Carmen Lyra y la literatura infantil

Carmen Lyra and children's literature

Carmen Lyra e literatura infantil

Rocío García Rey [1]

RECIBIDO: 09-05-2014 ACEPTADO: 25-05-2014

 

En 1922 fue publicado un libro ex profeso para la infancia costarricense: Cuentos de mi tía Panchita. Su autora, además de ser escritora, era maestra de una escuela primaria. Se trataba de María Isabel Carvajal (1888- 1949), cuyo nombre literario es Carmen Lyra, profesora de formación, pues en 1905 obtuvo su certificado de “maestra Normal”. Su libro está dividido en dos partes: “Cuentos de mi tía Panchita”  y “Cuentos de tío Conejo”. Las ilustraciones estuvieron a cargo de Juan Manuel Sánchez (1907-1990), quien había colaborado en Repertorio Americano. “Sus ilustraciones más conocidas son las que realizó para los Cuentos de mi tía Panchita […]”[2]

El volumen consta de veinticinco cuentos, de ellos trece se insertan en la categoría de cuentos maravillosos y los otros doce pertenecen a los llamados cuentos de animales.

Hay que considerar, de entrada, que en Lyra existió un convencimiento por fundar y visibilizar una literatura para infantes. Creó “la cátedra de Literatura infantil en la escuela Normal de Costa Rica.[3]

Además de su vocación literaria, la escritora costarricense desarrolló una profunda vocación pedagógica que llevó a la práctica especialmente con niños y mujeres que necesitaban de una instrucción especial[...] Estudió sicología infantil en la Sorbona y educación pre escolar [sic] [...] En 1921 se hace cargo de la cátedra de literatura infantil en la escuela Normal de Costa Rica. Además fue una de las primeras maestras-escritoras que además de cuentos, escribe teatro para niños (Burgos, 2006: 242).

Para Lyra es importante la existencia de un programa, ora docente, ora para edificar un corpus de literatura infantil. Su proyecto no sólo fue plasmado en Cuentos de mi tía Panchita, pues es posible constatar que en otros textos la infancia aparece como personaje señero. Por ejemplo, en su discurso para celebrar el día del trabajador (que tuvo lugar en 1913), inicia con las siguientes palabras: “Hablo especialmente a los niños, hijos o hermanos de los obreros.”[4]

En sus relatos publicados en diferentes revistas y periódicos de las primeras décadas del siglo XX, hay varios ejemplos de la infancia vulnerable costarricense. Otra muestra la encontramos en “Carne de miseria”. El relato narra las razones de la muerte de una de sus alumnas, Rosario quien es el personaje femenino que encarna a la infancia pobre, e infeliz.

-¡Rosario, triste chiquilla, tu niñez se acabó sin que la mariposa de la alegría hubiera venido a posarse sobre tu corazoncito!

[…] 

-¿Por qué no juega, Rosario? No puedo. ¡Qué va!

Yo entonces sentía que me sublevaba contra alguien, contra la naturaleza. ¡Qué triste era aquella caricatura de la niñez!

A menudo, en medio de la clase de escritura, resonaba su tosecita seca que la dejaba son fuerzas. ¡Cuánto sufría yo entonces al ver su rostro flaco congestionado, mientras las manecillas largas descarnadas y largas se arrastraban a la mesa![5]

En 1930 perteneció a la Junta del Patronato Nacional de la Infancia. Un año después se unió al Partido Comunista de su país. En 1933, debido a su orientación política, fue destituida de su cargo como profesora por el Ministro de Educación. Estos datos cobran importancia si además consideramos la afirmación de Abreu cuando escribe: “Es proverbial el hecho: En Costa Rica hay más maestros que gendarmes […]”[6], pues tal hecho implicó que aunque hubo otras maestras que también escribieron textos infantiles[7], la obra de Lyra se proyectó, al parecer, con mayor fuerza tanto en libros como en revistas. Dicha proyección le hizo ganar un lugar en las letras costarricenses pues, de acuerdo a Bravo-Villasante:

«Los cuentos de mi tía Panchita» - dice Carlos Luis Sáez- son para las letras patrias lo que son para las letras españolas los «Cuentos» de Fernán Caballero, para los franceses los de Perrault, y para los alemanes los de Grimm.[8]


Imagen 1. Carmen Lyra. www.elbibliote.com

Lyra halla en las revistas un espacio vital para la difusión de los proyectos literarios infantiles. Una publicación señera en la que colabora recopilando textos infantiles es “Triquitraque”[9]. En 1913 funda “San Selerín”, una revista de literatura infantil de gran importancia en Costa Rica. La revista fue dirigida por ella y por Lilia González. Las revistas fungieron como espacios de “ensayo” de los textos infantiles, por ello varios de los cuentos de nuestra autora fueron dados a conocer en “San Selerín”, y en Repertorio Americano.[10] Incluso en México fue dado a conocer -en 1922- en la sección infantil ABC de la revista La Falange, “La cucarachita mandinga”.[11]

