La adaptación del hombre al desierto: una mirada desde la prehistoria de los valles de Arica, norte de Chile

Abordamos la discusión sobre la adaptación del hombre al desierto en tiempos prehispánicos en los valles de Arica; hacemos referencias a los hallazgos que nos permiten hacer una discusión sobre cómo el hombre pudo resolver los problemas de subsistencia y por ende adaptación al medio desértico. Finalmente planteamos una discusión sobre los sistemas organizativos económico y social que emplearon las poblaciones Azapa a partir del desarrollo aldeano, enfatizando las estrategias de adaptación y explotación a los ambientes de zonas áridas.

Palabras clave: desierto, Arica, adaptación, cultura

 

La adaptación del hombre a los valles de  Arica, enclavados estos en el gran desierto de Atacama, Chile, se vincula desde sus orígenes con el profundo conocimiento del medio, de tal manera que conocer, explotar e integrar las áreas ecológicas el  espacio fue una forma de vida. Al respecto Murra (1972), al definir  el modelo de complementariedad ecológica en los Andes, enfatiza  la importancia de la configuración ecológica en el contexto de la organización estratégica llevados a cabo por las poblaciones andinas.

Este modelo de integración y complementariedad a través del tiempo, fue cambiando de acuerdo a las características propias de cada período; así, desde el intercambio de bienes entre pequeñas bandas de cazadores, recolectores y pescadores, los modelos llegaron a la compleja organización política del Estado Inca, la que fue capaz de articular, en un sistema de reciprocidad y redistribución a las diversas “naciones” que lo conformaron.[2] En esta perspectiva, pensamos que la  adaptación y conquista  de los valles desérticos de Arica por parte de los grupos prehispánicos se habría planteado dentro de un contexto de integrar un conjunto de pisos y microambientes distribuidos desde el  mar a la cordillera, lo que les permitió contar con una amplia variedad de recursos.

En esta región de Sudamérica tres aspectos únicos habrían ayudado a que se diera esta integración. En primer lugar la extrema diferencia de altitud, lo que permitió una gran zonificación  climática altitudinal que comprende de 0 a 5.000 m de altitud, con sus variedades topográficas muy complejas y por la numerosidad de ecosistemas creados por semejantes condiciones geográficas (Véase la Figura 1).[3] En el caso específico de Arica, en un transecto de 190 km. de costa a puna, hay una variante altitudinal con asentamientos humanos que alcanzan hasta los 4500 msnm, lo que significó  una movilidad permanente de la población y una multiexplotación de estas ecologías. En segundo lugar  la existencia de animales de la familia  Camélido, algunos domesticados como la llama y alpaca, adaptados a los ambientes de puna les permitió la caza y consumo permanente de carnes de animales con los derivados de esta (leche, lana, cuero).  En tercer lugar, el aporte de la gran corriente peruana, que permite una gran abundancia de recursos marítimos,  a pesar de las alteraciones ambientales producidas cada ciertos tiempo por el fenómeno del Niño.[4] Estos tres aspectos propios de la naturaleza de la vertiente occidental andina, permitieron configurar, un escenario particular, el que a pesar de la aridez del terreno, el hombre supo de sus cualidades, cuando lo concibió como una gran  macrozona.

 

Escenario geográfico

Chile, forma parte del grupo de países sudamericanos que se les denomina “Países Andinos“, debido a que su armazón continental está conformado por la cordillera de los Andes. Sin embargo, podemos distinguir en Chile, especialmente en el norte grande otras formas de relieve conformadas por tres grandes unidades morfológicas que son  Cordillera de la Costa, Depresión Intermedia y Cordillera de los Andes, las dos primeras unidades  enclavadas en el Desierto de Atacama.[5]


Fig. 1. Perfil altitudinal de los pisos ecológicos del extremo norte de Chile

 

El  Desierto

La Cordillera de la Costa comienza a elevarse 20 km. al sur de la Ciudad de Arica, en el Cerro Camaraca. En el litoral toma el aspecto de un imponente muro, formado por un acantilado que alcanza una altura de 900 mts., constituyéndose en uno de los  acantilados del  litoral más alto del Pacífico.[6] La caída a plomo sobre el océano Pacífico impide el desarrollo de grandes llanuras o planicies litorales, las que recién comienzan a insinuarse al sur de la ciudad de Iquique. Esta cordillera tiene un ancho medio de 50 km. y culmina en la sierra Vicuña Mackenna que alcanza los  3.018 m. de altitud, área donde comienza el llamado Norte Verde.

Por su altitud, constituye una barrera efectiva desde el punto de vista climático. La Camanchaca o bruma matinal, que cubre todo el litoral, aporta un poco de humedad para que crezcan plantas xeromorfas extremas como: cactaceas y tillandsias, que crecen en los cerros de la costa. En esta cordillera se hallan una serie de cuencas o pampas que están tapizadas por una costra salina formando el desierto costero, lo que implica la falta casi total de lluvias y la  ausencia de suelo vegetal.[7] La aridez del clima, es causada por la corriente fría de Humboldt  que transporta aguas frías de sur a norte y por los vientos del oeste.

Desde el punto de vista geográfico se caracteriza por una franja costera  abrupta, con grandes acantilados y recursos de agua dulce, tanto de vertientes como de desembocaduras de ríos que permitieron, junto a la gran riqueza de la fauna marítima, una temprana adaptación humana que fue cada vez más eficiente.[8] Hacia el extremo norte, de ésta cordillera desembocan algunos ríos dando origen a la conformación de los valles costeros tales como Lluta, Azapa, Chaca y Camarones.[9] Esta interconexión geográfica valle-costa en el extremo norte de Chile, determinó que el hombre prehispánico tuviera a su disposición variados aportes energéticos, tanto del mar como de los valles, facilitando además los desplazamientos hacia las tierras interiores.

A medida que avanza la cordillera de la costa hacia el sur, su conformación se interna hacia el oriente, originando cuencas intermedias o salares como Soronal y Santa Lucía,  con aguadas o napas subterráneas muy cerca de la superficie, que fueron utilizadas por las poblaciones prehispánicas en sus desplazamientos entre la costa y las quebradas intermedias.

Respecto a las aguas del Pacífico, éstas se caracterizan por ser ricas en sales y nutrientes, lo que permite una variedad de recursos marinos, constituyéndose en uno de los mares más ricos del mundo razón por la cual fue explotado desde hace miles de años por el hombre.[10] Entre los variados recursos  faunísticos  más representativos se hayan las anchovetas, jurel, atún, albacora, cabrilla, caballa, lenguado, así como lobos marinos, chungungos y  nutrias entre los mamíferos y pelícanos y gaviotas en las aves.

