José Martí, los mayas y el Chac Mool

En este texto abordamos el interés de José Martí por las culturas precolombinas, especialmente la maya. Entre la gran cantidad de escritos martianos sobre los mayas, su proyecto teatral “Chac Mool” nos introduce en su peculiar forma de ver el pasado indígena americano y cómo afectó su vida esta famosa escultura descubierta por Augustus Le Plongeon, llegando a realizar un viaje al área maya para conocerla y de paso, visitar algunas de las ciudades de sus sueños descritas por John Lloyd Stephens e ilustradas por Frederick Catherwood, como Chichén Itzá y Kabah.

This paper focuses on José Martí´s interesting about the pre-Columbian cultures, especially the Maya. Among the several texts Martí wrote about the Maya, his theater project “Chac Mool” introduces us with his particular view of the indigenous past of America, and how this famous sculpture discovered by Augustus Le Plongeon affected his life at one point that he realized a trip to the Maya area to see it, and visited some of the maya cities of his dreams reported by John Lloyd Stephens and illustrated by Frederick Catherwood, like Kabah and Chichén Itzá.

 

¿Quién trabajó el encaje de las estatuas de Chichén-Itzá?
¿Adónde ha ido, adónde, el pueblo fuerte y gracioso que ideó
la casa redonda del Caracol; la casita tallada del Enano, la culebra
grandiosa de la Casa de las Monjas en Uxmal (el Chac Mool)? ¡
Qué novela tan linda la historia de América!

JOSÉ MARTÍ

INTRODUCCIÓN

[inset image="images/stories/pacarina/0030.jpg" imgwidth="300" side="left" title="" width="300"]José Martí[/inset]En este trabajo se pretende reflexionar sobre uno de los aspectos poco estudiados de la vida del conocido escritor cubano José Martí: el de su gran afición por las culturas precolombinas, en especial los mayas y su articulación con sus prácticas literarias. Este interés de Martí por culturas como la azteca, chibcha, maya e inca no se queda solamente en el recolectar información de libros sobre ellas sino que va más allá del placer de la lectura; él mismo visita personalmente varios de los lugares que conocía a través de estos libros e incluso entabla amistad con personalidades polémicas en arqueología de la época como el francés Augustus Le Plongeon, quien descubre en la Península de Yucatán la figura escultórica del “Chac Mool” y cuyo hallazgo impactaría profundamente en el pensamiento literario de José Martí durante su estancia en Mérida en marzo de 1877, llegando al grado de planear la redacción de una gran obra dramática  titulada igual que el descubrimiento de su amigo francés e inspirada en su contenido por la obra de teatro maya del Rabinal Achí, publicándola hacia mediados de los años ochenta, siete décadas antes de que Carlos Fuentes popularizase un cuento sobre tan emblemático personaje mitológico mesoamericano.

 

EL INTERÉS POR EL PASADO EN JOSÉ MARTÍ

De acuerdo con las peculiares condiciones sociales del momento en cuestión, del nivel de acercamiento a la Antigüedad y de la experiencia personal, cada época de la humanidad se ha forjado su propia visión del pasado, en nuestro caso, del mundo precolombino. Y para algunos literatos se convierte en fuente y acicate de inspiración; por ello, la indagación del significado de las culturas prehispánicas en un autor ayuda a comprender el por qué de su vigencia y cómo hace suyo este pasado.

José Martí vivió en una época en la que en las letras predominaba el neohumanismo que coincidía con el romanticismo en la búsqueda de la individualidad y en la expresión del sentimiento nacional. Según avanzaba el siglo XIX, esta corriente ofreció una nueva visión del pasado, sobre todo del mundo grecorromano gracias a los hallazgos arqueológicos y a la proliferación del interés por las obras de la Antigüedad (Miranda, 1990:6-7), esta tendencia se hace explícita en el pensamiento de Martí al mismo tiempo que su interés de nativizar su búsqueda y saber sobre las culturas amerindias.

