Entrevista al economista David Ibarra Muñoz [1]

Hugo Enrique Sáez Arreceygor

RECIBIDO: 07-05-2014 ACEPTADO: 21-05-2014

 

Breve presentación. Esta entrevista a David Ibarra Muñoz, doctor en economía por la Universidad de Stanford, se realizó en el estudio de su casa en la ciudad de México el 3 de mayo de 2001. La información recabada formó parte de una investigación y era requerida para esbozar la historia de la Sede Subregional en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Sería insuficiente este espacio para resumir la amplia actividad pública y profesional llevada a cabo por el doctor David Ibarra Muñoz (Querétaro, 1930). Además de haber ejercido la dirección de la mencionada Subsede de la CEPAL (1970-1973), cabe recordar que fue Secretario de Hacienda y Crédito Público (1977-1982) durante el gobierno del Presidente José López Portillo y se desempeñó como primer director del recién nacionalizado Banco Nacional de México en septiembre de 1982. Ha ejercido la docencia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y es autor de numerosísimos artículos de investigación así como de agudos libros en los que destaca su crítica al modelo neoliberal. En 2013 apareció La crisis inacabada[2], publicado por la UNAM. Se lo considera uno de los economistas mexicanos más sobresaliente y lúcido.

 

Hugo Enrique Sáez Arreceygor (HESA): Señor David Ibarra, nos interesa conocer de qué manera caracteriza usted el período en que dirigió la Subsede de la CEPAL en México, es decir, entre 1970 y 1974.

David Ibarra (DI): Hay que situar históricamente ese período en que me tocó encabezar a la Subsede de la CEPAL en México.

En primer término, para no cometer anacronismos, se debe aclarar que en aquella época prevalecía en América Latina el paradigma de Keynes-Prebisch, que estaba sustentado en la autonomía o la soberanía económica de los países para hacer ingeniería social y para comprometerse con sus ciudadanos en lograr crecimiento sostenido, así como el mejoramiento y el bienestar de las mayorías. Estamos hablando de una época en que se creía posible hacer intervencionismo y garantizar, repito, crecimiento y bienestar.

Es el momento también en que este paradigma empieza a quebrarse. ¿Por qué? Porque el mundo, después del auge de la posguerra, que gesta el período de más intensa prosperidad en la vida independiente de los países latinoamericanos, enfrenta un cambio radical de circunstancias.  Comienza a desarrollarse, a crecer la globalización y a ceder la soberanía económica de los países.  Esto sucede por múltiples razones, una de ellas, es que la economía mundial exige uniformidad de políticas, precios estables, apertura de mercados.

Ahí estábamos al fin de la década de los sesenta y comienzo de los setenta, digamos, en el punto que empiezan a convivir estos dos paradigmas y a entrar en conflicto.  En los Estados Unidos se acusa a los keynesianos de las fallas del Estado y de provocar despilfarros con los recursos públicos.  Asimismo, el hecho de que se dé la estanflación y no el crecimiento, acaba por derrumbar el paradigma económico anterior.


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HESA: Se atraviesa entonces por cierta decadencia del estado de bienestar…

DI: Los estados de bienestar empiezan a retroceder un poco, por la presión de los mercados, el incremento de la competencia —que adquiere escala mundial— la revolución tecnológica y la informática, que detienen el avance de las políticas sociales.  Entonces, se comienzan a plantear nuevos problemas que se reproducen en América Latina.

El primero es el del propio Mercado Común Centroamericano.  La constitución de esa zona de libre comercio seguía la lógica del primer paradigma, es decir, por su intermedio se trataba de que economías pequeñas ampliaran sus mercados para iniciar un proceso de sustitución de importaciones y añadir nuevas dimensiones al crecimiento interno de los países.  Ello se fundamentaba en el supuesto de que la región conservaría suficiente soberanía económica a fin de llevar a buen puerto políticas enfocadas al crecimiento y al mejoramiento de la población.