La Depresión Intermedia constituye una fosa textónica, ubicada entre los 800 a 2.600 msnm, es una faja de relieve deprimido entre las formaciones montañosas de la costa y los Andes. Según Cunill (1965:22) se caracteriza porque es interrumpida numerosas veces por relieves transversales que la disectan. Desde el punto de vista geomorfológico es una planicie aluvial (sedimentaria), con cerros de contornos suaves semisepultados en su parte inferior por los productos de la intensa meteorización y erosión de las rocas que componen estos relieves. Según Golubev (1974:6) la superficie de esta depresión está cubierta en forma continua por una capa compuesta por arena, ripio y limo. La mayor parte de esta depresión es conocida con el nombre de Pampa del Tamarugal, que debe su nombre al árbol llamado Tamarugo, es una planicie que se extiende desde la latitud 19º 33º hasta la latitud 21º 50º, y con una altitud que varía entre 3.000 y 3.600 pies msnm. El límite oriental de la pampa lo forman los innumerables  cerros que casi perpendicularmente se desprenden del flanco de los Andes, sirviéndoles de contrafuerte y que forman las quebradas de Aroma, Tarapacá, Quipisca, Juan de Morales, Tambillo Chico, Chararilla, La Ramada, Cahuiza, Chipana, Tamentica, Honda, Mario Sipuca, Sama, Quillagua entre las principales.[11]

La Depresión Intermedia se caracteriza por una amplia zona desértica cortada por hoyas hidrográficas que tienen sus orígenes en las cabeceras andinas.  Estas cuencas hidrográficas de tipo exorreicas  en el extremo norte llegan hasta la costa,  hacia el sur se pierden en las zonas desérticas, quedando atrapadas las quebradas de Aroma, Tarapacá, Guatacondo y Maní.  La única excepción la constituye el río Loa que desemboca en el mar, atravesando la Pampa del Tamarugal.  Es importante la enunciación de este espacio ecológico, pues en estos valles y oasis se fundamentó la historia agraria de las poblaciones del norte grande de Chile.


Fig. 2. Puntas líticas de pescadores y recolectores
Esta Depresión Intermedia en sus niveles más altos alcanza los 3.000 m de altitud, espacio donde se hallan las cabeceras de los valles.  En el extremo norte de Chile éste espacio se conforma por una extensa sierra denominada Huailillas, que separa las cabeceras de los valles de los cursos medios y bajos de los mismos.[12] Hacia el sur de Camarones la conformación del paisaje es más uniforme: una extensa pampa cuyo corte transversal asciende lentamente hacia el oriente se  denomina precordillera.  Este espacio fue fundamental para el cultivo de tubérculos, productos importantes para el mantenimiento de las primeras bandas de horticultores, como también espacios adecuados para el pastoreo de camélidos.[13] Testimonio de ésta actividad agrícola son los restos de  andenerias y canales que se hayan distribuidos a lo largo de las laderas.

La cordillera de los Andes conforma la unidad más importante, sin lugar  a  dudas; ello por su volumen y la influencia que ejerce sobre el paisaje regional, desde el punto de vista climático, hídrico, tectónico y geomorfológico. Sin embargo, son sus aguas desheladas las que alimentan todo el  sistema de valles que cruzan el desierto Atacameño en  la vertiente occidental andina.[14] Estas aguas de buena calidad que emanan, algunas de ellas de vertientes permitieron que en el caso de Azapa se diera una excelente producción de frutas y hortalizas, aunque limitada por las condiciones de terreno.

 

Poblamiento humano: de cazadores recolectores a agricultores especializados

Sociedades de cazadores recolectores en la costa desértica de Arica.

Las primeras evidencias de asentamientos humanos se sitúa entre los 7.000 a.C. caracteriza la Etapa de caza, pesca y recolección, en donde se observa la tendencia a la especialización de los medios de subsistencia en ambientes específicos. Esta complejidad ha sido observada en los sitios Camarones 14,[15] Tarapacá 14a, Tiliviche 1b,[16] Acha-2[17] y Morro 1,[18] en donde se ha hipotetizado la introducción de nuevos medios de subsistencia como el maíz, una tecnología sofisticada como el anzuelo de concha y elementos de molienda, todo lo cual habría permitido una mayor densidad poblacional, especialmente en la costa.  Desde el punto de vista del ritual funerario se  practica la momificación artificial de los cuerpos  acompañado de una compleja parafernalia como son las estólicas, arcos, adornos cefálicos y textiles.[19] Sin embargo,  esta tendencia a la especialización implicó una gran movilidad territorial a través de los valles desérticos de Atacama.  De tal manera, es importante señalar la presencia de indicadores arqueológicos que nos ayudan a explicar el control y manejo de los espacios ecológicos insertos en el gran desierto de Atacama.

Núñez (1983), con base en la presencia de hallazgos de dientes de tiburón y conchas de Choromithilus encontrados en la puna seca, señala que serían  indicadores de una movilidad territorial que habría alcanzado cazadores-recolectores del periodo arcaico entre losa ambientes de costa desértica. En este mismo período, una relación dinámica a la inversa, se habría  producido en la costa, allí,  se han encontrado restos de piel de vicuñas y de flamencos ave característica de salares de altura; además de obsidiana, material que se ubica en estratos de laderas sobre los 2.500 msnm. Para Santoro  (1989),  la presencia de estos elementos tanto en la puna como en la costa marcarían una temprana interacción de áreas ecológicas distintas, explotadas por los cazadores-recolectores en la que se incluyen el tráfico de productos y objetos con fines económicos y ceremoniales.

El manejo y explotación de éstos pisos ecológicos, especialmente la costa   se pudo haber intensificado si consideramos que entre el 8.000 al 5.000 a.C. nuestro territorio, especialmente el que  se sitúa sobre los 3.000 msnm. se vio afectado por el  Optimum Climático, estadio que se habría caracterizado por un eventual clima seco y cálido de acuerdo al esquema  sobre cambios climáticos en los Andes descrito por Villagrán (1993). Esto pudo haber permitido que se estableciera en zonas de desembocaduras grupos de origen costeros y altiplánicos que habría conllevado a un control social de territorialidad, el que era compartido y explotado por ambos grupos bajo un esquema de interacción del territorio.[20] Para la desembocadura de Camarones este modelo fue  desarrollado por Schiapacasse y Niemeyer (1984), quienes señalan una coexistencia de grupos basada en la diferenciación de ciertos patrones culturales que lo identifican, en el caso de los grupos puneños la industria lítica sería de forma romboidal, con aletas y pedúnculos a diferencia de las puntas confeccionada por los grupos costeros  que sería de forma lanceolada. A su vez, los entierros de la costa presentan las piernas estiradas a diferencia de los de la puna que presentan las piernas flexionadas.


