) y la fabricación de “figuras disidentes,” dificultaron la posibilidad de un acercamiento. Todo parecía indicar que la administración de Obama dejaría intacta la política estadounidense hacia Cuba, hasta el sorpresivo anuncio del 17 de diciembre de 2014, en que ambos gobiernos informaron el inicio de los trabajos para la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

 

El restablecimiento diplomático

El anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos gobiernos implica la intención de restablecer las relaciones bilaterales entre ambas naciones. Pero para lograr el segundo objetivo se requiere un camino largo en el que muchas fuerzas e instancias, institucionales y extrainstitucionales, presionarán para llevar dicho proceso por caminos disímiles. Para Cuba, el restablecimiento de la relaciones bilaterales con pleno reconocimiento a su soberanía tiene como condiciones previas el levantamiento del bloqueo y una compensación por los daños que ha causado, la devolución del territorio ocupado por la base militar de Guantánamo y la eliminación de las transmisiones que se realizan desde Estados Unidos a través de Radio y TV Martí. La dificultad objetiva para que el conjunto del aparato estatal estadounidense responda satisfactoriamente a estas condiciones, es un parámetro de lo lejos que aún puede estar una “normalización” de las relaciones entre ambos países.

Sin embargo, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas establece un punto de quiebre que coloca a las distintas fuerzas que gravitan en torno al proceso cubano ante un nuevo escenario, en el que será necesario definirse y replantear estrategias. El saldo de la batalla histórica definida por la intención de aniquilar a la revolución cubana a través de “crear hambre y desesperación” no representa mayor misterio. A pesar de la difícil situación y los incontables sacrificios de la población cubana, la resistencia, la inventiva y la firme decisión de mantener su soberanía, permiten al campo de la revolución presentar la nueva situación como resultado de los esfuerzos propios en esa dirección. Raúl Castro así lo enfatiza en la alocución del 17 de diciembre:

He reiterado en múltiples ocasiones, nuestra disposición a sostener con el gobierno de los Estados Unidos un diálogo respetuoso, basado en la igualdad soberana, para tratar los más diversos temas de forma recíproca, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo. Esta es una posición que fue expresada al Gobierno de Estados Unidos, de forma pública y privada, por el compañero Fidel en diferentes momentos de nuestra larga lucha, con el planteamiento de discutir y resolver las diferencias mediante negociaciones, sin renunciar a uno solo de nuestros principios.

La Revolución cubana, sin ignorar que la realidad del enfrentamiento con el imperialismo es, como la definió el Ché, una lucha a muerte, ha abogado por establecer espacios de “negociación de las diferencias”, en que sean tratadas sin coerción. En ese marco Raúl Castro caracteriza el acercamiento actual: “Cuba y Estados Unidos debemos aprender el arte de la convivencia civilizada, basada en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de interés común, que contribuya a la solución de los desafíos que enfrentan el hemisferio y el mundo.” (Castro, 2015)

Implícitamente, la negociación de diferencias en condiciones iguales equivale al reconocimiento por parte del imperialismo de la soberanía de un territorio que siempre ha considerado su área de influencia natural. Este reconocimiento, significaría para Cuba una victoria histórica, que permitiría establecer una relación de fuerzas más favorable para el desarrollo de su proyecto.

Del lado norteamericano, se debe reconocer que la política que han seguido durante 50 años no funcionó: “No hay ningún país del mundo al que nos hayamos cerrado más que a Cuba y la política terminó aislando más a Estados Unidos que a Cuba.” (Kerry, 2015) El presidente Obama, al anunciar el restablecimiento de relaciones diplomáticas, descalifica la opción de provocar el colapso en Cuba y explica que la permanente agresión ha fortalecido entre los cubanos la percepción de Estados Unidos como una potencia hostil que busca imponer sus criterios, lo cual aleja la posibilidad de influir en la población. Quien corrige su política oficial, quien debe modificar el enfoque y los objetivos planteados, es Estados Unidos.


Imagen 2. AFP/La República (2015) “OEA aprueba resolución de apoyo sobre relaciones entre Estados Unidos y Cuba”, La República [página web].
Disponible en: https://www.larepublica.net,  [consultado el 6-05-2015].

La política que ahora plantea Obama hacia Cuba forma parte de la política dirigida hacia América Latina en su cierre de mandato. En los últimos años, la hegemonía de Estados Unidos sobre el subcontinente se ha visto menguada. Así lo evidencian el surgimiento de gobiernos con programas de desarrollo propios (no atados a las necesidades del capital estadounidense ni a la profundización del neoliberalismo en la región) y los fracasos que ha tenido que enfrentar en los organismos interamericanos, siendo particularmente escandaloso el contundente rechazo de la región al ALCA, en la IV Cumbre de las Américas.

