Guevarismo
Antonio Melis
Pacarina del Sur comparte con su comunidad de lectores un texto juvenil de Antonio Melis, nuestro solidario consejero recientemente fallecido. Fue publicado inicialmente en la revista Ideología, revista italiana publicada a partir de 1967 en Padua y posteriormente en Roma hasta el año de 1971. Su título «Guevarismo» es elocuente, ya que signa un hito en su emergente interés por Nuestra América al lado de su magistral ensayo «J.C. Mariátegui primo marxista d'America», publicado en Critica Marxista, revista teórica del Partido Comunista Italiano, marzo-abril de 1967, ulteriormente reproducido en muchos países de nuestro continente. El texto «Guevarismo» en el corpus de la revista Ideología convergió con el que a su vez, Mario Sabattini le dedicó al castrismo y la Revolución cubana. A Melis y a Sabattini les quedó claro que Castrismo y Guevarismo representaron políticamente algo más que matices acerca de la Revolución, el socialismo y la lucha antiimperialista. El esfuerzo teórico sostenido de la revista tenía como norte, combatir la alienación y renovar el lenguaje de la izquierda en los terrenos ideológicos, políticos y estéticos, en diálogo abierto con el legado gramsciano. «Guevarismo» formaba parte de una obra colectiva elaborada por cinco integrantes de la revista Ideologíe, publicada originalmente bajo su sello editorial en Roma en 1970, de manera paralela a la publicación de su libro: Che cosa ha veramente detto Che Guevara. Cinco años más tarde, el 28 de agosto de 1975 la editorial Galerna de Buenos Aires, terminó la impresión. La obra, vuelta a revisar por sus autores, fue traducida por Beatriz Sarlo. El libro pronto ingresaría a la lista de libros censurados por la dictadura militar. Su distribución en librerías, seis meses antes del inicio de la requisa y quema de libros, llegó a muy pocos lectores, desapareciendo del circuito librero.
El término «guevarismo» asumió en el lenguaje político corriente un significado restringido respecto a la compleja elaboración teórica de Ernesto Guevara, pasando a indicar sólo algunos aspectos de su pensamiento, vistos por lo general a través de la óptica deformante de las modas y las mitologías políticas. Aun cuando puede afirmarse que la vulgarización del Che dejó escapar los contenidos más vitales e innovadores del revolucionario argentino, no hay duda de que el «guevarismo» tuvo una fuerte presencia en las batallas y en los debates de estos años y en cuanto tal así lo definiremos.
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Respecto de la teorización de la guerrilla, el núcleo fundamental de los escritos del Che sobre ese tema se remite al planteamiento contenido en los escritos militares de Mao Tse Tung. Más bien se puede afirmar que Guevara lleva a cabo una relectura de la experiencia vivida por él en Cuba a través del filtro de la sistematización teórica de Mao. Ello resulta particularmente evidente para toda una serie de puntos: la creación de bases de apoyo para la guerra revolucionaria, la necesidad de invertir en el plano táctico las relaciones de fuerzas desfavorables en el plano estratégico, la concepción dialéctica de la relación entre guerrilla y guerra del pueblo, la distinción de tres fases fundamentales de la lucha (defensiva estratégica, equilibrio de fuerzas, contraofensiva estratégica), la necesidad de un vínculo muy estrecho entre guerrilleros y población, la polarización de las fuerzas campesinas en torno al objetivo de la reforma agraria, la relación justa entre disciplina y democracia en la organización de las tropas guerrilleras.
Junto a estas importantes coincidencias existe, no obstante, una divergencia sobre una cuestión decisiva: el rol del partido. Mientras en Mao es el partido revolucionario el que crea la guerrilla como su brazo armado, y en cada fase de la lucha se preocupa por hacer prevaler la instancia política sobre la militar, colocando la política en el primer puesto, en Guevara, esta relación se invierte: no es el partido el que construye el ejército guerrillero, sino que es la lucha armada la crea las premisas para el nacimiento del partido. Es conocidísima la forma en que Mao resumió llanamente sus planteamiento: «Nuestro principio es: el Partido dirige el fusil, pero no debe permitirse nunca que el fusil dirija al Partido».
La ausencia de una teoría del Partido explica también la ausencia de un análisis preciso de las clases sociales, dirigida a particularizar [1]los estratos revolucionarios, los sectores conquistables para la causa de la revolución, los enemigos del pueblo a neutralizar y a liquidar. También es verdad, por otra parte, que sería erróneo ignorar los aspectos políticos de la elaboración guevariana sobre la guerrilla: luego de un periodo de exaltación acrítica, durante el cual la indicación de la lucha armada apareció como una solución taumatúrgica de las inmensas dificultades de la estrategia revolucionaria, se pasó a menudo a formas hipercríticas y liquidadoras con respecto al Che, atribuyéndole una visión casi militarista de la guerrilla. Contra estas implicaciones debe reafirmarse la concepción guevariana del guerrillero como reformador social, ligado a un programa político de emancipación, así como debe subrayarse su insistencia en la necesidad de una formación ideológica de los combatientes.
La exasperación de la teoría de la guerrilla, más que a Guevara, pertenece a lo que podría definir como «debraysmo», es decir al desarrollo extremo de la elaboración guevariana que llevó a cabo el joven militante francés Regis Debray: en efecto, es en Debray donde las opciones revolucionarias se cristalizan en una dialéctica reduccionista y banalizada entre lucha armada y lucha política. Por esta vía se pasa a una acentuación de los aspectos espontaneístas ya presentes en el Che para deslizarse hacia un culto tecnicista del momento militar de la lucha, a expensas del análisis de clase y y de la batalla teórica y política.