Fig.3. Planta de estructuras habitacionales de pescadores arcaico
En la costa del Pacífico en uno de los asentamientos donde mejor se observa una explotación múltiple de recursos lo constituye el campamento de  Acha 2 (Véanse las figuras 2 y 3).[21] Si bien este campamento estuvo habitado por poblaciones especializadas al ambiente marino,  también explotaron los recursos del valle  los que fueron logrados en los sectores bajo, medio y alto del valle de Azapa, alcanzando una altitud sobre los 2.000 msnm y en  donde habrían conjugado actividades de caza de roedores y camélidos, la recolección de plantas y la extracción de materias primas para la confección de instrumentos.

Circuitos exploratorios similares al de Acha 2, lo observamos en la quebrada de Camarones, en el campamento arcaico de Conanoxa (Cxa-w y b), ubicado a 40 km. al interior de la desembocadura del río Camarones, a 1.200 msnm.  Schiappacasse et. al. (1991), piensa que dicho campamento fue un lugar estacional de grupos de pescadores que se desplazaban al interior de la quebrada con el propósito de buscar materias primas (calcedonia) para la elaboración de instrumentos.  Ambos campamentos  Acha 2 como Conanoxa (Cxa-wb) constituyen dos registros claves para entender los movimientos que ejecutaron los cazadores recolectores en la búsqueda de recursos económicos complementarios. Sus desplazamientos a ecosistemas de desierto obedeció  a la explotación de minerales, especialmente para la confección de instrumentos cortantes, plantas y pequeños mamíferos especialmente roedores de la especie vizcachae.

En  los entierros de los pescadores arcaicos de la Cultura Chinchorro, en la costa de Arica, se han encontrado restos de cueros y plumas de avestruz (Pteronecmia pennata) adheridos en el tratamiento de los cuerpos (Véanse las figuras 4 y 5). Estos hallazgos sugieren la hipótesis de que estas poblaciones de cazadores y pescadores  se desplazaban desde la costa a ambientes de puna donde debieron haber cazado éstas aves, las que además de su utilización en el ritual de la momificación, pudieron haber servido como alimento.[22]

 

Sociedades aldeanas: La conquista de los valles  de Arica por los agricultores

Aspectos sobre la Organización Económica

A  partir del primer milenio antes de Cristo en los valles desérticos de Arica, como es el caso del valle de Azapa, se observan cambios trascendentales como es la introducción de la agricultura, la metalurgia en oro y cobre, la cerámica y mayor auge de la textilería (Véase la figura 6). Estos objetos al parecer correspondieron a una temprana influencia altiplánica que se materializará durante el Período Medio, con el arribo de poblaciones Tiwanaku. Sin embargo al margen de estos cambios, la economía de los grupos que habitaron dicho valle  se sustentó en la explotación del medio costero, evidencia que ha quedado demostrada en los basurales y estratos de basuras de las residencias estudiadas.[23] Tres tipos de recursos marcan la importancia de ésta economía:  a) La recolección de moluscos y crustáceos, apoyado por la presencia de chopes, instrumento utilizado para la extracción de moluscos; b) La pesca de recursos ictiológicos que se ve representada por la presencia de vértebras y espinas de pescados en los estratos de basuras; y c) La importancia de los mamíferos marinos, especialmente el lobo, animal que proporcionó además de alimentos -carne y sus derivados-, elementos de usos diversos como cubiertas para toldos hechos en cuero, soportes de viviendas  o indicadores de entierros para lo cual se utilizaron huesos y costillas de mamíferos marinos.

Otros recursos fueron las fibras vegetales como la totora y los  junquillos cuyo uso frecuente esta dado en una amplia gama de objetos como: vestimentas, instrumentos de trabajo, esteras funerarias, cubierta para habitaciones, e incluso como alimento, si se considera que las raíces y tubérculos de totora fueron consumidas por las poblaciones de la quebrada de Tiliviche antes del V milenio a.C.[24] Se demuestra así, la importancia de este recurso vegetal que crece en zonas húmedas, como en las desembocaduras de  ríos, donde además fue posible la recolección de camarones y lizas.

La suma de todos estos recursos habría permitido el sustento económico de éstos grupos humanos durante el Período Formativo. Sin embargo, habría que incluir la presencia de calabazas, maíz, mandioca, camote y  frijoles  nuevos productos, que se integran a la dieta de éstos pescadores, recolectores, cazadores e incipientes agricultores.


Fig. 4. Arpones
Estos productos agrícolas sumados a una mayor presencia de lana e instrumentos para hilar y tejer sugieren la idea que éstos grupos costeros integraron nuevos recursos económicos, tal vez como consecuencia del contacto con poblaciones ganaderas de origen altiplánico dentro del esquema de complementariedad económica.[25] Planteamos esto ya que a partir del Período Formativo hay un aumento de los tejidos utilizados tanto para uso cotidiano como para ofrendar a sus muertos. Los camélidos, al margen de proporcionar lana, aportaron también carne, cuero e incluso sus huesos fueron utilizados para confeccionar instrumentos para hilar y tejer. Algunos de éstos animales como el guanaco y la vicuña posiblemente fueron cazados en sus ambientes naturales como  los bofedales del altiplano y pastizales de la sierra ariqueña.  Sin embargo, otros como llamas y alpacas, pudieron haber sido obtenidos en Azapa como consecuencia de la presencia de  recuas existentes en dicho valle.

Las aves y animales menores terrestres también habrían constituido un recurso económico complementario. La presencia de dardos, flechas y arcos de madera, nos proporcionan elementos básicos para fundamentar la caza de aves. Además, el uso frecuente de plumas en ceremonias fúnebres, implicó la importancia de la caza de aves en el contexto económico y ritual de éstas poblaciones formativas. Otras especies como el cuy  y el  zorro también fueron utilizados como objetos rituales, así tenemos que, pieles de zorros fueron puestos para adornar turbantes que se confeccionaron como ofrendas en los entierros  Azapa  70 y Camarones 15.[26]

En síntesis, la actividad económica de las poblaciones formativas giró en torno a una economía de recolección marina y de vegetales propios de los valles desérticos, siendo esta complementada por la caza de animales terrestres que se habrían concentraron en los sectores de mayor humedad en el valle.

Durante el período medio y en la medida que el valle se desarrolla  lentamente la agricultura comienzan a incorporarse nuevos productos, como lo vemos en  los asentamientos  funerarios y habitacionales de AZ-75 donde aparecen una mayor variedad de maíces, además de  ají, papas chuño y coca. Quizás un artefacto que marca una mayor presencia de actividad agrícola y marítima durante este período sería el capacho, confeccionado en lana y fibras vegetales, y  que habría servido para trasladar productos obtenidos tanto del mar como de la tierra.