Ante este escenario Obama ha planteado una estrategia para “renovar el liderazgo norteamericano” en América Latina. La razón del declive en la hegemonía norteamericana, Obama la explica por la persistencia de una política que no atiende a los cambios y cuya arrogancia ha contribuido a enaltecer el discurso antiestadounidense en el sur del continente. Para recuperar un lugar predominante en Latinoamérica “es tiempo de perseguir la diplomacia directa, con amigos y enemigos por igual, sin condiciones previas.” Con esta estrategia se propone combatir a los dos competidores de su “liderazgo”: el influjo de la revolución bolivariana y el avance en la región de la influencia financiera de las potencias económicas adversarias, Rusia y China principalmente. (Obama, 2008)

En contraparte, la reconfiguración del mapa político latinoamericano ha resultado favorable para Cuba. En primer lugar por la posibilidad de romper el aislamiento económico, pero también por el reconocimiento que su proyecto y trayectoria ha ganado en la región. Muchas medidas que se han aplicado en contra de la lógica neoliberal están inspiradas en la experiencia de la revolución cubana y en muchas ocasiones cuentan con su participación directa (las campañas de alfabetización, el aumento de la cobertura en seguridad social y salud, los intentos de redistribución de la riqueza, los programas de subsidios para la población más pobre). En los esfuerzos que se han realizado en materia de integración independiente (UNASUR, ALBA, CELAC), Cuba tiene una activa participación y su sistema político y económico son reconocidos con absoluto respeto.

El aumento del prestigio de Cuba en la región y el decrecimiento del de Estados Unidos, se ha convertido en una traba para la negociación de este último en Latinoamérica. No queda un solo gobierno que apruebe el bloqueo económico ni la política de exclusión. Resulta ingenuo pensar que el cálculo norteamericano implica que Cuba priorizará el proceso de normalización con Estados Unidos a su compromiso con los gobiernos aliados y con la construcción de espacios de integración regional. Sin embargo, en su necesidad de reposicionarse, Estados Unidos trata de alejarse de su caracterización como la potencia agresiva del continente. Modificar la relación con Cuba permite mayor fluidez en las relaciones con otros gobiernos, potencialmente aliados o neutralizables, y con sectores del capital latinoamericano que son afectados por las medidas extraterritoriales del bloqueo.

Las relaciones económicas entre Cuba y China no han dejado de crecer en lo que va del siglo XXI, colocando al país asiático como el segundo socio comercial de Cuba, sólo después de Venezuela. El mercado cubano es el único espacio del hemisferio en que China no debe competir con Estados Unidos porque la política del bloqueo autoexcluye al capital norteamericano. Por tanto, las exportaciones en maquinaria, electrodomésticos, manufacturas textiles, vehículos automotores, bombillos ahorradores, etc., y las importaciones de níquel, azúcar, cítricos, tabaco, ron y productos de biotecnología, representan una plataforma inigualable para los planes de expansión chinos sobre América Latina. Las relaciones económicas con Rusia han avanzado con más lentitud pero también de modo sostenido desde el año 2000, en que el presidente Vladimir Putin visitó Cuba dando arranque a la estrategia rusa de aumentar su presencia en América Latina. Los acuerdos comerciales firmados entonces se han reforzado con acuerdos comerciales en 2004, 2009 y 2014, que incluyen grandes inversiones en el sector energético, turístico y de transportes, además de la condonación de la deuda cubana con al extinta URSS. (Rodríguez, 2014) Una de las preocupaciones centrales del capital estadounidense en el mapa geopolítico mundial, es la contención del proceso expansivo de las potencias asiáticas. En ese sentido, modificar la política hacia Cuba coloca a Estados Unidos en mejor posición de competir para evitar dicha expansión, haciendo presencia en el mercado cubano en el que hoy ambos adversarios se mueven a sus anchas.

Otro estímulo para impulsar el restablecimiento de las relaciones bilaterales, lo encuentra el gobierno estadounidense en  la posibilidad de responder a las demandas de diversos sectores que en el plano interno han presionado por un cambio de política. Durante los últimos veinte años, se ha fortalecido el bloque de presión económica que se vería beneficiado por un cambio en la relación con Cuba y que disienten de una política que implica renunciar a las ganancias que ahora se podrían generar, en aras de lograr el derrocamiento de la revolución. Empresarios, inversores, lobbys ligados a los negocios en telecomunicaciones, exportaciones agrícolas, inmobiliarias, turismo e incluso las petroleras que sostienen litigios contra el gobierno cubano, han mantenido una presión ascendente en los últimos años por la eliminación de las restricciones del bloqueo que les impiden realizar negocios en Cuba. En el propio núcleo duro del exilio anticastrista se han producido rupturas signadas por este tema.[16]

