CeDInCI 1998-2018: dos décadas de patrimonialización histórica continental

Pacarina del Sur

 

«No tire sus publicaciones políticas o culturales, ni las deje abandonadas en un rincón olvidado de la casa».

Cartel CEDINCI, 3 de abril de 1998

En marzo de 1997, después de muchos años de búsqueda, el historiador argentino Horacio Tarcus identificó en el depósito de la antigua Editorial Marymar de Buenos Aires un cuantioso acervo documental de las izquierdas que había reunido José Paniale (1900- ca.1980), cuya militancia venía del  legendario grupo Insurrexit, el cual editaba desde 1920 una revista del mismo nombre y cuyo lema era: “Una rebeldía seria, reflexiva, donde palpita la impaciencia y estalla la pasión”. Se trataba de cientos de títulos de periódicos gremiales y políticos, revistas, volantes, folletos y libros, editados en su gran mayoría en la primera mitad del siglo XX. El material cubría un amplio arco político que iba del anarquismo, el socialismo, el comunismo, los orígenes del trotskismo argentino, hasta los orígenes del peronismo, pasando por el nacionalismo de los años 1930 y 1940. No faltaban tampoco los documentos fundacionales de la Reforma Universitaria nacida en la ciudad de Córdoba ni los afiches y los boletines de la Liga Antiimperialista de las Américas.

 Conmovido por el inestimable valor histórico, político y simbólico de este hallazgo, y ante el riesgo de que este patrimonio fuera vendido a una universi  dad del exterior, Horacio Tarcus, quien con su afán de historiador obstinado ya había reunido un importante acervo propio que ofrecía generosamente a la consulta a investigadores argentinos y extranjeros, convocó a amigos y colegas para organizar una colecta que permitiera adquirir el Fondo Paniale. La respuesta fue inmediata e impulsó una segunda convocatoria que invitaba a militantes, intelectuales y editores de revistas a donar fondos y colecciones. En el sustrato profundo de esta convergencia de capitales letrados de las clases subalternas, emergen las figuras y prácticas de los coleccionistas, corresponsales, obreros gráficos, autores, redactores, colaboradores, canillitas (voceadores), libreros y lectores. Esta primera gran concentración de acervos, sustentó la vía de su patrimonialización de cara a ser puesta a dominio público.

El exitoso saldo, esta vez, vino acompañado de renovadas voluntades que acordaron la creación de una institución –una asociación civil sin fines de lucro- consagrada a recopilar, preservar, conservar y poner a disposición de los lectores el mayor patrimonio político-cultural de las izquierdas que se lograra reunir.

Fue así como el 3 de abril de 1998 abrió sus puertas el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) en la calle Sarmiento 3433 del barrio de Almagro, Buenos Aires, gracias al esfuerzo de algunos y a la solidaridad de muchos, en el contexto de una política pública indiferente a los arcones de la cultura y del pasado subalternos. Ese día concurrieron más de doscientos intelectuales, dirigentes sindicales, militantes de las izquierdas, periodistas y estudiantes. No faltó, como era previsible, el cierre de la inauguración con un brindis de confraternidad en el patio de la casona, entre representantes de  cuatro generaciones de la Argentina del siglo XX.

Y ese esfuerzo y esa solidaridad serían, con el correr de los años, su sello identitario. A partir del archivo personal que Tarcus había reunido desde su adolescencia, de las donaciones recibidas durante las convocatorias mencionadas y de la adquisición del Fondo Paniale (que se convertiría en el primero de los Fondos de Archivo del CeDInCI) comenzó a erigirse esta gran biblioteca, hemeroteca y archivo que a lo largo de lo  s años fue sumando apoyos y generosidades que incrementaron su acervo en términos invaluables, superando las fronteras nacionales y extendiéndose en muy poco tiempo a América Latina y el mundo todo.

Este mes de abril de 2018 el CeDInCI está cumpliendo 20 años. Y no deja de crecer.  Atesora al día de hoy más de 160.000 mil libros y folletos, 10.000 colecciones de revistas y periódicos, alrededor de 2.200 afiches políticos, más de 20.000 volantes y 136 fondos de archivo personales. Viene cubriendo sin reservas todo el abanico histórico de las izquierdas, sentando las bases para superar los límites de los cultores de la llamada «Historia tradición » y de la «pedagogía militante», tan proclives ocultar las fuentes o a destruir las que les resultan incómodas.