En este período irrumpen en el valle objetos en cerámica y tejidos cuyas formas y diseños se asemejan a Tiwanaku (Véanse las figuras 7 y 8). Sin embargo, no sabemos cual fue la estrategia utilizada por éstas poblaciones altiplánicas.  Sugerimos que  el carácter estratégico del arribo de Tiwanaku a los valles occidentales como fue en  caso de Azapa, pudo  haber sido con la idea de explotar los recursos de agua (vertientes) y tierras de cultivos, especialmente en el sector del  valle medio.  Planteamos esto, puesto que allí se hallan las mayores evidencias de cerámicas y tejidos en  poblaciones con rasgos Tiwanaku. Una vez organizado este modelo de control de los recursos, debió inagurarse un tráfico que al decir de Gordillo (1998) debió haber sido fluido con el altiplano para el traslado ya sea en forma indirecta o directa de excedentes de productos agrícolas y marítimos hacia el centro urbano epónimo o en su efecto debieron pasar  por el filtro de los administradores instalados en Chen Chen, valle  de Moquegua, 70 km al sur del valle de Azapa, considerados como uno de los más importantes centros Tiwanaku de la periferia occidental Andina.

Esta estrategia de control al parecer habría incluido una organización   ideológica  al considerar  la presencia en el valle de personajes quienes serían los responsables de planificar y controlar los recursos de agua  que emanaban de ciénagas y vertientes. El hallazgo de ofrendas en hueso, madera y cerámica, depositadas en cementerios y cerros, donde se representó la figura del sacrificador, reforzaría ésta hipótesis.[27] Por otro lado, el manejo de las aguas al parecer tuvo una connotación simbólica muy especial que  incluyó ceremonias; el hallazgo de objetos  como cerámicas pintadas, textiles decorados, cajitas de hueso con restos de productos agrícolas  como  maíz y calabazas, encontrados en espacios circundantes a las ciénagas apoyarían este planteamiento en torno al culto que se les hacía a éstos recursos de agua subterráneos.

Respecto al trabajo agrícola no tenemos evidencias concretas de sistemas de cultivos. Sin embargo, sugerimos que una vez estabilizado el proceso agrícola, durante el período medio  (500 d.C.),  los agricultores azapeños habrían desarrollado  un sistema de riego y cultivos. Este correspondería al sistema de surco denominado caracol y que consistía en formar surcos en forma de S  más bien en ángulos rectos, intercalados infinitamente de manera de producir una circulación expedita de las aguas. Este  sistema fue observado por  Frezier  en la costa de Arica”...una vez brotada la semilla i en estado de transplantar, colocan las matitas como serpentenado, de modo que la disposición misma de las asequias de riego, llegue el agua con suavidad al pie de la planta, entones ponen alrededor de cada una tanto guano como cabe en el puño...”[28] Este sistema de traslado de agua racionaliza el recurso hídrico al máximo, entregando a la planta lo mínimo indispensable, a la vez que compatibiliza el surco poco profundo con la escasa calidad del suelo.

Nos inclinamos en pensar en este sistema de trabajo agrícola, puesto que no hemos hallado evidencias de otro  sistema distinto como el  de  terrazas construidas en  piedras tan común en los  valles serranos  del norte de Chile, como tampoco el sistema conocido como Camellones muy común en el altiplano Circumtiticaca y Meridional andino.

Junto con apoyar  el  manejo de los recursos agrícolas, también el interés de Tiwanaku se habría centrado en la explotación del guano y los recursos pesqueros. El interés por explotar éstos recursos  demostrarían  la importancia del valle de Azapa dentro de la red de control en los valles occidentales ejercida por Tiwanaku entre el 600 al 800 d.C.

Respecto a las poblaciones del Intermedio Tardío de Azapa, como fue el caso de San Lorenzo (AZ-11) todo indica que esta comunidad centró fundamentalmente sus esfuerzos laborales en las actividades del agro y del mar; en ambas actividades requirieron del uso de una tecnología capaz de entregar una producción permanente a la población. Así por ejemplo, la construcción de balsas para la pesca les habría permitido un permanente consumo de distintas variedades de peces;  la utilización del capacho  les facilitó tener una mayor capacidad para trasladar productos, ya sea de la costa como de distintos lugares del valle.


Fig. 5. Cuerpo momificado
Si bien la tierra les permitió una variedad de cultivos, la mayor producción estuvo centrada en maíces, frijoles y calabazas; además de frutas como: pacae, lúcuma y molle, evidencias que aparecen reiteradamente en los restos de basuras de las viviendas, ofrendas en  tumbas y en los restos de  producción que fue depositada  en los pozos de almacenaje de dicho asentamiento. Para que existiera esta productividad agrícola, pensamos que tuvo que haber habido un recurso hídrico estacional, lo que hizo que la población controlara el uso del agua asegurando el riego para los cultivos. La presencia de ciénagas en este sector del valle permite reconocer en él un medio favorable para la explotación agraria y de recursos de caza como complemento dietético. En cuanto al uso de la tierra, ésta implicó una extensión mayor con respecto a las poblaciones del período Formativo y Medio del valle. En este caso, las tierras cultivadas habrían abarcado desde la cabecera misma del valle de Azapa, es decir a 1800 msnm. hasta la costa, obviamente siguiendo el curso del río San José y principalmente las aguadas y vertientes que se concentran a lo largo del valle.

En cuanto a la mantención  de la producción agrícola, existen dos tipos de pozos de almacenaje, uno de tamaño menor, cuyo capacidad mantuvo una producción destinada tal vez a las necesidades inmediatas del grupo familiar y otro de mayor capacidad en el que la producción guardada posiblemente fue destinada, ya sea: a) Para  formar parte de una economía redistributiva dentro del mismo grupo familiar o, b) Para las actividades de intercambio, especialmente con poblaciones ganaderas de la sierra de Arica las cuales abastecieron de  carnes, lanas y cueros a las poblaciones de Azapa.

Como consecuencia de este intercambio es posible que haya llegado bienes y especias de animales exóticas como  monos de la especie Alouatta seniculus, papagallos o loros, maderas (chontas)  cuyo origen si bien está en el oriente andino, su presencia en este valle se habría debido  a los movimiento generados hacia la vertiente oriental andina por parte de las poblaciones ganaderas asentadas ya sea en el área Circumtiticaca o en el Altiplano  Meridional, en los alrededores del Desaguadero, lo que hizo que al desplazarse posteriormente a los valles del Pacífico lo trajeron como algo novedoso y decorativo.[29] Esta hipótesis se sustenta si consideramos que posteriormente en el siglo XVII, los reinos Aymaras del Titicaca extendían su control tanto hacia la vertiente del Pacífico como a la oriental andina lo que conllevó a que en ambas vertientes se conocieran elementos novedosos aportados por cada una de ellas.[30]

Otras evidencias  que permiten plantear algún grado de intercambio entre las poblaciones de Azapa y otras áreas culturales de la costa del Pacífico sería la presencia de  las conchas de Spondylus las que, además  aparecen manufacturadas en forma de cuentas con la que se confeccionaron collares. Esta especie tiene su origen en la zona del Ecuador.  Probablemente  habría llegado a Azapa como producto del intercambio generado entre los valles costeros.