Los pivotes del Mercado Común Centroamericano residían en erigir una barrera externa común, liberalizar el comercio interno y establecer paralelamente una política de industrialización con una serie de instrumentos de fomento.  ¿Qué instrumentos?  Fundamentalmente, el arancel externo común, que ya mencioné; un sistema también común de incentivos fiscales y un régimen de industrias de integración que permitiera repartir entre los países plantas de cierto tamaño diseñadas para servir al mercado centroamericano.  En aquella época esa era la concepción central.  Pronto surgió una primera tensión porque la economía de los países estaba organizada en torno de la exportación de productos primarios, típicamente café, algodón y otros bienes semejantes que formaban el núcleo rector del crecimiento dominante que venía desde comienzos de siglo.

El nuevo esquema que se plantea con la integración económica choca un poco con las exigencias del patrón anterior de desarrollo.  Sin embargo, converge al gestar una enorme prosperidad, en parte de los años sesenta, cuando ya estaban más o menos perfeccionados los instrumentos de integración y persistía el auge del comercio mundial de la posguerra.  El comercio intrarregional prácticamente crece de cifras minúsculas hasta representar alrededor del 25% de todo el comercio exterior centroamericano y comienza a crear un nuevo pilar dinámico de crecimiento.  Ahora bien, desde fines de la década de los sesenta el comercio con terceros países se debilita, y eso mismo deteriora las finanzas públicas y la situación de la balanza de pagos.  A raíz de la escasez de divisas, se trasmina y erosiona el intercambio regional, los países adoptan medidas unilaterales, multiplicándose las tensiones dentro del Mercado Común que culminan con el conflicto bélico entre El Salvador y Honduras.

En suma, se plantean dilemas primero entre dos patrones de crecimiento y después en los alcances insuficientes de un esquema de integración que no rebasa la esfera propiamente económica.  En ello hay una razón histórica.  Con anterioridad se habían emprendido múltiples intentos de integración política en Centroamérica, que fracasan.  Por tanto, con el Mercado Común se intenta un camino distinto, gradualista y centrado en el terreno económico, sin plantear en su arranque ningún objetivo de fusión política.  Con todo, a fines de los sesenta y principios de los setenta se hacía evidente que la integración regional necesitaba de acuerdos políticos de mayor envergadura; era claro el imperativo de contar con acuerdos de: convergencia en políticas macroeconómicas fundamentales, en acciones microeconómicas, así como en la armonización de una amplia gama de medidas destinadas a superar trabas sociopolíticas.  Es decir, el avance integracionista exigía una mayor transferencia de soberanía a los órganos de la integración. Los regímenes de gobierno todavía eranmayoritariamente autoritarios, y resistían la cesión de poderes a órganos supranacionales.  La crisis empieza a perfilarse en el Mercado Común Centroamericano cuando los países se ven forzados a tomar medidas contrarias al espíritu regional, por sentir la presión de la crisis externa y la escasez de divisas.  Entonces, la CEPAL procura plantear algunas soluciones, insistiendo en la necesidad de avanzar en la integración económica para no dejar una tarea inconclusa, y evitar que Centroamérica perdiera un pilar de crecimiento.

HESA: ¿Quién estaba en la Secretaría de Integración Económica Centroamericana (SIECA) en ese momento? 

DI: La SIECA estaba dirigida por Carlos Manuel Castillo, antiguo cepalino, contaba con una serie de especialistas que conocían muy bien de estas cuestiones.

HESA: Entonces, el de la integración es el primer problema que se enfrenta en esos años.

DI: Es el primer problema, y frente al mismo, sugerimos avanzar hacia la convergencia de una serie de políticas macro y microeconómicas.  Sin dejar de reconocer la seriedad de los problemas, por ejemplo, se propuso la armonización de los sistemas fiscales como punto de partida.  Adviértase que la reforma tributaria en algunos países no ha sido posible llevarla a cabo durante décadas. Guatemala tiene una de las cargas tributarias más bajas del mundo, pero cada vez que se intenta instrumentarla se provoca una crisis gubernamental.  Con  esos antecedentes, se buscó regionalizar el problema, sacarlo de los ámbitos nacionales para buscar una solución regional menos conflictiva.  Aún así, la dinámica de los acontecimientos impidió que se avanzara en la medida deseable.

Luego se trato de encontrar solución al conflicto de El Salvador y Honduras, que resquebrajó un poco al programa de integración.

HESA: Una aclaración, ¿Honduras se retira totalmente de los organismos de integración?