En 1913 aparecen ocho cuentos de tío Conejo en San Selerín y ninguno de los otros del libro de tía Panchita. Hay algunos titulados «Tío Conejo y mister León» y «Mister caballo y tía Zorra», algunos no se llaman todavía  “tío”, sino “mister”, lo cual revela la vacilación a la hora de denominar a los personajes animales. Lo mismo sucede con los costarriqueñismos, que se transcriben en cursivas.[12]

Con base en este dato podemos inferir que los cuentos tuvieron varios derroteros y por ello fueron creaciones movibles; tal movilidad estuvo dirigida hacia la construcción de una identidad literaria, así: la decisión final de utilizar el apelativo “Tío” y no “mister” anuncia la convicción de nuestra autora de que sus lectores conocieran a uno de sus personajes más emblemáticos mediante una palabra de uso común y popular en la región. “Mister” conejo es convertido, entonces, en un personaje tico: tío Conejo. En este sentido se cumple la afirmación de Propp: “Los autores son con frecuencia producto de la época en que vivieron  y por la clase a que pertenecieron.” [13]

Cabe mencionar que además de la publicación de Cuentos de mi Tía Panchita, Lyra fue una autora a la que se le asocia con los escritos de tipo social.

Como escritora efectúa una producción dirigida hacia la crítica de una sociedad plena de desigualdades sociales, y la clase rica se convierte en el centro de sus principales cuestionamientos. En el partido lleva a cabo la producción de gran cantidad de textos ensayísticos y discursos en los cuales se manifiestan sus ácidas críticas al sistema imperante.[14]

Su narrativa se compone de los siguientes libros: En una silla de ruedas (1907), Las fantasías de Juan Silvestre, (1916), El barrio Cothnejo –Fishy (1923) De bananos y hombres, (1931).

 

Los cuentos

La literatura infantil para nuestra autora es, en gran medida, producto de la oralidad ejercida por las mujeres. En el discurso “Literatura Infantil”, afirmó: “Al niño la literatura que más le conviene y le interesa es la folclórica, de su gente, de su tierra […] La cosa es no darle a los niños baratijas literarias.”[15] En 1914, escribió en el ensayo “La Cenicienta”:

Las siluetas cómicas que vagabundean sobre los labios carnosos de los negros y que Chandler Harris fijara en las páginas de un libro, se deslizan ejecutando sus piruetas que han esponjado en carcajadas tantas bocas de niños de piel morena y de piel blanca y fina. Bien que al llegar nosotros, nuestras abuelas transformaron estas siluetas: son ellas las de Tío Conejo más ladina que de abogado y viejo; la de Tía Zorra cuya proverbial astucia de nada le sirve ante el ingenioso conejillo y la de Tío Conejo simplona y Crédula como la de un campesino Cándido en la Ciudad.[16]

En el caso de sus cuentos, las mujeres se hallan encarnadas en la figura y representación de la Tía Panchita, quien con su despliegue de historias maravillosas representa lo opuesto a la tradición racional, pues para la autora, -al menos en este libro- el elemento principal de los cuentos es la fantasía.

Las otras personas de mi familia, gentes muy prudentes y de buen sentido, reprochaban a la vieja señora su manía de contar a sus sobrinos aquellos cuentos de hadas, brujas, espantos, etcétera, lo cual según ellas, les echaban a perder su pensamiento. Yo no comprendía estas sensatas reflexiones. Lo que sé es que ninguno de los que así hablaban, logró mi confianza y que jamás sus conversaciones sesudas y sus cuentecitos científicos, que casi siempre torpemente arrastraban una moraleja, despertaron mi interés.[17]

Los cuentos infantiles, sabe Lyra, son producto del viaje de ideas, de historias y de formas de nombrar el mundo. La reescritura que hace es una muestra de la adaptación de algunos temas heredados; se trata de una reescritura hecha desde tierras americanas. El cuento representa “un ethos particular.”[18] Ahora bien, como el ethos[19] es cultura y ésta no es estática, las adaptaciones forman parte de un juego interter y metatextual. Tal situación no era ignorada por la autora, por ello afirmó: “Recuerdo el cuento de “la cucarachita Mandinga (La hormiguita de Fernán Caballero, vaciado en el molde quizá americano, quizá tico solamente), que no nos cansábamos de escuchar.”[20]


Imagen 2. Fragmento del cuento “La Mica”, de Carmen Lyra. www.haydee19.wordpress.com