Fig. 6. Primeros agricultores del desierto
Las poblaciones de San Lorenzo de acuerdo con su bagaje cultural parecen haber sido  grupos especializados en confeccionar cerámicas y tejidos alcanzado un gran desarrollo técnico en dichas manufacturas, lo cual permitió cubrir las necesidades a los pobladores de Azapa y posiblemente de valles aledaños como Lluta  y Camarones.  La presencia de canteras de arcillas en el valle, sumada al hallazgo  de hornillas para cocer cerámica, espátulas, lanas, ovillos e instrumentos de hilar y tejer encontrados en el asentamiento, hablan  de una  actividad alfarera y textil especializada  durante el período Intermedio Tardío. Estas actividades  se suman a las labores de pesca y  recolección, así como de ganadería y  agricultura, denotando un sistema  organizado en el valle de: tejedores, ceramistas, pescadores, recolectores y agricultores, lo cual sostuvo una organización política capaz de regir un asentamiento como  San Lorenzo que paso a ser eje administrativo del valle a partir del 900 d.C.

 

Organización Social y Política

Evidentemente  los primeros asentamientos del valle vinculado al periodo Formativo fueron organizados por pequeños grupos de poblaciones que se movilizaban de la costa para desarrollar las primeras prácticas agrícolas. Estos al parecer estuvieron compuesto por   determinadas  poblaciones quienes se movilizaban en período cortos a los lugares de cultivos, regresando a los campamentos  bases las que al parecer se encontraban más cerca del litoral que del valle. Estos grupos asentados en el litoral estaban conformados por bandas de pescadores, cazadores y recolectores cuya larga historia milenaria los vinculaba con el mar y los valles, de tal manera que conocían profundamente los diversos espacios productivos que ofrecían estos, así como, sus características ecológicas y geográficas.  Esto es lo que nos demuestran las poblaciones Faldas del Morro, Camarones 15, Playa Miller-7,  AZ-71 y AZ-14, todas ellas ubicadas en un rango cronológico que va desde el 1000 al 500 a.C. Estos grupos conocedores de semillas y cultivos al parecer habrían concentraron sus esfuerzos iniciales en obtener un buen rendimiento de las semillas puestas en experimentación.

La ida  de ir a plantar y proteger los cultivos al valle requirió al comienzo de 2 a 3 horas de caminata ya que el sector medio donde se supone habrían comenzado las primeras experimentaciones se localiza entre 10 a 15 km. de la costa; de tal manera que éstos viajes debieron haberse planificado y regulado en el contexto de la banda o grupo familiar. A grandes esbozo, pensamos que así pudo haber sido la génesis del proceso agrícola temprano en el valle de Azapa. Es decir,  gente cuya economía básica estaba dada por la explotación del mar, la caza y recolección de recursos terrestres. Este manejo de los recursos de subsistencia les habría permitido alcanzar  un conocimiento  profundo del medio entre ellos los lugares donde había agua, lo cual pudo haber facilitado el mecanismo agrario temprano en el sentido de buscar recursos permanentes de agua y lugares apropiados para prácticas de cultivos.

A partir del 500 a.C. se observa en el valle una lenta incorporación de artículos y manufacturas de origen no local, atribuida a poblaciones de la puna. Por otro lado, a partir de esta época había  una mayor presencia de población practicando la agricultura ya que aparecen con mayor frecuencia los cementerios en túmulos. En algunos de ellos incluso encontrándose objetos como textiles con técnicas novedosas como el kelim y motivos que asemejan rasgos de culturas formativas tanto del altiplano Circumtiticaca como Meridional, de tal manera que, es evidente los contactos  entre las poblaciones locales del valle con la sierra y puna. A partir del 360 d.C, período en que emerge la Cultura  de Tiwanaku los contactos interculturales entre los valles de Arica y la cuenca del Titicaca se  multiplicaron, lo cual habría permitido un mayor flujo poblacional venido de la puna (Rothhammer y Santoro, 2001). Estas relaciones de naturaleza económica y social  conjugaron aspectos  interesantes como pudo haber sido  la estructuración de los cementerios en túmulo y su posterior transformación en wakas; además de la  importancia que habrían adquirido los tejidos donde plasmaron representaciones ideográficas  de las poblaciones del área Circumtiticaca.

Algunas evidencias que permitirían plantear esta coexistencia poblacional sería la construcción de los cementerios en túmulos.  En primer lugar la idea de cementerio monticular aparece relacionada a una serie de elementos de naturaleza foránea: cabezas trofeo, cuerpos mutilados con ausencia del cráneo y cuerpos removidos sin evidencias de haberlos restaurado, todos éstos restos acompañados de ofrendas novedosas como son los tejidos con diseños y franjas multicolores. En segundo lugar, en éstos cementerios también aparecen evidencias muy propias de los grupos costeros como es el uso de la camada de fibra vegetal, elemento utilizado desde muy temprano en los rituales funerarios de la costa del Pacífico. Además, fueron halladas ofrendas de carácter tecnológicos y mortajas funerarias confeccionadas  en fibra vegetal y algodón, elementos que al igual que las camadas alcanzaron una larga vigencia  en  los rituales de las poblaciones marítimas arcaicas.


Fig. 7. Gorro de cuatro puntas Tiwanaku
Ahora bien, parece ser que la idea de  montículos la habrían generado las poblaciones puneñas en cuyos centros nucleares vivieron y se enterraron en estructuras elevadas como es el caso de las poblaciones Wankarani, ubicadas en el Altiplano Meridional de Bolivia (Ponce 1970). Sin embargo, en los valles ariqueños se  habría adoptado la idea tumular solamente para el caso de los enterramientos, lo que conllevó a la construcción de cementerios  monticulares  tanto para uno o varios entierros como una especie de mausoleo o sepulcros colectivos.

Desde el punto de vista de las ofrendas rituales,  las poblaciones influenciadas por Tiwanaku reutilizaron los túmulos, cuando éstos dejaron de tener vigencia como cementerios, transformándolos en centros ceremoniales para acciones de culto que se manifestaron a través de ofrendas depositadas en los bordes y cimas de éstos. Esta idea de ofrendar a los antiguos cementerios tumulares por parte de Tiwanaku implica una connotación con profundo significado ritualista y a su vez  un reconocimiento  a los antepasados que construyeron  los túmulos.