DI: Honduras nunca se retira por completo, pero sí presenta demandas insatisfechas y dificultades de nuevo corte.  Entre las primeras está la de recibir trato privilegiado hasta lograr un desarrollo más equilibrado y equitativo dentro del Mercado Común, en tanto país de menor avance comparativo.  Como medio de presión, Honduras adopta medidas unilaterales que pronto encuentran respuesta en represalias de los otros miembros del Mercado Común.  El convencimiento sobre la necesidad de encontrar respuestas positivas, llega un poco a destiempo para subsanar por entero los daños causados y así, las consecuencias del decaimiento del comercio con terceros países se ven acentuadas por la crisis del intercambio regional.  La CEPAL y la SIECA estudian conjuntamente con un grupo bilateral de trabajo El Salvador-Honduras las fórmulas de solución del diferendo y restablecimiento de la normalidad del Mercado Común.  Pero esos esfuerzos dirigidos a mantener intacto el libre comercio y la integridad del espacio económico del Mercado Común, se hacen a costa de aplazar nuevos compromisos integracionistas. Hay retrasos en lograr la convergencia de las políticas macroeconómicas, así como en otros temas que la CEPAL empezó a plantear, por ejemplo, la conveniencia de diversificar el comercio exterior con terceros países, y la de aprovechar las ventajas de emprender negociaciones conjuntas con países y bloques de países.


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En cuanto a México, la Subsede emprendió pocos trabajos sustantivos.  El primero, El Desequilibrio Externo en el Desarrollo Económico Latinoamericano,  el caso de México, se encomendó a un grupo de economistas de primer nivel (Celso Furtado, Juan Noyola, Osvaldo Sunkel y Oscar Soberón, entre otros), dirigido por Víctor Urquidi, Director de la Oficina.  La investigación causó escozor al Gobierno de México, y ello se asocia a que se abandona un tanto el análisis de la situación económica del país en los años subsecuentes.

HESA: A propósito de ese estudio, ¿cuál fue la principal objeción sobre ese trabajo?

DI: En su esencia, hasta donde recuerdo, señalaba que la devaluación de 1954 había sido exagerada, quizá fuera de tiempo y aportaba una serie de argumentos válidos en el corto plazo.  Pero, a largo término, el  hecho de que se subvaluara considerablemente el peso mexicano con esa depreciación cambiaria, abrió un largo período de estabilidad que se prolonga 22 años, hasta el final del sexenio del Presidente Echeverría.  En definitiva, el análisis de la CEPAL era riguroso en el sentido de subrayar una devaluación excesiva, aunque ese fuese uno de los factores que permitieron superar la crisis e impulsar el crecimiento de largo plazo.  Con todo, el éxito de la política económica mexicana, calificada como de "desarrollo estabilizador", creó una aversión política a la modificación del tipo de cambio, que luego propició las sobrevaluaciones que marcan los problemas de la década de los setenta y que todavía hoy padecemos.

Sin embargo, a principios de los sesenta se reanudaron los estudios en profundidad de la economía mexicana.  Al efecto, se formó un equipo conjunto de investigadores con Nacional Financiera, cuyos trabajos culminaron con la publicación por el Fondo de Cultura Económica de un libro, La política industrial en el desarrollo económico de México .

HESA: ¿Quiénes participaron en ese estudio?

DI: Del lado de Nacional Financiera había un equipo de investigadores comandado por Gerardo Bueno, y del lado de la CEPAL, dirigí al grupo con refuerzos del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES).  El estudio examina el proceso de desarrollo industrial de México, se analizan sus virtudes y deficiencias; pero quizás lo más relevante para la historia económica latinoamericana y del pensamiento de la CEPAL es que ahí se explicitan una serie de acciones destinadas a unir la estrategia de sustitución de importaciones con el fomento exportador y con la eficiencia productiva.  En cierto sentido esa investigación empírica refuta la crítica de que la CEPAL sólo vio el crecimiento hacia adentro, con descuido de competitividades, productividad y costos de transacción.  Más concretamente, se puntualizó que el sostenimiento de la expansión industrial mexicana tendría que estar asentado en tres pilares: completar los encadenamientos interindustriales con la fabricación competitiva de bienes intermedios y de capital, equilibrando el sesgo hacia la fabricación de artículos de consumo; impulsar deliberadamente la exportación de manufacturas, es decir, imprimir nuevas dimensiones a la inserción externa; y eficientar como un todo al sistema industrial.  Sobre este último punto se insistió en que la eficiencia productiva no es una cuestión de sector o planta industrial específica, sino de eficiencia sistémica.