Un motivo para el cambio en la estrategia hacia Cuba, de parte de sectores de poder en Estados Unidos, es la posibilidad de representar políticamente al creciente sector de la comunidad cubanoamericana que repudia la política de asfixia y aboga por una nueva relación entre ambos países, a los cuales la tradicional derecha anticastrista no puede representar. La preeminencia de una corriente de pensamiento que ha acaparado la representación política, mediática y cultural de la migración, identificada con el “exilio histórico”, hoy está en riesgo. Representante de la identidad y tradición de la oligarquía derrotada, este sector abandonó Cuba en los años 60 por una decisión fundamentalmente política, sin interés alguno de mantener un vínculo con la Isla, suponiendo que volvería a ocupar su lugar una vez que la potencia estadounidense depusiera a Fidel Castro.

Quienes llegaron con la oleada posterior a la crisis económica de los 90, tenían en ésta su razón principal para salir de Cuba. Las nuevas generaciones de migrantes no están marcadas por el anticomunismo, su experiencia de vida en muchas ocasiones se realizó dentro de Cuba y establecen con ella una relación afectiva. Buscan constantemente tender puentes hacia la Isla y asumen una reivindicación de su cultura cubana, lo cual ha llevado a profundas reflexiones que reconfiguran la identidad de la migración, que dejó de estar condicionada por la beligerancia política y por el comportamiento que ambos gobiernos exigen o esperan de los cubanos en su relación con quien se va y con quien se queda.

Buena parte del futuro de las relaciones bilaterales está sujeto a los vaivenes políticos de Estados Unidos. Una primera prueba de fuego será la elección presidencial de 2016, donde el tema del acercamiento a Cuba ocupará un lugar central en la definición de cada candidato. Para lograr la derogación del bloqueo económico, punto neurálgico para la normalización de relaciones, es necesario un amplio acuerdo entre distintas fuerzas políticas y económicas en Estados Unidos, cuya construcción no será fácil.

 

El nuevo escenario de la contienda

Si bien el restablecimiento de relaciones diplomáticas representa un cambio de estrategia en la política norteamericana hacia Cuba, lo que no cambia es su objetivo: derrotar a la Revolución cubana, “superar el comunismo”, en términos del lenguaje político empleado por Obama. El nuevo escenario representa un viraje que establece nuevas reglas del juego para una batalla que, en lo esencial, mantiene los ejes del disenso insalvable: soberanía, independencia, antiimperialismo y socialismo, contra liberalismo, libre mercado, influencia económica y capitalismo. Representa, para ambos bandos, una oportunidad y un riesgo al mismo tiempo.

Para Cuba, el acercamiento se valora como un reconocimiento que fortalece su soberanía; los beneficios económicos son evidentes si logra liberase del costo del bloqueo y acceder al mercado estadounidense; permitiría establecer mecanismos de cooperación para enfrentar contingencias con una mayor tecnología y la coloca en la mejor posición de su historia para buscar alianzas dentro de la sociedad norteamericana. En contraparte, declarada la intención de Estados Unidos de que el acercamiento haga crecer exponencialmente su capacidad de influencia cultural e ideológica, advierte que los flujos de capital hacia la Isla pueden ser manipulados en función de intereses políticos. La conexión con el centro gravitacional del mercado capitalista mundial puede ayudar a superar muchas trabas del proyecto socialista, pero también ejercerá una influencia que tratará de asimilarlo, en particular influyendo sobre el proceso de cambios y ajustes económicos en curso.

Para el gobierno de Estados Unidos, el acercamiento tiene ventajas económicas al liberar un mercado en que diversos sectores del capital norteamericano tienen interés (agro, petróleo, telecomunicaciones, minería, turismo) y que ya ha mostrado su potencial dinamismo; responde a las demandas crecientes de la comunidad cubanoamericana, tanto de los nuevos migrantes como de los grupos empresariales, y permite fortalecer el flujo de información y recursos destinados a combatir al sistema político cubano. El riesgo para los intereses estadounidenses reside en que la apertura económica y el acercamiento diplomático puedan ser utilizados para que el proyecto socialista supere muchas de sus trabas (principalmente en el terreno económico), lo que conllevaría su consolidación como un alternativa viable de organización y desarrollo social, tanto fuera como dentro de Cuba. Ambos actores son transparentes en sus intenciones y confían en su capacidad para explotar las debilidades del adversario en el nuevo escenario. 

Desde el discurso político estadounidense no han cesado los ataques en los temas de democracia y Derechos Humanos, ni las críticas al sistema político, ni la caracterización de Cuba como un régimen represivo. En esta lectura la sociedad civil se refiere a todo lo que se desarrolla de forma ajena al Estado, es en esos sectores autónomos donde la política estadounidense se propone trabajar por la creación de un tejido contrarrevolucionario. (Hernández Martínez, 2015) En ese contexto, los llamados a “apoyar a la sociedad civil” se traducen en dotarla de recursos para enfrentarse al sistema político, “empoderar al pueblo cubano” se realiza en desmedro del poder institucional establecido por la revolución.