La teorización de la guerrilla se liga estrechamente a otro aspecto fundamental del «guevarismo» que ha impregnado los debates políticos de los últimos años: la propuesta de una lucha a fondo contra el imperialismo, que tenga como fuerza propulsora a los pueblos oprimidos y el rechazo de la estrategia de la coexistencia pacífica. El punto de partida lo constituye la afirmación del carácter no excepcional de la experiencia cubana, si se excluyen algunos aspectos peculiares de la toma del poder y del pasaje del socialismo. Cuba debe convertirse en ejemplo y estímulo para todos los pueblos que rechazan la cristalización del mundo en esferas de influencia.
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La referencia casi exclusiva a los países subdesarrollados como sujeto revolucionario, que vincula el «guevarismo» a ciertos aspectos de la ideología tercermundista, se origina en una sustancial desconfianza en el rol revolucionario de la clase obrera occidental. Según el Che, los obreros de los países imperialistas están perdiendo su espíritu internacionalista a causa de su tácita complicidad con la explotación de los países dependientes, lo cual compromete su capacidad de lucha en sus respectivos países.
El redescubrimiento del internacionalismo proletario constituye uno de los factores más importantes del arraigo político del «guevarismo», también porque va acompañado de la praxis consecuente del Che y es propuesta como la única estrategia válida al carácter mundial del sistema imperialista. Además, afirma la unidad antiimperialista en polémica con las divergencias que dividen en el movimiento obrero internacional, y que se polarizan en torno al conflicto China-URSS. Para Guevara esta controversia se reduce a un intercambio insensato de estocados, a una serie de disquisiciones bizantinas cuyo único resultado es un irresponsable debilitamiento del frente antiimperialista.
Los límites espontaneístas y voluntaristas, que observamos a propósito de la concepción del partido, vuelven a surgir en la posición asumida ante la confrontación histórica entre el marxismo-leninismo y revisionismo moderno: la subestimación de la lucha ideológica, la incapacidad para llevar a cabo un análisis de clase profundo de este conflicto, congelan la concepción internacionalista del Che en una generosa utopía, destinada a quebrarse en los últimos años, al emerger con más claridad el carácter antagónico de la contradicción.
Hoy está en curso un vasto proceso de repensamiento crítico y autocrítico del «guevarismo», comenzando por América Latina, donde tuvo oportunidad de experimentarse en las formas más directas y militantes. Contra la tentativa revisionista de agitar los límites y errores de la experiencia guevariana para realimentar la hipótesis de la alianza con las burguesías nacionales y de la vía electoral al socialismo, se abre camino una superación dialéctica y creadora del «guevarismo», con la revaloración de la lucha urbana, del trabajo político entre las masas campesinas, de la lucha ideológica y la elaboración teórica, del papel dirigente del partido revolucionario.
Otro es el discurso que hay que hacer para los países capitalistas, donde el «guevarismo» fue hábilmente utilizado en función antileninista y antimaoísta por fuerzas sólidamente ancladas en la vía parlamentaria de los países en que operan, a las que les convino descargar la frustración de las ocasiones perdidas y de las revoluciones traicionadas en los pueblos del «Tercer Mundo». Frente a la imposibilidad probada de obtener crédito entre las masas agitando el escuálido modelo soviético, la línea de defensa del revisionismo occidental consistió en la utilización del «guevarismo» en esta forma diversionista y alienante. Para este fin han servido las tropas auxiliares del revisionismo, sobre todo las del PSIUP[2] y los trotskistas, que por algún tiempo consiguieron el doble objetivo de oscurecer a los ojos de las masas la propuesta política de los comunistas chinos y difundir una rebeldía fácil tendiente a soluciones milagrosas.
La lucha dura y prolongada contra el sistema y contra el revisionismo, que constituye la última carta del sistema, sufrió un retraso que sólo hoy comienza a recuperarse, en la medida en que se afirma la urgencia de una reanudación de la elaboración teórica y del análisis de clase. En esta perspectiva también la gran figura de Ernesto Che Guevara, liberada de las escorias del «guevarismo», puede ser correctamente valorada en su función anticipadora de los términos en que hoy tiene lugar un enfrentamiento de clases a nivel mundial.
Notas:
[1] En la traducción dice: «individualizar». La versión italiana sugiere el término elegido.
[2] Nota del editor: Se refiere al Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria (1964-1972), resultado de la escisión del Partido Socialista Italiano por su alianza con la Democracia Cristiana.
Bibliografía:
Ernesto Guevara, Obras completas, Buenos Aires: Ediciones del Plata, 1967 y 1968.
José Marìa Gutiérrez, El Che Guevara, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, los Hombres de la Historia, 1971.
K.S. Karol, Los guerrilleros al poder, Barcelona: Seix Barral, 1972.
Michael Lowy, El pensamiento del Che Guevara, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Melis, Antonio, Che cosa ha veramente detto Che Guevara, Roma: Ubaldini, 1970.
Cómo citar este artículo:MELIS, Antonio, (2016) “Guevarismo”, Pacarina del Sur [En línea], año 8, núm. 29, octubre-diciembre, 2016. ISSN: 2007-2309.
Consultado el Domingo, 6 de Octubre de 2024.Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1394&catid=4