Por esos años, los anticuaristas andaban a la caza universalista de objetos del pasado en la búsqueda de nuevas sensaciones e impresiones del equilibrio y belleza en las creaciones culturales de otros mundos, otras culturas, alejadas por el tiempo o por el espacio. En este contexto, puede parecer natural que Martí se interesara por las culturas milenarias, sobre todo americanas; aunque él demostraría con el tiempo una más amplia y profunda erudición que la mayoría de sus contemporáneos al tomar distancia crítica frente al anticuarismo introduciendo una variante evolucionista. Martí, además, incorpora sus conocimientos sobre las raíces amerindias a su proyecto político-filosófico sobre la diversidad y el futuro de América: para él servirían para la construcción de una mejor América, plural e incluyente. Y he aquí un doble mérito de Martí, y es que como cubano su realidad es de un indio ausente; porque en las Antillas, las poblaciones autóctonas habían sido totalmente exterminadas.  Justamente a partir de  este trauma originario, nuestro autor planteó su diseño de manera más audaz: reflexiona sobre la tragedia de los pueblos aniquilados y deposita su esperanza en el resarcimiento histórico de los pueblos extinguidos o marginados de América (Melis, 1994:95-96). Por ello, dedica sus esfuerzos a la reconstrucción de todos los elementos que atestiguan la grandeza del mundo precolombino, como las “máscaras indias” o figurillas prehispánicas que observó durante su estadía en México (Figura 1).

[inset image="images/stories/pacarina/0031.jpg" imgwidth="250" side="left" title="Figura 1" width="259"]Máscaras indias en La Edad de Oro de José Martí, p. 95[/inset]Pero este interés se debe en gran medida a sus primeros contactos con el estudio del pasado durante los cursos de bachillerato y universidad que recibió en Madrid y Zaragoza sobre derecho civil y canónico, y en filosofía y letras, concluyendo sus estudios en octubre de 1874 y graduándose con altas calificaciones en ambas carreras (Miranda, 1990:8-9).

 

MARTÍ Y SU APRECIO POR LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS

Así pues, tanto el ambiente como la educación recibida por nuestro joven autor de 21 años lo familiarizaron tempranamente con el mundo clásico y le procuraron una buena base para su criterio de valoración y aprecio, que años más tarde trasladaría al mundo precolombino; manejando los textos disponibles en su época en forma suficiente para quien no era un especialista, al tiempo que demuestra un aprovechamiento e interés superior a muchos de sus contemporáneos y coterráneos que recibieron una educación semejante (Miranda, 1990:17).

Para  destacar la riqueza de esos pueblos de "Nuestra América", se sirve del testimonio de los propios cronistas y misioneros españoles, así como de viajeros, estudiosos y aventureros de otras nacionalidades, que no pueden dejar de dar cuenta de esa realidad fabulosa. Sus fuentes de este tipo son bastantes para la época: Los Monumentos americanos de Humboldt, The Conquest of the Inca Empire de William Prescott, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo...

Historia general y natural de las Indias de Oviedo;Historia general de las Indias de Gómara; Les mithes artificielles d´amaricaines de Brasseur; Relación de las cosas de Yucatán de Landa; Historia antigua de los chibchas de Zamora; Antigüedades Peruanas de Mariano Edmundo Rivero; Cuzco y Lima de Markham; Prehistoria y viajes de Carlos Cuervo y Márquez; El culto a la serpiente de Clarke y Wake; y el conocido libro de John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood Viajes a Yucatán sobre los mayas, entre otros (Agramonte, 1979:37-38).

[inset image="images/stories/pacarina/0032.jpg" imgwidth="300" side="left" title="Figura 2" width="300"]Edificio azteca en La Edad de Oro de José Martí, p.75[/inset]Por ello, no es casualidad que para Martí el acercamiento al pasado sea el medio que permite un mayor reconocimiento del presente y un auscultamiento del futuro: la identidad universal del hombre; y su derecho a ejercerla en modelaciones culturales diferentes (Teja, 1994:143-145). Es decir, la historia la relativiza: "cada hombre y cada cultura tiene derecho a su identidad. La identidad no implica homogeneidad sino respeto a la diferencia. La riqueza a la unidad reside en su variedad. La esencia de la unidad, de la identidad, es su pluralidad" (Teja, 1994:167). Este modo de concebir a la humanidad la aplica en sus estudios como cuando analiza la evolución arquitectónica de las unidades habitacionales de los antepasados en su escrito "La historia del hombre contada por sus casas" (Figura 2) y el culto a la serpiente en "La masonería en América" (Anuario del Centro de Estudios Martianos, 1979 (2):22).