Estas ceremonias de ofrendar a antiguas wakas o cementerios, tiene una larga vigencia histórica en el valle de Azapa.  Si bien es cierto,  los actores  principales de éstas prácticas fueron  las poblaciones  Tiwanaku, en la medida que el valle se fue poblando  con gentes y éstos  interactuaron económica y socialmente con grupos de otras áreas de los valles occidentales el fenómeno mágico religioso fue más complejo. Esta complejidad se manifiesta a través de la construcción de wakas como el caso de Atoca, cuya estructura estuvo dada por un imponente cerro en que se construyó un geoglifo y en la que se depositaron entierros con ofrendas de objetos cerámicos del horizonte Wari-Tiwanaku.

Desde el punto de vista de la función que debió haber tenido el tejido en el contexto social de las poblaciones azapeñas se desprenden dos hipótesis. En primer lugar, el hallazgo de un alto número de piezas tejidas en AZ-70 y AZ-115 nos llevan a pensar que es en este período donde se comenzó a utilizar con mayor propiedad la lana; ésto se ve corroborado por la presencia de textiles de mayor dimensión y cantidad en donde se plasmaron expresiones ideológicas y artísticas de las sociedades que influían en los grupos locales. Así se desprenden una serie de motivos y figuras geométricas encontradas en algunos textiles de esta época a los cuales se le ha atribuido ser piezas importadas (fajas con representaciones zooformas, camisas y bolsas con figuras escaleradas).  Sin embargo, no debe descartarse la posibilidad de que fueron confeccionadas en éstos valles.  Estos hallazgos sumados a instrumentos para tejer, refuerzan la idea en el sentido que el tejido adquirió importancia desde muy temprano en las poblaciones azapeñas y que el gran auge alcanzado en la textilería del Desarrollo  Regional (Cultura Arica), donde se destaca una finísima técnica y una abundante iconografía, no es nada más que el legado dejado por las poblaciones desde los primeros inicios de la era cristiana.

En segundo lugar, el desarrollo alcanzado por las poblaciones azapeñas en relación con el trabajo de la lana, habría implicado una relación más directa entre poblaciones costeras y puneñas, dado a través del intercambio de lana y tejidos por productos costeros. Esta situación, en el caso de Tiwanaku, habría producido una mayor interacción social y por ende un mayor legado de experiencias culturales las que se traducirán en una simbiosis, base fundamental sobre la cual se sustentarán los próximos acontecimientos históricos de los valles de Arica.

Respecto a la coexistencia de diferentes grupos poblacionales en el valle, los elementos que marcan esta diferenciación están dados por la especialización económica, patrón de enterramiento y rasgos culturales diferenciados.


Fig. 8. Textil escalerado, cultura Tiwanaku
Para poder plantear ésta coexistencia poblacional (500 a.C. al 200 d.C.) en el período Formativo, un primer cuerpo de evidencias la tenemos en AZ-70. Allí hemos diferenciados tumbas que se entierran  con un ofertorio; conformado por mantas y camisas de lana con decoración listada, algunas camisas decorados con colores rojo y azul; gorros semicirculares decorados con figuras escaleradas y fajas puestas al nivel de la  cintura de los cuerpos. Estas fajas en general son  decoradas con motivos geométricos.  Junto a éstos entierros se hallan cráneos envueltos en bolsa tejidas con punto de malla. Formando parte de las ofrendas se hallan restos de productos agrícolas como maíz, frijoles, pallar, ají, camote y calabazas.  De acuerdo con su ofertorio estos entierros se vincularían más bien a tradiciones  serranas que a las tradiciones de entierro practicadas en la costa.  A diferencia de este tipo de entierros, un segundo cuerpo de evidencias la hallamos en la costa, en los entierros  de PL.M-7 (500 a.C. al 200 d.C.) cuyas  ofrendas en un alto porcentaje se relacionan a instrumentos tecnológicos como: cuchillos enmangados, arpones, chopes asociados a restos de moluscos y vértebras de pescado.[31] Los cuerpos  están envueltos en vestimenta confeccionados en fibra vegetal, haciéndonos recordar antiguas tradiciones culturales costeras.

De acuerdo con los contextos ambos cementerios  corresponderían a  dos tradiciones culturales distintas,  AZ-70, a agricultores que se entierran en cementerios de túmulos y PL.M-7 a pescadores, que se enterraron en cementerios en fosas siguiendo la tradición de los pescadores arcaicos.

Para el Período Medio, ésta coexistencia poblacional la observamos en las poblaciones AZ-115, AZ-75, AZ-3 y AZ-6 éstas dos últimas representativas de la fase Cabuza. Tal como lo dijimos anteriormente ésta historia se desarrolla a partir del tercer siglo de nuestra era cristiana.

La importancia que pudo haber alcanzado el valle a partir del Período Medio, al haberse encontrado una línea productiva en donde alcanzó importancia el cultivo del maíz, calabazas, camote y mandioca, hizo que  éstas tierras del  valle se constituyeran  en un espacio atractivo para lo intereses tanto de los agricultores como de pescadores de la zona; como asimismo de poblaciones de otras áreas culturales, dentro de las cuales habría que considerar a Tiwanaku. De esto se desprende que hallan habido poblaciones como fue el caso de AZ-115 y AZ-75 quienes enterraron a sus muertos con un ofertorio destacándose trabajos en miniaturas, adornos especiales y objetos importados distintos a los de AZ-3 y AZ-6 en donde se remarca el trabajo en madera, alfarería pintada, objetos rituales resaltando la presencia de la llama.

Tal vez estas primeras prácticas de convivencia social reflejadas en éstos dos conjuntos de evidencias  permiten suponer los gérmenes de un poblamiento que más tardíamente va a hacerse multiétnico y que va a caracterizar a éstos valles costeros según la versión de los primeros cronistas hispanos. Al parecer durante el período Tiwanaku las poblaciones mantuvieron éstas  estructuras de interacción poblacional ya que después de todo eran gentes que conocían muy bien los espacios productivos tanto del valle como de la costa, de tal manera que, Tiwanaku se integró a este proceso incorporando una serie de rasgos que le fueron dando continuidad al desarrollo agromarítimo y ganadero.

