Rodolfo Walsh: Literatura, Memoria y Compromiso

En ocasiones la historia ofrece revanchas y actos de reparación, tiempos especiales de la vida nacional en los que se recuperan hechos y figuras que marcaron el derrotero de toda una generación o que fueron determinantes en coyunturas cargadas de dramatismo y dolor. Cuando los vencedores creen haber borrado de la memoria colectiva aquellos acontecimientos y nombres que irritan a los poderes dominantes, desde algún rincón de la sociedad surgen brotes de dignidad que reclaman por identidades y espacios que parecían perdidos para siempre. A continuación, presentamos una de esas historias.

Palabras clave: memoria, literatura, Rodolfo Walsh, dictadura

 

Hace un par de semanas, a mediados de junio, se puso en marcha una loable iniciativa de la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte de Buenos Aires, esta organización sindical tomó la decisión de rebautizar la antigua estación Entre Ríos con el nombre del escritor y periodista Rodolfo Walsh. Una propuesta que enaltece a sus autores y un triunfo de la memoria, como lo calificaron los promotores de la iniciativa y las agrupaciones políticas y dirigentes sociales que se sumaron al acto. Celebramos esta decisión destinada a sellar la reparación histórica de la figura y la obra de quien constituye un verdadero paradigma del intelectual militante, escritor y soldado del movimiento popular, presente en la vida política argentina durante poco menos de tres décadas.

En esos días, casi en el mismo momento en que se cambiaban los rótulos de esa conocida estación del subte porteño, llegó a nuestras manos la segunda edición de un magnífico trabajo de investigación realizado por el escritor y periodista Eduardo Jozami, Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, Página 12- Editorial Norma, Buenos Aires (2011). Algunos de los temas que se abordan en este texto, seriamente documentado y  cuidadosamente escrito por Jozami,  serán la guía para volver a reflexionar, en estos comentarios, sobre la obra literaria y el compromiso militante de Walsh, en particular acerca de sus trabajos de carácter más definidamente políticos.


Hay tres momentos claramente sustantivos en la vida de Walsh, cada uno de ellos cargados de riesgos, aciertos, errores pero siempre con un profundo compromiso con aquellos valores y consignas que entendía, eran sus deberes de la hora. Estas etapas de mayor o menor densidad política, no siempre tiñeron su producción literaria y su trabajo periodístico, pero en algunos casos resulta obvia la intención de Walsh de tomar partido, hacer visibles y denunciar hechos que sacudían la vida nacional y que la prensa conservadora procuraba ocultar. En otros momentos prefirió poner distancia y fabricar sus propios personajes, tejer historias que pasaban por su imaginación y dar vida a relatos de suspenso de  tono policial.

A mediados de los cuarenta el joven Walsh ya era un adolescente que vivía la calle de cuerpo y alma, así lo sorprendieron los acontecimientos de octubre de 1945 y el nacimiento del peronismo. Formaba parte de una corriente nacionalista que miró el surgimiento del liderazgo del entonces coronel Perón, con cierto aire de admiración y desconfianza, demasiado “plebeyo” para los cánones filo-fascistas de la época y de extraños enunciados “doctrinarios” para quien se esperaba fuera un abanderado del anti-comunismo en la región, en momentos en que Europa y el mundo se fracturaban por la guerra fría. Walsh toleró con espíritu crítico los desplantes violentos de la Alianza Libertadora Nacionalista y agotó su paciencia cuando esta organización derivó en un grupo de choque contra los partidos de izquierda. Dejó el “nacionalismo” a principios de los cincuenta, pero no se incorporó a las filas del peronismo con quien mantuvo una relación que mezclaba  distancia y asombro, no obstante esos años representan el inicio de una fecunda carrera literaria que solo interrumpió, dos décadas después, y en plazos relativamente breves, cuando decidió hacer de la militancia política el eje de su vida. Quedan de esos primeros momentos, numerosas colaboraciones periodísticas y algunos textos que lograron rápida aceptación en el público amante de la intriga y del acontecer que domina el submundo del delito. En 1953 con Variaciones en Rojo ganó el Premio Municipalidad de Buenos Aires al mismo tiempo que escribía  tres novelas cortas, y poco después, durante ese mismo año, dio a conocer la antología que se editó bajo el título de Diez cuentos policiales argentinos en la que incluye uno de su autoría, “Cuento para tahúres”.