Con sus textos infantiles visualizamos un periplo que da cuenta clara de una de las tantas facetas que puede adquirir la intertextualidad. Lo reescrito y transformado son versiones de cuentos de diversas partes del mundo. Lyra los hizo ticos, les agrego elementos ora lingüísticos, ora costumbristas de tal forma que los volvió costarricenses. En efecto, “[…] Un narrador de cuentos puede producir casi cualquier efecto con un cuento, dependiendo de cómo se cuente.”[21] Ello no impide que puedan ser leídos, difundidos y entendidos por lectores de otras partes del mundo. El cuento es también, producto del devenir humano, por ello “son documentos históricos. Han evolucionado durante muchos siglos y han adoptado diferentes formas en distintas tradiciones culturales.”[22]

Son los cuentos siempre queridos de “La cenicienta”, de “Pulgarcito”, de “Blanca Nieves”, de “Caperucita “, de “El Pájaro Azul”, que más tarde encontré en libros. Son otros cuentos que quizá no estén en libros. De estos, algunos me han vuelto a salir al paso, no en libros sino en los labios.[23]

Ermilo Abreu, se expresa de la  siguiente manera acerca de Lyra y de sus Cuentos de mi Tía Panchita:

Lo popular no es por otra parte, materia postiza o puramente decorativa, sino elemento vivo que trasciende a vieja sabiduría. Los cuentos de la Tía Panchita -por ejemplo- constituyen un bello repertorio de bellas lecciones morales. Pero su moral no es puritanismo ni rígida norma de conducta, sino alegre invención –entre rústica y real- que invita a conversar con el alma, el viento y el lucero. 

Por limpios estos cuentos son buenos para el paladar de los niños. Recuérdese bien: los niños como los poetas no pueden comer nada impuro.

Ella sabe hacer más niños a los niños, que es la única manera de hacerlos más hombres.[24]

 Una muestra de lo popular –mencionado por Abreu- la hallamos en los giros lingüísticos utilizados por la autora; se trata de giros propios de su país. En “Juan, el de la carguita de leña”-por ejemplo- el rey le dice a la hija “¡Quien quita le salga un marido nonis!”. La palabra nonis no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, pero sí en el diccionario: Mil y tantos tiquismos. “Se usa para ponderar la singularidad o la rareza de una cosa tal que no se halla igual.”[25] En este sentido podemos entender que “parte del éxito de los cuentos de mi tía Panchita es la adhesión a un código lingüístico regional […].”[26] Empero esta adhesión no fue aprobada por algunos lectores. Así, leemos: “El Dr. Valeriano Fernández Ferra, en 1922, […] expresaba, en un elogioso comentario, que un maestro de aquella época no le gustaba hablar sobre este libro porque constituía un ejemplo de “mal hablar de la lengua materna.”[27]

Mediante los textos de nuestra autora podemos hacer una reconstrucción verosímil de algunas tradiciones y formas de expresión de Costa Rica. Es importante prestar atención que hemos mencionado el término verosímil y no verídico porque bien sabemos que se trata de un discurso producto de la inventio, creada y recreada mediante la tradición oral. La escritora, además, se vale de algunos estereotipos y arquetipos propios de los cuentos maravillosos; lo hace utilizando el lenguaje como expresión del folclor.

Un ejemplo de lo costumbrista se halla en “La casita de las torrejas”, variación de “Hansel y Gretel”. Precisamente el título hace alusión a un dulce típico de Costa Rica: las torrejas. En palabras de Odilie Cantillano:

En algunos cuentos, el ambiente, la flora y la fauna, así como las costumbres, si bien ya muchas de ellas en desuso, son más bien locales. Por ejemplo, se siembran chayotes y ayotes; se muele maíz y se trae agua en tinajas; se comen tortillas de queso y tortas de arroz de leche; se toma café aromático y “bebida”. Los personajes van a la Catedral a oír misa o a la “Calle de la Estación” a distraerse; se sientan en “bancos” o taburetes”, van descalzos o a caballo o en carreta […][28]

Lyra nos muestra desde los cuentos cierta “realidad histórica”, como la llama Propp. Para nosotros esta realidad es inherente a las formas de vida de Costa Rica: sean creencias religiosas, formas de hablar, alimentos habituales. Se trata de pautas culturales que se funden con lo maravilloso de las historias.