Imagen 3 AFP/ Getty Images (2012) “The hypocrisy of America's Cuba policy”, CNN [página web]. Disponible en: http://edition.cnn.com, consultado el 6-05-2015].

Una aproximación a las primeras medidas que se han tomado desde el poder ejecutivo estadounidense para relajar los efectos del bloqueo, permite precisar su uso político. Eliminar los límites de ayuda humanitaria destinada a Organizaciones No Gubernamentales implica la oferta de un caudal de recursos que discrecionalmente pueden estar condicionados a determinado comportamiento político; además del aumento al tradicional financiamiento a la “disidencia”, el poder del dinero puede procurar una actitud opositora de parte de instituciones religiosas, asociaciones gremiales, profesionales o locales que pretendan acceder a esos recursos. Ensanchar el flujo de divisas que puede llegar a Cuba a través de remesas y gastos en viajes, a pesar de que provee al Estado de una fuente ingresos, también acentúa la desigualdad que se ha registrado en la sociedad cubana a partir de la crisis, una de las más escandalosas debilidades del proyecto socialista.

En Estados Unidos el acento está puesto en “el apoyo al emergente sector privado”, así lo dicen empresarios, gobernadores, editorialistas y el propio presidente. La discusión sobre el papel del Trabajo por cuenta propia (según la nomenclatura cubana) en el proyecto socialista y cuáles deben ser los límites de su desarrollo, no es nueva. Para el Estado cubano, su crecimiento tiene hoy una importancia central, pues dentro del proceso de ajustes económicos está programado que alrededor de un millón y medio de trabajadores que hoy exceden las plantillas de las empresas estatales, sean absorbidos por la actividad económica privada. Hay fuerzas que empujan en Cuba por un mayor crecimiento del Trabajo por cuenta propia y esa actividad nunca había tenido tanto prestigio social en la revolución. Sin embargo, su desarrollo ha sido afectado por un entorno adverso y por los fuertes controles a que está sujeto.[17]

Atendiendo a esa situación, Estados Unidos implementa una estrategia que se refleja en la decisión de permitir la importación de productos y servicios de trabajadores y empresarios privados cubanos. La medida no tiene consecuencias económicas pues no existe un mercado de exportación privado en Cuba, lo que pretende es colocar al gobierno estadounidense como aliado del pequeño sector cuentapropista y alentarlo, con la promesa de la ganancia económica, a enfrentar las restricciones con las que el proyecto socialista previene su empoderamiento. Es decir, la política norteamericana apuesta por el desarrollo de un posible agente que pugne por un cambio hacia un sistema de libre mercado. Otro ejemplo está en la ausencia de un mercado mayorista, obstáculo para el desarrollo del trabajo por cuenta propia, que, con la apertura económica, los empresarios norteamericanos estarían en mejor posición de proporcionar, que el Estado cubano. La dificultad para la revolución cubana es combinar el crecimiento del trabajo privado, necesario para el ajuste económico, dentro de un marco en el que el trabajo social sea hegemónico, con el fortalecimiento de la conciencia socialista en ese sector, para que no sea un ariete del capitalismo.

Desde la estrategia estadounidense, también se ha enfatizado en la apertura de todo lo que implique flujo de información hacia Cuba, lo cual apunta a incrementar la influencia mediática y de oferta cultural que, a pesar de estar restringida actualmente, tiene en el mercado negro una muestra de su potencial crecimiento. Las mismas medidas que se han tomado para permitir la apertura del sector de las telecomunicaciones, se pueden implementar para otros sectores que resultarían más rentables para la economía cubana, la razón de no hacerlo, la encuentra Raúl Castro en un “evidente objetivo de influencia política en Cuba”. En el mismo discurso, enumera una serie de modificaciones que, estando al alcance del presidente de Estados Unidos, no se han llevado a cabo: No se elimina la restricción para importar a Estados Unidos productos que contengan materias primas cubanas, ni la referente al uso de dólares en las transacciones financieras internacionales del gobierno cubano; se mantiene el veto a los créditos y Cuba no puede adquirir maquinaria cuyos componentes provengan en más del 10% de Estados Unidos. Incluso los viajes a Cuba siguen restringidos y “condicionados a fines subversivos”. Todas estas son medidas que mejorarían las condiciones en que el gobierno cubano impulsa su tarea, es por eso que no se aplican. “Estados Unidos pretende relacionarse con la sociedad cubana como si en Cuba no existiera un gobierno soberano”. (Castro, 2015) El objetivo que la nueva estrategia persigue en el terreno cultural de la contienda, es que Estados Unidos y todo lo que representa en términos ideológicos, económicos, sociales y morales, constituya una alternativa de desarrollo y prosperidad para la población cubana, en contraposición a la oferta socialista.