El golpe de Estado que derroca al gobierno del general Perón en septiembre de 1955, representa en la vida de Walsh un vuelco que marcó el resto de su existencia hasta el trágico final de sus días en marzo de 1977. En principio no repudió el pronunciamiento militar que puso fin al régimen peronista, y hasta simpatizó con el general Eduardo Lonardi quien ofreció un abrazo de reconciliación a los argentinos con una frase de tono ecuménico: “ni vencedores ni vencidos”. Pero las buenas intenciones y los gestos de reconciliación duraron poco, en noviembre de ese mismo año asume la presidencia el general Aramburu y las políticas de represión al peronismo se vuelven brutales y sistemáticas, además de la proscripción política, los sindicatos y las organizaciones sociales heredadas del gobierno de Perón son perseguidas con inusual dureza. En junio de 1956 un grupo de militares y civiles de filiación peronista, intenta revertir las medidas persecutorias, la conspiración es detectada con antelación y sus dirigentes, algunos integrantes del ejército y otros civiles, son detenidos, la dictadura del general Aramburu decreta la ley marcial y después de llevar a cabo juicios sumarios numerosos oficiales y subalternos son fusilados. El destino de los militantes civiles involucrados en la intentona no es mejor que el de sus compañeros ejecutados en los cuarteles, en los basurales de la localidad de José León Suárez, un grupo importante de prisioneros son fusilados sin que haya existido ni siquiera el intento de cubrir las formas mediante la constitución de un tribunal de guerra.

Los hechos de ese año y la prolongación de las medidas represivas contra los sindicatos golpearon la sensibilidad política de Walsh que inicia, poco después, un proceso de gradual acercamiento y empatía con el peronismo, un compromiso que sella su vida y que no lo abandonará ni siquiera en los peores momentos de descomposición política y auge de la represión a mediados de los setenta. Un hecho casi azaroso – la relación un tanto casual con un sobreviviente del basural de León Suárez -  le permite iniciar una investigación de sabueso cuyo producto es uno de los mejores libros del género testimonial, el texto se publicó bajo el título de Operación Masacre y pone al descubierto los fusilamientos de 1956.

Ese año representa un doble salto para Walsh, el abandono de los últimos rescoldos del nacionalismo para asumir al movimiento peronista como eje articulador de las luchas populares  y el ingreso en una postura cada vez más crítica a quienes se refugian en el “valor de la literatura como un ejercicio creativo refrendado por sí mismo”. En carta pública a otro intelectual de época, Héctor Murena, Walsh vuelve a machacar sobre la relación necesaria e inevitable entre literatura y compromiso social, se inicia la etapa que algunos estudiosos de su obra califican como el tránsito de la ficción al género testimonial y al periodismo de denuncia.


En 1958 mediante otro trabajo de pesquisa tan obsesiva como minuciosa, que se tradujo en 20 artículos publicados en la revista Mayoría, logró  desentrañar los misterios que se ocultaban detrás de un crimen con fuertes connotaciones políticas y económicas. A raíz del conflicto generado por la venta de un paquete de acciones del diario vespertino La Razón, se produce el asesinato del abogado Marcos Satanowsky, representante de la familia Peralta Ramos,  interesada en recuperar el control del periódico. Walsh vuelve a demostrar intuición y buena lógica para amarrar cabos sueltos y descubrir la participación de agentes de seguridad en el crimen y denunciar que se trataba de un asesinato por encargo de otro de los grupos en pugna. Con la publicación de esos artículos, reunidos en el libro Caso Satanowsky, Walsh reafirma un estilo de investigación digno de las mejores novelas policiales y el manejo de una prosa cuidada como la que ofrecen las  producciones más reconocidas de la literatura de la non fiction.


Cuba, la CGT de los Argentinos y el tránsito hacia Montoneros

El tercer momento de ruptura y avance hacia posiciones de mayor radicalización política y de identificación con el peronismo revolucionario, pasa por dos etapas que dejaron huellas sustantivas en la producción literaria y en el pensamiento político de Walsh. El viaje a la Cuba de los primeros años de la revolución representaba un vendaval de nuevas ideas y experiencias y la llegada de un nuevo espíritu de compromiso y entrega con objetivos que parecían perdidos detrás del gran escenario internacional de la guerra fría. Eduardo Jozami sintetiza, con palabras claras, el hondo significado del triunfo del Movimiento 26 de Julio para quienes visitaban las isla en esos años:”…nos es fácil hoy imaginar el entusiasmo militante que a comienzos de los 60 despertaba el proceso cubano en espacios mucho más amplios que el de las izquierdas latinoamericanas […]. En cuanto se disiparon las confusiones iniciales, se promovió la reforma agraria y se profundizaron los enfrentamientos con los Estados Unidos, Cuba reactualizó un tema que había quedado fuera de la agenda de los partidos de izquierda en la región. Otra vez comenzó a hablarse de revolución” (Op. Cit.; p. 96)