Así, personajes legendarios e históricos sirven para ejemplificar dignas posturas morales o conductas reprobables: por sus páginas desfilan Cuitláhuac, Cuauhtémoc, Cacama, Atahualpa y Moctezuma, entre otros. Sus textos dedicados al mundo precolombino nos dan pruebas de su gusto, afinidad y valoración, en especial de lo maya, en su lucha contra el desconocimiento de las raíces históricas americanas y que de un modo bastante peculiar se identificó con personajes, paisajes, motivos y culturas que incorporó a su propia expresión:

A Homero leemos, pues ¿fue más pintoresca, más ingenua, más heroica la formación de los pueblos griegos que la de nuestros pueblos americanos? (Martí, 1963 (7):325). ¡Qué augusta la Ilíada de Grecia! ¡Qué brillante la Ilíada indígena! Las lágrimas de Homero son de oro; copas de palma, pobladas de colibríes, son las estrofas indias (Martí, 1963 (8):337). Viví unos días en pleno paraíso: me parecía que bebía –como me ha parecido luego leyendo a Homero y el Schab-Nameb y el Popol-Vuh- la leche de la vida (Martí, 1963 (22):285).

La abundante alusión a otros pueblos no deriva de la moda exótica de su época sino que la incorpora en su proyecto político-filosófico de develar, dar voz e integrar a los excluidos de la sociedad occidental, a las "refinadas culturas periféricas autóctonas" como otros rostros de América:

Y escribirá un Drama Indio...Y diserta en amplio sobre las investigaciones hechas sobre la prehistoria amerindia, y sobre los importantes estudios de Agassiz y los del americanista Brinton, que traza la antigüedad del hombre americano en su Cronología Prehistórica, y formula la teoría de su procedencia asiática. En verdad, nada queda fuera de este marco martiano: allí (incluye) las leyendas mayas, el Gregüence, la gramática cakchikel, el Popol Vuh... el Opu Ollantai, drama en versos quechuas. Y las plazas, talleres, observatorios astronómicos, acueductos, muros, circos y sus procesiones; y los quipus o cordones en colores para contar, las pictografías y los ornamentos del Copán, Quiriguá, Mitla, (Xochicalco, Chichén Itzá, Uxmal y Kabah), (Agramonte, 1979:37).

 

MARTÍ EN MÉXICO

Martí desembarca  en Veracruz el 8 de febrero de 1875. Horas después llega a la Ciudad de México en ferrocarril, para reunirse con su familia que radicaba en esta ciudad. Trabaja para la Revista Universal y es ahí donde conoce al núcleo de intelectuales mexicanos de la Reforma y del pensamiento liberal, como Guillermo Prieto, Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, Justo Sierra, Juan José y Gustavo Baz y Juan de Dios Peza, entre otros (Herrera, 1996:47). Justamente estos dos últimos invitaron a nuestro autor a las reuniones del Liceo Hidalgo y de la Logia Tolteca. Y es en esta última, donde Martí se vincula con esta vertiente indigenista de la masonería. No fue casual que Martí  (1963 (28):44) durante su discurso de ingreso el 21 de marzo de 1876, realice una de las primeras alusiones a Alfredo Chavero,  un estudioso del México prehispánico que influiría notablemente en el cubano para la futura redacción de la obra dramática del "Chac Mool" y que seguramente lo invitaría a visitar el Museo Nacional, en donde Martí miraría con tristeza los restos materiales de las antiguas civilizaciones que por incompresión y políticas excluyentes sucumbieron ante el dominio español (Melis, 1994:98-99).

