Elementos de análisis, desde una perspectiva-antropológico literaria, de Naciste pintada de Carmen Berenguer

Desde una perspectiva antropológica-literaria podemos abordar el análisis de Naciste pintada de Carmen Berenguer, primero, a través de los elementos que re-construyen la memoria y los marcos sociales que la definen.

Palabras clave: antropología, memoria, denuncia

 

Desde una perspectiva antropológica-literaria podemos abordar el análisis de Naciste pintada de Carmen Berenguer, primero, a través de los elementos que re-construyen la memoria y los marcos sociales que la definen. Dicha memoria se define a partir de la ruptura hegemónica con que la obra de Berenguer denuncia todo intento de restricción, sofocamiento y encubrimiento humano.

Lo meritorio es que su denuncia se estructura desde el lenguaje que se rebela literaria, social y cognitivamente al orden establecido, es decir, denuncia utilizando tanto la forma del lenguaje como el contenido. Por lo tanto su estilo es contrastivo y emancipatorio.

En segundo lugar, constatamos que la denuncia y la ruptura se concretan en la  decisión de utilizar el lenguaje para desenmarcar el “establishment” de los géneros literarios y proponer una nueva forma de expresión cruzada por el testimonio y, por lo tanto, más cerca del “habla” como actuación individual que se nutre de todas las características del hablante por lo que apela, principalmente, a su autenticidad. No caben entonces, en este estilo, las formulas literarias establecidas ni los recursos estilísticos lingüísticos; se trata de una denuncia que logra sus objetivo desde la oposición a la lógica sistémica con que el lenguaje impone el deber ser a una realidad que para describirla, requiere, aceptar que “el ethos” no existe para los marginados, torturados, exiliados ni para ninguna persona que es ultrajada en su condición de ser humano.

En tercer lugar, observamos que en el plano del habla encontramos las situaciones auténticas con que Gabriela Mistral enmarca el recado literario y postulamos que Berenguer rescata esa oportunidad de “transmitir” su preocupación, su “encargo”, su “recado” a las mujeres y a la sociedad chilena de no olvidar, no traicionar a la memoria y n  o ceder frente a las imposiciones hegemónicas. En cualquiera de sus estructuras de poder, tanto en lo político como en la relación de género.


Fuente: magoeditors.cl
Y, finalmente, encontramos un nuevo actor -al que recurre Berenguer- en el testimonio periodístico puesto al servicio  de su elemento base -el habla- con este actor se concreta la denuncia ante los elementos triádicos: audiencia, agentes históricos y agentes de prensa. Y con ello el discurso denunciante de todas las formas de opresión que cruzan los testimonios de su obra.

Abordemos, entonces, los elementos de análisis que proponemos -desde una perspectiva antropológico literaria- de Naciste pintada.

1.- Iniciamos nuestra propuesta con una revisión del concepto de memoria como la imagen que se guarda del pasado, esta imagen conserva acontecimientos o figuras de otros tiempos que respondían o responden a un interés o a una preocupación del grupo. Lo estable o permanente de dicha imagen no está en lo que representa sino en la forma en que somos capaces de reconstruir las figuras de sus miembros. Por lo tanto, la fuerza de lo evocado está en el pensamiento que subsiste en el grupo.

Lo que se evoca corresponde a funcionalidades del presente, razones o fuerzas que no aceptan el olvido de su propio pasado. En este punto, la antropología se ocupa de poner atención a estos mecanismos de elaboración de las modalidades de la memoria que se sitúan en un nivel totalizador de las diversas representaciones sociales; las cuales constituyen una manera de comprender y comunicar lo que se conoce en una faceta icónica y otra simbólica.[1]

Un camino posible de construcción de la memoria es la mirada etnográfica que en el marco de los trabajos de campo metódico y sistemático se dedique a escribir de la manera más precisa posible los recuerdos y olvidos en diversas escalas como: la familia, el trabajo, la escuela, las creencias religiosas, etc. No obstante, esta mirada debe ampliarse para intentar aprehender el proceso de la memoria en el seno social.[2]