HESA: Precisamente, con relación a las críticas, alguien que estuvo en la institución, el señor Andrés Bianchi, ha escrito que el comienzo de los setenta no constituyó el mejor período de la CEPAL, y una de las razones que sostiene es que se daba una excesiva importancia a los problemas de largo plazo y se descuidaba la coyuntura.  ¿Es válida esa afirmación para la CEPAL México?

DI: Lo que planteamos para Centroamérica y México era una combinación entre una estrategia exportadora y una estrategia de crecimiento hacia dentro, junto con la armonización de las políticas de largo y corto plazos.  Es decir, quiénes han aplicado esta fórmula son los países emergentes más avanzados. Esta combinación es la que explica el desarrollo de Taiwan, de Corea y, en general, del Sudeste Asiático: una combinación entre el intervencionismo estatal y el mercado, una combinación entre el fortalecimiento hacia dentro y el crecimiento hacia afuera, una combinación entre un Estado fuerte en el sentido de resolver conflictos y en el sentido de promover un proceso rápido de inversiones. Esa era la propuesta cuando todavía no se sabía del modelo asiático, que hoy se reconoce como el más exitoso.

Desafortunadamente la crítica a las tesis cepalinas-keynesianas están centradas exclusivamente en sustitución de importaciones y no ven la riqueza interna de los planteamientos reales que se hacían en la CEPAL.  Pero a fin de acercarse más a la índole de su pregunta.  Cabría señalar que en México y Centroamérica el auge continuado de la posguerra, limitó la importancia de las oscilaciones coyunturales hasta casi el fin de los años sesenta.  De otro lado, me parece justo hacer una distinción importante entre el trabajo de la Subsede de la CEPAL y el trabajo de la Sede de Santiago.  Salvo en contadas excepciones, Santiago no suele tener una participación activa hombro a hombro en la formulación de las políticas de los gobiernos.  Hay casos especiales, como el de Bolivia, con la misión encabezada tiempo atrás por Pedro Vuskovic.  Pero, por lo regular los planteamientos de Santiago han sido más generales, más académicos, lo que da validez a las preocupaciones de Bianchi.  Pero eso no era aplicable a la oficina de México, permanentemente involucrada en la elaboración de las políticas nacionales y subregionales de corto, mediano y largo plazos de la zona bajo su jurisdicción.  No quiere decir lo anterior que siempre se haya tenido éxito, con alguna frecuencia se desoyeron las recomendaciones ante problemas y fuerzas políticas encontrados.


Imagen 3. www.dgcs.unam.mx

HESA: ¿Vamos al tercer problema que ocupaba a la Oficina?

DI:  Más que problema fue una cuestión trascendente que ocupó a la Subsede de la CEPAL bastante tiempo, me refiero a la asesoría brindada al Gobierno de Panamá, encabezado por el General Torrijos, en relación con las negociaciones del traslado de la administración del Canal de Panamá a manos nacionales.  Fue ciertamente una tarea ardua y difícil.  No sólo se estudiaron las condiciones de traslado de la zona del canal, sino además se estudiaron la política de tarifas y el monto de los subsidios implícitos en transporte interoceánico hasta ese momento.  Al propio tiempo se investigaron distintos proyectos de ampliación de la capacidad del Canal y de las posibles vías alternas, sea en Colombia o Nicaragua, así como el costo y las repercusiones de construir un nuevo canal a nivel del mar, usando explosiones atómicas.  El Canal de Panamá, como se sabe, fue construido con técnicas de principios del siglo XX, con una capacidad limitada en relación con el ascenso de tráfico internacional, lo mismo desde el punto de vista del tamaño de las esclusas, como de la disponibilidad de agua para utilizarlas.  Por eso se examinaron los proyectos alternos que he comentado, así como el monto de las inversiones necesarias y sus repercusiones probables en la economía nacional.

