Julio G. Gutiérrez Loayza: vacaciones en el infierno

Winston Orrillo

Recibido: 14-03-2014 Aprobado: 31-03-2014

 

 

“Aquí carezco de todo, pero no me falta nada. Porque no poseo casi nada…”
“Somos prisioneros del imperialismo y la oligarquía nacional…”

 

El título de este breve, pero impactante, volumen es Vacaciones en el Sepa (Testimonio de un preso político peruano) (Cuzco, 2013), de Julio G. Gutiérrez Loayza (Cusco, 1905-1993), muy destacado intelectual y luchador social del “ombligo del mundo”, y publicado en el 2013–felizmente- por sus hijos, de los cuales Julio Antonio Gutiérrez Samanez, es el editor.

En el libro están narradas, con prosa limpia y profunda, las vicisitudes de la “intelectualidad y la izquierda peruana, en tiempos del gobierno militar de Pérez Godoy, y, luego, en el “democrático” de Belaunde Terry, durante los años 1963-l964”.

En ambas oportunidades, y por las irracionales y consabidas “órdenes superiores”, el autor fue detenido “llevando apenas la ropa que tenía puesta, y sin los elementos mínimos para su aseo personal. Él, un intelectual y artista de talento, luchador de las causas más nobles del pueblo, maestro de juventudes, dedicado a la difusión de nuestra cultura…fue vilmente recluido en las mazmorras  y luego confinado, como un prisionero de guerra, en un penal selvático, del Sepa, prisión creada para castigar a los delincuentes avezados y peligrosos, junto con sus compañeros de lucha: intelectuales notables, líderes sindicales, campesinos y estudiantes”, según palabras prologales de su hijo J.A.G.S.

Esta es una obra vivencial en la que brilla el gran espíritu de su autor, paradigma de combatiente intelectual que, junto con otros, como los notables Hugo Pesce, Alberto Tauro, Ernesto More y Asunción Caballero Méndez, así como  diversos maestros, científicos, profesores universitarios, investigadores de la realidad nacional, se convirtieron en víctimas de una casta militar entreguista y del gobierno oligárquico –con fachada “democrática”- del Arquitecto de marras.

El texto está insuflado de la personalidad de su creador, de su humor corrosivo, pero esperanzado,  como cuando nos dice que “nosotros estamos acusados de participar en un vasto complot internacional para derrocar el gobierno militar e implantar una dictadura totalitaria en el Perú…” Asimismo, hallamos reflexiones que son un efluvio de la filosofía estoica de Julio G. Gutiérrez, como cuando escribe: “Aquí carezco de todo, pero no me falta nada. Porque no poseo casi nada, tampoco me hace falta más. Mis pertenencias se reducen a las del peregrino, del mendigo o del prisionero de guerra”


¿Qué delito es aquel por el que se le acusa? “Desear el progreso, el bienestar y una vida medianamente humana para millones de nuestros compatriotas; rescatar de manos de los piratas imperialistas  la riqueza nacional que se llevan a vil precio; querer y luchar por la independencia nacional del Perú”

Es paradigmático el aliento social, revolucionario, que trasuntan estas páginas fúlgidas, escritas en las peores condiciones, lo que demuestra su alta convicción –que finalmente vencerá todos los obstáculos para llegar a la Segunda y Definitiva Independencia de nuestras naciones, de la Nuestra América martiana y mariateguista: hecho que ya empezó el 26 de julio de 1953, con el Ataque al Cuartel Moncada, en la Cuba de Batista, y que llevó al poder al equipo que hoy gobierna el Primer Territorio Libre en América, Cuba. Y que se proyecta en la Venezuela Bolivariana, en la República Multinacional de Bolivia, en el enhiesto Uruguay de hogaño; en Ecuador y su Revolución Ciudadana, en Nicaragua sandinista, en El Salvador presidido por un combatiente revolucionario, en la Patria de Jorge Amado, entre otros ejemplos..

En el breve volumen, asimismo, destacan, con relieve propio, personalidades epónimas de la lucha popular en el Perú, como la del gran Emiliano Huamantica y “Vicente Medrano Sequeiros, el juvenil héroe del Sepa, que iba con el signo fatal del martirio sobre la frente”, entre varios , asimismo  preteridos por la historia “oficial” ad usum.

Hay mucho, en el libro, de relato bien hecho, con suspenso, como cuando  van a traer de vuelta a los cautivos, y los vuelos se suspenden lo que deviene en una verdadera tortura psicológica para todos ellos.

Y ,cuando ya están en pleno vuelo, para cumplir las segundas “vacaciones” en El Sepa –al que hemos llamado “infierno” por sus condiciones sui generis- y el avión comienza a trepidar, y el cancerbero palidece mortalmente, éstas son las palabras que engarza el autor: “…siento que no le tengo miedo a la muerte. ¡Todavía habrá que pagar más duro tributo por la libertad de nuestro pueblo!. Y, como en otra ocasión semejante, pienso alea jacta est: la suerte está echada”.

Y al describirnos su retorno al “infierno” no puedo dejar de citar sus palabras singulares: “Hemos llegado. Mejor dicho: hemos vuelto”.

Páginas pedagógicas son las que dedica el autor a la crítica del sectarismo, que aun en las condiciones de la prisión degradante, se da, en aquel tiempo, en la izquierda, entre sus diversas facciones: “Ya no hay camaradería ni compañerismo. Desde el primer día, una clara línea divisoria nos separa. Quizá coincidimos en los objetivos mediatos y remotos de la Revolución, pero de ningún modo en los procedimientos. En adelante no somos más que compañeros de prisión reunidos por el azar y el odio del enemigo de clase…Causa lástima, en  verdad, constatar los estragos provocados por el sectarismo en una juventud cuyo destino podría ser brillante…”

No dejan de haber, en el apretado volumen,  líneas líricas, por las cuales discurre el estro libérrimo del autor, en medio de la selva majestuosa, como queriéndonos decir que ninguna prisión puede aprehender a la esencia del ser humano: “El azul cerúleo se va tornando más claro, adquiriendo un tinte gris verdoso de mágica transparencia. Grandes masas de nubes en forma de largos estratos se ribetean de oro y púrpura. El astro del día se oculta en un gigantesco crisol de metal fundido…”

Como conclusión no hallamos mejor cita que la siguiente: “Suwachu kanchis, runa wañuchiqchu kanchis- no somos ni ladrones ni asesinos. Así hablaba Francisco Madora, el pastor indio de las punas de Qoyllur-rití, allá en la bravía cordillera  donde señorea el Apu Ausangati”. (Palabras que escuecen ante la vista de cómo medran, en el Perú de hoy, asesinos y ladrones de la peor calaña. Los nombres son obvios).

Asimismo artista plástico, el libro lleva unos significativos dibujos del escritor, donde podemos reconocer a algunos de los protagonistas de este volumen, así como escenas de la vida cotidiana, en este infierno-prisión de El Sepa, que, como decía Mariátegui, para un revolucionario, caer preso no es sino un “accidente de trabajo”.

El autor, asimismo, dentro de su vasta bibliografía tiene títulos imprescindibles como Así nació el Cuzco rojo, Sesenta años de arte en el Qosqo (1927-1988) y una estimable versión española del drama quechua, de autor anónimo, Ollantay.

 

Cómo citar este artículo:

ORRILLO, Winston, (2014) “Julio G. Gutiérrez Loayza: vacaciones en el infierno”, Pacarina del Sur [En línea], año 5, núm. 19, abril-junio, 2014. ISSN: 2007-2309.

Consultado el Jueves, 28 de Marzo de 2024.

Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=956&catid=12