Como en avalancha Walsh asume responsabilidades y se involucra en las tareas de la revolución cubana, en poco tiempo se transforma en uno de los pilares de la agencia de noticias Prensa Latina adonde llegó convocado por su amigo Jorge Masetti y contribuye a crear filiales en todo el continente, establece contactos con la intelectualidad progresista de Europa y Estados Unidos y diseña códigos de interpretación de los mensajes cifrados de la CIA. El broche de oro de este trabajo de contra-inteligencia es la operación de intercepción y decodificación del cable mediante el cual el gobierno yanqui  autorizaba el ataque a territorio cubano y  señalaba el lugar y fecha del desembarco: la invasión estaba preparada para el 15 de abril de 1961 en las costas de Playa Girón. De periodista a miliciano Cuba tiene el vértigo y la pasión que no podía darle en esos años, el desencanto de la política argentina después de la claudicación del gobierno de Arturo Frondizi. Fue en esos años que Walsh, como muchos simpatizantes del proceso revolucionario cubano, incorporó dos elementos que alteraban radicalmente los presupuestos teóricos a partir de los cuales la izquierda tradicional interpretaba la realidad social latinoamericana, Cuba demostraba que las tareas de la hora exigían una definición tajante   sobre dos postulados que estaban a la orden del día para todos los países de la región: la lucha armada y el socialismo.

A fines de 1961 Walsh regresa a la Argentina y guarda un extraño silencio en materia de producción literaria, se concentra en el estudio de la experiencia cubana y en la sistematización de aquellos conceptos teóricos que en pocos años más marcarán el eje del debate político argentino: la caracterización del peronismo y su potencialidad revolucionaria; la viabilidad de la lucha armada en un país con sólidas representaciones obreras de tradición reformista y la identidad y el espacio a partir del cual debe proponerse la construcción de la organización revolucionaria  del campo popular, dentro o fuera del peronismo.


Entre 1965 y 1967 tiene un fugaz regreso a la literatura y escribe dos obras de teatro y dos libros de cuento, de esas piezas dos títulos alcanzan notoriedad y buena recepción de la crítica, Los Oficios Terrestres (Jorge Álvarez, 1965) y Un Kilo de Oro (Jorge Álvarez, 1967). En ese mismo período adopta una posición más beligerante en el campo cultural y reniega de la novela como género literario “burgués” y de los temas de ficción como “distractores”. En una entrevista con Ricardo Piglia es duramente crítico sobre el espacio que corresponde a los escritores, no vacila en afirmar que “el uso político de la literatura exige prescindir de la ficción”. Y en algunos de los textos que quedaron inconclusos es aún más severo en su juicio sobre las expresiones literarias:”…fantaseo que la Novela es el último avatar de mi personalidad burguesa, al mismo tiempo que el propio género es la última forma del arte burgués, en transición a otra etapa en que lo documental recupera su primacía”. (Walsh, 1996:102)

Pero el llamado de la política vuelve a cruzarse en la vida del personaje. Así lo explica el propio Walsh:”La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye gran parte de mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada; el status; la situación económica; la mayoría de los compromisos; muchas amistades;…”(1996: 93). Marzo de 1968 es un momento clave, en esos días se lleva a cabo el Congreso Normalizador “Amado Olmos” de la central obrera, son épocas de la dictadura del general Onganía que como Franco “llegó para quedarse”. Un segmento importante de la dirigencia sindical encabezada por Augusto Vandor,  líder del gremio metalúrgico, prefiere negociar con el régimen militar y sumarse a un proyecto de modernización industrial que acerque al sector manufacturero argentino al nivel de Brasil, el principal competidor regional en la producción de ese tipo de bienes. Por el contrario, el ala combativa del sindicalismo refuerza las demandas salariales y designa sus propias autoridades, otorga la Secretaría General a Raymundo Ongaro dirigente  de la Federación Gráfica Bonaerense y adopta el nombre de “CGT de los Argentinos” para diferenciarse del sector “dialoguista” controlado por el jefe metalúrgico Augusto Vandor.