En el período Intermedio Tardío, las relaciones interétnicas fueron más intensas y complejas. Así se desprenden del estudio realizado en el poblado de San Lorenzo,[32] donde en algunos contextos como la cerámica y tejidos hemos  determinados  varios estilos, lo cual nos hace sugerir en manufacturas que estuvieron ligadas a distintos grupos humanos en el tiempo (Véanse las figuras 8 y 9).  Así por ejemplo, el estilo cerámico Taltape aparece asociado al estilo cerámico y textil Maitas y cuya decoración negro sobre blanco pudo ser la base estilística que evolucionó al estilos cerámico-textil San Miguel, lo mismo sucedería con los tejidos Maitas donde aparecen motivos serpenteados y que en San Miguel se presentan más estilizados, transformándose en volutas. La transformación de éstos estilos nos llevan a preguntarnos ¿Fue un cambio ideológico el que hizo que las poblaciones cambiaran del estilo cerámico-textil Maitas al San Miguel para llegar a constituir una población con caracteres propios? Sin embargo, para que se generara esta cultura consideramos que tuvo que haber jugado un rol importante las relaciones de convivencia armoniosa entre las poblaciones Maitas que habitaron éstos valles costeros. Las relaciones de parentesco, vinculadas por alianzas matrimoniales entre los pobladores posiblemente fue lo que hizo que se fortalecieran también las relaciones económicas políticas  e ideológicas, creándose de esta manera, la base social y económica para conformar la Cultura Arica en éstos valles costeros. Sin embargo,  en el cementerio, se observa una sectorización en cuanto a los entierros que llevan ceramios y tejidos estilos Maitas y los que llevan el  estilo San Miguel;  esta situación nos permite preguntarnos si esta división se debió por una concepción ya sea de carácter generacional o fue producto de una especialización económica.  Es decir, que las poblaciones que manufacturaron el estilo Maitas por ser más antiguas que las que manufacturaron el estilo San Miguel hayan tenido diferencias lingüísticas o, tal vez, características ornamentales distintas, como la deformación craneana, los que los hizo enterrarse separadamente.  Planteamos además, la posibilidad de una especialización económica  por el hecho de que las poblaciones Maitas  estuvieron más ligadas a la ganadería, puesto que a los entierros se les depositó patas de llamas como parte del ajuar a diferencia de las poblaciones estilos San Miguel que se les ofrendó con productos e instrumentos propios de economías agromarítimas, tales como: cultivos, palas, balsas e instrumentos para faenas marinas. Como consecuencia de esta aparente especialización, es probable que ambas poblaciones hayan tenido algunas concepciones distintas de la vida reflejadas a través de diferenciación de entierros.


Fig. 9. Vestimenta de la Cultura Arica
Sobre la estructura política de la comunidad de San Lorenzo, hay varios indicadores que apuntan a como pudo haber sido su organización. Por un lado, tenemos la presencia de un extenso muro que separó la aldea en dos sectores, uno central y otro periférico, lo que permite inferir una posible división social entre pobladores. El primer sector se distingue por estar enclavado en un abrupto montículo que se ubica en la parte central de la aldea, permitiendo una posición  estratégica en altura, dominando el área y facilitando las comunicaciones con otros asentamientos del valle. Posiblemente este espacio fue ocupado por los grupos que manejaron la estructura administrativa del poblado. Alguna evidencia para probar esta hipótesis sería la presencia de un entierro excepcional, depositado en una sofisticada estructura de piedra que quizás perteneció a un dirigente o personaje de importancia de la aldea y al ser enterrado allí dio un significado simbólico al lugar (cista 1-x). Además, este espacio concentraba la mayor cantidad de recursos productivos almacenados, producción que en parte era destinada al consumo de las poblaciones asentadas en este sector, o bien, porque era el espacio de mayor resguardo y protección  de la producción de excedentes.

En cuanto a los sectores  circundantes al muro perimetral, allí no se dio la existencia de tumbas excepcionales, ni la presencia de grandes pozos de almacenajes, siendo posible que en éste sector se haya concentrado sólo la población dedicada al manejo productivo, vale decir, pescadores y agricultores.

En base a éstos antecedentes consideramos que el poder político o jefatura pudo haberse situado en la zona más alta y central donde se ubica una amplia plazoleta y a la cual convergen las estructuras habitacionales.

En el cementerio de la aldea de San Lorenzo, resaltan algunas tumbas, ya sea por su sofisticada construcción, o bien  por el rico ajuar que les fue depositado. Tal es el caso de la tumba AZ-123 en donde fue depositado un individuo de cierta importancia social. Certificarían esta importancia, el hallazgo en esa misma tumba de dos figuras de madera. La figura menor, representada por un gorro de cuatro puntas, un peinado de largas trenzas y el lóbulo de la oreja deformada, simbolizando un orejón. Considerando que, tanto en la sociedad Inca como Colla, quienes llevaban la oreja deformada se identificaron como personajes de categoría política y religiosa; en el caso de las poblaciones San Lorenzo ¿Este rasgo habría tenido la misma connotación? o bien ¿La  representación de esta figura es  la expresión de algún ídolo?

Considerando la población que ocupó este asentamiento, y las características particulares sobre el cual se construyó el poblado de San Lorenzo, planteamos como hipótesis que esta aldea fue organizada en dos sectores, tal como sucede con otros asentamientos en los Andes, por ejemplo, Alamito y Tastil en Argentina, Tiwanaku en Bolivia, Cusco en Perú, vinculados a un principio dual en cuanto a su organización social y cosmovisión. De la discusión de esta hipótesis se desprende el hecho  de que a lo largo de su historia la población de San Lorenzo tuvo dos formas de expresar estilísticamente parte de la cultura material como lo fue la cerámica y los tejidos representativos de cada fase cultural. Si consideramos la  interrogante planteada anteriormente en el sentido que esta situación fue producto de una causa generacional o producto de una especialización económica, es posible que esta división haya ido mucho más allá de la  transformación  ceramológica y textil, pudiendo haber estado vinculada a la organización espacial y de la comunidad. Es así como en el cementerio se aprecia una división determinada por los entierros Maitas y San Miguel. Probablemente se debió a que los primeros pudieron haber sido los familiares más directos de los fundadores del sitio en relación con los segundos, donde probablemente la descendencia fue más lejana. Esta interrogante se podría confirmar a través de estudios DNA.  Esta diferenciación hizo que incluso construyeran distintas tipos de sepulturas, lo cual remarca más la concepción que tenía cada grupo. Por otro lado, el espacio habitacional se asienta sobre dos montículos, los que a su vez están delimitados por un muro perimetral. Sin embargo, esta delimitación no se asocia a un estilo determinado de cerámica ni tejido, ya que éstas se distribuyen a lo largo  del área habitacional. Pensamos que esta delimitación, así como pudo haber tenido el propósito de diferenciar socialmente a los grupos asentados, también pudo haber estado vinculada a una división dual del espacio ocupado.