En concordancia con lo anterior no debe perderse de vista que, antropológicamente, reconstruiremos aspectos de la psiquis y la conciencia y, también, aspectos del comportamiento.[3] Desde esta perspectiva una mirada sobre la historia del pensamiento humano nos lleva a reflexionar sobre la eterna tensión entre realidad e ideal. Por una parte, están los movimientos en conflicto que determinan los comportamientos humanos: como por ejemplo, la sed de poder frente al deseo de comunión humana; la soledad frente al carácter social del ser humano; la naturaleza frente a la cultura; el egoísmo frente al altruismo. Por otra parte, está lo que el hombre espera como respuesta de la sociedad cuando superpone lo real[4] a lo ideal.[5]

Diversos pensadores han propuesto respuestas a la superposición de planos y pulsiones que motivan las conductas que exteriorizan la incompletitud humana, por citar a algunos, diremos que: Rousseau lo concibió como “consideración”, Smith como “atención” y Hegel como “reconocimiento”.[6] Lo importante es que respondiendo a nuestra esencia social necesitamos que “los otros” sepan que estamos optando por resolver nuestro interno conflicto realidad-ideal, para situarnos y re-situarnos en la vida en común aún cuando sospechamos que ella también es una sombra de la felicidad.

Por esta razón, la complejidad de intentar comprender los niveles posibles de explicación del proceso de la memoria en el seno social[7] radica en que deberíamos identificar las relaciones que mantiene cada elemento de una estructura de memoria con todos los demás. Deberíamos ser capaces de escuchar los ecos proyectados por diversas formas de la anamnesis, en semejanza al despertar, y de la amnesia, en semejanza al olvido.[8]

Las condiciones que permiten re-situar a la memoria subsisten a pesar de que las personas que lo concibieron ya no existan, se podría afirmar que uno puede re-situarse en la memoria en la medida en que logramos identificar caracteres y pensamientos virtuales en personas del presente. Estas condiciones evocan la proximidad del pasado y rescatan del olvido la imagen de la persona porque un acto de memoria es una aventura personal o colectiva en la cual nos descubriremos a nosotros mismos a través de la retrospección.

Según Halbwachs, la aventura de re-situar el pasado no ocurre en una virtualidad infinita y no situada, muy el contrario, plantea que existen unos “marcos sociales de la memoria”, que serían generales y amplios, como: el espacio, el tiempo y el lenguaje”; pero específicos con respecto a los diferentes grupos sociales que crean un sistema global de pasado que permite la rememorización individual y colectiva.

El lenguaje sería el marco más elemental y estable de la memoria, la dependencia de la memoria con respecto al lenguaje probaría, además, que efectivamente se recuerda por medio de constructos sociales ya que el lenguaje sólo se concibe en el seno de una sociedad.

A partir de las ideas de su maestro Bergson, Halbwachs intuyó un régimen de temporalidad “puro” como la duración de un tiempo capaz de independizarse de la reducción espacial que conllevaba la idea de tiempo de su época. También aplicó esta lógica a la afirmación de que la memoria habitual toma de una supuesta memoria pura aquellos recuerdos que son operativos para el presente. Estas dos ideas estructuran el funcionamiento de su propuesta de “marcos sociales de la memoria”.

Los ámbitos colectivos más relevantes implicados en la construcción de la memoria son la familia, la religión y la clase social porque los individuos articulan su memoria en función de su pertenencia a una familia, a una religión o a una clase social determinada.

Una de las formas de representación social, que exterioriza el lenguaje, es la narración testimonial a partir de la cual podemos reconstruir la memoria. Y postulamos, por lo tanto, que Naciste pintada es una obra que reconstruye una parte dolorosa de la historia chilena desde la mente de una mujer que se sobrepone a la necesidad humana de olvidar.

Sin embargo, el esfuerzo sobrehumano que realizan las mujeres chilenas en sus relatos testimoniales constituye parte de esa memoria que nunca debemos dejar que extinga.