 

La lucha contra la ética del capitalismo

La guerra cultural entre el capitalismo y los proyectos que se le contraponen, es permanente. A partir del colapso del bloque socialista, el capitalismo arreció la ofensiva para desterrar cualquier sistema moral que pudiera oponérsele. La ofensiva se concentró en desbaratar valores colectivos como la solidaridad y la unidad, para dar paso a los elogios al individualismo y al consumismo. Ante la omnipotencia del mercado, se promovió el abandono de cualquier intención de construcción de una sociedad regida por el interés de las necesidades humanas. Como nueva actitud políticamente correcta, se estableció la comodidad de la apatía.

Perdido el horizonte en la neblina, libros, filmes, programas de televisión y prensa escrita convergieron en el descompromiso: no existen los héroes, no existe la verdad, no existe futuro alternativo. Del apagón ético que produjo la desaparición temporal del horizonte socialista, resurgió vigoroso (estimulado por el mercado y legitimado por los acontecimientos históricos) el homo frivolus […] La frivolidad perseverante, la evanescencia (no hay que confundirlas con el placer “efímero”, con el disfrute sensorial de lo bello “intrascendente” tan necesario en la vida) despojan al individuo de raíces, morales y afectivas. La fascinación por el gesto foráneo, por el glamour de “una vida otra” intuida en la pantalla del televisor o en los salones de cualquier hotel, determinan la actitud del joven frívolo. (Ubieta Gómez, 2012)

 Este proceso no fue ajeno a la sociedad cubana que vivió en carne propia sacrificios, carencias, desplome de expectativas, cambios estructurales que acarrearon injusticias nuevas y profundizaron las anteriores; una nueva situación que exigió un nuevo comportamiento social. La crisis económica confrontó como nunca antes al pragmatismo contra la solidaridad, el desprestigio mundial del socialismo generó desánimo y decepción en la participación política. El comportamiento moral de la población se alteró a partir de las nuevas necesidades y realidades (la desigualdad social, el desencanto político, la penetración cultural del capitalismo). Se configuró el escenario para la aparición del homo frivolus en Cuba.

La diversificación de la sociedad se vio reflejada en la proliferación de los sistemas morales que contiene. Dentro de esa diversidad, el eje articulador de la lucha política que hoy se vive en Cuba, íntimamente ligada al proceso de actualización económica, se encuentra en la disputa por una ética social entre dos modelos contrapuestos. La moralidad emergente que incita el capitalismo, tiene su semilla en el efecto seductor que los valores del mercado, la sociedad de consumo y el trabajo privado ejercen en un amplio sector de la población. El desinterés por la participación política es también expresión de una moral basada en el individualismo, que se desentiende del futuro del proyecto social.

El capitalismo en general, y la cultura estadounidense en particular, acude a los referentes más inmediatos de bienestar para construir su ética: Ofrece como paradigma de éxito la realización del individualismo, poseer más que los demás, la capacidad de consumo ilimitado e irresponsable, la despreocupación por el devenir social y la experiencia de vida de otros, el desprecio y la discriminación hacia quienes no logran el bienestar individual, etc. El socialismo debe ofrecer un concepto de bienestar más complejo, en el que la realización individual se entienda forzosamente como reflejo de la realización de un proyecto social. El capitalismo ofrece la libre interacción de los intereses personales, mientras el socialismo debe ofrecer el desarrollo múltiple de la individualidad.

El desafío para la ética revolucionaria consiste en resituar con fuerza a su proyecto y sus valores en las nuevas circunstancias de la Cuba actual, reelaborar sus contenidos simbólicos para que respondan a las preocupaciones actuales, tarea íntimamente ligada a la reconceptualización de la utopía socialista. En el enfrentamiento con la ética capitalista, la Revolución cubana debe hacer valer la evolución que su propia ideología ha experimentado, es decir, alejarse de la reproducción ideológica como programa de gobierno: acartonada, predeterminada, vertical. (Guanche, 2012)

La ética capitalista tiene a sus embajadores en Cuba en los sectores que resultan beneficiados de la anómala situación económica, o que encuentran en ella un estímulo para asumir a una ética contrapuesta a la dictada por el proyecto socialista. Por ejemplo: quienes han tenido la posibilidad de acumular recursos gracias a la fortuna ante cierta coyuntura (exitosos vendedores de productos agrícolas que se enriquecieron a partir del usufructo de tierras, la especulación alimentaria, el intermediarismo, entre otros); aquellos que acceden a un nivel de consumo superior al del grueso de la población a partir de que reciben remesas, o están vinculados a los sectores más rentables desde la reestructuración de la década de los 90 (el ejemplo clásico es el del turismo); los que realizan funciones directamente relacionadas con la posibilidad de obtener divisas de forma legal o ilegal. Sin embargo, estas actitudes están más asociadas a la despolitización del comportamiento moral, que a la asunción de un individualismo militante y teóricamente fundamentado, que forzosamente debe recurrir a la política. (Guanche, 2012)