El CeDInCI, además de lo anterior, asumió las funciones de entidad editora, destacando su boletín mensual Políticas de la memoria, cuyo primer número apareció dos meses después, convertido en anuario a partir del número tres. En el editorial se presentó de manera aguda y objetiva el drama crónico que padecen los investigadores argentinos de cara a las fuentes y repositorios, en su mayoría dispersos y poco accesibles. En el espejo argentino nos podemos ver los investigadores de todos los países del continente. En buena medida se explica, por un lado, por  el añejo desencuentro de nuestros gobiernos frente al patrimonio cultural letrado, en especial al generado por las minorías culturales y clases subalternas y, por el otro, por las políticas desplegadas por las potencias extranjeras para la adquisición de bienes culturales. Neocolonialismo cultural y dependencia representan anclajes tan añejos como la anticultura y desdén de la mayoría de los gobiernos que hemos tenido durante dos doscientos años de vida republicana:

En el mercado de las revistas y los papeles argentinos, la principal demanda proviene de los coleccionistas privados y de las universidades del exterior. En el primer caso, el patrimonio queda vedado a la consulta pública; en el segundo, sólo es accesible a los argentinos que puedan viajar. El universitario estadounidense, europeo, mexicano o brasileño tiene a su alcance extraordinarias bibliotecas y archivos, pudiendo consagrarles todo su tiempo y sus energías; el investigador argentino que se propone trabajar con este tipo de patrimonio sabe que el 50% de sus energías estarán destinadas a la búsqueda de sus fuentes, debiendo peregrinar por múltiples bibliotecas públicas, archivos privados y librerías de viejo. A menudo debe comprar sus fuentes, convirtiéndose en un atesorador privado. Y así como el coleccionista es un investigador principiante, insensiblemente el investigador argentino deviene un coleccionista amateur. Incluso ha llegado a suceder que los investigadores rivalicen, no por el rigor o la originalidad de sus interpretaciones, sino por la posesión de sus “propias” fuentes.Su mayor orgullo es estampar, a pie de página, esta man  ifestación de nuestro subdesarrollo cultural: “Original en el archivo del  autor”.

Respecto al drenaje patrimonial hacia el extranjero, no sólo se van dólares o “cerebros”, sino también libros, revistas, cartas, manuscritos... [i]

 

El CeDInCI  comenzó su campaña marchando a contracorriente de estas tendencias depredadoras. Lo hizo y lo viene haciendo a favor de la patrimonialización de la memoria histórico-cultural de su pueblo, y en los últimos años  y de más adelante, de los pueblos del continente.

 El empuje se expresó también en la realización de dos seminarios y un ciclo de conferencias, en el cual participaron treinta y dos disertantes. Uno de ellos, Ricardo Napurí (peruano), al participar simbolizó un guiño desde el prisma argentino de  l CeDInCI, hacia Nuestra América. Con el paso del tiempo, los eventos del CeDInCI se abrieron con especial énfasis a los países de América Latina y el Caribe, pero también a otros continentes. Sin lugar a dudas, se había iniciado el proceso de mundialización del CeDInCI, lo refrenda la riqueza de su acervo (documentos, fotografías, carteles, periódicos, revistas, libros, folletos, volantes), que nos remiten a varios idiomas y a los más diversos confines de la tierra. Su público lector se compone de estudiantes, académicos, documentalistas, militantes políticos y activistas feministas, de derechos humanos y de la diversidad sexual.

Recibe un promedio anual de veinte investigadores del exterior que arriban a su sede para realizar estancias de investigación, tanto de Estados Unidos y  Europa, como desde toda América Latina. En el año 2015 inauguró un Portal de revistas latinoamericanas --AMÉRICALee-- que posibilita el acceso libre de modo remoto a más de un centenar de títulos de su colección de publicaciones periódicas, con sus respectivos estudios preliminares e índices. Asimismo, ofrece el portal IMAGOTECA, que supera al día de la fecha las 4000 imágenes --entre tapas de libros y revistas, fotografías, memorabilia, ephemera--, cada una acompañada de una correspondiente descripción.