Alfredo Chavero, fue "uno de los más agradables causseurs con quienes hemos disfrutado de los placeres de la buena conversación", según las palabras de José Martí (1963 (28):44). Este romántico nacionalista mexicano, durante la década de 1870, fue reconocido en el medio por sus serios trabajos sobre la Piedra del Sol y posteriormente redactaría el primer tomo de México a través de los siglos dedicado a la "Historia Antigua y de la Conquista" (Santoyo, 1987:554). Pero lo que más nos interesa para nuestra investigación es su faceta como escritor sobre arqueología e historia en diversos géneros: poesía, novela y teatro, siendo este último el más importante entre su repertorio, escribiendo sainetes, comedias, dramas, tragedias y zarzuelas (Santoyo, 1987:554); destacando  su drama en verso Xóchitl en 1877 y su ensayo trágico, también en verso, de Quetzalcóatl en 1878 (González, 1977:229). Y es precisamente en esta misma dirección  que confluyeron pocos años después los proyectos literarios de Martí, nos referimos al  "Chac Mool", el "Drama Indio" y "Las ruinas indias".

Presumiblemente,  Chavero, como buen conocedor de los trabajos arqueológicos de su época, le proporcionó al cubano información sobre los trabajos de Desiré Charnay y Augustus Le Plongeon. Siendo el descubrimiento del Chac Mool por este último, algo que llamaría la atención de Martí y que durante su visita a tierras yucatecas se convertiría en una obsesión: conocer a la estatua y a su descubridor.

 

MARTÍ Y SU PASO POR LAS TIERRAS DEL MAYAB

Debido a su simpatía con Sebastián Lerdo de Tejada y los lerdistas y a su clara oposición a la instauración de Porfirio Díaz en el poder en 1876, decide autoexiliarse a Guatemala, de donde ha recibido ofertas del ministro Ramón Uriarte para ejercer su profesión (Herrera, 1996:174). El 30 de diciembre de ese año parte rumbo a Veracruz y de ahí a La Habana, a donde llega el 6 de enero de 1877. Unas semanas después, el 24 de febrero, se embarca rumbo al Puerto de Progreso en la Península de Yucatán, a donde arriba 2 días después (Herrera, 1996:174). ¿Qué pasaría por la mente de Martí para hacer una escala de 5 días en este lugar y viajar a Mérida y tal vez a sus alrededores, en lugar de viajar directo a Guatemala? ¿Sería porque deseaba conocer las ruinas que tanto leía sus descripciones en la obra de Stephens y Catherwood y en los trabajos de Charnay: Uxmal, Kabah y Chichén Itzá?

[inset image="images/stories/pacarina/0033.jpg" imgwidth="300" side="left" title="Figura 3" width="300"]Ruinas de Kabah, en La Edad de Oro de José Martí, p. 103[/inset]Seguramente esto fue lo que ocurrió, porque en los escritos del cubano se aprecia un grado de admiración mayor hacia lo maya que para el resto de las creaciones culturales amerindias y el gran detalle con que nos describe Uxmal y Chichén Itzá y las sensaciones visuales con que nos las ilustra sólo pueden ser posibles visitando esos lugares. Permítanme al respecto, reproducir una cita in extenso:

Pero las ruinas más bellas de México no están por allí (en Xochicalco, Tula, Mitla, La Quemada y Cholula), sino por donde vivieron los mayas, que eran gente guerrera y de mucho poder, y recibían de los pueblos del mar visitas y embajadores. De los mayas de Oaxaca es la ciudad célebre de Palenque... (la cual suponemos que no visitó por la escueta descripción que le hace y que si la hubiera conocido no opinaría lo siguiente). Pero ni el Palenque se puede comparar a las ruinas de los mayas yucatecos, que son más extraños y hermosas. Por Yucatán estuvo el imperio de aquellos príncipes mayas, que eran de pómulos anchos, y frente como la del hombre blanco de ahora. En Yucatán están las ruinas de Zayi... Labná... Izamal... Y la Kabah que conserva un arco, roto por arriba, que no se puede ver sin sentirse como lleno de gracia y nobleza. Pero las ciudades que celebran los libros del americano Stephens, de Brasseur de Bourbourg y de Charnay, de Le Pongleon (sic) y su atrevida mujer, del francés Nadaillac, son Uxmal y Chichén-Itzá, las ciudades de los palacios pintados, de las casas trabajadas lo mismo que el encaje, de los pozos profundos y los magníficos conventos. Uxmal está como a dos leguas de Mérida... En Uxmal son muchas las ruinas notables, y todas, como por todo México, están en las cumbres de las pirámides, como si fueran los edificios de más valor, que quedaron de pie cuando cayeron por tierra las habitaciones de fábrica más ligera. La casa más notable es la que llaman en los libros "del Gobernador", que es toda de piedra ruda, con más de cien varas de frente y trece de ancho, y con las puertas ceñidas de un marco de madera trabajada con muy rica labor. A otra casa le dicen de las Tortugas, y es muy curiosa por cierto, porque la piedra imita una como empalizada, con una tortuga en relieve de trecho en trecho. La Casa de las Monjas sí es bella de veras: no es una casa sola, sino cuatro, que están en lo alto de la pirámide. A una de las casas le dicen de la Culebra, porque por fuera tiene cortada en la piedra una serpiente enorme, que le da vuelta sobre vuelta a la casa entera: otra tiene cerca del tope de la pared una corona hecha de cabezas de ídolos, pero todas diferentes y de mucha expresión, y arregladas en grupos que son de arte verdadero, por lo mismo que parecen como puestas allí por la casualidad; y otro de los edificios tiene todavía cuatro de las diecisiete torres que en otro tiempo tuvo, y de las que se ven los arranques junto al techo, como la cáscara de una muela careada. Y todavía tiene Uxmal la Casa del Adivino, pintada de colores diferentes, y la Casa  del Enano, tan pequeña y bien tallada que es como una caja de China, de esas que tienen labradas en la madera centenares de figuras, y tan graciosas que un viajero le llama "obra maestra de arte y elegancia", y otro dice que "la Casa del Enano es bonita como una joya". La ciudad de Chichén-Itzá es toda como la Casa del Enano. Es como un libro de piedra. Un libro roto, con las hojas por el suelo, hundidas en la maraña del monte, manehadas de fango, despedazadas. Están por tierra las quinientas columnas; las estatuas sin cabeza, al pie de las paredes a medio caer; las calles, de la yerba que ha ido creciendo en tanto siglos, están tapiadas. Pero de lo que queda en siglos de pie, de cuanto se ve o se toca, nada hay que no tenga una pintura finísima de curvas bellas, o una escultura noble, de nariz recta y barba larga. En las pinturas de los muros está el cuento famoso de la guerra de los dos hermanos locos, que se pelearon por ver quién se quedaba con la princesa Ara: hay procesiones de sacerdotes, de guerreros, de animales que parece que miran y conocen, de barcos con dos proas, de hombres de barba negra, de negros de pelo rizado; y todo con el perfil firme, y el color tan fresco y brillante como si aún  corriera sangre por las venas de los artistas que dejaron escritas en jeroglíficos y en pinturas la historia del pueblo que echó sus barcos por las costas y ríos de todo Centro América, y supo de Asia por el Pacífico y de África por el Atlántico (Martí, 1994:120-123).

Seguramente este mural se trata de aquel ubicado en el Templo de los Guerreros y el cual Martí trata de explicar por medio de un cuento. Además, reconoce su habilidad para la navegación como si se tratase de “los fenicios de América”.