A pesar de los avances de la ética capitalista en distintos niveles, aún no se constituye dentro de Cuba un cuerpo teórico ni una fuerza política que defienda la superioridad del capitalismo como sistema social. La nueva estrategia estadounidense contempla desarrollar ese cuerpo teórico y esa fuerza política. Para el socialismo cubano, el reto es integrar a la nueva heterogeneidad social a un proyecto de construcción socialista alejado de fórmulas rígidas, donde el desarrollo individual esté en concordancia con la contribución al desarrollo social. En dicho objetivo, reproducir los valores socialistas es vital. Más que apelar a la disciplina del cuerpo social, es necesario consensuar un modelo a través de la participación.

En este terreno de disputa, Cuba no es un receptor pasivo de la ideología y los valores del capitalismo estadounidense. La visión idílica que se quiere presentar a los cubanos acerca de la libertad del capitalismo, también es sopesada socialmente a partir de las experiencias concretas de la vida fuera de la Isla, dando paso a una revaloración de las virtudes de la sociedad cubana. Aun cuando pelea en desventaja, la ética practicada por la revolución goza de un prestigio entre la población cubana que difícilmente será barrido por la moral capitalista. Los principios de cobertura universal y gratuita en educación, salud y deporte a todos los niveles, la propiedad de vivienda de la que goza el 80% de la población, los sistemas de abastecimiento que hicieron frente a la crisis, la seguridad y la tranquilidad de que el sistema se propone no dejar a nadie desamparado, son conquistas a las que no se renunciará fácilmente en favor de la oferta capitalista.

La constante labor de solidaridad internacionalista, sobre todo en lo referente a las misiones médicas y el apoyo a la respuesta ante desastres naturales, también a [ha ] cultivado reconocimiento en el plano internacional, incluso entre los enemigos de la revolución. Por ejemplo, el New York Times en su edición del 19 de octubre de 2014, hizo un elogio a propósito de la participación cubana en la lucha contra el Ébola en África:

Es indispensable reconocer que la labor de los especialistas cubanos contribuye al esfuerzo mundial […] Miembros del sector médico en Cuba son conscientes de los riesgos que toman al asumir misiones peligrosas. […] Cuba ha enviado médicos y enfermeros a zonas de desastre durante décadas. Luego del huracán Katrina en 2005, el Gobierno en La Habana ofreció enviar a equipos médicos para atender heridos en Nueva Orleans. Líderes estadounidenses rechazaron ese ofrecimiento. Pero se alegraron al oír, en días recientes, que Cuba estuviera movilizando un grupo para misiones en Sierra Leona, Liberia y Guinea. Con apoyo técnico de la Organización Mundial de la Salud, el gobierno cubano capacitó a 460 médicos y enfermeros en cuanto a las estrictas precauciones que son necesarias para atender a los pacientes que padecen un virus altamente contagioso. El primer grupo, conformado por 165 profesionales, llegó a Sierra Leona en días recientes.

Este reconocimiento, de parte de uno de los medios masivos insigne de los intereses estadounidenses, revela que Cuba posee una reserva de valores socialistas con la cual enfrentar el nuevo escenario de la disputa contra el capitalismo. La solidaridad, contraria a la preeminencia del individualismo como guía de acción social, existe en Cuba como un valor subjetivo, enraizado por la práctica de la revolución, que le ha conferido un lugar importante como recurso de respuesta social ante las contingencias. Esa conciencia valorativa, a pesar de sus múltiples erosiones, es en este momento el bastión más firme de la Revolución cubana.

Aunque el acercamiento con Estados Unidos afecta al proceso de la Revolución cubana, su futuro se sigue definiendo fundamentalmente por las fuerzas que se encuentran en su interior. Entre las debilidades que el socialismo cubano debe superar para afrontar con éxito el nuevo reto se encuentran: el desgaste de las ideas guía del proyecto cuya aceptación por nuevas generaciones presenta grandes dificultades, la acumulación de necesidades materiales que han mellado la confianza de la población en el socialismo, la persistencia de prácticas y tendencias que caen en la esfera del capitalismo cuya matriz cultural ha ganado terreno en la sociedad, la permanencia en el aparato estatal de la mentalidad de “plaza sitiada” y la herencia del burocratismo de tipo soviético que aún define muchos aspectos de la conducción del país. Explotar esas debilidades es parte la estrategia estadounidense con la nueva política de acercamiento.