De otro lado, a pesar de que la franja canalera se había convertido en punto estratégico del Comando Sur de los Estados Unidos (que habría invertido en costosas instalaciones), Panamá no disfrutaba de transferencias importantes de recursos.  En suma, esos eran los problemas a resolver en una economía abierta, sin moneda propia, es decir, con una soberanía económica limitada y altamente dependiente del uso de un Canal cuyo dinamismo económico empezaba a menguar.  Por ello, se plantearon acciones encaminadas a renovar la capacidad de la especialización canalera en impulsar a la economía del país.  Al propósito, se presentaron sugerencias sobre industrialización de Panamá y la ampliación de su sector de servicios, así como de fórmulas para ensanchar la capacidad del canal actual, por ejemplo, mediante el uso de ductos para transferir petróleo y otros productos de océano a océano, o la utilización del ferrocarril para llevar containers.

En conjunto, fue un trabajo interesante que culminó bien al firmarse los tratados Torrijos-Carter.  Antes Panamá subvencionaba principalmente a las potencias marítimas, transformando las economías externas, pero lo que percibía como renta o ingresos directos por el Canal resultaban ser cantidades verdaderamente pequeñas.  Después, podría beneficiarse de ingresos ampliados con que financiar nuevos desarrollos.  Por otro lado, con el nuevo convenio, los Estados Unidos se desembarazaban de un problema político endémico en sus relaciones con Panamá y América Latina.

HESA:  ¿En qué año se desarrollaron estos estudios?

DI:  Realizarlos llevó de ocho a diez años.  Se organizó un equipo de trabajo, tuvimos apoyo de Santiago.  También se contrataron a firmas consultoras especializadas, sea en tráfico y tarifas marítimas, en construcción, puertos, etc.

HESA: Luego, todo ese material sirvió de apoyo para las negociaciones del Gobierno de Torrijos con los Estados Unidos...

DI: Sí, fue en gran medida la plataforma de las negociaciones.

HESA: Pasando a otro capítulo no mencionado. La CEPAL México atiende a diez países de la región norte de América Latina, ¿cuál fue en su período la relación con los países del Caribe? Por ejemplo, en ese momento se había suspendido la elaboración del informe económico sobre Cuba, tengo entendido que hasta 1977, con un equipo donde estaba Barañano, se hace un estudio sobre Cuba, que luego va a publicar la editorial Siglo XXI.  En síntesis, ¿cómo es la relación con Cuba, República Dominicana y Haití?

DI: Su pregunta abarca un período más largo al de mi gestión pero trataré de aclararle su interrogante.  Estuve personalmente en Cuba en 1963 para hacer el primer estudio económico después de la Revolución. Aquella primera investigación anual fue seguida por otras, más o menos ininterrumpidamente hasta fines de esa década.  En cuanto a Haití, también participé en la década de los sesenta en una misión conjunta, compuesta por funcionarios del BID y de la OEA, para examinar las vías de desarrollo económico de ese país.  Respecto de la República Dominicana, que yo recuerde, se trabajó poco —salvo el estudio económico anual— hasta la caída de Trujillo. Entonces se envió una misión integrada principalmente por funcionarios de Santiago y de la oficina de México para asesorar en la preparación de un programa nuevo.  Recuérdese que hacia 1961 cayó Trujillo, y con posterioridad el Secretario Ejecutivo de la CEPAL, José Antonio Mayobre, encabezó una misión pacificadora durante varios meses.

En todo caso, la atención principal de la Subsede de la CEPAL estuvo dedicada a Centroamérica, en la construcción del mercado común, experimento sin duda importante.  Por eso, una vez constituida la SIECA, se prestó asesoría prácticamente continua.  Sin embargo, aparte de atender a la construcción institucional del programa centroamericano de integración y a muchos de los problemas operativos, también se dedicaron intensos esfuerzos al fortalecimiento y la edificación de las obras básicas de infraestructura que habrían de servir a toda la región.  En tal sentido se hicieron los principales planteamientos en torno a la red de caminos, el mejoramiento de puertos, la interconexión eléctrica, o las telecomunicaciones. Puesto en otros términos, se procuró trabajar durante varias décadas no sólo en la macroeconomía o las macroinstituciones del Mercado Común, sino también en la microeconomía y las microinstituciones de los puntales sectoriales de apoyo.  Al efecto se contribuyó a crear los organismos sectoriales encargados de esos programas; así como los mecanismos de coordinación regional.

HESA: ¿Le tocó a usted también inaugurar lo que podría llamarse apoyo en desastres, con el terremoto de Managua de 1972?