Quizás sea importante señalar nuevamente la presencia  del entierro con cerámica Maitas que se encontró en el montículo central de la aldea (cista 1-x) a diferencia de los entierros con cerámica San Miguel que se encontraron fuera del recinto perimetral, lo que nos hace preguntar ¿ la presencia de éstos entierros pudieron remarcar simbólicamente el espacio donde se asentaron originalmente ambas poblaciones?

A pesar de que los indicadores presentados para discutir esta hipótesis son mínimos, la excavación de otros asentamientos en el valle de Azapa (como  la aldea  AZ-15) permiten configurar un planteamiento más concreto, en el sentido que en los asentamientos poblacionales aldeanos de los valles costeros hubo una organización del espacio en términos binarios, reflejada tanto en la vida como en la muerte.

En relación, a la percepción mágico-religiosa por parte de los pobladores de San Lorenzo, esta constituyó  un hecho relevante. Así lo demuestran las evidencias de naturaleza ceremonial como las ofrendas de  llama, que se encuentran presentes entre los cementerios, a través de patas y orejas y en las viviendas, como parte de las ofrendas que se hacían  a la construcción de la casa. Estos antecedentes nos sugieren que este animal tuvo una fuerte connotación simbólica, quizás por el valor productivo que fue objeto entre otras causas.


Fig. 10. Cerámica estilo Gentilar, Cultura Arica
Como una forma de conocer la importancia mágico-religiosa  de ésta especie  -camélido-, en los ceremoniales de las poblaciones Aymaras en la actualidad, señalemos  la fiesta del floreo del ganado, donde la llama tiene la mayor importancia puesto que constituyen el mayor número de ejemplares, en relación con las alpacas y ovejas. El ritual de la construcción de la casa, donde se ofrenda con sangre de este animal y el ceremonial de la limpia de canales constituyen el panteón ceremonial más importante de naturaleza prehispánica que aun pervive en los andes, alcanzando la llama un elemento simbólico y ceremonial de real importancia al cual se le rinde culto.

 

Síntesis final

Este largo proceso cultural aldeano desarrollado en un  valle desértico  del norte de Chile, como fue el caso de Azapa al  que nos hemos referido  en la presente investigación nos ha permitido reflexionar sobre la importancia de los recursos del  mar y el aporte de los  vegetales especialmente cuando el hombre comienza a adaptarse a la producción de plantas domesticadas.  El éxito de esta producción va hacer importante pues  contribuyó a complementar los recursos dietéticos de las  poblaciones azapeñas; sin embargo, para alcanzar este éxito éstos grupos tuvieron que pasar por una serie de situaciones compleja respecto a  su salud, manifestada en enfermedades y muertes de los miembros del grupo, producto de la adaptación a este nuevo sistema económico.[33]

Los actores de éste proceso agrícola temprano fueron las poblaciones locales asentadas en la costa de Arica y áreas aledañas quienes tuvieron que organizarse y planificar sistemas  de protección y resguardo de las semillas plantadas lo que hizo que lentamente se fuera poblando el valle. Un proceso más reactivador en este valle en términos de un mayor aumento de población se observa a partir del Período Medio al parecer como consecuencia de los contactos producidos con poblaciones de otros valles y de la puna, incluyendo Tiwanaku,  quien a esa fecha había alcanzado su máximo  desarrollo en los andes el que incluía  contactos e influencias en otras áreas culturales de la vertiente occidental andina.

Sin embargo, es a partir del Desarrollo Regional cuando emerge la Cultura Arica,   donde mejor se observa los cambios que caracterizan a una cultura con una identidad propia. Al parecer todas las experiencia previas lograda en el trabajo agrícola conjuntamente con el aporte de los recursos del  mar y los camélidos como fuente de abastecimiento de carnes habrían contribuido económicamente a la emergencia de esta Cultura Regional permitido un mayor aumento de la población en el   valle de Azapa con  una estructura social más compleja como lo demostraría la aldea de San Lorenzo.

Las poblaciones locales  de tradición costera fueron determinantes tanto en la historia agrícola temprana del período Formativo como en el período Medio en el valle de Azapa, en el sentido de participar en la estructura organizativa  de la vida aldeana.  A pesar de tener al frente un desarrollo cultural como Tiwanaku que influenció  a través de distintos patrones ideológicos reflejados en la cerámica y tejidos la estructura organizativa de las poblaciones de locales,  los contextos usados en la vida cotidiana de la gente indicarían que al  parecer fue una población que se movió con sus propios ejes  conductuales. Así lo demuestran los indicadores tecnológicos y artesanales que conforman su cultura y cuyas  manufacturas y diseños tienen una larga tradición. Esta forma de interactuar que tuvieron las poblaciones locales fue producto de un sistema de organización  basada en la complementariedad económica, lo cual hizo que tuvieran una gran movilidad territorial y una gran capacidad para adaptarse y estructurar social y políticamente los diversos espacios ecológicos.[34]

Esta breve síntesis, nos muestra que la esencia de la integración de las sociedades andinas prehispánicas estuvo dada en la búsqueda de recursos complementarios que cada área ecológica podía ofrecer al hombre.[35] De tal manera, que  conceptuar los andes como una gran área  territorial constituyó el mayor desafío de las sociedades andinas en el contexto de su  adaptación y manejo del espacio.

 


Notas:

[1] Universidad de Tarapacá. Arica-Chile

[2] Muñoz, 1996

[3] Masuda, 1981.

[4] Nials, et.al. 1979

[5] Sagredo, Gutiérrez y Aylwin, 1998

[6] Billinghurst, 1973

[7] Villagrán  1993

[8] Usselmann, et al. 1999

[9] Crom, 1993

[10] Ottmann, 1967; Moseley, 1992

[11] Sagredo, Gutiérrez y Aylwin, 1998

[12] Keller, 1946

[13] Raggi, 1997

[14] Kalin, et.al., 1997

[15] Schiappacasse y Niemeyer, 1984

[16] Nuñez, 1983, Nuñez y Moraga, 1977/1978

[17] Muñoz, 1993; Aufderheide, Arriaza y Muñoz, 1993

[18] Standen, 1997

[19] Allison, 1989

[20] Cashdan,1983

[21] Muñoz, Arriaza y Aufderheide, 1993

[22] Llagosteras, 1989; Arriaza, 1995

[23] Muñoz, 1989

[24] Nuñez y Moragas, 1977

[25] Núñez,1989

[26] Rivera, 1983, 1994

[27] Muñoz, 1996

[28] Frezier, A  1732: 152

[29] Muñoz, 1983

[30] Murra, 1976

[31] Focacci, 1974

[32] Muñoz, 2002

[33] Sahlins, 1964

[34] Salamon, 1985

[35] Troll, 1958

 

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