El éxito de la revolución ante el desafío que plantea la creciente influencia de otras éticas en la sociedad, no está en su capacidad de insertar a las nuevas y variadas subjetividades en los estándares de comportamiento que el proyecto socialista promovía hace 50 años. La realidad no se apegará al concepto moral preestablecido. Sin abandonar sus principios y sus criterios capitales, la moral revolucionaria enfrenta el reto de reproducirse reencontrando la convergencia entre el discurso político y la práctica ideológica, captando y reproduciendo, en sentido socialista, las nuevas subjetividades existentes.

El proceso de ajuste que ha llevado a cabo el proyecto socialista cubano responde precisamente a su necesidad de renovación y redefinición en el nuevo escenario, implica un ajuste de cuentas con su propia historia. La coyuntura abre un periodo de transformación de los contenidos del sistema moral, que puede resultar en el fortalecimiento del sistema socialista o en el acercamiento a la moral del capitalismo. En esta lucha entre los valores del socialismo y los que solo encontrarían satisfacción en un regreso al capitalismo

El socialismo necesita acumular fuerzas culturales suficientes a su favor, eficaces y atractivas en la lucha contra el capitalismo, y sobre todo en el combate por la transformación de las personas, las relaciones interpersonales y sociales, y la naturaleza y las funciones de sus propias instituciones. Sin sentimientos y pensamientos que sean superiores a las condiciones de existencia, no habrá socialismo.” [Para enfrentar tales regresiones y hacer viable el socialismo, es indispensable] la movilización de recursos humanos y materiales para acciones sistemáticas dirigidas contra las desigualdades que se crearon y a favor de aumentar las oportunidades de los grupos sociales más afectados” (Martínez Heredia, 2010).[18]

El nuevo escenario entre Cuba y Estados Unidos condensa, en este punto de disputa, la piedra angular de la lucha por el futuro de la sociedad cubana. La disyuntiva que se le presenta no sólo se define en las propuestas económicas del socialismo y del capitalismo. El éxito de ambas está condicionado por la relación que guardan con la oferta de principios y valores sociales que ambos sistemas contienen. En última instancia, se trata de una pelea por las conciencias.



Notas:

[1] Universidad Nacional Autónoma de México. Doctorante Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos. Publicaciones: “Los actores emergentes en Cuba, nuevos retos para la revolución”, Acta científica XXIX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Chile, 2013. ISBN: 978-956-19-0828-4; Crisis del periodo especial y el debate actual sobre el rumbo del socialismo en Cuba (tesis de Maestría), UNAM, 2012; “Una senda del arte militante”, Guanajuato, voces de su historia, Revista de la Universidad de Guanajuato, No.8, 2007;  Matemáticas 5, Serie horizontes, México, Editorial Santillana, 2012. ISBN 978-607-01-1049-8; Libro de apoyo Matemáticas 5. Serie horizontes. México, Editorial Santillana. 2012.   (en prensa). Contacto:Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[2] Memorándum desclasificado en 1991, escrito el 6 de abril de 1960 por el entonces secretario de Estado Adjunto para los Asuntos Interamericanos, Lester Dewitt Mallory, durante una reunión dirigida por el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower. (Citado en Castro, 2015)

[3] “La agenda de seguridad estadounidense referida a Cuba desapareció –un acicate propiciatorio para el mejoramiento de las relaciones. Ambos gobiernos habían dado pruebas de visión y competencia al trabajar juntos con miras a terminar las guerras en África meridional y en América Central. Entonces, si dieron muestras de creatividad, honradez y capacidad para trabajar unidos en lo tocante a terceros países, ¿por qué no lograron crear una nueva relación estratégica? […] Ambos centraron la atención en las características del régimen político interno existente en Cuba.” (Domínguez, 2010).

[4] En 1993 el consumo diario por habitante era un 60% menor en proteínas, 63% más bajo en grasa y contenía 67% y 62% menos vitamina A y C respectivamente, que en 1989. (Díaz Acosta, 2010)

[5] En 1990 no se cumplió el plan de exportaciones soviéticas, en particular, en combustible se dejó de percibir lo equivalente a casi seis millones de dólares; sólo se logró establecer un acuerdo comercial de un año (cuando anteriormente se establecían quinquenalmente), en el cual los precios de las mercancías cubanas se redujeron en mil millones de dólares. (Castro, 1991)

[6] Limitar a cien dólares diarios los gastos de los visitantes estadounidenses autorizados para ir a Cuba, reducir a trescientos dólares trimestrales las remesas permitidas a la Isla, restringir los vuelos entre Miami y La Habana, entre otras. (Domíguez, 2010)

[7] Por ejemplo, se estipula que los barcos que tocaran puerto cubano, no podrían arribar a puertos en Estados Unidos hasta después de seis meses; se sanciona a las compañías extranjeras que tengan transacciones en Cuba y se excluye de la ayuda económica de asistencia de los organismos internacionales a los países que tuvieran relaciones comerciales con la Isla. Se reforzó en 1996 con la Ley Helms-Burton que establece que cualquier compañía no estadounidense que tenga tratos con Cuba puede ser sometida a represalias legales por parte de Estados Unidos, obligando a las compañías internacionales a elegir entre tener relaciones comerciales con una isla subdesarrollada o con el mercado más grande del mundo.