 

MARTÍ Y EL DRAMA DEL CHAC MOOL

Como podemos apreciar, las descripciones de Martí sobre estos sitios parecen hechas en el lugar, como muy probablemente así fue, ya que la información sobre lo que hace el cubano durante esos cinco días es muy poca y se pierde su huella. Lo único seguro es que, después de llegar en carreta a Mérida, y conocer a Juan Contreras, director del Museo Yucateco, y a Rodolfo Menéndez, a quienes interesaba los estudios de la historia yucateca; le recomiendan conocer el monolito del Chac Mool, recién descubierto por Le Plongeon, quien trató de sacarlo del país, pero finalmente lo entregó al gobierno, obligado por una expropiación. Peón Contreras lleva entonces la escultura a Mérida para exhibirla en la calle de la Mejorada, frente al templo de la Tercera Orden (Herrera, 1996:203). A este respecto escribe Martí lo siguiente:

Muy rico en ruinas es este suelo de Yucatán... Débese buena porción de esos hallazgos a un hombre enfermo que parece caballero empobrecido de las Edades Medias, y es hermano de un poeta eminente, que teje lindos dramas: José Peón Contreras; y al Dr. Le Plongeon, anciano activo y revoltoso, que se está haciendo notorio por la buena fortuna con que persigue y describe ruinas de monumentos y estatuas de los mayas, y por el indiscreto lenguaje y exagerada ambición que acompañan a sus descubrimientos. Como cuatro años hace, descubrió, y quiso apropiarse, una colosal estatua de un personaje indio, que él llamó Chac-Mool, el “Rey Tigre”, una soberbia estatua recostada, sobre el dorso, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el Oriente, y con las manos sobre el pecho, sosteniendo un plato lleno de piedras preciosas, según se afirma, -que las piedras no han aparecido,- y de una sustancia extraña, como polvo, que Le Plongeon supone que fuera sangre del mismo personaje en cuyo honor se erigió esta estatua, que es la pieza más completa y grande que se conoce de la escultura mexicana. El descubridor quiso quedarse con el descubrimiento y lo ocultó en los bosques; pero el gobierno, en virtud de la ley que prohíbe la extracción del país mexicano de ningún tesoro histórico ni artístico de México, se apoderó de la valiosísima reliquia, que, luego de haber sido llevada en triunfo a la capital de Yucatán, fue transportada con gran pena de los yucatecos, que la querían para su museo particular, al museo nacional de México (Martí, 1963 (8):327-328).

La contemplación del Chac Mool despertó en el cubano gran interés; para él no es figura muerta, es algo que lo obsesiona como cuando dibuja un sencillo autorretrato en el que coloca su propia cara en  la figura del ídolo (Figura 4), como queriendo identificarse con los mayas y los indígenas en general, cuyo legado artístico admiraba en demasía.  Martí-Chac Mool, es pues una imagen simbólica, ninguno de sus otros autorretratos refiere análoga composición. Martí escribiría posteriormente varias páginas literarias, en realidad fueron tres actos de un drama indio titulado "Chac Mool", al cual  considera la síntesis de la Civilización Americana-Mexicana (Martí, 1963 (21):359). La trama gira alrededor de esta estatua en quien quiere representar a los pueblos latinoamericanos y de claro contenido anticolonial:

 

Chac-Mool

[inset image="images/stories/pacarina/0034.jpg" imgwidth="150" side="left" title="Figura 4" width="150"]Autorretrato de José Martí en el Chac Mool, en Círculo, portada[/inset]Tragedia simbólica de los tiempos presentes. Espíritu del país, dormido aparentemente, pero capaz por su propia energía, de surgir y obrar en un momento crítico. Síntesis de la Civilización Americana.-(Mexicana).

Para hablar de las diversas tribus de América, consejo de indios, donde cada uno cuente, de una raza distinta. Consejo en la selva. Solemnidad épica. El consejo puede ser para determinar sobre el deseo de Le Plongeon de llevarse a Chacmool.-

Divisiones. Unos, los más rencorosos, quieren engañados por Chacmool que les promete venganza, que volverá a echar a los blancos del país.-

Escena gigantesca. Lo que hará la estatua en llegando al otro país. Se levantará. Se le caerán las ligaduras de las sandalias. Les enseñará el corazón roto. Los más, los cuerdos, vemos en el consejo-se callan, y son los que avisan a las tribus que se juntan y van a buscar al blanco bueno (Martí, 1963 (21):359).