Además de haber reunido un patrimonio único en América Latina, el CeDInCI ha desarrollado una considerable actividad en el terreno de la investigación. Edita regularmente un boletín informativo y un anuario, la revista Políticas de la Memoria. Organiza cada dos años las Jornadas de historia de las izquierdas, que en noviembre de 2019 alcanzarán su X convocatoria, promoviendo además las Jornadas de historia reciente, las Jornadas de investigación sobre anarquismo, las Jornadas sobre archivos y colecciones particulares, los Coloquios de historia del libro y la edición y los Congresos de Historia intelectual latinoamericana.

Asimismo, se convirtió en un lugar de referencia en lo relativo a la recolección, recepción de donaciones, salvaguarda y puesta en acceso de fondos de archivo y acervo bibliohemerográfico. Estuvo entre las primeras instituciones argentinas en modernizar e integrar sus sistemas de gestión y catalogación, implementando el sistema KOHA de gestión de bibliotecas y el software ICA-AtoM, también de licencia libre, que permite difundir fondos de archivo en la red.

En 1999 el CEDINCI fue declarado “sitio de interés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, inaugurando cuatro años después su actual sede en un inmueble cedido por la Legislatura de la Ciudad ubicado en el barrio de Flores de la capital porteña. En 2009 el Consejo Nacional de Investigaciones Cientíticas y Técnicas reconoció al CeDInCI como sede para radicar proyectos de investigación. Desde entonces, en menos de ocho años, ha reunido un equipo que ya suma 6 investigadore/as de carrera y 9 becario/as.

En junio de 2010 celebró un acuerdo de reciprocidad con la Universidad Nacional de San Martín, gracias al cual pudo ampliar su equipo profesional. En octubre de 2015, la Colección de Prensa Obrera del Cono Sur. 1863-1973 del CeDInCI fue declarada "Patrimonio Documental de América Latina y el Caribe" por el Programa Memoria del Mundo de la UNESCO. En 2016 dos de sus proyectos, uno destinado al desarrollo del Portal AMÉRICALee y otro relativo al Fondo de archivo de Córdova Iturburu, fueron declarados "de interés cultural" por la Ciudad de Buenos Aires.

Hoy resguarda su voluminoso patrimonio en dos sedes localizadas en el barrio porteño de Flores, abarrotadas de publicaciones en estantes que cubren todas sus paredes, desde el piso hasta el techo. Su tarea puede recorrerse en parte a través de su sitio: www.cedinci.org, donde los usuarios encontrarán además una Imagoteca, que supera al día de la fecha las 4000 imágenes -entre tapas de libros y revistas, fotografías, memorabili  a, ephemera-, cada una acompañada de una breve descripción; y su portal de publicaciones periódicas latinoamericanasAméricaLee, que pone a disposición más de 100 títulos de revistas, además de los primeros 10 años del periódico anarquista La Protesta.

Esta es, en pocas palabras, la historia de un espacio que en los últimos 20 años ha sabido cobijar, restaurar y ofrecer a la consulta pública, la historia largamente enhebrada y costosamente documentada de la cultura, espacios políticos y movimientos sociales argentinos y latinoamericanos, convirtiendo al CeDInCI en el mayor centro regional de historia social, política y cultural de América Latina, y principal centro de referencia en el campo de estudios sobre las izquierdas y los movimientos sociales.

Desbordada sus dos sedes por el volumen de su patrimonio histórico, el CeDInCI viene solicitando a las autoridades gubernamentales de la Argentina y de la Ciudad de Buenos Aires un edificio donde unificar sus fondos hoy dispersos y donde poder desplegar sus múltiples actividades. Desde México, desde el Perú y desde todas las ciudades latinoamericanas donde se encuentran nuestros colaboradores y nuestros lectores, Pacarina del Sur quiere saludar a sus amigos de Argentina y brindar el apoyo más ferviente a su fundado reclamo de contar con una sede única, espaciosa y digna.

 

[i] Políticas de la Memoria, núm. 4, verano 2003/2004, p. 6.