El inicio que Propp da para los cuentos maravillosos inicia con la salida de la casa paterna, ésto podemos observarlo en “El tonto de las adivinanzas”, cuento con el que inicia el libro de nuestra escritora. El protagonista -llamado el tonto-  parte, (en este caso) de la casa materna para ir a probar suerte y ver si era posible hacerse acreedor a la recompensa del rey: casarse con la princesa. En este caso no aparece instrumento encantado, pero es su bondad y “la chiripa” lo ayudan a salir victorioso. El duelo comienza cuando el rey es vencido porque no logra acertar las respuestas de las adivinanzas del tonto, y lo reta a que ahora sea él, -el tonto- quien se someta a una serie de preguntas. El personaje, victorioso, gana la mano de la princesa, empero a ésta él no le gusta como futuro marido, por ello le tiende una trampa para que el vestuario de boda sea totalmente incómodo:

Llama al zapatero para que le tomen las medidas a su futuro esposo de unos zapatos de charol, pero le aconsejó se los dejara lo más apretados que pudiera. Lo mismo al sastre con el vestido y mandó comprar un cuello bien alto.[29]

El tonto prefiere volver a la vida de antes, pues es muy incómodo andar vestido de señor.

Prefiero volverme donde mi mamá; allá ando yo como me da la gana; y si me quedo aquí tendré que pasar mi vida como niño dios con retoque.

Entonces el rey le dio dos mulas cargadas de oro y el tonto se volvió a su casa, donde lo recibieron muy contentos.[30]

La producción de nuestra autora es una re-escritura de la literatura de allende tierra, en ese sentido se comprende que García Monge denomine su escritura y la de María Leal, como: “La contribución más interesante que Costa Rica por ahora, puede ofrecer a la literatura popular infantil.”[31] En este caso, lo popular alude a la recreación del lenguaje vernáculo e incluso, como hemos señalado de algunas marcas propias de la región, por ejemplo en el cuento arriba narrado, cuando el personaje dice: “tendré que pasar mi vida como Niño Dios en retoque. Hay una aclaración, no menos importante –de la misma autora-: “Parece que esas sonrientes esculturas representan al Niño Dios, para retocarlos y trabajar sin dificultad, las aseguran con un tornillo que les meten por detrás.”[32] Dichas esculturas son propias de la región latinoamericana y seguramente la práctica de asegurarlas con un tornillo era vigente en el tiempo en el que Lyra escribió los cuentos.


Imagen 3. www.editorialcostarica.com

Ahora bien, pese a que los textos tienen una denotación de los cuentos maravillosos, nosotros no tomaremos el conocido término “cuentos de hadas” (märchen), pues los elementos de ayuda no son hadas, sino personajes religiosos: Tatica Dios o la Virgen; son estos quienes auxilian a los personajes caídos en desgracia a romper su hechizo. Particularmente son tres cuentos en los que de manera denotada aparece la Virgen para cambiar la suerte de los personajes bien portados: “La rubia y la negra”, “Escomponte perinola” y “Uvieta”.

Si se trata de una reinvención de los cuentos desde la región americana, por eso les llamaremos simplemente cuentos maravillosos costarricenses. Creemos que no es necesario para un cabal estudio utilizar la denominación alemana: cuentos de hadas. Al igual que Propp, tampoco deseamos reducir nuestro estudio a una comparación de los cuentos de Lyra con los llamados clásicos infantiles, pues “si nos limitamos a comparar los cuentos entre sí, permaneceremos en el ámbito del comparatismo.”[33]

Se trata en cambio de observar -como un fenómeno cultural- las maneras en que las historias son reinventadas desde un país latinoamericano. Es útil, a este respecto, retomar lo dicho por Lezama Lima: “Y si la imagen […] reorganiza y aúna las culturas después de su extinción, la danza de las brujas celtas sobre un puente romano les presta la suficiente bruma de la eternidad.” [34] En efecto en los cuentos infantiles, de corte folclórico, las imágenes de allende mundo, como las princesas, las brujas, los seres encantados se trasladan a tierras americanas, en primera instancia porque la bruma de la eternidad se instaló en sus lugares de aparente origen: ora Europa, ora Oriente, pero también se vuelven re-creación con agregados o con supresiones. Un ejemplo, al respecto – reiteramos sin desear comparar-, se encuentra en “Uvieta” y en “De como una anciana engañó a la muerte” (anunciado en la versión de la editorial Anaya, como “Cuento popular francés”). En el cuento de origen francés el personaje principal es una anciana caritativa “[…] que era feliz ayudando a los necesitados,”[35] en Uvieta, el personaje es un campesino que se solidariza con tres personas hambrientas. La trama entre los dos varía, pero el eje consistente en que la muerte queda atrapada y por ello la gente ya no puede morir. En el cuento de Lyra, el paisaje, las formas de hablar, las costumbres son ticas. Retomemos el final  de Uvieta:

Uvieta llegó [al infierno] y llamó como antes usaban llamar las gentes cuando llegaban a una casa: - ¡Ave maría Purísima! ¡Ave maría Purísima! – por supuesto que al oír esto, los demonios se pusieron como si les mentaran la mama (sic).