[8] Intercambios académicos y deportivos, la posibilidad de donar alimentos y medicinas a ONG, establecer comunicaciones telefónicas eficientes, relajar los requisitos para los viajes de ciudadanos cubanoamericanos, abrir oficinas de prensa, entre otras.

[9] Para concretar las exportaciones desde Estados Unidos, las empresas del Estado cubano deben pagar en efectivo y por adelantado el total de la transacción.

[10] En 2004 el mercado estadounidense era la fuente de 44% de los productos agrícolas que se consumían en Cuba, en 2006 representaba 96% del arroz importado. (Ritter, 2010).

[11] La promoción que se hace desde Estados Unidos de la migración ilegal, a través de la Ley de Ajuste cubano, generó en ese año una crisis humanitaria cuando el gobierno cubano decidió permitir la emigración no regulada.

[12] El CCECEU agrupaba 174 firmas estadounidenses que pugnaban por la normalización de la relación comercial con Cuba, entre ellas Elli Lilly, Mercic, Marriott, Hyatt, Radisson, Johnson and Johnson, ATT, Esso, Amoco, Chiquita, Nabisco, Chase Manhattan, Carlson Companies, Revlon, Consolidated Cigar Aficionado, General Motors, Dow Chemichal, Texaco, Sears, J.C. Penny, K. Mart y Radio Shack. (Padilla Dieste, 1999)

[13] Además de mantener el caudal de recursos a organizaciones opositoras, endureció las prohibiciones para invertir en Cuba, redujo la cantidad de dinero que se podía enviar, limitó los viajes familiares a uno cada tres años, redujo el gasto diario permitido para estadounidenses en Cuba a 50 dólares, entre otras. (Lujtens, 2010)

[14] “La aprobación de Bush a los partidarios de la línea dura en la comunidad exiliada con mayores restricciones en los viajes a la isla y limitaciones en cuanto a los que reciben ayuda monetaria de sus familiares estadounidenses, ha desatado enfrentamientos cargados de emoción entre los cubanoamericanos que todavía tienen familiares en Cuba y entre algunos exiliados que consideran que los cambios sólo pueden provenir del interior de la Isla.” The Miami Herald, 31 de mayo 2004.

[15] Más impulso al trabajo por cuenta propia y al mercado libre campesino; libre compra de teléfonos celulares, computadoras, lectores de DVD y otros artículos electrónicos; reforma al sistema de pensiones; flexibilización de  regulaciones para la construcción de viviendas; adelgazamiento de plantillas del Estado; liberación de la venta de materiales de construcción; reforma migratoria que relaja los requisitos de salida y de permanencia fuera del país; se autoriza la liberación de la compra y venta de casas y automóviles; entre otras.

[16] Por ejemplo, desde 1995 la Fundación Nacional Cubano Americana, férrea partidaria e impulsora de la agresión contra Cuba, ha modificado su política al promover la flexibilización del bloqueo, motivada por la posibilidad de realizar negocios en el sector de telecomunicaciones en Cuba, donde su empresa, Mas Tec, tendría un mercado natural. Sin reconocer en ningún momento la legitimidad del gobierno cubano, encuentran en la Isla un poder fáctico con el que se puede negociar. http://eichikawa.com/2013/07/mas-tec-necesita-un-pais-la-influenza-politica-del-dinero-cubanoamericano.html

[17] Deficiente oferta de insumos, impuestos estatales altos y que deben pagarse en divisa, control sobre la fuerza de trabaja empleada, inexistencia de periodos de gracia para la consolidación de los negocios o cuando las ganancias se detienen (por temporada, descompostura de maquinarias, enfermedades), entre otras.

[18] Citado por Arango (2010)

 

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Ubieta Gómez, Enrique., (2012) Cuba: ¿revolución o reforma?, Casa Editorial Abril, La Habana

 

Cómo citar este artículo:

RAMOS CARRASCO, Gabriel, (2015) “Restablecimiento diplomático: El nuevo escenario de la contienda entre Cuba y Estados Unidos”, Pacarina del Sur [En línea], año 6, núm. 24, julio-septiembre, 2015. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=1177&catid=14