2.-Luego de reconocer la memoria como una emancipación del olvido obligado y deseado por el propio bien del que no quiere recordar el dolor de la afrenta y la opresión; y de reconocer que al asumir “recordar” es el propio lenguaje el contenedor de esa acción motivadora de la conducta. Es válido preguntar: ¿Qué mejor forma de luchar contra la hegemonía que utilizando los recursos literarios en el discurso testimonial?, ¿acaso no es lo que sucede en la mente del denunciante o del protestante que mientras articula una arenga pública, es su propia mente la que se resiste al juicio lógico y traiciona la ilación del discurso con imágenes, voces, sensaciones, recuerdos que rompen la convergencia de la arenga? Una hipótesis probable es que Berenguer se resista a las clasificaciones literarias para expresar un recado sofocado.

Esta hipótesis requiere examinar el concepto de hegemonía como parte constitutiva e integrante de las prácticas, de los cuerpos que las ejecutan, como de las relaciones sociales. La hegemonía y las respuestas a ella, se presentan en los valores que nutren la vida cotidiana, las normas que impregnan “el deber ser” en una cultura determinada, en una sociedad específica, contaminada por la sociedad nacional que la incluye. Según Isla[9], las nociones gramscianas alrededor del concepto de hegemonía pueden y deben, tener una lectura en las prácticas mismas de los actores. Al mismo tiempo que considera que la hegemonía no puede ser teorizada como un conjunto homogéneo de valores y nociones que nutren la ideología, asignada per se a los sectores de clase dominante, sino que entiende una pluralidad de hegemonías, muchas en contradicción. Algunas son rémoras del pasado que han sobrevivido en el sentido común de los habitantes de un determinado lugar y que entran en conflicto con los cambios que introducen los nuevos tiempos en las instituciones, en las ideas, en las leyes. Esa pluralidad de relaciones de jerarquía simbólica social, explica también la pluralidad de sentido que los diversos actores le atribuyen a un hecho.

Gramsci utilizó el concepto de hegemonía en contexto bien diferente y reiterado a lo largo de las recopilaciones de sus cuadernos, que permiten y justifican una interpretación desde las prácticas[10] y no sólo desde la ideología, lugar común de la mayoría de los seguidores y adversario para su análisis.

Para Gramsci la ideología alcanzaba en un proceso, su significado más alto como concepción del mundo “que se manifiesta implícitamente en el arte, el derecho, la actividad económica, y en todas la manifestaciones de la vida individual y colectiva”. Pero a su vez distinguía en el “hombre común” una “conciencia contradictoria”: una implícita que lo sitúa entre los hombres de su época, como una “conciencia histórica”, compartiendo una cultura; la otra es una consciencia “superficialmente explícita, verbal”. “La comprensión crítica de sí mismo” (y de las circunstancias) se da entonces “a través de una lucha de hegemonías políticas, de direcciones contrastantes, primero en el campo de la ética luego de la política para arribar a una elaboración superior de la propia concepción de la realidad” Se debe correr varios velos, y en primer lugar los valores que impregnan el deber ser de una cultura y que conforman la  moralidad del hombre común. Éste no es un hecho mecánico, sino producto de un proceso histórico, por el cual la ideología que predomina se transforma en el desarrollo político de la hegemonía en el sentido común.

De esta manera los textos de Gramsci permiten distinguir la ideología –que como concepción del mundo en su fase inicial de predominio lucha con otras en términos discursivos y de las prácticas con el fin de imponerse y alcanzar su predominio- del sentido común, que en el otro polo, repleto de valores, concepciones estéticas, normas de vida, trata de ser impregnado y remodelado por aquélla. Triunfante ese “aparato hegemónico” crea un nuevo terreno ideológico –como reforma de la consciencia, que implica una nueva concepción del mundo y un nuevo sentido común. Sin embargo hay una lucha permanente por ampliar o reducir la hegemonía en el sentido común y por tanto es una lucha de sentido y del significado de la historia, del presente y del porvenir. Se trata de una lucha cultural donde el triunfo o la hegemonía, nunca será completa. Donde siempre habrá resistencias.