Y allí estuvo el otro como tres días, dándole a la puerta y ¡Ave maría Purísima! ¡Ave maría Purísima!

Como lo le abrían se devolvió. Cuando iba pasando frente a la puerta del cielo, le dijo San pedro: - ¿Idiay, Uvieta todavía andas pajareando?

-          ¿Idiay, qué quiere qué haga? Aquí estoy hace tres días dándole dándole a aquella puerta y no me abren.

-          ¿Y eso que será? ¿Cómo llamás vos?

-          ¿Yo? Pues: ¡Ave María Purísima! ¡Ave María Purísima!

La Virgen estaba en el patio dando de comer a unas gallinas que le habían regalado, con el pico y las patitas de oro y que ponían huevos de oro. Cuando oyó decir: ¡Ave María Purísima!, se asomó creyendo que la llamaban.

Al ver a Uvieta se puso muy contenta.

-          Qué hace Dios de esta vida, Uvieta? Entre para adentro.

San Pedro no se atrevió a contradecir a María Santísima y Uvieta se metió muy orondo a la Gloria y yo me meto por un huequito y me salgo por otro para que ustedes me cuenten otro.[36]


Imagen 4. Páginas iniciales del número 1 (época 2, 1 de abril de 1923), de la revista San Selerín, dirigida por Lilia González, Carmen Lyra y Joaquín García Monge. http://www.sinabi.go.cr/

¿Será entonces que en los cuentos de nuestra autora podemos referirnos a una imagen de América Latina, en términos de Lezama Lima? Para responder esta pregunta será necesario virar hacia el estudio de la relación entre la producción de Lyra y la re- creación de ciertas marcas culturales. Si Lezama Lima alude a la dispersión histórica, nosotros decimos que en la costarricense, dicha dispersión tiene una connotación lingüística y literaria, por ello existe una inversión de lo que para el cubano es la operación primaria. Para Lezama Lima se trata de la reinvención que del Nuevo Mundo hicieron los cronistas de Indias a partir de lecturas y referentes de origen europeo.

El cronista de las indias lleva la novela de caballería al paisaje. La manera de Bernal Díaz del Castillo revela que leyó y oyó relatos de libros de caballería. El bosque se puebla de hechizos y la flora y la fauna son objeto de reconocimiento en relación con los viejos bestiarios, fabularios y plantas mágicas.[37]

En el caso de Lyra la reinvención se invierte porque es a partir de los referentes costarricenses que ella da otro cariz a las historias de tierras lejanas. Donde hay un hada en la cenicienta, en su equivalente: “La Negra y la Rubia”, el hada es omitida porque aparece la Virgen. En Hansel y Gretel donde “hay una casita hecha de pan y cubierta de pastel, y las ventanas eran de azúcar,”[38] en “La casita de las torrejas”, la autora  le da paso a los alimentos propios de Costa Rica. En este tenor bien podemos extrapolar lo asentado, también, por el autor cubano: “El hecho de descomponer en imágenes cuanto recibimos sirvió al americano de la conquista como un resguardo mágico y una seguridad en la elección”. Tal resguardo como vemos se desdobla a través del tiempo, en este caso en los cuentos infantiles que nuestra autora dota de nueva vida y nuevos referentes. Con los cuentos de nuestra autora, sigue existiendo “el acarreo que se trae de Europa […]”[39] y con ello logramos estipular una vez más que toda cultura es movible y que muchos de sus elementos pueden formar parte de “la migración de la ideas.”[40]

Esta obra nos enseña [Cuentos de mi tía Panchita] que no existen valores fijos, sino que estos cambian o se modifican dentro de varias perspectivas. Entre ellas el diablo puede ser engañado y no ser para nada temido, Tatica Dios puede “estar de malas” y la muerte puede ser burlada, el dinero puede dar felicidad a unos y significar la perdición para otros y el embaucador puede triunfar por su astucia.[41]

De hecho, en el proyecto de Lyra podemos hallar también la dimensión histórica de la producción literaria para infantes en América Latina, en el caso de los cuentos maravillosos este desarrollo histórico, como vemos, no es concomitante al de Europa.