La “CGT- A” como pasó a conocerse la central dirigida por Ongaro, diseñó un proyecto editorial que puso a Walsh al frente del mismo, el semanario CGT fue durante 1968 y hasta julio de 1970, fecha en la cual muchos dirigentes de la CGT-A habían sido encarcelados, una tribuna abierta para todas las expresiones del sindicalismo democrático y anti-dictatorial.

El año 1969 marca el inicio del fin de la dictadura instaurada por el golpe de Estado de junio de 1966, en mayo de ese año se produce la mayor protesta popular que se conoció con posterioridad al derrocamiento de Perón. El “cordobazo” como se llamó a la huelga y manifestación callejera del 29 de mayo de 1969, culminó con enfrentamientos entre trabajadores y policías y abrió fisuras en el bloque dominante, al mismo tiempo que puso en marcha un proceso de reordenamiento de las fuerzas populares en dos vertientes principales: las agrupaciones sindicales de base, de perfil combativo y anti-burocrático y la formación de organizaciones político-militares con sustento en las estrategias de guerrilla urbana.

Walsh guardó lealtad a la CGT-A hasta que el proceso de reunificación de los grandes sindicatos en una sola central obrera dejó sin oxigeno a la ya debilitada organización gremial, desde la clandestinidad alcanzó a publicar un último número del semanario CGT en julio de 1970. Ya para esas fechas se había incorporado a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), la más importante estructura guerrillera de filiación peronista y militaba en el gremio de prensa en la Agrupación “26 de Julio” donde coincidió con su hija Victoria, quien sería más tarde una destacada integrante de la organización Montoneros. De esta época (1972) se conservan dos testimonios escritos que dan cuenta del pensamiento de Walsh en momentos en que la dictadura negocia una salida electoral mientras arrecian los conflictos obreros y estudiantiles y se multiplica el golpetear de la guerrilla. Uno de estos materiales es el ensayo “¿Quién proscribe a Perón?” publicado en la revista Antropología del Tercer Mundo (1972), en este texto formula una de las pocas reivindicaciones frontales del peronismo como la experiencia histórica a partir de la cual los trabajadores interpelan y resisten al sistema de dominación. En tono parecido se expresa  en una entrevista con el semanario Primera Plana, de acuerdo a la lectura de Eduardo Jozami, en las respuestas de  Walsh se definen las razones de su adhesión al peronismo entendido como el espacio político de la clase obrera, el agente revolucionario. Y comenta Jozami al respecto:”…a Walsh le interesa señalar que él es peronista en cuanto se identifica con los oprimidos, sin que parezca importarle demasiado el acuerdo con las políticas que en ese momento sigue Perón” (2011:223). Conserva siempre una cuota razonable de admiración y desconfianza hacia la figura del líder, no hay textos apologéticos del conductor ni justificaciones “esotéricas” de los virajes tácticos del jefe, ni siquiera cuando lo entrevista en Madrid en marzo de 1968.

El año 1972 está marcado por un hecho histórico en la política argentina, el 20 de noviembre  se produce el regreso del general Perón después de 18 años de exilio, el crecimiento en número y participación de la Juventud Peronista y de otras agrupaciones de tono combativo y antiimperialista, son el sello distintivo de las principales manifestaciones públicas de la época. Walsh abre un canal de comunicación con la organización Montoneros que define su incorporación a esa organización en marzo de 1973, fecha del triunfo electoral del candidato peronista Héctor Cámpora. Ya en las estructuras definidas por Montoneros retoma una tarea cara a sus pasiones y saberes, se hace cargo del área de Inteligencia y Prensa y poco después, forma parte del equipo de periodistas que diseña el mejor proyecto editorial de la izquierda peronista de esos años, el diario Noticias. Pese a que este matutino fue clausurado en agosto de 1974, alcanzó a cubrir un período de poco más de diez meses con un tiraje que igualó a los periódicos comerciales de larga data en el mercado.

 

1975-1976: Camino al derrumbe; militarismo y golpe de Estado

La muerte de Perón el uno de julio de 1974 fue como la señal esperada por la izquierda peronista – en particular Montoneros – para disolver todo compromiso con el proceso democrático surgido en marzo de 1973. Poco después de la desaparición física del líder se había retomado el accionar armado y en septiembre de 1974 se formalizó la “declaración de guerra” y el pase a la clandestinidad, sin reparar que aún estaban vigentes las instituciones votadas por la mayoría de los argentinos en dos ocasiones (marzo de 1973 con el candidato Cámpora y septiembre del mismo año en que consagra a Perón presidente de la República).