3.- En nuestro análisis concordamos, inicialmente, con Garrido Donoso[11] sobre la dificultad de situar la obra Naciste pintada, de Carmen Berenguer, en el lugar del recado y la poesía. Aún cuando la propia Berenguer anuncia que recogerá en su relato el género del recado de Gabriela Mistral.[12]

No obstante en el “registro de habla” con que escribe, por ejemplo, cuando titula “Recado de Chile: a Sybila Arredondo”, citando a Gabriela Mistral, “Hay palabras que sofocadas, hablan más, precisamente por el sofoco y el exilio, y la de “paz” está saltando hasta las gentes sordas o distraídas. Lo que está rompiendo es, precisamente, la hegemonía de los géneros utilizando el testimonio como base del discurso. Porque está insinuando que hay profundas y absurdas contradicciones en la comunicación y en la expresión porque las palabras en sí mismas, aún reprimidas o encubiertas, logran decir mucho más de lo que se intenta encubrir.

Particularmente “(la palabra) paz está saltando hasta las gentes sordas o distraídas” moviliza el lenguaje a la acción, esta personificación no sólo es un recurso literario sino un recurso de transgresión porque explica los posibles efectos de la hegemonía, que las personas no escuchen y no estén atentas.

Desde nuestra perspectiva, toda la obra es un recado, ella se refiere a los recados como obras, por ejemplo, cuando encarga la canción Canto a la Pampa.

Naciste pintada, es un recado y una metáfora de poder, género, mujer, tiene que pintarse porque el maquillaje significa hegemonía y rol femenino. Esta rebeldía ante el rol del género se aprecia en distintas partes de su relato. Por ejemplo, refiriéndose a la carta que escribió al Presidente del Perú relata que se la mostró a un amigo escritor “(quien) me aconsejó que las fundiera en una sola, utilizando mi manera de decir, entretejiéndolas como bordado para que usted me entendiera” (…) la relación entre el bordado que a usted (Sybila) le imponen como castigo y que yo lo hago como escritura, entre ellas, mi deseo de recoger el recado como género, se juntaron como un regalo de Gabriela Mistral, como un bordado en el que mi amigo quien se comunica con los pájaros, y se haya entremetido en esta charla, produjera esta cadena de hilos[13]

“Empezaron a tejer todo eso. Y yo dije que no era cierto. Luego llego a la fiscalía y de ahí a la cárcel de San Miguel incomunicada y escucho los cantos, los maravillosos cantos de las prisioneras y me mandan a preguntar qué canción quiero escuchar y les mando un recado: “Canto a la Pampa”.

4. Finalmente observamos que este recado testimonial existe, a través del discurso periodístico. Ya que los medios de prensa visibilizan las percepciones y representaciones sociales de una cultura. Es indudable el aporte testimonial de los recortes de prensa para desencubrir la Dictadura Militar y, en particular, para construir el testimonio denunciante de Carmen Berenguer. En este contexto, las representaciones sociales son equivalentes, en nuestra sociedad, a los mitos y sistemas de creencias de las sociedades tradicionales, pueden ser vistas también como una versión contemporánea del sentido común",[14] Moscovici[15] y Pereira de Sá (1996), plantean que existirían tres tipos de representaciones sociales, las hegemónicas, las emancipadoras y las polémicas. Un tipo de representación puede ser compartida por todos los miembros de un grupo altamente estructurado, siendo producidas por ese grupo, estas representaciones hegemónicas prevalecen implícitamente en todas las prácticas simbólicas o afectivas, teniendo características de homogeneidad y estabilidad.

Otras representaciones son consecuencia de la circulación de conocimiento y de ideas pertenecientes a subgrupos que se encuentran en un contacto más o menos estrecho, cada grupo crea su propia versión que es compartida con los otros, estas son las representaciones emancipadoras, con un grado de autonomía en relación a los segmentos integrantes de la sociedad. Las representaciones generadas en el curso de conflictos sociales en una sociedad donde no todo es compartido. Son determinadas por relaciones antagónicas entre sus miembros y orientadas para ser mutuamente exclusivas, estas representaciones deben verse como una oposición o lucha entre grupos.