 

El discurso

En la producción de la costarricense, los castillos, las princesas y los reyes son trasladados para ser de-velados como creación analógica, pues lo que se pone en marcha en esta reescritura es lo que Ricœur, basándose en Sausurre, ha denominado la langue, es decir “el código o conjunto de códigos en el que el hablante particular produce parole como mensaje particular.” [42]El discurso para infantes queda fijado por medio de la escritura - se vuelve littera-,  luego de haber seguido y respetado los giros dialectales. Por ejemplo es recurrente el uso de la expresión “idiay”, la cual representa una:

Contracción de y de ahí, equivalente a: ¿y bien? Usase constantemente, como para ayudarse a pensar la respuesta o para expresar la inseguridad o razón lógica o consecuencia de lo que se va a contestar. El uso de esta forma idiomática es tan constante, general e ineludible que hasta es una muletilla característica de los costarricenses, exceptuando a los gunacastecos.[43]

La fijación de un habla y de la escritura responden a una dinámica concomitante, pues aunque es cierto lo señalado por Ricœur: el sentido se adquiere mediante la oración, es precisamente mediante éstas – las oraciones- que Lyra provee de sentido a sus historias. El código es totalmente visible en el uso numeroso de vocablos propios de la región: Entotorolar, gallito (como bocadillo), guápil, guecha, íngrimo, lambuzo, nonis, Juanvainas, mariates, por mencionar sólo algunos.


Imagen 5. gantillano.blogspot.com

La escritura puede rescatar la instancia del discurso porque “lo que la escritura realmente fija no es el acontecimiento del habla sino lo “dicho” del habla, esto es, la exteriorización intencional constitutiva del binomio “acontecimiento – sentido”.[44] De esta manera entendemos que los textos sean producto de una labor concomitante: fijar ciertas particularidades de la langue, es decir del código, y también fijar una parte del acto locutivo: la narración de la tía Panchita. La narración oral queda organizada mediante oraciones y diálogos que dan estructura a las historias. “Únicamente cuando el sagen  - el “decir”- se ha vuelto Aus – sagen enunciación, y sólo entonces se logra el discurso como discurso.” [45]Veamos cómo es organizado el inicio del cuento “La mica”.

a)      Había una vez un rey que tenía tres hijos.

b)      Y el rey estaba desconsolado con sus hijos, porque los encontraba algo mamitas y el deseaba que fueran atrevidos y valientes.

c)      Se puso a idear cómo haría para sacarlos de entre las enaguas de la reina, quien los tenía consentidos como a criaturas recién nacidas y no deseaba ni que les diera el viento.[46]

En efecto, tal como lo señala el mismo Ricœur, la littera no se reduce a la grafía ni “a la mera fijación material,”[47] en tanto entraña una “función comunicativa”, en este caso relacionada con el modo de ver, por ejemplo, a los hombres que no cumplían los estereotipos. La fijación nos permite saber que el estereotipo presentado por Lyra, no permite hombres llamados “mamitas” que estén entre las “enaguas” de su madre.

En el acomodo de las oraciones, además, está presente -de acuerdo a Ong- un campo visual[48], lo que a su vez será el medio para que el escucha o lector decodifique el mensaje. Tal decodificación -presente en todos los escritos- nos conduce a observar el papel de los referentes culturales e históricos en los cuentos de nuestra escritora, y cómo ellos devienen discurso para infantes. Los referentes que operan como mediadores entre texto y contexto son guiados por una particular forma de enunciar, pues se trata de cuentos pensados para un público infantil. Para que los niños, ora lectores, ora escuchas entendieran el término mamitas, por ejemplo, era necesario que hubiera un referente oral propio de su región.

Ahora bien, aunado a la escritura, hallamos elementos de lo que António Cándido, menciona como una manera en que lo pintoresco, lo decorativo son elementos que funcionan como descubrimiento, reconocimiento de la realidad del país y de sus incorporación a los temas de la literatura.[49] Hacemos la extrapolación con el texto del brasileño porque en nuestra autora hallamos, en efecto, esta recurrencia para propalar una identidad en la que se unen paisaje, costumbres y formas de hablar. En Lyra se de-velan ciertos usos y costumbres de una región mayoritariamente rural. Así, en la segunda parte del libro: compuesta por “Cuentos del tío Conejo”, las historias transcurren en las huertas, en el campo, donde, por ejemplo, “la tía Cucaracha estaba tostando café” En este sentido hay también un trabajo mimético, pues en términos históricos:

El cultivo del café comenzó en granjas modestas de tamaño familiar en la década de 1830. El floreciente comercio hizo surgir un sector medio agrícola próspero - y una clase comercial en las ciudades-, sin producir un campesinado sin tierras.[50]

El regionalismo, entonces, no estuvo presente sólo en las “grandes novelas”, pues se halla también en los cuentos de Lyra. Nosotros no nos atrevemos a decir como Cándido, que ésta fue una etapa “necesaria” en el devenir literario de nuestro continente, pero sí suscribimos que “dirigió a la literatura […] a la realidad local”[51], y que en el caso de nuestra autora permeó el producto mayor de su proyecto literario infantil: Cuentos de mi Tía Panchita.