La intención política de la obra aparece desde el primer acto, en el que la aparición de la estatua ocasiona el júbilo y frenesí de los indios, quienes, en su fanatismo, corren a besar la mano de Le Plongeon. El segundo acto no deja duda de su intención: "A la guerra llaman, Intervención de la raza del Norte para su propio provecho. Rapiña". Y en el tercero está su esperanza, su ideal de redención para la raza: "El indio se despierta. Las razas se levantan" (Herrera, 1996:204).

Se equivocan algunos de sus principales estudiosos de filiar  el interés de Martí por el teatro como una vía escapista de la realidad (Ripoll, 2001a). En realidad, el proyecto teatral martiano sobre el Chac Mool asumía en su tiempo el perfil de una pieza de pedagogía política con fuertes tintes nativistas y anticolonialistas, que anudaba las raices amerindias al futuro deseable de Nuestra América, como él bien pedía un cambio radical sobre la educación de los niños latinoamericanos: “La historia de América, de los incas acá (y por extensión de las culturas amerindias), ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. No es más necesaria” (Martí, 1963 (6):18). En ese tiempo el teatro aventajaba a la novela en un sentido, ya que al ser puesto en escena, trascendía las limitadas fronteras de la cultura letrada de las ciudades latinoamericanas de fines del siglo XIX.

Finalmente, desde aquí el autorretrato nos ubica a Martí en su representación de un inventado y comprometido héroe cultural, al que poco le importaría ya ese comentario burlón que le hiciesen pocos años antes, desde las páginas de la Revista Universal en ciudad de México: "Ojalá que nuestro compañero Martí llegue a descubrir la historia del primer tamal que se comió Netzahualcóyotl" (Ripoll, 2001b).

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Agramonte, Roberto D. 1979. Martí y su concepción de la Sociedad 2. Teoría General de la Sociedad (I). Centro de Investigaciones/Universidad de Puerto Rico. San Juan.

Anuario del Centro de Estudios Martianos. 1979, t. 2. Imprenta "Urselia Diaz Baez", Ministerio de Cultura. La Habana.

González Peña, Carlos. 1977. Historia de la Literatura Mexicana. Desde los orígenes hasta nuestros días. Porrúa. México D.F.

Herrera Franyutti, Alfonso. 1996. Martí en México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México D.F.

Martí, José. 1963ss. Obras Completas. Ed. Nacional de Cuba. La Habana.

Martí, José. 1994. La Edad de Oro, Ed. Roberto Fernández Retamar. Fondo de Cultura Económica, México D.F.

Melis, Antonio. 1994.  «José Martí y el indio americano». En José Martí 1895/1995. Literatura-Política-Filosofía-Estética, 10º Coloquio interdisciplinario de la Sección Latinoamérica del Instituto Central de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, Eds. Ottmar Ette y Titus Heydenreich, pp. 93-102. Vervuert Verlag, Frankfurt y Main.

Miranda Cancela, Elina. 1990. José Martí y el mundo clásico, Jornadas de la Facultad de Filosofía y Letras #7. Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F.

Ripoll, Carlos. 2001a. «Martí y el Teatro».  www.eddosrios.org./marti/paginas/teatro/htm

Ripoll, Carlos. 2001b. «México:una carta y unos papeles desconocidos». www.eddosrios.org./marti/paginas/teatro/htm

Santoyo Torres, Antonio. 1987. «Entre la gloria pretérita y los insoslayables problemas presentes (1867-1880)», En La antropología en México. Panorama histórico 1.Los hechos y los dichos (1521-1880), Coord. Carlos García Mora, pp. 489-596. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México D.F.

*Teja, Ana María. 1994. «La urdimbre de La Edad de Oro, el juego escondido"», En José Martí 1895/1995. Literatura - Política - Filosofía - Estética, 10º Coloquio interdisciplinario de la Sección Latinoamérica del Instituto Central de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, Eds. Ottmar Ette y Titus Heydenreich, pp. 143-170. Vervuert Verlag. Frankfurt y Main.

 


[notar]1[/notar] Profesor Investigador Asociado A, Museo del Templo Mayor de Tenochtitlan, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Seminario 8, Col. Centro, Del. Cuauhtémoc, México D.F., C.P. 06060. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.