El creciente deterioro de las condiciones económicas y políticas del país, ya bajo mandato de la viuda de Perón – Isabel Martínez – generó picos de violencia que preanunciaban lo que sería la política de la dictadura a partir de marzo de 1976. El movimiento obrero vive algunos momentos de auge con las huelgas generales de junio de 1975 que dieron lugar al estallido popular conocido como “rodrigazo” – en atención al apellido del Ministro Celestino Rodrigo, fugaz y malogrado titular del despacho de economía – sin embargo en el segundo semestre de ese año hay cierto repliegue de los sindicatos y el país se desliza en medio del terror de las bandas para-policiales, hacia la tragedia de marzo de 1976.

En l as organizaciones político-militares (tanto en Montoneros como en el ERP de orientación guevarista) se vivió el golpe militar con un espíritu de regocijo apenas disimulado, el fin de la democracia representativa pondría al descubierto, sin mediaciones, la naturaleza represiva del Estado burgués y detonaría los antagonismos sociales. No se advertía que la destitución del gobierno constitucional generaba las condiciones óptimas para la instrumentación de la estrategia de exterminio de opositores más brutal y generalizada de la historia argentina. Walsh no compartió esta lectura rudimentaria del proceso que se abría con el golpe militar y casi desde los inicios del régimen advirtió sobre algunas cuestiones torales que no fueron atendidas por la conducción montonera. Las primeras notas críticas las redactó en abril de 1976 y de manera intermitente, hasta donde se lo permitían sus obligaciones al frente de la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA), continuó elaborando pequeños reportes de “situación” que daban cuenta de la pérdida dramática de militantes y del avance de las fuerzas represivas en las mismas estructuras de la organización.

No podemos hacer aquí un recuento de los textos que a modo de “informes para la militancia” elaboró Walsh durante casi un año, pero se trataba de un diálogo de sordos, como lo define Jozami. No se escuchó – o se bloqueó deliberadamente- cada advertencia y cada uno de los reportes acerca de la magnitud de las bajas y del horror de los centros clandestinos de detención. La historia le daría, de manera trágica, la razón, la eficacia del accionar represivo durante los años 1976 y 1977 fue de tal magnitud que Montoneros no volvió a recuperar su presencia en los sectores populares ni la capacidad de movilización que pudo desplegar hasta mediados de 1975.

De esos años de espanto quedan como verdaderas piezas literarias cargadas de un profundo dramatismo  y de una inigualable integridad moral, Carta a mis Amigos escrita en septiembre de 1976, poco después de la muerte en combate de su hija Victoria y Carta de un escritor a la Junta Militar fechada el 24 de marzo de 1977, a un año exacto de la instauración de la dictadura y cuando, sin saberlo, caminaba hacia una cita envenenada donde lo aguardaba la muerte.

Quedan flotando algunas preguntas que ni el testimonio de sus compañeros de militancia ni sus amigos más cercanos han logrado responder ¿Por qué no se alejó de las estructuras partidarias cuando las diferencias políticas con la Conducción Nacional de Montoneros eran abismales? Tal vez nunca lo sabremos, y Rodolfo Walsh haya preferido guardar un secreto de íntima  lealtad a quienes cayeron en tareas militantes, incluyendo su propia hija, o quizás no pudo escapar a esa especie de destino trágico que suele acompañar a los grandes luchadores sociales.

 


Bibliografia:

  • Jozami, Eduardo (2011), Rodolfo Walsh. La palabra y la acción, Página 12- Editorial Norma, Buenos Aires
  • Walsh, Rodolfo (1972), “¿Quién proscribe a Perón?”; en Antropología del Tercer Mundo, No.11, agosto-septiembre, Buenos Aires
  • __________, (1994), Operación Masacre, Editorial Planeta, Buenos Aires
  • __________, (1973), Caso Satanowsky, Ediciones de La Flor, Buenos Aires
  • __________, (1996), Ese hombre y otros papeles personales, Seix Barral, Buenos Aires

 

[div2 class="highlight1"]Cómo citar este artículo:

CANDIA, José Miguel, (2012) “Rodolfo Walsh: Literatura, Memoria y Compromiso”, Pacarina del Sur [En línea], año 3, núm. 12, julio-septiembre, 2012. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=486&catid=5[/div2]