Hasta aquí hemos dado un mero panorama de la escritura de Carmen Lyra con respecto a la literatura infantil. Con este trabajo hemos pretendido colaborar para seguir construyendo andamios en torno a un campo de la cultura y literatura  latinoamericana ha quedado huérfana de estudios y de análisis: la literatura escrita para niños.



Notas:

[1] Rocío García Rey es mexicana. Maestra en Estudios Latinoamericanos y actualmente doctorante en Letras Latinoamericanas en la FFyL de la UNAM. Escribe cuento y poesía. Es autora de los libros: La otra mujer zurda (México, Verso Destierro, 2010) y  Mapa del cielo en ruinas (México, Mezcalero Brothers Ediciones, 2014). Es profesora en el Museo Universitario del Chopo, en la Casa del Lago (UNAM) y en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, (UNAM).

[2] “Juan Manuel Sánchez” en Carmen Lyra, Cuentos de mi tía Panchita, San José, Edit. Costa Rica, 2010, s/p.

[3] Gilda Pacheco, “Cuentos de mi tía Panchita como una manifestación del género denominado literatura infantil”, en  Revista de Filología lingüística, XXX (2): 33- 46, 2004, ISSN: 0377 -628X, PDF, p. 1. http//www.latindex.ucr.cr/descargador.php?archivo=rf1007-04. Fecha de acceso 23 de septiembre 2013.

[4] González Araya, 1996, p.20, citado por Pacheco, op. cit., p. 34

[5] “Carne de miseria”, Narrativa de Carmen Lyra, (Selección, nota y edición de Marianela Camacho Alfaro, Prólogo de Isabel Ducca), Costa Rica, 2011, p.2.

[6] La cita continúa: “Y sin embargo sus valores,- aun los consagrados por la crítica-  no han trascendido lo debido. Los doctos los aprecian, pero el púbico en el mejor de los casos conoce sus nombres, más no sus escritos.” Escritores de Costa Rica. Joaquín García Monge, Roberto Brenes Mesén, Carmen Lira (sic). (Selección, prólogo y notas de Ermilo Abreu Gómez), Panamericana Washington, 1950, p.12.

El hilo conductor de la compilación hecha por Abreu, se halla en el hecho de que los tres autores mostrados fueron maestros: Joaquín García Monge (1881), Roberto Brenes Mesen (1874-1947) y Carmen Lira (sic) (1888-1949).

[7] Cabe mencionar que la figura de maestras- escritoras no fue exclusiva de Costa Rica. En Gabriela Mistral, la otra autora que abordaremos en este trabajo, hallamos también la unión entre docencia y escritura para infantes. En Costa Rica, María Noguera se involucró también en la redacción de cuentos infantiles. Para ampliar el tema puede consultarse: Bravo-Villasante, Carmen, “Las escritoras de Hispanoamérica”, en  1989: 299-306.

[8] Ibídem.:303.

[9] “Triquitraque tomó su nombre a raíz de un concurso que ganó María Eugenia Dengo Obregón, de la Escuela Rafael Montoya de Herrera, en abril de 1936, quien escribió “Yo quiero que la revista de los Niños se llame Triquitraque para que meta mucha bulla y todos gocemos cuando la leamos.” Véase: Flora Ovares, “Crónicas de lo efímero. Revista literarias de Costa Rica”.

[10] Cfr. Margarita Rojas González, “Las aventuras de Tío Conejo en Libros y Revistas costarricenses de la primera mitad del siglo XX”, Ponencia presentada en el Coloquio sobre literatura costarricense, Universidad de Costa Rica, mayo 2004, publicada en las actas en el número extraordinario de la revista filología y lingüística de la Universidad de Costa Rica. (XXX, 2005) 105-113. Versión PDF, p. 2

www.repositorio.una.ac.cr/bitstream/handle/11056/.../recurso_299.pdf?...‎Fecha de acceso 4 de septiembre 2013.

[11] Carmen Lyra, La Cucarachita Mandinga”, La Falange, sección ABC, México, 1 de febrero de 1923.

[12] Margarita Rojas, op. cit., p. 2

[13] Cfr. Vladimir Propp, Raíces históricas del cuento, México, Colofón, 2008, p.17.

[14]  Óscar Gerardo Alvarado Vega,  Literatura e identidad costarricense, Costa Rica, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2008, p.237.

[15] Citado por Carlos Rubio Torres en el Prólogo de Carmen Lyra, Cuentos de mi Tía Panchita, op. cit., s. /p.  

[16] Ibíd.

[17] Ibíd.