DI: Desafortunadamente, la ocurrencia de huracanes y terremotos es frecuente en el Istmo Centroamericano y México.  En tal virtud, desde esa fecha se comenzaron a organizar grupos especializados en evaluar daños y sugerir programas compensatorios. Desde entonces, la Oficina de México ha hecho una contribución sobresaliente para atender ese tipo de problemas dentro y fuera de su zona de jurisdicción.[3]

HESA: ¿Su antigua relación con Cuba facilitó la realización del magno estudio que dirigió en la segunda mitad de los noventa? Me refiero al que ha publicado el Fondo de Cultura Económica, ya en su segunda edición.

DI: La relación con Cuba ha sido tradicionalmente buena. Se procuró analizar los problemas de su economía y formular algunas recomendaciones. El último estudio sobre Cuba representa un esfuerzo doble: completar el análisis cepalino de los países latinoamericanos, y estudiar un caso singular de transición, de readaptación de un país socialista al comercio y la interacción con los mercados occidentales. Creo que el estudio ha sido bien recibido por propios y extraños. Ahí se destacaron varias cuestiones medulares.  La diversificación exportadora, las reformas bancaria y fiscal, el fomento a las fuentes propias de energía, la remodelación del sistema productivo, la política cambiaria, la liberación progresiva de los mercados.  Pese a resistencias políticas internas, el país ha comenzado a sortear una crisis terrible.  Cuando se destruyen los nexos con los países del CAME, el producto cae alrededor del 25%.  Con todo, desde 1995 vienen creciendo a tasas positivas.  La captación de divisas a través del turismo se ha elevado considerablemente y han logrado diversificar su comercio exterior.  En cambio, tienen acceso muy limitado a los mecanismos usuales de financiamiento en los mercados internacionales de capitales, hecho que dificulta y encarece la recuperación de la economía.

HESA: Una pregunta sobre los retos de la Oficina en esta década, más precisamente en este siglo que se inicia.  ¿Usted cree que se van a modificar rotundamente sus actividades con la firma del ALCA? Por ejemplo, ¿los países centroamericanos van a desplazar su centro de interés o su centro de gravitación económica al incorporarse al ALCA?

DI: Es un hecho curioso que el renacimiento del Mercado Común Centroamericano de los últimos años haya obedecido a una causa impensada: la liberación del comercio exterior ha traído como consecuencia la reafirmación de las ventajas comparativas recíprocas de los países centroamericanos y la revitalización del intercambio regional. Quizás, uno de los problemas que enfrenta Centroamérica reside en los riesgos de que su inserción a la globalización no deteriore la empresa colectiva representada por el Mercado Común.  Con México, en lugar de celebrar un solo tratado de libre comercio se han hecho varios.  Con el correr del tiempo es posible que se llegue a la unificación de los tratados, entretanto, sin embargo, la capacidad negociadora de Centroamérica queda disminuida, así como parte del potencial exportador.  Otra cuestión de la que comienzan a surgir complicaciones es la de las políticas cambiarias, que no logran armonizarse.  El Salvador ha decidido dolarizar su economía; en los otros países centroamericanos hay regímenes cambiarios disímbolos.  Tal situación tiende a crear tensiones peligrosas en el comercio recíproco y el crecimiento, como lo atestiguan el caso de Argentina y Brasil.  En el trasfondo de estas cuestiones está el hecho de la pequeñez individual de las economías centroamericanas, que los fuerza a buscar un destino común, como medio de ensanchar sus posibilidades reales de desarrollo.

HESA: Correcto, muchísimas gracias.



Notas:

[1] Entrevista al destacado economista mexicano David Ibarra Muñoz, dirigida a conocer su experiencia como Director de la Subsede de la CEPAL en México a comienzos de la década de 1970. La versión que se presenta fue revisada y autorizada por el doctor Ibarra Muñoz.

[3] En el equipo que viajó a Managua en 1972 a evaluar los efectos del terremoto destacaban junto al Director David Ibarra dos funcionarios, Roberto Jovel, salvadoreño, y Daniel Bitrán, chileno.

 

Cómo citar este artículo:

SÁEZ ARRECEYGOR, Hugo Enrique, (2014) “Entrevista al economista David Ibarra Muñoz”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 20, julio-septiembre, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 18 de Abril de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=986&catid=4