El análisis de las representaciones sociales construidas través de los medios de prensa, documenta la manera en que los agentes de los medios de comunicación, agentes históricos y el público se afectan los unos a los otros al proyectarse y recibirse en los textos y en las imágenes.

La tríada comunicacional se conforma de: agentes de prensa como actores, en este caso Carmen Berenguer, agentes históricos, en este caso la lucha social y política del golpe militar y la audiencia que presencia y construye las representaciones sociales emancipatorias; como producto de la triada comunicacional. Cuyos reflejos se afectan, recíprocamente, a través de los textos y las imágenes emitidas y recibidas.

No sólo afectan las identidades en la historia de un país sino que nuestro análisis crítico amplio debe considerar, por ejemplo, que las 'identidades situacionales' emergentes (Nash, 1993) son un modo de anunciar después de 500 años de resistencia, la llegada de un mundo postmoderno esperanzador de existencias pluriétnicas y pluriculturales.[16]

También nos parece importante rescatar los significantes flotantes porque no todos ellos están inscriptos siempre en cada proceso de crisis; algunos pueden ser impuestos como no-intencionales; otros pueden volverse no-fijos y permanecer, al menos por un tiempo “flotando libremente”; mientras otros más susceptibles de apropiación por la autoridad, y pueden ser tejidos dentro de la malla de las “concepciones de mundo” y así convertirse en ideologías.[17] Desde este enfoque todas las palabras significativas “en el habla” de Naciste pintada son significantes flotantes esperando concretar su destino.

Comenzando por la metáfora del maquillaje que debe aceptar al salir del cautiverio como símbolo del poder que se ejerce sobre el rol femenino y que la autora encarga como un recado testimonial desde la ruptura emancipatoria de la “forma”, nuevo género literario y del “contenido”, la denuncia, con que borda y entreteje su obra.

 


[1] Moscovici y Farr, 1984

[2] Candau, 2006

[3] Todorov, 1995

[4][4] lo que existe, lo que vive

[5] lo que aspira a ser incluso hasta la fusión cósmica

[6] Todorov, 1995

[7] individual, colectivo, nacional, local, privado, público, etc.

[8] Candau, 2006

[9] 2002

[10] las que siempre son informadas por valores conscientes y no conscientes

[11] 2008

[12] pp.190

[13] pp.189

[14] Pereira de Sá, 1996

[15] 1984

[16] Nash, 1997

[17] Comaroff, 1992

 

Bibliografía

CALDERÓN, Tatiana (1999). “Cartografía de la ciudad: la casa subversiva en Naciste Pintada”, Bifurcaciones N°4.

CANDAU, Joel (2006). Antropología de la memoria. 1ª edición,  Buenos Aires: Nueva Visión.

COMAROFF, John and Jean (1992): Etnography and the historical imagination

GARRIDO, Lorena (2008). “Naciste pintada de Carmen Berenguer o el desplazamiento de los géneros literarios/ sexuales”. Acta Literaria N°36, Universidad de Concepción, Chile.

HALBWACHS, M. (1968) La mémoire collective. Paris: P.U. F.

_______  (1971) La topographie légendaire des évangiles en Terre Sainte. Paris: P. U. F.     _______  (1994) Les Cadres Sociaux de la Mémoire. Paris: Ed. Albin Michel.

ISLA, Alejandro (2002). Los usos de la identidad. Indigenismo y Estado. Buenos Aires: Editorial de las Ciencias.

MOSCOVIci, S.; Farr, R. (1984). Social Representations. Cambridge University Press

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RODRÍGUEz, Rosa .(1971) Femenino fin de siglo. La seducción de la diferencia. Barcelona: Anthropos.

TODOROV, T. (1995) La vida en común, ensayo de antropología general. Madrid: Taurus.