[18] Robert Darnton, “Los campesinos cuentan cuentos: El significado de Mamá la Oca”, en La gran matanza de los gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, (Trad. Carlos Valdés), México, FCE, 2011 (historia) p, 21.

[19] En este trabajo utilizamos la definición de ethos que  Julio de Zan ha planteado: El ethos [...] se puede describir como un conjunto de creencias, actitudes, e ideas que configuran el modo de ser de una persona, o la «personalidad cultural básica» de un grupo humano, tal como lo conciben los antropólogos. Por eso la ética alude en este sentido a una concepción de la buena vida, a un modelo de vida virtuosa y a los valores vividos de una persona, o de una comunidad, encarnados en sus prácticas e instituciones, los cuales deben ser respetados como opciones que definen una identidad o un ethos particular y valioso, pero que no pretenden (y no pueden) universalizarse, porque tienen un carácter singular, o histórico- cultural.

Julio de Zan, “Moralidad y eticidad. Una disputa contemporánea de Kant y Hegel”, en Panorama de la ética continental contemporánea, Madrid, AKAL, 2002, p.19.

[20] Carmen Lyra, Cuentos de mi tía Panchita, op. cit. s/p.

[21] Robert Darnton, op. cit. p. 55

[22] Ibídem,  p.19.

[23] Carmen Lyra, Cuentos de mi Tía Panchita, op. cit. s/p.

[24] Ermilo Abreu, op. cit. pp. 15-16.

[25] Luis Ferrero, Mil y tantos tiquismos (costarricencismos), Costa Rica, EUNED, 2002. p. 156.Versión digital books.google.com/.../Mil_y_tantos_tiquismos_costarricensismos.html?id

Fecha de acceso 25 de septiembre 2013.

[26] Margarita Rojas,  op. cit. p. 2.

[27] Carlos Rubio Torres, “Cuentos de mi Tía Panchita. Un prólogo para personas adultas que creen en tía Panchita”, en Carmen Lyra, Cuentos de mi tía Panchita, op. cit. s/p.

[28] Odilie Cantillano, El pozo encantado. Los cuentos de mi tía panchita de Carmen Lyra, Costa Rica, EUNED, 2006. p. IX.

[29] Carmen Lyra, “El tonto de las adivinanzas”, en Cuentos de mi Tía Panchita, op. cit. p. 29.

[30] Ibidem, p. 30.

[31] Margarita Rojas, op. cit., p. 1.

[32] Carmen Lyra “El tonto de las adivinanzas”, op. cit., p.29.

[33] Propp, op. cit., p. 15.

[34] José Lezama Lima, “Imagen de América Latina” en América latina en su literatura, (Coordinación e introducción César Fernández Moreno), México, Siglo XXI/ UNESCO, 2000, p.463.

[35] “De cómo una anciana engañó a la muerte, Cuento popular francés, Los mejores cuentos de nuestra vida, España, Anaya, 2001, p. 351.

[36] Carmen Lyra, “Uvieta”, Cuentos de mi Tía Panchita, op. cit., pp. 40 -41.

[37] Lezama Lima, op. cit., p. 464.

[38] “Hansel y Gretel” en Los mejores cuentos de nuestra vida, op. cit., p. 32.

[39] Lezama Lima, op. cit., p. 464.

[40] El título fue tomado de la Revista Nuestra América,  México, CCYDEL / UNAM, año IV, número 12, septiembre- diciembre de 1984.

[41] Gilda Pacheco, op. cit., p. 42.

[42] Paul Ricœur, “El lenguaje como discurso”, en Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, México, Siglo XXI / Universidad Iberoamericana, 1995, p. 17.

[43] Luis Ferro, Mil y tantos tiquismos, op. cit., pp. 124-125.

[44] Paul Ricœur, “Habla y escritura”, en Teoría…op. cit., p.40.

[45] Ibíd.

[46] Carmen Lyra, “La mica”, en Cuentos de mi Tía Panchita, op. cit., p.71.

[47] Paul Ricœur, op. cit., p. 4.

[48] Walter Ong, “La oralidad del lenguaje”, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México, FCE, 1987, p.21.

[49] António Cándido, “Literatura y subdesarrollo”,  en América Latina en su literatura, op. cit., p. 350.

[50] Thomas E.  Skidmore y Peter H. Smith, “Costa Rica: una democracia frágil”, en Historia contemporánea de América Latina, Barcelona, Crítica, 1999, p.356.

[51] António Cándido, op. cit., p. 351.                     

 

Fuentes

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Cómo citar este artículo:

GARCÍA REY, Rocío, (2014) “Carmen Lyra y la literatura infantil”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 20, julio-septiembre, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Viernes, 29 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=984&catid=10